Trabajo Práctico #2: Circuitos Económicos y Capitalismo

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Trabajo Práctico N° 2: Circuitos económicos y capitalismo

1. Defina sistema económico. ¿Qué sistemas económicos se han sucedido a lo largo de la


historia?
2. ¿Cómo proponen estudiar los sistemas económicos Bowles y Edwards?
3. ¿Qué es un proceso de trabajo? ¿Qué elementos intervienen en un proceso de trabajo?
4. ¿Cuál es la diferencia entre producción y reproducción? ¿Hay diferencias de género o
división sexual del trabajo entre ambos?
5. ¿Qué es el excedente económico? ¿Qué condiciones deben darse para que se produzca?
6. En las sociedades capitalistas, ¿quién se queda con el excedente? Ejemplifique con un caso
que conozca.
7. ¿Qué es la competencia horizontal? ¿Y la vertical? Ejemplifique con un caso que conozca
en cada una de ellas.
8. ¿Qué es el mercado? ¿Qué se define en el mercado?
9. Defina: competencia perfecta y competencia imperfecta (principales supuestos)
10. Represente en un esquema gráfico la oferta y la demanda y explique cómo se logra el
equilibrio en el mercado. ¿Cuáles son los supuestos subyacentes para que eso ocurra?

Un sistema económico está definido como las “formas de organizar el trabajo humano
que, en todas las sociedades, se necesita para producir los bienes y servicios que hacen posible la
vida.” (Bowles y Edwards, 1990:20). De esta manera, la organización del trabajo humano en aras
del aprovechamiento de los recursos (naturales e industrializados) a escalas nacional e
internacional fue derivando en la aparición de nuevos sistemas económicos a lo largo de la
historia, y es posible encontrar varios sistemas económicos que se han desarrollado en diferentes
épocas históricas, como por ejemplo la esclavitud, la economía familiar autosuficiente, el
capitalismo, los sistemas tribales comunales, el socialismo estatal y el feudalismo, por mencionar
algunos de ellos. Dentro de cada uno de estos sistemas económicos existen (y existieron)
decisiones de cómo se realiza el trabajo, qué trabajo es conveniente realizar para conseguir bienes
o servicios y cómo se utilizan esos productos resultantes.
Los autores también afirman que los sistemas económicos tienen gran influencia por las relaciones
que se dan entre las personas de la sociedad en cuestión. Estas relaciones (directas o indirectas)
determinan los movimientos de la economía en una sociedad, a la vez que ellas mismas están
atravesadas por factores tanto físicos como tecnológicos, configurando al sistema según la
ubicación geográfica, la religión, sus costumbres y el tipo de producción que predomine (agrícola o
industrial).
Los autores proponen el análisis de los sistemas económicos utilizando un enfoque
tridimensional:
1. Competencia: esta dimensión horizontal de analizar un sistema económico, se constituye
a través de la evaluación del intercambio voluntario; en el capitalismo, por ejemplo, este
intercambio tiene lugar principalmente en los mercados. El rasgo de análisis horizontal es
por la relación a la relativa igualdad de oferentes que existen para satisfacer una
necesidad determinada, es decir, la cantidad de capitalistas o empresas que existen para
satisfacer una necesidad humana genérica.
2. Autoritarismo: en este enfoque vertical, nos referiremos “al aspecto de las relaciones
económicas en el que entran en juego el poder, la coacción, la jerarquía, y el hecho de ser
un subordinado o superior” (Bowles y Edwards, 1990:22). Cabe destacar que para que una
persona tenga autoridad sobre otra, es fundamental la tenencia de algún tipo de poder
sobre ella. El carácter vertical de esta visión es porque este análisis implica a personas o
grupos en situación desigual, “al estar unos más arriba que otros”.
3. Cambio: esta tercera dimensión hace referencia a la forma en que el funcionamiento de
un sistema económico permite transformarse a sí mismo. Esto quiere decir que, en el que
capitalismo, el cambio tiene lugar ya que se obtienen grandes beneficios si es alterada la
situación existente en un momento dado (fabricación de nuevas y mejores máquinas,
diseño de nuevos productos que satisfagan necesidades de las cuales no teníamos
consciencia, etc.). Esta alteración se produce en dos vías: al expandirse el capitalismo, éste
altera su entorno; y este entorno modificado puede alterar el funcionamiento mismo del
capitalismo. Decimos que es un análisis temporal porque estos cambios se producen a lo
largo del tiempo.

