Conocer A Dios
Conocer A Dios
Conocer A Dios
Podemos ver en abundancia al hombre buscar a Dios por causa de sus propias
necesidades y deseos. El hombre siempre ha procurado conocer a Dios en la medida que
ese conocimiento les proporcione niveles de poder natural, o acceso a sus milagros,
prodigios o bendiciones.
Tenemos algunos vestigios, en forma de señales y sombras que puede ser oportuno
mencionar.
Enoc.
Génesis 5:22-24 Y caminó Enoc con Dios, después que engendró a
Matusalén, trescientos años, y engendró hijos e hijas. (23) Y fueron todos los
días de Enoc trescientos sesenta y cinco años. (24) Caminó, pues, Enoc con
Dios, y desapareció, porque le llevó Dios.
Abraham.
Santiago 2:23 Y se cumplió la Escritura que dice: Abraham creyó a Dios, y le
fue contado por justicia, y fue llamado amigo de Dios.
Isaías 41:8 Pero tú, Israel, siervo mío eres; tú, Jacob, a quien yo escogí,
descendencia de Abraham mi amigo.
Elias.
2 Reyes 2:1-2 Aconteció que cuando quiso Jehová alzar a Elías en un
torbellino al cielo, Elías venía con Eliseo de Gilgal. (2) Y dijo Elías a Eliseo:
Quédate ahora aquí, porque Jehová me ha enviado a Bet-el. Y Eliseo dijo:
Vive Jehová, y vive tu alma, que no te dejaré. Descendieron, pues, a Bet-el.
1 Reyes 19:12-13 Y tras el terremoto un fuego; pero Jehová no estaba en el
fuego. Y tras el fuego un silbo apacible y delicado. (13) Y cuando lo oyó
Elías, cubrió su rostro con su manto, y salió, y se puso a la puerta de la
cueva. Y he aquí vino a él una voz, diciendo: ¿Qué haces aquí, Elías?
Moisés.
Éxodo 34:29 Y aconteció que descendiendo Moisés del monte Sinaí con las
dos tablas del testimonio en su mano, al descender del monte, no sabía
Moisés que la piel de su rostro resplandecía, después que hubo hablado con
Dios.
Aunque todos ellos accedieron a una medida especial del conocimiento de Dios, no fue
hasta Cristo que se concedió acceso al verdadero y completo conocimiento de Dios.
CONOCER A DIOS ES LA VIDA ETERNA
Juan 17:3 “Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a
quien has enviado”.
La experiencia verdadera del conocimiento de Dios consiste en la vida espiritual y
eterna. No hablamos de una experiencia “con” Dios, en cuanto al alma.
Es imposible que el hombre pueda conocer verdaderamente a Dios sin vida eterna,
porque Dios es eterno.
Este conocimiento otorgado por medio del sacrificio de Jesús en la cruz, no consiste en
información en la mente, sino que es un conocimiento espiritual.
Efesios 1:3-5 Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda
bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, (4) según nos escogió en él antes de la
fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, (5) en amor
habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el
puro afecto de su voluntad,
Juan 1:12-13 Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad
de ser hechos hijos de Dios; (13) los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de
carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.
Hebreos 8:10-12 “Por lo cual, este es el pacto que haré con la casa de Israel Después de aquellos
días, dice el Señor: Pondré mis leyes en la mente de ellos, Y sobre su corazón las escribiré; Y seré a
ellos por Dios, Y ellos me serán a mí por pueblo; (11) Y ninguno enseñará a su prójimo, Ni ninguno a
su hermano, diciendo: Conoce al Señor; Porque todos me conocerán, Desde el menor hasta el mayor
de ellos. (12) Porque seré propicio a sus injusticias, Y nunca más me acordaré de sus pecados y de sus
iniquidades”.
Hebreos 3:7-12 “Por lo cual, como dice el Espíritu Santo: Si oyereis hoy su voz, (8) No endurezcáis
vuestros corazones, Como en la provocación, en el día de la tentación en el desierto, (9) Donde me
tentaron vuestros padres; me probaron, Y vieron mis obras cuarenta años. (10) A causa de lo cual me
disgusté contra esa generación, Y dije: Siempre andan vagando en su corazón, Y no han conocido mis
caminos. (11) Por tanto, juré en mi ira: No entrarán en mi reposo. (12) Mirad, hermanos, que no haya
en ninguno de vosotros corazón malo de incredulidad para apartarse del Dios vivo…”.
