Tema 8.3 Diversas Formas de Saber Moral

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UNIVERSIDAD TECNOLÓGICA CENTROAMERICANA

FACULTAD DE CIENCIAS ADMINISTRATIVAS HUMANIDADES

CURSO: Filosofía General Documentos complementarios


Tema 8.3: De la moral a la ética

Objetivo: Explorar la importancia de la moral y la ética para los valores morales de manera
que enfrentemos como profesionales del siglo XXI, la evidente desvalorización social actual
en Honduras

1. DEFINICIÓN DE ÉTICA Y MORAL: EL PROBLEMA DE LA AUTONOMÍA


PERSONAL.

1.1. Definición de moral.


Moral proviene etimológicamente de la palabra latina “mos, moris”, que significa costumbre.
El conjunto de normas, usos y leyes que el hombre percibe como obligatorias en conciencia.
Es decir, la moral es el conjunto de normas o reglas de acción que rigen nuestra conducta y
que provienen de la sociedad. Las morales, puesto que forman parte de la vida humana
concreta, teniendo su fundamento en las costumbres, son muchas y variadas (la cristiana, la
musulmana, la moral de los indios hopi, etc.) y se aceptan tal como son. La moral es, por
tanto, un hecho social. Toda sociedad posee un código de costumbres-normas que rige la
conducta de los individuos. Pero estas costumbres o normas no requieren sanción o castigo
alguno en su incumplimiento. La moral tiene, por otra parte, una dimensión personal, por
cuanto los individuos no aceptan todas las normas sociales: Existen muchas normas y valores
en una sociedad, y los individuos se ven obligados a elegir. En una sociedad moderna no
existe univocidad en los valores y normas morales, hay que elegir, por lo tanto se debe
reflexionar y tomar una decisión dependiendo de cada situación vital

1.2. Definición de ética


Ética proviene etimológicamente de la palabra griega “ethos”, que significa carácter, y hace
referencia a lo propio, incluido todo lo relacionado con el ámbito de la administración de la
casa. Siguiendo su significado etimológico, podríamos decir que la ética nos ayuda a
administrar los recursos de nuestro temperamento y de nuestra fortuna para llegar a ser
felices. En la actualidad, la ética es la rama de la filosofía cuyo objeto de estudio es la moral.
La ética se define como una reflexión crítica acerca de la moral, mientras que la moral es un
“hecho”, es decir, es algo que está dado (normas, valores) en la sociedad. En definitiva, la
ética es a la moral lo que la teoría es a la práctica: La moral es un tipo de conducta, una praxis
La ética es una reflexión filosófica, una teoría.

1.3. El problema de la autonomía moral.


Tal y como hemos definido los términos ética y moral, cabría pensar que la moral es resultado
del proceso de interiorización de las normas de nuestra cultura1. Por tanto, la moral no tendría
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que ver con la libertad personal, es decir, la moral nos vendría dada de forma acrítica e
irreflexiva.

1 El aprendizaje inconsciente de los contenidos culturales de la sociedad en que uno vive.


Por otra parte, la ética sólo tendría sentido si el hombre fuera libre, autónomo y pudiera
reflexionar sobre las normas y valores, fundamentándolas o criticándolas, distanciándose de
las imposiciones sociales.
Por tanto, el problema de la ética es el problema de la autonomía o libertad personal, porque
si todo está determinado por el proceso de aprendizaje social (moral) la ética no tendría
sentido.

2. Las normas y valores morales.


2.1. Definición de norma moral.
Las normas morales son reglas que controlan la conducta de los individuos de una
determinada cultura. Las normas morales, a diferencia de las normas o leyes del derecho, no
son explícitas y coercitivas, sino que se captan en las valoraciones y jerarquías del contexto
social. Es decir, los valores anteceden a las normas y son su fundamento.

