Física Cuántica

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REALIDAD CUÁNTICA 1

INTRODUCCIÓN

El desarrollo de la física cuántica durante el siglo XX ha sido


impresionante y, sin embargo, son aún muchas las cuestiones que dentro de la
misma están por responder. Los descubrimientos de PLANCK y EINSTEIN
sobre el aspecto cuántico de la energía, es decir, de las ondas electromagnéticas,
y la extensión del fenómeno de la complementariedad a las propias partículas,
las que asumen comportamientos ondulatorios como demostraron las
experiencias de LUIS DE BROGLIE, no fue más que el comienzo en el
conocimiento de un mundo extraordinario que no tenía mucho que ver con lo
conocido hasta entonces en el mundo cotidiano macroscópico. En gran medida,
la profundización en el conocimiento de la física de las partículas ha sido
posible gracias a los avances técnicos que, si bien no permiten visualizar en
forma directa dichas partículas, sí detectan su existencia y movimientos por
métodos indirectos.

La aproximación al mundo cuántico exige una capacidad nueva de


entender la realidad. Lo que para nuestro entorno habitual de desenvolvimiento
se considera como normalidad, no tiene mucho que ver con lo que de hecho
sucede en el ámbito de las estructuras que se encuentran por debajo del nivel
atómico. Lo que denominamos "sentido común", instrumento utilísimo de
nuestro quehacer cotidiano, debe dejar paso a una libertad intelectual que
permita asociar a lo que es real, comportamientos y pautas totalmente
inadmisibles en el orden de cosas a que estamos acostumbrados.

Fundamentalmente, debemos asumir, y esto es ya un dato muy


importante, que una partícula subatómica, individualmente considerada, integra
en sí "un conjunto de comportamientos impredecibles". En relación con estas
partículas y su estudio, surge con fuerza el concepto de PROBABILIDAD: LA
RIGUROSIDAD EN LA OBSERVACIÓN Y ESTUDIO DE LAS
PARTICULAS SUBATÓMICAS EXIGE EL DESARROLLO DE UNA
PARTE DE LAS MATEMÁTICAS QUE SE CONVIERTE EN
INSUSTITUIBLE: LAS MATEMÁTICAS ESTADÍSTICAS. Desde la
perspectiva cuántica, el mundo macroscópico es un mundo de grandes números.
Cualquier entidad de nuestro ámbito cotidiano está integrada por millones de
partículas subatómicas. Las implicaciones últimas que se derivan de lo pequeño
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en relación con lo masivo, vienen recogidas en el llamado Teorema de


BERNOULLI o ley de los grandes números: "La frecuencia de un
acontecimiento, calculada sobre un crecidísimo número de casos, se acerca a
la probabilidad". Es precisamente en ausencia de las agrupaciones
macroscópicas donde el mundo cuántico expresa sus peculiaridades esenciales,
allí donde la individualidad excluye la ley de los grandes números.

Lo que esto quiere decir es que, al igual que ocurre con los seres vivos (el
significado último de esta comparación está en el fondo de todo este trabajo), no
es posible conocer con certeza lo que realizarán en un momento determinado.
Sólo considerándolas en sus agrupaciones es posible establecer una probable
línea de movimientos. El grado de cumplimiento del cálculo estadístico se verá
reforzado en relación directamente proporcional al aumento del número de
partículas consideradas. Resumiendo: la aparente inexorabilidad en el
cumplimiento de las leyes físicas que se observa en el mundo macroscópico, (la
que llevó a la Física clásica a sus más optimistas afirmaciones), SÓLO SE
DEBE A QUE EL GRADO DE INCERTIDUMBRE POSIBLE EN EL
MOVIMIENTO DE UN OBJETO MACROSCÓPICO ES INAPRECIABLE
YA QUE, ESTADÍSTICAMENTE, ESTAMOS CONSIDERANDO EL
MOVIMIENTO DE UN NÚMERO EXTRAORDINARIAMENTE GRANDE
DE PARTÍCULAS.

En los capítulos siguientes, nos moveremos dentro de este misterioso


campo de múltiples posibilidades. Empezaremos describiendo LOS
EXTRAÑOS MOVIMIENTOS DE LAS PARTÍCULAS. Es posible que
todo aquél que no esté acostumbrado a leer sobre estos temas, sienta la
sensación, al observar lo que en este capítulo se contiene, de estar leyendo una
historia de ciencia ficción. En cualquier caso, lo normal es que se cuestione la
realidad de lo que se describe. Yo le invito a que se acerque a cualquier manual
de divulgación sobre esta materia , para que pueda comprobar que los hechos
son incontrovertidos. Que la comunidad científica asume como incuestionables
las diversas manifestaciones de los movimientos cuánticos. Es en la
interpretación sobre los mismos, donde surgen las discrepancias. Ya en sí, es
algo asombroso el descubrimiento del principio de complementariedad. No hay
nada en nuestro mundo físico que pueda ser comparado con ello.

Tras conocer estas extrañas manifestaciones de lo cuántico,


corresponderá examinar dos aspectos cruciales del mundo subatómico: el
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principio de incertidumbre de Heisenberg y el de inseparabilidad o


correlación no local. El primero hace referencia, básicamente, a la
imposibilidad de conocer simultáneamente los aspectos completos de la realidad
de las partículas. Tendremos que considerar si esta incertidumbre se debe sólo a
problemas técnicos, de insuficiencia en el conocimiento tecnológico, o, por el
contrario, la incertidumbre es esencial y connatural al mundo de las partículas
subatómicas. En el estudio del segundo principio, se encuentra en gran medida
la clave en que se basa la tesis de que el mundo cuántico y su conocimiento nos
pueden llevar a una reformulación ética basada en la propia Naturaleza.

Un breve examen de las MATEMÁTICAS CUÁNTICAS nos permitirá


comprobar que la Ciencia no queda excluida del ámbito subatómico. Ya he
constatado que sólo una parte de ellas es apta para este estudio, pero el rigor que
adorna sus resultados no es menor que el que contempla otros aspectos de esta
rama instrumental de la Ciencia.

En ese momento, deberemos afrontar ya una de las cuestiones básicas en


la contemplación del Universo que se abre a la comprensión filosófica de esta
nueva visión de la realidad: en qué medida es posible que exista un mundo
macroscópico como el que conocemos. Es decir, "cómo es posible que algo
exista". En este marco, hablaremos del famoso GATO DE SCHRÖDINGER
y consideraremos las distintas concepciones que del Universo surgen en el
examen de esta realidad. Fundamentalmente, la interpretación de
COPENHAGUE y la tesis de los múltiples universos de EVERETT.

Finalmente, estaremos en condiciones de afrontar la última parte del


estudio del aspecto físico de este trabajo. Conociendo, al menos al nivel de las
ideas, las connotaciones del mundo subatómico, debemos ya preguntarnos sin
más dilaciones qué tiene que ver esto con nosotros en tanto que seres que
reflexionan y pretenden adecuar sus actos a pautas de comportamiento
racionales y ajustadas a lo que sea más conveniente para nosotros mismos.
Entonces tendremos que hablar de la CONSCIENCIA. NOS
PREGUNTAREMOS EN QUÉ MEDIDA EL FENÓMENO DE LO
CONSCIENTE ES PROPIO SÓLO DE LO VIVO O SI ES POSIBLE QUE
INTEGRE LA REALIDAD EN TODOS SUS NIVELES. Trasladaremos el
nivel de preguntas a la consciencia humana y trataremos de averiguar sus vías
de funcionamiento. Nos preguntaremos, en esencia, si cabe la posibilidad de que
sea un mecanismo mecánico-cuántico el que determine LO CONSCIENTE.
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Sólo en este momento podremos dejar el mundo de la Física y


adentrarnos, con el bagaje conseguido, en las consideraciones de la Filosofía
ética, o casi, por mejor decir, en la ÉTICO-POLÍTICA, EN UN INTENTO DE
DEJAR CONSTANCIA DE UNA TESIS RAZONABLE, que no una
demostración: la POSIBILIDAD DE UNA ÉTICA UNIVERSAL BASADA
EN EL CONOCIMIENTO DE LA NATURALEZA Y SUS MÁS
PROFUNDAS IMPLICACIONES.

LOS EXTRAÑOS MOVIMIENTOS DE LAS PARTÍCULAS.

a) SPIN.-

En el examen somero que hicimos de la Física Clásica, hablamos de


distintos principios rectores de la misma y de las leyes de conservación que se
derivan de éstos. Entre ellos, y como derivación del genérico principio de
conservación de la energía, recogía el principio de conservación del momento
angular. De una forma simple, definía dicho principio como la invariabilidad
del movimiento de rotación de un objeto sobre sí mismo si no existe una fuerza
exterior que altere el sistema al que pertenece.

Dentro del mundo subatómico, también se cumple este principio y se


puede hablar de un giro sobre sí mismas de las partículas. Sin embargo, las
características de este movimiento no son iguales a las que acompañan a la
rotación de los objetos cotidianos que nos rodean. El momento o movimiento
angular de las partículas subatómicas es llamado por los físicos "spin". El spin
es uno de los componentes esenciales del complejo entramado que caracteriza al
mundo cuántico. La primera gran diferencia, de resonancia extraña, entre lo que
ocurre dentro de lo que conocemos como "nuestro mundo" y el que ahora nos
ocupa, deriva de lo que hemos denominado spin de las partículas. Cuando un
objeto macroscópico gira sobre sí mismo 360, una vez que ha terminado el
movimiento, vuelve a ocupar su posición primitiva. Una partícula, por
ejemplo un electrón, necesita dar un giro de 720 para alcanzar su posición
originaria. La razón de esto no es fácil de explicar. Realmente, habría que
empezar por decir que hay algo de simplificación, que puede llevar a algún
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error, en el hecho de comparar el momento angular de los objetos


macroscópicos y el spin. Hay similitud entre ambos conceptos pero no son lo
mismo. Pero, en cualquier caso, e imaginándonos que hablamos de movimientos
idénticos, para comprender la diferencia en la culminación de un giro completo
en ambos marcos de referencia, podemos señalar que la doble "personalidad"
del electrón, su cualidad de ser onda y partícula, determina que al terminar un
giro de 360 exista una oposición entre las fases y vientres de la onda que se
inscribe en la realidad del electrón, de forma que sólo un doble giro permite
recuperar la posición de partida.

Reseñado esto, podría pensarse que, siendo la referencia interesante como


curiosidad, no parece más que una anécdota en orden al tema que nos ocupa.
Sin embargo, debe quedar claro desde ahora, que el tema del spin es
absolutamente transcendente a la hora de considerar no sólo este trabajo sino
cualquier intento de comprensión de lo que es la realidad física.

Los físicos dan valores al spin de las partículas, ya que no todas ellas
presentan unas mismas características al respecto. Normalmente, estos valores
se representan con números enteros o fraccionarios. Se habla de 1, 2, 3, 1/2, 2/3,
etc., como valor del spin de una partícula concreta, e incluso algunas partículas
no tienen spin ninguno.

Las partículas subatómicas pueden clasificarse desde numerosos puntos


de vista. Nosotros nos olvidaremos de todas las clasificaciones menos de una.
Ésta es la que se deriva precisamente de la consideración del spin de las
mismas. Si centramos la atención en esta clasificación no es si no por razones
obvias que quedarán claras a lo largo de estas páginas.

Pues bien, según su spin las partículas se clasifican en BOSONES y


FERMIONES . Los nombres que se les dan derivan del hecho de que, según su
spin, las partículas responden en su comportamiento a dos tipos estadísticos
diferentes. Los bosones responden a la estadística del tipo Bose-Einstein. Los
fermiones a la estadística tipo Fermi-Dirac. En ambas denominaciones se
conjugan los nombres de cuatro grandes físicos y responden a una esencial
diferencia de comportamiento en las interacciones, es decir, en los contactos y
colisiones entre partículas.

Los bosones son partículas elementales que al entrar en contacto entre sí


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se confunden y pierden su identidad. Un ejemplo típico de ellas son los fotones.


No hay posibilidad de lograr estructuras diferenciadas de los bosones. Los
bosones se mezclan entre sí y permiten coherencias superiores por su
indistinción. Frente a esto, no es posible conseguir la estructuración de los
mismos.

Los fermiones, por el contrario, no se confunden en las interacciones. Al


menos, en circunstancias normales. Una partícula fermión , al contactar con
otra, no pierde su identidad. Esto no significa que no se vea afectada por este
contacto. En alguna medida, también aquí hay transferencias entre las
partículas. Sin embargo, cada partícula surge la misma después de la interacción
y guarda su posición personal en el conjunto del espacio. Los fermiones
permiten así la formación de estructuras complejas y aparecen como los
verdaderos ladrillos del mundo que conocemos. No causará sorpresa conocer,
después de esto, que son fermiones los electrones, los protones y los neutrones.
Cada una de estas partículas ocupa su lugar y mantiene su esfera de realidad
frente a partículas similares.

Un físico dió un sencillo ejemplo para explicar el distinto


comportamiento de fermiones y bosones. Señaló un escenario de teatro y la
representación de una típica obra del tiempo clásico. Los asientos,
perfectamente alineados frente al escenario, son ocupados por los aficcionados y
una vez que la representación comienza, cada uno de los asistentes guarda un
respetuoso silencio ante los actores, manteniendo en todo momento su posición
dentro del patio de butacas. Este comportamiento sería el propio de un conjunto
de fermiones ocupando sus distintos niveles de energía y manteniendo su
posición frente a los demás.

Imaginémos ahora un concierto de rock que se inicia. Es posible que


hasta ese momento los espectadores hayan aguardado el comienzo del
espectáculo tranquilamente sentados en sus asientos. Sin embargo, una vez que
este empieza, es muy probable que se lancen hacia adelante y ocupen todos
juntos, disputándose el espacio, la estrecha franja que queda entre la primera fila
de butacas y el propio escenario. Dejan de ser un conjunto individualizado y se
convierten en una masa despersonalizada o con una personalidad única, como si
fueran un sólo individuo. Hay mucha más fuerza en el ejemplo segundo,
comportamiento de bosones, pero queda excluido cualquier intento de
estructuración para la creación de sistemas complejos.
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Guardemos en la memoria esta importante distinción, en el entendimiento


de que si, por un momento, los fermiones que se encuentran en la base de las
estructuras del Universo, dejaran de comportarse como tales y asumieran el rol
de bosones, todo lo que conocemos se colapsaría en una inmensa masa de
partículas indistintas.
b) LA INDETERMINACIÓN EN EL MOVIMIENTO DE LAS
PARTÍCULAS.-

Ya ha llegado el momento de hacer una de las típicas afirmaciones


cuánticas. Uno de esos extraordinarios mazazos que han derrumbado la ingenua
perfección del edificio construido por la Física Clásica. Como vimos en su
momento, el determinismo o predecibilidad del comportamiento físico del
movimiento era una de las más importantes consecuencias de la gran revolución
científica del Renacimiento. La culminación que supusieron las leyes de
Newton, colocaron al hombre ante una Naturaleza que, en principio y sin más
límites que los de la capacidad de computar datos, le era cognoscible en su
totalidad y en su evolución en el tiempo. En igualdad de condiciones de partida,
el movimiento debía ser el mismo si no había alteraciones exteriores sobre el
objeto que se movía durante la ejecución de dicho movimiento.

El mundo cuántico, y no olvidemos nunca que es el que nos constituye y


determina nuestra realidad si nos consideramos en el ámbito de lo más pequeño,
es totalmente ajeno a esta especie de organigrama prediseñado. Las partículas
subatómicas parecen comportarse exactamente como lo haría un ser consciente.
Si consideramos el movimiento de una de ellas, no podemos saber su evolución
en el tiempo aunque conozcamos la totalidad de las condiciones que presiden un
momento determinado de su existencia. La profundidad última de esta
afirmación la examinaremos detenidamente al tratar del principio de
incertidumbre de Heisenberg. Ahora, bástenos con decir que un electrón parece
decidir "arbitrariamente", es decir, como si tuviera posibilidad de escoger,
cuál será la forma de su conducta. Sólo si estudiamos un número considerable
de partículas, podemos obtener una razonable probabilidad de predecir cúal será
la media del movimiento de las mismas. Al aumentar el número de partículas a
valorar, se incrementa proporcionalamente la posibilidad de acertar la
predicción. Es lo mismo que ocurre en nuestro mundo cotidiano con las
estadísticas que reflejan con antelación cuál va ser el sentido del voto en unas
elecciones o el número de víctimas por accidente de automóvil durante un fin de
semana. Esto es tan asombroso que para documentarlo voy a recoger
literalmente un interesante texto que, al respecto, se contiene en la obra
"OTROS MUNDOS" del físico y profesor de matemáticas aplicadas, PAUL
DAVIES:
"Supóngase que se lanza una bola desde el lugar A y que ésta se mueve,
siguiendo una trayectoria, hacia otro lugar B. Al repetir la operación cabría
esperar que la bola siguiera exactamente la misma trayectoria (en la medida en
que las condiciones iniciales fueran idénticas). Esta propiedad también se
esperaba de los átomos y de las partículas que los constituyen, electrones y
núcleos. El sorprendente descubrimiento de la teoría cuántica fue que esto no
es así. Un millar de electrones distintos se trasladarán de A a B siguiendo un
millar de trayectos distintos. A primera vista parece como si el dominio de las
matemáticas sobre el comportamiento de la materia haya llegado a su fin,
vencido por el espectro de la anarquía subatómica. Es difícil excederse al
subrayar las inmensas consecuencias de este descubrimiento, pues, desde que
Newton descubrió que la materia se comportaba según reglas determinadas,
se contaba con aplicar alguna clase de reglas a todos los niveles, desde el
átomo hasta el cosmos. Ahora, sin embargo, parece que la ordenada disciplina
del mundo macroscópico de nuestra experiencia se desmorone en el caos del
interior del átomo.

Aunque, como veremos, el caos subatómico es en cierto sentido


ineludible, este caos, por su misma naturaleza, puede dar lugar a alguna clase
de orden. Para esclarecer esta enigmática afirmación, pensemos en un parque
rodeado por una cerca y con dos puertas localizadas en puntos opuestos, que
denominaremos A y B. Supongamos que el parque está situado en una vía
pública que se utilice con frecuencia, de manera que la gente tienda a entrar
por la puerta A, atravesarlo a pie hasta B y salir. Si registráramos los trayectos
de todos los visitantes del parque, pongamos en una hora, nos encontraríamos
con un diagrama como el de la siguiente figura. (ver gráfico número).

Lo característico es que la mayoría de los visitantes avance según, muy


aproximadamente, una línea recta que vaya de A a B. Algunos, con más tiempo
o vitalidad, pasean un poco hacia alguno de los lados y unos pocos (quizás los
que llevan perro o son todavía más vitales) se acercan a los límites del parque.
En ocasiones sueltas se presentará un trayecto muy arbitrario (quizás de un
niño). Lo que importa es que, en apariencia, las personas no se someten a
ninguna ley rígida del movimiento; se consideran a sí mismas libres para elegir
cualquier camino para cruzar el parque. En realidad, cualquier individuo
puede decidir mantenerse alejado del camino más corto. A pesar de esto,
cuando se estudia a un grupo lo bastante numeroso, es muy probable que haya
una concentración de trayectorias alrededor de la línea recta. Dados los
suficientes sujetos, surge una especie de orden, aun cuando por regla general
se quebrante la ley de andar en línea recta. La razón es que, cuando se estudia
una gran masa de personas, los caprichos y fantasías de los distintos
individuos se compensan y el comportamiento colectivo muestra un
inconsciente conformismo. La razón que subyace al conformismo concreto que
aquí nos ocupa es que las personas, por término medio, propenden a elegir la
vía más corta sin incurrir en altos niveles de actividad. El camino en línea
recta desde A a B es el camino del menor esfuerzo y de ahí que sea el seguido
con mayor frecuencia por cualquier peatón. Pero no tiene que ser así; se trata
de puras probabilidades.

El ejemplo de los paseantes por el parque es muy parecido al de las


partículas subatómicas, que también eligen toda una diversidad de trayectorias
desde A a B , aunque prefieren las que suponen menor esfuerzo. De forma que,
una vez más, las trayectorias tienden a agruparse alrededor del camino que
precisa menos esfuerzo. Al parecer, los electrones, lo mismo que los humanos,
no quieren esforzarse demasiado. Ahora bien, lo significativo del camino de
menor esfuerzo es que coincide con la trayectoria newtoniana: la trayectoria
que se calcula a partir de las leyes de Newton.

Volviendo al ejemplo de los paseantes por el parque, también podemos


observar otro rasgo interesante. Es más probable que sigan la línea recta los
individuos gordos, pesados, que no los ligeros (por ejemplo, los niños). Esto se
debe a que el esfuerzo adicional necesario para desplazar un cuerpo pesado
por una trayectoria serpenteante es mayor que en el caso de un cuerpo ligero.
Igual les ocurre a las partículas de materia inanimada: las pesadas, tales como
los átomos o los grupos de átomos, es más probable que se mantengan
próximas a las trayectorias del mínimo esfuerzo que los electrones. Cuando las
particulas son tan pesadas que son macroscópicas (por ejemplo, las bolas de
billar), entonces es sumamente improbable que se aparten de la trayectoria
newtoniana del mínimo esfuerzo más allá de una distancia infinitésima. Ahora
estamos en condiciones de entender por qué la anarquía atómica es coherente
con la disciplina newtoniana en lo que se refiere a los objetos ordinarios. Las
desviaciones de la ley están permitidas, pero son absolutamente diminutas
excepto a escala subatómica, de manera que normalmente no las percibimos.

Utilizando un principio matemático comparable a la aversión humana a


hacer esfuerzos innecesarios, la teoría cuántica permite calcular las
probabilidades relativas de todos los distintos trayectos que pueden seguir el
electrón o el átomo. Fundamentalmente, se calcula la acción necesaria para
que una partícula se mueva siguiendo un trayecto dado (lo que requiere una
definición precisa de acción) y se inserta en una fórmula matemática que
proporciona la probabilidad de la trayectoria. En general ,todas las
trayectorias son posibles, pero no todas son igual de probables".

"Resumiendo (uno de) los rasgos más significativos de la revolución


cuántica: encontramos que las leyes rígidas del movimiento son en realidad un
mito. La materia tiene permitido vagar errante de manera más o menos
aleatoria, sometiéndose a ciertas presiones, como es la aversión a hacer
demasiado esfuerzo. El caos absoluto, pues, se elude porque la materia es
perezosa al mismo tiempo que indisciplinada, de modo que, en un determinado
sentido, el universo elude la total desintegración gracias a la indolencia
inherente a la naturaleza. Si bien no es posible hacer ninguna afirmación
taxativa sobre ningún movimiento concreto, determinadas trayectorias son más
probables que otras, de tal forma que estadísticamente podemos predecir con
exactitud cómo se comportará una gran masa de sistemas similares. Aunque
estos extraños rasgos sólo resultan sobresalientes a escala atómica, es evidente
que el universo no es, a fin de cuentas, un mecanismo de relojería cuyo futuro
está absolutamente determinado. El mundo no está tan controlado por leyes
rígidas como por el azar. Además, las incertidumbres no son una mera
consecuencia de nuestra ignorancia de las condiciones iniciales, como se pensó
en otro tiempo, sino una propiedad inherente de la materia. Tan desagradable
le pareció a Einstein esta aleatoriedad inherente a la naturaleza que se negó a
creerla durante toda su vida, rechazando la idea con la famosa réplica: Dios
no juega con los dados! ".

Sobre esto tendremos que detenernos mucho más. Lo ya recogido en este


apartado nos pone en el ambiente extraordinarimente sorprendente del mundo
cuántico. Hablamos de partículas de materia inanimada en comparación con el
comportamiento de individuos!. No es acaso la arbitrariedad en el
comportamiento reflejo de la capacidad de decidir que tienen los seres
conscientes?. Son las partículas subatómicas conscientes?. Aún no estamos en
condiciones de enfrentarnos con esta impresionante pregunta. Sólo acabamos de
comenzar.
c) LOS SALTOS "CUÁNTICOS".-

Junto a la arbitrariedad en el movimiento de las partículas, que ataca


directamente al determinismo clásico, otra misteriosa faceta de la forma de
desplazamiento de las entidades cuánticas, pone en entredicho algo que nos es
tan usual como el principio de causalidad.

Para nosotros, el movimiento de los objetos que observamos no ofrece


ninguna sorpresa en su desarrollo mientras que podemos observarlo.
Habitualmente, asistimos a desplazamientos de un determinado objeto de un
punto a otro y en la evolución del mismo se aprecia una absoluta continuidad:
hay un desplazamiento en el espacio, se consume un tiempo en realizarlo y una
fuerza es la causante del mismo, al menos en principio. Los físicos hablan de
"movimiento uniforme a través del espacio y del tiempo como resultado de
un proceso de causa-efecto".

De muy distinta forma ocurren las cosas en el ámbito subatómico. Como


ha señalado un físico de Oxford, IAN AITCHINSON, la física cuántica es una
física de "montones" y de "saltos". Los "montones" ya los conocemos. No son
sino los "cuántos" de Planck. Los "saltos" aparecieron unos años después,
cuando NIELS BOHR demostró que los electrones pasan de un estado de
energía a otro por medio de "saltos cuánticos", cuya dimensión depende del
número de "cuántos" de energía que hayan absorbido o desprendido.

DANAH ZOHAR, en su libro "Consciencia cuántica", escribe al


respecto:

"El átomo original de Bohr, bastante desfasado ya en la actualidad pero


todavía útil para describir el efecto de los saltos cuánticos, era como un
diminuto sistema solar. Tenía en el centro, en el lugar del sol, un núcleo
comparativamente grande y varios electrones que le rodeaban siguiendo
órbitas individuales, cada una de las cuales representaba un estado de energía
dado que el electrón podía ocupar. Resultaba que no había razón alguna que
explicara cuándo un electrón podía saltar de una órbita a otra o qué dimensión
tendría el salto que pudiera llegar a dar. Todo lo que era predecible con
certeza consistía en que su recorrido podía ser desigual, y que la distancia
(diferencia de energía) que recorría era susceptible de medirse en cuanta..
La nueva descripción del movimiento como una serie de saltos
discontinuos constituyó uno de los cambios conceptuales más fundametales que
vieron la luz en la teoría cuántica. Fue algo así como sustituir la corriente
continua de la vida real por los silencios desiguales y rotos que constituyen
cada uno de los planos en que se subdivide una película. Además, la teoría nos
mostró que todo el movimiento -- incluso aquel que percibimos como uniforme
y continuo -- está estructurado como las fotografías fijas sucesivas que forman
una película. Y de la misma manera en que una película puede ocasionalmente
avanzar a saltos en el proyector, así también las partículas subatómicas pueden
saltar varios planos hacia delante evitando los pasos intermedios que podrían
parecernos más naturales".
d) TRANSFERENCIA REAL Y TRANSFERENCIAS VIRTUALES.-

Pero aún es más sorprendente la forma "fantasmagórica" que asume una


partícula en su movimiento. Hasta ahora hemos visto que el movimiento de un
electrón no es ni obligado ni causado. Es decir, viene aparentemente
determinado por el azar y no hay una causa que explique o justifique el que se
realice el mismo. Un electrón puede moverse a un nivel de mayor o menor nivel
energético, sin causa apreciable, y en este sentido se habla de la reversibilidad
temporal del mundo cuántico: las cosas pueden suceder en cualquier dirección
del tiempo o del espacio. Pero la posibilidad de comprender los movimientos
de las partículas, según nuestro centrado sentido común, reviste caracteres de
imposibilidad cuando éstos asumen una forma demencial: las cosas suceden
simultáneamente y en cualquier dirección al mismo tiempo.

Escribe Danah Zohar:

"Cuando un electrón, bajo la apariencia de onda de probabilidad, trata


de trasladarse de una órbita a otra, al principio se comporta como si estuviera
difuminado sobre una amplia región del espacio (BERNARD
D'ESPAGNAT), exhibiendo una especie de omnipresencia misteriosa en
numerosas órbitas. Va desplazando tentáculos temporales hacia su propia
estabilidad futura por la vía de probar -- al mismo tiempo -- todas las posibles
nuevas órbitas en las que podría finalmente aterrizar, a la manera en que
nosotros podríamos someter a prueba una nueva idea presentándonos
escenarios imaginarios donde se nos mostraran sus muchas posibles
consecuencias.

A estos tentáculos temporales se les denomina en la teoría cuántica


transiciones virtuales, mientras que la transición final del electrón a un hogar
nuevo y permanente se llama transición real".

Sobre el significado de estas transiciones, dice el físico cuántico DAVID


BOHM:

"Algunas transiciones permanentes (es decir, conservadoras de energía)


son denominadas transiciones reales, para distinguirlas de las así llamadas
transiciones virtuales, que no conservan energía y que deben, por tanto,
invertirse antes de que vayan demasiado lejos. Tal terminología es poco
afortunada, porque implica que las transiciones virtuales no tienen efectos
reales. Por el contrario, son a menudo de la mayor importancia puesto que un
gran número de procesos físicos son el resultado de las así llamadas transiciones
virtuales ".

Para intentar dar una idea de lo que con esto se quiere decir, recojo un
simpático ejemplo de la físico Danah Zohar:

"La situación es un poco como la de una joven protegida, presentada


finalmente en sociedad al alcanzar la mayoría de edad. Previamente, e igual
que si se tratara de un sueño, se siente extrardinariamente excitada ante las
ofertas de matrimonio que le hacen varios pretendientes. Ante ella se ha
abierto todo un mundo de posibilidades y, como es natural, pretende entregar
lo mejor de sí misma para llevar a cabo un matrimonio feliz con el hombre de
sus sueños. En el mundo real (el mundo de la realidad cotidiana) se vería
obligada a estudiar todas estas posibilidades una por una, citando quizás a
cada uno de los pretendientes varias veces antes de sentir con certeza que ha
elegido justamente al mejor de ellos. Pero en el mundo cuántico, esta joven
aturdida simplemente elegiría a todos los pretendientes, y a todos a la vez,
llegando incluso hasta el punto de crear un hogar con cada uno de ellos
simultáneamente. Si sus escandalizados progenitores desearan escribirle con el
fin de darle una reprimenda por esta conducta disoluta, se hubieran
encontrado con que era imposible recibir de ella una respuesta definitiva.
Deberían enviarle cartas por duplicado a todas sus nuevas direcciones, desde
el momento en que ella se encuentra en todas ellas a la vez. Y si los nidos de
amor de la joven estuvieran lo suficientemente próximos unos de otros, podría
llegar a encontrarse en los balcones de las fachadas de las casas y saludarse
a sí misma!.

Por supuesto, al final, y después de haber investigado por completo sus


posibilidades, la joven se centraría, se casaría y viviría en un hogar con sólo
uno de los pretendientes, pero no sin haber dejado trazas de su paso por
aquellos alrededores de los lugares donde había estado ocupando residencias
temporales. Los vecinos podrían acordarse de haberla visto y preguntarse a sí
mismos qué habría sido de ella; y, si la naturaleza había seguido su curso
habitual, podrían hacer su aparición descendientes de los numerosos enlaces
temporales que, a su vez, crecerían para influir sobre el mundo. (...pues un
gran número de procesos físicos son el resultado de estas transiciones virtuales
-- David Bohm --)".

Estrechamente relacionado con este fenómeno se encuentran otros dos de


los aspectos más espectaculares del mundo cuántico: las partículas fantasma y
el efecto túnel. Las partículas fantasma son llamadas así porque surgen de
pronto de la nada (ex nihilo ). Vuelven a desaparecer rápidamente, pero pueden
producir efectos en el mundo cuántico existente. Con el nombre de efecto túnel
se hace referencia a una curiosa capacidad de las partículas que les permite
alcanzar objetivos que, en principio, están fuera de sus posibilidades. Es como
si un individuo que trata de pasar al otro lado de una montaña y está subiendo
hacia la cima para bajar después, se encontrara con que carecía de fuerzas para
llegar hasta el final y optara por atravesar la montaña y emerger así, por el
camino más corto, al otro lado. Un ejemplo típico del efecto túnel ha permitido
en la actualidad comprender la forma en que se produce la energía de las
estrellas, es decir, la fusión nuclear, y nos indica que nuestro mundo no es tan
ajeno como creemos a las "travesuras" de las partículas. Resumidamente, a
pesar de las grandes temperaturas que existen en el interior del sol, el fenómeno
de fusión de dos núcleos de hidrogeno en uno de helio, para vencer la enorme
fuerza de repulsión entre partículas de la misma carga y ponerlas a todas al
alcance de la fuerza nuclear fuerte, es necesario una temperatura bastante
superior a la que realmente se produce. La física clásica no podía dar una
explicación suficiente de este fenómeno. La teoría cuántica sí, ya que ha
descubierto que la fusión se produce gracias al efecto túnel o "atajo" prohibido,
que permite suplir el defecto de temperatura.
EL PRINCIPIO DE INCERTIDUMBRE DE HEISENBERG

La complementariedad y las anomalías que, desde nuestro punto de vista,


se observan en el mundo subatómico, no son una mera colección de anécdotas
de sólo interés para curiosos de excentricidades de la Naturaleza. En realidad,
todo lo que afecta al movimiento implica profundamente a la vida. Desde que
comenzamos este camino en la intención de acercarnos a aquellas interrrogantes
que más nos acucian en tanto que seres que se preguntan por sí mismos y su
destino, el movimiento ha ocupado el lugar preferente en el protagonismo de la
investigación. Comenzamos reseñando las reflexiones que acerca del
movimiento se hicieron los primeros pensadores europeos. Descubrimos la
enorme trascendencia que tuvieron los descubrimientos que, en torno a la
verdadera causa del movimiento, alcanzaron los científicos del Renacimiento.
Con Einstein, quedó vinculado el tiempo al movimiento y al espacio.
Desapareció el ingenuo espejismo de un sistema de coordenadas inercial, ante la
imposibilidad de descubrir el reposo absoluto. El movimiento lo envolvía todo.
No obstante, el espacio-tiempo se configuraba como nuevo espejo en el que
conseguir la ansiada objetividad en la descripción de los hechos del Universo.
Aunque la posterior aparición del universo en expansión hizo reaparecer la
crisis, la singularidad, consecuencia última de la teoría general de la relatividad,
posibilitaba, al menos, creer en un Universo predecible.

