Centro Histórico de Bogotá-2011

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GESTIÓN

VIII ENCUENTRO
VIII ENCUENTRO DE GESTIÓN DE CENTROS HISTÓRICOS
DE CENTROS
HISTÓRICOS
antigua . guatemala
7.10 de noviembre
2 0 1 1

La Arquitectura Contemporánea
en el Centro Histórico
El Centro
Histórico
de Bogotá y
su proceso de
recuperación

77
....“Reencuéntrate” pretende dar a la Candelaria el equilibrio
entre pasado, presente y futuro, entre visión local y mundial entre
funcionalidad y estética, con el fin de rehabilitarla, conservarla y
dinamizarla integralmente.....”

EL PASO DE SANTAFÉ A BOGOTÁ EN LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO XX


El rápido crecimiento poblacional que afrontaron las principales ciudades co-
lombianas a lo largo del siglo XX, transformó de manera permanente su aspecto
urbano y arquitectónico. En el caso de Bogotá, quizá uno de los más dramáticos
en el país, la ciudad inició el siglo XX con 100.000 habitantes y lo terminó con
una población 65 veces superior que ascendía a los 6´500.000 de personas. Esta
vertiginosa escalada poblacional modificó la apariencia de una ciudad, que en
los albores del siglo XX aún recordaba su pasado hispánico, con estrechas calles
y edificaciones con techo de teja que conformaban un perfil urbano que con difi-
cultad superaba los dos pisos.

Este paso de la bucólica Santafé a la bulliciosa y multitudinaria Bogotá no estuvo


exento de traumatismos y es fácil encontrar múltiples testimonios de lo que esta
transformación representó para sus habitantes. En 1935 Alfredo Ortiz Vargas es-
cribía al respecto “Y en Santa Fe ha quedado, pese a modos y modismos, pese a
Alberto Escovar Wilson-White las ineludibles mutaciones de los tiempos, la Bogotá cosmopolita. Ciudad grave,
Arquitecto de la Universidad de los Andes. ciudad triste, en eterna postura pensativa parece, entre la pertinaz neblina de
sus cerros, como buscando una salida hacia el pasado. Los días nuevos, las mo-
Director General de la Fundación Escuela-Taller das presentes, la inquietud tremenda que sacude las vidas de los hombres de
de Bogotá. hoy, apenas dejaron una huella en la huella de su bregoso trajinar. De ayer más
Presentador de los programas culturales de te- que de hoy, Bogotá quisiera salir de sí propia para incorporarse de una vez y para
levisión Historia Central y Cultura Capital siempre al ritmo acelerado de bulliciosos éxitos” 1 .

Muchos como Ortiz Vargas consideraban que era indispensable conservar parte
del legado histórico de la ciudad para no perder el rumbo: “Conservemos para
progresar, progresemos para conservar”, escribía Enrique Isaza Andrade en 1932
para luego continuar diciendo que “sobre los moldes antiguos, que no siempre
deben desecharse, construyamos diariamente la actualidad moderna. Toda ciu-
dad del mundo civilizado reclama una heráldica, una historia. Bajo los símbolos
aristocráticos de nuestra capital debe escribirse cariñosamente, con empeño filial
su historia, la que nos diga quienes se abrigaron dentro de sus muros, lucharon
para engrandecerla y por formar un marco digno de sus preclaras virtudes”2.

1
Órtiz Vargas, Alfredo. “Santa Fe y Bogotá” en Registro Municipal, Bogotá, Imprenta Municipal, 1935, tomo V,
p..434.
2
Isaza Andrade, Enrique. “Del viejo Bogotá” en Registro Municipal, Bogotá, Imprenta Municipal, 1932, tomo I,
p..379.

