Accion Penal Ejercida Por Particulares

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ACCIÓN PENAL EJERCIDA POR PARTICULARES

Elías Polanco Braga*

Sumario: I. Antecedentes. II. Denominaciones. III. Concepto. IV. Ca-


racterísticas de la acción penal por particulares. V. Legitimidad activa.
VI. Naturaleza de la acción penal por particulares. VII. Delitos en los que
procede la acción penal por particulares. VIII. Constitución y desarrollo de la
acción penal ejercida por particulares. IX. Sinopsis. X. Bibliografía.

I. Antecedentes

En los inicios de la vida primitiva existieron conflictos penales; para solucio-


narlos, era la víctima quien se autojuzgaba como respuesta a la ofensa o al
daño sufrido, ello consistía en lo siguiente:

La individualidad absoluta de la respuesta se entiende toda vez que el control


social está en manos del sujeto particular, en tanto el resto del grupo no se im-
plicaba en el conflicto tomando partido o sirviendo de instancia mediadora.
Es el individuo quien, en su pugna existencial ha de tomarse la —justicia—
por propia mano, ya que él mismo, como ofendido crea la ley y se erige en
víctima, fiscal y juez (Herrera, 1996: 26).

En esa época no existió un tercero decisor, por lo que la justicia se desa-


rrollaba al arbitrio de la víctima, al dejarse que el particular en su carácter
de víctima lo iniciara, moderara y modelara, concluimos que el procedi-
miento penal fue de índole privado.
La acusación privada con lineamientos procesales, para que el parti-
cular la realizara, se estableció en Grecia y en Roma, donde “...El parti-
cular afectado por el delito, era el encargado de promover la acción; se le
reconocía un derecho propio, y una vez iniciada se obligaba al promotor a
*
Profesor en la UNAM y en la División de Posgrado CIJUREP de la Universidad Au-
tónoma de Tlaxcala.

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continuarla...”. (González, 1983: 42). Ello le dio la característica de priva-


do, al no participar tercero alguno para llevar el caso a los tribunales; con
posterioridad se amplía a otras personas el derecho de acusación con cierta
peculiaridad, al afirmarse que “…en la Antigua Roma, se señalaron limita-
ciones y sólo podía ser acusador, el ofendido, su familiar o sus representan-
tes; …” (Colín, 2001: 258). Al comenzarse a reglamentar el procedimiento
penal acusatorio en Roma, se determina que la acusación sea para delitos
específicos, en los que el particular podía ejercerlos, así, se establece que:

Fuera de esos pocos casos importantes, no se requería que aquél que quería
ejercer la acusación demostrara haber sido personalmente lesionado por el
delito; antes bien, la facultad de acusar se consideraba como una función a
todo el mundo. Lo cual no quiere decir en modo alguno, que se reconociera
un derecho general de acusación ... con lo que el círculo de personas que po-
dían acusar quedaba notablemente aumentado, sobre todo por la circunstan-
cia de que en los delitos cometidos contra la comunidad no era posible limitar
el derecho de interponer la acusación, ... (Mommsen, 1976: 242-243).

Al surgir el imperio de la justicia oficial pública, aparece concomitan-


temente el monopolio de la acción penal y su represión; sin embargo, no
se erradica totalmente la acción procesal penal de los particulares en ella,
como se ilustra al decirse que:

Pero, con más arraigo incluso, las formas de solución compositiva privada,
alternativa al proceso, no se muestran prontas a decaer. Por su indiscutible
funcionalidad y ventaja para las partes —los infractores se libran del rigor
sancionador oficial, en tanto las víctimas se ven resarcidas— estas prácticas
subsisten, petrificadas, como recursos paralelos a los propios del nuevo orden
jurídico, y su existencia se prolongará hasta bien avanzada la Edad Moderna
(Mommsen, 1976: 53).

Los conflictos penales, al haberse dejado en manos del poder público


para su solución, fueron calificados como monopolio de la acción penal,
después de la Revolución francesa, éstos dejaron en definitiva fuera del pro-
cedimiento penal a la víctima para ejercer sus derechos, eliminando, ade-
más, al representante de él en el proceso, sobre el particular se aclara:

Conforme el proceso gana en complejidad de trámites y situaciones, los arca-


nos del nuevo contexto judicial, formalista e inextricable, dejan de ser apre-
hensibles por el profano. Se impone la profesionalización de las voces proce-
sales en la lid, la especialización y exclusividad competencial en unos expertos
cuyos conocimientos jurídicos y habilidad oratoria los recomienda, para es-

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grimir la representación de la víctima. Sin embargo, estos profesionales, im-


puestos entre el Estado y la víctima tramitarán contribuyendo a la definitiva
postergación de la última (Mommsen, 1976: 55 y 56).

