Prebisch y Pinedo
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Resumen
l artículo reconstruye los orígenes familiares y las trayectorias sociales de Raúl Prebisch y de Federico
E
Pinedo con el fin de poner de relieve los factores sociales y políticos que propiciaron, durante la “década
infame” (1930-1943), el consorcio de Prebisch con la élite agroexportadora, que, ante la crisis de 1929 y su
secuela la Gran Depresión 1930-1932, apoyó su cruzada de dejar en manos de los economistas el manejo
de la política económica y financiera del país. ¿Por qué este movimiento de renovación intelectual y
política en medio del orden conservador restaurado convergió en las figuras de Pinedo y de Prebisch?
¿Cómo es que este último llegó a convertirse, a un mismo tiempo, en el hombre de confianza de la
oligarquía y en el líder de una nueva categoría de expertos, los economistas? ¿Por qué un decenio más
tarde devino en el intelectual aislado y maldito? Buscamos responder estos interrogantes al articular
dos planos de análisis: el del origen social y propiedades de trayectoria pertinentes de Pinedo y de
Prebisch, por un lado, y el de los diferentes imperativos y apremios políticos que marcaron esa década
tormentosa, por el otro.
Abstract
This article reconstructs the social origins and careers of Raúl Prebisch and Federico Pinedo in order to
highlight the social and political factors that led, during the “década infame” (1930-1943), to the Prebisch
consortium with the agro-export elite, which, in the face of the crisis of the 1929 and its aftermath the
Great Depression 1930-1932, supported his crusade to leave the management of the country economic
and financial policy to the economists. Why did this movement of intellectual and political renewal
in the midst of the restored conservative order converge on Pinedo and Prebisch figures? How was it
possible for him to become, at the same time, the trusted man of the oligarchy and the leader of a new
category of experts, the economist? Why would he turn to be the cursed and isolated intellectual only
a decade later? We are seeking to answer these questions by articulating two different approaches to
the analysis: on the one hand, the one based on Pinedo and Prebisch social origins and relevant career
properties, and on the other, that which stands on the different political imperatives and constraints
that marked that stormy decade.
314
Introducción
El economista Raúl Prebisch es reconocido en los medios intelectuales y
políticos de todo el mundo como el Secretario Ejecutivo de la Comisión
Económica de las Naciones Unidas para América Latina y el Caribe (Cepal),
fundador y primer director del Instituto Latinoamericano y del Caribe de
Planificación Económica y Social (ILPES) y de la Conferencia de las Naciones
Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD). Creador de instituciones
y “padre del desarrollo”, fue también el ideólogo de la industrialización en
América Latina y el fundador –junto con el brasileño Celso Furtado– del “es-
tructuralismo latinoamericano” (Rodríguez, 1981; Kay, 1991; Bielschowsky,
2000).
Sin embargo, esa imagen de un Prebisch latinoamericanista y estruc-
turalista en los países de la región y en el mundo no se impuso en la Argen-
tina con la misma fuerza ideológica que en esos otros lugares. Ni siquiera
ha sido posible durante mucho tiempo hablar de Prebisch en la Argentina
en el mismo sentido y en los mismos términos en que se ha hablado de
él desde la década de 1950 en la región –especialmente en Chile, Brasil y
México– sin dejar de hacer una serie de objeciones. En el país platino, la
imagen positiva o negativa de Prebisch –y por lo tanto la penetración de
sus ideas– fluctuó al gusto de las distintas coyunturas y de las diferentes
fuerzas políticas en el poder.
En la “década infame” (1930-1943) Prebisch fue uno de los hombres
más influyentes en la formulación de la política económica y financiera y
su nombre resonó en los círculos burocráticos, políticos, empresariales y la
prensa. Con el golpe de 1943 y la victoria de Perón en 1946 quedó proscripto
durante todo el decenio peronista. Su proscripción se produjo en el período
de posguerra, cuando los países latinoamericanos comenzarían a adoptar
una política de sustitución de importaciones con fuerte inversión y coordi-
nación estatal bajo la inspiración de las ideas de Prebisch y de la Cepal. El
golpe antiperonista de 1955 trajo de vuelta al país al ya consagrado jefe de
la Cepal y entusiasta de la industrialización para preparar un programa de
ajuste con importantes elementos ortodoxos, el “Plan de restablecimiento
económico”, que fue llamado “Plan Prebisch” por los peronistas (Jauretche,
1955). El plan fracasado fue severamente criticado por peronistas y desa-
rrollistas –también por sus colegas cepalinos (Furtado, 1985)– y Prebisch se
convirtió, una vez más, persona non grata en su país durante los siguientes
treinta años. Solo al final de su vida tuvo la posibilidad de un breve retorno,
cuando asesoró al gobierno de Raúl R. Alfonsín.
