L 1-WALSH Cap 2

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WALSH FROMA, (2003).

NORMAL FAMILY PROCESS


NEW YORK: GUILFORD PRESS

CAP 2 “LA NORMALIDAD, LA SALUD Y LA


DISFUNCIÓN EN LA FAMILIA. DESDE LA
PERSPECTIVA DEL
DÉFICIT A LAS FORTALEZAS”

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CAPÍTULO 2

LA NORMALIDAD, LA SALUD Y LA DISFUNCIÓN EN LA FAMILIA.

Desde la perspectiva del déficit a las fortalezas

Froma Walsh

Las construcciones de la normalidad, la salud y la disfunción en la familia que están


incorporadas en nuestro sistema de creencias culturales y profesionales, subyacen en toda
la teoría y la práctica clínica. Estas suposiciones no examinadas ejercen una influencia
poderosa y de gran medida en cada evaluación e intervención familiar.

A TRAVÉS DE UNA LENTE OSCURA Y ESTRECHA

El campo de la salud mental ha descuidado durante mucho tiempo el estudio y


promoción de la salud. Por la concentración de los expertos en la enfermedad mental, la
normalidad familiar se convirtió en sinónimo de la ausencia de síntomas, una situación
que rara vez o nunca, se ve en la práctica clínica. Los supuestos acerca de las familias
saludables son muy especulativos y utópicos, extrapolados de la experiencia con casos
clínicos perturbados. Los patrones típicos de la familia normal recibieron escasa atención.

Fundamentada en los paradigmas médicos y psicoanalítico, la práctica clínica y la


investigación se centraron en la comprensión y tratamiento de la psicopatología,
mostrando a la familia oscuramente en términos de influencias perjudiciales en la
etiología de los trastornos individuales. De hecho, en gran parte de la literatura clínica, las
familias han sido retratadas como influencias nocivas y destructivas. Centrándose casi
exclusivamente en una visión diádica de la primera infancia, la "crianza" ha sido sinónimo
del "ser madre", en donde los términos se utilizan indistintamente. Los padres,
especialmente las madres han sido vistos duramente y se les ha culpado de
todos los problemas, como se presenta en el análisis del siguiente caso de una familia en
una revista psiquiátrica:

En este trabajo, ha sido posible examinar minuciosamente una situación específica de la


familia. Los hechos hablan por sí mismos. La madre y la esposa son unas personas
dominantes, agresivas y sádicas sin buenas cualidades redentoras. Ellas aplastan la
iniciativa individual y el pensamiento independiente de su marido y bloquean la creación
en sus hijos. (Gralnik, 1943, p. 323)

Tales madres culpígenas han persistido, a menudo formadas sin ningún contacto directo
con sus familias, pero derivadas de las teorías de la patogenia de la familia. Las
“parectomias” (de sus padres) han sido frecuentemente recomendadas, procurando
mantener a raya a las familias, sin "intromisión" en el tratamiento u ofreciendo una
influencia correctiva (Walsh & Anderson, 1988). La evaluación de la familia, ha sesgado la
identificación de los déficits y los conflictos, ha tendido a ser ciega a los puntos fuertes de

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la familia y a los recursos hasta el punto de que sólo puede definirse a una familia como
normal a aquella que aún no ha sido clínicamente evaluada

MODELOS DE TERAPIA FAMILIAR

La perspectiva de los sistemas avanza en la conceptualización de la familia desde una


perspectiva lineal, diádica de causalidad hacia el reconocimiento de múltiples influencias y
recursos dentro y fuera de la familia que conforman el funcionamiento individual y
familiar. Sin embargo, la teoría y la práctica de principios de la terapia familiar se
mantuvo orientada a la patología atendiendo a los procesos familiares disfuncionales
implicados en el mantenimiento continuo de los síntomas individuales y en sus orígenes.
En las últimas décadas, se ha producido un cambio positivo en el enfoque terapéutico
hacia un mayor reconocimiento y valorización de las fortalezas de la familia. Es importante
examinar los puntos de vista de la normalidad, la salud y la disfunción de la familia
incrustadas en los enfoques esenciales de la terapia familiar, debido a su influencia crítica
en la práctica clínica. La segunda edición de este volumen (Walsh, 1993) encuestó a los
fundadores más influyentes y a los más recientes desarrollos en el campo, teniendo en
cuenta cuatro puntos de vista sobre la normalidad familiar descritos en el Capítulo 1.
Aunque las generalizaciones en un campo en evolución se deben hacer con precaución,
algunas premisas básicas sobre la normalidad, la salud y la disfunción de la familia
pueden ser identificadas en los diversos enfoques. Dos preguntas enmarcan la discusión
sobre:

1. Los procesos de familia: ¿Cuáles son los supuestos implícitos y explícitos acerca del
funcionamiento normal, óptimo y típico a nivel familiar y cuáles son los puntos de vista de
la disfunción?

2. De los objetivos terapéuticos y los procesos de cambio: ¿Cómo estas creencias influyen
en los objetivos terapéuticos y en los procesos de intervención?

Como se puede ver en el breve resumen y actualización que sigue, varios aspectos de la
familia y el funcionamiento de pareja reciben atención selectiva cuando se ajustan a
diferentes puntos de vista de la formación de problema, los objetivos terapéuticos, y los
procesos de cambio (véase la Tabla 2,1, p. 42)

Enfoques breve de resolución de problemas.

Modelo Estructural

El modelo estructural de la terapia familiar (Minuchin, 1974), hizo hincapié en la


importancia de los procesos de organización para el funcionamiento familiar y el bienestar
de sus miembros. La terapia se enfoca en el patrón de transacciones en las que los
síntomas se incrustan, se muestran como una indicación de problemas de desequilibrio o
rigidez en la organización de la familia.

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Minuchin (1974) desafió directamente el mito de la normalidad "plácida”, la visión
idealizada de la familia normal, sin estrés, viviendo en constante armonía y cooperación.
Tal imagen se desmorona, argumentó, al mirar cualquier familia con problemas comunes.
A través de entrevistas con algunas familias de diferentes culturas con un funcionamiento
efectivo, Minuchin ilustró las dificultades normales (es decir típicas) de la vida familiar
que trascienden las diferencias culturales. En una familia normal, la pareja tiene
problemas relacionados con su relación, con la educación de los niños, con el trato de los
suegros, y con hacer frente al mundo exterior. Minuchin señaló: "Como todas las familias
normales, los esposos están constantemente luchando con estos problemas y con la
negociación de los compromisos que hacen posible la vida en común" (p. 16).

Por lo tanto, Minuchin advirtió a los terapeutas que no expresaran juicios en base a la
normalidad o anormalidad de la familia por la presencia o ausencia de problemas. En su
lugar, propuso un esquema conceptual del funcionamiento de la familia para orientar la
evaluación y la terapia familiar. Este modelo estructural considera a la familia como un
sistema social en transformación, que opera dentro de contextos sociales específicos y el
desarrollo a través del tiempo, con la reorganización que requiere cada etapa. Cada
sistema mantiene patrones preferidos, sin embargo, una familia funcional debe ser capaz
de adaptarse a las nuevas circunstancias, al equilibrio de la continuidad y al cambio para
promover el crecimiento psicosocial de los miembros (véase también Falicov, 1988): Los
síntomas son más comúnmente un signo de una reacción de mala adaptación a las
cambiantes demandas ambientales o de desarrollo. Las conductas normales (es decir,
comunes, esperables) pueden ser incorrectamente etiquetadas como patológicas.
Minuchin aconsejó:

Con esta orientación, muchas más familias que ingresan a terapia serían vistas y tratadas
como familias promedio en situaciones de transición, sufriendo los dolores de
acomodación a las nuevas circunstancias. La etiqueta de la patología se reservaría para las
familias que en un momento de estrés aumentan la rigidez de sus pautas transaccionales y
sus fronteras, y evitan o resisten cualquier exploración de alternativas. (1974, P: 60)

Estas distinciones llevan a diferentes estrategias terapéuticas: En las familias promedio, el


terapeuta se apoya más en la motivación de los recursos de la familia como un camino
hacia la transformación. Con una mayor disfunción, el terapeuta se vuelve más activo con
el fin de reajustar el sistema.

Los patrones de cercanía y de separación fueron vistos también como estilos


transaccionales o de preferencias, y no como diferencias cualitativas entre las familias
funcionales y disfuncionales, aunque los extremos de conflicto y lejanía fueron
considerados disfuncionales. Los terapeutas estructurales de la familia han reconocido
que las normas culturales varían ampliamente (Falicov, 1995), y los patrones deben
cambiar para cumplir con requisitos diferentes en diferentes etapas del ciclo de vida,
desde la crianza de los niños pequeños, a través de la adolescencia, a la independencia.
(Combrinck-Graham, 1985).

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Los terapeutas estructurales de la familia han hecho hincapié en la importancia de la
jerarquía generacional, la claridad de las reglas familiares y las fronteras para proteger la
diferenciación del sistema y la autoridad paterna (Wood, 1985). Los padres estresados,
especialmente los padres solteros, a menudo tienen que delegar algunas
responsabilidades a un niño mayor o un abuelo, lo que puede funcionar bien, siempre y
cuando las líneas de autoridad estén claramente dibujadas y que un niño no tenga la
necesidad de sacrificar sus propias necesidades. Un subsistema parental fuerte que puede
estar formado por ambos padres o uno solo, es requerido para las tareas de crianza de los
hijos. La incuestionable autoridad del modelo patriarcal tradicional ha sido sustituida
recientemente por un concepto de paternidad flexible, no-autoritaria (Avenoli, Sessa, y
Steinberg, 1999). Minuchin (1974) señala que si bien el ideal de la familia es a menudo
descrito como una democracia, esto no quiere decir que una familia funciona sin un líder
o una sociedad de iguales. Por el contrario, el funcionamiento familiar eficaz requiere el
poder para llevar a cabo funciones esenciales. Por lo tanto, un objetivo primario
estructural en la terapia familiar es fortalecer el subsistema parental.

