Somnifobia Taekook

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TaeHyung POV:

Londres.

1885

Suspiro una vez más en menos de un periodo de un minuto. Mis ojos divisan por la ventana
frente a la mesa de té donde estoy sentado la ajetreada ciudad de Londres. En realidad no es
en el centro de Londres donde vivo, creo que no podría haber soportado todo el barullo que
allí se ha creado. Sino que vivo en un barrio algo más tranquilo llamado Wembley, un poco al
oeste de la capital.

A cada segundo una nueva persona pasa cruzando mi ventana. Caminan con prisas y pensando
tan solo en ellos mismos y en la vanidad codiciosa que les consume. Los londinenses son
extraños, sus rasgos occidentales ya apenas me resultan incómodos pero si sus costumbres y
su mala higiene. La industrialización ha creado un pestilente olor en las calles procedentes en
su mayor parte de las alcantarillas mal construidas y de los excrementos de caballo por
doquier.

La moda, al contrario, no es nada desagradable y me resulta cómoda y elegante, sencilla a la


par que compleja. Hablo, claro está, de la confección de la moda masculina. Es sorprendente
como una mujer puede permitir que la enfunden en ridículos y extravagantes vestidos
incómodos por no hablar de los corsees. En todo el tiempo que llevo aquí, siete años, he visto
a cantidad de mujeres desmayarse en medio de un acalorado día de verano solo por intentar
lucir una cintura más esbelta de lo que la suya es. Niego con la cabeza cada vez que presencio
como las damas londinenses exhiben sus pechos de esa manera, con esos escotes tan
pronunciados.

El teléfono suena sacándome de mis pensamientos y me levanto a cogerlo y llevarme el


auricular a la oreja mientras que con la otra mano sujeto el micrófono para que el interlocutor
oiga mi voz. Estas cosas modernas me sacan de quicio.

-¿Sí?

-Soy el doctor Park. -Dice una voz conocida al otro lado. Mi corazón da un vuelco siempre que
habla. Tal vez el título de doctor sea lo intimidante.

-¿Ocurre algo?
-Solo avisarle que hoy deberé adelantar mi cita semanal. Me ha surgido un imprevisto que me
tendrá ocupado toda la tarde y me preguntaba si a usted le viene bien.

-No hay problema. -Respiro aliviado-. Sabe que en mi día libre no salgo de casa.

-Muy bien. Me pasaré si no es inconveniente a las seis. -Asiento aunque no pueda verme y
cuelgo el teléfono suspirando nuevamente y sentándome en la mesa como antes y cojo mi
taza de té para comprobar que se ha quedado ya frio. Apenas lo que tocado -pienso- ¿Cuánto
tiempo he estado en las nubes? No me importa, regreso a ellas dejando la taza sobre la
madera y sigo mirando fuera como un carro negro tirado por caballos se desliza por la calzada.

De nuevo me pongo a pensar en Londres y en un extraño pensamiento que me lleva rondando


la mente durante estos últimos cuatro años en los que la enfermedad de mi hijo se ha
intensificado. El pensamiento puede que sea algo cruel y despiadado pero no me importa
pensarlo siempre que sea para mí solo: "A mi esposa no le habría gustado vivir aquí". Es algo
en lo que pensé mientras caminaba por la calle un día extraño en los que salió el sol tan solo
por casualidad. Ella no habría soportado portar a todas horas esos trajes de mujer que se
llevan aquí. Tampoco la suciedad y mucho menos el barullo de las personas. Pero durante años
nos bombardearon con ideas absurdas de que en occidente viviríamos mejor y mucho más si
nos desplazábamos a la capital de la industrialización. Londres.

Hoy la odio porque me arrebató a mi mujer de una enfermedad en el camino en barco y ha


provocado que mi hijo enferme también. Pero he de responsabilizarme más yo de esto último
porque lo que mi hijo tiene no es una enfermedad bacteriana ni contagiosa. No es nada físico
sino que está todo en su mente y ha sido producido, probablemente, por unas palabras que yo
le dije.

