El Niño Interior

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Introducción

¿Sabías que todos tenemos un niño que habita en nuestro interior durante toda la vida? ¿Sabías que
este niño, nos influye cuando somos adultos? Restablecer el contacto con nuestro niño interior es
fundamental para llevar una vida plena en el presente. Nuestro niño interior es una metáfora para
definir nuestra parte auténtica, nuestra esencia, nuestro verdadero ser. También, esa parte de nosotros
que necesita atención, aprecio, afecto, aceptación tal cual somos y que nos hace sentirnos vulnerables,
pequeños y asustados. ¿De qué manera podemos conectar con nuestro niño interno?

Si nos remontamos a la niñez y describimos esa maravillosa etapa — en la cual establecemos los
cimientos para el resto de nuestra vida — recordaremos que éramos más ingenuos, teníamos mayor
capacidad de asombro, solíamos ser emotivos, más flexibles, elásticos, juguetones, sinceros, sin
preocupaciones, sin dramas ni complejos y sobretodo vivíamos en el presente. Cuando empezamos a
crecer, como esponjas absorbemos cantidad de información que va sumando a nuestra mochila
emocional de experiencias y que va dejando huella, caminando hacia la adolescencia y hacia la adultez.

Nuestras experiencias pasadas nos influyen en el presente Todos fuimos niños una vez, y aunque
parezca extraño, todos conservamos dentro nuestro a ese niño que un día fuimos. Ese niño, sigue en
nosotros lo queramos o no y nos condiciona e influye en nuestro presente. ¿Qué tipo de niño fuiste en
tu infancia? ¿Qué recuerdas de esos años? Estas preguntas te pueden dar pistas de cuál es tu relación
actual con ese niño que vive en ti. Puede que a ese niño le hirieran, le hicieran daño, se burlaran de él, o
sintiera mucho dolor. En ese caso, si no lo has resuelto, esos sentimientos siguen ahí, son emociones
reprimidas, esperando salir.

1) Definir al niño interior.


El niño interior es un concepto nacido de la terapia gestalt. Para la gestalt, el niño interior es la
estructura psicológica más vulnerable y sensible de nuestro “yo”. Se forma fundamentalmente a partir
de las experiencias, tanto positivas como negativas, que tenemos durante los primeros años de la
infancia. Dependiendo del tipo de experiencias y de cómo las interiorizamos, el niño interior puede ser
una “personita” alegre, optimista y sensible o por el contrario, alguien temeroso de la vida, enfurruñado
e irascible.

Con el paso del tiempo, este niño se va escondiendo en lo más profundo de nuestro ser pero sale a la luz
en determinadas circunstancias, como por ejemplo, cuando necesitamos enfrentar un proyecto que
demanda mucha imaginación o cuando revivimos un miedo que, como adultos, no debería
atemorizarnos. La mayoría de las personas no se percatan de la existencia de este niño interior, pero lo
cierto es que en ocasiones es él quien determina cómo respondemos ante determinadas circunstancias.

2)¿ De qué manera nos comunicamos con nuestro niño interior?

Antes de comenzar esta meditación, asegúrese de crear el ambiente más positivo posible para la
seguridad y la comodidad del niño. Encuentre un lugar que se sienta muy cómodo y privado. Es posible
que desee tener una manta, un animal de peluche u otra cosa que haga que su hijo se sienta
bienvenido. Es posible que desee meditar al aire libre en un lugar especial o encontrar un lugar especial
en su casa que lo anime.

Cuando haces esta meditación por primera vez, es importante tener en cuenta algunas cosas. A veces,
aunque hemos pasado la mayor parte de nuestras vidas sin estar en contacto con nuestro niño interior,
nuestro primer intento será muy fácil. El niño nos ha estado esperando y quiere ese contacto con
nosotros. Pero a veces el niño aún no está listo para confiar en nosotros, por lo que puede requerir un
poco de paciencia. El niño puede contenerse hasta que sepa que realmente desea este contacto y que
está dispuesto a ser responsable y coherente con el contacto.