En familias más saludables, los esposos son vistos como el apoyo de sus parejas para
mejorar algunas características. A veces, las parejas promedio pueden socavar al otro en
un intento de mejorar o rescatarlos, pero esos patrones no implican necesariamente una
motivación malévola o una patología grave. Minuchin señaló que el subsistema conyugal
exige la complementariedad y la adaptación mutua. Sin embargo, en la práctica, los
primeros terapeutas familiares estructurales apoyaron la jerarquía de género en el poder
y el estatus patriarcal enraizado en los valores culturales (Goldner, 1988; Walsh &
Scheinkman, 1989). El tratamiento se dirige generalmente a "reequilibrar" a la familia por
la disminución de la influencia de la madre, al tiempo que mejora la posición de la
autoridad del padre.

Los terapeutas estructurales de la familia han mostrado una especial sensibilidad a la


barrera de las presiones externas y a las limitaciones de las familias pobres en las zonas
urbanas deprimidas que contribuyen a los problemas de organización familiar (Aponte,
1994; Falicov, 1998; Minuchin, Montalvo, Gurney, Rosman y Schumer, 1967). En los
últimos años, Minuchin y sus colaboradores han dirigido los esfuerzos para cambiar los
sistemas más amplios, tales como las políticas de atención de la corte y de crianza, y las
prácticas que "desmembran" a las familias de escasos recursos y empeoran su
funcionamiento (Minuchin, Colapinto, y Minuchin, 1998).

En resumen, desde el punto de vista estructural, ningún estilo familiar es inherentemente


normal o anormal. Cada familia desarrolla su propia estructura y sus preferencias. Si esos
patrones de organización son funcionales o disfuncionales depende en gran medida de su
adecuación a las demandas sociales y al desarrollo de la familia. Cualquier estilo es
potencialmente viable y puede satisfacer las demandas ordinarias. Para un
funcionamiento óptimo, una fuerte jerarquía generacional y unas líneas claras de
autoridad de los padres se consideran esenciales. La fortaleza del sistema requiere de

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límites claros pero flexibles y de los subsistemas con la capacidad de cambiar los patrones
de organización para adaptarse a los cambios necesarios.

Enfoques estratégico / sistémicos.

El enfoque estratégico del Instituto de Investigación Mental en Palo Alto (MRI por sus
siglas en inglés), el modelo de resolución de problemas de Haley y Madanes, y el enfoque
sistémico de Milán estaban más preocupados por el desarrollo de una teoría del cambio
terapéutico que por un modelo de funcionamiento familiar. Haley (1976) hizo una
cuidadosa distinción entre los dos, en la creencia de que los médicos se han visto
obstaculizados por la teoría que trata de explicar la patología, pero no conduce a la
solución del problema.

Los síntomas son vistos como un acto comunicativo, que aparece cuando un individuo
está encerrado en un patrón interactivo y no puede ver la forma de cambiar. Suponiendo
que todas las familias confrontan los problemas, el modelo MRI (Weakland, Fisch,
Watzlawick, y Bodin, 1974) se centra en la forma en que las familias tratan de manejar o
resolver los problemas normales de la vida. Las familias pueden mantener un problema
por los medios equivocados que estén utilizando para manejar la situación. Un intento de
solución puede empeorar el problema, o podrá ella misma convertirse en un problema
que requiere un cambio. La terapia se centra en la resolución del problema mediante la
alteración de los circuitos de retroalimentación que mantienen los síntomas. La tarea
terapéutica consiste en reformular o reestructurar el problema en términos de solución.
La responsabilidad del terapeuta se limita a iniciar el cambio que hará que una familia se
"despegue" de los patrones de interacción que no funcionan.

Los terapeutas estratégicos y sistémicos ven a las familias sanas como altamente flexibles;
las familias se basan en un amplio repertorio de comportamientos para hacer frente a los
problemas en contraste con la rigidez y la escasez de alternativas en una familia
disfuncional. Más allá de esta generalización, los terapeutas evitan deliberadamente las
definiciones de normalidad (Jackson, 1977), con tolerancia a las diferencias e idiosincrasias
de las familias (Madanes, 1991), y con la creencia de que cada familia tiene que definir lo
que es normal o saludable para sí misma en su situación.

Haley (1976) vio en la descripción de la interacción familiar una forma de pensamiento


para efectos de la terapia en donde hay un niño perturbado, pero subrayó que sería un
error deducir de ello un modelo de lo que las familias normales deberían ser. En las
observaciones de más de doscientas familias promedio, Haley encontró patrones tan
diversos que hablar de una familia "normal" le pareció ingenuo:

Cómo criar a los hijos correctamente, cómo debe ser una familia normal, sigue siendo un
misterio que espera a estudios observacionales longitudinales con muestras más grandes.
Pensar en la organización de una familia para planear la terapia es otro tema. Como una
analogía, si un niño se rompe una pierna, se le puede enderezar y ponerle un yeso. Pero

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uno no debe concluir a partir de este tipo de tratamiento que el camino para lograr el
desarrollo normal de las piernas de los niños es ponerlos en moldes de yeso. (P. 108)

Haley selectivamente se centró en las variables clave de la familia relacionadas con el


poder y la organización que él consideraba pertinentes para el cambio terapéutico. Como
Minuchin, pensó en una variedad de configuraciones que podrían ser funcionales si la
familia se ocupaba de cuestiones jerárquicas (es decir, la autoridad, la crianza y la
disciplina) y estableció normas claras que regularan el poder y el estatus diferencial.

Implícitamente, los terapeutas estratégicos y sistémicos asumieron una perspectiva


asintomática en la normalidad de la familia, lo que equivalió a la falta de los síntomas
como signos de la normalidad y de la salud, y limitaron la responsabilidad terapéutica a la
reducción de síntomas, liberando a la familia de modelos inservibles para definir sus
propias alternativas funcionales. Sostienen que la mayoría de las familias hacen lo que
hacen porque los miembros de la familia creen que es la manera correcta o la mejor
manera para acercarse a un problema, o porque es la única manera que saben. La tarea
terapéutica es interrumpir las formas de manejar el problema que no funcionan, es decir,
los patrones que son disfuncionales. El equipo de Milán (Selvini, Palazzoli, Boscolo,
Cecchin, y Prata, 1980) hizo hincapié en que esto requiere el aprendizaje del lenguaje y de
las creencias de cada familia para ver el problema a través de los ojos de sus miembros,
teniendo en cuenta los valores y las expectativas que influyen en su enfoque para resolver
un problema y su incapacidad para cambiar.

A través de técnicas como el reetiquetamiento y el reencuadre la situación del problema


es estratégicamente redefinida para observarlo con una nueva luz y cambiar el punto de
vista rígido de una familia para alterar el proceso destructivo. Del mismo modo, las
preguntas circulares, la connotación positiva y la curiosidad (Boscolo, Cecchin, Hoffman, y
Penn, 1986; Cecchin, 1987) se utilizan para contextualizar los síntomas, atribuir
intenciones benignas y generar esperanza. Los problemas son también despatologizados
viéndolos como complicaciones normativas del ciclo de vida, teniendo en cuenta sus
funciones adaptativas para la familia, y sugiriendo las intenciones equivocadas de ayuda,
de los miembros de la familia que tratan de ayudarse unos a otros. En tales
reformulaciones, nuevas soluciones pueden aparecer.

LOS ENFOQUES POSMODERNOS

Saliéndonos de los modelos estratégico / sistémicos, vemos que los acercamientos


centrados en las soluciones y los enfoques narrativos se basan en puntos de vista
construccionistas y constructivistas sociales de la realidad (Hoffman, 2002). Ellos cambian
el enfoque terapéutico de los problemas y los patrones que los mantienen a las soluciones
que han funcionado en el pasado o que podrían funcionar ahora, haciendo hincapié en las
posibilidades futuras. Al igual que en el modelo MRI, ellos creen que las personas se ven
limitadas por puntos de vista estrechos y pesimistas de los problemas, lo que limita la
gama de alternativas de solución. Sin embargo, rechazan la hipótesis anterior de que los
problemas tienen funciones ulteriores para las familias y están orientados hacia el

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reconocimiento y la amplificación de los puntos fuertes de los clientes y los recursos
potenciales (De Shazer, 1988; Berg, 1997).

Los terapeutas posmodernos no creen que haya ninguna manera "correcta" o "válida"
para vivir la vida (O'Hanlon y Weiner-Davis, 1989). Lo que es inaceptable para algunos
puede ser deseable o necesario para los demás. Así, los terapeutas no deben imponer a
los clientes lo que ellos piensan que es normal. En lugar de buscar defectos estructurales o
psíquicos en las familias en dificultades, ellos se centran en las formas en que se describen
a sí mismos, sus problemas y sus objetivos.

Los terapeutas narrativos evitan las generalizaciones acerca de lo que es normal o


anormal y se basan en (1980) las observaciones de Foucault sobre el poder abusivo de los
discursos dominantes. Nichols y Schwartz (2001) describen esta preocupación:

Muy a menudo en la historia humana, las sentencias dictadas por la gente en el poder han
sido impuestas a los que no tienen voz. Las familias fueron juzgadas como saludables o
enfermas en función de su adecuación a los estándares normativos ideales. Con sus
prejuicios ocultos bajo el manto de la ciencia o la religión, estas concepciones se
convirtieron en cosas y se internalizaron. Una sola forma de ver las cosas ha enfermado a
las diferencias debidas al género, al origen cultural y étnico, a la orientación sexual y la
condición socioeconómica. (P. 294)

Los terapeutas posmodernos han sido especialmente cuidadosos con los reclamos de
objetividad, que consideran imposibles de obtener. Evitan las categorías diagnósticas
psiquiátricas, así como las tipologías familiares y los esquemas de evaluación, por
encontrar que se enfocan a las diferencias reduccionistas, deshumanizadas y marginales
de las normas (Laird, 1998). Los terapeutas narrativos se "sitúan" a sí mismos con los
clientes, y asumen una postura no experta, de colaboración (Freedman y Combs, 1996).

