PAUL VERLAINE (Poema)

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PAUL VERLAINE

Grotesco En el balcón
Sus piernas por toda montura, En el balcón las amigas miraban ambas como
Por todo bien el oro de sus huían las golondrinas
miradas, Por el camino de las Una pálida sus cabellos negros como el
aventuras Marchan harapientos azabache, la otra rubia
y huraños. Y sonrosada, su vestido ligero, pálido de
desgastado amarillo
El prudente, indignado, los arenga; Vagamente serpenteaban las nubes en el cielo
El tonto compadece a esos locos
aventurados; Los niños les sacan la Y todos los días, ambas con languideces de
lengua asfódelos Mientras que al cielo se le
Y las chicas se burlan de ellos. ensamblaba la luna suave y redonda
Saboreaban a grandes bocanadas la
Sin más que odiosos y
emoción profunda De la tarde y la felicidad
ridículos, Y maléficos, en
triste de los corazones fieles
efecto,
Y tienen el aire, en el
Tales sus acuciantes brazos, húmedos, sus
crepúsculo, De un mal sueño.
talles flexibles Extraña pareja que arranca la
Y con sus agrias guitarras, piedad de otras parejas
Crispando la mano de los De tal modo en el balcón soñaban las jóvenes
liberados, Canturrean unos mujeres
aires extraños, Nostálgicos y
rebeldes Tras ellas al fondo de la habitación rica y
sombría Enfática como un trono de
Y es, en fin, que sus
melodramas
pupilas Ríe y llora –
Y llena de perfumes la cama vencida se
fastidioso-
abría entre las sombras
El amor de las cosas eternas,
¡Viejos muertos y antiguos dioses! Este poema trata sobre dos chicas muy
Id, pues, vagabundos sin hermosas que son distintas físicamente pero
tregua, Errad, funestos y a la vez son muy parecidas y comparten el
malditos, mismo gustos por ver el cielo y la luna desde
A lo largo de los abismos y de las su balcón.
playas Bajo el ojo cerrado de los
paraísos.
La naturaleza del mundo se
aísla Para castigar como es
preciso
La orgullosa melancolía
Que te hace marchar con la frente alta,

Y, vengando en ti la blasfemia
De inmensas esperanzas vehementes,
Hiere tu frente de anatema.

Este poema habla sobre los tratos que


tienen que soportar o pasar las
personas de muy bajos recursos y
como su vida está llena de tristeza y
soledad.
CHARLES BAUDELAIRE
Bendición
Cuando, por un decreto de las potencias supremas,
El Poeta aparece en este mundo hastiado,
Su madre espantada y llena de blasfemias
Crispa sus puños hacia Dios, que de ella se apiada:

-“¡Ah! ¡no haber parido todo un nudo de víboras,


Antes que amamantar esta irrisión!
¡Maldita sea la noche de placeres efímeros
En que mi vientre concibió mi expiación!

Puesto que tú me has escogido entre todas las mujeres


Para ser el asco de mi triste marido,
Y como yo no puedo arrojar a las llamas,
Como una esquela de amor, este monstruo esmirriado,

¡Yo haré rebotar tu odio que me agobia


Sobre el instrumento maldito de tus perversidades,
Y he de retorcer tan bien este árbol miserable,
Que no podrán retoñar sus brotes apestados!”

Ella vuelve a tragar la espuma de su odio,


Y, no comprendiendo los designios eternos,
Ella misma prepara en el fondo de la Gehena
Las hogueras consagradas a los crímenes maternos.

Sin embargo, bajo la tutela invisible de un Ángel,


El Niño desheredado se embriaga de sol,
Y en todo cuanto bebe y en todo cuanto come,
Encuentra la ambrosía y el néctar bermejo.

El juega con el viento, conversa con la nube,


Y se embriaga cantando el camino de la cruz;
Y el Espíritu que le sigue en su peregrinaje
Llora al verle alegre cual pájaro de los bosques.

Todos aquellos que él quiere lo observan con temor,


O bien, enardeciéndose con su tranquilidad,
Buscan al que sabrá arrancarle una queja,
Y hacen sobre El el ensayo de su ferocidad.

En el pan y el vino destinados a su boca


Mezclan la ceniza con los impuros escupitajos;
Con hipocresía arrojan lo que él toca,
Y se acusan de haber puesto sus pies sobre sus pasos.

Su mujer va clamando en las plazas públicas:


“Puesto que él me encuentra bastante bella para adorarme,
Yo desempeñaré el cometido de los ídolos antiguos,
Y como ellos yo quiero hacerme redorar;

¡Y me embriagaré de nardo, de incienso, de mirra,


De genuflexiones, de viandas y de vinos,
Para saber si yo puedo de un corazón que me admira
Usurpar riendo los homenajes divinos!

Y, cuando me hastíe de estas farsas impías,


Posaré sobre él mi frágil y fuerte mano;
Y mis uñas, parecidas a garras de arpías,
Sabrán hasta su corazón abrirse un camino.

Como un pájaro muy joven que tiembla y que palpita,


Yo arrancaré ese corazón enrojecido de su seno,
Y, para saciar mi bestia favorita,
Yo se lo arrojaré al suelo con desdén!”

