Unwrapping For The CEO - Olivia T. Turner PDF

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TRADUCIDO POR: VALKARIN24

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Trabajar de manera remota tiene sus ventajas.
Puedo usar mi pijama de Navidad y escuchar música navideña
todo el día.
También puedo enamorarme de mi hermoso jefe en paz,
mirándolo por Zoom mientras me escondo detrás de mi cámara
—rota—.
He estado enamorada del Sr. King durante meses.
Sí, es mayor y tiene más experiencia que yo, pero no importa.
De todos modos, es solo una fantasía en mi cabeza.
Hasta que haga la asistencia a la fiesta de Navidad de la oficina
obligatoria.
Encuentro el vestido perfecto y como un milagro navideño,
funciona mágicamente.
Atrapa sus ojos dominantes y posesivos.
Ahora, todo lo que mi obsesionado jefe quiere para Navidad soy
yo...
En su habitación...
Sin envolver como un regalo.

Con todo ese hablar sucio, el Sr. King será puesto en la lista de
traviesos si no tiene cuidado. Es un alfa posesivo que siempre
consigue lo que quiere y lo que quiere es a su tímida e inexperta
empleada de rodillas con un bastón de caramelo en la boca.
¡Seguro, sin trampas y un mágico HEA navideño que te hará
desear que la Navidad fuera todos los días!
¡Disfruten y tengan unas festividades seguras y felices!

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A todos mis maravillosos lectores,

Les deseo unas maravillosas fiestas llenas de


amor y felicidad.

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SINOPSIS .......................................................................... 3

CONTENIDO ...................................................................... 5

CAPÍTULO UNO ................................................................. 6

CAPÍTULO DOS ................................................................ 15

CAPÍTULO TRES .............................................................. 22

CAPÍTULO CUARTO ......................................................... 27

CAPÍTULO CINCO ............................................................ 35

CAPÍTULO SEIS ............................................................... 41

CAPÍTULO SIETE ............................................................. 49

CAPÍTULO OCHO ............................................................. 57

CAPÍTULO NUEVE ........................................................... 63

CAPÍTULO DIEZ ............................................................... 71

EPÍLOGO ......................................................................... 75

EPÍLOGO ......................................................................... 80

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COLLEEN

Estoy rodeada de Navidad.


Mi apartamento parece la aldea de Santa Claus con todos los
adornos a mano que he hecho, las decoraciones festivas colgadas
en cada centímetro cuadrado disponible y mis dos árboles de
Navidad iluminados. Sí, dos. No me juzgues. Simplemente adoro
la Navidad.
Tengo mi vela perfumada de pino de hoja perenne encendida,
mezclada con las galletas de jengibre que acaban de salir del
horno. Bing Crosby está cantando White Christmas a través de
mis altavoces y tengo puesto mi acogedor pijama de franela con
los duendes borrachos que dicen Let's Get Elfed Up.
No importa que sólo sea 8 de diciembre. O un martes. O que
técnicamente estoy en el trabajo ahora mismo.
—Colleen. —dice Andrea, la administradora de la oficina, a través
de mi portátil— ¿Estás ahí?
Pongo los ojos en blanco mientras termino de pintar una carita
feliz en el malvavisco para el adorno de cacao caliente que estoy
haciendo. Me encanta hacer estos bonitos adornos para el árbol.
Los hago por diversión, pero acabo teniendo tantos adornos
diferentes cada Navidad que termino vendiéndolos en las
distintas ferias de artesanía de la ciudad. Podría meter un tercer
árbol de Navidad en mi pequeño apartamento (sinceramente, es
algo que he considerado), pero sería una locura. Y no estoy loca.
Simplemente estoy obsesionada con la Navidad.

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Tengo dos obsesiones en la vida: la Navidad y, bueno, dejémoslo
ahí por ahora.
—Estoy aquí. —digo mientras pulso el micrófono.
Hay catorce cuadraditos en la pantalla de mi portátil, cada uno
con un compañero de trabajo aburrido que me devuelve la
mirada. Mi cuadrado está negro, como siempre.
—Enciende tu cámara, por favor. —dice Andrea con voz molesta.
—La de mi portátil sigue rota. —digo mientras mi corazón
empieza a acelerarse.
Ella pone los ojos en blanco. —¿Y la que te envié hace tres
semanas? —pregunta Andrea, al borde de su paciencia.
Hago una mueca al girarme y verla en la encimera de mi cocina,
todavía en la caja, todavía con el envoltorio de plástico alrededor.
—Creo que se perdió en el correo o algo así. —digo mientras mis
mejillas se calientan—. Ya sabes cómo es la oficina de correos
con la Navidad. Debe ser una locura allí. Tal vez se cayó detrás
de una máquina o algo así. O tal vez alguien la robó.
—¡Alguien robó mi regalo para Jeffrey! —Dice Madelyn,
entrometiéndose. Siempre puedo contar con Madelyn para
secuestrar la conversación— ¡Simplemente entró en mi porche
después de que lo entregaran y lo cogió! ¿Te lo puedes creer? El
descaro de algunas personas.
Más personas empiezan a intervenir, contando sus historias de
robo de paquetes y yo respiro aliviada. Andrea parece haberse
quitado de encima mío. Por ahora.
Me siento y le pinto una pajarita a mi hombre de malvavisco
mientras todos intentan superarse unos a otros en sus historias.

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De ninguna manera voy a poner esa cámara. No sólo todo el
mundo con el que trabajo vería mi obsesión fanática por todo lo
navideño detrás de mí, sino que el propietario, Marshall King,
estaría en la llamada y no me atrevería a mostrar mi cara.
Él es mi otra obsesión.
Si tuviera que elegir entre mi amor por la Navidad y mi adicción
a ese hombre tan sexy, lo elegiría a él sin dudarlo. Y eso es decir
mucho. Si pudieras ver mi apartamento, lo entenderías. Quiero
decir, incluso tengo una escobilla de baño de Navidad que saco
el primero de diciembre. Me lo tomo muy en serio.
Sin embargo, la Navidad no es nada comparada con él.
He estado enamorada de Marshall durante los últimos diez meses
y él ni siquiera sabe que estoy viva. Ni siquiera ha visto mi cara.
Yo trabajo a distancia y él vive en Chicago, que está a más de dos
horas de distancia. Tampoco he conocido a ninguno de mis otros
compañeros de trabajo, excepto a través de Internet.
A veces me siento sola trabajando todo el día, pero mi mejor
amiga vive en la puerta de al lado y siempre viene a verme, así
que no está tan mal. También puedo trabajar en mi negocio
paralelo durante las horas de trabajo, haciendo estos adornos de
cerámica y pintándolos cuando no hay demasiado trabajo.
—El Sr. King se pone en línea. —dice Andrea con voz tensa—
¡Gary, quieres salir del baño!
Me río mientras miro el cuadrito de Gary.
—¡Sólo me estoy lavando los dientes! —dice con el cepillo de
dientes metido en su boca espumosa.
—Es inapropiado. —le suelta Andrea—. Estás en horario de
trabajo, recuerda.

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Él escupe en el lavamanos y luego se gira hacia la cámara con el
ceño fruncido. —Acabo de comer un yogur caducado, ¿Qué
quieres que haga?
—Está entrando ahora. —ladra Andrea mientras mira su
teléfono. —¡Todo el mundo actúe con profesionalidad, joder!.
Jadeo cuando el cuadrado del señor King aparece en mi pantalla,
desplazando a todos los demás. Inmediatamente hago que el suyo
se expanda hasta ocupar toda la pantalla.
—¡Vaya! —susurro mientras mi corazón se agita en mi pecho. Es
como si me mirara fijamente con esos cálidos ojos marrones. Me
atraviesan, como si estuvieran mirando mi alma, pero en realidad
sé que no puede verme. Ni siquiera sabe que estoy viva. Para él
sólo soy un pequeño cuadrado negro en una esquina.
Hago una captura de pantalla de él para añadirla a mis cientos
de otras.
Es increíblemente hermoso. No sé qué hizo este hombre para
obtener cada uno de sus rasgos perfectos, pero imagino que debe
haber implicado un pacto con el diablo. Es lo único que podría
explicar su insano nivel de belleza caliente.
Es un poco mayor que yo. Treinta y siete años -lo acosé por
Internet- y yo sólo tengo veintidós, pero eso lo hace aún más
atractivo a mis ojos. Ha logrado tanto y es tan maduro. ¿Cómo
puede una mujer no preferir a un hombre mayor?
Suspiro mientras me hundo en mi silla, observándole con el
corazón en los ojos mientras Andrea divaga sobre el orden del día
de la reunión.
Suena una de mis canciones navideñas favoritas, Baby, It's Cold
Outside, y me lo imagino cantándomela. Me lo imagino
perfectamente: el fuego rugiendo, la nieve cayendo en forma de

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láminas blancas, el árbol de Navidad iluminado, los jerséis de
lana calentitos, los dos acalorados, las mejillas sonrosadas por el
vino, él pidiéndome que me quede esta noche, yo fingiendo que
no quiero...
Mi mano se desliza hacia el calor que late entre mis piernas y
suelto un pequeño gemido al tocarme.
Él me observa, completamente ajeno al efecto que está causando
en mi cuerpo. Si supiera lo que me hace. Si supiera lo mucho que
le necesito.
—Así que, dicho esto. —dice Andrea, arruinando mi pequeña
fantasía—. Le doy paso al señor King.
Mi boca se humedece al escuchar esa voz profunda y sexy. Me
recorre un cosquilleo por todo el cuerpo.
Lleva su traje gris claro, mi favorito. Sin corbata. Lleva
desabrochados los botones superiores, mostrando la parte
superior de su hermoso pecho. Me estremecen las yemas de los
dedos cuando me pregunto cómo sería desabrochar esa camisa
blanca y abrirla lentamente, dejando al descubierto su
musculoso pecho y su duro y cincelado estómago.
Bajaría, desabrochando lentamente cada uno de los botones,
sabiendo que su larga y gruesa polla se está poniendo dura como
una roca para mí.
Habla de números trimestrales, pero todo lo que escucho es lo
mucho que me desea, lo mucho que me necesita.
—Quiero que te quites ese pijama de elfo tan sexy. —me lo
imagino diciendo con esa voz profunda y rica mientras mi mano
traviesa me hace gemir. Me froto mientras fantaseo con él
mirándome—. Eres mi empleada y eso significa que estoy a cargo
de todo lo tuyo. Incluso de ese húmedo coñito tuyo.

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Gimo mientras veo a mi magnífico y dominante jefe hablar. Está
hablando del informe trimestral, pero eso no es lo que estoy
escuchando en absoluto.
—Muéstrame lo mojada que estás. —gruñe mientras sus ojos
oscuros se clavan en mí—. Abre ese coño empapado para tu jefe.
—Sí, señor. —susurro mientras me froto con más fuerza,
adentrándome en la fantasía.
Vuelvo a comprobar que mi micrófono está en silencio y luego me
bajo los pantalones y pongo los pies sobre el escritorio,
abriéndome justo delante del Sr. King. No tiene ni idea de lo que
puede estar viendo. Lo que quiero que vea.
Me estremezco ante la sensación de picardía, imaginando que es
real, imaginando que la presencia mandona y dominante de mi
jefe está realmente delante de mí, posando esos ojos posesivos
sobre mí en persona.
—Está empapada en horario de trabajo, señorita Campbell. —
dice con su voz sexy que se hace aún más profunda al verme
frotar mi clítoris—. Eso es inaceptable, chica sucia. Debes ser
castigada.
Dejo caer la cabeza hacia atrás y gimo mientras encuentro el
punto adecuado dentro de mí que hace que el calor se dispare de
la cabeza a los pies.
—Señorita Campbell. —dice de nuevo— ¿La señorita Campbell
está ahí?
—Se niega a encender su cámara. —dice Andrea.
—¡Mierda! —Grito mientras me levanto de un salto, tirando un
bote de pintura sobre mis papeles.

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Me subo los pantalones mientras tanteo los auriculares,
entrando en pánico mientras recojo la botella y quito el silencio.
—¡Estoy aquí! —Digo con una voz sin aliento— ¡Estoy aquí!
—¿Dónde estabas? —pregunta Andrea con voz tensa— ¿Qué
estabas haciendo?
Las otras dieciséis cajas vuelven a aparecer en mi pantalla y
todas se quedan mirando mi pequeña caja negra, preguntándose
qué está pasando detrás de la oscuridad.
Si pudieran verme, verían mi pelo alborotado, las mejillas rojas,
pintura negra en la mano y una mirada culpable y avergonzada.
—¿Cuál era la pregunta? —Pregunto con voz temblorosa.
—Por eso la política de la empresa es tener la cámara encendida—
me dice Andrea—. Podrías estar haciendo cualquier cosa ahí
detrás y no tendríamos ni idea.
—Estoy seguro de que la señorita Campbell no está haciendo
nada que merezca ser castigado. —dice el señor King con una
sonrisa socarrona.
Mi corazón late aún más fuerte al escuchar mi nombre en esos
labios sensuales.
—Lo siento de nuevo. —digo, tratando de mantener la falta de
aliento en mi voz—. Mi... perro estaba ladrando en la puerta.
¡Mierda, ni siquiera tengo un perro!
—Estaba preguntando por las cifras de los anuncios de
noviembre en las redes sociales. —dice— ¿Las tienes a mano?
—¡Las tengo! —Digo mientras me animo en mi asiento. ¡Mierda!
Hay pintura por todas partes—. Quiero decir... lo hice. Mi perro...
se las comió.

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Cierro los ojos, deseando estar muerta.
—Puedo enviarte una copia por correo electrónico
inmediatamente. —digo mientras me apresuro a abrir mi correo
electrónico.
—Para el final del día estaría bien. —dice—. Vamos a seguir
adelante y concluir la reunión, pero antes tengo un anuncio.
Oh, Dios, qué desastre. Todavía tengo esa sensación de pánico
mientras vuelvo a hacer clic en el correo electrónico del Sr. King.
—Se trata de la fiesta de Navidad.
Suspiro, preguntándome cómo sería ver a este hermoso hombre
en persona, vestido con su mejor traje frente a un árbol de
Navidad magníficamente iluminado. Me moriría...
Al parecer, las dos últimas fiestas de Navidad tuvieron lugar en
Zoom, así que fueron bastante flojas y sin incidentes. Nada de
escabullirse a rincones oscuros con el jefe dominante en mi
futuro...
—Este año, vamos a organizar una fiesta presencial. —dice,
haciendo que se me pare el corazón—. Y se espera que todos
ustedes asistan.
Me quedo boquiabierta mientras miro la pantalla,
preguntándome si lo he oído bien. ¿En persona?
—Pagaremos los gastos de viaje y alojamiento de nuestros
empleados de fuera de la ciudad, así que no hay excusa. Quiero
veros a todos allí el 14 de diciembre.
Mi corazón se acelera cuando lo asimilo. Esta vez lo conoceré de
verdad. En carne y hueso. Al Sr. King. Y yo. Juntos. En la misma
habitación. ¡No puedo!