Los clientes son alentados a informar a sus terapeutas acerca de sus dificultades y a
corregir a los terapeutas cuando hacen falsas interpretaciones que no se ajustan a su
experiencia (Anderson, 1997; Anderson & Goolishian, 1988). Debido a que los médicos y
las familias están a la vez inmersos en el discurso cultural más amplio, Michael White
(1995) desafía a los terapeutas para que sean transparentes, para dar a conocer las
creencias que forman la terapia y para hacerlos completamente dueños de sus ideas
desde una perspectiva subjetiva, sesgada por la raza, la cultura, el género y la clase. En
resumen, los terapeutas tratan de no hacer suposiciones o juicios de los clientes, de tal
manera que ellos lleguen a estos objetivamente, a fin de cumplir con sus historias únicas y
la herencia cultural.

La terapia narrativa es guiada por algunas hipótesis básicas: que la gente tiene buenas
intenciones y ni quiere ni necesita problemas, y que puede desarrollar historias de
empoderamiento cuando se separa de sus problemas y se limitan las creencias culturales.
No se cree que los problemas sean causados por la interacción de la familia o su
psicodinamia; en su lugar, el enfoque terapéutico de la patología se desplaza desde las

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personas o familias hacia una apreciación de los efectos tóxicos de muchos discursos
dominantes en el mundo social. Por ejemplo, la anorexia nerviosa puede ser vista no
como una enfermedad, ni como un trastorno de la personalidad, ni como una disfunción
familiar, sino más bien como un producto de la internalización de la obsesión cultural por
la delgadez y la belleza de las mujeres. La técnica de la externalización (White & Epston,
1990) separa a los clientes de sus problemas, de modo que puedan unirse para superarlos.
En contraste con una postura de neutralidad, a los terapeutas se les anima a desafiar las
injusticias basadas en la cultura, como el poder de los hombres sobre las mujeres, el de los
ricos sobre los pobres y el de los blancos sobre la gente de color.

Por lo tanto, los objetivos terapéuticos se extienden más allá de la resolución de


problemas a un esfuerzo de colaboración para ayudar a la gente a volver a reeditar sus
historias de vida y reescribir su futuro. A través del lenguaje y el discurso, las situaciones
problemáticas son re-enmarcadas hacia construcciones de más empoderamiento que
permitan la resolución de problemas, la investigación respetuosa y las conversaciones
apuntan a liberar a los clientes de interpretaciones personales y culturales opresivas, a
ampliar y enriquecer sus historias, y a animarles a hacerse cargo activamente de sus
propias vidas.

ENFOQUES COGNITIVO-CONDUCTUALES

Los enfoques conductuales de la terapia de la familia y de la pareja surgieron de la


modificación del comportamiento y de las tradiciones sociales de aprendizaje en la
psicología y han incorporado crecientemente un marco de trabajo cognitivo (Baucom,
Epstein, y Lataillade, 2002; Dimidjian, Christensen, y Martel, 2002; Epstein y Schlesinger,
1996). Estos enfoques hacen hincapié en la importancia de las reglas de la familia y los
procesos de comunicación. La terapia atiende directamente a las interacciones en curso y
a las condiciones bajo las cuales se aprende, se influencia y se cambia el comportamiento
social. A pesar de la poca atención puesta en la normalidad de la familia, los enfoques
conductuales ven una familia saludable en términos de sus propiedades de adaptación y
de sus relaciones funcionales (Alexander y Parsons, 1982).

Las familias son vistas como contextos críticos de aprendizaje creado y resueltos por los
miembros. En las familias que funcionan bien, el intercambio de beneficios es muy
superior a los costos. Gottman (1994; Driver y otros, Capítulo 18, esta obra) encontró que
las relaciones de pareja felices tienen cinco intercambios positivos de interacción para
contrarrestar un intercambio negativo. Dado que las relaciones implican transacciones a
través de una amplia gama de posibilidades, hay muchas oportunidades para los
intercambios gratificantes que pueden mantener la relación. En las familias que funcionan
bien, la conducta adaptativa se ve recompensada por la atención, el reconocimiento y la
aprobación, mientras que la conducta desadaptativa no se refuerza. El fracaso de la
relación se explica por el intercambio de recompensas deficientes, con dependencia de
control coercitivo y castigo (Patterson, Reid, Jones y Conger, 1975). Las familias pueden
recibir ayuda para cambiar las consecuencias de la conducta interpersonal (contingencias

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de reforzamiento) por reconocimiento más positivo y aprobación del comportamiento
deseado.

Los investigadores conductualmente orientados han identificado determinados procesos


interactivos que predicen el éxito a largo plazo o el fracaso de las relaciones de pareja
(Gottman, 1994; consulte Driver y otros, Capítulo 18, este volumen.). Todos enfatizan la
flexibilidad en respuesta a diversas situaciones y la adaptabilidad como socios que
evolucionan juntos y que hacen frente a los muchos desafíos y a las fuerzas externas en
sus vidas. También es importante a largo plazo, la reciprocidad y la confianza que el dar y
recibir se equilibrará con el tiempo. Por el contrario, las relaciones disfuncionales son más
rígidas y sesgadas, carecen de adaptación mutua, y se limitan a intercambios a corto plazo
de “ojo por ojo” (Patterson et al., 1975). Hay un creciente reconocimiento de las
diferencias de género en los patrones de interacción, por ejemplo, la mayoría de las
mujeres valoran la cercanía de la relación para la satisfacción y la tendencia de los
hombres a retirarse hacia una “pared de piedra” que resiste tal influencia, y que los hace
explosivos en los conflictos (Gottman, 1994; ver Driver et al., capítulo 18 de este libro).

Las habilidades de comunicación particularmente las expresiones claras, directas de los


sentimientos, afectos y opiniones; la negociación y la resolución de problemas se
consideran clave para los procesos funcionales de la pareja y de la familia y se pueden
aprender. El éxito de la relación se predice no por la ausencia de conflictos, sino por la
aceptación de las diferencias (Jacobson y Christensen, 1996) y la gestión de conflictos
(Markman, Renick, Floyd, Stanley, y Clements, 1993). En lo que se refiere a la resolución
efectiva de problemas, las cuestiones difíciles son controladas, la escalada de los conflictos
se hace lenta, y los argumentos se mantienen de forma constructiva. Los terapeutas
especifican los problemas y los objetivos en términos concretos observables de conducta,
guiando a los miembros de la familia a aprender maneras más efectivas para lidiar con los
otros y para mejorar la interacción placentera.

ENFOQUES PSICOEDUCATIVOS

El modelo psicoeducativo fue desarrollado para la intervención familiar en esquizofrenia y


otras enfermedades mentales persistentes (Anderson, Reiss, y Hogarty, 1986). Este
método corrige la tendencia patológica en tratamientos tradicionales que culpa a una
"madre esquizofrenógena" o a una familia "tóxica" por causar la enfermedad mental (Leff,
1996). Basados en más de dos décadas de investigación, los trastornos mentales son vistos
como el producto de la interacción de un núcleo biológico vulnerable y las tensiones
ambientales. Las familias son vistas luchando lo mejor que pueden para lograr el manejo
de síntomas cognitivo-emocionales y de conducta severos. Las familias son consideradas
como colaboradores esenciales y valiosos en el tratamiento, respetando sus retos
derivados del cuidado, sirviendo como recursos vitales para el funcionamiento a largo
plazo del miembro de la familia en la comunidad. Las intervenciones grupales
multifamiliares (McFarlane, 2002) han sido diseñadas para reducir el estrés familiar y
brindar apoyo, a través de la información y el manejo práctico de pautas para períodos de
estrés predecibles que pueden ser anticipados en el curso de una enfermedad mental

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crónica. Las familias reciben ayuda para desarrollar habilidades de enfrentamiento y para
planificar cómo manejar el estrés y las crisis futuras. El formato del grupo proporciona el
apoyo social, el intercambio de experiencias de resolución de problemas, y la reducción
del estigma y el aislamiento de las familias.

Los enfoques psicoeducativos grupales multifamiliares están encontrando aplicación en


una amplia gama de situaciones problemáticas que enfrentan las familias normales (es
decir, promedio), como las demandas psicosociales familiares de enfermedad física
crónica (Steinglass, 1998; Rolland, 1994; ver Rolland, el capítulo 17 de este volumen), y las
transiciones familiares estresantes, como el divorcio, un nuevo matrimonio, o la pérdida
del empleo (Walsh, 2002). Mediante la identificación de desafíos comunes asociados con
situaciones de estrés, la angustia familiar se normaliza y contextualiza, y la terapia se
centra en el dominio de los retos adaptativos.

ACERCAMIENTOS INTERGENERACIONALES ORIENTADOS AL CRECIMIENTO

Enfoques orientados psicodinámicamente

Varios enfoques intergeneracionales de la terapia familiar han tendido un puente entre


las teorías psicodinámicas y la de los sistemas familiares. La construcción de procesos
familiares normales versus los procesos patológicos ha ampliado el enfoque de las
influencias maternas en la primera infancia sobre los procesos dinámicos de toda la
familia, a través de las generaciones y durante el ciclo de vida. Los padres,
individualmente y a través de las relaciones de pareja y de paternidad, promueven la
unión, separación y los procesos de individuación considerados esenciales para el
desarrollo saludable. Una familia de funcionamiento óptimo proporciona una base segura
para sus miembros, un contexto de seguridad, de confianza y de crianza que apoya tanto
el apego como la maduración individual (Bowlby, 1988; Byng-Hall, 1995).

La interacción de la familia se conceptualiza en términos de las relaciones de objeto, de las


internalizaciones relacionadas, y de los procesos de introyección y proyección. La
capacidad para funcionar como un esposo y un padre es visto como determinado en gran
medida por las experiencias con la familia de origen. Un matrimonio saludable es visto
como una relación comprometida, capaz de lograr intimidad, en la que los miembros se
muestran relativamente bien diferenciados y sin ambivalencias, en la que los esposos
proyectan pocas expectativas irracionales, motivos y fantasías sobre el otro, y con la
aceptación de uno mismo y de la pareja como de ser "suficientemente buenos" a pesar de
que existan fallas y decepciones (Scharff y Scharff, 1987). Un proceso de proyección
compartido, basado en la complementariedad de las necesidades, impacta tanto a la
pareja como a los patrones de relación padre-hijo. En una familia saludable, los socios /
padres asumen la responsabilidad de sus propias proyecciones (patológicas) y pueden
contener o modificar las proyecciones de los demás. Los padres son lo suficientemente
conscientes y libres de sus conflictos intrapsíquicos y de las necesidades no satisfechas
para invertir en la crianza y responder a las prioridades del desarrollo de sus hijos. Con el
tiempo, las interacciones familiares modifican las imágenes de los esposos, padres y

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hermanos, por lo que las percepciones pueden madurar sin llegar a ser congeladas o
distorsionadas.