Al desplazarse al acusador particular desde años previos a la Revolu-


ción Francesa, introducidas por las Ordenanzas de 1498 y 1670, aparecen
reglamentadas las asociaciones públicas para eliminar el régimen inquisiti-
vo que regía en esa época; es de apuntarse que, fue en el Código de Instruc-
ción Criminal de 1808 de Francia donde surgió en definitiva la institución
del Ministerio Público, ésta desplaza al defensor particular con carácter de
víctima.
En México, inicialmente sus leyes independientes no descartaron a los
particulares mediante un subórgano estatal, o sea, al ofendido no se le re-
presentaba en el desarrollo procesal penal, aunque existieron intentos legis-
lativos para adoptar la acusación pública, se anota que “Los constituyentes
de 1857, obedientes a la tradición, no le privaron del derecho de acudir
directamente a los «tribunales»; quizá, por eso, no franquearon la entrada
del Ministerio Público, «muy en boga» en ese entonces en el derecho proce-
sal francés...” (Colín, 2001: 258). Al comenzar a expedirse leyes procesales
penales, se incluyó al Ministerio Público, esta aseveración se sintetiza así:

El artículo 3° del Código de Procedimientos Penales de 1894, haciendo suya


la idea de los Códigos de 1870 y 1880 disponía: “La violación de los derechos
garantizados por la ley penal da lugar a una acción penal. Puede también
dar lugar a una acción civil. La primera, que corresponde a la sociedad, se
ejerce por el Ministerio Público, y tiene por objeto el castigo del delincuente.
La segunda, que sólo puede ejercitarse por la parte ofendida o por quien le-
gítimamente la represente…” (Pérez, 1975: 27).

Fue la Constitución de 1917 la que acoge los lineamientos del derecho


francés, puesto que, “...los integrantes del Constituyente de 1917, sustituye-
ron al particular ofendido por el agente del Ministerio Público, colocando a
aquel en un nivel inferior en cuanto a que se le excluyó del ejercicio de la ac-
ción penal, aunque no como titular de derechos civiles...” (Colín, 2001: 258).
Este postulado, al regularse en las leyes reglamentarias procesal y sustantiva
penales, no le conceden derechos específicos a la víctima en lo relativo a la
acción privada, sino que la limita, como se establece a continuación.

…el Código de Organización y Competencia y de Procedimientos en Mate-


ria Penal … de 15 de diciembre de 1929, día en que entró también en vigor el
Nuevo Código Penal. En estos dos ordenamientos se previene que la repara-

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ción del daño habrá, por una parte, de ser exigida por el Ministerio Público,
y por otra, que la condena a la reparación del daño pasa a formar parte de la
pena pública imponible por el delito (Pérez, 1975, p. 27).

La disposición anterior atenta contra los derechos de la víctima al con-


cedérsela al Ministerio Público, no obstante los lineamientos señalados por
los Códigos Procesal Penal y Penal Sustantivo; fue a raíz de las reformas a
ellos de 1983, que se comienzan a proteger nuevamente los intereses que les
corresponden a las víctimas, al permitírseles constituirse en coadyuvantes
del Ministerio Público, autorizándosele además, que puede ser por medio
de su representante o del derechohabiente, que pueden exigir la reparación
del daño; de manera objetiva decimos que en:
La Constitución Federal Mexicana de 1857 no contempló al Ministerio
Público, por lo que las leyes procesales expedidas con posterioridad a ella,
regularon la querella como medio de acusación reservada a los particulares,
realizando el ejercicio penal directamente ante los tribunales. El Consti-
tuyente de 1917 decide eliminar este derecho de los particulares, también
privó a los tribunales el poder de investigar los delitos, otorgándoselo al
Ministerio Público, con el carácter de monopolio de esas facultades, o sea,
la investigación y el ejercicio de la acción penal; este criterio duró más de
noventa años, hasta que, con la reforma de junio de 2008, se reguló la acu-
sación mixta, al establecerse la obligación del Ministerio Público en la in-
vestigación, el ejercicio de la acción penal y la acción procesal penal por los
particulares, en dichas actividades es notorio el predominio de la primera,
por lo que concluimos que la última es una excepción al concedérsele al
particular para limitados delitos.
Habiéndose hecho una sinopsis de los derechos de la víctima en cuanto
al ejercicio penal de sus derechos, en los que observamos un vaivén de ellos;
es la reforma de 2008 la que pretende reivindicar, aunque parcial y contro-
ladamente, el ejercicio de la acción penal de los particulares plasmado en el
artículo 21 constitucional, segundo párrafo, que reza: “La ley determinará
los casos en que los particulares podrán ejercer la acción penal ante la au-
toridad judicial”. Esta directriz fue reglamentada en los artículos del 426 al
432 del Código Nacional de Procedimientos Penales.

II. Denominaciones

Al procedimiento en análisis, tanto la ley como la doctrina, le han atribui-


do diversos nombres para identificarlo, así tenemos: acción primitiva, acción

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privada, acción de particular, acción por ofendido, acción de parte interesa-


da, acción a instancia de agraviado, acción cívica, acción popular, etcétera;
calificativos que se determinan atendiendo al tiempo de vigencia, al criterio
de estudiosos del derecho o a la ley que la regula. Al calificarse su dinámica
de desarrollo, se le nombra: procedimiento penal especial, procedimiento de
exclusión, procedimiento de privatización del derecho penal, procedimiento
selecto de delitos, procedimiento de acción penal privada, procedimiento pri-
vilegiado del agraviado y procedimiento penal por particular.
La Constitución federal la considera como acción de particular y como
procedimiento de la acción penal por particular, con base en lo estipulado
en el artículo 21, párrafo segundo, en el siguiente sentido: “La ley determi-
nará los casos en que los particulares podrán ejercer la acción penal ante la
autoridad judicial”. Lineamiento que acoge bajo la misma denominación el
Código Nacional de Procedimientos Penales.

