BLQ 6. TM 3. Desamortizaciones W
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ÍNDICE:
INTRODUCCIÓN
1. CONCEPTO Y MECANISMO DESAMORTIZADOR
2. ANTECEDENTES DE LAS DESAMORTIZACIONES
3. PROCESO DE DESAMORTIZACIÓN
a. Objetivos de las desamortizaciones
b. La desamortización eclesiástica de Mendizábal: 1836
c. La desamortización general de Madoz: 1855
4. CONSECUENCIAS DE LAS DESAMORTIZACIONES
5. CAMBIOS AGRARIOS
CONCLUSIÓN
MATERIALES Y DOCUMENTOS
INTRODUCCIÓN
La propiedad de la tierra fue la principal fuente de riqueza de la España del s. XIX. De hecho hasta
1866, el ritmo de la economía española continuó marcado por la agricultura como ocurría en el Antiguo
Régimen, por lo que las crisis económicas eran una consecuencia directa de las malas cosechas.
Durante la primera mitad del siglo XIX, la propiedad de la tierra estaba en las mismas manos que
en el Antiguo Régimen: la Iglesia (sobre todo las órdenes religiosas), la nobleza rentista, el Estado o los
municipios (bienes de propios y comunes). En general eran explotaciones poco racionales, las llamadas
manos muertas , estaban amortizadas, no podían venderse. Era así desde la Edad Media, pues es un residuo
feudal. Los distintos gobiernos liberales intentan lograr la propiedad libre, absoluta e individual . Además,
se pretende aumentar la producción agrícola y acabar con la escasez.
En estos momentos, el campo vivió una profunda reforma basada en la abolición del régimen
señorial, la supresión de los mayorazgos y las grandes desamortizaciones. Estas transformaciones tomarán
propuestas de la época de la Ilustración, pero con una concepción ideológica diferente.
En este tema nos centraremos en la desamortización, que debe ser considerada como un proceso,
que abarca desde Carlos IV hasta la mitad del siglo XIX, y un hecho fundamental ligado a la revolución
burguesa, que significó un cambio esencial en el sistema de propiedad y tenencia de la tierra. En España se
produjo de manera discontinua. Se dieron varias desamortizaciones: la de Godoy, ministro de Carlos IV
(1798), la de la Guerra de la Independencia, la del Trienio Liberal (1820-23), pero las más importantes
fueron las de Mendizábal y la de Pascual Madoz, bajo el reinado de Isabel II.
Estas transformaciones cambiaron la estructura de producción y propiedad en la España del s.XIX,
pero por sus especiales circunstancias no solucionaron los problemas de nuestro mundo rural, dejando la
“cuestión agraria” como uno de los factores que generaron más inestabilidad en el s. XX.
En la España del Antiguo Régimen, la Iglesia, la Nobleza y los ayuntamientos son grandes
propietarios de tierras. Pero el problema para el desarrollo económico estaba en que eran tierras
amortizadas, que no se podían vender, por lo que cuando había tierras que no estaban en producción,
incluso yermas, así se quedaban. En el s. XVIII un enorme porcentaje de tierras de España eran o
improductivas (no cultivables) o de bajo rendimiento (pastos, cotos de caza, tierras abandonadas…). Era
evidente la necesidad de un cambio en la propiedad de las tierras de las manos muertas. Estas tierras
muchas veces ni eran cultivadas ni pagaban impuestos de ningún tipo, por lo que no generaban riqueza
alguna. Y existían grandes lotes con estas características: no producían y, además, no se pagaba a la
Hacienda por ellas. Todo ello significa que estas tierras no contribuían al desarrollo económico del país.
Desde las reformas ilustradas la solución era evidente: era necesario que el Estado se apropiara de estas
tierras y las pusiera a la venta libre a través de la subasta al mejor postor. La finalidad era acrecentar la
riqueza nacional y en algún momento se pensó en crear una clase media de labradores propietarios.
