Copia de LECCIONES EXPOSITOR Mayo 21

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Expositor Bíblico de formación para la vida

© Derechos Reservados IAFCJ

Dirección Editorial
Pastor Eleuterio Uribe Villegas
Secretario de Educación Cristiana

Autor del Módulo


Eleuterio Uribe Villegas

Diseño Portada
Julio César García Blanco

Publicado por
Secretaría de Educación Cristiana
Iglesia Apostólica de la Fe en Cristo Jesús A. R

Impreso en Guadalajara, Jal.


México 2021
ÍNDICE DEL CONTENIDO

Lección 1: Fundamento de la Ética Cristiana


Lección 2: El Hombre Fue Creado con Responsabilidades Éticas
Lección 3: El Carácter Moral Revelado en el Decálogo
Lección 4: Las Demandas Éticas del Mensaje de los Profetas
Lección 5:
Lección 1
Fundamento teológico de la ética cristiana
Por Eleuterio Uribe Villegas
14
Texto base: “ como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais
estando en vuestra ignorancia; 15 sino, como aquel que os llamó es santo, sed también
vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; 16 porque escrito está: Sed santos, porque yo
soy santo1” (1 Pedro 1:14-16).

Objetivo de aprendizaje: Demostrar que el único fundamento de las normas de conducta ética
y moral del cristiano es Dios, no la sociedad que nos rodea.

INTRODUCCIÓN

La ética, vista en sentido general como ciencia de la conducta, es una ciencia normativa,
porque busca un ideal o norma según el cual se deben formular las leyes y reglas de la
conducta, con miras a que las acciones sean buenas y justas según lo determina cierta
sociedad (definición secular). Viene del griego “ta ethiká”, los asuntos morales, y esta a su vez
del vocablo también griego “ethos”, cáracter, el cual se deriva de otro vocablo que se pronuncia
prácticamente igual, pero con vocal larga (ethos), que significa costumbre. De esta forma, tanto
las costumbres como el carácter se consideran rectos si es que quedan alineados hacia la
finalidad de practicar una conducta moralmente buena. Sin embargo, la sociedad, en el tiempo
que vivimos, incluso siempre, ha determinado lo que es bueno o malo, y por lo tanto, con ese
criterio establece normas que influyen en las personas hacia una conducta ética que la cultura
dice que es buena, pues, su guía de lo bueno o malo por lo regular viene siendo lo que
establece la sociedad donde nace. Así, que, el individuo vive una conducta moral y ética a
imagen y semejanza de la cultura y la sociedad que lo rodea, pues a final de cuentas, la cultura
lo formó para vivir así.

De frente a lo anterior se encuentra la iglesia, el pueblo de Dios. El cristiano vive inmerso


también en una sociedad, pero, al mismo tiempo vive una conducta ética y moral diferente.
Esto es debido a lo que ha acontecido en el cristiano, su encuentro con Dios, Pablo lo explica
muy bien: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron;
he aquí todas son hechas nuevas” (2 Corintios 5:17; subrayado mío). El cristiano está en
Cristo y eso hace la diferencia, NO practica una conducta moral y ética a imagen y semejanza
de la sociedad, la cultura no es su guía principal, practica una nueva vida en Cristo, a imagen
y semejanza de Dios.

¿Cuál es pues la guía ética y moral del cristiano, del verdadero hijo de Dios? ¿Cuáles
son los fundamentos de la conducta ética y moral cristiana? Sin duda ésto es de suma
importancia explicarlo, entenderlo y vivirlo, pues solo así comprenderemos la razón profunda

1
RVR1960.
que existe para ser nuevas personas en Cristo, y cumplir nuestra misión de ser “sal de la tierra”,
y “luz del mundo”, y lograr ser un verdadero motivo para que los demás glorifiquen a nuestro
Padre que está en los cielos “al ver nuestras buenas obras”; fruto de la salvación que en Cristo
ya recibimos por su gracia, y que los influya a buscar en Cristo este cambio también. Veamos,
pues, los fundamentos que sustentan nuestra conducta moral y ética que nos hace diferentes
de la conducta ética de esta sociedad que practica un relativismo moral.

I. LA NATURALEZA DE DIOS

A. Dios es Santo, justo, verdadero, fiel y bueno. El pueblo de Israel, no solo conoció la
absoluta divinidad de Jehová como el único Señor y Dios, sino también como el único
absolutamente Santo, es decir, como “el Santísimo”. Para los profetas Dios se les reveló de
esta manera como el totalemente distinto y distante de todo ser creado, para ellos Jehová está
exento de toda mancha, defecto o limitación. Jehová es un ser absolutamente puro, de
perfección infinita. Por lo anterior, Jehová es la fuente de toda pureza, de todo lo bueno, de
todo lo verdadero, honesto, íntegro y limpio. Su naturaleza Santa es el fundamento de sus
demandas éticas y morales que exige al hombre vivir, sobre todo a nosotros que somos su
pueblo escogido, salvado y redimido por su gracia. Por eso Isaías denunciaba “Todos nosotros
nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el
pecado de todos nosotros2”. Esa frase “cada cual se apartó por su camino” denuncia como el
ser humano abandonó las exigencias éticas y morales de Dios en su vida, y tomó como estilo
de vida su propio criterio moral y ético, lo cual lo alejó de Dios y lo llevó a su propia ruina moral
que lo ha llevado al fracaso, pues, no le ha permitido ser feliz ni encontrar la vida abundante
que tanto anhela.

B. Dios es amor, absolutamente bondadoso. El pueblo de Israel conoció a Jehová como


el Dios que es absoluta e infinitamente bondadoso, fuente de todo bien, infinitamente cercano
a todo ser salido de sus manos, profundamente misericordioso hacia todos los hombres en su
debilidad y miseria. Su absoluta Santidad le hace tener una infinita lejanía del pecado, pero, al
mismo tiempo su infinita misericordia y bondad le permiten una profunda cercanía al pecador
y necesitado ser humano. Él puede condescender sin rebajarse. Isaías experimentó lo anterior
cuando vio a Jehová en un trono alto y sublime. Al ver su infinita Santidad sintió terror y dijo:
“Ay de mí que soy muerto3”; pero, luego, la bondad de Dios lo tocó con un carbón encendido
que lo purificó, de esta forma Isaías descubrió la infinita misericordia y cercanía de Jehová con
el pecador. Los salmistas proclamaron sin descansar el conocimiento y la revelación que
habían recibido de Dios, ellos repitieron sin descanso: “Alabad a Jehová porque Él es bueno,
porque para siempre es su misericordia4” (Salmo 136:1).

