Las 3 Obras de Chejov
Las 3 Obras de Chejov
Las 3 Obras de Chejov
Hombre de largas patillas y bigote, vestido de un traje viejo y deslucido. Entra arrastrando
una mesa y se posiciona en el centro. Tras la entrada, saluda y se estira el chaleco.
. - ¡Muy señoras y muy señores míos!... (Se peina las patillas.) Habiendo sido mi mujer
invitada a hacerme dar una conferencia con fines benéficos sobre un
(Sale empujando la mesa hacía el fondo del escenario y se esconde bajando las escaleras.
Al mismo tiempo entra Iván y Esteban con las sillas, dejándolas al centro.)
Esteban: (Saliéndole al encuentro) ¡Iván García! ¡A quién veo! ¡Qué alegría tan grande! (Se
estrechan la mano) ¡Precisamente!... ¡Qué sorpresa! ¿Cómo está?, dígame.
Esteban: ¡Gracias a sus oraciones, ángel mío, vamos tirando! Pero; siéntese, se lo ruego.
(Se sientan) ¡No está bien eso de olvidarse así de sus vecinos!... ¡Querido!... ¿Cómo viene
tan de etiqueta? ¿Va usted a alguna parte?
Iván: No. Vengo solamente a verle, estimado Esteban Gonzales.
Esteban: ¿Y por qué entonces, vestido de traje? ¡Parece que estamos en Navidad y que va
usted de fiestas!...
Iván: Verá... El asunto que me trae... (Tomándole de un brazo) He venido a verle, estimado
Esteban Gonzales, para conversar sobre un asunto importante... Varias veces tuve el honor
de dirigirme a usted y solicitar su ayuda, y siempre..., en fin... ¡Perdoné!... ¡Estoy muy
nervioso!... ¿Me permite que beba un poco de agua, estimado Esteban?
Esteban: (Al público) Este viene a pedirme dinero, pero no se lo daré. (A Iván) ¿De qué se
trata, guapo mozo?
Iván: Verá usted, estimado Suegriii... ¡Perdone!... Quiero decir... Futuro suegr.. ¡Quiero
decir!... ¡Estoy terriblemente nervioso! ¡En una palabra, que solo usted puede ayudarme,
aunque yo no merezca tal honra ni tenga, derecho a su ayuda!
Esteban: (confuso) Al grano, querido. ¡Diga lo que sea de una vez! ... Se trata de...
Esteban: (Levantándose y con alegría) ¡Iván! ¡Querido! ¡Repita eso otra vez! ¡No sé si lo he
oído bien!
Iván: (Emocionado) ¡Estimado Esteban Gonzales! ¿Cree que puedo contar con su
asentimiento?
Esteban: ¿A un guapo mozo como usted... no va a dar ella su asentimiento? ¡Estará
enamorada como un gato! ¡Ahora vuelvo! (Sale deprisa)
Iván: Tengo frío, estoy temblando como si fueran a examinarme… Lo principal era
decidirse... (Caminando indeciso) ¡Si uno está tiempo y tiempo pensando empieza a vacilar,
y si espera encontrar el ideal, el amor verdadero, no se casa uno nunca! Brrrr… ¡Que frío!
Natalia es una perfecta ama de casa no está tan fea y es instruida. ¿Qué más puedo
desear?... Con todo esto, y con tanta excitación, ya empiezo a sentir el ruido de oídos.
(Bebe agua) ¡Ya es hora de que me case! En primer lugar, he cumplido los treinta y cinco.
¡Edad, digamos, critica!... ¡En segundo, necesito hacer una vida ordenada y bien organizada
¡Tengo una lesión de corazón, me dan constantes palpitaciones y me excito y agito
terriblemente!... ¡Ahora mismo, estoy sintiendo un temblor en los labios y un tic nervioso en
el párpado derecho! Sin embargo, para mí, lo más penoso es la falta de sueño... No hago
más que echarme en la cama y empezar a quedarme dormido, cuando de pronto, en el
costado izquierdo siento una punzada, esta luego me sube al hombro y a la cabeza, me
levanto de un salto como un loco, doy unas vueltas y me acuesto otra vez; pero apenas he
empezado a adormecerme, cuando de nuevo siento la punzada en el costado... ¡Y así lo
menos veinte veces!...