-¿Qué le ocurre a mamá? -Me preguntó tembloroso mientras veía el cadáver de su madre
envuelto en mantas de seda. Apenas nos faltaban tres días para llegar a Londres cuando su
cuerpo sucumbió a la enfermedad por la falta de higiene en el barco y enfermó gravemente.
Tras horas de lenta agonía cerró los ojos al fin y llevé a mi hijo Jungkook a que se despidiera de
ella.

-Duerme, hijo. Está durmiendo. -Dije entre sollozos.

-Entonces ¿por qué lloras? -La muerte de mi esposa más mis mentirosas palabras a un
inocente niño de cinco años me obligaron a derramar lágrimas.
-Porque ya no despertará. -Dije y cogí a mi hijo en brazos, nos despedimos de ella y mientras
nos alejábamos tiraban el cadáver por la borda. Mi hijo vio aquello y debió quedarse gravado
en su mente pero no entendí hasta que punto era sensible para provocar en él el miedo más
horrendo a dormir.

Los días siguientes nos se separó de mi lado preguntándome que cuando despertaría mamá.
Su voz era insensible e incrédula de mis sentimientos pero no me enfadaba, al contrario,
entristecía aun más y dentro de mí, se agrietaba mi ya roto corazón. Cuando llegamos a
Londres y nos instalamos en la casa en la que aun hoy habitamos comenzó a ponerse furioso
exigiéndome que volviéramos. Que regresáramos al barco a buscar a mamá.

-¡Se ahogará si no vamos a despertarla! -Gritaba nervioso y desesperado un par de veces cada
día durante unas cuantas semanas. Cuando me veía romper a llorar sus gritos cesaban y corrí a
abrazarme porque el dolor que yo sentía comenzaba a sentirlo él.

Pasado un mes de la muerte de mi esposa mi hijo me sorprendió una noche internándose en


mi cama y abrazándome. Ambos lloramos juntos hasta caer rendidos por el cansancio pero a
las horas, cuando desperté, mi hijo ya no estaba. Había bajado y estaba jugando con alguno de
sus juguetes.

-¿Tan temprano? -Pregunté cuando le vi entretenido.

-No podía dormir. -Se encogió de hombros y achacó el hecho a que no estaba acostumbrado a
dormir conmigo. Yo tampoco lo estaba así que lo entendí y no le di importancia. Pero aquello
con los meses era más frecuente. Encontrarlo despierto por la casa, a altas horas de la mañana
ya era incluso una rutina y muchas veces me daba unos sustos increíbles mientras lo veía a
través de la puerta paseando de aquí para allá.

Con el tiempo esto empeoró. A los seis meses ya presentaba unos síntomas de insomnio tales
como ojeras, cansancio constante, falta de energía y sobre todo, un humor cambiante. Tan
pacíficamente podía estar jugando con sus juguetes como que los tiraba sufriendo un arrebato
de ira instantáneo.

A los dos años de la muerte de su madre, su estado había caído en picado provocándome a mí
también un extraño insomnio, adecuado a su nuevo estilo de vida. Él no iba al colegio pero yo
si trabajaba como limpiador en uno de los establos cerca de la casa. No me pagaban mucho
pero tampoco tenía grandes gastos y los horarios me permitían poder dejar a mi hijo solo
durante pocas horas.

Un grito ensordecedor retumba toda la casa y un par de trastos caen al suelo en la planta
superior. Yo no me muevo y me quedo inmóvil hasta que todo pasa. Como siempre.
Regreso a mis recuerdos recordando el día en que tomé la decisión de acudir a un centro de
salud donde pudieran ayudarme. Al principio, tras decirles que era un simple insomnio, me
recetaron remedios naturales como tila, deporte o cosas similares pero dado que no surgían
efecto, mandé una carta explicando mi situación y al mes recibí respuesta del mismo centro.
Esta decía algo así como:

<Tras estudiar su caso uno de nuestros médicos, nativo también de su mismo país de origen,
se ha mostrado interesado y está dispuesto a atenderle de manera personal.>

Para mí fue como un rayo de esperanza porque no solo no me apetecía seguir relacionándome
con esta extraña gente inglesa sino que al menos alguien se mostraba interesado en
ayudarme. Si hubiera tenido que esperar porque alguien de este país me ayudase, hasta ahora
habría seguido solo.