III. Concepto

La acción penal por particular es la que se ejerce en los delitos autorizados


por la ley, por la víctima u ofendido, al acudir directamente ante los tribuna-
les, como titular del derecho supuestamente vulnerado, sin la intervención
del Ministerio Público; a esta actividad en la doctrina también se le conoce
como acción privada, la que se establece que es “la de índole penal cuyo ejer-
cicio sólo corresponde al ofendido o a su representante legal; y, en estos casos
a falta de éste y de personalidad procesal en la víctima, por fama pública al
Ministerio Fiscal” (Cabanellas, 1979: 86). En otras voces, sobre el mismo
tema, se asienta:

Delito de acción privada. El perseguible solo a instancia de parte interesada;


o sea de la víctima, representantes legales, ciertos parientes o causahabientes,
según los casos (Cabanellas, 1979: 259).
Delito privado. El perseguible a instancia de parte agraviada. Se entienden
por tales la víctima, ciertos parientes, los representantes legales de aquella y
en algunos casos, sus causahabientes (Cabanellas, 1979: 259).

Continuando con la delimitación de la acción penal privada, Fernando


Andrés Ortiz Cruz sostiene que es “...la posibilidad de ejercer directamen-
te por parte de los particulares en los casos que expresamente prevea la
ley secundaria, sin perjuicio de que el ministerio público pueda intervenir
en los supuestos para salvaguardar el interés público...” (Suprema Corte,
2011: 240). En otra orientación, partimos de la idea que cuando la acción

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penal la ejercita un particular, ella tiene el carácter de privada, a lo que se


agrega:

Cuando el ejercicio de la acción es privado, prima la voluntad del ofendido,


quien decide si promueve la acción penal contra el ofensor y puede disponer
de la acción penal –renunciar, desistirse, transigir o conciliar-. Sin embargo,
el poder del ofendido es relativo porque el ius puniendi continúa en manos del
Estado (Calderón, 2013: 61).

Observamos que en esta acción penal específica, en la doctrina y en


algunas leyes, predomina la denominación de acción privada, siendo ello
indebido, porque existe una marcada diferencia, puesto que en ésta, se trata
de “…un determinado grupo de delitos que sólo pueden ser perseguidos
jurisdiccionalmente por querella del ofendido, su guardador, representantes
legales o los herederos…” (Claria, 1998: 351 y 352). Por consiguiente, “es
acusador privado la persona del derecho privado a quien la ley confiere,
en forma exclusiva, la titularidad de la acción a los denominados delitos de
acción privada y asume su papel en el proceso” (Oderico, 1978: 244). Con
lo vertido, hemos establecido lo que podemos conceptualizar como acción
penal privada.
En cuanto a lo relativo al ejercicio de la acción penal por particulares,
en ella se le concede a la víctima u ofendido el derecho de actuar ante los
tribunales en un determinado grupo de delitos que le corresponderían al
Ministerio Público, pero por política criminal se prescinde que él la ejercite,
porque la ley autoriza al agraviado optar por acudir a denunciar, querellarse
ante el Ministerio Público o instar al órgano jurisdiccional, al respecto se de-
termina que “Es acusador particular la persona del derecho privado a quien
la ley, sin perjuicio de la función actora que corresponde al ministerio fiscal
le confiere la titularidad de la acción en orden a los denominados delitos de
acción privada y asume su papel en el proceso” (Oderico, 1978: 230).
De este criterio deducimos que la acción penal es de carácter público,
aunque la ejerza el particular, porque con su ejercicio se provoca la activi-
dad del órgano jurisdiccional, ésta será siempre de carácter público.
De lo antes establecido concluimos que la acción penal ejercida por
particulares es la autorización constitucional concedida como excepción a
la víctima u ofendido, de manera peculiar como un derecho que se realiza
voluntaria y directamente ante el órgano jurisdiccional en los supuestos re-
gulados en la ley secundaria, con la finalidad de que se sancione al impu-
tado y de hacer valer el daño sufrido para obtener la reparación del daño.

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Con base en la Constitución Federal y lo reglamentado por el Código


Nacional de Procedimientos Penales, podemos concluir que la acción penal
por particulares es la autorización que se concede a las personas específicas,
víctima u ofendido, para ejercerla ante los tribunales, en los supuestos y con
los requisitos fijados por las leyes reglamentarias, cuando ellos hayan reca-
bado datos de prueba que sustenten que se ha cometido un hecho que la
ley señala como delito y exista la probabilidad que el imputado lo cometió
o participó en su comisión.

IV. Características de la acción penal


por particulares

Al estar regulada esta acción penal en la Constitución, la entendemos como


una garantía y mecanismo procesal otorgado a la víctima u ofendido para
instar al órgano jurisdiccional.
Esta actividad sólo rige en los delitos que afectan bienes tutelados a los
particulares o cuando predomina el interés individual, siendo éstas las que
le dan la característica a la actividad procesal otorgada a los particulares,
aunado a que se excluye al Ministerio Público de ejercerla, por lo que se
asevera:

...debemos asentar que la acción privada constituye una excepción al poder


estatal de perseguir los delitos; excepción derivada del predominio del interés
particular (el de la víctima o del ofendido) sobre el interés del Estado, y que
se refleja en la necesidad de que la víctima o el ofendido participen directa-
mente en el proceso penal, en aras de lograr un acceso real de tales sujetos a
la justicia (Román, 2012: 51).