En las familias disfuncionales, los conflictos no resueltos o las pérdidas interfieren con la
valoración realista y la respuesta de los miembros de la familia. Framo (1970) vio a los
síntomas como consecuencia principal de los intentos inconscientes de los esposos /
padres para recrear, exteriorizar o dominar a través de sus relaciones actuales los
problemas de la familia de origen. Un miembro sintomático puede servir de chivo
expiatorio (Ackerman, 1958), o expresar una asignación de funciones irracionales o una
transferencia distorsionada proyectiva, reforzada por los mitos familiares y los patrones
estructurales. Una pérdida significativa puede interrumpir todo el sistema familiar, con
agitación emocional y el dolor no resuelto expresado en síntomas de un miembro de la
familia o en el malestar en otras relaciones (Paul & Paul, 1975). Los problemas de
separación de los adolescentes pueden ser resultado de las intensas presiones familiares
para unir o separar a los miembros (Stierlin, 1974).

La evaluación y el tratamiento pretenden explorar la conexión entre las dinámicas


familiares multigeneracionales resultantes de las perturbaciones en el funcionamiento
actual y las relaciones. El terapeuta facilita el conocimiento de los procesos emocionales
encubiertos y alienta a los miembros a tratar directamente unos con otros para trabajar a
través de los conflictos no resueltos y las pérdidas, y para probar, actualizar y modificar las
introyecciones negativas del pasado (Framo, 1992). El proceso conjunto sirve para
construir empatía mutua en las relaciones de la pareja y de la familia.

El enfoque contextual de Boszormenyi-Nagy (1987) hace hincapié en la dimensión ética de


las relaciones familiares inscritos en legados multigeneracionales de la responsabilidad y
la lealtad que guía a los miembros a lo largo de todo el ciclo de vida. En las familias que
funcionan bien, los miembros no están obligados a cumplir con un imaginario "libro de
contabilidad" de las deudas pendientes de pago. Las familias se fortalecen con acciones
hacia la honradez y hacia la equidad relacional, teniendo en cuenta los intereses de
crecimiento, autonomía y relación de todos los miembros. La flexibilidad, la equidad y la
reciprocidad con el tiempo se ven como cruciales. Idealmente, los miembros de la familia
negocian abiertamente las transiciones y los cambios de compromisos de fidelidad.
Cuestiones de lealtad sin resolver poderosamente encubiertas precipitan la disfunción. La
terapia apunta hacia la reconciliación de las actuales relaciones de la familia extendida al
resolver las quejas.

En resumen, desde el punto de vista psicodinámico, los procesos familiares y la


psicopatología son conceptualizados en términos de la interconexión de las dinámicas
individuales de los padres, las lealtades multigeneracionales, los conflictos, y las pérdidas,
y las transferencias o las asignaciones de roles inconscientes del pasado. Estos enfoques
sostienen un modelo de funcionamiento ideal el cual fomenta el crecimiento terapéutico,
sin embargo, se centran en la reducción de la dinámica familiar patológica mediante la
comprensión, la facilitación de la comunicación directa, y los esfuerzos hacia la reparación
relacional. Los supuestos sobre los procesos familiares sanos han sido extrapolados a

12
partir de la teoría clínica basada en casos disfuncionales. Poco se habla de las familias
promedio, de las influencias extrafamiliares, o de la diversidad familiar y cultural. La
inclinación patológica es fuerte: La consideración de la dinámica intergeneracional se
centra en las influencias negativas que deben contenerse o ser resueltas, con escasa
atención a las experiencias positivas y a las relaciones en la familia de origen que podrían
contribuir con los procesos familiares saludables.

MODELO DE BOWEN

Bowen (1978) desarrolló tanto una teoría del sistema familiar emocional como un método
de terapia derivada de la observación de una amplia gama de familias, para visualizarlas
en un continuo, desde la más afectada, a la normal (es decir, promedio), para lograr el
funcionamiento óptimo. En su opinión, la psiquiatría nunca define adecuadamente a la
normalidad simplemente en términos de ausencia de síntomas emocionales o de
comportamiento en el rango normal. En su lugar, él explicó la variabilidad en función del
grado de ansiedad y de diferenciación en una familia. Cuando la ansiedad es baja, la
mayoría de los sistemas de relaciones parecen normales, o asintomáticos. Cuando
aumenta la ansiedad, las tensiones se desarrollan en el sistema, bloqueando la
diferenciación y produciendo síntomas. Las personas capaces de diferenciar
correctamente pueden estar estresadas con la disfunción, pero utilizan una variedad de
mecanismos de adaptación para recuperarse rápidamente. En el extremo más bajo o de
fusión, las vidas están dominadas por los procesos emocionales automáticos y la
reactividad, que deterioran el funcionamiento y las relaciones. La mayoría de las personas
funciona en el rango moderado, con un equilibrio cognitivo y emocional variable, y alguna
reactividad hacia los demás fuera de las necesidades de cercanía y aprobación. Se cree
que los problemas humanos y los síntomas de nivel neurótico surgen cuando el sistema
emocional está desequilibrado.

En su perfil de "moderada a buena diferenciación del yo", Bowen describió (1978) cómo
los cónyuges podrían disfrutar de una amplia gama de intimidad emocional, sin perder su
autonomía. Los padres pueden permitir que sus hijos se diferencien sin la indebida
ansiedad o intenten moldearla creando sus propias imágenes. Los miembros de la familia
asumen la responsabilidad por sí mismos y no culpan a los demás. Como la situación lo
requiera, ellos pueden funcionar bien juntos o por separado. Sus vidas son más
ordenadas, y pueden hacer frente a una amplia gama de situaciones.

Bowen relacionó la disfunción familiar e individual con varios procesos:

(1) Alta reactividad emocional y escasa diferenciación en el sistema emocional de la


familia.

(2) Triángulos formados cuando dos miembros (por ejemplo, los padres), sobrecargan y
crean demasiada ansiedad al estar sometidos a estrés, afectando a una tercera persona
vulnerable (por ejemplo, un niño).

13
(3) El proceso familiar de proyección centrado en la ansiedad de los padres sobre el niño.

(4) Los cortes emocionales en las relaciones altamente cargadas y que se manifiestan con
excesivo distanciamiento o negación de su importancia. El estrés en el sistema familiar,
especialmente causado por la muerte, por una baja diferenciación o por excesiva
reactividad comúnmente resultan en la triangulación o en puntos de quiebre. El bajo
funcionamiento puede ser reforzado por un sobre funcionamiento en otras partes del
sistema en un ciclo compensatorio.

Bowen ha sido criticado por un sesgo de género implícito en la valoración de los atributos
masculinos tradicionales como criterio para definir el funcionamiento saludable – la
autonomía, el actuar por sí mismo, el predominio del área intelectual y la obtención de
metas, mientras que patologiza los rasgos tradicionalmente femeninos como la
dependencia, la búsqueda del amor y la aprobación de los otros - (Luepnitz, 2002). Para
Carter y McGoldrick (2001), el objetivo principal de la terapia de Bowen es la
diferenciación del yo en relación con los demás para lograr relaciones más ricas,
profundas y no bloqueadas por la reactividad emocional, la fusión, o el distanciamiento.

El modelo de Bowen valora la exploración y el cambio más allá de la reducción de los


síntomas. El terapeuta, como entrenador, guía los esfuerzos del cliente para obtener
información, obtener nuevas perspectivas sobre los miembros clave de la familia y los
patrones, y reconstruir las relaciones mediante la reparación de quiebres, la
detriangulación de los conflictos, y el cambio de parte de uno mismo en cic1os viciosos.
Carter y McGoldrick (1999, 2001) y sus colegas (McGoldrick, 1998; McGoldrick, Giordano,
y Pearce, 1996; McGoldrick, Gerson, y Shellenberger, 1998) han ampliado el objetivo
terapéutico más allá de la familia de origen para inc1uir las influencias culturales de la
etnia, c1ase social, de género, y formas de discriminación tales como el racismo y los
efectos de la esclavitud a través de las generaciones (Ver McGoldrick, capítulo 9, y
McGoldrick & Carter, el capítulo 14 de este libro).

Enfoques experimentales

Los enfoques orientados al crecimiento experiencial fueron desarrollados por Virginia Satir
y Carl Whitaker. Aunque son muy intuitivos y relativamente ateóricos, ambos tenían
opiniones fuertes sobre los elementos esenciales del funcionamiento familiar saludable.
Satir (1988) mezcló un enfoque de comunicación con una orientación humanista. Ella
observó un patrón consistente en su experiencia con el funcionamiento óptimo de las
familias, definidas como no problemáticas, vitales y enriquecedoras. Los miembros de la
familia tienen alta autoestima. La comunicación es directa, c1ara, específica y honesta. Las
reglas familiares son flexibles, humanas, y apropiadas. Los vínculos familiares para la
sociedad son abiertos y esperanzadores. En cambio, en las familias con problemas, la
autoestima es baja, la comunicación es indirecta, vaga y deshonesta; las reglas son rígidas
y no negociables, y las interacciones sociales generan miedo, aplacan, y culpan.
Independientemente del problema específico que llevó a una familia a la terapia, Satir
creyó que el cambio de los procesos clave aliviaba el dolor y mejoraba la vitalidad de la

14
familia. Ella se refirió a estos cuatro aspectos de la vida familiar como fuerzas básicas que
operan en todas las familias, ya sea que se trate de una familia completa, con un solo
padre, mezclada o una familia institucional, y aún más importante, dentro de la variedad y
la complejidad crecientes de las familias. Ella se adelantó a su tiempo en la atención a la
dimensión espiritual para la curación y el crecimiento.