El primer día que el señor Park Jimin se presentó en mi casa, mi hijo ya tenía siete años y
estábamos ambos en el salón tomando unas pastas de té. El estado de JungKook era tranquilo
y apaciguado, su cuerpo había cedido al cansancio y estaba sosegado.

-Me encantaría, si no es molestia y como es la primera vez, aparentar una conversación normal
entre los tres. Para comprobar su comportamiento frente a otras personas. -No me pareció
mala idea su teoría y nos sentamos los tres a la mesa y le serví un poco de té negro en una taza
que aceptó encantado.

Por la ropa del doctor Park, pude comprobar que sus tarifas no deberían de ser baratas y no lo
son pero no me ha importado nunca porque solo pienso en la salud de mi hijo.

-Emigré a Londres tras la muerte de mi hermano pequeño cuando tuve veinte años. -Me
contaba. JungKook, escuchando como yo, devoraba una pasta recubierta de chocolate junto
con un vaso de leche. Jamás toma té-. Terminé mis estudios aquí y me formé como doctor.
Siempre he pensado en mi familia pero sabía que si seguía viviendo allí, acabaría por
enloquecer.

Descubrí que ambos éramos de la misma edad pero que debido a su trabajo tan abrumador,
no tuvo tiempo de casarse ni de formar una familia. Tampoco la extraña, dice, ya que no siente
ganas aun.

-Y cuénteme. ¿Qué es exactamente lo que le ocurre a su hijo?


-Pues, llevamos ya algunos años que no duerme bien. Por no decir que no duerme. Al principio
era cosa de pocas horas pero ahora creo que incluso se limita a descansar los ojos y ya se
siente con fuerzas suficientes como para seguir.

-¿Toma cafeína? ¿Dulces?

-De vez en cuando dulces sí, como podrá ver, pero no suele. Tampoco pongo mucha azúcar a
las comidas y no le doy nada que tenga cafeína. Si su presentimiento es que puede ser a causa
de una sobreestimulacion por el azúcar ya puedo asegurarle que no es así. Le quité durante
meses todo lo que pudiera contener azúcar pero dado que no daba efecto y seguía en este
estado, decidí desistir.

-¿Cuántas horas duermes, pequeño, al día? -Esta vez se dirigió a mi hijo.

-No duermo. -Dijo sin más. Jimin nos miró a ambos y siguió con las preguntas.

-¿Hay algún ruido externo que le impida dormir? ¿Tal vez usted realiza algún trabajo en casa
que...?

-No. No es nada de eso. Al principio, cuando nos mudamos los dos dormíamos bien, pero con
el tiempo se desvelaba y ahora ni siquiera duerme.

-¿Su estado de humor cambia con frecuencia? -Asentí.

Hablamos durante horas y cuando oscureció, acompañamos amos a mi hijo y Jimin quedó
como testigo de lo que yo hacía cada noche antes de irme yo a mi cama. Acompañaba a
Jungkook con una vela en la mano, la ponía sobre su mesilla y le metía en la cama arropándole
con las sábanas. Jungkook gimoteaba los primeros cinco minutos diciendo que no podría
dormir, que prefería estar en el salón conmigo o en mi cuarto leyendo. Yo insistí como siempre
y cuando sus palabras se tornaron a un puchero desistí y el doctor y yo salimos dejándole a
solas.

-Señor Kim, ¿me permitiría estar unos segundos con su hijo a solas? Me gustaría saber cómo
reacciona ante la idea de irse a dormir. -Yo asentí y bajé para preparar otra tetera con más té.
El señor Park bajó en el momento exacto en que la tetera hervía-. Señor Kim. -Me dijo en un
susurro propio de un ambiente tranquilo y desenfadado-. ¿Podríamos hablar?
-Claro. ¿Otra taza de té? -El asintió y ambos nos sentamos en la mesa el uno frente al otro. Me
miraba como me hubiera mirado un amigo pero su doctorado le obligaba a usar unas palabras
formales.

-A veces, -me dijo-, lo más fácil es preguntarle al paciente que le duele. -Digo con una sonrisa
ya de experiencia.

-¿Mi hijo está bien? -Pregunté asustado.

