El suprematismo fue casi la obra de un único hombre, Kasimir Malevich, y surgió en Rusia hacia 1913. Se basaba en formas geométricas elementales como el cuadrado, que simbolizaba el dominio del hombre sobre la naturaleza. La obra más conocida de Malevich fue Cuadrado negro sobre fondo blanco, que buscaba transmitir un estado de nirvana o emancipación final más allá de la materialidad. Malevich creía en la independencia del arte y se opuso a su uso con fines políticos o propagandísticos por el Estado.
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El suprematismo fue casi la obra de un único hombre, Kasimir Malevich, y surgió en Rusia hacia 1913. Se basaba en formas geométricas elementales como el cuadrado, que simbolizaba el dominio del hombre sobre la naturaleza. La obra más conocida de Malevich fue Cuadrado negro sobre fondo blanco, que buscaba transmitir un estado de nirvana o emancipación final más allá de la materialidad. Malevich creía en la independencia del arte y se opuso a su uso con fines políticos o propagandísticos por el Estado.
El suprematismo fue casi la obra de un único hombre, Kasimir Malevich, y surgió en Rusia hacia 1913. Se basaba en formas geométricas elementales como el cuadrado, que simbolizaba el dominio del hombre sobre la naturaleza. La obra más conocida de Malevich fue Cuadrado negro sobre fondo blanco, que buscaba transmitir un estado de nirvana o emancipación final más allá de la materialidad. Malevich creía en la independencia del arte y se opuso a su uso con fines políticos o propagandísticos por el Estado.
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El suprematismo fue casi la obra de un único hombre, Kasimir Malevich, y surgió en Rusia hacia 1913. Se basaba en formas geométricas elementales como el cuadrado, que simbolizaba el dominio del hombre sobre la naturaleza. La obra más conocida de Malevich fue Cuadrado negro sobre fondo blanco, que buscaba transmitir un estado de nirvana o emancipación final más allá de la materialidad. Malevich creía en la independencia del arte y se opuso a su uso con fines políticos o propagandísticos por el Estado.
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Conceptos de arte moderno
Nikos Stangos
Suprematismo Aaron Scharf
El suprematismo no es tanto un movimiento artístico cuanto una actitud mental
que parece reflejar la ambivalencia de la existencia contemporánea. Fue casi la obra de un único hombre. Kasimir Mavelich (1878-1935) fue su espíritu rector. Surgió hacia 1913 en Rusia. Expresar “la cultura metálica de nuestra época2 era ka intención de Malevich; no mediante la imitación, sino mediante ka creación. Malevich desdeñó la iconografía tradicional del arte figurativo. Sus formas elementales estaban proyectadas tanto para acabar con las respuestas del artista condicionadas al entorno, como para crear nuevas realidades “no menos significativas que las realidades de la propia naturaleza”. La geometría de Malevich se basaba en la línea recta, la forma supremamente elemental que simbolizaba el ascendiente del hombre sobre el caos de la naturaleza. El cuadrado, imposible de encontrar en la naturaleza era el elemento suprematista básico: el fecundador de todas las demás formas suprematistas. El cuadrado era un rechazo del mundo de las apariencias y del arte anterior. En 1915 se expuso por primera vez en Petrogrado, entonces capital de Rusia, su pintura consistente en un cuadrado negro sobre fondo blanco, junto con otros lienzos de similar naturaleza suprematista. Pero no se trataba meramente de un cuadrado, y Malevich se sintió disgustado con la intransigencia de los críticos, quienes no acertaron a captar la verdadera naturaleza de esa forma todopoderosa. ¿Vacía? No era un cuadrado vacío, insistió. Estaba lleno de la ausencia de objeto alguno; estaba henchido de sentido. Además, no es en las pinturas sino en los pequeños dibujos de elementos suprematistas, realizados por Malevich entre 1913 y 1917, donde residen las implicaciones más sutiles del suprematismo (figura 65). No en negro, sino en gris, a lápiz, habían sido cuidadosa e intencionadamente sombreados. El cuadrado y sus permutaciones: la cruz y el rectángulo, se esperaba que dejaran ver las señales de la mano –afirmación de la mediación humana- y eso es esencial para la filosofía del suprematismo. Pero aunque se pretendía que las formas geométricas transmitieran la supremacía de la mente sobre la materia, era fundamental además que demostrasen una cualidad más. “Que por qué he oscurecido mi cuadrado con un lápiz”, inquiría Malevich. “Porque ese es el acto más humilde que puede realizar la sensibilidad humana”. ¿Qué relevancia, pues, tiene