Vozzi Natalia
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Siendo este trabajo parte de una investigación más amplia respecto de la presencia del
racismo en las instituciones y sociedades contemporáneas y debido a las limitaciones que
esta presentación nos impone, no se presentará un análisis argumentativo pormenorizado del
fenómeno racista; sólo se enumerarán algunas de sus características principales.
Manifestaciones del racismo: Los hechos racistas no son siempre de gran envergadura
(violencia, exterminio, colonialismo) sino que muchas veces permanecen imperceptibles pero
subyacentes en discursos, instituciones, organizaciones y grupos que mantienen y legitiman
las relaciones de dominación en nuestra vida cotidiana (falta de acceso a la educación, la
salud, el empleo o trato desigualitario por motivos religiosos, étnicos o culturales). En este
sentido es que Wieviorka afirma que las prácticas racistas, unidas o no específicamente a
discursos y doctrinas que las sustentan, pero sí y siempre a una ideología conservadora
subyacente, pueden clasificarse en cuatro niveles según la modalidad, los planos y la
intensidad de su manifestación empírica:1
1
CF Wieviorka, Michael; El espacio del racismo, Op. Cit.
estigmatización inmediata. No se perciben los vínculos inmediatos entre los actos de violencia
aislados y la actividad ideológica.
4
Idem.
5
CF. Briscoe, Ivan; El racismo mundializado, Op. Cit. en la bibliografía.
6
CF Wieviorka, Michael; El espacio del racismo, Op. Cit.
Las diferencias que no son naturales pueden y deben superarse con
el esfuerzo y mérito personal, disciplina y trabajo arduo. Que “ellos” carezcan de estos
atributos no implica que el Estado deba intervenir perjudicando los valores igualitarios. Las
políticas estatales deben ser “ciegas a los colores” tanto en forma de discriminación negativa
como en forma positiva. El multiculturalismo y las políticas que conlleva son inconsistentes
con la supremacía de la cultura occidental.
En contraposición con este concepto tan amplio de tolerancia, Michael Walzer lo restringe a la
virtud que hace posible la coexistencia pacífica entre personas y grupos cuyas prácticas son,
al menos, incompatibles; pero no surge en defensa de la diferencia sino de la necesidad que
la coexistencia pacífica requiere poner fin de la persecución y valorar una vida en común de
grupos humanos con diferentes historias, culturas y necesidad; valorar la paz, la vida y la
libertad que a la que sirve dicha coexistencia. La forma política que adopte esta coexistencia
difiere contextual e históricamente, ninguna es universalmente válida, pero todas tienen
implicancias en la vida moral de las personas. Igualmente, aunque la coexistencia pacífica es
un principio moral importante, esto no implica que daba tolerarse toda diferencia real o
imaginada; los regímenes tolerantes toleran de diferente manera las prácticas que la mayoría
de sus integrantes repudian y toleran de manera diferente a los hombres y mujeres que
realizan esas prácticas; pero cada uno interviene en forma diferente respecto del trato entre
ellos.
Es importante aclarar que cuando el autor habla de coexistencia pacífica, no implica que los
individuos y grupos convivan, es decir, teóricamente pueden existir en un mismo espacio sin
necesidad de entrar en relación. Vemos aquí claramente la concepción de individuo y de
grupo social-cultural como mónada.
En el caso que nos interesa, cuando las diferencias a considerar son culturales, religiosas o
étnicas, la práctica de la tolerancia resulta difícil si no existe un juego en común y no hay
necesidad intrínseca de respetar las diferencias que se cultivan y practican en cada grupo.
Según el autor, no es necesario para el modelo de la sociedad liberal la multiplicidad de
grupos étnicos o religiosos; el desarrollo del modelo es perfectamente compatible con la
homogeneidad cultural, e incluso funciona mejor con ésta. De todos modos, donde existe el
pluralismo social como un hecho, el objetivo básico de los grupos será mantener cierto modo
de vida entre sus miembros y reproducir su cultura y su fe en generaciones futuras y, aunque
se centran en sí mismos, necesitan un espacio social en el cuál celebrar sus actividades y
compiten por él. Mucho más fácil resulta llevar adelante el modelo si se logra una cierta
homogenización cultural entre los grupos que se incorporan a un Estado nacional; en las
sociedades plenamente de inmigrantes (como Walzer define a EEUU porque, según explica,
no hay allí un grupo dominante previo a las inmigraciones que dieron origen al Estado) la
forma política no tiene las características de ninguna cultura, y por lo tanto, puede mantenerse
neutral en tanto que las formas culturales se desarrollan por sí mismas sin su intervención.