Esta trágica y accidentada trayectoria en su tierra de origen no puede
ser comprendida si se proyecta en la Argentina al maestro de las Naciones
Unidas, mejor explicado en el contexto de la posguerra (Caravaca y Espeche,
2016), sino si se la confronta con los cambios sociales e institucionales y los
apremios políticos de las décadas de 1930 y 1940 con el fin de vislumbrar
las opciones abiertas a él y a su generación de economistas, los cursos de
acción elegidos y sus respectivos costos políticos.
Intentamos demostrar que un factor decisivo para comprender los
logros y las derrotas que están en la raíz de la accidentada trayectoria de
Prebisch en la Argentina es el origen social escindido, inmigrante y plebeyo,
por un lado, que le infundió ese “espíritu” de reformador y de institution 315
uno de los linajes más tradicionales de Salta y Jujuy, y también con raíces
en la política local y nacional.
“Hijo y nieto de abogados, padre y abuelo de abogados” (García Bel-
sunce, 1995), Pinedo se formó en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales
de la UBA, fue diputado nacional por la Capital Federal entre 1920-1925 y
1928-1933, respectivamente por el Partido Socialista (PS) y el Partido Socia-
lista Independiente (PSI), y se destacó en la oposición legislativa a Yrigoyen
al desplegar la bandera de la disciplina monetaria y fiscal en la Comisión
de Hacienda. Heredero del declinante linaje político de la “generación de
1880” de Julio Roca, Carlos Pellegrini (“el piloto de tormentas”) y Roque
Sáenz Peña (estos dos últimos, amigos, aliados políticos y socios de su pa-
dre en el estudio jurídico), su iniciación en la política con los socialistas en
la Facultad de Derecho –especialmente, con el ítalo-argentino Antonio de
Tomaso (1889-1933), “el más brillante político de su generación” (Halperín
Donghi, 2003, p. 15)– y la afiliación al PS, en 1913, fueron vistas como “una
tragedia en su grupo social y familiar” (Sanguinetti, 1981). Pinedo fue –él
y de Tomaso– el miembro más joven del primer y más “brillante” grupo
de legisladores socialistas entre las décadas de 1910 y 1920 (Juan B. Justo,
Nicolás Repetto, de Tomaso, Enrique Dickman, Augusto Bunge, Mario
Bravo, Héctor González Iramain, entre otros), y en 1927 forma parte de la
“inteligencia girondina” (Sanguineti, 1981) que rompió con los socialistas y
creó el PSI3, en el que se constituyó en uno de sus dirigentes más activos. En
el umbral de los cuarenta, en el contexto de los efectos de la crisis de 1929
sobre la economía argentina y ante el fracaso de las políticas contractivas
de la dictadura de Uriburu y las innovaciones financieras experimentadas a
3 Aunque examinada hasta ahora en el plano exclusivo de las ideas y los enfrentamientos por el
liderazgo partidario (Prislei, 2005; Walter, 1977; Wellhofer, 1974) o a la luz del excesivo “moralismo”
ejercido por la “familia chertkoffiana” (en alusión a las hermanas Chertkoff, casadas con los líderes
socialistas Juan B. Justo, Nicolás Reppetto y Enrique Dickmann), que tornaba intolerable la vida
de los afiliados (Sanguinetti, 1981), la existencia de esa división en el seno del Partido Socialista
podría ser mejor comprendida al remitirla a las diferencias de origen familiar y de trayectoria social y
escolar de sus principales cuadros dirigentes. Por un lado, la generación de los fundadores, hijos de
la inmigración de origen modesto y en su mayoría médicos de profesión (Justo, Repetto, Dickmann,
Mario Bravo); por el otro, los “disidentes” del PSI, en general, cuadros jóvenes, de porvenir político
venturoso y origen social más elevado –Antonio de Tomaso (padre albañil y madre costurera) y
Agustín Muzio (curtidor de oficio), casos desviantes–, abogados de profesión (de Tomaso, Pinedo,
Héctor González Iramain y Roberto Noble), y en menor medida, médicos (Augusto Bunge, Domingo
Arizaga y José Ciancio) y periodistas y profesores universitarios (Alfredo Bianchi y Roberto Giusti).
En virtud de ese origen social más elevado –señal inequívoca del “éxito social” alcanzado por el
partido en la sociedad argentina– los dirigentes del PSI detentaban un mayor grado de integración
en la elite social y política (en algunos casos eran miembros plenos de ella) y su participación en
algunos ritos de la vida mundana fue objetada por los viejos y ascéticos dirigentes del partido, como
el casamiento que por la Iglesia y en una pomposa ceremonia unió, en 1923, a Federico Pinedo
con María Teresa Obarrio Hammer, o la concurrencia de Alfredo Spinetto al Teatro Colón vestido
de gala (Tarcus, 2007). Antes que divergencias de credo y estrategia u “oportunismo político” de
los “socialistas aburguesados” (“arribistas” y “aventureros”), como prefieren los detractores, fueron
esas diferencias en los “estilos de vida” y, sobre todo, la aspiración de trascender la condición de
miembros de un partido de oposición lo que empujó a estos jóvenes dirigentes a desertar del
viejo partido y, poco después, unirse al golpe de 1930. La disolución del PSI ocurrida poco tiempo
después de la incorporación de sus principales figuras al gobierno de Agustín P. Justo –de Tomaso
y Pinedo, los dos primeros ministros socialistas del país– ofrece una prueba de esto último y revela,
en analogía con lo que ocurre en el campo artístico (Bourdieu, 1998), que los emprendimientos
heréticos comienzan colectivamente y terminan individualmente, porque el interés en seguir siendo
parte del grupo decrece a medida que sus miembros, y, sobre todo, sus líderes –dada la tendencia
a una desigual participación en los beneficios– obtienen reconocimiento o consagración.