(Entra Sofía con notorio luto, con una fotografía en sus manos, detrás de ella vienen los
criados, Alma con escoba en mano, Luka con una botella de vino)
Alma: ¡No está bien, señora!… ¡Con eso no consigue Ud. más que hacerse daño! La
cocinera se ha ido al mercado por fresas. Todo respira alegría. Hasta el gato se pasea tan
contento por el patio, y usted, en cambio, se está el día entero metida en la casa, como en
un convento, y sin darse un gusto. ¡Puede que lleve usted un año sin salir!
Sofía: Y no saldré nunca… ¿Para qué?… ¡Mi vida ha terminado! ¡El descansa en la tumba y
yo me he enterrado entre cuatro paredes!… ¡Ambos hemos muerto!
Luca: ¡Vaya! ¡Eso ni siquiera lo repita! … Nicolás murió. Así tenía que ser. Fue la voluntad
de Dios. Que en paz descanse… Usted ha sufrido… pero basta ya de sufrir. No… no tiene
usted porque pasarse toda una eternidad llorando y vestida de luto… ¡También en otro
tiempo se murió mi viejo!… ¿Y qué? …Yo tuve mi pena… lloré durante un mes, y con eso
bastó… ¡Ni siquiera mi viejo merecía que me pasara toda una eternidad llorando! (Suspira)
Se olvida de sus vecinos… no hace visitas ni las recibe… Vivimos... con el perdón de usted,
como las arañas. Sin ver el mundo. ¡Nuestra región está llena de señores, los oficiales son
unos verdaderos bombones!… En los campamentos hay baile todos los viernes, y casi
diariamente la banda militar toca música… ¡Vamos, señora!… ¡Madrecita! Es usted joven y
guapa, ¡una manzanita! No le falta más que disfrutar de la vida… La belleza que a uno le
han dado no es eterna. ¡Quién sabe si usted misma, dentro de unos diez años, querrá
pavonearse delante de los señores oficiales, deslumbrándolos... y ya será tarde!
Sofía: (Con decisión) ¡Te ruego que no vuelvas a hablarme nunca de esto! ¡Sabes muy bien
que, desde que murió Nicolás, la vida ha perdido para mí todo sentido! ¡Crees que estoy
viva, pero en realidad solo te lo parezco! Me he jurado guardar luto hasta la muerte y no
volver a ver el mundo… ¿Lo oyes?… ¡Que vea su alma cuanto le quiero! ¡Sí! ¡Ya sé que
para ti no es ningún secreto que él tenía la costumbre de tratarme con injusticia y con
crueldad!… hasta infiel era… ¡Pero yo le seré fiel hasta la tumba y le demostraré como soy
capaz de amar!… ¡Desde ahí, desde el más allá me verá igual que antes de su muerte!
Alma: En lugar de hablar así, sería bueno pasearse un poco en el jardín, mandar a bañar a
“Tobi” y hacer una visita a los vecinos…
Luca: ¡Señora! ¡Madrecita! ¿Qué le pasa?… Por el amor de Dios…. (Suelta la escoba y
corre hacia ella)
Sofía: ¡Él quería tanto a “Tobi”!… Siempre lo llamaba cuando volvía del trabajo, y que
gracia, que maravillosa manera tenían de galopar. Como lo tiraba con fuerza de las riendas.
¿Te acuerdas?… Oh, “Tobi”, “Tobi”. Di que le den hoy un suplemento de un octavo de
avena.
Alma: Como disponga. (Sale a la puerta, Luca y Sofía salen a las habitaciones)
Volviendo al tema del cigarro… solicito también una atención especial por parte de los
señores médicos..., ya que estos pueden sacar gran provecho de mi conferencia..., dado
que el cigarro, a pesar de su carácter perjudicial, es empleado también en medicina. Si, por
ejemplo, metiéramos una mosca en una tabaquera..., moriría, seguramente, víctima de un
desequilibrio de sus nervios... Como primera orientación, puede decirse que el tabaco es
una planta... Les advierto que yo, por lo general, cuando doy una conferencia, tengo la
manía de guiñar el ojo derecho; pero ustedes no reparen en ello... Es un defecto de mis
nervios... Soy hombre muy nervioso, (Entra Iván nuevamente y toma asiento) y esta
costumbre de guiñar un ojo la contraje el trece de septiembre de 1999: día en el que mi
mujer dio a luz su cuarta hija, de nombre Bárbara... Todas mis hijas nacieron en trece...
