Consumo Del Cactus San Pedro

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Uso del cactus “San Pedro” en la época virreinal

Juan Carlos Chavez Marquina

El Trichocereus pachanoi, denominado popularmente como cactus “San Pedro”, es una


especie de la familia Cactaceae. Se cree que alude al nombre del apóstol de Cristo por
hacer referencia a las propiedades enteogénicas del cactus, siendo muy utilizada en la
medicina tradicional e infaltable en los rituales chamánicos.

Antecedentes arqueológicos

Las comunidades nativas del norte peruano conocían los efectos de ésta cactácea desde
antes del segundo milenio a. C. El uso de sustancias psicodélicas en el proceso de
diagnóstico y curación de las enfermedades, se evidencia en representaciones del cactus
“San Pedro” o “wachuma” (Trichocereus pachanoi), que debió de ser consumido para
facilitar la comunicación y el tratamiento como un eficaz purgante, especialmente de las
enfermedades psicosomáticas. Este cactus ha estado omnipresente en la paleo-
iconografía de las culturas andinas, siendo concebida como “planta sagrada” hasta el día
de hoy. El elevado nivel de sacralidad del Trichocereus pachanoi se advierte en
referencias etnohistóricas y rasgos etnográficos que le confieren un carácter alucinógeno
o enteógeno, asociados a rituales chamánicos.1

Las manifestaciones iconográficas del “San Pedro”, se encuentran en diversos objetos


arqueológicos (cerámica, lítico, tejido o metal) realizados por la mayoría de las culturas
del antiguo Perú, desde el pre-cerámico (Las Haldas, 2000 a. C.; Sechín, 2000 a. C.), el
formativo (Garagay, 1650 a. C.; Paracas, 1000 a. C.; Chavín, 800 a. C.) hasta la cultura
Moche o Nazca en el siglo I. La iconografía mural norcosteña, moche en particular, es
una expresión social de valor excepcional que evidencia el uso milenario de esta planta
en los ordenados discursos iconográficos litúrgicos, registrados en los patios y volúmenes
de los templos. En la arquitectura es evidente el uso del “San Pedro” en espacios
ceremoniales monumentales, paredes de patios revestidas con pinturas y relieves de
intensas policromías, que resaltan la solemnidad de las deidades y narraciones de
dogmas, mitos, escenas o personajes.2

1
Alva, Walter, Luis Hurtado y Ricardo Morales. Shamán, Sabidurías Ancestrales del Perú Milenario.
Cosmovisión e Identidad en la Costa, los Andes y la Amazonía. Madrid, 2015, pp. 37, 143.
2
Ídem, p. 141,143.
Representación del Trichocereus pachanoi en cerámica prehispánica

Ceramio cupisnique representando al Ceramio mochica alusivo a una curandera


cactus “San Pedro”. Museo Larco portando el cactus “San Pedro”. Colección
Herrera, Lima. Privada Rosales Olano, Trujillo.

Los curanderos en la época colonial

Luego de la conquista española y la reducción de indios en el siglo XVI, los rituales


curanderiles ancestrales prosiguieron, aunque bajo el control de la Iglesia católica, quien
permitía el uso de plantas nativas para aliviar enfermedades, pero no la liturgia pagana.
Según fray Antonio de la Calancha (1638), los curanderos eran venerados en los pueblos
de indios y gozaban de grandes privilegios; pero si éste por descuido o ignorancia
mataba al enfermo, aquél era asesinado a pedradas y “lo atavan al difunto con una soga,
i enterrando al muerto, dejavan al médico sobre la sepultura, para que se lo comiesen
aves de rapiña”.3

El cactus “San Pedro” fue el elemento principal en la medicina chamánica del le época
virreinal y republicana. En la época colonial y el siglo XIX este cactus tenía otra
denominación, siendo comúnmente conocida bajo el nombre de “Gigantón” o “Gigantes”
en la región costeña y parte de la sierra,4 tal como lo demuestra la descripción que hace
Ernst W. Middendorf en 1894:

