La Revolución Francesa

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La Revolución Francesa

En la historia del mundo contemporáneo, la revolución francesa significó el tránsito


de la sociedad estamental, heredera del feudalismo, a la sociedad capitalista,
basada en una economía de mercado. La burguesía, consciente de su papel
preponderante en la vida económica, desplazó del poder a la aristocracia y a
la monarquía absoluta. Los revolucionarios franceses no sólo crearon un nuevo
modelo de sociedad y estado, sino que difundieron un nuevo modo de pensar por
la mayor parte del mundo.

INTRODUCCIÓN:

Antes de comenzar a hablar de la Revolución francesa, nos es indispensable


hacer una breve referencia a las ideas que la gestaron:

El final del siglo XVIII fue una época de trastornos en muchas partes de hemisferio
occidental, trastornos que se pueden atribuir, directa o indirectamente, al fermento
de las ideas conocidas como la Ilustración. Estas ideas, reflejo de las necesidades
y tensiones de una sociedad cambiante se basan en el nuevo conocimiento
científico del siglo XVII, que engendró una nueva fe en la razón y en el progreso.
por un lado, esto llevó a un rechazo de la autoridad y a una afirmación de
los Derechos del Hombre, expresados en la famosa declaración de Rousseau de
que el hombre nace libre, pero en todas partes está encadenado. Por otro
lado, las nuevas ideas fueron una inspiración para los monarcas, que , al ternar el
siglo XVII, empezaron a concentrar el poder en sus propias manos y a gobernar
mediante agentes burocráticos nombrados por ellos. Sin embargo, estas
actividades centralizadoras encontraron resistencia en todos aquellos que tenían
intereses creados en el Antiguo régimen, Iglesias, gremios y corporaciones y,
sobre todo, la aristocracia. Sus líderes recurrieron a las teorías de Montesquieu y
Burke para demostrar que la sociedad era una forma orgánica y que sus
agrupaciones tradicionales no sólo conferían derechos inalienables a sus
miembros sino que producían un equilibrio de poder que resguarda los individuos
de la tiranía. Esto junto al deseo de autonomía de la provincias dio origen al
descontento. Quedó muy claro entonces que el fermento no se detendría ahí.

Era más probable que ocurriera una rebelión en las regiones en que la aristocracia
podía contar con el apoyo de los campesinos; pero en Europa Oriental estos
últimos aún eran ciervos, y era poco probable que se revelaran para apoyar a los
terratenientes que eran sus opresores directos. Sin embargo, a los campesinos
también les desagradaban las innovaciones y a veces luchaban tenazmente
por conservar su forma de vida tradicional.

Las revoluciones aparecieron por primera vez en gran escala en las colonias
inglesas de América. Recurriendo a la filosofía de Locke sobre el derecho
natural, los colonizadores se negaron a pagar un impuesto establecido por el
parlamento en Londres, en el que no estaban representados. Para 1775 la disputa
había llegado a una guerra declarada. Los hombres moderados que habrían
mantenido la antigua estructura de la sociedad fueron sustituidos por otros
con objetivos más democráticos y la guerra por la independencia nacional ganó
apoyo en todos los estratos sociales. El ejemplo norteamericano fue una
inspiración para los rebeldes de los países bajos, así como en Francia, cuyas
tropas habían peleado en el lado norteamericano en la guerra.

La Revolución Francesa se encuadra dentro del ciclo de transformaciones


políticas y económicas que marcaron el fin de la Edad Moderna y el comienzo de
la Edad Contemporánea. La independencia de EEUU y el desarrollo de la
Revolución
Industrial, iniciada en la Gran Bretaña, son los otros dos grandes procesos que
señalan esta transición histórica.

El proceso
revolucionarios francés es, sin duda, el más importante dentro del agitado
panorama político del siglo XVIII. Es, además, uno de los más polémicos.
La historiografía se ha preocupado constantemente de él y son muchos los
escritos y los libros que presentan la revolución francesa como una gran gesta o,
por el contrario, un acontecimiento perjudicial y hasta innecesario para Francia y la
cultura occidental.

Es difícil tratar de sacar a la luz los motivos que nos llevan a esta pasión por el
tema. Muchos son los factores que se amontonan en torno a Francia y a la
revolución, presentándola como un tema apasionante y tremendamente complejo.

En este trabajo trataremos de explicar y enumerar lo mejor posible las causas y


los principales hechos de este proceso que trascendental en la historia de la
humanidad.

OPOSICIÓN AL ANTIGUO RÉGIMEN EN FRANCIA

Se denomina Antiguo Régimen al conjunto de costumbres e instituciones políticas


y económicas existentes en Francia y en Europa hasta fines del siglo XVIII.

LA VIDA POLÍTICA

La organización política de Francia, hacia 1789, era monárquica. El rey pretendía


que su poder derivaba de Dios, a quien únicamente debía cuenta de sus actos.
Sus súbditos no tenían ningún derecho, pero sí el deber de obedecer.

El rey declaraba la guerra y hacía la paz; comandaba los ejércitos; determinaba


los gastos y fijaba los impuestos; nombraba y destituía a los funcionarios y dirigía
la administración entera. Las provincias eran administradas por los intendentes,
con poder omnímodo y arbitrario.

El rey hacía las leyes, que eran la expresión de su voluntad personal, pues si


bien debía tener en cuenta las "costumbres fundamentales del reino", tales
costumbres eran contradictorias y vagas, y hubiera sido difícil definirlas
claramente. Además, el rey dirigía la administración de justicia, pues
esta se dictaba en su nombre y por funcionarios que el designaba.
Se usaba el tormento para lograr la confesión de los acusados, a quienes se
juzgaba en secreto y a los que se aplicaban las penas bárbaras de las marcas con
hierros candentes, de la picota, del látigo y de la horca.

La libertad
individual estaba amenazada constantemente por la policía, que podía aprender a
cualquiera con una simple orden del rey, la "carta sellada". No se daba la causa de
la detención porque "tal era la voluntad del rey".

Existía la censura previa y no existía la libertad de consciencia.