Whitaker creyó que todas las familias son esencialmente normales, pero pueden llegar a
ser anormales en el proceso de dolor causado por tratar de ser normal. Él distinguió a las
familias sanas por los atributos similares a los señalados por otros terapeutas de sistemas
(Napier y Whitaker, 1978; Whitaker y Keith, 1981). Hizo hincapié en el valor del humor
para disminuir las tensiones, y el juego de la fantasía creativa y experimental para resolver
problemas. Whitaker también vio a las familias saludables como poseedoras de un sentido
evolutivo del tiempo y del devenir: un proceso continuo de crecimiento y cambio de todo
el ciclo de vida y de las generaciones, facilitado por los rituales familiares y por una
mitología guía o sistema de creencias.

Los enfoques experimentales ven los síntomas como el resultado de viejos dolores que,
independientemente de la intención, se despiertan en la interacción actual. Para cambiar
el comportamiento, se identifican a los elementos clave en el proceso evolutivo de las
familia y se cree que todos son modificables. Los terapeutas fomentan la concientización
y la apreciación mutua a través de una experiencia intensa, compartida y afectiva, con
comunicación abierta de los sentimientos y las diferencias. En una aproximación
fenomenológica a la evaluación y el cambio, los terapeutas siguen y reflejan la experiencia
inmediata y catalizan la exploración y la espontaneidad de estimular genuinamente y no
relacionarse defensivamente. Los enfoques de enriquecimiento marital se han basado en
estas ideas y métodos (Guerney, 1991).

RESUMEN DE MODELOS CLINICOS

Este breve estudio de los modelos de terapia familiar revela variadas perspectivas sobre la
normalidad, la salud y la disfunción de la familia. La Tabla 2.1 resume estos puntos de vista
y los objetivos relacionados con metas terapéuticas. Todos los enfoques, basados en una
orientación sistémica, ven la normalidad en términos de constantes procesos
transaccionales. Sus diferencias reflejan más un énfasis selectivo en aspectos particulares
de funcionamiento: patrones estructurales, la comunicación y los procesos de resolución
de problemas, la dinámica relacional, o los sistemas significativos (Sluzki, 1983). Los
componentes del funcionamiento familiar planteados en un dominio tienen correlatos en
otros dominios. Por ejemplo, la diferenciación apoya y es apoyada por límites firmes y
comunicación clara. Todos los modelos ven a la flexibilidad como esencial para el
funcionamiento familiar saludable.

Los acercamientos que tratan de resolver problemas (el estructural, el estratégico-


sistémico, el postmoderno, el cognitivo-conductual, y el psicoeducativo) tienden a ver la
normalidad en términos funcionales: Los procesos que funcionan para que una familia
pueda manejar sus problemas. Estos enfoques pueden ser inmediatos al atender a la

15
alteración de los patrones actuales inviables en el contexto de la interacción más próxima.
Los terapeutas estructurales y narrativos tienden a prestar más atención a las influencias
socioculturales más amplias en materia de salud y de disfunción. El modelo psicoeducativo
se ocupa de la interacción de las influencias biológicas y ambientales en los trastornos
graves. El creciente campo de estrategias que apoyan a la familia (Kagan y Weissbourd,
1994) tiene mucho en común con estos enfoques basados en las fortalezas.

Los enfoques intergeneracionales orientados al crecimiento (El modelo psicodinámico, el


modelo de Bowen y los modelos experimentales) tienen puntos de vista más explícitos de
la normalidad de la familia en cuanto a la dinámica de las relaciones y los procesos
óptimos de funcionamiento de la familia y de la pareja y del desarrollo saludable. Ellos
echan mano de las influencias históricas en la disfunción, sin embargo, centran la
intervención en el cambio en las operaciones actuales de la familia, aunque existe un
reconocimiento tácito de que las relaciones ideales son inalcanzables en la mayoría de las
familias, los objetivos terapéuticos apuntan más allá de la reducción de síntomas hacia un
funcionamiento óptimo. En los últimos años, los terapeutas familiares han sido cada vez
más integradores de elementos de diferentes enfoques (Imber-Black & Roberts, 1992;
Lebow, 1997; Pinsof, 1995), como en la terapia enfocada a las emociones (Johnson, 1996),
que combina la teoría del apego y los enfoques conductuales que fomentan relaciones
seguras.

Los enfoques de terapia breve que se centran demasiado en la resolución de problemas


pueden pasar por alto las variables contextuales más amplias, por ejemplo, el conflicto
entre una hija y su madrastra puede implicar triángulos entrelazados de las cuestiones no
resueltas en el divorcio de los padres. La deserción de un hijo de la escuela puede ser
precipitada por la pérdida del trabajo de su padre.

Debido a las presiones de dar atención médica buscando una solución rápida, los médicos
pueden equivocarse al suponer que los miembros de la familia, una vez desbloqueados
desde un patrón disfuncional, serán capaces por sí mismos de construir y mantener
modelos saludables. En el otro extremo, los acercamientos orientados hacia el
crecimiento arriesgan a las familias empujándolas hacia los ideales no realistas de
funcionamiento. La terapia puede convertirse en una búsqueda sin fin por ideas
vagamente definidas y cargada de valores de la salud familiar que reflejan los ideales del
clínico o de la sociedad.

Como consultor que observaba una sesión de terapia de pareja, se me ocurrió que
después de un año de terapia, los objetivos parecían oscuros y los familiares y sus
terapeutas estaban atrapados viéndose a sí mismos y a su relación como deficientes.
Sugerí que se vieran de nuevo al comienzo de la terapia y dieran un rango del 1 al 10 de
qué tan satisfechos se sentían acerca de su relación en ese momento. Ambos
respondieron "3 ó 4". Les pregunté por su valoración actual, la esposa lo calificó con 8 y el
marido con un 9. Ella lo miró, sorprendida, diciendo: "¡No tenía ni idea de que estuvieras
tan satisfecho!, yo di sólo un 8 porque pensé que no estaba cumpliendo suficientemente
con tus necesidades. Sólo por curiosidad, ¿qué lo haría un 10 perfecto para ti? El marido

16
respondió: "Sólo que te gustara ir a pescar." Los dos se rieron, acordando que no se
habían dado cuenta de lo lejos que habían llegado. Una animada conversación siguió
sobre los supuestos tácitos que todavía no se habían "alcanzados" para lograr cierta
fantasía de felicidad conyugal.

RETOS Y OPORTUNIDADES PARA LA PRÁCTICA CLÍNICA Y DE INVESTIGACIÓN

Puntos de vista clínicos de la normalidad de la familia y la salud

Las perspectivas desde el constructivismo y el construccionismo social (Hoffman, 2002)


han aumentado la conciencia de que los médicos, así como investigadores reconstruyen
los patrones disfuncionales que "descubren" en las familias, así como los objetivos
terapéuticos ligados a las creencias sobre la salud familiar. Los terapeutas no pueden
evitar pensar en algún nivel normativo, dándose cuenta de que están entrenados para ver
algunas cosas, y pueden estar ciegos ante los puntos fuertes y con demasiada facilidad
atribuirles patología. La sensibilidad clínica para normar (tipificar) los retos familiares y los
juicios sobre el funcionamiento familiar óptimo reflejan los valores y creencias de los
terapeutas arraigados en las orientaciones culturales, profesionales y personales. Es
importante que los programas de formación clínica examinen las construcciones sociales
de la normalidad de la familia y exploren cómo tales premisas básicas influencian la
evaluación familiar y la intervención (Walsh, 1987).

TABLA 2.1 Principales Modelos de Terapia de Familia. Normalidad, Disfunción y Metas


Terapéuticas.

Modelo de terapia Vista del Vista de la disfunción / Objetivos del tratamiento


familiar funcionamiento familiar síntomas
normal / sano
Acercamiento a la resolución de problemas
Estructural Hay una jerarquía La familia vive un Reorganizar la estructura familiar:
generacional, la desequilibrio - Reforzar la autoridad de los
autoridad paterna es estructural: padres
fuerte Hay un mal - Reforzar límites claros y flexibles
Los límites y los funcionamiento de la - Movilizar hacia un modelo
subsistemas son claros jerarquía y de los límites alternativo más adaptativo
Flexibilidad: Continuidad generacionales
y cambio para adaptarse Los miembros están
a las demandas del enredados,
desarrollo y a las desembragados o
ambientales desadaptados a las

17
demandas cambiantes
Estratégico / sistémico Flexibilidad Los síntomas se dan en Resolver el problema que se
Gran repertorio el acto comunicativo. presenta de manera objetiva,
conductual para Se mantienen por los pragmática, específica.
la resolución de equivocados intentos de Interrumpir el ciclo de
problemas resolver los problemas, retroalimentación rígida: el
Fluye el ciclo de vida la rigidez, la falta de síntoma que mantiene la
alternativas. Hay un secuencia.
funcionamiento de una Cambio de perspectiva
porción de la familia
Postmoderno centrado La normalidad es una Están saturados de La búsqueda de excepciones a
en soluciones narrativas construcción social, problemas narrativos un problema.
existen que limitan las opciones. La visión de nuevas posibilidades
muchas opciones, hay El discurso dominante La re autoría de las historias de
flexibilidad estigmatiza las vida.
diferencias de la El empoderar a los clientes.
"norma"
Cognitivo-conductual El comportamiento Comportamiento des Objetivos concretos de
adaptativo es adaptativo, comportamiento.
recompensado; sintomatología Recompensa adaptativa, no
los Intercambios son reforzada por: desadaptativa del
más positivos que la atención de la familia comportamiento.
negativos (costos); y la recompensa Más beneficios que costos:
existe la reciprocidad. El intercambio comunicación, resolución de
La buena comunicación, deficiente (por ejemplo, problemas, habilidades
la resolución de coercitivo, asimétrico)
problemas, el manejo EL déficit de la
de los conflictos, la comunicación
flexibilidad
Psicoeducativa El éxito del El estrés causado por los Información, habilidades
afrontamiento y el trastornos de base
dominio de los biológica de afrontamiento y el apoyo

problemas psicosociales: Destaca lo normativo y social para:

Las demandas de la no lo no normativo. gestionar las demandas, los

enfermedad crónica principales desafíos.