El mundo cuántico, sin embargo, se opone definitivamente a este deseo


de mensurabilidad. La vida es puro movimiento. Las excentricidades de las
partículas cuestionan frontalmente el espejismo de una realidad determinada y
ordenada en un continuo de sucesos encadenados por la ley de la causalidad. Ha
llegado el momento de afrontar la primera gran consecuencia de la "algarabía"
cuántica, de esa hirviente mezcolanza de posibilidades y realidades finalmente
confirmadas. Hablamos, pues, de un mundo impredecible e incierto en el que no
es posible conocerlo todo. Concentrar nuestra atención y fijar una de las
características de la realidad supone inevitablemente perder la posibilidad de
conocer el otro aspecto de la misma. Impulso y posición, energía y tiempo, son
aspectos de la realidad cuántica que no se pueden contemplar simultáneamente.
Es más, no podemos conocer en su integridad la realidad y debemos afrontar si
nuestra incapacidad es fruto de una mera insuficiencia técnica, como creía
Einstein, o reside en algo mucho más radical, la naturaleza esencialmente
incierta del Universo, como cree la interpretación cuántica mayoritaria.
El Principio de incertidumbre de Heisenberg constituye uno de los
pilares básicos de la llamada mecánica cuántica y sus más importantes figuras
científicas. El desarrollo de las más apasionantes de las cuestiones surgidas de
la nueva visión científica se debieron a los llamados científicos de segunda
generación. Científicos que ya tenían asentada en su formación los decisivos
descubrimientos de principio de siglo. Para ellos, entre los que destacan
especialmente Bohr, Heisenberg y Schrödinger, "la propia realidad
fundamental es esencialmente indeterminada" y "no existe alguna cosa clara,
prefijada, por debajo de nuestra existencia cotidiana". "Cualquier cosa que se
refiera a la realidad es y continúa siendo un asunto de probabilidades".

Estas son afirmaciones radicales y de enorme trascendencia. Suponen un


vuelco total en la visión del mundo y llevan inevitablemente a una pregunta
recurrente, que surge una y otra vez en la contemplación de "lo cuántico", y que
sólo más tarde afrontaremos de pleno: cómo puede algo existir?. Según la
visión cuántica, "donde las bases esenciales de la realidad según la conocemos
consisten exactamente en tan numerosas posibilidades, topamos con el
problema central incontestado de la mecánica cuántica: cómo puede cualquier
cosa de este mundo llegar alguna vez a convertirse en algo real, o prefijado?. Se
trata exactamente del dilema opuesto al suscitado por el universo mecánico de
Newton, en el que no existe oportunidad alguna para lo nuevo. Leyendo a
Newton debemos hacernos la siguiente pregunta: cómo puede alguna cosa
suceder alguna vez?. En la interpretación de la mecánica-cuántica realizada por
Bohr y Heisenberg, el gran problema se convierte en éste:cómo puede alguna
cosa existir alguna vez?" (Zohar).

Einstein se negó a aceptar este punto de vista y se obstinó en mantener la


visión de un Universo ordenado y predecible, cuyo reflejo perfecto era la
relatividad general. Como señala JOHN BOSLOUGH, en su libro "El
Universo de Stephen Hawking", "los físicos se han mostrado incapaces de
conciliar este sistema (el que se deriva de la observación de lo cuántico) con la
visión del Universo propuesta por la relatividad general. La relatividad general
permite la existencia de un punto perfecto como la singularidad en el comienzo
del tiempo, posibilidad que, en cambio, no es admisible por la mecánica
cuántica, debido a que según este sistema no puede definirse simultáneamente la
localización, la velocidad y el tamaño de ninguna partícula única o
singularidad".

Antes de ocuparnos más en detalle del principio de incertidumbre,


conviene que nos detengamos en la consideración de la extraordinaria riqueza
de posibilidades que a la vida aporta la nueva visión cuántica. Con ello va ya
configurándose una vía en la que estas cuestiones no están tan lejos de lo que
consideramos nuestro ámbito esencial de preocupaciones. Las preciosas
perspectivas que se abren pueden, de momento, anunciarse con el siguiente
texto de la físico ya citada varias veces, Danah Zohar:

"Por ahora, la indeterminación cuántica es, cuando menos, una


poderosa manera metafórica de percibir la realidad. Al nivel de lo cotidiano,
podemos ver el Principio de Incertidumbre y el Principio de
Complementariedad -- la dualidad onda-partícula -- ofreciéndonos una
elección entre diferentes maneras de observar el mismo sistema. Por ejemplo,
podemos pensar que las ondas son ondulaciones masivas de la superficie del
mar, o podemos considerar que se trata de partículas (moléculas) de agua
individuales alteradas. Podemos considerar que una nación es una entidad viva
con sus propias características, sus rasgos distintivos y su historia, o podemos
dividirla en ciudades individuales, edificios y gentes.

Si llevamos la metáfora aún más lejos, podemos pensar en los ladrillos


que constituyen los edificios o en las células que conforman el cuerpo humano,
o incluso en la estructura molecular o atómica de cada uno de ellos. Diferentes
clases de objetos pueden observarse con una mayor claridad desde diferentes
perspectivas, y quién es el que puede decidir cuál de ellas es la más
fundamental? Qué o cuál existe más auténticamente?.

La teoría del campo cuántico nos lleva incluso más allá de la muerte de
Newton y del universo silencioso, proporcionándonos un cuadro vivo del fluido
dinámico que descansa en el corazón de un ser indeterminado. Aquí, incluso
aquellas partículas que se manifiestan a sí mismas como seres individuales, lo
hacen únicamente brevemente.

A suficiente frecuencia, las partículas energéticas pueden nacer a partir


de un fondo de energía pura (ondas), existir durante un brevísimo momento, y
disolverse a continuación de nuevo en otras partículas o regresar al fondo
energético del que habían surgido, a la manera en que uno observa las
trayectorias de corta vida en una sencilla cámara de vapor de agua de Wilson,
que aparentemente no se originan en ninguna parte, atraviesan un corto
espacio en la niebla y, finalmente, vuelven a desaparecer de nuevo. Se
conservan algunos de los elementos momentáneos, propiedades de las
partículas elementales (la masa, la carga, la órbita), pero el número y la clase
de las partículas no son constantes. Lo mismo que el aumento o la disminución
de la población de una nación, o la construcción y el declive de sus ciudades o
edificios determinados, esa permanencia está reservada a conservar el
equilibrio global de todo el sistema.
Esta pincelada gráfica de la emergencia y el retorno, o del comienzo y el
cese, de las partículas subatómicas determinadas a nivel cuántico de realidad
posee profundas implicaciones por lo que se refiere a la manera en que
nosotros mismos consideramos a la naturaleza y la función de personalidades
determinadas, o a la supervivencia del ego individual".

Pero qué significa exactamente el principio de incertidumbre? Según


el mismo, las descripciones del ser en ondas y en partículas con precisión se
excluyen la una a la otra. Mientras "ambas" son necesarias para conseguir una
comprensión completa de lo que es el ser, sólo "una de ellas" está disponible de
una forma exacta en un momento dado. De la misma manera, podemos medir la
posición de algo como, por ejemplo, un electrón cuando se manifiesta a sí
mismo como partícula, o podemos medir su impulso (su velocidad) cuando se
expresa en forma de onda, pero no podemos de ninguna manera conseguir una
precisa medida de ambos, exactamente al mismo tiempo.

Para explicar sencillamente dónde radica la diferencia, los físicos suelen


emplear un ejemplo denominado del "pájaro deslumbrado". En esencia, consiste
en constatar la imposibilidad de estudiar completamente un pájaro durante la
noche, pues si queremos estudiar su comportamiento deberemos no perturbar su
tranquilidad con ruidos y luces, para que se mantenga en su actividad cotidiana.
Sin embargo, al no iluminarlo no podemos estudiar su morfología. Si por el
contrario, iluminamos la escena, podremos ver con exactitud su forma y colores,
pero su comportamiento quedará perturbado por nuestra intromisión.

El ejemplo del pájaro deslumbrado centra ya la cuestión fundamental del


principio de incertidumbre: es sólo una insuficiencia técnica para la
observación la que no nos permite contemplar ambos aspectos de la realidad al
mismo tiempo?, o, por el contrario, la realidad no nos es accesible en su
integridad porque intrínsecamente es incierta?

Es necesario profundizar en esta cuestión y para ello debemos dejar los


ejemplos y las metáforas y acercarnos a los problemas de la observación de la
realidad cuántica. Aparece ya aquí otro tema central de la problemática
cuántica: la perturbación de lo observado por el observador. Sigamos a Paul
Davies en su obra "Otros mundos":

" Cuando observamos Júpiter, los fotones de luz solar reflejados en los
átomos de su atmósfera atraviesan los varios cientos de millones de kilómetros
del epacio interpuesto, penetran en la atmósfera de la Tierra y chocan con las
células retinianas, desalojando electrones de los átomos allí situados. Esta
mínima perturbación da lugar a una pequeña señal eléctrica, que una vez
ampliada y conducida al cerebro, proporciona la sensación Júpiter De ahí se
deduce que a través de esta cadena, las células cerebrales están ligadas por
fuerzas electromagnéticas a la atmósfera de Júpiter. Si la cadena de
interacciones se amplía mediante el uso de telescopios, nuestro cerebro está en
conexión con la superficie de las estrellas situadas a miles de millones de años
luz.

Un rasgo importante de cualquier tipo de interacción es que si un


sistema perturba a otro, lo que da lugar a que se registre su existencia,
inevitablemente habrá una reacción recíproca sobre el primer sistema, que a
su vez resulta afectado. El principio de acción y reacción (tercera ley del
movimiento de Newton) es conocido por las mediciones rutinarias de la vida
cotidiana". Así, "si deseamos medir la temperatura de un líquido caliente, sirve
introducirle un termómetro, pero la presencia del termómetro hará que el calor
fluya del líquido al termómetro hasta ponerlos a una misma temperatura. Por
tanto, el líquido se enfriará algo, de modo que la lectura que haremos de la
temperatura no será la temperatura original del líquido, sino la del sistema una
vez perturbado".

Ahora bien, "si se conocen las leyes físicas, aunque la medición u


observación conlleve necesariamente una perturbación del objeto a examinar,
esta perturbación puede calcularse con exactitud y descontarse al deducir el
resultado. Así, la medición de la temperatura de un líquido es corregible si se
conocen las propiedades térmicas del termómetro y su temperatura inicial. En
un mundo donde todos los movimientos de los átomos están rigurosamente
determinados por leyes matemáticas es posible, al menos en principio, tener en
cuenta incluso las perturbaciones más ínfimas del proceso de medición".
Además, "con suficiente ingenio y habilidad tecnológica es posible, según la
teoría newtoniana, reducir las perturbaciones inoportunas a una cuantía
arbitrariamente pequeña".

"Mientras la ciencia se ocupó de objetos macroscópicos, poca atención


se prestó a los límites de la mensurabilidad, pues en los experimentos
prácticos nunca se alcanzaban las proximidades de tales límites. La situación
cambió alrededor de comienzos del siglo, cuando quedó bien asentada la teoría
atómica de la materia y se comenzaron a investigar las partículas subatómicas
y la radiactividad. Los átomos son tan delicados que fuerzas increíblemente
diminutas desde el punto de vista ordinario, pueden ocasionarles, sin embargo,
perturbaciones drásticas. Los problemas de llevar a cabo cualquier clase de
medición sobre un objeto de un tamaño de tan sólo diez mil millonésimas de
centímetro y que pesa una billonésima de una billonésima de gramo, sin
destruirlo, no digamos sin trastornarlo, son formidables".

"Podemos considerar sencillamente el problema de cómo cerciorarse de


dónde está localizado un determinado electrón. Es evidente que es necesario
enviar alguna clase de sonda para que lo localice, pero cómo hacerlo sin
perturbarlo o, al menos, perturbándolo de una manera controlada y
determinable? Una forma directa sería tratar de ver el electrón utilizando un
potente microscopio (con independencia del problema que aquí se trata, no hay
microscopio en el mundo que pueda ver un electrón), en cuyo caso la sonda
utilizada sería la luz. Al igual que en el caso de Júpiter, pero en un grado
incomparablemente mayor al tratarse de un electrón, la iluminación ejercería
una perturbación como consecuencia de su presión. Si enviamos una onda
luminosa la partícula retrocederá. El problema no es grave si podemos
calcular con qué velocidad y en qué dirección se alejará el electrón al
retroceder, pues entonces, conociendo la situación en un momento
determinado, será una pura cuestión de cálculo deducir dónde estará la
partícula en un instante posterior".

Para comprender la imposibilidad de obtener un resultado satisfactorio, los


físicos hacen las siguientes observaciones:

a) Para conseguir una buena imagen en el microscopio es necesario tener


grandes lentes en el objetivo. Si no, la luz, al ser una onda, no pasará por la
abertura sin distorsionarse. El problema, en este caso, es que las ondas de luz
rebotan en los lados de las lentes e interfieren el rayo original, con la
consecuencia de que la imagen se emborrona y pierde resolución. Es necesario
utilizar una abertura mucho mayor que el tamaño de las ondas (es decir, que la
longitud de onda). Esta es la razón de que los radiotelescopios deban ser mucho
mayores que los telescopios ópticos, ya que las longitudes de las ondas de radio
son muy grandes. De esto se deduce, que para ver adecuadamente un electrón
deberíamos utilizar un gran microscopio o una longitud de onda muy pequeña,
pues en caso contrario la imagen sería demasiado borrosa para permitir medir
con exactitud su localización.

b) De otra parte, la necesidad de utilizar una longitud de onda muy


pequeña, se comprende con claridad si tenemos en cuenta el hecho
habitualmente visible en la orilla del mar de que cuando las grandes olas
tropiezan con un poste o un muelle, se separan momentáneamente al chocar con
el obstáculo, pero vuelven a unirse detrás de él para proseguir relativamente
inalteradas. De manera que la forma de la ola y, por lo mismo, de una onda de
gran tamaño, transporta muy poca información sobre la localización y forma del
poste. Algo similar ocurre con las ondas de luz: para ver un objeto hay que
utilizar ondas cuya longitud sea similar o menor que el tamaño del objeto en
cuestión. En otro caso, el electrón sería rodeado, la onda se cerraría sobre sí
misma y el observador que recoge la sonda de luz enviada para localizar la
partícula, vería frustrado su intento. Para localizar un electrón se deben utilizar,
pues, ondas de la longitud más corta posible (por ejemplo, rayos gamma).

c) Pero es ahora cuando la naturaleza cuántica de la luz desempeña un


papel de crucial importancia. Según la misma, la luz también tiene un
componente corpuscular, de forma que existe en paquetes o cuantos llamados
fotones. El fotón no está concentrado en un lugar, sino que se extiende por toda
la onda. La naturaleza corpuscular del fotón sólo se manifiesta en el modo en
que interacciona con la materia. Ahora bien, la energía y el impulso que
transporta un fotón disminuyen en proporción inversa a su longitud de onda, lo
que conlleva que las partículas energéticas que componen las ondas de radio
sean entidades inmensamente débiles, mientras que la luz, y especialmente los
rayos gamma, tengan mucha más "pegada".

d) Esto nos plantea un rompecabezas cuando tratamos de ver un electrón,


puesto que la necesidad de utilizar radiaciones de longitud de onda muy
pequeñas, para eludir el emborronamiento de la imagen, entraña aceptar el
violento retroceso consiguiente al empuje de estos enérgicos cuántos. Nos
vemos, pues, obligados a escoger entre exactitud de la localización y
perturbación del movimiento del electrón. El dilema resultante es que, para
determinar exactamente la cuantía del retroceso, precisamos conocer el ángulo
exacto en que el electrón rebota, y esto sólo puede conseguirse utilizando un
microscopio de abertura muy estrecha. Pero, como ya se ha visto, esta estrategia
tendrá como consecuencia una imagen borrosa y una pérdida de información
sobre la posición del electrón. Tampoco ayudará a reducir el retroceso el uso de
ondas mayores (menos energéticas), pues entonces estaríamos obligados a
utilizar microscopios de mayor abertura para evitar la confusión de las ondas, lo
que inevitablemente aporta una mayor inseguridad a la medición del ángulo.

Otro de los aspectos del principio de incertidumbre de Heisenberg, viene


referido a los conceptos energía y tiempo. Al efecto, escribe el profesor
Davies:

"..., supongamos que queremos determinar la energía de un fotón de luz.


De acuerdo con la hipótesis cuántica original de Planck, la energía de un fotón
es directamente proporcional a la frecuencia de la luz: al doble de frecuencia
corresponde el doble de energía. Un procedimiento práctico de medirla
consiste, pues, en medir la frecuencia de la onda luminosa, lo que puede
hacerse contando el número de oscilaciones (es decir, de crestas y vientres de
la onda) que pasan en un determinado intervalo de tiempo. Para la luz visible
es grandísimo: alrededor de mil billones por segundo. Para que la operación
tenga éxito es menester evidentemente que al menos se produzca una oscilación
de la onda, y a ser posible varias, pero cada oscilación requiere un intervalo
de tiempo determinado. La onda debe pasar desde la cresta al vientre y de
nuevo a la cresta. Medir la frecuencia de la luz en una fracción de tiempo
inferior a ésta es a todas luces imposible, incluso en teoría. En el caso de la luz
visible, la duración necesaria es muy breve (una milbillonésima de segundo).
Las ondas magnéticas con longitudes de onda mayores y menor frecuencia,
tales como las ondas radiofónicas, pueden precisar algunas milésimas de
segundo para cada oscilación. Consiguientemente, los fotones de las ondas de
radio tienen muy poca energía. Por el contrario, los rayos gamma oscilan
centenares de veces más deprisa que la luz y la energía de sus fotones es
cientos de veces mayor.

Estas sencillas consideraciones ponen de manifiesto que existe una


fundamental limitación de la exactitud con que puede medirse la frecuencia, y
por tanto la energía, en un intervalo dado de tiempo. Si la duración es menor
que un ciclo de la onda, la energía queda muy indeterminada, por lo que hay
una relación de incertidumbre que vincula la energía y el tiempo que es
idéntica a la relación ya expuesta entre posición e impulso. Para conseguir
una exacta determinación de la energía, es necesario hacer una larga
medición, pero si lo que nos interesa es el momento en que sucede un
acontecimiento, entonces una determinación exacta sólo puede hacerse a
expensas del conocimiento sobre la energía. Hay aquí, pues, un equilibrio entre
información sobre la energía e información sobre el tiempo similar a la mutua
incompatibilidad entre la posición y el movimiento. Esta nueva incertidumbre
tiene consecuencias de lo más espectaculares".

" Una consecuencia inmediatamente perceptible de la relación de


incertidumbre energía-tiempo se refiere a la calidad de la luz que emiten los
átomos...., los colores que irradian las distintas sustancias vienen determinados
por el espaciado de los niveles atómicos de energía, y esto permite a los físicos
identificar los distintos productos químicos con la mera observación de su
espectro luminoso. Un típico espectro, por ejemplo, de un tubo fluorescente
lleno de gas, presenta una serie de rayas bien marcadas que representan las
distintas frecuencias (es decir, las energías) de la luz que emana ese tipo de
átomos.Cada raya la producen fotones con una energía determinada que se
emiten cuando los electrones de los átomos de gas saltan de los niveles
superiores a los inferiores.

Hay en estas rayas un importante detalle que ilustra maravillosamente la


relación de incertidumbre energía-tiempo. La emisión de un fotón individual
ocurre cuando un electrón es empujado (por ejemplo, por una corriente
eléctrica) a un nivel energético superior, de modo que el átomo pasa
transitoriamente por un estado de excitación. Pero el estado de excitación sólo
en parte es estable y pronto los electrones vuelven al estado más cómodo de
baja energía. La duración del estado de excitación depende de varios factores,
como son la distribución de los demás electrones y la diferencia energética
entre los estados, y oscila enormemente entre una millonésima de billonésima
de segundo y una milésima de segundo e incluso más. Si la duración es muy
corta, entonces la relación de incertidumbre tiempo-energía exige que la
energía de los fotones emitidos no esté muy bien definida. Desde el punto de
vista del observador, esto significa que una masa de átomos idénticamente
excitados no producirá, al retornar a su estado anterior, fotones idénticos. Por
el contrario, la masa de fotones variará en cuanto a energía y por tanto en
frecuencia. Al mirar la luz de millones de átomos, el observador no ve un color
exactamente definido, sino una mancha de color concentrada alrededor del
centro de la raya espectral. Las mismas rayas, por tanto, no son del todo
claras, sino de bordes borrosos, y su anchura está directamente relacionada
con la duración del estado de excitación atómica. Así pues, un estado de corta
duración da una raya ancha debido a que los fotones tienen una energía muy
incierta, mientras que una raya estrecha indica una larga duración y una
cantidad de energía bastante definida. Midiendo el ancho de las rayas los
físicos pueden deducir la duración del correspondiente estado de excitación.

Una de las consecuencias más notables de la relación de incertidumbre


energía-tiempo es la transgresión de una de las más apreciadas leyes de la
física clásica. En la vieja teoría newtoniana de la materia, la energía se
conserva rigurosamente. No hay manera de crear ni de destruir energía, si bien
puede transformarse de una a otra forma. Por ejemplo, un hornillo eléctrico
transforma la energía eléctrica en calor y luz; una máquina de vapor
transforma la energía química en energía mecánica, y así sucesivamente.
Cualquiera que sea el número de veces en que se transforme o divida, sigue
habiendo la misma cantidad total de energía. Esta ley fundamental de la física
ha desmantelado todos los intentos de inventar el perpetuum mobile -- la
máquina que funcione sin combustible -- , pues es imposible sacar energía de la
nada.
En el terreno cuántico, la ley de la conservación de la energía resulta
discutible. Afirmar que la energía se conserva nos obliga, al menos en
principio, a poder medir con exactitud la energía que hay en un momento y en
el siguiente, para comprobar que la cantidad total se ha mantenido invariable.
Sin embargo, la relación de incertidumbre energía-tiempo exige que los dos
momentos en que se comprueba la energía no deban ser demasiado próximos, o
bien habrá cierta indeterminación en cuanto a la cantidad de energía. Esto
abre la posibilidad de que en períodos muy breves la ley de la conservación de
la energía pudiera quedar en suspenso. Por ejemplo, podría aparecer energía
espontáneamente en el universo, siempre que volviera a desaparecer durante el
tiempo que concede la relación de incertidumbre. Hablando en términos
pintorescos, un sistema puede tomar prestada energía según un arreglo
bastante especial: la debe devolver en un plazo muy breve. Cuanto mayor sea
el préstamo, más rápida ha de ser la devolución. A pesar del limitado plazo del
préstamo, veremos que durante su duración es posible hacer cosas
espectaculares con la energía prestada.

Dado que nos ocupamos de sistemas subatómicos, las cantidades de


energía en cuestión son muy pequeñas para los estándares cotidianos. No hay
posibilidad, por ejemplo, de hacer funcionar una máquina a base de energía
prestada, como era la ilusión de los inventores medievales. La energía que
emite una luz eléctrica en un segundo sólo puede ser tomada prestada, gracias
al principio de incertidumbre, durante una billonésima de billonésima de
segundo. Dicho de otro modo, el mecanismo de préstamo cuántico sólo
asciende a una fracción de la emisión de una lámpara eléctrica
correspondiente a un uno seguido de treinta y séis ceros.

En el terreno subatómico las cosas son distintas porque las energías son
mucho menores que en la vida diaria y hay tanta actividad que incluso períodos
de tiempo que son absolutamente diminutos para nosotros permiten que
ocurran muchas cosas. Por ejemplo, la energía necesaria para elevar un
electrón a un estado atómico excitado es tan pequeña que puede tomarse
prestada durante varias milésimas de billonésimas de segundo. Puede que
parezca tratarse de un período no muy largo, pero permite importantes efectos.
Si un fotón encuentra un átomo, puede ser absorbido, provocando que el átomo
se excite al pasar un electrón a un nivel energético superior. Si el fotón no tiene
la bastante energía para elevar el electrón, el déficit puede tomarse prestado,
lo que permite que la excitación ocurra temporalmente. Si el déficit energético
no es demasiado grande, el préstamo puede ser bastante largo, tal vez de una
milbillonésima de segundo. Este tiempo es lo bastante largo para que el
electrón gire alrededor del átomo y en cualquier caso es comparable a la
duración del estado de excitación. El resultado es que, cuando se devuelve el
préstamo y el fotón es remitido, el átomo ha estado excitado el suficiente
tiempo para reordenar su forma, de manera que el fotón emitido no lo será en
la misma dirección del primero. Esto cabe describirlo diciendo que el fotón
entrante ha sido desviado por el átomo hacia otra dirección.

Cuanto más se aproxima el fotón a la energía exacta necesaria para


elevar el electrón al estado de excitación, menor es el préstamo y mayores la
duración y el efecto dispersante. Puesto que la energía es proporcional a la
frecuencia, que a su vez es una medida del color de la luz, de ahí se deduce que
los distintos colores se dispersarán en distinto grado. Por eso, hay materiales
que son transparentes a unos colores y a otros no, de manera que se ven
coloreados al mirar a su través. La dispersión preferencial de la luz de
frecuencia alta explica por qué el cielo es azul: la luz blanca del sol contiene
muchas frecuencias entremezcladas. Las frecuencias altas corresponden a los
colores como el azul y el violeta, las frecuencias bajas al verde y al rojo.
Cuando la luz del sol choca con los átomos del aire en la alta atmósfera, parte
de la luz azul se desperdiga coloreando el cielo y la restante luz, a la que se le
ha robado su azul, es rica en frecuencias bajas, por lo que aparece amarilla.
Esta es la razón de que el Sol sea de color amarillo. Cuando se ve cerca del
horizonte, la mayor profundidad de la capa de aire que atraviesa la luz
multiplica este efecto, aumentando la disipación de las frecuencias bajas, y el
Sol adopta un color rojizo".
Lo que hasta ahora se ha descrito, permite comprender las dificultades
técnicas de observación del mundo cuántico. Ni aún considerando potentísimos
microscopios que nos permitieran descender a observaciones de tamaños tan
diminutos, parece posible salvar el obstáculo de la perturbación que la propia
acción del observador produce en lo observado. La propia naturaleza del tiempo
y su relación con la energía, nos impiden abarcarlos conjuntamente con
precisión. Pero, el problema es aún más trascendente y aún no queda respondida
la pregunta antes formulada sobre si la naturaleza es básicamente incierta o sólo
nos encontramos con dificultades técnicas para la observación. Las dos tesis
podrían formularse así:

Primera tesis: La Naturaleza tiene una realidad objetiva y plenamente


definida y sólo es un problema técnico de observación el que nos impide
determinarla. Esta es la tesis de Einstein, el que la sostuvo durante toda su
vida y que, como veremos enseguida, trató de argumentar ideando un
procedimiento que permitiría fijar la posición y el impulso de una partícula, una
vez que el avance técnico pudiera hacer posible determinadas mediciones.
Segunda tesis: La Naturaleza es intrínsecamente incierta y no es
posible conocer simultáneamente los dos aspectos de la misma, necesarios
ambos para su comprensión, por la razón de que ambos no se dan al mismo
tiempo. Esta es la interpretación clásica, o de Copenhague, de la mecánica
cuántica. Está plenamente integrada en la complementariedad de la realidad. Si
la Naturaleza se manifiesta en el ámbito de lo potencial, fuente múltiple de
posibilidades, asume su naturaleza ondulatoria y es puro movimiento, sin que
tenga sentido hablar entonces de algo como "posición en el espacio". Si, por el
contrario, la realidad potencial se concreta en una de las posibilidades que
integran la onda que la constituye, habrá una posición pero se perderá la riqueza
del impulso.

Las posibilidades técnicas de hacer frente al experimento ideado por


Einstein, no se dieron con plenitud hasta el año 1982. Muchos físicos piensan
que de haber podido observar Einstein el resultado de su propia idea, habría
cambiado totalmente su visión de este problema. Pero el estudio de esta
fascinante discusión está plenamente vinculado al, para la finalidad de estas
páginas, aspecto más notable de la naturaleza de lo cuántico: la correlación no
justificada desde perspectivas locales.
CORRELACIÓN Y NO SEPARABILIDAD

El universo newtoniano nos hablaba de partículas aisladas. La relación


entre ellas se efectuaba a través de contactos o interacciones, en los que las
consecuencias que se derivaban de las mismas nunca se concretaban en
comunicaciones internas entre las partículas que interaccionan. Las partículas
del universo de Newton sólo percibían a las demás desde su epidermis. El
momentáneo contacto, y salvo destrucción, daba de nuevo paso al aislamiento y
ninguna huella interior devenía necesariamente del evento. El Universo de
Newton era un universo relacionado, pero sólo desde el exterior y en función de
las fuerzas que determinaban el movimiento. Las consecuencias filosóficas que
se derivaron de esta concepción del mundo físico, presiden hoy en día toda
nuestra cultura occidental. La exacerbación del individualismo es su más típico
reflejo. Sin embargo, aún no es el momento de profundizar en este aspecto del
tema que nos ocupa.

La visión de la realidad que es fruto de la concepción cuántica rompe, una


vez más, con la radical separación de los componentes de lo existente. Lo cierto
es que no podía ser de otra forma, cuando la realidad se percibe, al menos en
uno de sus aspectos, como una enriquecedora fuente de posibilidades, en la que
las concreciones individuales son sólo una de las facetas de la historia.

Ya vimos que la clasificación de las partículas en bosones y fermiones,


nos presentaba una parte del mundo físico totalmente avocada a la
interpenetrabilidad y a la confusión de identidades. Pero los fermiones no son
absolutamente ajenos a la interconexión: en su momento veremos cómo, bajo
determinadas circunstancias, los fermiones se comportan como bosones. Ahora
conviene considerarlos en su estado normal y, en él, parece como si los
electrones sólo mantuvieran su individualidad en la medida necesaria para
permitir la complejidad de estructuras. En lo demás, actúan como si estuvieran
profundamente vinculados con las demás partículas que los rodean. De esta
correlación interior, que no necesita de contacto real, nos ocupamos ahora y
deberemos detenernos cuidadosamente en el estudio de la misma, ya que en ella
se encuentra profundamente grabada la trascendencia de la revolución cuántica.

Nos es conocido, que el experimento de la doble rendija de Young,


realizado con electrones, da el mismo resultado que con haces de luz. Cuando se
proyecta el haz de electrones contra la pantalla y abrimos las dos rendijas, se
produce un efecto de características ondulatorias. Si esto ya lo apreciamos como
extremadamente sorprendente, los resultados del mismo experimento pero con
una variación sustancial, deben anonadarnos definitivamente. Quien lo explica
no es sino un profesor de matemáticas aplicadas y física teórica del King's
College de Londres, el ya citado Paul Davies:

"Supongamos que la intensidad del haz de electrones disminuye


gradualmente hasta que los electrones pasan de uno en uno por el aparato (se
está refiriendo al que se utiliza en el experimento de Young). Se puede recoger
el impacto de cada electrón contra la pantalla utilizando una placa fotográfica.
Al cabo de cierto tiempo dispondremos de un montón de placas fotográficas,
cada una de las cuales contiene un único punto de luz correspondiente al lugar
donde cada electrón concreto ha encendido un destello con su presencia. Qué
podemos decir ahora sobre cómo se distribuyen los electrones por la pantalla?.
Podemos determinarlo mirando a través de la pila de placas superpuestas, con
lo que veremos todos los puntos formando un dibujo. Lo asombroso es que ese
dibujo es exactamente el mismo que se produce cuando se dispara un gran
número de electrones, y también exactamente el mismo que forman las ondas
luminosas. Es evidente que el conjunto de acontecimientos distintos y
separados, a base de un electrón cada vez, sigue presentando un fenómeno de
interferencia. Además, si en lugar de repetir el experimento electrón por
electrón, toda una serie de laboratorios realizan el experimento de manera
independiente, y tomamos al azar una fotografía de cada prueba, entonces, el
conjunto de todas estas fotografías independientes y hechas por separado
también presenta un diagrama de interferencias!.

