Debate Sobre A Guerra - 2 Textos em Espanhol
Debate Sobre A Guerra - 2 Textos em Espanhol
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Ucrania)
Fonte: https://hacialavida.noblogs.org/reflexiones-a-proposito-de-la-carniceria-
capitalista-en-curso-rusa-ucrania/
“Lo absurdo de una lucha antifascista que escogiera la guerra como medio de acción aparece así
claramente. No solo significaría combatir una opresión salvaje aplastando los pueblos bajo el peso de una
masacre todavía más salvaje, sino también extender bajo una fórmula distinta el régimen que se pretendía
suprimir. Es ingenuo pensar que un aparato de Estado que se ha vuelto poderoso por medio de una guerra
victoriosa dulcificaría la opresión que ejerce sobre su propio pueblo el aparato de Estado enemigo,
todavía sería más ingenuo pensar que dejaría que surgiera una revolución proletaria entre el pueblo,
aprovechando la derrota sin ahogarla en el mismo momento en la sangre (…) principalmente en caso de
guerra hay que escoger entre dificultar el funcionamiento de la máquina militar de la que uno mismo es
un engranaje, o bien colaborar con esta máquina a segar ciegamente vidas humanas”.
Simone Weil, Reflexiones sobre la guerra, 1933.
La actual etapa del desarrollo de las fuerzas productivas capitalistas −que no son más
que sus fuerzas destructivas −, trae consigo acontecimientos que se suceden uno tras
otro, como una espiral siempre creciente de su crisis generalizada, en donde convergen
la crisis del trabajo –que se manifiesta en la expulsión de seres humanos del proceso
productivo mismo–, devastaciones ambientales –de las que la pandemia del Covid-19 y
el cambio climático son consecuencias directas–, grandes flujos migratorios, entre otras
catástrofes que se han vuelto cotidianas. La guerra y el militarismo son inseparables de
esta irracional dinámica propia del capitalismo: hoy nos vemos enfrentados a la que se
dice es la mayor movilización bélica desde la Segunda Guerra Mundial, con la invasión
de la Federación Rusa a Ucrania, bajo la excusa presunta, de enfrentar la “nazificación”
y defender la zona separatista del Donbás.
Como si la catástrofe capitalista y las fuerzas de la contrarrevolución que ésta moviliza
no fueran suficientes, vemos a grupos que se autodefinen como anticapitalistas defender
abiertamente, o de manera solapada, el avance y bombardeo de las tropas rusas sobre las
ciudades ucranianas. Un@s por una especie de rusofilia relativa a alguna nostalgia por
la URSS, otr@s porque consideran a las fuerzas políticas y militares de occidente con
las que se enfrenta Rusia como la encarnación del mal absoluto, y algun@s debido a
que consideran que la ofensiva rusa sí tiene realmente como objetivo la defensa de la
República Popular de Donetsk y de la República Popular de Lugansk, en Donbás y, que
por lo tanto, constituye alguna forma de combate o de apoyo contra el “fascismo” de
Ucrania. Así, sectores que van desde el leninismo-estalinismo hasta el anarquismo, no
han tardado en encuadrarse a favor de una invasión militar por parte del Estado de una
superpotencia mundial y su clase dominante, desechando el internacionalismo y
cualquier perspectiva revolucionaria, relativizando las motivaciones y las consecuencias
sangrientas de esta guerra imperialista. La experiencia histórica anticapitalista nos
ilustra que las guerras imperialistas no son sino la forma en que el capital se reestructura
a partir de una disputa bélica entre las distintas facciones de la burguesía internacional,
en donde el proletariado es usado como carne de cañón, y la conciencia de que ningún
Estado jamás movilizará sus tropas por motivos e intereses que no sean los de su clase
dominante, se hacen agua ante la tentación de defender un proyecto de autonomía
territorial −en forma de república, por cierto− ante la ofensiva “fascista” que el Estado
ucraniano y las milicias irregulares neonazis mantienen contra la región del Donbás. El
sinsentido de estas posiciones no resiste un análisis crítico mínimo, ni en su propia
lógica −la motivación antifascista− una vez enfrentadas a la realidad, ni tampoco ante
una práctica anticapitalista y revolucionaria coherente: el desarrollo y el resultado de la
guerra lo confirmarán.
