Movimiento Ecumenico

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MOVIMIENTO ECUMENICO

Ecumenismo es la tendencia o movimiento que busca la instauración de la unidad de los cristianos, es decir, la unidad
de las distintas confesiones religiosas cristianas «históricas», separadas desde los grandes cismas. Del griego antiguo
«οἰκουμένη» (oikoumenē, aunque se pronuncia (en griego moderno) ikuméni, “tierra habitada”). Si bien el término
«oikoumenē» se utilizó desde los tiempos del Imperio Romano para expresar la totalidad de las tierras conquistadas, el
mundo como unidad, en la actualidad la palabra «ecumenismo» tiene una significación eminentemente religiosa, y es
usada para aludir a los movimientos existentes en el seno del cristianismo cuyo propósito consiste en la unificación de las
distintas denominaciones cristianas que se hallan separadas por cuestiones de doctrina, de historia, de tradición o de
práctica.

El ecumenismo es diferente del diálogo interreligioso; este último consiste en la búsqueda de cooperación entre
diferentes religiones (tanto las religiones abrahámicas —judaísmo, cristianismo e islam— como otras).123

En el sentir de numerosas personalidades cristianas del último siglo, el ecumenismo constituye un camino de superación
de las divisiones entre los cristianos, en orden al cumplimiento del mandato de Cristo: «[...] que todos sean uno [...]» (Juan
17, 21).4

Entre las muchas personalidades relevantes que tienen o tuvieron influencia en el desarrollo de la conciencia ecuménica
se encuentran Robert Gardiner, el teólogo Yves Congar, el hermano Roger Schutz —fundador de la Comunidad ecuménica
de Taizé—, Chiara Lubich —fundadora del Movimiento de los Focolares—, el patriarca Atenágoras I, los papas Juan XXIII,
Pablo VI y Juan Pablo II, y el arzobispo de Canterbury Rowan Williams.

Un panorama general, basado en las apreciaciones de René Berthier,26 permite señalar los puntos siguientes referidos
al estado de situación del ecumenismo hoy.

La cuestión del bautismo quedó definitivamente resuelta: todos los cristianos, sean católicos, ortodoxos, anglicanos o
protestantes, reconocen el valor del bautismo administrado por las demás Iglesias que no sean la suya propia. Si un
cristiano desea pasar a pertenecer a otra de estas confesiones cristianas, no requiere ser «bautizado de nuevo».

También se produjeron avances en el reconocimiento de la validez de los matrimonios celebrados entre contrayentes de
distintos credos cristianos. Un católico que quisiera contraer matrimonio con una persona cristiana no católica solo debe
cumplimentar ciertos requisitos que no afectan su concepción del sacramento.

La participación en la eucaristía por partes de cristianos miembros de Iglesias diferentes de la católica es deseada y
pedida por muchos como signo que preludie la esperada unidad final. Si bien la práctica no fue autorizada todavía por las
Iglesias cristianas, algunos teólogos han descubierto zonas de acuerdo doctrinal entre la «fracción del pan» y la eucaristía
como presencia real de Cristo. Algunos hechos, como la prédica del primado de la Comunión Anglicana Rowan Williams en
la Eucaristía Internacional en el Santuario de Lourdes, junto con las medidas que siguieron, son considerados altamente
positivos en orden al ecumenismo.

También progresan, aunque sin dudas con dificultades, las investigaciones teológicas emprendidas en común sobre los
problemas de la autoridad papal y de la llamada infalibilidad pontificia. En particular, las Iglesias católica, ortodoxa y la
Comunión Anglicana se sienten menos alejadas entre sí a nivel doctrinal.

Sobre problemas de índole moral, como los del divorcio o del aborto, las divergencias no son tan extremas como para
excluir un posible acuerdo. En cuanto a problemas de formulación más moderna, como los de la justicia social, la vida
internacional y las libertades cívicas (entre ellas, la libertad de culto, la libertad de enseñanza, la libertad de expresión,
etc.), los puntos de vista son similares hasta el extremo de que las distintas Iglesias han llegado a pronunciarse a través de
declaraciones comunes.
Símbolo del ecumenismo, tal como se observa en la iglesia de Santa Ana (Augsburgo).

Las relaciones entabladas a nivel jerárquico son muy buenas, impensables un siglo atrás. El «Consejo Mundial de
Iglesias», que representa al conjunto de Iglesias de la Comunión Anglicana, protestantes y ortodoxas, goza de un alto
prestigio moral. La Iglesia católica no es miembro del Consejo, pero ha participado de algunas comisiones, como la de «Fe
y Constitución». No se excluye que en el futuro se integre en el Consejo como miembro de pleno derecho.

