La Mejor Amiga de Mi Hermana Cap 4

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La mejor amiga de mi hermana

Por Mauuge

Capitulo cuatro

-¿Qué te ocurre, Michelle?-Le preguntó de forma inocente mientras acercaba


su boquita a su oído, la adolescente tembló al sentir la cálida respiración de la
menor sobre su oreja.-¿Te comieron la lengua los ratones, o acaso fue esa
arpía quién te la comió?-Al decir aquello último la niña osó morderle el lóbulo
de la oreja a la mayor para después pasar su pequeña lengua sobre el
cartílago de la otra y ésta de inmediato tembló de pies a cabeza debido a la
excitación que sintió por aquel contacto íntimo.

¡¿Por qué demonios le tenía que pasar todo eso a ella?! ¡¿Qué había hecho
para merecer que una niñita de 12 años, endemoniadamente sexy y encima
hermana menor de la chica que amaba estuviera enamorada de ella?! ¡¿Por
qué a mí?! Fue el pensamiento que pasó por la mente de Michelle en aquel
momento tan crítico para su integridad moral y física.

Sacando una fuerza interior que realmente no supo de dónde carajo sacó,
apartó de un empujón a la niña, quien por el impacto cayó de culo al piso.
Mirando a la adolescente con sus orbes bien abiertos por la sorpresa.

-Escucha Naiara, entiendo perfectamente que sólo tengas 12 años y que por lo
tanto hay cosas que no entiendes aún, por lo tanto yo me esforzaré para
hacértelas entender, primero que nada: sí, soy lesbiana y me gustan las
mujeres, pero tú no eres una mujer, eres una niña y yo pronto cumpliré mis 18
años y el estar contigo pasaría a llamarse pedofilia. Segundo: mis padres e
incluso Anna saben que yo soy lesbiana y lo aceptan, sin embargo los tuyos no
y dudo que acepten que a su “princesita” le gusten las mujeres, lo primero que
se les vendrá a la mente será pensar que yo te pervertí cosa que no es cierta.
Y tercero: a mí ya me gusta otra mujer, que no eres tú. Lo siento mucho Nai.-
Terminó de decirle y se sintió la peor escoria del mundo al ver a la pequeña
castaña aun tirada en el piso con sus hermosos ojos azules cristalinos y
mordiéndose el labio para no sollozar de la tristeza que sentía.

-¡Mentira! ¡Mientes! ¡Yo te vi mirándome el trasero con deseo en mi cuarto! ¡Tú


sí me deseas aunque yo sea una ni…!-Sin embargo Naiara no puedo terminar
la oración puesto que Michelle enseguida se agachó para quedar a su altura y
le calló la boca colocando su mano sobre la misma. Rayos, se nota que ésta
niña no entendía que no estaban solas en casa. Fue el primer pensamiento que
paso por la mente de la azabache en aquel momento.
-¿Puedes callarte? Mis padres están abajo. Además Naiara, yo soy un ser
humano, es obvio que a ésta edad tenga las hormonas alborotadas y si me
andan mostrando el trasero es lógico que reaccionaré, sucedería lo mismo si
me lo hubiera mostrado cualquier otra chica. Por favor, no andes haciendo ése
tipo de cosas a tu corta edad, así se empieza y me dolería mucho que luego te
convirtieras en una…-No pudo terminar la frase puesto que la niña se deshizo
de la mano que tapaba su boca y antes de que Michelle reaccionara ya le
había estampado una cachetada en la cara, aprovechando que ambas estaban
arrodillas y a la misma altura.

-¿Quién rayos te crees que eres? “Reaccionaría igual con cualquiera mujer”
“Así empiezas y luego te convertirás en una…” ¿Una qué, Michelle? ¡¿Una
puta igual que la arpía con la cual estás saliendo?! ¡¡Jamás me vuelvas a
comparar con una zorra como ésa!!-Le gritó completamente enojada, ardiendo
de los celos, realmente la azabache estaba sorprendida, no parecía ella misma
en esos momentos.

