La Nueva Clase - Milovan Djilas
La Nueva Clase - Milovan Djilas
La Nueva Clase - Milovan Djilas
La nueva clase
Un análisis del sistema
comunista
ePub r1.0
jandepora 15.07.14
Título original: The New Class. An
analysis of the Communist System
Milovan Djilas, 1957
Traducción: Luis Echávarri
La atmósfera y la vigilancia
revolucionarias, la insistencia en la
unidad ideológica, la exclusividad
política e ideológica, el centralismo
político y de otras clases no cesan
después de la asunción del poder. Al
contrario, se intensifican todavía más.
La crueldad en los métodos, la
exclusividad en las ideas y el monopolio
en la autoridad de las revoluciones
anteriores duraron más o menos lo que
las revoluciones mismas. Puesto que en
la revolución comunista la revolución es
solamente el primer acto de la autoridad
despótica y totalitaria de un grupo, es
difícil prever la duración de esa
autoridad.
En las revoluciones anteriores,
incluyendo el Reinado del Terror en
Francia, se prestaba una atención
superficial a la eliminación de los
verdaderos opositores, y ninguna a la
eliminación de quienes podían llegar a
ser opositores. La única excepción fue
la extirpación y persecución de algunos
grupos sociales o ideológicos en las
guerras religiosas de la Edad Media.
Por la teoría y por la práctica, los
comunistas saben que están en conflicto
con todas las otras clases e ideologías, y
obran en consecuencia. Luchan no sólo
contra una oposición real, sino también
contra una potencial. En los países
bálticos fueron liquidadas de la noche a
la mañana millares de personas sobre la
base de documentos que indicaban sus
opiniones ideológicas y políticas
anteriores. La matanza de varios
millares de oficiales en el bosque de
Katyn tuvo un carácter semejante. En el
caso del comunismo, se siguen
empleando métodos terroristas y
opresivos mucho tiempo después de
haber terminado la revolución. A veces
se los perfecciona y se les da más
amplitud que durante la revolución,
como en el caso de la liquidación de los
kulaks. La exclusividad ideológica y la
intolerancia se intensifican después de
la revolución. Aun cuando pueda reducir
la opresión física, el partido gobernante
tiende a reforzar la ideología prescrita:
el marxismo-leninismo.
Las revoluciones anteriores, sobre
todo las llamadas burguesas, atribuían
una importancia considerable al
establecimiento de libertades
individuales inmediatamente después de
haber cesado el terror revolucionario.
Hasta los revolucionarios consideraban
importante asegurar el estado legal de
los ciudadanos. La administración de
justicia independiente era un resultado
final inevitable de todas esas
revoluciones. El régimen comunista de
la Unión Soviética está todavía lejos de
la administración de justicia
independiente tras cuarenta años de
ejercicio del poder. Los resultados
finales de las revoluciones anteriores
eran con frecuencia una mayor seguridad
legal y mayores derechos civiles. No
puede decirse lo mismo de la revolución
comunista.
Hay otra gran diferencia entre las
revoluciones anteriores y las comunistas
contemporáneas. Las revoluciones
anteriores, especialmente las más
importantes, eran una consecuencia de
las luchas de las clases trabajadoras,
pero sus resultados definitivos
beneficiaron a otra clase bajo cuya
dirección intelectual y con frecuencia
organizadora se realizaron esas
revoluciones. La burguesía, en cuyo
nombre se llevó a cabo la revolución,
cosechó en gran parte los frutos de las
luchas de los campesinos y los sans-
culottes. Las masas de una nación
intervienen también en una revolución
comunista, pero los frutos de ésta no les
benefician a ellas, sino a la burocracia.
Pues la burocracia no es otra cosa que el
partido que realiza la revolución. En las
revoluciones comunistas no son
liquidados los movimientos
revolucionarios que las realizan. Las
revoluciones comunistas pueden
“devorar a sus propios hijos”, pero no a
todos.
En realidad, cuando termina una
revolución comunista se producen
inevitablemente disputas crueles y
clandestinas entre los diversos grupos y
facciones que están en desacuerdo con
respecto al camino que se debe seguir.
