Kalecki, Michal - Aspectos Políticos Del Pleno Empleo (1943)

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ASPECTOS POLÍTICOS

DEL PLENO EMPLEO (1943)


Por Michal Kalecki

Ha sido ampliamente debatido, en los últimos años, el mantenimiento del pleno empleo
mediante gastos gubernamentales financiados por medio de empréstitos. La discusión, sin
embargo, se ha concentrado exclusivamente en los aspectos económicos del problema sin
otorgarle la debida consideración a las realidades políticas. Es errónea la hipótesis de que un
gobierno mantendría el pleno empleo en una economía capitalista si sólo supiese cómo hacerlo.
A este respecto es de capital importancia considerar los recelos de las grandes empresas sobre
el mantenimiento del pleno empleo mediante el gasto gubernamental. Esta actitud de las
grandes empresas quedó demostrada claramente durante la gran depresión en los años treinta
cuando se opusieron firmemente a los experimentos destinados a aumentar el empleo por
medio de gastos efectuados por el gobierno llevados a cabo, en todos los países, excepto en la
Alemania nazi. No es tarea fácil explicar dicha actitud. Un alto índice de producción y de
empleo beneficia, evidentemente, no sólo a los trabajadores sino también a los empresarios
debido a que sus ganancias aumentan. Además, la política de pleno empleo basada en gastos
del gobierno financiados mediante empréstitos no afecta a los beneficios ya que no involucro
ningún impuesto adicional. Los hombres de negocios que se encuentran en una depresión
desean ansiosamente una prosperidad repentina. ¿Por qué no aceptan alegremente el auge
«sintético» que el gobierno est' dispuesto a ofrecerles? Intentaremos responder esta difícil y
fascinante pregunta en el presente artículo.

Pueden subdividirse en tres categorías las razones que tienen los «dirigentes de la
industria» para oponerse al pleno empleo logrado mediante el gasto gubernamental, a saber: a)
desagrado ante la interferencia del gobierno en el problema del empleo como tal; b) desagrado
ante la orientación del gasto gubernamental hacia la inversión pública y hacia el consumo
subsidiario; c) disgusto ante los cambios sociales y políticos que resultarían del mantenimiento
del empleo pleno. Examinaremos en detalle cada una de estas tres categorías de objeciones a la
política de expansión del gobierno.

2. Abordaremos en primer lugar la renuencia que demuestran los «capitanes de


industria» a aceptar la intervención. gubernamental en materia de empleo. Es considerada con
suspicacia por parte de las «empresas» cualquier extensión del radio de actividad del gobierno,
y la creación de empleo mediante gastos gubernamentales posee un aspecto especial que hace
que la oposición sea particularmente intensa. Bajo un sistema de laissez-laire el nivel de
empleo depende, en gran medida, del así denominado estado de confianza. Si éste se deteriora,
la inversión privada baja, lo que da como resultado una caída en la producción y un descenso
en el nivel de, empleo (ya sea directamente o a través del efecto secundario del descenso de
ingresos derivados del consumo y la inversión). Ello otorga a los capitalistas un poderoso
control directo sobre la Política gubernamental: todo lo que pueda conmover dicho estado de
confianza debe ser evitado cuidadosamente porque podría provocar una crisis económica. Pero
una vez que el gobierno aprende el truco de aumentar el empleo mediante sus adquisiciones,
este poderoso dispositivo i de control pierde su efectividad. En consecuencia deben ser
considerados como peligrosos los déficits presupuestarios, necesarios para llevar a cabo la
intervención gubernamental. La función social de la doctrina de «finanzas estables» es la de
lograr que el nivel de empleo dependa del «estado de confianza».
3. La aversión de los dirigentes del mundo de los negocios por una política
gubernamental de gasto público se hace aún más aguda cuando tornan en consideración las
partidas a que puede destinarse dicho gasto: las inversiones públicas y los subsidios para el
consumo masivo.
Los principios económicos de la intervención del gobierno requieren que la inversión
pública deba limitarse a los objetivos que no entren en competencia con el equipo del sector
privado (por ejemplo, hospitales, escuelas, carreteras, etc.). De otra manera, el margen de
utilidades de la inversión privada puede verse perjudicado y el efecto positivo de la inversión
pública sobre el empleo contrarrestado por el efecto negativo del descenso en la inversión
privada. Este entendimiento satisface mucho al hombre de negocios. Pero la esfera de acción
de la inversión pública de este tipo es bastante limitada y existe el peligro de que el gobierno,
al seguir esta política, Pueda, eventualmente, verse tentado a nacionalizar los medios de
transporte o las empresas de servicios públicos de tal manera que se lograra un nuevo radio de
acción en el cual llevar a cabo sus inversiones.1

