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1.

La zorra y la cigüeña

Cuenta la historia que una zorra invitó a una cigüeña a comer en su casa, pero
cuando esta llegó, se encontró con que la zorra había servido sopa en platos
hondos. De ese modo, se aseguraba que la cigüeña no pudiera comer.

La cigüeña se entristeció, pero no dijo nada. A la primera oportunidad, convidó


a la zorra a su casa. Esta vez, le sirvió jigote en un recipiente de cuello largo y
estrecho, en el que la zorra no podía meter su hocico. La zorra no pudo más que
resignarse, mientras la cigüeña decía:

—Amiga, me hiciste pasar hambre deliberadamente cuando me invitaste a tu


casa, y hoy has sido tratada de la misma manera en que me trataste.

Moraleja
Trata a los demás como deseas que te traten a ti, y si no lo haces,
luego no te quejes de las consecuencias.

La fábula de la zorra y la cigüeña de Esopo es un clásico de la literatura


universal. La zorra representa a las personas que aparentan una falsa
generosidad, pues realmente no desean compartir sus bienes con los
demás, sino mostrar su superioridad. En este caso, la zorra actúa como una
mala amiga y humilla a su compañera, la cigüeña, para darse aires de
importante.

Por su parte, la cigüeña actúa de forma racional, sin dejarse llevar por la
rabia. Sabiendo que la zorra no va a entender por medio de palabras, le
hace sentir en carne propia el malestar que le causó. De este modo, la zorra
aprende dos cosas: primero, que sus malas acciones causan dolorosas e
innecesarias heridas; segundo, que sus malas acciones traen malas
consecuencias.

Así, el mensaje de la cigüeña es claro y conocido por todos: no hagas a los


demás lo que no deseas que te hagan a ti. Esta enseñanza se conoce como
la regla de oro.

2. Tío tigre y Tío conejo


En una mañana cálida, Tío Conejo recolectaba zanahorias para preparar su
comida preferida, cuando escuchó por cerca de él un gran rugido que lo asustó.
Era Tío Tigre, que estaba buscando algo para cazar. Tío Tigre era un felino
grande y fuerte, que atemorizaba a los animales pequeñitos del monte, pero no
al astuto Tío Conejo, conocido en todas partes por su ingenio.

Al ver a Tío Conejo, Tío Tigre exclamó:

—¡Te encontré, Tío Conejo! No podrás escapar de mí esta vez, y serás mi


almuerzo del día.

Pero Tío Conejo no estaba dispuesto a dejarse comer, así que comenzó a pensar
en una solución. Miró alrededor y divisó en la cima de una colina unas grandes
rocas, y tuvo una idea. Entonces, le dijo a Tío Tigre:

—Yo soy una presa pequeña y con poca carne. ¿Para qué conformarte conmigo
cuando puedes obtener un banquete mayor y más suculento, siendo tú tan
grande y fuerte? Verás, en la colina hay un rebaño de vacas. Puedo subir hasta
allá rápidamente y lanzarte una novilla para ti.
Tío Tigre alzó la mirada y, como la luz del sol le daba directo en los ojos, solo
pudo divisar la sombra de unos bultos a lo lejos. Confiado en las palabras de Tío
Conejo, a quien tomaba por débil y cobarde, aceptó la oferta.

Ni corto ni perezoso, Tío Conejo subió a la colina y arrastró una de las pesadas
rocas hasta el borde del precipicio, y desde allí gritó a Tío Tigre:

—¡Tío Tigre, abre los brazos para que agarres a la novilla!

Entonces el gran y feroz Tío Tigre abrió sus brazos, y la roca le cayó encima,
dejándole un enorme chichón en su cabezota que le impidió cazar por varios
días. Y una vez mñas, a Tío Conejo lo salvó su astucia y no la fuerza bruta.

Moraleja
Más vale la astucia que la fuerza.

En esta historia de la tradición popular venezolana, Tío Tigre es la


representación de las personas que se creen superiores a los demás, ya sea
porque se sientes grandes o fuertes, o porque creen infundir temor. Por ese
motivo, se confían en su capacidad de intimidación y tienden a subestimar
a otros.