Las acusaciones mutuas se resuelven
siempre alrededor de la prueba
dogmática de quién es “objetiva” o
“subjetivamente” un
contrarrevolucionario mayor o agente
del “capitalismo” interno y extranjero.
Con independencia de la manera como
se resuelven esos desacuerdos, el grupo
que sale victorioso es el que apoya con
más consecuencia y decisión la
industrialización según los principios
comunistas, es decir sobre la base del
monopolio total del partido, sobre todo
de los organismos oficiales que dirigen
la producción. La revolución comunista
no devora a aquellos hijos suyos que son
necesarios para su actividad futura: la
industrialización. Los revolucionarios
que aceptan literalmente las ideas y los
lemas de la revolución, que creen
ingenuamente en su realización, son
liquidados por lo general. El grupo que
comprende que la revolución debe
asegurar la autoridad, sobre una base
social y política comunista, como un
instrumento de la futura transformación
industrial, es el que sale victorioso.
La revolución comunista es la
primera en que los revolucionarios y sus
aliados, sobre todo el grupo que maneja
la autoridad, sobreviven a la revolución.
Grupos semejantes fracasaban
inevitablemente en las anteriores. La
revolución comunista es la primera que
se lleva a cabo para beneficio de los
revolucionarios. Ellos, y la burocracia
que se forma a su alrededor, cosechan
sus frutos. Esto crea en ellos, y en los
escalones más amplios del partido, la
ilusión de que la suya es la primera
revolución que sigue siendo fiel a sus
lemas.
4
LA evolución de la economía en el
comunismo no es la base sino el reflejo
de la evolución del régimen mismo de
una dictadura revolucionaria a un
despotismo reaccionario. Esa evolución,
a través de luchas y disputas, demuestra
cómo la intervención del gobierno en la
economía, necesaria al principio, se ha
ido convirtiendo poco a poco en un
interés vital y personal de los burócratas
gobernantes. Al principio el Estado se
apodera de todos los medios de
producción con objeto de dedicar todas
las inversiones al logro de una
industrialización rápida. Al final, el
desarrollo económico tiene como
objetivo principal satisfacer los
intereses de la clase gobernante.
Los otros tipos de propietarios no
actúan de una manera esencialmente
diferente; siempre les impulsa un interés
personal de alguna especie. Sin
embargo, lo que distingue a la nueva
clase de los otros tipos de propietarios
es que tiene en sus manos, más o menos,
todos los recursos nacionales y ejerce su
poder económico de una manera
deliberada y organizada. También otras
clases, así como organismos políticos y
económicos, emplean un sistema de
unificación deliberado. Porque hay un
número de propietarios y muchas formas
de propiedad, todos en conflicto mutuo,
se han mantenido la espontaneidad y la
competencia en todos los sistemas
económicos anteriores al comunista, por
lo menos en condiciones normales o
pacíficas.
Ni siquiera la economía comunista
ha conseguido reprimir la
espontaneidad, pero en contraste con
todas las otras, insiste constantemente en
que es necesaria la espontaneidad.
Esta práctica tiene su justificación
teórica. Los dirigentes comunistas creen
realmente que conocen las leyes
económicas y que pueden administrar la
producción con exactitud científica. La
verdad es que lo único que saben es
apoderarse de la dirección de la
economía. Su capacidad para hacerlo,
así como su victoria en la revolución,
han creado en su mente la ilusión de que
han logrado esas cosas gracias a su
capacidad científica excepcional.
Convencidos de la exactitud de sus
teorías, administran la economía en gran
parte de acuerdo con esas teorías. Es un
chiste corriente decir que los comunistas
primeramente identifican a una medida
económica con una idea marxista y luego
llevan a la práctica esa medida. En
Yugoeslavia se ha declarado
oficialmente que los planes se trazan de
acuerdo con las doctrinas de Marx, pero
Marx no era proyectista ni técnico en el
trazado de planes. En la práctica nada se
hace de acuerdo con las doctrinas de
Marx. Sin embargo, esas declaraciones
satisfacen la conciencia de la gente y
son utilizadas para justificar la tiranía y
la dominación económica con fines
“ideales” y de acuerdo con
descubrimientos “científicos”.