-Señor Kim, ¿cómo decirle esto? -Pensó unos segundos-. Su hijo sufre una extraña fobia
llamada somnifobia. -Fruncí el ceño y ante mi reacción aclaró sus palabras-. Le he preguntado
a su hijo que por qué no puede dormir. Su respuesta ha sido sencilla, señor Kim. "Porque no
quiero dormir. Tengo miedo de que me pase algo malo".

-Somnifobia. -Repetí mirando el té oscuro en la taza de porcelana.

-Todos somos humanos, y es normal tener pesadillas. Cuando estas aparecen en nuestros
sueños es normar que no queramos dormir más por esa noche. Incluso en los días siguientes
se nos hará muy difícil conciliar el sueño pero, si como usted dice, esto viene pasando desde
hace más de dos años, me temo que su hijo sufre una fobia.

-¿Cómo es eso posible? -Se encogió de hombros mientras toma un poco del té. Su rostro,
alumbrado con unas pocas velas, se veía muy bien cuidado. Sin marcas, sin cicatrices y sobre
sus gruesos labios, el té brillaba en ellos.

-Puede deberse a muchas causas. Una terrible pesadilla que haya despertado en él un miedo
atroz. Tal vez un suceso traumático...

-Mi esposa murió hace dos años. -Dije haciendo coincidir las fechas.

-Puede que haya sido eso.

-Yo le dije algo así como que mamá está durmiendo y no despertará. -Sus ojos brillaron ante
mis palabras y me miraron dejando la taza de té sobre un platito.
-Es muy probable, que a causa de ese hecho traumático, sumado con sus... -pensó unos
segundos-, inapropiadas palabras, haya hecho en su mente una relación entre muerte y sueño,
alterando así conducta a la hora de dormir.

-No entiendo. -Me sinceré.

-Es sencillo. Cada vez que su hijo va a dormir, él piensa que en cualquier momento morirá y no
se despertará jamás.

-Vaya. -Dije asimilando una información que me llenaba de culpabilidad. Antes de darme
cuenta, el doctor sacó del bolsillo de su chaleco un reloj y lo miró ya preocupado por la hora.
Suponía que no tendría una esposa recelosa esperándole pero, con los años lo comprendería,
es un hombre muy estricto con sus horarios.

-Lo siento, pero he de irme. -Se levanta de su silla y coge un maletín negro con el que ha
venido de la mesa.

-Doctor Park. -Le digo antes de que se vaya-. ¿Qué puedo hacer por mi hijo?

-Hable con él sobre el tema, no le de cafeína, teína o azúcar y permanezca con él si sufre
ansiedad, miedo o cualquier otro síntoma parecido. Vendré a hacerle una consulta diaria y
comprobar su progreso. Hasta mañana. -Se inclinó ante mí en vez de darme un apretón de
manos y yo le correspondí el gesto.

Nada más el doctor salió por la puerta, yo me dirigí al cuarto de mi hijo y entré en él para verle
con los ojos abiertos y llorosos.

-Papá...

-¿No duermes? -Pregunté sabiendo ya la respuesta. Él negó con la cabeza y yo me senté al


borde de su cama con la cabeza apoyada en una de sus manos-. Amor, tienes que dormir.

-No quiero, papi. -Hizo un puchero adorable y yo cerré los ojos escuchando su respiración.

-Estaré aquí cuando despiertes. No tienes que tener miedo. -Su pequeña mano, en la que no
estaba mi cabeza, acariciaba mis cabellos y con su pequeño tacto caí en un profundo sueño.
2/2

TaeHyung POV:

El doctor Park regresó al día siguiente exactamente a la misma hora que el día anterior. Llamó
a la puerta y mi hijo abrió antes de que yo llegara de la cocina.

-Buenos días. –Saludó-. ¿Cómo ha pasado JungKook la noche?

-Igual que siempre, doctor. –Dije alicaído y le indiqué la mesa para que se sentara. Él negó con
la cabeza.

-No será necesario. Hoy mi intención es hacerle un chequeo a JungKook. –Señalo el sofá para
que mi hijo se sentara allí-. ¿Si es tan amable?

Yo me senté en la mesa y desde allí vi como auscultaba a mi hijo con cantidad de aparatos
médicos. Primero le miró los ojos, los oídos, la garganta. Hizo que se quitara la parte superior
de la ropa apara escuchar el latido de su corazón y el ritmo de los pulmones.