En cambio, Tío Conejo representa a aquellas personas inteligentes que


actúan con astucia frente a las situaciones difíciles, aunque parezcan
pequeñas y débiles. De este modo, logran vencer las circunstancias más
retadoras y sobreponerse a las amenazas de los más fuertes.

3. El lobo con piel de oveja


Pensó un día un lobo cambiar su apariencia para así facilitar la obtención de su
comida. Se metió entonces en una piel de oveja y se fue a pastar con el rebaño,
despistando totalmente al pastor.

Al atardecer, para su protección, fue llevado junto con todo el rebaño a un


encierro, quedando la puerta asegurada.

Pero en la noche, buscando el pastor su provisión de carne para el día siguiente,


tomó al lobo creyendo que era un cordero y lo sacrificó al instante.

Moraleja
Según hagamos el engaño, así recibiremos el daño.

Esta tradicional fábula de Esopo se centra en el personaje del lobo, su


protagonista. El lobo busca engañar a los demás para obtener beneficios,
pero en su ambición desmedida, no se percata de los peligros a los que se
expone.

Queriendo hacer pasar al pastor por tonto para robarle una oveja, termina
cayendo víctima de su propia trampa. De este modo, la fábula del lobo
con piel de oveja nos enseña que el tramposo siempre sufrirá las
consecuencias de sus engaños.

4. La zorra y el león
Un anciano león, incapaz ya de obtener por su propia fuerza la comida, decidió
hacerlo usando la astucia. Para ello se dirigió a una cueva y se tendió en el suelo,
gimiendo y fingiéndo que estaba enfermo. De este modo, cuando los otros
animales pasaban para visitarle, los atrapaba inmediatamente para su comida.

Habían llegado y perecido ya bastantes animales, cuando la zorra, adivinando


cuál era su ardid, se presentó también, y deteniéndose a prudente distancia de la
caverna, preguntó al león cómo le iba con su salud.

- Mal -contestó el león, invitándole amablemente a entrar.

- Claro que hubiera entrado --le dijo la zorra-- si no viera que todas las huellas
entran, pero no hay ninguna que llegara a salir.

Moraleja
Siempre advierte a tiempo los indicios del peligro, y así evitarás que
te dañe.

En la fábula de la zorra y el león de Esopo vemos dos actitudes


representadas: primero, el león que trata de hacerse pasar por víctima para
engañar a los demás y convertirlos en sus presa. Por otro lado, la zorra, que
no se limita a escuchar las palabras del león, sino que está atenta a las
señales que lo rodean.

El personaje de la zorra nos invita a ser sagaces y astutos más que


ingenuos. Cuando nos encontramos frente a personas o situaciones que
nos pueden hacer daño, debemos leer todas las señales. Más vale ser
precavido que lamentar.

5. La rana y la gallina
Desde su charco, una parlera rana
oyó cacarear a una gallina.
«¡Vaya! -le dijo-; no creyera, hermana,
que fueras tan incómoda vecina.
Y con toda esa bulla, ¿qué hay de nuevo?»
«Nada, sino anunciar que pongo un huevo».
«¿Un huevo sólo? ¡Y alborotas tanto!»
«Un huevo sólo, sí, señora mía.
¿Te espantas de eso, cuando no me espanto
de oírte cómo graznas noche y día?
Yo, porque sirvo de algo, lo publico;
tú, que de nada sirves, calla el pico».

Moraleja
Al que hace hago se le puede perdonar que lo pregone; el que nada
hace, debe callar.

En la fábula de la rana y la gallina de Tomás de Iriarte, la rana representa a


aquellas personas que no trabajan ni se ocupan en oficio alguno y, sin
embargo, vive criticando a los demás. Por su parte, la gallina representa a
aquellas personas que dan a conocer el fruto de su esfuerzo. No importa
que este fruto sea mucho o poco, siempre será aceptable y positivo que
alguien útil y laborioso se alegre de compartir los logros de su esfuerzo.