Parecería que la unidad entre las distintas confesiones cristianas fuese una idea más afín entre los cristianos jóvenes, a
quienes el sentido de la vida, la promoción de la sociedad, el significado de la figura de Jesucristo y la ayuda solidaria en
común les importan mayormente. Quizá sea por eso que los jóvenes sigan sintiéndose tan atraídos por experiencias como
la que presenta la ecuménica Comunidad de Taizé, o más nuevas como la comunidad religiosa-ecuménica de los
Misioneros y Misioneras del Amor Sacramentado.

Semana de oración por la Unidad de los cristianos

Anualmente, se celebra la Semana de Oración por la Unidad de los cristianos, que tradicionalmente se hace del 18 al 25
de enero, entre las festividades de la confesión de san Pedro, y la conversión de san Pablo. En otros lugares, se celebra
en torno a la fiesta de Pentecostés.

Si tuviéramos que establecer un hito fundacional formal del movimiento ecuménico mundial, lo más adecuado sería
referirse a la creación en Ámsterdam del Consejo Mundial de Iglesias –CMI– en el año 1948. Sin embargo, los
antecedentes del movimiento pueden rastrearse hasta la Conferencia Misionera Mundial de Edimburgo, en 1910, que
supuso la creación del Consejo Misionero Internacional [3] en 1921, o las conferencias de Estocolmo en 1925 y Lausana en
1927. El movimiento se originaba a partir de una inquietud fundamental: ¿cómo dar testimonio fiel de la fe si las iglesias se
hallaban desunidas? De manera consustancial, aparecían también los problemas de la misión evangélica en los países no-
cristianos de Asia, África y Oceanía, los cuales se encontraban en su mayor parte bajo el yugo de la dominación colonial
occidental.

En la Asamblea de 1948:

Todas las familias confesionales, excepto por los católicos romanos, estuvieron representadas. Un número de
católicos romanos había sido invitado para asistir como observadores, pero no pudieron aceptar la invitación
porque en junio el Santo Oficio había publicado un Monitum a efectos de que ningún católico romano recibiera
permiso de asistir.

Por otro lado, en Ámsterdam:

Las iglesias jóvenes estuvieron más fuertemente representadas de lo que habían estado en Oxford o Edimburgo;
fueron principalmente iglesias asiáticas, las cuales enviaron 22 delegados. Muy pocas iglesias jóvenes de África y
América Latina pudieron alistarse para unirse al Consejo.

Esta situación, como veremos, se iría modificando durante la década de los años 50, para alcanzar un momento álgido de
involucramiento latinoamericano en el CMI en la década de los años 60.

La libertad religiosa es entonces la principal bandera de las iglesias protestantes que participaban, a nivel mundial y
regional, en el movimiento ecuménico. También, unida a esta, una visión positiva de la modernización y el desarrollo social
y económico. Sin embargo, poco a poco van surgiendo posiciones que, si bien se mantienen ajustadamente liberales en
política, empiezan a esbozar apreciaciones críticas de la sociedad burguesa, tanto que hacia la década de los años 50 son
cada vez más frecuentes dentro del mundo protestante los posicionamientos favorables al socialismo democrático. Es de
destacar que, en los ambientes universitarios, los protestantes apostarán al Movimiento Estudiantil Reformista, movimiento
que reivindicaba la Reforma Universitaria de 1918 y del cual participaban comunistas, socialistas y radicales:
La crítica al modelo capitalista había estado presente en los movimientos ecuménicos como el Movimiento Estudiantil
Cristiano (MEC) y la Unión Latinoamericana de Juventudes Evangélicas (ULAJE). En 1941, esta organización al
convocar a su primer congreso continental tomó la consigna: “Con Cristo, un mundo nuevo” para paso seguido instar a
confrontar contra “el presente sistema capitalista basado en la opresión y la desigualdad económica” y propiciar como
alternativa “un sistema de cooperación”.

En los años 60, el protestantismo se embarcó, casi de manera natural, en el proyecto desarrollista. Su naufragio empujó al
movimiento ecuménico, que ya contaba para esta época con una importante participación latinoamericana, hacia
posiciones cada vez más definidas de izquierda cristiana y de compromiso con los procesos revolucionarios y de
descolonización del Tercer Mundo [5]. En América Latina las iglesias protestantes celebraron en 1961 la
segunda Conferencia Evangélica Latinoamericana –CELA II– en Lima, Perú. Como resultado de esta reunión se
constituiría la Junta Latinoamericana de Iglesia y Sociedad –ISAL–, con sede en Montevideo. Esta institución fue central en
la promoción del debate teórico en torno a la relación entre iglesia y sociedad, adoptando poco a poco posiciones
antiimperialistas y revolucionarias.

