Surrealismo

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Surrealismo

El surrealismo (del francés surréalisme) fue un movimiento cultural desarrollado en Europa tras la Primera


Guerra Mundial, influenciado en gran medida por el dadaísmo. La RAE lo describe como "movimiento
artístico y literario que intenta sobrepasar lo real impulsando lo irracional y onírico mediante la expresión
automática del pensamiento o del subconsciente”. El movimiento es conocido por sus artes visuales y
su escritura mezclado a una imaginación inusual. Los artistas pintaban imágenes desconcertantes e
ilógicas, a menudo con una precisión fotográfica, creando extrañas criaturas de objetos cotidianos y
desarrollando técnicas pictóricas que permitían desvelar el subconsciente. El objetivo era, según André
Breton, "convertir las contradicciones de los sueños y la realidad en una realidad absoluta, una súper
realidad". Las obras surrealistas contienen elementos y sus otras posiciones inesperadas y non sequitur;
sin embargo, muchos artistas y escritores surrealistas describen su obra primero como una expresión del
movimiento filosófico y, lo que es más importante, concebidas como un artefacto. Breton afirmaba que el
surrealismo era un movimiento revolucionario, siendo asociado a causas políticas como el comunismo y
el anarquismo. El término "surrealismo" fue acuñado por primera vez por Guillaume Apollinaire en 1917.

 No obstante, el movimiento surrealista no se estableció hasta el 15 de octubre de 1924, cuando el poeta y
crítico francés André Breton publicó el Manifiesto del surrealismo en París.  Esta ciudad sería la sede
central del movimiento. Desde la década de 1920 en adelante, el movimiento se expandió por el mundo,
influyendo las artes visuales, la literatura, el cine y la música de múltiples países e idiomas, así como
pensamiento y práctica política, filosofía y teoría social.

Origen del término

El término proviene del francés: surréalisme; sur ['sobre o por encima'] más réalisme ['realismo']. Fue


acuñado por el escritor francés Guillaume Apollinaire en 1917. En el programa de mano que escribió para el
musical Parade (mayo de 1917) afirma que sus autores han conseguido:

Una alianza entre la pintura y la danza, entre las artes plásticas y las miméticas, que es el heraldo de un arte
más amplio aún por venir. (...) Esta nueva alianza (...) ha dado lugar, en Parade a una especie de
surrealismo, que consideró el punto de partida para toda una serie de manifestaciones del Espíritu Nuevo
que se está haciendo sentir hoy y que sin duda atraerá a nuestras mejores mentes. Podemos esperar que
provoque cambios profundos en nuestras artes y costumbres a través de la alegría universal, pues es
sencillamente natural, después de todo, que éstas lleven el mismo paso que el progreso científico e
industrial.

La palabra surrealista aparece ya en junio de 1917, en el subtítulo de Las tetas de Tiresias (drama


surrealista), para referirse a la reproducción creativa de un objeto, que lo transforma y enriquece. 6 Como
escribe Apollinaire en el prefacio al drama:

Cuando el hombre quiso imitar la acción de andar, creó la rueda, que no se parece a una pierna. Del mismo
modo ha creado, inconscientemente, el “surrealismo”... Después de todo, el escenario no se parece a la
vida que representa más que una rueda a una pierna.

Precedentes
Los surrealistas señalaron como precedentes de la empresa surrealista a varios pensadores y artistas,
como el pensador presocrático Heráclito, el marqués de Sade y Charles Fourier, entre otros. Las teorías
psicoanalíticas de Sigmund Freud sobre el sueño y el subconsciente fueron sin duda uno de los pilares en
la creación del pensamiento surrealista.

En cuanto a las artes, la poesía surrealista bebe de la dialéctica y encuentra precursores en Arthur
Rimbaud, Alfred Jarry o Lautréamont. En la pintura, el precedente más antiguo es el de Hieronymus
Bosch "El Bosco", que en los siglos XV y XVI creó obras como El jardín de las delicias o El carro de heno;
así como, a finales del siglo XIX, el más notable es Giorgio de Chirico y su pintura metafísica. El
surrealismo retoma estos elementos y ofrece una formulación sistemática de los mismos. Sin embargo, su
precedente más inmediato es el dadaísmo, corriente de la que retoma diferentes aspectos.