Cuando hagas esta meditación por primera vez, confía en lo que viene, confía en lo que sucede. Si el
niño es un poco reservado o un poco indeciso, solo dele tiempo al niño. Siga haciendo la meditación con
regularidad y verá que el contacto continuará aumentando y se hará más fuerte y más positivo. Por
ahora, sin embargo, simplemente acepta lo que pase.

Puede ser que te pongas en contacto con un niño que está muy emocionado, triste o herido. O bien,
puede ponerse en contacto con un niño que es muy juguetón y quiere estar con usted y divertirse.
Puede estar en contacto con el aspecto mágico de su hijo o con el niño sabio. Acepte lo que le llegue,
porque esa será la parte que está lista para ser descubierta en este momento. A medida que continúa
trabajando con esta meditación, puede descubrir diferentes aspectos del niño. Confía en tu propia
experiencia

3) ¿ Cuáles son las heridas emocionales de las niñez y como afectan?

Las heridas de la infancia son:

La herida del abandono


La herida del abandono se crea a medida que el niño siente falta de amor, de cuidado, de protección y
de atención, lo que acaba causando miedo a la soledad. Las personas con esta herida suelen ser
dependientes emocionales en las relaciones sociales y afectivas.

Para sanar esta herida es necesario pasar tiempo de calidad con uno mismo, reforzar la autoestima y
darle mucho cariño a nuestro niño interior para que aprenda que no se necesita a nadie para ser felices
y que siempre nos vamos a tener a nosotros mismos.

La herida del rechazo

Es provocada por experiencias de no aceptación por parte de los padres, familiares cercanos o amigos a
medida que la persona va creciendo. Esta herida es de las más dañinas ya que supone el rechazo hacia
los propios pensamientos, sentimientos, el amor e incluso la propia persona. Esta herida produce que
vaya creciendo el autodesprecio y provoca la sensación que no ser merecedor de amar ni de ser amado.
Esto supone que la mínima crítica sea sentida como una amenaza y se busque continuamente la
aprobación de las demás personas.

Esta herida se cura empezando a valorarse y a reconocerse. Es importante trabajar la inseguridades y


aprender a descubrirse y quererse a uno mismo.

La herida de la traición

Surge cuando los cuidadores no cumplen sus promesas y el niño comienza a desconfiar. Aparecen
sentimientos de envidia hacia otras personas que sí reciben lo prometido y de rencor hacia los
cuidadores por no cumplir su palabra. Esto a largo plazo provoca la necesidad de tener todo bajo control
para no sentirse traicionado. Son personas muy posesivas, desconfiadas y con una fuerte personalidad.
Para estas personas la lealtad y la fidelidad son muy importantes pero suelen distorsionar los conceptos.

Para sanar esta herida es necesario trabajar la tolerancia, la paciencia y la confianza. Sirve de gran ayuda
también empezar a delegar responsabilidades en los demás.

La herida de la injusticia

Surge con padres muy fríos, rígidos y exigentes. El estilo de crianza autoritario es el protagonista y no se
caracteriza especialmente por tener respeto hacia los hijos ni tener en cuenta sus preferencias y
necesidades. En los hijos provoca sensación de inutilidad e ineficacia, a la vez que sentir injusticia. En la
vida adulta genera rigidez mental y dificultades para negociar y entender otros puntos de vista. Además,
son personas que dan mucha importancia a los valores y a las creencias, expresando sus opiniones como
verdades absolutas.

Esta herida se sana cultivando la flexibilidad mental, la confianza en los demás y la tolerancia.