-¿Q-qué? ¿La arpía con la cual estoy? ¿D-de qué diablos estás hablando
Naiara?-Le cuestionó confundida y con el ceño fruncido, su mano derecha
estaba apoyada sobre su adolorida mejilla, aunque no se quejó, porque en el
fondo sabía que se la merecía por haberle dicho aquello a la niña.

-¡De esa tal Lara! ¿De quién más estaría hablando?-Automáticamente los ojos
cafés de la adolescente se abrieron impresionados.

-¿Yo andar con Lara? Terminé hace semanas con ella.-Le respondió
sobándose la mejilla y levantándose del suelo, la niña la imitó confundida.

-¡Mientes! Ayer tú y esa arpía se fueron juntas y solas del campus deportivo,
seguro que la aceptaste nuevamente, por eso me has estado ignorando todo el
día.-Ni bien terminó la oración sintió cómo la mano de la azabache se posaba
sobre su cabeza y le revolvía los cabellos con una sonrisa, la pequeña castaña
de ruborizó, cómo extrañaba eso.

-Tonta, como siempre estás suponiendo y dando por hecho cosas que no
pasaron. Yo ayer me fui con Lara para aclararle que no quería volver con ella.
Nada más.-Los ojos azules de la menor se iluminaron nuevamente.

-Pero entonces… ¿por qué me ignoras de esa forma, no vez que duele
mucho?-Le preguntó dolida, tomando con sus pequeñas manitos la mano de
Michelle que tenía en su cabeza y apretándola contra su mejilla derecha,
demostrándole lo mal que la había hecho sentir, Michelle se sintió a morir
cuando su mano tuvo contacto con las lágrimas de la niña. Realmente se
notaba que la estaba pasando fatal.

-Lo lamento mucho Naiara.-Le disculpó sinceramente, para después acariciar


la mejilla de la niña.-Pero de verdad yo amo a otra persona y solamente quiero
ser tu amiga. ¿No te gustaría que todo vuelva a ser como antes? A mí me
encanta pelear contigo, y sé que tú adoras regañarme creyéndote mayor que
yo la mayor parte del tiempo.-La pequeña castaña, entre lágrimas, comenzó a
carcajearse y luego asintió con tristeza.

-Sí, quiero que todo vuelva a ser como antes, Michelle.-“Aunque creo que
jamás podré deshacerme de esto que siento por ti, nunca jamás”

-De acuerdo, entonces así lo haremos.-Le dijo una entusiasmada azabache


mientras le mostraba su dedo pulgar a la pequeña, quien se encontraba muy
desilusionada, pero sabía de antemano que tampoco podría forzar a la
adolescente a quererla, no obstante por otro lado tampoco quería rendirse así
nada más. En ese momento dejó de pensar en todo aquello y simplemente se
concentró en abrazar muy fuerte a la más alta y se maldijo al percatarse de que
su cabeza llegaba hasta el abdomen de la otra, cómo le gustaría crecer y así al
abrazarse su rostro quedara en el cuello de la trigueña.

-Ya, ahora será mejor que vuelvas a tu casa ¿qué le inventaste a Emilia para
que venir aquí?-Le preguntó y la niña se rascó la nuca apenada.

-Le dije a mamá que iría a la casa de mi mejor amiga para hacer un trabajo
práctico del colegio, por eso es que traje mi mochila, para aparentar.-Le reveló
y la más alta negó levemente con la cabeza.

-No debiste haber mentido, Nai.-La regañó sonriéndole.-Me gustaría


acompañarte pero se vería extraño ¿no te parece?-La pequeña castaña asintió.

-Sí, lo mejor será que vuelva a casa sola. ¿Desde mañana todo será como
antes, no?-Le cuestionó y la azabache asintió. La pequeña se sentía feliz por
un lado pero triste por otro. Feliz porque Michelle volvería a revolverle el
cabello, a pelearle por cualquier cosa y a sonreírle. A ella eso le encantaba.
Pero triste porque la trigueña estaba enamorada de otra mujer y no de ella.
Qué dichosa aquella chica que se haya ganado del corazón de la azabache,
enserio que la envidiaba. Qué no daría ella por enamorarla.