De manera concreta, se pueden delimitar las características de esta ac-


ción penal promovida por particulares atendiendo a las siguientes conclu-
siones (Horvitz, 2002: 539), las que ampliamos y comentamos:

—— La característica principal de este procedimiento es la exclusión del


Ministerio Público.
—— Se concede la atribución de poder exclusivo de persecución a la
víctima u ofendido.
—— El impulso procesal ante el juzgador radica enteramente en la víc-
tima u ofendido.
—— La víctima u ofendido pueden renunciar a través del desistimiento
de la acción penal al hecho, por ser de índole particular.

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—— La carga procesal y de la acción le corresponde al particular que


promueva la acción penal (víctima u ofendido).

Otro criterio (Claria, 1998: 353) que ilustra el tema de la acción penal
establece los caracteres que a continuación se anotan:
1. Junto con la instancia acusatoria, el querellante puede demandar ci-
vilmente haciendo valer la pretensión reparatoria del daño ocasiona-
do por el delito.
2. Se trata de un juicio con marcado carácter dispositivo que se acerca
mucho al régimen del proceso civil común.
3. Este carácter dispositivo (acusatorio substancial) se manifiesta ante el
criterio de oportunidad que determina el inicio del juicio, por cuanto
es dejado a la voluntad discrecional del titular de la acción, y ante la
posibilidad de renuncia a la pretensión de condena hecha valer por
el querellante, o de extinción de la pena por el perdón del ofendido
triunfante.
4. ...se prevén los efectos extintivos de la retractación.
Debemos considerar que actualmente en el artículo 21 de la Constitución
se contiene un sistema mixto del ejercicio de la acción penal, la que ejerce el
poder estatal y la que ejercen los particulares, en el entendido que subsiste
el predominio de la primera, aunque el hecho que se le conceda ese dere-
cho a los particulares no desvirtúa la naturaleza de la acción en su carácter
procedimental puesto que “...la acción procesal es siempre pública dado
que su finalidad es precisamente, en cualquier caso (pública o privada) pro-
vocar el ejercicio de la jurisdicción, que es una actividad de esta naturaleza”
(Pina, 1983: 32). Esto nos lleva a manifestar que el carácter de la acción
penal realizada por particulares no debería calificarse como acción privada,
peculiaridad que se le atribuye, por algunas leyes, a la doctrina nacional y
extranjera.

V. Legitimidad activa

En esta institución se delimita quién puede ser el acusador en el procedimien-


to de acción penal, en los casos en que se faculta a los particulares, a lo que
se exterioriza:
La aptitud de un particular para asumir el papel de acusador en un determi-
nado proceso, depende de que revista alguna de las siguientes calidades.
a) Ofendido por el delito:

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ACCIÓN PENAL EJERCIDA POR PARTICULARES 221

La persona particularmente ofendida por un delito del cual nace la acción


pública, podrá asumir el papel de parte querellante y promover en tal carác-
ter el juicio criminal.
b) Representante legal de un incapaz ofendido por el delito:
El mismo derecho (querella) tienen los representantes legales de los inca-
paces por los delitos que ofendieren a sus representados (cfr. Oderico, 1978:
236-238).

En otro aspecto se considera que estar autorizados para instar al órgano


jurisdiccional, cuando se establece “…el procedimiento sólo podrá comen-
zar con la interposición de la querella por quien estuviere habilitado para
promover la acción penal, esto es, por la víctima, su representante legal o su
heredero testamentario…” (Horvitz, 2002: 543).
Atendiendo a la Constitución nacional, se legitima al particular para
ejercer la acción penal; el Código Nacional de Procedimientos Penales de-
limita en su numeral 426 que podrá ser ejercida por quienes tengan la ca-
lidad de víctima u ofendido, en el mismo estatuto procesal esta acción se
considera como si se tratara de una querella; en el precepto 225 del mismo
se consagra que ésta la puede presentar la víctima u ofendido o quien se
encuentre facultado para ello, esto abre la posibilidad que sea el represen-
tante tanto de personas físicas como morales, lo que se aclara en el artículo
226 de ese mismo ordenamiento, al autorizar que la pueden presentar tra-
tándose de menores de edad o personas incapacitadas para comprender el
significado del hecho, quienes ejerzan la patria potestad o la tutela, o sus re-
presentantes legales, aunado que para el supuesto de personas morales, será
el apoderado legal o administrador facultado para ello. Por consiguiente, se
amplía el número de legitimados para ejercer esta acción penal.

VI. Naturaleza de la acción penal por particulares

En este procedimiento se aprecian peculiaridades desde que se reglamenta


por el Poder Legislativo, quien consideró que para que la acción sea ejercida
como particular se atienden dos criterios:
1. El contenido del bien jurídico protegido. Los tipos penales a los que
corresponde el ejercicio privado de la acción penal tienen un deno-
minador común: los bienes jurídicos se refieren a aspectos íntimos y
personalísimos.
2. El grado de lesión o puesta en peligro del interés protegido, de tal
manera que la levedad de la lesión o agresión determina poner en