Estos resultados son tan asombrosos que cuesta digerir su significación.


Es como si alguna mágica influencia fuera dictando los acontecimientos en los
distintos laboratorios, o en momentos distintos del mismo equipo, de acuerdo
con algún principio de organización universal. Cómo sabe cada electrón lo
que los demás electrones van a hacer, quizás en otras partes distintas del
globo? Qué extraña influencia impide a los electrones personarse en las zonas
oscuras de las franjas de interferencia y los hace dirigirse a las zonas más
populosas? Cómo se controla su preferencia en el plano individual? Es
magia?"

Lo que acabo de recoger es tan increíble que he querido reseñar


literalmente el texto de un físico para presentarlo por quien es experto en la
materia. Y textos como el anterior son moneda común en los libros sobre física
cuántica.

Pero precisemos la cuestión, de enorme trascendencia a los efectos que


aquí interesa. Desde el punto de vista de la física clásica, cualquier interrelación
de entidades debe estar justificada, es decir, debe existir una causa de la misma
que explique y dé cuenta de la vía de acceso a la relación misma. Así, si una
bola de tenis es desplazada por la raqueta y choca con la pared de un frontón, la
fuerza del brazo que impulsa a la raqueta es la causa que justifica las relaciones
encadenadas (brazo, raqueta, bola, pared). A esto se le llama correlación
LOCAL, ya que el conocimiento de las circunstancias que presiden la situación
local de los distintos objetos de la relación, permiten la explicación de la misma.

En el caso del experimento de Young con electrones, no existe una


explicación local, al menos conocida ni previsible, que nos permita comprender
la razón de que los electrones disparados de uno en uno contra la pantalla, vean
afectada su trayectoria por hechos que se producen a distancias inasequibles
físicamente hablando, o, lo que incluso es mucho más paradójico, en momentos
de tiempo diferentes. La relación que determina la exacta ubicación del impacto
del electrón en una zona y no en otra, es de carácter NO LOCAL, en el sentido
de que no es posible encontrarla justificada teniendo en cuenta las
circunstancias que rodean su situación en el espacio y en el tiempo.

La cuestión está íntimamente relacionada con la ya planteada y aún no


contestada interrogante sobre la naturaleza intrínsecamente incierta o no de la
realidad. Difícilmente podríamos aceptar este tipo de correlación no local frente
a una realidad objetiva y cierta, ajena a perturbaciones que no estuvieran
claramente concretadas dentro del mismo plano de su existencia. Si, por el
contrario, admitimos que la realidad de las cosas se presenta también en forma
de expectativa, onda de probabilidades, y mientras se encuentra en ese estado
potencial, carece de una posición que la fije definitivamente, cabe pensar en que
su existencia trasciende las limitaciones impuestas por el espacio-tiempo y
puede estar conectada con planos de extraordinaria complejidad.

Einstein se negó a admitir la segunda hipótesis, a la que llegó a calificar


de fantasmagórica y absurda. Puesto que no podía negar las evidencias
experimentales y las misteriosas conexiones entre los resultados de las mismas,
llegó a la conclusión de que lo que coyunturalmente parecía inexplicado y daba
pie a especulaciones sin sentido, debía ser fruto de elementos o entidades aún
desconocidas, pero en sí mismas objetivas y determinables, que una vez
descubiertas disiparían la duda sobre la posibilidad de conocer plenamente la
realidad. A esta tesis de Eisntein se llamó TEORÍA DE LAS VARIABLES
OCULTAS y no es nada raro que Einstein llegara a esa conclusión, puesto que
él mismo había demostrado la existencia de realidades no visibles y de
sospechada existencia, cuya acción sobre elementos mucho más asequibles y
conocidos había pasado desapercibida hasta su descubrimiento, dando un halo
de misterio a hechos que con su descubrimiento quedaron claramente
explicados. Me refiero a la demostración de la existencia de los átomos (lo que
realizó en otro de sus famosos artículos de 1905), que dieron cumplida
justificación del llamado "movimiento browniano", que hacía referencia al
movimiento que el científico Brown observó en las moléculas en determinadas
circunstancias y que, al responder a determinadas normas y no ser azaroso,
carecía de una explicación suficiente. La existencia de los átomos y sus efectos
en las moléculas de las que forman parte, explicaban dicho movimiento.

Así pues, para Einstein la incerteza del comportamiento cuántico se debía


a un substrato de realidades aún más pequeñas que las partículas, aún no
descubiertas, que forman un entramado complejo pero perfectamente
determinable y que con sus fluctuaciones causaban lo que, en nuestra
ignorancia, nos parece indeterminación y azar. Este mismo substrato
desconocido es el que explica los comportamientos correlacionados de las
partículas, ya que su influencia en origen persiste después de la separación de
las mismas, y justifica que partículas unidas en un tiempo y después separadas,
por no importa que lapso de espacio o tiempo, tengan comportamientos
relacionados, sin que sea necesario buscar relaciones inmediatas, no físicas, de
carácter misterioso.

Para apoyar su tesis ideó la denominada PARADOJA EINSTEIN-


PODOLSKI-ROSEN (E.P.R. desde ahora). Antes de pasar a entrar más
detenidamente en el conocimiento técnico de esta paradoja y de la apasionante
discusión experimental que motivó hasta el año 1982, facilitará su comprensión
un ejemplo de la físico D.Zohar, que la explica analógicamente:

"El intríngulis de la paradoja E.P.R. puede entenderse imaginando el


destino de una pareja hipotética de gemelos idénticos, nacidos en Londres pero
separados desde el mismo momento del nacimiento. Mientras que uno de ellos
ha continuado viviendo en Londres, el otro se ha ido a vivir a California.
Durante años no ha habido ningún tipo de contacto entre ellos, hasta el punto
de que los dos ignoran la existencia del otro. Desde la perspectiva de las cosas
del sentido común, los gemelos han llevado vidas enteramente separadas. Pero
a pesar de su separación y de la falta de comunicación entre ambos, un
psicólogo ha advertido estudiando a los gemelos una sorprendente correlación
en sus estilos de vida. Cada uno de los gemelos ha adoptado el sobrenombre de
"Tejón". Ambos trabajan como abogados en la oficina de los fiscales del
Condado, los dos visten casi exclusivamente con trajes de tono marrón, y cada
uno de ellos se ha casado con una rubia denominada Jane cuando tenían
veinticuatro años. Cómo se puede explicar esto?.

El físico cuántico no tendría dificultad alguna para creer en la vida


correlacionada de los gemelos. Diría que sus ecuaciones lo predicen siempre y
que todos los lazos de unión entre ambos gemelos se explican suficientemente
al ser sus existencias aspectos de un conjunto más amplio. Pero Einstein
pensaba que eso no era suficiente. En su teoría de las variables ocultas
defendió en lugar de eso (si continuamos con la analogía de los gemelos) que
debía existir algún factor común, algo así como un material genético
compartido, que predeterminaba la similitud de sus estilos de vida. La
controversia fue finalmente despejada por un físico llamado John Bell, cuyo
teorema condujo a la puesta en marcha de experimentos definitivos.

Siguiendo el meollo del teorema de Bell, que exige la intervención sobre


uno de los dos elementos de una pareja para comprobar qué le sucede a otro,
en un momento determinado podríamos propinarle una patada cuando bajase
unas escaleras al gemelo de Londres, hasta llegar a romperle una pierna.
Nadie se atrevería a defender que un material genético compartido podría
llegar a explicar que el gemelo que vive en California fuese a sufrir un
accidente similar. Por tanto, si el gemelo californiano sigue aguantándose de
pie cuando a su consanguíneo londinense se le ha propinado la patada, se
demuestra que la teoría cuántica está equivocada y que Einstein tiene razón;
pero si el californiano cae, Einstein está equivocado y la teoría cuántica es
correcta".

El experimento que definitivamente resolvió la controversia, no se pudo


realizar, por razones de tecnología insuficiente, hasta 1982, mucho después de
la muerte de Einstein. Al igual que las observaciones de Hubble demostraron la
expansión del Universo y dieron al traste con la constante cosmológica de
Einstein y su sueño de considerar el espacio-tiempo como el marco de
referencia absoluto, la realización definitiva de la idea de Bell en 1982,
demostró sin ningún género de dudas, siendo sus resultados unánimemente
aceptados por la comunidad científica, que cuando se le da la patada al gemelo
de Londres (por seguir el ejemplo de Zohar), el californiano sufre una caída
idéntica exactamente en el mismo momento y se rompe también la pierna,
aunque nadie le haya propinado una patada. Todos los aspectos de sus vidas son
inseparables.

El ejemplo analógico de Danah Zohar, nos permite comprender


rápidamente la esencia de la discusión que se centra en torno a la paradoja
E.P.R. y su relación con las grandes cuestiones que se derivan de la observación
e interpretación del mundo de las partículas. Sin embargo, es de tal
trascendencia el tema debatido, que yo creo que es importante descender a los
detalles técnicos del debate. La idea de Einstein, sin analogías, se puede resumir
de la siguiente forma:

Uno de los muchos extravagantes sucesos que acaecen a las partículas


subatómicas, radica en el hecho de su extraordinariamente corta vida. El
surgimiento de una partícula y su rápida desaparición es algo totalmente
habitual. Se desintegran y, en muchos casos, producen otras partículas que, a su
vez, producen determinados efectos. Por ejemplo, el mesón pi (cuya identidad y
procedencia nos es ahora indiferente), que es eléctricamente neutro y no tiene
spin (es decir, de momento angular cero), explota en dos fotones que se
desplazan en direcciones opuestas, uno de los cuales rota en el sentido de las
agujas del reloj y el otro en el contrario (precisamente, en cumplimiento del
principio de conservación del momento angular del sistema del que ambos
proceden). El sentido de giro de uno de ellos nos es desconocido en principio,
pues las leyes de la simetría dan oportunidades iguales tanto al sentido de las
agujas del reloj, como al contrario. El fotón que se dirige en una de las dos
direcciones posibles puede girar en un sentido o en otro. Sin embargo, lo que es
obligado y decisivo en orden a plantear el experimento, es que una vez
determinado el giro de uno de los fotones en uno de los sentidos, el otro fotón
gira hacia el contrario para cumplir inexorablemente la ley o principio de
conservación del momento angular. De esta forma, el momento angular de uno
de los fotones, si es observado, aporta información acerca del sentido de giro
del segundo de los fotones, aunque a éste no se le pueda observar.

Ya aquí, se puede empezar a intuir la idea de Einstein. Tras la


desintegración del mesón pi, los dos fotones que heredan su existencia pueden
alejarse una distancia enorme. Si la desintegración se produjera en el espacio
exterior, esta distancia de separación podría ser muy superior a la que la luz
puede recorrer en un segundo e incluso en mucho más tiempo. Es evidente, que
las limitaciones de velocidad que supone la teoría de la relatividad, implican la
imposibilidad de que algo viaje a una velocidad superior a la de la luz. Esto
significa que si entre los dos fotones hay una gran distancia (pongamos por
caso, un año luz), no hay ninguna posibilidad de que algún tipo de información
física circule entre ellos, de forma que si podemos saber algo de un fotón al
observar al otro, no se puede deber en ningún caso a que exista una misteriosa
comunicación no física entre ellos, sino a circunstancias que ya se encontraban
integradas en el hecho-base que dio origen a su existencia (el material genético,
en el caso de los gemelos; el momento angular cero del mesón pi, en el ejemplo
de Einstein).
En estos términos se planteaba la paradoja E.P.R. y, razonando con ella,
Einstein creía poder acabar con la tesis de la naturaleza incierta de la realidad,
ya que parecía ser posible determinar simultáneamente la posición e impulso de
una partícula que se encuentra relacionada con otra en la forma descrita, por
haber nacido de una fuente común. El procedimiento para violar el principio de
incertidumbre sería muy sencillo: se mediría con precisión la posición de uno de
los fotones. Esto provocaría, naturalmente, una alteración de su impulso o
momento. Sin embargo, no tiene por qué alterar el momento del fotón no
medido y como éste puede darnos información acerca del momento de la otra
partícula, quedaba demostrado que las partículas tienen con certeza posición e
impulso simultáneamente, con independencia de nuestras posibilidades de
medición.

La paradoja E.P.R. no era más que una formulación teórica con la que se
pretendía describir un procedimiento técnico que, en su día, demostraría la
incorrección del principio de incertidumbre, entendido éste como algo sustancial
y no coyuntural, no derivado de insuficiencia tecnológica. La bondad de la idea
no podía ser comprobada inmediatamente ya que técnicamente no era posible
aún realizar un experimento de las características requeridas. Pero, aún a nivel
teórico, Einstein rechazó la idea de Bohr y, en general, de la escuela de
Copenhague, y apostó por la naturaleza cierta y objetiva de la realidad.

Sin embargo, la cuestión no quedó zanjada y puesto que aún no era


factible la realización efectiva del experimento, se planteó a dicha paradoja una
demoledora pregunta: y si realmente la perturbación que el experimentador
produce en la partícula que observa, es acusada en la misma medida por la
no observada?

Un físico llamado BELL, formuló un famoso teorema que es conocido en


la historia de la física cuántica con su nombre, y que recogía precisamente la
forma en que se podría determinar si la teoría de las variables ocultas se
confirmaba o si, por el contrario, la correlación cuántica escapaba a cualquier
consideración de localidad.

Aunque los experimentos que se iban realizando a lo largo del siglo XX,
iban dejando poca duda sobre la equivocación del planteamiento de la paradoja
E.P.R., el experimento definitivo que llevó a la confirmación del teorema de
Bell y del principio de incertidumbre e inseparabilidad de las partículas, no se
realizaría hasta 1982. El equipo de ALAIN ASPECT, en la Universidad de
París-Sur, logró en 1982 la última gran refutación de la teoría de las variables
ocultas: defnitivamente, las dos partículas nacidas de una misma fuente están
tan inseparablemente unidas que, aunque medie entre ellas una distancia muy
superior a la que recorre la luz de forma inmediata, la perturbación realizada
sobre una de ellas es acusada inmediatamente por la otra, en una correlación que
no puede ser física, ya que nada físico puede viajar más rápido que la luz.

El experimento definitivo no se basó en el spin de las partículas sino en


una propiedad emparentada , conocida en la vida cotidiana , medida realmente
por los físicos y que permitió verificar la idea sugerida en el teorema de Bell: la
polarización. Sigamos de nuevo a Paul Davies:

"Las gafas de sol modernas suelen llevar cristales polarizados y


comprender su funcionamiento es, en esencia, todo cuanto se precisa para
entender por qué el mundo no es tan real como podría parecer. La luz es una
vibración electromagnética y cabe preguntarse en qué dirección vibra el campo
electromagnético. Un estudio matemático, o bien algunos sencillos
experimentos, demuestran que si la onda se desplaza, pongamos, verticalmente,
entonces las vibraciones son siempre horizontales; el movimiento de la onda es
transversal a la dirección del desplazamiento. Por razones de simetría, un rayo
de luz vertical elegido al azar no mostrará ninguna preferencia por ningún
plano horizontal especial en el que vibrar; puede hacerlo de norte a sur o de
este a oeste o en cualquier otra dirección intermedia. Lo que importa en los
cristales polarizados es que sólo son transparentes a la luz que vibra en un
determinado plano. Al examinar la luz que brota de tal polarizador,
encontramos que toda vibra en un plano concreto, de manera que éste actúa
como un filtro que sólo permite el paso de la luz que vibra en el plano elegido.
Esta luz se denomina polarizada. Como es natural, somos libres de elegir el
plano de polarización girando el polarizador.
Supongamos ahora que colocamos un segundo polarizador detrás del
primero. Si sus dos planos se sitúan en paralelo, toda la luz que pasa por el
primero atraviesa el segundo, puesto que este último acepta la luz con su
misma polarización. Por el contrario, cuando el segundo polarizador se sitúa
perpendicularmente al primero no pasa ninguna luz. Por último, si el segundo
polarizador se coloca en ángulo agudo entre ambas posiciones
extremas,entonces parte de la luz, pero no toda, atravesará el segundo
polarizador. Ésta es la razón, dicho sea de paso, de que se utilicen
polarizadores en las gafas de sol, porque una buena parte del brillo que se
refleja en el cristal o en el agua, y también parte del brillo del cielo, queda
parcialmente polarizado por el proceso de la reflexión, de modo que, a menos
que las gafas de sol se sitúen en el plano de esta luz polarizada, bloquean una
buena parte de la misma.
La razón de que el polarizador siga aceptando por lo menos una fracción
de la luz que vibra oblicuamente con respecto a él puede entenderse mediante
una analogía con la acción de empujar un coche. La vibración de la luz
también es un vector y, si coincide con el ángulo del polarizador, entonces lo
atraviesa, pero si es perpendicular, no pasa: la luz queda bloqueada. Lo que
importa aquí es que es posible empujar un coche con moderada eficacia
mediante una fuerza oblicua, pongamos, al tiempo que se apoya uno contra la
puerta del conductor con objeto de poder manejar el volante. Cuanto más
cerrado sea el ángulo de empuje con respecto a la línea de movimiento, más
eficaz será la respuesta del vehículo. Del mismo modo, la luz oblicuamente
polarizada también tiene efectos parciales: una parte de la luz pasa.

Considerar que el vector está compuesto de dos componentes, ayuda a


entender este logro parcial. En el caso de la luz, esto significa considerar que
la onda luminosa consta de dos ondas superpuestas, una de las cuales vibra
paralelamente al plano del polarizador mientras que la otra ondula en posición
vertical. Cuando más cerrado es el ángulo de polarización con respecto al
plano del polarizador, mayor será la proporción de la primera onda a expensas
de la segunda. El paso de una fracción de luz oblicuamente polarizada a través
del polarizador resulta ahora fácil de entender: la onda de la componente
paralela lo atraviesa íntegramente, pero toda la onda perpendicular queda
bloqueada.

Estos experimentos tan razonables adoptan un aspecto algo peculiar


cuando se tiene en cuenta la naturaleza cuántica de la luz, pues el rayo de luz
consiste en realidad en una corriente de fotones, cada uno de los cuales tiene
su propio plano de polarización. Como sabemos que ningún fotón individual se
puede dividir en dos componentes, debemos concluir que el fotón oblicuamente
polarizado pasa o es bloqueado según una cierta probabilidad. Por ejemplo, un
fotón de 45 grados tiene el cincuenta por ciento de probabilidades de pasar.
Sin embargo -- y esto es de crucial importancia --, una vez que ha pasado el
fotón debe emerger con una polarización paralela a la del polarizador puesto
que, como ya hemos visto, la luz que ha atravesado el polarizador emerge
completamente polarizada en el mismo plano.

La conclusión es que, cuando el fotón interacciona con el polarizador, su


plano de polarización cambia para adaptarse al del polarizador. Podemos
hacerlo pasar (con una cierta probabilidad) por un segundo, un tercero o más
polarizadores, cada uno de ellos relativamente inclinado con respecto al
anterior, y cada vez, al atravesarlos, el fotón saldrá con un nuevo plano de
polarización. De hecho, se puede inclinar el plano hasta hacerlo perpendicular
al plano original. Es como si cada vez que el fotón chocase con el polarizador,
fuera golpeado o arrojado a una nueva condición de polarización. Si
consideramos el polarizador como un burdo instrumento de medir o un
detector de fotones, podemos decir que existen dos posibles resultados de la
medición: o bien el fotón pasa o bien queda bloqueado. Todo lo que sabemos
con seguridad es el estado del fotón una vez aceptado, pues entonces sabemos
que está polarizado en el mismo plano que el polarizador. Si nos preguntamos
cuál es la polarización del fotón antes de hacer la medición, es decir, antes de
que emerja el polarizador, entonces se plantea una dificultad, pues al parecer
el polarizador ha perturbado el estado del fotón e impuesto su propio plano.
Sin embargo, se podría seguir argumentando que el fotón tenía realmente un
determinado estado de polarización antes de la medición, pero que debido a la
tosquedad del polarizador esa información se esfumó cuando el fotón chocó
con el polarizador. Considérese, por ejemplo, un fotón de 45 grados que tiene
el cincuenta por ciento de probabilidades de atravesar el polarizador. Da la
impresión de que el polarizador tiene éxito en corregir por término medio a la
mitad de los fotones; los restantes quedan descartados y no lo atraviesan.

Llegamos ahora al punto central del razonamiento de Einstein-


Podolski-Rosen. Supongamos que en lugar de un fotón, estudiamos dos que se
desplazan en sentidos contrarios, emitidos como consecuencia de la
desintegración de otra partícula. Así como las leyes fundamentales de la
mecánica exigen que los dos fotones roten uno en el sentido de las agujas del
reloj y otro en el sentido contrario, también las polarizaciones deben estar
correlacionadas: por ejemplo, pueden ser paralelas. Esto significa que la
medición de la polarización de un fotón nos dice inmediatamente la del otro,
sin que importe la distancia a que se encuentre situado en el tiempo. Pero ya
hemos visto que el resultado de una medición sólo puede ser "sí" o "no", según
que el fotón pase o no pase a través de un polarizador. Sólo podemos afirmar
el estado en que se halla el fotón después de que haya tenido lugar la medición,
es decir, cuando emerge del polarizador, y eso es cierto cualquiera que sea el
ángulo en que situemos el polarizador. Sólo podemos detectar los fotones en
uno de estos estados: paralelos o perpendiculares al polarizador (que
corresponden a "sí" y "no"). No obstante, la elección de qué dos estados
depende absolutamente de nosotros; el polarizador puede orientarse
arbitrariamente. Las consecuencias verdaderamente desconcertantes de esta
libertad resultan patentes si utilizamos dos polarizadores paralelamente
orientados e interponemos uno de ellos en la trayectoria de cada uno de los
fotones correlacionados. Puesto que imponemos polarizaciones paralelas,
cualquiera que sea la medida de la polarización del fotón en uno, estamos
obligados a encontrar la misma en el otro, pero como en realidad sólo hay dos
estados de polarización medibles (es decir, paralelo y perpendicular), la
decisión "sí"-"no" de un polarizador debe ser idéntica a la del otro. Es decir,
cada vez que uno de los fotones pasa por un polarizador, el otro debe permitir
que también lo atraviese el otro fotón, y siempre que se bloquee uno de los
fotones, lo mismo debe ocurrirle al otro. Por singulares que puedan parecer
estas ideas, han sido cuidadosamente comprobadas mediante experimentos de
laboratorio, y se han comprobado los detalles aquí descritos.

La profunda peculiaridad de este resultado es evidente cuando se


comprende que los fotones pueden hanerse alejado millones de kilómetros en el
momento en que chocan con los respectivos polarizadores, pero que sin
embargo siguen cooperando en cuanto a su comportamiento. El misterio
consiste en cómo sabe el segundo polarizador que el primero ha dejado pasar
el fotón, para poder hacer lo mismo? Los experimentos pueden realizarse
simultáneamente, en cuyo caso estamos seguros, basándonos en la teoría de la
relatividad, de que ningún mensaje puede transmitirse a mayor velocidad de la
que se mueven los propios fotones entre los polarizadores que diga: déjesele
pasar. De hecho, situando los polarizadores a distintas distancias del átomo en
desintegración podemos arreglárnoslas para que un experimento ocurra antes
que el otro, descartando en consecuencia toda posibilidad de que un
polarizador transmita la señal al otro o dé lugar a que éste acepte o rechace el
fotón. En realidad, la teoría de la relatividad permite que observadores en
distintas condiciones de movimiento estén en desacuerdo sobre el orden
temporal de dos acontecimientos muy alejados, de modo que si se alegara que
el polarizador A hace que el B acepte o rechace como consecuencia de su
propia decisión, quien se moviera de distinta manera podría ver que B acepta
o rechaza antes de que A tan siquiera sepa qué hacer con su fotón!

Estas observaciones ponen en claro que la indeterminación del


micromundo no puede ser obra del aparato de medición, ni tampoco de los
bamboleos aleatorios que sufren los fotones en su camino, pues entonces no
habría ninguna razón para que dos polarizadores distintos cooperaran de esta
llamativa manera en bloquear o dejar pasar al unísono a sus respectivos
fotones. Si cada fotón recibiera su plano de polarización al azar, no habría
razón para que llegasen a sus respectivos polarizadores situados exactamente
en el mismo plano. Sería de esperar que, como media, la mitad de los fotones
fueran aceptados por un polarizador cuando el otro rechaza su fotón, pero esto
está en total contradicción con las anteriores predicciones de la mecánica
cuántica y con los experimentos que la han verificado. La conclusión debe ser
que la incertidumbre subatómica no es una mera consecuencia de nuestra
ignorancia sobre las microfuerzas, sino que es inherente a la naturaleza: una
absoluta indeterminación del universo.

El experimento E.P.R. tiene asombrosas implicaciones sobre la


naturaleza de la realidad si se toma literalmente. Sólo es posible retener un
último vestigio de sentido común alegando que, cuando ambos polarizadores
colaboran misteriosamente en aceptar simultáneamente a los fotones, será
porque tales fotones están en todo momento realmente polarizados de forma
exactamente paralela a los polarizadores, lo que asegura su paso final por los
respectivos polarizadores, y que los bloqueados estaban realmente vibrando
siempre perpendicularmente a los polarizadores. Pero el absurdo de este
último y desesperado intento de aferrarse al mundo real no radica únicamente
en el hecho de que el átomo original debe estar obligado a saber en qué ángulo
se colocan los polarizadores, sino que incluso podemos alterar ese ángulo
después de que los fotones hayan sido emitidos (eso es lo que se hizo en el
experimento de 1982). Es difícil de concebir que el comportamiento del átomo
pueda estar influido por nuestra decisión de experimentar en algún momento
futuro sobre el fotón que emite. Como todos los demás átomos emiten
afortunadamente fotones con toda clase de polarizaciones, de modo
perfectamente aleatorio, cuesta creer que nuestros caprichos experimentales
afecten a uno en concreto, sobre todo teniendo en cuenta que podemos elegir
detectar fotones de átomos situados a millones de años luz de distancia, al final
del universo. Si no bastaran estas objeciones, es posible demostrar
matemáticamente que si los fotones estuvieran realmente o bien en un estado
(paralelo a los polarizadores) o bien en el otro (perpendicular), entonces la
cooperación "sí"-"no" fallaría. La correlación entre los dos polarizadores sólo
puede lograrse si la onda que describe el fotón es una genuina superposición
de ambas alternativas"

He recogido con detalle el extenso párrafo anterior, porque describe


minuciosamente, aunque sea un poco áridamente, una de las páginas decisivas
hasta el momento de la historia de la física cuántica. Es necesario detenerse en
la confirmación de la tesis fundamental de los pensadores e investigadores
cuánticos de segunda generación, porque supone una ruptura sin precedentes
con el pensamiento científico que marcó el Renacimiento. Para comprender en
profundidad el significado real de lo que ocurrió en 1982, en el experimento del
equipo de Aspect, debemos poner en relación los principios hasta ahora
estudiados sobre el desenvolvimiento del mundo de las partículas inanimadas.

Hay que conjugar tres aspectos determinantes vistos hasta el momento. El


cuarto, íntimamente relacionado con ellos, deberemos dejarlo para más adelante
y tras él se podrán presentar las más importantes interpretaciones del nuevo
universo que surge de la contemplación de esta especialísima parte de la física.
Los tres aspectos reseñados son: la indeterminación, el principio de
incertidumbre y la correlación no justificada localmente. Todos ellos dentro
del marco general que preside la física cuántica: el principio de
complementariedad.

La primera matización que hay que hacer a los experimentos de


correlación, supone coordinarla, es decir, ponerla en relación, con la
indeterminación y la incertidumbre. Naturalmente, si entendemos la correlación
como algo automático y obligado en la vida de las partículas, entendamos o no
la naturaleza del vínculo que las une, estamos apostando por el determinismo.
Es evidente, que si una partícula se ve obligada a actuar de una determinada
forma por hechos acaecidos a partículas hermanas situadas en no importa qué
distancia, podemos maravillarnos de la estrecha relación y su misteriosa
naturaleza, pero volvemos a mecanismos deterministas que obligan a
comportamientos causales. La indeterminación del mundo cuántico y su
esencial incertidumbre nos ponen en el verdadero sentido del hecho de la
correlación. Las partículas "tienden" a actuar de conformidad con los
parámetos que parecen vincular la totalidad de su universo. Pero "no están
obligadas a hacerlo". Las leyes del mundo cuántico, como la del menor
esfuerzo, sólo se cumplen debidamente en la contemplación de números
estadísticos, es decir, ante la valoración de los grandes números. Es como si las
internas coordenadas del universo, se abrieran a la vinculación en una meta
común. Desoirlas es posible a la partícula individual. Las masas de partículas
las cumplirán inexorablemente.

De lo que no cabe ninguna duda, y es un hecho del que habrá que partir a
la hora de hacer una valoración del mundo cuántico y configurar una nueva
visión del universo que la integre, es de que en el año 1982 quedó demostrada la
NO-SEPARABILIDAD de las partículas nacidas de una misma fuente. Pero si
a eso le añadimos la casi unánimemente aceptada tesis de la teoría del big-bang,
hay que considerar que todas las partículas del universo estuvieron una vez
reunidas en una misma fuente, y habría que apostar por la total correlación
del Universo.

JOHN GRIBBIN, doctor en astrofísica por la Universidad de Cambridge, en


su obra "En busca del gato de Schrödinger", señala: "Einstein era una
persona honesta, siempre dispuesto a aceptar la evidencia experimental sólida.
Si hubiera vivido para verlo, ciertamente habría sido persuadido por las
recientes confirmaciones experimentales de que estaba equivocado. La realidad
objetiva no tiene cabida en una decripción fundamental del Universo; en tanto
sí la tiene la acción a distancia o acausalidad". "Tras la publicación de los
resultados obtenidos por el equipo de Aspect poco antes de las Navidades de
1982, nadie duda de la confirmación de las predicciones de la teoría cuántica".

Con este trabajo quedó consagrado un peculiar concepto cuántico, ya


mencionado, y en el que tenemos que detenernos un poco aún: la no-
separabilidad. Y es que la verdadera comprensión de lo demostrado, dice
Gribbin, "no significa que exista alguna posibilidad de poder enviar mensajes
que viajan a mayor velocidad que la de la luz. No hay perspectivas de
transmisión de información útil de esta forma, porque no hay forma de ligar un
suceso que causa otro suceso, con el suceso causado a través de este proceso.
Es una característica esencial de la no-separabilidad el afectar únicamente a
sucesos que tienen una causa común". Pero "virtualmente todo lo que vemos,
tocamos y sentimos está constituido por colecciones de partículas que han
estado implicadas en interacciones con otras partículas en un pasado remoto, en
el Big Bang en que se creó el Universo conocido. Los átomos del cuerpo
humano están formados por partículas que una vez estuvieron estrechamente
ligadas en la bola de fuego cósmico con partículas que ahora forman parte de
alguna estrella lejana y con partículas que constituyen el cuerpo de alguna
criatura viviente de algún planeta distante aún por descubrir. También las
partículas que constituyen el cuerpo humano estuvieron muy próximas e
interaccionaron alguna vez con las que ahora constituyen otro cuerpo humano.
Todos somos parte de un sistema único, al igual que lo eran los dos fotones
viajeros del experimento de Aspect" (la reseña en negrita, es mía y ya debe ir
dando sentido a la finalidad de estas páginas. Pero aún hay que profundizar
más).

Teóricos plenamente implicados en esta problemática, como D'Espagnat y


David Bohm, señalan que hay que aceptar que, literalmente, cada cosa está
conectada con todo lo demás, y sólo un tratamiento holista del Universo
resulta apropiado para explicar fenómenos tales como la consciencia
humana.

Yo tuve la suerte, justo cuando empezaba a interesarme por estos temas,


de adquirir habitualmente la "Revista de Occidente" y en el número 23, editado
en 1983, se contenía una entrevista realizada a BERNARD D'ESPAGNAT, en
octubre de 1982, el año del experimento del equipo de Aspect con el que estuvo
muy relacionado el mismo. Profesor de física teórica de la Universidad de París-
Orsay, donde dirige el laboratorio de física teórica y partículas elementales,
trabajó con Enrico Fermi y en el Instituto Niels Bohr de Copenhague,
participando con intensidad en la evolución de la paradoja E.P.R. Por su
vinculación con el tema, me parece muy interesante reseñar las partes más
significativas de dicha entrevista:

"Al igual que otras muchas personas yo me planteé desde muy joven
ciertas cuestiones filosóficas y entre ellas, en particular, el problema básico:
cuál es la naturaleza de lo que es?. En este sentido puedo decir que fue el
interés por la filosofía lo que me llevó a la práctica de la investigación
científica y no a la inversa. Sin embargo, ese interés al que me refiero se
habría, de manera segura, desvanecido con bastante rapidez si no me hubiese
dado cuenta de que la propia física plantea cuestiones filosóficas. A esto debo
añadir también que la atención prestada por mis padres a todo lo relacionado
con la literatura y el arte ha contribuido de forma notable y sin ninguna duda a
ampliar mi horizonte".