18
Los eventos Bajo estrés y estigma.
estresantes, las
transiciones.
Psicodinámica Las relaciones basadas Proceso de proyección Insight, la resolución de los
en la realidad actual, no compartida. conflictos de la familia de origen y
en proyecciones Los conflictos no las pérdidas.
anteriores resueltos, las pérdidas, Procesos de baja proyección.
Proporcionar una base las cuestiones de lealtad Reconstrucción de la
segura en la familia de origen. empatía mutua.
Confía en la crianza para Los chivos expiatorios
la unión y la La asignación
individuación. inconsciente de
funciones.
Modelo de Bowen La diferenciación de sí Deterioro del Diferenciación.
mismo en relación con funcionamiento de las Alto funcionamiento cognitivo
otros. relaciones de la familia d Reactividad emocional baja.
El equilibrio Intelectual/ de origen: Cambiar uno mismo en las
emocional. Una pobre relaciones:
diferenciación (fusión). - Reparación de los conflictos.
Ansiedad (reactividad.)
Triangulación.
Corte emocional.
Experimental Alta autoestima. Los síntomas son La comunicación directa y clara en
Una comunicación clara mensajes no verbales la experiencia inmediata.
y honesta. provocados por la Relacionarse genuinamente.
Reglas y roles flexibles. disfunción de la Catalizar la exploración, la
Abrir vínculos sociales, comunicación actual. experimentación, la
esperanzadores. Los viejos dolores se espontaneidad.
Crecimiento evolutivo, reactivan
el cambio de humor, la
interacción.

En una encuesta de terapeutas familiares (Walsh, 1993), los juicios de los criterios de
funcionamiento familiar saludable variaron ampliamente, en relación con el modelo
clínico favorito del terapeuta Los terapeuta psicodinámicamente orientados valoran las
cualidades como la empatía y la ausencia de procesos de proyección de distorsión; los
terapeutas Bowenianos hacen hincapié en la diferenciación; los terapeutas estructurales

19
de la familia citan al fuerte liderazgo parental y a las fronteras generacionales, los
terapeutas orientados conductualmente destacan las habilidades de comunicación. En
particular, la flexibilidad es un valor consistente a través de todos los modelos.

Las creencias propias acerca de la normalidad de la familia de los clínicos, los


antecedentes culturales y las experiencias de vida también influyen en la evaluación
familiar y en los objetivos de la intervención. De los médicos encuestados, casi la mitad
consideraron a su propia familia de origen como si no hubiera sido "normal". Sin
embargo, lo "anormal", se refiere a significados muy diferentes. Algunos vieron a sus
propias familias como muy disfuncionales o patológicas. Otros de ellos la vieron como
atípica, que no se ajustaban a las familias medias en su comunidad. Muchos sintieron que
sus familias no cumplían con la familia normal ideal en la sociedad dominante, según lo
retratado en imágenes de televisión populares cuando estaban creciendo. Las diferencias
de la familia de cualquiera de las normas promedio o ideales se experimentaron a menudo
como una desviación estigmatizada (deficiente, cargada de vergüenza o dañina). Las
percepciones de los clínicos también fueron influenciadas por su propia experiencia en la
terapia. Los que habían recibido terapia individual tradicional psicodinamicamente
orientada tendían a ver a sus propias familias como más patológicas, sobre todo las
madres y eran más pesimistas sobre el cambio de los modelos familiares de los que habían
estado en terapias de sistemas , que eran menos culpígenos y tenían más esperanza
acerca del cambio. Es esencial para los médicos reflexionar sobre sus propios puntos de
vista sobre la normalidad y cómo influyen en sus puntos de vista de las familias en terapia,
sobre los objetivos que se fijaron y sobre las posibilidades de cambio.

La experiencia de entrenamiento con familias “no clínicas”

La formación de los terapeutas se beneficia enormemente de las entrevistas con las


familias comunes y corrientes que no están en tratamiento. El formato puede incluir (1)
las entrevistas narrativas de la vida de la familia (separada y conjunta) para reunir
diferentes perspectivas de los miembros de la familia sobre su identidad familiar, su
historia, sus relaciones actuales y sus futuras esperanzas y sueños, (2) reflexiones sobre un
problema o una crisis y los recursos y las estrategias utilizadas para hacer frente a la
resistencia y, (3) la observación directa de la interacción familiar en una tarea
estructurada, breve, como la planificación de un viaje especial juntos. Una escala de
evaluación de funcionamiento de la familia, tal como las que se presenta en los capítulos
19-21 de este volumen, o el marco de la resistencia familiar en el capítulo 15, también
puede ser útil para identificar los puntos fuertes y débiles en el funcionamiento familiar.

Las entrevistas con las familias no clínicas sintonizan a los estudiantes en la diversidad de
perspectivas y cuestiones relevantes de la familia en relación con su ciclo de vida, la fase
que vive, la forma de la familia, el género, los valores culturales / religiosas y las
influencias socioeconómicas (Walsh. 1993). La discusión de la gran variedad de familias
"normales" encuentra una oportunidad para deconstruir los estereotipos, mitos y
suposiciones erróneas. Las tendencias patológicas inherentes en el enfoque del problema
hacen que la formación clínica se ponga en entredicho. Guiados para evaluar las fortalezas

20
y recursos, así como las vulnerabilidades, los estudiantes adquieren conciencia de las
competencias de la familia y de su potencial. También se hace evidente que las familias
enfrentan retos de una manera o de otra a través del curso de la vida y todos tienen
algunas áreas problemáticas de funcionamiento junto a las fortalezas. Los observadores
de perspectivas múltiples gozan haciendo que los alumnos trabajen en equipo para llevar
a cabo la entrevista y después discutan sus observaciones y evaluaciones, destacando
similitudes y diferencias en relación con su propio género, el origen étnico / religioso y la
etapa de desarrollo actual. La conciencia se acrecienta acerca de que cada médico forma
parte de todas las evaluaciones y las influencias que se observan, de la información
emergente y de los juicios funcionales o disfuncionales atribuidos a los individuos y a los
patrones relacionales. Al ampliar las perspectivas de la normalidad, la experiencia
despatologiza de manera importante los puntos de vista de las familias en dificultades
clínicas y humaniza el proceso de la terapia.

La normalización del stress de la familia

Las familias comunes en nuestra sociedad se preocupan mucho por su propia normalidad.
En una cultura que fácilmente patologiza a las familias por cualquier problema y
promociona la virtud de la confianza en sí mismo, los miembros de la familia
probablemente se aproximan a la terapia sintiendo culpa por tener un problema y
deficientes por ser incapaces de resolverlo por su cuenta. Los sentimientos de
inadecuación se ven agravados por los cambios sociales profundos y confusos en la vida
familiar contemporánea, junto con la falta de recursos y modelos pertinentes para el
funcionamiento eficaz.

Por otra parte, las referencias para la terapia familiar a menudo se basan en la presunción
errónea de que si una persona, especialmente un niño es sintomático, la familia debe ser
el problema "real" y la causa, o deben necesitar de los síntomas para servir a una función.
Mucho de lo que se etiqueta como la “resistencia” de la familia a sujetarse a la terapia es
el temor a ser juzgado anormal o deficiente y culpable de los problemas. Esta "resistencia"
con demasiada frecuencia se toma como una prueba más de la patología.

Es esencial comprender la experiencia de vergüenza y estigmatización de las familias que


se han sentido prejuzgadas y culpadas por haber tenido contacto con los profesionales de
la salud mental, las escuelas o los tribunales. Estas familias tienden a esperar que un
terapeuta los juzgue negativamente y pueda confundir una actitud silenciosa y neutral
como la confirmación de este punto de vista. Los clínicos deben explorar las creencias y las
preocupaciones de las familias acerca de su propia normalidad o deficiencia, y los modelos
y mitos que sostienen como ideales. Esto es crucial para desenganchar los supuestos de la
patología de la participación en la terapia. En lugar de presentar o implicar causalidad de
la familia como el fundamento para la terapia de familia, tenemos que respetar los retos
de cada familia, reafirmar los mejores esfuerzos de cada miembro, y hacer que participen
como colaboradores valiosos en la resolución de problemas.

21
El objetivo de desestresar a los familiares es el de despatologizar y contextualizar sus
sentimientos y experiencias. No tiene la intención de reducir todos los problemas y a
todas las familias a un denominador común y no debe trivializar el sufrimiento individual
o la situación familiar. Hay que tener cuidado de no simplificar demasiado la complejidad
de la vida familiar contemporánea o errar en la normalización de los patrones familiares
verdaderamente destructivos.

Los errores en patologizar los procesos normales

En la práctica, dos tipos de errores pueden ser cometidos en relación con las preguntas de
la normalidad. El primero es sobrepatologizar a las familias al identificar erróneamente un
patrón normal como disfuncional o una diferencia que destruye una desviación, como
anormal o patológica. Ciertos patrones de la familia pueden ser típicos y esperables en
condiciones de estrés. Por ejemplo, la angustia familiar generada por las secuelas
asociadas con la enfermedad crónica de un miembro de la familia puede ser mal
diagnosticada como patología familiar y se puede presumir que ha desempeñado un papel
causal en el desarrollo de la enfermedad. La respuesta de la familia puede ser muy
semejante a la típica de las familias en esa situación, y los miembros podrían estar
haciéndole frente tan bien como podría esperarse de forma razonable ante tales desafíos
(Rolland, 1994; véase Rolland, el capítulo 17 de este libro).

