La Izquierda Como Autoritarismo
La Izquierda Como Autoritarismo
La Izquierda Como Autoritarismo
ED I TO R E S
LA izquierda
COMO autoritarismo
EN EL siglo XXI
Gisela Kozak Rovero • Armando Chaguaceda
EDITORES
www.cadal.org
Prohibida su reproducción, total o parcial, sin la autorización
expresa de los editores. Septiembre, 2019
La izquierda como autoritarismo en el siglo XXI / Chaguaceda Armando ... [et al.] ; compilado
por Chaguaceda Armando ; Gisela Kozak Rovero. - 1a ed . - Ciudad Autónoma de Buenos Aires :
Fundación Cadal ; Guanajuato : Universidad de Guanajuato ; México D.F. : Centro de Estudios
Constitucionales Iberoamericanos AC ; Caracas : Universidad Central de Venezuela. Facultad de
Humanidades y Educación 2019.
Libro digital, PDF
Archivo Digital: descarga y online
ISBN 978-987-4492-05-0
1. Autoritarismo. 2. Ciencias Sociales. 3. Izquierda Política. I. Armando, Chaguaceda
II. Armando, Chaguaceda, comp. III. Kozak Rovero, Gisela, comp.
CDD 320.5
Índice
PRÓLOGO
La izquierda autoritaria, práctica política e intelectual:
el contexto de un libro
Gisela Kozak Rovero ................................................................................................................... 7
Fascinaciones jacobinas
La revolución bolivariana venezolana y el chavismo francés
Paula Vásquez Lezama ........................................................................................................ 227
EPÍLOGO
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Gisela Kozak Rovero
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Prólogo
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Gisela Kozak Rovero
nada vale que la economía –¿no es acaso la clave del cambio social
para la izquierda marxista?– naufrague ante las pretensiones esta-
tistas. Recordemos que estas experimentaciones se realizan bajo
la paranoide presunción de que el «pecado» anida en la gente por
cuenta de la ideología, de la falsa conciencia que el capitalismo ha
insuflado en el proletariado y la pequeña burguesía. El control se
mantiene vampirizando: la sangre derramada en protestas, salas
de tortura y cárceles está plenamente justificada. Venezuela repite
imágenes del pasado soviético y chino. Así, el miedo al hambre
entretiene largas horas en filas interminables que hacen del traba-
jar y el estudiar labores hasta secundarias ante la urgencia de las
necesidades más básicas. Los cuerpos sin higiene expelen olores
humillantes y el temor a la enfermedad o a la muerte por falta de
medicinas se intensifica. El miedo a morir es eficaz en seres hu-
manos que combaten por sus vidas pero convierte en esclavos al
hombre y a la mujer que se supone sumergidos en su simple exis-
tencia cotidiana. Los cuerpos saludables de la iconografía soviética
equivalen hoy a los niños felices de las propagandas de Nicolás
Maduro: maniobra goebbeliana en favor del bien del «pueblo» que
sustituye una mínima escucha de las voces de la pena.
Se suponía que tan costosos experimentos humanos habían te-
nido su fin con la caída de la Unión Soviética, amén de los procesos
políticos particulares de los países de su órbita como Polonia, la
antigua Checoslovaquia y Alemania Oriental. Rumania y la otro-
ra Yugoslavia, más distantes del imperio bolchevique, siguieron
caminos que liquidaron el socialismo. China se convirtió en una
economía de mercado con un gobierno autoritario, camino que
siguieron otros países como Vietnam. Cuba y Corea del Norte que-
daron como los museos de una derrota brutal de los afanes de
ingeniería social estatal. La ruina industrial y tecnológica se sumó
a la ruina humana. Ni un siglo duró el socialismo soviético. Y en
cuanto a Venezuela, el país inventor del socialismo del siglo XXI,
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Prólogo
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I. GENEALOGÍA DE LAS IZQUIERDAS
ANTILIBERALES
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REFERENCIAS
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Ser de izquierda es «ser bueno»:
breve genealogía del supremacismo moral
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4 Tucker (1959) desarrolla este tema de una manera muy interesante, puesto que
examina la relación de Hegel con los economistas clásicos y específicamente con
la Riqueza de las naciones. Algunos de sus presupuestos, sin embargo, son discu-
tibles, y solo menciono infra uno de ellos.
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6 Tomo la traducción al español que aparece en Löwith (2007: 53), cuya fuente es
David B. Ryazanov. (1928). K. Marx als Denker, Mensch und Revolutionär. Berlin,
Verlag für Literatur und Politik. En las referencias señalo la versión española
online, Marx (1999a).
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7 De nuevo sigo a Tucker (1956), que señala estos fragmentos entre otros.
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8 Para una discusión muy fructífera de la relación entre necesidades y política, ver
Hamilton (2003), especialmente pp. 53-62.