Pero... (Mira el reloj.), el tiempo apremia y no podemos desviarnos del tema de esta
conferencia.
Natalia: ¡Vaya!... ¡Pero si es usted!... ¡Y papá diciéndome que era un fotógrafo de la miss
Venezuela!... ¡Buenos días, Iván García!
Natalia: Perdone que venga con el delantal puesto y sin arreglar. Estábamos pelando papas
para la ensalada ¿Por qué ha tardado usted tanto en venir a vernos? ¡Siéntese! (Se sientan)
¿Quiere almorzar?
Iván: (Agitado) ¡Verá usted...! estimada Natalia!... ¡El caso es que he decidido rogarle que
me escuche!... ¡Claro que usted se extrañará, y hasta puede que se enoje..., pero lo cierto
es que yo... (Aparte) Tengo un frío terrible!
Iván: Procuraré ser breve. ¡Usted sabe, estimada Natalia!... que, desde hace mucho tiempo,
desde la misma infancia, tengo el honor conocer a su familia... Mi difunta tía y su esposo, de
quienes, como se sabe, heredé las tierras..., siempre tuvieron en la más profunda estima a
su padre y a su difunta madre... las familias Gonzáles y García mantuvieron siempre un
trato tan amistoso, que bien pudiera llamarse… de parientes. Además..., como usted tiene
el honor de saber..., mis tierras combinan estrechamente con las suyas... Si usted recuerda
mi terreno de aguacates, limita con sus matas de mango…
Natalia: Perdone que le interrumpa. ¿Ha dicho usted “mi” terreno de aguacates... Pero,
¿acaso ese terreno es suyo?
Natalia: ¡Esto sí que es bueno! ¡El terreno de aguacates no es suyo, sino nuestro!
Natalia: ¡Que novedad para mí! ¿Y de dónde saca usted que es suyo?
Iván: ¿Cómo qué de dónde?... Me refería a ese terreno que forma un cuchillo entre su mata
de mango y la de cambur.
Iván: ¿Cómo que desde cuándo?... Desde que alcanzo recordar, fue siempre nuestro.
Iván: ¡En las escrituras se ve, estimada Natalia Gonzales... ¡La propiedad de ese terreno fue
discutida en un tiempo, eso es cierto: pero ahora todo el mundo sabe que es mío! ¡Esto no
admite discusión! Verá usted. La abuela de mi tía había dejado libre de cargas y sin límite
de tiempo, el terreno a los campesinos del abuelo de su padre para beneficio de estos y en
pago a un cocimiento de ladrillos que se le hacía... Los campesinos del abuelo de su padre,
habiendo disfrutado, completamente gratis y durante cuarenta años del terreno, se
acostumbraron a considerar las tierras como suyas. Sin embargo, cuando salió la nueva
orden…
Natalia: ¡No es nada de eso que usted cuenta! ¡Mi abuelo, lo mismo que mi tatarabuelo,
siempre consideraron sus tierras como llegando a la mata de cambur…, lo cual quiere decir
que ese terreno de matas de aguacate era nuestro! ¡Aquí no hay nada que discutir! ¡Resulta
hasta enojoso!
Iván: Aún si fuera como dice, ¡que no es! Si la mata de cambur me pertenece, ¿entonces
porque solo ustedes se benefician de ella?
Natalia: (aventando la cáscara de cambur) ¡Nunca he tocado uno solo de esos cambures!
Natalia: ¡No!... ¡Sencillamente está usted bromeando o me quiere hacer rabiar!... ¡Vaya
sorpresa!... ¡Conque tenemos unas tierras desde hace casi trescientos años y, de repente,
vienen a declararnos que no son nuestras!... ¡Perdone usted, Iván García, pero no puedo
creer lo que oyen mis oídos! ¡No es que me sea preciso ese terreno! ¡Su extensión no es
mayor a cinco hectáreas y no vale demasiado…, pero me indigna la injusticia!... ¡Dígame lo
que quiera, pero por la injusticia no paso!
