La Conciencia

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11.

LA CONCIENCIA, NORMA SUBJETIVA DE MORALIDAD

La conciencia es la norma subjetiva máxima de actuación para la persona, la cual se sustenta en


una base objetiva suprema, Dios. Etimológicamente proviene del latín cum scientia, esto es, con-
conocimiento. Cicerón y Santo Tomás le dan el sentido de “conciencia común con otros” y puede
tomarse en dos sentidos: Conciencia psicológica o intuición de la mente de sus estados anímicos
o psíquicos (conciencia de sí, de su “yo”), la cual actúa como testigo de nuestros actos.
Conciencia moral como “facultad de formar juicios sobre el valor de los actos humanos, en el
discernir el bien del mal”. La conciencia cristiana, la identidad del cristiano, de todos estos
pasajes bíblicos se podían reducir algunos rasgos positivos para la concepción:
 Noción de conciencia: la conciencia es un juicio religioso moral y mejor aún una
mentalidad religiosa moral (2 Cor 4,5; Rm13,5).La conciencia es testigo interior y
decisivo del actuar humano responsable (Rm 2,15)
 Universalidad de la conciencia: no la han podido trasgredir conscientemente, pero
también ellos son pecadores y necesitan la redención, tanto los judíos como los paganos
están dotados de un natural disposición que los invita al bien y les hace comprender su
situación de irredencion.
 Sacralidad de la conciencia: los hombres juzgan sobre las apariencias, la conciencia es
la última instancia de la decisión de moral y de la humana responsabilidad.
Para pablo la valoración de la conciencia decide en ultimo termino la caridad moral de
una acción u omisión. (la conciencia errónea, el respeto de los derechos).
 Formación de la conciencia: los cristianos tienen el deber de formar la coniencia,
examinándose a si mismos, tratando de descubrir l voluntad de Dios y ponderando en
cada acción que es lo que conviene a hacer; con la ayuda del espíritu y d ela comunidad,
los cristianos han de esforzarse con tener una conciencia buena e irreprochable.
 Conciencia y fe: en las cartas pastorales se relaciona con la fe y la herejía, el cristiano
perfecto es el que vive una fe, es una condición indispensable para una conciencia bien
formada. El indicativo de la fe orienta, el imperativo del comportamiento moral
(propuesta moral de Pablo)

Distinguiéndose de la sindéresis, que es el hábito de los primeros principios morales


“participación de la ley eterna [...] luz de Dios que alcanza al hombre en lo más íntimo de su ser”,
cuyo acto propio es dictaminar en general la obligación de obrar el bien y evitar el mal. En
cambio, la conciencia dicta lo que hay que hacer u omitir en un caso concreto y particular. Sin
embargo, el CEC y la GS consideran que “en lo más profundo de su conciencia el hombre
descubre una ley que él no se da a sí mismo, sino a la que debe obedecer y cuya voz resuena,
cuando es necesario, en los oídos de su corazón, llamándole siempre a amar y a hacer el bien y a
evitar el mal… El hombre tiene una ley inscrita en por Dios en su corazón… La conciencia es el
núcleo más secreto y el sagrario del hombre, en el que está solo con Dios, cuya voz resuena en lo
más íntimo de ella” (GS 16; CEC 1776).

11.1 DATOS BÍBLICOS


En el AT no se encuentra un término expreso que equivalga a la conciencia mora, pero sí existen
expresiones en las cuales fácilmente se descubre una referencia a ella. La exigencia moral surge
esencialmente del encuentro con la Palabra y la actitud de escucha obediente por parte de la
persona humana, y todo juicio moral aparece como fruto de la vivencia intima de tal encuentro.
Particularmente, la realidad de la conciencia se expresa con el término corazón, que es la
interioridad constitutiva de la persona, siendo el centro de las pasiones del hombre, de los
sentimientos y de la verdadera misericordia, así, Ezequiel habla de un corazón nuevo cuando
anuncia la conversión del pueblo y la nueva alianza (11,18-21; 36,26-27), y el salmista pide una
conciencia limpia mediante la imagen de un corazón puro (Sal 50,12).

El NT en la misma línea, refleja en los evangelios una concepción semejante. Jesús llama
bienaventurados a los “limpios de corazón” (Mt 5,8), pues del corazón es de donde salen las
malas intenciones que contaminan al hombre (Mt 15,10-20) o las bondades para ofrecer a sus
hermanos (Cf. Lc 6,40-45). Por otra parte, es san Pablo y sus discípulos quienes introducen en el
vocabulario cristiano este término, el verbo sýnoida aparece en dos pasajes, uno de los cuales
significa ser-consciente-de-sí (1Co 4,4) y el otro designa el conocimiento, el consentimiento para
la acción (Hch 5,2).

