Ensayos Literarios - Octavio Paz
Ensayos Literarios - Octavio Paz
Ensayos Literarios - Octavio Paz
INTERPRETACION Y CREACION.
Borges, alguna vez, refiriéndose a los temas de la vida, expresó: “Creo que uno debe buscar un
tema, el tema tiene que dar con uno. El destino del poeta es harto curioso. Tiene que ser sensible
a todas las cosas y además, su tarea consiste en transformar esas cosas en palabras, claro está, en
En Octavio Paz encontramos esos temas de la vida, temas fundamentales que comparecen
en la conciencia histórica del poeta con fervorosa obsesión e inquietante lucidez en la vasta
de ciertos rasgos específicos del mexicano y de la historia de México en general; en Los hijos del
limo (1986) nos ofrece un estudio sobre la experiencia poética desde los románticos alemanes
hasta nuestros días. El mono gramático (1974) es una obra que bien podríamos denominar como
un profundo poema ensayístico, vasta reflexión sobre temas que se van imbricando en torno al
sentido del lenguaje: símbolo y signo. En cuanto a su producción poética, podemos decir que sus
grandes poemas están concebidos a la manera de una revelación de nuestra condición humana: la
revelación de la existencia del hombre en la experiencia amorosa a través de una conciencia que
aspira a la comunión y la unidad del hombre con su realidad y su creación. Es esta parte de su
obra literaria (su corpus poético) la que constituye el objeto de mi análisis. No haré ningún
algunos momentos aludir a algunas de sus reflexiones teóricas desarrolladas en los ensayos, ya
que su corpus poético expresa una cierta continuidad de nociones e ideas expresadas en estos.
Sin duda alguna, la prosa de Octavio Paz (historia, política, nociones filosóficas y
antropológicas, y de manera especial sus ensayos literarios) no es lo que podríamos llamar una
obra orgánica: su estructura y la forma como asume sus temas y obsesiones son de naturaleza
“subversiva”. El poeta y pensador, o mejor decir, pensativo, usando el término de Carlos Perea
(1994), aludiendo a las reflexiones del poeta como “pensamientos de un pensativo”, se mueve
con una libertad que le permite decir cosas distantes e independientes de toda ortodoxia o
método imperante. El poder del poeta, nos dice Fernando Vizcaíno (1994), es su marginalidad.
En esta línea de pensamiento, cabe señalar lo que un crítico francés afirmó en el momento de la
concesión del Premio Nobel de Literatura 1990 al escritor mexicano Octavio Paz: “Por primera
vez en muchos años la máxima presea literaria era concedida a un apátrida, es decir, a un hombre
que no representaba a una nación o a una corriente artística o ideológica, sino al arte, al
Lo anterior no significa que la figura pública del autor haya estado alejada de un territorio
ideológico de las ideas políticas. La intuición de su destino en las letras desde temprana edad (a
los 17 años colaboraba con la revista Baranda -1931- y Cuadernos del Valle de México -1933-,
además, contaba en esos momentos con dos libros de poesía: Luna silvestre -1933- y Raíz del
hombre y Bajo tu clara sombra -1937-, y varios artículos publicados en diferentes revistas
nacionales) ha estado unido con el compromiso también temprano, y por demás bastante
polémico, en asuntos políticos. Paz se ha cuestionado enérgicamente la naturaleza político-
humanista de los regímenes socialistas, así como los gobiernos de un capitalismo liberal, que,
como el mismo autor señaló una vez, en su libro Tiempo nublado, “han ocasionado las más
universal” (1983, p. 130). Esta responsabilidad moral e intelectual con la política ha ocasionado,
como en su momento le generó también al argentino absorto en la metafísica, Jorge Luis Borges,
No es mi intención despejar dudas sobre las actitudes y principios políticos del autor,
dejo esta labor a otros que con verdaderos juicios y posturas ideológicas maduras, despejen con
seriedad y coherencia el panorama de una crítica paziana, sobre todo aquella que ha estado
Aproximándonos al conjunto de la obra, uno advierte que Paz no elude ninguno de los
temas primordiales que para un hombre de esta modernidad entraña visceral y pulsionalmente
una posición universal, sensible y profunda (su imperativa reflexión sobre los acontecimientos
más significativos de nuestra historia). Esta posición del escritor reclama una reflexión y un
diálogo entre las culturas. En el discurso de la conferencia de recibimiento del Premio Nobel de
1990, el escrito apela a que esa conciencia de separación entre las culturas, que los hombres
sienten, sea una invitación y a la vez un reto “a la acción, a salir al encuentro de los otros y del
mundo” (Paz, 1992, p. 10). En consecuencia, el poeta nos dice que “desde esta perspectiva, la
vida de cada hombre y la historia colectiva de los hombres pueden verse como tentativas
destinadas a reconstruir la situación original” (Paz, 1990, p. 17). De ahí que la escritura poética
de Paz, es el proyecto oculto de un plano secreto: anular las escisiones de la condición humana.