LA VIDA SOCIAL

En la sociedad francesa se distinguían tres estados o clases:

1) El clero: era la primera de las clases sociales privilegiadas. Conservaba un gran
prestigio e influencia. Además recibía los diezmos de los fieles, poseían extensas
propiedades, que abarcaban la cuarta parte de la superficie de Francia, y como si
fuera poco, no pagaban impuestos.

2) La nobleza: esta era la segunda clase privilegiada formada por un número de


personas análogo al del clero, que poseían tierras de parecida importancia y
extensión. Percibían de los campesinos, que vivían en sus tierras, los antiguos
derechos feudales, y sólo pagaban impuestos en casos especiales.

3) En El Tercer Estado se distinguían distintas categorías, alguna de las cuales


había logrado privilegios. La capa superior del estado llano era la burguesía; la
inferior, los obreros y campesinos.
Estos últimos soportaban pesadas cargas que, en la generalidad de los casos, les
privaban de las cuatro quintas partes del fruto de su trabajo. Debían pagar los
impuestos al estado, el diezmo a la iglesia y los derechos feudales al señor.

LA VIDA ECONÓMICA

La industria estaba entorpecida con excesivas reglamentaciones e impuestos.


Existían aduanas internas; las pesas y medidas variaban según las regiones;
algunos artículos, como los cereales, debían consumirse en el lugar
de producción; se aplicaban derechos de aduna que en muchos casos anulaban el
intercambio.

CAUSAS Y ASPECTOS BÁSICOS:

La revolución francesa abarca un período de 10 años (1789-1799),


durante los cuales se establecieron en toda Europa nuevas formas de
organización política, social y económica, surgieron nuevos usos y costumbres y
triunfaron nuevos modos del pensamiento y nuevas tendencias espirituales.
Las causas substanciales de la revolución francesa fueron en primer término la
arbitrariedades y abusos del antiguo régimen, ya mencionadas, y en segundo
lugar la acción de los filósofos y enciclopedistas.

Las causas ocasionales de la revolución. francesa fueron la debilidad de


carácter del nuevo rey Luis XVI y la grave crisis financiera.

Más de un siglo antes de que Luis XVI ascendiera al trono (1774), el Estado
francés había sufrido periódicas crisis económicas motivadas por las  guerras
emprendidas durante el reinado de Luis XIV, la mala administración de los asuntos
nacionales en el reinado de Luis XV, las cuantiosas pérdidas que acarreó la
Guerra Francesa en India (1754-1763) y el aumento de la deuda generado por los
préstamos a las colonias británicas de Norteamérica durante la guerra de la
Independencia estadounidense (1775-1783). Los defensores de la aplicación de
reformas fiscales, sociales y políticas comenzaron a reclamar con insistencia la
satisfacción de sus reivindicaciones durante el reinado de Luis XVI.

Luis XVI, quién contaba con apenas 20 años de edad carecía de condiciones
como gobernante pues su carácter era débil, su inteligencia era mediana y se dejo
influenciar por su esposa María Antonieta de Austria y por su primo el Duque de
Orleans. Dada la grave crisis financiera el rey se vio obligado a llamar
al gobierno a dos personajes de reconocida honestidad: R. Jaques Turgot, un
hombre de ideas liberales que instituyo una política rigurosa en lo referente a los
gastos del estado, y a Malesherves.

Turgot, ministro de hacienda, resumió su plan en esta frase: "Ni banca rota, ni


empréstito, ni aumento de impuestos" . Como el plan económico molestaba a la
corte Turgot lo presentó gradualmente, pero en 1776, cuando estableció un
impuesto que debía ser pagado por todos los dueños de tierras, fuesen o no
privilegiados el rey, por instancia de los afectados, lo obligó a renunciar.

Malesherves intentó garantizar los derechos de los ciudadanos, pero también se


vio forzado a renunciar. Entonces el antiguo régimen se restableció con todo
su vigor. Para aplacar los ánimos, Luis XVI designó como sucesor de Turgot
a Nécker, un banquero ginebrino de sólida fortuna personal y gran reputación
como financista. Obtuvo grandes empréstitos que pasajeramente aliviaron la
situación financiera. pero estos remedios resultaron ineficaces, porque
simultáneamente, aumentaron los gastos públicos como consecuencia de la
guerra que estallo entre Inglaterra y Francia, al apoyar esta última a las colonias
inglesas de América del Norte. Como los privilegiados no deseaban una reforma
de
fondo provocaron la caída de Nécker en 1781.

LOS ESTADOS GENERALES:

En 1788, la gravedad de la situación obligó a Luis XVI a llamar nuevamente a


Nécker, este sugirió al rey la convocatoria de los Estados Generales (una
asamblea formada por representantes del clero, la nobleza, y el tercer estado),
exigida también por el pueblo.

Luis XVI accedió finalmente a celebrar unas elecciones nacionales en 1788. La


censura quedó abolida durante la campaña y multitud de escritos que recogían las
ideas de la Ilustración circularon por toda Francia. Nécker, a quien el monarca
había vuelto a nombrar interventor general de Finanzas en 1788, estaba de
acuerdo con Luis XVI en que el número de representantes del Tercer estado (el
pueblo) en los Estados Generales fuera igual al del primer estado (el clero) y el
segundo estado (la nobleza) juntos, pero ninguno de los dos llegó a establecer
un método de votación.