Se podría, por lo tanto, esperar que los dirigentes industriales y sus expertos se
mostraran más acordes con el subsidio del consumo masivo (Por medio de asignaciones
familiares, subsidios con el fin de mantener bajos los precios de artículos de primera necesidad,
etc.) que con la inversión pública, ya que al subsidiar el consumo, el gobierno no estaría
embarcándose en ningún tipo de «empresa». En la práctica, sin embargo este no es el caso. En
realidad, estos «expertos» se oponen mucho más violentamente al subsidio del consumo
masivo que a la inversión pública. Ya que aquí está en juego un principio «moral» de la mayor
importancia. Los fundamentos de la ética capitalista requieren que «ganarás el pan con el sudor
de tu frente» -a menos que poseas medios privados.

4. Hemos considerado las razones políticas tras la oposición a la política de la


creación de empleos mediante el gasto del gobierno. Pero aun si se superara esta oposición
como bien podría suceder bajo la presión de las masas -, el mantenimiento del pleno empleo
provocaría cambios sociales y que darían un nuevo impulso a la oposición de los dirigentes -
del mundo de los negocios. En realidad, bajo un régimen de pleno empleo permanente «el
despido» dejaría de jugar su papel como medida disciplinaria. La posición social del jefe se
vería paulatinamente socavada y la clase trabajadora tendría mayor confianza en sí misma y
una mayor conciencia de clase. Las huelgas en demanda de aumentos salariales y por un
mejoramiento de las condiciones laborales crearían tensiones políticas. Es cierto que las
ganancias serían mayores, bajo un régimen de pleno empleo que lo son, como promedio,
bajo el laissez-laire; y aun el aumento de las tarifas salariales que resultase del mayor poder
de negociación de los trabajadores probablemente aumentaría los precios en lugar de reducir
las utilidades, afectando así, adversamente, los intereses de los asalariados. Pero «la
disciplina en las fábricas» y «la estabilidad política» son más apreciadas por los dirigentes la
industria que las ganancias. Su instinto de clase les dice que el pleno empleo duradero es
erróneo desde su punto de vista y que el desempleo constituye una parte integral del sistema
capitalista normal.

1
* Debe señalarse aquí que la inversión en una industria nacionalizada Puede contribuir a la s6luci6n
del problema de desempleo solamente si se asume bajo principios diferentes de aquellos sostenidos por la
empresa privada. Es factible que el gobierno tenga que contentarse con un porcentaje neto de utilidad menor
que la empresa privada y deba, deliberadamente ,graduar su inversión con objeto de mitigar las depresiones.
II

1. Una de las funciones importantes del fascismo, simbolizado por el sistema nazi, fue la
de eliminar las objeciones capitalistas al pleno empleo. El rechazo de la política de gasto
gubernamental como tal es superado bajo el fascismo por el hecho de que la máquina estatal se
encuentra bajo el control directo de una sociedad formada por las grandes empresas y los
nuevos ricos fascistas. La necesidad del mito de la «estabilidad financiera» que sirvió para
impedir que el gobierno provocara una crisis de confianza debido al gasto, queda eliminada. En
una democracia no se sabe cómo será el próximo gobierno. Bajo el fascismo no hay un
próximo gobierno.
El rechazo hacia el gasto gubernamental, ya sea en inversión pública o subsidio al consumo, se
supera al concentrar los gastos gubernamentales en armamentos. Finalmente, «la disciplina en
las fábricas» y «la estabilidad política» bajo el pleno empleo se mantienen por el «orden
nuevo», que abarca desde la supresión de los sindicatos hasta los campos de concentración. La
presión política reemplaza a la presión económica del desempleo.