En el prólogo titulado Homenaje a una estrella de mar, del libro Los signos en rotación,
de Octavio Paz (2011), el escritor argentino Julio Cortázar, refiriéndose al poeta, nos dice:
Como latinoamericano, sabe que entre nosotros todo espera en cierto modo un
redescubrimiento del hombre mismo, y para ello no sólo no se debe renunciar ingenuamente
al acervo de las civilizaciones crepusculares, sino que es preciso buscar, como lo buscó el
crepuscular Mallarmé, una forma de dar sentido más puro a las palabras de la tribu (p. 9).
Búsqueda que el poeta no ha declinado en su largo camino, quizá porque entiende muy
bien que la historia ha sido el devenir de los pasos sobre una tierra baldía y que la creación
poética se inscribe en otro tiempo. En Convergencias, Paz afirma: “La poesía está enamorada del
instante y quiere vivirlo en un poema; lo aparta de la sucesión y lo convierte en presente fijo [...]
búsqueda incesante de una identidad que hurga desde el hoy (exigencia de la modernidad) hacia
raíces históricas y espirituales del pasado para luego poder enfrentarse a sí mismo y la otredad en
una comunión de ese yo con el mundo. En este sentido, vale la pena citar el pensamiento que
Lo que precede debe presagiar lo que sigue; lo que existe en el presente debe tener algún
vínculo con el pasado, tal es la razón profunda de esa dependencia entre los tiempos que más
pasado y un porvenir que están realmente en todo instante actual: el presente perpetuo. En la
poesía paziana se siente la nostalgia de un estado que venga a liberarnos del tiempo sucesivo en
que nos encontramos; por ello el poeta entona voces memoriales e inmemoriales que se abren
algunos ejemplos extractados del libro Libertad bajo palabra, donde el desamparo, la caída, no
oh insólito
(Poema Día)
En efecto, en la poesía paziana, la imagen poética del tiempo carece de los ritmos del
tiempo histórico. En esta concepción del tiempo, como el mismo poeta lo señala, “el ritmo es la
metáfora original y contiene todas las otras. La sucesión es repetición, el tiempo es no tiempo
(p.70). Reconocemos, entonces, que en esta concepción cíclica del tiempo que atraviesa su
poesía, la noción del presente perpetuo se puede concebir en la acepción que el término eterno
retorno tiene en el mitólogo Mircea Eliade (1984), una especie de “verdadera encarnación del
En su creación poética, nos dice Aguilar Mora (1986), Octavio Paz “tiende a disolver o
trascender la mera sucesión histórica. Cada poema es una tentativa por resolver la oposición
Los grandes poemas de Paz están concebidos como una salida al sinsentido de la historia,
como una salida a las luchas sangrientas acaecidas en el devenir histórico, político y social de las
naciones. En el escenario de la poesía de Paz, el tiempo ha perdido su temporalidad, lo lejano es
lo presente, es el comienzo del comienzo. No obstante, Paz, en sus ensayos, nos entrega otra
histórico1, opuesto al tiempo cíclico. En palabras de Jorge Aguilar (1986): “para Paz, la idea, la
respecto, en su ensayo crítico La divina pareja: historia y mito en Octavio Paz, Aguilar asume
la tarea de acercarse a gran parte de la obra ensayística del poeta en forma incisivamente
evaluadora más que descriptiva, empeñado —en su estudio central— en mostrar las oposiciones
entre historia y mito. De ahí el título de su escrito. Convendría, en todo caso, revisar estas dos
De otro lado, para Gastón Bachelard (1993), autor de El agua y los sueños, cuyos aportes
fundamentales son claves para leer las imágenes poéticas en su significado profundo, ahonda en
los núcleos de la realidad soñada, del ensueño, en suma, de la verdad primigenia, de las imágenes
Libertad bajo palabra (1960), contiene, sin duda, las huellas inagotables de nuestra historia
ancestral que transita cíclicamente el mismo camino. Bachelard, bajo la influencia de Carl Jung
(1992), afirma que las imágenes imaginadas son más bien sublimaciones de los arquetipos, antes
que reproducciones de la realidad. En este sentido, toda imagen poética, como imagen
primordial, recupera la antiquísima memoria de los imaginarios. El arte, nos dice Aldo Trione
(1989), “es la memoria de un origen que funda nuestra presencia y anticipa nuestro futuro; vive
1
Cfr. Paz (1990), en especial los capítulos titulados Vistazo al viejo mundo y México y Estados Unidos: posiciones y
contraposiciones.
