Tito
Tito
Tito
I. El hombre
Tito era un creyente griego (Gl 2.3), ganado para Cristo a través del ministerio de Pablo (Tit
1.4). Sabemos muy poco respecto a su trasfondo; no se le menciona ni una sola vez en
Hechos. Es probable que, habiéndose convertido del paganismo, Pablo le reclutó para el
servicio. Ayudó al apóstol a recoger la ofrenda para los santos (2 Co 2.1–9; 7.8–12; 12.18); y
también encontró a Pablo en Troas y le informó respecto a la situación en Corinto (véanse 2
Co 2.12, 13; 7.5–16). Tito llevó la carta que nosotros conocemos como 2 Corintios (2 Co
8.16–24). Era el ayudante de Pablo, quien le dejó en Creta para que organizara la iglesia (Tit
1.5), hasta que Pablo pudiera enviar a Tíquico o Artemas para que se hicieran cargo (Tit 3.12).
Tito estuvo en Roma durante la segunda prisión de Pablo, desde donde viajó a Dalmacia en
una misión del apóstol (2 Ti 4.10). La estimación de Pablo por Tito se menciona en 2
Corintios 8.23.
II. La carta
La prisa con que Pablo dejó a Tito en Creta hizo necesario que le escribiera para animar e
instruir a este consagrado colaborador. Los cretenses no eran personas con las cuales era fácil
trabajar, como así lo destaca Tito 1.12, 13. No sabemos quién empezó la iglesia en Creta, pero
sí sabemos esto: tanto la organización de la iglesia como la vida de sus miembros habían caído
en descrédito. Es muy probable que la iglesia sufría debido a dos causas: (1) visitantes
judaizantes que mezclaban la ley y la gracia, y (2) cristianos ignorantes que abusaban de la
gracia de Dios y la convertían en libertinaje. Pablo tenía varios propósitos en mente cuando
escribió esta carta: (1) recordarle a Tito que su tarea era organizar la iglesia y nombrar
ancianos; (2) advertirle respecto a los falsos maestros; (3) animarle a pastorear diferentes
clases de personas en la iglesia; (4) recalcar el verdadero significado de la gracia en la vida del
cristiano; (5) explicar cómo tratar con los que causaban problemas en la iglesia.
III. El énfasis
Varias palabras se repiten en esta breve carta y nos ayudan a comprender el peso que Pablo
sentía en su corazón. Nótese que hay un énfasis principal en las buenas obras (1.16; 2.7, 14;
3.1, 5, 8, 14). Salvos por gracia quiere decir salvos para buenas obras. La doctrina y la vida
cristianas deben ser sólidas y sanas (1.9, 13; 2.1, 2, 8). Debe haber una vida de piedad (1.1;
2.12), no de mundanalidad. La gracia de Dios guía a una persona a vivir en piedad (1.4;
2.11ss; 3.7, 15). Si usted desea un versículo clave para este libro, quizás sea 3.8: «que los que
creen en Dios procuren ocuparse en buenas obras».
Tito 1
Pablo dio inicio a su carta con varias amonestaciones a las cuales Tito debía prestar atención
para cumplir su ministerio.
Este saludo formal es más que el inicio de la carta. Es una declaración del lugar de la Palabra
de Dios en la vida de la iglesia local. Pablo era siervo y apóstol conforme a la fe de la iglesia
(los escogidos de Dios, los elegidos). Su ministerio no era algo aparte de la iglesia, sino ligado
directamente a ella. Esta «fe» es lo que Judas llama «la fe que ha sido una vez dada a los
santos» (Jud 3). Es el depósito de verdad que Dios le encargó a Pablo (1 Ti 1.11) y que Pablo
a su vez había dado a Tito y a Timoteo.
Uno de los problemas en Creta era el abuso de la gracia de Dios. «Dios nos salvó por gracia»,
afirmaban estas personas, «por tanto somos libres para pecar». Pablo responde a esto desde el
mismo comienzo, definiendo la fe como «la verdad que es según la piedad». Piedad es una
palabra favorita de Pablo (1 Ti 2.2; 3.16; 4.7, 8; 6.3, 5, 6, 11; 2 Ti 3.5). Significa santidad
práctica en la vida diaria de uno (véase en Tit 1.6 un contraste). Posteriormente, en Tito 2.11–
15, Pablo explica que la gracia nos salva y también nos disciplina para que tengamos vidas
consagradas. La persona que usa la doctrina de la gracia para excusar los pecados, o bien no es
salva o no comprende lo que realmente significa la gracia.
El mensaje de la gracia también apunta hacia la bendita esperanza del regreso de Cristo; véase
2.13. Por lo tanto, este es el mensaje que Tito debe predicar: La gracia de Dios salva a los
pecadores y santifica a los creyentes; la vida santa que sigue a la verdadera fe en Cristo; y la
expectación diaria de la venida de Cristo. El maravilloso programa de Dios en cuanto a la
salvación estuvo marcado desde antes de la fundación del mundo, pero ahora se ha revelado
mediante la predicación (la proclamación del evangelio). Nunca reste importancia al lugar de
la predicación en la iglesia local.