2
Isaías 53:6. Ibidem.
3
Isaías 6:5. Ibid.
4
Ibid.
En virtud de lo anterior, no solo apartarse del pecado y la inmoralidad es lo éticamente
correcto y bueno, sino ser bondadoso con el prójimo, el débil, necesitado, marginado, viuda,
huérfano, e incluso extranjero, es lo bueno a los ojos de Dios. Santiago lo resume muy bien:
"La religión pura y sin mácula delante de Dios el Padre es ésta: Visitar a los huérfanos y a las
viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha del mundo5 (Sant. 1:27). En pocas
palabras, amar a Dios de tal forma que nos apartemos del pecado, y amar al prójimo de tal
forma que siempre le hagamos bien, es una exigencia ética y moral de la naturaleza santa y
amorosa de Dios.

Así, pues, de la naturaleza santa y amorosa de Dios emanan sus demandas éticas a toda la
humanidad de justicia, verdad, fidelidad, perdón, compasión y amor al prójimo, por mencionar
algunas. No emanan de una cultura o sociedad, sino de Dios.

II. EL CONOCIMIENTO DE DIOS REVELADO AL HOMBRE

A. Conocer a Dios te transforma a imagen de Dios. Conocer a Dios es un resultado de la


gracia divina, del Dios que se deja conocer por el hombre, a fin de que sabiendo que Dios es
Santo y bondadoso, pueda el ser humano ser transformado por la gracia divina a un carácter
moral alineado con lo que Dios es. Por lo anterior, conocer a Dios confiere responsabilidades
éticas y morales, según el pensamiento teológico del Antiguo Testamento.

Así, por ejemplo, ver a Jehová sentado en un trono alto y sublime, proclamado como el
Santísimo6, hizo que Isaías profeta juzgara su propia condición moral y se diera cuenta de su
pecaminosidad, al ver de frente al Santo de los santos y conocerlo en su gloriosa majestad.
Conociendo su profunda santidad, descubrió su propia pecaminosidad, y se dolió de haberle
fallado al Dios santo y puro, a Jehová de los ejércitos. Sin embargo, luego experimentó la
gracia de Dios a través del perdón y la purificación de su vida, al ser ministrado por las
misericordias de Dios, sus pecados quedaron borrados. Pero, Isaías conservó su compromiso
de vivir una vida nueva, alineando su conducta ética y moral a ese Dios Santísimo que había
conocido. El mismo apóstol Juan dijo lo siguiente sobre la importancia de conocera Dios para
el logro de una vida santa, pura y digna: “Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se
purifica a sí mismo, así como él es puro7” (1 Juan 3:3). Tú tienes esta esperanza de verle y
contemplarle cara a cara, entonces tú tienes que purificarte, así como él es puro. Tienes que
crecer en una vida de santidad, en una conducta moral y ética a imagen y sintonía con lo que
Dios es. Y esto es fruto de la gracia de Dios.

B. Conocer a Dios, también te conecta con el prójimo. El apóstol Juan dijo: “El que no
ama, no conoce a Dios, porque Dios es amor”. Conocer a Dios te debe conectar en amor con
tu prójimo. Entonces es cuando sucede tu capacidad ética de respetarlo, ser honesto con él,

5
Ibid. El apóstol Santiago es extraordinario, la vida de santidad no sólo es una relación vertical con Dios, sino una relación
ética y moralmente buena con el prójimo.
6
Esto es lo que significa el modismo hebreo “santo, santo, santo”, en nuestro lenguaje equivale al superlativo “Santísimo”.
7
Ibid.
ser íntegro, solidario en sus necesidades, ser verdadero, limpio y puro con él, etc. Pues, el que
ama a su hermano que lo ve, cómo podrá amar a Dios al cual no ve. Ya que el conocimiento
de Dios es fruto de la gracia divina, entonces esta gracia planta en el corazón del creyente que
le conoce su amor divino que le capacita para amar a su prójimo. Es cuando el ser humano
puede tener un amor al prójimo conforme al corazón de Dios.

Así, pues, la conducta ética del cristiano no viene plantada primordialmente por la cultura
o la sociedad que nos rodea, sino por la gracia de Dios que se ha revelado al creyente y le
exige y capacita para vivir las más elevadas normas de conducta acordes con la santidad del
Dios vivo, revelado plenamente en Jesucristo. Por eso, el Antiguo Testamento establecía ese
amor hacia el prójimo como un fruto del conocimiento de Dios que generaba en el corazón de
su pueblo amar a Dios, y por lo tanto al prójimo. Jesucristo enseñó esta idea exegética
interpretativa como resumen del pensamiento de los profetas y la ley, según los evangelios
sinópticos (Marcos y Mateo). El principal mandamiento para Jesús “amarás al Señor tu Dios
de todo tu corazón8…”, y el segundo, semejante al primero, “amarás a tu prójimo como a ti
mismo”.

APLICACIÓN

¿Cómo está tu vida de santidad, es decir, la conducta moral y ética que practicas? ¿Vives tú y
tu familia una vida moral y ética conforme al Dios Santo que sirves? ¿Deveras conoces a Dios?
¿Se refleja este conocimiento en tu comportamiento para con el prójimo? ¿Lo amas, lo
perdonas, lo respetas, le pagas bien por mal, lo apoyas en sus necesidades? ¿Tu familia
conoce al santísimo? ¿Lo refleja viviendo códigos de conducta, ética y moral que reflejan a
ese Dios santo? Crezcamos en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor Jesucristo como
lo aconsejó el apóstol Pedro9.