Aparece aquí en nuestra historia una figura clave: Mauricio Amílcar López. Este intelectual ecuménico había nacido en
Bahía Blanca en 1919, pero se crio y educó en Mendoza. Su familia formaba parte de la Comunidad Evangélica de los
Hermanos[6]. Estudió filosofía en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Cuyo, graduándose en
1946, y formó parte del Comité Organizador del Primer Congreso Nacional de Filosofía de 1949

En 1955 Mauricio López fue designado secretario para América Latina de la Federación Universal de Movimientos
Estudiantiles Cristianos –FUMEC– y, en 1963, Secretario Adjunto del Departamento de Iglesias y Sociedad del Consejo
Mundial de Iglesias en Ginebra. Desde este cargo, López ejerció una profunda influencia en los programas y orientación
del CMI, haciendo extensivo el pensamiento de ISAL, del cual formaba parte junto a los uruguayos Emilio Castro y Julio de
Santa Ana, y el estadounidense Richard Shaull.

La Conferencia Mundial de Iglesia y Sociedad titulada “El compromiso cristiano en la revolución técnica y social de nuestro
tiempo”, celebrada en Ginebra en 1966, marcó “un punto de viraje en el movimiento ecuménico que colocó en el centro de
las actividades del CMI el compromiso por la justicia social a escala mundial” (Quintero, 2006, p. 18). Esta conferencia fue
organizada por Paul Abrecht y por el mismo López. En su declaración, la conferencia establecía que:

Como cristianos, estamos comprometidos a trabajar en favor de la transformación de la sociedad. En el pasado, lo


hemos hecho usualmente mediante esfuerzos callados de renovación social, trabajando en y a través de las
instituciones establecidas. Hoy, un número significativo de aquellos que se dedican al servicio de Cristo y de sus
prójimos, asumen una posición más radical o revolucionaria.

El CMI se transformaría desde entonces en la principal organización mundial de la  izquierda cristiana, volviendo el
término ecumenismo en casi un sinónimo de esta. Si bien nunca tomó una posición revolucionaria explícita y sí se
expresaría a favor de la no-violencia , tampoco condenó a quienes decidieron involucrarse en los procesos revolucionarios
de sus diferentes países. Según Guillermo Kerber:

La historia del CMI desde 1970 ha estado, por un lado, fuertemente influenciada por la TL [Teología de la Liberación] y
específicamente la TLL [Teología de la Liberación Latinoamericana]. Por otro lado, como institución y a través de
integrantes de su personal en Ginebra y en otros lugares ha contribuido y apoyado significativamente su desarrollo.

Estos posicionamientos le valieron a la institución muy fuertes críticas lo que se reflejaría en la ya marcada división del
protestantismo mundial entre ecuménicos y evangélicos o fundamentalistas.

En la Argentina, los protestantes también se irían dividiendo entre un “polo histórico liberacionista”, en el cual se agrupan
las iglesias más antiguas y tradicionales – tales como luteranos, metodistas, valdenses, etc. – que participan en general del
CMI y de sus iniciativas, y otro polo “conservador bíblico”, compuesto mayoritariamente por bautistas y algunas
denominaciones pentecostales, que practica una lectura literal de la Biblia y es, en general, conservador en asuntos
políticos y sociales

UN ARTICULO CATOLICO
Por Ecumenismo se entiende el movimiento surgido, por la gracia del Espíritu Santo, para restablecer la unidad de todos
los cristianos. Participan en él los que invocan al Dios Uno y Trino y confiesan que Jesús es el Señor y Salvador. Casi
todos, aunque de distinta manera, aspiran a una Iglesia de Dios única y visible. El Movimiento Ecuménico comenzó
oficialmente con el Congreso Misionero de Edimburgo (Escocia) en 1910. Surgió en un ambiente protestante y en un
contexto misionero, por la necesidad de presentar un frente unido en los países paganos.
La Iglesia Católica considera la separación de los ortodoxos y los protestantes como una herida profunda infligida a la
Iglesia de Cristo. Por lo que al mismo tiempo que las iglesias protestantes, inicia un movimiento a favor de la unidad de los
cristianos.