2. El hecho que la fabricación de armamentos constituya la columna vertebral de la


política del pleno empleo fascista ejerce una profunda influencia sobre su carácter económico.
La producción de armamentos en gran escala está estrechamente ligada a la expansión de las
fuerzas armadas y a la elaboración de proyectos destinados a una guerra de conquista. Inducen,
también, a un rearme competitivo por parte de los demás países. Ello tiene como consecuencia
que el principal objetivo del gasto cambie gradualmente y derive del logro del pleno empleo a
asegurar el máximo efecto del rearme. La resultante escasez de recursos conduce a la
restricción del consumo comparado con lo que podría haber sido bajo el pleno empleo.
El sistema fascista empieza con la eliminación del desempleo, se desarrolla en una economía
armamentista» de escasez y termina, inevitablemente, en la guerra.

III

1. ¿Cuál sería el resultado conveniente de la oposición al «pleno empleo mediante gastos


gubernamentales» en una democracia capitalista? Intentaremos responder a esta pregunta
basándonos en el análisis de las razones a esta oposición dadas en la sección J. Expresamos que
podemos esperar la oposición de los «dirigentes de la industria» en tres planos: a la oposición
por principio al gasto gubernamental basado en un déficit presupuestario; b) la oposición a este
gasto ya sea orientado a la inversión pública -que podría presagiar la intrusión del Estado en las
nuevas esferas de la actividad económica- o hacia el subsidio del consumo masivo, y c) la
oposición a que el gobierno mantenga el pleno empleo y no se limite a prevenir depresiones
profundas y prolongadas.
Ahora bien, debe recordarse que la etapa en la que los «dirigentes de la industria» podían
permitirse el oponerse a cualquier tipo de intervención gubernamental con el fin de paliar una
baja repentina de precios pertenece, más bien, al pasado. Todos están de acuerdo en que «algo
debe hacerse en caso de una depresión»; pero el conflicto continúa, primero, en cuanto a cuál
debería ser la orientación que debería asumir la intervención gubernamental en un caso de baja
repentina de precios y, segundo, en lo relativo a si esta intervención se debería utilizar
solamente para paliar las depresiones o para asegurar un pleno empleo permanente.

