Boris Groys, - Cuerpos Inmortales
Boris Groys, - Cuerpos Inmortales
Boris Groys, - Cuerpos Inmortales
VOLVERSE PÚBLICO
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Groys, Boris
Volverse público: las transformaciones del arte
en el ágora contemporánea / Boris Groys
1a ed. a. reimp. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires:
Caja Negra, 201 .
208 p.; 19x12,5 cm.
Traducido por: Paola Cortes Rocca
ISBN 978-987-1622-30-6
info@cajanegraeditora.com.ar
www.cajanegraeditora.com.ar
Dirección Editorial:
Diego Esteras / Ezequiel Fanego
Producción: Malena Rey
Diseño de Colección: Consuelo Parga
Maquetación: Julián Fernández Mouján
BORIS GROYS
VOLVERSE PÚBLICO
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Traducción / Paola Cortes Rocca
CCUERPOS INMORTALES
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En la famosa formulación de Michel Foucault, el Es-
tado moderno puede definirse a partir del “derecho
a hacer vivir y dejar morir” en oposición al antiguo
Estado soberano que “toma la vida o la concede”.1 El
Estado moderno se preocupa por las tasas de natali-
dad, por la salud y por atender las necesidades vitales
de la población, concibiendo todo esto en términos
estadísticos. Por lo tanto, según Foucault, el Esta-
do moderno funciona fundamentalmente como un
“biopoder” que se justifica a sí mismo en tanto ase-
gura la supervivencia de las masas. La supervivencia
del individuo, por supuesto, no está garantizada. Si
la supervivencia de la población se presenta como uno
de los objetivos del Estado, entonces la muerte “na-
tural” de un individuo particular es aceptada pasiva-
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los que alguna vez estuvieron vivos resucitarían al fi-
nal de los tiempos. La única diferencia es que Fiódorov
no creía en una inmortalidad “abstracta” y “sin san-
gre”, una inmortalidad del alma con independencia del
cuerpo; tampoco era suficiente esperar pasivamente la
segunda venida de Cristo. Fiódorov fue niño a fines del
siglo XIX y, por lo tanto, creía que la existencia material
era la única forma de existencia posible. La confianza
de Fiódorov en la tecnología era inquebrantable por-
que la tecnología podía hacer de todo algo material, fí-
sico, posible y técnicamente maleable. Fiódorov creía,
además, en el poder de la organización social y en este
sentido fue un socialista puntilloso. La inmortalidad
para él también implicaba un medio para encontrar la
tecnología y la organización correcta. Desde su punto
de vista, todo lo que se necesitaba para comprometerse
con el proyecto de resucitar artificialmente a todos era
una decisión. Una vez que ese objetivo se estableciera,
los medios aparecerían, de algún modo, solos.
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I De esta manera, el problema de la inmortalidad se
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transfería desde Dios a la sociedad, o incluso al poder
G del Estado. Fiódorov tomaba seriamente la promesa de
R un biopoder emergente, es decir, la promesa del Estado
O de comprometerse con la vida como tal, y exigía que
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S este poder pensara en esta promesa hasta sus últimas
consecuencias y la cumpliera. Fiódorov estaba reaccio-
nando, más que nada, ante la contradicción interna
de las teorías socialistas decimonónicas planteadas por
otros autores de su época, principalmente por Dosto-
yevski. El socialismo prometía una justicia social per-
feccionada pero también asociaba esta promesa con la
fe en el progreso. Esta fe implicaba que esta justicia
iba a ser disfrutada solo por las futuras generaciones
en una avanzada sociedad socialista. Las generaciones
actuales y las del pasado, en cambio, quedaban obli-
gadas a desempeñar el papel de víctimas pasivas del
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La respuesta más sencilla y más común a esta pregunta
recomienda que simplemente abandonemos la búsque-
da de la inmortalidad, nos quedemos contentos con la
finitud de nuestra existencia y aceptemos la muerte
individual como una realidad necesaria. Es así como
Foucault describe la respuesta al biopoder real y exis-
tente, aunque su respuesta conlleva un defecto funda-
mental y es que deja sin explicar gran parte de nuestra
civilización. Uno de esos fenómenos sin explicación es
la institución del museo. Fiódorov ha planteado que
la existencia misma del museo contradice el espíritu
universalmente utilitario y pragmático del siglo XIX.2
2. Nikolai Fedorov [Nikolai Fiódorov] “Das Museum, sein Sinn und seine BesD-
timmung” [El museo, su sentido y su determinación], en Die Neue Mensch-
heit: Biopolitische Utopien in Rußlan zu Beginn des zwanzigster Jahrhunderts
[La nueva humanidad: utopías políticas en Rusia a comienzos del siglo XX],
Boris Groys y Michael Hagemeister (eds.), Berlín, Suhrkamp Verlag, 1995.
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I Al preservar con sumo cuidado las cosas inútiles y su-
S
perfluas del pasado que ya no tienen un uso práctico
G “en la vida real”, el museo no acepta la muerte y el
R ocaso que ha afectado a esas cosas. El museo está en-
O frentado con el progreso, que necesariamente reempla-
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S za las cosas viejas por cosas nuevas. Por otra parte, el
museo es, sin embargo, una máquina que hace que las
cosas duren, que las vuelve inmortales. Y como cada
ser humano es también un cuerpo entre otros cuer-
pos, una cosa entre otras cosas, los humanos también
pueden ser bendecidos con la inmortalidad otorgada a
las cosas del museo. Para Fiódorov, la inmortalidad no
es un paraíso para las almas humanas sino un museo
para los cuerpos vivientes. La inmortalidad cristiana
del alma se reemplaza por la inmortalidad de las cosas
o del cuerpo en el museo. Y la gracia divina es reem-
plazada por las decisiones curatoriales y la preserva-
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mente mueran en privado o que los muertos descansen
en paz en sus tumbas. Los límites de la muerte deben
ser superados por el Estado. El biopoder debe ser total.