Desde su auge hasta la fecha, la civilización capitalista ha asentado su poderío, entre
otras formas, a través de la guerra, que no es más que la continuación de la economía
por otros medios. Es decir, una continuación de la perpetua competencia entre distintas
facciones de la burguesía por apropiarse de la mayor parte posible de la masa de
plusvalía social, la cual por cierto, se encuentra en constante declive, debido al límite de
acumulación interno con el cual está chocando el capital. El conflicto bélico ha
fomentado, en gran medida, el desarrollo y la innovación industrial, lo que a su vez,
posibilitó el desarrollo de las fuerzas productivas aplicadas en el “progreso” técnico,
científico e industrial de la máquina militar, con vista a la conquista de recursos
naturales, materias primas, regiones, ventajas competitivas en relación a otros Estados y
mercados que permitan continuar con la reproducción, cada vez más acrecentada del
capital y del poder de la clase capitalista. Si el capital es, ante todo, una forma de
organización social que pone a la humanidad y a todo lo que habita en la tierra a merced
de una explotación desenfrenada con el único propósito de echar a andar la economía y
perpetuar a la clase dominante cuyo poderío depende de ésta, se desprende entonces,
que las guerras no tienen otro propósito que perpetuar esta forma específica de
reproducción y su consecuente dominación social. Así, las facciones del capital
enfrentadas en la obtención de esta base material para asegurar su posición, más o
menos hegemónica en la dominación capitalista, deben asegurar este poderío en el plano
militar.
En el caso de este conflicto esta dinámica es particularmente ilustrativa: la invasión
sobre Ucrania es un movimiento estratégico del imperialismo ruso frente al avance del
bloque occidental OTAN-EE.UU. En décadas recientes, el desarrollo tecnológico y
científico de la industria armamentista ha hecho posible el desarrollo de armas
hipersónicas que podrían, entre otras cosas, tener alcances de potencia atómica. Esto
implica que aquel Estado que logre la supremacía en esta área del desarrollo tecnológico
contaría con la garantía de su supremacía en el área militar, pues esto brinda la
posibilidad de acabar con la infraestructura crítica de la potencia enemiga
inmovilizando en poco tiempo su capacidad de respuesta, anulando el riesgo de una
represalia de la misma magnitud, superando así el esquema militar de la “Destrucción
Mutua Asegurada” (Mutually Assures Destruction o MAD en inglés) que primó y
garantizó la paz relativa entre las potencias imperialistas durante la Guerra Fría, en base
al equilibrado poder de destrucción atómica de aquel entonces. Así, la posible entrada
de Ucrania en el bloque militar de la OTAN y el posterior despliegue armamentístico en
su territorio, pone en peligro la “seguridad” del área de influencia de Rusia: esta es la
verdadera razón inmediata que provocó el conflicto.
En este mismo sentido, Rusia no pretende prolongar la ocupación territorial y militar
sobre Ucrania, sino que mediante la invasión pretende imponer por la fuerza la
“neutralidad” del Estado ucraniano ante la OTAN, evitando su adhesión a esta
coalición. Y para lograr este fin, Rusia negociará un compromiso con Ucrania, y sí es
necesario, derrocará a la actual administración y pondrá un gobierno títere que siga los
dictados del Kremlin.
Mientras Putin y el Estado ruso afirman el carácter presuntamente humanitario de su
invasión, asegurando que protegen la vida de l@s separatistas del Donbás, l@s líderes
de la Unión Europea lloran lágrimas de cocodrilo por l@s civiles que son masacrados
en los combates –que ya huyen por cientos de miles de sus hogares–, pero en realidad,
les asusta la idea de una guerra que genere un punto de no retorno, que perjudique sus
negocios y su dependencia energética. La verdad no se encuentra en las declaraciones
públicas de ninguna de las potencias implicadas, sino que en el movimiento de sus
fuerzas materiales –económicas, políticas, militares– que constituyen la base real de este
conflicto.
