Fabulas PDF
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La zorra y la cigüeña
Cuenta la historia que una zorra invitó a una cigüeña a comer en su casa, pero
cuando esta llegó, se encontró con que la zorra había servido sopa en platos
hondos. De ese modo, se aseguraba que la cigüeña no pudiera comer.
Moraleja
Trata a los demás como deseas que te traten a ti, y si no lo haces,
luego no te quejes de las consecuencias.
Por su parte, la cigüeña actúa de forma racional, sin dejarse llevar por la
rabia. Sabiendo que la zorra no va a entender por medio de palabras, le
hace sentir en carne propia el malestar que le causó. De este modo, la zorra
aprende dos cosas: primero, que sus malas acciones causan dolorosas e
innecesarias heridas; segundo, que sus malas acciones traen malas
consecuencias.
Pero Tío Conejo no estaba dispuesto a dejarse comer, así que comenzó a pensar
en una solución. Miró alrededor y divisó en la cima de una colina unas grandes
rocas, y tuvo una idea. Entonces, le dijo a Tío Tigre:
—Yo soy una presa pequeña y con poca carne. ¿Para qué conformarte conmigo
cuando puedes obtener un banquete mayor y más suculento, siendo tú tan
grande y fuerte? Verás, en la colina hay un rebaño de vacas. Puedo subir hasta
allá rápidamente y lanzarte una novilla para ti.
Tío Tigre alzó la mirada y, como la luz del sol le daba directo en los ojos, solo
pudo divisar la sombra de unos bultos a lo lejos. Confiado en las palabras de Tío
Conejo, a quien tomaba por débil y cobarde, aceptó la oferta.
Ni corto ni perezoso, Tío Conejo subió a la colina y arrastró una de las pesadas
rocas hasta el borde del precipicio, y desde allí gritó a Tío Tigre:
Entonces el gran y feroz Tío Tigre abrió sus brazos, y la roca le cayó encima,
dejándole un enorme chichón en su cabezota que le impidió cazar por varios
días. Y una vez mñas, a Tío Conejo lo salvó su astucia y no la fuerza bruta.
Moraleja
Más vale la astucia que la fuerza.
Moraleja
Según hagamos el engaño, así recibiremos el daño.
Queriendo hacer pasar al pastor por tonto para robarle una oveja, termina
cayendo víctima de su propia trampa. De este modo, la fábula del lobo
con piel de oveja nos enseña que el tramposo siempre sufrirá las
consecuencias de sus engaños.
4. La zorra y el león
Un anciano león, incapaz ya de obtener por su propia fuerza la comida, decidió
hacerlo usando la astucia. Para ello se dirigió a una cueva y se tendió en el suelo,
gimiendo y fingiéndo que estaba enfermo. De este modo, cuando los otros
animales pasaban para visitarle, los atrapaba inmediatamente para su comida.
- Claro que hubiera entrado --le dijo la zorra-- si no viera que todas las huellas
entran, pero no hay ninguna que llegara a salir.
Moraleja
Siempre advierte a tiempo los indicios del peligro, y así evitarás que
te dañe.
5. La rana y la gallina
Desde su charco, una parlera rana
oyó cacarear a una gallina.
«¡Vaya! -le dijo-; no creyera, hermana,
que fueras tan incómoda vecina.
Y con toda esa bulla, ¿qué hay de nuevo?»
«Nada, sino anunciar que pongo un huevo».
«¿Un huevo sólo? ¡Y alborotas tanto!»
«Un huevo sólo, sí, señora mía.
¿Te espantas de eso, cuando no me espanto
de oírte cómo graznas noche y día?
Yo, porque sirvo de algo, lo publico;
tú, que de nada sirves, calla el pico».
Moraleja
Al que hace hago se le puede perdonar que lo pregone; el que nada
hace, debe callar.
—¡Qué niño tan desconsiderado! Siendo joven y con energía, permite que el
viejo camine y se fatigue.
