Cuauhtémoc

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Cuauhtémoc

Cuāuhtémōc (náhuatl: cuāuh- 'águila' témōhuia 'descender, bajar'), (1496 – m. ca. 1524/1525)
fue el último tlatoani mexica de México-Tenochtitlan. Asumió el poder en 1520, un año antes
de la toma de Tenochtitlan por Cortés y sus tropas.

El nombre Cuāuhtémōc que significa literalmente 'Águila descendió (se posó)'. La forma
honorífica de Cuāuhtémōc es Cuāuhtémōctzīn (el sufijo -tzīn se usa para designar una dignidad
similar a "Don" o "Señor" en español).

Cuāuhtémōc fue sobrino de Motecuhzoma Xocoyotzin y, como Cuitláhuac, tendría que haber
sido marido de su hija Tecuichpo (náhuatl, 'copo de algodón') al llegar ésta a la nubilidad.
Cuando asumió el poder, los conquistadores ya habían sido expulsados de Tenochtitlan, pero la
ciudad estaba devastada por el hambre, la viruela, y la falta de agua dulce. Cuauhtémoc llegaba
a este momento tras haber sido tlacochcálcatl (jefe de armas) de la resistencia a los
conquistadores, dado que desde la muerte de Moctezuma previo a la Noche Triste, se le
identifica como líder militar de los mexicas.

Actuación durante la Conquista

Cuauhtémoc se dio a la tarea de reorganizar el ejército mexica, reconstruir la ciudad y


fortificarla para la guerra contra los españoles, pues suponía que los éstos regresarían a pelear
contra los mexicas. Envió embajadores a todos los pueblos solicitando aliados, disminuyendo
sus contribuciones y aun eliminándolas para algunos.

Los españoles regresaron un año después de haber sido expulsados y con ellos venía un
contingente de más de 150 mil aliados indígenas, la mayoría de ellos tlaxcaltecas cuyo deseo de
venganza en contra de los mexicas era muy grande. Después de sitiar Tenochtitlán por 90 días,1
el 13 de agosto de 1521, los españoles, que eran comandados por Hernán Cortés, lo capturaron
en Tlatelolco.

Derrota, huida y captura

La canoa en la cual iban él, su familia y sus más allegados guerreros, fue alcanzada por un
bergantín español piloteado por García Holguín. Cuauhtémoc exigió ser llevado ante Malinche
(así llamaban a Cortés los mexicas, que es un término patronímico de Marina su concubina
indígena).2 3

Una vez en su presencia, señalando el puñal que el conquistador llevaba al cinto, le pidió que lo
matara con él, pues no habiendo sido capaz de defender su ciudad y a sus vasallos, prefería
morir a manos del invasor. Esto hecho fue descrito por el propio Hernán Cortés en su tercera
carta de relación a Carlos I de España:

.."llegóse a mi y díjome en su lengua que ya él había hecho todo lo que de su parte era obligado para
defenderse a sí y a los suyos hasta venir a aquel estado, que ahora hiciese de él lo que yo quisiese; y puso
la mano en un puñal que yo tenía, diciéndome que le diese de puñaladas y le matase"...
Tercera carta de relación, Hernán Cortés4

De acuerdo al cronista Francisco López de Gómara:

.."Cuauhtémoc entonces echó mano al puñal de Cortés, y díjole: "Ya yo he hecho todo mi poder para me
defender a mí y a los míos, y lo que obligado era para no venir a tal estado y lugar como estoy; y pues vos
podéis agora hacer de mí lo que qusierdes, matadme, que es lo mejor"..
Historia de la Conquista de México5
Bernal Díaz del Castillo, en su Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, describió
el suceso de la siguiente forma:

.."Señor Malinche: ya he hecho lo que soy obligado en defensa de mi ciudad y vasallos, y no puedo más,
y pues vengo por fuerza y preso ante tu persona y poder, toma ese puñal que tienes en la cinta y mátame
luego con él". (y el mismo Guatemuz le iba echar mano dél)
Historia verdadera de la conquista de la Nueva España6

De la importancia que los españoles concedieron al prendimiento de Cuauhtémoc, Tlatoani


mexica, da idea la disputa entre García Holguín y Gonzalo de Sandoval por atribuirse el mérito
de la captura, que ya veían reflejada en sus escudos de armas, como lo estuvo la cabeza de
Cuauhtémoc, según Madariaga, en el escudo del propio Cortés.7

El tormento

A Cortés no le interesó en ese momento la muerte de Cuauhtémoc. Prefería utilizar ante los
mexicas su dignidad de Tlatoani, ahora subsidiaria del emperador Carlos V y del propio Cortés.
Así lo hizo con éxito, aprovechando la iniciativa y el poder de Cuauhtémoc para asegurar la
colaboración de los mexicas en los trabajos de limpieza y restauración de la ciudad. En los
cuatro años que siguieron, la codicia de los españoles, su desconfianza en Cortés, y el miedo de
éste, que le llevó repetidamente a tomar decisiones indignas, determinaron el tormento y la
muerte del último tlatoani azteca.