las zonas blancas y vacías sobre las que están suspendidas las formas suprematistas? (figura 66). Representan las ilimitadas extensiones del espacio exterior; mejor dicho, del espacio interior. Malevich creía que el azul del cielo, el azul de la tradición, ese toldo de color que nos cegaba la visión al infinito tenía que ser desgarrado y levantado. “He roto la frontera azul de los límites del color”, proclamó. “He emergido en el blanco. Nadad junto a mí, camaradas pilotos, en este infinito. He establecido el semáforo del suprematismo. ¡Nadad! El blanco mal libre, el infinito, está delante de vosotros”. Este trascendentalismo cósmico es un eco de la jerga metafísica de Wassily Kandinsky y de las especulaciones teosóficas de la legendaria señora Blavatsky, cuyos espíritus germinales se yerguen inmensos detrás de Malevich. Malevich creía que el arte no tenía que tener utilidad. No debía nunca intentar satisfacer necesidades materiales. El artista está obligado a mantener su independencia espiritual con miras a crear. Y aunque, como muchos de sus colegas artistas en Rusia dio la bienvenida a la Revolución de 1917, nunca suscribió la idea de que el arte debía servir a un propósito utilitarista, engranando a la máquina y a las ideologías sociales y políticas. Se opuso a la sumisión del artista al Estado, de igual modo que rechazó la obediencia a las apariencias naturales. El artista debe ser libre. El Estado, protestó, crea una estructura de la realidad que se convierte en la conciencia de las masas. De ahí que la conciencia del individuo se vea conformada por aquellos que apoyan al organismo del Estado. Mantuvo, rechazando cualquier especie de arte propagandista, que quienes sucumben a ese poder regidor son llamados colaboradores leales del Estado. Y a aquellos que conservan su individualidad, su conciencia subjetiva, se les mira con sospecha y se les trata como si fuesen peligrosos. Malevich repudió cualquier matrimonio de conveniencias entre el artista y el ingeniero. Idea que había echado raíces en Europa en las dos primeras décadas del siglo y que se había magnificado sobremanera en razón de las exigencias de la Revolución rusa. Insistió en que los artistas y los científicos crean de maneras completamente diferentes. Y mientras que las obras creativas son eternas, los inventos de la ciencia y la tecnología son transitorios. Advirtió que si el socialismo iba a depender de la ciencia y la tecnología, le estaba reservado un gran desengaño. La obras de arte son manifestaciones de la mente subconsciente (o superconsciente, como él la llamaba), y esa mente es más infalible que la consciente. A despecho de que expresase explícitamente esas opiniones, Malevich continuó trabajando y enseñando en Rusia, aunque con importancia menguante, hasta su muerte en 1935, enterrándosele en un ataúd que él había recubierto de formas suprematistas. A la luz de las declaraciones de Malevich es evidente que el suprematismo no sólo reflejaba la esencia material del mundo hecho por el hombre, sino que además comunicaba un anhelo por acercarse al misterio inexplicable del universo. Las composiciones de Malevich, aunque reducidas a sencillas formas geométricas, parecen a veces casi referencias literales a objetos reales: aeroplanos en vuelo, apiñamientos arquitectónicos que parecen como vistos desde arriba. En obras como Composición suprematista que expresa la sensación de la telegrafía sin hilos (1915) se emplean directamente los puntos y rayas del código internacional. Sitúa sobre una tábula rasa formas que comunican sensaciones acerca del universo y acerca del espacio: impresiones de sonidos, Composición de elementos suprematistas combinados que expresa la sensación de sonidos metálicos (1915), de atracción magnética, de voluntades místicas y de ondas místicas, Composición suprematista que transmite la sensación de una “onda” mística procedente del espacio exterior (1917). Su cuadro más notorio, composición suprematista: Blanco sobre blanco (hacia 1918), un cuadrado blanco inclinado sobre un fondo blanco, ha sido interpretado de muchas maneras (figura 67). No sabemos realmente qué es lo que Malevich pretendía representar. Pero dentro del contexto del resto de su obra y tomando en consideración sus propias declaraciones, no es demasiado audaz suponer que su propósito era transmitir algo así como la emancipación final: un estado de nirvana, la afirmación definitiva sobre la conciencia suprematista. El cuadrado (¿la voluntad del hombre, quizás el hombre?) se despoja de su materialidad y se funde con el infinito. Todo lo que queda es un vago vestigio de su presencia (de la presencia del hombre).