2 Pedro 1:8 “Porque si estas cosas están en vosotros, y abundan, no os dejarán estar ociosos ni sin
fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo”.
Colosenses 1:9-10 “Por lo cual también nosotros, desde el día que lo oímos, no cesamos de orar por
vosotros, y de pedir que seáis llenos del conocimiento de su voluntad en toda sabiduría e inteligencia
espiritual, (10) para que andéis como es digno del Señor, agradándole en todo, llevando fruto en toda
buena obra, y creciendo en el conocimiento de Dios…”.
Efesios 4:13 “…hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a
un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo…”.
Jeremías 9:23-24 “Así dijo Jehová: No se alabe el sabio en su sabiduría, ni en su valentía se alabe el
valiente, ni el rico se alabe en sus riquezas. (24) Mas alábese en esto el que se hubiere de alabar: en
entenderme y conocerme, que yo soy Jehová, que hago misericordia, juicio y justicia en la tierra;
porque estas cosas quiero, dice Jehová”.
Era imposible que el hombre pudiera conocer a Dios sin la vida espiritual. Es imposible
acceder al conocimiento de Dios sin el camino abierto por el Hijo a través de la Cruz. Es
esa la razón por la cual Israel nunca pudo cumplir la ley. Era imposible que ellos
pudieran amar a Dios sin conocerle. Recordemos que toda la ley se sustenta sobre el
mandamiento: amarás.
Mateo 22:37-40 Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con
toda tu mente. (38) Este es el primero y grande mandamiento. (39) Y el segundo es semejante: Amarás
a tu prójimo como a ti mismo. (40) De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas.
Tampoco el hombre podía amar a su prójimo a la forma que Dios había mandado,
porque no estaba en ellos la naturaleza del amor, sino que estaban sometidos a la
enemistad, y llamados “hijos de ira” (Ef. 2:3) o “hijos de desobediencia” (Col. 6:3).
2 Pedro 1:2 “Gracia y paz os sean multiplicadas, en el conocimiento de Dios y de nuestro Señor
Jesús”.
2 Pedro 1:3 “Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su
divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia…”.
Colosenses 1:9-14 “Por lo cual también nosotros, desde el día que lo oímos, no cesamos de orar por
vosotros, y de pedir que seáis llenos del conocimiento de su voluntad en toda sabiduría e inteligencia
espiritual, (10) para que andéis como es digno del Señor, agradándole en todo, llevando fruto en toda
buena obra, y creciendo en el conocimiento de Dios; (11) fortalecidos con todo poder, conforme a la
potencia de su gloria, para toda paciencia y longanimidad; (12) con gozo dando gracias al Padre que
nos hizo aptos para participar de la herencia de los santos en luz; (13) el cual nos ha librado de la
potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo, (14) en quien tenemos redención por
su sangre, el perdón de pecados”.
Efesios 1:15-17 “Por esta causa también yo, habiendo oído de vuestra fe en el Señor Jesús, y de
vuestro amor para con todos los santos, (16) no ceso de dar gracias por vosotros, haciendo memoria
de vosotros en mis oraciones, (17) para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os
dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él…”
EL LLAMADO AL CONOCIMIENTO 1
Tabla de Contenido
INTRODUCCIÓN
¿De qué manera es posible que un conocimiento sea vida?
¿Realmente anhelamos conocerle?
¿Por qué anhelaría nuestra alma conocer a Dios?
Buscamos conocerle porque nada hay que tenga más sentido que eso en nuestras vidas.
INTRODUCCIÓN
Según el evangelio, no hay nada más extraordinario, no hay fin mayor, no hay experiencia más
poderosa que el conocer a Dios. Sólo el evangelio de Jesucristo puede darnos acceso a una
verdadera experiencia de conocimiento de Dios.
2 Pedro 1:3-7 “Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos
han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que
nos llamó por su gloria y excelencia, (4) por medio de las cuales nos ha dado
preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes
de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a
causa de la concupiscencia; (5) vosotros también, poniendo toda diligencia por
esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; (6) al
conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia,
piedad; (7) a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor”.
El apóstol Pedro nos explica que el medio por el cual Dios nos ha concedido todas las cosas es el
conocimiento de Dios.