El viejo y el niño se sentaron a pensar y se les ocurrió atar las patas del burro,
ensartar un palo entre ellas y montarlo sobre sus hombros para llevar al burro.
Solo entonces el viejo entendió que, por querer dar gusto a todos, actuó sin
sentido común y perdió su bien más preciado.
Moraleja
Por más que intentes agradar a todos, nunca lo lograrás.
Por otro lado, el viejo y el niño representan a quienes se dejan llevar por las
opiniones ajenas, sin considerar que no hay forma de complacer a
todos. Existen tantos puntos de vista como personas hay en el mundo.
Por eso, esta fábula nos invita a tener sentido común y criterio propio.
Moraleja
El avaro que se desespera por la riqueza, se arriesga a perderlo todo.
8. Las moscas
De un panal se derramó su deliciosa miel, y las moscas acudieron ansiosas a
devorarla. Y era tan dulce que no podían dejarla. Pero sus patas se fueron
prendiendo en la miel y no pudieron alzar el vuelo de nuevo. Ya a punto de
ahogarse en su tesoro, exclamaron:
Moraleja
Toma siempre las cosas más bellas de tu vida con serenidad, poco a
poco, para que las disfrutes plenamente. No te vayas a ahogar dentro
de ellas.
La fábula de las moscas, recogida en las obras de Esopo, nos ofrece una
enseñanza sobre el dominio propio y el autocontrol. Las moscas
representan a aquellos que no son capaces de gobernar sus propias
pasiones, y por causa de ello, caen víctimas de su deseo desenfrenado. Por
eso, lo mejor es saber disfrutar de las cosas placenteras de la vida de
manera prudente y sin afán.
9. La tortuga y el águila
Una tortuga que se recreaba al sol, se quejaba a las aves marinas de su triste
destino, y de que nadie le había querido enseñar a volar.
Un águila que paseaba a la deriva por ahí, oyó su lamento y le preguntó con qué
le pagaba si ella la alzaba y la llevaba por los aires.
Y tomándola por los pies la llevó casi hasta las nubes, y soltándola de pronto, la
dejó ir, cayendo la pobre tortuga en una soberbia montaña, haciéndose añicos
su coraza. Al verse moribunda, la tortuga exclamó:
- Renegué de mi suerte natural. ¿Qué tengo yo que ver con vientos y nubes,
cuando con dificultad apenas me muevo sobre la tierra?
Moraleja
Si fácilmente adquiriéramos todo lo que deseamos, fácilmente
llegaríamos a la desgracia.
Esta fábula de Esopo contiene varias lecciones. en primer lugar, nos enseña
la importancia de conocernos a nosotros mismos, ser conscientes de
nuestros dones y limitaciones y aceptarnos como somos. La tortuga se
quejaba de su propia suerte, y sin tomar en cuenta su propia naturaleza,
renegaba de sí misma.
10. El Trigo
Asomaba el sol primaveral, y bajo sus caricias iba madurando el trigal inmenso.
Los granos hinchados, gruesos, pesados, apretados en la espiga rellena, hacían
inclinar los tallos, débiles para tanta riqueza, y el trigal celebraba en un
murmullo suave su naciente prosperidad.
A sus pies, le contestó una vocecita llena de admiración para sus méritos,
alabándolos con entusiasmo. Era la oruga que, para probarle su sinceridad,
atacaba con buen apetito sus tallos.
Llegó una bandada de palomas, y exclamaron todas: «¡Qué lindo está ese trigo!»
y el trigal no podía menos que brindarles un opíparo festín, en pago de su
excelente opinión.
Y cuando el trigo vio a lo lejos la espesa nube de langosta que lo venía también a
felicitar, se apresuró en madurar y en esconder el grano.
Moraleja
La prosperidad, a veces, trae consigo tantas amistades que se
vuelven plaga.