-Nos vemos entonces mañana, Nai.-Se despidió mientras nuevamente le


revolvía los cabellos, la niña le sonrió.

-Dale, mañana nos vemos.-Le respondió antes de darse la vuelta y retirarse de


la habitación de la adolescente. Bajó por las escaleras y se despidió de los
padres de Michelle, para posteriormente retomar el camino que conducía hacia
su hogar.

Luego de ese día todo volvió a ser como antes, la misma rutina los siete días
de la semana. Naiara se sentía a gusto pero a la vez no quería darse por
vencida tan fácilmente y lo que más la tenía ansiosa era saber quién era
aquella persona a la que Michelle amaba. ¿Sería acaso una alumna de
secundaria al igual que la trigueña? ¿O quizás sea una chica que nada tenga
que ver con el colegio? ¿Y si se trataba acaso de una adulta? ¿Casada tal
vez? No, no creía a Michelle capaz de meterse con una mujer en matrimonio.
Entonces… ¿quién sería la chica que la azabache amaba? Ni siquiera se la
podía imaginar puesto que no tenía idea de los gustos de Michelle en cuanto a
eso.

Por varios días estuvo inmersa en la gran incertidumbre de si seguir o no


intentando enamorar a la azabache, ella le había dejado muy claro que no
sentía lo mismo que ella y que, probablemente, jamás lo sentiría y no sólo eso,
sino que además le dijo que estaba enamorada de otra mujer. Sin embargo, a
pesar de que hayan pasado semanas desde eso, la pequeña estaba
enamorada de la adolescente desde los ocho años, y ese sentimiento jamás se
había esfumado de su corazón aunque por años trató de callarlo y la verdad
creía que nunca podría deshacerse de él. No obstante tampoco quería hostigar
a la trigueña y que nuevamente decidiera ignorarla, le dolía que fuera
indiferente con ella.

Así estuvo por varias semanas, hasta que un día…

-Hija, tenemos que ir al doctor a hacerte un chequeo, ya es hora.-Le dijo la


madre a la pequeña mientras la familia almorzara.

-Está bien mamá.-Respondió desinteresada.

-Lo que sí el Dr. Rodolfo ya está viejo así que se retiró, por lo tanto a partir de
ahora te atenderá una Dra.-Le comentó la madre y la niña simplemente asintió
nuevamente desinteresada.

-De acuerdo mamá, ¿cuándo iremos?-Le cuestionó y la madre luego de tragar


el bocado de lasaña que había llevado a su boca le respondió.

-Hoy mismo, quiero que a las 16:00 pm estés preparada.-Le avisó y la niña
suspiró resignada, a ella no le gustaba ir al médico, mierda. Pero no había
opción.

-Ok mamá.-Respondió a regañadientes, su hermana mayor la miró


comprensiva y sonriéndole como usualmente lo hacía.

-Te acompañaría Nai, pero hoy le prometí a Michelle que iría a verla jugar un
partido de vóleibol amistoso.-La niña hizo un puchero, tendría que ir al médico
cuando perfectamente podría haberse ido con Anna a ver a la trigueña,
maldición, su día apestaba.

-Entiendo Anna.-Dijo suspirando.

-Por cierto mamá, hoy es viernes así que iré con Michelle y otros amigos a un
antro. ¿Está bien?-Enseguida el padre trató de replicar pero su esposa le
pinchó la pierna por debajo de la mesa para que cerrara la boca y él así lo hizo.
-Claro que puedes mi vida. ¿Michelle te traerá, cierto?-Le preguntó con una voz
dulce su madre.

-Sí mamá, ella me traerá de vuelta a casa.-Le respondió con una sonrisa, la
pequeña castaña se mordió la mejilla por dentro, era injusto, ella al ser una
niñita no podía ir a ese tipo de lugares de adolescentes. Seguramente Michelle
la pasaría genial y coquetearía con esa chica de la cual estaba enamorada.
Inconscientemente apretó con sus puños la tela de su falda colegial, estaba
enojadísima.