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—Es muy generoso por su parte, Sr. King. —interviene Andrea
con una sonrisa falsa. Dios, es tan lameculos—. Por mi parte, no
puedo esperar.
—Genial. —dice él relamiéndose los labios—. No puedo esperar a
conocer a cada uno de ustedes. ¿Srta. Campbell?
¡Oh, mierda, me está hablando a mí! ¿Por qué me está hablando
a mí?
—¿Sí? —Me sale un chillido.
—¿Confío en que estará allí?
Trago con fuerza. —¡Sí! ¡Estaré allí! No me lo perdería.
—Bien. —dice mientras esos ojos oscuros se clavan en mí,
haciendo que mi cuerpo se enrojezca de calor—. Estoy deseando
conocerte en persona.
En persona... Dios mío, esto es demasiado...
Se acabó el esconderse detrás de mi cuadrito negro. Esta vez no.
Realmente voy a tener que conocer mi obsesión traviesa.
En carne y hueso.
Oh, mierda, ¿Qué diablos voy a usar?

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COLLEEN

—¿Por qué tienes tantos pijamas? —pregunta Brianna con la


nariz levantada mientras revisa mi armario— ¿No tienes ropa
para salir?
Me siento en la cama, todavía sin creerlo.
—Tengo algunas. —digo a la defensiva— ¿Y ese vestido negro?
Empuja todos mis conjuntos de pijama pulcramente colgados a
un lado y coge el viejo y polvoriento vestido que está apilado
contra la pared.
Pone cara de blah mientras lo sostiene. —¿Esto?
—Sí. Es mi vestido sexy.
Pone los ojos en blanco mientras lo lanza por la habitación sobre
la silla de mi escritorio. —Explica por qué sigues siendo virgen.
Suspiro mientras me dejo caer en la cama, tapándome los ojos.
Esto es un desastre. Me gusta tener al Sr. Marshall King en mi
cabeza, donde puede representar cada una de mis traviesas
fantasías.
—¿Cuánto tienes para un vestido nuevo? —pregunta mientras se
aleja de mi armario con disgusto.
—¿Cien dólares? —le digo, sin saber siquiera qué hay en mi
cuenta bancaria. Intento mirar en mi aplicación bancaria con la
menor frecuencia posible. Es como la caja de Pandora: una vez
que la abro, salen todo tipo de sentimientos: vergüenza,
desesperación, pánico, ansiedad. Lo mejor es mantenerla

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escondida en mi teléfono y en el fondo de mi mente, donde sólo
es un problema para el futuro.
—No vas a conseguir mucho por eso. —dice con un suspiro—
Déjame ver lo que tengo.
Me quedo aquí con mi mente dando vueltas mientras Brianna se
va a su casa de al lado.
Tal vez debería avisar que estoy enferma, o decir que el autobús
se estrelló, o que mi perro imaginario murió. ¡Sí! Eso también
solucionaría mi otra mentira. Matar dos mentiras de un tiro, soy
un genio.
Me invento la historia en mi cabeza: el pobre Cheeto se atragantó
con un Cheeto y murió. Puedo decir —¡¿Cuáles son las
probabilidades de que eso ocurra?! —y todo el mundo se lo va a
creer porque ¿Quién se inventaría una historia tan ridícula?
—Deberías ponerte esto. —dice Brianna mientras vuelve a entrar
con un elegante vestido rojo.
Me quedo con la boca abierta. —¡¿Eso?!
Sonríe mientras mis mejillas se calientan. Sólo con mirarlo me
sonrojo.
Es un vestido rojo oscuro, escotado (y me refiero a escotado), con
una abertura en ambas piernas y tirantes de espagueti sobre los
hombros. La espalda es acampanada y fluye hasta el suelo, lo
que debe hacer que parezca mágico cuando la mujer que lo lleva
camina.
—¿Quieres que me vista como un personaje de manga anime? —
Pregunto, mirándola con asombro— ¿Para la fiesta de Navidad de
mi oficina?
Brianna se ríe mientras me lo entrega. —Pruébatelo.

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—¡No! —digo mientras me alejo del vestido como si fuera a
morderme o algo así.
—¿Por qué no? —se burla— ¿Tienes miedo?
—¡Sí! De hecho, ¡estoy aterrorizada!
No tengo un cuerpo como el de Brianna. O la confianza. Tenemos
más o menos la misma altura, pero ella es atlética, dura y
tonificada por haber jugado al voleibol en la universidad. Yo soy
suave y blanda por haber comido demasiadas galletas de
Navidad.
—Solo soy yo —dice mientras me lanza el vestido.
Me acobardo, pero me cae en la cabeza. Vaya, es realmente suave.
Es un material precioso y me encanta el color. Es navideño, pero
a la vez tiene clase y elegancia.
—Ese vestido tiene poderes mágicos. —dice mientras se sienta en
la silla de mi escritorio y da vueltas—. Vas a hipnotizar al Sr.
Prince con él.
—Sr. King.
—Prince, King. —dice encogiéndose de hombros—. Tendrás a
todo el maldito reino comiendo de la palma de tu mano si llevas
ese vestido a la fiesta.
Me lo pienso mientras ella me sonríe.
—Sólo pruébatelo.
Pongo los ojos en blanco. —Bien. Pero no me lo voy a poner.
Mi corazón se acelera mientras lo llevo al baño y me lo pruebo. Al
menos me queda bien. Es mucho más revelador que mi pijama
de elfo, pero no voy a poder seducir al señor King con él. Me
arreglo el pelo y, vaya. Me veo un poco sexy.

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Brianna está revisando mis capturas de pantalla del Sr. King
cuando vuelvo a entrar en la habitación con el precioso vestido
rojo fluyendo detrás de mí.
Se queda con la boca abierta cuando me ve. —¡Sí! ¡Un millón de
veces sí! Te vas a poner eso.
—No, no lo haré.
—Perra, no volveré a hablarte si no lo haces.
Me río. —Entonces, ¿A quién le vas a robar comida?
—Dije que no te hablaría, pero igual vendré a robarte la comida.
Me pongo delante del espejo de cuerpo entero y ambas nos
miramos en silencio mientras me muevo.
Este vestido hará sin duda una aparición en mi próxima fantasía
de Mr. King, pero no hará una aparición en la fiesta de Navidad.
—Es demasiado. —digo finalmente.
—Si quieres un tipo así. —dice mientras señala la captura de
pantalla del señor King—. entonces tienes que llevar un vestido
así.
Suspiro mientras me giro hacia el espejo. Mis tetas se ven muy
bien. Aunque se ven demasiado para mi gusto.
—Tienes que impresionar a este tipo. Tienes que volarle los putos
sesos con tu calentura y con ese vestido es como lo vas a hacer.
—No es sólo él. —digo mientras me pregunto si puedo sujetar las
aberturas de las piernas para que no sean tan altas—. Todos mis
compañeros de trabajo estarán allí también. Hay una chica
juiciosa, Andrea, y un tipo raro, Gary.

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—Siempre hay una chica prejuiciosa. —dice Brianna poniendo
los ojos en blanco—. Que se jodan esas zorras.
La sola idea de entrar en el vestíbulo con esto puesto me da
mariposas.
—Quieres a ese hombre para Navidad. —dice mientras señala la
pantalla de mi ordenador—. Dale un regalo irresistible para que
lo desenvuelva.
Mi corazón late más rápido mientras miro fijamente la foto de
Marshall. Me devuelve la mirada con una leve sonrisa en la cara.
Recuerdo cuando hice esa captura de pantalla. Fue hace cuatro
meses. No sé de qué iba el encuentro, pero recuerdo que tenía un
trozo de pelusa en el hombro que protagonizaba mi fantasía.
Me puse de puntillas y me incliné hacia él para arrancársela. Hizo
un comentario sobre mi perfume cuando me entretuve
demasiado. Entonces, esas grandes manos estaban sobre mí y
me folló con fuerza sobre su escritorio. Es una de mis favoritas.
—¿Lo quieres? —Brianna pregunta, sabiendo ya la respuesta. No
he dejado de hablar de él desde que se mudó.
Respiro profundamente mientras miro fijamente esos ojos
oscuros y sexys. Esos labios irresistibles. Esa fuerte mandíbula.
Esas manos... Dios, me encantan esas manos.
—Sí. —digo, con un poco más de firmeza—. Lo quiero.
Señala mi vestido con una mirada feroz. —Entonces, así es como
lo vas a conseguir. Recuerda. Es mágico.
Respiro profundamente mientras me giro hacia el espejo.
Espero que tenga razón...



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Desde luego, este vestido está llamando mucho la atención. Todo
el mundo me mira.
Me sujeto el abrigo alrededor del cuerpo mientras espero el
autobús.
El vagabundo del banco no deja de mirar mis piernas expuestas
(y heladas). Esperemos que Marshall tenga los mismos gustos
que ese tipo espeluznante.
Llega el autobús y subo, sujetando la cola de mi vestido para que
no se llene de ese asqueroso lodo gris que es sinónimo de
invierno.
El señor King pagó generosamente el viaje de todos, para que
pudieran venir a la fiesta de Navidad. Martha, de contabilidad,
consiguió un billete de avión, ya que vive en Austin, y todos los
demás consiguieron limusinas.
Andrea, la zorra de la oficina, me reservó un asiento en un
autobús con descuento. Ni siquiera me dejó conseguir un hotel,
ya que sólo vivía a dos horas de distancia, lo cual era lo
suficientemente cerca, en su opinión, para viajar de ida y vuelta
en una noche.
No importa. Sacúdelo de encima. Esta noche va a ser increíble y
aprovecharé las dos horas para idear todo tipo de cosas
maravillosas e ingeniosas que decir para que el señor King se
enamore de mí. Solo vibraciones positivas.
Las necesito.
Dos largas horas después, llego a la estación de autobuses y no
se me ha ocurrido nada inteligente que decir. También estoy más
nerviosa que nunca. Se me hace un nudo en el estómago y todo
me da mala espina: el extravagante vestido, mi pelo, los zapatos
que también me ha prestado Brianna. No estoy acostumbrada a

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los tacones altos y estos son una locura de altos. Me sentí como
si estuviera caminando con zancos por mi apartamento.
Tal vez me deje puestas estas botas de invierno y diga que me he
dejado los zapatos en el autobús... Eso podría funcionar...
Detente. Sé valiente. Sé la mujer que quieres ser. Sé el tipo de mujer
que seduciría a un hombre como Marshall y lo haría caer de
rodillas.
Aspiro una bocanada de aire frío, recojo los bajos de mi vestido y
me arrastro por la nieve hacia el vestíbulo, decidida a intentarlo.
Después de todo, la Navidad es la época de probar cosas nuevas.
También es la época de los milagros.
Quizá tenga suerte y consiga uno.
Y si esto no funciona, puedo volver a esconderme en mi pequeño
apartamento, pintando adornos para el árbol y cuidando mi ego
herido mientras intento superar mi enamoramiento secreto. Pero
al menos, sabré que lo he intentado.
Es todo lo que puedo hacer.
Estoy muy nerviosa cuando llego al vestíbulo, pero lo reprimo y
actúo con confianza mientras me cuelo en el baño de mujeres del
vestíbulo. Me pongo los zapatos, me arreglo el pelo, me arreglo el
vestido, me retoco el maquillaje y doy un último vistazo. Cielos,
¿Realmente había tanto escote en mi apartamento? ¡Dios mío!
Ya no hay marcha atrás. Va a hacer falta algo más que una
chaqueta de invierno para seducir a mi enamorado. Estoy yendo.
Respiro hondo y me pavoneo, esperando que esto no acabe en
desastre.

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MARSHALL

—¿Habrá alguna chica sexy esta noche? —pregunta Shawn


mientras se sienta en mi escritorio y coge mi trofeo de cristal—
¿Qué coño es esto? ¿Una espada de cristal?
—Es un premio. —digo mientras me cambio de camisa. Quiero
estar bien esta noche. Llevo mi mejor traje, negro, confeccionado
a mano por el mejor sastre del estado. Ha costado una puta
fortuna, pero espero que merezca la pena.
Shawn se ríe al leerlo. —Mejor empresario de 2022. ¿A quién se
la has tenido que chupar para conseguir esta puta cosa?
Sacudo la cabeza y me río mientras me abrocho los botones.
—No me metas en tus fantasías, maldito enfermo.
Todos los libros de productividad y negocios (y los he leído todos)
dicen que hay que deshacerse de los viejos amigos que no
comparten tu compromiso o tus objetivos. Dicen que serán un
peso que te arrastrará hacia abajo mientras intentas ascender a
tu yo más elevado.
Shawn es un peso que se niega a quitarse de encima. Eso está
bien. No sé qué haría sin él. Claro que siempre me distrae, pero
cuando te concentras como yo, una pequeña distracción no
siempre es mala.
Somos los mejores amigos desde el tercer curso, cuando se acercó
a mí y me preguntó si quería encender unos petardos en el
bosque. Después de que regresó a mi casa y probara las galletas

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de chocolate caseras de mi madre, se acabó. Decidió que estaba
en mi vida para siempre.
—Así que. —dice mientras salta del escritorio y se acerca a las
enormes ventanas que dan a Chicago. La vista desde mi oficina
es una maravilla. Me encanta ver los barcos en el río Chicago—
La situación de las chicas. Ponme al corriente.
—La verdad es que, —digo mientras me pongo los gemelos—.
todas las mujeres que están allí van a ser mis empleadas o las
esposas y novias de mis empleados.
—¿Y qué? —dice Shawn con un resoplido—. El coño es el coño.
No importa a quién esté unido.
—Es increíble que sigas soltero.
—Lo sé, ¿Verdad? —Se mira a sí mismo de arriba a abajo desde
sus destartalados zapatos, sus vaqueros holgados y su sudadera
con capucha de gran tamaño—. Estoy teniendo un año difícil en
lo que respecta a las damas.
—¿Quieres decir una década dura?
—Sí. —dice riendo—. Lo que es increíble es que sigas soltero. Si
me pareciera a ti y tuviera tu dinero, estaría nadando en coños.
—No, todavía lo joderías.
Se ríe. —Sí, probablemente.
Me pongo la corbata negra y la aliso en el espejo mientras Shawn
se sienta en el sofá de cuero y me observa.
—Tiene que haber alguien. —dice— ¿Qué hay de esa chica
Andrea? Es un poco estirada, pero tiene un buen culo.
Le dirijo una mirada que dice que no puede hablar en serio.

