Ángel Rivière en Busca de La Coherencia Central

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Ángel Rivière: en busca de la coherencia


central
ANTONI GOMILA
Universitat Illes Balears

Resumen
En esta contribución, trato de destacar los valores del trabajo de investigación de Ángel Rivière. Aludiendo
a la hipótesis de Uta Frith sobre el autismo, sugiero que el valor más importante del trabajo científico de Ángel
fue su búsqueda de la coherencia central, es decir, su esfuerzo, a través de la reflexión teórica, por tratar de enca-
jar las piezas, por establecer relaciones significativas.
Palabras clave: Ángel Rivière, coherencia central, autismo, teoría de la mente.

Ángel Rivière: Looking for central


coherence
Abstract
In this paper, I aim to highlight the significance of Ángel Rivière’s research work. Alluding to Uta Frith’s
hypothesis on autism, I suggest that his main value was his search for central coherence, that is to say, his effort,
through theoretical reflection, to find out how different elements may fit together.
Keywords: Ángel Rivière, central coherence, autism, theory of mind.

Agradecimientos: Quisiera agradecer a Ángel Rivière su estímulo crítico, su consejo y apoyo. En esta época de
superespecialidades y microdisciplinas, su ejemplo fue determinante para mi propia carrera académica (entre la
filosofía y la psicología). También tengo que agradecer el honor de participar en este homenaje a los editores de
este volumen. Este trabajo ha contado con el apoyo del Ministerio de Educación y Ciencia a través del proyecto
BFF2003-129.
Correspondencia con el autor: Dep. Psicología. Universitat Illes Balears. 07071 Palma de Mallorca. Tel. 971
172675. toni.gomila@uib.es

© 2007 by Fundación Infancia y Aprendizaje, ISSN: 0210-3702 Infancia y Aprendizaje, 2007, 30 (3), 000-000
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2 Infancia y Aprendizaje, 2007, 30 (3), pp. 0-0

