Cantar de Los Cantares 4

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Cantar de los Cantares 4

Llegamos hoy al capítulo 4 del Cantar de los Cantares de Salomón. La


totalidad de este capítulo, excepto el último versículo, constituye la canción del
esposo. Aquí se demuestra el amor que Salomón tenía por esta joven, a quién
él había conocido en la zona montañosa del país y había traído a la ciudad.
Nos imaginamos que ella habrá usado zapatos por primera vez, que en su
nueva vida también tenía muchos hermosos vestidos que lucir, y que se
sentaba a la mesa del rey Salomón. ¡Qué privilegio que tenía ella! Y
seguramente disfrutaba de la alegría de su nueva posición.
Al leer este capítulo, deberíamos ver que el Espíritu de Dios está tratando de
demostrar el amor de Cristo para con nosotros. Ese amor está expresado a
través de esta hermosa relación personal. En ella vemos el amor de Cristo por
la iglesia y Su amor por el creyente individual. Este es la canción de amor del
esposo, o la canción de amor del Señor Jesucristo.
Creemos que es obvio que El hablaba de la Iglesia cuando dijo, en el versículo
7, ¡Que hermosa eres amada mía! No hay defecto en ti. Aquí vemos a Cristo
hablando de la iglesia, del creyente. El nos estaba hablando a usted y a mí.
¿Quiere decir que vamos a tener que convertirnos en personas perfectas? Por
supuesto que no. Y para aclarar esto, observemos lo que nos dice un pasaje
muy conocido en la carta del Apóstol Pablo a los Efesios 5:25 y 26 "como
Cristo amó a la iglesia y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla,
habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra". Ahora, Él, ya
nos ha limpiado por medio de Su sangre. Y a través de Su sacrificio, hemos
obtenido perdón de los pecados; así que ahora no se nos puede acusar de
nada; pero Él también nos va a santificar, nos va a purificar por medio de la
Palabra de Dios. ¿Cómo? Bueno, con la Palabra de Dios. Así lo dice este mismo
capítulo de Efesios 5:27, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia
gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni ninguna otra imperfección, sino
que fuese santa e intachable. Él será quien logre que esta Iglesia llegue a ser
santa e intachable. Nosotros seremos vistos en Cristo, unidos a El. Y ahora, Él
puede observar a la Iglesia y decir: ¡Qué hermosa eres, amada mía! No hay
defecto en ti. Porque Él ha quitado esas manchas de la Iglesia, y de cada
creyente.
Ahora, el primer versículo de este capítulo 4, del Cantar de los Cantares dice:
"¡Qué hermosa eres, amada mía, que hermosa eres! ¡Tus ojos son como
palomas en medio de tus guedejas! Tus cabellos, como manada de cabras que
bajan retozando las laderas de Galaad."
Aquí vamos a encontrar una descripción muy detallada de esta joven. Se
describen aquí varias partes de su cuerpo. En el matrimonio, después de todo,
existen dos puntos de vista extremos. Uno es el que le da demasiado énfasis
al sexo. Y hay otro punto opuesto que no le da ningún énfasis al sexo; y que el
matrimonio es un estado tan elevado, santo, donde el sexo no tiene ninguna
cabida. Ahora cuando el énfasis se coloca completamente en el sexo, entonces
la relación se convierte en algo parecido a la relación entre dos animales.
Pues, bien, entre esos dos puntos de vista extremos está el verdadero
matrimonio. Y cuando el esposo toma a la esposa en sus brazos, el amor de
ellos, su amor físico, es consumado.
Leamos ahora los versículos 2 y 3 de este cuarto capítulo:
"Tus dientes, como manada de ovejas que suben del baño recién trasquiladas,
todas con crías gemelas, ninguna entre ellas estéril. Tus labios son como un
hilo de escarlata; tu hablar, cadencioso; tus mejillas, como gajos de granada
detrás de tu velo."
Así era como el esposo veía a la esposa. Todo joven que ha mirado los ojos de
alguna joven, le habrá dicho, lo hermosos que eran sus ojos. Estamos seguros
que nunca hablamos de los otros miembros del cuerpo de tal manera.