8
Compare Dt 6:4-9; con Mr 12:28-33; y Mt. 22:35-40. Ibid.
9
2 Pedro 3:18. Ibid.
Lección 2
El hombre fue creado con responsabilidades éticas
Por Eleuterio Uribe Villegas
Texto base: “Tomó, pues, Jehová Dios al hombre, y lo puso en el huerto de Edén, para que
lo labrara y lo guardase. Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto
podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de
él comieres, ciertamente morirás” (Génesis 2:15-1710).
INTRODUCCIÓN
Indudablemente, el relato de la creación del hombre plasmado en Génesis capítulo uno
y dos, mencionan con suma claridad que el ser humano, creado como varón y hembra, recibió
desde su creación misma responsabilidades éticas y morales que tenían que desempeñar y
cumplir ante su creador, y por ello tenían por lo tanto la responsabilidad también de rendirle
cuentas si habían hecho lo que se les había asignado. Así, para dotarlo de las capacidades
que lo harían eficaz y efectivo para llevar a cabo sus responsabilidades éticas y morales
delante de Dios, Jehová lo creó a su imagen y semejanza, y varón y hembra los creó, luego,
por si fuera poco los bendijo, acción que señala haber sido capacitado por la divinidad misma,
para desarrollar la tarea que le fue encargada eficazmente.

Frente a lo anterior, todos sabemos la historia, el hombre falló y vino la ruina, muerte,
destrucción y expulsión de la presencia inmediata de Dios y del árbol de la vida. El camino y
el derecho a la vida abundante en comunión con Dios se perdió. A las fallas éticas y morales
del ser humano, en este caso, de Adán y Eva, sobrevino la ruina moral, espiritual, social,
familiar y ecológica de la humanidad y de la creación entera. Todo el orden de la creación, que
de manera perfecta había sido hecha por Jehová, de pronto se vio afectado por el pecado del
ser humano. No es diferente hoy. El desastre moral y ético de la sociedad muestra cuánto se
apartado de Dios la humanidad. Miremos en esta lección, pues, las responsabilidades éticas y
morales que Dios le asignó al ser humano, y a las cuales falló, y ha fallado hasta hoy.

I. Fue dotado de rectitud moral para obedecer a Dios, pero desobedeció

A. Dios le reveló cómo hacer lo bueno. El hombre, en el huerto del edén, sabía que la
definición de lo que es bueno y lo que es malo es un conocimiento que viene de Dios, al cual
había que obedecer. Por esta razón, para que tuviera este conocimiento recto se le reveló con
suma prontitud que comer del árbol de la ciencia del bien y del mal estaba prohibido, era malo
a los ojos de Dios. Era una norma divina a la cual había que sujetarse, pues desobedecerla
era rotundamente inmoral. Pues, comer del árbol de la ciencia del bien y del mal era creer y
buscar arrogantemente que el ser humano es quien define por sí mismo qué es lo bueno y qué
es lo malo, sin la revelación de Dios y su palabra. Así que, el hombre debía aprender desde el
principio de la creación que la definición de lo que es bueno o malo sólo le corresponde a Dios,

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a la revelación de su voluntad divina expresada a través de su palabra, por eso el relato del
Génesis dice: “Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás
comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él
comieres, ciertamente morirás” (Génesis 2:16-17). Qué es lo bueno y lo malo, lo define Dios,
y no el hombre. Jehová mandó al hombre, le definió lo que era bueno y malo, pero, el hombre
quiso escoger y definir él mismo lo que era bueno o malo, y desobedeció, pensó
equivocadamente que no necesitaba a Dios para escoger las normas de vida que habría de
vivir, y con las cuales lograr ser feliz y realizarse hacia una plenitud de vida mayor. Sin
embargo, al desobedecer, el hombre transgredió los mandamientos de divinos y con ello
arruinó a toda la humanidad, además de a sí mismo, hundiéndola en el pecado, el dolor y la
misma muerte.

B. Lo hizo a su imagen para dotarlo de capacidades morales en sintonía con Dios.


Cuando hizo todas las cosas, la Biblia lo presenta dando órdenes para que lo no existe venga
a la existencia, como por ejemplo cuando dijo “…sea la luz, y fue la luz” (Gn. 1:3). Pero, cuando
Génesis 1:26 nos relata que Dios se dispuso a crear al hombre, nos informa que lo hace
actuando y participando de una forma e interés tan personalizado que lo presenta en primer
deliberando con su corte celestial, casi a la manera de los reyes del oriente que toman consejo
con su corte para tomar decisiones. En el sentido bíblico, el texto nos quiere decir que la
decisión de crear al hombre es tan especial para Dios, que lo hace con sumo interés y
sabiduría. Así, Génesis nos informa que su decisión es crearlo a su imagen y semejanza, lo
cual indica que estaría dotado de cualidades y capacidades especiales semejantes a las de
Dios, aunque no en la misma dimensión por supuesto. Entre estas cualidades se encuentra
precisamente que el hombre fue dotado de capacidades morales, espirituales, vocacionales y
sociales para conocer a Dios, amarlo, obedecerle, servirle, y amar al prójimo (lo cual incluye
su esposa y familia por supuesto).

