Tito

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Tito

Bosquejo sugerido de Tito

I. Saludo personal (1.1–4)


II. Organización de la iglesia (1.5–16)
A. Cualidades de los ancianos (1.5–9)
B. Características de los falsos maestros (1.10–16)
III. Obligación cristiana (2–3.11)
A. Creyentes ancianos (2.1–3)
B. Jóvenes, hombres y mujeres (2.4–8)
C. Siervos (2.9–15)
D. Ciudadanos (3.1–11)
IV. Admoniciones para concluir (3.12–15)

Notas preliminares a Tito

I. El hombre

Tito era un creyente griego (Gl 2.3), ganado para Cristo a través del ministerio de Pablo (Tit
1.4). Sabemos muy poco respecto a su trasfondo; no se le menciona ni una sola vez en
Hechos. Es probable que, habiéndose convertido del paganismo, Pablo le reclutó para el
servicio. Ayudó al apóstol a recoger la ofrenda para los santos (2 Co 2.1–9; 7.8–12; 12.18); y
también encontró a Pablo en Troas y le informó respecto a la situación en Corinto (véanse 2
Co 2.12, 13; 7.5–16). Tito llevó la carta que nosotros conocemos como 2 Corintios (2 Co
8.16–24). Era el ayudante de Pablo, quien le dejó en Creta para que organizara la iglesia (Tit
1.5), hasta que Pablo pudiera enviar a Tíquico o Artemas para que se hicieran cargo (Tit 3.12).
Tito estuvo en Roma durante la segunda prisión de Pablo, desde donde viajó a Dalmacia en
una misión del apóstol (2 Ti 4.10). La estimación de Pablo por Tito se menciona en 2
Corintios 8.23.

II. La carta

La prisa con que Pablo dejó a Tito en Creta hizo necesario que le escribiera para animar e
instruir a este consagrado colaborador. Los cretenses no eran personas con las cuales era fácil
trabajar, como así lo destaca Tito 1.12, 13. No sabemos quién empezó la iglesia en Creta, pero
sí sabemos esto: tanto la organización de la iglesia como la vida de sus miembros habían caído
en descrédito. Es muy probable que la iglesia sufría debido a dos causas: (1) visitantes
judaizantes que mezclaban la ley y la gracia, y (2) cristianos ignorantes que abusaban de la
gracia de Dios y la convertían en libertinaje. Pablo tenía varios propósitos en mente cuando
escribió esta carta: (1) recordarle a Tito que su tarea era organizar la iglesia y nombrar
ancianos; (2) advertirle respecto a los falsos maestros; (3) animarle a pastorear diferentes
clases de personas en la iglesia; (4) recalcar el verdadero significado de la gracia en la vida del
cristiano; (5) explicar cómo tratar con los que causaban problemas en la iglesia.

III. El énfasis
Varias palabras se repiten en esta breve carta y nos ayudan a comprender el peso que Pablo
sentía en su corazón. Nótese que hay un énfasis principal en las buenas obras (1.16; 2.7, 14;
3.1, 5, 8, 14). Salvos por gracia quiere decir salvos para buenas obras. La doctrina y la vida
cristianas deben ser sólidas y sanas (1.9, 13; 2.1, 2, 8). Debe haber una vida de piedad (1.1;
2.12), no de mundanalidad. La gracia de Dios guía a una persona a vivir en piedad (1.4;
2.11ss; 3.7, 15). Si usted desea un versículo clave para este libro, quizás sea 3.8: «que los que
creen en Dios procuren ocuparse en buenas obras».

Tito 1

Pablo dio inicio a su carta con varias amonestaciones a las cuales Tito debía prestar atención
para cumplir su ministerio.