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manos del propio afectado, la decisión de exigir responsabilidad de


los hechos... (Calderón, 2013: 61).
Otra perspectiva se enfoca a que este procedimiento en cuanto a su de-
cisión es de naturaleza pública, toda vez que “La acción penal, cuando su
contenido es una pretensión punitiva, vale decir, cuando el actor reclama la
actividad jurisdiccional para que se declare el derecho del Estado a someter
a alguien a la ejecución de una pena” (Oderico, 1978: 197). De acuerdo con
lo dicho, si la víctima u ofendido no solicitan en el ejercicio de la acción la
pretensión punitiva, para que la declare el órgano jurisdiccional, el proceso
penal carecería de un objeto adecuado para ser declarado el derecho.
En cuanto al desarrollo del proceso penal por instancia del particular,
tiene sus propias reglas dispositivas, sus corolarios y directrices propias, mis-
mas que le dan la naturaleza de un procedimiento especial, que lo hacen dis-
tinto del procedimiento penal ordinario, aunque en todo lo que no se oponga
y se requiera para estructurarlo, rigen los principios y reglas del procedimien-
to ordinario, en tal sentido, se establece en el último párrafo del artículo 432
del Código Nacional de Procedimientos Penales, al consagrar que “...en la
sustanciación de la acción penal promovida por particulares, se observarán
en todo lo que resulte aplicable las disposiciones al procedimiento (ordina-
rio) previstas en este Código...”.
Para mejor comprensión de la naturaleza de esta acción penal por par-
ticulares se ilustra al exteriorizarse:

[…] Es un proceso acusatorio en el cual el Estado limita su pretensión puni-


tiva al interés del ofendido, pero sólo en cuanto al delito en sí mismo, con ex-
clusión del grado, condiciones y medida de la responsabilidad penal. Cuando
se querella a un mismo sujeto por varios hechos perseguibles por acción de
ejercicio privado, no se ve inconveniente para su acumulación en un único
proceso, siempre que los trámites del juicio puedan ser los mismos. Lo que no
es posible es acumular una causa por hechos de este tipo con otra por delito
perseguible por acción de ejercicio público [...] (Claria, 1998: 353).

En definitiva, esta acción es una medida accesoria garantista de natu-


raleza sui generis (de naturaleza propia y única) ya que es una excepción al
ius puniendi estatal en la que se concede ejercerla a los particulares (víctima
u ofendido), delimitado a tipos penales específicos, eliminando la participa-
ción del Ministerio Público, sin embargo, a la vez, se le deja la carga proba-
toria al acusador particular para justificar su pretensión punitiva.
Existen algunas particularidades de la acción penal que surgen al ejer-
cerla los legitimados (víctima, ofendido o el representante), se confirma ello

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ACCIÓN PENAL EJERCIDA POR PARTICULARES 223

con lo sostenido en el Dictamen de la Revisora de las Comisiones Unidas de


Puntos Constitucionales de la Cámara de Senadores, respecto al Proyecto
de Decreto por el que se Reforman y Adicionan diversas Disposiciones de la
Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos del 13 de diciembre
de 2007 al establecer:

En relación con el ejercicio de la acción penal y con el ánimo de hacer con-


gruentes todas las modificaciones al sistema de procuración y administración
de justicia que contempla esta reforma, se hace evidente la necesidad de rom-
per con el monopolio de la acción que actualmente tiene el Ministerio Pú-
blico. En efecto, esta reforma abre la posibilidad de ejercer directamente la
acción penal por parte de particulares, en los casos que expresamente prevea
la ley secundaria, ... lo que contribuirá en forma importante a elevar los ni-
veles de acceso a la justicia en materia penal ... El ejercicio de la acción penal
en estos supuestos será eminentemente excepcional, sólo en aquellos casos en
los que el interés afectado no sea general...

Esta directriz se plasma en el artículo 21 constitucional en su párrafo


segundo, al decir que “La ley determinará los casos en que los particulares
podrán ejercer la acción penal ante la autoridad judicial”. Con esta dispo-
sición se elimina la intervención del Ministerio Público en los casos reserva-
dos a los particulares.
Basándonos en la ley, específicamente, atendiendo su contenido y fina-
lidad, concluimos que la querella es una acusación dirigida al querellado la
que debe de ser concreta, subjetiva y objetivamente planteado.

VII. Delitos en los que procede la acción penal


por particulares

La doctrina establece que esta acción penal procede ejercerla por los parti-
culares en los delitos perseguibles por medio de la querella; en otro supuesto,
se establece que cuando no exista interés público gravemente lesionado, o en
delitos patrimoniales cometidos sin violencia; en otro criterio, se contempla
su procedencia en algunos delitos de acción pública, en todos estos supuestos,
los particulares la pueden invocar directamente ante los tribunales, siempre
que estén regulados en la legislación secundaria, al respecto, al legislarse, es
imperante considerar lo siguiente:

Por tanto, lo más afortunado será que el legislador ordinario la limite a los de-
litos donde se afecten intereses meramente particulares o privados en donde

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224 ELÍAS POLANCO BRAGA

la sociedad no se ve tan dañada por aquellos, pues ello evitaría que se diera
un giro diferente al fin que se persiguió al introducirla a la Constitución; por
el caso que se reconozca delitos que afecten intereses generales y/o públicos
donde la sociedad se sienta agraviada, se le estaría otorgando al particular
de un poder absoluto acerca de aquellas conductas delictivas que importan de
manera prevalente a la sociedad, pues los primeros que rigen la acción penal
privada no son los mismos a los de la acción penal pública, ya que aquella se
orienta por ser voluntaria y por ello renunciable (Valadéz, 2011: 30).