En estos contextos tolerar los grupos se entiende como una actitud que tiene un abanico de
posibilidades: 1) la aceptación resignada de la diferencia para mantener la paz –por ejemplo
para evitar las guerras religiosas de los siglos XVI y XVII-; 2) una actitud pasiva, relajada,
indiferente ante la diferencia; 3) cierto tipo de estoicismo moral que reconoce por principio que
los otros tienen derechos aunque los ejerzan de manera que le resulte poco atractiva; 4) una
actitud de apertura, curiosa, respetuosa con voluntad de escucha; 5) una admisión entusiasta
de la diferencia ya sea por una aprobación estética o por una aprobación funcional como lo es
la defensa liberal del multiculturalismo, que considera que la diferencia es una condición
necesaria para el pleno desarrollo humano. Según Walzer, esta última actitud no es
tolerancia, ya que no puede decirse que se tolera lo que se aprueba; el multiculturalismo es
una defensa de la otredad, excepto que admitan que defienden la idea de diferencia y toleren
los ejemplos de diferencia concretos. Finalmente, entonces, dirá que son tolerantes aquellas
personas que admiten un espacio para quienes tienen ciertas creencias que ellos no adoptan
o realizan prácticas que ellos no quieren imitar; con todo lo amplia que sea su aprobación de
la presencia de otros en el mundo, coexisten con otros que siguen siendo algo diferente a lo
que ellos conocen, algo extraño y ajeno, independientemente de en qué parte del abanico
estén situados, desde la resignación, la indiferencia, la aceptación estoica y la curiosidad
hasta el entusiasmo.
De todas formas, la tolerancia así entendida mantiene, como lo admite el autor, las diferencias
de poder y de clase presentes en las sociedades7. En el lenguaje cotidiano la palabra
tolerancia implica una desigualdad: los individuos o grupos tolerados se encuentran en una
posición de inferioridad respecto de quienes los toleran, tolerar a alguien es un acto de poder,
ser tolerado es una situación de debilidad. Según el autor, debería lucharse por un modelo
basado en el respeto mutuo, sin embargo, no sólo conseguir esto es poco probable, sino que
muchas veces “la tolerancia funciona mejor cuando las relaciones de superioridad e
inferioridad política están claramente delimitadas y se reconocen comúnmente”8. Además,
7
Walzer, Tratado sobre la tolerancia, Op. Cit. Capitulo 4
8
Idem, Pág. 65.
respecto de las diferencias de clase, la tolerancia es más difícil cuando las diferencias
culturales, étnicas o de raza coinciden con las diferencias de clase, cuando los miembros de
un grupo minoritario están dominados también económicamente. Según Walzer, la tolerancia
es compatible con la desigualdad siempre que estas desigualdades se repitan en forma
similar en cada uno de los grupos, pero no cuando estos grupos son a la vez clases. Un
grupo étnico o religioso que constituye la clase inferior será seguramente un foco de
intolerancia extrema; no es que sufra necesariamente una masacre o la expulsión sino que
sufre la discriminación, el rechazo y la degradación cotidianas. Sin duda los otros se resignan
a su presencia, pero ésta no es la resignación que cuente como práctica tolerante, porque va
unida al deseo de que sean invisibles. La discriminación positiva pretende romper este
vínculo entre clase y grupo.
De todas formas, Walzer explica que no puede pedírsele a un individuo el mismo interés,
fidelidad o reconocimiento que al círculo primario de referencia para con el círculo más
externo. Retoma aquí la idea que ya hemos visto en Castoriadis respecto de la mónada y los
círculos de sociabilidad que se van extendiendo perdiendo gradualmente la identificación y el
compromiso a medida que le son más externos. La fidelidad y las relaciones comienzan por
el centro y luego hay que describir las mediaciones a través de las cuales se alcanzan los
círculos más externos, atravesándolos y reconociendo su valor.9 Requiere no sólo introducir el
círculo más externo sino también abrir los más internos hacia el externo, se comienza a
comprender qué significa tener conciudadanos y vecinos y extender hacia ellos el sentido de
comunidad y vecindad moral a los nuevos grupos de personas y finalmente a todos los seres
humanos; claro que, esta extensión, aunque muy valiosa va reduciendo los deberes hacia con
ellos.