I. Debía proclamar la Palabra (1.1–4)

Este saludo formal es más que el inicio de la carta. Es una declaración del lugar de la Palabra
de Dios en la vida de la iglesia local. Pablo era siervo y apóstol conforme a la fe de la iglesia
(los escogidos de Dios, los elegidos). Su ministerio no era algo aparte de la iglesia, sino ligado
directamente a ella. Esta «fe» es lo que Judas llama «la fe que ha sido una vez dada a los
santos» (Jud 3). Es el depósito de verdad que Dios le encargó a Pablo (1 Ti 1.11) y que Pablo
a su vez había dado a Tito y a Timoteo.
Uno de los problemas en Creta era el abuso de la gracia de Dios. «Dios nos salvó por gracia»,
afirmaban estas personas, «por tanto somos libres para pecar». Pablo responde a esto desde el
mismo comienzo, definiendo la fe como «la verdad que es según la piedad». Piedad es una
palabra favorita de Pablo (1 Ti 2.2; 3.16; 4.7, 8; 6.3, 5, 6, 11; 2 Ti 3.5). Significa santidad
práctica en la vida diaria de uno (véase en Tit 1.6 un contraste). Posteriormente, en Tito 2.11–
15, Pablo explica que la gracia nos salva y también nos disciplina para que tengamos vidas
consagradas. La persona que usa la doctrina de la gracia para excusar los pecados, o bien no es
salva o no comprende lo que realmente significa la gracia.
El mensaje de la gracia también apunta hacia la bendita esperanza del regreso de Cristo; véase
2.13. Por lo tanto, este es el mensaje que Tito debe predicar: La gracia de Dios salva a los
pecadores y santifica a los creyentes; la vida santa que sigue a la verdadera fe en Cristo; y la
expectación diaria de la venida de Cristo. El maravilloso programa de Dios en cuanto a la
salvación estuvo marcado desde antes de la fundación del mundo, pero ahora se ha revelado
mediante la predicación (la proclamación del evangelio). Nunca reste importancia al lugar de
la predicación en la iglesia local.

II. Debía organizar a la iglesia (1.5–9)

No sabemos quién fundó la iglesia en Creta, pero sí sabemos que Pablo dejó a Tito allí para
que la organizara y remediara las dificultades que existían. Había una oposición definida
contra el ministerio de Tito y hay la sugerencia de que quería renunciar. «Pero para esto es
que te dejé allí», escribe Pablo. «Si no hubiera problemas que resolver, ¡la iglesia no te
necesitaría!» Mientras los cristianos estén en su cuerpo de carne, habrá problemas en nuestras
iglesias. Cuando surgen estos problemas, la respuesta no es esconderlos, ni que los dirigentes
renuncien y busquen una nueva iglesia. La respuesta es encararlos honestamente y en oración,
y resolverlos según la Palabra de Dios. «Corrigieses» en el versículo 5 es un término médico
que significa «arreglar un hueso fracturado, o enderezar una extremidad dislocada». La iglesia
es un cuerpo y a veces el pastor debe ser el «cirujano espiritual» y arreglar huesos rotos.
Tito no debía seleccionar los ancianos (o sea, obispos, v. 7: dos nombres para el mismo
oficio); debía ordenar a quienes las iglesias habían elegido. «En cada ciudad» en el versículo 5
indica que el evangelio se había esparcido de lugar en lugar, como debería ser. Estas
cualidades de los ancianos están en paralelo con las dadas en 1 Timoteo 3. Tener «hijos
creyentes» era un requisito (v. 6). Para «disolución» véase Lucas 15.13. El obispo es un
administrador de las bendiciones de Dios, tanto materiales como espirituales; véase 1
Corintios 4.1–2. Se le dice que retenga «la palabra fiel» y esto trae a la mente las expresiones
«palabra fiel» de Pablo en 1 Timoteo 1.15; 4.9; 2 Timoteo 2.11 y Tito 3.8. El pastor debe
conocer la Palabra por dos razones: (1) para ministrar a los santos, y (2) para refutar a los
falsos maestros, a quienes llama «los que contradicen» (v. 9).