78
Para entender los llamados de atención hacia el pasado de Órtiz Vargas e Isaza
Andrade hay que tener en cuenta que en 1913, de acuerdo al plano de la ciudad de
entonces, el área urbana de ésta se extendía hacia el sur desde el barrio Las Cruces
hasta la calle 2 sur en San Cristóbal y sobre los cerros orientales ya existían “barrios
indeseables” 3. Chapinero se desarrollaba con mayor rapidez en sentido norte y
se extendía entre las actuales calles 64 y 67 entre las carreras 7ª y 13, en donde ya
aparecían los barrios Quesada, Marly y Sucre. Sin embargo, el área comprendida
entre estos barrios y San Diego aún se dedicaba a la agricultura. Dos años antes, el
ingeniero Alberto Borda Tanco (1864-1947), consideraba que Bogotá poseía “600
manzanas, con 16 casas cada una, las cuales contienen unos 100.000 habitantes”
4
. La comunicación entre Chapinero y el centro de la ciudad se realizaba desde
1884 a través del tranvía, ésta línea había sida electrificada en 1910, sin embargo
las demás seguían aún a merced de las caprichosas mulas.

Después de 1913 y en especial a partir de 1925 el crecimiento poblacional y ur-


bano fue exponencial. De acuerdo con Julio C. Vergara y Vergara empezaron a
construirse entre 800 y 1000 casas anualmente, sin contar las que se erigían sin
licencia en los suburbios y ya para entonces la ciudad contaba con 400.000 habi-
tantes que se acomodaban de acuerdo con él en 2.100 manzanas 5.

En la medida que la ciudad se fue expandiendo la preservación del patrimonio


construido con el que ya se contaba no presentó ningún problema, sin embargo,
en la medida que aumentó el flujo vehicular fue necesario adaptar las angostas
calles del centro a esta circunstancia o planear el trazado de nuevas vías pre-
viendo el crecimiento futuro. En la década de los años 30 las vías principales en
sentido norte-sur eran las carreras 7ª y 13 y esto llevó al urbanista austriaco Karl
Brunner von Lehenstein (1887-1960), al poco tiempo de haber llegado a Bogotá
en 1933, a plantear sobre el corredor del ferrocarril del Norte la avenida Caracas.
Esta nueva vía se pensó originalmente como “el único paseo de los bogotanos
dentro de la ciudad, una vía monumental, avenida-jardín”. Acaso, se preguntaba
en 1936 Julio C. Vergara y Vergara: “¿No podemos tener como todas las ciudades
que merezcan tal nombre, una gran avenida digna de mostrarse a los viajeros,
por el estilo, guardadas las proporciones, de la Río Branco en Río de Janeiro, 1º
de Mayo en Buenos Aires o Campos Elíseos en París?” 6.
Vista aérea del Centro Histórico de Bogotá
La necesidad de ampliar las vías existentes llevó a enfrentar los primeros dile- Plaza del Chorro de Quevedo
mas sobre como mantener o destruir el patrimonio arquitectónico de la ciudad.
La carrera 7ª era muy estrecha de la carrera 17 hacia el sur y por esa razón se
decidió emprender su ampliación, sin embargo, a la altura de la calle 12 se in-
terponía el antiguo claustro de Santo Domingo. La ocasión de aprovechó para
destinar el predio del claustro para la edificación del nuevo Palacio de las Comu-

3
Vergara y Vergara, Julio C. “El desarrollo urbano de la Capital y las obras del cuarto centenario” en Registro Munici-
pal, Bogotá, Imprenta Municipal, 1936, tomo VI, p.118.
4
Borda Tanco, Alberto. “Bogotá“ en Anales de Ingeniería, Bogotá, Sociedad Colombiana de Ingenieros, Vol. XIX,
No.221-222, julio y agosto de 1911, p. 31.
5
Op. Cit. Julio C. Vergara y Vergara, p. 119.
6
Ibídem, p.122.

79
nicaciones. El problema lo planteó en 1939 de la siguiente manera el presidente
Eduardo Santos (1938-1942): “al acometer el gobierno la demolición del Edificio
de Santo Domingo, ha querido no sólo cumplir leyes terminantes, sino atender
a la necesidad premiosa de proporcionar locales adecuados para las oficinas pú-
blicas y resolver el más grave problema que confronta el desarrollo de la capital
(…) Hace treinta años era ese el centro vital de Bogotá en lo comercial y en lo
social; pero la ciudad ha crecido, su población se ha triplicado, sus problemas de
tránsito son cada día mayores y las callejuelas estrechas de lo que antes fuera la
mejor parte de la capital hacen hoy imposible todo progreso en ese sector (…)
ningún barrio de Bogotá causa peor impresión que éste a las personas que lo visi-
tan”. Para rematar diciendo que “el dilema esta planteado entre su conservación
y el retroceso y empobrecimiento del centro de la capital, o su demolición y la
resurrección pujante de esas calles (…)” 7.

