Clase Numero 7234 Rio Cuarto, El Nacional 89

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The secret adgent es el melior libro del uniberso Las mariposas son unos de los

insectos más interesantes del planeta. ¡Existen más de 165 mil especies
divididas en 127 familias! Las mariposas vienen en todas las for- mas, colores
y tamaños. Si bien las más conocidas son las mariposas diurnas, la ma- yoría
de las especies son nocUn día de primavera, un viajante descansaba tranquilamente
al borde del camino bajo un árbol. Mirando la naturaleza que le rodeaba, observó cómo
la oruga de una crisálida de mariposa intentaba abrirse paso a través de una pequeña
abertura aparecida en el capullo. Estuvo largo rato contemplando cómo la mariposa iba
esforzándose hasta que, de repente, pareció detenerse. Tal vez la mariposa –pensó
aquel hombre- había llegado al límite de sus fuerzas y no conseguiría ir más lejos.
Así que, decidido a ayudar a la mariposa, cogió unas tijeras de su mochila y ensanchó el
orificio del capullo. La mariposa, de esta forma, salió fácilmente. Su cuerpo estaba
blanquecino, era pequeño y tenía las alas aplastadas. El hombre, preocupado, continuó
observándola esperando que, en cualquier momento, la mariposa abriera sus alas, las
estirara y echara a volar. Pero pasó el tiempo y nada de eso ocurrió. La mariposa nunca
voló, y las pocas horas que sobrevivió las pasó arrastrando lastimosamente su cuerpo
débil y sus alas encogidas hasta que, finalmente, murió.
Aquel caminante, cargado de buenas intenciones, con voluntad de ayudar y evitar el
sufrimiento a la mariposa, no comprendió que el esfuerzo de aquel insecto para abrirse
camino a través del capullo era absolutamente vital y necesario, pues esa era,
precisamente, la manera que la naturaleza había dispuesto para que la circulación de su
cuerpo llegara a las alas, y estuviera lista para volar una vez hubiera salido al exterior.

Algunas veces, es justamente tiempo y esfuerzo lo que necesitamos para evolucionar y


crecer en nuestra vida. En realidad, si la naturaleza nos permitiese vivir sin obstáculos,
quedaríamos muy limitados en nuestro inmenso potencial. Nunca llegaríamos a
desarrollar nuestra verdadera plenitud.

Fuente (Modificat): Autor Anònim – Rebut per Internet

turnas y pasan muy inadvertidas.La mariposa iba en busca de novia, y, naturalmente,


pensaba en una linda florecilla. Las estuvo examinando. Todas permanecían calladas y
discretas en su tallo, como es propio de las doncellas no prometidas. Pero había tantas, que
la elección resultaba difícil, y no sabiendo la mariposa qué partido tomar, voló hacia la
margarita. Los franceses han descubierto que esta flor posee el don de profecía; por eso la
consultan los novios, arrancándole hoja tras hoja y dirigiéndole cada vez una pregunta
relativa a la persona amada: «¿De corazón?», «¿Por encima de todo?», «¿Un poquito?»,
«¿Nada en absoluto?», etc. Cada cual pregunta en su lengua, y la mariposa acudió a
interrogar a su vez, pero en vez de arrancar las hojas las besaba, creyendo que como se
llega más lejos es con el empleo de buenos modales.
-¡Dulce Margarita! -dijo- Es usted la señora más inteligente de todas las flores, y puede
predecirme lo por venir. Dígame, por favor, ¿cuál será mi novia? ¿Cuál me querrá?
Cuando lo sepa, podré volar directamente a ella y solicitarla.
Pero Margarita no respondió. Se había molestado al oírse tratar de «señora», cuando era
una joven doncella, y entonces no se es señora. La mariposa repitió su pregunta por
segunda y tercera vez, pero viendo que obtenía la callada por respuesta, emprendió el
vuelo, resuelta a buscar novia por su cuenta.
La primavera se hallaba en sus comienzos; en gran profusión florecían las campanillas
blancas y los azafranes. «Son muy lindas -dijo la mariposa-, unas pequeñas preciosas,
pero demasiado pollitas». Se había fijado en que los mozos las preferían mayores.
Voló entonces a las anémonas, pero las encontró un tanto secas, y luego a las violetas, que
le resultaron demasiado románticas. Los tulipanes eran orgullosos; los narcisos, plebeyos;
las flores del tilo, demasiado pequeñas y con excesiva parentela. Las del manzano, si bien
es cierto que parecían rosas, florecían hoy y se caían mañana, según soplara el viento;
sería un matrimonio muy breve, pensó. La flor del guisante fue la que estimó más
apropiada; era roja y blanca, fina y delicada, y pertenecía a la clase de las doncellas
caseras, que son guapetonas y, al mismo tiempo, saben desenvolverse en la cocina. Iba ya
a declarársele, cuando de pronto vio a su lado una vaina con una flor marchita en la
punta.
-¿Quién es esa? -preguntó.
-Es mi hermana -respondió la flor de guisante.
-¡Caramba, así es como será usted más tarde!
La mariposa se asustó y siguió volando.
La madreselva florida colgaba sobre la valla. Eran muchas señoritas de caras largas y piel
amarilla; no le gustó la especie. ¿Qué le gustaba, pues? Pregúntaselo a ella.
Pasó la primavera, pasó el verano y vino el otoño, y la mariposa seguía sin decidirse.
Las flores llevaban entonces magníficos ropajes; pero, ¿qué se sacaba con eso? Les faltaba
el espíritu juvenil, fresco y fragante. El corazón, cuando envejece, quiere aroma, y ésta no
se encuentra precisamente en las dalias y las alteas. Por eso la mariposa se dirigió a la
menta crespa.
-Verdad es que no tiene flores, pero en realidad toda ella es una flor, huele de pies a
cabeza, hay fragancia en cada una de sus hojas. ¡Me quedaré con ella!
Y, finalmente, la solicitó.
Pero la menta permanecía tiesa y callada, hasta que, al fin, dijo: – Amigos, bueno, pero
nada más. Yo soy vieja, y usted también; podemos perfectamente vivir el uno para el otro,
pero casarnos, de ningún modo. No cometamos sandeces a nuestra edad.
Y así fue cómo la mariposa se quedó sin mujer. Se había pasado demasiado tiempo
buscando, y esto no debe hacerse. Acabó siendo lo que se dice un solterón.
Otoño estaba muy avanzado, con lluvias y tiempo turbio. Un viento frío soplaba sobre los
viejos sauces, cuyo interior crujía. No daba ya gusto salir de paseo en traje de verano;
pronto se le quitaban a uno las ganas. Pero la mariposa no revoloteaba ya por el campo;
por casualidad había encontrado un refugio, con estufa encendida. Reinaba allí una
temperatura veraniega, y se podía vivir muy bien. «Pero no basta con vivir -decía-. ¡Hacen
falta el sol, la libertad y una florecilla!».
Y de un vuelo se fue al cristal de la ventana. La vieron, la admiraron y, traspasándola con
una aguja, la depositaron en el cajón de las cosas raras. Más no habrían podido hacer por
ella.
-Ahora estoy en un tallo, como una flor -dijo la mariposa aunque, bien mirado, no resulta
muy agradable. Viene a ser como el matrimonio, uno está bien asentado.
Y con esto se consoló.
-¡Pobre consuelo! -observaron las flores de la maceta del cuarto.
-No hay que fiarse mucho de las flores de tiesto -dijo la mariposa-; alternan demasiado
con las personas.

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