-Todo parece normal a excepción de la irritación de ojos producida por el cansancio. Todo
apunta a lo que hablamos anoche. –Me dijo no queriendo hacer referencia a la fobia delante
de mi hijo.

-No sé que puedo hacer. Me siento muy inútil. -Dije.

-No debe sentirse desfallecido, estas cosas requieren mucho tiempo de tratamiento
psicológico. Tal vez en años, no pueda dormir plácidamente. –En mi pecho se desmoronó toda
esperanza. Suspiré apesadumbrado-. Lo mejor es empezar cuanto antes. Vendré diariamente y
si veo que no remite, mis sesiones se reducirán a una vez por semana y usted se encargará de
todo.

-No debe sentirse desfallecido, estas cosas requieren mucho tiempo de tratamiento
psicológico. Tal vez en años, no pueda dormir plácidamente. –En mi pecho se desmoronó toda
esperanza. Suspiré apesadumbrado-. Lo mejor es empezar cuanto antes. Vendré diariamente y
si veo que no remite, mis sesiones se reducirán a una vez por semana y usted se encargará de
todo.

-Lo siento pero no sé si podré hacerme cargo de sus honorarios.


-Por el dinero no se preocupe. No me siento apurado y este caso ha sido una elección
personal. No aceptaré dinero hasta no ver claros resultados. –Sus palabras eran sinceras y me
sentí arropado por ellas. Muy protegido.

-Gracias. No sabe cuánto se lo agradezco.

Aquella noche, cuando acompañamos a JungKook a la cama, el doctor hizo ejercicios de


relajación y meditación para que su mente se agotara y cayera bajo un profundo sueño. Quería
evadir de su inocente mente la idea de que nada malo le pasaría. No dio resultado y quedó tan
solo ahí tumbado, con los ojos cerrados pero todos sabíamos que no estaba durmiendo.
Pasadas dos horas incluso el doctor estaba cansado y ambos bajamos dejando a mi hijo en su
cama.

Cuando llegamos al salón le ofrecí una taza de té que aceptó encantado.

-¿Ha tenido alguna vez la sensación de que se cae por un precipicio cuando está durmiendo en
su cama? –Me pregunto tras un largo tiempo en silencio. Asentí-. El cuerpo humano es extraño
¿cierto? Ese comportamiento se debe a que, tumbados en la cama, llega un momento en que
el cuerpo llega a tal nivel de reposo que el corazón se ralentiza y el cerebro piensa, que se
muere. Por ello envía una descarga de adrenalina que es lo que produce la sensación de caer.

-Somos demasiado complejos. La mente humana se me hace muy difícil de entender. –Dije.

-Hoy día aun hay muchos misterios que ni los más expertos en neurología pueden aventurar.

-Dígame, ¿alguna vez ha tenido un caso como el de mi hijo? –Él negó con la cabeza.

-No señor, pero créame que haré mi mejor esfuerzo porque recupere el sueño. –Sus palabras
terminaron a la par que un cuerpecito aparecía por la puerta, cansado y somnoliento.

-¿Papá?

-¿Si hijo? –Jimin se giró para sonreír y mi hijo vino a mi lado para abrazarme subiendo a mi
regazo para acunarle ahí. Escondido su rostro en mi cuello su aliento hacía coquillas en mi piel.
El doctor nos miraba con una sonrisa en sus labios húmedos de té.
-Son ustedes muy afortunado.

-Qué va, las desgracias no paran de azotar nuestra existencia.

-No lo vea usted así. Ya verá como todo se soluciona.

Sus palabras siempre conseguían animarme y con el tiempo y sus visitas, nuestra amistad pasó
de ser algo meramente profesional a convertirnos en amigos. Sus consejos trascendían de la
medicina y abarcaban todos los ámbitos de la vida.

Pasaron otros dos años. Mi hijo había cumplido los nueve y su fobia no solo no había
desaparecido sino que había empeorado.

Los tratamientos que Jimin me recomendaba eran algo que yo ya había probado. Cosas como
el deporte, las actividades que físicamente le fatigaran, más cantidad de comida para que su
estómago pesara...