Hacia el Cielo, donde su mirada alcanza un trono espléndido,


El Poeta sereno eleva sus brazos piadosos,
Y los amplios destellos de su espíritu lúcido
Le ocultan el aspecto de los pueblos furiosos:

-“Bendito seas, mi Dios, que dais el sufrimiento


Como divino remedio a nuestras impurezas
Y cual la mejor y la más pura esencia
Que prepara los fuertes para las santas voluptuosidades!

Yo sé que reservarás un lugar para el Poeta


En las filas bienaventuradas de las Santas Legiones,
Y que lo invitarás para la eterna fiesta
De los Tronos, de las Virtudes, de las Dominaciones.

Yo sé que el dolor es la nobleza única


Donde no morderán jamás la tierra y los infiernos,
Y que es menester para trenzar mi corona mística
Imponer todos los tiempos y todos los universos.

Pero las joyas perdidas de la antigua Palmira,


Los metales desconocidos, las perlas del mar,
Por vuestra mano engastados, no serían suficientes
Para esa hermosa Diadema resplandeciente y diáfana;

Porque no será hecho más que de pura luz,


Tomada en el hogar santo de los rayos primitivos,
Y del que los ojos mortales, en su esplendor entero,
No son sino espejos oscurecidos y dolientes!”

Es un poema melancólico que nos describe como una mujer


odia y repudia a dios por haberle hecho dar a luz a un bebe
distinto de los demás y nos muestra la crudeza del dolor de
sentirse odiado y distinto.
Arthur Rimbaud
El corazón robado
Mi triste corazón babea a popa,
mi corazón lleno de caporal:
le escupen chorros de sopa,
mi triste corazón babea a popa:
entre las burlas de la tropa
que suelta una risa general,
mi triste corazón babea a popa,
mi corazón lleno de caporal.

Itifálicos y soldadescos,
sus insultos lo han depravado.
Por la tarde dibujan frescos
itifálicos y soldadescos.
Oleajes abracadabrantescos
que mi corazón sea salvado.
Itifálicos y soldadescos,
¡sus insultos lo han depravado!

Cuando los soldados hayan acabado,


¿cómo actuar, oh corazón robado?
Se oirán estribillos báquicos
cuando los soldados hayan acabado.
Tendré ataques estomáquicos
si mi triste corazón es humillado:
cuando los soldados hayan acabado,
¿cómo actuar, oh corazón robado?

Es un poema triste que habla sobre la tristeza, el


abuso y la violación que sufrió el poeta en su
juventud por los soldados que lo trasladaron a las
barracas de la Rue de Babylone y también habla
sobre el corazón robado del poeta, el que ya no va a
ser posible reparar.
El baile de los ahorcados
En la horca negra bailan, amable manco,
bailan los paladines,
los descarnados danzarines del diablo;
danzan que danzan sin fin
los esqueletos de Saladín.

¡Monseñor Belzebú tira de la corbata


de sus títeres negros, que al cielo gesticulan,
y al darles en la frente un buen zapatillazo
les obliga a bailar ritmos de Villancico!

Sorprendidos, los títeres, juntan sus brazos gráciles:


como un órgano negro, los pechos horadados,
que antaño damiselas gentiles abrazaban,
se rozan y entrechocan, en espantoso amor.

¡Hurra!, alegres danzantes que perdisteis la panza ,


trenzad vuestras cabriolas pues el tablao es amplio,
¡Que no sepan, por Dios, si es danza o es batalla!
¡Furioso, Belzebú rasga sus violines!

¡Rudos talones; nunca su sandalia se gasta!


Todos se han despojado de su sayo de piel:
lo que queda no asusta y se ve sin escándalo.
En sus cráneos, la nieve ha puesto un blanco gorro.

El cuervo es la cimera de estas cabezas rotas;


cuelga un jirón de carne de su flaca barbilla:
parecen, cuando giran en sombrías refriegas,
rígidos paladines, con bardas de cartón.

¡Hurra!, ¡que el cierzo azuza en el vals de los


huesos!
¡y la horca negra muge cual órgano de hierro!
y responden los lobos desde bosques morados:
rojo, en el horizonte, el cielo es un infierno…

¡Zarandéame a estos fúnebres capitanes


que desgranan, ladinos, con largos dedos rotos,
un rosario de amor por sus pálidas vértebras:
¡difuntos, que no estamos aquí en un monasterio! .

Y de pronto, en el centro de esta danza macabra


brinca hacia el cielo rojo, loco, un gran esqueleto,
llevado por el ímpetu, cual corcel se encabrita
y, al sentir en el cuello la cuerda tiesa aún,

crispa sus cortos dedos contra un fémur que cruje


con gritos que recuerdan atroces carcajadas,
y, como un saltimbanqui se agita en su caseta,
vuelve a iniciar su baile al son de la osamenta.

En la horca negra bailan, amable manco,


bailan los paladines,
los descarnados danzarines del diablo;
danzan que danzan sin fin
los esqueletos de Saladín.

Es un poema oscuro ya que habla de la muerte, el


infierno y como los jóvenes perdieron la vida por el
amor a Francia. Estos jóvenes mártires son
reclamados por la Horca Negra para ingresar,
inmediatamente después de la muerte, en una
especie de baile alucinante al que son arrastrados
por sus propios cadáveres que anhelan la vida.

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