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Pone los ojos en blanco. —Bien, amigo. Disfruta de todo tu éxito
y dinero y premios y todo ese trabajo duro, ¿Para qué? Ni siquiera
vas a cobrar el botín.
—¿No tienes que estar en algún sitio?
—No. —dice con una gran sonrisa mientras se tumba en el sofá,
con las manos detrás de la cabeza y los zapatos sucios en el
reposabrazos—. Esa es la ventaja de trabajar sólo dieciocho horas
a la semana.
Shawn trabaja en la caja de un videoclub. Al parecer, aún queda
uno en el mundo, y Shawn trabaja en él. Déjalo que elija la más
muerta de las industrias muertas para hacer carrera. Me burlaría
de él, pero le pagan por ver películas todo el día. Tal vez lo tiene
todo resuelto después de todo.
—Tiene que haber alguien. —dice mientras mira hacia mi alto
techo.
Mi mente se desplaza hacia el pequeño cuadrado negro.
Colleen Campbell.
Nunca he visto su cara, pero hay algo en esa voz. Es dulce como
el azúcar. Se apodera de mi corazón cada vez que la escucho.
A veces, al final de un largo día, cuando se oye el sonido de las
aspiradoras en el pasillo y todos mis trabajadores están en casa,
en la cama, abro mi corbata, cierro los ojos pesados y pienso en
esa voz suave e inocente. Hay algo en ella que siempre me atrapa.
Sé que estará allí esta noche. Por eso he hecho obligatoria esta
fiesta. Quería verla. Necesitaba verla.
Probablemente sea mi imaginación la que se ha vuelto loca, pero
esta noche, por fin, tendré una cara que poner a esa voz
embriagadora.

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Me pongo la chaqueta, me retoco el pelo y echo un último vistazo.
Bastante bien. Ese sastre extravagantemente caro ha valido cada
céntimo.
—Déjame ir a esta cosa. —dice Shawn mientras se levanta de un
salto—. Seré tu copiloto. Seguro que te acostarás con alguien.
—Lo siento, amigo. Función de trabajo. Sólo se permiten
empleados y parejas.
Rodea con su brazo el mío y mira nuestro reflejo en el
espejo. —Podemos decir que estamos saliendo.
Retiro el brazo con una carcajada. —No lo creo.
—Sí. —dice con un suspiro—. Nadie se lo va a creer. Estoy fuera
de tu alcance.
—Exactamente.
Cierro la tienda, listo para ir a la fiesta. Ya es un poco tarde, pero
el jefe debe hacer una gran entrada, ¿No?
—Oye, ¿Puedes llevarme a Elgin? —pregunta Shawn mientras
apago la luz.
Resoplo una carcajada. —Ni hablar. Coge un taxi.
—Sí, buena idea. Oye, ¿Me prestas cincuenta dólares?
Sacudo la cabeza mientras saco un billete de cincuenta del
bolsillo y se lo doy. Me pregunto qué dirán los libros de negocios
al respecto.
No me importa. Por muy inútil que sea, es mi mejor amigo y me
ocupo de él. Me cuidó en séptimo curso cuando unos niños
mayores me hacían bullying. Nunca lo olvidaré. Rompió su
monopatín sobre la gran y gruesa cabeza de Kyle Johnson.

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¿Y de qué sirve ganar todo este dinero si no puedes cuidar de los
que quieres con él?
Sale al pasillo y me giro hacia el espejo para echar una última
mirada.
Sí, señor King.
Me estremezco al escuchar de nuevo esa cálida voz azucarada en
mi cabeza.
Colleen Campbell... Allá voy.

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COLLEEN

Intento canalizar la diosa que llevo dentro mientras me pavoneo


en el vestíbulo con la barbilla en alto.
—¿Quién eres tú? —me pregunta una voz mocosa detrás de mí.
Sé inmediatamente de quién se trata, incluso antes de girarme y
ver la cara engreída de Andrea—. Esta es una fiesta privada sólo
para empleados.
—Hola Andrea. —digo con las mejillas encendidas, toda la
confianza y la determinación fluyendo fuera de mí como un globo
que se desinfla—. Soy yo, Colleen Campbell.
—Oh, tú. —Ella mantiene sus severos ojos fijos en mí mientras
se cruza de brazos—. No te reconocí desde que te niegas a
encender tu cámara.
—Está rota. —digo con una risa incómoda— ¿Te acuerdas?
Ella fuerza una sonrisa tensa y luego me entrega dos tiquetes
verdes. —Esta noche tienes dos copas gratis. Intenta no pasarte,
al fin y al cabo es una fiesta de empresa, no una fiesta de barriles.
—Gracias. —digo con una sonrisa falsa mientras los cojo y sigo
caminando.
Vaya. Este lugar tiene una pinta increíble. Me encanta la
decoración navideña en blanco y azul. Hay un árbol enorme al
final de la pista de baile y una barra muy chula a lo largo de la
pared con elegantes camareros con gorros de Papá Noel que
sirven martinis rojos y verdes con bastones de caramelo dentro.

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Hay un DJ que pone música alegre y la gente ya está bebiendo y
bailando. Esto es genial.
Todo el mundo tiene muy buen aspecto. Reconozco a todos, pero
nadie me reconoce a mí. Todos sonríen amablemente al pasar o
me ignoran por completo. Tal vez no encender mi cámara y
aislarme de ellos no haya sido la mejor idea del mundo. Ahora
me estoy arrepintiendo.
Gary se acerca a mí con unos pantalones marrones
extremadamente ajustados y un polo negro que ha visto días
mejores. —¿Vas a usar esos tiquetes?
—Hola, Gary. —digo—. Soy Colleen.
—Oh, la chica del cuadrado negro. —dice con un movimiento de
cabeza cuando hace clic.
—Sí, esa soy yo. —digo torpemente—. Es un placer conocerte por
fin.
Vuelve a mirar los tiquetes en mi mano. —Entonces, ¿Vas a
usarlos?
—Sí, —digo mientras los aferro de forma protectora.
Suspira y sigue avanzando. Sorprendentemente, es aún más raro
en persona que a través de Zoom.
Intento fingir algo de confianza mientras me dirijo a la barra. Sigo
mirando a mi alrededor en busca del Sr. King, pero parece que
aún no ha llegado.
Estoy muy nerviosa. ¿Este vestido es demasiado? Es demasiado.
Pido un martini verde al camarero, entrego uno de mis tiquetes y
me bebo la mitad de un trago. Sabe a menta de Navidad. Me
encanta.

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Un revuelo recorre la multitud de unas doscientas personas
formada por empleados y parejas. Puedo sentir el cambio de
electricidad en el aire.
Inmediatamente, sé que es él. Casi puedo sentir su presencia.
Con un cosquilleo en todo el cuerpo, me giro y veo al Sr. Marshall
King, director general de King Tech y dueño de mi corazón, entrar
en la sala con el aspecto de un sueño hecho realidad.
Es... Es perfecto. No hay otra palabra para describirlo.
Ese traje negro... Es mi nuevo favorito.
No puedo quitarle los ojos de encima. Estoy aquí de pie,
observándolo con asombro, mirándolo con la boca abierta
mientras estrecha la mano de sus empleados y se presenta a sus
maridos y esposas.
Su pelo castaño claro está afeitado a los lados y un poco más
largo en la parte superior, perfectamente peinado. Me pregunto
qué se siente. Me pregunto qué aspecto tendrá por la mañana
cuando se despierta con una mirada atontada y un bostezo en
los labios. Me pregunto qué aspecto tendrá cuando sale de la
ducha, aunque si alguna vez tuviera la suerte de presenciarlo, no
creo que le miraría el pelo.
Está muy bueno. Hombros anchos rellenando ese elegante abrigo
negro entallado. Camisa blanca. Corbata negra. Parece que
podría ser el próximo James Bond. Parece una estrella de cine.
Mis ojos le siguen mientras recorre la sala, sonriendo
ampliamente mientras saluda a todo el mundo, dándoles las
gracias por venir, deseándoles una buena noche.
Estudio sus brazos redondos y musculosos empujando las
mangas de su abrigo y sus grandes manos con el fuerte agarre

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que da. Me pregunto cómo se sentirían esas manos en mis
caderas, guiándome de un lado a otro mientras me penetra.
—Mmmmm. —gimo mientras lo desnudo con mis ojos lujuriosos.
—Perdona, ¿has dicho algo? —pregunta el chico que está a mi
lado.
—¿Qué? —Digo con un grito ahogado— ¡No! Sólo estaba... ¡esta
bebida está taaaan buena! Mmmmmmm!
—Lo sé, claro.
Tomo otro sorbo con una sonrisa forzada mientras el tipo coge su
bebida y sigue avanzando.
Una vez que estoy sola de nuevo, mis ojos vuelven a mirar a mi
enamorado.
Viene hacia aquí. Dios mío, se dirige hacia mí.
El pánico y la emoción, pero sobre todo el pánico, se apoderan de
mí mientras él se abre paso por la barra, chocando hombros,
estrechando manos y saludando a todo el mundo.
Me ve y se queda paralizado por un segundo. Sus ojos se abren
de par en par mientras mira fijamente.
Alguien le dice algo, pero él lo ignora por completo y sigue
mirándome a mí.
Sonrío tímidamente y bebo un sorbo de mi bebida, preocupada
de repente porque tenga un bigote verde por este Martini. ¿Quizá
por eso me mira fijamente? Oh, mierda, eso sería tan yo.
De repente vuelve en sí y se dirige directamente a mí con un fuego
ardiente en esos sexys ojos marrones.
Vamos, confianza. Sé valiente, chica.

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—Hola, Sr. King. —digo con una voz suave y tranquila cuando
llega—. Soy Colleen Campbell.
Le ofrezco mi mano.
El reconocimiento aparece en sus ojos cuando la toma. —El
pequeño cuadrado negro.
—Esa soy yo. —digo mientras nos estrechamos, sin que ninguno
de los dos quiera soltarse.
Actúo con frialdad y calma, pero en mi interior me estoy volviendo
loca. Estoy tocando a Marshall King. Su mano es tan grande y
fuerte. Sólo la sensación de eso está haciendo que todos los
pequeños pelos de mis brazos se ericen.
—Estaba deseando conocerte. —dice mientras nos miramos a los
ojos. Es incluso más alto de lo que pensaba, pero no demasiado.
Tiene la altura perfecta si de repente me inclinara y apoyara mi
mejilla en su pecho, escuchando el sonido de su corazón
mientras me rodea con sus brazos.
—¿De verdad? —Pregunto, sacudiendo la fantasía de mi cabeza—
. Bueno, aquí estoy.
—Sí. —dice con esa voz profunda y rica que es como el chocolate
derretido—. Por fin estás aquí.
El aire se llena de algo eléctrico mientras nuestros cuerpos se
acercan el uno al otro como si no pudieran separarse. Algo está
sucediendo aquí... No estoy segura de qué, pero sé que es algo
especial.
—Sr. King. —dice Andrea, metiendo su estúpida cabeza y
arruinando el momento— ¿Está todo a su gusto?
—Todo es maravilloso. —dice él mientras se gira hacia ella con
una sonrisa forzada—. El lugar está precioso.

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Sus ojos se dirigen de nuevo a mí cuando dice esa última palabra.
—Todo el mundo tiene dos copas gratis. —dice ella—. pero he
hecho saber a todos los cantineros que es barra libre para ti.
—¿Dos copas gratis? —dice arrugando la frente—. No. Que sea
barra libre para todos.
—Señor, no creo que eso sea prudente para una función de
trabajo. Aumentaría la ingesta de alcohol, lo que podría...
—Barra libre, Andrea. No es negociable.
Ella resopla mientras su espalda se pone rígida. —Bien. Se lo
haré saber a todo el mundo.
Volvemos a mirarnos mientras ella se aleja con las manos
cerradas en un puño. Sonrío y él también lo hace.
—No creo que le guste mucho. —susurro.
Él se ríe. —No creo que le guste nadie.
La cabeza me da vueltas y el corazón me late con fuerza. Acabo
de hacer reír a Marshall King. No puedo dejar de sonreír.
—Así que, señorita Campbell. —dice— ¿Está usted aquí sola?
De repente parece muy serio mientras espera mi respuesta.
¿Es eso... celos en sus ojos?
No puede ser, pero... parece que está dando una sensación de
celos.
—Lo estoy. —digo con un movimiento de cabeza y una sonrisa
coqueta—. Estoy soltera estas Navidades.
Se relaja y eso confirma mis sospechas. Sí, estaba celoso. De.
Ninguna. Manera.