Además la hacienda pública obtendría unos ingresos extraordinarios con los que se pretendían solucionar
el problema de la deuda pública.
La situación de la hacienda pública previa a la revolución liberal era tradicionalmente deficitaria. El
sistema de impuestos del Antiguo Régimen dejaba fuera a Nobleza y Clero, cargando de impuestos
directos al Tercer Estado y sobre todo utilizaban los impuestos indirectos sobre el consumo. Todo esto
provocaba la ruina de las clases populares y una paralización de las actividades económicas. La necesidad
de pedir préstamos por parte de las monarquías se convirtió en una práctica habitual en la España de los
siglos XVIII y XIX.
La sucesión de conflictos como las guerras contra Inglaterra, Francia, la invasión francesa, la
independencia americana y las guerras carlistas, agravó la crisis económica y llevó a España a fijarse en lo
ocurrido en otros países europeos más avanzados en políticas desamortizadoras:
1. En Inglaterra las leyes de cercamiento de propiedades antes comunales (“Enclousures
Act”), se promulgaron durante la Revolución Agrícola del s.XVIII, previa a la Revolución
Industrial.
2. En Francia el problema del déficit fue el que provocó la reunión de los Estados Generales y
el comienzo de la Revolución. Para solucionar la crisis financiera los revolucionarios
pensaron en la desamortización de los bienes de la Iglesia y los de los nobles emigrados.
Estas tierras fueron adquiridas, con el compromiso de su pago a largo plazo, por el
campesinado francés. Así el campesinado francés se convirtió en propietario de las tierras,
generando un apoyo masivo a la Revolución y creó una clase media rural, que a partir de
aquí sirvió de gran estabilizador social.
3. En España:
En el reinado de Carlos III (1759-1788) apareció la crítica a la amortización de bienes raíces, tanto
eclesiásticos como de la nobleza y las comunales de los ayuntamientos. Los ilustrados consideraban que
era la principal causa del estancamiento agrario, y proponían detener la amortización e incluso suprimirla,
pero la Corona se opuso.
Fue a partir de 1795, durante el reinado de Carlos IV, cuando la política belicista del gobierno y el
consiguiente aumento de la deuda pública obligaron a Godoy a iniciar la desamortización. En 1798 el
gobierno declaró en venta los bienes de los establecimientos de beneficencia pública (hospitales, colegios,
hospicios, cofradías…) regidos por instituciones eclesiásticas, los de los Jesuitas y Colegios Mayores. El
dinero recaudado por la venta de estas fincas debía canjearse por vales reales. La Iglesia recibía, a cambio,
el 3% de los vales reales adquiridos. Se permitió incluso la venta de mayorazgos. Esta medida supuso un
respiro para gran parte de las casas nobles, que tenían graves problemas de liquidez, al no estarles
permitida la venta de sus fincas y bienes inmobiliarios. Lo obtenido no se empleó para sanear la deuda
sino para nuevas campañas militares, por lo que el problema del endeudamiento público aumentará. La
guerra con Francia y posteriormente con Inglaterra supuso la ruina de la Hacienda Real.
Durante la Guerra de la Independencia, José I realizó también una pequeña desamortización que
no implicó una supresión de propiedad, sino la confiscación de sus rentas para el avituallamiento y gastos
de guerra de las tropas francesas. También las Cortes de Cádiz continuaron el proceso desamortizador.
Quedaron expropiados bienes pertenecientes a los afrancesados, a conventos y monasterios destruidos
durante la guerra, y tierras municipales, siendo vendidos en subasta pública, destinando el producto a
amortizar la deuda del Estado.
La restauración del absolutismo con Fernando VII en 1814 significó la devolución a la Iglesia de
los bienes vendidos. Durante el Trienio Liberal (1820-23), se reanudó la desamortización de bienes como
los de la Inquisición, que desaparece definitivamente, se suprimen algunos mayorazgos y se venden
algunas tierras de los ayuntamientos. Los principales inversores serán burgueses. Pero en 1823 volvió el
régimen absolutista, y nuevamente Fernando VII obligó a restituir los bienes vendidos, lo que provocó la
indignación de los compradores, que desde entonces apoyarán al liberalismo y se enfrentarán al Rey.