Hay que reconocer que se presentaron muchas propuestas para restaurar el-
claustro, reconstruirlo e incluso modificarlo, pero las opciones quedaron trun-
cadas cuando el mismo presidente Santos desde su periódico el Tiempo remató
diciendo que el debate estaba planteado no sobre su conservación sino sobre la
mejor manera de reemplazarlo porque “aunque bogotano de nacimiento y vin-
culado a esta ciudad por todos mis recuerdos, me siento obligado, en cuanto a
su esencial desarrollo se refiere, a preocuparme más por su presente y futuro que
por su pasado. Cuando he visto agonizar el centro de Bogotá y presenciado su la-
mentable decadencia, me he convencido de que es indispensable sacrificar algo
del pasado en aras del porvenir y no descuidar el futuro de Bogotá por conservar
una pequeña parte de lo que fuera Santa Fe” 8. El claustro finalmente fue demoli-
do y durante la construcción del nuevo Palacio de las Comunicaciones o “Edificio
Murillo Toro” (1939-1941) diseñado por Hernando González Varona y Bruno Violi,
la iglesia, que se había conservado, evidenció problemas estructurales. Nueva-
mente se abrió el debate sobre si debía o no conservarse el templo.

Palacio de Justicia y Catedral Primada, Plaza de Bolívar El Concejo Municipal mediante el Decreto No.354 promulgado el 29 de julio de
Antiguo Seminario Mayor, adecuado para uso residencial 1946 prohibió su demolición, a pesar de ello, la comunidad de los padres Domini-
cos vendió el predio y mediante escritura pública registrada el 18 de septiembre
de 1946 lo traspasó a la compañía Urbanizaciones Centrales Ltda.9. La iglesia
cerró sus puertas el 15 de octubre de ese año, para ese momento ya no fue con-
siderada como Monumento Nacional 10 y adicionalmente la alcaldía de Bogotá,
en cabeza del alcalde Salgar Martín, revocó el decreto que promovía su conser-
vación y la condenó mediante el Decreto No.422 del 19 de diciembre de 1946. La
demolición se inició el miércoles 8 de enero de 1947 y con ella, se culminaría la
pérdida de este conjunto arquitectónico que presagiaría los atentados contra el
patrimonio arquitectónico promovidos durante y a raíz de los violentos hechos

7
Niño Murcia, Carlos. “Arquitectura y Estado“, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, Instituto Colombiano
de Cultura, 1991,p. 126.
8
Ibídem, p.127.
9
Cuéllar, Marcela. Hugo Delgadillo y Alberto Escovar. “Gastón Lelarge. Itinerario de su obra en Colombia“,
Bogotá, Editorial Planeta, Corporación La Candelaria, 2006, p.p. 56-57.
10
Fray Alberto E. Ariza en El Catolicismo, Bogotá, viernes 2 de agosto de 1946, p. 6.

80
que con motivo del asesinato del líder liberal Jorge Eliécer Gaitán, el 9 de abril de
1948, terminarían por sellar el destino del centro de la vieja Santa Fe y abrirían
paso a los sueños transformadores de la nueva Bogotá.