Después de haber subido algunos centenares de pies, en las áridas vertientes de los cerros
aparecen, primero pequeñas cactáceas, y luego cada vez más grandes. En su mayoría son
del Género Cereus. Se encuentran cactáceas en forma de candelabros o cirios (Cereus
peruvianus), que crecen hasta una altura de 30 pies, en forma de columnas, con 6 cantos y
sin ramificaciones, en el país han recibido de nombre de gigantones. En sus cantos

3
Calancha, Antonio de la. Crónica Moralizada. Tomo 4. Lima: Ed. Ignacio Prado Pastor, 1977, Libro III, Cap.
II, p. 1248.
4
Charles Wiener (1880) la denomina “Cirio del Perú”; pero el nombre no es frecuente en la población
nativa. Ver Perú y Bolivia: Relato de viaje. Lima: IFEA/UNMSM, 1993, pp. 83, 158-159.
2
tienen espinas de 8 a 9 pulgadas de largo, duras y puntiagudas como agujas y los antiguos
peruanos las utilizaban como tales. 5
En otros sitios es conocida coma “aguacolla”, principalmente en la selva.

Los rituales curanderiles y en control de la iglesia

Como indica Luis Millones, la costa norteña es notable por el uso del “San Pedro”, cactus
que cortado en rodajas y cocido produce unos jugos que suscitan las visiones que son
interpretadas como encuentros con la divinidad.6 Por otro lado, desde su llegada, la
Iglesia católica condenaba estos rituales, atribuyéndolos al demonio. Una de las tenaces
intervenciones para combatir las religiones nativas fue encabezada por los frailes
agustinos en Huamachuco cerca de 1560, quienes escribieron de qué manera el demonio
hacía “hechiceros” y “sacerdotes”:

La manera primera y más general quel demonyo tiene y tubo en hazer ministros y aleas y
sazerdotes, es que quando vee que ay algún yndio ábil para sus negocios y más curiosos
en las cosas, aguardan que salgan al campo por leña o a sus estancias y chácaras, y
quando llegan a alguna laguna que ay munchas en aquella tierra, entonces el demonyo
procura de engañallos y échales delante unos matezillos o calabazillos, por astucia del
demonyo huyen y éntrase debaxo del agua, y otras vezes nadando encima del agua
jugando, enbévense tanto en ello hasta que están medio tontos, y entonces el demonyo
tómalo y mételo o llévala a la guaca y tiénelo allí cinco días, y a otros diéz; y allá le enseña
las cosas que pertenecen para su oficio ques algunas maneras de curas para los yndios y
después que sale de allí, mándale ayunar cinco días y despues de ayunados queda ábil
para hablar con él todas las vezes quel quiera […] 7

Los nativos habían quedado exentos de la Santa Inquisición puesto que eran
considerados ignorantes y neófitos en la doctrina cristiana y, por ende, no podían ser
juzgados con las mismas leyes que los viejos cristianos. Para los indígenas se había
institucionalizado la Extirpación de Idolatrías en el siglo XVII, cuyos objetivos eran
terminar con las prácticas religiosas ancestrales, atacando a sus deidades y destruyendo
todo signo de culto, así como educar a los caciques para a transmitir la religión cristiana.8
Sin embargo, los misioneros y pobladores daban cuenta de la persistencia de los cultos
prohibidos, a pesar del esfuerzo por erradicarlos. Los expedientes tomados del Archivo
Arzobispal de Trujillo dan cuenta de la persistencia de “idolatrías” en la Región La
Libertad y otros pueblos del norte peruano hasta el siglo XX.