Defensa antifascista de la guerra imperialista
Como ya se sabe, las dos autoproclamadas repúblicas de la región del Donbás, Donetsk
y Lugansk, han sido asediadas por el ejército ucraniano y por milicias desde hace 8
años, al ser derrocado el gobierno pro-ruso a partir del Euromaidán. El carácter pro-
OTAN del gobierno ucraniano desde el 2014 y, en particular, la presencia de fascistas
en sus fuerzas armadas y la existencia de bandas armadas irregulares de neonazis que se
hicieron visibles en las protestas del Euromaidán y luego en la guerra en el Donbás, más
el carácter “autónomo” y “popular” de las regiones separatistas, movilizó el apoyo de
ciertos sectores de la izquierda internacional. Son numerosas las milicias que se
componen de voluntari@s antifascistas, marxistas-leninistas y anarquistas. Pero es
principalmente lo que se considera por much@s como un combate contra el fascismo el
que moviliza la mayoría de estas simpatías. No obstante, lo que ocurre en la zona
controlada por l@s separatistas, es mucho más complejo y disímil de lo que much@s
creen ver.
Lo cierto es que en la defensa del Donbás no solo luchan contra Ucrania antifascistas e
izquierdistas. Las milicias que luchan y han luchado en la defensa de la autonomía de
esa región cubren todo el espectro político, incluyendo a voluntari@s de ideologías
antagónicas a las de l@s milician@s antifascistas, como lo son algunas agrupaciones de
la extrema derecha rusa, por ejemplo, el Movimiento Imperial Ruso y l@s neonazis de
Unidad Nacional Rusa –entre muchas otras–, quienes han enviado combatientes desde
el inicio del conflicto1. Queda claro que las agrupaciones que combaten a favor de la
autonomía del Donbás son heterogéneas, ya que sus motivaciones van desde la defensa
del experimento de la república autónoma, la protección de los habitantes de la región
que sufren las constantes agresiones de Kiev, ciertas formas de nacionalismo pro-ruso,
etc., pero, incluso sin la necesidad de un análisis exhaustivo sobre la composición
política del frente de la defensa del Donbás, es evidente que está lejos de ser un frente
unitario y esencialmente antifascista –con todos los límites que posee esta perspectiva:
defensa de la democracia y del Estado, apoyo a una burguesía liberal, interclasismo,
etc.–. Claro que esto último bajo ningún caso quiere decir que la región del Donbás no
viva una crisis de carácter humanitario a causa de los constantes ataques que el ejército
ucraniano y otras fuerzas irregulares realizan contra ésta.
Por otra parte: ¿Representa la “forma” República una posibilidad de emancipación
social de las relaciones sociales capitalistas2? ¿Puede un Estado, como el ruso,
garantizar la autonomía territorial en una región que hoy usa como justificación para dar
comienzo a una guerra imperialista? Si de lo que se trata es de la defensa de la vida de
los seres humanos que habitan en el Donbás contra los crímenes del Estado ucraniano y
sus aliados ¿Cómo es que el ataque de una superpotencia sobre ciudades en las que las
que reside población civil, y la crisis que esto supone para millones de personas en el
territorio ucraniano, no representa para quienes sostienen esta perspectiva una barbarie
similar, un agravamiento considerable de la miseria humana en medio la guerra entre las
potencias económicas, entre las distintas facciones del capital?