318
4 Los Uriburu se destacaron en las carreras militares y en la vida política argentina. Entre otros cargos,
el clan alcanzó por dos veces la presidencia con José Evaristo de Uriburu (1895-1898) y José Félix
Uriburu (1930-1931). Ver Luque (1943).
5 Sobre Prebisch y la renovación del ambiente cultural de Tucumán, Barboza (2020).
321
das del siglo XX; por el otro, herencia de su linaje materno, encarnaba las
ambiciones propias de los vástagos de las elites tradicionales.
Prebisch se graduó como contador público en la FCE/UBA en 1922,
donde fue profesor de la cátedra de economía política entre 1924 y 1948.
Por recomendación de Eleodoro Lobos, decano de la Facultad y ex ministro
de Hacienda y de Agricultura, fue colocado al frente del Centro de Estadís-
tica de la Sociedad Rural Argentina (SRA). También, en la década de 1920,
fue consultor técnico del ministro de Agricultura Tomás Le Breton y, por
concurso, se convirtió en vicedirector de la Dirección Nacional de Estadís-
tica (DNE). Protegido de Luis Duhau y Enrique Uriburu, fue promovido
director de la Oficina de Investigaciones Económicas del Banco Nación en
1928. Bajo la influencia de aquellos políticos fue designado subsecretario
del Ministerio de Hacienda entre 1930 y 1933 en las gestiones de Enrique
Pérez (1930-1931), Enrique Uriburu (1931-1932) y Alberto Hueyo (1932-1933),
“ortodoxos” como Prebisch.6
Prebisch y los economistas vinculados con él pusieron en marcha en ese
momento una serie de medidas “de carácter puramente técnico” (Magariños,
1991) para frenar el déficit presupuestario tales como el impuesto sobre la
renta y las transacciones, la reforma presupuestaria, la contención de los
salarios del funcionariado público, entre otras, cuya aprobación, ocurrida
durante la dictadura de Uriburu, revelaba la fuerza inédita de los técnicos en
la política pública y el consenso en torno de su importancia. En virtud de la
postración de la economía argentina y del descrédito de los actores políticos,
Prebisch explotó la apertura del campo de acción a los economistas en el
sector público. Al verse a sí mismos como combatientes del caos financiero
y administrativo, cuya responsabilidad atribuían a los malos políticos, él y
su generación se asignaron la misión de restringir aquellos gastos públicos
que consideraban innecesarios, hicieron concesiones políticas autorizadas
en sus propósitos técnicos y se invistieron del papel de “tecnócratas” al
tornar la burocracia como su espacio de acción por excelencia y asumir las
responsabilidades estatales como razón de ser de sus carreras.
En 1933, Prebisch representó a su país en la Conferencia Económica
Mundial de la Liga de las Naciones y fue delegado en las negociaciones
del Tratado Roca-Runciman entre la Argentina e Inglaterra, que aseguró
una cuota en el mercado británico para las exportaciones argentinas, y que
motivaría, dos años más tarde, un arduo debate sobre las desigualdades
en las relaciones económicas entre los dos países.7 También, en el gobierno
de Justo, y ya al lado de Pinedo, asesoró a los Ministerios de Hacienda y
de Agricultura y fue uno de los principales responsables del Plan de Ac-
6 Según Prebisch: “[y]o tenía el cargo de consciencia de haber preconizado y logrado que la Argentina
siguiera, en el año treinta y uno y mitad del treinta y dos, la política más ortodoxa, cuando era
subsecretario de Hacienda: una política de contracción, de acuerdo con toda teoría aceptada de que
la crisis había que sobrepasarla con una serie de medidas de austeridad, cortar las obras públicas,
cortar el presupuesto, rebaja de sueldos, etcétera. Y después, pensando en esa experiencia, y ante
la prolongación de la depresión mundial, que todos creíamos que era una cosa transitoria, y no, fue
una cosa muy profunda, empecé yo a tener muchísimas dudas acerca de mi teoría ortodoxa” (apud
Fernández López, 1988, p. 213). O todavía: “[…] en mi calidad de joven economista, fui un neoclásico
y luché contra la protección. Pero durante la depresión mundial me convertí al proteccionismo,
asolando por la borda una parte considerable de mis creencias anteriores” (Prebisch, 1983, p. 346).