Atendiendo los lineamientos anteriores, el legislador deberá establecer


en la ley reglamentaria de numerus clausus, para delimitar en qué tipos pena-
les procede el ejercicio de la acción penal por los particulares para iniciar
este procedimiento especial, en razón de que se debe enlistar en cuáles de-
litos procede; lo que se traduce en una taxativa legal a la víctima o al ofen-
dido, es decir, no se les otorga ampliamente este derecho de ejercicio que se
pueda traducir en utilizarse ilimitativamente, puesto que “...hay que desta-
car que el número de delitos que pueden perseguirse conforme al procedi-
miento de acción penal privada (por particulares) es bastante reducido...”
(Horvitz, 2002: 538). En cuanto a la acción penal pública que le compete al
Ministerio Público, seguirá su función y competencia con el calificativo de
monopolio delimitado, lo que lo obliga a respetar los intereses y derechos
que legalmente les corresponden a los particulares para iniciar el procedi-
miento penal.
Aunque hemos separado las actividades del acusador privado del acu-
sador particular anteriormente, al tratar los investigadores y los doctrinarios
a la acción penal por particulares en análisis, en especial “...Acción penal
privada y acción penal particular se confunden en nuestro Código Nacional
y, por ende, es posible sostener que son delitos de acción particular los mis-
mos que permiten la acción penal privada” (Canales, 2014: 1366). En este
criterio observamos que el artículo 428 señala cuatro hipótesis de manera
enunciativa los delitos en los que procede la acción penal por particular al
mencionar los siguientes, mismos que comentamos:
1. Delitos perseguibles por querella, el Código Penal señala cuáles son
estos delitos utilizando en los tipos penales los términos, querella,
queja, instancia o petición de parte.
2. Delitos cuya penalidad sea alternativa, se establecen en el tipo penal
que se sanciona con pena privativa de libertad o pena pecuniaria,
estas dos sanciones, intercalado con la letra “o” denotan que puede
ser una u otra.
3. Delitos cuya penalidad sea distinta a la privativa de libertad, como:

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ACCIÓN PENAL EJERCIDA POR PARTICULARES 225

a. Tratamiento en libertad,
b. Sanción pecuniaria,
c. Amonestación,
d. Caución de no ofender, u otras.
4. Delitos cuya punibilidad máxima no exceda de tres años de prisión,
esta locución acota la sanción privativa de libertad hasta tres años,
para el caso concreto se atenderá el máximo de la penalidad fijada en
el tipo penal sin atender el término medio aritmético.
Por consiguiente, estos lineamientos se atenderán de acuerdo con lo
legislado en los códigos penales de las entidades federativas, tratándose de
delitos del fuero común, o basándose en el Código Penal Federal si el ilícito
penal es de esa competencia; para justificar la procedencia de la acción pe-
nal por particular. Además, algunos delitos corresponden a la acción penal
pública, pero el legislador se los concedió a los particulares para ejercerlos,
al haber establecido la regla general del límite de prisión preventiva de hasta
tres años.

VIII. Constitución y desarrollo de la acción


penal ejercida por particulares

Para constituirse la acción penal por particular, es requisito que el querellante


haga valer su derecho ante el órgano jurisdiccional, ante ello se provoca su
desarrollo, por lo que decimos que tanto su constitución como su desarrollo
tienen características peculiares que lo diferencian del procedimiento ordi-
nario penal.

1. Legitimación

La víctima o el ofendido deben justificar su legitimación ante el juez


de control, al momento de constituirse como acusador particular, toda vez
que es parte eventual que requiere de su voluntad manifiesta para ejercer
este derecho con las formalidades legales; esta actividad procedimental la
deberá iniciar el particular con fundamento en los artículos 429 y 430 del
Código Nacional de Procedimientos Penales, en los cuales se señalan expre-
samente los requisitos formales y materiales para solicitarse, los que enume-
ramos a continuación y agregamos los comentarios pertinentes:

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226 ELÍAS POLANCO BRAGA

1. En dichos artículos no se establece la forma de promover la acción,


ante esta omisión, consideramos que puede ser escrita o verbal (en el
derecho comparado se establece que deberá realizarse por escrito, tal
es el caso de Chile y Argentina que así lo puntualizan).
2. El ejercicio de la acción penal por particular se equipara a la que-
rella, como el medio con el que se apersona la víctima u ofendido y
formula su acusación.
3. La solicitud se promoverá ante el juez de control (de ser escrita se le
dirige al juez de control, de ser oral, deberá ser por comparecencia
ante el mismo juzgador). La doctrina se manifiesta en el sentido que
se debe presentar por escrito ante el juzgador competente por la per-
sona habilitada por la ley (víctima u ofendido) para iniciar la acción
penal.
4. El querellante (víctima u ofendido) deberá proporcionar su nombre
completo y domicilio para efectos de su localización y para ser noti-
ficado.
5. Si el promovente es persona jurídica (moral) se indicará su razón so-
cial y su domicilio para oír y recibir notificaciones; además, el repre-
sentante legal deberá exhibir el documento que acredite su personali-
dad, también su domicilio para oír y recibir notificaciones; en el caso
del mandatario, deberá exhibir poder especial con cláusula específica
para hacer valer los hechos ilícitos, así mismo, aportar el nombre del
poderdante y su domicilio y el domicilio procesal del promovente
para que sea notificado.
Se debe proporcionar el nombre completo del imputado (querellado)
y los datos para su localización y citación correspondiente; de ignorarse el
nombre o el domicilio, lugar de trabajo o lugares que frecuente, se dice, “en
caso de ignorar estas circunstancias, se deberá hacer la designación del que-
rellado por las señas que mejor pudiera darle a conocer” (Oderico, 1978:
240). Ante estos supuestos, se debe señalar una descripción y designación
clara de su persona para que el juzgador ordene su localización, para que
en práctica de diligencias solicitadas por el querellante, sea citado a compa-
recer al juzgado; sobre esta cuestión, se consagra que