Iván: ¡Le suplico que me escuche! Los campesinos del abuelo de su padre, como ya tuve el
honor de decirle, cocían ladrillos para la abuela de mi tía… La abuela de mi tía, deseando
complacerles…
Natalia: ¡El abuelo…, la abuela…, la tía!... ¡No comprendo absolutamente nada! ¡El terreno
de aguacates es nuestro y punto concluido!
Iván: ¡El terreno no me importa en absoluto! ¡Lo que quiero es mantener el principio!... Si lo
desea, se lo regalo.
Natalia: (molesta) ¡Yo soy la que podría regalárselo a usted! ¡Todo esto es muy extraño,
Iván…! ¡Siempre le hemos considerado como un buen vecino…, como a un amigo!... ¡El
año pasado le prestamos nuestro baño, y aunque lo tapo, no le comentamos nada y usted
se porta con nosotros como si fuéramos los malos!... ¡Me regala usted mi propia tierra!
¡Perdone…, pero así no procede un buen vecino! ¡A mis ojos esto podría resultar, hasta….,
si quieres…, insultante!
Natalia: ¡No es verdad!... ¡Y yo voy a demostrárselo! ¡Hoy mismo enviaré allá a nuestros
criados!
Iván: (Llevándose una mano al corazón) ¡El terreno de aguacates es mío!... ¿Lo entiende
usted?... (Gritando) ¡Mío!
Natalia: ¡Tenga la bondad de no gritar! ¡Chille, si quiere, en su casa, pero aquí le ruego no
rebase los debidos límites!
Iván: ¡Si no fuera, señora, por las terribles palpitaciones que me acometen, y por lo que me
tiemblan las venas de las sienes..., me oiría usted!... (Gritando) ¡El terreno es mío!...
Natalia: ¡Nuestro!
Iván: ¡Es mío!
Natalia: ¡Nuestro!
Escena 7
Alma: (Preocupado) Señora… Hay aquí alguien que pregunta por usted… Quiere ver…
Sofía: Supongo que le habrás dicho que desde la muerte de mi marido no recibo a nadie.
Alma: Se lo he dicho, pero no ha querido escucharme. Dice que se trata de un asunto muy
importante.
(Alma se mueve de su lugar para ver quién es. Entra el oso y ella intenta no dejarle pasar
más)
Sofía: Bien, hazle entrar. (Sale Luca Está claro que tendré que irme a un convento…
(Suspira) Sí, a un convento.
Diego: (Entrando con Alma, hablándole a ella) ¡Tonta, te gusta demasiado hablar, sal de mi
camino, burra! (Con ademán de dignidad al ver a Sofía) Señora, tengo el honor de
presentarme: Diego Fernández Teniente de artillería retirado y terrateniente. Un asunto de
suma importancia me obliga a molestarla.
Diego: Su difunto esposo, al que tuve el honor de conocer, se endeudó conmigo por el valor
de mil doscientos dólares. Ahora bien; dada las circunstancias de que mañana me veo
precisado a pagar los intereses del banco, le rogaría, señora, que me pagase ese dinero
hoy mismo.
Sofía: ¡Mil doscientos! … Y ¿por qué razones tenía mi marido deudas con usted?
Sofía: (A los criados, con un suspiro) Ah… Ya saben, no vayan a olvidarse de decir que den
a “Tobi” su suplemento de octavo de avena (Salen) Bien, si Nicolás tenía una deuda
pendiente con usted, naturalmente le pagaré esa deuda…; pero hoy discúlpeme, por favor.
No dispongo de dinero. Mi administrador regresará pasado mañana, y en cuanto llegue le
daré las órdenes oportunas para que se le pague todo lo que se le debe. Pero en este
momento no puedo satisfacer su deseo. Hoy, además, hace exactamente siete meses que
murió mi marido, y no tengo humor para pensar en asuntos de dinero.
Diego: ¡Pues imagine como estará mi humor ahora! ¡Si mañana no pago los intereses,
tendré que salir volando! ¡Me embargarán la casa!
Sofía: La última.
Sofía: De veras.
Diego: ¡Pues muchas gracias! ¡Tomo nota de ello! Y luego pretende que uno conserve la
sangre fría. En el viaje me encuentro con el recaudador y me pregunta: ¿Por qué anda
usted siempre enfadado, Diego? ¡Dios mío! ¿Cómo no voy a enfadarme si me hace falta el
dinero como el aire? Ayer salí al alba de mi casa, recorrí todas las de mis acreedores y no
encontré uno solo que me pagara lo que me debía. Cansado como un perro, tuve que pasar
la noche en un hotelucho, junto a una botella de vodka. Por fin llego aquí, a setenta millas
de mi casa, espero cobrar lo que se me debe y se me agasaja con “humor” … ¿Cómo no
voy a enfadarme?