"Sin estimar por completo que la física pueda aportarnos 'certezas


ontológicas' creo, no obstante, que nos aclara de hecho mucho, al menos de
forma negativa. Permite eliminar, o hacer poco convincentes, a los ojos de todo
el mundo, ciertas concepciones de la realidad a las cuales su misma
simplicidad otorgaba a priori un poder real de seducción, sin que la 'crítica
kantiana' haya podido, de forma válida, evacuarlas, al menos según las
perspectivas de nuestros contemporáneos.

Así, me niego a rechazar de 'entrada', sobre la base de una crítica


puramente filosófica, la idea de una realidad independiente y parcial o
totalmente cognoscible. Pero demuestro, apoyándome en datos de la física, que
'si' esta idea se juzga sensata 'entonces' la realidad en cuestión sólo es
verdaderamente cognoscible de manera parcial"

A la pregunta qué papel le asigna a la filosofía y qué papel a la ciencia


en el conjunto del saber, en nuestra cultura?, contesta: "En el plano de la ética
y en el plano más general de la apreciación de los valores considero evidente
que la filosofía cumple un papel que la ciencia no le puede arrebatar. Sin
embargo, se presenta una dificultad. Se refiere al hecho de que tanto la ética
como la apreciación de los valores dependen, en gran medida, de la visión del
mundo que parezca verdadera. Ahora bien, respecto de la problemática de la
visión del mundo confío mucho también en el papel de la filosofía. Pero en tal
caso es en una nueva filosofía en la que yo pienso: en una filosofía que tenga
en cuenta el conjunto de nuestros conocimientos, incluidos los adquiridos en
nuestro tiempo (la negrita es mía). Siendo la ciencia contemporánea un
algoritmo para la acción, como creo haber demostrado, no puede a estos
efectos, entendida en sentido estricto, ser sustituida por la filosofía. Por el
contrario, nada impide a los nuevos hombres de ciencia, considerados de
manera individual, tratar de participar -- más allá de su ciencia propiamente
dicha -- en la edificación de esta nueva filosofía a la cual acabo de hacer
alusión. Me parece incluso bastante claro que aquellos que hayan madurado lo
suficiente como para dominar los principios triunfalistas del 'cientificismo'
estarán en muy buenas condiciones para llevarlo a cabo de forma eficaz"

"Es exacto que la noción de no-separabilidad cuántica es tan vieja como


la misma mecánica cuántica. Se la encuentra en Bohr, pero igualmente en
Schrödinger. Mas, tampoco es menos cierto que hasta el descubrimiento del
teorema de Bell esta noción seguía siendo discutible al menos en el plano de la
'visión del mundo' (o de la imagen de la naturaleza) a la que antes me refería.
Como han hecho notar muy pertinentemente muchos autores de esta época, la
no-separabilidad podía, en ese momento, interpretarse como una mera
apariencia debida tan sólo a nuestra ignorancia, por completo provisional, de
los detalles más finos. Sólo después del descubrimiento de Bell, es decir,
después de1964, se tuvo la seguridad de que esta no-separabilidad no era
únicamente una propiedad de nuestro saber -- que reflejaba las lagunas de éste
-- sino que era algo más profundo: algo que uno se ve obligado a referir a la
noción misma de realidad independiente desde el momento en que se le
atribuye un sentido a este concepto. Esta seguridad se basa, cuando menos, en
la condición de que sean verdaderos ciertos hechos experimentales y previstos
por la teoría, pero que en 1964 no habían sido aún verificados. Lo han sido
después con un margen de error en extremo débil, de suerte que la no-
separabilidad es ahora un dato que ha llegado a ser -- desde todos los puntos
de vista -- muy difícil de impugnar".

"Sin duda nada prohíbe seguir buscando alguna teoría de variables


ocultas, pero se sabe desde el principio que deberá ser no-separable".

"Objetivamente es imposible decir si los científicos minoritarios a


quienes no satisfacen las 'recetas ortodoxas' llegarán o no a edificar una física
realista (y seguro que no-separable) de la suficiente belleza, simplicidad, etc...
como para hacerla predominar entre sus compatriotas y conseguir así una
unanimidad en favor suyo. Yo soy más escéptico al respecto que M. Paty,
aunque ello va en opiniones. Creo por mi parte que la experiencia de Aspect es
importante sobre todo por sus proyecciones filosóficas".

Una vez constatadas las extraordinarias peculiaridades del mundo de las


partículas, parece legítimo ocuparse de tres preguntas obvias:
a) Es posible un acercamiento riguroso y científico al mundo
cuántico?.
b) Es el universo que creemos conocer un universo ordenado?.

c) Si la respuesta a las dos primeras preguntas es positiva: cómo es


posible que exista un universo ordenado, con posibilidades de ser estudiado
con rigor y basado en un micromundo azaroso e indisciplinado?

La primera pregunta nos llevará a la consideración del instrumento


fundamental de la física de las partículas: las matemáticas cuánticas. La
segunda, nos pondrá en contacto con el orden universal que conocemos y la
extraordinaria fragilidad en origen del mismo. Por fin la tercera, nos enfrentará
con la pregunta más trascendente del misterio cuántico: hablaremos del gato de
Schrödinger y de las interpretaciones más importantes de la nueva visión del
universo que se derivan de los nuevos descubrimientos.
MATEMÁTICAS CUÁNTICAS
Paul Davies: "La teoría moderna de la mecánica cuántica supone mucho
más que unos vagos razonamientos sobre la exactitud de las mediciones y
sobre el conocimiento ondulatorio. Es una teoría matemática exacta, capaz de
detalladas predicciones sobre el comportamiento de los sistemas subatómicos.
Importantes propiedades físicas, tales como el principio de incertidumbre de
Heisenberg, están incrustadas en el nivel básico de la teoría y surgen, con toda
naturalidad, de las matemáticas. Concretamente, el físico austríaco Erwin
Schrödinger descubrió en 1924 la ecuación matemática que rige el movimiento
de las enigmáticas ondas probabilísticas, y en la actualidad los físicos
profesionales llevan a cabo cálculos prácticos que revelan la estructura interna
y el movimiento de los átomos y las moléculas aplicando esta ecuación. Por
ejemplo, se calculan los niveles energéticos de los átomos y, en consecuenia,
las frecuencias de la luz que emiten y absorben, al mismo tiempo que la
intensidad relativa de los distintos colores. Estos cálculos permiten que
espectros hasta ahora misteriosos, como los de los objetos astronómicos
lejanos, se identifiquen con productos químicos conocidos. Lo cual tiene una
especial importancia en el caso de objetos muy lejanos, como los quásares,
porque la luz que llega hasta nosotros ha sufrido un enorme corrimiento hacia
el rojo debido a la expansión del universo, y podría consistir en radiaciones
invisibles para nosotros, por pertenecer a la región ultravioleta, de no haberse
producido el corrimiento. Los cálculos permiten predecir espectros de todas las
frecuencias.

Otros cálculos revelan la naturaleza de las fuerzas subatómicas que


ayudan a mantener los átomos unidos formando moléculas. Cuando dos átomos
se acercan, sus ondas materiales comienzan a superponerse y se producen
importantes efectos de interferencia que dan lugar a que los átomos se
adhieran mediante un enlace químico. Cuando son muchos los átomos que se
juntan en un orden regular, como ocurre en los cristales, las ondas de todos los
electrones son constreñidas a seguir un movimiento periódico coordinado que
les permite atravesar grandes espesores de materia con poca resistencia".
"Detallados cálculos, realizados con ayuda de la teoría cuántica, nos han dado
una idea de la estructura de los cristales y de otros materiales sólidos, como
los semiconductores, a la vez que han sentado las bases para la comprensión
de los líquidos, los gases, los plasmas y los superfluidos. También en el terreno
nuclear, la aplicación de los cálculos matemáticos derivados de la mecánica
cuántica aporta mucha información sobre la estructura nuclear interna, las
reacciones nucleares como la fisión y la fusión, y la interacción de los núcleos
con otras partículas subatómicas.
Las matemáticas en cuestión no son del tipo habitual basado en la
aritmética; operan con objetos matemáticos abstractos que obedecen a reglas
de combinación muy peculiares y que tienen propiedades absolutamente
distintas de las de los números ordinarios. Aunque el conocimiento
pormenorizado de estas matemáticas requiere muchos años de estudio, algo de
su sabor puede transmitirse utilizando ideas elementales. Como siempre ocurre
con la ciencia, las matemáticas son un modelo que debe imitar el
comportamiento del mundo real. En la época precuántica, el estado de un
sistema físico se representaba mediante un conjunto de números. Por ejemplo,
el estado de un cuerpo se define por su posición, su velocidad, su velocidad de
rotación, etc., en cada instante. Midiendo estas cantidades, se obtienen
números concretos. El modo en que los números de un instante se relacionan
con los de otros instantes lo proporcionan las llamadas ecuaciones
diferenciales.

En contraposición, la teoría cuántica nos prohibe asignar numeros


determinados a todos los atributos de un cuerpo simultáneamente: no podemos
especificar al mismo tiempo, por ejemplo, la posición y el impulso. Además, no
hay una trayectoria única y bien definida, sino muchos trayectos posibles. El
estado del sistema debe reflejar estas incertidumbres y ambigüedades, y el acto
de medir, que perturba el sistema cuántico de manera fundamental, no equivale
al mero desvelamiento de los valores numéricos de las diversas magnitudes.
Una forma de representar el hecho de que una partícula puede existir en un
estado cuántico susceptible de muchos comportamientos posibles - muchos
mundos distintos -- es recurrir al concepto de vector. Los vectores se conocen
normalmente como magnitudes orientadas: la velocidad, la fuerza y la rotación
son ejemplos de cantidades que tienen al mismo tiempo una magnitud (grande,
pequeña, etc.) y una dirección (hacia el norte, en sentido vertical, etc.). Por el
contrario, cantidades como la masa, la temperatura, la aceleración y la
energía tienen todas ellas magnitud, pero no dirección".

Pero vistos estos datos básicos sobre las matemáticas aplicables a la física
de las partículas, conviene detenernos un poco sobre la propia historia del
surgimiento de estas nuevas ideas en la instrumentación de la ciencia de los
números. Lo cierto es que, muy en consonancia con las constantes sorpresas que
depara el mundo cuántico, las soluciones matemáticas aplicables a las nuevas
perspectivas de la física, surgieron de forma inesperada y cuando unos meses
antes, principios de 1925, sólo se podía describir "una lamentable mezcolanza
de hipótesis, principios, teoremas y recetas para calcular" (Max Jammer). Y lo
que es más desconcertante: surgieron dos teorías cuánticas completas,
autónomas, lógicas y bien fundamentadas.
WERNER HEISENBERG nació en Würzburg el 5 de diciembre de
1901. En 1920 se matriculó en la Universidad de Munich, donde estudió física
con Arnold Sommerfeld, uno de los físicos más influyentes del momento y que
había estado muy relacionado con el desarrollo del modelo atómico de Bohr.
Hesisenberg se vio sumido rápidamente en la investigación con la teoría
cuántica, y se propuso encontrar números cuánticos que explicaran el
desdoblamiento de rayas espectrales en parejas (dobletes). En un par de
semanas encontró la respuesta; todo se podía explicar en términos de números
cuánticos semienteros: Había encontrado la solución más simple del problema,
pero sus compañeros y su superior quedaron sorprendidos, pues la misma base
de la mecánica cuántica (los "saltos cuánticos") partía de la suposición de que
los números cuánticos tenían que ser números enteros.

Pero pocos meses después, ALFRED LANDÉ, físico de mayor edad y


reputación, publicó la misma idea. Posteriormente, resultó que los números
semienteros tenían una importancia extraordinaria en el ámbito cuántico ya que
eran imprescindibles para describir una de las cualidades fundamentales de las
partículas: el spin, descrito en número enteros según casos, pero también en
estimaciones de 1/2, 2/3, etc., siendo decisiva la valoración de tales números.
Así, las partículas de spin entero o nulo, como ya sabemos, responden a los
comportamientos descritos por la estadística de Fermi-Dirac. Las de spin
semientero, a la estadísitica Bose-Einstein. La verdadera importancia de esta
distinción, como ya anunciamos, la veremos más adelante. Es cierto que los
números cuánticos difieren sólo en unidades enteras, pero un salto de 1/2 a 3/2,
o de 5/2 a 9/2, es tan probable como uno de 1 a 2, ó de 5 a 12. De modo que
Heisenberg no aprovechó para introducir una nueva idea en teoría cuántica, pero
como dice Gribbins, "es interesante resaltar que, de la misma forma que fueron
hombres jóvenes de la generación anterior los que desarrollaron la primera
etapa de la teoría cuántica, en los años 20 fueron mentes jóvenes sin prejuicio
por las ideas que todo el mundo sabe los que dieron el siguiente paso
adelante".

Heisenberg terminó el doctorado en 1923, antes de cumplir los 22 años, y


en 1924 ocupó en Göttinguen la plaza que había dejado PAULI, junto al físico
MAX BORN. Ello le dio la oportunidad de trabajar varios meses con Bohr en
Copenhague, y en 1925 se encontraba en condiciones de encontrar la teoría
matemática que todo el mundo buscaba y que nadie esperaba se descubriera tan
pronto.

La importante aportación de Heisenberg se basó en una idea que procedía


del grupo de trabajo de Göttingen, consistente en que una teoría física sólo debe
versar sobre cosas que pueden ser realmente observadas con experimentos. "Un
experimento que observa electrones en átomos, por ejemplo, no nos muestra
una imagen de pequeñas bolas duras en órbita alrededor del núcleo; no hay
forma de observar la órbita, y lo que se deduce de las rayas espectrales es lo
que les ocurre a los electrones cuando pasan de un estado de energía a otro.
Todas las características observables de electrones y átomos hacen referencia
a dos estados, y el concepto de una órbita es algo añadido a las observaciones
por analogía con la forma en que las cosas se mueven en el mundo cotidiano"
(Gribbins). Heisenberg trabajó directamente con las matemáticas que eludían
todo tipo de analogía.

Es muy conocida la historia de cómo habiendo sufrido Heisenberg un


fuerte ataque de fiebre del heno en 1925, debió seguir un tratamiento de
recuperación en la isla rocosa de Heligoland, donde se dedicó
concienzudamente a la tarea de interpretar lo que se conocía sobre el
comportamiento cuántico. Sin ningún tipo de distracciones en la isla, y habiendo
desaparecido las fiebres, Heisenberg se pudo dedicar intensamente al problema.
Él mismo ha descrito lo que sentía al ver que los números encajaban en lo
previsto, y cómo una noche, a las tres de la madrugada, se le "disiparon todas
las dudas sobre la consistencia matemática y la coherencia de la clase de
mecánica cuántica hacia la que apuntaban mis cálculos. Al principio me
alarmé profundamente. Tenía la sensación de que, a través de la superficie de
los fenómenos atómicos, estaba observando un imperio extrañamente
maravilloso, y me sentí aturdido ante la idea de que ahora tenía que demostrar
esta riqueza de las estructuras matemáticas que la naturaleza me había
mostrado tan generosamente" .

De vuelta a Göttingen, Heisenberg mostró su trabajo a algunos de sus


amigos, como Pauli y Born, pero aún no se encontraba seguro de que pudiera
ser publicado. Incluso descartó incluir una exposición de sus nuevas ideas en
unas conferencias que tuvo que dar en Leyden y Cambridge. Pauli quedó
entusiasmado con lo que recibió y Born comprendió pronto la esencia del
contenido del mismo. Se trataba, en definitiva, de poder realizar el tratamiento
matemático de "los dos estados del átomo", sin expresar los mismos mediante
números ordinarios, dadas las especiales relaciones que existen entre estos dos
estados, sino mediante una serie de disposiciones de números que Heisenberg
ideó en forma de tablas. GRIBBIN, expresa sencillamente la esencia de este
trascendental paso en el tratamiento riguroso de la mecánica cuántica:

"La mejor analogía (con las tablas de Heisenberg) la proporciona un


tablero de ajedrez. Contiene 64 casillas, cada una de las cuales puede
identificarse por un número, de 1 al 64. Sin embargo, los jugadores de ajedrez
prefieren utilizar el sistema que señala las columnas por letras, a, b, c, d, e, f,
g, h, y las filas mediante los números 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7 y 8. De esta forma cada
casilla del tablero se puede identificar con un par único: a1 es la una torre; g2
es la de un peón de caballo, y así sucesivamente: Las tablas de Heisenberg,
como un tablero de ajedrez, implicaban disposiciones bidimensionales de
números porque se aplicaban a cálculos referentes a dos estados y a sus
interacciones. Estos cálculos llevaban, entre otras cosas, a multiplicar dos de
tales conjuntos de números entre sí, y Heisenberg dedujo laboriosamente las
reglas matemáticas correctas para llevar a cabo la tarea. Pero dio con un
rersultado muy curioso, tan chocante, que fue ésa una de las razones de su
reticencia a la publicación de sus cálculos. Cuando dos de esas tablas se
multiplicaban entre sí, el resultado dependía del orden de los factores.

Esto era verdaderamente extraño. Es como si 2 x 3 no fuera lo mismo


que 3 x 2 o, en términos algebraicos, a x b # b x a. Born pensaba día y noche
en esta diferencia, convencido de que había algo fundamental en ella. De
repente, lo vio claro. Las disposiciones matemáticas de números en tablas, tan
laboriosamente construidas por Heisenberg, ya eran conocidas en
matemáticas. Existía un cálculo concreto con tales estructuras, se llamaban
matrices, y el mismo Born las había practicado en los primeros años del siglo
veinte, cuando era estudiante en Breslau. No es sorprendente que recordara
esa oscura rama de las matemáticas más de veinte años después, ya que hay
una propiedad de las matrices que siempre impresiona a los que la estudian
por primera vez: el resultado que se obtiene al multiplicar dos matrices
depende del orden en que se efectúa la operación o en lenguaje matemático, las
matrices no conmutan"

El resultado de todo esto fue la publicación del llamado "artículo de los


tres hombres", elaborado en cooperación por Heisenberg, Max Born y
PASCUAL JORDAN. En él, de forma mucho más clara que en el original de
Heisenberg, se insistía en el valor transcendente de la no conmutatividad de las
variables cuánticas. Se recogía en el mismo el descubrimiento de Born de LA
RELACIÓN MECÁNICO-CUÁNTICA FUNDAMENTAL : pq - qp = h /
i , donde "p" y "q" son matrices que representan variables cuánticas
equivalentes al momento y a la posición en el mundo cuántico. La constante de
Planck aparece en la nueva ecuación junto con "i", la raíz cuadrada de menos
uno. Pero qué significa esto en términos físicos? Aunque la constante de
Planck ya era bien conocida en estos momentos, el gran desconocimiento
reinante sobre las matemáticas de matrices hizo que muy pocos tuvieran una
verdadera comprensión de la parte matemática del trabajo, esencial al mismo, y
la aportación de Heisenberg y el grupo de Göttingen no fue apreciada de forma
inmediata por la mayoría de los físicos. La excepción surgiría en Cambridge,
Inglaterra. Veamos la descripción que John Gribbins hace de la entrada en
escena de este nuevo personaje:

"PAUL DIRAC era unos meses más joven que Heisenberg: Nació el 8
de agosto de 1902 y está considerado como el único teórico inglés comparable
a Newton, y desarrolló la forma más completa de lo que hoy se conoce como
mecánica cuántica. No se dedicó a la física teórica hasta después de obtener su
graduación en ingeniería por la Universidad de Bristol en1921. Al no tener
trabajo como ingeniero tuvo la posibilidad de ir becado a Cambridge a
estudiar matemáticas, pero no pudo hacerlo debido a problemas económicos.
Siguió en Bristol, viviendo con sus padres, donde realizó en dos años, gracias a
su formación previa, los estudios correspondientes a la licenciatura en
matemáticas aplicadas; la titulación, que normalmente suponía tres años de
dedicación, la obtuvo en 1923. Por fin pudo ir a Cambridge para dedicarse a la
investigación Científica y Técnica; sólo después de llegar a Cambridge
comenzó a interesarse por la teoría cuántica.

Así fue como un joven investigador desconocido e inexperto se prsentó a


oir la conferencia de Heisenberg en Cambridge, en julio de 1925: Aunque
Heisenberg no habló públicamente de su nuevo trabajo entonces, lo mencionó
ante Ralph Fowler, director de Dirac, y envió posteriormente a Fowler una
copia del artículo hacia mediados de agosto, antes de que apareciera en
Zeitschrift . Fowler entregó el artículo a Dirac, quien así tuvo la posibilidad de
estudiar la nueva teoría antes que nadie que no fuera de Göttingen (excepto
Pauli, el amigo de Heisenberg). En este primer artículo, aunque puso de
manifiesto la no conmutatividad de las variables en mecánica cuántica -- las
matrices -- , Heisenberg no desarrolló la idea, sino que más bien divagó en
torno a ella. Cuando Dirac se dedicó de lleno al análisis de las ecuaciones
pronto apreció la importancia fundamental del hecho simple de que a x b # b x
a. A diferencia de Heisenberg, Dirac ya conocía entes matemáticas que se
comportaban de esa forma, por lo que en unas pocas semanas pudo
reconstruir las ecuaciones de Heisenberg mediante una rama de las
matemáticas que William Hamilton había desarrollado un siglo antes: Las
ecuaciones de Hamilton tan útiles para la mecánica cuántica se habían
desarrollado durante el siglo XIX , en gran parte como sistema de ayuda para
el cálculo de órbitas de cuerpos en un sistema, como el Sistema Solar, donde
hay varios planetas en interacción, lo cual resulta un tanto irónico".
Lo que resultaba irónico, evidentemente, es que es precisamente la teoría
cuántica la que acaba definitivamente con la visión del átomo como un pequeño
sistema solar. Pero lo importante en el trabajo de Dirac es que había llegado,
separadamente y al igual que el grupo de Göttingen, a la conclusión de que las
ecuaciones de la matemáticas aplicables al mundo cuántico gozaban de la
misma estructura que las de la mecánica clásica, siendo esta última un caso
particular de aquella. Diciéndolo de una manera simple: sólo la apreciación en
la física de las partículas de la constante de Plank hacía surgir la necesidad de
esta nueva aproximación matemática. O lo que es igual, si la constante de
Plank es igual a cero nos encontramos con las matemáticas tradicionales. Claro
está, sin embargo, que dicha constante no es separable de la consideración del
mundo cuántico y ahí, precisamente, radicaba el problema.

Dirac desarrolló la denominada "álgebra cuántica", en la que eran


protagonistas como factores unos números muy especiales llamados "q",
números extraños, sin duda, y en los que no se podían apreciar muchas de las
características tradicionales de los números matemáticos. El álgebra cuántica
comprende dentro de sí la mecánica matricial y daba una especial relevancia a
los números semienteros, que tanto habían interesado a Heisenberg. Fowler
apreció inmediatamente la importancia del trabajo de Dirac y consiguió que se
publicara. Por su parte, Dirac lo envió a Heisenberg, el que elogió sin recato el
mismo:

"He leído su extraordinariamente bello artículo sobre la mecánica


cuántica con el mayor interés, y no hay duda de que todos los resultados son
correctos....[el artículo está] realmente mejor escrito y más concentrado que
muchos intentos anteriores".

Paralelamente, Pauli había hecho también descubrimientos que parecían


confirmar lo expuesto por Heisenberg y Dirac. La relación entre mecánica
matricial y álgebra cuántica es aclarada por Gribbin de la siguiente forma:

"Otra vez el juego del ajedrez proporciona un buen ejemplo aclaratorio:


Existen varias formas diferentes de describir el juego mediante letra impresa:
una forma es imprimir un tablero de ajedrez y señalar en él la posición de
todas las piezas, pero la descripción de una partida completa ocuparía mucho
espacio. Otra forma, sería dar cuenta del movimiento de las piezas mediante
frases: 'el peón de rey pasa a la cuarta casilla de la columna de rey'. Y en la
más concisa notación algebraica el mismo movimiento se describe simplemente
como 'e2-e4'. Tres formas diferentes que proporcionan la misma información
sobre un suceso real, el paso de un peón de un estado a otro (como en el
mundo cuántico, no se sabe nada sobre cómo el peón pasó de un estado al
otro, un punto que incluso queda más claro si se considera el movimiento de un
caballo). Las diferentes formulaciones de la mecánica cuántica son algo así: El
álgebra cuántica de Dirac es la más elegante en sentido matemático; los
métodos matriciales desarrollados por Born y sus colaboradores siguiendo a
Heisenberg son más toscos pero no menos efectivos".

La teoría de Dirac comenzó a dar resultados espectaculares cuando,


tratando a la luz como una partícula, sus ecuaciones dieron resultados que
concordaban con algunas de las predicciones de la teoría especial de la
relatividad, en las que el tiempo figuraba tratado como un número "q". Sin
embargo. el camino de desarrollo de las consecuencias del álgebra cuántica se
detuvo ante un nuevo tratamiento matemático de la problemática cuántica: qué
ocurría con la idea de Luis de Broglie de considerar a las partículas también
como ondas?

LA TEORÍA DE SCHRÖDINGER.-

A finales de 1925, la teoría de las ondas de electrones de De Broglie ya


era conocida, si bien aún no eran definitivos los resultados que probarían la
naturaleza ondulatoria del electrón. Sin embargo, gracias al propio Einstein,
Schrödinger se fijó en las experiencias basadas en el aparato de medida de
Young, pero utilizando flujos de electrones, y fruto de ello fue el
descubrimiento de unas nuevas matemáticas en las que la naturaleza cuántica de
la realidad es contemplada desde su punto de vista ondulatorio. Así lo explica
John Gribbin, en su ya citado libro "En busca del gato de Schrödinger":

"El trabajo de De Broglie puede que hubiera quedado ensombrecido


durante años, como si de un puro juego matemático sin realidad física se
tratara, si no hubiera merecido la atención de Einstein. Fue Einstein el que
habló a Born sobre la idea y de ahí surgieron la serie de trabajos
experimentales que demostraron la realidad de las ondas de electrones; y fue
uno de los trabajos de Einstein, publicado en febrero de 1925, donde Erwin
Schrödinger leyó los comentarios de Einstein sobre la idea de De Broglie: 'creo
que representan más que una mera analogía' . Por aquella época, los físicos
daban una extraordinaria importancia a las afirmaciones de Einstein, por lo
que una tal afirmación del gran científico fue suficiente para que Schrödinger
se dedicara a la investigación de las implicaciones de tomar la idea de De
Broglie en sentido literal.

Schrödinger es un caso excepcional entre los físicos que desarrollaron la


nueva teoría cuántica. Había nacido en 1887 y tenía treinta y nueve años
cuando presentó su mayor contribución a la ciencia: una edad notablemente
precoz para un trabajo científico original de tal importancia. Había obtenido
su doctorado en 1910, y desde 1921 era profesor de Física en Zürich, un pilar
de máxima respetabilidad científica y no una fuente de ideas nuevas y
revolucionarias. Pero, como se verá más adelante, la naturaleza de su
contribución a la teoría cuántica fue mucho mayor de lo que se podía esperar
de un miembro de la antigua generación en la mitad de la década de los años
20: en tanto que el grupo de Göttingen, y Dirac más aún, elaboraba una teoría
cuántica abstracta y liberada de los conceptos relacionados con nuestro mundo
de cada día, Schrödinger trató de restaurar la comprensión sencilla de las
ideas físicas mediante la descripción de la física cuántica en términos de
ondas, entidades familiares en el mundo físico, y luchó hasta su muerte contra
los nuevos conceptos de indeterminación y transición instantánea de electrones
de un estado a otro. Proporcionó a la física una herramienta de valor práctico
incalculable para resolver problemas, pero en términos conceptuales su
mecánica ondulatoria representó un paso hacia atrás, una vuelta a las ideas
del siglo diecinueve.

De Broglie había indicado el camino con su idea de que las ondas de


electrones en órbita alrededor de un núcleo atómico habían de ajustarse a un
número entero de longitudes de onda en cada órbita, por lo que existían órbitas
intermedias prohibidas. Schrödinger amplió las matemáticas sobre ondas para
calcular los niveles de energía permitidos en tal situación, y quedó bastante
desanimado al principio al llegar a resultados que no coincidían con los datos
conocidos sobre los espectros atómicos. En efecto, no había nada erróneo en
su técnica, y la única razón para este desacuerdo inicial fue que no había
tenido en cuenta el espín del electrón. Este hecho no es sorprendente, ya que en
1925 el concepto de espín del electrón aún no había sido establecido. De modo
que dejó el trabajo de lado durante varios meses, perdiendo con ello la
oportunidad de ser el primero en publicar un tratamiento matemático completo,
lógico y consistente de los cuantos. Volvió a retomar la idea al ser requerido
para un coloquio sobre el trabajo de De Broglie, y fue entonces cuando se dio
cuenta de que si prescindía de los efectos relativistas en sus cálculos,
conseguía un buen acuerdo con las observaciones de átomos en situaciones en
que los efectos relativistas no fueran importantes. Como Dirac demostraría
más adelante, el espín del electrón es esencialmente una propiedad relativista
(y nada parecida a cualquier propiedad asociada a giros de objetos en el
mundo cotidiano). Así, la mayor contribución de Schrödinger a la teoría
cuántica fue publicada en una serie de artículos en 1926, casi al mismo tiempo
que los de Heisenberg, Born, Jordan y Dirac.
Las ecuaciones, en la variante de Schrödinger sobre la teoría cuántica,
pertenecen a la misma familia de ecuaciones que describen ondas reales en el
mundo ordinario: ondas sobre la superficie del océano, o las ondas que
transmiten ruidos a través de la atmósfera. El mundo de los físicos recibió esta
aportación con entusiasmo, precisamente por resultar tan familiar. No podían
haber sido más diferentes los dos tratamientos del mismo problema.
Heisenberg descartó deliberadamente toda imagen del átomo y se basó
únicamente en magnitudes que podían ser medidas en los experimentos; en lo
profundo de su teoría, no obstante, yacía la idea de que los electrones son
partículas. Schrödinger partió de una imagen física clara del átomo como una
entidad real; su teoría partía de la idea de que los electrones eran ondas.
Ambos esquemas dieron lugar a ecuaciones que describían exactamente el
comportamiento de propiedades que se podían medir en el mundo cuántico.

A primera vista esto resultaba asombroso. Dirac demostró


matemáticamente -- como poco después lo haría el mismo Schrödinger y el
americano Carl Eckart -- que los diferentes conjuntos de ecuaciones eran
completamente equivalentes entre sí; representaban diferentes formas de
entender el mismo mundo matemático. Las ecuaciones de Schrödinger incluían
tanto la relación de no conmutatividad como el factor crucial h / i
esencialmente de la misma forma que aparecían en mecánica matricial y en
álgebra cuántica. El descubrimiento de que los diferentes tratamientos del
problema eran matemáticamente equivalentes entre sí hizo aumentar
considerablemente el apoyo de los físicos en ellos. Parece que,
independientemente de la clase de formalismo matemático que se utilice,
cuando se atacan los problemas fundamentales de la teoría cuántica se llega
inexorablemente a las mismas respuestas. Matemáticamente hablando, la
versión de Dirac es la más completa porque su álgebra cuántica incluye tanto a
la mecánica matricial como a la mecánica ondulatoria como casos especiales.
Sin embargo, los físicos de los años 20 se decantaron por la versión más
familiar de las ecuaciones, las ondas de Schrödinger, que ellos podían entender
en términos de conceptos cotidianos, al tratarse de ecuaciones muy frecuentes
en los problemas de la física tradicional (óptica, hidrodinámica y similares).
Pero el mismo éxito de la versión de Schrödinger puede que haya sido causa
del retraso durante décadas de una comprensión fundamental del mundo
cuántico.