-Buen provecho.-Dijo de la nada, se paró, se dio la vuelta y se largó para su


habitación dando un portazo. Los tres familiares en la mesa se quedaron
sorprendidos ante la actitud de su “dulce” niña.

 …

Luego de dormir una hora, tuvo que levantarse bastante malhumorada, se


cambió de ropa, se arregló solo un poco para luego bajar las escaleras y se
encontrarse con su madre, quien también estaba preparada para salir de la
casa. Madre e hija se fueron en coche hacia un consultorio médico. Y al entrar
fueron bien recibidas por una asistente.

-La Dra. Evans la espera, adelante por favor.-Les dijo amablemente una chica.
Ambas le hicieron caso e ingresaron a la habitación donde se encontraba la
doctora que le realizaría el chequeo a la niña.

Al entrar se encontraron con una bella mujer que no debía superar los 25 años
para la pequeña castaña, estaba sentada tecleando rápidamente en un portátil,
su cabello era negro azabache, su piel la tenía increíblemente pálida, de
contextura delgada y poseía unos hermosos ojos negros como una noche sin
estrellas.  Al percatarse de la presencia de las dos dejó de teclear y les sonrió a
las dos.

-Buenos días.-Saludó educadamente, las dos se sentaron alado de su


escritorio.

-Buenos días Dra., vinimos para realizarle un chequeo a mi hija.-Le informó la


madre sonriente, la mujer asintió de inmediato.

-Sí, lo sé. Mi nombre es Raphaela Evans, ¿y el tuyo, pequeña?-La niña


enseguida se ruborizó, es que para ser una adulta era bellísima.

-Me llamo Naiara Oliverio, un placer.-Le dijo sonriente.

-Mi nombre es Emilia Oliverio, un placer conocerla.-Se presentó también la


madre.

-El placer es mío.-La niña estaba fascinada, era educada, hermosa y para nada
amargada, es que así se imaginaba la pequeña castaña a los adultos en su
mente.
De la nada el celular de Emilia comenzó a sonar, ésta se disculpó y leyó el
mensaje de texto que le enviaron. Enseguida se agarró la cabeza algo
estresada y, suspirando, lo contestó. Luego de guarda su teléfono móvil en su
bolso de mano, miró a su pequeña hija angustiada.

-Mi niña, surgió una urgencia en mi trabajo, Dra. ¿podría realizarle el chequeo
en mi ausencia? Yo regresaré enseguida, lo siento mucho.-Se disculpó
apenada, la azabache negó levemente con la cabeza.

-No hay problema señora, yo me encargo de su hija, usted vaya tranquila no


más.-Le contestó amable. La madre se lo agradeció, se despidió de Nai y luego
salió casi volando del consultorio para atender el inconveniente que había
surgido en su trabajo.

Una vez que amabas estuvieron solas, Raphaela se levantó del asiento de su
escritorio y se paró enfrente de la niña, allí recién la pequeña se percató de que
también era muy alta.

-Bueno Naiara, ahora veremos si todo tu cuerpo está funcionando


correctamente. Andando.-La castaña asintió con la cabeza y entonces la
doctora le realizó el chequeo médico, como era de esperarse, todo estaba en
orden.

-Tu cuerpo funciona excelentemente pequeña, te felicito.-Le dijo amablemente


colocando una de sus pálidas manos sobre el hombre de la menor. Ésta sólo
se limitó a sonreír apenada.

-Muchas gracias.-Se lo dijo con una tierna sonrisa en su infantil rostro.

-Bueno… como todavía no tengo pacientes que hayan llegado y aún tu madre
no regresa, ¿te gustaría charlar un ratito mientras comes ésta paleta?-Le
preguntó mientras sacaba un dulce del cajón de su escritorio y se lo entregaba
a una alegre castaña.

-Claro.-Le respondió entrando en confianza.

-Bueno Naiara, ¿supongo que vas a la escuela no?-Le preguntó sacándose los
lentes que tenía puesto y dejándolos en su escritorio.

-Sí, este año entré a la secundaria.-Le informó mientras le sacaba el envoltorio


al dulce y se lo llevaba a la boca para comenzar a degustarlo.