En las sesiones curanderiles, el oficiante utiliza el cactus al cual confunde como “yerba”,
denominándola “gigantón”; pero por las características previamente mencionadas se trata
del cactus “San Pedro”. A través de aquella planta se podía ver el daño o enfermedad
que sufría el paciente. Las sesiones tenían lugar en algún monte alejado del pueblo, por
lo que encontrarse con plantaciones del Trichocereus pachanoi era fácil. Por ejemplo, en
el año de 1768, en Pueblo Nuevo (Chepén), el indio Marcos Marcelo fue procesado por el
fuero eclesiástico por practicar “supersticiones y hechicerías”. El juez eclesiástico de
“maleficios e idolatrías”, Miguel Antonio de Villena, interrogó al acusado para que
declarase “de qué manera manejaba las curaciones que hacía”. Y a ello, el curandero
respondió:

5
Middendorf, E.W. Perú: Observaciones y estudios del país y sus habitantes durante una permanencia de
25 años. Tomo II: La Costa. Lima: UNMSM, 1973, pág. 113.
6
Millones, Luis. “Prólogo”. En Larco 2008: 13.
7
Castro de Trelles, Lucila (ed.). Relación de los agustinos en Huamachuco. Lima: PUCP, 1992, p. 13.
8
Gareis, Iris. Extirpación de idolatrías e inquisición en el Virreinato del Perú. Boletín del Instituto Riva-
Agüero. Lima, N° 16, 1989, pp. 58-62.
3
[…] quando alguna persona enferma que aprehendía estar maleficiada solicitaba al
Declarante [Marcos Marcelo] para que la curaze, lo que hacia el Declarante; era;
primeramente cosinar una yerba, que siempre tiene el declarante; la qual se llama
gigantes; la qual regularmente se halla en las faldas de los Cerros, y que el caldo de esta
yerba bien cosida lo bebía el declarante con lo qual el declarante venia en pleno
conocimiento y patentemente via con los ojos el maleficio de el enfermo […] los quatro
trozos de Yerba llamada gigantes; era para curar maleficios […] 9

El monte o cerro adquiere una connotación de “lugar sagrado” y en ocasiones resultaba


ser una huaca. El ritual se realizaba en la oscuridad de la noche (de 11 p.m. a 6 a.m.
apróx.), en cuyas horas el maestro, sus asistentes y sus pacientes crean un ambiente
propicio para curar diferentes tipos de enfermedades de diversa índole: físicas, mentales
o espirituales. El maestro colocaba la “mesa”, consistente en una manta tendida en el
suelo, sobre la cual colocaba sus instrumentos.10 Según Marcos Marcelo, sus utensilios
fueron:

[…] Que la ollita y cantarito era para consinar dicha Yerba [Gigantón]; que un potito que
estaba en la erramienta era para dar la bebida; que la sonaja de potito, y cascabel, era para
llamar a su biento: Que un sirculo de cacho en el que es tan esculpidos algunos pedasos de
concha de perla; y en el medio esculpido una figura de gato […] para el efecto de libertarse
de echisos: que el tabaco que estaba en la herramienta era para darle al enfermo para
que la yerba hiziese operasion; que todos estos instrumentos de su herramienta le servían
para los fines que lleva expresados […]11

El curandero cocinaba los trozos del “San Pedro” o “gigantón” y vaciado en un “potito”
(vasija hecha de cubierta de la Calabaza) la bebía y después la suministraba a sus
pacientes y luego se le hacía ingerir tabaco por la nariz. En seguida, comenzaba a recitar
los “tarjos” (cantos rituales), mencionando la condición del paciente y, acompañado de
una sonaja, invocaba a los vientos y cerros. El maestro no sólo conversa con el paciente
sino con su espíritu ayudante, con los encantos de una huaca y con otras entidades
precolombinas para encontrar las probables causas del problema o enfermedad de su
cliente. En sus tarjos el maestro le canta a las plantas, en este caso al cactus, y canta la
manera en que el paciente alcanzará la curación.12 Otras plantas usadas son las
denominadas “asiango”, “ynga guaranga”, “chamico” o “misha”, “ishpingo” y “ashango”,
“milquichilca”, entre otras.