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—Quizá tengamos que hacer algo al respecto. —dice con una
sonrisa socarrona.
Con suerte, está hablando de ocupar ese papel él mismo y no está
planeando emparejarme con Gary o algo así. No estoy tan
desesperada. Todavía.
—Eso estaría bien. —digo con una sonrisa coqueta—. Significaría
más regalos bajo el árbol y me encantaría tener un gran paquete
para desenvolver.
Oh, no. Eso ha sonado mucho más sucio saliendo de mi boca que
en mi cabeza.
Traga con fuerza mientras me mira con esos intensos ojos
marrones. Son aún más hipnotizantes de cerca en persona. —¿Te
gustan los... paquetes grandes?
Trago saliva, dándome cuenta de que ya no estamos hablando de
regalos de Navidad. —Nunca he tenido uno antes, pero... creo que
me gustaría. Si fuera del hombre adecuado, por supuesto.
Me sostiene la mirada con la suya y me estremece. Este hombre
tiene algún tipo de control sobre mí. Nunca había reaccionado así
ante un hombre. Es emocionante y aterrador. No sé realmente
qué hacer.
Pero el Sr. King sí lo sabe.
Se inclina hacia mí y me susurra al oído. —Espero que consigas
todo lo que anhelas. Con suerte, no tendrás que esperar hasta
Navidad. Esta noche es tan buena como cualquier otra para
desenvolver un paquete grande y grueso.
Trago saliva al sentir su mano rozando mi cadera.
—Es usted impresionante, señorita Campbell. —susurra con un
gruñido gutural—. Si hubiera sabido lo que se escondía detrás de

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ese cuadrado negro, te habría hecho venir a la oficina y trabajar
en mi escritorio. Me lo he perdido.
—Ya estoy aquí. —digo, sintiendo que mi voz adquiere un tono
ronco que nunca había sentido antes—. Preparada para seguir
las órdenes del jefe.
Me mira de arriba abajo y emite un pequeño gruñido. —No me
tientes. Soy el tipo de hombre que toma lo que quiere.
—¿Y qué quiere usted... Sr. King?
Está a punto de decírmelo cuando Craig de Marketing le toca el
hombro con su prometida a su lado.
¡Noooooooo! ¡Vamos, Craig!
—Sr. King. —dice Craig con una sonrisa nerviosa—. Me gustaría
presentarle a mi prometida.
—Es un placer conocerle, señor. —dice ella mientras le tiende la
mano.
Marshall suelta un suspiro mientras se gira hacia ellos.
Me doy cuenta de lo que acaba de pasar, de lo que casi ha pasado,
y me apresuro a alejarme con las mejillas encendidas.
Pero en cuanto estoy al otro lado del pasillo, fingiendo que miro
los adornos del árbol de Navidad -pero en realidad mirando al Sr.
King a través del reflejo de la gran bombilla de cristal- estoy
deseando no haber huido. Desearía haber sido un poco más
audaz. Un poco más directa.
Y entonces tal vez podría haber conseguido ese gran paquete que
he estado deseando durante tanto tiempo.

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MARSHALL

Mi jefe de desarrollo de negocios me grita a los cuatro vientos,


pero lo único en lo que puedo pensar es en ese impresionante
vestido rojo, esa tímida sonrisa, esos inocentes ojos color
avellana. Su imagen me está matando.
Desde que se fue, hay una palabra que se repite en mi cabeza
una y otra vez: Mía.
Ella es mía.
La voy a tomar. Esta noche, en Navidad, para siempre. Ella es la
única para mí.
—Entonces, ¿Qué piensas? —Mason pregunta.
—¿Qué?
—¿Sobre entrar en el mercado europeo?
Sacudo la cabeza mientras mi mente da vueltas. No puedo pensar
con claridad.
Busco a mi chica por el pasillo, pero no la veo por ninguna parte.
Cada vez que intento encontrarla, algún cabrón se me acerca y
empieza a hablar. Quiero gritarles que tengo cosas más
importantes que hacer ahora mismo, como encontrar a mi alma
gemela, pero me muerdo la lengua. Ahora que sé que está aquí,
no quiero perder ni un segundo más sin ella.
—No lo sé. —suelto con demasiada dureza. Respiro
profundamente al ver que parece dolido—. Lo siento, Mason. Es

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que estoy... un poco al límite. Ven a hablar conmigo el lunes sobre
el tema. Nada de hablar de trabajo en la fiesta de Navidad.
—Entendido. —dice con un movimiento de cabeza antes de
retroceder.
—Oye, Mason. —le llamo antes de que desaparezca.
—¿Sí?
—¿Has visto a Colleen Campbell en algún sitio? La chica del
vestido rojo.
—No, lo siento, jefe. Probablemente puedas encontrarla desde el
escenario.
Mi pulso se acelera mientras miro el escenario con la banda en
él. Me apresuro a acercarme, ignorando a todas las personas que
intentan hablar conmigo. Me apresuro a pasar por delante de
todos ellos y subo a toda prisa las escaleras.
La banda termina su canción mientras yo escudriño la multitud
de rostros conocidos, buscando a la más guapa de todos.
Estoy tan concentrado en tratar de encontrarla que no me doy
cuenta de que la banda no está empezando una nueva canción.
Todo el mundo empieza a girarse hacia mí, interrumpiendo sus
conversaciones mientras me miran expectantes.
Cuando por fin la localizo junto al árbol de Navidad, con un
aspecto aún mejor del que recordaba, todo el lugar se queda en
silencio.
—¡Habla! —Grita Gary— ¡Habla!
Mierda.
El cantante se acerca y me entrega el micrófono.

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—Buenas noches a todos. —Respiro profundamente mientras
mantengo un ojo en mi chica. Me mira con esos ojos de ciervo,
parece un ángel diabólico con ese vestido rojo. Intento no pensar
en todas las cosas que quiero hacerle, cosas sucias que dejarían
ese vestido en jirones en el suelo.
No puedo hacerlo mientras la miro. Mi mente sigue yendo a los
lugares más sucios.
—Esta empresa no sería posible sin todo su trabajo. —digo,
divagando mientras intento apartar los ojos de ella. Resulta ser
una tarea imposible. Mis ojos se desvían hacia su sensual cuerpo.
Esta mujer está hecha para estar delante de un árbol de Navidad.
Quiero despertarme con ella cada mañana de Navidad durante el
resto de mi vida. Quiero colgar medias sobre el fuego y follarla
toda la noche hasta que el fuego se apague. Quiero hacer galletas
de jengibre con ella y luego comerle el coño mientras se hornean.
—Y un gran agradecimiento a todas las familias de mis
maravillosos empleados. —continúo, apenas registrando lo que
estoy diciendo—. Su apoyo significa el mundo para todos
nosotros.
Todos empiezan a aplaudir, incluida Colleen. Trago saliva al ver
cómo sus grandes y redondos pechos se agitan con el
movimiento. Desvío la mirada antes de que se me ponga dura
como una piedra delante de toda esa gente.
—Disfruten de la noche. —digo, terminando—. A partir de ahora
es barra libre.
Todo el mundo aplaude, excepto Andrea. Me mira con el ceño
fruncido.
—Felices fiestas. —digo y le devuelvo el micrófono al cantante.

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Comienza una nueva canción mientras yo salto del escenario y
me dirijo hacia mi chica. El público se divide al ver la intensidad
de mis ojos mientras atravieso la sala para llegar a ella.
Me mira con una tímida sonrisa mientras salgo de entre la
multitud con el corazón palpitando.
Probablemente soy demasiado viejo para ella. Tengo treinta y
siete años y me están saliendo algunas canas. Esta chica debe
tener unos veintidós. Parece madura y flexible y está lista para
que un hombre mayor le enseñe algunas cosas sobre su hermoso
cuerpo.
Puede que a la gente le importe nuestra diferencia de edad, pero
a mí no. No me molesta en lo más mínimo que haya una brecha.
Nada me va a impedir hacerla mía. Y menos las expectativas de
la sociedad. No me importa lo que la gente tenga que decir al
respecto. La edad no va a importar en absoluto cuando la tenga
sola y sin ese vestido.
—Bonito discurso. —dice con esa voz azucarada.
—No estaba intentando dar un discurso. —digo con un cosquilleo
en la piel—. Te estaba buscando a ti.
—¿A mí? —dice mientras me mira bajo esas largas y exuberantes
pestañas— ¿Qué querías de mí?
Respiro profundamente y decido ponerlo todo en juego. No soy el
tipo de hombre que pasa de puntillas para conseguir lo que
quiere. Soy el tipo de hombre que tira la puta puerta abajo y lo
toma.
—¿Qué quiero contigo? —Digo mientras miro fijamente sus
preciosos ojos—. Todo. Te deseo tanto que me duele, Colleen. Te
quiero en todos los sentidos. Quiero que seas mía. Quiero ser
tuyo.

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Esas adorables mejillas se sonrojan mientras me observa sin
aliento.
—Espero que no pienses que esto es un juego que estoy
jugando. —digo con ferocidad en mi voz—. No lo es. Nunca había
sentido esto por nadie. Ninguna mujer ha captado mi atención
como tú. Siento que estoy perdiendo todo el control.
Me mira fijamente en silencio. Se me cae el estómago. Me doy
cuenta de que he ido demasiado lejos, demasiado rápido. He sido
demasiado agresivo. Esa estrategia funciona muy bien en los
negocios, pero no en el amor. Probablemente ahora dejará su
trabajo. Incluso podría tener una demanda en mis manos.
No me importa una demanda. Le daré cada centavo que tenga
para compensar el haberla hecho sentir incómoda, aunque sea
por un segundo.
Me coge de la mano y mis piernas casi ceden de alivio. —Baila
conmigo.
Aprieto su suave mano y la guío hasta la pista de baile. Hay
parejas alrededor, abrazadas y balanceándose al ritmo de la
suave música navideña. Me abro paso hasta el centro, abrazando
a mi chica como si nunca fuera a dejarla ir.
La gente me mira mientras me doy la vuelta y la cojo en brazos,
pero no me centro en nada más que en la increíble chica que
tengo delante.
Es impresionante. Huele tan bien como a caramelo de vainilla. Se
me hace agua la boca al imaginar que la pruebo.
Ella sonríe tímidamente mientras me mira, con una mano en mi
bíceps y la otra en mi mano. Encajamos a la perfección. Me hace
desear ver lo bien que encajamos en otros aspectos.
—La gente nos mira. —susurra con una tímida sonrisa.

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—Yo soy el jefe. —le digo con voz firme—. Puedo hacer lo que
quiera.
—Y... ¿Qué quieres hacer?
Me relamo los labios mientras la miro con ojos hambrientos.
—Quédate conmigo esta noche y lo descubrirás.
Esas adorables mejillas empiezan a sonrojarse de nuevo. Me
encanta hacer que lo hagan.
—Quizá lo haga. —dice con una sonrisa coqueta.
La abrazo aún más fuerte mientras nos balanceamos al ritmo de
la música, mirándonos a los ojos y enamorándonos.
Se acabó. Estoy obsesionado. Oficialmente obsesionado.
Y no hay vuelta atrás.

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COLLEEN

Marshall no deja de mirarme durante toda la noche. Me encanta


que haya robado su atención. Incluso cuando se ve obligado a
hablar con otras personas, nunca deja de mirarme.
Es una mirada tan posesiva y territorial. Me da escalofríos ver
que me mira como si fuera suya. Como si fuera suya para
protegerme. Como si fuera suya para tenerme.
Bailamos tres veces a lo largo de la noche y seguimos
escabulléndonos por las esquinas para hablar y coquetear. Le
hablé de mi obsesión por la Navidad y él me contó cómo empezó
la empresa cuando tenía mi edad.
Ha hecho tanto. Tiene tantos logros. Es increíblemente
impresionante y me hace sentir que no he hecho nada con mi
vida. Pero con ese hombre increíble a mi lado, sé que puedo hacer
todo lo que pueda soñar.
El personal está limpiando y la gente empieza a marcharse.
Marshall se despide de todos, pero mantiene sus ojos posesivos
sobre mí todo el tiempo, asegurándose de que no me vaya sin él.
No se me ocurriría hacerlo. Sé que esta increíble noche está lejos
de terminar y que lo mejor está por llegar.
Se acerca a mí, merodeando como una pantera con esos ojos
ardientes clavados en mi cuerpo. Mi piel se eriza cuando llega.
Está tan guapo con ese traje negro. Ojalá pudiera hacerle una
foto.

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—No me gusta estar tan lejos de ti. —dice—. Me pongo tenso y
nervioso sin ti a mi lado.
Sonrío mientras la felicidad me infla el pecho, haciéndome sentir
tan ligera y aireada como si estuviera a punto de flotar del suelo.
Esta noche está siendo mejor de lo que jamás hubiera podido
esperar.
—Tengo que irme. —digo, esperando que no me deje—. Mi
autobús sale en veinte minutos y es el último de la noche.
—¿Autobús? —Su cara parece tan horrorizada que me río—
¡¿Cogiste el autobús?! He pagado por limusinas.
—Andrea dijo que tenía que coger el autobús de ida y vuelta.
Mira a su alrededor con rabia en los ojos. Por suerte para ella, ya
se ha ido. Probablemente la habría despedido en el acto.
—Está bien. —le digo mientras le toco el brazo, calmándolo al
instante. Sigue respirando con dificultad, pero ya no parece que
vaya a estallar—. No te preocupes, por favor.
Odio a Andrea, pero no quiero que la despidan en Navidad.
—No vas a coger el autobús a casa. —dice—. Te vas a quedar en
mi casa.
Trago saliva. Siempre me he preguntado cómo era la casa del Sr.
King. Ha aparecido en muchas de mis fantasías y siempre es
diferente: un lujoso apartamento, una pequeña y pintoresca
casa, una enorme mansión, una acogedora cabaña en el
bosque... Me lo he imaginado todo. No puedo creer que vaya a
verla en persona.
—Ahora eres mi chica. —dice como si fuera un hecho que ya no
puedo negar—. Vas a ir a mi casa, justo donde debes estar.