Además, los crímenes perpetrados por un Estado y por las salvajes milicias neonazis, no
vuelven automáticamente a toda la población que habita Ucrania en criminales, ni
tampoco, en neonazis. Solo alguien cegado por la ideología podría afirmar que los seres
humanos que habitan bajo el dominio de una clase dominante y de su Estado, son solo
1
Ver: “Antifascismo y extrema derecha: compañeros de armas en el Donbáss”:
https://politikon.es/2014/11/14/antifascismo-y-extrema-derecha-companeros-de-armas-en-el-donbass/
2
Ni siquiera la aplicación de la estrategia leninista del “derecho a la autodeterminación de las naciones”
resiste análisis alguno; a principios del siglo XX, cuando aún los regímenes de algunas colonias no habían
desintegrado totalmente las relaciones comunitarias, ya fue denunciada como contrarrevolucionaria por
compañer@s como Rosa Luxemburg y las distintas izquierdas comunistas: “no hicieron otra cosa que
prestar a la burguesía de todos los países limítrofes el mejor de los pretextos, y hasta la bandera para
sus aspiraciones contrarrevolucionarias”. Hoy, un siglo después, esta propuesta demuestra ser una
excusa y bandera para el imperialismo de la Federación Rusa. Por otra parte, el concepto de pueblo para
referirse a la población de un país no tiene sentido alguno frente a una sociedad dividida en clases a nivel
mundial.
simples extensiones de esa clase dominante y ese Estado. La relativización o simple
omisión de algunos sectores de la izquierda y del antifascismo con respecto a esto
último es apabullante. La sinrazón y el desprecio por la vida humana que engendra la
lógica capitalista permea incluso a quienes dicen oponerse a los efectos de esta
socialización enfermiza. Incluso aunque quisiéramos pensar que la clase dominante en
Ucrania es un reflejo de sus habitantes, o si quisiéramos creer que “en Ucrania son
tod@s nazis”, como dice estúpidamente la propaganda pro-rusa, esta mistificación se
cae apenas intentamos comprender su origen: los movimientos de extrema derecha y
neonazis realmente existentes en Ucrania, y en particular el Batallón Azov, agrupación
que se hizo conocido en el 2014 al combatir a las milicias de la República Popular de
Donetsk, que más tarde pasó a formar parte de la guardia civil ucraniana, y que hoy
cuenta con cientos de miembros activos. Esto último ha contribuido a la caracterización
de los gobiernos posteriores al Euromaidán como “neonazis”, caracterización a la que
ha contribuido enormemente la propaganda rusa. Pero, si bien es cierto que la
democracia es donde las distintas facciones políticas de la burguesía se disputan la
gestión del capital a través del Estado, también es cierto que durante las últimas
elecciones presidenciales en Ucrania del 2019, Svoboda3 –“Libertad”–, el partido que
concentra la adhesión del electorado de extrema derecha, solo obtuvo el 1.62% de los
votos. Esto debería bastar para poner en cuestión la caracterización, bastante imprecisa
por lo demás, de Ucrania como una nación “nazi” o “ultraderechista”, sobre todo en lo
que respecta a su población civil.
Desde que empezó la guerra hemos escuchado y leído afirmaciones del tipo, “todo es
útil en la lucha contra el fascismo”, que justifican la invasión de Rusia o la relativizan.
Incluso, como nos dicen, si el combate contra el fascismo tiene como objetivo evitar el
advenimiento de la barbarie y posibilitar espacios para la emancipación social ¿Cómo es
que el afianzamiento político, económico y militar de una potencia capitalista –en
desmedro de otra– podría traernos algo distinto de aquello que se pretende evitar? ¿Qué
les hace pensar que una facción de la burguesía en un periodo de crisis va a garantizar
un menor grado de barbarie que el de sus contrincantes ideológicos? El fascismo
implementó de la mano de Hitler, Franco o Mussolini, las medidas que el capital les
exigía en su época, las que no fueron fundamentalmente distintas a las que Stalin
3
Que defiende el antisemitismo, la implantación de un único idioma nacional, el militarismo, el
etnocentrismo, el criptoracismo, la homofobia, el antiabortismo, y la nacionalización de empresas.
impuso sobre el proletariado en distintos territorios 4. Si nuevamente la tesis del
antifascismo resulta inviable en lo abstracto, querer revivirla 100 años más tarde se
demuestra completamente anacrónico. Para l@s revolucionari@s, y particularmente
para l@s anarquistas, la trágica experiencia en la España del ’36, debería bastar para no
hacerse ninguna ilusión en torno al antifascismo, que no es más que la defensa de las
formas democráticas de gestión capitalista, la conciliación entre clases, la opción por “el
mal menor” y el abandono del horizonte revolucionario5.