Y es cierto que funcionaba. Yo mismo había visto a mi hijo cerrar los ojos y roncar por unos
segundos pero un inevitable subidón de adrenalina hacia que se despertara al darse cuenta
que se había quedado dormido. Y cuando no, las pesadillas le atormentaban y gritaba eufórico
dentro de un sueño al que yo no podía acceder. Cuando todo esto ocurría, se levantaba de
inmediato negándose en rotundo a seguir durmiendo. Su cambio de humos se volvió arisco y
malhumorado.

-Ya no sé qué hacer. –Dije entre sollozos llevándome las manos a la cabeza. Como cada día
Jimin tomaba té de su taza a la luz de unas cuantas velas.

-No quería tener que recurrir a esto. –Deja su taza serio-. Pero hemos estado creando
medicamentos que ayuden al descanso. Aun es algo experimental pero tal vez sea la única
salida.

-¿Podríamos probar? –Pregunte.

-Yo no querría hacerlo porque no estamos seguros de sus efectos y menos en un niño de tan
corta edad. El medicamento consiste en anestesiar levemente su cuerpo produciendo pesadez
y cansancio. Tal vez no llegue a conciliar un profundo sueño pero su mente descansará.
-Estoy dispuesto a hacer lo que sea.

-Déjeme decirle que hay posibilidades de que su hijo muera. –Una fuerte punzada en mi
corazón me partió el alma-. Una dosis extra y podría detener su corazón. –Suspiré y un par de
lágrimas cayeron de mis ojos-. Le dejo que se lo piense.

Se marchó aquel día dejándome con la imagen de mi hijo muerto sobre su cama en mi mente.
La imagen no se me tornaba realista porque hacía años que no veía a mi hijo tan plácidamente
dormido. A la semana le pedí que probáramos el medicamento y frente a mí, echó dos gotas
de un líquido trasparente en la boca de mi hijo que tragó gustoso a pesar de que su sabor
debía ser horrible. Ambos permanecimos con él y aunque sus ojos no se cerraron en toda la
noche su cuerpo si se notó inerte. Mi pequeño murmuraba cosas como que se sentía un
cosquilleo, mareo tal vez. Y a las dos horas antes del amanecer vomitó la cena que ingirió.

Vi como Jimin se encogía de hombros y yo me sumía más en la desesperación. A partir de


aquel día, las visitas del doctor se degradaron a una por semana.

(...)

El tiempo pasó y hemos seguido así hasta el día de hoy. Su estado de ánimo ha cambiado en
rotundo haciéndole una persona antisocial y miedosa. Cuantas veces me ha suplicado que
quiere dormir, que lo desea con toda su alma pero es su subconsciente quien no le deja. Ha
llegado incluso a pedirme que le mate. La falta de sueño a robado todos sus sentidos y ahora,
ya ni yo mismo sé quién es.

La tarde ha pasado y cuando el reloj de mi casa termina de dar seis campanadas alguien llama
a la puerta como si hubiera esperado a que el reloj terminase.

-Adelante. –Digo abriéndole la puerta a Jimin y este entra con un rostro sombrío como cada
vez que viene desde hace tiempo. Ha dejado de preguntarme si hay progresos porque de
haberlos, ya se lo había informado. Se limita a subir conmigo al cuarto de JungKook.

-¿Kookie? –Pregunta mientras toca la puerta y al abrir, la oscuridad de su habitación por las
cortinas corridas le sorprende-. ¿No te alegras de verme de nuevo? –Le pregunta con una
delicada voz a un bulto en el suelo. Un bulto tembloroso y agitado-. ¿Ha vuelto a tener
pesadillas? –Me pregunta y yo asiento.
A duras penas conseguimos hacer que mi hijo se incorpore y lo llevamos a la cama para
tumbarle y que Jimin pueda medir sus constantes.

-¿Todo bien?

-Solo está un poco agitado. Sus órganos están bien.

Tras dos horas Jimin se marcha como siempre y yo me siento de nuevo en la mesa con una
taza vacía frente a mí. Miro dentro y me quedo tal vez treinta minutos intentando formarme
una imagen clara de lo que han dejado los posos del té. Nada. No hay nada más que una densa
nube que cubre toda la base tornándola gris y sombría. Un nuevo grito quiebra mis oídos y
dejando la taza de té donde estaba me levanto en dirección a la habitación de JungKook.