Con estos precedentes, a partir de 1833 el proceso de desamortización se precipitó por varias causas:
1. La Guerra Carlista obligaba al Estado a obtener recursos en un momento en que las arcas estaban
vacías y el crédito exterior se había hundido.
2. La difusión en el país de un clima anticlerical por el apoyo del clero al bando carlista.
3. En tercer lugar, los antiguos compradores de bienes desamortizados en el Trienio y devueltos en
1823, hombres ricos que formaban un grupo poderoso e influyente, presionaban al gobierno para que
les devolviera sus bienes.
Se produce entonces una cadena de cambios en la legislación y en la vida económica del país que
van a significar la instauración definitiva de una sociedad burguesa y capitalista. Una sociedad de
empresarios y obreros, de ricos y pobres, una sociedad de clases y no de estamentos, exclusivamente
ordenada por la riqueza y no por el nacimiento o el origen, como había ocurrido en el Antiguo Régimen.
Los políticos y legisladores que toman la iniciativa en esta materia persiguieron diversos objetivos
con las desamortizaciones:
– FISCALES: El objetivo principal de todas las medidas desamortizadoras del siglo XIX va a ser
recaudar fondos para solucionar los problemas de la Hacienda Pública, bien para hacer frente a los
gastos ocasionados por la guerra (Godoy y Mendizábal) o para hacer inversiones públicas, como las
del ferrocarril (Madoz).
– POLÍTICOS: Se trataba de crear una masa de propietarios que identificara sus intereses con los del
régimen liberal. Ello se va a conseguir pero a cambio se enturbiaron las relaciones con la Iglesia
católica.
– SOCIALES: Sería una ocasión ideal para crear una clase media agraria de campesinos propietarios
al reformar la estructura de la propiedad, fomentando la propiedad privada de la tierra.
3.b. LA DESAMORTIZACIÓN ECLESIÁSTICA DE MENDIZÁBAL: 1836.
Las fincas fueron tasadas por peritos de Hacienda y después subastadas. Dado el distinto tamaño
de los lotes, eran en teoría asequibles para grupos sociales de bajos ingresos, pero la división de los lotes se
encomendó a comisiones municipales, las cuales se aprovecharon de su poder para hacer manipulaciones y
configurar grandes lotes inasequibles a los pequeños propietarios, con lo que las oligarquías adineradas
fueron las que las compraron.
Así, en la práctica, los propietarios y los inversores burgueses acapararon las compras, puesto que
eran los únicos que tenían liquidez, sabían pujar y podían controlar fácilmente las subastas.
Además, comprar era un excelente negocio: sólo se abonaba el 20 % al contado, el resto se pagaba a
plazos, y se admitían para el pago los títulos de deuda por su valor nominal. Como estaban muy
desvalorizados en el mercado, adquirirlos en bolsa y pagar con ellos era una ganga para el comprador 1. Las
ventas las acaparó gran parte de la burguesía de negocios madrileña, sobre todo una burguesía rentista
agraria (antiguos propietarios arrendatarios) y muchos funcionarios civiles o militares.
Sumando lo vendido en el Trienio y en el periodo 1836-1851 (año en que aún se cobraron plazos),
el Estado recaudó unos 4.500 millones de reales, de los que sólo 500 lo fueron en efectivo, cuando la deuda
ascendía ya por entonces a unos 14.000 millones.
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3.c.LA DESAMORTIZACIÓN GENERAL DE MADOZ: 1855
La segunda gran desamortización fue la realizada por el ministro de Hacienda Pascual Madoz a
partir de 1855, formando parte del programa de reformas del gobierno del Bienio Progresista (1954-56).