-Vaya, te felicito. Por lo que puedo suponer que has de tener entre 11 y 12
años. ¿Cierto?-La niña asintió.

-Tengo 12, los cumplí hace poco.-La azabache le sonrió.

-Pues entonces feliz cumpleaños atrasado.-La de ojos azules comenzó a


carcajearse un buen rato, le caía bien aquella mujer.
-Gracias, señorita.-La azabache la miró sorprendida.

-Qué lindo que me llames señorita, me haces sentir menos vieja.-Le comentó
divertida, la niña frunció el ceño confundida.

-Usted no es vieja, no lo parece para nada. ¿Cuántos años tiene? Claro, si es


que quiere responder.-La doctora asintió con la cabeza.

-Te lo diré, pero antes dime… ¿de cuántos años me vez, pequeña?-La niña
observó detenidamente a la adulta y se llevó un dedo a su mentón, pensando
muy bien su respuesta antes de darla.

-La verdad yo te veo como una mujer de no más de 25 años.-Enseguida notó la


sorpresa y la alegría en los ojos negros  de Raphaela.

-¡Qué genial! Me haces sentir estupenda, niña. Pues te lo diré, yo en verdad


tengo 35 años.-La pequeña no se lo podía creer, es que simplemente parecía
10 años más joven.

-Pues se mantiene demasiado bien, la felicito.-La azabache se rio un poco y se


lo agradeció, pero de la nada sintieron cómo la puerta del consultorio se abrió
causando un gran estruendo.

-¡Raphaela, no permitiré que mi dulce Dani se vaya a ese campamente


completamente sola con la ninfómana de Mady!-Gritó una mujer adulta
sumamente hermosa, era alta, delgada, su cabello era rubio platino cubierto
por rizos, su piel blanca como la porcelana y sus ojos tan azules como el
mismo cielo de día.

Enseguida la azabache tosió fuerte y fulminó con la mirada a la otra, quien de


inmediato se disculpó.

-Disculpen, pensé que estabas sola.-Dijo arrepentida.

-Naiara, perdona su comportamiento, es muy impulsiva.-Dijo suspirando


resignada.- Su nombre es Daphne Anderson, es mi colega y mi esposa.-La
pequeña castaña abrió de forma exagerada sus ojos, ¿había escuchado bien?
Dijo… ¿esposa?

-Un placer conocerte.-Saludó aquella rubia, la niña seguía impactada.

-¿Di-Dijiste… e-esposa?-Preguntó más pálida de los normal.

-Sí.-Respondió simplemente Raphaela, realmente no pensaba que esa niña tan


dulce y divertida pudiera ser homofóbica. Enseguida la pequeña salió de su
shock y sonrió más alegre que nunca.

-¡Genial! ¡¿Desde hace cuánto tiempo están casadas?! ¡¿Se aman mucho?!
¡¿Cuándo comenzaron a ser novias?! ¡¿Al principio se llevaban bien o mal?!
¡¿Cómo supieron que era amor y que valía la pena seguir adelante?!-Tantas
preguntas hechas a la misma vez sorprendieron a ambas mujeres.

-Calma, calma.-Trató de tranquilizarla la azabache, luego de unos segundos de


pensar detenidamente en las preguntas de la pequeña comenzó a
responderlas.-Pues… estamos casadas desde hace 16 años.-La niña abrió sus
ojos sorprendida ante la cantidad de años que llevaban casadas pero esperó a
que la otra siguiera respondiendo.-Nos amamos muchísimo, aunque a veces
Daphne me haga rabiar.-La pequeña sonrió divertida ante esa respuesta.-
Comenzamos a ser novias cuando yo tenía 17 y ella 18 años.-La pequeña se
deprimió un poco al oír aquello, puesto que al menos entre ellas no había tanto
diferencia de edad como sí la había entre ella y Michelle.-Al principio nos
odiábamos, pero con el tiempo nuestra relación fue mejorando, pero nos costó
mucho.-Los ojos azules de la castaña se iluminaron nuevamente.-Y… se
podría decir que supimos que era amor y que valía la pena luchar por él porque
caíamos en cuenta de que una no podía estar sin la otra.-Respondió la última
pregunta mientras tomaba de la mano a la rubia y la apretaba fuertemente,
Naiara quedó fascinada al ver el amor que envolvía a ambas mujeres, qué no
daría ella por verse así mismo junto con Michelle.