C. La misma arrogancia hoy. El hombre no quiere aceptar la revelación divina que le puede
guiar y dar sabiduría de aquello que verdaderamente es bueno y lo que es malo. La humanidad
arrogantemente quiere, y de hecho, decide vivir definiendo él mismo lo que para él en su
criterio es bueno o es malo. De esta forma se convierte en el árbitro que pone las reglas de lo
que es mejor para su propia vida. Al hacerlo así, se auto-establece como el arquitecto de su
propio destino, y hace a un lado a Dios como la verdadera guía de su vida, el único que lo
puede llevar a la vida plena y eterna.
II. Se le encargó la administración sabia de la creación y falló
A. Es mayordomo de la creación, rinde cuentas al verdadero dueño. Con suma claridad,
Dios le dijo la sabiduría con que debería ser el mayordomo de la creación: “Tomó, pues, Jehová
Dios al hombre, y lo puso en el huerto de Edén, para que lo labrara y lo guardase” (Génesis
2:15). Nunca debería olvidar que “el huerto”, toda la tierra, y el universo mismo, no son de él.
Dios le ordenó labrar el huerto, es decir, lo puso “para que lo cultivase”. Pero, también lo puso
para que lo “guardara”, es decir, lo preservara y cuidara, pero, el ser humano se convirtió en
un explotador de la creación y de su prójimo. Cultivar es un verbo de donde proviene la palabra
cultura. Desarrollar cultura para transformar la naturaleza y explotarla poniendo en peligro la
integridad de la creación, no es lo que Dios le encargó al ser humano, eso es fruto del pecado,
del amor a la ambición económica desmedida. Dios hizo al hombre a su imagen y semejanza
con la finalidad de que equiparlo para que esa imagen divina de rectitud moral y ética plantada
por Dios en él, a través de la administración sabia y equilibrada que desarrollara por encargo
divino, se reflejara en labrar y cuidar, no sólo el huerto, sino la creación misma. El papel del
ser humano como administrador de la creación es la de un mayordomo que dirige todo bajo
las normas éticas y morales de Dios, para que la justicia y la rectitud de Dios se refleje en todo
el universo. La acción de cultivar (desarrollar cultura, conocimientos científicos, etc.) y
conservar la creación necesitan de la normatividad ética y moral de Dios, para que de verdad
funcionen correctamente. El ser humano no es autónomo, sino que debe ejercer el “mandato
cultural” (labrar y guardar), bajo la dirección de Dios.
B. El ser humano actúa como dueño de la creación. Lo anterior, propicia que el ser
humano gobierne la creación y al prójimo mismo como un tirano, como si él fuera el verdadero
dueño de todo. Su codicia y ambición de riqueza, poder y placeres, ajenos a la voluntad de
Dios y a su mandato cultural, que se le demanda desempeñar bajo las normas morales y éticas
divinas, lo hacen explotar irracionalmente la tierra, los ríos, los mares, los bosques, al ser
humano mismo, etc. De esta manera, le da la espalda a Dios y a las responsabilidades morales
y éticas que se le pide desarrolle para administrar la creación. Sojuzga y domina la creación y
al prójimo, pero con fines egoístas, ambiciones de riquezas, poder y placeres, lejos de las
normas divinas de rectitud moral. Lo cual trae como consecuencia un caos generalizado en
todas las áreas de la vida.
En virtud de lo anterior, la misión que Dios le había encargado a Adán y a Eva era construir
una sociedad, familia, matrimonio, culturas, comunidades, arte, industria, conocimiento
científico y tradiciones donde se reflejara la imagen de Dios de rectitud moral, comunión con
Dios, obediencia a su palabra, amor al prójimo. Sin embargo, al desobedecer a Dios y a su
palabra, el ser humano deterioró la imagen de Dios plantada en él, y en consecuencia también
lo hizo al realizar el mandato cultural, levantó una sociedad que no se sujeta a la ética divina
revelada en la palabra de Dios.

III. Dios le encargó edificar un matrimonio y una familia que le amara

Le entregó una esposa, y con ella un proyecto de familia y sociedad a imagen de


Dios. Cuando Dios le presenta a su mujer, la exclamación de Adán al verla es la de una
persona que está celebrando ese encuentro como algo muy especial diciendo: «¡Ésta sí que
es de mi propia carne y de mis propios huesos! Se va a llamar “mujer”, porque Dios la sacó del
hombre11.» (Gn. 2:23). Esta actitud de Adán es la de un hombre que experimenta que ha
encontrado el complemento que necesitaba para lograr su plenitud de vida. Por ello, festeja y
expresa términos que colocan a su mujer al lado de él como su igual en dignidad y valor “es

11
Génesis 2:23. DHH.
hueso de mis huesos, y carne de mi carne”. Adán sabe, por lo tanto, que su mujer está hecha
para amarla, cuidarla, protegerla, servirle y juntos desarrollar la plenitud de vida a la que fueron
llamados, creados y que se les ha mandatado por Dios: ser la base fundamental que deberá
levantar una familia y una sociedad a imagen de Dios, por eso el Señor los bendice y les
encarga; “Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y
sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las
bestias que se mueven sobre la tierra”, (Gn. 1:28).
Sin embargo, como lo hemos dicho anteriormente, el engaño de la serpiente utilizada por
Satanás, los indujo a desobedecer las normas éticas y morales de Dios para mantenerse en
un estado de salvación total, y por lo tanto, capacitados con esa rectitud moral regalada de
Dios, para poder plasmar la imagen de Dios en la familia y la sociedad que habrían de edificar,
pero, lamentablemente pecaron y fracasaron, y por si fuera poco, el ser humano sigue
fracasando empecinado en vivir normas de vida moral acordes a sus propios deseos y gustos,
desechando las normas de Dios. Por ello, sin duda alguna, la sociedad es un caos moral y
ético actualmente también, abandonaron al Señor de la vida.

APLICACIÓN
¿Estás cumpliendo con tus responsabilidades éticas morales construyendo una familia a
imagen de Dios? ¿Cómo podrías colaborar hoy para que la imagen de Dios se refleje en la
comunidad donde vives? ¿La imagen de Dios se refleja en tus normas de conducta ética y
moral que practicas en cualquier área de la sociedad laboral, eclesial, familiar, social, etc.?
Por todo lo anterior, indudablemente, la única solución al problema humano del pecado es
Cristo. Como lo dijo él con sus propias palabras “porque separados de mí nada podréis
hacer12”. No le puede ir bien a esta sociedad sin Dios.

12
Juan 15:5b. RVR1960.
LECCIÓN 3
EL CARÁCTER ÉTICO DEL DECÁLOGO
(Referente moral por excelencia para Israel)
Por David E. Uribe Flores
Texto Base: Porque ¿qué nación grande hay que tenga dioses tan cercanos a ellos como lo
está Jehová nuestro Dios en todo cuanto le pedimos? Y ¿qué nación grande hay que tenga
estatutos y juicios justos como es toda esta ley que yo pongo hoy delante de vosotros?
(Deuteronomio 4:7-8)

Propósito de la Lección: Aprender acerca del carácter moral del decálogo, valorar el
propósito con el cual Dios le proporcionó estos mandamientos a su pueblo, y meditar en las
actitudes que Israel tomó que lo llevaron al fracaso por no obedecer los mandamientos.