El proceso de trabajo es la puesta en marcha de una serie de actividades para conseguir,


mediante una alteración del entorno y los recursos disponibles, los productos necesarios que
satisfagan necesidades humanas o que se puedan emplear para obtener nuevos productos. Esto
conlleva: el trabajo humano (fuerza de trabajo), la organización social que se desarrolla en su
interior (propietarios y no propietarios), las nuevas tecnologías y las aplicaciones técnicas
correspondientemente utilizadas en cada sector, la fase de intercambio (mercado).

Cuando hablamos de producción podremos referirnos a dos cuestiones: por un lado a la


producción de todos los bienes y servicios que consumimos; por otro lado, también podremos
referirnos a la producción de personas, aunque no en sentido biológico. Las personas se
“producen” cuando, por ejemplo, se alimentan, descansan, atienden su salud y se educan,
factores que les permiten reponer energías y mantener su capacidad para trabajar. Para distinguir
entre ambos, llamaremos producción al hablar de producir bienes y servicios, y reproducción
cuando se trata de la producción de personas.
Muchos debates y aristas de análisis se han despertado acerca de la cuestión del género, tanto en
el campo de la producción de bienes y servicios como en el de reproducción. “Por supuesto,
muchas personas dividen su tiempo de trabajo entre la producción y la reproducción; las mujeres
que trabajan fuera del hogar, en concreto, a menudo tienen dos «empleos», uno en el «trabajo» y
otro cuando llegan a la casa” (Bowles y Edwards, 1990:41). Entonces, podemos apreciar que, si de
división sexual del trabajo se trata, los autores identifican el arduo esfuerzo de las mujeres, tanto
en sus trabajos (en términos de producción) y también el que conlleva la labor cotidiana hogareña:
cuidado de niños y bebés, cuidado de personas mayores, tareas de limpieza e higiene de la casa,
alimentación, todo ello sumado a la carga emocional que tienen que ver con diversas situaciones
típicas de la cotidianeidad como alegrías, enojos, tristezas, angustias, cansancio físico y mental (si
lo analizamos en términos de reproducción). Así visto, el hombre no comparte en la práctica este
análisis de la mujer y el trabajo, pero esto no es cierto, puesto que el hombre de nuestro tiempo
también desarrolla las mismas actividades de producción y reproducción. Por caso, la división
sexual del trabajo insta a identificar determinadas tareas que se dividen entre las que puede hacer
un hombre (mano de obra pesada, manejo de maquinaria industrial, etc) y las que puede
desarrollar una mujer (como las tareas hogareñas; otras que requieren de una mayor precisión y
afinidad, características asociadas a la mujer, tales como costura; o tareas que no requieren gran
esfuerzo físico pero si de intelecto, como es el caso de las tareas de administración), aunque es
asequible mencionar que esto también es parte de una relatividad ya que ambos pueden
desenvolverse en diversas actividades por igual.
Hoy en día es posible encontrar estas cuestiones acerca de la división sexual del trabajo, aunque
esa relación es cada vez más estrecha. No así sucede si nos situamos en el enfoque de género,
donde diversas comunidades, sobre todo LGBT y demás grupos, encuentran serias dificultades
para ingresar en el mercado laboral, por lo que en cuanto a producción se refiere existe un margen
bastante difícil de achicar en este grupo, aunque no es así si hablamos de reproducción de
personas, puesto que las tareas de reproducción siguen en igual condición a que si se trata de un
hombre o una mujer.

En todo sistema económico se da un fenómeno muy común, sobre todo si de capitalismo


se trata: es el fenómeno del excedente. Así, “el excedente es simplemente la parte de la de la
producción total que queda una vez deducida la cantidad necesaria para reproducir y reponer el
trabajo, las herramientas, las materias primas y otros factores utilizados o consumidos en la
producción” (Bowles y Edwards, 1990:37-38). Este excedente tiende a materializarse en objetos
que no cumplen ya con ninguna satisfacción de alguna necesidad básica: bienes de lujo, mayor
educación, mejores máquinas que las que se utilizan en la producción, catedrales y palacios,
material bélico, otros.
Se genera un excedente de producción siempre y cuando los procesos de trabajo de una economía
produzcan más de lo que la demanda lo requiere, y en consecuencia, se mantiene el nivel de vida
al que están acostumbrados los productores, reponiendo también las materias primas utilizadas y
las maquinaria gasta que se utilizó en dicho proceso. El control del excedente y producción son la
principal dimensión vertical de la economía.