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REFERENCIAS
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Populismo y autoritarismo
en América Latina
Roger Bartra
9 Este artículo fue escrito antes de la victoria de Andrés Manuel López Obrador en
México y la de Jair Bolsonaro en Brasil, como ya se indicó en el prólogo. Igual-
mente, Rafael Correa salió del poder y fue sustituido por su aliado y copartidario
Lenin Moreno a partir del año 2017 (Nota de la editora).
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en América Latina
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Quiero referirme ahora el espinoso problema de la definición
del populismo. Se ha señalado repetidamente la enorme dificul-
tad de definir el término, e incluso Ernesto Laclau ha dicho que
simplemente es imposible definirlo. Este autor (1978) ya había
acertadamente señalado que el populismo no puede ser definido
como la expresión de una clase social (como el campesinado, los
granjeros o la pequeña burguesía), ni como el resultado aberrante
de una transición de la sociedad tradicional a una sociedad indus-
trial. El estudio comparativo de los movimientos y regímenes que
se han calificado como populistas muestra muchas incoherencias
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en América Latina
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Las breves reflexiones críticas que he esbozado me sirven como
punto de apoyo para buscar una interpretación diferente. Me pa-
rece que podemos considerar al populismo como una forma de
cultura política, más que como la cristalización de un proceso ideo-
lógico. En el centro de esta cultura política hay ciertamente una
identidad popular, que no es un mero significante vacío, sino un
conjunto articulado de hábitos, tradiciones, símbolos, valores, me-
diaciones, actitudes, personajes e instituciones. Sabemos bien que
las identidades, ya sean nacionales, étnicas o populares, no se pue-
den definir de acuerdo a fundamentos o esencias. Como dijo muy
bien Jacques Derrida, «lo propio de una cultura es no ser idéntica
a sí misma» (1991:16). El «pueblo» de la cultura populista es ante
todo un mito; y, como sabemos, el mito constituye una lógica cul-
tural que permite superar contradicciones de muy diversa índole.
Por ello, podemos trazar genealogías y tradiciones en las cultu-
ras populistas, mostrar influencias y conexiones entre ellas, pero
resulta imposible definir un catálogo de rasgos comunes a todas.
Los antiguos populismos del siglo XIX en Estados Unidos y Ru-
sia generaron tradiciones y patrones que podemos reconocer aún
en sus descendientes lejanos. Por ejemplo, tenemos en Estados
Unidos a George Wallace o a Ross Perot, y en Europa al squadris-
mo agrario italiano, al movimiento intelectual strapaese, a Pierre
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en América Latina
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en América Latina
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El populismo entendido como cultura política no suele consti-
tuir una alternativa consistente de desarrollo socioeconómico y
político. No es ni una opción por un modelo socialista, ni una vía de
crecimiento capitalista acelerado. Después de 1989 los proyectos
de construcción de un Estado socialista son una verdadera rareza
o un trágico anacronismo. Ejemplos de este tipo de proyecto, sin
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en América Latina
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en América Latina
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Quiero ahora presentar algunas reflexiones sobre lo que podría
considerarse la experiencia más larga, duradera y estable de popu-
lismo en América Latina. Me refiero al caso de México, mi propio
país, el caso que conozco mejor y que puede ser un ejemplo de los
altos costos que paga una sociedad cuando la cultura populista
arraiga tan profundamente que incluso es adoptada por la derecha
política y las élites empresariales, que acabaron siendo el grupo
hegemónico de lo que Mario Vargas Llosa llamó irónicamente la
«dictadura perfecta». Tan perfecta fue esta dictadura que durante
decenios fue la envidia de muchos gobiernos latinoamericanos y el
modelo de algunas alternativas políticas, como en Perú en la época
de Velasco Alvarado y en la Nicaragua del primer sandinismo. Los
gobiernos mexicanos que se inspiraron en la cultura populista –el
nacionalismo revolucionario institucional– duraron setenta años
en el poder y mantuvieron ininterrumpidamente el régimen auto-
ritario más difícil de erradicar en América Latina. Concentraré mis
reflexiones en los problemas que surgieron cuando por fin terminó
el régimen populista y se inició la transición democrática.
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REFERENCIAS
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de clase a la deriva populista
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REFERENCIAS
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II. GOBIERNOS DE IZQUIERDA EN AMÉRICA
LATINA: PRÁCTICAS AUTORITARIAS
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del Estado. Los tecnócratas consideraron que están más allá de los
particularismos de la sociedad y que pueden diseñar desde el Es-
tado políticas universalistas que beneficien a toda la nación. Como
resultado, el gobierno de Correa, que prometió una revolución ciu-
dadana, puso a tecnócratas a cargo del diseño de políticas públicas
sin la participación de la gente. Transformó a éstos en beneficiarios
pero no en actores de la revolución.