En una visión retrospectiva, parece sorprendente que Dirac no


descubriera (o inventara) la mecánica ondulatoria, ya que las ecuaciones de
Hamilton, que resultaron tan provechosas para la mecánica cuántica, habían
tenido su origen en un intento por unificar las teorías ondulatoria y
corpuscular de la luz, en el siglo diecinueve. Sir William Hamilton nació en
Dublín en 1805, y ha sido considerado por muchos el principal matemático de
su época. Su mayor logro (aunque no reconocido como tal en su tiempo) fue la
unificación de las leyes de la óptica y de la dinámica en un marco matemático;
se trataba de un conjunto de ecuaciones que podían utilizarse para describir el
movimiento de una onda y el de una partícula. Estos resultados fueron
publicados a finales de la década de los 20 y principio de los 30. La mecánica y
la óptica, por separado eran muy útiles para los investigadores de la segunda
mitad del siglo diecinueve, pero casi nadie tuvo en cuenta la relación
mecánica-óptica que era el contenido real del trabajo de Hamilton. La clara
implicación de los estudios de Hamilton es que, de la misma forma que los
rayos de luz han de ser sustituidos por el concepto de ondas en óptica, las
trayectorias de partículas debían ser sustituidas por movimientos ondulatorios
en mecánica. Pero esta idea reultó tan extraña en la física del siglo pasado que
nadie -- ni el mismo Hamilton -- la utilizó en sus experimentos. Esto no
significaba que la idea hubiera surgido y se la hubiera rechazado por absurda;
fue lo suficientemente extraña como para que no se le ocurriera a nadie.
Ningún físico del siglo diecinueve podía haber llegado a esa conclusión: era
imposible. Resultó inevitable que la idea surgiera sólo después de ponerse de
manifiesto la incapacidad de la mecánica clásica para describir los procesos
atómicos. Pero, si se tiene en cuenta que también él fue el inventor de unas
matemáticas en las que a x b # b x a, no sería exagerado escribir que sir
William Hamilton es el olvidado fundador de la mecánica cuántica. Si hubiera
vivido en la época apropiada, seguro que se hubiera dado cuenta de la
conexión existente entre la mecánica matricial y la mecánica ondulatoria;
Dirac podría haberlo hecho, pero tampoco es sorprendente que se le pasara
por alto al principio. Él era, después de todo, un estudiante profundamente
dedicado a su primera gran investigación. Y lo que también es importante, él se
movía entre ideas abstractas y según la línea de Heisenberg consistente en
liberar a la física cuántica de la cómoda imagen rutinaria de los electrones en
órbita alrededor de los núcleos atómicos, por lo que no entraba en sus
proyectos encontrar una imagen física del átomo atractiva e intuitiva. Lo que la
gente no apreció inmediatamente es que la mecánica ondulatoria misma, a
pesar de las esperanzas de Schrödinger, tampoco proporciona esa cómoda
imagen.

Schrödinger creyó que había eliminado los saltos cuánticos de un estado


a otro mediante la introducción de las ondas en la teoría cuántica. Él
imaginaba las transiciones de un electrón desde un estado de energía a otro
como algo análogo al cambio en la vibración de una cuerda de un violín
cuando pasa de una nota a otra (de un armónico a otro), y pensó que la onda a
que hace referencia su ecuación era la onda material que De Broglie había
tratado. Pero en cuanto otros científicos se propusieron investigar el
significado último de las ecuaciones, toda esperanza de restaurar el
protagonismo central de la física se desvaneció. Bohr, por ejemplo, quedó
desconcertado por el concepto de onda. Cómo podría una onda o un conjunto
de ondas en interacción, hacer que un contador Geiger registrara su presencia
como si de una partícula se tratara? Qué era lo que realmente ondulaba en el
átomo? Y, una pregunta crucial, cómo explicar la naturaleza de la radiación
del cuerpo negro en términos de las ondas de Schrödinger? Así, en 1926, Bohr
invitó a Schrödinger a pasar una temporada en Copenhague, donde estudiaron
este tipo de problemas y llegaron a unas soluciones que no fueron muy del
gusto de Schrödinger.

En primer lugar, las mismas ondas resultaron ser, tras un profundo


estudio, tan abstractas como los números q de Dirac. Las matemáticas
mostraban que no podía tratarse de ondas reales en el espacio, como las olas
en un estanque, sino que representaban una forma compleja de vibraciones en
un espacio matemático imaginario llamado el espacio de las fases. Peor aún,
cada partícula (por ejemplo, cada electrón) necesita sus propias tres
dimensiones. Un electrón aislado se puede describir por una ecuación de ondas
en un espacio tridimensional; dos electrones requieren seis dimensiones; para
tres electrones hacen falta nueve dimensiones, y así sucesivamente. En cuanto a
la radiación del cuerpo negro, incluso cuando todo se había convertido al
lenguaje mecánico ondulatorio, la necesidad de los cuantos discretos y de los
saltos cuánticos subsistía. Schrödinger se sentía incómodo e hizo la siguiente
observación: 'Si yo hubiera sabido que no nos íbamos a poder librar de estos
malditos saltos cuánticos, nunca me habría metido en ese tema'. Como
Heisenberg señala en su libro Physics and Philosophy , '... las paradojas del
dualismo entre la imagen ondulatoria y la corpuscular no fueron resueltas;
estaban ocultas en algún lugar del esquema matemático'.

Sin duda, la atractiva imagen de las ondas con realidad física en círculos
alrededor de los núcleos atómicos, que condujo a Schrödinger al
descubrimiento de la ecuación de ondas que hoy lleva su nombre, es errónea.
La mecánica ondulatoria no es más que, como la mecánica matricial, una guía
para el estudio del mundo atómico; pero, al contrario que la mecánica
matricial, la mecánica ondulatoria produce la ilusión de ser algo familiar y
cómodo. Esta ilusión ha persistido hasta nuestros días disimulando el hecho de
que el mundo atómico es totalmente diferente de nuestro mundo de cada día.
Varias generaciones de estudiantes, entre las que figuran las de los científicos
actuales, podrían haber profundizado mucho más en la teoría cuántica si
hubieran sido obligados a enfrentarse con el tratamiento abstracto de Dirac, en
lugar de permitirles pensar que lo que sabían sobre ondas en el espacio
ordinario les proporcionaba una imagen del comportamiento de los átomos. Y
por eso parece que a pesar de los enormes progresos en la aplicación de la
mecánica cuántica, como si de una receta se tratara, a muchos problemas
interesantes, apenas nos encontramos hoy, más de cincuenta años después, en
mejor posición que los físicos de los años 20 en cuanto al completo
conocimiento de los fundamentos de la física cuántica. El mismo éxito de la
ecuación de Schrödinger desde el punto de vista práctico ha hecho que la gente
no se detuviera a pensar profundamente sobre las razones para su validez".

Pese a estas palabras, y pese a la más que probable justificación de las


mismas, es evidente que el acercamiento a las ideas cuánticas y a la
problemática inscrita en las mismas, se ve facilitado por esta imagen de
Schrödinger, según la cual el mundo de las partículas se mueve en una
transición desde la plenitud potencial del aspecto ONDA al colapso y
concreción real del aspecto PARTÍCULA. Al menos podemos imaginar o
entrever esa inasible corporeidad de la onda, en cuyo seno se encuentra latente
un abanico amplio de posibilidades en cuanto a la posición de la partícula, unas
más probables que otras, pero desde el punto de vista de una sola partícula
considerada, todas posibles. En un momento dado queda fijada, sin que de
momento conozcamos la razón, una de las posibles posiciones de la partícula,
quedando radicalmente excluidas las demás: es el azar, como parece, el
elemento protagonista de este colapso de la onda y su devenir en partícula?

La pregunta no es, desde luego, ociosa. La simple formulación de la ley


segunda de la termodinámica, el aumento constante e irreversible del desorden o
entropía, nos habla de un orden como punto de partida del universo que
conocemos: puede surgir el orden del azar? Por otra parte, y aunque nos
llevaría demasiado lejos el análisis detallado de la cuestión, una observación
profunda de ese universo ordenado nos dice que se trata de un orden precario, es
decir, un orden que quedaría roto si se alteraran, incluso mínimamente, un
conjunto de factores que, en la forma en que están determinados, permiten la
existencia de la realidad que conocemos y que de otra forma quedaría vedada.
Factores como la temperatura básica del universo (-270 grados centígrados ó 3
grados Kelvin) o la propia densidad de la materia y su distribución regional, si
se alteraran en pequeña escala determinarían un universo de características
insospechadas. Nosotros observamos un universo isótropo (con un similar
movimiento de expansión en todas sus partes) y homogéneo (con similares
rasgos estructurales en las distintas zonas del mismo), que no parece reconocer
en su imagen macroscópica la aparentemente caótica esencia del mundo
constitutivo de los ladrillos de su construcción: por qué?

Centremos esta cuestión, que nos conduce ya directamente al corazón


mismo de la revolución cuántica: concretado que la incertidumbre cuántica no
es obstáculo para que el producto de sus agrupaciones sea tratado y
comprendido con rigor matemático; concretado que es precisamente la
valoración científica de las distintas variables y su consideración en baremos
estadísticos, lo que permite y ha permitido decisivos avances técnicos de
nuestro siglo; precisado que nuestro mundo cotidiano sí que es cognoscible (al
menos a determinados niveles) con precisión, aunque sólo sea porque todo lo
que nos rodea es predecible al estar inmerso en los "grandes números"
necesarios para que los cálculos matemáticos transformen las probabilidades en
certezas; constatado esto con claridad, surge sin posibilidad de posposición una
cuestión insoslayable: cómo existe algo? Cómo es posible que ese caldo de
potencialidades enormes, de extraordinaria riqueza, todas superpuestas en la
ondulación y sin una posición concreta, quede en un momento colapsado y fije
una única posición válida y mensurable? Qué hace que esto suceda? Si, como
hemos visto, en el mundo subatómico no rige el principio de causalidad, es
decir, no hay una razón física palpable que justifique el que las cosas sucedan
como suceden. Si nos encontramos con una realidad entrelazada hasta la
inseparabilidad, cómo se individualiza y fragmenta una y otra vez para
desembocar en nuestro mundo, un mundo cierto y aprehensible? Tan sólo es
cuestión de azar? Es nuestro mundo una mera casualidad? O, por el contrario,
existe alguna razón profunda y desconocida que inspira la forma que en él
observamos? Estas preguntas nos llevan directamente en busca del famoso gato
de Schrödinger.
EL GATO DE SCHRÖDINGER

Nos encontramos ya en el punto crucial, en la cuestión decisiva, del


entorno inscrito en la problemática que surge al acercarnos al mundo cuántico.
La paradoja a que hace referencia "el gato de Schrödinger " se dirige a
responder a una pregunta insospechable desde el punto de vista de la física
clásica. Recogeré lo que me parece más significativo de los textos de los físicos
al respecto.

Lo que esencialmente significa la paradoja, lo reseña con claridad Danah


Zohar:

"... el nudo gordiano a que se enfrenta la física cuántica, y quienes la


quieren utilizar para hablar del mundo, no es el de 'cómo puede suceder
cualquier cosa?', sino más bien el de 'cómo puede existir cualquier cosa?'. Si
como creen los teóricos de la principal de las corrientes cuánticas, la realidad,
en su nivel más fundamental, es únicamente un conglomerado, una papilla
formada por numerosas posibilidades, una abundante corriente de ondas de
materia híbridas, cómo podemos comprender el mundo familiar de objetos
definidos, sólidos, que podemos observar a nuestro alrededor? En qué punto y
por qué se realiza la realidad? Con el fin de ilustrar el problema, y su
paradoja, Irwin Schrödinger, uno de los padres fundadores de la teoría
cuántica, introdujo a su gato en el debate.

El gato de Schrödinger había sido colocado en una de esas omnipresentes


jaulas de laboratorio utilizadas para experimentación con animales, solamente
que, en este caso, las paredes de la jaula eran sólidas. Es un detalle crucial
porque, para comprender el objetivo de la paradoja, no debemos ver el gato
hasta el final del relato.

Dentro de esa caja opaca, Schrödinger ha preparado un experimento


macabro. Coloca un poco de material radiactivo en la jaula, el cual, para
simplificar la explicación, tiene un 50 por ciento de posibilidades de lanzar en
dirección ascendente una partícula que declina, y otro 50 por ciento de
lanzarla en dirección descendente. Si esa partícula es enviada hacia arriba,
golpea un detector de partículas que, a su vez, pone en marcha un interruptor
que deja caer un veneno mortal en el plato de la comida del gato. El gato lo
come y muere. De forma parecida, si la partícula va hacia abajo, dispara otro
interruptor diferente que deja caer comida, por lo que el gato continúa vivo
para realizar otro experimento.

Esta elección de posibilidades -- como mínimo, 'arriba' muere, 'abajo'


vive -- es el tipo de elección que esperaríamos en el mundo cotidiano. Pero las
cosas no son tan sencillas para los gatos cuánticos. Y además no son en
absoluto sencillas porque, según la principal corriente de la teoría cuántica, el
gato está al mismo tiempo vivo y muerto. Existe en un estado impuesto sobre él
en el que se dan ambas condiciones a la vez, de la misma manera en que hemos
dicho que los electrones son al mismo tiempo ondas y partículas".

"... el ser del gato de la mecánica cuántica de Schrödinger 'se extiende' a


través del espacio y del tiempo. Su posible 'viveidad' o su posible mortalidad 'se
extiende' como una probabilidad que flota para llenar la jaula. Lo mejor que
podemos hacer para fijarla es describir 'todos' sus posibles estados por medio
de una función de onda de Schrödinger -- es decir, con una ecuación
matemática que muestra en una lista todas sus numerosas posibilidades, de la
misma manera en que las reglas del póquer disponen de numerosas posibles
manos que podemos utilizar y nos muestran qué podemos hacer con ellas,
mientras que nos dejan en la ignorancia de en cuál de las manos exactamente
se nos dejará jugar. Se trata de un asunto de probabilidades.

En este caso, la función onda (`las reglas`) nos dicen que el gato ha
comido el veneno y ha muerto (probabilidad I) y que el gato ha disfrutado de
un alimento nutritivo y vive (posibilidad II). Solamente es cuando esta función
onda se 'hunde', cuando todas las posibilidades que describe quedan de repente
reducidas a una realidad fija, el momento en que nos encontramos con un gato
que podemos acariciar o enterrar. Evidentemente, un hundimiento de ese tipo
puede ocurrir alguna vez porque, si continuamos con el relato, cuando abrimos
la jaula y miramos en su interior, el gato está definitivamente muerto (o vivo).
Pero, por qué? Qué cosa ha matado al gato de Schrödinger?"

"Desde los primeros momentos, la teoría cuántica ha querido decir que


sucede algo muy extraño y de importancia crucial cuando observamos un
sistema cuántico. Los fenómenos cuánticos no observados son radicalmente
distintos de aquellos otros que entran en nuestro campo de observación; se
trata de uno de los principales asuntos de la historia que rodea al gato de
Schrödinger. En el momento de la observación, o de la medición, los electrones
que no han sido observados previamente y que eran a un tiempo ondas o
partículas; fotones únicos que no han sido vistos y que de alguna manera
misteriosa se las han ingeniado para viajar a través de dos aberturas al mismo
tiempo, eligen de pronto ir a través de una o de la otra, y gatos aturdidos se
convierten en una cosa con la que nos podemos relacionar. En resumen, algo
en ese momento en el que una función de onda cuántica indefinida y con
múltiples posibilidades es vista (o registrada) la hace descender al estado de
una realidad única y fija. El gato de Schrödinger no era sencillamente
encontrado muerto cuando nosotros lo miramos. De alguna extraña manera
que nadie puede aún entender, moría (o vivía) precisamente porque lo
mirábamos. La observación asesina al gato".

"Pero, lo que es aún peor para aquellos a quienes gusta creer que el
mundo 'es exactamente como es', nuestra interferencia posee una dimensión
inesperada. La observación no sólo hace fracasar de alguna forma la función
onda, ayudándonos de esa manera a proporcionarnos un mundo en el primer
lugar, sino que resulta también que la forma particular que nosotros elegimos
para observar la realidad cuántica determina en parte aquello que nosotros
veremos. La función onda cuántica contiene numerosas posibilidades y no
depende más que de nosotros cuáles de ellas serán producidas.

Por ejemplo, un fotón posee tanto posibilidades de posición (en su


naturaleza como partícula) como posibilidades de impulso (en su naturaleza
como onda). Un físico puede realizar un experimento para medir, y a partir de
ahí fijar una de las dos, si bien al fijar una, pierde la otra (es el Principio de
Incertidumbre de Heisenberg). Su interferencia --su medición o su
observación-- parece de alguna forma extraña influir en el lado de su
naturaleza que exhibía el fotón".

Aunque ya estemos acostumbrados a las sorprendentes afirmaciones que


acompañan el estudio del mundo de las partículas, aquí parece que tocamos
límite. Que sea el observador el que crea la realidad con su acto de observar, no
significa sino la desaparición de una realidad objetiva como tal. El mundo
caótico y azaroso de las partículas se vincula con un universo como el nuestro
sólo gracias al acto creador de la consciencia que observa o mide. Hay físicos
que llevan el significado de esto a sus últimas consecuencias. Otros la atenúan
en alguna forma. Pero lo que se puede considerar como la interpretación
mayoritaria del sentido cuántico de la realidad, la llamada ESCUELA DE
COPENHAGUE, considera la observación como elemento decisivo en la
conformación de la realidad a la que tenemos acceso. Las enormes interrogantes
de todo tipo que esa postura conlleva, las veremos más adelante, junto con el
examen de las dos versiones, radical y atenuada, que se integran en esta
interpretación. Pero antes, quizás convenga acercarnos a una minoritaria pero
interesante y distinta forma de ver las cosas que se aprecian en el mundo
cuántico.

El deseo de mantener la "cordura" y la posibilidad de entrever una línea


de sucesos en el mundo cuántico, que puedan coexistir con lo que hasta no hace
mucho era incuestionable estructura de la realidad, ha hecho que se desarrolle y
formule una no menos espectacular interpretación, caracterizada por ser
absolutamente coherente desde un punto de vista matemático. Es la llamada
TEORÍA DE LOS UNIVERSOS MÚLTIPLES, que apareció en la década de
los años cincuenta y que no puede ser descartada, al menos en teoría.

Según hemos visto, para la tesis de Copenhague no existe "realmente"


más que nuestro mundo macroscópico. Las demás posibilidades de la onda que
no apreciamos como concretadas, devienen mundos potenciales pero fallidos:
alternativas que han sido rechazadas. Frente a esta visión de las cosas, surge la
interpretación o propuesta de HUGH EVERETT en 1957, después desarrollada
por BRYCE DE WITT, de la Universidad de Texas. La idea básica consiste en
abandonar los aspectos epistemológicos y metafísicos de la teoría cuántica y
aceptar literalmente la descripción matemática. Podemos resumir esta tesis,
siguiendo a Paul Davies, en la forma siguiente:

Cuando utilizamos las matemáticas para representar un sistema conocido,


como la trayectoria de un proyectil, la marcha de una economía o para contar
ovejas, se supone que los símbolos matemáticos sustituyen directamente las
cosas que representamos (es decir, proyectiles, dinero u ovejas). Esto también
sigue siendo cierto en buena parte de la física moderna y sin duda en el caso de
la mecánica newtoniana. No obstante, en la interpretación convencional de la
teoría cuántica, esto no es aplicable. En el mundo cuántico es necesario
describir el movimiento de las partículas como una onda. La onda no es en sí un
objeto físico que puede imaginarse como una sustancia ni observarse en el
laboratorio: es una onda probabilística. De otra parte, ni siquiera podemos
considerar una partícula aislada como una cosa por derecho propio, con
cualidades independientes. De ahí se sigue que las matemáticas se refieren en
este caso a algo absolutamente abstracto y que realmente sólo proporciona un
algoritmo para calcular los resultados de las observaciones reales. Según Bohr,
las ondas de materia no son en absoluto una cosa sino únicamente un
procedimiento de cálculo. Bohr sostiene que "es un error pensar que la tarea
de la física consiste en descubrir cómo es la naturaleza. La física se ocupa de
lo que nosotros podemos decir de la naturaleza". Y, según Heisenberg, las
matemáticas "ya no descubren el comportamiento de las partículas
elementales, sino sólo nuestro conocimiento de su comportamiento".
La propuesta de Everett y De Witt consiste en restaurar la realidad de la
onda y considerarla una auténtica descripción del mundo. El precio a pagar por
el ascenso de categoría es la supresión de la paradoja de la medición
anteriormente descrita, puesto que no es necesario que ocurra ninguna especial
reducción a una realidad en el momento de la observación: la realidad ya está
ahí. Así pues, la teoría de Everett considera que las partículas atómicas existen
realmente en unas condiciones concretas y bien determinadas, aunque sigan
estando sometidas a las habituales incertidumbres de la mecánica cuántica.

El caso es que la imagen de la realidad de Everett está tan lejos de la del


sentido común como la imagen de la escuela de Copenhague. La capacidad de
las ondas para superponerse y de las condiciones cuánticas para reconstituirse a
partir de una superposición de otros estados es un elemento indudable de la
física microscópica. En la teoría de Everett esto se acepta serenamente y se lleva
a sus conclusiones lógicas: si la superposición a modo de onda es real, también
lo es el superespacio. En lugar de suponer que todos los demás mundos del
superespacio son unas realidades potenciales --mundos fallidos-- que se codean
con el mundo que nosotros percibimos pero no adquieren su propia concreción,
Everett propone que esos otros universos existen realmente y son en cada punto
tan reales como el que nosostros habitamos.

De ahí se deduce que, según esta teoría, el mundo está constantemente


escindiéndose en incontables nuevas copias de sí mismo. En palabras de De
Witt: "Debemos imaginar que nuestro universo está constantemente
dividiéndose en un inmenso número de ramas". Cada proceso subatómico tiene
la facultad de multiplicar el mundo, a lo mejor un enorme número de veces. De
Witt explica: "Cada transición cuántica que tiene lugar en cada estrella, en cada
galaxia, en cada remoto rincón del universo, está dividiendo nuestro mundo
local en miríadas de copias de sí mismo". Además de esta incesante repetición,
nuestros propios cuerpos forman parte del mundo y también se dividen una vez
y otra. No sólo nuestro cuerpo, sino también nuestro cerebro y, cabe presumir,
nuestra consciencia se multiplica repetidamente, convirtiéndose cada copia en
un ser humano pensante y sintiente que habita en otro universo muy parecido al
que vemos a nuestro alrededor.

La idea de que el propio cuerpo y la propia consciencia se dividan en


miles de millones de copias es, como mínimo, sorprendente, pero los partidarios
de esta teoría han argumentado que el proceso es inobservable, porque las
réplicas de consciencias no pueden comunicarse de ninguna manera entre sí. De
hecho, los distintos mundos del superespacio están todos absolutamente
desconectados en lo que respecta a comunicación.
Muchos otros mundos son muy parecidos al nuestro, diferenciándose tan
sólo en el estado de unos cuantos átomos. Estos mundos contienen individuos
conscientes virtualmente indiferenciables de nosotros en cuerpo y
entendimiento, que poseen existencias casi paralelas a las nuestras. De hecho,
estos duplicados casi exactos comparten con nosotros precursores comunes,
pues en el pasado las ramas convergen y se fusionan. De modo que lo que
comienza en el nacimiento como una consciencia se multipica innumerables
millones de veces hasta la muerte. No todos los demás mundos están habitados
por otros nosotros, sin embargo. En algunos, las trayectorias ramificadas
conducen a la muerte prematura. En otros, nunca habrá ningún nacimiento,
mientras que también existen aquéllos que pueden haber quedado tan desviados
del mundo de nuestra experiencia, que allí no es posible ninguna clase de
existencia.

En definitiva, en la teoría de Everett, el gato de Schrödinger ni vive


exclusivamente ni muere exclusivamente. Vive en un universo y muere en otro,
cumpliédose las dos posibilidades que representan la función onda de su
realidad.

La propia esencia de la teoría de Everett evidencia hasta qué punto es


difícil construir una teoría de la realidad cuántica que guarde alguna proporción
con lo que fuera de ese asombroso mundo parece habitual. Pero centrémonos en
la tesis radicalmente opuesta.

Si la anterior tesis sigue lo que literalmente se desprende de las tesis


matemáticas, la que ahora nos va a ocupar, sigue radicalmente lo que se
desprende de los experimentos. No es sino la interpretacón de la escuela de
Copenhague llevada a sus últimas consecuencias. Es la conclusión que han
sostenido los físicos EUGENE WIGNER y JOHN WHEELER, como
representantes más significativos. La idea es simple: puesto que, de acuerdo con
lo experimentado, no es conocida ninguna otra causa que colapse la función
onda y concrete la realidad que la propia observación o medición por el
experimentador, el universo entero puede deber su existencia real únicamente al
hecho de ser observado por seres inteligentes.

Wheeler ha escrito un gran número de articulos sobre el significado de la


teoría cuántica, en publicaciones diferentes, a lo largo de cuatro décadas.
Nacido en 1911, se encontró en una situación apropiada para recibir de lleno el
impacto de los descubrimientos de los años 20. Ha relatado en muchas
ocasiones la anécdota de una ocasión en la que se encontraba participando en un
juego en el que un grupo de personas se ponen de acuerdo sobre determinado
objeto y es necesario averiguar su identidad por alguien que participa en el
juego fuera de ese grupo, con un número limitado de preguntas. Cuando le llegó
el turno a Wheeler, fue enviado a una habitación y el resto de los asistentes se
quedaron para decidir qué objeto elegían. Le tuvieron encerrado durante un
tiempo "increíblemente largo", lo que seguramente se debía a que buscaban una
palabra especialmente difícil o a que le estaban preparando alguna "jugada". A
su vuelta se encontró con que las respuestas de cada participante, a preguntas
tales cómo "se trata de un animal?", o "es verde?", eran rápidas; pero a
medida que avanzaba el juego las respuestas tardaban cada vez más y más en
llegar, cosa extraña si, como es lógico, todos se habían puesto de acuerdo en el
objeto y las únicas contestaciones posibles eran sí o no Por qué debían pensar
tanto antes de dar una contestación tan simple?. Al fin, cuando sólo quedaba
una pregunta, Wheeler se decidió: "es una nube?". La contestación "sí" fue
acompañada de una explosión de carcajadas por parte de los presentes y le
hicieron partícipe del secreto: se habían puesto de acuerdo en no elegir un
objeto determinado, sino que cada persona, cuando era interrogada, debía dar
una contestación verdadera referida a algún objeto real que se le ocurriera, y que
cumpliera los requisitos impuestos por todas las contestaciones anteriores.
Conforme el juego avanzaba, se hizo tan difícil para él como para los
interrogados.

Qué tiene que ver todo esto con la teoría cuántica? De la misma forma
que se suele tener un concepto del mundo real existente aun cuando no sea
observado, Wheeler imaginaba que existía realmente un objeto que él trataba de
identificar. Pero no existía. Todo lo real eran las contestaciones a sus preguntas,
de la misma forma que lo único conocido acerca del mundo cuántico son los
resultados de los experimentos. La nube era, en cierto sentido, creada por el
proceso seguido al preguntar y, en el mismo sentido, el electrón es creado por el
proceso de detección experimental. La anécdota ilustra claramente el axioma
fundamental de la teoría cuántica de que ningún fenómeno elemental es un
fenómeno hasta que no sea un fenómeno detectado. Y el proceso de detección
puede originar contradicciones con el concepto ordinario de realidad.

Pero, si es la inteligencia que observa la que crea la realidad, quién


creó la realidad existente antes de la inteligencia? La respuesta de Wheeler es
la ELECCIÓN RETARDADA. Para aclarar su idea, Wheeler ideó una nueva
versión del tan socorrido experimento de las dos rendijas, inicialmente utilizado
por Young para determinar la naturaleza ondulatoria de la luz. En esta especial
versión de Wheeler, los dos agujeros se combinan con una lente para concentrar
la luz que atraviesa el sistema, y la pantalla detectora se reemplaza por otra
lente que origine la divergencia de los fotones provenientes de cada rendija. Un
fotón que pasa por uno de los agujeros atraviesa la segunda pantalla y la
segunda lente lo dispersa hasta un detector a la izquierda, por ejemplo; un fotón
que pasa por el otro agujero va a parar al agujero de la derecha. Con este
dispositivo experimental se determina por qué agujero pasó cada fotón, con
tanta seguridad como en la versión en la que se detectaba directamente el paso
del fotón por las rendijas. Igual que en este caso, si sólo se permite el paso por
el aparato de un fotón en cada instante, se logra identificar inequívocamente el
camino seguido y no hay interferencia porque no hay superposición de estados.

Ahora, volvemos a modificar el aparato cubriendo la segunda lente con


una película fotográfica distribuida en tiras formando una persiana. Las tiras se
pueden aproximar entre sí hasta formar una pantalla completa que impida a los
fotones atravesar la lente y ser desviados. O, si no, la persiana puede abrirse y
permitir el paso de los fotones como antes. Cuando las tiras están perfectamente
unidas, los fotones llegan a la pantalla igual que en el experimento de la doble
rendija. No hay forma de asegurar por qué agujero pasó cada uno y, sin
embargo, se obtiene una figura de interferencia como si cada fotón individual
hubiera pasado por los dos agujeros a la vez. Ahora viene la sorpresa. Con el
mismo dispositivo experimental, no hay por qué decidir si se va a abrir o cerrar
la persiana antes de que el fotón haya atravesado la lente con los dos agujeros.
Se puede esperar hasta que la haya atravesado, y después decidir si se crea un
experimento en el que el fotón ha ido sólo por un agujero o por los dos a la vez.
En este experimento de elección retardada, algo que se lleva a cabo ahora
tiene una influencia inevitable sobre lo que se puede afirmar sobre el
pasado. La historia, al menos para un fotón, depende de cómo se elija efectuar
una medida.
No es necesario decir más para comprender la extraordinaria
trascendencia filosófica que tendría la confirmación de la tesis de Wheeler. Para
empezar, se podría decir que la historia carecería de sentido (el pasado no tiene
existencia) salvo en la forma en que es registrada en el presente. Se trata de una
renuncia definitiva a la existencia de una realidad objetiva que esté fuera de
nosotros. Hasta dónde se puede llevar esta idea? Los llamados "cocineros
cuánticos", volcados a las consecuencias prácticas de lo experimentado en el
mundo cuántico pero desinteresados de cualquier otro tipo de conclusión,
afirman que todo esto son especulaciones filosóficas sin sentido y sin que la
realidad macroscópica se pueda ver afectada por ellas. Pero cada cosa del
mundo macroscópico está constituida por partículas que obedecen a las reglas
cuánticas. Todo lo que se considera real está constituido por elementos que no
pueden ser considerados como reales: "Qué otra cosa cabe sino afirmar que,
de alguna manera, todo debe estar basado en la estadística de billones de
billones de tales actos con participación del observador?" (Gribbin).

Sin tener en cuenta las extrañas coincidencias que producía su intuición,


Wheeler siguió adelante hasta considerar el Universo entero como un circuito
autoexcitado y participativo. Comenzando desde el Bing Bang, el Universo se
expande y se enfría. Tras miles de millones de años se producen seres capaces
de observar el Universo, y "los actos de participación del observador --vía del
mecanismo del experimento de la elección retardada-- producen, a su vez, una
realidad tangible al Universo, no sólo al presente, sino a todo el pasado desde el
principio". "Observando los fotones de la radiación de fondo cósmico, el eco del
Big Bang, puede que sea la causa del Big Bang y del mismo Universo".

Pero, según esta versión, quién crea al observador, puesto que éste es
una realidad concretada? La respuesta inmediata sería: Dios, el que, según esto,
no crearía al hombre para que habitara el Universo, sino para que lo creara.

Para aclarar y posibilitar la captación de todo el sabor de este observador-


participador, Wheeler nos cuenta una vieja leyenda hebrea. Según la leyenda,
Jehová y Abraham mantienen un tenso diálogo a propósito de quién de ellos
mantiene la superioridad a la hora de justificar por qué el mundo es como es.
"Ni siquiera existirías si no hubiera sido por mí", le recuerda Jehová a Abraham.
"Es cierto, Señor, ya lo sé --replica Abraham--, pero también es cierto que Tú no
serías conocido si no fuera por mí". Utilizando un lenguaje más científico, el
premio nobel ILYA PRIGOGINE realiza la misma afirmación al decir que
"cualquier cosa a la que nosotros denominamos realidad, se nos revela a
nosotros solamente a través de una construcción activa en la que participamos".

"En la física cuántica, a esta dependencia del "ser" de una cosa de todo
el medio que la rodea, se la denomina "contextualismo" y tiene extensas
implicaciones tanto por lo que se refiere a nuestra concepción completa de la
realidad como a nuestro entendimiento de nosotros mismos en tanto que
compañeros de esa realidad" (Zohar).

La dimensión epistemológica (cuál es la naturaleza de nuestro


conocimiento y qué es lo que queremos decir con el concepto de Verdad?) ha
sido expresada de manera muy precisa en la fenomenología del filósofo francés
MERLAU-PONTY, en lo que él mismo llamó la "la verdad en una situación":

"Todo el tiempo en que conservé ante mí el ideal de un observador


absoluto, de conocimiento en ausencia de cualquier punto de vista, sólo puedo
contemplar mi situación como una fuente de error. Pero una vez que he
reconocido que, a través de ella, estoy conectado con todas aquellas acciones y
con todo el conocimiento que son plenos de significado para mí, entonces mi
contacto con lo social en la finitud de mi situación se me revela como el punto
de partida de toda la verdad, incluyendo aquí la de la ciencia y, desde el
momento en que nos encontramos dentro de la verdad y no podemos estar fuera
de ella, todo lo que yo puedo hacer es definir una verdad dentro de la
situación".