Sofía: Perdone, pero no estoy acostumbrada a tales expresiones y a semejante tono. ¡No
quiero escucharle más! (Sale)
Diego: ¡Vaya por Dios!… ¡Humor!… ¡Siete meses que se murió el marido!… Pero yo no
tengo más remedio que pagar los intereses…Humor y demás lindezas. Ni un canalla paga y
esta, ahora, me viene con su triste humor. ¡Y que lógica la suya! ¡Estás necesitado de
fondos hasta el cuello y no te paga porque… “No tiene humor para ocuparse de asuntos de
dinero”!… Mujer cien por cien. Lógica de tocador. ¡Por eso precisamente no quise nunca, ni
quiero, tratar con mujeres! ¡Me resulta mucho más fácil sentarme sobre un barril de pólvora!
Solo con ver - aunque sea de lejos - a uno de esos “seres angelicales”, me entran
convulsiones de furia. (Entra Luca)
Diego: ¡Fuera!… (Sale Luca corriendo y asustado) ¡Está enferma y no recibe!… ¡Que
importa! ¡No me hace falta que me recibas! ¡Me quedaré aquí hasta que me devuelvas mi
dinero! ¡Y si sigues enferma una semana, una semana permaneceré aquí!… ¿Qué te dura
la enfermedad un año? ¡También yo un año!… ¡Cobraré lo que es mío, madrecita! ¡No me
conmoverás con tu luto ni con los hoyuelos en tus mejillas! ¡Ya conocemos esos hoyuelos!
… ¡Ah, que fastidio! Un calor insoportable, ni uno solo que te haya pagado, la noche en
blanco, y ahora aquí, por añadidura, esta “delicadeza” de luto con su triste humor. Me duele
la cabeza… ¿Si bebiera un poco de vodka?… Quizás sí… (Gritando)… ¡Criada!
(Alma y Luca aparecen brevemente empujándose a ver quién va a salir, Alma logra empujar
a Luca y el sale, con fastidio, viendo hacia atrás con expresión de te voy a matar)
Diego: ¡Tráeme una copa de vodka! (Sale Luca) Vaya figura la mía, lleno de polvo, con los
zapatos sucios, sin lavar y sin peinar…La señora me habrá tomado por un bandido. Pero
que se le va hacer… No soy un invitado, soy un acreedor y los acreedores no gastan en un
traje especial… (Entra Luka con una manzanilla)
Luca: (Saliendo) Este diablo ha llegado aquí para desdicha nuestra. Le trajo la fuerza
maligna.
Tengo, primeramente, que decirles que mi mujer es propietaria de una escuela de música y
de un pensionado de señoritas... Dicho sea entre nosotros, a mi mujer le gusta mucho
quejarse de la falta de dinero; pero la realidad es que tiene ahorrados de cuarenta a
Cincuenta mil dólares., ¡por lo menos!, mientras que yo no dispongo ni de un solo dólar...
¡En fin, ¡qué se le va a hacer!... En la pensión, el encargado de las tareas domésticas soy
yo... Voy a la compra, vigilo el servicio, anoto los gastos, confecciono cuadernos, limpio de
chinches los muebles, paseo al perrito de mi mujer, cazo ratones, mato las cucarachas, lavo
la ropa, baño al mendigo perro... Ayer, por ejemplo, que proyectaban hacer acemitas, mi
obligación se redujo a dar a la cocinera la harina y la mantequilla; pues bien..., figúrense
que hoy, cuando ya estaban preparadas las acemitas, viene mi mujer a la cocina y dice:
(Entra Alma en papel de su esposa caminando hasta salir de escena) Alma: Tres de las
alumnas no pueden comerlos por tener las amígdalas inflamadas...
Sobraban, por tanto, varias de esas acemitas, ¿Qué hacer con ellas? Mi mujer quiso,
primero, guardarlos en la despensa; pero luego, después de pensarlo un rato, me dijo:
Cuando está de mal humor me llama «espantapájaros» ... ¿Y qué tengo yo de espanta
pájaros?... (muestra su vestimenta al público) ¡Ella es la que está siempre de mal humor!...