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CONSTRUYENDO AL PUEBLO Y SUS ENEMIGOS
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CONCLUSIONES
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REFERENCIAS
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Una izquierda seducida por el populismo
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compartiendo malas prácticas para el control
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O EL MODELO DE CONTROL NEO-AUTORITARIO
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una táctica muy utilizada por el gobierno ruso, desde 2011 (Sano-
vich, 2017), al igual que en Venezuela (Puyosa, 2015) y en Ecuador
(Puyosa & Chaguaceda, 2017).
Finalmente, Rusia desarrolló su propio buscador Yandex y sus
plataformas sociales Odnoklassniki y Vkontakte, que logran su-
perar fácilmente en usuarios a sus contrapartes estadounidenses
Google, Instagram y Facebook (Sanovich, 2017). Este éxito ruso
intentó ser emulado en Latinoamérica, con el Facepopular argen-
tino y la Red Patria venezolana, pero ambas ideas fracasaron. Pro-
bablemente, la diferencia en resultados se deba a que en Rusia se
introdujeron las plataformas nacionales cuando la penetración de
internet aún era relativamente baja, mientras que en Venezuela y
Argentina ya la penetración era moderadamente alta cuando se co-
menzó a pensar en la opción de plataformas locales más fácilmente
controlables por los gobiernos.
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21 Hernández (2004) los presenta como un complemento a Temas que es más fre-
cuente y más abierto al público.
22 Para una exploración perspicaz de estos espacios ver Geoffray (2015).
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29 Capítulo V [Educación y Cultura], Artículo 39, sección (a): [El Estado] «basa su po-
lítica educativa y cultural en los avances de la ciencia y la tecnología, la ideología
marxista y marciana, la tradición pedagógica progresista cubana y la universal»
(1976).
30 Según el historiador Rafael Rojas: «Cuando en las primeras décadas de la Revo-
lución predominaba el marxismo soviético, era frecuente la crítica a las ‘taras
burguesas’ del pensamiento de Martí. En cambio, de los 90 para acá, la figura de
Martí se ha vuelto intocable y, a la vez, muchas críticas al marxismo-leninismo y,
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III. INTELECTUALES, ACADEMIA,
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materia, consideró que un IDI es alguien que está reñido con los
puntos de vista que considera «antivalores» de las sociedades
capitalistas.
Las respuestas permiten reflejar la fragmentación del pensa-
miento de los IDI hoy en el país, que se mueven desde una apertura
o flexibilidad notables, hasta un sistema de creencias en conso-
nancia con el pensamiento crítico latinoamericano acotado arriba,
pasando por posicionamientos socialdemócratas estructurados. A
continuación, selecciono dos respuestas que, en mi criterio, mues-
tran con nitidez la postura socialdemócrata y la revolucionaria
presentes hoy en el país. Conservo el anonimato porque uno de
ellos así lo prefirió.
Para la postura socialdemócrata, la categorización derecha-iz-
quierda es útil en el reconocimiento de las tensiones que se pre-
sentan en las sociedades. Consideró tres dimensiones de todo IDI:
una primera, por la posición contrahegemónica que asume frente
a las relaciones de poder. El IDI analiza las consecuencias de la
desigualdad en todos los ámbitos de la hegemonía de los poderes
fácticos y se adhiere a corrientes críticas del pensamiento social,
incluyendo las desarrollistas, así como a la democracia formal, en
contraposición a izquierdas no democráticas. En segundo lugar,
lo define como alguien que da una jerarquización pensada y dife-
renciada de los valores de la igualdad y la libertad y si bien sigue
jerarquizando la igualdad como valor principal, busca que ambas
variables resuelvan sus tensiones a través de una sinergia entre
ellas. Según su criterio, un IDI «moderno», así lo califica, realza los
derechos económicos, sociales y culturales, como parte importante
de los derechos humanos. Adicionalmente, esta persona asume
una mirada crítica de la democracia formal, buscando conciliar las
tradiciones de la democracia liberal con la de la política, escindidas
en la era neoliberal. Combate, así mismo, los poderes fácticos en
el Estado y los que lo trascienden hoy, lo mismo que los modelos
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La «revolución bolivariana» venezolana
y el chavismo francés
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La «revolución bolivariana»
venezolana y el chavismo francés
mismos nunca como una facción sino como parte del «pueblo» al
fin purificado de intereses parásitos. Son ellos los que saben mejor
que nadie lo que es mejor para los «sectores populares» venezo-
lanos. Ellos no son un grupo de académicos ni defienden ningún
interés sino que sus designios responden a una concepción única
y desinteresada de «lo popular».