7 En 1935 el Tratado Roca-Runciman (1933) sería denunciado por sectores de la oposición –con el
senador Lisandro de La Torre a la cabeza– como contrario al interés nacional y parte de los planes
entreguistas del gobierno probritánico del general Justo.
322
ción, asesor técnico del Censo Industrial (1935), jefe de Contabilidad de los
Ferrocarriles del Estado y director general de Estadísticas de la Provincia
de Santa Fe. Máximo Alemann (1901-1986) provenía de una familia suiza
que se instaló en la Argentina en la dirección del tradicional semanario
argentino-alemán Argentinisches Tageblatt y en los negocios comerciales y
bancarios de la comunidad suiza (Friedmann, 2011), y prohijó una prole
de cuadros para el Estado argentino, como el propio Máximo, que llegó a
ser el director de Finanzas del Ministerio de Hacienda entre 1935 y 1943 y
los también economistas Roberto T. Alemann (1922-2020), ministro de Ha-
cienda dos veces, del gobierno de Frondizi y de la última dictadura militar,
y embajador en los Estados Unidos, y Juan E. Alemann (1927), asesor-jefe
de los Ministerios de Hacienda y de Seguridad Nacional en el gobierno de
José María Guido, Secretario de Hacienda en la última dictadura militar y
presidente del Banco Hipotecario Nacional.
Ernesto Malaccorto (1902-1991) era de una familia modesta de inmi-
grantes italianos que se ganó la vida en la Argentina en las lides rurales.
Entre las décadas de 1930 y 1940 fue vicedirector y director de la Oficina
de Investigaciones Económicas del Banco Nación, jefe de la Comisión de
Redescuentos y de la Oficina de Control de Cambios, fundó y presidió la
Dirección General de Impuesto de Renta y Transacciones y fue vicesecretario
del Ministerio de Hacienda. También Héctor C. Liaudat fue vicedirector de
la Oficina de Investigaciones Económicas del Banco Nación y sus estudios
sobre la explotación antieconómica del vino y la uva sirvieron de inspira-
ción para la creación de la Junta Nacional Reguladora de Vinos en 1935.
Edmundo Gagneux dirigió la Oficina de Control de Cambios, fue asistente de
Prebisch en la FCE/UBA, en el Banco Central y lo reemplazó en la Gerencia
del Banco entre 1943 y 1945. Alfredo Louro de Ortiz también fue director
de la Oficina de Control de Cambios.
No obstante, la escasez de informaciones con respecto de los otros
integrantes del grupo, cabe observar el origen judío de la mayoría de ellos
(Siewers, Broide, Gerest, Klein y Wainer). Siewers fue director del Depar-
tamento de Investigaciones Económicas del Banco Central e investigador
en la Sección de Desempleo y Migración de la Organización Internacional
del Trabajo en las décadas de 1930 y 1940; Wainer (1896-1982) fue contador
jefe de la Contaduría General de la Nación; Klein (1899-1986), que, al igual
que Prebisch, disponía de un considerable capital de relaciones sociales al
provenir de familia de inmigrantes entroncada por casamiento con la aris-
tocracia provinciana, actuó como funcionario de la Cámara de Diputados
entre 1926 y 1933 y como director del Movimiento de Fondos, Deuda Pública
y Bancos del Ministerio de Hacienda entre 1934 y 1943.
¿Cómo explicar la autoridad y liderazgo que consiguió ejercer Prebisch
sobre sus compañeros de facultad, algunos de los cuales eran mayores que
él y otros sus coetáneos? Su apetito innovador particularmente fuerte –como
el de su padre– lo convirtió en el pionero en todos los frentes (militancia
política,8 docencia, inserción profesional, carrera internacional) en los que
8 En las décadas de 1910 y 1920, la afinidad entre los estudiantes de la FCE y el socialismo era general,
pero fue Prebisch quien intentó unirse al PS como militante. El intento, sin embargo, no tuvo éxito
porque Prebisch creía que Juan B. Justo, el modelo del gran político-intelectual para su generación,
no daba la debida importancia a sus ideas económicas. El celo por el valor de sus propias ideas y
el sentido herido de dignidad lo alejaron del partido. Esta experiencia frustrada, que parece haber
324
actuó con la obstinación propia de los recién llegados. Fue director del
consejo de la Revista de Ciencias Económicas, profesor asistente de Alejandro
Bunge en la FCE/UBA y en la Universidad Nacional de La Plata, y alcanzó el
rango de profesor de economía política de la FCE/UBA antes de graduarse,
y se convirtió, a su vez, en el orientador de tesis de algunos de sus futuros
colaboradores. Antes que ellos, había desarrollado también una carrera
como funcionario. En la década de 1920 viajó al extranjero (Australia, Nueva
Zelanda, Estados Unidos y Canadá) en misiones oficiales, y ganó, así, la
experiencia y la confianza de los políticos (Barboza, 2020). Un gran capital
lingüístico (sabía inglés, francés, alemán e italiano), condición de una mayor
“liquidez” de los agentes para moverse por el espacio social, fue sin dudas
un factor importante de su temprana y notablemente alta movilidad por el
espacio internacional, que sería un rasgo característico de toda su trayectoria
ocupacional. Durante esa década, asimismo, fue director de Estadísticas de
la SRA, del DNE y del Banco Nación, con lo que creó, así, oportunidades
(empleos y becas) para aquellos que serían parte del “cartel de cerebros” y
que se volvieron dependientes de sus contactos. Ya en la década de 1940,
y después de algunos años de incertidumbre sobre su futuro profesional,
Prebisch sería, una vez más, pionero, al apostar a una carrera internacional
en una Cepal todavía desconocida y resistida por los Estados Unidos, an-
ticipó, así, el camino de aquellos que en las décadas siguientes trabajarían
en las instituciones multilaterales de posguerra ya consolidadas. Last but no
least, Prebisch fue también, según el testimonio de quienes lo conocieron,
un orador brillante, que supo cautivar a sus oyentes y obtener apoyo para
sus ideas.