-Muchas gracias por responder.-Le agradeció la niña.

-La verdad es que no soy adivina, pero por la emoción que demostrarte cuando
Raphaela te dijo que estábamos casadas… puedo suponer que te gusta una
persona, ¿cierto?-Le preguntó Daphne y la niña se ruborizó hasta la oreja,
enseguida la rubia comenzó a reírse divertida.

-Supongo que eso lo puedo considerar como un sí.-Le comentó entretenida.

-¡Daphne, por favor!-La regañó su esposa pero la otra no le hizo caso.

-No importa qué sexo tenga esa persona especial, ni la distancia, ni la edad. Si
tú amas de verdad, por más que esa persona no lo haga, sigue esforzándote
cada día más para enamorarle, si quieres algo, esfuérzate al máximo para
obtenerlo. ¿De acuerdo, niña?-La pequeña abrió sus orbes sorprendida, esa
mujer rubia, que se notaba a leguas tenía un carácter lanzado e impulsivo, le
había regresado todos los ánimos y las ganas de seguir adelante para así
conquistar a Michelle. De la nada comenzó a llorar de la emoción y asintió con
la cabeza.

-¡Sí, señorita Daphne! ¡Muchas gracias a ambas!-Les agradeció muy feliz


mientras se limpiaba las lagrimillas que había derramado, Raphaela miró
horrorizaba cómo su pequeña paciente lloraba y enseguida un golpecito se
estampó en la cabeza rubia de su esposa, quien obviamente se quejó por el
dolor.

-¡¿Por qué me pegas?!-Le reclamó y  tembló ante la mirada oscura de su mujer


amada.
-¡Porque siempre metes la pata!-Le gritó y la rubia simplemente se encogió de
hombros, haciéndose la inocente, la pequeña comenzó a reír divertida por el
tipo de relación bipolar que tenían esas dos doctoras.

Tanto Daphne como Raphaela sonrieron enternecidas al ver la risa de aquella


niña tan bonita. De la nada sintieron cómo la puerta del consultorio era abierta
esta vez por Emilia.

-¡Mamá!-Le saludó la niña con los ánimos levantados.

-Hola de nuevo, mi niña. Muchas gracias por cuidar de ella Dra. Evans.-Le
agradeció y la otra simplemente negó.

-No hay de qué, Naiara se portó muy bien y todo su metabolismo funciona
excelente.-Le comentó mientras agarraba unos papeles y se lo entregaba a la
madre de Nai, quien los tomó en mano y los examinó rápidamente.

-Muchas gracias, nos vemos en otra ocasión. Oh por cierto.-Dijo al percatarse


de la presencia de la rubia en el consultorio.-Mi nombre es Emilia Oliverio, soy
la madre de Naiara, es un placer Dra. ¿?-La elegante rubia, quien tampoco
parecía superar los 25 años de edad, se acercó a la mujer y le dio la mano.

-Daphne Anderson, ese es mi nombre señora Emilia, un placer.-La saludó


cortésmente.

-El gusto es mío.-Le respondió la madre amablemente y luego de que la


pequeña se haya despedido de ambas mujeres con un beso en la mejilla, se
fueron de aquel consultorio madre e hija rumbo a su casa.

Al llegar a su hogar, se percató de que estaban allí tanto Anna como Michelle,
ésta última se bañó ya que estaba sumamente sudada luego del partido de
vóleibol que tuvo esa tarde al cual, lamentablemente, Nai no puedo asistir
porque tuvo que ir al consultorio médico, sin embargo no se arrepentía, puesto
que gracias a eso conoció a Daphne y Raphaela, las dos doctoras que le
devolvieron los ánimos a la pequeña. Las ganas para seguir tratando de
conquistar a la azabache.