INTRODUCCIÓN
Para el hombre, la ley es un tema complejo. Toda ley requiere reglas y normas que deben
motivar, y tener como motivación, la promoción de los valores correctos en la vida de las
personas. Cuando se establecen leyes así, entonces el ser humano ha sentido necesario
determinar principalmente el carácter de dicha ley, si en realidad es buena moral y éticamente
para lo que se busca lograr, ya sea para una ciudad, un aula, casa o una institución, pues el
carácter que se motive a tener en dicha ley será el carácter que los que estén bajo esas normas
tendrán.
Ahora bien, el carácter va mas allá de las conductas, es fruto de un sistema de creencias
y principios que hacen que una persona actúe de una determinada manera que considere
buena. Por eso, mucho se ha juzgado, explicado y criticado cuál es el origen de la moral, a lo
cual algunos han respondido que es resultado del orden que científicamente se observa en la
naturaleza y que el hombre moderno ha querido replicar como inspiración para plantar también
un orden moral, en consonancia con lo que menciona Pablo a su carta a los Romanos13. Otros
opinan que es una ley universal que se manifiesta en la conciencia de las personas, la cual
experimenta el ser humano como una voz que le alerta de aquello que es bueno o malo, y que
es le exige como su deber hacer lo correcto. Sin embargo, a la luz de lo que narra el Génesis
acerca del pecado original que provocó la caída del hombre a una naturaleza corrupta,
inclinada siempre al mal, por más que su intención sea hacer lo bueno, no puede, fracasa, y
termina haciendo lo malo. Pablo lo explica muy bien en su carta a los Romanos:
Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer
el bien está en mí, pero no el hacerlo. Porque no hago el bien que quiero,
sino el mal que no quiero, eso hago. Y si hago lo que no quiero, ya no lo
hago yo, sino el pecado que mora en mí14. Así que, queriendo yo hacer
el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí.

13
Romanos 1:19-20. Ibid.
14
Romanos 7:18-21. Ibid.
Finalmente, una corriente de pensamiento llamada nihilismo, concluiría, con argumentos
fuertes en contra de la moral, señalando que el tema de la moral ha sido una ilusión del hombre
que no se acepta a sí mismo, que nunca existió una moral universal, como tampoco un
referente para establecer una moral universalmente válida, tal y como lo evidencia el fracaso
de los sistemas de gobierno que han usado el tema de la moral de manera violenta, injusta, e
hipócritamente, pues ellos mismos no cumplen con lo que demandan. ¿Es esto algo real?,
¿acaso no hay referente para una moral?, ¿el ser humano la construye a placer personal?,
¿entonces el hombre siempre ha escogido y dirigido su propia moral? Pablo responde a este
tema, aparentemente como esta corriente defiende, que “no hay justo ni aún uno”, el ser
humano ha fracasado en cuanto al tema de la moral por que le domina y le esclaviza. Pero, a
diferencia de la corriente nihilista, Pablo dice que si hay un referente de la moral y la ética que
debe vivir el ser humano, y que esta moral no reside ni viene del hombre, como tampoco es
construcción social del ser humano, sino que viene de Dios, y esta se encuentra en su palabra
divina revelada a todo ser humano. Una de las revelaciones del código moral divino fue la ley
de Moisés. Veámoslo a continuación.

I. LA AUTORIDAD MORAL DEL DECÁLOGO

A. Dado en nombre de Jehová. Para la Biblia y sus traducciones, desde el lenguaje hebreo
y arameo, el nombre, en sus distintos modos de usarse significaba: identificación individual, un
evento especial (como poner un nombre a un hijo) y reputación. Para el Pueblo de Israel todo
el evento del Éxodo, donde reveló sus mandamientos Jehová como Dios de Israel, fue
inaugurado por la revelación de su nombre: Yo soy Jehová; seguido de ello, se reveló como
su única identidad y deidad para su pueblo en comparación con los demás dioses, Tu Dios; y
luego, les reveló su acto salvífico para su pueblo: Que te saqué de tierra de Egipto, de casa de
servidumbre. Por lo tanto, el Señor coloca la insignia de su Decálogo, mostrando quién es Él,
a través de Su nombre y acciones; en virtud de ello, le da autoridad a sus mandamientos para
ser obedecidos, fundamentándolo en sí mismo: en la revelación de Su nombre, Su absoluta
divinidad, y Su Omnipotencia Salvífica.

B. Representante de su santidad. El pueblo además de identificar su poder y deidad en el


Sinaí, observó su gloria, lo cual significaría el reconocimiento de su esplendor, honor y riqueza
de cualidades, tanto que finalmente se impresionaron de hallarse vivos después de haber visto
tal suceso, siendo ellos hombres, en otras palabras, se verían a sí mismos como algo
totalmente distinto e incomparable con la divinidad y santidad de Dios (Ex. 5:24). En sus
mandamientos, ese carácter santo se vería reflejado en la justicia de sus estatutos y el juicio
justo impartido por Él mismo, diferente a cualquier ley humana de entre todas las naciones.
(Dt. 4:7-8).

C. Por amor a su pueblo. El principal motivo de Dios para la instrucción de sus


mandamientos no fue la exigencia de cumplirlos para merecer la salvación, al contrario, ya
Dios los había salvado de la muerte segura que les esperaba en Egipto. Dios les reveló sus
mandamientos para enseñarles cómo deberían de vivir como un pueblo ya salvado por la
gracia de Dios, la mano fuerte y el brazo extendido de Jehová. De hecho, desde los patriarcas,
Dios ya los había escogido como su pueblo, los rescató de Egipto para cumplir así su pacto,
los salvó por un acto de misericordia y de fidelidad hacia ellos. Ahora, como su pueblo, era
necesario obedecer sus mandamientos, que no eran nada más que la auto-revelación de Dios
a la humanidad, de su carácter eterno e inmutable presentándose como el Gran Yo Soy, el
Dios Santísimo, que demandaba de su pueblo redimido santidad, justicia y amor solamente a
Él. De esta forma podrían ser luz a las naciones, mostrando la conducta de un pueblo salvo
que sirve de verdad a Jehová reconociéndole como el único Dios verdadero.

II. EL CARÁCTER ÉTICO QUE PROMOVÍA EL DECÁLOGO

A. La motivación ética que fomentaba. La conducta que debía el pueblo vivir a través de
la Ley, sería en primera instancia conocer a su Dios profundamente, como se les mostró en el
Sinaí y seguido de ello una actitud humilde, al reconocer que sólo dentro del señorío de Jehová,
tendrían una vida santa y plena, libre de la esclavitud de Egipto y de sus leyes injustas. Esta
actitud se observa en Deuteronomio 5:24-29, donde Jehová reconoce que hacen bien con su
deseo de oír y obedecer su Ley, y afirma que de mantener ese corazón, les irá bien para
siempre.