A pesar de que los tres estados estaban de acuerdo en que la estabilidad de


la nación requería una transformación fundamental de la situación, los
antagonismos estamentales imposibilitaron la unidad de acción en los Estados
Generales, que se reunieron en Versalles el 5 de mayo de 1789. Las delegaciones
que representaban a los estamentos privilegiados de la sociedad francesa se
enfrentaron inmediatamente a la cámara rechazando los nuevos métodos de
votación presentados. El objetivo de tales propuestas era conseguir el voto
por individuo y no por estamento, con lo que el tercer estado, que disponía del
mayor número de representantes, podría controlar los Estados Generales. Las
discusiones relativas al procedimiento se prolongaron durante seis semanas,
hasta que el grupo dirigido por Emmanuel Joseph Sieyès y el conde de Mirabeau
se constituyó en Asamblea Nacional el 17 de junio. Este abierto desafío al
gobierno
monárquico, que había apoyado al clero y la nobleza, fue seguido de la
aprobación de una medida que otorgaba únicamente a la Asamblea Nacional el
poder de legislar en materia fiscal. Luis XVI se apresuró a privar a la Asamblea de
su sala de reuniones como represalia. Ésta respondió realizando el 20 de junio el
denominado Juramento del Juego de la Pelota, por el que se comprometía a no
disolverse hasta que se hubiera redactado una constitución para Francia. En ese
momento, las profundas disensiones existentes en los dos estamentos superiores
provocaron una ruptura en sus filas, y numerosos representantes del bajo clero y
algunos nobles liberales abandonaron sus respectivos estamentos para integrarse
en la Asamblea Nacional.

LA ASAMBLEA CONSTITUYENTE Y EL INICIO DE LA REVOLUCION:

El rey se dirigió en persona a la "pretendida Asamblea Nacional" cuyos actos


declaró nulos y sostuvo que los tres órdenes debían seccionar por separado.
La asamblea no acató la indicación. Esto significaba que la monarquía había sido
vencida por la asamblea, pues el poder legal quedaba virtualmente limitado
por el de ésta.

Los revolucionarios fundaron en Versalles una sociedad política a la moda inglesa,


popularmente conocido como el Club de los Jacobinos, porque se reunía en el
antiguo y deshabitado convento de ese nombre.
El rey se vio obligado a ceder ante la continua oposición a los decretos reales y la
predisposición al amotinamiento del propio Ejército real. El 27 de junio ordenó a la
nobleza y al clero que se unieran a la autoproclamada Asamblea Nacional
Constituyente. Luis XVI cedió a las presiones de la reina María Antonieta y del
conde de Artois (futuro rey de Francia con el nombre de Carlos X) y dio
instrucciones para que varios regimientos extranjeros leales se concentraran en
París y Versalles. Al mismo tiempo, Nécker fue nuevamente destituido. El pueblo
de París respondió con la insurrección ante estos actos de provocación; los
disturbios comenzaron el 12 de julio, y las multitudes asaltaron y tomaron La
Bastilla —una prisión real que simbolizaba el despotismo de los Borbones— el 14
de julio. Antes de que estallara la revolución en París, ya se habían producido en
muchos lugares de Francia esporádicos y violentos disturbios locales y revueltas
campesinas contra los nobles opresores que alarmaron a los burgueses no menos
que a los monárquicos. El conde de Artois y otros destacados líderes
reaccionarios, sintiéndose amenazados por estos sucesos, huyeron del país,
convirtiéndose en el grupo de los llamados émigrés. La burguesía parisina,
temerosa de que la muchedumbre de la ciudad aprovechara el derrumbamiento
del antiguo sistema de gobierno y recurriera a la acción directa, se apresuró a
establecer un gobierno provisional local y organizó una milicia popular,
denominada oficialmente Guardia Nacional. El estandarte de los Borbones fue
sustituido por la escarapela tricolor (azul, blanca y roja), símbolo de los
revolucionarios que pasó a ser la bandera nacional. No tardaron en constituirse en
toda Francia gobiernos provisionales locales y unidades de la milicia. El mando de
la Guardia Nacional se le entregó al marqués de La Fayette, héroe de la guerra de
la Independencia estadounidense. Luis XVI, incapaz de contener la corriente
revolucionaria, ordenó a las tropas leales retirarse. Volvió a solicitar
los servicios deNécker y legalizó oficialmente las medidas adoptadas por la
Asamblea y los diversos gobiernos provisionales de las provincias.

Otras de las consecuencias de la toma de la bastilla fue la revolución agraria y


social en la campiña francesa. Los campesinos en armas asaltaron castillos y
residencias señoriales; incendiaron los edificios de las oficinas de recaudación de
los impuestos, que tan desconsideradamente les gravaban. Los campesinos
destruyeron así, violentamente el régimen feudal; la asamblea al saberlo lo
aniquiló legalmente.

La redacción de una constitución

La Asamblea Nacional Constituyente comenzó su actividad movida por los


desórdenes y disturbios que estaban produciéndose en las provincias (el periodo
del 'Gran Miedo'). El clero y la nobleza hubieron de renunciar a sus privilegios en
la sesión celebrada durante la noche del 4 de agosto de 1789; la Asamblea aprobó
una legislación por la que quedaba abolido el régimen feudal y señorial y se
suprimía el diezmo, aunque se otorgaban compensaciones en ciertos casos. En
otras leyes se prohibía la venta de cargos públicos y la exención tributaria de los
estamentos privilegiados.
A continuación, la Asamblea Nacional Constituyente se dispuso a comenzar su
principal tarea, la redacción de una Constitución. En el preámbulo, denominado
Declaración de los Derechos del hombre y del ciudadano, los delegados
formularon los ideales de la Revolución, sintetizados más tarde en tres principios,
"Liberté, Égalité, Fraternité" ("Libertad, Igualdad, Fraternidad"). Mientras la
Asamblea deliberaba, la hambrienta población de París, irritada por los rumores de
conspiraciones monárquicas, reclamaba alimentos y soluciones. El 5 y el 6 de
octubre, la población parisina, especialmente sus mujeres, marchó hacia Versalles
y sitió el palacio real. Luis XVI y su familia fueron rescatados por La Fayette, quien
les escoltó hasta París a petición del pueblo. Tras este suceso, algunos miembros
conservadores de la Asamblea Constituyente, que acompañaron al rey a París,
presentaron su dimisión. En la capital, la presión de los ciudadanos ejercía una
influencia cada vez mayor en la corte y la Asamblea. El radicalismo se apoderó de
la cámara, pero el objetivo original, la implantación de una monarquía
constitucional como régimen político, aún se mantenía.