III. Debía refutar a los falsos maestros (1.10–16)

Dondequiera que Cristo siembra buena semilla (creyentes), Satanás viene atrás con semilla y
maestros falsos. Había en Creta un grupo que contradecía las enseñanzas de Pablo y enseñaba
en cambio fábulas judías (legalismo) y mandamientos de hombres (tradicionalismo).
Constantemente debemos tener cuidado con las falsas enseñanzas. «Los de la circuncisión» (v.
10) habían batallado contra Pablo desde Jerusalén hasta Roma, y todavía seguían oponiéndose
a la verdad. Cuando mezclamos la ley y la gracia acabamos teniendo la falsa doctrina. Pablo
describe a estos falsos maestros como contumaces, habladores de vanidades y engañadores.
Pablo hasta cita a un famoso poeta, Epiménides, quien describió a los cretenses como
«mentirosos, malas bestias y glotones ociosos»: ¡lo cual no es ninguna descripción hermosa!
A decir verdad, la gente de los días de Pablo llegó a usar el adjetivo «cretense» para indicar
«mentir, hablar como un cretense». Por supuesto, Pablo no sugiere que todos los cretenses
eran glotones ociosos y mentirosos. Sin duda había muchas personas, tanto dentro como fuera
de las iglesias, que tenían vidas decentes.
Las leyes dietéticas y el ascetismo eran doctrinas clave de los falsos maestros y Pablo los
atacó en el versículo 15. Es desafortunado que cristianos mal informados hayan abusando tan
groseramente del versículo 15. Algunos lo usan para respaldar sus propias prácticas
pecaminosas, diciendo: «Para los puros todas las cosas son puras, por lo tanto, no estoy
haciendo nada malo». Pablo no tenía nada de esto en mente cuando dictó estas palabras. Se
refería al problema de los alimentos limpios y los inmundos, como lo había hecho en 1
Timoteo 4.2–5. Enseña que el creyente que conoce la Palabra de Dios recibe todos los
alimentos como limpios; el incrédulo (y el falso maestro) tiene una mente y conciencia
inmundas y por lo tanto no ve nada como puro. Es más, en lugar de que los alimentos impuros
contaminen al hereje, ¡es él quien contamina a los alimentos! La pureza moral no es cuestión
de dietas, es cuestión de un corazón limpio y una buena conciencia. Jesús enseñó esto en
Mateo 6.22–23; véase también Romanos 14.14.
¿Cómo debía Tito enfrentar a los falsos maestros? ¿Debía unirse a ellos para analizar su punto
de vista? ¡No! Debía taparles la boca (v. 11) y reprenderlos duramente (v. 13). Después de
todo estas enseñanzas estaban perturbando (alterando) a familias enteras (v. 11). Y su motivo
era sólo de ganancia monetaria («ganancias deshonestas»); no deseaban honrar al Señor. El
versículo 16 resume la situación: negaban a Cristo con sus obras; eran abominables y
desobedientes; nunca pasarían la prueba (i.e., estaban reprobados).
Hoy también tenemos falsos maestros atacando a la Iglesia. Una cosa es que la gente se aferre
a una doctrina falsa debido a la ignorancia y otra muy distinta que se aferre a tal doctrina y la
enseñe como si fuera la verdad de Dios. A los ignorantes se les debe tener compasión y
enseñar con paciencia la verdad; a los que deliberadamente son falsos maestros se les debe
reprender y rechazar. Una vez que la iglesia compromete la verdad, las mentiras se tragarán la
verdad.
Nótese aquí el énfasis en la «sana doctrina» (v. 9) y que sean «sanos en la fe» (v. 13). Esta es
la doctrina «sana» de la que leemos en las cartas de Pablo a Timoteo. Las doctrinas falsas sólo
conducen a la enfermedad espiritual en el cuerpo de Cristo.
Tito 2

Si Tito hubiera gastado todo su tiempo refutando a los falsos maestros, hubiera descuidado
otros asuntos que son necesarios para una iglesia saludable. Es importante que el pastor tenga
un ministerio equilibrado, tanto enseñando y exhortando a los santos como refutando a los
enemigos de la verdad. En este capítulo Pablo analiza tres grupos diferentes en la iglesia y
exhorta a Tito a que les recuerde sus obligaciones en el Señor.