Los médicos también pueden errar al confundir la variedad de estilos familiares con
patología cuando las preferencias personales y las diferencias culturales no son tomadas
en cuenta. Un patrón que difiere de las normas dominantes de América del Norte no es
necesariamente disfuncional. Por ejemplo, la etiqueta "enredo" usada en exceso puede
patologizar familias en las que la cohesión alta es culturalmente normativa, como las
familias de inmigrantes latinos y de otros (Falicov, 1998; véase Falicov, Capítulo 11, esta
obra). En muchos casos, la alta conectividad y el sobrecuidado pueden ser funcionales y
deseables, sin ser intrusivos (Green y Werner, 1996). Un estudio encontró que las parejas
de lesbianas, a menudo etiquetadas como patológicamente "fusionadas", caían en la
etiqueta de "enredo extremo " de la escala de cohesión del modelo Circumplejo, sin
embargo, ambas partes se declararon satisfechas con su alta cercanía (Zacks, Green, &
Marrow, 1988). Visto en contexto, también podría reflejar la alta orientación relacional en
la socialización femenina y puede servir para amortiguar las tensiones en un entorno
social homofóbico "(véase Laird, el capítulo 7 de este libro).

Los médicos también deben tener cuidado de no etiquetar a una familia por un único
rasgo o característica de estilo, reduciendo la riqueza de la interacción de la familia con un
sello de una sola dimensión (por ejemplo, "Esta es una familia caótica"). Como Lewis,
Beavers, Gosset y Phillips (1974) observaron en su estudio pionero, no hay un solo hilo
que distinga a las familias sanas de las disfuncionales. Por el contrario, muchos hilos se
entrelazan en el funcionamiento familiar (ver Beavers y Hampson Capítulo 20; Epstein y
otros, Capítulo 21. Y el volumen de Olson y Gorall, capítulo 19 de éste).

22
Errores al normalizar la disfunción

El segundo tipo de error es dejar de reconocer y hacer frente a un modelo de familia


disfuncional, suponiendo que sea normal. Aquí, también, los médicos deben ser
conscientes de sus propios juicios de valor y de la investigación sobre la familia y el
funcionamiento de la pareja. Por ejemplo, el mito de que las familias saludables no tienen
problemas (Walsh, 1983) puede conducir a una aceptación incondicional de los reclamos
de la pareja para lograr una perfecta armonía. La evasión de conflictos tiende a ser
disfuncional con el tiempo, lo que aumenta el riesgo de insatisfacción marital después del
divorcio (Gottman, 1994; consulte Controlador y otros, Capítulo 18, este volumen.). La
violencia y el abuso nunca deben ser tomados como normales, a pesar de su ocurrencia
demasiado común en las familias y en nuestra sociedad, o la racionalización como una
sanción por las creencias culturales o religiosas. La aceptación de la diversidad no significa
que "no pasa nada", cuando las prácticas familiares dañar a cualquier miembro. Tal vez el
diálogo más importante en nuestro campo consiste en desacreditar el mito de la
neutralidad terapéutica para examinar las cuestiones éticas (Doherty, 1995).

La diversidad en la familia y la complejidad: Enfrentando los retos

Hace una década, el ideal cultural de la familia nuclear intacta de los blancos de clase
media, seguía siendo un estándar implícito en la mayoría de las prácticas clínicas, de los
entrenamientos, de las investigaciones y de las políticas sociales, dejando atrás los
cambios en las estructuras familiares y los retos de la mayoría de los estadounidenses. La
generación de terapeutas familiares que han pasado a primer plano han aumentado la
atención a la diversidad familiar y han dado un mayor reconocimiento a los efectos de los
sistemas más grandes y a las influencias socioculturales en el bienestar y disfunción
familiar (por ejemplo, Boyd-Franklin, 1989; Boyd-Franklin & Bry, 2000; Breunlin, Schwartz,
y MacKune-Karrer, 1992; Falicov, 1995; Hardy & Laszloffy, 1995; Imber-Negro, 1988; Mc-
Goldrick, 1998).

Formas familiares variadas

Una creciente literatura clínica ha abordado los desafíos comunes adaptativos asociados
con diferentes formas de familia (por ejemplo, Laird & Green, 1996, con las familias de
gays y lesbianas; Visher y Visher de 1996, con familias reconstituidas). La investigación con
las familias no clínicas, especialmente los estudios longitudinales, pueden informar de los
esfuerzos clínicos para identificar aspectos predecibles y cooperar con los procesos
clínicos de la familia. Por ejemplo, los estudios de Hethrington de las variables
significativas en el postdivorcio y en la adaptación de las familias adoptivas (véase Greene
et al Capítulo-4, en este volumen) iluminan los procesos clave que los médicos y
educadores de la vida familiar pueden buscar para ayudar a las familias a amortiguar y
facilitar el ajuste óptimo para los niños y para los padres.

Debemos ir más allá del mito del círculo de la familia nuclear y ampliar nuestra atención a
las relaciones múltiples y a las poderosas conexiones entre la vida familiar extendida e

23
informal que vive por separado e incluso a gran distancia. Los genogramas y las líneas de
tiempo o cronogramas (McGoldrick, Gerson, y Shelenberger, 1998) son herramientas
valiosas para los diagramas de las familias con estructuras complejas y marcan la
concurrencia de situaciones de estrés con síntomas de angustia. El postdivorcio, la
segunda familia, y las familias adoptivas pueden necesitar ayuda para hacer frente a los
desafíos normales (es decir, común y esperable en su situación), equilibrando las
necesidades de una unidad familiar coherente con las necesidades de los niños para
mantener conexiones vitales con los padres sin custodia y demás familiares. "Las familias
de elección" en las comunidades gay proporcionan enlaces fuertes para hacer frente al
estigma social o al rompimiento con la familia de origen. El tener amistades cercanas, las
redes sociales, las congregaciones religiosas, y los apoyos de la comunidad son recursos
muy valiosos así como las nuevas tecnologías, como los teléfonos celulares y el Internet,
que ofrecen oportunidades inimaginables para la conexión y la información de las familias
al navegar a través de una miríada de desafíos en el complejo mundo de hoy.

Género y Sexismo

Las académicas feministas y terapeutas familiares han estimulado la creciente toma de


conciencia de las normas tradicionales de género con base cultural, de los estereotipos y
prejuicios, así como de los desequilibrios de poder en los roles familiares y las relaciones
(Goldner, 1988; Hare Mustin, 1986; Miller Ordan, Kaplan, Stiver, & Surrey, 1991; Mc-
Goldrick, Anderson, & Walsh, 1989). Una atención reciente a las cuestiones de los
hombres se ha centrado en la paternidad, pero no ha abordado suficientemente las
dinámicas de poder de género y las desigualdades que persisten en la pareja y las
relaciones familiares (ver Eglefino et al., Capítulo 12 de este libro). El principio
ampliamente aceptado de neutralidad terapéutica fue impugnado por primera vez en la
crítica feminista de manera tácita al reforzar el statu quo de los sesgos de género
culturalmente sancionados (Hare-Mustin, 1986). Una postura neutral, junto con los
supuestos de la causalidad circular, no fue suficiente para hacer frente a los abusos de
poder o para responsabilizar a los autores de la violencia.

Cultura, Raza, Clase y Espiritualidad

Los terapeutas familiares son cada vez más sensibles a la diversidad cultural y más
prudentes para no patologizar las diferencias que se pueden valorar y son funcionales, o
incluso necesarias para la supervivencia. Sin embargo, los efectos de la clase social y el
racismo se confunden a menudo con las diferencias étnicas (ver McGoldrick, capítulo 9, y
Boyd-Franklin, Capítulo 10, esta obra). El impacto debilitante de la pobreza y la
discriminación exige mucha más atención en las estrategias prácticas. Los enfoques
multisistémicos comunitarios con niños y familias vulnerables son un avance significativo
en el campo (por ejemplo, Henggeler, Schoenwald, Borduin, Rowland, y Cunningham,
1998).

Nuestro campo está empezando a reconocer que la espiritualidad es una dimensión


fundamental de la vida familiar y, al igual que otros aspectos de la cultura, no debe

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pasarse por alto en la práctica clínica. Si bien se debe ser cauto para no imponer nuestras
creencias, tenemos que entender que las fuentes espirituales de nuestros clientes son
fuentes de estrés y son recursos de sanación y crecimiento (Griffith y Griffith, 2002;
Walsh, 1999b; ver Walsh & Pryce, el capítulo 13 de este libro).

Diversos retos del Ciclo de Vida

El entrenamiento en terapia familiar y la investigación de los procesos familiares han


tendido a centrarse en las parejas jóvenes, casadas, heterosexuales que crían niños y
adolescentes. Con la creciente diversidad en vías de desarrollo, una mayor atención es
necesaria para abordar el ciclo completo y variado de los ciclos de vida individuales y
familiares (ver McGoldrick & Carter, el capítulo 14 de este libro) y las opciones
relacionales y generacionales de las personas que permanecen solteras o sin hijos, cuyas
vidas son a menudo estigmatizadas como incompletas. Con el envejecimiento de las
sociedades, tenemos que atender al envejecimiento de las familias y a las oportunidades
de cambio y crecimiento que acompañan a esos retos (Walsh, 1999).

Efectos interactivos

La consideración de la diversidad familiar tiene que estar mejor integrada en la formación


clínica y en los diseños de investigación, y no marginada a "asuntos especiales". Falicov
(1995) ofrece un marco multidimensional útil, que muestra cómo cada familia ocupa un
nicho ecológico complejo, que comparte fronteras y puntos en común con otras familias,
así como las posiciones diferentes (por ejemplo, el género, la clase social, la etapa de la
vida, la familia rural vs. La urbana). Una evaluación integral incluye los diversos contextos
en el que la familia habita, con el objetivo de comprender los valores, las limitaciones y los
recursos.

Una mayor atención se debe dar a las interacciones derivadas del sexismo, el racismo, el
heterosexismo, la discriminación por edad, el clasismo, las condiciones de discapacidad, y
las formas institucionalizadas de discriminación. Goldner (1985) advierte que el énfasis de
la terapia pragmática acerca de "lo que mejor funciona" puede cegar a los terapeutas
hacia nocivas influencias sociales y culturales. Los terapeutas orientados a los sistemas
están asumiendo cada vez más una responsabilidad afirmativa de abogar por la justicia
social y los cambios en los sistemas más grandes -el lugar de trabajo, la educación, la
salud, los niños y el cuidado de ancianos- , para apoyar a las familias fuertes y al bienestar
de todos los miembros (ver Hartman, Capítulo 23 de este volumen).