El primer borrador de la Constitución recibió la aprobación del monarca francés en


unas fastuosas ceremonias, a las que acudieron delegados de todos los lugares
del país, el 14 de julio de 1790. Este documento suprimía la división provincial de
Francia y establecía un sistema administrativo cuyas unidades eran los
departamentos, que dispondrían de organismos locales elegibles. Se ilegalizaron
los títulos hereditarios, se crearon los juicios con jurado en las causas penales y
se propuso una modificación fundamental de la legislación francesa. Con respecto
a la institución que establecía requisitos de propiedad para acceder al voto, la
Constitución disponía que el electorado quedara limitado a la clases alta y media.
El nuevo estatuto confería el poder legislativo a la Asamblea Nacional, compuesta
por 745 miembros elegidos por un sistema de votación indirecto. Aunque el rey
seguía ejerciendo el poder ejecutivo, se le impusieron estrictas limitaciones. Su
poder de veto tenía un carácter meramente suspensivo, y era la Asamblea quien
tenía el control efectivo de la dirección de la política exterior. El poder judicial
sería desempeñado por jueces elegidos por el pueblo. Se impusieron importantes
restricciones al poder de la Iglesia católica mediante una serie de artículos
denominados Constitución civil del Clero, el más importante de los cuales suponía
la confiscación de los bienes eclesiásticos. A fin de aliviar la crisis financiera, se
permitió al Estado emitir un nuevo tipo de papel moneda, los asignados,
garantizado por las tierras confiscadas. Asimismo, la Constitución estipulaba que
los sacerdotes y obispos fueran elegidos por los votantes, recibieran una
remuneración del Estado, prestaran un juramento de lealtad al Estado y las
órdenes monásticas fueran disueltas.

Durante los quince meses que transcurrieron entre la aprobación del primer
borrador constitucional por parte de Luis XVI y la redacción del documento
definitivo, las relaciones entre las fuerzas de la Francia revolucionaria
experimentaron profundas transformaciones. Éstas fueron motivadas, en primer
lugar, por el resentimiento y el descontento del grupo de ciudadanos que había
quedado excluido del electorado. Las clases sociales que carecían de propiedades
deseaban acceder al voto y liberarse de la miseria económica y social, y no
tardaron en adoptar posiciones radicales. Este proceso, que se extendió
rápidamente por toda Francia gracias a los clubes de los jacobinos, y de
los cordeliers, adquirió gran impulso cuando se supo que María
Antonieta estaba en constante comunicación con su hermano Leopoldo II,
emperador del Sacro Imperio Romano Germánico. Al igual que la mayoría de los
monarcas europeos, Leopoldo había dado refugio a gran número
de émigrés y no había ocultado su oposición a los acontecimientos revolucionarios
que se habían producido en Francia. El recelo popular con respecto a las
actividades de la reina y la complicidad de Luis XVI quedó confirmado cuando  la
familia real fue detenida mientras intentaba huir de Francia en un carruaje con
destino a Varennes el 21 de junio. El grupo más exaltado de revolucionarios halló
en la traición del rey un argumento decisivo para abolir la esclavitud y establecer la
república, pero la asamblea quiso limitar los poderes del rey sin suprimir la
monarquía.

Luego de más de 2 años de trabajo para poder redactar una constitución


moderada, para una monarquía liberal, el rey aceptó la constitución y juró
solemnemente acatarla y cumplirla en todos sus detalles. Finalmente, el 30
de setiembre de 1791, los constituyentes declararon terminada su misión,
iniciándose el nuevo régimen.

LA ASAMBLEA LEGISLATIVA
(1791/1792):

Dentro del nuevo sistema de gobierno, el poder legislativo lo desempeñaba la


Asamblea Legislativa, compuesta por una sóla cámara por 745 diputados,
políticos, noveles sin la experiencia de los constituyentes, ya que a propuesta de
Robespierre, la anterior asamblea aprobó la prohibición de reelegir a sus
miembros.

A la asamblea legislativa le tocó aplicar la constitución de 1791.

La monarquía constitucional no alcanzó a durar un año, pues la inestabilidad


interior y el comienzo de las guerras de la Revolución con Europa, provocaron una
segunda revolución en agosto de 1792, que acabó con la reyecía y estableció la
primera república. Diversas circunstancias crearon un ambiente desfavorable para
la consolidación de la monarquía constitucional.

En primer término, el propio rey, quien buscó ayuda extranjera para acabar con la
revolución.

En segundo lugar, los nobles difamaron el nuevo régimen y trataron de conseguir


la invasión de Francia por las fuerzas imperiales.

En tercer lugar, los católicos, indignados con la constitución civil del clero, se
sublevaron en algunas regiones de Francia.
Por último, los mismos revolucionarios estabandivididos. Los constitucionales
o fudenses, sostenían la aplicación estricta de la constitución y el mantenimiento
integral de los poderes del rey. Los jacobinos buscaron reformar la constitución,
reduciendo los poderes del rey. Entre los jacobinos se destacó un núcleo de
diputados llamados girondinos, que provenían del departamento de la Gironda, y
se convirtieron en dirigentes de la Asamblea Legislativa. Los
llamados cordeleros o
franciscanos, de tendencia republicana, acaudillados por Danton, joven abogado
de gran popularidad, y por el periodista Marat, carecían de influencia en la
asamblea, pero la tenían entre el pueblo de París.

El grupo girondino desarrolló una política cada vez más violenta contra Luis XVI.
Para desenmascarar al rey, y con la ilusión de extender por Europa los principios
revolucionarios, los girondinos propiciaron la guerra, convencidos de que con ella
unificarían a los patriotas frente a enemigos comunes.

El deseo de entablar una guerra se extendió rápidamente entre los monárquicos,


que confiaban en la derrota del gobierno revolucionario y en la restauración del
Antiguo Régimen, y entre los girondinos, que anhelaban un triunfo definitivo sobre
los sectores reaccionarios tanto en el interior como en el exterior. El 20 de abril de
1792 la Asamblea Legislativa declaró la guerra al Sacro Imperio Romano.