Juan 17:1-3 “Estas cosas habló Jesús, y levantando los ojos al cielo, dijo: Padre, la
hora ha llegado; glorifica a tu Hijo, para que también tu Hijo te glorifique a ti; (2) como
le has dado potestad sobre toda carne, para que dé vida eterna a todos los que le diste.
(3) Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a
Jesucristo, a quien has enviado”.
Nota: El evangelio de Mateo menciona tres veces la expresión “vida eterna”; Marcos lo
hace dos veces y Lucas tres. Juan menciona la expresión “vida eterna” diecisiete veces
en su evangelio. Esto demuestra un especial interés de Juan acerca de la vida eterna.
De hecho, solo Juan registra esta oración de Jesús en su evangelio (Juan 17:3). En
ninguna manera se perdería esta importante definición, luego de seguir por tres años a
Jesús.
El conocimiento de Dios es un tesoro escondido a plena vista. Dios se ha dado a conocer a todo
aquel que le busca de corazón sincero y genuino, pero se oculta a plena vista para aquellos que
determinan vivir una vida vana.
Romanos 1:18-23 “Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad
e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad; (19) porque lo que de
Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó. (20) Porque las cosas
invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la
creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no
tienen excusa. (21) Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a
Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio
corazón fue entenebrecido. (22) Profesando ser sabios, se hicieron necios, (23) y
cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre
corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles”.
En el mundo abundan las falsas intenciones de conocer a Dios.
¿Por qué puede una intención de conocer a Dios ser falsa? El ser humano suele procurar sólo
aquellas cosas que le otorgan algún beneficio humano, natural, personal y terrenal. Es decir, es
común que el hombre sólo intente conocer a Dios en la medida que ese conocimiento le otorgue
algún tipo de beneficio personal limitado a cosas terrenales.
Somos testigos de un gran despliegue de poder cuando una persona expresa un anhelo de conocer
a Dios por razones más altas; por ejemplo, porque hemos entendido que ese conocimiento es lo
único que puede darle sentido a nuestra existencia misma.
¿Puede usted identificar ese anhelo clamando en su interior? Entonces no deje de confesarlo:
“Padre Celestial, quiero conocerte”.
Ese anhelo, si es espiritual y verdadero, sólo se produce como fruto de la fe no fingida. Eso significa
que es un anhelo que no está entrelazado a expectativas humanas, naturales, terrenales o
temporales. Eso quiere decir que no estamos buscando conocerle a Él porque esperamos que eso
nos traiga algún beneficio terrenal, sino que somos atrapados por la razón de nuestra existencia.
Sencillamente buscamos conocerle porque nada hay que tenga más sentido que eso en
nuestras vidas.
EL LLAMADO AL CONOCIMIENTO 2
La Vanidad y el conocimiento
La Vanidad puede limitar nuestra sabiduría y necesitamos estar advertidos. Salomón fue un rey de
Israel a quien le fue otorgado dones de sabiduría e inteligencia. Fue tan grande la experiencia de
conocimiento que Salomón alcanzó, que en la cima de su “éxito” como rey escribió Eclesiastés.
Veamos dos pasajes en este libro
Salomón se encontró con un gran límite en su sabiduría: la vanidad. Él encontró que la vida del
hombre no tenía ningún sentido, no importa lo que hiciera o a lo que se dedicara. Él se encontró con
aquella maldición de Dios sobre el hombre: polvo eres.
Los hombres tratan con esas frustraciones con más distracciones, nuevas metas o simplemente
sobreviviendo. Como hijos de Dios expuestos al evangelio, debemos mirar esta frustración cara a
cara y resolverla. Si en verdad nos enfrentamos a esta dura realidad de la naturaleza humana,
encontraremos rápidamente la respuesta: conocer a Dios les da sentido a nuestras vidas. Nada
hay sobre la tierra que tenga más sentido.
La obra de la cruz ha revertido para nosotros el estar
sujetos a vanidad
Sólo la Cruz de Cristo pudo revertir la vanidad del hombre, otorgándonos vida eterna y espiritual. Esa
vida nos trae grandes oportunidades de ser partícipes de cosas inesperadas y poderosas, entre las
cuales se encuentran el conocer a Dios. Sólo por esa vida espiritual podemos conocer al Dios que es
Espíritu.