Llegados a este punto, conviene reflexionar un poco. La construcción de


un Universo comprensible a raíz de lo observado sobre la realidad cuántica,
hemos visto que se hace desde dos perspectivas radicalmente opuestas. O todo
es real y vivimos dentro de una espiral de constantes desdoblamientos en
miríadas de universos que desarrollan todas las posibilidades potencialmente
contenidas en el caldo cuántico primario, universos que se siguen desdoblando y
desdoblando de una forma inimaginable pero matemáticamente rigurosa. O
nada es real y el Universo "en que vivimos" no es sino el Universo "que
vivimos". La consciencia es la creadora de la realidad. Es el elemento que
concreta la única de entre las variadas posibilidades de la realidad y que
determina lo que consideramos real.

Ambas posibilidades tienen muy poco que ver con lo que consideramos
admisible en nuestros cauces habituales de entendimiento. Es un error creer que
no se ha comprendido el entramado de implicaciones que se desprenden del
mundo cuántico, por parecer que las conclusiones que se formulan, por
disparatadas, han debido ser entendidas mal. Se cuenta como anécdota real que
Bohr, cuando se le acercaba alguien tratando de explicarle alguna solución a los
probemas que surgían del mundo cuántico, decía: "Lo que usted da como
solución es una cosa disparatada, pero no lo bastante disparatada para ser
verdadera". Y el propio Bohr decía con firmeza que el que no se sintiera
profundamente sobrecogido y conmovido por las implicaciones de la mecánica
cuántica, es que no la había entendido.

Pero, no se puede decir más? Quizás habría que matizar algo la tesis
mayoritaria, o de Copenhague, en una tesis intermedia que recientemente se ha
sostenido, incluso en publicaciones de 1991. Resumiendo esta posición, se
puede decir que sostiene que hay que tener cuidado con las interpretaciones
radicales del contextualismo que parecen llevar al peligroso criterio de que no
hay realidad sino sólo perspectivas del consciente. Para estos físicos, entre ellos
Zohar recientemente, la consciencia no crea la realidad. Es cierto, porque así se
ha comprobado, que entre el observador y lo observado se establece un diálogo
creativo que determina el colapso de la función onda y la concreción en
partícula. Pero el observador sólo concreta una realidad ya potencialmente
contenida en la función onda. Es decir, el observador concreta pero no crea y,
por tanto, no puede colapsar la función onda concretando una realidad que en
esa función no estuviera contenida. En la creación hay arbitrariedad, mientras
que en la concreción el observador se encuentra condicionado por las propias
posibilidades de lo que observa. En esta tesis se devuelve consistencia a la
realidad, aunque sea una consistencia potencial e incierta. Es decir, el
observador puede colapsar la función onda determinando si el gato de
Schrödinger muere o vive, ambas posibilidades contempladas en la función
onda de su realidad, pero lo que no puede hacer es, por ejemplo, convertirlo en
mariposa.

Pero, en última instancia, queda sin resolver una cuestión de principio:


quién colapsa la función onda del universo? Puesto que, por definición, todo
está comprendido dentro del Universo, quién lo observa fuera de él?

En el punto en que nos enontramos, debemos afrontar el estudio de algo


que ya nos implica muy directamente. Estamos en condiciones de desplazarnos
de ese, al parecer, lejano mundo de la física de las partículas, hacia nuestro
propio mundo cotidiano. Si este deriva de una participación activa de la
observación y detrás de la observación está la consciencia, debemos detenernos
ya en ella y preguntarnos sobre su consistencia, sobre lo que significa ser
consciente y en qué medida ello puede aclararnos las cuestiones trascendentes
que siguen integrando la problemática cuántica.

Como dice Zohar, "todo el numeroso grupo de cuestiones surgidas a


partir del intríngulis del gato de Schrödinger, entre ellas el papel desempeñado
por el observador humano en la formación de la realidad y el problema de la
objetividad asociado con él, solamente arroja luz sobre el hecho de que, en este
estadio, no poseemos una comprensión suficiente de los obsevadores humanos
y de la física de su consciencia para alcanzar conclusiones al día. El problema
del gato nos invita obviamente a repensar un elevado número de nuestras
percepciones sobre nosotros mismos y, probablemente, sobre el objetivo de
nuestra existencia, pero, para hacer frente a ese fundamental desafío, debemos
encararnos con el problema de la consciencia".
EL ÁMBITO DE LA CONSCIENCIA

Qué es la consciencia? Qué significa ser consciente? Respecto de tales


cuestiones no hay ecuaciones matemáticas que nos den la respuesta. Tampoco
experimentos de laboratorio. En mecánica cuántica se habla de los efectos de la
consciencia, de la evocación de la realidad que ésta determina, pero no qué sea
ella misma, el detonante. Hoy hay una corriente de físicos que estima que
mientras la atención no se ponga en la consciencia del observador,
preguntándonos qué es y respecto de qué o quién es predicable, la teoría
cuántica estará "torpemente" incompleta. La cuestión parece desde luego
trascendente en el primer tramo de la misma (qué sea la consciencia).
Comprender la esencia de lo que tan determinantemente constituye la realidad
de nuestro mundo cotidiano, parece un paso inaplazable en la escala del
conocimiento. Pero es que la segunda parte del problema (qué sea lo
consciente), el ámbito de lo consciente o consideración de qué es lo que es
consciente, tiene de entrada, al considerarlo, un repunte crucial.

Hemos visto como el gran obstáculo con el que se enfrenta la


interpretación mayoritaria de la mecánica cuántica, la de Copenhague, es el
argumento circular que se origina al considerar, de un lado, que el observador
determina la realidad (la cree o no), y de otro, que el propio observador forma
parte de esa realidad y no se ve cómo él mismo ha sido determinado.

Pero lo arduo de esta cuestión nace del hecho mismo de que


consideramos la observación como un fenómeno moderno que no explica
satisfactoriamente las condiciones de su propio nacimiento. Si la observación
(consciente) es un fenómeno emergente, que surge "ex novo" de estructuras
complejas. Si es esa propia observación la que hace posible las estructuras,
extrayéndolas de un caótico y riquísimo cúmulo de posibilidades que
potencialmente integran la Naturaleza, cómo se explican las necesarias
estructuras que antecedieron a las que alumbraron lo consciente? Qué
observador determinó las estructuras de lo no consciente? Es acaso ese Dios
que muchos hombres han intuido a lo largo de los tiempos?.

Esta sería, desde luego, una solución radical y nos colocaría rápidamente
en el ámbito de lo místico. No hay razones contundentes para descartarla y no
es raro que un buen número de creyentes en la divinidad, hayan visto en la
mecánica cuántica un punto de apoyo decisivo en el que sustentar su fe. Sobre
todo, la mística oriental y muchos de sus decires parecen poderse incardinar en
el nuevo cauce de conocimiento de la Naturaleza que ha abierto la
fenomenología cuántica.

Sin embargo, respetando esta inmediata salida a lo metafísico, yo he de


hacerme eco aquí del pensamiento mayoritario de los conocedores del mundo
cuántico. Al menos, ha de tener un peso especial lo que piensan al respecto los
más insignes entre los científicos cuánticos. Y para ellos, la física, cuántica o
no, no puede decirnos nada, ni a favor ni en contra, de lo que está más allá de
ella misma, es decir, de la metafísica, de Dios y de la mística. Curiosamente, y
como veremos en la última parte de este trabajo, una gran número de los
mejores científicos de este siglo, han sido místicos ellos mismos, pero no han
considerado como base de su sentimiento su bagaje de conocimientos
profesionales. Así pues, desde un punto de vista científico, antes de arrojar la
toalla y recalar en soluciones extraordinarias, dando saltos en el vacío, es
preciso seguir investigando y tratar de lograr una comprensión de los problemas
que sea aprehensible desde nuestro único instrumento de reflexión: la razón,
aunque ésta deba adaptarse a las nuevas perspectivas lógicas que exige el
asombroso mundo cuántico.

Y si el fenómeno de la consciencia no fuera emergente sino evolutivo?


Y si la consciencia se pudiera predicar incluso respecto de lo que es nuestra
realidad original: las partículas subatómicas? O, como dicen algunos físicos:
son conscientes los electrones?

La respuesta positiva aclararía muchas cosas. Si pudieramos afirmar que


incluso una partícula subatómica goza del privilegio de la consciencia y, por
tanto, puede en alguna forma "observar", nos encontraríamos con que ya en el
inicio del mismo universo existía la condición necesaria para que las
posibilidades potenciales de la Naturaleza fueran evocadas y, tras miles de
millones de años, produjeran un Universo como el que conocemos. El cómo
surge el propio caos primigenio, es una cuestión que queda ya al margen y
como consideración inútil. Preguntarse por el origen del caos, sería como
preguntarse por el origen de Dios. Al menos de momento, debemos
conformarnos por intentar averiguar lo que ocurre "dentro" del Universo y dejar
a otras disciplinas, que no necesitan de lo experimental, cuestiones tan inasibles.

Ahora bien, cuando hablamos de consciencia en las partículas


subatómicas, no queremos decir, desde luego, que en ellas esto signifique lo
mismo que cuando se habla de consciencia en términos humanos. Tal
concepción era propia de un pansiquismo primitivo en el que todo lo existente,
vivo o no, integra en sí mismo una vida sicológica, con toda la carga de
contenidos que esto supone. Cuando los físicos actuales se plantean el tema del
pansiquismo, se refieren a algo mucho más modesto pero mucho más coherente
y esclarecedor. En definitiva, se plantearía la misma línea evolutiva en lo
mental que en lo físico. Respecto de las partículas subatómicas se hablaría de
una protoconsciencia o protomentalidad, pero en ella ya iría incluida una
posibilidad de elegir, entre las variadas opciones naturales, la más conveniente a
la totalidad del sistema, respecto del cual, y en esto todos los físicos están de
acuerdo, están conectadas todas las partículas de una forma inseparable. La no-
separabilidad se confirma así como el eje motor de esos primeros pasos que a
la postre nos determinaron.

Los experimentos de laboratorio de las dos rendijas, incluyendo la


ampliación de Wheeler, parecen tender una mano a la hipótesis de que el
electrón parece saber misteriosamente lo que tiene que hacer. El experimento de
Aspect y su equipo en 1982, nos inspiran que esa misteriosa "sabiduría" deriva
de la conexión entre partículas hermanas. Y siendo muy probable la unión en
origen de la totalidad de las partículas del Universo, concebir un Universo
autogestionado y consciente por encima de sus realidades particulares y
apoyando en ellas una misma dirección (aunque a cada una le quedaría el
margen de libertad de rechazar el camino común), parece una tesis atractiva y
con posibilidades de consideración.

Como señala Zohar, la lógica que se utiliza en este pansiquismo limitado


comienza con el hecho evidente de que sólo existe una clase básica de materia.
De ahí se sigue entonces que todas las cosas --las animadas y las inanimadas--
están hechas de ella, que cierta parte de esta materia tiene una indudable
capacidad de vida consciente, y que, al menos al nivel cuántico, existe un
diálogo creativo entre la materia y la consciencia, de tal manera que la mente
consciente del observador influye realmente en el desarrollo material de lo que
observa.

Según palabras del filósofo THOMAS NAGEL: "Cada uno de nosotros


está compuesto de materia que posee una larga historia inanimada, antes de
encontrar su camino en medio de nuestras escamas o de aquellas de nuestros
padres. Probablemente en otro tiempo formó parte del sol, pero también podría
haber sido materia procedente de otras galaxias... Sea como fuere, si se
descompuso suficientemente lejos y se dispuso en un orden nuevo, pudo
haberse incorporado a un organismo vivo. No se necesitaron otros elementos,
aparte de la materia".
Más aún, dice Zohar, la materia inanimada de la que estamos hechos
nosotros, los seres conscientes, lleva a cabo cambios; en el caso de los seres
humanos cambia "totalmente" cada siete años: Ni uno sólo de los átomos que
contribuyen ahora a la formación de mi ser físico formará parte de mí dentro de
siete años. Nuestros cuerpos vivos se encuentran en un intercambio constante y
dinámico con otros cuerpos y con el mundo inanimado que nos rodea. Entonces,
cómo pueden los mismos átomos ser parte de una estructura consciente en un
momento de la historia y de un objeto inanimado en otro? En qué momento
adquieren ellos, o la estructura de que forman parte, consciencia? En su ensayo
sobre el pansiquismo, Nagel llega a la conclusión de que:

"... a menos que estemos dispuestos a aceptar ... que la aparición de


propiedades mentales en sistemas complejos no tiene explicación causal en
absoluto, debemos considerar la habitual aparición epistemológica de lo
mental como una razón para creer que los elementos poseen propiedades de
las que no tenemos conocimiento, y que necesitan de estos resultados".

Es decir, completa Zohar, "debemos aceptar que, a menos que la


consciencia sea alguna cosa que sencillamente emerge de manera repentina, y
que no lleva aparejada con ella causa aparente alguna, es evidente que estaba
ya allí en alguna forma como propiedad básica de elementos de la materia".

KARL POPPER, que no es pansiquista y, al contrario que Nagel, cree


que la consciencia es un fenómeno emergente, una propiedad de sistemas más
elevados y complejos, pero no de los átomos, recoge, no obstante que "la
materia muerta parece gozar de más potencialidades que las de simplemente
producir materia muerta".

Ahora bien, la asociación que Nagel hace de consciencia a la totalidad de


la materia, debe centrarse y entenderse en el ámbito de lo que él llama
"propiedades protomentales", es decir, algunos aspectos mentales primitivos
de la realidad que sólo se vuelven propiamente conscientes cuando se combinan
adecuadamente en un sistema complejo. Sostiene que tanto estas propiedades
protomentales como la materia elemental con la que están asociadas podrían
derivar de una fuente común, de un nivel más fundamental de realidad que
posee en sí mismo un potencial a dos bandas que le permite convertirse en
mental y material: "Tal reductibilidad a una base común tendría la ventaja de
explicar por qué serían allí necesarias las conexiones causales en ambas
direcciones, entre los fenómenos mentales y los físicos".

La descripción hecha por Nagel de una realidad fundamental que es la


fuente común tanto de los aspectos mentales como de los materiales existentes
en el mundo, es ciertamente compatible con lo que se conoce de la realidad
cuántica y de la dualidad onda/partícula, y la comparten algunos de los más
importantes físicos cuánticos. Por ejemplo, DAVID BOHM, informado por su
larga carrera como físico e influido claramente por el pansiquismo de Spinoza y
Whitehead, cree que:

"Lo mental y lo material constituyen dos aspectos de un proceso conjunto


que (lo mismo que la forma y el contenido) están únicamente separados en el
pensamiento y no en la realidad. Más bien, existe una única energía que está en
la base de toda realidad... Nunca existe una división real entre el aspecto
mental y el material en ningún estadío de aquel proceso conjunto"

La idea de Bohm ya había sido sostenida antes que él en el ámbito de la


filosofía. No sólo Whitehead, de gran influencia en este físico, sino también
TEILHARD DE CHARDIN, pensaban que la más humilde de las
manifestaciones de la materia tenía propiedades protoconscientes. Ya en ellos
está plenamente inscrita la idea de una interrelación de la totalidad. Chardin,
que conoció como hombre de ciencia de su tiempo los descubrimientos del
mundo cuántico, expresó contundentemente esta profunda impresión: "Lo uno
es tanto más uno en tanto que centraliza en sí un más vasto todo". La no
separabilidad se manifiesta como eje central de una concepción nueva y
apasionante. Para Bohm, esa participación en la información que se deriva de la
interrelación. "este conocimiento mutuo", puede representar un saber consciente
elemental en el electrón. "Si esto es correcto", nos dice Zohar, "... nos
proporciona otro camino a través del cual la nueva física nos está impeliendo a
que cambiemos por completo la manera en que contemplamos el mundo
material y las relaciones que mantenemos con él".

Para ejemplificar estas aparentes propiedades de "conocimiento" de las


partículas subatómicas, Bohm compara los movimientos de los electrones en el
laboratorio a aquellos otros que ejecutan los bailarines del ballet respondiendo a
una partitura musical, y donde esa propia partitura musical constituye ya "un
conjunto común de información que guía a cada uno de los bailarines en el
momento de decidir qué paso de baile han de ejecutar..." "En el caso de los
electrones, la 'partitura' es evidentemente la función onda. Lo mismo que sucede
con los bailarines, 'participan' así de una acción común basada en una fuente de
información, más que empujarse o absorberse unos a los otros de una manera
mecánica, siguiendo leyes como las de la física clásica".

Llegados a este punto, la "acción común" o "acción en conjunto" podría


ser identificada como uno de los ejes delimitadores de las fluctuaciones de la
Naturaleza en el tiempo y en sus diversas manifestaciones. Hablar de
autoorganización nos obliga a indagar acerca de las muestras de la misma que
podemos entrever a nuestro alrededor. Precisamente, una rama fascinante de la
ciencia actual se ocupa de las razones que pueden dar cuenta de la complejidad
de las estructuras, ya sean de la que llamamos naturaleza inanimada como de las
derivadas del comportamiento de los seres vivos. La biología, la economía o la
sociología están entre sus contenidos. Se llama sinergética y también se ocupa
de las estructuras del reino mineral. La gran pregunta a la que intenta responder
es la que se dirige a descubrir las razones de esas apreciables muestra de
autoorganización de la Naturaleza. Entrar de lleno en esta nueva forma de
investigar el Universo nos llevaría demasiado lejos. Pero algunos apuntes sobre
los flecos de interés que, al menos en el mundo biológico, pueden derivarse de
su estudio, sí conviene recoger.

En un reciente libro publicado en España titulado "Ciencia y


consciencia", su autor, ABELARDO HERNÁNDEZ, recoge algunas de las
manifestaciones de lo que él llama "invisibles fuerzas de la vida":

"Algo que desde siempre ha intrigado a los científicos más preparados es


esa misteriosa capacidad de la materia viva para organizarse (aclaración mía:
la sinergética ha descubierto también esta capacidad en la materia inanimada).
Cuando un huevo ha sido fertilizado es tan sólo un embrión compuesto por
células que son todas iguales. Al cabo de poco tiempo, comienzan a dividirse ...
y a especializarse. Unas se convierten en células pulmonares, otras en células
cerebrales, etc. Cómo saben en qué deben convertirse? Por qué, si cortamos
el brazo de una estrella de mar, el fragmento acaba convirtiéndose en un
animal completo? Cómo regenera el tritón un brazo que le ha sido cortado?
Más aún: De qué sistema se vale para regenerar un cristalino
quirúrgicamente extirpado a partir de la estructura del iris Por qué una larva
de libélula que es limpiamente cortada en dos, se convierte en dos animales
completos, aunque de tamaño menor?

Una posible explicación a estos y otros enigmáticos fenómenos


biológicos fue suministrada por un biólogo llamado RUPERT SHELDRAKE,
a través de un libro publicado en 1981 cuyo título era 'A New Science of Life'
(una nueva ciencia de la vida). Sheldrake es a la biología lo que Bohm a la
física. Él también comparte esa idea del Universo 'holográfico' donde cada
parte contiene información sobre el todo. Así que las células del embrión, las
de las estrellas de mar, el tritón o la larva de libélula contienen toda la
información sobre el animal completo. Sheldrake ha sugerido la existencia de
los denominados 'campos M' o campos morfogenéticos. Estos campos no sólo
serían capaces de generar información que constituye la estructura biológica
de los seres vivos, sino también su comportamiento. Para Sheldrake, cada
especie tiene su propio 'campo M', que, de alguna manera, sirve como
transmisor de las habilidades aprendidas por un animal, que pueden así pasar
de éste al resto de los congéneres.

Esto suena un tanto fantástico, pero numerosos experimentos hechos con


ratas a las que se había enseñado a recorrer un laberinto, parecieron
demostrar que las siguientes generaciones de estos roedores aprendían mucho
más deprisa el recorrido que sus antepasados. Y no sólo ellas. También sucedía
con otras cobayas no descendientes de las primeras. Sheldrake interpreta que
el campo-M de su especie contiene esa información que se incorpora a todos
los miembros. Por supuesto, tal hipótesis choca frontalmente, no sólo con la
teoría darwinista de la evolución, para la cual los cambios que procuran una
mayor supervivencia a las especies surgen espontáneamente por puro azar,
sino con el planteamiento de Lamarck quien, como se sabe, pensaba que los
caracteres adquiridos por cada individuo se transmitían por vía genética a sus
sucesores y, en general, a la especie.

Sheldrake se acerca a la física cuando afirma que si los campos-M de


unos individuos pueden influir en generaciones posteriores, significa que, de
algún modo, tienen la capacidad de trascender el espacio y el tiempo.

La teoría confirma hechos como la transmisión cultural de comportamientos


en el seno de comunidades animales. Por ejemplo, los chimpancés cuyas pautas
han sido observadas por los etólogos en varias partes del mundo. Pese a las
protestas de los antropólogos, para los cuales el sustantivo 'cultura' debe ir
siempre unido al adjetivo 'humana', los etólogos afirman que los póngidos
manifiestan una transmisión cultural, por ejemplo en el uso de herramientas.
Los animales existentes en cada zona usan un tipo determinado de útiles para
defenderse, conseguir comida o transportarla. Y lo curioso es que su utilización
se extiende más rápidamente de lo que cabría esperar si sólo se basara en la
imitación.

En 1979, un biólogo llamado Lyall Watson reveló una experiencia


llevada a cabo por una pequeña colonia de monos de la variedad 'Macaca
Fuscata' en la isla japonesa de Koshima. Los investigadores habían comenzado
a alimentar a los animales con boniatos que descargaban en la playa. Al
principio, los monos dedicaban una gran cantidad de tiempo a limpiar la arena
adherida antes de comérselos, hasta que una mona joven cayó en la cuenta de
lo fácil que era lavarlos en la orilla del mar y desprender así la tierra. Durante
cierto tiempo, sólo unos cuantos simios que se movían en las cercanías del
primero, aprendieron la nueva técnica. Pero, de pronto, una mañana, todos los
monos de la colonia comenzaron a hacer lo mismo. Y no sólo ellos. También
otros monos que vivían en islas alejadas, e incluso en el continente. Para
Sheldrake, este proceso sería una resonancia 'mórfica' determinada porque en
un momento dado, el número de practicantes alcanza una masa crítica.
Incidentalmente, en el terreno humano, tal vez aclare la razón de por qué los
niños cada vez manejan los ordenadores con mayor soltura o la causa de que,
según el lingüista NOAM CHOMSKY, el cerebro infantil manifieste una tan
notable facilidad para asimilar las estructuras del lenguaje".

"De alguna manera, las hipótesis de Bohm y Sheldrake parecen estar en


armonía con otra fructífera idea contemporánea que en los últimos tiempos
está conociendo un vertiginoso desarrollo: la Teoría de los fractales, una rama
de la novedosa Ciencia del Caos. No es posible explicar en breve espacio lo
que se ha convertido en una disciplina que se está comenzando a aplicar
actualmente a terrenos tan dispares como la física, biología, astronomía,
economía, medicina, neurofisiología, diseño artístico o meteorología. Los
científicos están francamente maravillados de contar con un instrumento que
sirve para estudiar lo mismo la estructura de una galaxia que de un helecho,
los latidos del corazón o la evolución de las bolsas internacionales. Tanto que,
en palabras de nuestro viejo amigo John Wheeler, 'en el futuro, quien no
domine la teoría de los fractales, podrá ser considerado científicamente
analfabeto'

Pero lo importante ahora para nosotros es que se trata de una nueva


aportación a la visión holística del Universo: el estudio de los procesos
aparentemente caóticos que constantemente acontecen en el mundo a nuestro
alrededor. En palabras del matemático DOUGLAS HOFSTADER acontece
que una misteriosa clase de caos acecha detrás de una fachada de orden y que,
sin embargo, en lo hondo del caos acecha un género de orden aún más
misterioso'.

Pues es eso lo que sucede con los fractales. En 1960, un matemático


llamado BENOIT MALDEMBROT, que trabajaba en un centro de
investigación de la IBM, fue requerido para impartir una conferencia sobre
economía en Harvard, concretamente sobre la distribución de las rentas. Al
entrar en la clase donde debía dar su charla, se encontró que en la pizarra
alguien había dibujado un gráfico idéntico al que él llevaba preparado para
ilustrar sus palabras. Maldembrot puso el grito en el cielo ante tamaño plagio,
pero no era tal. Otro conferenciante había dibujado una curva representando
la oscilación de los precios del algodón durante un período de tiempo.
Maldembrot tomó nota y se puso a estudiar aquella aparente casualidad.

No era casual. Maldembrot reunió cuanta información pudo sobre los


precios del algodón desde 1900. Más aún, desde el tiempo de los egipcios.
Sometiendo los datos al ordenador, halló que allí emergían unas pautas. Pero
no las típicas pautas cíclicas que se repiten cada cierto tiempo. Lo que sucedía
es que las oscilaciones de precios durante un dilatado período de tiempo, por
ejemplo, un siglo, parecían calcadas de las pequeñas oscilaciones diarias o
semanales. Las variaciones a pequeña escala se repetían a gran escala. O al
revés.

Así es. La naturaleza no parece andar muy sobrada de pautas.


Manifiesta unas cuantas fundamentales y luego las repite. Así, cuando vamos
reduciendo o ampliando la escala de observación, comenzamos a encontrarnos
con formas similares. La ramita de un helecho es como un helecho pequeño. Y
lo mismo sucede con un árbol, o con nuestro árbol bronquial, o con las
infinitas ramificaciones de nuestro sistema nervioso o del sistema circulatorio...
o con el oleaje del mar. El contorno de una costa, una típica figura fractal, está
lleno de recovecos, visto desde un satélite o un avión. Descendamos ahora
sobre un litoral rocoso y tomemos una foto verticalmente desde cerca. Si no
hay en la foto ningún objeto con el que comparar tamaños, un fragmento de
unos metros puede parecerse muchísimo a la vista aérea. Lo grande repite lo
pequeño. O viceversa (Lo de arriba es como lo de abajo?). Y las repeticiones
a escalas distintas de tiempo son tan ciertas para los precios del algodón como
para la génesis de los terremotos o el funcionamiento de nuestro pobre
corazón.

Maldembrot entiende ahora cómo la reducida información contenida en


un diminuto gen que se halle en el interior de una semilla o de un
espermatozoide puede producir seres vivos de tan increìble complejidad. Allí
dentro no está realmente toda la información; sólo la necesaria para generar
un proceso fractal. Contiene una pequeña cantidad de información --un
'iniciador'-- y un sistema 'generador' que, a base de repetir el proceso a
distintas escalas, acaba por producir una aparente complejidad. Por eso quizás
un feto humano recapitula a lo largo del embarazo toda la historia evolutiva de
los seres vivos. Primero es una simple célula, luego una especie de renacuajo,
más tarde un pequeño mamífero con rabo, casi al final un diminuto primate y,
por último, un ser humano. Lo dicho: es como si la Naturaleza anduviera un
poco escasa de pautas. Y acaso haya sucedido igual en la evolución de la
materia. La iteración en este caso sería 'agrupar en conjuntos cada vez más
complejos'. Elementos químicos, moléculas inorgánicas, moléculas orgánicas,
células vivas, bacterias, vegetales, animales y hombres.

Hasta la evolución darwiniana, basada en los pequeños cambios


genéticos sucedidos por simple azar, podría haber seguido un proceso fractal.
'Se pueden obtener formas fractales de gran complejidad con sólo repetir una
simple transformación geométrica --dice Maldembrot-- y pequeños cambios en
los parámetros de esa transformación provocan cambios globales. Esto sugiere
que una pequeña cantidad de información genética es capaz de generar formas
complejas, y también que pequeños cambios genéticos pueden conducir a
cambios sustanciales en la forma'. Sólo de este modo es comprensible que una
mínima diferencia genética como la que nos separa del chimpancé, que es
apenas del 1%, haya engendrado seres tan distintos.

Orden y caos. En cualquier caso parece evidente que el Universo entero


bulle y palpita repleto de innumerables transvases de información. Pero para
que este proceso creativo tenga lugar, es preciso que haya energía abundante.
O, más bien, como diría otro genio contemporáneo llamado Ilya Prigogine, que
la vida haya nacido precisamente de las estructuras disipativas.

Ilya Prigogine recibió en su momento el Premio Nobel de Química, pero


ello no quiere decir que sus ideas sean siempre bien recibidas por el resto de
los científicos. El punto central donde Prigogine ha centrado su estudio es la
evolución de la entropía .... La ciencia ha considerado siempre tal proceso (el
entrópico) como desastroso, hasta tal punto que el escenario final de la
secuencia termodinámica ha sido llamado 'la muerte por calor del Universo'.
Las 'estructuras disipativas', por usar la terminología de Prigogine, se
caracterizan por un flujo energético que siempre discurre de mayor a menor.
La gasolina en el motor de explosión se convierte en energía mecánica que
mueve el vehículo... y calor, el obligado tributo de cualquier transformación
energética. Pero ningún proceso conocido podría volver a transformar la
energía mecánica y el calor en gasolina líquida. E idénticamente sucede con la
degradación del mundo material. En un frigorífico podemos crear frío... sólo a
costa de emplear un motor que produce una cantidad de calor aún mayor que
la original. Podemos arreglar un automóvil o un edificio que se deterioran,
pero únicamente si gastamos energía suplementaria. El orden implica siempre
la aplicación de un suplemento energético. Y eso es precisamente lo que ha
estado haciendo la naturaleza durante millones de años. Crear estructuras
cada vez más organizadas que han acabado por desembocar en el punto
máximo del orden: los seres humanos. Y nosotros, a su vez, seguimos
repitiendo esa pauta natural, imponiendo al mundo entero que se mueve a
nuestro alrededor una cada vez mayor organización. De ahí nuestra lucha
eterna por ordenar la naturaleza a nuestro modo, y de ahí nuestros cada vez
más desmesurados gastos de energía.

Para Prigogine, sólo las estructuras disipativas que se mueven en la


irreversible dirección del aumento de entropía son creativas. De hecho, ellas
están creando el movimiento, la vida y la organización. Y tanto más cuanto
más lejos se hallen del punto de equilibrio. Porque en el mundo físico, el
equilibrio es una deseable condición, pero en los sistemas vitales, el equilibrio
es la muerte. Cuando la temperatura de un cuerpo caliente se iguala con la de
otro frío, cesa todo movimiento. Y lo mismo sucede cuando el agua cae desde
las alturas hasta el llano. Todavía hay energía, pero ya no hay diferencias, no
existe flujo energético que se transmita de un sistema a otro. Y ese trasvase es
la vida (la cursiva es mía). Ilya Prigogine investiga ahora cómo de ese caos
desorganizado que es la materia primordial pueden surgir estructuras tan
sumamente ordenadas como son los seres vivos.

Y las estructuras disipativas tienen otra interesante propiedad: son auto-


organizativas. Prigogine explica en su libro "Orden a partir del caos" cómo,
cuando se juntan en un recipiente moléculas rojas y azules, dado su
movimiento caótico, esperaríamos encontrar al cabo de un tiempo una mezcla
color violeta, con algunos destellos ocasionales de rojo o azul. 'Sin embargo
--dice Prigogine-- esto no es lo que ocurre con un reloj químico. Aquí el
sistema es todo azul, luego cambia abruptamente de color para volverse rojo,
después pasa de nuevo a azul. Como estos cambios acontecen en intervalos
regulares, tenemos un proceso coherente. Para cambiar de color, todas al
mismo tiempo, las moléculas deben de tener un modo de comunicarse . El
sistema tiene que actuar como una totalidad'.

Pero no es increíble, aunque sí sorprendente. Todos sabemos que no


existe una autoridad central que haga funcionar un hormiguero. Pero todas y
cada una de las hormigas saben lo que tienen que hacer y su actividad se
correlaciona en dirección al objetivo perseguido, sea construir un nido, buscar
comida o criar a las larvas. Si los insectos tuvieran que intercambiar
físicamente información sobre sus respectivas tareas y coordinar la acción
total, no tendrían tiempo para llevar a cabo su labor. Y nuestras burocracias
humanas son el ejemplo de esa desastrosa pauta organizativa. Las 'estructuras
auto-organizativas', según Prigogine, surgen por todas partes: en el tráfico
automovilístico, en el crecimiento urbanísitico de las ciudades, en la evolución
política, en el movimiento de las galaxias y, en fin, en la dinámica entera del
Universo. La incógnita se encierra en averiguar qué enigmática comunicación
se establece entre los miembros aislados de esas comunidades
autoorganizadas, sean hombres, hormigas o núcleos galácticos.