La lucha por la libertad

Los ejércitos austríacos obtuvieron variasvictorias en los Países Bajos austríacos


gracias a ciertos errores del alto mando francés, formado mayoritariamente por
monárquicos. La posterior invasión de Francia provocó importantes desórdenes en
París. El gabinete de Roland cayó el 13 de junio, y la intranquilidad de la
población se canalizó en un asalto a las Tullerías, la residencia de la familia
real, una semana después. La Asamblea Legislativa declaró el estado de
excepción el 11 de julio, después de que Cerdeña y Prusia se unieran a la guerra
contra Francia. Se enviaron fuerzas de reserva para aliviar la difícil
situación en el frente, y se solicitaron voluntarios de todo el país en la capital.
Cuando los refuerzos procedentes de Marsella llegaron a París, iban cantando un
himno patriótico conocido desde entonces como La Marsellesa. El descontento
popular provocado por la gestión de los girondinos, que habían expresado su
apoyo a la monarquía y habían rechazado la acusación de deserción presentada
contra La Fayette, hizo aumentar la tensión. El malestar social, unido al efecto que
generó el manifiesto del comandante aliado, Charles William de Ferdinand, duque
de Brunswick, en el que amenazaba con destruir la capital si la familia real era
maltratada, provocó una insurrección en París el 10 de agosto. Los insurgentes,
dirigidos por elementos radicales de la capital y voluntarios nacionales que se
dirigían al frente, asaltaron las Tullerías y asesinaron a la Guardia suiza del rey.
Luis XVI y su familia se refugiaron en la cercana sala de reuniones de la Asamblea
Legislativa, que no tardó en suspender en sus funciones al monarca y ponerle bajo
arresto. A su vez, los insurrectos derrocaron al consejo de gobierno parisino, que
fue reemplazado por un nuevo consejo ejecutivo provisional, la denominada
Comuna de París.

La revolución popular del 10 de agosto tuvo grandes consecuencias:

1.- Se suspendió al rey , cesando por consiguiente la vigencia de la constitución


de 1791.

2.- Se nombró un consejo Ejecutivo provisional, encargado de las funciones


ejecutivas, dirigido por Dantón, verdadero jefe del nuevo gobierno.

3.- Se elegiría, por sufragio universal una convención encargada de revisar la


constitución.

4.- Se reconocía la Comuna de París como poder legítimo del estado. Esta
comuna estaba en mano de los jacobinos , dirigidos por Roberspierre y Marat.

Entre el 2 y el 7 de septiembre, más de mil monárquicos y presuntos traidores


apresados en diversos lugares de Francia, fueron sometidos a juicio y ejecutados.
Los elementos desencadenantes de las denominadas 'Matanzas de Septiembre'
fueron el temor de la población al avance de los ejércitos aliados contra Francia y
los rumores sobre conspiraciones para derrocar al gobierno revolucionario. Un
ejército francés, dirigido por el general Charles François Dumouriez, obtuvo una
importante victoria en la batalla de Valmy frente a las tropas prusianas que
avanzaban hacia París el 20 de septiembre.

LA CONVENCIÓN:

Un día después de la victoria de Valmy se reunió en París la Convención Nacional


recién elegida. La primera decisión oficial adoptada por esta cámara fue la
abolición de la monarquía y la proclamación de la I República. El consenso entre
los principales grupos integrantes de la Convención no fue más allá de la
aprobación de estas medidas iniciales. Sin embargo, ninguna facción se opuso al
decreto presentado por los girondinos y promulgado el 19 de noviembre, por el
cual Francia se comprometía a apoyar a todos los pueblos oprimidos de Europa.
Las noticias que llegaban del frente semanalmente eran alentadoras: las tropas
francesas habían pasado al ataque después de la batalla de Valmy y habían
conquistado Maguncia, Frankfurt del Main, Niza, Saboya y los Países Bajos
austríacos. Sin embargo, las disensiones se habían intensificado seriamente en el
seno de la convención, donde el Llano dudaba entre conceder su apoyo a los
conservadores girondinos o a los radicales montagnards. La primera gran prueba
de fuerza se decidió en favor de estos últimos, que solicitaban que la Convención
juzgara al rey por el cargo de traición y consiguieron que su propuesta fuera
aprobada por mayoría. El monarca fue declarado culpable de la acusación
imputada con el voto casi unánime de la Cámara el 15 de enero de 1793, pero
no se produjo el mismo acuerdo al día siguiente, cuando había de decidirse la
pena del acusado. Finalmente el rey fue condenado a muerte por 387 votos a
favor frente a 334 votos en contra. Luis XVI fue guillotinado el 21 de enero.
La influencia de los girondinos en la Convención Nacional disminuyó
enormemente tras la ejecución del rey. La falta de unidad mostrada por el grupo
durante el juicio había dañado irreparablemente su prestigio nacional, bastante
mermado desde hacía tiempo entre la población de París, más favorable a las
tendencias jacobinas. Otro factor que determinó la caída girondina fueron las
derrotas sufridas por los ejércitos franceses tras declarar la guerra a Gran Bretaña,
las Provincias Unidas (actuales Países Bajos) el 1 de febrero de 1793, y
a España el 7 de marzo, que se habían unido a la Primera Coalición contra
Francia. Las propuestas de los jacobinos para fortalecer al gobierno ante las
cruciales luchas a las que Francia debería enfrentarse desde ese momento fueron
firmemente rechazadas por los girondinos. No obstante, a comienzos de marzo, la
Convención votó a favor del reclutamiento de 300.000 hombres y envió
comisionados especiales a varios departamentos para organizar la leva. Los
sectores clericales y monárquicos enemigos de la Revolución incitaron a la
rebelión a los campesinos de La Vendée, contrarios a tal medida. La guerra civil
no tardó en extenderse a los departamentos vecinos. Los
austríacos derrotaron al ejército de Dumouriez en
Neerwinden el 18 de marzo, y éste desertó al
enemigo. La huida del jefe del ejército, la guerra civil y
el avance de las fuerzas enemigas a través de las
fronteras de Francia provocó en la Convención una
crisis entre
los girondinos y los montagnards, en la que estos
últimos pusieron de relieve la
necesidad de emprender una acción contundente en defensa
de la Revolución.

