La filosofía surge de la constitución humana y de la necesidad del ser humano de entender el mundo que le rodea. Los seres humanos se sienten admirados, angustiados y responsables ante un mundo complejo del que necesitan formar parte. La filosofía comienza cuando el ser humano se da cuenta de lo desorientado que está ante los fenómenos y busca respuestas a sus interrogantes. El ser humano se construye a sí mismo a través de su libertad y curiosidad, a diferencia de otros seres determinados por el instinto.
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La filosofía surge de la constitución humana y de la necesidad del ser humano de entender el mundo que le rodea. Los seres humanos se sienten admirados, angustiados y responsables ante un mundo complejo del que necesitan formar parte. La filosofía comienza cuando el ser humano se da cuenta de lo desorientado que está ante los fenómenos y busca respuestas a sus interrogantes. El ser humano se construye a sí mismo a través de su libertad y curiosidad, a diferencia de otros seres determinados por el instinto.
La filosofía surge de la constitución humana y de la necesidad del ser humano de entender el mundo que le rodea. Los seres humanos se sienten admirados, angustiados y responsables ante un mundo complejo del que necesitan formar parte. La filosofía comienza cuando el ser humano se da cuenta de lo desorientado que está ante los fenómenos y busca respuestas a sus interrogantes. El ser humano se construye a sí mismo a través de su libertad y curiosidad, a diferencia de otros seres determinados por el instinto.
La filosofía surge de la constitución humana y de la necesidad del ser humano de entender el mundo que le rodea. Los seres humanos se sienten admirados, angustiados y responsables ante un mundo complejo del que necesitan formar parte. La filosofía comienza cuando el ser humano se da cuenta de lo desorientado que está ante los fenómenos y busca respuestas a sus interrogantes. El ser humano se construye a sí mismo a través de su libertad y curiosidad, a diferencia de otros seres determinados por el instinto.
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EL FUNDAMENTO ANTROPOLÓGICO DE LA FILOSOFÍA
La Filosofía tiene su origen en la propia constitución del ser humano, es una necesidad constitutiva del ser humano ya que se admira ante el mundo que le rodea, se angustia al darse cuenta de que es responsable de su propia vida y se percata de que necesita abrirse al mundo para fabricar su vida. Aristóteles señala en su Metafísica que “Lo que en un principio movió a los seres humanos a hacer las primeras indagaciones filosóficas fue, como lo es hoy, la admiración”. La Filosofía nace, pues, de la admiración por el mundo que nos rodea. En la admiración hay un reconocimiento implícito de la ignorancia y, al mismo tiempo, una aspiración a saberlo todo sobre aquello que se admira. El reconocimiento de la ignorancia es el inicio, es el impulso que nos mueve a plantear todo tipo de interrogantes. La Filosofía comienza justo en el momento en que el ser humano se encuentra desorientado ante los fenómenos y el mundo que le circunda y empieza a caer en la cuenta de que la realidad es mucho más compleja de lo que a simple vista parece. El ser humano es la necesidad de curiosear, que, si bien se da en todas las especies, es típica de las especies animales no especializadas, de aquellas que por tener menos instintos fijos necesitan aprender por medio de la exploración o curioseo cuáles son sus enemigos y cuáles son sus presas. La Filosofía es la expresión de ese ansia inacabada de saber que caracteriza al ser humano. El ser humano es una realidad que se hace y se construye, es decir, una realidad emergente. Los demás seres no se hacen a sí mismos, mientras que el ser humano es el ser que se hace a sí mismo. La manera de obrar de los seres humanos no está fijada por naturaleza, no está determinada por el instinto, de ahí que la existencia humana y la libertad sean inseparables desde un principio. A este respecto escribe Ortega: es un ser biológicamente débil e inacabado porque no está programado por la naturaleza. Este hecho, como ha señalado K. Lorenz, repercute de forma considerable en su comportamiento. Así, por ejemplo, un rasgo importante: "El hombre ... Al no estar adscrito a una consistencia fija e inmutable -a una 'naturaleza'- está en franquía para ser, por lo menos para intentar ser lo que quiera. Por eso el hombre es libre y ... no por casualidad. Es libre, porque no poseyendo un ser dado y perpetuo, no tiene más remedio que írselo buscando. Y esto -lo que va a ser en todo futuro inmediato o remoto- tiene que elegirlo y decidirlo él mismo. De suerte que el hombre es libre a la fuerza. No es libre de no ser libre". Vemos, por tanto, que el ser humano es un ser desnaturalizado, inacabado, abierto, con palabras de Ortega, "una entidad infinitamente plástica de la que se puede hacer lo que se quiera”; precisamente, por eso, no es de suyo nada, sino mera potencia o posibilidad de ser. El ser humano, al ser libre, es responsable de su vida, de su mundo; y esta responsabilidad le crea una angustia existencial que justifica y fundamenta la existencia de la Filosofía. Y es en este estar abierto al mundo lleno de enigmas y posibilidades donde encuentra su campo de actuación la razón humana y donde tiene su sentido la Filosofía. Pues, la Filosofía (el pensamiento) no es más que la faena desesperada de un ser -el ser humano- que se encuentra perdido en el mundo y aspira a orientarse.