La herida de la humillación
Se provoca por situaciones de crítica, desaprobación y ridiculización de los padres hacia los hijos. Con
esta herida se crean personas dependientes y capaces de hacer cualquier cosa con tal de sentirse válidos
y útiles, lo cual retroalimenta su herida ya que su autoconcepto depende de la imagen que los demás
tengan de él. Las personas que tienen esta herida suelen ridiculizarse a sí mismas y les cuesta tener
actitudes adultas. Se consideran personas menos válidas y menos dignas de lo que realmente son.
Además, suelen complacer las necesidades de los demás dejando las suyas propias en segundo plano
para ganarse la aprobación, el respeto y el cariño de los demás.

Esta herida se sana con el perdón hacia las personas que le hicieron daño, haciendo las paces con el
pasado y empezando a valorarse como las personas que realmente son. Es muy importante soltar el
gran peso que supone esta herida y que cargan las personas que la sufren para poder curarla.

4) Consecuencias de las carencias afectivas durante la niñez

1. Dificultades para amarse a uno mismo

Si eres una persona a quien no le prestaron atención durante la infancia, la relación más difícil que
tendrás es la que tienes contigo mismo. Incluso, es posible que a veces sientas que eres tu peor enemigo
y que eres el mayor crítico de tus acciones.

Y, si tu vida es una batalla constante entre lo que sientes por ti mismo y lo que deseas sentir, debes
aprender a amarte a ti mismo. Creer que eres importante y tener la capacidad de ver las cosas de
manera positiva, hará que se transforme la manera en que piensas sobre ti mismo y en cómo te
relacionas con los demás.

2. Relaciones interpersonales no satisfactorias en la adultez

En segundo lugar, la infancia es una época que afecta las relaciones y la forma de interactuar con los
iguales el resto de la vida. Si una persona ha sido amada y cuidada adecuadamente, lo más probable es
que exhiba los mismos rasgos que los adultos.

Por el contrario, si los niños no han recibido más que desplantes, lo más probable es que, como adultos,
desarrollen características para protegerse a sí mismos. La actitud defensiva o excesivamente protectora
son dos manifestaciones frecuentes de lo anterior. Ten en cuenta que cuando no se ha experimentado
el amor, el afecto y la protección de un adulto, es más probable que se desarrollen mecanismos de
defensas que les mantendrán alejados de otras personas.

3. Baja autoestima

Otra de las consecuencias de las carencias afectivas en la infancia es la falta de autoestima. La carencia
de amor filial provoca que los niños no se valoren. Si no se recibe este amor inicial, es muy complicado
que puedan crear las bases necesarias para que lo que venga después pueda ser asimilado
convenientemente.

5) Mecanismo para liberar las carencias del niño interior para fortalecer el estado adulto
Desde que somos pequeños desarrollamos conductas y actitudes que nos permiten sobrevivir a los
conflictos que se desarrollan a nuestro alrededor. Esas actitudes pueden ser recurrir a un determinado
comportamiento para llamar la atención, para sentirnos queridos, tener la aprobación de los que nos
rodean, etc. Necesitamos esto, en primer lugar, de nuestros padres, y también de alguna otra figura de
apego que esté presente en nuestra infancia. En función de cómo se haya desarrollado ese apego o ese
vínculo con nuestros padres, se desarrollarán unos

Para que nuestra vida fluya, es importante tomar conciencia del estado en que nos movemos
habitualmente, y hacer lo posible para vivir cada vez más desde el estado Adulto. Para pasar del estado
Niño al estado Adulto, es necesario resolver y hacerme cargo de mis carencias emocionales sin culpar a
nadie, sin culpar a mis padres, sin culpar al pasado, sin esperar que otras personas de mi vida actual
cubran esas carencias, y hacerme cargo de mí mismo. Además es necesario renunciar a los beneficios
secundarios que tiene estar en el estado Niño, como por ejemplo: no asumir la responsabilidad, dejar
que los demás decidan por nosotros, estar en la queja y/o la manipulación, actitud victimista o rebelde,
exigir a los demás que sean como yo quiero que sean, dejar de buscar sustitutos de los padres y aceptar
incondicionalmente a los padres que tuve, etc.