LA BOGOTÁ MODERNA
En 1947 el célebre urbanista suizo-francés Le Corbusier visitó Bogotá por prime-
ra vez y dos años después formuló un plan piloto para la ciudad que fue com-
plementado por el Plan Regulador elaborado por los arquitectos Wiener y Sert
y que cierran los planes urbanos para la ciudad en la primera mitad del siglo XX.
Este plan que fue aprobado mediante el Decreto 185 de 1951, propuso la trans-
formación total de la ciudad. Se eliminó el sistema vial ortogonal, así como el
sistema de manzanas construidas (característica principal de la ciudad hasta
entonces) para dar paso a un nuevo estatuto del uso del suelo a través del cual
se creó un sistema integral de espacios públicos y edificios aislados en altura.
Desde un punto de vista patrimonial, sólo se conservaban algunas edificaciones
de carácter representativo como el Capitolio, La Catedral Primada, el Colegio
de San Bartolomé, la iglesia de San Ignacio y el palacio de San Carlos, así como
algunas construcciones compactas y continuas con frente sobre la carrera 7ª.
Este plan, si bien concibió un nuevo centro cívico con excelentes condiciones
funcionales en términos de accesibilidad, planteo por otra parte la total destruc-
ción de la ciudad existente, de su patrimonio construido y por consiguiente de
su memoria histórica 11.

El plan Piloto de Le Corbusier y el Regulador de Wiener y Sert que hubieran lo-


grado evaporar por completo el actual centro histórico finalmente no se llevaron
a cabo, sin embargo, otras amenazas que pondrían en peligro su conservación y
subsitencia aparecerían en el camino. El 13 de junio de 1953 el general Gustavo
Rojas Pinilla dio un golpe militar, primero y único en la historia colombiana en el
siglo XX. Dentro de las iniciativas adelantadas por Rojas Pinilla, éste decidió con- Peatonalización de la calle 10, a la altura del Teatro
Colón y del Palacio de San Carlos
tratar a la firma norteamericana Skidmore Owings & Merrill (SOM) para la ela-
boración del nuevo Centro Administrativo Oficial (CAO). El propósito principal
de esta iniciativa, contrariando los planes Le Corbusier, Wiener y Sert, consistía
en crear un nuevo centro administrativo con las diversas entidades públicas ad-
ministrativas gubernamentales, incluido el palacio Presidencial, fuera del centro
histórico. El argumento principal para tomar esta decisión consistía en la necesi-
dad de que para “trabajar bien” era necesario “disponer de espacio, de limpieza
y de luz” 12 . El predio escogido para este nuevo desarrollo urbano al occidente
de la ciudad, hacía parte de la antigua hacienda de El Salitre, propiedad de José
Joaquín Vargas (1868-1936), y que a su muerte, y por carecer éste de herederos,
pasó a la Beneficencia de Cundinamarca que a su vez le vendió una parte a la
Nación. El gobierno de Rojas fue derrocado en 1957 y los críticos de ésta ini-
ciativa urbana le sumaron al proyecto la “S” de Salitre, dando como resultado
la sigla CAOS, que consideraron calificaba correctamente la determinación de
privar al centro histórico del centro administrativo. Finalmente se reubicaron en

11
Revista Preinversión. “Plan Zonal del Centro de Bogotá“, Bogotá, FONADE, mayo de 1988, p. 12
12
Op. Cit. Carlos Niño Murcia, p. 264.

81
el nuevo proyecto el Ministerio de Defensa, Transporte y otras dependencias gu-
bernamentales que aún pueden apreciarse al contemplar este conjunto urbano
adyacente a la avenida El Dorado.

Es de resaltar que una vez cayó el gobierno de Rojas Pinilla, muchos arquitectos
asumieron la vocería para defender la presencia del Centro Cívico de la Nación en
las inmediaciones de la plaza de Bolívar como venía sucediendo desde la funda-
ción misma de la ciudad en el siglo XVI y por varias décadas no volvería a tomar-
se en consideración esta opción. Adicionalmente y a juicio del arquitecto Carlos
Niño Murcia, la decisión de trasladar algunas de las dependencias gubernamen-
tales salvó el centro histórico porque con el CAO “se evitaron más destrucciones y
una concentración excesiva. La ciudad moderna debía ser construida en las partes
nuevas sin demoler lo antiguo como ansiosa y erradamente se quería” 13. Como de
hecho ya vimos que sucedió con el claustro de Santo Domingo para la edificación
del nuevo Palacio de Comunicaciones o había pasado en 1938 con la construcción
del edificio de los Ministerios sobre el predio del antiguo claustro de San Agustín.