En toda esta sección nos concentraremos en el conocimiento que nos es otorgado por la vida
espiritual. Buscaremos identificar ese conocimiento como una fuente infalible de vida y alimento,
para poder tomar de ese conocimiento para poder añadirlo a nuestras almas.
Todo esto debe conducirnos a entender que solo la esperanza a la que hemos sido llamados puede
conducirnos a una verdadera motivación para conocer a Dios. Es el anhelo genuino de alcanzar
madurez la única razón válida y espiritual por la cual debemos añadir conocimiento a nuestras
almas.
Ya hemos visto que el alma, por sí misma, no tiene especial interés por alcanzar verdadera madurez
espiritual. En realidad, el alma solo está interesada en esa manera de madurez que le proporciona
beneficios humanos, naturales, terrenales o materiales. Es el anhelo de nuestro espíritu el que
gobierna nuestros corazones para procurar la verdadera madurez espiritual, cuyo resultado
proporciona a Dios lo que Él espera de nosotros: el fruto de la vida espiritual que nos ha sido
otorgada.
Una Advertencia
Antes de continuar en este camino espiritual, es importante manifestar una advertencia. El
conocimiento verdadero de Dios suele trastornar todo lo edificado en el corazón. Claro que
también traerá orden y diseño al corazón, pero es importante entender que el conocer a Dios no es
como añadir cualquier tipo de conocimiento.
En general, cuando la mente adquiere algún tipo de conocimiento, este se mezcla y combina con
conceptos preconcebidos. El nuevo conocimiento encuentra en la mente canales marcados con
anterioridad y se adapta a ellos para alimentar conclusiones que se adaptan a las expectativas
humanas y su propia comodidad. Sin embargo, el conocimiento de Dios no opera de esa misma
manera. Hablamos de una experiencia para el alma que es muy poderosa y devastadora para
los sistemas del mundo que mantienen al alma en ignorancia.
¿Ha pensado que debió suceder en el corazón de una persona que ha alcanzado a amar a sus
enemigos? Es imposible experimentar ese tipo de amor en el corazón, si no son destruidas las
estructuras comunes que mantienen al alma en sus formas humanas y naturales de amar.
Juan 6:63 Jesús dijo: “las palabras que yo les he hablado son espíritu y son vida”.
Juan 6:68 “Le respondió Simón Pedro: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de
vida eterna”.
Conclusión
Su alma pudiera estar atrapada en cárceles de vanidad por experiencias vividas en el pasado, o
sencillamente debilitada por emociones y pensamientos de los cuales no puede despojarse. Solo
una palabra y una verdad pueden transformar completamente el alma. El conocimiento correcto tiene
el poder para cambiar la debilidad en fortaleza, la tristeza en gozo, la amargura en entusiasmo.
El alma fue creada con la capacidad de experimentar emociones. Ninguna emoción es mala o buena
en sí misma. Puede haber tristezas que traen beneficios a nuestro crecimiento, trayendo cordura,
humildad, capacidad de reflexión, arrepentimiento, etc. De la misma manera puede haber alegrías
que en realidad son adversas. ¿Qué marca la diferencia entre una emoción buena y una mala? El
conocimiento o la ignorancia que la preceden.
EL CONOCIMIENTO ESPIRITUAL Y
EL CONOCIMIENTO DEL ALMA
La biblia reconoce dos tipos de sabiduría, la terrenal y la celestial. De la misma manera, tenemos el
conocimiento espiritual y el conocimiento que el alma ha adquirido.
Sin embargo, en este estudio nos centramos en las dos palabras más utilizadas: ginosko y oida.
Las diferencias entre ginosko y oida exigen consideración: ginosko sugiere frecuentemente
origen o progreso en conocimiento, en tanto que oida sugiere plenitud de conocimiento.
Lo que nos hemos de preguntar en este apartado es: ¿Cuál es la naturaleza del conocimiento
espiritual? ¿Qué tipo de conocimiento es el que nos propone el evangelio de Jesucristo y el que
buscamos alcanzar en nuestras vidas? ¿Cuáles son los efectos del conocimiento espiritual cuando
va siendo añadido en nuestras almas?
Observe que cuando leemos este pasaje en español, la palabra traducida como “conocimiento”, en
griego se utilizan dos palabras diferentes. Dos palabras que son traducidas con una misma palabra
en español, pero que en realidad reflejan dos realidades diferentes.