B. Obediencia y adoración Dios. Los primeros cinco mandamientos, le darían un


profundo amor a Dios, pues tenían el fin de plantar una relación con Él, al no tener otros
dioses y no buscarle mediante figuras e imágenes, sino en una adoración directa a Él que
naturalmente incluía la obediencia, ya que su significado en hebreo es postrarse o inclinarse
en reverencia, lo cuál indica humildad y sumisión a su voluntad. Esto mismo se enseñaba
en la obediencia a sus padres, los cuales tenían la responsabilidad de instruirles en la ley,
en representación de Dios, y de la misma manera imitar a Dios mismo en el reposo para
conservar la creación permitiéndole descansar también, y al mismo tiempo utilizar el reposo
para meditar en lo bueno que es para la vida plena vivir en obediencia a los mandatos de
Dios, lo cual ayudaría a haría que se consolidaran principios inconmovibles en su corazón,
haciéndolos justos, amando la ley, que los hacía tener una relación íntima con el Señor.
Esto los enseñaría a guardar la ley, no como una imposición, sino como bendición de Dios
que les proporcionaba vida plena.

C. Relación con el prójimo del interior al exterior. Los siguientes cinco mandamientos,
demostrarían una relación íntima con Dios, evidente en las buenas obras a su prójimo. Este
carácter íntegro de Dios se vería reflejado en el hombre que verdaderamente amaba la
voluntad y los mandamientos de Él. Estos mandamientos del 6 al 10 demandaban una piedad
externa, real, que brotara de lo interno de la persona, de su corazón, en acciones
extraordinarias de respeto y amor a su prójimo, respetando y cuidando de su vida, matrimonio,
familia, dignidad como persona (reputación), y de sus propiedades, a fin de que la obediencia
a la ley no solamente fuera algo externo, sino interno, del corazón de la persona como fruto
del amor a Dios y al prójimo.

Todos estos actos verdaderamente eran dignos de ser la expresión del carácter santo de
Dios. Todo lo habían recibido de gracia, había que dar de gracia. Es por ello, que era posible
que hasta el extranjero mismo pudiera vivir la ley del Señor, pues no estaba en ser judío la
capacidad de cumplir la ley, sino en el fruto del corazón rendido a Dios, y también por ello, se
hacía énfasis en extender misericordia a los sectores mas vulnerables de la población como la
viuda, el huérfano y el extranjero (Dt 14:29).

III. EL FRACASO DEL HOMBRE

A. Conoció su pecado a través de la ley y no halló esperanza. El hombre se observó a


sí mismo al revelársele Dios con tal gloria y santidad en el Sinaí, y se vio pequeño,
insignificante y pecador. No pudo ser como Dios se lo pedía a través de la ley, pues el pueblo
recurrentemente hacía lo malo. Es por ello que el pueblo de Israel cayó en la idolatría. Adoraba
dioses ajenos, e incluso los inventaba, abandonando a Jehová. La idolatría era promotora de
corrupción moral, opresión de los pobres y vulnerables del pueblo y abandono de la vida ética
y moral que se les había revelado por Jehová.

B. No recordó que la ley le había sido dada por ser un pueblo salvo, y no para su
salvación. No recordar el fundamento de misericordia y gracia en la revelación de la ley, a
través del rescate de Jehová de la esclavitud de Egipto, les hizo equivocadamente entender la
ley como la ética o conducta de vida que había que cumplir para salvarse. Escuchando sólo el
énfasis de condenación que hay en ella, procuraron la vida justa por sus propias fuerzas, y
fracasaron.

C. La fe no se colocó en la autoridad moral de la ley (Dios), sino en la esperanza de


sus propias obras éticas. La justicia que contenía la ley, su perfección, era el reflejo del Dios
al que le pertenecía. Como reconoce Hebreos 11:1-2, los antiguos que tuvieron fe en el Dios
verdadero y le amaron, alcanzaron buen testimonio. Por fe tenían que ubicar sus fuerzas,
energías y deseos en Dios, acercándolo a su corazón, para atar estas palabras y meditar en
ellas de día y de noche, logrando vivirlas por amor, no como una imposición y una pesada
carga. Al tratar de vivir la ley de Dios como una imposición y pesada carga moral y ética, no la
obedecieron como resultado del amor a Dios, por lo tanto, terminaron abandonando la moral y
la ética revelada en el Decálogo, las diez palabras de Dios, y se hundieron en la idolatría,
inmoralidad y la injusticia social hacia los más vulnerables: el huérfano, el pobre, la viuda y el
extranjero.

CONCLUSIÓN Y APLICACIÓN.
El carácter de Dios ha sido revelado en su palabra, es el referente absoluto, sin embargo,
el hombre sigue repitiendo su más profundo deseo de reemplazar a Dios y crear él mismo su
propio código moral y ético. Queriendo quitar a Dios como el referente ético absoluto para su
vida, se ha colocado él mismo, sus criterios, valores, deseos y falsa gloria de la vida. Pero, por
si fuera poco, cuando ha buscado hacer el bien, su motivación no es agradar a Dios, sino
solamente lograr el reconocimiento personal y el aplauso de los demás. El Decálogo, al
contrario de lo anterior, más bien enseñaba lo que el apóstol Pablo dijo en una de sus Epístolas
acerca de cuál debería el motivo de una vida ética y moral correcta del ser humano: “Hacedlo
todo para la gloria de Dios15”.

15
1 Corintios 10:31. Ibid.
Lección 4
Las demandas morales de los profetas

David E. Uribe Flores


Texto Base: Hermanos míos, tomad como ejemplo de aflicción y de paciencia a los profetas
que hablaron en nombre del Señor. (Santiago 5:10)

Propósito de la lección: Aprender las demandas morales que los profetas anunciaban al
pueblo de Israel, y valorar cómo ellos mismos tenían que cumplirlas esas expectativas morales
por integridad de su llamamiento.