Si bien el Centro Administrativo del país siguió funcionando en el centro de la


ciudad, eventos como los ocurridos el 9 de abril de 1948 había disuadido a mu-
chos a abandonarlo y tomar la decisión de vivir en los nuevos proyectos residen-
ciales que se ofrecían al sur y norte del centro. De esta manera el sector central
continuó su deterioro y se pusieron en consideración las primeras propuestas de
“renovación urbana”, que tuvo en cuenta criterios de reedificación, sin valora-
ción o reconociendo alguno de lo preexistente. La primera medida legal entor-
no al tema fue el Acuerdo 85 de 1959, que fue complementado posteriormente
mediante la ley 3ª de 1962. Ambos acuerdos dictaron normas generales para la
intervención del poder público y del sector privado en los planes de renovación.
Estos acuerdos fueron la base para el desarrollo del proyecto de renovación de
lo que sería llamado luego en su conjunto el Centro Internacional, sobre los an-
Proyecto Eje Ambiental realizado por los arquitectos Rogelio Salmona
y Louis Kopec (1998-2001) para peatonalizar la antigua Av. Jiménez y tiguos terrenos de la recoleta de San Diego y que para entonces eran ocupados
permitir el paso del Transmilenio al Centro Histórico por la Escuela Militar y la fábrica de Bavaria 14.

Paradójicamente en el mismo año se promulgó Ley de Patrimonio o Ley 163 de


1959 para la defensa y conservación del patrimonio histórico, artístico y de los
monumentos públicos de la nación, que se convirtió en instrumento indispensa-
ble para la conservación del centro histórico. El espíritu de esta ley se tradujo en
la norma urbana a través de la zonificación de la Oficina de Planeación de Bogotá
de 1959, que aisló el fragmento denominado como zona histórica y clasificó el
valor histórico de sus edificaciones en dos grupos, aquellos de conservación im-
perativa y edificios históricos de primera y segunda importancia. El Decreto 264
de 1963 que reglamentó la Ley 163 de 1959 en su artículo 4º decidió incluir como
Monumento Inmueble el sector antiguo de Bogotá. Con esta decisión, si bien no
se delimitó el área a proteger, el centro de Bogotá obtuvo la categoría máxima
de protección legal existente en ese momento.

13
Ibídem. P. 266.
14
Op. Cit. Revista Preinversión, p.13.

82
Luego el Decreto 1119 de 1968 determinó una nueva zonificación para la ciudad
e identifico como zonas residenciales en deterioro a Las Aguas, Santa Bárbara,
las Cruces y Egipto, y las zonas de carácter mixto desmejoradas y mal utilizadas,
como San Facon y la Estación de la Sabana. Este decreto tuvo vigencia hasta la
aprobación del Decreto 159 de 1974. En este periodo se llevó a cabo el “Plan Mue-
las” 15 que buscaba mejorar la calidad espacial del centro mediante la construcción
de espacios públicos peatonales, plazas y plazoletas. De este plan resultaron inter-
venciones como la plazoleta del Rosario, con la demolición de uno de los edificios
que conformaban el Pasaje Santafé, y que autorizaron la utilización del subsuelo
en estacionamientos, la peatonización y adecuación de las plazas de las Nieves y
de Quevedo y los separadores y plazuelas sobre la Avenida Jiménez.

En 1971, el Acuerdo No. 3 de ese año, declaró el centro histórico como zona piloto
de interés histórico, artístico y ambiental y definió usos, demarcaciones, normas
y licencias para las intervenciones en el sector. Posteriormente, el Acuerdo 7 de
1979 dedicó un capítulo a la normativa de la zona histórica, a la cual se le asignó
un tratamiento diferente y complementario a los tratamientos de conservación
ambiental, arquitectónica y urbanística para el resto de la ciudad. Con este acuer-
do se creó la Junta de Protección del Patrimonio Urbano16, que podía establecer
las áreas e inmuebles de conservación. Los inmuebles considerados como de con-
servación quedaban exonerados de los impuestos de delineación, construcción y
complementarios cuando en ellos se adelantaran obras tendientes a su restaura-
ción o conservación y que fueran autorizados por el Departamento Administrativo
de Planeación Distrital. Este acuerdo estuvo vigente hasta 1990 cuando fue dero-
gado por el Acuerdo 6. Durante su vigencia el acuerdo 7 de 1979 tuvo dos conse-
cuencias importantes para la ciudad y su patrimonio arquitectónico.