2.3. Definición de valor moral.


Los valores morales son cosas, objetos, acciones o relaciones entre personas que captamos
intuitiva y emocionalmente como deseables. Los valores morales se caracterizan por su
pretensión de universalidad y objetividad. Por ejemplo: la justicia, la veracidad, el dinero

3. LOS CONCEPTOS DE AUTONOMÍA Y HETERONOMÍA MORAL.

3.1. Autonomía moral.


Autonomía tiene su raíz etimológica en las palabras griegas “auto”, que significa “uno
mismo”, y “nomos”, que significa ley, norma. Por tanto, desde un punto de vista etimológico,
autonomía significa darse las normas a uno mismo. Por otra parte, el significado moderno
de autonomía es el siguiente: autonomía moral quiere decir que el sujeto libre y racional es
capaz de darse las normas morales a sí mismo, eligiéndolas racionalmente sin coacciones ni
influencias sociales.
La autonomía moral es un concepto de la ética formal kantiana (siglo XVIII). Según Kant,
las éticas formales son las únicas autónomas. Por otra parte, las éticas materiales son todas
heterónomas.

3.2. Heteronomía moral.


Heteronomía tiene su raíz etimológica en las palabras griegas “hetero”, que significa “el
otro”, y “nomos”, que significa ley, norma. Por tanto, desde un punto de vista etimológico,
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heteronomía significa que las normas nos las dan los otros. Por otra parte, el significado
moderno de heteronomía es el siguiente: heteronomía moral quiere decir que no somos libres
a la hora de elegir las normas, sino que nos vienen dadas por el proceso de socialización, es
decir, las normas las interiorizamos y aprendemos desde la sociedad, primero desde la familia
y luego desde las instituciones.

4. LIBERTAD Y DETERMINISMO

Hemos dicho que la autonomía moral se basa en la creencia en la libertad del sujeto. Sin
embargo, hay teorías que niegan dicha libertad. A estas teorías se les denominan
deterministas.
Algunos tipos de determinismos son los siguientes:
a. Determinismo socio-cultural: la ética y la moral serían resultado del proceso de
enculturación e interiorización inconsciente y acrítica de valores y normas. P.e: en el
sociologismo de J. Dewey, la ética y la moral se reducen a sociología.
b. Determinismo biológico: el ser humano es fruto de su herencia genética, y la libertad es
sólo una ficción. P.e: la sociobiología de Wilson.
c. Determinismo mecanicista: el universo es una máquina donde todo se encuentra
predeterminado. El ser humano forma parte del mecanismo, por tanto la libertad sólo sería
una ficción. P.e: Spinosa.
d. Determinismo psicológico. Hay dos tendencias:
- La Psicoanalítica (S. Freud): la moral es sólo la represión social interiorizada (súper-yo)
que controla las pulsiones y canaliza la libido (ello) para fines mas elevados (trabajo, arte)
del “yo”.
- La conductista: el ser humano es sólo el lugar vacío entre los estímulos externos y las
respuestas. P.e: Skinner. Según Skinner, no somos libres. Los hombres no tienen capacidad
de deliberación, actuamos de forma inmediata. La educación recibida ha potenciado que ante
determinados estímulos, reaccionemos siempre de la misma.

5. EL RELATIVISMO MORAL.

5.1. Gestación histórica del relativismo moral.


En contraposición al determinismo moral, y desde una perspectiva estrictamente ética, cabe
hablar de un relativismo moral. En la gestación del relativismo moral hay que destacar dos
momentos en la historia:
a. Los Sofistas, siglo V a.C.
Los Sofistas fueron los primeros filósofos en plantear el problema Naturaleza-Convención.
Los filósofos anteriores, y más tarde Sócrates, Platón y Aristóteles, entendían que el hombre
era sociable por naturaleza. En cambio, los Sofistas plantean que la sociedad es fruto de una
convención o pacto entre los hombres. Por tanto, las normas sociales y morales son
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arbitrarias, es decir, podrían cambiar si los acuerdos entre los hombres cambiaran. No hay
normas eternas y universales, es decir, válidas para todos los hombres.

b. El momento Ilustrado, siglo XVIII.