6. El viejo, el niño y el burro

Un viejo y un niño viajaban de pueblo en pueblo en compañía de un burrito de


carga. Cuando pasaban por el primero de los pueblo, comenzaron a escucharse
los rumores de las voces de la gente que decían:
—¡Vaya par de tontos! Tienen un burro y andan a pie por el camino.

Al oírlos, el viejo se sintió mal, y decidió prestar atención a tales palabras.


Entonces, subió al niño al borrico y continuaron el trayecto.

Al llegar al siguiente pueblo, el niño llamó la atención de un campesino que los


habitantes. Señalando a los viajantes, un campesino comentó:

—¡Qué niño tan desconsiderado! Siendo joven y con energía, permite que el
viejo camine y se fatigue.

El viejo y el niño se quedaron pensando, así que decidieron cambiar de lugar.


Mientras el niño caminaba y el viejo iba montando el burro, llegaron al tercer
pueblo. Allí, la gente empezó a murmurar:

—¡Vaya viejo maltratador, perezoso y egoísta! Lleva al pobre niño caminando


incansablemente bajo el sol.

Entonces el viejo y el niño decidieron montar juntos al animal y así llegaron al


cuarto pueblo. Estando allí, un hombre se les acercó y les dijo:

—¿Es suyo ese burrito?

—Sí — respondió el viejo.

—Pues no parece, a juzgar por la forma en que lo sobrecargan y lo agotan.


Deberían ser ustedes quienes cargaran con la pobre criatura.

El viejo y el niño se sentaron a pensar y se les ocurrió atar las patas del burro,
ensartar un palo entre ellas y montarlo sobre sus hombros para llevar al burro.

La gente se quedó sorprendida al ver semejante tontería, así que siguieron al


viejo y al niño. Cuando llegaron al puente más cercano, las voces de la multitud
comenzaron a molestar al burro que, haciendo uso de su fuerza, luchó y luchó
con las cuerdas hasta soltarse y, sin quererlo, cayó por el puente abajo hasta
caer en el río. El burro se sobrepuso, nadó, salió del río y huyó por los caminos
del campo.

Solo entonces el viejo entendió que, por querer dar gusto a todos, actuó sin
sentido común y perdió su bien más preciado.

Moraleja
Por más que intentes agradar a todos, nunca lo lograrás.

Explicación. En esta famosa historia tradicional, podemos extraer varias


reflexiones. Por un lado, vemos cómo a veces las personas hablan
demasiado, y suelen opinar sobre la vida de los demás sin tener en cuenta
la realidad de cada quien y sus necesidades. Muchas de estas personas
critican o buscan dar consejo aunque nadie se los haya solicitado y, con
frecuencia, confunden a los afectados.

Por otro lado, el viejo y el niño representan a quienes se dejan llevar por las
opiniones ajenas, sin considerar que no hay forma de complacer a
todos. Existen tantos puntos de vista como personas hay en el mundo.
Por eso, esta fábula nos invita a tener sentido común y criterio propio.

7. La gallina de los huevos de oro


Érase una gallina que ponía
un huevo de oro al dueño cada día.
Aún con tanta ganancia, mal contento,
quiso el rico avariento
descubrir de una vez la mina de oro,
y hallar en menos tiempo más tesoro.
Matóla; abrióla el vientre de contado;
pero después de haberla registrado
¿qué sucedió? Que, muerta la gallina,
perdió su huevo de oro, y no halló mina.
¡Cuántos hay que teniendo lo bastante,
enriquecerse quieren al instante,
abrazando proyectos
a veces de tan rápidos efectos,
que sólo en pocos meses,
cuando se contemplaban ya marqueses,
contando sus millones,
se vieron en la calle sin calzones!

Moraleja
El avaro que se desespera por la riqueza, se arriesga a perderlo todo.

La fábula de la gallina de los huevos de oro, versionada por Félix María


Samaniego, reflexiona sobre la avaricia. El dueño de la gallina representa a
esas personas con más codicia que juicio.

Este hombre, dominado por su afán de obtener riqueza inmediata, no


razona sobre sus actos y no entiende que la buena riqueza llega con
inteligencia y trabajo. En lugar de lograr sus objetivos, su ciega ambición
lo condena a la quiebra y se arruina.