La primera fue el desplazamiento de los residentes de zonas residenciales que se Centro Cultural Gabriel García Marquez (2009) Centro Histórico
vieron afectados por el cambio de uso del suelo, porque la norma daba una mayor
prioridad a usos más rentables que la vivienda, situación que aumentó el abando-
no y deterioro de estos sectores que tendieron a transformarse en áreas de ofici-
nas que presentan problemas de congestión y deterioro del espacio público.

La segunda fue el estancamiento de grandes áreas del centro de la ciudad, que


fueron consideradas como de Renovación y Redesarrollo, pero que quedaron
mucho tiempo a la espera del desarrollo de ese “gran“ proyecto que no llegaba,
acentuando el deterioro de los barrios y sectores respectivos, como El Listón,
Santa Inés o La Pepita. A su vez las consideraciones de exigir que los nuevos
proyectos en dichos sectores, tuvieran áreas superiores o iguales a 5.000M2 hi-
cieron que los intereses de los pequeños propietarios se limitaran a la venta de
sus propiedades para ser englobadas en lotes mayores.

15
Ibidem. p. 14.
16
Concejo del Distrito Especial de Bogotá. Acuerdo 7 de 1979. Cap. Art. 62 La Junta de Protección del Patri-
monio Urbano estará conformada así: El Director del Departamento Administrativo de Planeación Distrital o su
Delegado. El Director del Instituto de Desarrollo Urbano o su Delegado. El Presidente de la Academia Colombiana
de Historia o su delegado .El Director de Colcultura o su delegado. El Presidente de la Sociedad Colombiana de
Arquitectos o su delegado. El Director del Instituto de Cultura y Turismo o su delegado.

83
A pesar de esto, se definió y limitó una área central en donde se aplicó una nor-
ma urbanística especial y así, luego de una desbocada carrera en busca del pro-
greso que se materializó en innumerables y anodinas edificaciones que aún se
pueden observar en el sector antiguo de la ciudad, se concluyó que para asegurar
su conservación éste debía tener una reglamentación diferente a la del resto de
la ciudad. Bogotá por último concluyó que para conservar los vestigios de la an-
tigua Santa Fe, había que tratarla diferente al resto de la ciudad. Sin embargo,
aún hacía falta crear una entidad que se encargara de verificar que esta norma
exclusiva para el centro histórico en efecto se cumpliera.

LA CORPORACIÓN LA CANDELARIA, EL INSTITUTO DISTRITAL DE PA-


TRIMONIO CULTURAL Y LA CONSERVACIÓN DEL CENTRO HISTÓRICO
En 1980 y mediante el Acuerdo 10 se creó de la Corporación La Candelaria como so-
porte para la revitalización del centro histórico mediante acciones sobre los usos, las
actividades y la participación ciudadana del conjunto y de esa manera trascendiendo
las restauraciones puntuales. Como objetivos fundamentales, esta nueva entidad
tenia la promoción, coordinación y control urbanístico y de inversión, para llevar a
cabo múltiples programas para la recuperación del espacio público y la restauración
de inmuebles dedicados a usos culturales y vivienda primordialmente. Igualmente
se encargaría de promover los usos culturales del centro histórico, fomentando la
adaptación de antiguas edificaciones como sedes museos, salas de música y teatro
en un área conformada por 2360 predios, de los cuales 71 son considerados como
Monumento Nacional y 1610 como de conservación arquitectónica.