El Reinado del
Terror

El 6 de abril, la Convención creó el


Comité de Salvación Pública, que
habría de ser el órgano ejecutivo de la
República, y reestructuró el Comité de
Seguridad General
y el Tribunal Revolucionario. Se enviaron representantes a los
departamentos para supervisar el cumplimiento de las leyes, el
reclutamiento
y la requisa de municiones. La rivalidad existente entre los
girondinos y los montagnards se había agudizado
durante este periodo. La rebelión parisina, organizada por
el periodista radical Jacques Hébert, obligó a la
Convención a ordenar el 2 de junio la detención de
veintinueve delegados girondinos y de los ministros de este
grupo, Pierre Henri Hélène Marie Lebrun-Tondu y
Étienne Clavière. A partir de ese momento, la
facción jacobina radical que asumió el control del
gobierno desempeñó un papel decisivo
en el posterior desarrollo de
la Revolución. La Convención promulgó una
nueva Constitución el 24 de junio en la que se ampliaba el
carácter democrático de la República. Sin
embargo, este estatuto nunca llegó a entrar en vigor. El
10 de julio, la presidencia del Comité de Salvación
Pública fue transferida a los jacobinos, que reorganizaron
completamente las funciones de este
nuevo organismo. Tres días después, el
político radical Jean-Paul Marat, destacado líder
de los jacobinos, fue asesinado por Charlotte de Corday,
simpatizante de los girondinos. La indignación
pública ante este crimen hizo aumentar considerablemente
la influencia de los jacobinos en todo el país. El
dirigente jacobino Maximilien de Robespierre pasó a ser
miembro del Comité de Salvación Pública el
27 de julio y se convirtió en su figura más
destacada en poco tiempo.
Robespierre, apoyado por Louis Saint-Just, Lazare Carnot, Georges
Couthon y otros significados jacobinos, implantó medidas
policiales extremas para impedir cualquier acción
contrarrevolucionaria. Los poderes del Comité fueron
renovados mensualmente por la Convención Nacional desde
abril de 1793 hasta julio de 1794, un periodo que pasó a
denominarse Reinado del Terror.

Desde el punto de vista militar, la situación era


extremadamente peligrosa para la República. Las potencias
enemigas habían reanudado la ofensiva en todos los
frentes. Los prusianos habían recuperado Maguncia,
Condé-Sur-L'Escaut y Valenciennes, y los británicos
mantenían sitiado Tolón. Los insurgentes
monárquicos y católicos controlaban gran parte de
La Vendée y Bretaña. Caen, Lyon, Marsella, Burdeos
y otras importantes localidades se hallaban bajo el poder de los
girondinos. El 23 de agosto se emitió un nuevo decreto de
reclutamiento
para toda la población masculina de Francia en buen estado
de salud. Se
formaron en poco tiempo catorce
nuevos ejércitos —alrededor de 750.000
hombres—, que fueron equipados y enviados al frente
rápidamente. Además de estas medidas, el
Comité reprimió violentamente la oposición
interna.
María Antonieta fue ejecutada el 16 de octubre, y
21 destacados girondinos murieron guillotinados el 31 del mismo
mes. Tras estas represalias iniciales, miles de
monárquicos, sacerdotes, girondinos y otros sectores
acusados de realizar actividades contrarrevolucionarias o de
simpatizar con esta causa fueron juzgados por los tribunales
revolucionarios, declarados culpables y condenados a morir en la
guillotina. El número de personas condenadas a muerte en
París ascendió a 2.639, más de la mitad de
las cuales (1.515) perecieron durante los meses de junio y julio
de 1794. Las penas infligidas a los traidores o presuntos
insurgentes fueron más severas en muchos departamentos
periféricos, especialmente en los
principales centros de la insurrección monárquica.
El tribunal de Nantes, presidido por Jean-Baptiste Carrier, el
más severo con los cómplices de los rebeldes de La
Vendée, ordenó la ejecución de más de
8.000 personas en un periodo de tres meses. Los tribunales y los
comités revolucionarios fueron responsables de la
ejecución de casi 17 mil ciudadanos en toda Francia. El
número total de víctimas durante el Reinado del
Terror llegó a 40.000. Entre los condenados por los
tribunales revolucionarios, aproximadamente el 8% eran nobles, el
6% eran miembros del clero, el 14% pertenecía a la clase
media y el 70% eran trabajadores o campesinos acusados de eludir
el reclutamiento,
de deserción, acaparamiento, rebelión u otros
delitos. Fue el
clero católico el que sufrió proporcionalmente las
mayores pérdidas entre todos estos grupos
sociales. El odio anticlerical se puso de manifiesto
también en la abolición del calendario juliano en
octubre de 1793, que fue reemplazado por el calendario
republicano. El Comité de Salvación Pública,
presidido por Robespierre, intentó reformar Francia
basándose de forma fanática en sus propios
conceptos de humanitarismo, idealismo
social y patriotismo. El Comité, movido por el deseo de
establecer una República de la Virtud, alentó la
devoción por la república y la victoria y
adoptó medidas contra la corrupción
y el acaparamiento. Asimismo, el 23 de noviembre de 1793, la
Comuna de París ordenó cerrar todas las iglesias de
la ciudad —esta decisión fue seguida posteriormente
por las autoridades locales de toda Francia— y
comenzó a promover la religión
revolucionaria, conocida como el Culto a la Razón. Esta
actitud,
auspiciada por el jacobino Pierre Gaspard Chaumette y sus
seguidores extremistas (entre ellos Hébert),
acentuó las diferencias entre los jacobinos centristas,
liderados por Robespierre, y los fanáticos seguidores de
Hébert, una fuerza
poderosa en la Convención y en la Comuna de
París.

Durante este tiempo, el signo


de la guerra se había vuelto favorable para Francia. El
general Jean Baptiste Jourdan derrotó a los
austríacos el 16 de octubre de 1793, iniciándose
así una serie de importantes victorias francesas. A
finales de ese año, se había iniciado la ofensiva
contra las fuerzas de invasión del Este en el Rin, y
Tolón había sido liberado. También era de
gran relevancia el hecho de que el Comité de
Salvación Pública hubiera aplastado la mayor parte
de las insurrecciones de los monárquicos y
girondinos.