INTRODUCCIÓN
En los relatos bíblicos del Antiguo Testamento, las figuras de ética y moral en el
cumplimiento de la ley eran escasas en el pueblo escogido de Jehová. Con facilidad, el pueblo
de Israel perdía el enfoque de su vida consagrada y dedicada al cumplimiento de la ley del
Señor, y así agradarle, adorarle y sobre todo, vivir una vida plena que reflejaría su salvación y
elección divina de en medio de todas las demás naciones. Era común dentro de los relatos de
los jueces, por ejemplo, que una vez siendo liberados y restaurados por un líder o juez selecto
por Dios mismo, cuando este moría, ellos regresaban a hacer lo malo delante de Jehová.
También cuando inició la época monárquica, los reyes al mando del pueblo, siendo ellos
ungidos y selectos por Dios mismo, fallaron en guiar al pueblo en una rectitud moral, pues ellos
mismos no eran modelo de vida en ello.

Algunas actitudes constantes del pueblo que provocaban estas continuas fallas morales
eran el egoísmo, la idolatría y la inmoralidad sexual y social. En esta lección, estaremos
observando como Dios levantaba un remanente de fieles que alzaban la voz en contra de todos
estos actos, eran el dolor de cabeza para el pueblo y sus dirigentes, con mensajes llenos de
recordatorios de las obras del Señor por su pueblo y profecías con gran precisión de actos
portentosos y justos en una realidad futura, que exponían en el presente de Israel las
consecuencias de su pecado y perversión que neciamente decidían vivir, hablamos pues, de
los profetas del Antiguo Testamento.

Es por eso que les invito a prestar suma atención a las demandas morales que el profeta
hacía al pueblo, que llevaban el valor agregado en cada una de sus palabras de ser la
mismísima voz del Señor, en combinación con la moral revelada dentro de la ley. Así mismo,
aprender de su admirable figura como hombres de Dios, por su fidelidad en vivir para Él, siendo
íntegros en cumplir ellos mismos estas demandas que el Señor pedía de su pueblo, haciendo
un ejercicio completo de este importante ministerio.
I. LA CONVICCIÓN MORAL DEL PROFETA

A. Su llamado y experiencia directa con Jehová los transformó. En todos los


relatos de llamamiento de los profetas, esta experiencia es elemental para que el profeta
en su labor cumpliera con tanta convicción y compromiso todo lo que el Señor le
demandase. Esto es casi comparable a una muerte y resurrección de sus vidas, una
experiencia de gran impresión e impacto con la divinidad absoluta de Jehová, su poder y
realeza como único Dios que les movería su identidad entera. Un ejemplo extraordinario
de esto es el relato de Isaías, al cual un Serafín, enviado por el que estaba sentado en el
trono, toca con un carbón encendido sus labios y le purifica, habiendo sido él hasta ese
momento un inmundo de labios (Isaías 6:1-8). Esta experiencia y encuentro con Dios le
transforma. También, otro caso muy especial es el de Jeremías, siendo aún joven, o tal
vez adolescente, el Señor lo llama y le convoca, quitándole sus temores por edad o
incapacidad y redefiniendo su identidad como profeta, cuando era hijo de sacerdote
(Jeremías 1:4-19). Lo mismo sucedió con Ezequiel, a quien se le podría por apodo “Hijo de
Hombre”, haciendo una revelación mesiánica a través de ese sobrenombre y su ministerio
(Ezequiel 2).

B. Su objetivo primordial cómo profetas. El objetivo principal de ellos era ser


esencialmente la voz del Señor, la autoridad moral de sus palabras residía en ello. No sólo
eran oráculos proféticos que revelaban el porvenir del pueblo, como voceros de Dios; sino
que, precisamente por ser voceros del Señor, eran en palabra y acto embajadores de la
revelación divina de sus demandas de santidad, justicia y misericordia en el presente, y
anunciadores de las consecuencias a futuro según el juicio de Dios, si no se convertían de
sus malos caminos. Así que, ya sea para recordar las misericordias de Dios, señalar la
pecaminosidad presente o anunciar el juicio futuro, el profeta hablaría y actuaría
únicamente en fidelidad a la voz del Señor.

C. El compromiso y responsabilidad moral de ser voceros del Señor. Ellos


cumplían al píe de la letra todo lo que el Señor necesitara en palabra y acto de ellos. Dios
les revelaba con claridad, la grave realidad en que se encontraba el pueblo. En ese sentido,
ellos se entregaban por entero a la causa del Señor, primeramente cumpliendo las
demandas éticas de Dios, sobre todo obedeciendo su palabra, luego, en segundo lugar,
entregándose de lleno a cumplir su ministerio profético, pagando el precio del rechazo, la
persecución y, a veces, la muerte. Sin embargo, jamás renunciaron a llevar la palabra de
conversión al pueblo y a los líderes del pueblo, demandándoles retornar a Dios cumpliendo
sus mandamientos.
II. PUNTOS ÉTICOS PRINCIPALES QUE LOS PROFETAS EXIGÍAN

A. Unión a Dios. Representado por el mensaje de reproche al pueblo por su idolatría,


este se repetiría continuamente, pues la apostasía religiosa (Isaías 59: 13) y la separación
de Dios (Jeremías 5:7-11), así como, el desconocimiento de Dios y adoración a los baales
(Oseas 2:13-14), causaría que dentro de los profetas el Señor llamara a la unión de nuevo
a Él y les señalara su estado de caída y pecado por causa de su apostasía, aún cuando le
dedicaran sacrificios a Jehová o adoración en el templo, los profetas les reclamaran su
hipocresía (Jeremías 7:4-10). La frase recurrente de los profetas a través de la palabra de
Dios sería exclamar en imperativo: “Convertíos” que significa en su original hebreo,
volverse a Dios, dejen sus malos caminos.

B. Juicio divino y gracia regeneradora. En su santidad y justicia, el Señor tendría


que hablar de las correcciones que su pueblo merecería por causa de su rebeldía, a esto
se les llamaría mensajes de juicio divino, pero a pesar de ello, el mensaje de gracia y
llamamiento a la conversión en medio del justo juicio también sería una constante, esto lo
podemos observar como el anuncio del perdón divino y llamada al arrepentimiento. Este
mensaje se presentaría más en los profetas del segundo periodo y su mensaje clímax
llegaría hasta la promesa futura de regenerar a su pueblo desde el interior de sus
corazones, a causa de sus muchas faltas y violación del pacto con Él. (Jeremías 24:7)

C. Justicia social. Para el Señor, el modo de actuar de su pueblo para con los débiles
y vulnerables de la sociedad, era motivo de dolor y decepción, los israelitas comenzaban
a ser hombres ostentadores, enfocados en el lujo y la humillación del pobre, además de
que se les condena su riqueza a base de negocios sucios (Miqueas 2:1-2), y la presencia
de violencia por causa de las riquezas, poder, fornicación y adulterio (Oseas 4:1-2).