Una forma de conocimiento tiene que ver con la experiencia y la progresión.
Otra forma de conocimiento es pleno, completo e instantáneo.
Ginosko se refiere a la manera en que nuestras almas acceden al conocimiento: como una
progresión, un crecimiento por experiencia creciente.
Oida se refiere a una forma de conocimiento diferente. Piense por un momento que a usted le
encargan explicarle a una tribu de aborígenes aislados en una selva lo que es un avión. Quizá le
dirá: “es como un pájaro gigante con alas que no se mueven. Tiene una boca de costado por donde
las personas entran…”. Usted sabe que no importa cuánto usted hable y les explique, ellos no
entenderán plenamente aquello de lo cual usted les habla. Ellos están imaginando algo totalmente
diferente a la realidad.
Eso se debe a que usted intenta usar símbolos y elementos que ellos conocen, pero ese recurso es
muy limitado para lograr expresar lo que verdaderamente es un avión. Incluso ellos pueden aprender
de memoria sus palabras y hasta enseñarla a otros, pero ese conocimiento nunca dejará de ser
limitado e inexacto. Será suficiente llevarlos a ellos a ver y experimentar un vuelo en avión para que
ese conocimiento sea transformado. Aún sin palabras y explicaciones se produce una forma de
conocimiento que es completa en sí misma.
Jesús les está diciendo que ellos no alcanzaron a conocer a Dios a pesar de toda su información y
experiencias con Él. Jesús les expone que Él mismo sí conoce a Dios, pero no es por medio de las
experiencias e informaciones, sino porque le ha visto y le conoce plenamente.
El objetivo de esta introducción es entender la calidad del conocimiento que nos ha sido otorgado
por la Cruz de Cristo y la nueva vida espiritual. Ese conocimiento es la verdadera fuente de la cual
hemos de tomar para que nuestra mente y corazón sean llenos de luz y entendimiento. Si
entendemos la calidad de ese conocimiento, entonces tendrá sentido todo otro conocimiento al que
podamos acceder.
Hebreos 11:3 Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de
Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía.
Es común oír a cristianos decir “Dios me habló”. Claramente Dios habla a sus hijos y el Espíritu de
Dios guía a aquellos que andan en el espíritu. Sin embargo, no es correcto reducir la voz de Dios a
conceptos o pensamientos humanos. Un error aún más grave es reducir una palabra de Dios a un
concepto que se consume en asuntos personales y humanos.
Mateo 4:4 “El respondió y dijo: Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de
toda palabra que sale de la boca de Dios”.
Juan 1:1-5 “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. 2
Este era en el principio con Dios. 3 Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada
de lo que ha sido hecho, fue hecho. 4 En él estaba la vida, y la vida era la luz de los
hombres. 5 La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra
ella”.
Tabla de Contenido
Debemos ser siempre cuidadosos al decir frases tales como: “Dios me dijo…”. Si usamos esa
expresión, hacerlo con temor de Dios y nunca livianamente.
Cuidarnos del engaño de nuestro corazón que muchas veces procura justificar sus propias
decisiones e intenciones, usando la voluntad de Dios como excusa.
Es sabio entrenar nuestras palabras para usar expresiones tales como “yo creo que Dios…”, o
“tengo el sentir de que Dios…”. De esa manera dejamos abierta la posibilidad a ser
enseñados, corregidos o instruidos por quienes nos conducen en la fe. Cuando decimos “Dios
me dijo”, cerramos toda posibilidad a ser instruidos, y si lo que pensamos es incorrecto, nos
afirmamos en un camino que sólo traerá consecuencias negativas a nuestro crecimiento y
madurez.
Es común oír a personas, que, funcionando en lo profético, expresan frases como: “Dios le dice…” o
“así dice el Señor…”. Ese tipo de expresiones que podemos ver también en los textos bíblicos,
exponen a los niños en la fe a situaciones que pueden dañar su crecimiento espiritual. En ocasiones
se usan esas expresiones de manera ligera y sin temor del Señor. Aún quienes operan en el don de
la profecía, ignoran acerca de este don y cómo usarlo para edificación de manera correcta.
En este apartado hemos de establecer algunos principios claves para entender la función profética y
la expresión de la palabra de Dios en la edificación de la Iglesia.