No puedo decir que me comí las acemitas… Me las tragué sin masticar... (Se ahoga y se
voltea a pedirle agua a Iván) ¡Tengo siempre tanta hambre!... Ayer, por ejemplo, no me dio
de comer en absoluto... «¿Por qué voy a tener yo que darte de comer?» Me dijo... Pero...
(Mirando el reloj.), nos estamos desviando del tema. Voy por mas acemitas, enseguida
vuelvo…
Natalia: ¡Papá! ¡Di, por favor, a este caballero a quién pertenece el Pastizal de los Turpiales!
¡Si a él o si a nosotros!
Iván: ¡Pero, por Dios..., Esteban Gonzales ¿Cómo va a ser suyo?... ¡Póngase, al menos, en
razón!... Verá... La abuela de mi tía había dejado, libre de cargas y sin limitación de tiempo,
el pastizal a los campesinos de su abuelo de usted, para provecho temporal de estos... Los
campesinos, habiéndose beneficiado de la tierra durante cuarenta años, se habían
acostumbrado a ella, y la tenían por suya..., pero cuando salió la nueva orden…
Esteban: ¡Querido mío!... ¿Por qué gritar?... ¡A gritos es imposible demostrar nada!... ¡Yo no
quiero lo que sea suyo, pero tampoco tengo la intención de perder nada que sea mío!...
¿Por qué iba a perderlo? ¡Si la cosa hubiera llegado al punto de que se pretenda discutirme
la propiedad..., antes preferiría regalársela a los simios que a usted!
Iván: ¡No entiendo! ¿Con qué derecho va usted a regalarme una propiedad que no es suya?
Esteban: ¡Permítame!... ¡Eso del derecho ya es cuenta mía!... ¡Además, joven, no estoy
acostumbrado a que me hablen en ese tono!... ¡Le doblo la edad, joven, y le ruego que se
dirija a mí sin excitaciones!...
Iván: ¡No! ¡Sencillamente me toma usted por tonto, y se ríe de mí! ¡No solo dice que mis
tierras son suyas, sino que, encima, pretende que conserve la sangre fría y le hable
comedidamente! ¡Ese no es el proceder de un buen vecino, Esteban García... ¡Más tiene
usted de usurpador que de vecino!
Iván: ¡Eso ya lo veremos! ¡Con mediación de la justicia, les demostraré que es mío!
Esteban: ¡De la justicia!... ¡Puede usted denunciarnos, señor mío! ¡Denúncienos cuando
quiera! ¡Ya le voy conociendo bien! ¡Lo que buscaba usted era una ocasión para llevarnos a
los tribunales! ¡Usted es un delator! ¡Toda su familia fue siempre amiga de pleitos! ¡Toda!
Iván: ¡Le ruego no ofenda a mi familia! ¡En la familia García, todos fueron honrados!
¡Ninguno de sus miembros fue jamás sometido a juicio por malversador de fondos como su
abuelo!
Esteban: ¡Su abuelo fue un borracho! ¡Y su tía, la menor Natalia Jiménez, se fugó con un
arquitecto!
Iván: ¡Y su madre era torcida de espalda! (Llevándose la mano al corazón) ¡Ay! ¡La punzada
en el costado! ... ¡Ahora en la cabeza!... ¡Dios mío!... ¡Agua!
Iván: ¡Siento paralizárseme la pierna izquierda!... ¡Es usted un intrigante! ¡Ay! ¡El corazón!...
¡Y para nadie es un misterio que antes de las elecciones!... ¡Los ojos me echan chispas!
¿Dónde está mi sombrero?
Esteban: (Gritándole a la espalda) ¡No se le ocurra volver a poner los pies en mi casa!
Natalia: ¡Presente si quiere la denuncia! ¡Ya veremos lo que pasa! (Iván sale,
tambaleándose y Natalia y Esteban entran a la casa)
Diego: ¡Ah, que furioso estoy! ¡Sería capaz de hacer añicos el mundo!… Hasta empiezo a
sentirme mal… (Gritando) ¡Criada!