El dogmatismo en la economía
constituye una parte inseparable del
sistema comunista. Pero la adaptación
forzosa de la economía a los moldes
dogmáticos no es la característica
sobresaliente del sistema económico
comunista. En esta economía los
dirigentes son maestros en el arte de
“adaptar” la teoría, y se apartan de ella
cuando les interesa hacerlo.
Además de haber sido impulsada
por la necesidad histórica de una
industrialización rápida, la burocracia
comunista se ha visto obligada a
establecer un tipo de sistema económico
destinado a asegurar la perpetuación de
su propio poder. Alegando que lo hacía
en favor de una sociedad sin clases y de
la abolición de la explotación, ha creado
un sistema económico cerrado, con
formas de propiedad que facilitan el
dominio del partido y su monopolio. Al
principio, los comunistas tuvieron que
apelar a esa forma “colectivista” por
razones objetivas. Ahora siguen
fortaleciendo esa forma —sin tener en
cuenta si beneficia o no a la economía
nacional y la mayor industrialización—
por su propio interés, con un fin de clase
comunista exclusivo. Primeramente
administraban y manejaban toda la
economía con fines supuestamente
ideales; más tarde lo hicieron con el
propósito de mantener su dirección y
dominio absolutos. Esta es la verdadera
razón de las medidas políticas de gran
alcance e inflexibles que se toman en la
economía comunista.
En una entrevista realizada en 1956,
Tito admitió que hay “elementos
socialistas” en las economías
occidentales, pero que no han sido
introducidos “deliberadamente” como
tales en esas economías. Esto expresa
toda la idea comunista: sólo porque el
“socialismo” ha sido establecido
“deliberadamente” —mediante la
compulsión organizada— en las
economías de sus países los comunistas
tiene que mantener su método despótico
de gobernar y su monopolio de la
propiedad.
Esta atribución de una importancia
grande e inclusive decisiva a la
“deliberación” en el desarrollo de la
economía y la sociedad revela el
carácter obligatorio y egoísta de la
política económica comunista. De otro
modo, ¿sería necesaria semejante
insistencia en la deliberación?
La fuerte oposición de los
comunistas a todas las formas de
propiedad con excepción de las que
consideran socialistas indica, sobre
todo, su deseo irrefrenable de conquistar
y mantener el poder. Sin embargo, han
abandonado o modificado esa actitud
radical cuando su mantenimiento se
oponía a su interés. Por lo tanto han
tratado muy mal a su teoría. En
Yugoeslavia, por ejemplo, primeramente
crearon y luego disolvieron los
kolkhozes en nombre del “marxismo
libre de errores” y el “socialismo”.
Actualmente siguen una tercera línea
intermedia confusa en la misma cuestión.
Se dan los mismos ejemplos en todos
los países comunistas. Sin embargo, la
abolición de todas las formas de
propiedad privada, con excepción de la
de ellos, es su propósito invariable.
Todo sistema político sirve de
expresión a fuerzas económicas y trata
de administrarlas. Los comunistas no
pueden obtener el manejo completo de
la producción, pero han conseguido
manejarla hasta tal punto que la
subordinan continuamente a sus fines
ideológicos y políticos. En este aspecto
el comunismo se diferencia de todos los
otros sistemas políticos.
2
LA terminación de la segunda
guerra mundial confirmó ya la tendencia
a la división de sistemas en escala
mundial. Todos los países que cayeron
bajo la influencia soviética, e inclusive
partes de países (Alemania y Corea)
adoptaron más o menos el mismo
sistema, e igual ocurrió en el lado
occidental.
Los dirigentes soviéticos se daban
plena cuenta de ese proceso. Recuerdo
que en una reunión íntima realizada en
1945 Stalin dijo: “En la guerra moderna
el vencedor impondrá su sistema, lo que
no sucedía en las guerras pasadas”. Dijo
eso antes que terminara la guerra, en un
momento en que la amistad, la esperanza
y la confianza llegaban al máximo entre
los aliados. En 1948 nos dijo a nosotros,
los yugoeslavos y los búlgaros: “Ellas,
las potencias occidentales, harán un país
propio de la Alemania Occidental y
nosotros haremos lo mismo con la
Alemania Oriental. Eso es inevitable”.