De todo lo expuesto en torno a la dinámica capitalista y las guerras que ésta engendra, y
también de las observaciones sobre el terreno en el que se desenvuelve este particular
conflicto, resulta difícil que pueda surgir la posibilidad de algún tipo de emancipación
social en medio de una carnicería encauzada precisamente para perpetuar la dominación
de uno de los bloques en disputa, que no significa otra cosa que el recrudecimiento de la
dominación capitalista, de la dictadura de la economía por sobre todo lo viviente. Y esto
difícilmente puede refutarse: dos guerras mundiales, el genocidio y la desaparición de
pueblos enteros, la destrucción psíquica de los individuos bajo su dominio y la
destrucción de la biósfera ya han demostrado de sobremanera que la burguesía
internacional ya ha hecho su elección desde hace mucho tiempo, y que no dudará en
seguir expandiendo sus fuerzas destructivas hasta puntos inimaginables con tal de seguir
haciendo funcionar su máquina productiva a sabiendas de que la “torta” cada vez es más
pequeña y se reparte en menos partes. Esta guerra imperialista no traerá otra cosa que
una restructuración global capitalista en medio de una crisis que no deja de
profundizarse. Por lo tanto, se desprende que quienes defienden un bando en esta guerra
no hacen sino, a pesar de sus intenciones, posicionarse del lado de la defensa del orden
existente.
Crisis de la conciencia y conciencia de la crisis
Las distintas fases de desarrollo capitalista engendran sus propias formas de
socialización y con ello los límites correspondientes de su conciencia. En la génesis del
movimiento obrero, las guerras imperialistas se encontraron con una oposición
consciente de algunos sectores movilizados del proletariado. El estado rudimentario de
la sociedad capitalista de aquel entonces contrapuesta a la actividad desarrollada por el
4
Estado hipercentralizado, aparato represivo omnipresente, conservadurismo valórico, chovinismo,
militarización del trabajo, campos de concentración, persecución a la disidencia, etc.
5
En este sentido recomendamos: “Fascismo / Antifascismo” de Gilles Dauvé; “Resumen de las Tesis de
Amadeo Bordiga sobre el fascismo en 1921-1922” de Agustín Guillamón.
proletariado, por lo menos, desde medio siglo antes, permitió el surgimiento de un
temprano internacionalismo para luchar contra la guerra y el capital. La conciencia de la
necesidad de una perspectiva internacional y la conclusión de que ésta no puede sino
afirmarse oponiéndose a la totalidad de las fuerzas burguesas enfrentadas en la guerra es
la premisa lógica para un movimiento de emancipación global. Es en medio de este
panorama que los sectores más consecuentes del proletariado opusieron en 1914 a la
guerra imperialista –pese a la deriva chovinista y patriotera de la mayoría– la consigna
del derrotismo revolucionario: abatir en el propio territorio a todas las facciones de su
propia burguesía. Aun así, esta posición solo hizo eco en miles de proletarios
movilizados en los frentes, al volverse la guerra una carga insostenible para las
condiciones de vida de la clase trabajadora en general. En el actual conflicto bélico
entre Rusia y Ucrania, si bien puede que no tenga resultados inmediatos llamar al
derrotismo revolucionario6, es importante señalar la perspectiva internacionalista, sobre
todo, por la constatación de ciclos de revuelta a nivel mundial que se han vivido en los
últimos años: la crisis de la conciencia se revela de forma trágica como la conciencia de
la crisis.