I. Los ancianos (2.1–3)

Es probable que la iglesia en Creta haya sido el resultado del ministerio de Pedro en
Pentecostés (Hch 2.11), en cuyo caso debe haber habido creyentes ancianos en la
congregación. Es una bendición cuando la familia de la iglesia local tiene entre sus miembros
a esos ancianos peregrinos que han caminado con el Señor por largo tiempo. Son en verdad
privilegiados por sus vidas largas y con este privilegio viene una seria responsabilidad.
Los ancianos deben ser sobrios (vigilantes), serios (fácil de respetar), prudentes (con dominio
propio) y sanos (saludables) en la fe. La salud espiritual es más importante que la física. Su
amor y paciencia debe ser un ejemplo para todos; ¡qué difícil es para algunos «creyentes
mayores» ser pacientes con la generación más joven!
Las ancianas deben ser reverentes en su conducta, no chismosas ni borrachas. Tenían la
maravillosa oportunidad de enseñar a las mujeres más jóvenes de la iglesia, tanto por precepto
como por ejemplo. Es posible que Pablo haya tenido en mente a algunas de las viudas que
sostenían la iglesia y de quienes se esperaba que ministraran a los miembros.

II. Los jóvenes, hombres y mujeres (2.4–8)

Pablo habla de las mujeres jóvenes primero, animándolas a que presten atención a las mayores
y aprendan de ellas a cómo ser buenas esposas y madres. Aquí tenemos una descripción de lo
que Dios espera de una esposa cristiana joven. Debe ser prudente, adoptando una actitud seria
respecto al matrimonio y al hogar. Ninguna joven que no quiere ser una esposa y madre seria
debería casarse. El hogar no es un patio de juego. El amor es vital en un hogar feliz y por eso
Pablo les recuerda a estas mujeres a amar a sus maridos y a sus hijos. Para más detalles léase
Efesios 5.22, 23.
La esposa cristiana debe ser cuidadosa de su conducta, discreta y casta. «Cuidadosas de su
casa» (v. 5) significa literalmente «trabajadoras en el hogar» o «amas de casa». Debe ser fiel
al hogar y no poner intereses ajenos por encima de su esposo o hijos. ¿Por qué? «Para que la
palabra de Dios no sea blasfemada». Es trágico cuando un hogar cristiano testifica pobremente
de Cristo debido a esposas desobedientes y negligentes, o esposos cuyos valores son confusos.
El cónyuge que descuida su hogar es peor que el incrédulo.
Puesto que Tito era joven, también Pablo lo usa como ejemplo de lo que deben ser los jóvenes
en la iglesia: «Presentándote tú en todo como ejemplo de buenas obras» (v. 7). Sé limpio,
sincero, serio; estas declaraciones resumen la admonición de Pablo. En el versículo 8 le
recuerda que debe tener cuidado de su hablar para que el enemigo no halle nada que criticar.

III. Los siervos (2.9–15)

Anteriormente ya hallamos a este grupo en 1 Timoteo, así como en Efesios y en Colosenses.