La lucha por el
poder

La disputa entre el Comité de Salvación


Pública y el grupo extremista liderado por Hébert,
concluyó con la ejecución de éste y sus
principales acólitos el 24 de marzo de 1794. Dos semanas
después, Robespierre emprendió acciones
contra los seguidores de Danton, que habían comenzado a
solicitar la paz y el fin del reinado del Terror. Georges-Jacques
Danton y sus principales correligionarios fueron decapitados el 6
de abril. Robespierre perdió el apoyo de muchos miembros
importantes del grupo de los jacobinos —especialmente de
aquéllos que temían por sus propias vidas— a
causa de estas represalias masivas contra los partidarios de
ambas facciones. Las victorias de los ejércitos franceses,
entre las que cabe destacar la batalla de Fleurus
(Bélgica) del 26 de junio, que facilitó la
reconquista de los Países Bajos austríacos,
incrementó la confianza del pueblo en el triunfo final.
Por este motivo, comenzó a extenderse el rechazo a las
medidas de seguridad
impuestas por Robespierre. El descontento general con el líder
del Comité de Salvación Pública no
tardó en transformarse en una auténtica
conspiración. Robespierre, Saint-Just, Couthon y 98 de sus
seguidores fueron apresados el 27 de julio de 1794 (el 9 de
termidor del año III según el calendario
republicano) y decapitados al día siguiente. Se considera
que el 9 de termidor fue el día en el que se puso fin a la
República de la Virtud.

La Convención Nacional estuvo controlada hasta


finales de 1794 por el 'grupo termidoriano' que derrocó a
Robespierre y puso fin al Reinado del Terror. Se clausuraron los
clubes jacobinos de toda Francia, fueron abolidos los tribunales
revolucionarios y revocados varios decretos de carácter
extremista, incluido aquél por el cual el Estado
fijaba los salarios y
precios de los
productos.
Después de que la Convención volviera a estar
dominada por los girondinos, el conservadurismo termidoriano se
transformó en un fuerte movimiento
reaccionario. Durante la primavera de 1795, se produjeron en
París varios tumultos, en los que el pueblo reclamaba
alimentos, y
manifestaciones de protesta que se extendieron a otros lugares de
Francia. Estas rebeliones fueron sofocadas y se adoptaron severas
represalias contra los jacobinos y sans-culottes que los
protagonizaron.

La moral de los
ejércitos franceses permaneció inalterable ante los
acontecimientos ocurridos en el interior. Durante el invierno de
1794-1795, las fuerzas francesas dirigidas por el general Charles
Pichegru invadieron los Países Bajos austríacos,
ocuparon las Provincias Unidas instituyendo la República
Bátava y vencieron a las tropas aliadas del Rin. Esta
sucesión de derrotas provocó la
desintegración de la coalición antifrancesa. Prusia
y varios estados alemanes firmaron la paz con el gobierno
francés en el Tratado de Basilea el 5 de abril de 1795;
España
también se retiró de la guerra el 22 de julio, con
lo que las únicas naciones que seguían en lucha con
Francia eran Gran Bretaña, Cerdeña y Austria. Sin
embargo, no se produjo ningún cambio en los
frentes bélicos durante casi un año. La siguiente
fase de este conflicto se
inició con las Guerras
Napoleónicas.
Se restableció la paz en las fronteras, y un
ejército invasor formado por émigrés
fue derrotado en Bretaña en el mes de julio. La
Convención Nacional finalizó la redacción de una nueva Constitución,
que se aprobó oficialmente el 22 de agosto de 1795. La
nueva legislación confería el poder
ejecutivo a un Directorio, formado por cinco miembros
llamados directores. El poder
legislativo sería ejercido por una asamblea bicameral,
compuesta por el Consejo de Ancianos (250 miembros) y el Consejo
de los Quinientos. El mandato de un director y de un tercio de la
asamblea se renovaría anualmente a partir de mayo de 1797,
y el derecho al sufragio quedaba limitado a los contribuyentes
que pudieran acreditar un año de residencia en su distrito
electoral. La nueva Constitución incluía otras
disposiciones que demostraban el distanciamiento de la democracia
defendida por los jacobinos. Este régimen no
consiguió establecer un medio para impedir que el
órgano ejecutivo entorpeciera el gobierno del ejecutivo y
viceversa, lo que provocó constantes luchas por el poder
entre los miembros del gobierno, sucesivos golpes de Estado y fue
la causa de la ineficacia en la dirección de los asuntos del país.
Sin embargo, la Convención Nacional, que seguía
siendo anticlerical y antimonárquica a pesar de su
oposición a los jacobinos, tomó precauciones para
evitar la restauración de la monarquía.
Promulgó un decreto especial que establecía que los
primeros directores y dos tercios del cuerpo legislativo
habían de ser elegidos entre los miembros de la
Convención. Los monárquicos parisinos reaccionaron
violentamente contra este decreto y organizaron una
insurrección el 5 de octubre de 1795. Este levantamiento
fue reprimido con rapidez por las tropas mandadas por el general
Napoleón Bonaparte, jefe militar de los ejércitos
revolucionarios de escaso renombre, que más tarde
sería emperador de Francia con el nombre de
Napoleón I Bonaparte. El régimen de la
Convención concluyó el 26 de octubre y el nuevo
gobierno formado de acuerdo con la Constitución
entró en funciones el 2 de
noviembre.