Primeros pasos
La primera fecha histórica del movimiento es 1916, año en que André Breton, precursor, líder y gran
pensador del movimiento, descubre las teorías de Sigmund Freud y Alfred Jarry, además de conocer
a Jacques Vaché y a Guillaume Apollinaire. Durante los siguientes años se da un confuso encuentro con
el dadaísmo, movimiento artístico precedido por Tristan Tzara, en el cual se decantan las ideas de ambos
movimientos. Estos, uno inclinado hacia la destrucción nihilista (dadá) y el otro a la construcción
romántica (surrealismo) se sirvieron como catalizadores entre ellos durante su desarrollo.

Indica muy mala fe discutirnos el derecho a emplear la palabra surrealismo, en el sentido particular que
nosotros le damos, ya que nadie puede dudar de que esta palabra no tuvo fortuna, antes de que nosotros
nos sirviéramos de ella. Voy a definirla de una vez para siempre:

Surrealismo: "sustantivo, masculino. Automatismo psíquico puro, por cuyo medio se intenta expresar,
verbalmente, por escrito o de cualquier otro modo, el funcionamiento real del pensamiento. Es un dictado
del pensamiento, sin la intervención reguladora de la razón, ajeno a toda preocupación estética o moral."

Filosofía: "El surrealismo se basa en la creencia de una realidad superior de ciertas formas de asociación
desdeñadas hasta la aparición del mismo, y en el libre ejercicio del pensamiento. Tiende a destruir
definitivamente todos los restantes mecanismos psíquicos, y a sustituirlos por la resolución de los
principales problemas de la vida.

Han hecho profesión de fe de Surrealismo Absoluto, los siguientes señores: Aragon, Baron, Boiffard,
Breton, Carrive, Crevel, Delteil, Desnos, Eluard, Gerard, Limbour, Malkine, Morise, Naville, Noll, Peret,
Picon, Soupault, Vitrac."

Tal fue la definición del término dada por los propios Breton y Soupault en el primer Manifiesto
Surrealista fechado en 1924. Surgió por tanto como un movimiento poético, en el que pintura y escultura se
conciben como consecuencias plásticas de la poesía.

En El surrealismo y la pintura, de 1928, Breton expone la psicología surrealista: el inconsciente es la región
del intelecto donde el ser humano no objetiva la realidad sino que forma un todo con ella. El arte, en esa
esfera, no es representación sino comunicación vital directa del individuo con el todo. Esa conexión se
expresa de forma privilegiada en las casualidades significativas (azar objetivo), en las que el deseo del
individuo y el devenir ajeno a él convergen imprevisiblemente, y en el sueño, donde los elementos más
dispares se revelan unidos por relaciones secretas. El surrealismo propone trasladar esas imágenes al
mundo del arte por medio de una asociación mental libre, sin la intromisión censora de la conciencia. De
ahí que elija como método el automatismo, recogiendo en buena medida el testigo de las prácticas
mediúmnicas espiritistas, aunque cambiando radicalmente su interpretación: lo que habla a través del
médium no son los espíritus, sino el inconsciente.

Durante unas sesiones febriles de automatismo, Breton y Soupault escriben Los Campos Magnéticos,
primera muestra de las posibilidades de la escritura automática, que publican en 1921. Más adelante Breton
publica Pez soluble. Dice así el final del séptimo cuento:

"Heme aquí, en los corredores del palacio en que todos están dormidos. ¿Acaso el verde de la tristeza y de
la herrumbre no es la canción de las sirenas?"

El surrealismo al servicio de la revolución[editar]

A partir de 1925, a raíz del estallido de la Guerra del Rif, el surrealismo se politiza; se producen entonces
los primeros contactos con los comunistas, que culminarían ese mismo año con la adhesión al Partido
Comunista por parte de Breton.