Esa confianza y seguridad estatutaria, que le permitió ser el primero
en todos los frentes y ganarse la admiración y el entusiasmo de quienes
serían sus colaboradores, hundía, sin dudas, sus raíces en su condición de
clase, más elevada que la de sus compañeros, y ennoblecida con un enorme
capital cultural y social familiar. La precocidad es siempre la manifestación
de una herencia cultural. Su posición en la fratría, el sexto de ocho hermanos
socialmente exitosos (sus tres hermanos mayores fueron a Buenos Aires
para estudiar en la UBA antes que él y uno de ellos, el arquitecto Alberto
Prebisch, pasó una temporada en París para estudiar con Le Corbusier a
principios de la década de 1920), y sus tempranos “triunfos” personales
obraron como un refuerzo de aquella confianza y seguridad que están en
la base de cualquier reclamo al mando y al liderazgo.
Su origen social escindido afectaría toda la trayectoria social de Pre-
bisch, y haría de él un agente social ambiguo, dividido entre dos mundos,
en fin, siempre desajustado o desplazado. En su actividad profesional fue
el provinciano y pariente pobre entre sus ricos protectores y mandamases
de la elite porteña (dominado entre los dominantes). Con el grupo de sus
más estrechos colaboradores y amigos compartía el origen inmigrante,
pero desentonaba de ellos por su acendrado origen criollo y provinciano,
obrado como un factor de desvío de trayectoria, dejaría su huella en Prebisch, quien también en
este aspecto (militancia política) pagó un alto precio por la ambigüedad de su condición de clase:
“[y]o hubiera sido el hombre más feliz en esos momentos si él (Juan B. Justo) me hubiera atraído.
Posiblemente, hubiera entrado al Partido y hubiera tenido una carrera política en la Argentina. [...] Ahí
tienes tú [Mateo Magariños] cómo un episodio humano que me sacude -falta de correspondencia
con el doctor Justo- me da otro rumbo en la vida” (Magariños, 1991, p. 41).
325
que traía por linaje materno (dominante entre los dominados). Su alianza
matrimonial pareció sellar esa condición de desplazado al interior del grupo
familiar. Prebisch se casó tardíamente, en 1932, y contra las convenciones,
a diferencia de sus hermanos y hermanas (con excepción de una de ellas,
que permaneció célibe), que tuvieron beau mariage y se casaron más jóvenes
(Terán, 1977).9 Su esposa, Adela María Moll (1909-2013), música de profesión,
era hija de Carlos Moll, inmigrante alemán, como su padre Albin, y próspero
empresario que había alcanzado una posición relativamente encumbrada
en la comunidad alemana de Buenos Aires, por lo que llegó a convertirse
a fines de la década de 1920 en presidente del Club Alemán. Sin embargo,
durante la Gran Depresión quebró y en 1931 regresó a Alemania, su país
de origen, con las manos vacías. Uno de sus hijos sería encarcelado por
fraude empresarial y consiguió fugarse de la prisión y radicarse en España.
