Edith Södergran
Edith Södergran
Edith Södergran
Nació el 4 de abril de 1892, en San Petersburgo, Rusia. Fue una poeta políglota
(alemán, inglés, francés, ruso y sueco) que trascendió en la década de los años veinte,
gracias a que liberó al verso de la rima y de la imaginería tradicional.
8
Yo
9
Dios
10
Vierge Moderne
11
La última flor del otoño
12
Dos poemas de playa
II
13
Los cuentos que de niño escuchaste
lloran en tu corazón.
Silencio sin eco,
soledad sin espejo,
el aire azulea a través de cada grieta.
14
Radiante hija del bosque
15
Lanzaron entonces los bosques sus semillas al corazón de los hombres,
nadaron en sus ojos humanos los resplandecientes lagos
y por allí revolotearon mariposas blancas sin cesar.
16
Nosotras las mujeres
17
Primavera nórdica
18
Dos diosas
19
Mi alma
20
El espejo del pozo
21
Pululan las estrellas
22
El misterio de la resurrección
Poema de la casualidad
Los ángeles celestiales cantan hacia la tierra:
¡Rasga el dosel de la muerte, rásgalo!
Una mujer yace tapada en el negro velatorio.
En torno a su camilla alumbran grandes velas.
En su cara están las ganas de Vivir
como si sus manos en una oración quisieran entrelazarse.
Reina el silencio, tan solo la noche pasea vigilante.
De pronto arde un fuego rojo sobre los muertos: ¿Qué es esto?
Silencio en la habitación.
Los ángeles cantan: Muros negros, ¡ábranse!
A la luz azul del cielo el ataúd está bendito.
El ataúd está en el cuarto de la eternidad.
Los ángeles cantan: hija de Dios, te llama el Señor.
Reina el silencio, jamás la pena se irá de esta casa.
Pero la muerta oye la llamada:
Sí, Señor, ya voy,
su voz resuena como un eco a través de todos los cielos.
23
Belleza
24
Instinto
Mi cuerpo es un misterio.
Mientras esta cosa frágil viva
habréis de conocer su poder.
Habré de salvar el mundo.
Por eso la sangre de Eros corre por mis labios
y el oro de Eros, por mis rizos cansados.
Me basta con mirar
cansada o desganada: la tierra es mía.
Cuando cansada me tumbo en la cama,
lo sé: en esta mano agotada se encuentra el destino del mundo.
Es el poder lo que tiembla en mi zapato,
es el poder lo que mueve los pliegues de mi vestido,
es el poder, para el que no existe abismo, lo que tienen ante ustedes.
25
Creo en mi hermana
Camino en el desierto
y me siento sola en la montaña,
en la piedra del demonio,
donde las penas llevan
mil años esperando.
Tengo una hermana.
Las elfas tejieron sus ropas de seda,
la doncella lunar esparció rocío sobre su pecho…
Era hermosa, codiciada por dioses.
Oh, esta hermana…
No íbamos a contarnos cuentos la una a la otra,
cuentos interminables durante miles de años,
hasta que un día irrumpiera el amanecer,
nuestro nuevo amanecer.
Mi hermana…
¿Me habrá traicionado?
¿Llevará la daga junto al pecho —la de pies ligeros?
Respóndeme —mirada risueña.
No, no, ¡mil veces no! No lo creo,
ni aunque los ángeles con un grafito impecable
en las hojas de los tiempos lo hubieran escrito…
26
¿Por qué me atacó la debilidad humana?
No creo en el mundo a nadie más que a mi hermana…
Lo que ella dice es verdad,
ya puede desgajarse el mundo,
mi hermana no miente jamás.
27
Scherzo
28
El misterio
29
El sol
30
La estrella
31
Mi futuro
Un instante caprichoso
me robó mi futuro,
que con prisas armé.
Lo erigiré mucho más bello,
como lo imaginé desde el principio.
Lo erigiré en la tierra firme
llamada mi voluntad.
Lo erigiré sobre los altos pilares
llamados mis ideales.
Lo erigiré con una entrada secreta
llamada mi alma.
Lo erigiré con una alta torre
llamada soledad.
32
La cíngara
33
Los árboles de mi infancia
34
La luna
35
La tierra que no es
36
Pero un niño no es otra cosa que una certeza,
y extiende sus brazos más alto que todos los cielos.
Y entonces llega una respuesta:
Soy yo a quien amas y siempre habrás de amar.
37
La canción de la nube
38
La lira de los dioses
39
No coleccionen oro y piedras preciosas
Gente,
no colecciones oro y piedras preciosas:
llenen sus corazones con un anhelo
que arda como carbón incandescente.
Roben rubíes de la mirada de los ángeles,
beban agua fresca del charco del demonio.
Gente, no coleccionen tesoros
que los conviertan en mendigos;
coleccionen reinos
que los den poder de reyes.
Regalen a sus hijos una belleza
que el ojo humano no haya visto,
regalen a sus hijos una fuerza
que vuele las puertas del paraíso.
40
¿Por qué se me dio la vida?
41
En la hamaca de las hadas
Noches y días
tumbada en la hamaca de las hadas
sueño cosas extrañas.
Este corazón no nació para quererme:
no traspasa jamás el umbral de la realidad.
El farol de Diana
brilla a través de mis noches desde finos tules de fábula.
No puedo amar, no puedo renunciar a mi gran corazón…
Pero una vez habré de tumbarme junto al hijo más sublime de la tierra…
Un niño pequeño beberá
de mi pecho de piedra
la leche más fuerte de la tierra.
Lo llamaré: «El regalo de Diana».
42