Entre 1925 y 1930 aparece un nuevo periódico titulado El Surrealismo al servicio de la Revolución en cuyo
primer número Louis Aragón, Buñuel, Dalí, Paul Éluard, Max Ernst, Yves Tanguy y Tristan Tzara, entre
otros, se declaran partidarios de Breton. Por su parte Jean Arp y Miró, aunque no compartían la decisión
política tomada por Breton, continuaban participando con interés en las exposiciones surrealistas. Poco
después se incorporaron Magritte (1930), Masson (1931), Giacometti y Brauner en 1933 y
también Matta (que conoce a Breton en 1937 por mediación de Dalí) y Lam; el movimiento se hizo
internacional apareciendo grupos surrealistas en los Estados
Unidos, Dinamarca, Londres, Checoslovaquia y Japón. Desde este momento, se abrirá una disputa, a
menudo agria, entre aquellos surrealistas que conciben el surrealismo como un movimiento puramente
artístico, rechazando la supeditación al comunismo, y los que acompañan a Breton en su giro a la
izquierda.

En 1929 Breton publica el Segundo Manifiesto Surrealista, en el que condena entre otros intelectuales a los
artistas Masson y Francis Picabia. En 1936 expulsa a Dalí por querer mantenerse neutral frente a la
politización del movimiento y no condenar el nazismo alemán, y a Paul Éluard. En 1938 Breton firma
en México junto con León Trotski y Diego Rivera el Manifiesto por un Arte Revolucionario Independiente.

Pese a esta escisión, existen numerosos artistas y obras de arte a los que se identifica y clasifica como
surrealistas, sin que sus obras tengan sesgos políticos. El elemento más importante dentro del surrealismo
sigue siendo la realidad aumentada, deformada o reinterpretada a partir de elementos oníricos y
subconscientes.

Técnicas surrealistas
El surrealismo tomó del dadaísmo algunas técnicas de fotografía y cinematografía así como la fabricación
de objetos. Extendieron el principio del collage (el "objeto encontrado") al ensamblaje de objetos
incongruentes, como en los poemas visibles de Max Ernst. Este último inventó el frottage (dibujos
compuestos por el roce de superficies rugosas contra el papel o el lienzo) y lo aplicó en grandes obras
como Historia Natural, pintada en París en 1926.

Crearon el cadáver exquisito, en el cual varios artistas dibujaban las distintas partes de una figura o de un
texto sin ver lo que el anterior había hecho pasándose el papel doblado. Las criaturas resultantes pudieron
servir de inspiración a Miró.

En el terreno literario, el surrealismo supuso una gran revolución en el lenguaje y la aportación de nuevas
técnicas de composición. Como no asumía tradición cultural alguna, ni desde el punto de vista temático ni
formal, prescindió de la métrica y adoptó el tipo de expresión poética denominado como versículo: un
verso de extensión indefinida sin rima que se sostiene únicamente por la cohesión interna de su ritmo.
Igualmente, como no se asumía la temática consagrada, se fue a buscar en las fuentes de la represión
psicológica (sueños, sexualidad) y social, con lo que la lírica se rehumanizó después de que
los ismos intelectualizados de las Vanguardias la deshumanizaran, a excepción del Expresionismo. Para
ello utilizaron los recursos de la transcripción de sueños y la escritura automática, y engendraron
procedimientos metafóricos nuevos como la imagen visionaria. El lenguaje se renovó también desde el
punto de vista del léxico dando cabida a campos semánticos nuevos y la retórica se enriqueció con nuevos
procedimientos expresivos.