Este artículo está basado en la lectura atenta y selectiva de una
serie de trabajos científicos y de divulgación que han sido publica-
dos en Francia acerca del proceso venezolano liderado por Hugo
Chávez. Como socióloga y antropóloga radicada en ese país desde
1997 y especialista sobre Venezuela, he tenido obligatoriamente
que establecer un diálogo, muchas veces de sordos y bastante es-
téril, con los académicos que comenzaron a interesarse por mi país
de origen a partir del advenimiento de Chávez al poder. En efecto,
Chávez puso de moda a Venezuela en Francia. Cuando presenté,
recién llegada a París, mis primeros trabajos en los seminarios de
mi programa doctoral en Antropología Social y Etnología de una
institución de alto nivel, en el año 1999, pasaba mucho tiempo
presentando a la lejana y desconocida sociedad venezolana sobre
el cual desarrollaría mi trabajo de tesis doctoral. Incluso comen-
zaba siempre mostrando dónde quedaba el país en el mapa mun-
dial. Cuando mencionaba a Simón Bolívar, profesores y estudiantes
fruncían el ceño, como diciendo que ese nombre algo lejano les de-
cía. Mucho agua ha corrido bajo el puente. Hoy, en 2017, el candi-
dato del partido de extrema izquierda Francia Insumisa, Jean-Luc
Mélenchon, propuso en uno de los puntos de su programa electoral
oficial que Francia debería adherirse a la Alianza Bolivariana de
países, el ALBA, y abandonar su pertenencia a la OTAN e incluso
sus asesores han defendido la idea de afianzar lazos comerciales
con países como Nicaragua, Venezuela y los países del CARICOM,
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35 Vale decir que Jean-Luc Mélenchon está lejos de ser un candidato marginal en el
paisaje político francés. Está ubicado como la tercera fuerza política de Francia,
después del partido de Emmanuel Macron y del Frente Nacional de extrema de-
recha. Mélenchon obtuvo 19,62% de los votos en las elecciones de mayo de 2017.
A pesar de que se presenta muy frecuentemente como una «novedad» política,
Mélenchon hace parte del viejo establishment.
36 Así se identifica en una entrevista (Stambul, 2018).
«Me llamo Thomas Posado. Soy doctor en Ciencia Política en la Universidad de Pa-
rís VIII, autor de una tesis sobre las recomposiciones sindicales en la Venezuela de
Hugo Chávez. Milito desde hace muchos años en la izquierda radical. Descubrí Ve-
nezuela en 2006, entusiasmado en ese momento por la retórica anti-imperialista
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de Hugo Chávez y viví un año en el marco de una pasantía en una radio comuni-
taria en un barrio de Caracas» (la traducción es mía).
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38 Durante la larga y violenta crisis del 2017, Thomas Posado ha declarado en varias
ocasiones en los medios de comunicación franceses, haciendo aseveraciones
muy cuestionables que favorecen abiertamente los argumentos del gobierno
de Nicolás Maduro para justificar la represión y el escarmiento a los opositores
y protestatarios venezolanos. Entre otras entrevistas, podemos citar: http://
telquel.ma/2017/07/31/interview-venezuela_1555954.
39 Quizás los más impactantes por su trabajo activo de desinformación sea http://
vivavenezuela.over-blog.com, así como también https://venezuelainfos.wor-
dpress.com
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40 Véase https://www.recherches-internationales.fr/
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REFERENCIAS
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42 Según La Ley Orgánica del Poder Popular (2010:3), el Estado comunal se basa en:
(…) desarrollar y consolidar el Poder Popular, generando condiciones objetivas
a través de los diversos medios de participación y organización establecidos en
la Constitución de la República, en la ley y los que surjan de la iniciativa popular,
para que los ciudadanos y ciudadanas ejerzan el pleno derecho a la soberanía,
la democracia participativa, protagónica y corresponsable, así como a la cons-
titución de formas de autogobierno comunitarias y comunales, para el ejercicio
directo del poder por parte del pueblo en lo político, económico, social, cultural,
ambiental, internacional, y en todo ámbito del desenvolvimiento y desarrollo
de la sociedad, a través de sus diversas y disímiles formas de organización, que
edifican el Estado comunal.