En efecto: en medio de ese océano universal del caos, surgen de pronto


los islotes del orden y de la autorganización. Y quizá ningún ejemplo entre los
que conocemos pueda ilustrar mejor este proceso que nuestra propia Tierra,
ese hermoso planeta blanco y azul que refulge como una joya esplendorosa
sobre el terciopelo negro del espacio. No existe en los alrededores de nuestro
sistema solar, y por lo que sabemos, acaso en el resto del Universo, un lugar
donde las condiciones para la vida se hayan desarrollado en un equilibrio tan
exquisito. Se podría escribir un grueso volumen sobre la multitud de factores
que se han conjugado en nuestro planeta para que el milagro de la vida y la
inteligencia hayan podido encontrar un escenario adecuado. Nuestro planeta
está lo suficientemente alejado del centro de la Galaxia como para poder
ignorar las espantosas catástrofes cósmicas que allí se producen. Y también
nos mantenemos a la distancia necesaria del Sol. Más cerca, como Venus, se
abrasaría; más lejos, como Marte, se helaría. Si tuviera una masa menor, como
la Luna, la débil gravedad habría sido incapaz de retener una atmósfera. Si su
masa hubiera sido mayor, como la de Júpiter, la enorme gravitación habría
retenido todos los gases, incluso los letales: amoníaco e hidrógeno. Poseemos
océanos cuya alta estabilidad térmica frente a los cambios bruscos de
temperatura han servido de cálida incubadora para que se desarrollaran los
primeros y débiles procesos vitales. Hay abundante oxígeno, que permite a los
motores de combustión lenta que son los organismos vivos, moverse y
reproducirse, así como energía sobrante de nuestra estrella madre. Poseemos
una capa de ozono que, como benéfica sombrilla, nos protege de los
esterilizadores rayos ultravioleta, y un campo magnético que intercepta la
mayor parte de la destructora radiación cósmica. Tenemos reservas
energéticas almacenadas en el sótano, en forma de carbón, gas y petróleo.. Y,
sobre todo, se ha alcanzado un equilibrio tal entre la materia inanimada y los
sistemas biológicos que ha podido establecerse un ciclo cerrado, que ha
funcionado a la perfección hasta que el hombre ha venido a perturbarlo con la
intensidad que todos conocemos.

Pero Gaia tiene aún los suficientes recursos para restablecer y mantener
el equilibrio... siempre que no traspasemos los límites de su capacidad. Esa es
al menos la opinión de otro pensador holístico cuyas ideas han despertado
verdadero furor en los últimos tiempos: JAMES LOVELOCK. Su libro "Gaia,
una nueva visión de la vida sobre la Tierra" ha batido todos los récord de
ventas en el mundo. 'Tanto ahora como a lo largo de la historia de la Tierra, su
climatología y su química parecen haber sido en todo momento las óptimas
para el desarrollo de la vida --señala Lovelock-- Que esto se deba a la
casualidad parece tan improbable como salir ileso de un atasco de tráfico con
los ojos vendados'. Pero esa improbabilidad se ha concretado en nuestro
planeta, según Lovelock, 'una entidad de tamaño planetario y propiedades
insospechadas, atendiendo a la simple suma de sus partes'. El científico ha
buceado en las hermosas resonancias de la mitología clásica para bautizar a
su 'entidad planetaria': Ella es Gaia, 'una entidad compleja que comprende el
suelo, los océanos, la atmósfera y la biosfera terrestre: el conjunto constituye
un sistema cibernético autoajustado por realimentación, que se encarga de
mantener en el planeta un entorno física y químicamente óptimo para la vida' ".

He recogido este largo texto del libro "Ciencia y consciencia" de


Abelardo Hernández, para dejar constancia de las apasionantes posibilidades
que prestigiosos pensadores y científicos, de variadas disciplinas, empiezan a
vislumbrar dentro de los cauces de interpretación que el actual acercamiento a la
Naturaleza está abriendo. Mucho de lo en él reseñado no son aún sino hermosas
especulaciones que en mucho tiempo no podrán ser comprobadas
científicamente, pero que alumbran indicios de que nuestra actual visión de la
realidad y de la Naturaleza pueden estar equivocadas.

A este punto nos ha llevado la indagación sobre el ámbito de la


consciencia y esa extraordinariamente atractiva nueva visión en la que el
fenómeno de lo consciente no surge o emerge, inesperadamente, de estructuras
complejas, sino que, mucho más naturalmente, deviene en evolución, en
perfecta simbiosis con la propia evolución de lo material, expresando sólo una
mayor riqueza de posibilidades de la estructura superior, derivadas éstas de la
mayor aportación de información que los organismos más evolucionados llevan
a una facultad, la consciencia, que ya radica en lo más elemental.

Pero si no queremos dar saltos demasiado grandes, si aspiramos a que, al


menos, las conclusiones a que lleguemos tengan el tinte de lo razonable según
los conocimientos científicos actuales, debemos dar un último paso en el largo
camino que empezó en la indagación sobre qué significa el movimiento y el
cambio en nuestra vida y en los sistemas que observamos. Pensar que el
fenómeno de la consciencia pueda ser atribuible incluso a la materia inanimada,
exige un cuestionamiento, no ya sobre el ámbito de la consciencia, sino sobre lo
que sea ella misma: qué es la consciencia?, qué significa ser consciente?.
Pero estas preguntas, en el contexto en que nos encontramos, no se pueden
plantear de una forma tan genérica. Lo que aquí nos puede interesar es si es
posible obtener la comprensión de lo que sea FÍSICAMENTE LA
CONSCIENCIA. Sólo en ese marco podremos averiguar si realmente podemos
aplicar algunas de las consideraciones que hemos hecho en el ámbito de lo
cuántico, a algo que nos es tan familiar o creemos tan nuestro.
QUÉ ES LA CONSCIENCIA?

Aquí, obviamente, partimos de la base de que, aunque aún está el tema


poco clarificado, es posible una física de la consciencia. Descartamos, pues, una
radical posición dualista en la que mente y cuerpo son entidades separadas y
para la que no tiene sentido por principio una pregunta de la índole que nos
planteamos. La totalidad de este trabajo se basa precisamente es que es falsa esa
premisa y el contenido del mismo va dirigido a contestarla (aquí no se trata para
nada, ni se niega ni se apoya, que junto a la mente consciente podamos o no
tener otro tipo de realidad llamada alma y que sea completamente independiente
de lo físico).

En definitiva, nos preguntamos por algo que consideramos tan familiar


como nuestro "yo", la "yoidad", y qué puede decirnos el conocimiento de la
materia que nos forma sobre ello. El intento de lograr una física de la
consciencia es una empresa no abandonada y la localización del lugar donde
reside dentro de nuestro cuerpo y las leyes a las que responde, no parece al
mundo científico, con todas las dificultades que se quieran, un logro imposible.

El primer paso no parece demasiado difícil. Si la consciencia tiene un


componente físico, si es expresión de una de las partes de nuestro cuerpo,
debemos en principio determinar cuál es su sede, dónde se ubica la consciencia.
Por experiencia y evidencia sabemos que la consciencia radica en el cerebro, al
menos lo que consideramos consciencia humana. Sólo los traumatismos que
afectan a la cabeza y, en ella, al cerebro producen alteraciones tangibles en los
comportamientos conscientes. Así pues, acerquémonos brevemente a lo que es
físicamente la sede de la consciencia: el cerebro.

Nadie puede ignorar hoy que nuestro cerebro es algo extraordinario. Es el


órgano más complejo y elaborado que nos es dado conocer en la Naturaleza y su
estructura y funcionamiento guardan aún muchos secretos para nuestra Ciencia.
Gracias a él la Naturaleza, por primera vez que sepamos en la Historia de la
vida sobre la Tierra, se pregunta acerca de ella misma y se cuestiona la
globalidad de lo que es la existencia y el conjunto de problemas que alrededor
de ella surgen sin cesar.
Qué sabemos del cerebro? Lo que nosotros denominamos vulgarmente
cerebro, la Ciencia lo llama ENCÉFALO, siendo el cerebro en sentido estricto
sólo una de las partes del encéfalo, aunque la más importante. El cerebro, el
cerebelo y otras estructuras encefálicas constituyen la infraestructura donde se
gestiona y fructifica el maravilloso fenómeno de la consciencia. No es, desde
luego. ajeno a la investigación que nos ocupa el conocimiento del
funcionamiento fisiológico del encéfalo. Sin embargo, con ser fascinante, es una
de las cuestiones que han de quedar aparcadas si no quiero que esta recensión
no termine nunca. De momento sólo podemos ocuparnos de una transcendente
cuestión: a qué modelo de funcionamiento responde el cerebro y su
fundamental resultado, la consciencia?; es el cerebro un simple aunque
complejísimo ordenador?, es la consciencia un mero aunque sofisticado
algoritmo?; es en el holograma donde podemos entrever la explicación de los
más oscuros aspectos de la respuesta consciente, fundamentalmente la unidad
de la apreciación consciente?: o, por el contrario, este problema de la
"globalidad" en la percepción consciente exige una búsqueda más profunda?,
tiene algo que ver el mundo cuántico y su problemática con el "nudo gordiano"
que tratamos de resolver? Lo que a continuación se recoge no nos llevará a una
respuesta clara y contundente. Quizás tardemos mucho aún en saber con
exactitud cuál es en última instancia el mecanismo de lo consciente. pero las
líneas que siguen presentan una hipótesis apasionante, apenas esbozada aún en
el mundo de la Ciencia, pero que expresa connotaciones que pueden llevarnos a
una nueva perspectiva de lo que somos desde un punto de vista físico y mental y
de cuál sea la finalidad de nuestra vida. Vayamos al toro.

LA CONSCIENCIA Y EL MODELO ORDENADOR.

Con el nombre de "FUNCIONALISMO" se designa a la tendencia


moderna que compara el cerebro a un ordenador, sugiriendo que "la mente o la
consciencia puede ser puesta en ecuación a partir de los procesos que se
encuentran en el interior de la caja computadora".

Dos son las analogías que se señalan como observables entre el cerebro y
el ordenador:

a) Es cierto que el cerebro es el principal organismo controlador del


sistema nervioso, y al tiempo que sus funciones físicas incluyen la
comunicación, la coordinación, la computarización, el aprendizaje y la
memoria, elementos todos ellos que comparte al menos hasta cierto punto con
las capacidades operativas de nuestros mejores ordenadores.
b) Existe una similitud entre la forma en que se encuentra organizado el
complejo revoltijo de neuronas en el cerebro y la ensalada de cables que
conforman los circuitos eléctricos de un ordenador, especialmente ahora con la
invención de ordenadores que utilizan un ordenador paralelo. Lo mismo que las
"células nerviosas" de un ordenador, los diez mil millones o los cien mil
millones de neuronas del cerebro forman también un cierto tipo de trama
eléctrico en el que diferentes mensajes entran y salen del cerebro por medio de
impulsos electroquímicos que viajan utilizando las uniones de los nervios, las
sinapsis. En un mismo momento, el cerebro se encuentra literalmente hirviendo
por los millones de sucesos neurales altamente cargados, una gran proporción
de los cuales son sin duda el fundamento de nuestras impresionantes
capacidades de procesado y computación.

Pero, así de entrada, sin mayor profundización, nos resulta


extremadamente extraño pensar en un ordenador en términos de consciencia. Al
menos algunas de las manifestaciones más naturales y propias de lo que
entendemos por consciencia, nos parecen inimaginables en un ordenador. Como
dice el filósofo de Oxford COLIN MCGINN "simplemente no sabríamos qué
hacer ante la sugerencia de que un IBM 100 pueda estar enfadado o deprimido o
que sufra una crisis de adolescencia".

Pero es evidente que no es adecuado descartar el funcionalismo de un


plumazo tan ingenuo. Para los partidarios de la tesis más radical en el ámbito
del funcionalismo, la llamada tesis de la INTELIGENCIA ARTIFICIAL (IA)
FUERTE, el cerebro no es sino un ordenador biológico. Sólo el hecho de que
no hallamos alcanzado aún la complejidad de conexiones que unen las neuronas
nos impide apreciar reacciones del tipo de las que describe Mcginn. Pero,
incluso siendo más prudente, es indiscutible que un ordenador sí que realiza un
conjunto de comportamientos que nadie se atrevería a excluir del ámbito de lo
consciente. Por tanto, no existe una posibilidad rotunda de descartar la
consciencia en algo que parece tener comportamientos conscientes.

Una vez más surge con fuerza la cuestión sobre qué sea lo consciente y
qué relación guarda con la fisiología y el funcionamiento del cerebro: podemos
reducir la riqueza de la vida consciente a la muy estrecha franja de pensamiento
y conducta que se puede escribir en forma de programas?.

Danah Zohar recoge una interesante descripción del reflejo fisiológico


que en el actual cuerpo humano presenta la evolución de lo que podemos
considerar como infraestructuras de lo consciente:
"De hecho, el cerebro humano es una compleja matriz de sistemas
superpuestos y entretejidos que se corresponden a diferentes estadios de la
evolución, y el ego que surge de ellos es algo así como una ciudad que se ha
ido construyendo y evolucionando a lo largo de diferentes estapas de la
historia".

"En el estrato correspondiente a la prehistoria, encontramos animales


unicelulares tales como la ameba o el paramecio, que no poseen un sistema
nervioso independiente. Toda su coordinación sensorial y sus reflejos motores
existen en una única célula. Los glóbulos blancos que forman parte de nuestra
corriente sanguínea, en tanto que elementos eliminadores de basuras y como
comedores de bacterias, se comportan en la corriente sanguínea de la misma
manera que las amebas en las charcas. Los animales multicelulares sencillos,
como la medusa, no poseen todavía un sistema nervioso "central" pero se
hallan en posesión de una red de fibras nerviosas que les permite una
comunicación entre las células, de tal manera que el animal puede reaccionar
de una forma coordinada; las células nerviosas de nuestro cuerpo forman en el
intestino una red que coordina los movimientos peristálticos, las
constracciones musculares que hacen avanzar la comida"

"A partir de los insectos comenzamos a encontrarnos con una o más


masas de tejido nervioso que pueden realizar un trabajo de computación más
extenso, y, cada vez más, comienzan a estar organizadas hacia el final de la
cabeza. Nuestro reflejo de retracción, que provoca el que apartemos la mano
de un horno caliente, compromete únicamente a la médula espinal y es, en
cuanto a su conducta así como anatómicamente, similar al que encontramos en
los gusanos de tierra.

Con la llegada de los mamíferos se desarrolla la parte anterior del


encéfalo: en primer lugar el encéfalo primitivo de los mamíferos inferiores,
dirigidos primariamente por el instinto y la emoción y, a continuación, los
hemisferios cerebrales con toda su sofisticada capacidad de computación, esas
pequeñas 'células grises' que muchos de nosotros identificamos con la mente
humana. De esta manera, el alcoholismo, el uso de drogas tales como los
barbitúricos u otros tipos de tranquilizantes, así como una lesión del encéfalo
superior dan como resultado una regresión a tipos de conductas más
primitivas, más espontáneas, menos calculadoras, de la misma clase de las que
se encuentran en los mamíferos inferiores. Casi toda la siquiatría humana, la
rama médica real de tratamiento de los problemas que afectan a la
consciencia, pretende la regulación del primitivo encéfalo.
De esta manera, a pesar de la creciente centralización y complejidad
alcanzadas por el sistema nervioso, aún permanece en funcionamiento la red
nerviosa más primitiva, tanto en el interior de ese cerebro en expansión como
por todo el cuerpo. Las tesis más recientes de nuestra evolución se han
superpuesto a las antiguas suplantándolas, pero no las han sustituido por
completo. las experiencias más recientes de la ameba y de la medusa, las del
gusano de tierra y de la hormiga, se encuentran todas ellas incluidas en
nuestro propio tejido nervioso, y compartimos la capacidad de consciencia con
cada una de estas criaturas. Como ha señalado WHITEHEAD, 'la mente
humana es así consciente de su herencia corporal' ".

A mí esto me recuerda una profunda frase de THEILARD DE


CHARDIN recogida en su libro "el fenómeno humano": "...la historia del
Mundo viviente consiste en la elaboración de unos ojos cada vez más perfectos
en el seno de un Cosmos, en el cual es posible discernir cada vez con más
claridad".

Pero es precisamente aquí donde algunos físicos y filósofos encuentran la


gran objeción a la consideración de la consciencia/ordenador: cualquier cosa
que sea la consciencia, no puede ser idéntica a las elevadas funciones cerebrales
permitidas para las conexiones de las neuronas en el córtex cerebral. La mayor
estructuración y complejidad del cerebro permite asumir una cada vez mayor
información y computarla y esto, indudablemente, influye en la forma que
adopta la consciencia, en la mayor capacidad de la misma, pero, señala Zohar,
"la propia consciencia, que incluye la capacidad general para el conocimiento y
para responder con alguna finalidad, debe surgir de algún mecanismo físico
mucho más primitivo que el cerebro humano, de un mecanismo que es
disponible para la más diminuta ameba. Comprender cómo puede ser esto así
--encontrar una base para la consciencia que sea capaz de explicar la
consciencia de todas las criaturas vivas (y posiblemente de las no vivas)-- es
crucial para comprender tanto el lugar como la 'raison d'être' de un ser humano
consciente dentro del esquema general de las cosas".

ANN TREISMAN es citado en apoyo de estas tesis por un trabajo


reciente realizado sobre la visión humana. Resumiendo, cuando vemos una
manzana lo que la percepción visual capta es la rojez, la redondez, la pequeñez,
etc... Este conjunto de percepciones, una vez computadas, hacen surgir en
nosotros la idea manzana, pero a la vez, pueden surgir un conjunto de
impresiones añadidas que nada tienen que ver con la propia percepción. Por
ejemplo, la percepción que nos lleva a la idea de manzana nos recuerda las
manzanas que comíamos en la huerta de nuestra infancia y de ahí se deriva una
sentimiento de nostalgia (el famoso episodio del sabor de la magdalena mojada
de Proust). Cómo se explica esto en términos de ordenador? Cómo entender
esta cascada de impresiones que la mera percepción física desencadena ante la
atención centrada y cómo une esa atención todas esas impresiones? Hay que
tener en cuenta que todos los modelos del cerebro como ordenador comparten
una presunción subyacente: que el propio cerebro funciona según las leyes y
principios de una vasta máquina computadora, es decir, que todas sus partes
separadas cooperan de una forma ordenada y mecánica, siguiendo todas las
leyes deterministas de la física clásica.

Pero, señala Zohar, "no existe un 'comité central' de neuronas que


supervise todo el proceso, proporcionando unidad a la función cerebral y
permitiéndole tomar decisiones libres y expontáneas. Dónde, entonces, entre
todos estos trescientos millones de conexiones neuronales deterministas y entre
todos estos acontecimientos se encuentra la persona que nosotros creemos que
somos? Qué explica el 'yo' que experimenta una sensación de hambre, decide
comer una manzana y siente placer después de haberlo hecho? Cómo es que
nosotros tenemos incluso 'una experiencia' de comer una manzana más que el
de numerosas y dispersas impresiones de un millón de diferentes 'imputs'
sensoriales?"

Recientemente, se ha publicado en España un interesante libro que versa


directamente sobre este tema y cuyo autor es ROGER PENROSE, otrora
compañero de Stefen Hawking, especialista en agujeros negros y considerado
uno de los mejores matemáticos de la actualidad. El libro, "La nueva mente
del emperador", es polémico y ha sido duramente criticado por el padre de la
IA fuerte, MINSKI, que llega a llamarlo "miedoso y estúpido". Sin embargo, la
lectura del libro aporta una cuidadosa, compleja y profunda presentación del
tema que estamos analizando, un minucioso y detenido estudio de los aspectos
heterogéneos que se encuentran entrelazados con el mismo y una prudencia en
las afirmaciones, que anima a considerarlo al menos como merecedor de una
lectura respetuosa y detenida del mismo.

Penrose estima que hay algo no algorítmico en la consciencia. Incluso


llega a decir que el propio pensamiento matemático no descansa en su totalidad
en un encadenado de algoritmos perfectamente asentados desde su punto de
partida, sino que, precisamente en ésta, la intuición es una fuente espontánea,
desligada del problema causal, que determina el inicio del cauce y desarrollo
lógico-matemático.

Aunque interesantísimo, no podemos detenernos aquí en un examen


pormenorizado de los densos y prolongados razonamientos que Penrose vierte
sobre esta variedad de temas relacionados con el tema de la consciencia, pero
ciñéndonos al problema de la consideración de la consciencia como fruto del
funcionamiento de un cerebro-ordenador, merece la pena recoger uno de los
varios argumentos que Penrose constata como contrarios a dicha tesis.

Penrose hace una muy clara exposición de la fisiología del cerebro y la


forma en que éste funciona, en un intento de encontrar paralelelismos y
diferencias entre éste y el sistema físico de producción de datos y
desenvolvimiento del ordenador. De entre las diferencias que señala, a mí me
llama especialmente la atención la que hace referencia a la plasticidad del
cerebro frente a la rigidez de las conexiones del ordenador. Aunque lo que se
recoge en el siguiente párrafo del libro de Penrose está en relación con las
páginas que lo preceden, la idea del autor a este respecto creo que queda
suficientemente clara:

"Hay algunos otros puntos de diferencia entre la acción cerebral y la


acción de un computador que me parecen ser de mucha más importancia que
los mencionados hasta ahora, y que tienen que ver con el fenómeno conocido
como 'plasticidad cerebral'. No es realmente legítimo considerar el cerebro
simplemente como una colección fija de cables neuronales. Las interconexiones
entre neuronas no son fijas, como lo serían en el modelo de computador
anterior, sino que están cambiando continuamente. No quiero decir que
cambien las localizaciones de los axones o las dendritas (las neuronas están
constituidas por un cuerpo central que contiene el nucleo de la célula,
denominado SOMA, de uno de cuyos extremos parte una larga fibra nerviosa,
transmisora de las señales de la célula, denominada AXÓN. Del otro extremo
del soma, y a menudo ramificándose en todas direcciones a partir de él, existen
DENDRITAS arboriformes a través de las cuales llegan las señales a la célula.
Así pues, el tándem "axón-dendritas" expresa la doble función emisora-
receptora de la célula); gran parte de su complejo de 'cableado' está establecido
en líneas generales desde el nacimiento. Me estoy refiriendo a las uniones
sinápticas (puntos de conexión entre las neuronas) en las que tiene lugar
realmente la comunicación entre neuronas diferentes. A menudo éstas ocurren
en lugares llamados ESPINAS DENDRÍTICAS, que son minúsculas
protuberancias en las dendritas con las cuales pueden tomar contacto los
botones sinápticos. Aquí, 'contacto' ya no significa simplemente tocar sino
dejar una estrecha separación (espacio sináptico) de la distancia justa
--alrededor de cuarenta milésimas de milímetro. Bajo ciertas condiciones,
estas espinas dendríticas pueden contraerse y romper el contacto, o pueden
(ellas u otras nuevas) crecer y hacer nuevos contactos. Por lo tanto, si
pensamos que las conexiones de neuronas en el cerebro constituyen en efecto
un computador, entonces es un computador capaz de cambiar continuamente!.

Según una de las principales teorías sobre cómo se establece la memoria


a largo plazo, son tales cambios en las conexiones sinápticas los que
proporcionan los medios para almacenar la información necesaria. Si esto es
así, vemos entonces que la plasticidad cerebral no es ya una complicación
accidental sino que es una característica esencial de la actividad del cerebro".
LA CONSCIENCIA Y EL MODELO HOLOGRAMA

"En lugar del modelo computerizado, y motivado por sus propias


deficiencias, y alejado de casi todo lo que éste sugería sobre la consciencia y el
ego, algunos han propuesto una clase de modelo bastante diferente con el fin
de pensar sobre la consciencia y el cerebro, modelo que pretende tratar sobre
el tema de la unidad y que se explica en términos físicos. Se trata del modelo
holográfico, o 'paradigma holográfico', como se ha descrito en ocasiones de
manera grandilocuente". (Danah Zohar)

Para decirlo de una forma simple, un holograma es una clase especial de


placa fotográfica en la que la información reunida de cualquier parte del objeto
fotografiado, por medio de técnicas de interferencia de luz, se extiende por toda
la placa, "hasta el punto de que si algunas de sus partes quedasen destruidas
todavía sería posible ver proyectada una imagen del objeto completo. Cuanto
mayor sea el área de la placa que haya sido destruida más borrosa será la
imagen proyectada".

En palabras de uno de los defensores de este modelo que se citan, KEN


WIBER, "... cada parte individual del cuadro contiene todo el cuadro de forma
condensada. La parte está en el todo y el todo está en cada una de las partes,
formando un tipo de unidad en la diversidad y de diversidad en la unidad. El
punto clave consiste en que la parte tiene 'acceso' al todo".

Según este autor y demás defensores del modelo holográfico "existe una
extraña 'similitud' entre la manera en que tanto el cerebro como el holograma
distribuyen la información por todo el sistema".

El avance que supone este modelo frente al del ordenador reside en que
se sitúa en un plano holístico que expresa con facilidad criterios de lo unitario,
en tanto que la parte refleja el todo. Una comprensión de lo universal en
términos similares se da tanto en el ámbito místico-oriental como en algunas
manifestaciones de la filosofía occidental. En este sentido, se cita al budista
DIAMOND SUTRA: "Se decía que en la casa de Indra había una red de
perlas tan bien dispuestas que, cuando mirabas una, veías todas las demás
reflejadas en ella. De la misma manera, cada uno de los objetos existentes en el
mundo no es sencillamente el mismo, sino que abarca a cada uno de los demás
objetos, y de hecho 'es' todos los demás objetos".
El propio SPINOZA, en su filosofía, expresa una concepción pareja al
insistir en que todas las cosas de este mundo están hechas de una misma
sustancia.

Pero en la búsqueda de una comprensión objetiva de la consciencia, los


físicos no se encuentran tampoco satisfechos con esta respuesta al problema:

" ... lo mismo que el modelo ordenador, no es capaz de explicar el 'yo' de


la consciencia. Si el cerebro es un holograma que percibe y participa de un
universo holográfico, quién mira el holograma?. El propio holograma no es
otra cosa que una fotografía poco habitual, que por sí misma no es capaz de
ninguna percepción. Por eso, al preguntarnos quién o qué suministra la
consciencia uno está tentado a aceptar que procede del exterior, como han
defendido los dualistas durante tanto tiempo, o bien que la física del holograma
puede explicar la unidad de la percepción consciente, y no puede.

Desde el momento mismo en que los hologramas están construidos para


registrar las pautas de interferencia de ondas lumínicas, y que tales pautas de
interferencia poseen un efecto enteramente clásico descrito por la teoría
electromagnética clásica, los propios hologramas son sistemas clásicos. Es
decir, a pesar de su capacidad para almacenar información sobre un conjunto
global en cada parte de la placa fotográfica, en ultimo término son divisibles
en partes. Constituyen tantas impresiones individualizadas sobre una placa
que, cuando se ve un número suficiente de ellas junto, representan un conjunto.
Pero siempre se podría reducir el número de impresiones percibidas hasta un
punto en el que no puedan comunicarnos nada que se parezca a un conjunto.
no es esta la clase de holismo exigido para explicar la unidad de la consciencia
y, en este aspecto fundamental, el holograma no es mejor que cualquier otro
modelo clásico para explicarnos las bases físicas de la consciencia. De hecho,
existe muy poco que lo pueda distinguir del modelo ordenador" (Zohar).
LA ALTERNATIVA CUÁNTICA

Fracasan, pues, todos los intentos de lograr una física de la consciencia?.


El que los modelos ordenador y holograma no parezcan ofrecer un modelo
totalmente satisfactorio que nos permita entender el mecanismo físico que
justifique el conjunto fenomenológico que englobamos dentro del área de lo que
consideramos consciente, ha hecho que se reflexione sobre otras alternativas
menos evidentes.

Hace ya casi cuarenta años que el físico DAVID BOHM fue el primero
en presentar las sorprendentes analogías que existen entre la conducta de
nuestros procesos de pensamiento y algunos procesos cuánticos:

"Podemos muy bien preguntarnos ahora si la estrecha analogía existente


entre los procesos cuánticos y nuestras experiencias interiores y nuestros
procesos de pensamiento son mera coincidencia...; la notable analogía punto
por punto entre los procesos de pensamiento y los procesos cuánticos nos
sugerirían que una hipótesis que relacionase ambos podría convertirse muy
bien en muy fructífera. Si se llega a verificar una hipótesis de este tipo,
explicaría de una forma natural un gran número de rasgos de nuestro
pensamiento". ("Teoría cuántica")

Cuáles son estas analogías?. A título de ejemplo, Zohar cita en


"Consciencia cuántica" las tres siguientes:

a) "Por ejemplo, quién no ha tenido la experiencia de distraerse con un


pensamiento vago sólo para advertir que el hecho de concentrarse en él para
conseguir enfocarlo mejor le ha llevado hasta cambiar la secuencia o el 'sabor'
original. De la misma manera que los electrones gobernados por el Principio
de Incertidumbre de Heisenberg, que no vuelven a ser los mismos una vez que
han sido contemplados (medidos), un pensamiento que ha sido iluminado por la
atención es diferente de aquella vaga cavilación que le precedió. Podríamos
decir que el pensamiento enfocado tiene una 'posición', lo mismo que el aspecto
partícula de la naturaleza de doble aspecto del electrón, mientras que la
cavilación vaga tiene 'impulso', lo mismo que el aspecto onda. No podemos
experimentarlos (medirlos) a ambos simultáneamente".
b) "Así también, y lo mismo que los sistemas cuánticos se encuentran
esencialmente unificados, también lo están nuestros procesos de pensamiento.
Yo ya no puedo separar el peculiar encanto de la sonrisa de mi hija desdentada
del hecho de que se trata de mi hija, como un físico no puede separar el
electrón que está midiendo del instrumento con el que lo está haciendo. El
significado de cada uno --en el caso del electrón, su manera de ser-- dependen
del lugar que ocupan en una relación, en un contexto".

Así, dice Bohm en su "Teoría cuántica":

"Los procesos de pensamiento y los sistemas cuánticos son análogos en


el hecho de que ninguno de ellos puede ser analizado en términos diferentes,
porque la naturaleza 'intrínseca' de cada uno de los elementos no existe
propiamente separado de, e independiente de, otros elementos, sin que, en un
lugar, se trate de una propiedad que surge en parte debido a su relación con
otros elementos".

c) "Y, finalmente, existe un paralelo sorprendente entre la manera en que


la lógica contribuye a estructurar y centrar los de otra manera
'indeterminados' procesos de las corrientes de pensamiento y la forma en que
las leyes de la física clásica hacen posible la descripción del mundo cotidiano
formado de objetos separados y las relaciones causales en las que descansan y
que constituyen el límite a nivel cuántico. Sin este límite clásico, no existiría un
mundo 'sólido', 'real'; sin lógica, no habría manera de expresar nuestros
pensamientos con claridad, no habría manera de contrastarlos con el mundo
exterior".

Dice Bohm al respecto:

"De esta manera, lo mismo que la vida que conocemos sería imposible si la
teoría cuántica no tuviera presente su límite clásico, también sería imposible el
pensamiento de la manera en que lo conocemos a menos que pudieramos
expresar sus resultados en términos lógicos".

Pero, se preguntan los físicos, estas semejanzas son meras analogías más
o menos anecdóticas, o nos permiten abrigar esperanzas de conseguir
comprender en términos cuánticos el mecanismo físico de la consciencia?.
Podemos hablar de una verdadera consciencia cuántica, es decir, derivada de
un mecanismo mecánico-cuántico? Cuando David Bohm presentaba las
analogías reseñadas con anterioridad, la falta de desarrollo en neurobiología y
en la propia física cuántica, apenas hubieran podido permitir ir más lejos. Ahora
bien, qué se puede decir actualmente?.
La respuesta entronca directamente con los recientes descubrimientos de
la inseparabilidad o correlación no local de las partículas. Esto, de alguna forma,
semeja la característica unidad de la consciencia, principal obstáculo, como
veíamos, para la consideración de modelos físicos como el ordenador o el
holograma.

Roger Penrose, en un libro anterior al ya aludido, señalaba:

"La física cuántica abarca numerosos tipos de conducta sorprendentes y


misteriosos. No es el menor de ellos las correlaciones cuánticas (no locales)
que pueden ocurrir sobre distancias enormemente lejanas. Me parece que
existe una posibilidad definida de que tales hechos puedan desempeñar un
papel en los modos de pensamiento conscientes. Quizás no sea demasiado
caprichoso sugerir que las correlaciones cuánticas podrían desempeñar un
papel operativo en amplias zonas del cerebro. Podría existir en el cerebro
alguna relación entre un 'estado de conocimiento' y un estado cuántico
altamente coherente?. Está conectada con todo ello la 'unidad' o la
'globalidad' que parecen características de la consciencia?. Estaríamos
tentados a creer que así es".

La intuición de que las características más peculiares de la consciencia


muestran rasgos que nos recuerdan el extraño desenvolvimiento del mundo
cuántico, no ha sido rara entre importantes representantes del mundo de la
Ciencia.

La idea de la necesidad de una aproximación mecánico-cuántica a la


consciencia ya era recogida en algunas publicaciones de 1960. NINIAN
MARSHALL defendió que ningún mecanismo determinista de la física clásica
podría dar cuenta de la libertad de pensamiento o de la libre voluntad, ni de
ninguna de las numerosas acciones libres que podrían seguirse de ellos.