La visita al curandero se regía por la idea que la mayoría de las enfermedades eran
originadas por maleficios de brujos. Para sanar al enfermo se necesitaba saber si el daño
era causado por brujería y luego proceder a deshacer el maleficio.13 En algunos casos el
enfermo encargaba a un amigo para que busque a un curandero y le prestaba unas
prendas para que mediante ellas le indicase si lo podía curar. Por ejemplo, en 1771, el
indio mochero Miguel de la Cruz Chumbe Guamán, postrado en cama, envió a Domingo
Atuncar al valle de Jequetepeque en busca de un “curandero y adivino”, para lo cual
debía llevar un calzón y birrete. Atuncar encontró en el pueblo de Guadalupe a un indio

9
AAT, Idolatrías, año 1768, “Autos seguidos contra un indio nombrado Marcos Marcelo, por el delito de su
escandaloso ejercicio de supersticiones y hechicerías”, fol. 4.
10
Gareis, Iris. “Una bucólica andina: curanderos y brujos en la costa norte del Perú (siglo XVIII)”. En Luis
Millones y Moisés Lemlij (ed.). En el Nombre del Señor. Shamanes, demonios y curanderos del norte del
Perú. Lima: BPP/SIDEA, 1994, p. 221.
11
AAT, Idolatrías, año 1768, “Autos contra Marcos Marcelo…”, fol. 5
12
Larco, Laura. Más allá de los encantos. Documentos sobre extirpación de idolatrías en Trujillo (siglos XVIII-
XX). Lima: UNMSM, 2008, p. 26.
13
Garies, Iris. “Una bucólica andina…”, p. 215.
4
de nombre Juan de Atocha, natural de Catacaos (Piura), quien detectó el maleficio del
enfermo:

[…] vio el calson que le dio unos soplido y dijo que el declarante [Miguel Chumbe Guamán]
estaba malefisiado que el daño se lo avian hecho una china y una mujer que lo avían botado
al fuego pero que todavía tenia remedio; que le dio unos palitos para que los vebiese en
vino, y un pedaso de giganton para que le unten el cuerpo, y que así mismo mascando
mais negro le soplara por todo el: con lo que podía ponerse en camino, y lo curaría […]14

Como se observa el cactus “gigantón” no sólo era ingerido por el paciente, sino que
también era untado en el cuerpo para contrarrestar la maldición por algún brujo. Por otro
lado, así como el curandero tenía el conocimiento para curar y neutralizar maleficios,
también podía servirse de ello para lanzar maleficios y dañar. Por lo tanto, la diferencia
entre curanderos y brujos no eran necesariamente la de ser distintas personas, más bien,
radicaba en su objetivo.15

La Iglesia estaba convencida de que el demonio usaba a los “adivinos”, “curanderos” y


“brujos” para manifestar su poder a través de un pacto satánico para hacer posible las
curaciones y maldiciones, y así convencer a los incautos para que le rindieran culto. Por
tal motivo, la Iglesia incentivaba la cacería de herejes, premiando a las personas que
dieran noticia de algún curandero o practicante de rituales ajenos a la doctrina cristiana. A
la gente que anoticiase tal hallazgo se les ofrecía algunas indulgencias o exoneraciones y
a los curas que combatían y sancionaban a los herejes se los ascendía en su jerarquía.
Una vez procesado el individuo acusado, para lograr la condena, éste era obligado a
confesar la intervención del demonio en sus actividades. Por tal motivo, en ocasiones los
testimonios de los chamanes resultan ser contradictorios con el objetivo de disminuir la
gravedad de su delito.

Continuará…

Debido a la imposibilidad de obtener acceso a los documentos del Archivo Arzobispal de


Trujillo, no se ha podido encontrar más casos referentes al uso del cactus “San Pedro”.
Por tal motivo sólo hemos usado las transcripciones hechas por Laura Larco, los cuales
hacen pocas menciones al “Gigantón”, sin mencionar otras denominaciones de dicho
cactus. Sin embargo, a pesar de la persecución y la “extirpación de idolatrías” por parte
de la Iglesia, es innegable la subsistencia del uso del cactus “San Pedro” en los rituales
chamánicos a lo largo de los siglos, según testimonios de los mismos practicantes,
quienes aún conservan algunos elementos y recursos de herencia prehispánica.

