Fábulas de Esopo
Fábulas de Esopo
Fábulas de Esopo
3. «El avaro»
Érase una vez un hombre muy rico que vendió todo lo que tenía a cambio
de varios lingotes de oro. Y para que nadie le robara, enterró el oro en un
bosque. Todos los días acudía al lugar para comprobar que su oro seguía
allí, sin saber que un ladrón lo vigilaba escondido.
Una noche, el ladrón desenterró el oro y se lo llevó. Cuando el rico
descubrió el robo, dio tal grito que un vecino se acercó a ver qué pasaba.
El hombre rico lloraba, desesperado. Entonces el vecino tomó unas
piedras, las enterró en el mismo lugar y dijo:
—Aquí tiene su tesoro. Sabe que nunca habría gastado sus lingotes. ¿Qué
más le da, entonces, que sean piedras? Así por lo menos dejará de sufrir.
Una hormiga bebía agua en un río, con tan mala suerte que cayó al agua.
Pasaba por ahí una paloma que, al oír sus gritos de auxilio, corrió a
salvar a la pequeña hormiga.
—Gracias, amiga paloma —dijo la hormiga muy agradecida—. Si algún
día estás en peligro, yo te ayudaré.
Varias semanas después, un cazador vio a la paloma sobre una rama.
Estaba a punto de disparar su escopeta cuando, de pronto, la hormiga se
metió por debajo del pantalón y le mordió la pierna. Y así pudo la
paloma escapar, sana y salva.