Prebisch conoció a Adela en esas duras circunstancias y por intermedio de
sus amigos en común, Ernesto Malaccorto, y, sobre todo, Max Alemann,
cuya familia tenía estrechos lazos con los Moll. Por entonces, Adela se las
arreglaba mediante el dictado de lecciones de piano, la venta de seguros de
vida al asistir como secretaria a Frau Keller, la esposa del embajador alemán,
y al realizar arreglos musicales para el Teatro Colón (Dosman, 2011).10 La
madre de Prebisch desaprobó el casamiento con una mujer salida de una
familia que no conocía (con lo que repitió, así, la misma actitud que su propia
familia había exhibido ante ella por su casamiento con Albin Prebisch). Ella
y Albin, probablemente molesto por la actualización del origen inmigrante
que quería olvidar,11 no asistieron a la ceremonia, de la que fue testigo el
diputado y dirigente socialista independiente Augusto Bunge, también de
ascendencia alemana. Su tío Enrique Uriburu, el ministro de Hacienda,
desaprobó igualmente la alianza, y le advirtió que un casamiento desigual
podría dañar su prometedora carrera (Dosman, 2011).12
Esa posición desplazada ha estado en el origen de sus difíciles relacio-
nes con los otros, próximos y distantes a la vez; con los dueños de la tierra,
9 Las alianzas matrimoniales constituyen un importante marcador de trayectoria en la medida en que
el matrimonio altera el conjunto de las propiedades sociales de cada uno de los cónyuges, al afectar
el sentido de las trayectorias, el espacio de los posibles y la toma de posición en los diferentes
dominios de la experiencia (familia, profesión, sociabilidad, etc.) (Bourdieu, 2003, p. 121).
10 La alianza matrimonial fue especialmente costosa para Adela, que tuvo que interrumpir su carrera
como pianista para impulsar la del ya célebre banquero central, lo que se explica por la existencia
de una asimetría de género reforzada por la diferencia de jerarquía estatutaria entre los cónyuges,
y encuentra su justificación ex post en la asociación entre el exitoso destino profesional que
consiguió Prebisch, un “gran hombre”, y la abnegación de Adela, que escondía mal sus frustraciones:
“[e]l creador de mucho talento con mucha frecuencia es como ciertos árboles que drenan toda el
agua a su alrededor, impidiendo que prospere la vida en el área que la circunda. [...] Recordé una
conversación que tuve cierto día con la primera mujer de Prebisch, que había comenzado una carrera
como pianista y se había visto obligada a abandonarla. Con gracia y humildad me había dicho:
‘Sabía que lo que hacía Raúl era tan importante que hubiera sido doloroso para mí no dedicar todas
mis energías para ayudarlo. No se puede tener todo…’” (Furtado, 1997, p. 81, traducción nuestra).
11 El biógrafo de Prebisch señala: “Albin insistía en que sus hijos se identificaran con las profundas
raíces de su madre en la historia argentina más que con la herencia alemana”; “no toleraba el uso del
alemán en casa por miedo a que debilitara el patriotismo de su descendencia” (Dosman, 2011, p. 43).
12 David Pollock, su colega en la Cepal y amigo, supo captar en un parágrafo expresivo la ambivalencia
de sentimientos de Prebisch y algunas de las consecuencias de una alianza matrimonial a
contramano de las expectativas familiares cuando escribió: “He loathed the military, was distrusted
by the oligarchy, and married so entirelly out of Buenos Aires elite that his rich relatives refused to
invite Adelita to their house. In these circumstances there was no prospect for entering politics”
(Pollock, 2006, p. 14).
326
para quienes trabajó en la década 1920 pero a los que consideraba como
una “aristocracia de establo”; con Juan B. Justo y los socialistas, de quienes
se apartó decepcionado por un reconocimiento que creía que merecía pero
que nunca llegaba; con los altos funcionarios, como el ministro de Finan-
zas Alberto Hueyo, de cuyo ministerio se fue dando un portazo porque el
ministro confiaba más en los banqueros privados (Dosman, 2011); en fin,
con sus padres, que se negaron a aceptar su casamiento. Y se sabe que los
agentes colocados en posiciones inestables, mal ubicados entre los dos
mundos entre los que están divididos, suelen lanzarse a las innovaciones
como una manera de superar esa incomodidad o malestar de posición.13
Prebisch reclutó y entrenó por primera vez a su equipo de colabora-
dores en la Oficina de Investigaciones Económicas del Banco Nación, cuya
dirección asumió en 1927, y que lo acompañaría más tarde en el Ministerio
de Hacienda y en el Banco Central, del que se tornaría su “cerebro gris”
(Rapoport, 2014). Asimismo, al tomar de Alejandro Bunge el bastón del
liderazgo de este proyecto de reforma intelectual e institucional del Esta-
do, vocalizó la creencia en el servicio público racional y protegido de las
presiones y condicionamientos políticos, creó estadísticas nacionales siste-
máticas (bancarias y agrarias), introdujo nuevas formas de compilación y
procesamiento de datos (inspirado en los modernos procesos de Australia
y Nueva Zelanda) para subsidiar nuevas investigaciones e informar las
políticas públicas (González Bollo, 2014). Fundó, asimismo, la Revista Eco-
nómica, publicación mensual del Banco Nación que difundió los datos, las
proyecciones y análisis económicos producidos por su grupo.