Establecía la venta en subasta pública de todas las propiedades rústicas y urbanas pertenecientes al Estado,
la Iglesia, los propios y comunes de los Municipios y, en general, todos los bienes que permanecieran
amortizados. Se trataba así de completar y terminar el proceso de iniciado por Mendizábal en 1836. La
Ley de Desamortización General fue aprobada a pesar de la oposición del clero católico, que nuevamente
veía lesionados sus privilegios. El objetivo era amortizar la deuda, sanear la Hacienda y financiar obras
públicas como las del trazado del ferrocarril. El pago debía hacerse en metálico, con descuentos para
liquidaciones anticipadas de los plazos.
▪ Eliminó la propiedad comunal, lo que provocó la ruina de los ayuntamientos al eliminar los
arrendamientos de los propios, también
▪ Perjudicó a los vecinos más pobres que se vieron privados del aprovechamiento libre de las tierras
comunales, aunque la participación de los pequeños propietarios rurales fue más elevada que en la
anterior desamortización, aunque la alta burguesía fue nuevamente la beneficiaria,
▪ Eliminó la propiedad eclesiástica, lo que provocó una ruptura de las relaciones con la Iglesia, ante
la flagrante violación del Concordato, y
▪ No solucionó el eterno problema de la deuda pública,
▪ No supuso tampoco la necesaria reforma agraria, aunque trajo consigo la expansión de la superficie
cultivada y, como resultado, una agricultura algo más productiva.
▪ Tampoco se obtuvieron los resultados financieros que se esperaban, porque los fondos, tanto en
metálico como en bonos de Deuda Pública, tardaron en llegar y se desvalorizaron. No resolvió el
problema de la deuda, aunque sí contribuyó a atenuarlo. Se consiguió rescatar parte de la deuda
y se pusieron a tributar una enorme cantidad de propiedades que hasta entonces habían
permanecido exentas, aumentando así los ingresos de la Hacienda. Sólo desde los años cincuenta,
con la segunda desamortización y el desarrollo económico, se disminuiría de forma drástica la
deuda del Estado, aunque siempre quedará una parte de ella consolidada hasta el siglo XX 3.
▪ La burguesía invirtió grandes sumas de dinero en comprar tierras, que habrían sido un importante
capital para nuestra naciente industria. Así la burguesía compradora se convirtió en terrateniente.
▪ Crisis económicas de los municipios, que perdieron una fuente importante de financiación y
tuvieron que renunciar a dar determinadas prestaciones.
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▪ No consiguió crear una amplia clase media agraria, aunque sí contribuyó a sustituir la estructura
social señorial campesina, heredada del Antiguo Régimen, por una estructura capitalista.
▪ Los principales beneficiarios NO fueron los antiguos trabajadores de la tierra, pero hubo
pequeños y medianos compradores locales que constituyeron el núcleo de una clase media de
pequeños y medianos propietarios rurales. La expulsión de campesinos de los nuevos latifundios y
la concentración de la propiedad de la tierra, generó, asimismo, una gran masa de campesinos sin
tierra, proletariado agrícola, que a mediados de siglo superaba los dos millones de personas.
▪ Los efectos fueron más importantes en la consolidación de las clases medias urbanas, principales
compradoras de fincas rústicas, que se enriquecieron y diversificaron así sus patrimonios.
▪ La otra clase social beneficiada fue la nobleza, ya que no solo no fueron expropiados sus bienes,
sino que sus tierras quedaron en plena libertad para poder venderlas y cambiarlas, además de poder
comprar otras.
▪ Propició la formación de un grupo defensor no muy numeroso de la causa liberal, al ligar la suerte
del liberalismo a la de sus fortunas. Pero no se aprovechó la ocasión para crear una clase media
agraria que hubiera podido ser un factor de equilibrio en la nueva sociedad. Al no consolidarse
ésta, falló igualmente la posibilidad de que surgiera un sector ahorrativo, capaz de estimular la
demanda del mercado y de impulsar las inversiones en el propio campo y en otros sectores
económicos. La desamortización se convirtió, pues, en una frustrada reforma agraria que hizo
más mísera la condición del campesino, creando una oligarquía agraria llamada a ejercer por
largo tiempo el poder político y económico en España.