Hoy, sin embargo, las condiciones materiales han cambiado y suman una multiplicidad
de elementos a tomar en consideración. En este contexto presenciamos la proliferación
y la agudización de viejas tendencias nacionalistas y reaccionarias: los ataques
xenófobos en el norte de la región chilena, el surgimiento de nuevos nacionalismos y
hasta el conservadurismo del islamismo radical, son síntomas de esto. Este desarrollo
tiene una dinámica paradójica pues mientras más entra en crisis el capital, que es el
fundamento empírico del Estado-nación, más se exacerban las tendencias conservadoras
como respuesta a esta crisis, como formas de preservar por la fuerza una normalidad
que se desmorona por todos lados. Con motivaciones distintas, la exacerbación de las
tendencias reaccionarias que achacan a “chivos expiatorios” la degradación de nuestra
existencia, expresan una crítica superficial, parcial y truncada al sistema, caldo de
6
A pesar de lo anteriormente señalado, es necesario que las minorías revolucionarias denuncien la guerra
imperialista sin tapujos, frente a tanta desorientación y seguidismo programático burgués en que cae la
izquierda, pero también sectores del anarquismo, frente a conflictos bélicos como éste. La agitación y la
propaganda por el derrotismo revolucionario, el sabotaje y la deserción, aunque no sea efectiva en lo
inmediato, es necesaria como perspectiva revolucionaria. En este sentido recomendamos leer los
siguientes textos –entre muchos otros–: “Algunas posiciones fundamentales del internacionalismo
proletario” del grupo Barbaria (https://barbaria.net/2022/02/26/algunas-posiciones-fundamentales-del-
internacionalismo-proletario/); “¡Proletarios en Rusia y en Ucrania! En el frente de producción y en el
frente militar… ¡Camaradas!” de Třídní Válka (https://www.autistici.org/tridnivalka/proletarios-en-rusia-
y-en-ucrania-en-el-frente-de-produccion-y-en-el-frente-militar-camaradas/); “La guerra ha comenzado”
del KRAS-AIT (https://www.iwa-ait.org/es/content/kras-ait-contra-la-guerra).
cultivo para las maniobras de un neopopulismo que se muestra “rebelde” y
“refractario”. Lamentablemente, esta visión fragmentada también golpea a l@s
revolucionari@s. Aun así, el desarrollo del capital, la reestructuración de la relación
capital/trabajo y la profundización de las relaciones basadas en la mercancía, en tanto
sistema social global e interdependiente, han creado y exigen una nueva base sobre la
cual plantear la necesidad de una comunidad humana liberada de mediaciones que
mantienen su dominación: el Estado y el Capital.
Lo que llaman el reordenamiento “geopolítico”, no es más que la vieja disputa
interburguesa, agravada por la profunda crisis de valorización que viene azotándonos
desde el 2008. La barbarie capitalista está presente desde sus inicios y en su devenir ha
superado varios límites a costa de la sangre y miseria del proletariado: hoy vemos como
sigue intentando superar su contradicción fundamental acelerando las transformaciones
del modo de producción capitalista y reorganizando por la fuerza de las armas a los
capitales dominantes, lo cual sólo puede profundizar la crisis –aniquilando literalmente
población sobrante, expulsando el trabajo humano del proceso de producción y
destruyendo la tierra para intentar valorizarse–. La guerra entre Rusia y Ucrania es
consecuencia directa de esta crisis que obliga a los capitales y a sus Estados a las ya
clásicas disputas por recursos, mercados y territorios, pero con una capacidad
destructiva de un alcance nunca antes visto: la carrera armamentística así lo testifica. La
confusión que genera entre sectores radicales no puede ser obviada, es ante esto que se
hace necesario defender los principios revolucionarios indicando la naturaleza de la
guerra en el actual contexto y la descomposición social en esa zona geográfica desde la
caída de la URSS. El proletariado está recién levantando cabeza luego de la última
derrota que sufrió tras el ciclo de luchas 60-70, y expresa que las necesidades materiales
de nuestra existencia no solo ya no pueden ser resueltas por las relaciones sociales
capitalistas, sino que éstas últimas han instaurado el riesgo de extinción7. Estamos, por
tanto, en una situación histórica cualitativamente distinta, donde no existe nada parecido
a la vieja clase obrera ni a su movimiento internacional organizado: hay que asumir de
una buena vez que estas condiciones no volverán. Las promesas de seguridad y
bienestar que el capitalismo publicitó por décadas, se diluyen por todas partes, y en su
lugar acecha el estado de excepción permanente y una degradación creciente, sin
precedentes, de nuestras condiciones de vida. Sin embargo, son las mismas condiciones
que ha impuesto la disolución de estas antiguas formas de socialización y la crisis del
7
Veáse: Camatte, Jacques (2021) Instauración del riesgo de extinción. Santiago: Vamos hacia la vida.