La pintura surrealista

Masson adoptó enseguida las técnicas del automatismo, hacia 1923-1924, poco después de conocer a
Breton. Hacia 1929 las abandonó para volver a un estilo cubista. Por su parte, Dalí utilizaba más la fijación
de imágenes tomadas de los sueños, según Breton, «...abusando de ellas y poniendo en peligro la
credibilidad del surrealismo...»; inventó lo que él mismo llamó método paranoico-crítico, una mezcla entre
la técnica de observación de Leonardo da Vinci, por medio de la cual, observando una pared se podía ver
cómo surgían formasy técnicas de frottage; fruto de esta técnica son las obras en las que se ven dos
imágenes en una sola configuración. Óscar Domínguez inventó la decalcomanía (aplicar gouache negro
sobre un papel el cual se coloca encima de otra hoja sobre la que se ejerce una ligera presión, luego se
despegan antes de que se sequen). Además de las técnicas ya mencionadas de la decalcomanía y
el frottage, los surrealistas desarrollaron otros procedimientos que incluyen igualmente el azar: el raspado,
el fumage y la distribución de arena sobre el lienzo encolado.
Miró fue para Breton el más surrealista de todos, por su automatismo psíquico puro. Su surrealismo se
desenvuelve entre las primeras obras donde explora sus sueños y fantasías infantiles (El Campo labrado),
las obras donde el automatismo es predominante (Nacimiento del mundo) y las obras en que desarrolla su
lenguaje de signos y formas biomorfas (Personaje lanzando una piedra). Arp combina las técnicas de
automatismo y las oníricas en la misma obra desarrollando una iconografía de formas orgánicas que se ha
dado en llamar escultura biomórfica, en la que se trata de representar lo orgánico como principio formativo
de la realidad.

René Magritte dotó al surrealismo de una carga conceptual basada en el juego de imágenes ambiguas y su
significado denotado a través de palabras poniendo en cuestión la relación entre un objeto pintado y el
real. Paul Delvaux carga a sus obras de un espeso erotismo basado en su carácter de extrañamiento en los
espacios de Giorgio de Chirico.

El surrealismo penetró la actividad de muchos artistas europeos y americanos en distintas épocas. Pablo


Picasso se alió con el movimiento surrealista en 1925; Breton declaraba este acercamiento de Picasso
calificándolo de «...surrealista dentro del cubismo...». Se consideran surrealistas las obras del período
Dinard (1928-1930), en que Picasso combina lo monstruoso y lo sublime en la composición de figuras
medio máquinas medio monstruos de aspecto gigantesco y a veces terrorífico. Esta monumentalidad
surrealista de Picasso puede ponerse en paralelo con la de Henry Moore y en la poesía y el teatro con la
de Fernando Arrabal.

Otros movimientos pictóricos nacieron del surrealismo o lo prefiguran, como por ejemplo el Art brut.

Apogeo y decadencia del surrealismo


El surrealismo en la pintura española y latinoamericana

En España el surrealismo aparece en torno a los años 1920, no en su vertiente puramente vanguardista,
sino mezclado con acentos simbolistas y de la pintura popular. Además de Joan Miró y Salvador Dalí, el
surrealismo español lo componen Maruja Mallo, Gregorio Prieto, José Moreno Villa, Benjamín
Palencia y José Caballero, además de los neocubistas que se pasan al surrealismo (Alberto
Sánchez, Manuel Ángeles Ortiz y Ángel Ferrant).

Hubo un importante núcleo surrealista en las Islas Canarias, agrupado en torno a la Gaceta de


Arte de Eduardo Westerdahl, del que un grupo de poetas invitaron a André Bretón a venir en 1935; allí
compuso este el poema Le chateau etoilé y otras obras. Los máximos representantes de la pintura
surrealista en el archipiélago fueron Óscar Domínguez, Juan Ismael y el propio Westerdahl.

En Latinoamérica se consideran surrealistas, además de los ya citados Roberto Matta (Chile) y Lam,


a Remedios Varo y Leonora Carrington (ambas inmigrantes europeas posteriormente
nacionalizadas mexicanas).

La que es considerada como la primera exposición surrealista en Latinoamérica se llevó a cabo


en Lima, Perú en 1935 por iniciativa de los poetas y pintores surrealistas peruanos César Moro y Emilio
Adolfo Westphalen.