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Asiento con la cabeza mientras le miro. ¿Cómo puedo decir que
no a eso?
—De acuerdo. —digo—. Me iré contigo.
Cogemos rápidamente nuestros abrigos y nos escabullimos hasta
el aparcamiento del sótano. Marshall me coge de la mano con
fuerza mientras caminamos hacia su coche.
Es un elegante coche negro y los asientos de cuero ya están
calientes cuando me abre la puerta y me deslizo dentro.
—¡Vaya! —susurro mientras miro el interior del lujoso coche.
Debe de haber costado una fortuna. Nunca había estado en un
coche así, pero es algo a lo que podría acostumbrarme.
Abre la puerta y se sienta al volante. Hacemos contacto visual y
el interior del coche se calienta mientras nos miramos a los ojos.
Sus ojos hambrientos bajan hasta mis labios y mi cuerpo se
inclina hacia él, como si ya no estuviera bajo mi control. Él
también se inclina y nuestras bocas se unen en un suave y cálido
beso. Me derrito al saborearlo.
Su mano grande y fuerte me coge la mejilla y me acerca,
deslizando su lengua en mi boca. Gime cuando deslizo mi lengua
sobre la suya, el corazón me late en el pecho, las mariposas se
descontrolan.
El calor palpita entre mis piernas. Me inclino hacia él, añadiendo
más presión a su boca e introduciendo mi lengua más
profundamente. Su sabor es tan masculino, tan sexy, tan
soñado. No tengo suficiente.
Sus labios son más suaves que en mis fantasías, pero me gustan
más así.
Nunca pensé que mi primer beso sería con un hombre mayor y
rico como Marshall. Pero cuando siento su fuerte mano

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deslizándose por mi brazo, me doy cuenta de que a veces la
realidad puede ser mejor que cualquier escenario que podamos
soñar.
La cabeza me da vueltas cuando por fin nos separamos. La apoyo
en el suave asiento de cuero mientras miro a Marshall con los
ojos entrecerrados.
Es tan hermoso. Si pudiera vivir este momento para siempre, lo
haría. La forma en que me mira con esos ojos seductores, su
corbata suelta, el pelo un poco desordenado por mis manos...
nunca lo había visto tan bien. Nunca he visto a nadie con tan
buen aspecto.
—Vamos a llevarte a mi casa y a ponerte algo más cómodo.
El corazón me martillea en el pecho y el acalorado palpitar entre
mis piernas no hace más que aumentar cuando él se gira en su
asiento y arranca el coche.
Salimos del aparcamiento y doy un grito de alegría cuando veo
que está nevando. Es del tipo precioso: grandes y gordos copos
de nieve que caen lentamente sobre el parabrisas.
Las suaves luces azules del salpicadero iluminan a Marshall
mientras pone una música suave de The National.
Me hundo en el asiento, observándole con una sonrisa
permanente en la cara. Aquí es donde debo estar. Aquí, con este
hombre, es donde quiero estar siempre.
Me mira y sonríe.
—¿Qué? —Pregunto, sólo queriendo escuchar su voz.
—Es que... no me esperaba esto.
—¿Esperar qué?

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Me mira de nuevo y una nueva oleada de mariposas entra en mi
estómago.
—Esto sólo iba a ser otra aburrida fiesta de oficina. —dice con un
tono ronco en su voz—. No esperaba encontrar a mi alma gemela.
—¿Alma gemela? —Repito, asegurándome de que lo he oído bien.
Asiente con la cabeza mientras me mira con esos ojos marrones
tan ardientes. —Alma gemela.
Me relamo los labios mientras se curvan en una sonrisa. —Sabes,
estoy enamorada de ti desde hace mucho tiempo.
Lanza la cabeza hacia un lado y me mira. —¿Ah, sí?
—De verdad. —digo con un movimiento de cabeza—. Hay tantas
cosas que he querido decirte, que he querido escuchar de ti, que
he querido hacerte.
Ese gran pecho se levanta mientras contiene la respiración.
—¿Qué has querido hacerme?
Se me hace la boca agua mientras mis ojos recorren su cuerpo.
La parte tímida de mí quiere contenerse, pero la nueva parte
confiada que ha estado floreciendo toda la noche toma el control.
Me inclino y deslizo mi mano por su muslo musculoso.
—He querido hacer esto. —susurro mientras deslizo la palma de
la mano por su muslo hasta llegar a su polla. Mi coño palpita al
sentir que su pene se endurece bajo mi mano.
—Joder. —gime mientras echa la cabeza hacia atrás. Deslizo la
mano por su erección un par de veces antes de agarrar su
cinturón y sacarlo de la hebilla.
Me relamo los labios mientras le bajo la cremallera de los
pantalones y meto la mano en su ropa interior. Esta vez grita más

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profundamente mientras envuelvo su gruesa polla con mi mano.
Es enorme. Tan poderosa. Tan intensa.
Levanta las caderas del asiento y se baja los pantalones para
permitirme un mejor acceso. Trago saliva al sacarla, viendo su
impresionante tamaño frente a mi sorprendida cara.
Es una polla preciosa, más larga y gruesa de lo que creía. Tendría
que haber sabido que el Sr. King iba a estar muy caliente por la
forma en que se comporta.
Lo acaricio lentamente hacia arriba y hacia abajo, maravillada
por las perlas de semen que salen cuando llego a su gran cabeza
hinchada. Una gota de semen se extiende por la cabeza y
desciende por el tronco. Se me hace agua la boca cuando toca mi
dedo.
—Esa es mi chica. —gruñe mientras hunde su fuerte mano en mi
pelo y me agarra suavemente la nuca—. Mira cómo me la pones
jodidamente dura. Me has estado volviendo loco toda la noche
con ese vestido rojo tan sexy. Tu cuerpo es el mejor regalo de
todos y no puedo esperar a llevarte a casa y desenvolverte.
La idea de desnudarme delante de este poderoso hombre y ver
cómo se le iluminan los ojos al mirar mis zonas más íntimas me
está poniendo muy húmeda. Un calor lujurioso me recorre al
imaginarlo.
—Nunca pensé que me enamoraría de una empleada, pero eres
tan jodidamente perfecta que no pude evitarlo. Una mirada y
supe que eras mía. Ya no soy sólo tu jefe, preciosa. Ahora soy tu
hombre.
El cosquilleo dentro de mi cuerpo se transforma en una profunda
palpitación sexual al oírle decir que soy todo suya. Lo he sido
durante mucho tiempo, me alegro de que por fin se haya dado
cuenta.

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Me abro de par en par y lo acojo en mi boca. Me estira tanto la
mandíbula con su gran polla que me ahogo y lo saco de nuevo
con los ojos llorosos.
Le miro con el corazón palpitante. Conduce lentamente por las
calles nevadas, con la mano agarrando el volante con fuerza.
—Despacio, nena. —me dice mientras guía suavemente mi
cabeza hacia abajo—. Puedes hacerlo. Sólo tienes que respirar y
deslizar la polla hasta el fondo.
Vuelvo a bajar la cabeza, pero esta vez deslizo la lengua por el
lateral de su polla, gimiendo al probar el sabor salado de su
presemen. Mmmmm. Sabe bien.
—Esa es mi buena chica. —gruñe, su voz se vuelve más grave y
pesada mientras deslizo mi lengua por su firme vástago—. Ahora
abre bien esos labios para mí.
Vuelvo a introducirlo en mi boca, esta vez un poco más despacio,
y aprieto los labios alrededor de él.
—Oh, joder. —gime mientras lo meto más adentro. Empiezo a
cogerle el truco, chupándosela a un ritmo constante mientras
agarro la gruesa base de su polla.
Todavía me duele la mandíbula y me lloran los ojos, pero es algo
a lo que tendré que acostumbrarme con un hombre de este
tamaño.
Saboreo más de su delicioso pre-semen cuando su polla se
desliza sobre mi lengua. Gime cuando lo introduzco más
profundamente, y la presión me llena el fondo de la garganta. Me
lloran los ojos, pero no me detengo. Lo meto más profundamente
y con más fuerza con cada movimiento de mi cabeza.

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—Sí. —gruñe mientras me agarra la cabeza con más fuerza—
Mantenla en tu boca o me descargaré en toda esa bonita carita.
Con mis labios apretados alrededor de él, retuerzo mi mano en
su eje hasta que se sacude y se estremece en su asiento, con
profundos gemidos y gruñidos que salen de su garganta.
—¡Joder! —grita mientras su espalda se endereza y su polla
palpita contra mi lengua. Mi cuerpo se estremece cuando siento
su semen caliente en mi boca. Gimo hambrienta mientras me lo
trago todo, amando el sabor, amando que estoy complaciendo a
este hombre, amando que una parte íntima de Marshall está
ahora dentro de mí.
Respira con dificultad mientras deja caer la cabeza sobre el
reposacabezas de cuero, sus ojos encapuchados me miran
mientras lo acaricio lentamente con la mano.
Después de un largo momento, me rindo a su hermosa polla y
vuelvo a sentarme en mi asiento, observándolo con las mejillas
sonrojadas.
Está tan guapo ahí sentado, agarrando el volante, con los ojos
semicerrados, la gran polla todavía fuera, con una mirada de
pura satisfacción en el rostro. Afuera está nevando, pero aquí
estamos bien calentitos.
—Ya casi hemos llegado. —dice mientras gira por una calle
lateral—. Entonces, será tu turno.

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COLLEEN

—¡Vaya! —susurro mientras recorro la casa de Marshall,


mirándolo todo con asombro. Es aún más lujosa de lo que
imaginaba. Parece sacada de una película.
Vive en un penthouse suite del ático de un alto rascacielos con
vistas a Chicago. La vista es increíble por la noche, con todas las
luces y la nieve cayendo. No hay paredes exteriores, sólo ventanas
que van del suelo al techo, así que, estés donde estés en la suite,
te espera una vista increíble.
Pone su llave en el estante junto a la puerta y pulsa un
interruptor que enciende la chimenea. Todo es tan perfecto: los
sofás, las obras de arte en las paredes, el fuego crepitante. Lo
único que falta es un árbol de Navidad.
—No tienes ningún adorno navideño. —digo con un suspiro.
Se ríe al ver mi cara de horror. —Si quieres un árbol, con mucho
gusto te conseguiré uno.
—Oh, vamos a necesitar más que un árbol. —digo con una
sonrisa—. Todo este lugar necesita un cambio de imagen
navideño de emergencia. Estoy pensando en medias sobre esa
chimenea, guirnalda envuelta alrededor de esa columna, figuras
de Santa Claus en esos estantes, y un gran árbol de Navidad alto
allí... y allí.
—¿Dos árboles?
—Tengo dos árboles y todo mi apartamento puede caber en su
vestíbulo. No tiene excusa, Sr. King.

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Sonríe mientras empieza a caminar hacia mí, con esa mirada
acalorada de nuevo en sus sexys ojos marrones. —Si te mantiene
aquí conmigo durante las fiestas, convertiré este lugar en el Polo
Norte.
—Me gustaría verte vestid0 de Papá Noel. —digo con una sonrisa
coqueta—. Apuesto a que te ves muy bien de rojo.
—Y yo apuesto a que tú estás genial desnuda. —Sus fuertes
manos me agarran por las caderas y gimo mientras me atrae
contra su duro cuerpo.
Huele tan bien que todas mis fantasías más sucias cobran vida.
Mis labios se separan mientras me derrito contra él, mi barbilla
se inclina hacia arriba mientras anhelo esa cálida boca. Quiero
que me bese. Quiero que haga mucho más que besarme.
—¿Sabes lo que me gustaría? —dice mientras esos suaves labios
se ciernen sobre los míos.
—Haré lo que quiera, Sr. King.
De nuevo, eso sonó más sucio saliendo de mi boca que en mi
cabeza.
Suelta un gruñido sordo y sus manos me aprietan las caderas.
Sentir su fuerza en mi piel hace que un pulso de calor fluya entre
mis piernas. Estoy tan mojada por él. Estoy tan preparada para
lo que sea que haya planeado.
—Bien. —dice mientras me suelta y se acerca a la elegante zona
del bar y se sirve un whisky. Saca su teléfono y pone música.
Llena el ático con un ritmo sensual. Es una canción sexy: Love Is
a Bitch de Two Feet.

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Observo, con un cosquilleo en la piel, cómo da un sorbo a su
bebida. Se toma su tiempo, me tortura, aumenta la tensión
sexual mientras se quita lentamente la corbata. La deja sobre la
barra y se acerca a la silla junto al fuego.
El corazón me late cuando se sienta y me observa con esos ojos
oscuros y voraces.
—Señorita Campbell. —dice con una voz rica y sexy—. Quiero
que baile para mí.
Trago saliva al verle sentado, con un aspecto tan poderoso y
dominante junto al fuego rugiente -traje a la medida, el rostro
perfecto, la mano fuerte en torno a su vaso de whisky caro-
¿Cómo podría resistirme a él? ¿Cómo podría decir que no a
cualquiera de sus exigencias?
Todo lo que quiero es complacerle. Todo lo que quiero es que se
obsesione conmigo.
—Para cuando termine la canción. —dice en voz baja y
controlada—. te quiero en mi regazo. Desnuda.
Trago con fuerza mientras me observa, las sombras y el brillo
anaranjado del fuego bailando a un lado de su cara.
Esto es lo que querías. Hacer feliz a tu hombre.
Si pienso demasiado, me paralizaré. Así que, en lugar de eso,
empiezo a menear las caderas al ritmo sensual. Él inspira, ese
enorme pecho se mueve hacia arriba y hacia abajo.
Cierro los ojos y levanto los brazos por encima de la cabeza,
recogiendo mi pelo mientras meneo las caderas, hipnotizándole
con el sensual movimiento. Él observa cómo me lamo los labios y
me dejo caer el pelo.

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La habitación se calienta mientras muevo las caderas al ritmo de
la sexy canción carnal. Sus ojos están fijos en mí, el hambre en
ellos aumenta con cada movimiento que hago.
—Muy bien, señorita Campbell. —dice con una voz profunda y
gutural—. Ahora date la vuelta.
Me doy la vuelta lenta y sensualmente mientras me balanceo al
ritmo de la música. Arqueo la espalda y empujo el culo al aire
mientras me doblo por la mitad, ofreciendo a mi jefe un
espectáculo erótico. Le oigo gemir mientras me agarro la parte
inferior del vestido y lo subo lentamente por las piernas.
Meto las manos bajo el sedoso vestido y deslizo los dedos por
debajo del elástico de mis bragas. Puedo sentir el calor pulsando
mientras las bajo, dejando que el vestido cubra mis partes
calificadas X.
Me doy la vuelta, queriendo ver la expresión de su cara cuando
mis bragas mojadas se deslizan por mis piernas. Parece que no
respira mientras muevo las caderas y dejo que las bragas caigan
por encima de las rodillas. Caen hasta los tobillos y me las quito
con una mirada sensual.
Esto es lo más erótico que he hecho nunca. Incluso en mis
fantasías más sucias, nunca me he desnudado para mi jefe.
Toma un sorbo de su whisky, sus ojos llenos de lujuria no me
abandonan ni un segundo.
—Bien. —dice con un lento movimiento de cabeza—. Ahora los
tirantes. Deslízalas hacia abajo. Despacio.
El fuego crepita y ruge mientras me muevo al ritmo de la canción
erótica, deslizando mis dedos bajo los tirantes de mis hombros.
Aspira una bocanada de aire mientras los arrastro lentamente
por los brazos, mis pechos se aflojan sin el soporte que los

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mantiene en su sitio. Me relamo los labios cuando veo la larga y
dura vara en sus pantalones. La visión de su dureza hace que un
torrente de calor me atraviese. Me muevo con más confianza
ahora que sé que está disfrutando del espectáculo.
—Qué buena chica. —dice, aumentando el tono de su voz—.
Ahora enséñame las tetas.
Mis ojos se fijan en él mientras dejo caer la parte superior de mi
vestido. Se mueve en su asiento, sin dejar de mirarme el pecho
mientras mis pechos caen. Mis pezones están muy duros. Me
duele todo el cuerpo por él. Me encanta tener sus ojos sobre mí,
pero también quiero sus manos y su boca, y todo lo demás sobre
mí.
Me arde todo el cuerpo. Estoy tan hambrienta por él.
—Preciosa. —susurra mientras bebe un sorbo mientras me
mira—. Simplemente exquisita.
Me doy la vuelta y muevo las caderas al ritmo de la sensualidad,
mientras lo provoco tirando del vestido hacia abajo para que
pueda ver la parte superior de mi culo.
Su respiración se vuelve superficial. Puedo oírla mientras observa
el espectáculo erótico.
—Ya es suficiente. —dice mientras muevo las caderas al ritmo de
la música—. Bájalo del todo.
Respiro y hago lo que me ordena, bajándome el vestido por el culo
y dejándolo caer al suelo.
—Maldita sea. —susurra en voz baja mientras arqueo la espalda
y me pongo de pie.
Me doy la vuelta lentamente, completamente desnuda y con el
aire fresco en la humedad de mis piernas.