Asesor de los Ministerios de Agricultura y Hacienda, y al corriente
de las ideas de Keynes, Prebisch y demás técnicos formularon el Plan de
Acción Económica, que, en líneas generales, introdujo un conjunto de me-
didas para restringir las importaciones (establecer prioridades de acuerdo
con la capacidad de pago del país), interrumpir la evasión de capitales,
rescatar y estimular el sector agropecuario, aumentar los ingresos fiscales y
equilibrar la balanza de pagos. La agencia estatal protegió, principalmente,
los productos primarios de exportación, responsables de sostener el gasto
público, por lo que se crearon, para ese fin, una serie de organismos regu-
latorios (carnes, granos, yerba mate, algodón, vinos, leche, azúcar, batatas
y fibras textiles). No obstante, la promoción del mercado interno y del
empleo, la política económica de Pinedo, Duhau y Prebisch apuntó, en pri-
mer lugar, a proteger los precios y la renta de los sectores exportadores y a
disminuir sus pérdidas (Louro de Ortiz, 1992). Como el daño y la duración
de la crisis económica aún se desconocían, recurrieron pragmáticamente a
un conjunto de medidas proteccionistas improvisadas y temporarias para
detener el sangrado de la economía agroexportadora. Sin embargo, estas
medidas no tenían por objetivo un giro definitivo en la política económica
hacia la industrialización y el mercado interno, lo que sucedería solamente
con el derrotado “Plan Pinedo” (1940), cuando el equipo económico fue
13 La figura del “desplazado” como un factor importante de innovación o cambio social tiene una larga
historia en la tradición sociológica. Con denominaciones alternativas, como las de “extranjero” o
“marginal”, ha sido analizada por George Simmel (1972), Robert Park (1928), Karl Mannheim (1963),
Robert Merton (1972), Norbert Elias (1991 y 2003), Paul Lazarsfeld (1969) y Pierre Bourdieu (1998,
2012 y 2013).
327
14 Con el “Plan Pinedo” (Llach, 1984), que en rigor nunca llegaría a aplicarse al ser rechazado por
la Cámara de Diputados de la Nación, la dupla Pinedo y Prebisch vería en la industria nacional
exportadora la salida para contrarrestar el deterioro de la economía del país en un contexto de
agudizamiento de las tensiones internacionales y cierre de los mercados como consecuencia de
la Segunda Guerra Mundial.
15 Con esa expresión quedaría conocido el duro interrogatorio al que fueron sometidos, en el Senado
de la Nación, los ministros Luis Duhau y Federico Pinedo y los funcionarios Ernesto Malaccorto y
Edmundo Gagneux, con respecto a los desvíos e ilegalidades en la comercialización de las carnes
argentinas por las empresas exportadoras extranjeras, británicas y americanas principalmente. El
“debate de las carnes” expresó un agudizamiento de la lucha política en esta tormentosa “década
infame” e exhibió, asimismo, la gravitación de estos técnicos estatales en el debate público, así
como las rivalidades que su presencia despertó en el mundo político.
16 Entre ellos, se destacaron los economistas Alfredo G. Morales (1908-1990) y Ramón A. Cereijo
(1913-1996), quienes comenzaron sus carreras en la Dirección General de Impuesto a los Réditos y,
durante los gobiernos peronistas, fueron, respectivamente, presidente del Banco Central y ministro
de Finanzas.
328
como aquellas fueron desplazadas del poder político, esa elite técnica que
restructuró al Estado argentino fue apartada de sus funciones.
Después de renunciar al cargo de ministro de Agricultura en 1935, el
estanciero Duhau se apartó de la política y se dedicó a atender los negocios de
la familia. José Félix Uriburu y Enrique Uriburu, respectivamente expresiden-
te y ex ministro de Hacienda, fallecieron en la década de 1930. Agotado por
el debate de las carnes, Pinedo renunció al Ministerio –“La política malogró
a un gran estadista”, sentenció el diario Crítica (Azaretto, 1998, p. 130)–, fue
responsabilizado por la pérdida de gravitación y posterior desaparición del
PSI en 1937, tras ser diluido en la Concordancia (Sanguinetti, 1981), y fue
lanzado al ostracismo político a partir de 1943. Salvo sus diecinueve días
como ministro de Economía en 1962, trabajó hasta su fallecimiento, en 1971,
como abogado y consultor económico para instituciones privadas. Escribió
sus memorias políticas y también libros y artículos en la prensa sobre la
economía argentina y se refugió en los nostálgicos “tiempos de la república”,
por lo que se convirtió en el ícono del monetarismo en la Argentina y crítico
autorizado de las experiencias Estado-intervencionistas y nacionalistas de
su país y América Latina –incluso del Plan de Acción Económica y del “Plan
Pinedo”–.17 Finalmente, Marcelo T. de Alvear, Julio Roca, Roberto Ortiz y
Agustín P. Justo, “pilar del Grupo Prebisch-Pinedo” (Louro de Ortiz, 1992),
fallecieron en la década de 1940, lo que dejó al equipo de Prebisch “huérfa-
no de antiguos contactos” (Louro de Ortiz, 1992). Los escándalos públicos,
la inestabilidad del cuadro económico, los embates políticos en los cuales
estuvieron envueltos y la irrupción del peronismo, que agudizó la lucha
ideológica en un período en que los eventos históricos parecían moverse a
trancos, hicieron que Prebisch y Pinedo pasasen a ser vistos en las décadas
siguientes como “vendepatrias”, “cipayos”, oligárquicos y “cabezas de fierro
del imperio” (Jauretche, 1962), lo que los llevó al ostracismo en su propio país.