Sofía:(Entrando con los ojos bajos) Muy señor mío… Hace mucho tiempo que en mi retiro
me he desacostumbrado a la voz humana, y no soporto los gritos. Le ruego
encarecidamente que no altere mi paz.
Sofía: Ya le dije, en Castellano, que no dispongo de ese dinero, y que espere hasta pasado
mañana.
Diego: Y yo, también en Castellano, tuve el honor de decirle que es hoy y no pasado
mañana cuando lo necesito. ¡Si hoy no me paga, mañana tendré que ahorcarme!
Diego: En ese caso… ¡Aquí me quedo y aquí permaneceré hasta cobrar! (Se sienta) ¿Qué
va a usted a pagarme pasado mañana?… ¡Magnífico! ¡Hasta pasado mañana seguiré
sentado! (Se levanta de un salto) Pero yo pregunto: ¿tengo o no tengo que pagar mañana
esos intereses? ¿Cree que bromeo?
Sofía: Muy señor mío… Le ruego que no grite. Esto no es una cuadra.
Diego: ¿Quién habla de las cuadras? Lo que pregunto yo es si mañana tengo o no tengo
que pagar esos intereses.
Diego: ¡Mire con lo que sale!… Pues ¿cómo quiere que le hable?… ¿En francés?…
“Madame, je vous prie… que felicidad me produce el que no me pague lo que me debe” …
Ah, qué tiempo maravilloso tenemos hoy… Y ese luto, que le sienta bien…
Diego: Pues sepa, señora, que en mi vida he visto muchas más mujeres que gorriones. Tres
veces me he batido a duelo, y siempre por culpa de las mujeres. ¡A doce mujeres he dejado
abandonadas; nueve me abandonaron a mí! Hubo un tiempo en que me conducía como un
idiota, me arrojaba a los pies de las damas…
Componía poemas… Amaba, sufría, suspiraba mirando la luna, y charlaba como una
hurraca sobre la emancipación. La ternura de sentimientos me costó la mitad de mis
bienes… pero ahora, se acabó. Ya no me engañaran por sus ojos negros, apasionados…
los labios rojos, los hoyuelos en las mejillas, la luna, el aliento tímido… ¡Por nada de eso,
señora, daría ahora ni un centavo!… (Sofía se va yendo poco a poco) No aludo a nadie que
esté presente pero la verdad es que todas las mujeres son afectadas, presumidas,
melindrosas, chismosas, embusteras, vanidosas, mezquinas, crueles, y en relación a esta
cosita (Se lleva la mano a la frente), permítame que le diga - en alas de la sinceridad - que
un gorrión piensa mil veces más que un filósofo con faldas. Esos seres “ideales”, todas
semidiosas provistas de un millón de encantos, mirando su alma… ¿Qué encontramos?…
Un vulgar cocodrilo. (Ase con las manos el respaldo de una silla, que cruje y se rompe)
¡Pero lo que más me indigna es que ese cocodrilo, sin saber por qué se imagina tener el
monopolio de la ternura de sentimientos… ¡Qué diablos! ¡Que me cuelguen de ese clavo
patas arriba si una mujer es capaz de amar a nadie aparte de a sus pekineses! En amor no
saben más que lloriquear. Ahí donde el hombre sufre y se sacrifica, ahí ella, como única
manera de expresar amor, solo sabe agitar más vivamente la cola de su vestido para
intentar agarrarte por la nariz. Usted tiene la desdicha de ser mujer, y por experiencia propia
debe conocer la naturaleza femenina… Dígame con franqueza… ¿A conocido en su vida a
una mujer sincera, fiel y constante?… ¡No! ¡No la conoce1 ¡Solo las viejas, las feas y las
gordas son capaces de ser fieles y constantes!… ¡Antes se encontraría un gato con cuernos
que una mujer constante!... (Voltea) ¡Que le paree…!! ¿A dónde se fue?...
Prosigamos... Aunque, en realidad, creo que seguramente les gustaría más estar
escuchando una sinfonía o un aria... (Canta.) «¡En el combate no perderemos la sangre
fría!» ... No me acuerdo de dónde es esto... A propósito..., me olvidaba decirles que en la
escuela de música de mi mujer..., aparte de las ocupaciones domésticas..., tengo obligación
de dar clase de matemáticas, de física, de química, de geografía, de historia, de solfeo, de
literatura, etcétera... Las lecciones de baile, canto y dibujo las cobra mi mujer, aunque la de
baile y la de canto también soy yo quien las doy... Nuestra escuela está situada en el
callejón número trece. Seguramente es el vivir en un número trece lo que me hace tener tan
poca suerte en la vida... Mis hijas nacieron en trece y nuestra casa tiene trece ventanas...