en los mitos, en las metáforas, en los complejos, en las tramas más oscuras de lo imaginario” (p.
139).
Habitar las imágenes poéticas significa, en la línea de este pensamiento, “volver a dar
vida a las ideas en una suerte de ensoñación primitiva que hunde sus raíces en aquella
imaginación universal que envuelve, a veces, a comunidades y pueblos enteros al mismo tiempo”
en los cuatro elementos fundamentales, siendo el inconsciente el más marcado por ellos. En
efecto, afirma Bachelard (1993), “creemos que es posible fijar en el reino de la imaginación
(material) una ley de los cuatro elementos que clasifique las diversas imaginaciones materiales
Bachelard —filósofo de la creación artística—, no alude simplemente a estados del agua, del
aire, del fuego y la tierra, sino al descubrimiento de complejos culturales en estrecha relación con
la imaginación de los elementos, a partir de una tradición libresca, en donde los artistas han
venido recuperando y recreando esos complejos en sus universos de actos creativos (en la
las imágenes materiales fundantes que nos remiten a hablar de la estética del fuego, del aire, de
la tierra y del agua, su psicología y su moral, y lo que él llama “complejos culturales” en los
elementos cósmicos, permiten aproximarnos al estudio de una psicología del agua, al
¿Por qué el estudio del agua y no de otro elemento? ¿Acaso Paz no ha reflexionado
profundamente sobre la materia del fuego —dentro del símbolo de la llama; una llama roja y una
llama azul como metáfora de la sexualidad y el erotismo— en su célebre ensayo La llama doble?
Eso es cierto, pero recordemos que el interés de nuestro estudio se orienta hacia la poesía y,
además, el agua en la poesía del poeta es una materia que por todas partes vemos nacer y crecer,
morir y resurgir. Desde sus primeros poemas, particularmente en el cuento Mi vida con la ola, el
producción poética. Esas imágenes del agua que van de la primavera al invierno, de unas aguas
claras bautismales a aguas subterráneas e insondables, animan la obra poética del escritor,
imágenes conocidas en una contemplación vagabunda: como nos señala el autor de El agua y los
sueños, “el agua va aparecérsenos como un ser total: tiene cuerpo, un alma y una voz, y quizá
más que cualquier otro elemento, el agua es una realidad poética completa” (Bachelard, 1993, p.
30).
Algunos pensadores como Theodor Gaster (1973), en su libro Mito, leyenda y costumbre
en el libro del génesis, han construido teoría en torno a un sistema completo de mitologías,
dedicándole especial atención al elemento agua. Gaster, al igual que Bachelard, nos habla del
agua como la primera sustancia en haber precedido a todas las demás cosas y, por esto,
precisamente, se le considera primordial. Según Gaster, el agua primordial - a estas aguas
primordiales se las conocía popularmente como las aguas de Eridú- es una idea que se encuentra
por el mundo entero, entre pueblos que moran en condiciones geográficas variadas. Estas aguas
primordiales poseían voz y fueron consideradas de manera especial unos dioses poderosos. El
agua, nos dice Gaster (1973), “debido a que con mucha frecuencia parecía estar diciendo algo, ya
fuera a manera de rugido, ya de susurro y debido a que podía captar las imágenes - reflejos era
considerada también como poseída por una sabiduría especial” (p. 10). El autor cita varios
ejemplos de esta naturaleza, cuando nos remite al extenso poema épico de Homero: “En la
Menelao” (p. 10). Más adelante dice: “De la misma manera, la diosa esquimal Sedma, que vive
en las profundidades del mar, posee un conocimiento mágico por medio del cual conoce al
instante cualquier infracción de los tabúes tradicionales” (p. 11). Así, Gaster (1973) continúa
citando ejemplos: “En el antiguo Folklore de Mesopotamia se afirmaba que los siete primeros
sabios que habían enseñado a la humanidad las artes de la civilización habían surgido en los días
Volviendo a las imágenes poéticas de Paz, y por razones metodológicas, creo que se
cuento Mi vida con la ola, y proceder a abordar el elemento hídrico a través de un ejercicio
Los dos últimos y extensos poemas intitulados El río y Cántaro roto, del libro Libertad
bajo palabra (1960), ofrecen ejemplos fecundos de una lectura del elemento agua (arquetipo del
inconsciente y de la mujer). El agua, en la poesía paziana, cruza las imágenes poéticas con un
estallido de expresión metafórico y de emociones sumamente ricas, provocadas por este
elemento.