Pablo sentía un interés especial por los esclavos y anhelaba que sus vidas diarias honraran a
Cristo. Su primera responsabilidad era la obediencia; no debían ser «respondones» (la misma
palabra griega que se usa para «los que contradicen», en 1.9). Una voluntad sumisa y una
lengua bajo control pueden ser un maravilloso testimonio por Cristo. Los siervos deben
procurar agradar a sus amos y no hacer solamente lo que se les exige. Correr «la segunda
milla» ayuda a demostrar a la gente la realidad de la salvación.
«Defraudando» en el versículo 10 significa «robar». Puesto que no había salarios, con
frecuencia los esclavos se inclinaban a robarles a sus amos y tal robo les era fácil puesto que
con frecuencia los amos dejaban sus posesiones bajo la administración de sus siervos.
«Fieles» quiere decir «honrados, leales». En el versículo 10 Pablo les da a los esclavos un
motivo más alto para el servicio honrado: «Para que en todo adornen la doctrina de Dios».
Esto quiere decir que puedan, en sus vidas, «embellecer la Biblia», haciéndola atractiva para
los incrédulos.
La gracia de Dios era una doctrina de la que se abusaba en Creta, de modo que Pablo hace una
pausa para indicar el fundamento doctrinal de sus amonestaciones. Hay algunos que
convertirán la gracia en libertinaje, enseñando que los cristianos pueden vivir en pecado
puesto que ya no está bajo la ley. Por supuesto, el creyente no está bajo la ley, sino bajo la
gracia; pero la gracia trae una responsabilidad aun mayor. ¿Cómo puede el cristiano pecar
deliberadamente contra la gracia y la bondad de Dios? Pablo presenta los tres tiempos de la
vida cristiana:
Pasado: «La gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres» (v. 11)
Presente: «enseñándonos» (v. 12)
Futuro: «aguardando la esperanza bienaventurada» (v. 13)
En otras palabras, la gracia de Dios no sólo nos redime, sino que también nos reforma y nos
recompensa. «Enseñándonos» en el v. 12 es la palabra griega que denota preparando o
disciplinando. Se nos disciplina por gracia. Los creyentes que sinceramente comprenden la
gracia de Dios no querrán vivir en pecado. Se alejarán de la inmundicia y de las pasiones
mundanas; vivirán en este mundo vidas serias, limpias, consagradas.
No hay mayor incentivo para la vida cristiana que la Segunda Venida de Jesucristo.
«Aguardando la esperanza bienaventurada (feliz) y la manifestación de la gloria de nuestro
gran Dios» es una traducción más exacta del versículo 13. La gloria de Dios moraba aquí en la
tierra en la persona de Cristo (Jn 1.14), pero volvió a los cielos cuando ascendió (Hch 1.9). Su
gloria ahora mora en el creyente (1 Co 6.19–20). Cuando Cristo vuelva, veremos su gloria y
participaremos de ella (Jn 17.22–24). Pablo habla de «Cristo en vosotros, la esperanza de
gloria» (Col 1.27).
Jesús se dio a sí mismo por nosotros; lo menos que podemos hacer es entregarnos a Él y vivir
hasta que Él venga de manera que le honremos. «Redimirnos» significa rescatar de la
esclavitud mediante compra. Somos «su pueblo propio», es decir, su especial tesoro, su
personal y amada posesión (véanse Éx 19.5; 1 Pedro 2.9). «Pueblo propio» no significa
«cualquiera» sino comprados por Cristo y de su posesión. Somos un pueblo adquirido,
purificado y profesante, «celoso de buenas obras». Marque el tema de «buenas obras» en las
cartas de Pablo a Tito y verá cuán importante es.
Hay dos «polos» de la vida cristiana: miramos hacia atrás, a la cruz (v. 14), y hacia adelante, a
la venida de Cristo (v. 13). Estos dos polos nos ayudan a mantenernos firmes en nuestro andar
cristiano. Estos temas aparecen en la descripción que Pablo hace de la Cena del Señor (1 Co
11), donde se nos instruye recordar su muerte «hasta que Él venga».

Tito 3

Este capítulo continúa la exhortación de Pablo a Tito concerniente a su ministerio en las


iglesias locales. Ha hablado respecto a los creyentes ancianos, los jóvenes y los siervos. Ahora
se refiere a dos clases adicionales de personas.