No sabemos quién fundó la iglesia en Creta, pero sí sabemos que Pablo dejó a Tito allí para
que la organizara y remediara las dificultades que existían. Había una oposición definida
contra el ministerio de Tito y hay la sugerencia de que quería renunciar. «Pero para esto es
que te dejé allí», escribe Pablo. «Si no hubiera problemas que resolver, ¡la iglesia no te
necesitaría!» Mientras los cristianos estén en su cuerpo de carne, habrá problemas en nuestras
iglesias. Cuando surgen estos problemas, la respuesta no es esconderlos, ni que los dirigentes
renuncien y busquen una nueva iglesia. La respuesta es encararlos honestamente y en oración,
y resolverlos según la Palabra de Dios. «Corrigieses» en el versículo 5 es un término médico
que significa «arreglar un hueso fracturado, o enderezar una extremidad dislocada». La iglesia
es un cuerpo y a veces el pastor debe ser el «cirujano espiritual» y arreglar huesos rotos.
Tito no debía seleccionar los ancianos (o sea, obispos, v. 7: dos nombres para el mismo
oficio); debía ordenar a quienes las iglesias habían elegido. «En cada ciudad» en el versículo 5
indica que el evangelio se había esparcido de lugar en lugar, como debería ser. Estas
cualidades de los ancianos están en paralelo con las dadas en 1 Timoteo 3. Tener «hijos
creyentes» era un requisito (v. 6). Para «disolución» véase Lucas 15.13. El obispo es un
administrador de las bendiciones de Dios, tanto materiales como espirituales; véase 1
Corintios 4.1–2. Se le dice que retenga «la palabra fiel» y esto trae a la mente las expresiones
«palabra fiel» de Pablo en 1 Timoteo 1.15; 4.9; 2 Timoteo 2.11 y Tito 3.8. El pastor debe
conocer la Palabra por dos razones: (1) para ministrar a los santos, y (2) para refutar a los
falsos maestros, a quienes llama «los que contradicen» (v. 9).
Dondequiera que Cristo siembra buena semilla (creyentes), Satanás viene atrás con semilla y
maestros falsos. Había en Creta un grupo que contradecía las enseñanzas de Pablo y enseñaba
en cambio fábulas judías (legalismo) y mandamientos de hombres (tradicionalismo).
Constantemente debemos tener cuidado con las falsas enseñanzas. «Los de la circuncisión» (v.
10) habían batallado contra Pablo desde Jerusalén hasta Roma, y todavía seguían oponiéndose
a la verdad. Cuando mezclamos la ley y la gracia acabamos teniendo la falsa doctrina. Pablo
describe a estos falsos maestros como contumaces, habladores de vanidades y engañadores.
Pablo hasta cita a un famoso poeta, Epiménides, quien describió a los cretenses como
«mentirosos, malas bestias y glotones ociosos»: ¡lo cual no es ninguna descripción hermosa!
A decir verdad, la gente de los días de Pablo llegó a usar el adjetivo «cretense» para indicar
«mentir, hablar como un cretense». Por supuesto, Pablo no sugiere que todos los cretenses
eran glotones ociosos y mentirosos. Sin duda había muchas personas, tanto dentro como fuera
de las iglesias, que tenían vidas decentes.
Las leyes dietéticas y el ascetismo eran doctrinas clave de los falsos maestros y Pablo los
atacó en el versículo 15. Es desafortunado que cristianos mal informados hayan abusando tan
groseramente del versículo 15. Algunos lo usan para respaldar sus propias prácticas
pecaminosas, diciendo: «Para los puros todas las cosas son puras, por lo tanto, no estoy
haciendo nada malo». Pablo no tenía nada de esto en mente cuando dictó estas palabras. Se
refería al problema de los alimentos limpios y los inmundos, como lo había hecho en 1
Timoteo 4.2–5. Enseña que el creyente que conoce la Palabra de Dios recibe todos los
alimentos como limpios; el incrédulo (y el falso maestro) tiene una mente y conciencia
inmundas y por lo tanto no ve nada como puro. Es más, en lugar de que los alimentos impuros
contaminen al hereje, ¡es él quien contamina a los alimentos! La pureza moral no es cuestión
de dietas, es cuestión de un corazón limpio y una buena conciencia. Jesús enseñó esto en
Mateo 6.22–23; véase también Romanos 14.14.
¿Cómo debía Tito enfrentar a los falsos maestros? ¿Debía unirse a ellos para analizar su punto
de vista? ¡No! Debía taparles la boca (v. 11) y reprenderlos duramente (v. 13). Después de
todo estas enseñanzas estaban perturbando (alterando) a familias enteras (v. 11). Y su motivo
era sólo de ganancia monetaria («ganancias deshonestas»); no deseaban honrar al Señor. El
versículo 16 resume la situación: negaban a Cristo con sus obras; eran abominables y
desobedientes; nunca pasarían la prueba (i.e., estaban reprobados).