 Posteriormente en México, en enero de 1940, el mismo César Moro con André Breton y Wolfgang Paalen
logran presentar en la Galería de Arte Mexicano una selección de cuarenta obras tanto de representantes
del movimiento surrealista como de americanos cuyo trabajo tenía afinidad con el movimiento. [cita  requerida].
Existe un debate sobre si la obra de Frida Kahlo pertenece a la corriente surrealista. Breton consideraba a
México la esencia del surrealismo e interpretaba sus obras como surrealistas, si bien la propia Kahlo decía
claramente "Yo no pinto sueños... pinto mi realidad".

Es de destacar el aporte al movimiento realizado desde Buenos Aires, Argentina, en ese entonces


considerada como la capital latinoamericana de la cultura, de artistas y literatos como Aldo Pellegrini,
Planas Casas y Batlle Planas.
El surrealismo en la literatura hispánica

El surrealismo fue seguido con interés por los intelectuales españoles de los años 30. Existía el precedente
de Ramón Gómez de la Serna, quien utilizaba algunas fórmulas vinculables al surrealismo, como
la greguería.

Varios poetas de la generación del 27 se interesaron por las posibilidades expresivas del surrealismo. El
primero en adoptar sus métodos fue José María Hinojosa, autor de La flor de Californía (1928), libro pionero
de prosas narrativas y oníricas. Su huella también es evidente en libros como en la sección tercera
de Sobre los ángeles y en Sermones y moradas de Rafael Alberti; en Poeta en Nueva York de Federico
García Lorca y Un río, un amor y Los placeres prohibidos de Luis Cernuda. Vicente Aleixandre se definió a
sí mismo como "un poeta superrealista", aunque matizando que su poesía no era en modo alguno producto
directo de la escritura automática. Miguel Hernández sufrió una efímera etapa surrealista y durante la
posguerra la impronta surrealista se percibe en los poetas del Postismo y en Juan Eduardo Cirlot, y en la
actualidad existe un cierto postsurrealismo en la obra de algunos poetas como Blanca Andreu.

Pero puede decirse que fue solo en Canarias donde la aventura surrealista tuvo, en el primer minuto del
movimiento, auténtica expresión, esto es, declarada vinculación al movimiento pero sin instalarse en París:
la Facción Surrealista de Tenerife, tal como la describiera Domingo Pérez Minik posteriormente.

Todos sus componentes, liderados por Agustín Espinosa y vinculados a París por el pintor tinerfeño Óscar
Domínguez, venían de la experiencia de la vanguardia insular con la revista La Rosa de los Vientos,
aparecida en 1926, y continuarían trabajando en la renovación artística y literaria de las islas en Gaceta de
Arte, una de las más importantes revistas de la vanguardia hispánica, con diverso contenido de vanguardia
internacional y con colaboradores no surrealistas como Domingo Pérez Minik y Eduardo Westerdahl.

Aparte de Espinosa, Pedro García Cabrera, Emeterio Gutiérrez Albelo, Domingo López Torres y José María


de la Rosa completan la nómina de escritores surrealistas con obras como Crimen (1934) -considerada por
algunos como la mejor prosa surrealista en lengua castellana -, Romanticismo y cuenta
nueva (1933), Enigma del invitado (1936), Dársena con despertadores (1936), Lo imprevisto (1937) y Vértice
de sombra (1936). Juan Ismael se uniría a Óscar Domínguez en la plástica, pero desarrollando su actividad
en las islas. Como en los demás casos, la Guerra Civil Española acabó con el grupo y con la vida de alguno
de ellos, como López Torres -ahogado por los nacionales- o Espinosa, que murió poco después del golpe
de Estado; García Cabrera, por su parte, sería detenido y huiría, uniéndose a las tropas republicanas. Sin
embargo, la actividad había llegado a su culmen con la visita de André Breton y Benjamin
Péret a Tenerife en 1935, organizando una exposición de pintura, firmando el Segundo Boletín Internacional
del Surrealismo, intentando proyectar La Edad de Oro de Luis Buñuel -prohibida por el gobierno de la isla-
y dejando en Breton un recuerdo que constituirá el contenido del capítulo V de su L'amour fou (1937).