Esto nos revela, estimado oyente, que el Señor Jesucristo no sólo nos ama,
sino que nos conoce muy bien. Tenemos que dejar de engañarnos a nosotros
mismos, porque a El no le podemos engañar. Esto quiere decir que podemos ir
y decirle a Él todo, todo lo que está en nuestro corazón. No merece la pena
ocultar nada, utilizar subterfugios ni andarse con rodeos. Le podemos contar
acerca de sus debilidades, de nuestros pecados, de todo aquello que está
presente en nuestros corazones y vidas. Esa es la manera de tratar o hacer
frente a todas estas cosas.
¿Tiene usted un complejo de inferioridad? Si así es, cuénteselo al Señor Jesús.
El es el único que tiene una respuesta para ello. Aunque seguramente existe
una variedad de opiniones entre psicólogos, ya hemos mencionado en uno de
estos programas que, cierto psicólogo cristiano en cuanto a este tema, dijo:
"Usted no puede librarse del complejo de inferioridad. Nosotros como
psicólogos podemos cambiar el complejo de inferioridad de un lugar de la
personalidad a otro. Pero el único lugar donde uno puede encontrar una
solución a este problema es en la cruz de Cristo". Hasta aquí la cita. Creemos
que allí es donde la gente debería ir con sus complejos. Agustín dijo que
nuestros corazones continuarían inquietos hasta que acudamos al Señor.
Quizás algunos no necesitarían librarse de ciertos sentimientos de inferioridad,
porque éstos podrían ayudarle para encontrar fortaleza en el Señor. Esos
sentimientos podrían evitar que usted se convierta en un cristiano arrogante.
Podrían ayudarle a darle al Señor todo el honor y la gloria.
¿Tiene usted un mal hábito que quisiera cambiar? Vaya a El y confiéselo. El es
rico en compasión y misericordia. Quizás siente que ha fracasado ya varias
veces. Ha todos nos ha sucedido. Pero podemos acudir a El con una actitud de
arrepentimiento. Y es hermoso pasar por esa experiencia de comunicarnos con
El, porque sabemos que en Su tiempo y a Su manera nos dará la victoria. Para
realizar sus maravillosos actos El se mueve de forma misteriosa. El no sigue
mis reglas o las de usted, estimado oyente. El no lo logra por artilugios o
recursos concebidos por los seres humanos. El nos ayuda en el momento en
que lo considera apropiado, y siguiendo Sus métodos.
Debemos destacar que El nos conoce íntimamente. Conoce los detalles más
diminutos de nuestras vidas. Por lo tanto, nunca deberíamos temer por acudir
a El y contarle todo.
Y podemos leer en el versículo 6 de este capítulo 4, lo siguiente:
"Mientras despunta el día y huyen las sombras, me iré al monte de la mirra, a
la colina del incienso."
Ese es el lugar al cual debemos acudir para hallar la solución a nuestros
problemas. El monte de la mirra es un símbolo de la cruz de Cristo, porque la
mirra nos habla de Su muerte. Es en ese lugar que podemos encontrar
consuelo, salvación, ayuda y esperanza.
Y la colina del incienso se refiere a Su vida, pero no simplemente Su vida
terrenal, Porque como dijo el Apóstol Pablo en 2 Corintios 5:16: De manera
que nosotros de aquí en adelante a nadie conocemos según criterios humanos;
y aun si a Cristo conocimos de esta manera, ya no lo conocemos así.
La solución a su problema espiritual es conocer a Cristo. Por ello dijo Pablo;
Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús. (Fil.
2:5) Por tal motivo, estimado oyente, continuamos diciendo que la respuesta
se encuentra en la Palabra de Dios. Es por la ignorancia de la Palabra de Dios
que muchas personas están buscando respuestas por otras partes. Esa falta de
conocimiento hace a una persona vulnerable ante los maestros falsos que se
aprovechan de quienes no conocen la Palabra de Dios. Porque es por medio de
la Palabra de Dios que conocemos a Jesucristo y aprendemos a sentarnos a la
mesa en la sala de banquetes, que hemos visto en el Cantar de los Cantares
de Salomón. Allí podemos celebrar un banquete con El, encontrando en El la
satisfacción y la alegría.