En el poema El río, tomado como referencia inicial, el núcleo o isotopía viene a ser la
palabra del agua. En este poema, la voz del agua nos trae la imagen de un lenguaje ilimitado que
contiene las palabras de la memoria, palabras que se eternizan en la voz fluida, sin choque y
continua, en suma, una palabra que descubre y revela lo indecible en el lenguaje humano. El río
constituirse a sí mismo en lugar y tiempo. Veamos algunos versos del este último poema:
En los dos últimos versos el elemento acuático, fiel a sus sueños primitivos y símbolos
eternos (inmersión de los enfermos, aguas benditas, la travesía de Jonás, la madre atrayente y
misteriosa), le concede a los hombres una salida: un renacimiento que deviene como defensa del
hombre contra la esclavitud (la muerte). Así, el elemento hídrico, sostiene Bachelard, siempre
En la voz del poeta, “que el agua muestre su corazón, racimos de espejos ahogados” (p.
56), lo que ve y pide es que en el alma del agua, donde ha penetrado y persistido una memoria-
fluir de los tiempos, ríos de palabras, de sangre y de tinta, emerjan estas historias que oscurecen
el corazón del poeta, angustiado por el sombrío paso del tiempo: la historia ha sido, para Paz, el
devenir de los pasos sobre una tierra baldía. El poeta Paul Claudel, citado por Bachelard (1993),
en una profunda y bella expresión del agua nos dice: “De este modo el agua es la mirada de la
El último verso del poema El río dice: “y el río remonta su curso/repliega sus
velas/recoge sus imágenes y se interna en sí mismo”. El agua del río se vuelve profunda,
ganando una insondable profundidad para sepultar toda la desdicha humana, para convertirse en
En el poema El cántaro roto, el núcleo viene a ser “los poderes de regeneración hídrica”.
Los siguientes versos se abren con la pregunta que apunta a esa posible visión amenazadora de
Dime sequía, dime, tierra quemada, tierra de huesos remolidos, dime luna agónica, ¿no hay
agua?
Hay sólo sangre, sólo hay polvo, sólo hay polvo, sólo pisadas de pies desnudos sobre la espina...
¿no hay relinchos de caballo a la orilla del río, entre las grandes piedras redondas y relucientes.
Cuánta fuente, qué claridades,... cuánto río allá arriba, y ese sonar remoto del agua.
El poeta sueña hacia atrás, hacia la fuente, para que el hombre se reconozca en ese mundo
cósmico que se le revela. En ese mundo no hay nada desconocido, impersonal, ahistórico; todo
objeto cósmico, dice Mircea Eliade (1985), tiene una historia: “esto quiere decir que es capaz de
hablar al hombre” (p. 78). De nuevo surge la voz del agua: “con un rumor de follaje canta el
agua”. De esta manera, Paz nos va llevando en sus versos a profundidades del retorno cósmico,
intención clara de un origen donde suenan o resuenan corrientes de agua como voces que enlazan
quiere verse en una especie de voluntad directa de belleza: una participación de pancalismo
dinámico:
el manantial de la mujer
y reconocerse y recobrarse.
naturaleza también. Hay una necesidad de volver a ese momento mítico, al instante inicial para
poeta se empeña en abolir el tiempo profano y nos abre las puertas para sumirnos en la
pensamiento del mitólogo Mircea Eliade (1985) esta renovación se produce a través del mito y es
gracias al mito que “el mundo se deja aprehender en cuanto cosmos perfectamente articulado,
inteligible y significativo. Los mitos siempre van a recordar al hombre, que en la tierra se
En el estudio que Bachelard realiza sobre las aguas, confiere especial importancia al
símbolo del agua en las narraciones de Edgar Allan Poe. Si hay un pensamiento que pueda
condensar con mucha claridad el destino de las aguas es precisamente el de Edgar Allan Poe:
“por lo tanto, toda agua primitivamente clara, es para Allan Poe un agua que tiene que
ensombrecerse, un agua que va a absorber el negro sufrimiento” (p. 77). Esta cita servirá de
camino para adentrarnos en el destino del agua en el relato alegórico Mi vida con la ola.