11.2 TEORÍAS SOBRE LA CONCIENCIA


La intelectualista de la escuela tomista: san Alberto Magno, santo Tomás y otros. Según ellos la
sindéresis es el hábito de los principios morales y para llegar al dictamen de conciencia se
establece un silogismo: la premisa mayor es una ley moral, la premisa menor el acontecimiento, y
el resultado es el juicio de comportamiento. El dictamen tiene un carácter obligatorio por estar en
conexión con un principio moral (haz el bien y evita el mal). Pero a esta teoría se la ha hecho la
objeción de olvidar el papel de la voluntad, a lo cual Tomás responde afirmando que el papel de
la voluntad es ser movida a realizar el acto juzgado.

La voluntarista de la escuela franciscana: san Buenaventura y otros. Para ellos la conciencia


consiste en un bien presentado por la inteligencia, que movido por el alma y manifiesto por la
voluntad, crea así una fuerza de obligatoriedad para actuar.

La teoría biológica pretende que la conciencia se explica en relación al instinto de adaptación al


ambiente.

La teoría sociológica considera la conciencia como una adaptación a las condiciones sociales, un
convenio entre el egoísmo y el interés social.

Por último, en la teoría freudiana, la conciencia es la proyección del super-ego que proviene de
una sujeción a la autoridad paterna.

1.1.3 DESARROLLO DOCTRINAL


En el pensamiento patrístico predomina el concepto personalista de la conciencia, según el cual,
es la voz de Dios que resuena en lo íntimo del corazón humano. San Agustín incluso dice que
Dios es el juez de su conciencia (Confesiones n. 511) que le reprende al actuar en contra de la
verdad (Conf. 818).
La escolástica conceptualiza la noción de conciencia dando comienzo a un proceso de desarrollo
teórico-especulativo en torno a ella. Santo Tomás dice: la ley natural se refiere a los principios
más universales, la sindéresis designa el hábito que formula tales principios, y la conciencia
consiste en la aplicación concreta de la ley natural.

La distinción conceptual lleva a considerar la noción de la conciencia como juicio práctico entre
la ley y la situación concreta. Así entre los siglos XVII y XVIII, en medio de las controversias
sobre los sistemas morales, predomina el interés por la conciencia, movido por el interrogante
¿hasta qué punto obliga una ley moral cuando es dudosa?, limitándose la conciencia a ser una
calculadora de probabilidad de las obligaciones morales, simple sierva de la ley.

Ya sería con la renovación de la moral en los últimos siglos, que la conciencia se valore como la
norma última de la moralidad, donde el hombre se encuentra con su sentido trascendente y a su
vez, descubre las fronteras de la libertad en función de la ley ( antes del vaticano II) y el grado de
obligatoriedad que ella impone.
Según la DH, el hombre percibe y reconoce por medio de su conciencia los dictámenes de la ley
divina, la cual debe seguir fielmente sin ser obligado a cosa contraria (n. 3), y en su formación se
debe prestar atención a la sagrada doctrina de la Iglesia que explicita la Palabra de Dios. Y según
la GS es en la profundidad de la conciencia que el hombre descubre una ley que él no se dicta a sí
mismo, a la cual debe obedecer y que le invita siempre a amar, a obrar el bien y evitar el mal (Cf.
GS 16). VS 59 y 60 arguyen que el juicio de la conciencia es un juicio práctico que aplica a una
situación concreta el primer principio de la ley natural –hacer el bien y evitar el mal-, por ello la
persona siempre debe actuar conforme a él, sin que se lesione su libertad.

11.4 LA CONCIENCIA, NORMA DE LA CONDUCTA MORAL


Presente en el corazón de la persona, la conciencia moral le ordena, en el momento oportuno
como actuar, juzgando las opciones concretas, aprobando las que son buenas y denunciando las
que son malas (Cf. Rm 1,32). Atestigua la autoridad de la verdad con referencia al Bien supremo
por el cual se siente atraída y cuyos mandamientos acoge.

La conciencia moral es un juicio de la razón por el que la persona humana reconoce la cualidad
moral de un acto concreto que piensa hacer, está haciendo o ha hecho. En todo lo que dice y hace,
el hombre está obligado a seguir fielmente lo que sabe es justo y recto. Mediante el dictamen de
su conciencia el hombre percibe y reconoce las prescripciones de la ley divina, por ello, es
preciso que cada uno preste mucha atención a sí mismo para oír y seguir la voz de su conciencia.
Siendo esta exigencia de interioridad más necesaria en cuanto que la vida nos impulsa con
frecuencia a prescindir de toda reflexión, examen o interiorización.