I. Los gobernantes civiles (3.1–7)


Los cristianos deben ser buenos ciudadanos. Es cierto que «nuestra ciudadanía está en los
cielos» (Flp 3.20), pero mientras estemos aquí en la tierra, debemos aplicar nuestra fe cristiana
a la vida diaria práctica. La iglesia no debe inmiscuirse en partidos políticos, pero es cierto
que el pueblo cristiano debe procurar aplicar los principios cristianos a los asuntos de la
ciudad y la nación (Ro 13; 1 P 3.8–17).
Incluso en el caso de que el creyente no pueda honrar la conducta personal de un gobernante,
debe honrar el oficio y las leyes de la nación. Por supuesto, si las leyes contradicen la Palabra
de Dios, la primera lealtad del cristiano es hacia Dios (Hch 4.19; 5.29). «Dispuestos a toda
buena obra» (v. 1) sugiere que los cristianos deben respaldar lo que es bueno en el programa
del gobierno. No es menos cierto que muchas reformas humanitarias del pasado las han
promovido hombres de principios cristianos y no debemos ser meros espectadores cuando es
posible hacer el bien. Los cristianos son la sal de la tierra y la luz del mundo; por
consiguiente, debemos involucrarnos en las buenas causas del gobierno, siempre y cuando no
comprometamos nuestras convicciones o estorbemos la obra del Señor.
Algunos cristianos piensan que lograrán sus propósitos mediante discusiones y en el versículo
2 Pablo advierte en contra de esparcir con malas intenciones mentiras y empezar peleas. «La
ira del hombre no obra la justicia de Dios» (Stg 1.20). La amabilidad y la mansedumbre
pueden ser más fuertes aun que el poder político. Los cristianos dependen de diferentes armas
al luchar contra el pecado (2 Co 10.1–6). El creyente sabe cómo confiar en que Dios librará
sus batallas después de que él (el creyente) ha hecho todo lo que puede (Ro 12.17–21). La
mansedumbre no es debilidad; antes bien, poder bajo control. Jesús fue manso (Mt 11.29), sin
embargo, sabía cómo ejercer poder.
En los versículos 3–7 Pablo les recuerda a estos creyentes el motivo para una vida honesta: la
gracia de Dios. El énfasis de esta carta es que la gracia de Dios no sólo nos salva, sino que
también controla nuestras vidas diarias y nos hace más semejantes a Cristo. «Recuerden su
vida vieja antes de ser salvos», escribió Pablo. «Esto les ayudará a comprender mejor a sus
amigos inconversos y a tener compasión de ellos». Hemos sido salvados por la «bondad y
amor de Dios». Dios detesta los pecados mencionados en el versículo 3, pero ama a los
pecadores. Mediante la muerte de Cristo en la cruz Dios ha reconciliado consigo al mundo (2
Co 5.14–21) y así puede salvar a todo el que viene a Él por fe. La palabra griega para «amor»
en el versículo 4 es similar a nuestra palabra «filantropía». Es la actitud de la gracia de Dios,
altruista y desprendida, a favor de pecadores que no la merecen. Las nuevas del amor de Dios
«se manifestaron» en Cristo, su Persona, obra, sus enseñanzas y, sobre todo, su muerte y
resurrección.

Pablo aclara que nuestra salvación no es por obras, aun cuando resulta en buenas obras (v. 8;
véase Ef 2.8–10). El «lavamiento» (v. 5) no tiene nada que ver con el bautismo; en el griego
esta palabra significa un «lavatorio» y se refiere al artefacto que se usaba en el tabernáculo en
el AT. Pablo usa el mismo término en Efesios 5.26, donde el lavamiento se recibe por la
Palabra. A través de toda la Biblia esta se compara al agua para lavarse (Jn 15.3; Sal 119.9; Ef
5.26). Dicho de otro modo, el versículo 5 describe a los dos agentes de nuestro nuevo
nacimiento (regeneración): la Palabra y el Espíritu de Dios (Jn 3.5). Véanse también 1 Pedro
1.23 y Santiago 1.18. El Espíritu ha sido «derramado» sobre todos los creyentes y el tiempo
del verbo aquí indica que la acción ocurrió de una vez por todas, o sea, en el derramamiento
del Espíritu al bautizar a los creyentes en Pentecostés. El creyente es justificado por gracia y
es un heredero de Dios. Qué bendita posición tenemos en Cristo. Esta maravillosa salvación
debe motivarnos a ser mejores ciudadanos, que los perdidos que nos rodean puedan ver a
Cristo en nosotros y quieran conocerle.