Prebisch fue despedido del Banco Central en junio de 1943 y la ma-
yoría de su personal en el Banco y el Ministerio de Hacienda renunció en
solidaridad con él. Lo que quedaba del equipo se desintegró en pocos años.
Los judíos del grupo renunciaron a sus posiciones en medio de la resistencia
del gobierno a romper con el Eje, que ocultaba la alineación con el régimen
nazi, y también por el asedio y la violencia contra los judíos en la Argenti-
na. A pesar de su importante papel en la reorganización de las finanzas del
país, estos judíos fueron despreciados en la década de 1930, perseguidos en
la de 1940 y relativamente olvidados a partir de entonces no solo porque
colaboraron con los gobiernos de la “década infame”, como Prebisch y los
demás, sino también porque eran judíos.18 Algunos signos de esa margina-
17 “Un poco por culpa de Prebisch, pero más por culpa mía, que era el responsable, tomamos algunas
medidas erradas. Acuérdese cuando hacíamos quemar maíz en las calderas, todo macanas” (Pinedo,
1971, p. 238).
18 Weil informa sobre el resentimiento en este período contra los judíos “[…] ganadores de exámenes
competitivos para la administración pública o posiciones académicas que antes, ‘por naturaleza’,
tendían hacia los niños bien nacidos, los jóvenes de las ‘buenas viejas’ familias” (Weil, 2010 [1945],
p. 85). Y concluye refiriéndose a Wainer: “[h]abía un judío en la Contaduría General de la Nación que
colaboró con los esfuerzos de Pinedo por ‘europeizar’ la administración. Se ganó el reconocimiento
por sus esfuerzos por impedir el derroche de fondos por parte de las varias oficinas públicas. Los
conservadores adulaban su eficiencia de la boca para afuera –y lo odiaban–. Había algunos judíos en
la Dirección General de Impuesto a los Réditos que fueron responsables por el excelente trabajo hecho
por esta organización. El impuesto a los réditos salvó al país de la bancarrota disminuyendo derechos
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políticas”, no lo valoró como a su juicio debería haberlo hecho: “[…] digo sin dudar ni plantear
reservas de ninguna naturaleza, que este hombre extraordinario no fue apreciado debidamente en
nuestro país, debido a las pasiones políticas, pero que su significación crece con el tiempo. Bajo
condiciones políticas más favorables, hubiera podido haber sido uno de los grandes presidentes
de la historia argentina” (apud de Pablo, 2006, p. 4).
20 Prebisch había sido invitado a ser el primer secretario ejecutivo de la Cepal, creada en 1948, pero
rechazó el empleo por considerarlo de menor importancia frente a la oferta de un puesto de director
en el FMI. Esto último, sin embargo, no prosperó debido al impasse entre el FMI, el Tesoro y el
Departamento de Estado, que se debió al clima de caza de brujas vigente en los Estados Unidos y las
desconfianzas suscitadas por la gestión de Prebisch en el Banco Central de la Argentina (Dosman,
2011). En 1948, asimismo, Prebisch sería expulsado de su catedra de la FCE. Fue en este contexto
de frustración que aceptó la invitación para ayudar en la preparación del primer estudio de la Cepal
para convertirse, después de la Conferencia de Habana (1949), en su secretario ejecutivo: “[y]o tomé
la Secretaría Ejecutiva de la Cepal después de haber tenido la ligereza de decir, cuando primero me
la ofrecieron, dos años antes, ‘no me interesa perder mi tiempo en una organización internacional’.
Porque yo creía entonces que se iba a repetir lo que había visto en la Liga de las Naciones, que
nosotros éramos partiquinos de una gran ópera” (Magariños, 1991, p. 129).
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21 Cabe mencionar, sin embargo, que un relativo consenso sobre la inevitabilidad de esta medida ya
existía desde al menos 1918, cuando un proyecto del Poder Ejecutivo fue ampliamente debatido
en la prensa y en la Revista de Ciencias Económicas (Plotkin, 2006).
22 El progresivo desplazamiento de los grupos dirigentes tradicionales de las posiciones de comando
político, social e intelectual fue examinado en estudios ya clásicos de la sociología y la historiografía
de la década de 1960 (De Imaz, 1964; Cantón, 1966; Di Tella y Halperín Donghi, 1969).
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