La muerte, prematura e inesperada, de Ángel Rivière nos arrancó una bella


persona, un excelente profesor, un gran clínico, especializado sobre todo en el
tratamiento del autismo, un influyente epistemólogo de la Psicología Cognitiva,
un generoso formador de investigadores, y un poeta; en definitiva, una persona
sensible, comprometida con su trabajo, con su tiempo y con los demás. Dando
todo esto por descontado, nos queda todavía un aspecto por considerar: el del
valor de su trabajo de investigación, de sus hipótesis, de sus inquietudes teóricas
y explicativas. De lo que se trata es de si puede hablarse de su contribución al
avance del conocimiento, de una aportación original, del valor de su trabajo
específicamente de investigación. Sobre este aspecto quisiera proponer unas bre-
ves reflexiones.
Hay que partir, en primer lugar, de constatar la pluralidad de sus intereses de
investigación. Así, en el campo del estudio del pensamiento, Ángel se dedicó al
estudio del razonamiento (lineal, condicional), así como la relación entre razona-
miento y los niveles de representación; y la relación entre memoria y competen-
cia inferencial. Dentro del campo de estudio del autismo infantil, hizo contribu-
ciones al conocimiento de las alteraciones biológicas, el análisis de las peculiari-
dades de la interacción con estos sujetos, las anomalías del lenguaje autista, las
características cognitivas de los sujetos autistas, y el empleo de procedimientos
operativos para el tratamiento y la evaluación. Mención especial merece su inte-
rés por el origen del mundo simbólico y la función comunicativa, que después de
centrar su interés a mediados de los años ochenta, retomó en los últimos años, a
través de su idea de “semiosis por suspensión”. También se interesó por la medi-
ción del desarrollo en la infancia y la evaluación de programas educativos, sobre
todo dirigidos a la integración de niños con necesidades especiales, y por la apli-
cación a la educación de los nuevos desarrollos de la Psicología Cognitiva. Final-
mente, también es notable su contribución como historiador de la Psicología,
sobre todo en relación a Vygotski, aunque no solo. En fin, un montón de trabajo,
siempre clave, de referencia en nuestro país y de relevancia internacional.
A partir de los años 90, sin embargo, su esfuerzo se centró en el estudio de la
teoría de la mente: la capacidad de verse a uno mismo y a los demás como sujetos
intencionales, con estados mentales proposicionales. Puede parecer anecdótico
que su interés por este campo fuera activado por la hipótesis de Baron-Cohen,
Leslie y Frith (1985, 1986), sobre el autismo como un déficit en teoría de la
mente, pero es indicativo de hasta qué punto estaba al día y seguía los avances en
este campo, y de qué manera su interés por el autismo, y por el desarrollo de la
función simbólica en general, hizo que se interesara por la teoría de la mente (de
hecho, colaboró con el propio Baron-Cohen). Creo que puede afirmarse con
seguridad –aunque no he echado las cuentas– que fue en esta última década
cuando su producción fue mayor, como resultado de su aprovechamiento de los
cambios institucionales en los recursos para la investigación (projectos de inves-
tigación, becarios, acciones conjuntas).
Pero hay que notar también, dentro de esta diversidad de ámbitos de investi-
gación, su tendencia a buscar la coherencia central, a tratar de ver cómo encajan
las piezas, a no perder de vista el bosque por culpa de los árboles. Se trata, en
parte, de una reacción provocada por el éxito del nuevo cognitivismo computa-
cionalista norteamericano frente a las raíces de su formación en la Psicología
genética europea, en alguien que no se conformó simplemente en cambiar de
chaqueta teórica, sino que trató de integrar los elementos valiosos de ambos
enfoques para dar cuenta del conocimiento humano. Esta actitud integradora, en
lugar del maximalismo habitual, o de la pura renuncia positivista a la dimensión
teórica de la ciencia, como si hacer ciencia se redujera al positivismo de la experi-
mentación o los datos, constituye, en mi opinión, un punto de referencia ejem-
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plar de su trabajo, y lo genuino de su trayectoria intelectual. Y nos permite des-
cubrir una inquietud constante en Ángel, más allá de la aparente diversidad de
sus intereses y, en ocasiones, de su oscilantes planteamientos teóricos, en todo
caso abiertos: siempre problematizando los supuestos de la ortodoxia cognitivis-
ta, siempre poniendo el énfasis en el nivel personal además del subpersonal,
siempre insistiendo en la perspectiva genética, siempre tratando de encontrar
paralelismos y analogías no evidentes, de ver de encajar las piezas.
Esta actitud nos permite identificar, tras esta amplitud de intereses y conoci-
mientos, el núcleo central de su programa: el papel de la función simbólica en la
constitución del pensamiento característicamente humano. En efecto, es en este
ámbito donde confluye el interaccionismo inicial y la necesidad de un enfoque
genético, frente al innatismo e individualismo del cognitivismo dominante; su
interés por las alteraciones de la comunicación, en especial en el caso del autis-
mo, con sus estudios de la dimensión pragmática de la comunicación, un tipo de
inferencia constitutivamente mentalista, y por tanto, apuntando todo ello a la
teoría de la mente. La vuelta final al desarrollo simbólico, con sus ideas sobre
semiosis por suspensión, cierra el círculo de este conjunto de temas vinculados
entre sí.
Esta actitud, de todos modos, no sólo se refleja en la coherencia de los intere-
ses de investigación de Ángel, sino también en sus hipótesis, en sus plantea-
mientos concretos. Como no puedo, por razones de espacio y de competencia,
pretender demostrar esto de modo exhaustivo, voy a ilustrarlo con lo que, para
mí, es la mejor muestra de esta búsqueda de la coherencia central de Ángel. Me
refiero al trabajo pionero con Castellanos, “Teoría de la Mente y Competencias
operatorias en autismo”, realizado en 1988, pero no publicado1, que constituye
el punto de arranque de su trabajo en este campo, y muestra ya algunas de las
constantes de los diversos proyectos que llevó a cabo en este campo.
A partir del análisis estructural de la tarea de creencia falsa como de la misma