Aunque no se le pueda considerar un surrealista estricto, el poeta y pensador Juan Larrea vivió de primera


mano la eclosión del movimiento en París y reflexionó más tarde sobre su valor y trascendencia en obras
como Surrealismo entre viejo y nuevo mundo (1944). En la actualidad existe una corriente de
neosurrealismo en la poesía de Blanca Andreu. El español Fernando Arrabal tuvo una asistencia diaria al
"café surrealista" La Promenade de Vénus de 1960 a 1963. André Breton publicó su teatro, su "Piedra de la
locura" y algunos de sus cuadros.

En Hispanoamérica el surrealismo contó con la adhesión entusiasta de poetas como el chileno Braulio


Arenas y los peruanos César Moro, Xavier Abril y Emilio Adolfo Westphalen, además de influir en la obra
del escritor cubano Alejo Carpentier y de los poetas chilenos Pablo Neruda, Gonzalo Rojas y el
peruano César Vallejo. En Argentina, pese al desdén de Jorge Luis Borges, el surrealismo sedujo aún al
joven Julio Cortázar y produjo un fruto tardío en la obra de Alejandra Pizarnik. El poeta y pensador
mexicano Octavio Paz ocupa un lugar particular en la historia del movimiento: amigo personal de Breton,
dedicó al surrealismo varios ensayos esclarecedores.

En la literatura catalana - balear tenemos el surrealismo poético del mallorquín Llorenç Vidal sobre todo en
sus obras "El cant de la balalaika" y "5 meditacions existencials".
El surrealismo en la historia
En la literatura[editar]

El surrealismo tuvo como antecedente la patafísica de Alfred Jarry, y el movimiento dadaísta fundado en


Zúrich en 1916 por T. Tzara, H. Ball y H. Arp. Animados por idéntico espíritu de provocación, André
Breton, Louis Aragon y Philippe Soupault fundaron en París la revista Littérature (1919), mientras en
EE. UU. manifestaban actitudes similares Man Ray, Marcel Duchamp y Francis Picabia, y en Alemania, Max
Ernst y Hugo Ball.

A esta fase sucedió una actitud más metódica de investigación del inconsciente, emprendida por Breton,
junto a Aragon, Paul Éluard, Soupault, Robert Desnos, Max Ernst, etc. La primera obra de esta tendencia,
que cabe calificar de primera obra literaria surrealista, fue Los campos magnéticos (1921), escrita
conjuntamente por Breton y Soupault. Tras la ruptura con Tzara, se adhirieron al movimiento Antonin
Artaud, André Masson y Pierre Naville.

Breton redactó la primera definición del movimiento en su Manifiesto del surrealismo (1924), texto que dio
cohesión a los postulados y propósitos del movimiento. Entre los autores que citaba como precursores del
movimiento figuran Freud, Lautréamont, Edward Young, Matthew Lewis, Gérard de Nerval, Jonathan
Swift, Marqués de Sade, François-René de Chateaubriand, Victor Hugo, Edgar Allan Poe, Charles
Baudelaire, Arthur Rimbaud, Mallarmé y Jarry. En el mismo año se fundó el Bureau de recherches
surréalistes y la revista La Révolution Surréaliste, que sustituyó a Littérature, de cuya dirección se hizo
cargo el propio Breton en 1925 y que se convirtió en el órgano de expresión común del grupo.

La producción surrealista se caracterizó por una vocación libertaria sin límites y la exaltación de los
procesos oníricos, del humor corrosivo y de la pasión erótica, concebidos como armas de lucha contra la
tradición cultural burguesa. Las ideas del grupo se expresaron a través de técnicas literarias, como la
«escritura automática», las provocaciones pictóricas y las ruidosas tomas de posición públicas. El
acercamiento operado a fines de los años veinte con los comunistas produjo las primeras querellas y
cismas en el movimiento.