Desde sus primeros momentos, el Directorio


tropezó con diversas dificultades, a pesar de la gran
labor que realizaron políticos como Charles Maurice de
Talleyrand-Perigord y Joseph Fouché. Muchos de estos
problemas
surgieron a causa de los defectos estructurales inherentes al
aparato de gobierno; otros, por la confusión
económica y política generada por el triunfo del
conservadurismo. El Directorio heredó una grave crisis
financiera, que se vio agravada por la depreciación de los asignados (casi en un
99% de su valor). Aunque
la mayoría de los líderes jacobinos habían
fallecido, se encontraban en el extranjero u ocultos, su
espíritu pervivía aún entre las clases
bajas. En los círculos de la alta sociedad, muchos de sus
miembros hacían campaña abiertamente en favor de la
restauración monárquica. Las agrupaciones políticas
burguesas, decididas a conservar su situación de
predominio en Francia, por la que tanto habían luchado, no
tardaron en apreciar las ventajas que representaba reconducir la
energía desatada por la población durante la
Revolución hacia fines militares. Existían
aún asuntos pendientes que resolver con el Sacro Imperio Romano.
Además, el absolutismo,
que por naturaleza
representaba una amenaza para la Revolución, continuaba
dominando la mayor parte de Europa.

El ascenso de Napoleón al
poder

No habían pasado aún cinco meses desde que


el Directorio asumiera el poder, cuando comenzó la primera
fase (de marzo de 1796 a octubre de 1797) de las Guerras
Napoleónicas. Los tres golpes de Estado que se produjeron
durante este periodo —el 4 de septiembre de 1797 (18 de
fructidor), el 11 de mayo de 1798 (22 de floreal) y el 18 de
junio de 1799 (30 de pradial)—, reflejaban simplemente el
reagrupamiento de las facciones políticas
burguesas. Las derrotas militares sufridas por los
ejércitos franceses en el verano de 1799, las dificultades
económicas y los desórdenes sociales pusieron en
peligro la supremacía política burguesa en Francia.
Los ataques de la izquierda culminaron en una conspiración
iniciada por el reformista agrario radical François
Nöel Babeuf, que defendía una distribución equitativa de las tierras y
los ingresos. Esta
insurrección, que recibió el nombre de
'Conspiración de los Iguales', no llegó a
producirse debido a que Babeuf fue traicionado por uno de sus
compañeros y ejecutado el 28 de mayo de 1797 (8 de
pradial). Luciano Bonaparte, presidente del Consejo de los
Quinientos; Fouché, ministro de Policía;
Sieyès, miembro del Directorio y Talleyrand-Perigord
consideraban que esta crisis sólo podría superarse
mediante una acción drástica. El golpe de Estado
que tuvo lugar el 9 y 10 de noviembre (18 y 19 de brumario)
derrocó al Directorio. El general Napoleón
Bonaparte, en aquellos momentos héroe de las
últimas campañas, fue la figura central del golpe y
de los acontecimientos que se produjeron posteriormente y que
desembocaron en la Constitución del 24 de diciembre de
1799 que estableció el Consulado. Bonaparte, investido con
poderes dictatoriales, utilizó el entusiasmo y el idealismo
revolucionario de Francia para satisfacer sus propios intereses.
Sin embargo, la involución parcial de la
transformación del país se vio compensada por el
hecho de que la Revolución se extendió a casi todos
los rincones de Europa durante el periodo de las conquistas
napoleónicas.

Las transformaciones producidas


por la Revolución

Una consecuencia directa de la Revolución fue la


abolición de la monarquía absoluta en Francia.
Asimismo, este proceso puso
fin a los privilegios de la aristocracia y el clero. La
servidumbre, los derechos feudales y los diezmos fueron
eliminados; las propiedades se disgregaron y se introdujo el
principio de distribución equitativa en el pago de
impuestos. Gracias a la redistribución de la riqueza y de
la propiedad de
la tierra,
Francia pasó a ser el país europeo con mayor
proporción de pequeños propietarios independientes.
Otras de las transformaciones sociales y económicas
iniciadas durante este periodo fueron la supresión de la
pena de prisión por deudas, la introducción del
sistema
métrico y la abolición del carácter
prevaleciente de la primogenitura en la herencia de la
propiedad
territorial.

Napoleón instituyó durante el Consulado


una serie de reformas que ya habían comenzado a aplicarse
en el periodo revolucionario. Fundó el Banco de Francia,
que en la actualidad continúa desempeñando
prácticamente la misma función: banco nacional
casi independiente y representante del Estado francés en
lo referente a la política
monetaria, empréstitos y depósitos de fondos
públicos. La implantación del sistema educativo
—secular y muy centralizado—, que se halla en vigor
en Francia en estos momentos, comenzó durante el Reinado
del Terror y concluyó durante el gobierno de
Napoleón; la Universidad de
Francia y el Institut de France fueron creados
también en este periodo. Todos los ciudadanos,
independientemente de su origen o fortuna, podían acceder
a un puesto en la enseñanza, cuya consecución
dependía de exámenes de concurso. La reforma y
codificación de las diversas legislaciones provinciales y
locales, que quedó plasmada en el Código
Napoleónico, ponía de manifiesto muchos de los
principios y
cambios propugnados por la Revolución: la igualdad ante
la ley, el derecho
de habeas corpus y disposiciones para la
celebración de juicios justos. El procedimiento
judicial establecía la existencia de un tribunal de jueces
y un jurado en las causas penales, se respetaba la
presunción de inocencia del acusado y éste
recibía asistencia letrada.

La Revolución también
desempeñó un importante papel en el
campo de la religión. Los
principios de
la libertad de
culto y la libertad de expresión tal y como fueron
enunciados en la Declaración de Derechos del hombre y del
ciudadano, pese a no aplicarse en todo momento en el periodo
revolucionario, condujeron a la concesión de la libertad
de conciencia y de
derechos civiles para los protestantes y los judíos. La
Revolución inició el camino hacia la
separación de la Iglesia y
el
Estado.

Los ideales revolucionarios pasaron a integrar la


plataforma de las reformas liberales de Francia y Europa en el
siglo XIX, así como sirvieron de motor
ideológico a las naciones latinoamericanas independizadas
en ese mismo siglo, y continúan siendo hoy las claves de
la democracia. No
obstante, los historiadores revisionistas atribuyen a la
Revolución unos resultados menos encomiables, tales como
la aparición del Estado centralizado (en ocasiones
totalitario) y los conflictos
violentos que desencadenó

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