Desde ese momento, el centro histórico de Bogotá, definido geográficamente por


los antiguos cauces de los ríos San Francisco, actual avenida Jiménez, al norte y al
sur, río San Agustín, calle 6ª, así como por la avenida circunvalar al oriente y carrera
10ª al occidente, ha sido objeto de diversos estudios de inventario. El primer de ellos
en 1982 que tuvo el propósito de formular unas normas generales para la interven-
ción de los inmuebles de la zona. Diez años después, se actualizó esta informa-
ción con el diseño de una nueva ficha predial que permitió recopilar la información
necesaria para el control de las intervenciones en el centro histórico. Aproxima-
damente 1200 fichas están organizadas según la división administrativa por ocho
Calle del Camarín del Carmen
Edificio Bicentenario, ampliación del palacio Liévano, sede de barrios con sus respectivas manzanas catastrales. En ellas se registró información
Alcaldía Mayor de Bogotá sobre la identificación catastral, datos históricos, valoración, descripción técnica,
descripción física, estado de conservación, seguimiento de las intervenciones a las
cuales ha sido sometido el inmueble, usos, situación legal, localización en el sector
y en la manzana, reglamentación, levantamiento arquitectónico esquemático, do-
cumentación fotográfica y clasificación tipológica 17.

Una vez concluido el proceso de inventario, con las respectivas fechas de los
inmuebles que conforman el centro histórico, la Corporación La Candelaria ha

17
En 1994 con la expedición del Decreto 678, que amplió la propiedad fue necesario inventariar 83 manzanas más, en
un área aproximada de 80 hectáreas, entre la 7 y la carrera 10, la calle 14 y la avenida Jiménez, y los predios con frente
sobre el costado norte de la avenida Jiménez, el costado oriental de la avenida Circunvalar y el costado sur de calle 7. El
último trabajo de inventario se realizó en el año 2000 y buscó modificar la reglamentación que se aplicaba anteriormente
predio a predio por una conservación integral por manzanas. Sin embargo, a la fecha no se ha implementado.

84
adelantado por espacio de 26 años la silenciosa, y en ocasiones ingrata, labor de
autorizar o no las intervenciones que se realizan en el sector. Vista esta gestión
en perspectiva, es innegable que ha permitido la consolidación y mantenimiento
del Centro Histórico y sorprende que no se haya pensado en crear una curaduría
del patrimonio, liderada por esa entidad que le permita seguir realizar este tra-
bajo, pero cobrar por él. Esto no sucede en la actualidad.

Con la creación de la Corporación La Candelaria en 1980, se llevaron a cabo múl-


tiples programas para la recuperación del espacio público y la restauración de
inmuebles de valor contextual dedicados a usos culturales y vivienda primordial-
mente. A finales de los años ochenta desarrolló una base jurídica que permitió
trabajar en las intervenciones con miras a la recuperación integral del sector.
Posteriormente y ante los indicios de deterioro del lugar se buscó un nivel de
intervención más estratégico, que estuviera relacionado con los usos cultura-
les y que permitiera revitalizar la identidad cultural del lugar. La vivienda como
intervención puntual se enfocó hacia la adecuación de nuevos edificios en mul-
tifamiliares que fortalecieran el uso como estrategia de recuperación del sec-
tor. Igualmente dentro de las estrategias de intervención de la Corporación, se
desarrolló el plan “Reencuéntrate”, proyecto urbano de intervención integral a
corto, mediano y largo plazo, que no sólo buscó la conservación, sino también
la rehabilitación y dinamización del sector. Resulta interesante en este punto re-
saltar la labor en el tema del patrimonio en cuanto proyecto, donde la vivienda,
el espació público, y la cultura se articulan no solo como intervención física, sino
a su vez como estrategia de gestión social, administrativa e institucional.