La conciencia hace posible asumir la responsabilidad de los actos realizados. Si el hombre


comete el mal, el justo juicio de la conciencia pude ser en él el testigo de la verdad universal del
bien, al mismo tiempo que de la malicia de su elección concreta. El veredicto del dictamen de
conciencia constituye una garantía de esperanza y de misericordia. Al hacer patente la falta
cometida recuerda el perdón que se ha de pedir, el bien que se ha de practicar y la virtud que se
ha de cultivar sin cesar con la gracia de Dios. (Cf. CEC 1777-1781)
11.5 CLASES DE CONCIENCIA

a. En razón del acto


 Antecedente: En esta etapa actúa como consejera según: 1) bien en sí o precepto moral con
el que entra en relación el acto; 2) deber, necesidad de hacer el bien y evitar el mal; y 3)
derecho o poder para usar los medios según el deber.
 Concomitante: La conciencia se manifiesta dándonos el sentimiento de que somos libres y
responsables de nuestra actuación, excepto en crisis pasionales.
 Consiguiente: Interviene como juez y ejecutor de la sentencia.

b. En conformidad con la ley


 Conciencia recta: Juzga los actos morales en su justo valor.
 Conciencia errónea: Es cuando tiene por bueno lo malo, lo ilícito por lícito, por malo y
prohibido algunas cuestiones en consonancia con la ley moral. El error puede ser de dos
clases: vencible o invencible, según si la persona tiene los medios y las facultades para
rectificar la acción; por ello, la responsabilidad varia si el error puede ser superado o no.
 Conciencia perpleja: Es aquella en la que el individuo permanece neutral ante dos
obligaciones no observables al mismo tiempo, de manera que no importa el camino que se
elija, hay temor de incurrir en falta. Sucede porque el sujeto no tiene razones en contra o
favor de ninguna actuación.

c. Según modo habitual de juzgar


 Conciencia escrupulosa o rigorista: Es aquella conciencia por la que la persona tiende a
vivir en angustia y zozobra en su actuar cotidiano, por la posibilidad de cometer una falta
moral.
 Conciencia laxa o relajada: En ésta el individuo disminuye la malicia del acto, juzgando con
menor severidad actos verdaderamente inmorales.

d. Según el asentimiento
 Conciencia cierta o segura: Es cuando en el obrar no se presenta ninguna duda relativa a la
moralidad o legitimidad del acto.
 Conciencia probable: Es aquella que juzga la moralidad de un acto, según la opinión que
autoridades competentes tienen por bien fundada, aunque la persona no crea del todo la
rectitud del actuar.
 Conciencia dudosa: Es la carencia de certeza en el actuar, es la duda para tomar una
decisión: ¿Qué tengo que hacer? ¿Puedo hacerlo? ¿Estoy obligado a hacerlo? ¿y cómo
elegir?. La duda puede ser positiva o negativa: Positiva cuando en pro y en contra se
presentan razones graves. Es negativa cuando en ninguna de las partes existen razones graves.
Puede ser especulativa o práctica: Especulativa la que versa sobre la verdad teórica de un
principio moral. Práctica: la que versa sobre la licitud de tal o cual acción en concreto.
 Conciencia cauterizada: es la situación de la conciencia del sujeto, que no se inquieta ni
siquiera por los más grandes crimines.
11.6 PRINCIPIOS EN TORNO A LA CONCIENCIA
La moral ofrece ciertas reglas como ayuda en la toma de una decisión con respecto a un
problema, tales principios son:

Principios generales: Nunca es permitido obrar en contra de la propia conciencia y, nadie debe
obrar si no está seguro del bien en el acto a realizar.

Principios reflejos: Una ley dudosa no obliga, en la duda hay que declararse a favor de quien la
sufre (dudo de haber pagado una deuda, puedo quedar tranquilo de ella); un hecho no se presume,
debe probarse; todo acto es válido, hasta demostrarse lo contrario; en la duda se debe tender a
favor de la ley justa.

Principios particulares van según el tipo de conciencia:


 La conciencia recta debe ser seguida en todo lo que determine.
 La conciencia invencible errónea debe ser obedecida en lo que manda.
 La conciencia venciblemente errónea no debe seguirse, pues el error es voluntario.
 En la conciencia perpleja debe estudiarse el problema para ver si es posible la superación de
perplejidad, de lo contrario se debe optar por la aparente menor maldad.
 Las conciencias escrupulosas y relajadas, son casos difíciles, no deben ser seguidas, se debe
buscar un consejero prudente.
 La conciencia dudosa no debe seguirse nunca jamás, pues busca indiferentemente hacer el
mal o el bien, lo cual es inadmisible.