En la época ilustrada, siglo XVIII, el relativismo tiene que ver con el culto a la razón. Las
normas consolidadas por la tradición y la historia son enjuiciadas a la luz de la diosa Razón.
Este juicio llevó a tres perspectivas distintas:
- El relativismo de los moralistas escoceses (Hume).
Para estos filósofos, las normas morales y los valores se fundamentan en reacciones
emocionales de aprobación y rechazo. Es decir, los juicios morales se basan en emociones y
no en la razón. Por tanto, las normas morales no tienen la validez universal de los juicios de
la razón.
- La negación del relativismo desde la teoría kantiana:
Para Kant, las normas morales son universales, ya que se fundamentan en la razón, que es
universal. Kant habla de imperativos categóricos, esto quiere decir que las normas morales
deben ser desinteresadas, es decir que sólo se fundamentan en las reglas de la razón y no en
intereses particulares. La formulación principal del imperativo categórico es la siguiente:
“Obra sólo según una máxima tal que puedas querer al mismo tiempo que se torne ley
universal”. En otras palabras, hacer lo que cualquier otro hombre decidiría en nuestro lugar.
- La conciliación de estas dos perspectivas en el tránsito de la Ilustración al Romanticismo.
Hegel.
Kant ya había hablado del progreso moral de la humanidad, pero esta historicidad de los
valores no fue tenida en cuenta hasta Hegel. Hegel habla de la razón, como Kant, pero en su
dimensión histórica. Otra diferencia con Kant es que Hegel admite la dimensión
“sociológica” de la moralidad como hecho social, y no sólo racional: la moral son las
costumbres del pueblo.

VI. DIVERSAS FORMAS DE SABER MORAL


Hay Cuatro modos, al menos, de esos modos de entender lo moral son esenciales en la historia
de la ética de Occidente7, por eso los comentaremos de forma muy breve y en la segunda
parte de este trabajo extraeremos consecuencias de ellos para la educación moral.

1) Búsqueda prudencial de la felicidad.


Según una tradición que arranca de Aristóteles, concretamente de la Ética a
Nicómaco, obra moralmente quien elige los medios más adecuados para alcanzar la felicidad,
entendida como autorrealización.
En definitiva -piensa esta tradición- las personas tendemos necesariamente a la felicidad, de
forma que la felicidad es el fin natural de nuestra vida. Pero no sólo el fin natural, sino
también el fin moral, porque alcanzarlo o no depende de que sepamos elegir los medios más
adecuados para llegar a ella y de que actuemos según lo elegido.
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Obrar moralmente es entonces lo mismo que obrar racionalmente, siempre que entendamos
aquí por "razón" la razón prudencial, que nos aconseja elegir los medios oportunos para ser
feliz. ¿Y quién es prudente?
Aquél que, al elegir, no tiene en cuenta sólo un momento concreto de su vida, sino lo que le
conviene en el conjunto de su existencia. Por eso sopesa los bienes que puede conseguir y
establece entre ellos una jerarquía para obtener en su vida el mayor bien posible. Quien elige
pensando sólo en el presente y no en el futuro es imprudente y, lo que es idéntico, inmoral.
Una propuesta semejante aconseja, sin duda, cuidar el presente -aceptar la invitación al
"carpe diem"-, pero sobre todo tener conciencia de que la elección de cada día tiene
repercusiones para el futuro, percatarse de que el pan de hoy puede ser hambre para mañana.
El prudente no es entonces "presentista", sino que sopesa y pondera los bienes que elige en
el momento concreto, de modo que en la "cuenta de resultados" de la vida toda surja el mayor
bien posible.
A la tradición que entiende así la vida moral se le conoce como "eudemonismo" (de
"eudaimonía", que significa "vida buena”, “felicidad" en el sentido de autorrealización
plena), y permanece hasta nuestros días, con especial vigencia en la Edad Media, en filosofías
como las de Averroes (s. XII) o Sto. Tomás de Aquino (s. XIII). Hoy surge con fuerza en el
llamado "movimiento comunitario" (Alasdair MacIntyre, Michael Walzer, Benjamin
Barber), en la hermenéutica (Hans-Georg Gadamer), y en la vertiente de la ética zubiriana
que se refiere a la "moral como contenido".