El querellante puede verse imposibilitado de identificar debidamente al que-


rellado, o sea, al supuesto autor del hecho. Dado el caso, a su pedido el tri-
bunal, practicará las averiguaciones correspondientes, a modo de investiga-
ción preliminar. Ésta se dirige a averiguar el nombre, apellido y domicilio del
querellado a los fines de promover a su citación, ya que no sería suficiente la
descripción identificatoria que puede hacerse en la querella cuando se igno-

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ACCIÓN PENAL EJERCIDA POR PARTICULARES 227

ran esos datos. Esta información capta también la obtención de elementos


probatorios que el querellante no haya podido acompañar a la querella (Cla-
ria, 1998, p. 358).

En esta ilustración observamos que se flexibiliza la carga de la prueba


al querellante al actuar y practicar diligencias por el órgano jurisdiccional,
tanto para la identificación y localización del querellado como para la prác-
tica de diligencias para recabar datos de prueba que le fueron solicitados al
juzgador por el agraviado acusador particular.
6. La fracción IV del artículo 429 del Código Nacional de Procedi-
mientos Penales exige los siguientes requisitos que debe contener la
querella:
a. Señalamiento de los hechos que se consideran delictivos, los que se
redactarán en la misma querella, haciendo una “relación circuns-
tanciada del hecho, con expresión de lugar, año, mes, día y hora
en que se hubiere ejecutado, si ellas son conocidas por el quere-
llante…” (Horvitz, 2002: 545).
b. Aportar los datos de prueba para justificar:
i. Que los hechos existieron y tienen el carácter delictivo.
ii. Que existe la probabilidad de que el imputado los cometió o
participó en ellos.
iii. Los daños causados y su monto aproximado.
iv. Los que establezcan la calidad de víctima u ofendido para de-
mostrar su legitimidad e interés en el proceso.
Los datos de prueba para satisfacer específicamente los dos primeros
presupuestos (i y ii), no constituyen elementos de prueba suficientes para
dictar una sentencia, sino que son los exigidos para el ejercicio de la ac-
ción penal, por consiguiente, son el cúmulo de indicios y evidencias físicas
recabadas por el querellante, y son suficientes para justificar que el hecho
lesionador del bien jurídico protegido es considerado como delito por la ley,
y exista la probabilidad de la comisión o participación del imputado en el
hecho delictivo, a lo que se considera:

Respecto al nivel probatorio, la acción penal privada se puede dar cuando el


particular puede reunir él mismo los elementos de prueba. Con respecto a las
investigaciones de los particulares para reunir los elementos de prueba, cabe
destacar que el nivel probatorio que ahora se exige al Ministerio Público para
consignar o en este caso a los particulares para ejercer la acción, es un factor
determinante para la vialidad de la figura. El nivel probatorio baja a un nivel

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228 ELÍAS POLANCO BRAGA

razonable en el que baste la existencia de datos probatorios relativos al hecho


que la ley señala como delito. Un nivel en que baste la existencia de datos
probatorios, inferior a reunir el cuerpo del delito [...] (Canales, 2014: 1369).

De acuerdo con el criterio inmediato anterior, al particular se le dispen-


sa de la carga de la prueba para acreditar o determinar todos los elementos
del tipo penal (no cuerpo del delito) por el que ejerce su acción, como tam-
poco aporta los datos suficientes para demostrar que el imputado lo cometió
o participó en su comisión, puesto que sólo se le exige la probabilidad de
haberse cometido o participado en él, considerando que basta con indicios
que recabe para justificar dichos supuestos; sin embargo, ante la imposibili-
dad de que el querellante los pueda recabar, se establece que:

Si fuere necesaria la realización previa de diligencias orientadas a “precisar


los hechos” que configuran el delito de acción penal privada, el querellante
deberá solicitar su práctica al juez de garantía. En consecuencia, no procede
efectuar esta solicitud al Ministerio Público, sino directamente al juez de ga-
rantía, quien a la vez deberá dispensar la realización de las diligencias solici-
tadas... (Horvitz, 2002: 546).

Este estudio relativo a que las diligencias a practicar para satisfacer la


determinación de que los hechos son ilícitos penales, en el supuesto que el
querellante no pueda recabar los datos de prueba, deberá solicitarlas al juez
de control y no al Ministerio Público; no obstante, el Código Nacional de
Procedimientos Penales, en su ordinal 428, párrafo tercero, condiciona que
de ser necesaria la realización de actos de molestia que requiera control ju-
dicial, se solicitarán al Ministerio Público. En otro supuesto, el querellante
deberá acudir al juez de control si los actos de molestia no requieren auto-
rización judicial. Si el querellante acude ante el Ministerio Público para la
práctica de diligencias, en estos supuestos, el Ministerio Público continuará
la investigación, quien a la vez decidirá sobre el ejercicio de la acción penal,
o sea, que el agraviado pierde su derecho de ejercer la acción penal.
7. Los fundamentos de derecho en que sustenta la acción, esta exigen-
cia es demasiado técnica para el pueblo, además, destruye el adagio
romano en que el tribunal dice “dame los hechos que yo te daré el
derecho”, por lo que al no estar en sus conocimientos del quere-
llante, se le obliga a que lo tenga que instrumentar por medio de su
asesor jurídico, puesto que interpretando al legislador, se comprende
que “...la calificación jurídica de los hechos de la participación que
se atribuya al querellado, y la pena cuya aplicación se solicita al tri-