8. Las moscas
De un panal se derramó su deliciosa miel, y las moscas acudieron ansiosas a
devorarla. Y era tan dulce que no podían dejarla. Pero sus patas se fueron
prendiendo en la miel y no pudieron alzar el vuelo de nuevo. Ya a punto de
ahogarse en su tesoro, exclamaron:

- ¡Nos morimos, desgraciadas nosotras, por quererlo tomar todo en un instante


de placer !

Moraleja
Toma siempre las cosas más bellas de tu vida con serenidad, poco a
poco, para que las disfrutes plenamente. No te vayas a ahogar dentro
de ellas.

La fábula de las moscas, recogida en las obras de Esopo, nos ofrece una
enseñanza sobre el dominio propio y el autocontrol. Las moscas
representan a aquellos que no son capaces de gobernar sus propias
pasiones, y por causa de ello, caen víctimas de su deseo desenfrenado. Por
eso, lo mejor es saber disfrutar de las cosas placenteras de la vida de
manera prudente y sin afán.

9. La tortuga y el águila
Una tortuga que se recreaba al sol, se quejaba a las aves marinas de su triste
destino, y de que nadie le había querido enseñar a volar.

Un águila que paseaba a la deriva por ahí, oyó su lamento y le preguntó con qué
le pagaba si ella la alzaba y la llevaba por los aires.

- Te daré – dijo – todas las riquezas del Mar Rojo.

- Entonces te enseñaré a volar – replicó el águila.

Y tomándola por los pies la llevó casi hasta las nubes, y soltándola de pronto, la
dejó ir, cayendo la pobre tortuga en una soberbia montaña, haciéndose añicos
su coraza. Al verse moribunda, la tortuga exclamó:

- Renegué de mi suerte natural. ¿Qué tengo yo que ver con vientos y nubes,
cuando con dificultad apenas me muevo sobre la tierra?

Moraleja
Si fácilmente adquiriéramos todo lo que deseamos, fácilmente
llegaríamos a la desgracia.

Esta fábula de Esopo contiene varias lecciones. en primer lugar, nos enseña
la importancia de conocernos a nosotros mismos, ser conscientes de
nuestros dones y limitaciones y aceptarnos como somos. La tortuga se
quejaba de su propia suerte, y sin tomar en cuenta su propia naturaleza,
renegaba de sí misma.

Segundo, la tortuga se muestra poco inteligente al creer que con solo un


vuelo podrá aprender del águila todo lo que sabe. Nada llega a nosotros de
manera espontánea ni veloz. Hemos de aprender a aceptarnos y
cultivarnos con paciencia y respeto interior.

10. El Trigo
Asomaba el sol primaveral, y bajo sus caricias iba madurando el trigal inmenso.
Los granos hinchados, gruesos, pesados, apretados en la espiga rellena, hacían
inclinar los tallos, débiles para tanta riqueza, y el trigal celebraba en un
murmullo suave su naciente prosperidad.

A sus pies, le contestó una vocecita llena de admiración para sus méritos,
alabándolos con entusiasmo. Era la oruga que, para probarle su sinceridad,
atacaba con buen apetito sus tallos.

Llegó una bandada de palomas, y exclamaron todas: «¡Qué lindo está ese trigo!»
y el trigal no podía menos que brindarles un opíparo festín, en pago de su
excelente opinión.

Y vinieron también numerosos ratones, mal educados y brutales, pero bastante


zalameros para que el trigal no pudiera evitar proporcionarles su parte.

Después vinieron a millares, mixtos graciosos, pero chillones y cargosos, que


iban de un lado para otro, probando el grano y dando su apreciación
encomiástica.

Y no faltaron gorriones y chingolos que con el pretexto de librar al trigal de sus


parásitos, lo iban saqueando.

Y cuando el trigo vio a lo lejos la espesa nube de langosta que lo venía también a
felicitar, se apresuró en madurar y en esconder el grano.

Moraleja
La prosperidad, a veces, trae consigo tantas amistades que se
vuelven plaga.

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