En cambio, la dignidad e integridad social dentro de Israel para con el prójimo y el cuidado
de los vulnerables, representaba un corazón lleno de la justicia y piedad del Señor, una
sociedad de hombres verdaderamente justos como Él, es por esa conciencia que persiste la
condena de los profetas al pueblo de Dios por su falta de justicia social, la justicia para con el
prójimo débil, desprotegido y necesitado sin tener con qué levantarse. Los líderes de Israel,
embriagados en sus éxitos, riquezas y lujos se olvidaron de ellos y los abandonaron. Hacían
grandes sacrificios y holocaustos como adoración a Jehová, pero socialmente no se
solidarizaban con los necesitados.

III. EL OBJETIVO DE LA ENSEÑANZA ÉTICA DE LOS PROFETAS

A. El propósito inmediato de los profetas del Antiguo Testamento era amonestar y


aconsejar a sus contemporáneos. Para ello, necesitaban urgentemente sacar a los líderes
de Israel y al pueblo en general de su estado de falsa satisfacción. En realidad, a pesar de
tanto pecado social, cultual y sexual que practicaban, asombra ver en las Escrituras del Antiguo
Testamento, como sentían que vivían un gran momento histórico de éxito. De ahí que los
profetas constantemente eran enviados por Dios para denunciarles su pecado y convencerles
que están lejos de Dios, que se aparten de sus malos caminos y que se vuelvan a Dios y a Su
ley. Como dice A.F. Kirkpatrick, "luchaban para volver al pueblo a su lealtad hacia Jehová, y
para elevar las prácticas al nivel de la fe".

B. Recordarles la lealtad a su palabra que habían perdido. En este sentido, su mensaje


no era nuevo, recuerdan al pueblo el pasado de fidelidad y de grandes bendiciones de Dios
para con ellos. En cambio, ellos habían fallado al pacto, a sus niveles morales y éticos que
Dios les había entregado (Os. 6:7; 8:1), a la ley del pacto (Os. 4:1-6; Am. 2:4) y los actos
liberadores que Dios había ejecutado en favor de su pueblo (Os. 11:1; Am. 2:10; 3:1). En una
de sus denuncias Oseas les dice lo siguiente:
1 Oíd la palabra de Jehová, hijos de Israel, porque Jehová contiende con los moradores de la
tierra, porque no hay verdad, ni misericordia ni conocimiento de Dios en la tierra.
2 El perjurar, y el mentir, y el matar, y el hurtar y el cometer adulterio prevalecen, y el
derramar sangre tras sangre.

Para Oseas Israel se está portando como una esposa infiel a Jehová, su pacto de lealtad
matrimonial que representaba el Decálogo en el Sinaí, Israel lo había violado en todo. Sus
niveles morales están muy por debajo de lo que Dios exigía en su palabra enviada por los
profetas. Por lo tanto, Israel debía retornar a su primer amor cuanto antes. Debía dejar de
mentir, matar, hurtar, y cometer adulterio, e inmediatamente volverse a la verdad de Dios
revelada en su ley, retornar a la misericordia divina y genuino conocimiento del Dios verdadero
que capacita para ser íntegros, honestos, leales, verdaderos, fieles y moralmente santos a los
ojos de Dios, no a los ojos de los hombres.
El profeta Amós denunciará lo mismo de la siguiente manera:
“Así ha dicho Jehová: Por tres pecados de Judá, y por el cuarto, no
revocaré su castigo; porque menospreciaron la ley de Jehová, y no
guardaron sus ordenanzas, y les hicieron errar sus mentiras, en pos
de las cuales anduvieron sus padres”.

Indudablemente, andaban mal ética y moralmente, medidos a la luz de la ley de Dios


dada en el Sinaí, pero ellos vivían pensando que sus vidas marchaban muy bien. Estaban
engañados en su propio éxito, pues gozaban de bienestar económico y otro tipo de beneficios
como buenas cosechas, y buenas casas, etc. A sus propios ojos todo marchaba bien, pero a
los ojos de Dios no. Los pobres, las viudas y los huérfanos seguían abandonados a su suerte.
Los mandamientos del Deuteronomio de cuidar de las viudas, los pobres, los huérfanos y los
extranjeros fueron olvidados, cada quien buscó su propio beneficio y éxito personal. A los ojos
de Dios eran un fraude como pueblo escogido de Jehová, pero a sus propios ojos estaban en
la parte culminante de sus vidas.
CONCLUSIÓN Y APLICACIÓN
Como observamos, dentro de el mensaje de los profetas existen grandes temas morales
que en el seguimiento del Señor y su palabra representan grandes desafíos. El Señor, a través
de ellos y sus propias vidas puestas como ejemplo, desafiarían al pueblo de Israel a volver a
Jehová cumpliendo su palabra, no como mérito de salvación para ser pueblo de Dios, sino que
por el contrario, por ser el pueblo escogido, redimido y salvado por Dios, entonces debían vivir
en santidad y ser luz de las naciones, evidencia de lo que significa ser pueblo de Jehová.

¿Somos luz de la sociedad que nos rodea? ¿Ven en nosotros la vida extraordinaria que
produce el conocimiento de Dios reflejada en una vida de santidad, en un matrimonio
maravilloso, y en la edificación de una familia sacerdotal?

La sociedad se ha apartado de los mandamientos de Dios, pero nosotros su pueblo escogido


tenemos que vivir en sus mandamientos, no como fruto de una imposición que pretende que
las buenas obras son méritos para la salvación, sino que al contrario, somos un pueblo
redimido con la sangre de Cristo, tocado por el Espíritu de Dios que nos ha creado para buenas
obras en Cristo Jesús, y nos hace ser lo que Dios siempre quiso de su pueblo “sal de la tierra”
y “luz del mundo”.

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