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ACCIÓN PENAL EJERCIDA POR PARTICULARES 229

bunal” (Horvitz, 2002: 545). Esos requisitos sólo son competencia y


comprensión del técnico en derecho.
8. Petición que se formula expresando con claridad y precisión, la mis-
ma ley procesal nacional en su numeral 430 especifica que las solici-
tudes que puede realizar el particular-querellante, son:
I. La orden de comparecencia en contra del imputado o su citación
a la audiencia inicial, ante estas solicitudes, si fuese la primera,
la fracción II, del precepto 141 del Código Nacional de Procedi-
mientos Penales regla la comparecencia del imputado que serán a
través de la fuerza pública, quien habiendo sido citado anterior-
mente no comparezca al juzgado. En el segundo citatorio, es la in-
vitación al imputado a presentarse a la realización de la audiencia
inicial en el juzgado.
II. El reclamo de la reparación del daño, en esta acción penal-civil,
subsidiaria, el querellante puede solicitar la reparación del daño,
tanto moral como económico, especificándolos y cuantificándolos
con precisión.
III. La firma de la víctima u ofendido, en caso de no saber firmar, o
esté imposibilitado a ello, la de la persona que lo haga a su ruego,
sin prescindir de estampar su huella digital el solicitante-quere-
llante.
Aunque la ley no impide que la querella se presente verbalmente ni
exige que sea por escrito, con base en los requisitos y formalidades que se
tienen que satisfacer, lo conveniente es elaborarla y presentarla ante el juez
de control por escrito, existen lineamientos que confirman esta considera-
ción cuando se dice:

La querella es acto escrito y formal. Debe acompañarse de tantas copias


como querellados se mencionen en ella. Esas copias serán entregadas a cada
uno de los querellados en el acto de ser notificado de comparendo al juicio...
que se hubiere fijado. Puede ser desestimada como todo acto promotor de la
acción, cuando el hecho no constituya delito o no se pueda proceder... (Cla-
ria, 1998: 357).

IX. Sinopsis

En este procedimiento penal especial, presentada la querella ante el juez de


control, el juzgador emplazará al imputado para que se presente en el día y

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230 ELÍAS POLANCO BRAGA

la hora señalados para la audiencia de imputación. Constituidos el particu-


lar querellante con su asesor jurídico y el imputado con su defensor, serán
previamente identificados por el juzgador y serán invitados a usar los meca-
nismos alternativos de solución, de no lograrse la solución en forma volun-
taria; a continuación, el querellante por voz de su asesor jurídico formulará
la imputación-imputación, en forma clara y precisa con los hechos que le
atribuyen al imputado. El imputado tendrá derecho a declarar, asumiendo
las conductas defensivas o impeditivas respecto a lo que se le atribuye. Reali-
zadas esas actividades, el juzgador se abocará a dictar el auto de vinculación
o no vinculación a proceso, en el supuesto de la vinculación, se continúa con
el desahogo de medios probatorios, con los requisitos que rigen para el des-
ahogo de los medios probatorios en la audiencia del juicio oral, ofrecidos por
las partes, en ese mismo evento.
Se pronunciará la sentencia, la que presenta la problemática de deter-
minar a quién le corresponde dictarla, si es al juez de control que la subs-
tanció o se envía al tribunal de enjuiciamiento para resolver, de ser enviado
al juzgador de enjuiciamiento, decidiría con la carpeta administrativa inte-
grada por el juez de control, sin que se haya ilustrado al juzgador por las
partes, con la finalidad que perciba lo que se escenifica con los alegatos y el
desahogo de pruebas; por consiguiente, debería ser resuelto el conflicto por
el mismo juzgador de control que lo substanció, aunado que este procedi-
miento requiere celeridad y utilizar la economía procesal.

X. Bibliografía

Cabanellas, Guillermo, Diccionario enciclopédico de derecho usual, t. I, Buenos


Aires, Heliasta, 1979.
Calderón Sumarriva, Ana, Derecho procesal penal, Lima, Edecal, 2013.
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zal y Culzoni Editores, 1998.
Colín Sánchez, Guillermo, Derecho mexicano de procedimientos penales, 18a. ed.,
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González Bustamante, Juan José, Principios de derecho procesal penal mexicano,
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González Pérez, Oscar, Código Nacional de Procedimientos Penales comentado,
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Oderico, Mario A., Derecho procesal penal, 2a. ed., Buenos Aires, Ediciones
de Palma, 1978.
Pérez Palma, Rafael, Guía de derecho procesal penal, 2a. ed., México, Cárdenas
Editor y Distribuidor, 1975.
Pina, Rafael de, Diccionario de derecho, México, Porrúa, 1983.
Román Pinzón, Edmundo, La víctima del delito en el sistema acusatorio oral, Mé-
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Suprema Corte de Justicia de la Nación, El nuevo sistema de justicia penal
acusatorio desde la perspectiva constitucional, México, Poder Judicial de la Fede-
ración, Consejo de la Judicatura Federal, 2011.
Valadéz Díaz, Manuel, Diccionario práctico del juicio oral, México, Ubijus,
2011.

Legislación

Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.


Código Nacional de Procedimientos Penales.
Código Penal Federal.

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