Esta totalidad se alcanza al igualar arte y política,
vida y tecnología, Estado y museo. Para Foucault el es-
pacio del museo era, típicamente, un espacio definido
como “otro”; Foucault se refirió al museo como un lugar
donde el tiempo se acumula pero esto era justamente lo
que lo distinguía del espacio en el que se desarrollaba
la vida, un lugar en el que no había tal acumulación.3
Fiódorov, en cambio, quería unir el espacio vital con el
espacio del museo y superar una heterogeneidad que
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individuo, la gente se mantendría siempre leal a la so-
ciedad que concretara ese objetivo. Al mismo tiempo,
solo una sociedad total le permitiría a la gente expe-
rimentar una vida no solo sin límites temporales sino
también sin límites espaciales: la sociedad comunista
de inmortales debería ser “interplanetaria”, es decir,
debería ocupar todo el cosmos. Svyatogor tata de dis-
tinguirse de Fiódorov al caracterizarlo como alguien
anticuado, incluso arcaico, que hace demasiado énfa-
sis en la fraternidad de todos los seres humanos. Aún
así, la fraternidad entre Fiódorov y los biocosmistas
es clara.
El camino que siguieron los biocosmistas, desde
el anarquismo radical hasta la aceptación del poder
6. Valerian Murav’ev, “Kultur als Beherrschung der Zeit” [La cultura como
control del tiempo], en Die Neue Menschheit.
C U E R P O S I N M O R TA L E S
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a esta pregunta habitualmente consiste en explicar
que un ser humano es, de hecho, algo más que una
mera cosa y que, por lo tanto, no puede ser preser-
vado y copiado como una cosa cualquiera. ¿Y qué es
este “algo más” sino un alma? Por lo tanto el biopo-
der contemporáneo no es realmente consistente en su
tarea de iluminar a sus ciudadanos. Dejar la muerte
en la esfera de lo privado, como Foucault observó co-
rrectamente, es a fin de cuentas dejarla en manos de
la religión que es lo que gobierna la esfera privada en
nuestros días. Es por eso que los pensadores del socia-
lismo ruso buscaron eliminar la religión y reemplazar
la inmortalidad del alma garantizada por Dios con una
inmortalidad del cuerpo garantizada por el Estado y
así completar la transición hacia una nueva era y un
nuevo y total biopoder.
Estos proyectos biopolíticos pueden haber sido utó-
picos hasta el punto de que no estaban basados en nin-
gún saber o proceso que ya había sido alcanzado, pero
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I al mismo tiempo, como ocurre generalmente, estimula-
S
ron el desarrollo de programas de tecnología puramente
G científica. Uno de los más espectaculares e influyentes
R de estos proyectos biopolíticos radicales durante los
O años 20 fue la investigación espacial que condujo Kos-
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S tantín Tsiolkovski, con el objetivo de transportar a los
antepasados resurrectos a otros planetas, y que luego
se convirtió en el punto de partida para el programa
espacial soviético. Tsiolkovski mismo era un seguidor
de los biopolíticos cósmicos y quería concretar en la
práctica el llamado de Fiódorov a la “patrificación de
los cielos” (es decir, la transformación de los planetas
en lugares habitables para nuestros padres resucitados).
Un gran número de los muchos textos de Tsiolkovski
estaban dedicados a la organización social del univer-
so y aunque él creía muy firmemente en la creatividad
humana, de todos modos consideraba al ser humano en
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creía que las transfusiones de sangre de las genera-
ciones más jóvenes a las anteriores rejuvenecerían a
los mayores y establecerían una solidaridad interge-
neracional que Bogdanov consideraba esencial para la
fundación de una sociedad socialista. Sin embargo,
mientras esto ocurría, Bogdanov moría debido a tales
transfusiones de sangre.
Para el lector contemporáneo, los informes de Bog-
danov sobre el Instituto para la Transfusión de Sangre
evocan la novela Drácula de Bram Stoker, en especial
el caso en el que la sangre de un “joven estudian-
te” se intercambió con la de un “escritor mayor” y
supuestamente, ambos salieron beneficiados. La ana-
logía no es de ninguna manera una coincidencia. La
sociedad de los vampiros –es decir, de los cuerpos in-
mortales– en la que reina Drácula es la sociedad del
biopoder total par excellence. Escrito en 1897, más o
menos en la misma época que el proyecto de la causa
común de Fiódorov, Drácula no describe, sin embar-
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I go, el reino del biopoder total como una utopía sino
S
como una distopía. Por lo tanto, los héroes “humanos”
G de la novela defienden con vehemencia su derecho a
R la muerte natural, y la lucha contra la sociedad de
O vampiros que produce y garantiza la inmortalidad del
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S cuerpo ha continuado desde entonces en la cultura
de masas occidental, incluso cuando no se niega la
seducción que ejerce lo vampírico. Esta aversión a la
eternidad del cuerpo no es nueva, por cierto, como
lo demuestran los relatos sobre Fausto, Frankenstein
y el Golem. Esos relatos, sin embargo, fueron escri-
tos en un momento en que la fe en la inmortalidad
del alma no se había extinguido por completo. Los
vampiros, por el contrario, representan una sociedad
más allá de tal creencia, un cuerpo de biopoder total,
una comunidad comunista de cuerpos inmortales. La
inmortalidad corporal fue y sigue siendo anhelada por
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