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—Ven aquí. —gruñe mientras me balanceo al ritmo de la música.
Mi cuerpo se mueve hacia él como si estuviera bajo su control.
Sus ojos voraces recorren todo mi cuerpo desnudo, desde mis
pechos que hormiguean hasta mi coño palpitante. Establecemos
contacto visual mientras me acerco y puedo ver la contención en
sus ojos. Se está conteniendo y parece que apenas aguanta.
Me sitúo frente a él y sigo bailando, amando la forma en que me
mira con esos ojos hambrientos. Estoy provocando a la bestia.
Estoy provocando a mi jefe. Esto es más erótico y caliente que
cualquier cosa que pudiera haber soñado.
Su polla parece tan tentadora. Está tan dura como el cemento y
suplicando salir de esos pantalones.
Cuando me doy la vuelta y meneo el culo delante de su cara, su
contención se resquebraja y me toca, deslizando sus grandes
palmas por mis muslos. Gimoteo cuando siento sus fuertes
manos en mi culo.
—Inclínate para mí. —me ordena con voz grave. Hago lo que me
dice, me doblo por la cintura y le muestro todo. Me separa las
mejillas con esas poderosas manos. Gime mientras mira mi coño
abierto. Estoy muy mojada. Me pregunto si puede verlo.
Se inclina hacia delante y jadeo cuando siento su aliento caliente
en mi humedad. Su boca se conecta y yo grito, sintiendo su
lengua como un rayo que recorre mi cuerpo. Me devora. Por todas
partes.
La sensación es abrumadora. Me consume por completo. Es lo
único en lo que puedo pensar o concentrarme. Ni siquiera puedo
procesar que estoy desnuda en la suite de mi jefe en este
momento. Su lengua caliente y húmeda está robando toda mi
atención. Se apodera de mi cuerpo mientras la desliza por mis
pliegues y lame mi piel sensible.

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Gimo y me empujo contra él, amando la firmeza con la que me
agarra por el culo y me sujeta contra su boca voraz. Me lame por
todas partes: arriba, abajo, de delante a atrás, una y otra vez,
mientras me derrito contra él. Es tan jodidamente bueno. Mejor
de lo que nunca había imaginado.
Su lengua caliente se desliza sobre mi dolorido clítoris y luego se
desliza en mi apretado y húmedo agujero, girando y empujando
profundamente dentro de mi coño. Grito y gimoteo mientras mis
piernas casi ceden. Me sostiene con sus fuertes manos mientras
empiezo a temblar.
—Siéntate. —gruñe mientras se levanta de repente y me da la
vuelta—. Acuéstate en la silla y abre las piernas para mí.
Me dejo caer en su silla y abro las piernas al máximo mientras él
se arrodilla frente a mí. Sus ojos oscuros se fijan en mi coño
desnudo mientras baja la cabeza y me lame la raja lentamente de
abajo a arriba. Grito cuando llega a mi clítoris. Esta vez no
avanza. Lo rodea con sus labios y me chupa con un ritmo
constante.
Grito mientras mi espalda se arquea. Mis pechos suben y bajan
con cada fuerte respiración que hago. Es increíble. Se siente
como algo fuera de este mundo. Me encanta su lengua caliente y
sucia. Me encanta todo lo relacionado con este hombre.
Hace un remolino con su lengua dentro de mí y le agarro un
puñado de pelo cuando llega al punto adecuado.
—Sí. —gimo mientras la presión empieza a aumentar— ¡Oh, Dios,
sí!
El Sr. King tira de mi coño contra su cara, aumentando la presión
ahora que sabe que estoy cerca. Me lame con fuerza y rapidez,
centrándose en mi clítoris mientras me toca con los dedos.
Introduce uno en mi húmedo orificio mientras lame mi perla, y la

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tensión interior aumenta con cada momento erótico que pasa.
Añade otro dedo y grito cuando los enrosca dentro de mí y
empieza a acariciar mi punto G mientras su lengua caliente sigue
masajeando mi clítoris palpitante.
Es demasiado. La tensión se vuelve insoportable. Cuando me
agarra las piernas, las levanta y las abre, y pasa lentamente su
lengua plana por mi coño, me corro con fuerza.
Grito mientras me corro en su boca voraz. Mis ojos se cierran de
golpe cuando el orgasmo me atraviesa en una llamarada de feliz
calor.
Marshall no se detiene. Sigue lamiéndome el coño y
provocándome hasta que otro orgasmo me golpea aún más fuerte
que el primero, sacudiendo mi cuerpo y convirtiéndolo en
gelatina.
Me derrumbo en el asiento, jadeando y gimiendo mientras su
lengua sigue moviéndose por mis pliegues empapados.
Le observo con ojos de adoración mientras se echa hacia atrás
con una mirada de satisfacción. La mitad inferior de su cara está
cubierta de mis jugos. Sus labios brillan mientras mira fijamente
mi coño.
—Te vienes conmigo. —dice mientras me coge entre sus fuertes
brazos. Me levanta como si no pesara nada y me saca de la
habitación.
Mi corazón late con fuerza mientras me lleva al único lugar al que
siempre he soñado ir.
A la habitación del Sr. King.

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MARSHALL

Mi polla palpita mientras aprieto a esta hermosa mujer contra mi


pecho y la llevo a mi dormitorio. Me mira bajo sus largas
pestañas, sus ojos marrones parecen tan inocentes en contraste
con su cuerpo desnudo.
Es increíble. No puedo superarla. Creo que nunca lo haré.
Cada vez que estamos juntos, sé que será así: un asombro total
por estar al lado de esta diosa.
—Marshall. —susurra con voz tímida. Me detengo en el pasillo y
la miro fijamente.
—¿Qué pasa, mi amor?
—Sólo quiero que sepas... Esta va a ser mi primera vez. Soy
virgen.
Un gruñido de placer retumba en mi garganta. Esperaba que no
estuviera tocada, pero no quise preguntar por si no lo estaba. No
sabía si habría sido capaz de soportar eso. Sólo pensar en que
otro hombre toque lo que es sólo para mis manos es suficiente
para volverme loco.
—Esa es mi buena niña. —susurro mientras beso sus suaves
labios—. Voy a hacerte feliz por haber esperado.
—Ya soy feliz. —dice con una tímida sonrisa—. Toda esta noche
contigo ha sido increíble. He soñado con ello, pero nunca había
hecho algo así. Esta noche también ha sido mi primer beso.

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Gruño mientras me inclino y pruebo de nuevo sus labios, amando
que sea el primero y el último. Nadie más que yo tocará estos
dulces labios. Me llena de orgullo y alivio seguir llevándola al
dormitorio.
La bajo a la cama y beso un rastro por su cuello. Gime cuando
llego a sus hermosas tetas, que lamo y chupo una a una. Las
agarro con las manos y paso la lengua por sus pequeños y
perfectos pezones.
Con mis manos aun agarrando sus pechos, sigo besando un
rastro por su estómago mientras ella abre sus piernas para mí.
Me duele la polla mientras le doy besos a lo largo de su vello
púbico y finalmente en su clítoris hinchado. Le masajeo los
pechos mientras vuelvo a lamerle el coño, metiendo la lengua en
su suave y húmedo agujero, que ahora estoy seguro de que es
virgen.
Quiero tomar su cereza, pero me cuesta apartarme. Es tan
deliciosa que podría devorar este coño maduro durante horas.
Separo sus labios con los dedos y me inclino hacia atrás,
maravillado por el precioso tono rosado del interior de su
apretado agujero. Nunca volverá a estar tan impecable. Respiro
mientras me tomo un momento para disfrutar de la
impresionante vista antes de volver a sumergirme y hacerla
gritar.
Su coño está tan mojado que me cubre la mitad inferior de la cara
con sus cálidos jugos. Me encanta estar cubierto de ella, joder.
Seguiré saboreando y oliendo este dulce coño mientras la follo
con fuerza.
—Esa es mi chica. —digo mientras agarro sus piernas y las
separo mientras las empujo hacia ella. Ahora está completamente
desnuda para mí, su coño y su culito fruncido también. Le doy

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unos cuantos lametones en el culo y luego me pongo de pie
mientras acaricio mi polla adolorida.
—Dime qué quieres. —gruño mientras arrastro la gran cabeza de
mi polla por su raja. Me inclino sobre ella, con nuestras bocas
separadas por centímetros. Se estremece mientras arrastro mi
polla sobre su clítoris.
—Quiero tu gran polla. —dice en un gemido. Sus ojos arden.
Arden de lujuria. He convertido a mi inocente virgen en una diosa
del sexo enloquecida.
—¿Dónde la quieres?
Sus ojos se cierran mientras se retuerce en la cama. Su espalda
se arquea, lo que presiona sus tetas contra mi pecho. —Dentro
de mí. Dentro de mí.
—Más específica. —digo mientras aprieto mi duro eje contra
ella—. Quiero oírte decir las palabras sucias.
—Te quiero en mi coño. —suplica—. Quiero sentir tu polla dura
deslizándose en mi coño virgen. Por favor, Marshall. Por favor, Sr.
King, deja de burlarte y dámela.
Sonrío mientras deslizo mi cabeza por su raja y la presiono contra
su estrecha abertura. Jadea mientras me agarra del brazo y
hunde sus uñas en mi carne. Tiene la espalda arqueada, la boca
abierta y unos ojos sensuales que me suplican.
Su cuerpo se retuerce en la cama debajo de mí mientras la
torturo, haciéndola esperar unos segundos más.
—Es toda tuya, nena. —susurro mientras empiezo a empujar—
Cada, grueso, centímetro.
Ella grita mientras empujo mis caderas hacia delante,
deslizándose lentamente dentro. Aprieto los dientes cuando
siento que su insana estrechez me aprieta. Su coño se aferra a

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cada centímetro que le doy, apretando mi polla con una fuerza
imposible mientras contengo la respiración.
Ella se estremece cuando llego a su virginidad. Estoy tentado de
mantener este dulce coño intacto un poco más, pero la necesidad
de embarazarla empieza a dominar mi mente. Aprieto la
mandíbula y empujo a través de ella, rompiendo su cereza y
haciéndola mía para siempre.
La rodeo con mis brazos mientras me introduzco hasta el fondo,
sujetándola mientras gime y lloriquea mi nombre.
—Oh, Marshall. —grita en mi oído— ¡Oh, eres tan grande!
Muevo mis caderas, tratando de aflojar este coño virgen y
apretado mientras le susurro palabras suaves al oído. —Esa es
mi buena chica. Tomando mi gran polla. Lo estás haciendo muy
bien, nena. No te dolerá por mucho tiempo.
Se aferra a mí mientras su pequeño y caliente coño ordeña mi
polla dura. Estar dentro de ella es la sensación más increíble que
he tenido nunca. No quiero dejar nunca este lugar paradisíaco.
Le beso el cuello hasta que gira la cabeza con la boca abierta. Me
abalanzo sobre sus labios, aplastando su boca con la mía
mientras tiro de mis caderas hacia atrás y luego me deslizo de
nuevo en su apretada calidez.
Ella gime sobre mi lengua mientras yo empujo con fuerza,
presionando la gruesa raíz de mi polla contra su clítoris.
Siento que mi obsesión aumenta con cada segundo que estoy
dentro de ella. Soy un cavernícola cuando se trata de este ángel.
No hay nada que no haga para mantenerla a salvo. No hay nadie
a quien no haga daño para protegerla. No hay absolutamente
ningún límite cuando se trata de ella.

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Su insana rigidez disminuye, así que empiezo a penetrarla con
movimientos más largos y suaves. Sus quejidos se transforman
en gemidos a medida que me voy adentrando en ella, atrayendo
mi cuerpo hacia su interior. Su espalda se arquea con cada
empuje profundo.
—Tu coño se siente tan bien. —gruño mientras me introduzco
con más fuerza y rapidez—. No puedo esperar a sentir cómo se
corre en una polla por primera vez.
Abre la boca y jadea cuando toco un punto sensible. —Oh, joder,
Marshall...
—¿Lo quieres más fuerte?
Ella asiente con la cabeza mientras esos sensuales ojos avellana
me miran. —Sí.
—Me vuelves tan jodidamente loco. —digo mientras clavo mis
caderas en ella con más fuerza y profundidad, haciéndola gritar
mientras la cabecera empieza a golpear la pared—. Me encanta
tu bonito coñito. Voy a hacer un puto desastre en él con mi gran
carga.
—Oh, joder. —gime mientras aprieta los ojos cerrándolos,
aferrándose a mí mientras la follo con un ritmo duro y constante.
—¿Quieres sentir cómo me corro dentro de ti?
—Sí. —jadea.
—Dilo.
—Quiero sentirte... quiero sentir tu gran polla corriéndose en mi
coño.
El hambre aumenta en mi interior al escuchar esas sucias
palabras en sus dulces labios. Necesito procrear en su coño.
Quiero que su vientre gotee con mi semilla.