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LA OPOSICIÓN NO ES PUEBLO
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LA CULTURA COMUNAL
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LA AMBIGÜEDAD ANTILIBERAL
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44 Venezuela hasta diciembre de 2015, cuando la oposición gana por amplia mayoría
el parlamento pero sus competencias no fueron reconocidas por la revolución, fue
un «autoritarismo competitivo». Desde entonces es un autoritarismo a secas:
El autoritarismo competitivo debe diferenciarse, por un lado, de la democracia,
y por otro, del autoritarismo absoluto. Los regímenes democráticos modernos
cumplen con cuatro criterios mínimos: 1) Los cuerpos ejecutivo y legislativo son
elegidos a través de elecciones abiertas, libres y justas; 2) virtualmente todos los
adultos tienen derecho a votar; 3) los derechos políticos y las libertades civiles,
incluida la libertad de prensa, la libertad de asociación y la libertad de criticar
al gobierno sin represalias, son ampliamente protegidos; 4) las autoridades ele-
gidas tienen autoridad real para gobernar y no están sujetas al control tutelar
del ejército o a los líderes religiosos. Aunque los regímenes democráticos plenos
a veces pueden violar uno o más de estos criterios, estas violaciones no logran
impedir seriamente los desafíos democráticos a los funcionarios gubernamenta-
les. En otras palabras, no alteran fundamentalmente el campo de juego entre el
gobierno y la oposición.Al contrario, en los regímenes autoritarios competitivos
las violaciones de estos criterios son lo suficientemente frecuentes y serias para
crear un campo de juego desigual entre gobierno y oposición. Aunque se den con
regularidad elecciones sin fraude, los funcionarios abusan constantemente de
los recursos del Estado, no ofrecen a la oposición un cubrimiento adecuado de
los medios, persiguen a los candidatos de la oposición y a sus seguidores y, en
algunos casos, manipulan los resultados de las elecciones. De igual modo, perio-
distas, políticos de la oposición y otros críticos del gobierno pueden ser espiados,
amenazados, perseguidos o arrestados. También miembros de la oposición pue-
den ser enviados a prisión, exilados o –con menor frecuencia– incluso asaltados,
acosados o asesinados. Regímenes caracterizados por estos abusos no pueden
ser llamados democráticos (Levitsky, 2004: 162) .
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B. LO QUE SE SANCIONA
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C. PROBLEMAS Y ATRIBUCIONES
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C. PROBLEMAS Y ATRIBUCIONES
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5. CONCLUSIONES
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45 «El Gobierno nunca va a elegir jurados que no sean cercanos –aseveró el narrador
Blanco Calderón–. Los últimos ganadores han sido autores abierta o discreta-
mente afectos a ellos. Y también han tenido la suerte de encontrar escritores
talentosos que a la vez los apoyan» (Fermín, 2013:1).
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III
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47 Para un resumen de los hechos recomiendo los trabajos de Luis E. Lander y Mar-
garita López Maya «Referendo sobre la propuesta de reforma constitucional:
¿Punto de inflexión en el proceso bolivariano?». Ver bibliografía.
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que un periódico como El País ha, esta vez sí, ‘escatimado’ la in-
formación con respecto al premio lo que ha hecho distinto el XIV
Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos y no la calidad
de un libro que, para quienes crean posible hablar de ese valor
en abstracto, está sin duda a la altura de otros que han recibido
el galardón y a menudo los supera». De igual modo, el reconocido
crítico español Ignacio Echevarría se concentró en reconocer el
potencial de la novela ganadora de ese momento, El vano ayer y,
tildando a Guerrero de seguir un «liberalismo radical al que son
tan afectas las plutocracias», vio una trama que buscaba oscurecer
la crítica política que había detrás de la obra del autor español,
abriendo la duda al sugerir que hubo mala intención al denunciar
la conformación del jurado antes y no después de la decisión.
Más tarde Alejandro Bruzual (2014), en la introducción de un
libro que se publicara unos años después (y cuyo título Utopías en
movimiento: Discursos de los ganadores del Premio Internacional
de Novela Rómulo Gallegos (1967-2013) es bien revelador), revive
la agónica polémica otra vez. Lo hace ahora con el propósito de
recoger todas las alocuciones que dieran los ganadores del premio,
dedicándole varias páginas a lo que debía ser un comentario críti-
co a las distintas intervenciones de los escritores y un homenaje al
mismo premio. Según él, aflora en la argumentación de Guerrero
«un sesgo ideológico equivalente (…) a la intervención ideológica
que quería fiscalizar» (XLVI). Es curioso que, además de dedicar va-
rias líneas al caso, revele cierta incomodidad con algunos autores
o apuestas estéticas, tal como lo vemos al comentar sobre la obra
de Enrique Vilas Matas El viaje vertical o sobre El desbarrancadero
de Fernando Vallejo, cuyas tendencias no se ajustaban bien, como
sabemos, a ciertas nociones de la izquierda y del latinoamericanis-
mo propios por cierto del modelo del gobierno48.
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algunas premiaciones por sus posibles vínculos con el mercado sin tomar una
posición abierta, mientras que las críticas que se le hicieron a la premiación du-
rante el período revolucionario sí toman posición abierta en defender el premio.