En 1930 Breton publicó su Segundo manifiesto del surrealismo, en el que excomulgaba a Joseph Delteil,
Antonin Artaud, Philippe Soupault, Robert Desnos, Georges Limbour, André Masson, Roger Vitrac, Georges
Ribemont-Dessaignes y Francis Picabia. El mismo año apareció el nuevo órgano del movimiento, la
revista Le Surréalisme au Service de la Révolution, que suplantó al anterior, La Révolution Surréaliste, y
paralelamente, Aragon (tras su viaje a la URSS), Éluard, Péret y Breton ingresaron en el Partido Comunista.
A fines de 1933, Breton, Éluard y Crevel fueron expulsados del partido. En los años treinta se sumaron al
movimiento Salvador Dalí, Luis Buñuel, Yves Tanguy, René Char y Georges Sadoul. Ya expulsado del grupo
por Breton, Dalí publicó en 1942 "La Vida Secreta de Salvador Dalí", autobiografía que reúne muchos de los
elementos propios del surrealismo y que constata las virtudes literarias de un Dalí en pleno auge creativo.

Tras los años previos a la II Guerra Mundial, marcados por la militancia activa de Breton, y los años de
exilio neoyorquino de la mayoría de sus miembros, durante la ocupación alemana de Francia, el
movimiento siguió manteniendo cierta cohesión y vitalidad, pero a partir de 1946, cuando Breton regresó a
París, el surrealismo era ya parte de la historia.

En las artes plásticas

Al principio el surrealismo era un movimiento fundamentalmente literario, y hasta un poco más tarde no
produciría grandes resultados en las artes plásticas. Surge un concepto fundamental, el automatismo,
basado en una suerte de dictado mágico, procedente del inconsciente, gracias al cual surgían poemas,
ensayos, etc., y que más tarde sería recogido por pintores y escultores.

La primera exposición surrealista se celebró en la Galerie Pierre de París en 1925, y en ella, además de Jean
Arp, Giorgio de Chirico y Max Ernst, participaron artistas como André Masson, Picasso, Man Ray, Pierre
Roy, P. Klee y Joan Miró, que posteriormente se separarían del movimiento o se mantendrían unidos a él
adoptando únicamente algunos de sus principios. A ellos se adhirieron Yves Tanguy, René
Magritte, Salvador Dalí y Alberto Giacometti.
La rebelión del surrealismo contra la tradición cultural burguesa y el orden moral establecido tuvo su cariz
político, y un sector del surrealismo, que no consideraba suficientes los tumultos de sus manifestaciones
culturales, se afilió al Partido Comunista Francés. Sin embargo, nacieron violentas discrepancias en el
seno del grupo a propósito del debate sobre la relación entre arte y política; se sucedieron manifiestos
contradictorios y el movimiento tendió a disgregarse. Es significativo, a este respecto, que la revista «La
révolution surréaliste» pase a llamarse, desde 1930, «Le surréalisme au service de la révolution». En
los años 1930, el movimiento se extendió más allá de las fronteras francesas. Se celebró en 1938 en París la
Exposición Surrealista Internacional.

La segunda guerra mundial paralizó toda actividad en Europa. Ello motivó que Breton, como muchos otros
artistas, marchase a los EE. UU. Allí surgió una asociación de pintores surrealistas alemanes y franceses
que se reunió en torno a la revista VVV. Estos surrealistas emigrados a EE. UU. influyeron en el arte
estadounidense, en particular en el desarrollo del expresionismo abstracto en los años 1940. Cuando
Breton regresó a Europa en 1946 el movimiento estaba ya definitivamente deteriorado.