Primero fue el tormento, surgido de la codicia del oro: Bernal Díaz del Castillo, en su Historia
Verdadera de la Conquista de la Nueva España8 narra detalladamente cómo cundió la
desconfianza entre los españoles, al desmentir tercamente la realidad sus soñadas riquezas. El
oro que habían obtenido en total (83 200 castellanos) no era suficiente para repartir de forma
satisfactoria entre toda la tropa española, por lo que iniciaron suposiciones por parte de los
mandos para obtener más oro. Lo probable para ellos era que después de la Batalla del Canal de
los Toltecas los aztecas recuperaron el botín y lo habían echado a la laguna o que lo habían
robado los tlaxcaltecas o bien los propios soldados españoles. De ahí que fueran los oficiales de
la Real Hacienda, y sobre todo el tesorero Julián de Alderete, y no Cortés, que se limitó a
consentirlo, los que ordenaran —Bernal Díaz y López de Gómara así lo argumentan 9 — el
tormento de Cuauhtémoc y Tetlepanquetzaltzin. De acuerdo a los libros de Díaz del Castillo,
López de Gómara y las acusaciones hechas a Cortés posteriormente en su juicio de residencia
coinciden en que fueron torturados mojándoles los pies y las manos con aceite y
quemándoselos.9 Según Bernal, Cuauhtémoc confesó que cuatro días antes "que le prendiesen lo
echaron en la laguna, así el oro como los tiros y las escopetas que nos habían tomado a la postre
a Cortés, y fueron a donde señaló Guatemuz a las casas en que solía vivir", de donde los
españoles sacaron "de una como alberca grande de agua un sol de oro como el que nos dio
Montezuma".9

Fuentes posteriores atribuyeron a Cuauhtémoc sin respaldo alguno un estoicismo pleno


mostrado por Cuauhtémoc en ese trance. El libro escrito por López de Gómara refiere que el
señor que le acompañaba en la tortura le pidió permiso para hablar y cesar el tormento, a lo que
Cuauhtémoc le miró con ira y lo trató vilísimamente, como muelle y de poco, diciendo: "si
estaba él en algún deleite o baño".10 Una novela histórica escrita por Eligio Ancona en 1870
popularizó la variante "¿Estoy yo acaso en un lecho de rosas?".11

Tras el episodio de la tortura, Cuauhtémoc quedó tullido y cojeó, las heridas de


Tetlepanquetzaltzin fueron peores.12 El huey tlatoani vuelve sorprendentemente a su papel de
noble mexica respetado y bien tratado, pero cautivo, cuyo prestigio y autoridad utiliza Cortés
para el gobierno de los vencidos.
Como todos los súbditos recién conquistados, se intentó convertirlo al cristianismo, pero solo lo
consiguieron hasta el día que le dieron muerte. 13 Si seguimos a Héctor Pérez Martínez, su
nombre católico habría sido el de Hernando de Alvarado Cuauhtémoc; otras fuentes citan sólo
el de Hernando o Fernando. Los conversos recibían el nombre de los padrinos, y Pérez Martínez
supone que los de Cuauhtémoc fueron el propio Hernán Cortés y Pedro de Alvarado.

Solemnemente triste fue Cuauhtémoc. Un día un grupo de hombres blancos se abalanzó hasta él; y
mientras que el Imperio de tal se sorprendía, el arcabuz llenaba de huecos el broquel.

Preso quedó; y el Indio, que nunca sonreía, una sonrisa tuvo que se deshizo en hiel. -"¿ En dónde está el
tesoro ?" --clamó la vocería--; y respondió un silencio más grande que el tropel ...

Llegó el tormento... Y alguien de la imperial nobleza quejóse. El héroe díjole, irguiendo la cabeza:

-"¡ Mi lecho no es de rosas !"- y se volvio a callar. En tanto, al retostarle los píes chirriaba el fuego, que
se agitaba a modo de balbuciente ruego, ¡porque se hacia lenguas como queriendo hablar!
José Santos Chocano.

Expedición a las Hibueras y muerte

En 1524, Cortés emprende viaje a las Hibueras (Honduras), en busca de uno de sus capitanes,
Cristóbal de Olid. No es un viaje de rescate, sino de persecución: Cortés tiene constancia de que
Cristóbal de Olid puede haberse confabulado con su viejo enemigo, el gobernador de Cuba
Diego Velázquez, para poblar, conquistar y sobre todo obtener oro u otras riquezas en el sur,
ignorándolo a él. Sabe Cortés que Cristóbal de Olid lo traiciona, de la misma forma en que él
traicionó seis años antes a Diego Velázquez.