II. Herejes (3.8–11)


La palabra «hereje» proviene de una palabra que significa «escoger» y sugiere una persona
que causa divisiones en la iglesia debido a que obliga a las personas a escoger: «¿Están
conmigo o con el pastor?» Gálatas 5.20 menciona a las «herejías» (formar partidos,
divisiones) como una de las obras de la carne; era algo que prevalecía en la iglesia carnal en
Corinto (1 Co 11.19). A estos buscapleitos de la iglesia les encantaba discutir respecto a
palabras y genealogías, lo cual sugiere que tenían un trasfondo judaizante y trataban de
construir doctrinas novelescas basándose en las ideas del AT. Era preciso evitar tales
discusiones inútiles y vacías; nunca convencerían al enemigo y solamente dividirían a la
iglesia.
¿Cómo debía Tito enfrentar a esta gente problemática? Por un lado, debía evitar discutir con
ellos. Luego, si persistían en causar divisiones incluso después de dos amonestaciones (y esto
implica advertencias públicas), debían separarse del compañerismo. A los miembros de la
iglesia que causaban divisiones y luego se llevaban miembros a otra iglesia se les debía
permitir que se fueran. Si regresaban, pero manifestaban un espíritu arrepentido, se les debía
amonestar y recibirlos de nuevo. Si causaban problemas otra vez; se les podía dar el derecho a
irse una segunda vez; pero si intentaban regresar de nuevo, no se les debía recibir en la
congregación. Algunos creyentes que obran con simpatía, pero sin comprensión tal vez digan:
«Pero a lo mejor se han reformado esta vez». Pablo recalca en el versículo 11 que tales
personas no se reformarán; se han «pervertido» y están en un estado constante de pecado; o
sea, ya no tienen remedio. Nuestras iglesias locales tendrían menos divisiones si los pastores y
dirigentes observaran este importante principio.
Pablo cierra esta breve carta con información respecto a los viajes de sus colegas en la obra
del Señor. Informa a Tito que «los refuerzos están en camino» para ayudarle en el difícil
ministerio en Creta. Bien sea Artemas o Tíquico le reemplazarían para que él pudiera unirse a
Pablo en Nicópolis; pero mientras tanto Tito debía quedarse en el trabajo hasta que alguien
llegara para continuar la obra. Es bueno tener presente que Dios no destruye un ministerio
para edificar otro. Cuando Él mueve a un siervo tiene ya listo a alguien que tome su lugar. Si
no hay un sustituto listo, quizás sea esto una indicación de que no es el tiempo para mudarse.
Parece que Zenas y Apolos eran los que entregaron esta carta a Tito. Pablo le pide a Tito que
les ayude a continuar su viaje, lo cual quizás era una misión de Pablo. Los cristianos deben
ayudarse unos a otros mientras cumplen el servicio; véanse 1 Corintios 16.6, 11 y Romanos
15.24. No obstante, debemos tener cuidado de no brindar ayuda a los que enseñan falsas
doctrinas (2 Jn 9–11).
El versículo 14 es un recordatorio de Pablo a los cristianos locales para que ayuden a Tito en
su obra y en su ministerio de ayudar a otros a continuar su camino. El pastor y el pueblo deben
realizar este ministerio de hospitalidad y aliento. «Llevando fruto en toda buena obra» (Col
1.10) debe describir a todos los cristianos y no únicamente al pastor y los líderes.
Finaliza con este saludo apostólico, ligando el amor con la fe. «La gracia sea con todos
vosotros» identifica la carta como genuinamente de Pablo (2 Ts 3.17).

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