Hoy día está de moda, y se justifica
hasta cierto punto, juzgar la política
soviética haciendo la distinción entre lo
que era antes y lo que es después de la
muerte de Stalin. Sin embargo, Stalin no
inventó los sistemas, ni quienes le han
sucedido creen en ellos más que él. Lo
que ha cambiado desde su muerte es el
método mediante el cual los dirigentes
soviéticos manejan las relaciones entre
los sistemas, no los sistemas mismos.
¿Acaso Khrushchev, en el XX Congreso
del Partido, no mencionó su “mundo
socialista”, su “sistema socialista
mundial” como algo separado y
especial? En la práctica eso no significa
más que la insistencia en una división en
sistemas, en un mayor exclusivismo del
sistema y el dominio hegemónico del
comunismo.
Porque el conflicto entre el
Occidente y el Oriente es esencialmente
un conflicto de sistemas tiene que tomar
el aspecto de una lucha ideológica. La
guerra ideológica no disminuye aunque
se llegue a avenencias temporarias y
narcotiza hasta dejarlas inconscientes
las mentes en los campos opuestos.
Cuanto más se agudiza el conflicto en
los campos material, económico y
político tanto más parece que están en
juego únicamente ideas puras.
Además de los que representan al
comunismo y el capitalismo, hay países
de un tercer tipo; los que se han liberado
de la dependencia colonial, como la
India, Indonesia, Birmania, los países
árabes, etcétera. Estos países se
esfuerzan por crear economías
independientes para librarse de la
dependencia económica. En ellos se
sobreponen varias épocas y cierto
número de sistemas, y sobre todo los
dos contemporáneos.
Estas naciones nuevas son,
principalmente por razones nacionales,
las defensoras más sinceras de los lemas
de soberanía nacional, paz,
entendimiento mutuo e ideas semejantes.
Pero no pueden eliminar el conflicto
entre los dos sistemas. Lo único que
pueden hacer es aliviarlo. Además
constituyen los campos de batalla entre
los dos sistemas. Su papel puede ser
importante y noble, pero no es decisivo
por el momento.
Es importante observar que ambos
sistemas pretenden que se haga de
acuerdo con uno u otro la unificación del
mundo. Ambos declaran que la unidad
mundial es necesaria, pero sus
posiciones son diametralmente opuestas.
La tendencia del mundo moderno a la
unidad se manifiesta y realiza mediante
una lucha entre fuerzas opuestas, una
lucha de una severidad extraordinaria en
tiempos de paz.
Las expresiones ideológicas y
políticas de esa lucha son la democracia
occidental y el comunismo oriental.
Como las tendencias no organizadas
a la unificación se manifiestan con más
fuerza en el Occidente, a causa de la
democracia política y el mayor nivel
técnico y cultural, el Occidente parece
ser también el defensor de la libertad
política e intelectual.
En esos países uno de esos sistemas
de propiedad característicos puede
contener o estimular esa tendencia, lo
que depende de las circunstancias. Sin
embargo, la aspiración a la unidad se
extiende. Un obstáculo concreto para
ella lo constituyen los monopolios.
Éstos desean también la unidad, por su
propio interés, pero desean realizarla
mediante un método ya anticuado: en la
forma de esferas de influencia. Sin
embargo, sus opositores, por ejemplo
los laboristas ingleses, son también
partidarios de la unificación, pero de
una manera diferente. La tendencia a la
unidad es también fuerte en Gran
Bretaña, que ha realizado la
nacionalización. También los Estados
Unidos realizan la nacionalización, en
una escala todavía mayor, pero no
modificando la forma de la propiedad,
sino poniendo en manos del gobierno
una parte considerable de la renta
nacional. Si los Estados Unidos lograran
una economía completamente
nacionalizada, las tendencias a la
unificación del mundo contemporáneo
recibirían un impulso todavía mayor.
4
LA tendencia a la unificación ha
producido cambios en las relaciones de
propiedad también por otras razones.