Entro encontrando la vela que dejamos antes de salir iluminando tenuemente la estancia. A los
pies de la cama, mi pequeño niño temblando y abrazándose las piernas me mira asustado. La
luz sobre su cuerpo tintinea y no sé si es por eso pero siento que está sufriendo espasmos. Sin
más alternativa y como cada noche llego a él, lo cojo en mis brazos y lo subo a la cama
cubriendo todo su cuerpo con las mantas, pero algo nuevo parece querer combatir la
desagradable rutina.

-Appa, no te vayas. –Antes de girarme mi hijo agarra la manga de mi camisa y me prohíbe


marcharme. Me mira con ojos llorosos y un adorable puchero se forma en sus labios-. Quédate
conmigo. No me dejes solo.

Ante aquella inocente y dulce voz no puedo hacer otra cosa que sucumbir a sus deseos y
quitarme los zapatos y el chaleco para colocarlo todo debidamente ordenado e internarme
entre las sábanas junto con mi hijo pero en el momento en que voy a soplar para apagar la
vela todo su cuerpo se tensa y sus manos van a mi camisa.

-No la apagues.

-P-pero... -tartamudeo pero sus pensamientos son claros.

-Quiero saber que sigues conmigo. –Sus ojos me miran titilantes y asiento resignado a ello
tumbándome a su lado mientras él me da la espalda.

La cama es muy pequeña, apenas quepo yo en ella por lo que tengo que sujetar a mi hijo por la
cintura y acercarlo a mí. Escondo mi rostro en su nuca donde su pelo me hace cosquillas en la
nariz y su olor entra limpio a mis fosas nasales. Mis labios rozan varias veces su piel en su nuca
y no puedo evitar darle un beso allí donde estoy. Suspiro echando mi aliento allí y hablo algo
cohibido.

-¿Estás cansado? –Niega con la cabeza-. Te quiero mucho, mi pequeño. –Vuelvo a besar su
cuello y esta vez no me detengo con un solo beso, sigo con unos cuantos más hasta el borde
del cuello de su camisa y la retiro para dejar al descubierto su hombro. A la luz de la vela su
piel se ve brillante y perfecta y no me retengo para tocar allí donde más brilla por la saliva de
mi beso. De vuelta a su nuca hago un recorrido con mi lengua y muerdo el lóbulo de su oreja
haciéndole temblar.

-A-appa...

-Shh... -Abrazo aun más su cuerpo y lo presiono fuertemente contra el mío siento cada
pequeña parte de su cuerpo friccionandome. Sus pies se enredan con los míos. Sus pequeñas
manos abrazan mis brazos en su cintura. Tiembla, pero no me tiene miedo.

Sin que él suelte mis brazos yo conduzco mis dedos recorriendo su cintura, su cadera; asciendo
y palpo su cuello, su clavícula, su pecho. Cuando es suficiente mis dedos ya han acudido a sus
botones en el pijama y desabrocho uno por uno mientras sus manos me ayudan con la tarea.
Le quito la parte de arriba y las dos prendas inferiores la siguen hasta que queda
completamente desnudo en mis brazos. Aun sigue de espaldas a mi por lo que, mientras uno
de mis brazos sigue sosteniendo su cintura, el otro se conduce sin autoridad por su espalda
hasta el final de esta y mis dedos juegan con sus testículos unos segundos hasta que sus
prematuros gemidos me sorprenden.

Asustado por esa reacción, no por él, sino por la erección que ha provocado en mí, llevo las
yemas de mis dedos a su entrada y acaricio y aprieto toda la piel de su cuerpo que encuentro
hasta que introduzco mi dedo central produciendo que grite un poco pero para calmar su
miedo vuelvo a besar cada pequeña parte de su piel a mi alcance. Al principio le resulta
incómodo y se revuelve en mi dedo pero acaba descubriendo que le es placentero y separa
más las piernas para dejar espacio a mi mano. Meto un segundo incluso un tercero y no sé qué
diablos pasa que llega un momento en que me encuentro jadeando mientras envisto a mi hijo
con tres de mis dedos y él se aferra a las sabanas ocultando su avergonzado rostro.