Ecumenismo protestante
Las tres grandes figuras que pusieron las bases del ecumenismo protestante fueron:
Carlos Brent. Episcopaliano canadiense. En 1927 reunió en Lausana, Suiza, una conferencia que dio origen al movimiento
Fe y Constitución. Su objetivo era unificar la doctrina.
Natan Sôderblom. Obispo luterano de Upsala, Suecia. Trató de enfocar la unidad de los cristianos bajo el aspecto práctico
y no doctrinal. Buscaba la colaboración de las actividades prácticas como camino para llegar a la unidad. En el Congreso
de Estocolmo de 1925 fundó el Movimiento Vida y Acción.
Juan Mott. Metodista, enamorado del ecumenismo. Su lema fue: "Mediante la acción unida de todos, demos muestra de
que el ecumenismo es una realidad, dejando a la Providencia manifestarnos el camino a seguir". En 1946 recibió el Premio
Nobel de la Paz y fue presidente vitalicio del Consejo Ecuménico.

Ecumenismo católico
Preocupada por la división de los cristianos, la Iglesia Católica continúa el movimiento ecuménico, a través de distintas
acciones:
En 1925 se organizaron encuentros llamados "Diálogos de Malinas", entre el cardenal Mercier, arzobispo de Malinas y
primado de Bélgica, y los anglicanos.
En 1930, el padre José Metzger fundó la asociación "Una Sancta", con el objetivo de fomentar el ecumenismo.
El Padre Watson, un protestante convertido al catolicismo, fundó el "Octavario por la Unión de los Cristianos". Consiste en
dedicar cada año ocho días de oraciones y estudio a favor de la unión de los cristianos, del 18 al 25 de enero. Este
octavario actualmente ha adquirido dimensiones mundiales.
En 1960, el Papa Juan XXIII, funda el "Secretariado para la Unión de los Cristianos". Fue puesto bajo la presidencia del
Cardenal Agustín Bea, es el organismo católico por excelencia para promover la unión de los cristianos.
El "Decreto Conciliar sobre el Ecumenismo" (Unitatis Redintegratio), presenta las bases doctrinales y las líneas de acción
práctica del ecumenismo católico. Fue promulgado por el papa Paulo VI el 21 de noviembre de 1964, durante la
celebración del Concilio Ecuménico Vaticano II.
La Asociación "Ut Unum Sint", palabras tomadas de Jn 17, 21, que significan "Que sean una sola cosa", fue fundada por la
Congregación del Concilio y tiene como finalidad promover la unidad de todos los cristianos en la única Iglesia de Cristo.

Encuentros ecuménicos de los jerarcas de distintas confesiones


La asistencia de observadores de las Iglesias anglicana, luterana, reformada, metodista, cuáquera y otras, al Concilio
Vaticano II.
En 1960, la visita del doctor Fisher, arzobispo anglicano de Canterbury.
En 1962, en encuentro del papa Paulo VI con el patriarca ortodoxo Atenágoras.
En 1965 Roma y Constantinopla levantaron mutuamente las excomuniones lanzadas en 1054.
En 1966 Paulo VI dialogó con el doctor Ramsey, sucesor de Fisher.
La costumbre de Juan Pablo II de orar en común, en todos sus viajes, con los representantes de los hermanos separados.
El encuentro en Ghana, de Juan Pablo II con el arzobispo anglicano de Canterbury, doctor Robert Runcie.
La visita de Elías II, patriarca ortodoxo de Georgia, al Vaticano.
La reunión en Patmos, Grecia, en1980, de representantes católicos y ortodoxos.

Encuentros ecuménicos de oración


En Taizé, Francia, el hermano protestante Rogier Schutz dirige una comunidad de oración interdenominacional, que
organiza encuentros internacionales de reflexión y oración, con la participación de protestantes, ortodoxos y católicos. Su
luz está inundando la cristiandad entera y representa un buen auspicio para la unidad de los cristianos.
Porque la unidad de los cristianos es el gran sueño de Cristo, el deseo de esa unión debe penetrar la fe de la Iglesia; debe
reflejarse en la actitud concreta de fe de todo cristiano-católico e influir en su actuar. A pesar de todo, es más lo que nos
une que lo que nos divide.

"Oración por la unidad de los cristianos"


Padre lleno de bondad, te damos gracias por amarnos tanto hasta darnos a Jesús, tu primogénito; por Él, venimos ante ti
a rogarte que en este año Santo nos impulses por medio de tu Espíritu a vivir el valor de la unidad, como verdaderos hijos
tuyos.
Señor todopoderoso te pedimos que todos los cristianos encontremos en Jesús el vínculo de unión y amor, que nos haga
más hermanos, olvidando las diferencias y así reine la paz y el perdón en toda la humanidad.
Dios eterno, ayúdanos a que en esta celebración del 2000 aniversario de Jesucristo, podamos ofrecerle un mundo mejor
para gloria suya.
Que todos seamos uno, como Tú y Cristo son uno.
Amén.

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