Si actuamos de acuerdo a lo que conviene al momento presente, habiendo integrado las experiencias
del pasado pero sin estar condicionados por él, estamos en el estado Adulto. Al estar en el Adulto, es
donde nuestra vida tiene más fuerza porque desde ahí tomamos las riendas de nuestra vida, a la vez que
nos hacemos cargo de nuestras carencias, sin utilizar éstas para justificarnos.

Como consecuencia, sentiremos que tendremos más fuerza para lo que nos depare la vida y
empezaremos a fluir de otra manera, con nuevas oportunidades y nuevos caminos que se abren ante
nosotros.

6)¿ Como sanar al niño interior?

El niño interior debería servirnos para despertar la ilusión, la creatividad, la espontaneidad y la alegría.
Cuando nos hace revivir antiguos miedos y nos incita a comportarnos de manera irascible, se convierte
en un problema que debemos solucionar.

Sanar al niño interior es un camino de autodescubrimiento porque deberás regresar en el tiempo para
descubrir cuáles han sido esos eventos negativos que aún no has podido superar desde el punto de vista
emocional y que te mantienen atado/a al pasado. Cuando liberamos el dolor le ayudamos a nuestro
niño interior a sanar y podemos mirar al futuro. Vale aclarar que en ocasiones este viaje al pasado puede
ser doloroso, puesto que profundiza en heridas que no sanaron del todo.

1. Acaricia a tu niño interior

¿Y esto para qué sirve? Para sanarte de las heridas del pasado. Tu persona adulta puede conversar,
acariciar al niño que fue, usando la imaginación. Acércate a ese niño herido, sensible, temeroso y
pregúntale qué le pasa. Ahora puedes comprenderle, besarle, abrazarle, darle protección, apoyo, amor…
Hazlo, trátate como te hubiera gustado que te trataran en la niñez. Dale cariño y comprensión, abrázalo
fuerte y dile que a partir de ahora estará a salvo, que lo cuidarás y aceptarás como se merece.

Juega con él, diviértelo, deja que salga su espontaneidad. Sigue imaginando y visualizando que te llevas
a tu niño a donde le apetezca. ¿Dónde deseabas ir cuando eras niño? ¿Qué capricho deseabas y no
pudiste tener? ¿Qué afectos te faltaron? ¿Cuáles tuviste?

Ahora tú le puedes darle lo que desee. Cuando ya tu niño interior se sienta motivado y alegre, vuelve a
la habitación. Déjalo allí a salvo y despídete de él, diciéndole que cada vez que lo necesite irás a
ayudarle, a comprenderle y a darle amor.

2. El reflejo de tu niño interior

Este es un ejercicio que puedes incluso llegar a convertir en parte de tu rutina diaria o hacerlo cada vez
que necesites reconectarte con tu niño interior. Para realizarlo debes procurar estar en privado y en un
lugar silencioso y tranquilo. Para empezar busca un espejo y mírate en él. Intenta progresivamente
imaginar que la imagen que aparece en el reflejo es el rostro de tu niño interior.

Cuando hayas logrado consolidar esta imagen, puedes transmitirle pensamientos dulces y amables
como, por ejemplo, que te sientes orgulloso de todas las cosas que este niño ha alcanzado, que estás
trabajando cada día para sanar sus heridas y que él es importante para ti. Deja que estos pensamientos
te inunden y te permitan ir construyendo una imagen más amorosa y autocompasiva.

3. La magia de la sorpresa

Por último, puedes intentar evocar la sensación de sorpresa que solemos experimentar constantemente
durante la infancia. Para esto, busca hacerte preguntas sobre todo lo que te rodea e intenta darles
respuestas de maneras absurdas e insospechadas, tal y como si fuera tu niño interior quien las está
contestando.

Darte permiso de escapar de la racionalidad adulta y adentrarte de nuevo en el mundo de la


imaginación y del asombro puede convertirse en una valiosa herramienta para sanar a tu niño interior,
despertar de nuevo tu curiosidad por el mundo y darle rienda suelta a tu creatividad.

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