▪ Pero también provocó la aparición de enemigos del liberalismo, sobre todo entre aquellos más
afines a la Iglesia, provocando una escalada de tensiones entre la Iglesia y el Estado liberal cuyas
relaciones quedaron rotas durante una década.
▪ La desamortización produjo una gran pérdida y expolio de bienes culturales de la Iglesia, sobre
todo de los antiguos monasterios. Muchas obras arquitectónicas de interés artístico fueron
abandonadas y, con el tiempo, se arruinarían, algunos bienes muebles (pinturas, bibliotecas,
enseres) fueron vendidos a precios irrisorios y, en gran parte, salieron hacia otros países. Todo ello,
a pesar de que en 1840 se habían establecido unas comisiones provinciales encargadas de catalogar
y custodiar esos bienes.
▪ La desamortización de las fincas urbanas cambió el modelo de ciudad. También la burguesía fue la
más beneficiada. Esta desamortización abrió el camino a un tipo de ciudad diferente, con mejoras
urbanísticas: grandes edificios públicos, ensanches, amplia calles (Gran Vía,etc.)
De las diferentes valoraciones que se han hecho sobre este proceso, la que presenta Tomás y
Valiente es sumamente crítica tanto con el proceso seguido, como con las consecuencias sociales que
generó. Así, se critica abiertamente la desamortización municipal que expropió de hecho unos bienes
(comunales, propios y baldíos) fundamentales para la subsistencia de la población rural en extensas áreas
de la geografía española. Esta privatización de tierras que secularmente habían sido de aprovechamiento
común supuso expropiar al campesinado de unos recursos esenciales para el mantenimiento de la cabaña
ganadera a pequeña escala, del aprovechamiento tradicional de montes, leñas y pastos.
En cuanto a los bienes eclesiásticos, el método seguido, según Tomás y Valiente, no fue el
apropiado en función de un supuesto beneficio general, ya que, de hecho, lo que generó fue la creación de
una nueva clase terrateniente, en gran parte absentista, y la expulsión del campesinado adscrito a aquellas
propiedades desde hacía generaciones y su conversión en jornaleros o, como mucho, en arrendatarios.
Se refiere luego a la crítica que en aquel tiempo formuló Flórez Estrada , un viejo ilustrado, que
mantenía como aspiración la creación, con la desamortización de los bienes de manos muertas, de una
masa de pequeños y medianos campesinos. De haberse aplicado un sistema de entrega de lotes de tierra en
enfiteusis (arrendamiento a largo plazo, manteniendo el Estado la propiedad de las tierras), como él
propuso, se hubiera logrado un objetivo social importante: la generación de un campesinado eficiente y
relativamente próspero, que hubiera logrado mejorar la productividad del campo, generar una población
con capacidad de demanda, lo que hubiera beneficiado la expansión de la industria y evitado la situación
social explosiva de más de dos millones de campesinos sin tierra.
CONCLUSIÓN
La agricultura vivió una profunda reforma basada en la abolición del régimen señorial, la
supresión de los mayorazgos y las grandes desamortizaciones de Mendizábal y Madoz. Con este
conjunto de medidas se liberalizó la agricultura, permitiendo que la tierra pudiera circular libremente en el
mercado, y se eliminaron los frenos que impedían el desarrollo de una agricultura capitalista dirigida al
mercado. La mayor parte de la tierra pasó a manos de propietarios privados individuales.
Pese a sus insuficiencias y errores, las desamortizaciones cambiaron de forma radical la situación
del campo español. Basta señalar que afectaron a una quinta parte del conjunto del suelo.
Lamentablemente, el atraso técnico y el desigual reparto de la propiedad de la tierra seguirán siendo
problemas claves de la sociedad y la economía españolas