complejidad que las tareas operatorias (tareas de perspectiva visuoespacial y de
conservación y reversibilidad), por implicar todas ellas la capacidad de descentra-
ción perceptiva, se compararon las respuestas de niños autistas de edad mental
superior a 5 años con niños normales de 5 años en ambos tipos de tareas. Los
resultados mostraron que, a pesar de la equivalencia en complejidad de ambos
tipos de tareas, el curso de desarrollo de la teoría de la mente no va ligado al de
las capacidades operatorias: los niños normales de 5 años resolvían correctamente
las primeras pero fallaban las segundas, mientras que los sujetos autistas sólo
resolvían las de teoría de la mente si resolvían también las operatorias (su edades
mentales iban de los 5 a los 14 años).
Sin embargo, ese resultado no lleva directamente a una concepción modular e
innatista de la teoría de la mente, aunque indica claramente que las tareas de teo-
ría de la mente no se resuelven del mismo modo que las operatorias. De hecho,
sus resultados apuntaban la solución a lo que iba a convertirse en una de las ano-
malías de la explicación dominante: la existencia de un porcentaje de sujetos
autistas que acababan resolviendo tareas mentalistas de primer orden. Frente al
modularismo dominante, el planteamiento de Ángel permite enlazar con la vieja
Defectología de Vygotski (a la que ya se hace referencia explícita en Rivière y
Núñez, 1996): la idea de que en el proceso de desarrollo cada sujeto sigue una
trayectoria epigenética única, por lo que aun un mismo punto de partida inicial
no tendría por qué llevar a un mismo punto de llegada. Por lo tanto, es preciso
ver a los sujetos con alteraciones como sujetos completos, y estudiar el modo en
que manejan y aplican los recursos disponibles, en la medida en que eso les
puede llevar a compensar sus déficits específicos mediante otro tipo de recursos
cognoscitivos.
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Pero ese resultado también era incompatible con el propio modelo de desarro-
llo simbólico y comunicativo, de inspiración genética, que había elaborado pre-
viamente, en colaboración (Rivière, 1984; Rivière y Coll, 1987). Era necesario
reconocer procesos de desarrollo cognitivo independiente, en particular, que no
todo puede explicarse en base al esquema piagetiano de desarrollo global en esta-
dios a partir de lo sensoriomotor. Ángel fue el primero en darse cuenta de ello, y
en actuar en consecuencia. Otra muestra de su coherencia y honestidad intelec-
tual2.
Esto no es más que un ejemplo de esta actitud de problematizar los resultados
“oficiales”, y tener en cuenta la perspectiva genética. En relación a la teoría de la
mente, se interesó también por el papel de otros aspectos aparentemente relevan-
tes, pero no incluidos en el enfoque dominante: las emociones, la imaginación, la
identificación empática con los personajes, el desarrollo del lenguaje mentalista,
la validez transcultural del constructo. Incluso –buena muestra de esa capacidad
para relacionar aspectos aparentemente inconexos–, Ángel se dio cuenta de la
isomorfía estructural de la tarea típica de creencia falsa con las tareas de razona-
miento condicional con contenido deóntico, dada la hipótesis de Cosmides
(1989) respecto a la existencia de un mecanismo inferencial modular, innato y
específico, para detectar tramposos o engaños.
¿Por dónde habría seguido? Me parece que su siguiente paso hubiera sido
profundizar en la hipótesis del autismo como trastorno de la función ejecutiva.
Según he podido saber, su último proyecto de investigación consistió en plante-
ar, nuevamente, pero de manera directa, si la teoría de la mente es una compe-
tencia específica3; y la respuesta, obtenida a partir de un estudio comparado con
autistas, sordos, sujetos con síndrome de Williams y normales, indica claramen-
te que no es el caso. Ello apunta a la necesidad de entender el modo en que se
desarrolla la capacidad mentalista, y la función ejecutiva constituye, creo, el can-
didato mejor situado. De hecho, puede verse como el “eslabón perdido” entre el
programa vygotskiano que ve en el lenguaje la clave para alcanzar un nuevo esta-
dio de control cognitivo, como resultado de la dinámica de la interacción social,
y el desarrollo de los conceptos mentalistas como resultado de esta comprensión
de sí mismo y de los demás como agentes, como centros de control ejecutivo4.
Igualmente, estoy seguro de que le hubieran interesado especialmente los resul-
tados recogidos en De Villiers (2000) sobre el papel de la adquisición de las
estructuras sintácticas de la subordinación en el desarrollo de la atribución de
actitudes proposicionales: como si el lenguaje proporcionara los recursos repre-
sentacionales para acceder a las metarepresentaciones implicadas en tales atribu-
ciones. Es decir, a diferencia del planteamiento original, en lugar de situar en el
desarrollo de la función simbólica el eje del desarrollo, la evidencia actual parece
situar en el desarrollo ejecutivo –vinculado al desarrollo de la capacidad repre-
sentacional– la clave del desarrollo simbólico e intencional. En cualquier caso,
este enfoque, a diferencia del computacional, se centra en el plano ontogenético,
y exige tomar en cuenta lo que podríamos denominar “la infraestructura” común
de las diversas capacidades cognitivas.
En definitiva, creo que el mayor mérito del pensamiento de Ángel radica en
la originalidad teórica de sus planteamientos experimentales. Originalidad no en
el vacío. Quizá motivada por su esfuerzo por conciliar sus dos “almas”, la interac-
cionista social y la cognitivista computacional. De un modo que debería ser más
habitual en la Psicología española, podemos encontrar en Ángel hipótesis origi-
nales, diseños de investigación que no se limitan a replicar paradigmas al uso, y
sobre todo, el interés en encontrar relaciones, en ver como encajan áreas o ideas
aparentemente dispares. No siempre acompañaron los resultados, pero eso tam-
bién da valor a su contribución. También es cierto que en su mayor parte, sus tra-
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bajos fueron en colaboración y que su influencia se seguirá sintiendo durante
mucho tiempo gracias al trabajo de quienes estuvieron a su lado.