-¿Duele? –Le pregunto pero niega con la cabeza aunque sé que me miente-. Dejará de doler,
mi pequeño.

Saco mis dedos de él y le tumbo boca arriba mientras yo me posiciono sobre él y me quito la
camisa mostrando mi cuerpo. Y también mis pantalones junto con los calzoncillos. Sin que le
pida nada, me abraza tan fuerte como le da sus fuerzas mientras me coloco entre sus piernas
rodeándome la cintura con ellas. Ambos temblamos y antes de hacer nada, beso sus labios en
un desesperado intento por calmar el ritmo de mi corazón. Mal hecho porque esto no solo no
me calma sino que me pone aun más nervioso. Llevo mis manos a su cabello y lo acaricio,
también acaricio sus mejillas y sus labios húmedos de mis saliva.

-Te quiero. –Le recuerdo mientras masturbo nuestras pollas al mismo tiempo-. Eres lo único
que tengo.

-Yo también te quiero. –Una cansada sonrisa aparece en sus labios y sin más miramientos
coloco el glande de mi pene en su entrada y me introduzco en su cálido interior poco a poco.
Sus paredes están tan apretadas que tengo que contenerme por no perder el juicio y
embestirle con toda mi fuerza, pero ver su rostro contraído en una mueca de disgusto me
anima a continuar con cuidado y delicadeza.

Espero a estar dentro de él por completo para apoyar mi cuerpo sobre el suyo sin hacerle daño
y descansar unos segundos hasta que se acostumbre. De sus ojos, un par de lágrimas resbalan
por sus sienes y sus labios se ver mordidos por sus dientes. Sus manos en mi espalda acarician
mi piel cuando debiera ser yo quien lo haga.

-¿Por qué has parado? –Me pregunta curioso.

-No quiero hacerte daño, mi vida. –Asiente comprendiendo.

-¿Puedes tocarme donde antes? –Pregunta y sonrío llevando mi mano a su pene y


bombeándolo sintiendo como todo su cuerpo se relaja y comienza a moverse. No aguanto por
mucho más tiempo y aferrando fuertemente su cintura con mis brazos me muevo
embistiéndole hasta encontrar su punto dulce donde hago que se retuerza de placer. Sus
gemidos llenan mis oídos provocándome un éxtasis que jamás conocí con su madre. El calor en
mi cuerpo se intensifica hasta sentí unas verdaderas llamas abrazando mi piel, no desde fuera,
sino que arden desde dentro, bajo mi epidermis.

-Más. –Suplica mientras me abraza fuertemente-. Más papi, mucho más.

¿Cómo negarme? Ya no soy dueño de mis actos cuando salgo él y le pongo de espalda a mí
para penetrar con fuerza de nuevo sintiendo como me deshago dentro de él como la
mantequilla. Vengo ensuciando todo su interior y él tarda aun unos minutos en lo que yo
endurezco de nuevo y me corro una segunda vez con su semen ya en mi mano tras
masturbarle frenéticamente.
Caigo en la cama y él se desploma a mi lado sudando y respirando con dificultad. Yo no estoy
mucho mejor por lo que sonrío y él sonríe a mi gesto. No puedo contenerme a abrazarle y lo
hago con todas mis fuerzas dejando su rostro en mi cuello.

-Jungkookie. Perdóname si te he hecho daño, mi vida.

-No pasa nada. Me ha gustado. –Se abraza aun más a mí y nos arropo con las mantas aun con
nuestros cuerpos desnudos.

-Estas cosas, no se hacen. –Intento explicarle-. Pero te quiero mucho y... bueno la verdad es
que... Aish, -suspiro-, me ha gustado mucho hacer esto contigo. Lo siento si... yo... -Un leve
sonido interrumpe mis palabras y al descender la vista me encuentro con su rostro en un
plácido sueño.

Todo mi cuerpo sufre una descarga de adrenalina y una sonrisa sale de mis labios junto con
algunas lágrimas de satisfacción. No me muevo un solo milímetro excepto para besar su frente
y descansar por primera vez en años junto con mi hijo.

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