Asimismo toma posición crítica frente a las figuras y opiniones de Vargas Llosa
y del Paso, omitiendo el altercado que tuvo Bolaño con Rigoberto Lanz. También
rehúye un análisis más cuidadoso de las apuestas literarias, de las «políticas de la
literatura», privilegiando las posiciones ideológicas de los autores donde tiende
a prevalecer cierta noción latinoamericana.
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49 Es bueno aclarar que con Tríptico de la infamia de Pablo Montoya hay un leve
cambio, pues se pluraliza un poco más la selección de los jurados, quizás porque
se da durante el madurismo, un tiempo de nuevas divisiones dentro del chavismo.
Sin embargo, se mantiene la misma lógica que trato de comentar en este trabajo.
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IV
50 Sigo la tesis del libro Global Political Dynamics and the Future of Democracy in
Latin American Countries (2010), auspiciado por el Consortium of the Fernando
Henrique Cardoso Institute and the Edelstein Center for Social Research. Allí
en la introducción dice: «The current international panorama is defined by the
decline of U.S. power, the rise of new powers, especially China, and the strategic
role that natural resources play in Latin America’s insertion into international
markets» (6).
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51 Esto lo han ido evidenciado desde hace mucho tiempo atrás críticos como Nelly
Richard, Julio Ramos, Román de la Campa, entre otros.
52 Sobre el campo cubano hay que tomar en cuenta su escisión interna en, por una
parte, el sector pro-revolución en América Latina y ciertos lugares de Estados
Unidos, y, por otra, el sector del exilio y crítica de la revolución sobre todo en USA
y otros lugares.
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53 Desde luego que hablo del grupo intelectual que luego conformó Carta Abierta
en Argentina, algunos de ellos amparados en espacios como Página 12; pero
también podemos incluir otra red de alianzas que cruzan otros lugares, como la
que se dio con el partido PODEMOS español y el grupo académico que incluye la
gente de Ignacio Ramonet con Le Monde Diplomatique o de Tarek Alí con algunos
espacios de la New Left Review, por mencionar algunos de un gran contingente
que perpetuó el nuevo latinoamericanismo de la marea rosa.
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culturales y literarias del país para ser vistas ahora en diálogo di-
recto con la realidad chavista y el nuevo proyecto latinoamerica-
nista del continente. Examinado con cuidado, terminó convirtién-
dose en un sutil chantaje, no sin un componente de propaganda
escondido en una retórica profesional. Para lograr cierto grado de
importancia dentro de los estudios venezolanistas, de una u otra
forma se debía seguir lo que venía sucediendo en el país, más aún
si se le apoyaba. Por un tiempo, los estudios de LASA, CLACSO, MLA, y
otros lugares importantes, sostenían estos presupuestos. Además
de los cónclaves tradicionales del latinoamericanismo radical (los
espacios pro-cubanos), se sumaron estos lugares desde el espacio
institucional norteamericano, estableciendo redes de contactos
muy importantes con grandes centros académicos de Europa y
Latinoamérica. Estos se pueden reunir en tres líneas que han tra-
bajado, no sin cierto margen de discrepancia, para legitimar de una
u otra forma al régimen chavista.
La primera tendencia es la que juntó diferentes corrientes en
los que algunos dieron en llamar «decolonialismo». Walter Mig-
nolo, Fernando Coronil, Santiago Gómez Castro, Edgardo Lander,
Immanuel Wallerstein, Enrique Dussel, Ramón Grosfoguel o Ca-
therine Walsh entre muchos otros escritores e intelectuales, son
algunos de sus representantes más importantes, muchos de ellos
reagrupados en CLACSO. Para esta tendencia, gran parte de las re-
giones de Latinoamérica viven procesos de dominación epistemo-
lógica que se dieron en la modernidad. Así, reviven el concepto de
colonialismo, ahora leído desde una perspectiva cognitiva donde
la violencia se ejerce unilateralmente desde los saberes. Presa en
la colonialidad, la modernidad muchas veces es interpretada como
«homogénea y vacía», en la cual no hay espacios de negociación,
mediación y diseminación, y lo único que queda es apostar por
movimientos sociales indigenistas, identitarios, populistas o dicta-
toriales. Los logros históricos de las democracias parlamentarias,
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54 Por fortuna en años recientes Boaventura de Sousa Santos ha tenido una postura
autocrítica, incluso en el mismo texto que cito. Sin embargo, para muchos su
reacción fue muy tardía y todavía no replanteaba algunos términos de los presu-
puestos de su teoría crítica.
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sus discursos). De igual modo, para que haya esta inclusión decide
minimizar la participación militar en el orden civil, así como bo-
rrar las prácticas de chantaje clientelar de estos y el poder mismo
del Estado; para él, el nuevo sujeto político está encarnado en el
subalterno, que se contrapone a la modernidad, y esa es la verdad
absoluta que hay que defender. «En la medida en que el Estado y
la modernidad funcionan de manera interrelacionada, la agencia
subalterna no es solamente anti-estatal sino también anti-moder-
na», dice (2011: 172).