Notas
1
Durante mucho tiempo, la referencia a este trabajo aparecía como Rivière y Castellanos, en preparación o en prensa. Así es
como aparece incluso en el libro de Ángel y María Núñez, La mirada mental (Rivière y Núñez, 1996), aunque ahí se cita tam-
bién un póster presentado en 1988, pero con otro título, cuyo contenido desconozco. Creo que es un buen ejemplo, junto con
otros trabajos que aparecen en este número, de la importancia que daba Ángel al hecho de publicar, y es indicativo de que no
padecía la “curriculitis” endémica actual. Pero es también indicativo de la marginalidad de la psicología española, pues ese
trabajo, en ese momento, por su planteamiento y resultados, hubiera merecido la atención de cualquier revista de referencia.
2
Que el desarrollo comunicativo no correlaciona con el desarrollo sensoriomotor, o por decirlo con los términos de la época,
que los mecanismos de la inteligencia interpersonal no son los mismos que los de la inteligencia impersonal fue uno de los
principales resultados de la tesis doctoral de E. Sarriá (1989), dirigida por Ángel.
3
Vd. Rivière y Sotillo (2001).
4
La formulación más completa de este plantemiento se encuentra en Russell, 1997, obra traducida al castellano. Vid. también
Hughes, 1998.

Referencias
BARON-COHEN, S., LESLIE, A. & FRITH, U. (1985). Does the autistic child have a “theory of mind”? Cognition, 21, 37-46.
BARON-COHEN, S., LESLIE, A. & FRITH, U. (1986). Mechanical, behavioural and intentional understanding of picture stories
in autistic children. British Journal of Developmental Psychology, 4, 113-125.
COSMIDES, L. (1989). The logic of social exchange: has natural selection shaped how humans reason? Studies with the Wason
selection task. Cognition, 31, 187-276.
DE VILLIERS, J. (2000). Language and theory of mind: what are the developmental relationships? En S. Baron-Cohen, H.
Tager-Flusberg & D. J. Cohen (Eds.), Understanding Other Minds. Perspectives from Developmental Cognitive Neuroscience (pp.
83-123). Oxford: Oxford University Press.
HUGHES, C. (1998). Executive function in preschoolers: links with theory of mind and verbal ability. British Journal of Deve-
lopmental Psychology, 16, 233-253.
RIVIÈRE, Á. (1984). Acción e interacción en el origen del símbolo. En A. Marchesi, M. Carretero & J. Palacios (Eds.), Psicología
Evolutiva 2: Desarrollo Cognitivo y Social del Niño (pp. 145-174). Madrid: Alianza.
RIVIÈRE, Á. & CASTELLANOS, J. L. (1988). Teoría de la mente y competencias operatorias en autismo. Inédito, comunicación personal.
RIVIÈRE, A. & COLL, C. (1987). Individuation et interaction avec le sensoriomoteur: notes sur la construction génétique du
sujet et de l’object social. En M. Siguán (Ed.), Comportement, Cognition, Conscience. La Psychologie à la Recherche de son Object
(pp. 201-240). París: PUF.
RIVIÈRE, Á. & NÚÑEZ, M. (1996). La mirada mental. Buenos Aires: Aiqué.
RIVIÈRE, Á. & SOTILLO, M. (2001). ¿Es específica la teoría de la mente? Informe final de Proyecto de Investigación.
RUSSELL, J. (Ed.) (1997). Autism as an executive disorder. Oxford: Oxford University Press.
SARRIÁ, E. (1989). La intención comunicativa preverbal: observaciones y aspectos explicativos. Tesis doctoral.

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