En realidad, ni usted ni yo somos conscientes de cuánto nos ama.
Escuchémosle leyendo los versículos 9 y 10:
"Me robaste el corazón, hermana, esposa mía; me robaste el corazón con una
mirada tuya, con una gargantilla de tu cuello. ¡Cuán hermosos son tus
amores, hermana, esposa mía! ¡Cuánto mejores que el vino tus amores, y la
fragancia de tus perfumes más que toda especia aromática!"
El esposo hablando con la esposa ilustra al Señor Jesús hablando de los
creyentes, de aquellos que son Suyos. De esa manera El nos ama hoy. Si
verdaderamente supiéramos cuánto nos ama, ese conocimiento quebrantaría
nuestro corazón. Solo el Espíritu de Dios puede hacer ese amor real para
nosotros. ¿Ha experimentado usted mismo ese amor? ¿Es consciente ahora
mismo de Su amor? Estimado oyente, tenga la seguridad de que El le ama.
Escuchemos ahora lo que dijo la esposa en respuesta, aquí en el versículo 16,
de este capítulo 4:
"¡Levántate, viento del norte, y ven, viento del sur! ¡Soplad, y mi jardín
desprenda sus aromas! ¡Venga mi amado a su jardín y coma de sus dulces
frutos! Comed, amados amigos; bebed en abundancia."
Recordemos cómo enseñó el señor Jesús a Sus discípulos en el aposento alto
en aquel hermoso discurso registrado en Juan 13 al 17. En la mitad del
discurso, en Juan 14, encontramos que el Señor Jesucristo fue interrumpido
una y otra vez por los discípulos que le hicieron preguntas. El último en
interrumpirlo fue Judas. ¿Se ha fijado usted alguna vez en la pregunta que él
le hizo al Señor? En Juan 14:22 vemos que le preguntó: Señor, ¿cómo es que
te manifestarás a nosotros y no al mundo? Judas le estaba diciendo: "Es
maravilloso el estar aquí. Tú nos estás revelando estas maravillosas verdades
en cuanto a tu persona. Pero, ¿y el mundo que se encuentra fuera de aquí?"
En el versículo 16 de nuestro pasaje, la esposa estaba hablando. Y se dirigió al
viento del norte. El viento del norte era un viento frío y podía hacer que la
esposa sintiera mucho frío. Pero ella dijo: ¡Levántate, viento del norte! ¿Por
qué? Para que aquella especia, aquella maravillosa fragancia pudiera ser
esparcida hacia otros, para que también pudieran disfrutarla. EL Dr. Ironside
añadió: "nos indica el anhelo de la esposa de ser todo lo que su esposo quería
que fuera". Y continuó diciendo: "el viento del norte es frío, implacable,
cortante; una ráfaga glacial. Naturalmente, ella se protegería de él, como
nosotros también lo haríamos y, sin embargo, el frío del invierno es tan
necesario como el calor del verano, si va a llevarse a cabo perfectamente la
producción del fruto. Se requiere el frío para desarrollar el sabor de las
manzanas. Y así sucede con nuestras vidas. Necesitamos el viento del norte, el
viento frío de la adversidad y las dificultades, así como el viento suave y
apacible del sur, tan agradable para nuestra naturaleza. Las mismas
experiencias de las cuales nos apartamos, o de las cuales intentamos
protegernos, son las que actuarán en nosotros para producir los frutos
pacíficos de justicia. Si todo en nuestra vida nos resultara fácil y placentero,
éstas serían insípidas; habría tan poco en ellas que pudiera deleitar el corazón
de Dios; así que, tiene que haber un viento del norte, así como un viento del
sur". Hasta aquí la cita.
Esta es la clase de vida que el Señor Jesús usa para alcanzar al mundo. El no
ha olvidado al mundo. La esposa le dijo al esposo: ¡Venga mi amado a su
jardín y como de sus dulces frutos! Esta fue una invitación que él aceptaría. Y
en el aposento alto, como vimos en Juan 14:23, el Señor Jesús les dijo a Sus
inquisitivos discípulos: El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre lo
amará, y vendremos a él y haremos morada con él.

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