Naiara prácticamente no pudo acercarse a Michelle ése día puesto que tuvo
que hacer un montón de tarea atrasada que tenía y además la de ojos cafés se
la pasó en la habitación de su hermana mayor, estuvieron haciendo trabajo
prácticos del colegio y luego arreglándose porque esa noche iban a un antro
con amigos. Nai cada vez que pensaba en ese hecho arrugaba su frente y un
travieso puchero adornaba su rostro, era injusto, ella también quería ir pero
obviamente no le dejarían. Maldición, ser una niña no tenía nada de bueno, ya
quería crecer de una buena vez.
Cuando el reloj marcaba las 23:00 pm, ambas adolescentes estaban en la
puerta despidiéndose de los padres de las dos castañas.

-Cuídense mucho ¿De acuerdo, chicas?-Les recordó por décima vez Robert,
ambas asintieron bastante cansadas de lo insistente que podría llegar a ser
aquel hombre.

-Ya entendieron cariño, deja de ser tan molestoso.-Le regañó nuevamente su


esposa.-Diviértanse sanamente chicas, les deseo mucha suerte.-Les dijo Emilia
dándoles un beso en la mejilla a cada una.

-Muchas gracias.-Dijeron ambas al unísono.

-Diviértanse.-Agregó Naiara  quien ya se encontraba usando su pijama de


ositos, se ruborizó al ver como ambas estaban vestidas. Anna llevaba un
vestido corto y blanco con tiritas, le sentaba excelente. Pero Michelle… Dios
mío, llevaba un vestido azul oscuro bastante escotado y corto, dejando relucir
sus esbeltas piernas, el cabello lo llevaba suelto y el maquillaje resaltaba su
mirada oscura pero seductora. La niña se mordió el labio, no quería que otras
chicas o chicos miraran con deseo a SU Michelle, quería retenerla pero ni
modos… no podría aunque quisiera.-Cuida de mi hermana, cavernícola.-Le
avisó la niña y la otra sonrió divertida, revolviendo los cabellos de la pequeña.

-Claro que la cuidaré, enana. Nos vemos después, buenas noches a todos.-
Dijo al final dándose la vuelta y Anna la imitó.

-Adiós.-Se despidieron ambas al unísono.

Luego de que las adolescentes se fueran en el coche de la azabache, Naiara


se dirigió hacia la habitación de su hermana para ir a buscar un CD de música
que se había olvidado el día anterior allí, al entrar de inmediato lo encontró
reposando en una repisa, lo tomó y cuando estaba a punto de irse de percató
de que la mochila de Michelle estaba en un rincón de la alcoba, tragó grueso,
cerró la puerta y luego fue rápidamente hacia donde la mochila se encontraba y
la abrió nerviosa, sabía que estaba mal pero tenía curiosidad de saber qué
llevaba dentro de su mochila la azabache.

Vio una cartuchera, varios libros, apuntes, exámenes en los cuales había
sacado puntajes muy altos pero lo que más llamó su atención fue un cuaderno
rosa con toques violáceos. “¿Podría ser…?” Fue el pensamiento fugaz que
pasó por la mente de la niña mientras lo tomaba en mano y lo abría
lentamente, corroborando que, efectivamente, sí era lo que ella se imaginaba.

-Es el diario de Michelle.-Aseguró mientras, con mucha ansiedad, comenzaba a


leer las páginas del mismo.

Se acomodó y se quedó leyendo las páginas escritas a mano varias horas,


sabía que estaba mal lo que hacía, pero la curiosidad le había ganado en
aquella ocasión. Quería saber todo sobre Michelle. Se divirtió y asombró
mucho al leerla, hasta que llegó a una en particular que casi y la hace
atragantarse con su propia saliva.

-No puede ser…-Susurró mientras varias gotas de sudor frío se formaban en su


frente y sus manos también comenzaron a temblar y a transpirar debido a los
nervios que sentía.- ¿A-Anna? ¿Mi her-hermana? ¿Mi-Michelle está… está e-
enamorada de…?... No puede ser.-Dijo mientras el diario caía en su regazo, no
puedo sostenerlo más debido al temblequeo de sus manos.

“No puede ser…”

…Continuará…

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