Este sujeto se sitúa solamente como residuo de la agenda «mo-
derna» –que para Beverly tiende a ser monolítica e unidireccio-
nal–. Pero lo curioso, y este es su aporte a los estudios postcolo-
niales, es que esta limitación no es lo suficientemente dilemática
para proveer un nuevo modelo de Estado; tan sólo basándose «en
la hegemonía popular-subalterna» se puede por lo visto «subor-
dinar» a los grupos sociales «actualmente hegemónicos» (2011:
173). Por eso cree que los modelos del chavismo y de la «marea
rosa» sirven, con todas sus contradicciones, para darle poder al
subalterno ya que este «no sólo puede hablar, sino que puede y
debe gobernar» (2011: 182). Dicho de otro modo, ahora sí puede
haber un Estado bueno: el que rigen los marginados del sistema,
los excluídos mismos. Lo que Beverley no nos aclara es cómo sería
su régimen de autoridad y su «gouvernementalité» sin experticia
alguna, pues la formación profesional y la experiencia política es
por lo visto neoliberal. Se limita a elogiar la eticidad subyacente en
la subalternidad para declarar su derecho a gobernar como algo
positivo, viable, un argumento que entraña por cierto una visión
algo idealizada, como si de pronto todos esos sujetos marginados
que conforman la isla de la novela Ciudad ausente de Piglia tu-
viesen el derecho, el deber y hasta la capacitación por esa misma
condición de gobernar un país.
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55 Es curioso que, desde que llegara Chávez al poder, nunca visitó de nuevo Vene-
zuela; a diferencia de liberales como podrían ser un Enrique Krauze o un Vargas
Llosa, quienes sí han ido al país varias veces para entender su situación. De igual
modo, llama la atención que las referencias de sus «informantes nativos» sean sus
alumnos venezolanos Luis Duno y Juan Antonio Hernández, ambos cercanos al
gobierno desde el extranjero (el segundo diplomático de Maduro), y no otros de
sus estudiantes como Vicente Lecuna, quien sí ha permanecido en el país todo el
tiempo, o Magdalena López, que ha venido teniendo una posición más crítica.
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56 Se puede hacer mención a Gerardo Aboy Carlés, Julián Melo, Emilio de Ipola,
Fernando Mires, o Andrew Norris, dentro de una gran constelación de autores y
críticas que han surgido en estos años.
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Con esto termino entonces con Ernesto Laclau, y doy fin así con
este panorama limitado, provisional, de las corrientes latinoameri-
canistas que auparon la «marea rosa». Si vemos con cuidado, todas
estas tendencias justificaron de una u otra manera el bloque de po-
der que vengo comentando; también proporcionaron un lenguaje,
unas categorizaciones, que sirvieron para ese propósito, unidos a
los discursos del viejo marxismo. Si bien algunos mostraron una
que otra contradicción del gobierno de Chávez, no dejaron de mini-
mizarla, siguiendo una lógica cínica muy acorde con estos tiempos
de post-verdades; para ellos, Latinoamérica es un conglomerado
uniforme que se debe defender de forma estratégica por encima
de otros valores. El precio de ello ha terminado por justificar la
situación que vemos hoy en día en un país azotado por numerosos
crímenes, con más de sesenta asesinados en protestas pacíficas,
con muchos estudiantes torturados, con más de doscientos cin-
cuenta presos políticos (algunos de los cuales han sido procesados
en tribunales militares), con más de dos millones de venezolanos
que se han ido al exterior, con hacinamientos inhumanos en las
cárceles, con falta de autonomía de los poderes, con mucha hambre
y falta de medicamentos.
No sé si sea mera casualidad que ninguno de estos críticos a lo
largo de estos quince años se haya pronunciado sobre los peligros
que pudiesen llevarnos a esta triste situación; si bien es verdad
que algunos de ellos han ido poco a poco marcando distancia en
estos momentos, hasta ahora no he visto gestos que re-examinen
las consecuencias de su pensamiento sobre esta realidad. Es difícil
no sentir la tentación de pensar que de una u otra manera estas
propuestas teóricas latinoamericanistas comparten la forma de
negación que hoy se hace visible en Venezuela, y por ello se hace
inevitable leerlas a la luz de estas duras verdades.
Dicho todo esto, volvamos a nuestro detective Emilio Renzi,
y recordemos algo que pudiera desconcertar: que en este breve
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VII
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del Salón del Libro en París por los usos propagandistas que hizo el
kirchnerismo con argumentos que no usó en Venezuela58.