2. En las actuales discusiones de estos problemas surge, una y otra vez, el concepto de
contrarrestar la depresión por medio del estímulo de la inversión privada. Esto puede realizarse
bajando la tasa de intereses, reduciendo los impuestos sobre los beneficios o por medio del
subsidio a la inversión privada directamente en esta u otra forma. Que tal esquema resulte
atractivo al «mundo de los negocios» no es sorprendente. El hombre de negocios continúa
siendo el medio a través del cual se lleva a cabo la intervención. Si él no siente confianza en la
situación política no será inducido a invertir. Y la intervención no compromete al gobierno ni a
que «juegue» con la inversión (pública) ni a que «derroche el dinero» al subsidiar el consumo.
Puede demostrarse, sin embargo, que el estímulo de la inversión privada no proporciona un
método adecuado para impedir el desempleo masivo. Existen dos alternativas que debemos
considerar aquí: a) Reducir drásticamente la tasa de interés o el impuesto sobre beneficios (o
ambos) durante la depresión e incrementarlos en el auge. En este caso, tanto el período como la
amplitud del ciclo comercial se verán reducidos, pero el empleo, no tan sólo en el período de
depresión sino también en el de auge, distará mucho de ser un pleno empleo; por ejemplo, el
promedio de desempleo puede ser considerable aun cuando sus fluctuaciones no sean tan
pronunciadas. b) Reducir la tasa de interés o los impuestos sobre los beneficios durante un
período de depresión sin aumentarlos en el subsiguiente período de auge. En este caso el auge
durará más, pero deberá terminar en una nueva depresión: una reducción en la tasa de interés o
los impuestos sobre los beneficios elimina, por supuesto, las fuerzas que causan las
fluctuaciones cíclicas en una economía capitalista. En el nuevo período de depresión será
necesario reducir nuevamente la tasa de interés o los impuestos sobre los beneficios y así
sucesivamente.
De este modo, en un tiempo no muy remoto la tasa de intereses tendría que ser negativa y el
impuesto sobre los beneficios tendría que ser reemplazado por un subsidio a los ingresos. Igual
cosa sucedería si se intentara mantener el empleo pleno mediante el estímulo de la inversión
privada: la tasa de interés y el impuesto sobre los beneficios tendrían que ser reducidos
continuamente.
Además de esta debilidad fundamental para combatir el desempleo mediante el estímulo de
la inversión privada, existe una dificultad práctica. La reacción de los industriales frente a las
medidas descritas es incierta. Si la tendencia descendente es pronunciada podrán asumir una
perspectiva muy pesimista del futuro, y la reducción de la tasa de interés o del impuesto sobre
los beneficios podrá, durante un largo período, ejercer escaso o ningún efecto sobre la
inversión, y por lo tanto, sobre el nivel de producción y de empleo.

3. Aun aquellos que abogan por el estímulo de la inversión privada como medio para
contrarrestar la depresión, frecuentemente no confían en ella exclusivamente sino que
consideran que debería estar asociada a la inversión pública. Parece ser, en la actualidad, que
los «dirigentes de la industria» y sus expertos (por lo menos algunos de ellos) tenderían a
aceptar como a pis aller los gastos públicos financiados por, medio de empréstitos como un
medio para paliar las depresiones. Parecen, sin embargo, mantener una actitud de firme
Oposición a la creación de empleos mediante el subsidio del consumo Masivo y a mantener el
empleo pleno.
Este estado de cosas es quizá sintomático del futuro régimen económico de las
democracias capitalistas. En la depresión, ya sea bajo la presión de las masas, o aun sin ella, la
inversión privada financiada mediante empréstitos será asumida con el fin de impedir el
desempleo en gran escala. Pero si se realizan intentos de aplicar este método con el fin de
mantener el alto nivel de empleo alcanzado en el subsiguiente auge, es posible que se deba
enfrentar una fuerte oposición de los «dirigentes del mundo de los negocios». Como se ha
sostenido anteriormente, el pleno empleo duradero no es en absoluto del agrado de ellos. Los
trabajadores no serían «manejables» y los «capitanes de industria» se sentirían ansiosos de
«darles una lección». Más aún, el aumento de los precios en el auge actúa en perjuicio de los
pequeños y grandes rentistas y hace que se «cansen del auge».
En dicha situación es probable que se forme un bloque formado por los intereses de las
grandes empresas y los rentistas, y probablemente encontrarían a más de un economista
dispuesto a declarar la situación económica como manifiestamente inestable. La presión de
todas estas fuerzas y en especial la de las grandes empresas induciría, seguramente, al gobierno
a volver a la política ortodoxa de reducción del déficit presupuestario. Seguiría un período de
depresión, en el cual la política de gastos gubernamentales retornaría a su cauce.
Este modelo de un «ciclo político de los negocios» no es mera conjetura; algo muy similar
ocurrió en los Estados Unidos en 1937-1938. El fracaso del auge durante el segundo semestre
de 1937 se debía, en realidad, a la drástica reducción del déficit presupuestario. Por otra parte,
en la aguda depresión que siguió, el gobierno se apresuró a volver a una política de gastos. Así,
el régimen del «ciclo político de los negocios» no aseguraría el pleno empleo excepto en la
cumbre del auge, pero las depresiones serian relativamente suaves y de corta duración.

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