Prácticamente, el mismo objetivo fue perseguido recientemente por el


físico ruso YURI ORLOV. Éste defendía que, ante cualquier tipo de
pensamiento dubitativo, resolutivo o creativo, el indeterminismo cuántico y los
estados de probabilidad sobreimpuestos (los estados virtuales) debían
desempeñar algún papel en la apertura del cerebro a todas las potencialidades
latentes en la consciencia, por ejemplo, nuestra capacidad para contemplar
numerosas posibilidades al mismo tiempo:

"El mecanismo descrito (indeterminismo cuántico) ... ofrece una clave


para la comprensión del 'pensamiento creativo', cuando una persona afirma o
describe 'algo que de hecho no existe'. De acuerdo con nuestro planteamiento,
la persona ve potencialmente varias versiones simultáneamente, sin ser capaz
de abarcar por completo ninguna de ellas y, a continuación, una de las
versiones 'aparece' (se materializa) como resultado de una elección libre".

Concretando estas ideas, señala Zohar:

"Conservando la unidad de la consciencia como punto más significativo


y fundamental cuando explica la consciencia en términos de la física conocida,
es posible observar que ciertos rasgos de esa unidad pudieran ofrecer
indicaciones sobre la naturaleza de cualquier proceso físico subyacente. Por
ejemplo, el fondo de toda consciencia --la 'pizarra' sobre la que se escriben los
diferentes pensamientos y percepciones-- es aquello que los físicos denominan
un 'estado constante'. Es uniforme en el espacio y persistente en el tiempo,
cualidades que le son necesarias a la consciencia para realizar el trabajo que
ejecuta. De la misma manera en que nosotros no somos capaces de escribir un
mensaje largo sobre una pizarra llena de agujeros o de corta duración, así
también los contenidos de nuestro conocimiento consciente no se distinguen
fácilmente si el marco general en el que han sido creados no es un estado
constante. Como ha dicho el etólogo JOHN CROOK, 'el orden del
conocimiento --su aparente estabilidad en el tiempo-- es lo que a nosotros nos
proporciona el sentimiento de que vivimos en un mundo más que en medio de
experiencias creadas por sentidos caprichosos'.

Si bien, esta poco habitual cualidad de orden de que goza nuestra


atención consciente limita considerablemente la elección de explicaciones
físicas subyacentes, como puede observarse por el proceso de todos los intentos
realizados para explicar la consciencia en términos clásicos. Nuestra
consciencia posee el carácter de totalidad entera. Se mantiene unida y permite
que nuestra experiencia funcione así. Esta clase de uniformidad establecida es
extraña en los procesos dinámicos de la naturaleza, pero sucede en materiales
que existen en 'fases condensadas' " (esta frase se entenderá pronto).

Pero, naturalmente, no basta con hacer meras afirmaciones más o menos


sustentadas en analogías totalmente discutibles. Es necesario, aunque sólo sea
de momento en términos teóricos, describir un mecanismo concreto y plausible
que recoja tan apasionante expectativa.

La físico Danah Zohar, a la que debo citar con fecuencia en esta parte de
la exposición por haber publicado en 1991 su libro "Consciencia cuántica",
dirigido plenamente a tratar el tema que ahora nos ocupa, recoge como una
primera aproximación:

"La primera evidencia sustantiva de que al menos existe una canal de


comunicación entre el mundo de la física cuántica y nuestra percepción de la
realidad cotidiana fue encontrado hace ya casi medio siglo. En aquel momento,
biofísicos que estaban trabajando en la retina descubrieron que las células
nerviosas del cerebro humano son suficientemente sensibles como para
registrar la absorción de un fotón solo (reflejando el paso de un electrón
individual de un estado de energía en el interior del átomo a otro), y, por lo
tanto, suficientemente sensible para verse influido por toda la panoplia de la
extraña conducta a nivel cuántico, incluido el indeterminismo y los efectos no
locales.

Experimentos posteriores demostraron que la indeterminación cuántica


se construye con el funcionamiento del propio cerebro, por medio de
variaciones al azar en las concentraciones químicas que rodean las uniones
nerviosas (las sinapsis neuronales). Estas concentraciones determinan los
niveles en los que las neuronas 'se encienden', por ejemplo, cuando entran en
contacto eléctrico con otras neuronas, e incluso de forma muy ligera, las
variaciones a nivel cuántico afectan a los potenciales 'encendidos'. Más aún,
los niveles en los que las neuronas 'se encienden' varían de acuerdo con una
definida ley estadística, lo mismo que cualquier otro proceso cuántico. De las
10 elevado a 10 neuronas del cerebro se cree que alrededor de 10 elevado a 7
son suficientemente sensibles para registrar fenómenos a nivel cuántico en
cualquier momento dado. No obstante, ese encendido de las neuronas
individuales tiene un largo camino que recorrer para explicar cualquiera de
los procesos complejos que podrían estar asociados a las actividades
conscientes del cerebro".

Para situarnos en mejor posición de partida en el comienzo de ese "largo


camino", debemos retomar una distinción entre dos clases de partículas
subatómicas que ya en su momento recogíamos como muy importante a los
fines perseguidos aquí. Me refiero al diferente comportamiento de las partículas
en las interacciones entre ellas y que se deriva del "spin" de las mismas.
Hablaba al respecto de partículas bosones, cuyo comportamiento está descrito
por las llamadas estadísticas Bose-Einstein, y los fermiones, que rigen su
conducta en los términos de la estadística Fermi-Dirac.

Decía allí que los fermiones se rigen por un principio esencial para que
sea posible la que conocemos como nuestra "sólida realidad": el principio de
exclusión de Pauli, según el cual una partícula-fermión no puede ocupar el
lugar detentado por otra al mismo tiempo. Es decir, no pueden confundirse. Esto
explica, entre otras cosas, que la Naturaleza asigne alrededor del núcleo del
átomo a los electrones (que son fermiones) distintos niveles de energía. Si un
electrón ocupa un nivel de mayor esfuerzo energético y no "cae" a otro de más
bajo "desgaste", siendo la tendencia general de la Naturaleza la del menor
consumo de energía, esto ocurre simplemente porque los niveles más bajos
están "ocupados" por otros electrones y el principio de exclusión obliga a un
más "costoso" emplazamiento.

Frente a la interpenetrabilidad e inidentificación de los bosones (los


fotones, por ejemplo), el principio de exclusión justifica y permite las
estructuras de nuestro mundo. Todo se colapsaría en un magma de confusión, de
no existir el principio de exclusión y su consecuencia: el comportamiento-
fermión.

Ahora bien, si el comportamiento de los fermiones permite nuestra


realidad y son, por tanto, la manifestación primaria de lo "individual",
presentan, en supuestos de actuación en conjunto, problemas de dispersión de
energía. Para aclarar esto quizás valga un ejemplo:

Imaginemos a un conjunto de doce individuos que pretende derribar


empujando un poste de la luz. Por la simple razón de que unos y otros no
pueden ocupar el mismo lugar, la fuerza sobre el poste la harán sobre distintos
puntos e inevitablemente los vectores que representan la dirección de la fuerza
que desarrollan cada uno de ellos, en algún punto interaccionan entre sí
anulando parte de dicho esfuerzo. El poste caerá o no, pero parte de la energía
desarrollada se anula entre sí. Si los doce hombres pudieran superponerse en el
mismo lugar, su esfuerzo incidiría exactamente sobre el mismo punto, se
unificaría y la energía desarrollada se aprovecharía completamente. En el primer
caso, habría unión y, en el segundo, unidad.

Pues bien, esa coherencia de la unidad sólo se da entre los bosones y


podemos apreciarla fácilmente en la propia luz, conjunto de bosones, de gran
coherencia en sus manifestaciones, semejando la unidad. Esto es lo que, por
apreciación inmediata, hace que manifestaciones materiales como la luz nos
parezcan de naturaleza muy distinta a manifestaciones materiales como, por
ejemplo, un metal, siendo ambos supuestos un conjunto agrupado de partículas.

Sin embargo, en especiales circunstancias los fermiones pueden


comportarse como bosones. Una de las manifestaciones más interesantes de esta
posibilidad, en relación con lo que aquí queremos indagar, la constituyen las
llamadas CONDENSACIONES BOSE-EINSTEIN. La dispersión de energía
de los individuos que empujan el poste, a nivel de partículas, se produce
precisamente por el factor onda de las mismas. Como ya vimos, cuando
interaccionan ondas procedentes de distintas fuentes (las dos rendijas de la
pared) se producen anulaciones de energía por las confrontaciones de los valles
de unas con las crestas de otras. Las zonas oscuras que quedaban en la pantalla
evidenciaban la pérdida energética. Pues bien, un conjunto de fermiones, en
determinadas circunstancias y como consecuencia de una excitación exterior,
conforman un factor onda de tal manera que todas las ondas del conjunto se
mueven exactamente "en fase", elevándose todos los picos al unísono y
descendiendo todas las depresiones a la vez, produciéndose un comportamiento
de absoluta coherencia que determina la transformación, mientras dura la
excitación, de la unión en unidad.

Esto ocurre, por ejemplo, en el fenómeno de la superconductibidad, en


que los electrones de un metal se combinan en parejas y cooperan a escala
macroscópica para crear un flujo de corriente eléctrica completamente carente
de resistencia. Uno de los ejemplos de efectos cuánticos en la ingeniería.

Pero, qué tiene que ver todo esto con nuestra indagación acerca de la
naturaleza física de la consciencia?. Si reflexionamos un poco, la respuesta a
esta pregunta parece clarificarse. Se puede observar en el comportamiento de las
condensaciones "Bose-Einstein" un componente nuevo que se sobreañade al
conjunto en el que se produce y del que trae causa. La coherencia de la
condensación, la que determina la unidad, es algo más que la mera suma de
individualidades del conjunto. Y esto es así en la medida en que el contemplar
una parte de ese conjunto no nos explicaría la totalidad, y ni siquiera a esa parte,
ya que ésta presenta comportamientos que sólo son entendibles en la clave del
entrelazamiento de la totalidad. Sólo una observación del todo nos explicará la
actitud de la parte, ya que ésta en realidad no es parte sino una parcial
manifestación de una unidad superior.

En el ejemplo de los doce individuos empujando el poste de la luz, si


éstos pudieran superponerse de forma que todo su esfuerzo fuera uno, no tendría
ningún sentido intentar comprender lo que ocurre analizando el esfuerzo de uno
de esos individuos y ver qué efecto produce en el poste. No existe ya un
esfuerzo individual sino una unidad superior de esfuerzo que absorbería toda
manifestación particular. Ya no habría doce individuos sino, si se quiere, un
superindividuo y cualquier predicción sobre lo que le pasará al poste tendrá que
derivar de la consideración del superindividuo.
Muy distinto es el supuesto de los individuos empujando cada uno desde
su posición. Este es el supuesto que respondería a la concepción de la física
clásica. Podemos en este caso estudiar esfuerzo por esfuerzo. Conociendo el
punto de empuje y fuerza de cada uno y analizando las interacciones de los
vectores-fuerza, obtendremos la fuerza que en realidad se ejerce sobre el poste
para derribarlo. El análisis de lo particular nos lleva a la comprensión del
conjunto y por ello Laplace pensaba que conociendo la posición e impulso de
todas las partículas del Universo bastaba para conocer el futuro del mismo.

Lo que importa reseñar es que en el caso de comportamientos "Bose-


Einstein", no sólo el aprovechamiento energético es superior sino que esto es
determinante de una unidad que sobreañade un sentido superior al conjunto en
que se produce.

Y es precisamente esa unidad la que constituyó el fracaso en la


explicación de la consciencia como un modelo/ordenador o como un
modelo/holograma. En el ordenador y en el holograma hay unión pero no
unidad. No existe ese sobreañadido que contempla el conjunto y le da un
sentido superior.

Podemos encontrar, pues, en las condensaciones "Bose-Einstein" el


modelo físico que explique la consciencia?. Es decir, funciona nuestro
cerebro como una condensación "Bose-Einstein" que explicaría la unidad
de la consciencia y el entrelazamiento sin fisuras de las neuronas?.

Desde mi punto de vista, hay una resonancia impresionante en esta


posible explicación del cauce de funcionamiento de la consciencia. La
Naturaleza haría posible el fruto más preciado de su evolución, aquél que le
permite reflexionar sobre sí misma, mediante un fantástico giro que le permite
retornar al punto de partida original, la unión, mucho más enriquecida. Desde
una base de partida, se produce la fragmentación. Surgen los fermiones que se
constituyen en los ladrillos de estructuras complejas, las que evolucionan hacia
una cada vez mayor y más rica complejidad perceptiva. En el momento
indicado, estas estructuras fraccionadas reconocen su origen y mediante un
mecanismo coyuntural se "condensan", fusionan sus posibilidades y permiten
que su enriquecimiento sea asumido en la coherencia de la unión consumada.

Sin embargo, es evidente que de momento todo esto no es más que


literatura. Volvamos a la pregunta clave: es nuestra consciencia fruto de una
condensación "Bose-Einstein"?. Una primera comprobación hace que dos
razones importantes enfríen nuestro entusiasmo:
a) Las condensaciones "Bose-Einstein" conocidas necesitan, entre las
condiciones para que se produzcan, una temperatura no superior a 10 grado
Kelvin, es decir, entre -273 y -263 grados centígrados. Esta es, desde luego, una
temperatura muy alejada de los 36 a 37 grados centígrados de nuestro cuerpo.

b) De otra parte, qué es lo que produciría la excitación necesaria para


que el conjunto de neuronas del cerebro se fundieran en una superior entidad,
determinante de la consciencia?.

A fuer de ser sincero, aquí se podría dar por terminada esta segunda parte
de la exposición dedicada a la mecánica cuántica y sus posibles conexiones con
la consciencia. Es evidente, que a los efectos aquí perseguidos sería una paso
espectacular poder vincular de una forma clara y rotunda los mecanismos
cuánticos y el proceso de pensamiento consciente. A través de los variados
libros que he podido leer al respecto, esto no es nada fácil. Sin embargo, para
poder reflexionar y sacar conclusiones razonables que nos hagan pensar que los
nuevos conocimientos sobre el mundo de las partículas pueden tener relación
con lo que nosotros somos y nuestra conducta, no es algo indispensable. Que
somos fruto en última instancia de ese extraordinario ámbito cuántico, es algo
indiscutible y sobre esa base se puede construir nuestro pensamiento. No se
olvide que fue un determinado descubrimiento científico o, por mejor decir,
todo una nueva concepción científica (la física del Renacimiento), la que han
inspirado, como después podremos ver, las ideas más seguidas (a nivel social,
automáticamente seguidas) en los últimos doscientos años y que hoy más que
nunca, las consecuencias ideológicas de aquella nueva posición del hombre en
la Ciencia, están plenamente instaladas en nuestra sociedad.
Sin embargo, antes de iniciar lo que sería la tercera parte de esta
exposición, me parece muy interesante recoger aquí el único caso que he
encontrado en el que se describe un mecanismo mecánico-cuántico que soporte
la experiencia de la consciencia. Viene recogido en el ya tan citado libro
"Consciencia cuántica" de Danah Zohar y, quizás porque es reciente, no he
leído nada acerca de él, ni a favor ni en contra. Es evidente que yo no tengo
conocimientos suficientes para valorarlo en su justa medida. Por ello, me limito
a recogerlo íntegramente en el capítulo que se contiene y a reseñar que es la
tesis individual de un físico que intenta encontrar, sin saltos injustificados, el
camino que lleva desde las partículas subatómicas a nuestra condición de seres
conscientes.

"Varios han sugerido que la consciencia podría depender en el cerebro


de algo que tuviese las características de un superfluido o de un
superconductor. Como ninguno de ellos podría satisfacer las exigencias
inherentes a la clase de estado altamente ordenado que encontramos en una
fase condensada, difícilmente podría satisfacer la exigencias de posibilidad de
existencia. Los superfluidos y los superconductores existen únicamente a muy
bajas temperaturas, mientras que el cerebro, como todos sabemos, funciona a
la temperatura corporal normal. Si se demuestra que la física de las fases
condensadas es relevante por lo que se refiere a la consciencia, entonces
debería haber algún mecanismo que funcionase a la temperatura corporal
normal. Y, de hecho, existe uno. El 'sistema de bombeo' descrito en primer
lugar por el profesor HERBERT FRÖHLICH de la Universidad de Liverpool,
en Inglaterra, hace unos veinte años y que se sabe que existe en el tejido
biológico, parece satisfacer todos los criterios necesarios.

El 'sistema de bombeo' de Fröhlich es sencillamente un sistema


compuesto de moléculas cargadas eléctricamente y que vibran (moleculas
'bipolares', con el positivo en un extremo y el negativo en el contrario) y hacia
el que se bombea energía. Al vibrar, las moleculas bipolares (moléculas que se
encuentran en las paredes celulares del tejido vivo) emiten vibraciones
electromagnéticas (fotones), de la misma manera a como funcionan muchos
transmisores de radio en miniatura, a medida que cambian de posición.
Fröhlich demostró que, más allá de un cierto umbral, cualquier energía
adicional que se bombee en el sistema provoca que las moléculas de esa clase
vibren al unísono. Y van haciéndolo cada vez más fuerte hasta que ellas mismas
se colocan en la forma más ordenada de fase condensada posible: en una
'condensación Bose-Einstein'.

El rasgo que distingue fundamentalmente a las condensaciones Bose-


Einstein es el de que muchas partes que van a construir un sistema ordenado
no sólo 'se comportan' como un todo, sino que 'se convierten' en un todo: sus
identidades se tocan o se superponen de tal manera que pierden por entero su
individualidad.

Una buena analogía la constituirían las numerosas voces de un coro que


se unen hasta convertirse en 'una voz' a un cierto nivel de armonía, o el
pizzicato de las numerosas cuerdas de varios violines hasta llegar a componer
'el sonido de los violines'. Esta fusión de identidades es fundamental para dar
una explicación física de la manera en que la consciencia expone juntas varias
'subunidades' en la experiencia.

Al mismo tiempo en que es cierto el caso de que una persona puede


poseer dos o más 'islas' de consciencia --por ejemplo, la experiencia de seguir
una conversación a la vez que se sigue conduciendo el automóvil--, es casi
universal la experiencia de poseer un campo universal de consciencia. No hay
un uno sentado aquí que sea consciente de un fresno plantado en una ribera de
un canal, otro uno que advierta el traqueteo de un tren cercano, y todavía un
tercer uno que sea consciente de un ligero dolor de espalda. Todos ellos son
una persona: 'yo'.

Aunque para la persona que vive cada una de estas diferentes


experiencias 'miniconscientes' sea la misma persona, aunque no haya aquí más
que un ego integrado que las experimenta a todas en conjunto, alguna cosa
debe explicar la unidad de los separados estados del cerebro asociados con
cada uno de los elementos constituyentes de la experiencia. En cada uno de
estos estados, y en cualquier momento que se quiera, hay al menos cien 'bits'
diferentes de información. Para ponerlos todos al unísono, para conseguir el
grado de unidad requerida, se necesita que los estados separados del cerebro y
que atienden a cada uno de los elementos se conviertan en 'idénticos'. Deben
entrecruzarse totalmente 'todas' sus propiedades y 'toda' su información. Este
tipo de unidad solamente se encuentra en las condensaciones Bose-Einstein".

"Una sincronía cuántica a gran escala existe en, y explica, las especiales
propiedades de los láseres, los superfluidos o los superconductores, pero la
importancia del tipo encontrado en los sistemas de Fröhlich reside en que
existe en la temperatura corporal normal. Más aún, se encuentra 'solamente' en
el tejido biológico, donde las moléculas bipolares cargadas, al vibrar en el
interior de las paredes celulares, existen señales de frecuencia de microondas.
Tales frecuencias existen habitualmente en, y tienen un efecto sobre, el tejido
biológico: por ejemplo, las tasas de crecimiento de las células de la levadura se
ve influido por las radiaciones de microondas. Sin embargo, continúa siendo un
misterio la razón por la que las células vivas generan y responden a las
radiaciones de microondas, y adquieren de esta manera la capacidad para
contener entre sus paredes fases condensadas de Bose-Einstein, aunque una
está pidiendo alguna explicación. Como dice Fröhlich, 'los sistemas biológicos
se han ... desarrollado hasta cumplir un cierto objetivo, y se debe permitir, por
tanto, el que se pregunte por el objetivo de una cierta estimulación'.

Un físico (ERIK ERIKSON) sugiere que el objetivo de las vibraciones


inducidas por microondas en las células vivas debe relacionarse con la manera
en que los sistemas vivos, en tanto que opuestos a los no vivos, crean orden a
partir del caos y de la confusión en la naturaleza. Cuando las membranas
celulares vibran lo suficiente como para convertirse en una condensación
Bose-Einstein, están creando la forma de orden posible más coherente de la
naturaleza, el orden de la totalidad indivisa. Éste podría ser el mecanismo con
el que la vida viola la segunda ley de la termodinámica (la entropía), según la
cual todos los sistemas inanimados están destinados a degenerar en caos.

Otros biofísicos, algunos de los que trabajan como colegas del profesor
Fröhlich, y otros que lo hacen independientemente, han encontrado evidencias
del mismo tipo de coherencia biológica, aunque sus investigaciones sugieren
que se trata de una ordenación coherente de fotones al nivel de la luz visible,
más que (o añadido a) aquella otra a nivel de microondas.

El biofísico alemán FRITZ POPP ha descubierto que las células vivas


emiten un débil destello, lo que significa la evidencia de una radiación de
fotones, y sugiere que la presencia de lo que él denomina 'biofotones'
coherentes puede desempeñar algún papel fundamental en la regulación
celular. Otros científicos han descubierto los mismos efectos trabajando
independientemente en Japón, y creen que 'pueden asociarse claramente con
una gran variedad de actividades vitales y de procesos biológicos'. Al menos un
biofísico polaco ha encontrado las evidencias de una ordenación coherente de
los fotones en el propio ADN, de la misma manera en que lo habían conseguido
Popp y uno de sus colegas alemanes.

Es ahora abundante ya la evidencia de estados coherentes (de


condensaciones Bose-Einstein) en el tejido biológico, y la interpretación de su
significado descansa en la aguda orilla de las rupturas estimulantes de nuestra
comprensión de lo que distingue la vida de la no vida. 'Creo que la misma
condensación Bose-Einstein entre los constituyentes de las neuronas es lo que
distingue la consciencia de la no consciencia. Creo que constituye la base
física de la consciencia'.

Si deseamos probar que la condensación Bose-Einstein es la base física


de la consciencia, debemos buscar los rasgos necesarios de un sistema tipo
Fröhlich en el cerebro. Yo creo que el encendido eléctrico que tiene lugar
constantemente alrededor de las neuronas, cuando se estimula el cerebro sea
de la manera que sea, podría ser el provocador de la energía requerida para
mover las moléculas de las paredes celulares de las neuronas, provocando de
esa manera la emisión de fotones. Por medio de tales señales, las moléculas, en
cualquier pared celular dada, y en miles de las que están próximas, podrían
comunicarse con todas las demás con un 'baile' que comienza a sincronizar sus
movimientos (o su emisión de fotones). Alcanzada una frecuencia crítica, se
pondrían todas a moverse al unísono, formando una fase condensada Bose-
Einstein. Los numerosos 'bailarines' se convertirían en un único bailarín que
poseería una sola identidad.

Llegados a ese punto crucial, el momento de una 'fase de deslizamiento'


hacia la fase condensada, los movimientos de las moléculas sincronizadas en
las paredes celulares de la neurona (o fotones emitidos por ellas) adquirirían
propiedades mecánicas cuánticas: uniformidad, no rozamiento (y, de ahí,
persistencia en el tiempo), totalidad indivisa. De esta manera generarían un
campo unificado del tipo exigido para producir el estado básico de la
consciencia. La fase de deslizamiento es, entonces, el momento en que nace
'una experiencia'.

Una de las numerosas implicaciones interesantes de la acción de pensar


en la consciencia en términos de un sistema de Fröhlich es la de que ofrece
apoyo al punto de vista consistente en creer que alguna consciencia
rudimentaria puede muy bien ser una propiedad de 'todos' los sistemas vivos. Si
una condensación Bose-Einstein al estilo Fröhlich puede encontrarse en las
células de levadura, entonces, y de manera parecida, debería seguirse que
cualquier tejido biológico--planta o animal-- que tuviese como mínimo una
célula estaría en posesión de la capacidad unificadora exigida para dar
soporte a alguna clase de conocimiento consciente. Sin embargo, una
condensación Bose-Einstein más pequeña no estaría en posesión de tantos
posibles estados (estimulaciones), por lo que su escala estaría limitada. De esta
manera, una caracol tendría una consciencia mucho más limitada que la
nuestra.

Más aún, no existe en principio ninguna razón para negar que


'cualquier' estructura, biológica o de otro tipo, que contenga una condensación
Bose-Einstein, pudiera poseer la capacidad de consciencia, aunque la 'clase' de
consciencia que tuviera y lo que pudiera conseguir con ella dependería de la
estructura global del sistema. Esto deja abierta la posibilidad de los
ordenadores conscientes, y, evidentemente, pone sobre el tapete la cuestión de
la consciencia extraña en general.

En los animales terrestres superiores y domésticos, con nosotros mismos,


los campos eléctricos situados en las paredes celulares de las neuronas están
variando constantemente como resultado de fluctuaciones en la cantidad de
energía que es bombeada en el sistema. Tales fluctuaciones se deben a cambios
químicos en la sangre, tales como una cantidad superior o inferior de azúcar
en la sangre, así como a estímulos externos. A causa de este hecho, la fuerza de
la consciencia variaría también, con más o menos (proteínas o grasas)
moléculas que son empujadas hacia adentro o extraídas de la fase condensada.
Esto concuerda con nuestra experiencia cotidiana, donde somos a veces más
conscientes que en otras (por ejemplo, un estado de descanso contrapuesto a
otro de elevada concentración). También concuerda con todo lo que sabemos
sobre el efecto, o la falta de él, de las lesiones cerebrales sobre la consciencia.

Si, como sostiene el modelo computarizado del cerebro, la consciencia


surge de los mecanismos de computación del cerebro, con los numerosos miles
de millones de neuronas individualizadas conectadas las unas a las otras como
cables telefónicos, entonces, lo mismo que en un sistema telefónico, sufrirían
una interrupción en sus funciones cada vez que se rompiera uno o más cables.
Esto mismo sucede también con ciertas funciones del cerebro después de una
lesión --una lesión en el área óptica destruye la visión sobre la zona auditora,
la función de oir, etc. Pero la propia consciencia no sufre de la misma manera
a partir de lesiones localizadas. Sólo es después de una masiva lesión cerebral
que destruye enormes secciones del cerebro (o bajo la influencia de drogas
tales como los anestésicos) cuando la consciencia se ve suficientemente
afectada como para perder la propiedad holística, como deberíamos esperar si
la consciencia es un fenómeno cuántico no localizado. En una teoría basada
en algo así como el sistema de bombeo de Fröhlich, el aspecto más importante
de la consciencia --su capacidad para el conocimiento unificado-- no tiene
nada que ver con las conexiones de las neuronas individualizadas en el
cerebro.

En el modelo mecánico-cuántico de consciencia que ha sido sugerido


aquí las moléculas que vibran en las paredes celulares de las neuronas (o los
fotones asociados a ellas), y que dan lugar a una condensación Bose-Einstein,
únicamente explicaría el estado básico de nuestro conocimiento, la 'pizarra' en
la que están escritas las cosas (percepciones, experiencias, pensamientos,
sentimientos, etc.). La propia 'escritura' debe suministrarla un amplio espectro
de fuentes: el código genético, la memoria, la actividad sináptica del cerebro, y
todo aquel conjunto de ecos filogenéticos que resuenan en el interior del
sistema nervioso. Cada uno de ellos aparecerá de forma individual o en algún
tipo de comunicación como si se tratara de estímulos de la condensación
subyacente, como modelos de su interior, lo mismo que las olas del mar o las
burbujas en la superficie de un recipiente donde está hirviendo un guisado. Y
serían estos modelos, cuyas matemáticas son en realidad las matemáticas de un
holograma, lo que reconocimos como contenidos familiares de la consciencia.

Este modelo, junto con la idea de que los estímulos en la condensación


Bose-Einstein explican las pautas reconocibles de nuestra vida consciente,
sugiere también una interpretación que explica los hasta entonces misteriosos
electroencefalogramas (EEG) registrados cuando los electrodos están situados
en la cabeza para medir la actividad cerebral. Los clásicos modelos onda que
hemos visto en el EEG, que se cree que registran las oscilaciones situadas por
debajo del umbral (preencendidas) en las paredes celulares neuronales, varían
dependiendo del estado de consciencia de uno y de la actividad en la que está
comprometido el cerebro. Han sido reconocidos cuatro modelos distintos: alfa,
beta, delta y zeta.

En el cerebro de un humano adulto normal, las ondas beta, que están


asociadas al pensamiento organizado, conceptual, dominan el modelo EEG
durante las horas de vigilia. Las ondas delta se encuentran cuando el cerebro
se halla en un estado de profundo descanso, sin sueños, las zeta durante el
descanso con sueños, y las alfa en un estado de relajación profunda, cuando el
cerebro se encuentra profundamente despierto pero no concentrado en ninguna
idea en particular.

Cada modelo EEG global es estable, aunque --lo mismo que también es
cierto para las ondas en general-- las neuronas individualizadas que lo
componen cambian de momento a momento, tanto cuando se trata de toda la
piel en los modelos EEG como, de una forma más dramática, en el caso de
aquellos que se han realizado sobre dos neuronas individuales comprometidas
con el mismo estímulo visual, los modelos onda que representan la
estimulación están sincronizados, sugiriendo que una coherencia de amplio
espectro vincula las pautas de encendido de las neuronas individuales. Esto es
difícil de explicar por medio de cualquier interpretación clásica de las
conexiones entre neuronas, pero la proposición de que el cerebro posee un
sistema cuántico integrado convierte en más fácil la interpretación.

En el modelo de consciencia que yo propongo, el cerebro posee dos


sistemas interaccionados: la condensación Bose-Einstein coherente, que está
asociada a la consciencia, y el sistema similar al ordenador, de neuronas
individuales. La actividad eléctrica observada en el EEG puede constituir un
puente entre los dos: si se estimula uno de los dos sistemas, podría producir un
campo eléctrico que actuase sobre el otro. Pero, debido al factor cuántico, las
estimulaciones deben ser integradas, es decir, coherentes.

Un modelo mecánico-cuántico de consciencia nos proporciona, entonces,


un cuadro de nuestra vida mental global que ni es enteramente como un
ordenador ni tampoco como un sistema enteramente cuántico: más aún, ni
enteramente 'mental'. Lo que nosotros reconocemos como nuestra vida
consciente madura, desarrollada, utilizando aquí 'consciente' en el sentido
vernáculo común, es en realidad un diálogo complejo, con numerosos aspectos,
entre el aspecto cuántico (el estado base) y toda una sinfonía de interacciones
que provocan modelos para que se desarrollen en el estado base: interacciones
con nuestras facilidades de computación en el córtex cerebral, con nuestras
capacidades instintivas y emocionales en el encéfalo primitivo, con nuestros
apetitos y nuestras crispaciones (o daños), con todo un conjunto de actividades
que se desarrollan en el cuerpo y, hasta cierto punto, con las vidas conscientes
de otras gentes y de otras criaturas. Es la calidad como intérpretes de los
diferentes miembros que componen esta sinfonía la que determina
definitivamente la calidad global y el contenido de la música ejecutada: nuestra
vida consciente.

Tanto si existe o no una teoría tal que si se aplica el sistema de bombeo


de Fröhlich o los fotones coherentes de Popp al problema demuestre que es
correcta, la verdadera existencia de un modelo de consciencia cuántico viable
está ya repleto de implicaciones filosóficas de mayor alcance. La totalidad
indivisa, que constituye un requisito previo de un modelo de ese tipo y, como
consecuencia, la pérdida de la individualidad de sus partes componentes nos
traslada hasta la cuestión global de la identidad personal y de las relaciones de
grupo.

También, entonces, cualquier modelo mecánico-cuántico es


necesariamente un modelo físico y, por tanto, acepta que los fenómenos de la
consciencia (conocimiento, percepción, pensamiento, memoria, etc.), lo mismo
que aquellos otros de la física, la química y la biología, pertenecen al orden de
la naturaleza y pueden ser investigados experimentalmente. Esta manera de
contemplar la consciencia implica también que la materia y la consciencia
están tan íntimamente unidas la una a la otra que, o bien la consciencia es una
propiedad de la materia (como sostiene el pansiquismo) o, más aún, como
sugiere Nagel, la consciencia y la materia surgen juntas a partir de la misma
fuente común: utilizando nuestra terminología, del mundo de los fenómenos
cuánticos".

Hasta aquí el, aunque largo, inevitablemente limitado panorama a partir


del cual creo que se puede intentar profundizar en esas implicaciones filosóficas
a que hace referencia Zohar en la última parte del capítulo recogido y que
parece pueden surgir de este sorprendente nuevo aspecto que asume la realidad
de la Naturaleza a la luz de la física de las partículas subatómicas.

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