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—Tú te corres primero, nena. —le digo mientras levanto su
cadera para poder penetrarla más profundamente—. Saca el
semen caliente de mi polla. Muéstrame lo mucho que lo deseas.
Le meto la polla dura una y otra vez mientras ella grita y chilla.
Su cuerpo empieza a temblar violentamente, pero no disminuyo
el ritmo. Aumento el ritmo aún más.
—¡Sí! —grita— ¡Me corro! Me corro.
Se estremece debajo de mí cuando su coño entra en erupción
sobre mi polla, corriéndose sobre ella por primera vez.
La follo durante su orgasmo, penetrando profundamente a un
ritmo despiadado. Se aferra a mí mientras su cuerpo se retuerce
de calor.
Su coño se contrae, apretándose cada vez más contra mi polla, y
es demasiado para mí. Me empujo tan cerca de su vientre como
puedo y me libero, corriéndome en lo más profundo de su coño.
Un rugido primario sale de mí cuando mi gran carga entra en
ella, llenando su coño virgen con mi semilla viril. Espero que
llegue a donde tiene que llegar. Si no lo hace, lo haremos de nuevo
hasta que tengamos éxito. Hasta que esté embarazada de mi hijo.
La observo mientras el orgasmo desgarra mi cuerpo, llenándome
de calor hasta que tiemblo y apenas puedo sostenerme.
Sus ojos se cierran, exhaustos y agotados, mientras yo me retiro
y me dejo caer en la cama a su lado.
Los dos nos tumbamos en el colchón, respirando con dificultad
mientras miramos al techo. La miro y ella me mira.
Nuestros labios se curvan en sonrisas mientras nos miramos.
Ha sido increíble.
Y en cuanto recupero el aliento, volvemos a hacerlo.

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COLLEEN

Todavía estoy en shock cuando me despierto junto a Marshall.


Antes de anoche, sólo lo había visto en Zoom, casi siempre con
traje. Ahora mismo, está profundamente dormido, extendido en
la cama con las sábanas enrolladas alrededor de la cintura.
Intento no hacer ruido mientras me apoyo en el codo para verlo
mejor. No quiero despertarlo. Arruinaría esta valiosa oportunidad
que tengo de mirar a mi enamorado sin camiseta todo el tiempo
que pueda.
Está muy bueno. Sus abdominales siempre se flexionan en un
paquete de seis, incluso mientras duerme. Quiero decir, ¿Cómo
es posible? No puede ser real. Su gran y perfecto pecho
musculoso se mueve lentamente hacia arriba y hacia abajo con
cada respiración tranquila que hace. Incluso sus pezones son
hermosos. Son círculos rosados perfectos.
Trago con fuerza mientras recorro con la mirada su rostro
impecable. Tiene un poco de barba en las mejillas y la mandíbula,
lo que me hace sonreír. Quiero pasarle las manos por la cara para
ver si es tan espinoso como parece. Tiene el pelo revuelto, pero le
da un aspecto adorable. En cuanto se despierte, pasaré las
manos por él.
Mis ojos traviesos se deslizan de nuevo por su cuerpo hasta su
gran paquete que se esconde entre las sábanas. Es tan grande.
Empiezo a sonrojarme sólo de pensar en la noche anterior. Me
duele toda la parte inferior del cuerpo por su gran tamaño.

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Me duele, pero lo volvería a hacer en un segundo si él está
dispuesto a ello. Estoy dispuesta a todo con este hombre.
Finalmente, empieza a moverse y abre sus suaves ojos marrones.
Me alegro de que esté despierto, aunque me gustaría tener más
tiempo para mirarlo descaradamente de cerca. Tal vez pueda
adelantar el despertador la próxima vez que me despierte en su
cama, así tendré una hora completa para contemplarlo.
—Hola. —dice con voz aturdida, y esos deliciosos labios se curvan
en una sonrisa cuando me ve—. Es hermoso ver cómo te
despiertas.
—Tú tampoco estás tan mal. —digo con una sonrisa.
Se levanta y me pasa la mano por la nuca. Gimo mientras me tira
hacia abajo hasta que nuestros labios se unen en un beso de
boca cerrada. Es tan tierno y dulce que hace que me duela el
corazón.
—Quiero despertarme así todas las mañanas. —dice cuando me
separo—. Quiero empezar cada día contigo.
Sujeto las suaves sábanas sobre mis pechos, pero me doy cuenta
de que no tengo que hacerlo. No tengo nada que ocultar a este
increíble hombre y, en el fondo, me doy cuenta de que quiero que
los vea. Quiero que continúe donde lo dejamos anoche.
Sus ojos se posan en mi pecho cuando suelto las sábanas y las
dejo caer. Mis pezones hormiguean y se endurecen bajo esa
mirada acalorada.
Exponer mis pechos desnudos tiene la reacción exacta que
esperaba.
Me coge entre sus grandes brazos y me pone encima de él,
apartando las sábanas mientras me pongo a horcajadas sobre él.
Gimoteo cuando mi coño abierto se posa sobre su polla dura.

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Sé lo grande que es, pero aun así me impresiona sentirla. No sé
si alguna vez me acostumbraré a su gigantesco tamaño.
—Deslízame en tu coño, nena. —refunfuña con esa voz aturdida
mientras me agarra de las caderas.
Ya estoy empapada cuando la alcanzo y envuelvo su dura polla
con la mano. Levanto las caderas y lo deslizo en mi húmeda
abertura, gimiendo cuando siento que me estira.
Se me cierran los ojos mientras me hundo en su longitud,
tomando cada centímetro de él dentro de mi cuerpo. Se siente tan
bien. Así es como quiero despertarme cada mañana.
—Esa es mi chica. —susurra mientras juega con mis pechos,
esas grandes manos que masajean y aprietan mientras yo aprieto
mi clítoris adolorido en la gruesa raíz de su polla—. Tu coño es
celestial. Es mejor que la Navidad.
—No sé nada de eso. —respondo riendo—. Nada es mejor que la
Navidad.
Retiro lo dicho. La polla de Marshall es mejor que todo.
Mi risa se convierte en un profundo gemido cuando empiezo a
cabalgarlo de nuevo, sintiendo cómo su gruesa polla me llena por
completo. Me encanta, joder. Lo amo.
No pasa mucho tiempo antes de que el orgasmo se precipite y me
corra sobre su polla. Me agarra las nalgas, empuja su enorme
polla hacia arriba y se corre en lo más profundo de mi coño con
un rugido carnal.
Me derrumbo sobre su pecho mientras el calor eufórico recorre
mi cuerpo de pies a cabeza. Me rodea con sus grandes y posesivos
brazos y me doy cuenta de que es posible que no salgamos de
esta cama en lo que queda de día. Eso me parece muy bien.

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—Mierda. —dice de repente— ¿No tienes un perro al que
alimentar y dejar salir?
Me echo a reír. Él parece confundido.
—¿Qué?
—No tengo perro.
—¿Pero no dijiste que tu perro estaba ladrando en la puerta
durante nuestra última reunión?
Me río mientras me dejo caer en la cama a su lado. —Lo dije, pero
no tengo perro. Me asusté cuando Andrea me preguntó qué
estaba haciendo.
Me mira con el ceño fruncido. —¿Y qué hacía usted, señorita
Campbell?
—Pensando en usted... —Le digo—. Y... tocándome.
Se sienta de repente con una mirada acalorada. —¿Tocándote?
¿Dónde?
Trago con fuerza. —¿Va en contra de la política de King Tech
darse placer en tiempo de la empresa?
Sacude la cabeza. —No para ti.
—En ese caso. —digo mientras mis mejillas se calientan—. Me
estaba tocando el... coño.
Se lame los labios y gime. —Muéstrame.
—¡¿Qué?!
—Muéstrame cómo te tocabas el coño mientras pensabas en tu
jefe sexy.

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Aparta las sábanas y yo aspiro mientras bajo la mano a mi sexo.
Él observa absorto cómo juego con mi clítoris y meto un dedo en
mi húmedo agujero.
Sí. No vamos a dejar esta cama.



Acabamos saliendo de la cama después de unos cuantos


orgasmos más y terminamos en el último lugar posible en el que
esperaría ver al Sr. King: la Feria de Artesanía de Navidad del
Condado de Brockville.
Había reservado una mesa y lo mencioné brevemente durante el
desayuno cuando me preguntó qué había planeado para el día.
—¿Has reservado en la feria de artesanía? —dijo, mirándome con
asombro.
—No pasa nada. —le dije con un gesto de la mano—Simplemente
me quitarán la mesa cuando no me presente. De todos modos,
apenas vendo nada. Sólo lo hago por diversión y me ayuda a
pagar la mayoría de los suministros que uso.
—¿A qué hora es? —preguntó mientras se levantaba de la mesa.
Me reí. —Está bien, de verdad, Marshall. No es gran cosa.
—Sí es importante. —dijo con una fiereza en su tono que era tan
inesperada como adorable—. Es un gran asunto para ti, lo que
significa que es un gran asunto para mí. ¿A qué hora empieza?
—Umm, a la una.

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Miró la hora en la estufa y entro en acción. —Si salimos en diez
minutos, podemos llegar. Yo conduzco.
Todavía estoy en estado de shock mientras nos colocamos detrás
de la mesa frente a mi colección de adornos navideños caseros.
Parejas y familias pasan, señalando los elfos borrachos que he
hecho.
—Son unos regalos de Navidad increíbles. —le dice Marshall a
una pareja de ancianos que pasa por allí— ¿Tienen nietos?
—Ocho. —dice la mujer con orgullo.
—¡Es perfecto! —dice Marshall con una gran sonrisa— ¡Tenemos
una oferta que les va a encantar! Compre siete y llévese uno
gratis. Mira estos adornos de chocolate caliente. ¿No son
adorables?
—Son bonitos. —dice la mujer mientras se acerca y los mira de
cerca. El marido baja los hombros mientras la sigue—. Me
encantan las pequeñas sonrisas de los malvaviscos.
—¿Te puedes creer que mi chica los ha hecho de cero? —Me
dedica una sonrisa de orgullo. Mis mejillas se calientan al oírle
referirse a mí como su chica en público por primera vez—. Tiene
mucho talento.
No digo nada. No puedo. Es demasiado. Me duele el corazón
mientras le veo llamar a una familia. —Vengan a ver esto. —dice
mientras sostiene una corona de flores que hice— ¿Tienen una
corona para su puerta?
—No. —dice la madre mientras la inspecciona—. Deberíamos
tener una corona ahora que lo mencionas.
—¿Podemos comprarla, mamá? —pregunta la joven— ¿Por favor?
El padre parece que preferiría estar en casa viendo el fútbol, pero
no se queja mientras saca la cartera y entrega veinte dólares.

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Les doy las gracias y se van mientras la anciana compra diez
adornos, uno para cada uno de sus nietos y dos para su propio
árbol.
Pasan más personas y Marshall hace lo suyo, vendiendo todos
mis productos como si fuera lo más fácil del mundo.
Normalmente, me quedo atrás y espero pacientemente a que la
gente venga, pero eso rara vez se traduce en una venta. Tengo
que traer a este tipo todos los fines de semana.
—Gracias. —susurro entre los clientes mientras meto el fajo de
billetes en la vieja caja de aparejos de mi padre.
—Estas cosas son increíbles. —dice mientras coge un porta
medias de cerámica pintado—. Se venden solos.
Lo dudo, pero no discuto. Me limito a sonreír y a observarle
mientras hace lo suyo.
Al final del día, apenas me quedan manualidades. Lo que sí tengo
es una caja de aparejos llena de dinero y un tío bueno del que
estoy aún más enamorada.
—Ha sido divertido. —dice mientras recoge mi mesa— ¿Vas a
poder hacer más artículos para el próximo fin de semana?
—Depende de lo ocupada que me tengas. —respondo con una
sonrisa.
Él gruñe mientras se inclina y me besa en los labios. —Creo que
tendrás una mesa vacía.
Me mordisqueo el labio inferior mientras le dirijo una mirada
coqueta. —Me parece bien.
—Hablando de mantenerte ocupada. —dice mientras recoge
nuestras cosas— ¿Quieres pasar las fiestas conmigo?
—¿De verdad? ¿Las fiestas?

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Asiente con la cabeza. —Me voy a la cabaña de mis padres por
Navidad y me gustaría que me acompañaras. No quiero empezar
otro año sin ti.
—Pero... ¿Tus padres? ¿En Navidad? ¿No es eso... demasiado
pronto?
—No para mí. —dice con fiereza en su tono. Cuando se propone
algo, se fija. Esa es una de las cosas que me gustan de él, también
su asertividad, su empuje, su determinación. Es capaz de tomar
una decisión rápidamente y mantenerla. Mientras tanto, a mí me
lleva toda la mañana decidir qué zapatos ponerme.
—¿Es demasiado pronto para ti? —me pregunta, con la frente
arrugada por la inquietud.
—No. —respondo con un movimiento de cabeza.
Hace tiempo que estaba preparada para esto. Hace meses que sé
que es el hombre para mí.
—Me encantaría pasar las Navidades contigo y con tus padres,
Marshall. Sería un sueño hecho realidad.
Lo sella con un beso y así, la Navidad se volvió mucho mejor.