2) Cálculo inteligente del placer.


También en el mundo griego nace otro modo de entender el saber moral y el modo de
funcionar en él de la racionalidad, que es el propio del hedonismo ( de "hedoné", que
significa "placer").
Según los hedonistas, puesto que, como muestra la más elemental de las psicologías, todos
los seres vivos buscan el placer y huyen del dolor, tenemos que reconocer que el móvil del
comportamiento animal y del humano es el placer. Pero, a la vez, que el placer es también el
fin al que se dirigen todas nuestras acciones y el fin por el que realizamos todas nuestras
elecciones. De donde se sigue -concluyen- que el placer es el fin natural y moral de los
seres humanos. ¿Quién obra moralmente entonces?
El que sabe calcular de forma inteligente, a la hora de tomar decisiones, qué opciones
proporcionarán consecuencias más placenteras y menos dolorosas, y elige en su vida las que
producen mayor placer y menor dolor.
Desde esta perspectiva, la moral es el tipo de saber que nos ayuda a calcular de forma
inteligente las consecuencias de nuestras acciones para lograr el máximo de placer y el
mínimo de dolor. Pero el máximo y el mínimo ¿para quién?
En la tradición hedonista se produce un cambio trascendental desde el mundo griego al
moderno al intentar contestar a esta pregunta, porque el primero entiende que cada individuo
tiene que procurar maximizar su placer y minimizar su dolor, mientras que el hedonismo
moderno (utilitarismo) propone como meta moral lograr la mayor felicidad (el mayor
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placer) del mayor número posible de seres vivos. Es esencial, pues, aprender a calcular las
consecuencias de nuestras decisiones, teniendo por meta la mayor felicidad del mayor
número, y actuar de acuerdo con los cálculos.
El hedonismo nace en el siglo IV a. J.C. de la mano de Epicuro de Samos y sigue también
vigente en nuestros días. Los representantes clásicos del hedonismo social o utilitarismo son,
fundamentalmente, Jeremy Bentham, John Stuart Mill (con su libro El
Utilitarismo) y Henry Sigdwick. En la actualidad el utilitarismo sigue siendo potente en la
obra de autores como Urmson, Smart, Brandt, Lyons, en las teorías económicas de la
democracia y ha tenido una gran influencia en el nacimiento del "Estado del bienestar".

3) Respeto a lo que es en sí valioso.


A fines del siglo XVIII Immanuel Kant cambia el tercio en lo que se refiere al modo de
entender el saber moral. Es evidente -afirma- que, por naturaleza, todos los seres vivos
tienden al placer y que todos los seres humanos queremos ser felices. Pero precisamente los
fines que queremos por naturaleza no pueden ser morales, porque no podemos elegirlos.
La naturaleza es el reino de la necesidad, no el de la libertad, por mucho que podamos elegir
entre los medios. Por eso serán fines morales los que podemos proponermos libremente, y
no los que ya nos vienen impuestos por naturaleza. ¿Cuáles son esos fines?
Para responder a esta pregunta Kant cree tener una buena ayuda: las personas tenemos
conciencia de que hay determinados mandatos que debemos seguir, nos haga o no felices
obedecerlos. Cuando digo que "no se debe matar" o que "no hay que ser hipócrita", no estoy
pensando en si seguir esos mandatos hace feliz o no, sino en que es inhumano actuar de otro
modo. El asesino, el hipócrita no están actuando como auténticas personas.
¿De dónde surgen estos mandatos, si no es de nuestro deseo de felicidad?
La respuesta que da Kant abre un nuevo mundo para la moralidad: esos mandatos surgen de
nuestra propia razón que nos da leyes para comportarnos como auténticas personas. Y un ser
capaz de darse leyes a sí mismo desde su propia razón es, como su nombre indica, un ser
autónomo.
Por eso las normas morales mandan sin condiciones y no prometen la felicidad a cambio;
sólo prometen realizar la propia humanidad. De ahí que se expresen como mandatos
(imperativos) categóricos, incondicionados. Ser persona es por sí mismo valioso, y la meta
de la moral consiste en querer serlo por encima de cualquier otra meta: en querer tener la
buena voluntad de cumplir nuestras propias leyes. La razón que proporciona esas leyes
morales no es la razón prudencial ni la razón calculadora, sino la razón práctica, que orienta
la acción de forma incondicionada.
Kant defendió esta posición por primera vez en su obra Fundamentación de la
Metafísica de las Costumbres y, aparte del gran número de kantianos que ha habido y sigue
habiendo, actualmente no existe ni una sola ética que se atreva a prescindir de la afirmación
kantiana de que las personas son absolutamente valiosas, fines en sí, dotadas de dignidad y
no intercambiables por un precio.