En el cuento Mi vida con la ola hay toda una exaltación a la poesía corporal, al erotismo
encuentra en las imágenes de estas aguas una variación incesante: “Siempre cambiante y siempre
idéntica a sí misma en sus metamorfosis incesantes” (p. 2). El agua soñada en una ola representa
principalmente una experiencia erótica que implica —en la trama ficcional de la narración— una
cuento mencionado no es otra cosa que el reconocimiento de dos fuerzas, la fuerza vital y la
una doble cara: superior e inferior, celeste y terrena, divina y demoníaca, mujer ideal y prostituta.
La primera (mujer ideal) portadora de la imagen del ánima es generalmente la madre. Más
adelante, serán otras mujeres las que estimulen el sentimiento del hombre.
El ánima, al querer la vida, señala Bachelard, quiere el bien y el mal. El agua de mar, que
es ola, cuerpo, mujer amante, condicionada predominantemente por eros, el principio de unión,
antítesis interna. El agua recibe los caracteres psicológicos de una dualidad. Bachelard
caracteriza en este elemento el paso de unas estaciones que van de la primavera al invierno: “Una
materia que no proporciona ocasión para una ambivalencia psicológica no puede encontrar su
doble poético que permita infinitas transposiciones del bien y del mal, participación de lo negro y
de lo blanco, para que el elemento material ligue al alma entera (p. 85)
Leyendo a Jung (1995) se comprende de manera más íntima este proceso de doble
participación. Toda la vida, sostiene Jung, es energía, y depende por consiguiente de las fuerzas
situadas en posición antagónica, siempre debe haber vida y muerte, frío y calor, profundidad y
de una dualidad. Desde las primeras imágenes que el cuento nos entrega, se impone el símbolo
de la creación para luego deslizarse hacia su contrario: “El amor era un juego, una creación
perpetua. Todo era playa, arena, lecho de sábanas siempre frescas” (p. 1). Estas imágenes
agua y los sueños sabe que el agua llega a ser el elemento que recuerda a los muertos: “Se volvió
honda, impenetrable, revuelta... Ella en su rincón aullaba largamente. Soñaba con el polo y
convertirse en un gran trozo de hielo, navegando bajo cielos negros en noches largas como
separación definitiva. Por su deseo intenso se devoran uno al otro. Al volverse perversa, la ola
hace sufrir, se violenta y azota como una correa, cambia de sexo, se masculiniza. Un duelo de
apasionamiento y odio, pasa a ser también invitación a la muerte, para luego imponerse una
calma: se declara la paz al ser, al mundo: soñamos, es lo que nos dice el poeta a través de su obra
libertad como camino primordial e inalienable para recuperar la unidad, el inefable oleaje donde
se instaura el reino de la calma: “Allá en las montañas, entre los altos pinos y los despeñaderos,
respiré el aire frío y fino como un pensamiento de libertad” (p, 3). En esta misma línea de
reflexión, hay dos hermosos versos citados por Bachelard que expresan el deseo de una calma
conquistada sobre uno mismo, distante de lo que para este pensador podría llamarse calma
natural.
¿Qué haces para calmar un mar furioso?
Contengo mi cólera.
(Edgar Quinet)
(Paul Eluard)
Sabemos que la epidermis de su piel, más temprano que tarde, terminará por irritarse, esto
es, por encolerizarse. Su cólera se hará universal. Sólo queda, entonces, la muerte, para darle
paso a la calma y estar a la espera de una nueva ola. El placer seguido del dolor es la balanza del
equilibrio de la vida. La pasión es la llama doble de nuestro ser alimentando por amor y dolor
bajo un mismo término. La ambivalencia del placer y de la pena marca la poesía como marca la
Esta agua de mar, en la imaginación de Octavio Paz, es una sustancia que se carga de
dolor, al igual que en las imágenes de Poe. Según Bachelard, en la ensoñación de las aguas de
Poe, el agua tiene como destino ensombrecerse; toda agua, después de estar llena de inmensos
reflejos cristalinos, recibe un último destino: morir. Por último, tan solo queda decir que el
cuento Mi vida con la ola es el relato de un agua que se vuelve pesada y sombría, que se
oscurece y muere.