11. 7. OBJECION DE LA CONCIENCIA

“nadie puede ser legítimamente obligado a obrar contra el dictamen de su conciencia” cuando se
trate de una ley justa es claro que la persona esta llamada juzgar a lo que esa ley le manda o le
prohíbe, pero puede suceder que una persona de buena conciencia, juzgue que no debe hacer algo
que una ley o que un autoridad del imponga que lo manda le lleva a un compromiso individuo
produce unos efectos malos.

11.7 LA FORMACIÓN DE LA CONCIENCIA


Hay que formar la conciencia y esclarecer el juicio moral. Una conciencia bien formada es recta y
veraz. Formula sus juicios según la razón, conforme al bien verdadero querido por la sabiduría
del Creador. La educación de la conciencia es indispensable a seres humanos sometidos a
influencias negativas y tentados por el pecado a preferir su propio juicio y a rechazar las
enseñanzas autorizadas.

La educación de la conciencia es una tarea de toda la vida. Desde los primeros años despierta al
niño al conocimiento y la práctica de la ley interior reconocida por la conciencia moral. Una
educación prudente enseña la virtud; preserva o sana del miedo, del egoísmo y del orgullo, de los
insanos sentimientos de culpabilidad y de los movimientos de complacencia, nacidos de la
debilidad y de las faltas humanas. La educación de la conciencia garantiza la libertad y engendra
la paz del corazón.
En la formación de la conciencia, la Palabra de Dios es la luz de nuestro caminar; es preciso que
la asimilemos en la fe y la oración, y la pongamos en práctica. Es necesario también examinar
nuestra conciencia en relación con la Cruz del Señor, asistidos por los dones del Espíritu Santo,
ayudados por el testimonio o los consejos de otros y guiados por la enseñanza autorizada de la
Iglesia. (CEC 1783-1785).

En conclusión, la conciencia se forma en primer lugar con una verdadera búsqueda de Dios y de
sí, donde la sinceridad es pauta indispensable, y a través de los buenos consejos y testimonios de
los demás, o de las lecturas espirituales y Magisteriales, especialmente la Sagrada Escritura.

VISION PASTORAL
 La conciencia ha de redescubrir la virtud de la esperanza: la psciologia modena h
ayudas ha descubrir el yo real a la luz del yo ideal, el hombre está en camino hacia lo que
ha de llegar a ser. La cocneiencia moral cristina debería alzar los ojos hacia lo
escatológico, hacia la culmiancio definitiva haci ale proyecto que Dios quiere abrir la
apertura del Reino. La conciencia se coloca en la linea utópica de la itenerancia
exodamica. La formación de la conciencia así como el ejercicio de la responsabilidad está
sujeto a una cierta ley de la gradualidad.
 Imposible una buena conciencia sin proceso de concienciación: si la libertad e vista
como liberación, la conciencia es y ha de ser considerada como un proceso dinámico, el
reino de Dios se interpela en le antireino (la injusticia, el hambre) aun pte en los
individuaos y la estructuras.
 La conciencia moral nos remite a la iconalidad de la persona: el hombre está llamado
a ser la digna reproducción del icono reflejado en Jesucristo. La conciencia amoral
rectamente formada despeja el camino que conduce a esta meta y nos ayuda a ejercer la
virtud del discernimiento, sereno y eficaz sobre la validez de esos caminos. el ejercicio de
la conciencia moral es a la vez don y tarea, una gracia que es preciso pedir a Dios
individual y comunitariamente.

Fuentes:
COENEN, Lothar (Coord.) Diccionario teológico del Nuevo Testamento. Tomo II. Salamanca:
Sígueme, 1990.
HÄRING, Bernhard. La ley de Cristo, tomo I. Barcelona: Herder, 1961.
ROYO MARIN, Antonio. Teología Moral para seglares: I, Moral fundamental y especial.
Madrid: BAC, 1961.
SANTIDRIAN, Pedro; VIDAL, Marciano. Ética Personal: Las actitudes éticas. 4ª Ed. España:
EVD, 1980.
VARGAS MONTOYA, Samuel. Ética o filosofía moral, México: Porrua, 1996.
VIDAL, Marciano. Moral de actitudes, Tomo I: Moral Fundamental. 4ª Ed. Madrid: Ps, 1977.
A. BOUCHEZ. Biblia Clerus. Motor de búsqueda 3.0.126 para Windows 7. Piazza Pio XII
(Roma): Congregatio pro clericis, 2005. “CEC; Confesiones de san Agustín; Diccionario Ravassi;
VS; GS; DH”

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