Charla

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Hola, mi nombre es nayeli Fernández y si eres padre pues quédate viendo este video, hablaremos

un poco de como motivar a nuestros hijos por medio del reforzamiento positivo.
¿Qué es? ¿Cómo lo uso? ¿para qué me sirve?
reforzamiento positivo: consiste en presentar estímulos agradables después de la ocurrencia de
la conducta. El refuerzo positivo fortalece la probabilidad de aparición de un comportamiento.
Me explico el reforzamiento positivo se basa en premios o recompensas que emplearemos luego
de una conducta deseada en nuestros niños, estos premios o recompensas pueden ser múltiples
cosas, van desde un halago hasta un pequeño regalo para motivar al niño a volver a repetir la
conducta.
¿Interesante, cierto? ¿Entonces como lo usamos?
popularmente muchos padres y educadores tienen “la costumbre” de utilizar el castigo como
modificador de conducta. Se tiende a regañar al niño cuando se porta mal, a criticar lo que no
hace bien, etc. y, en cambio, cuando muestra el comportamiento deseado, a veces, no
decimos nada, como si asumiéramos que es su obligación.

Esta forma de proceder resulta desmotivante para cualquiera. Cuando regañamos,


castigamos los comportamientos indeseables, pero no enseñamos nada positivo, no damos una
alternativa sobre cómo actuar, asumiendo que el niño ya lo sabe o lo debe saber, lo que en
muchos casos no es realista.

  Por otra parte, cuando un niño obtiene buenas calificaciones y lo recompensamos con palabras
de felicitación o le transmitimos un sentimiento de satisfacción a través de gestos que
demuestran alegría, estamos creando un reforzamiento positivo en su comportamiento, esto
hará que el niño busque en un futuro repetir un buen desempeño en la escuela para tener buenas
calificaciones y conseguir nuevamente ese reconocimiento.

 Así, una educación basada en dar reforzamiento más que castigo, no sólo resultará más eficaz
para ir construyendo las conductas que deseamos fomentar, sino que ayudará al niño a
desarrollarse de forma más positiva, con confianza en sus posibilidades, y, en definitiva, a ser
más feliz.

¿Cómo se aplica el reforzamiento


positivo?
Frecuencia y consistencia
El reforzamiento positivo debe aplicarse en momentos que realmente requieran de su
introducción y con una frecuencia que asegure los resultados que buscamos, si no somos
conscientes de la forma en la que utilizamos los refuerzos podríamos reducir su efectividad o
incluso hacer que la conducta desaparezca.
La frecuencia con la que deben aparecer los refuerzos positivos debe ser periódica y de manera
inmediata después de realizado el comportamiento, así poco a poco logramos que este se repita
hasta conseguir su consolidación; de igual forma el reforzamiento debe ser consecutivo y
variado. Por último, todo refuerzo debe aparecer en el momento exacto posterior a la conducta,
no antes ni durante la misma.

  El reforzamiento positivo es uno de los procedimientos clave para aumentar las conductas
que queramos fortalecer.

Para aplicarlo de forma correcta pueden seguirse los siguientes pasos:

1. Identificar la conducta que queremos reforzar. Es mejor elegir una o pocas conductas, si
son muy sencillas, e ir poco a poco, que pretender que de golpe nuestro hijo modifique todos los
comportamientos que podría mejorar. La conducta tiene que definirse con precisión. Decir “me
gustaría que mi hijo se portara mejor” no nos permite saber qué hay que hacer. Una formulación
especifica sería “me gustaría que mi hijo hiciera sus deberes antes de jugar”.

2. Elegir reforzadores (premios) que funcionen. Los premios son individualizados, es decir,
los que sirven para un niño pueden no servir para otro. Hay que buscar algo que motive al niño y
desee conseguir (p. ej., pequeños regalos, realizar actividades como ir al cine, invitar amigos a
casa, etc.). Para buscar premios que funcionen tenemos que:

 Asegurarnos que el niño está privado del premio y no puede conseguirlo por otros
medios. Si esta saciado (tiene de todo cuando quiere) o al margen de lo que hagamos
nosotros, cuando por ejemplo lleguen los abuelos, lo van a llevar a ver esa peli de todas
formas, el valor reforzante del premio como medio para controlar la conducta no es
suficiente.

 Tenemos que disponer de una serie variada de premios para evitar que nosotros mismos
acabemos produciendo saciación. Si siempre que recoge y ordena su cuarto le doy un
chupa Chus de fresa, después de un cierto número de veces puede cansarse. Tengo que
variar el premio antes de que eso suceda.

3. Administrar de forma adecuada los reforzadores. Los premios sólo funcionan si se


administran inmediatamente después de que suceda la conducta y tienen lo que se llama una
relación de contingencia con dicha conducta, es decir, la persona que recibe el premio tiene
claro de que lo que recibe se debe a haber realizado la conducta. Si premiamos a nuestro hijo
por haber estado jugando tranquilamente con su hermano sin pelearse durante mucho rato a los
dos días del suceso, el refuerzo pierde su valor. Igualmente, si debido a que no somos constantes,
el niño interpreta “hoy mi padre me dice eso porque tiene un buen día (no porque yo lo esté
haciendo bien)” el premio tampoco servirá.

4. Planificar el mantenimiento de los logros. Cuando se empieza a fortalecer una conducta


podemos reforzar todas las veces que el niño realiza esa conducta. Técnicamente se llama a esto
programa de reforzamiento continuo. Pero la idea no es que para que mi hijo se porte bien yo
tenga que estar todo el tiempo pendiente y administrando premios.
una educación basada en dar reforzamiento más que castigo, no sólo resultará más eficaz para ir
construyendo las conductas que deseamos fomentar, sino que ayudará al niño a desarrollarse de
forma más positiva, con confianza en sus posibilidades, y, en definitiva, a ser más feliz.

Bien, entonces luego de esta charla, comenta tu que prefieres, ¿premio o castigo?

Así, una vez empezamos a observar progresos se deben empezar a administrar los premios
según programas de refuerzo intermitente. Es decir, de forma gradual vamos a aumentar el
criterio de respuesta, le vamos a exigir más antes de premiar. Si por ejemplo, antes yo hacía
varios comentarios positivos sobre él una tarde mientras estudiaba tranquilamente, los voy
reduciendo a menos y luego a uno.

También invito al niño a descubrir sus propias fuentes intrínsecas de reforzamiento y a


autoexpresarse reconocimiento mentalmente (p.ej., él se siente orgulloso de trabajar bien,
experimenta la agradable sensación que acompaña al deber hecho, etc. y puede decirse “que bien
trabajo”, “mamá y papá están muy contentos conmigo”, etc.).

Los reforzadores intrínsecos que el propio niño se puede administrar, junto al mío externo,
hacen fuerte la conducta, y son un paso que cada vez ganará más peso a medida que el niño
madure.

Una vez conseguido el objetivo, no dejemos nunca de reforzar ese objetivo en algunas ocasiones,
y seguir reforzando más intensivamente otros nuevos.

El refuerzo ayuda también a mejorar el vínculo afectivo que el niño tiene con quien le
educa, y puesto que el niño disfruta al vernos contentos, hasta puede producirse por un proceso
llamado generalización que por sí mismo introduzca cambios positivos en otros
comportamientos buscando mantener esa buena relación.

Bien, entonces luego de esta charla, comenta tu que prefieres, ¿premio o castigo?

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