Un don espiritual es un regalo dado por Dios, una herramienta útil para la edificación espiritual, que,
si es bien usada, puede producir resultados provechosos.
El profeta es la gracia de Cristo operando en una persona que fue constituida por el Señor
para edificación de los santos y conducirlos a la estatura de Cristo como Cuerpo. Es un
ministro que funciona con dones y asignaciones específicas que son complementadas con el
resto de las gracias del ministerio.
El don de la profecía es un don espiritual que permite ver cosas que no pueden verse por los
sentidos o anticiparse por deducción humana. En ocasiones permite ver situaciones futuras.
También puede ser complementado con dones de palabra de ciencia o palabra de sabiduría.
Los dones son herramientas útiles para la edificación cuando son usadas por manos
competentes y por santos que pueden entender el diseño que debe ser edificado. Cuando un
don es usado por un niño, puede ser igualmente peligroso.
Profetizar significa usar el don de la profecía. Significa ejercer con palabras y acciones aquello
que proviene del don espiritual.
Debemos saber que existen las falsas profecías, lo cual aparece cuando se expresan palabras
similares a las que habla un profeta o las que expresan las escrituras pero que no responden a un
don espiritual genuino.
También existen los falsos profetas. Son aquellos que se constituyen para funcionar específicamente
en lo profético, toman un lugar de edificación, pero no fueron constituidos por el Señor en esa
función ministerial.
El don profético es dado por el Espíritu Santo a aquellos que Él quiere dar. Al ser un don, no
produce gloria a quien lo posee y tampoco es una fuente de autoridad espiritual. Además, en
el Nuevo Pacto, estos dones pueden ser procurados. Quiere decir que, si un hijo de Dios
desea operar en un don específico, puede pedirlo y provocarlo en su vida. Aun así, el Espíritu
se reserva el derecho de otorgarlo genuinamente.
La profecía es un don útil para la edificación, la exhortación y es especialmente poderoso para
preparar el camino a la palabra de verdad, quebrando estructuras, argumentos y altiveces.
Muchos de los errores cometidos por causa de la inmadurez espiritual en generaciones presentes y
pasadas, produjeron daños en la edificación, usando mal la profecía y ejerciendo mal el ministerio
profético. Algunos de los sesgos más comunes son:
El uso de los dones proféticos para manipular y ejercer poder sobre otros.
El uso de lo profético por beneficios personales.
El apóstol Pablo debe dedicar un espacio central en la carta a los corintios para explicar y traer
claridad sobre el uso de los dones espirituales en la iglesia. Al parecer, algunas conductas ya se
observaban en las iglesias del primer siglo, quienes disfrutaban del ejercicio de los dones
espirituales, pero no habían entendido su razón, importancia y peligros de su mal uso. No estamos
hablando de un equilibrio, sino de una coherencia con la realidad de Dios y de Su Iglesia. No se trata
de usar más o usar menos los dones espirituales, sino de cómo deben usarse y qué buscamos con
ellos. Es tan clara esta realidad que el mismo apóstol Pablo recomienda procurar los dones
espirituales, pero reconoce que hay una forma aún más excelente para edificar la Iglesia:
¿Cuál es el camino más excelente que el de los dones? El amarnos unos a otros. Si usamos dones,
pero no crecemos en la expresión del amor, entonces ese ejercicio es desechado delante de Dios y
no participará de la verdadera edificación de la Iglesia. Si nos amamos unos a otros, todo don
espiritual ejercitado expresará su mayor potencia y razón de ser.
El propósito de esta sección es comprender cuál es la dinámica del conocimiento espiritual operando
en su plenitud en nuestro espíritu y cómo es administrado en nuestras almas.
Tabla de Contenido
¿Cómo opera el traslado de la sustancia del conocimiento espiritual a la naturaleza del
entendimiento en nuestras almas?
o ¿Quiénes son los que alcanzan a disfrutar los beneficios de esa luz?
o Algunas consideraciones sobre esta dinámica:
¿Por qué debemos administrar nuestras almas?
LO QUE CONOCES DEFINE TU ALMA
En el espíritu conocemos por vida y por naturaleza. Nuestras almas conocen por entendimiento, por
comprensión y por los pensamientos que luego se transforman en decisiones.