La expedición, enorme y cortesana, incluye desde ministriles (músicos de viento de la época)


hasta médico y cirujano, pasando por suntuosas vajillas y cuberterías, y una piara que cierra la
comitiva, para asegurar el avituallamiento. El contingente militar es, como ocurrió a lo largo de
la conquista, más indígena que español, y en esta expedición más azteca que tlaxcalteca o de
otros pueblos. No es de extrañar por tanto que en la expedición viajen varios notables aztecas,
seguramente como mandos militares de esa tropa, y posiblemente también como embajadores y
facilitadores de las relaciones con los pueblos de la ruta: Cuauhtémoc y Tetlepanquetzal son dos
de ellos.

Una vez más, el miedo hará que Cortés tome una decisión indigna, criticada por sus soldados
según nos cuenta Díaz del Castillo. Tras un año de viaje, y en un momento crítico para la
expedición le llegan rumores de que Cuauhtémoc está conspirando en contra de los españoles,
decidido a atacarlos. Según Cortés, un tal Mexicalcingo, ("Ciudadano honrado de esta ciudad
de Temixtitlan" escribe Cortés a Carlos V, aclarando además que tras su bautizo se llama
Cristóbal) se dirigió al capitán español para narrarle una larga, y un tanto fantasiosa, historia de
conspiración de Cuauhtémoc, que se iniciaría con el asesinato de Cortés, continuaría con la
rebelión contra los españoles en todo el país, y terminaría con el bloqueo de México... "hecho
esto, pondrían en todos los puertos de la mar recias guarniciones de gente para que ningún
navío que viniese se les escapase". No se sabe si Cortés magnificó en su quinta carta de
Relación el alcance de la conspiración, para justificar la ejecución una vez consumada. El hecho
es que sintiéndose vulnerable, decidió mandar ahorcar a Cuauhtémoc y al cacique de Tacuba,
Tetlepanquetzal, que volvieron a encontrarse ante el verdugo. Esto ocurrió el 28 de febrero de
1525, en un lugar del sur de Campeche llamado Xicalango. El cadalso debió ser una ceiba, árbol
sagrado de los mayas. Habían pasado cuatro años desde el fin del sitio de Tenochtitlan, y quizá
los mismos desde que se torturó quemándoles los pies a los caciques a los que ahora se
ejecutaban.
Tanto las fuentes españolas (Bernal Díaz) como las indias cuestionan los motivos aducidos por
Cortés. Según Prescott, el propio Mexicalcingo negó posteriormente haber narrado la historia de
la conspiración tal como la reflejó Cortés en su quinta carta al emperador.

Fernando de Alva Ixtlilxóchitl, un historiador mexicano del siglo XVII, avala la realidad de la
conspiración. Diego López de Cogolludo relata en su obra "Quauhtemoc confesó ser así, como
los demás lo habían dicho; pero que no fue él principio de aquella consulta, ni sabia si todos
fueron en ella ó se efectuaría, porque él nunca tuvo intención de salir con ello, que solo había
pasado la conversación referida, Sin más probanzas, dice Bernal Diaz, que D. Hernando
Cortés mandó ahorcar á Quauhtemoc, y al señor de Tacuba, que era su primo; pero la Historia
General de Herrera dice, que fue dada sentencia mediante proceso jurídico, y sentenciados á
ahorcar Quauhtemoc, Couanoctzin y Tetepanquetzal."

..estando para ahorcar al Quauhtemoc, dijo estas palabras: "O capitan Malinche, dias ha que yo tenia
entendido, é habia conocido tus falsas palabras: que esta muerte me habias de dar, pues yo no me la dí,
cuando te entregaste en mi ciudad de Méjico; porque me matas sin justicia?"...
Conquista de Yucatán, Diego López de Cogolludo.14

Cuauhtémoc es uno de los personajes más reconocidos por los mexicanos como héroe nacional.
En todos los rincones de México su nombre se usa en toponimia y onomástica, y su imaginada
efigie aparece en monumentos, que hacen alusión a su coraje en la derrota, al pedir la muerte
por el puñal de Cortés, o en el tormento, al reclamar estoicismo a sus compañeros de tortura. El
28 de febrero de cada año, la bandera mexicana ondea a media asta en todo el país, recordando
la muerte del prócer. A partir del siglo XIX su figura fue usada con fines nacionalistas, teniendo
máximo ejemplo en la inauguración del Monumento a Cuauhtémoc obra de Miguel Noreña
durante la dictadura de Porfirio Díaz.

El poeta mexicano Ramón López Velarde lo designa como el joven abuelo de México, y lo
califica como único héroe a la altura del arte.

En su honor

Monumento a Cuauhtémoc

Localizado en la Ciudad de México en el cruce de Paseo de la Reforma y Avenida de los


Insurgentes.

ARM Cuauhtémoc (BE-01)

El buque escuela de la Armada de México fue nombrado en su honor, en el se forman los


cadetes de la Heroica Escuela Naval Militar.

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