¡Qué, se le va a hacer!... Si alguien desea más detalles puede dirigirse a mi mujer, que está
a todas horas en casa, o leer los programas de la escuela. Los vende el portero a tres
dólares la hoja. (Saca unas cuantas de su bolsillo.) Si lo desean, puedo darles algunos. ¡A
tres dólares la hoja!... ¿Hay quien la quiera?... (Pausa.) ¿No quiere nadie?... ¡Se la dejo a
dos dólares! (Pausa.) ¡La fatalidad!... ¡Si vivo en un número trece, cómo voy a tener
suerte!... ¡Me he vuelto viejo y tonto!... Quién sabe si, por ejemplo, mientras estoy dando
esta conferencia presento un aspecto alegre y, sin embargo..., ¡cómo me agradaría pegar
un grito muy fuerte o salir de aquí disparado e ir a parar a mil leguas!... ¡No tengo nadie con
quien poder lamentarme y hasta me entran ganas de llorar!... Me dirán ustedes...: «¿Y sus
hijas?» ... ¡Mis hijas!... ¡Les hablo y se echan a reír!... Mi mujer tiene siete hijas. No,
perdón..., creo que seis... (Con viveza.) No, siete... La mayor, Anna, ha cumplido los
veintisiete, y la menor, los diecisiete... ¡Muy señores míos!... ¡Escuchen!... (Volviendo la
cabeza para mirar tras de sí.) ¡Soy un desgraciado!... ¡Me he convertido en un ser
anodino..., aunque, en realidad..., tienen ustedes delante al más feliz de los padres..., o, por
lo menos, debían tenerlo... Es todo lo que me atrevo a decir... ¡Si supieran ustedes
solamente cuánto!... He vivido junto a mi mujer treinta y tres años de mi vida, que puedo
decir fueron los mejores de ella... ¡Bueno!... ¡Los mejores, precisamente, no, pero..., casi,
casi!... Estos, en una palabra, se deslizaron como un feliz instante..., aunque para hablar en
justicia..., que se los lleve el diablo... (Volviendo la cabeza.) Me parece que ella no ha
venido todavía y que puede uno decir lo que quiere... ¡Me da miedo!... ¡Me da un miedo
horrible cuando me mira!... (se esconde y se va)
Escena 11- Esteban y Natalia González.
Natalia: ¡Se ha visto canalla semejante! Después de todo, ¿qué fe va uno a tener en los
buenos vecinos?
Natalia: ¡Hasta feo es! ¡Se apropia las tierras ajenas, y encima se permite insultar!
Natalia: ¿A pedir mi mano?... ¡Ay!... (Cae, gimiendo en una butaca) ¡Que vuelva! ¡Que
vuelva! …
Natalia: ¡Pronto!... ¡Pronto!... ¡Me desmayo!... ¡Que vuelva! (Le da un ataque de nervios).
Esteban: Pero ¿qué te pasa? ¿Qué quieres?... (Se toma la cabeza entre las manos) ¡Qué
desgraciado soy! ¡Me pegaré un tiro! ¡Me ahorcaré!
Esteban: (Entrando rápidamente) ¡En seguida viene! ¡Uf! ¡Háblale tú...; yo no tengo ganas!
Esteban: (Irritado) ¡Ya te he dicho que ahora viene!... (Recitando) «¡Oh, qué castigo,
¡Señor, ser padre de una hija mayor!... ¡Me cortaré el pescuezo! ¡Me lo cortaré..., desde
luego! ¡Si hemos insultado a un hombre, si le arrojamos de casa, ha sido por tu culpa! ...
Natalia: ¡No! ¡Por la tuya!
Esteban: ¿De manera que ahora voy a resultar culpable?... (Por la puerta aparece Iván)
Entiéndete tú con él! (Sale)
Iván: (Entra, dando señales de abatimiento) ¡Qué terribles palpitaciones! ¡Tengo paralizada
la pierna izquierda, y me dan punzadas en costado!