Es por eso que la madurez espiritual consiste en tomar del conocimiento espiritual que nos fue
otorgado, trasladado a nuestras almas. Ese traslado es importante porque es la manera en que
nuestras almas son expuestas a la luz de Dios y opera la transformación que propone el evangelio.
Juan 7:38 “El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua
viva”.
Juan 4:13-14 “Respondió Jesús y le dijo: Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a
tener sed; (14) más el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el
agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna”.
Así como nuestro cuerpo necesita exponerse a la luz del sol, nuestra alma necesita ser expuesta a la
luz de la verdad de Dios todos los días. Aunque el mundo nos ha llevado a conformarnos con la luz
artificial del conocimiento científico o experiencial, lo que verdaderamente transforma el alma es la
luz del conocimiento de Dios.
Juan 8:31-32 “Jesús decía a los judíos que habían creído en él: “Ustedes serán verdaderos
discípulos míos si perseveran en mi palabra; (32) entonces conocerán la verdad, y la verdad
los hará libres”.”
Jeremías 31:33-34 “Pero este es el pacto que haré con la casa de Israel después de
aquellos días, dice Jehová: Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo
seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo. (34) Y no enseñará más ninguno a su
prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce a Jehová; porque todos me
conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice Jehová; porque
perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado”.
Es necesario resolver cuál es la razón por la cual el Señor estableció maestros en para la edificación
de los santos, siendo que acerca del nuevo pacto se anuncia la incapacidad de enseñar diciendo
“conoce al Señor”.
También tenemos otros pasajes que hablan de la importancia de esta actividad en el crecimiento de
la Iglesia:
Romanos 12:6-7 “De manera que, teniendo diferentes dones, según la gracia que nos
es dada, si el de profecía, úsese conforme a la medida de la fe; (7) o si de servicio, en
servir; o el que enseña, en la enseñanza…”.
1 Timoteo 4:11 “Esto manda y enseña”.
Colosenses 1:28 “…a quien anunciamos, amonestando a todo hombre, y enseñando a
todo hombre en toda sabiduría, a fin de presentar perfecto en Cristo Jesús a todo
hombre…”.
Antes de la Cruz de Cristo, tan sólo éramos almas sometidas al pecado y a la muerte. Después de
Cristo somos seres espirituales que administran un alma y habitan un cuerpo.
1 Corintios 15:45 “Así también está escrito: Fue hecho el primer hombre Adán alma
viviente; el postrer Adán, espíritu vivificante”.
Es importante que nuestras almas entiendan que “no somos almas”. Es decir, nuestras almas
deben renunciar a ser el centro de lo que somos, renunciando a ser la fuente de nuestra
identidad.
Al decir “soy un ser espiritual”, dejamos al alma en un segundo lugar. Si ya no somos “almas”,
entonces… ¿Cuál es el lugar y función de nuestras almas? Somos seres espirituales que
administran un alma.
Habiéndosenos dado vida espiritual, entonces somos seres espirituales y los pensamientos del alma
ya no son nuestra identidad mayor, sino aquello que portamos en el espíritu.
Todo esto es un misterio que merece ser profundizado y revelado. Esto es sumamente importante
para poder alcanzar una verdadera y perdurable libertad en nuestras almas.
2 Corintios 5:17 “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas
viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas”.
Cuando se nos ordena añadir conocimiento a nuestras almas, buscamos administrar aquel espacio
de construcción que nos fue confiado por el Señor y que debe ser conquistado por la vida espiritual.
Es así que entendemos que, al crecer en conocimiento de Dios, también crecemos en conocernos a
nosotros mismos según Cristo.
LO QUE CONOCES DEFINE TU ALMA
El alma humana es el resultado de horas, días y años de exposición a información y
conocimiento que van produciendo una edificación interior. Esa información llega al alma por
medio de los sentidos y produce todo tipo de dinámicas internas, para edificar una manera muy
puntual y específica de procesar el mundo que nos rodea. Lo que recibimos del mundo se transforma
en pensamientos, memoria, emociones, proyectos, imaginación, creatividad, deseos, voluntad y
muchas otras dinámicas que terminan por producir decisiones y acciones que afectan nuestro
exterior.
Podríamos decir que el alma se forma con conocimiento de todo tipo y se alimenta de ese
mismo conocimiento.