El papel creciente, e inclusive
decisivo, de los órganos del gobierno en
la economía, y en gran parte también en
la propiedad es, asimismo, una
expresión de la tendencia a la
unificación mundial. Es cierto que se
manifiesta de diferentes modos en los
diversos sistemas y países, y hasta como
un obstáculo en los lugares donde, como
en los países comunistas, la propiedad
estatal misma oculta el monopolio y el
dominio total de una nueva clase.
En Gran Bretaña la propiedad
privada, o, más exactamente,
monopolista, ha perdido ya legalmente
su santidad y pureza mediante la
nacionalización laborista. Más del
veinte por ciento de la fuerza productora
británica ha sido nacionalizada. En los
países escandinavos se desarrolla,
además de la propiedad del Estado, un
tipo cooperativo de propiedad
colectiva.
El creciente papel del gobierno en la
economía es especialmente
característico de los países que hasta
hace poco tiempo eran colonias o
semidependientes, ya tengan un gobierno
socialista (Birmania), una democracia
parlamentaria (India) o una dictadura
militar (Egipto). El gobierno hace la
mayoría de las inversiones, maneja las
exportaciones, se queda con una gran
parte de los fondos de exportación,
etcétera. El gobierno aparece en todas
partes como un iniciador de la
transformación económica y la
nacionalización es la forma de
propiedad que se da con más frecuencia.
La situación no es distinta en los
Estados Unidos, el país donde se ha
desarrollado más el capitalismo. No
sólo pueden ver todos el papel cada vez
más importante que desempeña el
gobierno en la economía desde la gran
crisis (1929) hasta el presente, sino que
son muy pocas las personas que niegan
que ese papel es inevitable.
James Blaine Walker lo destaca en
The Epic of American Industry:[6] “La
creciente intimidad entre el gobierno y
la vida económica ha sido una de las
características más notables del siglo
XX”.
Walker dice que en 1938 estaba
socializado alrededor del 20 por ciento
de la renta nacional, en tanto que en
1940 la cifra subió a por lo menos el 25
por ciento. La planificación sistemática
de la economía nacional por el gobierno
comenzó con Roosevelt. Al mismo
tiempo han aumentado el número de los
trabajadores del Estado y las funciones
de éste, sobre todo las del gobierno
federal.
Johnson y Kross, en The Origins
and Development of the American
Economy[7], llegan a las mismas
conclusiones. Afirman que la
administración ha sido separada de la
propiedad y que el papel del gobierno
como acreedor se ha hecho mucho más
importante. “Una de las principales
características del siglo XX —dicen—
es el aumento constante de la influencia
del gobierno, sobre todo del gobierno
federal, en los asuntos económicos”.
En su obra The American Way[8],
Shepard B. Clough cita cifras que
ilustran esas afirmaciones. Los gastos y
las deudas públicas del gobierno
federal, según él, han ido aumentando
del siguiente modo:
FIN
MILOVAN ĐILAS o DJILAS (en serbio
cirílico: Милован Ђилас) (4 de junio
de 1911 – 20 de abril de 1995) Político,
revolucionario y escritor yugoslavo,
nacido en Mojkovac, Montenegro,
militante comunista, combatiente del
movimiento partisano contra la invasión
nazi-fascista, y luego importante líder
del gobierno comunista de Yugoslavia
tras la Segunda Guerra Mundial. Fue
posteriormente crítico del sistema
político yugoslavo aunque sin abjurar de
sus ideas marxistas.
Notas
[1]Nueva York, Frederick A. Praeger,
1953. <<
[2]Selected Works, Vol. X; Nueva York,
International Publishers, 1936. <<
[3]
Nueva York, International Publishers,
1939. <<
[4] Nueva York, Prentice-Hall, 1951. <<
[5] De Bolshevism: Practice and
Theory; Nueva York, Harcourt. Brare
and Howe. <<
[6] Nueva York, Harper, 1949. <<
[7] Nueva York, Prentice-Hall, 1953. <<
[8] Nueva York, T. Y. Crowell, 1953. <<
[9] Nueva York, W. W. Norton, 1941. <<
[10]
Página 9, edición de Nueva York,
Simon and Schuster, 1952. <<
[11] Página 6, ibid. <<