Avances y prioridades en la investigación de la familia

Las prioridades de la investigación de la familia y la financiación deben ser reequilibradas


desde la psicopatología a la salud y la prevención si queremos ir más allá de la retórica de
los "valores familiares" y las "fortalezas de la familia" a una comprensión más clara de los
procesos claves y los apoyos sociales para el funcionamiento familiar saludable. Durante
las últimas tres décadas, varios teóricos e investigadores de los sistemas familiares

25
propusieron una variedad de sistemas basados en esquemas conceptuales para mapear
los componentes del funcionamiento familiar saludable (Fleck, 1980; Kantor & Lehr, 1975;
Moos, 1976; Schumm, 1985; Skinner , Santa Barbara, y Steinhauer, 1983; Stinnett y
DeFrain, 1985). Al delinear las variables pensaron que era crucial, que todos los
investigadores, al igual que los médicos, tuvieran su propio enfoque selectivo. La base
empírica, del Modelo multidimensional de sistemas Beavers (Beavers y Hampson, 1990),
el modelo Circumplejo de Olson, los inventarios relacionales (Olson, Russell, y Sprenkle,
1989), y el modelo de McMaster desarrollado por Epstein, Bishop, y Levin (1978) han
encontrado amplia aplicación en la evaluación de la familia. Originalmente utilizada en la
clase media de los blancos, con familias intactas, estos equipos de investigación han
ampliado su base de datos a una diversidad más amplia de las familias (véanse los
capítulos 19-21, en este volumen). Los estudios de laboratorio de Gottman han informado
de los procesos de interacción de la pareja para nuestra comprensión de lo que fortalece
al matrimonio o lleva al divorcio (Véase Driver et al., Capítulo 18 de este libro). El
desarrollo e investigación de la teoría del estrés, la adaptación familiar, y la resiliencia
ofrecen marcos valiosos para la comprensión de los procesos clave de la familia en la
superación de la adversidad (Boss, 2001, véase Cowan & Cowan, capítulo 16, este
volumen; Walsh, 1996, 1998, véase Walsh El capítulo 15 de este libro).

Las contribuciones de la investigación cuantitativa y cualitativa son cada vez más


valoradas. La investigación cuantitativa se ha centrado en los mecanismos de organización
y comunicación que pueden ser fácilmente medidos a través de la observación directa, las
escalas de calificación, y los cuestionarios de auto-reporte. Los métodos cualitativos, como
las entrevistas narrativas, tienen un potencial para explorar los significados y los sistemas
de creencias, percepciones y subjetividades de la experiencia familiar (Doherty, Boss,
LaRossa, Schumm, y Steinmetz, 1993; Gilgun, Daly, y Handel, 1993). Los programas de
genograma computarizados (McGoldrick et al., 1998) tienen un potencial sin explotar para
los patrones de seguimiento de investigación de la familia multigeneracional.

El diálogo y la colaboración multidisciplinar deben ser más fuertemente alentados en las


conferencias, las publicaciones y los proyectos de investigación. El abismo entre los
clínicos y los investigadores tiene que ser salvado mediante el intercambio de puntos de
vista: Tenemos mucho que ofrecernos mutuamente hacia nuestro objetivo común de
entender y promover el funcionamiento familiar saludable. En futuras investigaciones y
construcciones de la teoría, nuestro reto es llegar a ser más conscientes del
funcionamiento de la familia en su diversidad. En primer lugar, tenemos que comprender
mejor las configuraciones típicas, y los patrones esperados en las familias de diversas
formas, diversos contextos sociales y con distintos desafíos de vida. En segundo lugar, es
necesario identificar los procesos clave y las variables mediadoras que fomentan el
funcionamiento familiar eficaz, la adaptación y el bienestar de sus miembros. Tenemos
mucho que aprender de las familias que tienen éxito para informar a la práctica clínica de
las familias en dificultades y los esfuerzos de prevención con las personas en riesgo.

Del déficit a las fortalezas : Ventajas de enmarcar la resiliencia familiar

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Durante la última década, las terapias familiares han reequilibrado la perspectiva sesgada
que dominó durante mucho tiempo el campo clínico. En muchos de los variados
acercamientos, el enfoque se ha desplazado de los déficits, las limitaciones, y la patología
a un paradigma basado en la competencia y en la salud, reconociendo y ampliando los
puntos fuertes de la familia y los recursos (Nichols y Schwartz, 2001; Walsh & Crosser,
2000). Esta postura positiva, orientada hacia el futuro, cambia el énfasis de la terapia de
cómo las familias han fallado para alcanzar el éxito, buscando metas positivas y opciones
que se ajusten a los valores de cada familia y de cada situación, y han sido accesibles a
través de esfuerzos de colaboración.

Los acercamientos de la terapia familiar se han vuelto más respetuosos con la conciencia
de que el lenguaje de la terapia puede patologizar a la familia. Nos hemos vuelto más
sensibles a culpar, avergonzar y a la culpa implícita en las etiquetas peyorativas con las
atribuciones de causalidad en la familia (Anderson, 1986).

Nos hemos alejado de los modelos anteriores que hacía hincapié en una estructura
jerárquica del terapeuta como experto con una postura estratégica para reducir la
patología familiar. La relación terapéutica se ha vuelto más colaborativa y ha dado más
poder a los clientes, reconociendo que las intervenciones eficaces dependen más de los
recursos de la familia para el cambio que de las técnicas del terapeuta (Karpel, 1986). Las
intervenciones tienen por objeto reducir el estrés, mejorar las interacciones positivas,
apoyar los esfuerzos de afrontamiento, y movilizar los recursos familiares y comunitarios
para fomentar las relaciones amorosas y el funcionamiento familiar eficaz.

El concepto de resiliencia familiar es valioso como un metamarco de referencia que se


puede aplicar con diversos enfoques basados en la práctica de fortaleza (Walsh, 1996,
1998, 2002, Walsh ver, el capítulo 15 de este libro). Este concepto sostiene varias
ventajas:

1. A diferencia del modelo ideal, poco realista de familia saludable, sin problemas, por
definición, la resiliencia se centra en las fortalezas forjadas bajo tensión, en el contexto de
la adversidad. La mayoría de las familias que buscan ayuda están luchando en medio de la
crisis. Un marco de resiliencia familiar es útil para identificar y facilitar los procesos de
familia y otras variables mediadoras (por ejemplo, los recursos de la comunidad) que
reducen el riesgo y fomentan la eficacia del afrontamiento y de la adaptación.

2. A diferencia de un modelo estático de familia singular, o que reúne un conjunto de


características, la resiliencia involucra procesos a través del tiempo, que pueden variar
dependiendo de las condiciones adversas y de los recursos disponibles. En la práctica
clínica, un marco de resiliencia familiar tiene una amplia aplicación: en la recuperación de
la crisis, del trauma, de la pérdida, al enfrentar la enfermedad persistente o la adversidad
y al superar las barreras de la pobreza o la discriminación.

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3. El marco puede ser útil para establecer los esfuerzos de intervención y prevención
claves en el proceso, sin embargo, es flexible en relación a los valores familiares diversos,
las estructuras y los recursos.

4. Aunque algunas familias son más vulnerables o se enfrentan a más dificultades que
otras, todas se considera que tienen potencial para una mayor capacidad de recuperación
en el dominio de los desafíos de la vida. Mediante el fortalecimiento de la resiliencia
familiar cuando se presentan los problemas, estos se resuelven y la familia es más capaz
de hacer frente a los retos del futuro.

5. Un enfoque basado en la resiliencia va más allá del enfrentamiento, la adaptación o la


competencia en el manejo de las dificultades y aprovecha las oportunidades para la
transformación y el crecimiento que puede emerger de la crisis.

CONCLUSIÓN

Los levantamientos sociales de las últimas décadas han aumentado la cautela sobre la
definición de un patrón familiar como normal, ya sea típico u óptimo, para que las familias
lo emulen, o para que las terapias y las políticas sociales las promuevan. La creciente
diversidad y complejidad de las familias hace imprescindible examinar las construcciones
sociales de la normalidad que influyen poderosamente en toda la teoría y la práctica
clínica, la investigación de la familia, y la política social. Así como la neutralidad
terapéutica es imposible, porque nunca puede estar libre de valores, es ingenuo y
éticamente cuestionable el adoptar una posición neutral hacia la normalidad,
descartándola de la consideración y del mantenimiento de una actitud de "todo se vale" o
una de "la misma talla se adapta a todos los modelos "de intervención. Un silencio bien
intencionado en cuestiones de normalidad puede ser confundido como un juicio de las
familias como anormal o deficiente por tener problemas o por no encajar en un ideal
cultural de la familia normal. El silencio puede ser tomado como un apoyo tácito de las
normas y prácticas que perjudican a los miembros de las familias o de privarlos de
derechos porque no cumplen con las normas. Debemos desafiar la estigmatización de las
diferencias como patológicas y del trabajo hacia políticas y actitudes más incluyentes.

Tenemos que ser conscientes de las suposiciones implícitas sobre el concepto de


normalidad que traemos a nuestro trabajo con las familias, de nuestros propias visiones
del mundo, incluidas las normas culturales, las clínicas, los paradigmas de investigación, y
la experiencia personal y /o familiar. Por último, muchas familias en su diversidad y
complejidad crecientes, están confundidas y preocupadas acerca de cómo construir y
mantener relaciones fuertes y amorosas y de cómo criar a sus hijos también. Es
importante explorar los puntos de vista restrictivos de la normalidad de cada familia y los
valores familiares y las preferencias de funcionamiento familiar saludable, si vamos a estar
en sintonía y en respuesta a la amplia gama de las familias de nuestro tiempo. Los
terapeutas familiares basados en sistemas pueden diferir de manera específica, sin
embargo, todos los enfoques basados en las fortalezas comparten una profunda
convicción en el potencial de cada familia para la salud y el crecimiento.

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