La vida espiritual abre en el alma una nueva fuente de alimento inesperada e inexistente hasta aquí: la capacidad
de alimentar nuestras almas con el conocimiento espiritual. Ese conocimiento no proviene de los sentidos, sino
de la vida espiritual que nos fue otorgada.
Juan 4:13-14 “Todo el que beba de esta agua volverá a tener sed -respondió Jesús-,
(14) pero el que beba del agua que yo le daré, no volverá a tener sed jamás, sino que
dentro de él esa agua se convertirá en un manantial del que brotará vida eterna.”
Entonces, ¿Ya no son útiles los sentidos naturales? Claro que son útiles. Ellos nos permiten ser
provocados al conocimiento espiritual, mediante la predicación, la enseñanza, y los dones dados por
Dios a la Iglesia. Pero no son ellos finalmente la fuente, sino la vida misma que nos ha sido otorgada
en el espíritu.
Lo que el evangelio responde respecto a esto es que ninguna persona sobre la tierra conoce
quién verdaderamente es, hasta que experimenta la madurez espiritual. El conocimiento
espiritual produce una luz en el alma que expone toda edificación falsa, para que, al ser desalojada,
entonces lo verdadero salga a luz.
¿Qué significa conocer según la carne? Significa definir a las personas por sus experiencias
humanas, decisiones, reacciones e historia. Es conocer por lo que proviene de los sentidos. Cuando
aprendemos a despreciar la calidad de ese conocimiento, damos lugar a una nueva manera de
conocer a las personas y conocernos a nosotros mismos: la vida espiritual.
Cuando aprendemos a despreciar todo conocimiento natural, nuestra alma comienza a ser más
verdadera. Somos librados de toda edificación circunstancial, terrenal y carnal. Es una batalla de
conocimiento contra conocimiento.
CONOCIMIENTO ESPIRITUAL
VS.
CONOCIMIENTO NATURAL
Provocar el conocimiento de Dios significa colaborar con la tarea de traer al alma aquello que el
Señor ya nos ha concedido en nuestro espíritu. Esa provocación no tiene que ver con añadir algo
que no existe, sino reconocer lo que nos ha sido otorgado y procurar que ese conocimiento sea el
alimento de nuestras almas. Es un proceso “de adentro hacia afuera” y no de “afuera hacia adentro”
como lo hace el conocimiento natural. En el proceso de madurez no comenzamos desde la
ignorancia, sino que comenzamos del conocimiento de nuestro espíritu para alcanzar el
entendimiento y luz en nuestras almas.
En próximos apartados nos concentraremos más profundamente en el siguiente pasaje, pero hemos
de notar un principio fundamental para el evangelio:
Hebreos 8:10-12 dice: “Por lo cual, este es el pacto que haré con la casa de Israel,
después de aquellos días, dice el Señor: Pondré mis leyes en la mente de ellos, y sobre
su corazón las escribiré; y seré a ellos por Dios, y ellos me serán a mí por
pueblo; (11) Y ninguno enseñará a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo:
Conoce (ginosko) al Señor; porque todos me conocerán (oida), desde el menor hasta
el mayor de ellos. (12) Porque seré propicio a sus injusticias, y nunca más me acordaré
de sus pecados y de sus iniquidades”.
Una vez más vemos esta diferencia entre dos palabras traducidas como “conocimiento”,
pero que en realidad son palabras diferentes en el original. El mensaje es claro: en el
Nuevo Pacto, otorgado a nosotros por el sacrificio de Cristo, nos es otorgado un
beneficio espiritual y eterno absolutamente central y altamente relevante: el
conocimiento de Dios.
Al decir: “todos me conocerán” (oida), está expresando que junto con la vida espiritual
nos ha sido otorgado el pleno conocimiento de Dios. Ese conocimiento no es por
experiencia humana, sino por la luz plena de la vida espiritual y eterna.
Recordemos cuál es la calidad de la vida espiritual que nos ha sido otorgada en Cristo:
Efesios 1:3-4 “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos
bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, (4) según nos
escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin
mancha delante de él…”.
La vida espiritual que nos fue otorgada es eterna y es preexistente a nuestra historia
natural y humana. Es en esa naturaleza y realidad donde conocemos a Dios de manera
plena, aunque nuestra alma y mente aún no hayan podido acceder ni entender ese
conocimiento.