14
AAT, Idolatrias, año 1771, “Autos criminales seguidos contra Domingo Atuncar, indio del pueblo de
Moche; don Miguel de Cruz Chumbe Guaman, oriundo del pueblo de este nombre y contra Juan Catacaos,
por el delito de practicar hechicería”, fol. 5.
15
Garies, Iris. “Una bucólica andina…”, p. 215.
5
3. Fuentes utilizadas:

3.1. Archivo:

 Archivo Arzobispal de Trujillo (AAT), Sección Idolatrías.

3.2. Bibliografía:

 Alva, Walter, Luis Hurtado y Ricardo Morales. Shamán, Sabidurías Ancestrales


del Perú Milenario. Cosmovisión e Identidad en la Costa, los Andes y la
Amazonía. Madrid, 2015.
 Block, Edward. Moche: god warriors priests Perú 0-650 AD. Leiden: SMD
Informatief, 1988.
 Calancha, Antonio de la. Crónica Moralizada. Tomo 4. Lima: Ed. Ignacio Prado
Pastor, 1977.
 Castro de Trelles, Lucila (ed.). Relación de los agustinos en Huamachuco.
Lima: PUCP, 1992.
 Donnan, Christopher B. Moche art of Peru. Pre-colombiam symbolic
communication. Los Angeles: University of California, 1978.
 Gálvez Mora, César, Ricardo Morales Gamarra y Juan Castañeda Murga.
“11000 años de consumo de reptiles en la costa norte del Perú: el caso del
Cañán (Dicrodon sp.)”. En Garrido Aranda, Antonio (Comp.). Los sabores de
España y América. Madrid: La Val de Onsera, 1999, pp. 141-164.
 Gareis, Iris. “Una bucólica andina: curanderos y brujos en la costa norte del
Perú (siglo XVIII)”. En Luis Millones y Moisés Lemlij (ed.). En el Nombre del
Señor. Shamanes, demonios y curanderos del norte del Perú. Lima:
BPP/SIDEA, 1994, pp. 211-230.
 Gareis, Iris. Extirpación de idolatrías e inquisición en el Virreinato del Perú.
Boletín del Instituto Riva-Agüero. Lima, N° 16, 1989, pp. 55-74.
 Larco, Laura. Más allá de los encantos. Documentos sobre extirpación de
idolatrías en Trujillo (siglos XVIII-XX). Lima: UNMSM, 2008.
 Lavallé, Daniele. “Las representaciones de animales en la cerámica mochica”.
Revista del Museo de Arqueología de la Universidad Nacional de Trujillo.
Trujillo, N° 3, 1992, pp. 117-126.
 Middendorf, E.W. Perú: Observaciones y estudios del país y sus habitantes
durante una permanencia de 25 años. Tomo II: La Costa. Lima: UNMSM, 1973.
 Pizarro, Pedro. Relación del descubrimiento y conquista de los reinos del Perú.
Lima: PUCP, 1986.
 Romero, Carlos. “Fragmentos de una Historia de Trujillo”. Histórica N° 8, 1925,
pp. 96-105.
 Wiener, Charles. Perú y Bolivia: Relato de viaje. Lima: IFEA/UNMSM, 1993.

6
Es todo cuanto tengo que informar a usted para su conocimiento y fines pertinentes.

Atentamente,
Ministerio de Cultura
Dirección Desconcentrada de Cultura La Libertad
Patrimonio Histórico Inmueble – SDDPCICI

…………………………….……………………..
Lic. Juan Carlos Chávez Marquina
Historiador

PHI/jccm
C.c. Archivo

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