En las sociedades capitalistas, aquellos que se apropian del excedente (los capitalistas y
empresarios principalmente) lo utilizan con el fin secundario de extender su riqueza, lo que atrae
la idea de poder. Si bien este excedente es utilizado para la reposición de materia prima o como
medio de inversión para conseguir más y mejores máquinas para reponer el desgaste o
reemplazarlas directamente, el excedente tiene como fin último, por parte de los empresarios, el
aumento de la riqueza personal, la extensión de un capital monetario que se ostenta en bienes de
lujo principalmente. Esto puede significar en las sociedades contemporáneas que, en términos de
dominación y sometimiento, a las personas de gran poder adquisitivo les sea más fácil lograr el
control por sobre otros grupos, en términos de subordinación.
Para entender las dimensiones horizontal y vertical de la competencia, tomemos como
ejemplo dos empresas que producen bebidas gaseosas, tal puede ser el caso de las marcas
Coca-Cola y Manaos. En una dimensión horizontal de la competencia, ambas marcas ofrecen el
mismo producto (bebida gaseosa), por lo que los demandantes obtienen la misma oferta de
ambas corporaciones. Ellos deben decidir en base a la oferta que realizan las empresas de su
producto (en cuanto calidad, precios y propaganda) qué bebida han de consumir. Es decir, ambas
empresas ofrecen la satisfacción de una necesidad básica humana. Ahora, bien sabemos que
ambas marcas no tienen el mismo potencial ni marketing que las caracteriza; vemos que en la
dimensión vertical, obviando el hecho de que ambas marcas ofrecen un producto similar, una no
corresponde al nivel de competencia con la otra. La aplicación de mejores tecnologías y mejores
técnicas de trabajo, su ingreso en el mercado global y el poder de propaganda que ofrece una por
sobre la otra (orientando así a que el consumidor opte por una y no por otra), hacen que esta
dimensión vertical elucide datos sobre la desigualdad cualitativa que existe entre ambas
empresas.

Abordemos ahora qué es el mercado: podemos definirlo como el “ámbito donde oferentes
y demandantes de bienes y servicios se reúnen para realizar intercambios” (De Santis, 2019:65).
Así, el mercado se presenta como el encuentro de la demanda y la oferta del producto obtenido
(tanto en materia prima como producto elaborado) en un “lugar” donde puede darse el acto de
intercambio entre los que lo solicitan y aquellos que lo comercian. Asimismo, “los mercados son
los espacios reales o virtuales donde se vinculan quienes ofrecen algo para vender y quienes lo
demandan. En esta amplia definición entran tanto los mercados de bienes y servicios como los
mercados de factores de producción, *…+” (Novak, 2019:24), es decir, aquí el autor nos indica que
el mercado no necesariamente requiere de un espacio físico real, sino que éste se puede
presentar de manera virtual (implementación tecnológica). Otro punto es la diferenciación que
existe entre los mercados de bienes y servicios y los mercados de factores; estos últimos son el
encuentro de oferentes y demandantes de maquinaria industrial u otras tecnologías y
herramientas que se requieran en el sector de la industria, que posibiliten la continuidad de
producción de nuevos productos derivados de materias primas.

Para la teoría marginalista, la forma predominante de mercado es la competencia perfecta,


que brinda igualdad de oportunidad de compra y venta para empresarios y consumidores. Algunas
características de este tipo de competencia son:
1. Existen muchas pequeñas y medianas empresas que no tienen el poder de influir en el
mercado.
2. Son mercados de fácil acceso; no hay trabas tecnológicas que impidan el ingreso de
nuevos empresarios.
3. Es un mercado transparente, con perfecta información para empresarios y
consumidores.
4. En este mercado se intercambia un producto homogéneo; no hay diferencia en la
publicidad.
Lo opuesto a todo ello es la competencia imperfecta donde su máxima expresión es el
“monopolio”; algunas características:
1. Existe una sola empresa que influye drásticamente en el precio de mercado.
2. Difícil acceso a este mercado, ya que existen trabas tecnológicas y legales que
impiden el ingreso de nuevos empresarios al mercado.
3. Mercado sin transparencia, donde la única empresa puede discriminar precios en
distintos mercados, aunque ofrezcan un mismo producto, lo que perjudica a los
consumidores.
4. En este mercado no tiene sentido hablar de producto homogéneo porque existe un
solo producto y un solo vendedor.
Este tipo de competencia, el “monopolio”, ha estado vinculado (y lo está actualmente) a los
servicios de esenciales para la población, tales como el agua, la luz o el gas.

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