Hoy también tenemos falsos maestros atacando a la Iglesia. Una cosa es que la gente se aferre
a una doctrina falsa debido a la ignorancia y otra muy distinta que se aferre a tal doctrina y la
enseñe como si fuera la verdad de Dios. A los ignorantes se les debe tener compasión y
enseñar con paciencia la verdad; a los que deliberadamente son falsos maestros se les debe
reprender y rechazar. Una vez que la iglesia compromete la verdad, las mentiras se tragarán la
verdad.
Nótese aquí el énfasis en la «sana doctrina» (v. 9) y que sean «sanos en la fe» (v. 13). Esta es
la doctrina «sana» de la que leemos en las cartas de Pablo a Timoteo. Las doctrinas falsas sólo
conducen a la enfermedad espiritual en el cuerpo de Cristo.
Tito 2
Si Tito hubiera gastado todo su tiempo refutando a los falsos maestros, hubiera descuidado
otros asuntos que son necesarios para una iglesia saludable. Es importante que el pastor tenga
un ministerio equilibrado, tanto enseñando y exhortando a los santos como refutando a los
enemigos de la verdad. En este capítulo Pablo analiza tres grupos diferentes en la iglesia y
exhorta a Tito a que les recuerde sus obligaciones en el Señor.
Es probable que la iglesia en Creta haya sido el resultado del ministerio de Pedro en
Pentecostés (Hch 2.11), en cuyo caso debe haber habido creyentes ancianos en la
congregación. Es una bendición cuando la familia de la iglesia local tiene entre sus miembros
a esos ancianos peregrinos que han caminado con el Señor por largo tiempo. Son en verdad
privilegiados por sus vidas largas y con este privilegio viene una seria responsabilidad.
Los ancianos deben ser sobrios (vigilantes), serios (fácil de respetar), prudentes (con dominio
propio) y sanos (saludables) en la fe. La salud espiritual es más importante que la física. Su
amor y paciencia debe ser un ejemplo para todos; ¡qué difícil es para algunos «creyentes
mayores» ser pacientes con la generación más joven!
Las ancianas deben ser reverentes en su conducta, no chismosas ni borrachas. Tenían la
maravillosa oportunidad de enseñar a las mujeres más jóvenes de la iglesia, tanto por precepto
como por ejemplo. Es posible que Pablo haya tenido en mente a algunas de las viudas que
sostenían la iglesia y de quienes se esperaba que ministraran a los miembros.
Pablo habla de las mujeres jóvenes primero, animándolas a que presten atención a las mayores
y aprendan de ellas a cómo ser buenas esposas y madres. Aquí tenemos una descripción de lo
que Dios espera de una esposa cristiana joven. Debe ser prudente, adoptando una actitud seria
respecto al matrimonio y al hogar. Ninguna joven que no quiere ser una esposa y madre seria
debería casarse. El hogar no es un patio de juego. El amor es vital en un hogar feliz y por eso
Pablo les recuerda a estas mujeres a amar a sus maridos y a sus hijos. Para más detalles léase
Efesios 5.22, 23.
La esposa cristiana debe ser cuidadosa de su conducta, discreta y casta. «Cuidadosas de su
casa» (v. 5) significa literalmente «trabajadoras en el hogar» o «amas de casa». Debe ser fiel
al hogar y no poner intereses ajenos por encima de su esposo o hijos. ¿Por qué? «Para que la
palabra de Dios no sea blasfemada». Es trágico cuando un hogar cristiano testifica pobremente
de Cristo debido a esposas desobedientes y negligentes, o esposos cuyos valores son confusos.
El cónyuge que descuida su hogar es peor que el incrédulo.
Puesto que Tito era joven, también Pablo lo usa como ejemplo de lo que deben ser los jóvenes
en la iglesia: «Presentándote tú en todo como ejemplo de buenas obras» (v. 7). Sé limpio,
sincero, serio; estas declaraciones resumen la admonición de Pablo. En el versículo 8 le
recuerda que debe tener cuidado de su hablar para que el enemigo no halle nada que criticar.
Tito 3
Pablo aclara que nuestra salvación no es por obras, aun cuando resulta en buenas obras (v. 8;
véase Ef 2.8–10). El «lavamiento» (v. 5) no tiene nada que ver con el bautismo; en el griego
esta palabra significa un «lavatorio» y se refiere al artefacto que se usaba en el tabernáculo en
el AT. Pablo usa el mismo término en Efesios 5.26, donde el lavamiento se recibe por la
Palabra. A través de toda la Biblia esta se compara al agua para lavarse (Jn 15.3; Sal 119.9; Ef
5.26). Dicho de otro modo, el versículo 5 describe a los dos agentes de nuestro nuevo
nacimiento (regeneración): la Palabra y el Espíritu de Dios (Jn 3.5). Véanse también 1 Pedro
1.23 y Santiago 1.18. El Espíritu ha sido «derramado» sobre todos los creyentes y el tiempo
del verbo aquí indica que la acción ocurrió de una vez por todas, o sea, en el derramamiento
del Espíritu al bautizar a los creyentes en Pentecostés. El creyente es justificado por gracia y
es un heredero de Dios. Qué bendita posición tenemos en Cristo. Esta maravillosa salvación
debe motivarnos a ser mejores ciudadanos, que los perdidos que nos rodean puedan ver a
Cristo en nosotros y quieran conocerle.