4) Saber dialogar en serio.


A partir de los años 70 Karl-Otto Apel y Jürgen Habermas, profesores de la
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Universidad de Frankfurt, proponen continuar la tradición de la ética kantiana, pero
superando sus insuficiencias. Los creadores de lo que se llama "ética del discurso" están de
acuerdo con Kant en que el mundo moral es el de la autonomía humana, es decir, el de
aquellas leyes que los hombres nos damos a nosotros mismos. Precisamente porque nos las
damos, podemos promulgarlas o rechazarlas, aceptarlas o abolirlas.
Sin embargo, discrepan de Kant -entre otras cosas- a la hora de determinar qué significa
"nos damos nuestras propias leyes". Porque así como Kant entiende que cada uno de
nosotros ha de decidir qué leyes cree que son propias de las personas, consideran los
autores que comentamos que deben decidirlo los afectados por ellas, después de haber
celebrado un diálogo en condiciones de racionalidad.
La razón moral -concluyen- no es una razón práctica monológica, sino una razón práctica
dialógica: una racionalidad comunicativa. Las personas no debemos llegar a la conclusión de
que una norma es ley moral o es correcta individualmente, sino a través de un diálogo. Pero
no a través de cualquier diálogo, sino a través de un diálogo que se celebre entre todos los
afectados por las normas y que llegue a la convicción por parte de todos de que las normas
son correctas, porque satisfacen los intereses de todos.
Evidentemente, no es así como se decide normalmente si una norma es o no correcta, pero
así es como debería decidirse.
Saber comportarse moralmente significa, desde esta perspectiva, dialogar en serio a la hora
de decidir normas, teniendo en cuenta que cualquier afectado por ellas es un interlocutor
válido y como tal hay que tratarle.
Éstos son, pues, cuatro modos de entender cómo comportarse en la vida de una forma moral.
Ciertamente, la historia de la ética nos ha pertrechado de otros modelos, pero como estos
cuatro constituyen la clave para comprender los restantes, vamos a darnos por satisfechos
con ellos, al menos en una primera aproximación.

Bibliografía
A. Cortina, Ética mínima, Tecnos, Madrid, 1986, parte 1; Ética sin moral, Tecnos,
Madrid, 1990, cap. 1; Ética aplicada y democracia radical, Tecnos, Madrid, 1993.

Aristóteles, Ética a Nicómaco, libro VI, caps. 2, 3 y 4.


José Ortega y Gasset, "Por qué he escrito El hombre a la defensiva", Obras
Completas, Madrid, Revista de Occidente, IV, p. 72.

Xavier Zubiri, Inteligencia sentiente, Madrid, Alianza, 1980. Por esta línea caminan
también los trabajos de José Antonio Marina, Teoría de la inteligencia creadora,
Barcelona, Anagrama, 1993; Ética para náufragos, Barcelona, Anagrama, 1995.

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