Por otra parte en las sociedades liberales pluriculturales, no puede exigírsele a un Estado
neutral que proteja a las culturas que se encuentran en inferioridad de condiciones como
producto de las migraciones10 ya que cuando las personas eligen migrar hacia esas
sociedades estaban dispuestos y preparados a correr los riesgos culturales y dejar atrás las
certidumbres de su viejo modo de vida; habría que mutilar el sistema de libertades
individuales (“nuestro sistema”) que es tan significativo para su nuevo modo de vida si hubiera
que tratar a las minorías como especies en peligro de extinción y que necesitan protección
oficial.
9
Walzer, Hay también un cosmopolitismo peligroso, Op. Cit., Pág. 62
10
En Comentario al texto de Taylor, Op. Cit. 144
En resumen, la propuesta de tolerancia tal y como la define Walzer en “Tratado sobre la
tolerancia”11, comparte varios de los supuestos y actitudes de la la ideología conservadora que
fundamenta al racismo:
La concepción del sujeto monádica y sus círculos de significación identitaria que limita la
responsabilidad que se tiene hacia los sujetos más lejanos.
La clara distinción entre pertenecientes y excluidos, que implica que los migrantes, por
ejemplo, resignen las formas culturales que dejaron atrás al elegir vivir en un nuevo modelo, si
es que quieren mantener las ventajas de éste.
En base al respeto por la dignidad humana y los derechos individuales, la tolerancia logra un
“alto el fuego” al conflicto, y esto puede ser bueno como un primer paso, pero no logra
terminar con él. El concepto de tolerancia de este autor naturaliza el mismo estado de cosas
que el racismo, por lo cual, sin bien ofrece una solución distinta al conflicto entre individuos y
grupos culturalmente diferentes mantiene algunos de sus fundamentos. Logra llamar la
atención sobre los actos de violencia física y las restricciones a las libertades individuales pero
no dice nada respecto del racismo cotidiano de nuestras instituciones y entre individuos. Estas
quedan naturalizadas bajo la propensión humana a rechazar al diferente y la diferente
responsabilidad que debe sentirse hacia personas con mayor o menor grado de similitud
identitaria.
La tolerancia tal y como la hemos descripto, es una herramienta para limitar ciertos actos de
violencia racista, pero en tanto naturaliza la propensión humana hacia ellos no logra
11
Si bien es cierto que Walzer aclara que sus propuestas son pensadas para el marco de su cultura
(liberalismo norteamericano), especialmente sus críticas al modelo de la “política del reconocimiento” de
Taylor (aunque este es Canadiense), hablamos de propuesta en sentido más universal respecto de qué
considera tolerancia como concepto, por un lado, y en función del modelo global y los problemas entre
grupos culturales, por otro dado que él presenta un análisis de otras situaciones y países desde esta misma
perspectiva.
terminarlos por completo. Persisten en las prácticas cotidianas, persisten en forma latente en
los grupos que esperan el contexto adecuado para resurgir como racismo propiamente dicho.
El discurso manifiesta y oculta a la vez las intenciones e intereses del grupo que lo enuncia.
Tanto el racismo como la tolerancia liberal comparten el conservadurismo político y social.
Incluso la pretensión multicultural de “integrar” a los diferentes grupos y valorarlos por sí
mismos (máximo nivel de tolerancia según el Walzer), pretende incluirlos en un modelo
preexistente perteneciente al grupo dominante. La neutralidad del estado y su “ceguera frente
a las diferencias” es exigida por los grupos conservadores-racistas frente a la protección que
parece darle a los grupos minoritarios que denuncian ser víctimas de racismo; y es exigida
por la tolerancia conservadora de Walzer como la no-protección de culturas minoritarias bajo
formas de discriminación positiva que daña la igualdad de derechos individuales propia del
liberalismo. Las políticas del multiculturalismo son rechazadas por el conservadurismo racista
por ser inconsistentes con la cultura occidental dominante, por el conservadurismo tolerante
por ser incompatibles con un estado neutral liberal.
12
Fornet-Betancourt, Op.Cit. Pág. 407.
los derechos humanos: tolerancia, convivencia y participación activa de las diferentes
comunidades en sociedades justas y democráticas que garanticen la igualdad, dignidad y
derechos de individuos y grupos.
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