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COLLEEN

Las Navidades con los King fueron increíbles. Marshall me hizo


sentir como una princesa durante todo el tiempo, atendiendo a
todas mis necesidades y colmándome de regalos extravagantes.
Sus padres me adoraron y su madre, Judy, y yo congeniamos
muy bien. Ella también es una gran artesana y le enseñé a hacer
mis adornos de chocolate caliente, que le encantaron.
Me enseñó fotos de Marshall cuando era un niño y me dolió el
corazón al ver a ese niño tan mono con el pelo desordenado y la
sonrisa desdentada. No pude evitar pensar que quizá algún día
tengamos un niño adorable con ese aspecto.
Judy también me dijo que nunca había visto a Marshall tan feliz
y que nunca le había visto mirar a una chica como me mira a mí.
No pude evitar sonrojarme con eso.
Ha sido una semana mágica de juegos de mesa, esquí,
excursiones por el bosque nevado y acurrucarse frente al fuego
con mi hombre y una copa de vino.
Pensé que la mañana de Navidad podría ser incómoda, pero no
lo fue en absoluto. Fue muy divertida. Judy nos puso un cómodo
pijama de Navidad y todos abrimos los regalos alrededor del
árbol. Después, cocinamos un enorme desayuno juntos en su
hermosa cocina -Marshall y yo cocinamos los panqueques (y
quemamos la mitad de ellos porque estábamos un poco
distraídos con un ligero coqueteo). Llegaron más miembros de la
familia y comimos en su mesa gigante, riendo mientras todos se
turnaban para contarme sus historias navideñas favoritas sobre

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Marshall. Me morí de la risa cuando su primo me contó que un
año Marshall pintó el árbol de rojo con spray y que eso hizo que
el lugar pareciera una Navidad con temática del infierno.
Me he enamorado más de este hombre cada vez que hemos estado
juntos. Es incluso mejor de lo que imaginaba, porque es real.
Todavía tengo que pellizcarme de vez en cuando para recordarme
que esto está sucediendo realmente.
Esta noche es Nochevieja y la lujosa casa de montaña de los King
está perfecta con los grandes copos de nieve que caen en el
exterior y el fuego rugiente junto al enorme árbol de Navidad.
Los King siempre organizan una gran fiesta de Nochevieja y la
casa está llena de gente hablando, riendo y bailando en el salón.
Llevo un vestido negro brillante, que Marshall no para de decir
que está deseando quitarme. Incluso ahora, mientras hablo con
su tía, me observa desde el otro lado de la habitación con una
mirada hambrienta.
—Judy pensaba que Marshall nunca sentaría cabeza. —dice
mientras me toca la muñeca—. Estamos muy contentos de que
te haya encontrado. Parece tan enamorado. Es la sorpresa más
maravillosa de las fiestas.
Sonrío mientras mis ojos se dirigen a él. Parece muy enamorado.
Todavía no puedo creer que esto esté sucediendo.
—¡Tres minutos para la cuenta atrás! —grita Judy mientras entra
con una caja de sombreros de cartón de colores y sopladores de
plástico.
La gente empieza a ponérselos y a probar sus sopladores
mientras Marshall se acerca a mí.

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—Ven. —susurra mientras me agarra de la mano—. Conozco el
lugar ideal para empezar el año nuevo.
Le sigo por la puerta trasera y me lleva al tranquilo balcón donde
estamos solos.
—No quería compartirte. —dice mientras se quita la chaqueta
deportiva y me la pone sobre los hombros. Respiro su delicioso
aroma masculino y una ola de calor me recorre.
La nieve ha cesado y las nubes han desaparecido. Una hermosa
luna llena ha ocupado su lugar con todas las estrellas en su
magnífico esplendor. Todo este lugar es espectacular. También lo
es mi hombre.
Me coge de la mano y me mira a los ojos con cariño. Hace que se
me enrosquen los dedos de los pies en los zapatos.
—No quiero pasar otro año sin que seas mía, Colleen. —dice
mientras mete la mano en el bolsillo y saca una cajita azul. Jadeo
cuando se arrodilla.
—Sé que no ha pasado mucho tiempo, pero he visto todo lo que
tenía que ver. Te amo. Te necesito. Quiero que seas mía para
siempre.
Trago con fuerza cuando abre la pequeña caja y revela el
gigantesco anillo de diamantes que hay dentro. —¿Me harías el
hombre más feliz del planeta y te casarías conmigo? Por favor.
Se me llenan los ojos de lágrimas mientras miro a este increíble
hombre al que amo.
—Por supuesto. —digo en un tono que me deja sin aliento—. Me
encantaría casarme contigo.
Todo el mundo aplaude dentro mientras el reloj marca la
medianoche.

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Marshall me pone el anillo en el dedo, se levanta de un salto y me
rodea con sus brazos.
Gimo cuando pone esos labios perfectos sobre los míos.
Es el comienzo de algo especial. No sólo del nuevo año, sino
también de nuestra nueva vida.
Y con Marshall a mi lado, va a ser absolutamente perfecta.

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MARSHALL

Cuatro años después...


—¡Pelea de bebés! —dice mi amigo Shawn mientras finge que
nuestros hijos de un año están luchando en karate delante del
árbol de Navidad. Su nueva esposa, Emma, frunce el ceño y le
sacude la cabeza. Él se ríe, pero inmediatamente suelta la pierna
de mi hijo.
Emma ha sido una gran influencia para mi mejor amigo. Lo ha
puesto en forma, pero todavía va a ser un proceso largo para
alguien tan inmaduro como Shawn. Ha dejado el videoclub y
ahora trabaja en mi empresa. Lo nombré director de envíos y lo
ha hecho muy bien, aparte de aquella metedura de pata en la que
envió un barco contenedor a Madagascar por error.
—La casa está estupenda. —dice mi madre al pasar, admirando
los nuevos muebles.
Nos mudamos durante el verano y me aseguré de conseguir una
casa con un enorme estudio de arte para Colleen. Todavía sonrío
cuando recuerdo cómo se le iluminó la cara al ver las grandes
ventanas y todas las estanterías de las paredes.
—Nos encanta aquí. —le digo—. Ya nos sentimos como en casa.
—Hay muchas habitaciones arriba. —dice con una sonrisa.
Lo sé. Por eso la compré. Tengo grandes planes para llenar cada
una de ellas con la ayuda de mi sexy y fértil esposa. Hasta ahora
hemos tenido uno, nuestro hijo Matteo, pero últimamente he
sentido el impulso de embarazar su flexible cuerpo una vez más.

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El año que viene, por estas fechas, deberíamos tener el segundo
hijo.
Me excuso y me dirijo a la casa para encontrar a Colleen. Todos
estos pensamientos sobre embarazar su hermoso cuerpo me
están haciendo desearla mucho.
Este año somos los anfitriones de la Navidad y la casa está llena
de nuestra familia, la suya y la mía.
Me acerco sigilosamente a ella en la cocina, la agarro de la
muñeca y tiro de ella hacia el sótano.
—Sígueme. —le digo mientras me apresuro a bajar las escaleras.
—¿Dónde está Matteo? —pregunta mientras me sigue.
—Con mi madre.
—¿Necesitas ayuda para subir un poco de vino? —pregunta
Colleen mientras la arrastro a la bodega.
Cierro la puerta con llave.
—Oh. —dice ella con un trago cuando me doy la vuelta y tomo la
impresionante imagen de ella. Lleva un precioso vestido rojo que
me recuerda a la primera noche que la vi. Nunca olvidaré ese
momento y la forma en que sentí que el universo me entregaba el
regalo más especial que se pueda imaginar. Desde entonces, la
he apreciado mucho.
—Tenemos invitados arriba. —dice mientras cierro la distancia
entre nosotros con una mirada hambrienta—. Deberíamos... oh,
joder.
Nos unimos en una furia apasionada, besándonos con fuerza
mientras le subo el vestido. Gime en mi boca mientras me besa
con fuerza y me agarra el traje, tirando de mí contra ella.

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Tiene la espalda pegada a la pared. Mi polla está durísima y se
clava en su muslo.
—Oh, sí. —gime cuando mi mano llega entre sus piernas. No hay
bragas. Sólo un coño suave y húmedo. Le meto dos dedos y se
estremece contra la puerta.
Sus manos bajan hacia mis pantalones. Lucha con la hebilla
mientras le acaricio el punto G y juego con su clítoris. Sus
gemidos son más fuertes. Más profundos. Más sexys.
Libera mi gran polla y tira de ella hacia su abertura. Una vez que
mi cabeza toca su suave y cálido orificio, empujo con fuerza y me
sumerjo hasta el fondo.
Ella grita a pesar de que tenemos invitados sobre nuestras
cabezas. No creo que puedan oírla. La bodega está en el sótano y
hay piedra en el suelo, las paredes y el techo. Es perfecto para
amortiguar los sonidos sensuales de mi chica.
Su coño me aprieta la polla mientras se la meto, entrando y
saliendo a un ritmo desenfrenado. Me ha estado volviendo loco
toda la noche con ese vestido tan sexy. No había forma de esperar
hasta que nuestros invitados se fueran. Tenía que tenerla.
—Joder, Marshall. —gime mientras me la follo con fuerza,
golpeándola contra la puerta con cada embestida de castigo. Sus
piernas me envuelven y pierde un zapato.
Dios, me encanta este coño.
Me encanta todo lo relacionado con esta mujer. Miro hacia abajo
mientras la follo, observando sus grandes tetas en ese vestido, su
irresistible escote que me pone aún más duro.
Es hora de follar y poner otro bebé dentro de mi mujer. Voy a
embarazarla una vez más. Estará embarazada para el año nuevo.
Lo garantizo.

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Agarro sus nalgas con mis poderosas manos y atraigo sus
caderas hacia mis empujones mientras ella gime en mi oído.
—Dame el regalo de Navidad que realmente quiero. —susurro,
instándola a seguir.
—Cualquier cosa. —gime ella—. Te daré cualquier cosa.
—Córrete en toda mi polla. —gruño mientras me meto más fuerte
y más rápido—. Eso es todo lo que quiero: sentir cómo te corres
sobre mí.
Deja caer la cabeza sobre la puerta, con los ojos cerrados y la
boca abierta, con un aspecto increíblemente sexy. Su pelo,
pulcramente arreglado, se ha desenredado y está cayendo en un
desorden salvaje. Sus ojos están vidriosos de lujuria. El tirante
ha caído sobre un hombro, mostrando aún más esas grandes y
jugosas tetas.
Amo a esta chica más que nada. Todavía estoy completamente
obsesionado con ella en todos los sentidos. Ella es mi todo.
—Córrete en mí. —gruño mientras meto mi gran polla en su
apretado coñito—. Ahora.
Intenta ahogar su grito, pero sigue siendo demasiado fuerte
cuando se libera y se corre sobre mi polla dura.
Me estremezco al sentir sus sedosas paredes apretando y
masajeando mi pene mientras ella se corre. Trato de aguantar
todo lo que puedo, pero sólo aguanto unos segundos
desesperados antes de correrme yo también, llenando el coño de
mi mujer con mi gran carga.
Ella gime al sentir el calor que entra en ella. Va directamente a
su vientre. Para la próxima Navidad, tendremos a otro miembro
de la familia arriba mientras nosotros volvemos a hacer esto aquí
abajo.

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Le bajo los pies al suelo mientras recuperamos el aliento. Tiene
las mejillas sonrosadas, el vestido arrugado y el pelo alborotado.
Es bastante obvio lo que estábamos haciendo.
—Oh, joder. —dice con una fuerte respiración mientras coge la
botella de vino abierta en el barril y da un largo trago
directamente de la botella—. Ha sido increíble.
La observo con una sonrisa mientras se limpia la boca con el
dorso de la mano.
—Siempre eres increíble. —digo mientras vuelvo a subirme la
cremallera— ¿Quieres que nos encontremos aquí abajo después
del postre?
Ella sonríe mientras se ajusta el vestido y se arregla el
pelo. —Después de la cena, pero antes del postre. —dice con una
sonrisa coqueta—. No puedo esperar tanto.
La observo con asombro mientras se pavonea hacia la puerta,
respira hondo y la abre. Le doy una palmada en el culo y suelta
un gemido.
—No llegues tarde. —le advierto.
Me lanza un beso mientras entra en el vestíbulo, a punto de
volver a hacer el papel de inocente anfitriona.
Sonrío, emocionado por acabar con esta cena para poder llegar
al verdadero postre.
Porque no hay nada más dulce que un rapidito con mi ángel de
Navidad.

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COLLEEN

Treinta años después...


Siempre me ha gustado la Navidad, pero pasar las fiestas con
Marshall y los niños es siempre pura magia.
Cada Navidad, siento que mi corazón está tan lleno que va a
estallar cuando nos sentamos alrededor del árbol y repartimos
los regalos. Nuestros nietos, ahora nueve, juegan con sus nuevos
juguetes, mi lista de canciones navideñas favoritas suena en los
altavoces y hay un fuego en la chimenea.
El ambiente es cálido y acogedor, rodeado de toda la gente que
queremos, tal y como debe ser la Navidad.
Cuando se abren los últimos regalos, me dirijo a la cocina para
ver cómo está el pavo. Marshall me intercepta en el pasillo. Justo
debajo del muérdago.
—¿Adónde crees que vas? —me pregunta mientras me agarra de
la cintura de la falda y me atrae hacia él.
Me río mientras miro a mi alrededor en busca de algún joven que
ande por ahí. No quiero traumatizar a ninguno de ellos haciendo
que tengan que ver a sus abuelos besándose.
Marshall está tan bueno como siempre. Ahora está
completamente canoso, pero le sienta muy bien. Incluso se ha
dejado una barba a juego que me encanta. Le encanta hacerme
cosquillas en los muslos con ella antes de hacer que me derrita
con esa lengua mágica.
—No puedes pasar del muérdago sin darme algo bueno.

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Le bato mis pestañas, fingiendo que estamos de nuevo en la
primera fiesta de Navidad en la que nos conocimos. —¿Qué
quiere de mí, Sr. King? —Pregunto con voz azucarada.
Él gruñe mientras me atrae contra su duro cuerpo. —Te quiero
en mi despacho en cinco minutos con ese culo sexy sobre mi
mesa. Con las piernas abiertas. Desnuda.
Le lanzo una inocente mirada coqueta, siguiéndole el juego, pero
eso no va a suceder. Toda la familia está aquí y tengo un pavo
que cuidar.
—Cree que estoy bromeando, señorita Campbell. —susurra
mientras se inclina. Jadeo cuando siento su dura polla en mi
estómago—. Será mejor que obedezca al jefe o será castigada. No
soy un hombre que lo pida dos veces.
Trago con fuerza mientras el deseo me llena de pies a cabeza.
Mmmmmm.
Sé que Katie cuidará del pavo de todos modos y el despacho de
Marshall tiene cerradura. Si alguien se da cuenta de que nos
hemos ido, podemos actuar con timidez como si fuera parte de
una sorpresa navideña. Se me hace agua la boca al imaginar lo
que ha planeado.
—De acuerdo, señor King. —digo mientras me pongo de puntillas
y frunzo los labios—. Lo que usted diga.
Me besa con fuerza en la boca y luego me da una palmada en el
culo. —Oficina. Ahora.
Subo corriendo las escaleras con mi gran jefe malo siguiéndome.
Otra exitosa Navidad en los libros.

EL FIN

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