Entre los artistas plásticos se manifiesta una dualidad en la interpretación del surrealismo: los surrealistas
abstractos, que se decantan por la aplicación del automatismo puro, como André Masson o Joan Miró, e
inventan universos figurativos propios; y los surrealistas figurativos, interesados por la vía onírica, entre
ellos René Magritte, Paul Delvaux, o Salvador Dalí, que se sirven de un realismo minucioso y de medios
técnicos tradicionales, pero que se apartan de la pintura tradicional por la inusitada asociación de objetos y
las monstruosas deformaciones, así como por la atmósfera onírica y delirante que se desprende de sus
obras. Max Ernst es uno de los pocos surrealistas que se mueve entre las dos vías. La obra de Ernst ha
influido particularmente en un epígono tardío del surrealismo en Alemania que es Stefan von Reiswitz.

En la música

En la década de 1920, varios compositores fueron influenciados por el surrealismo o por individuos del
movimiento surrealista. Entre ellos se encontraban Bohuslav Martinů, André Souris, Erik Satie o Edgard
Varèse, que afirmó que su obra Arcana se concibió de un sueño. Souris en particular estaba asociado con
el movimiento: tenía una larga relación con Magritte y trabajó en la publicación de Paul Nougé, Adieu Marie.

Aunque Breton en 1946 respondió bastante negativamente al tema de la música con su ensayo El silencio
es dorado, surrealistas posteriores, como Paul Garon, se interesaron por el surrealismo en la
improvisación del jazz y el blues y han encontrado paralelismos. Los músicos de jazz y blues han
correspondido en reciprocidad ante este interés. Por ejemplo, la Exposición Surrealista Mundial de 1976
incluyó actuaciones del guitarrista y cantante David "Honeyboy" Edwards.

En los medios audiovisuales


En la vertiente cinematográfica, el surrealismo dio lugar a varios intentos enmarcados en el cine de las
vanguardias históricas, como La Coquille et le clergyman (1926, "La caracola y el clérigo"), de Germaine
Dulac o L'étoile de mer (1928, "La estrella de mar"), de Man Ray y Robert Desnos, un cortometraje dadaísta.

También se puede considerar surrealista Entr'acte, corto de 22 minutos de duración escrito por René


Clair y Francis Picabia, dirigido por Clair.

Luis Buñuel, en colaboración con Dalí, realizó las obras más revolucionarias: Un perro andaluz (Un chien
andalou, 1928) y La edad de oro (L'âge d'or, 1930).

En 1931 Jean Cocteau escribió, dirigió y estrenó La sangre de un poeta , mediometraje surrealista de 50


minutos de duración.

En Estados Unidos la madre del surrealismo cinematográfico, desde 1940, fue Maya Deren. Su obra Meshes
of the Afternoon (1943), de 14 minutos de duración, se considera la primera obra maestra surrealista
estadounidense. Sin embargo, también se puede considerar surrealista un filme anterior, Rose
Hobart (1936), donde Joseph Cornell realiza un nuevo montaje en forma de collage a partir de celuloide de
otro filme anterior, East of Borneo (1931), cinta anterior a la entrada en vigor del Código Hays dirigida
por George Melford.
Alfred Hitchcock y Salvador Dalí colaboraron cuando el primero encargó al artista catalán parte de la
escenografía de Recuerda (Spellbound, 1945).

Desde los años sesenta del siglo XX cineastas contemporáneos como Alejandro Jodorowsky, David
Lynch, Jan Švankmajer, Fernando Arrabal y, en los años ochenta y noventa, Jean-Pierre Jeunet, Julio
Médem, Stephen Sayadian, o Carlos Atanes, entre otros, muestran la influencia del surrealismo.

El cine escrito o dirigido por el Grupo Pánico, formado por Roland Topor, Arrabal y Jodorowsky, también
se considera cine surrealista o post-surrealista, pues los tres formaron parte del Grupo Surrealista liderado
por Breton en París entre 1960 y septiembre de 1962. De entre todos sus filmes The Holy Mountain (1973),
de Jodorowsky, se considera el ejemplo más depurado de cine simbolista y surrealista.

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