En definitiva, no solo por venir de un espacio literario tan im-
portante como el argentino (siendo un gran escritor), sino por ser
parte de la generación que sufrió los embates de las dictaduras del
Cono Sur y transitar el espacio académico norteamericano, cumple
con las condiciones que vengo describiendo y quizás por ello se
sintió con el derecho de tomar posición a favor de un régimen que
perpetuaba este nuevo poder, sea por oportunismo o por afinidad
circunstancial59.
Puede haber por otro lado una razón más compleja, cuya moti-
vación sea menos consciente. Sabemos que su padre fue peronista,
cosa que repite en diversas obras y que revela cierto acontecimien-
to traumático en su vida: la ida de Buenos Aires y su residencia en
Mar del Plata, que puede sentirse como un destierro simbólico. Si
bien no sigue al padre en su creencia en Perón, a quien tacha de
paternalista, no deja de defender al peronismo como movimiento
popular. Su crítica al liberalismo y a algunos pensadores argenti-
nos parte de su fe en la masa y por eso advierte la mirada reductiva
que, para él, se tiene del populismo: «Escritores como Beatriz Gui-
do, Sabato y el mismo Viñas ven al peronismo como un continuo
y cotidiano apocalipsis», dice en Los diarios de Emilio Renzi: Años
58 Como se sabe, Piglia para el Salón del Libro en París, celebrado el 21 y 24 de mar-
zo del 2014, decidió no integrar la delegación argentina argumentando los usos
políticos y electorales que se le daba a la literatura argentina, tal como declaró en
un texto publicado por el diario Clarín el 17 de febrero del 2014, redactado por
Susana Reinoso.
59 Otra posible explicación (quizás demasiada benevolente) pudiera ser la de de-
fender el mismo premio y sus instancias de relativa autonomía, incluso de los
mismos chavistas más radicales, tomando en cuenta que para él siempre la lite-
ratura ha tenido un lugar importante. El problema, insisto, es que no solamente
descalificó a un grupo importante de creadores, sino que terminó posicionando
una institucionalidad que daba muestras de falta de pluralismo.
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61 Bien se puede pensar su obra como una constante interrogante del lugar de lo
político, siempre acechado por sus pulsiones extremas (el de la dominación o
el de la utopía) y por eso podría verse como impolítica en el sentido de lo que
Roberto Espósito define como lo que «interroga al borde de la política, aquello
de lo que ella surge y lleva» (2012: 21).
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EPÍLOGO
La izquierda necesaria:
Apuntes desde el progresismo postliberal 63
Armando Chaguaceda
63 Agradezco al colega Benjamín Temkin sus sugerencias para la escritura del pre-
sente texto.
345
Armando Chaguaceda
346
Epílogo
347
Armando Chaguaceda
348
Epílogo
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Acerca de los autores
ROGER BARTRA. Doctor en sociología por la Sorbona y etnólogo por la Escuela Na-
cional de Antropología e Historia; es reconocido también por su trabajo como es-
critor, ensayista y periodista. Investigador emérito del Instituto de Investigaciones
Sociales de la UNAM y miembro del Sistema Nacional de Investigadores Nivel III. Ha
sido profesor e investigador visitante en diversas universidades en México y en el
extranjero, entre ellas la Universitat Pompeu Fabra en Barcelona, el Paul Getty Cen-
ter en los Ángeles, la Universidad Johns Hopkins, la Universidad de California en La
Jolla y la Universidad de Wisconsin.Fue fundador y director de la revista de cultura
política, El Machete. Ha colaborado como columnista en El Día y en el periódico Uno
más uno. Dirigió por casi seis años el suplemento cultural del diario La Jornada.Es
autor, entre otros, de La jaula de la melancolía (1987), El salvaje en el espejo (1992),
Oficio mexicano: miserias y esplendores de la cultura (1993), Las redes imaginarias del
351
Acerca de los autores
poder (1996), El salvaje artificial (1997), La sangre y la tinta. Ensayos sobre la condi-
ción postmexicana (1999), La democracia ausente (2000) y Cultura y melancolía: las
enfermedades del alma en la España del siglo de Oro (2001).En 1996 recibió el Premio
Universidad Nacional y en 2009 recibió el Homenaje nacional de Periodismo Cultural
«Fernando Benítez».
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Acerca de los autores
Insurgency in El Salvador (1999) and Guerre et pouvoir au Salvador (1994). Fue editor
(selección de textos y prólogo) de una colección de ensayos políticos de Octavio Paz,
Sueño en libertad, escritos políticos (2001). Fue director de la Canadian Journal of
Latin American and Caribbean Studies y es «contributing editor» de la revista Literal,
Latin American Voices.
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Acerca de los autores
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Acerca de los autores
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LA izquierda
COMO autoritarismo
EN EL siglo XXI