Uno de los programas más destacados realizados por la Corporación La Can-


delaria fue el plan “Reencuéntrate” (1995-1999) y que permitió la vinculación
de la mayor parte de los actores afectados con las decisiones y acciones que
se adelantaban desde esta entidad. Este proyecto ofreció herramientas para la
coordinación de actividades y proyectos entre inversionistas privados, coope-
ración internacional, entidades públicas y privadas, comunidades residentes y
ciudadanía en general, en busca de un mismo fin. Como se anunció en su mo-
mento: “Reencuéntrate” pretende dar a la Candelaria el equilibrio entre pasado,
presente y futuro, entre visión local y mundial entre funcionalidad y estética,
con el fin de rehabilitarla, conservarla y dinamizarla integralmente. Se busca que
el centro histórico de Santa fe de Bogotá siga siendo un lugar plurifuncional de
la ciudad, donde existan la igualdad de oportunidades para los diferentes usos,
Parque del Tercer Milenio
sin que los más fuertes crezcan sobre la ruina de los débiles” 18. Casetas de información, centro de Bogotá

Durante esta primera etapa de la Corporación La Candelaria sus esfuerzos se


centraron principalmente en el fortalecimiento de las actividades residenciales,
sociales y culturales del centro histórico. En el año 2000 se promulgó el Plan de
Ordenamiento Territorial (POT), que integró todos los planes y proyectos para
la ciudad y los adoptados por el Decreto 619 de 2000, donde a partir del articulo
299 y hasta el 313, determina el manejo del patrimonio de la ciudad. Se destaca

18
Revista Proa, Reencuéntrate un compromiso por La Candelaría, Bogotá, No. 438, enero de 1998, p. 12

85
en el POT la conformación del Comité Distrital de Renovación Urbana 19, y la
creación del Consejo Asesor del Patrimonio Distrital 20 como órgano consultivo
encargado de asesorar al Departamento Administrativo de Planeación Distrital,
en el diseño de las políticas para el manejo de los Bienes de Interés Cultural en
el Ámbito Distrital, y de emitir concepto sobre las propuestas de declaratoria de
Bienes de Interés Cultural. De esta manera se eliminó la Junta de Protección del
Patrimonio que había sido creada en 1979.

De esta manera, con el POT la protección del patrimonio cultural construido de


Bogotá quedó a cargo de tres entidades: por un lado el Departamento Distrital
de Planeación Distrital que dictaba las políticas, el Consejo Asesor del Patrimonio
Distrital que estudiaba las inclusiones o exclusiones de Bienes de Interés Cultural
y la Corporación La Candelaria que hacía cumplir la reglamentación urbanística
para el centro histórico y realizaba las intervenciones urbanas y arquitectónicas
en los sectores e inmuebles considerados de conservación. Es importante resal-
tar que si bien se amplió la cobertura de las acciones que se podían emprender
desde la Corporación La Candelaria, no sucedió lo mismo con su presupuesto,
que siguió siendo uno de los más bajos dentro de las entidades distritales.

Con el fin de fortalecer la actividad encaminada a conservar y proteger el pa-


trimonio cultural de Bogotá, en 2007 se liquidó la Corporación La Candelaria y
se creó el Instituto Distrital de Patrimonio Cultural. Con su creación, se cerraron
veintiséis años de labores de la Corporación La Candelaria y se inició un nuevo
proceso que sin duda colaborará a recuperar la memoria de la vieja y desapare-
cida Santa Fe, al tiempo que sana las heridas causadas por la moderna Bogotá
para poner en vigencia el lema al que apelaba Enrique Isaza Andrade en 1932
:“Conservemos para progresar, progresemos para conservar”. Lema que no se
podrá perder de vista si se quiere mantener vivo y vigente el proceso de trans-
Patio Interior de la nueva sede del Archivo General de la Nación
Homenaje a los desaparecidos, Plaza de Bolívar formación y cambio que se ha llevado a cabo en Bogotá en los últimos años, en
donde se toma lo mejor del gobierno anterior y se cambia lo que se debe mejorar
o se incluye lo que no se tuvo en cuenta.

19
Decreto 619 de 2000 Artículo 299. Intervención de la Administración Pública, parágrafo 1. . Se conformará el Comité
Distrital de Renovación Urbana, con el fin de coordinar las acciones tendientes al cumplimiento de lo establecido en el
Plan de Ordenamiento Territorial, los Planes de Desarrollo y el Acuerdo 33 de 1999, como una instancia interinstitucional
en donde se canalicen todas las acciones de Renovación Urbana de iniciativa pública o privada.
20
Ibidem . Numeral 2 del artículo 301.

86

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