capital las que han creado la base para un internacionalismo de nuevo tipo: al poner a
todo el mundo en la misma situación catastrófica, la crisis estructural que padecemos,
nos empuja a la alianza entre l@s explotad@s del mundo como una respuesta necesaria
ante la crisis, ante la devastación del planeta y la amenaza constante de guerra, única
solución realista contra la destrucción impuesta por la irracionalidad capitalista y su
efecto sobre los seres humanos que padecen su socialización. Cada vez se vuelve más
claro que solo hay dos opciones: comunidad humana internacional o apocalipsis
capitalista.
Fonte: https://proletariosrevolucionarios.blogspot.com/2022/03/sobre-el-derrotismo-
revolucionario-y-el.html
“La lucha de clases del proletariado internacional contra el genocidio imperialista internacional
es el mandato socialista de la hora.
¡El enemigo principal de cada uno de los pueblos está en su propio país! [...]
¡Que termine el genocidio!
Proletarios de todos los países... ¡únanse a la lucha de clases internacional
contra la conspiración de la diplomacia secreta, contra el imperialismo,
contra la guerra, por la paz, en el espíritu del socialismo!”
−Karl Liebknecht (mayo de 1915). El enemigo principal está en casa
Introducción
Para empezar y dejar claro el terreno en el que se desarrollan los hechos y el presente
artículo, hay que responder la pregunta ¿para qué Rusia invade Ucrania? Para
apoderarse de su posición geopolíticamente estratégica, sus recursos naturales, su
infraestructura industrial-comercial y su fuerza de trabajo colectiva. Para expandir su
mercado y su poder como potencia imperialista decadente en el plano del capitalismo
mundial, teniendo a EE.UU./OTAN como principal adversario y a China como
principal aliado. (Sí, Rusia es capitalista e imperialista… desde tiempos de la URSS
hasta la fecha.) Para reactivar su economía en crisis o compensar la caída de su tasa de
ganancia mediante la industria de la guerra, explotando trabajadores o extrayéndoles
plusvalía en el frente de la producción y deshaciéndose asesinamente de proletarios
sobrantes en el frente militar. De hecho, la repartición del mundo durante una guerra
imperialista en el fondo es la repartición de la plusvalía mundial entre burguesías
nacionales y regionales −en este caso, euroasiáticas y occidentales− mediante la
explotación y la masacre de la clase trabajadora mundial. (Aunque, por otro lado, toda
guerra es muy costosa y no se puede mantener por mucho tiempo.) Y, sobre todo, para
prevenir nuevas revueltas e insurrecciones de los explotados y oprimidos en los
territorios que domina: junto con la administración estatal represiva de la crisis
sanitaria, esta guerra es una pieza clave de la contrarrevolución preventiva en curso,
sobre todo después de la revuelta mundial del 2019. En síntesis: no hay capitalismo sin
imperialismo, sin crisis y sin guerra; y toda guerra imperialista es siempre una guerra
contra el proletariado.
Dicho esto, ahora sí se puede aterrizar la anterior cita del compañero histórico
Liebknecht a la actual coyuntura mundial: significa que la manera más contundente y
efectiva de combatir y vencer "desde abajo" la guerra imperialista entre Rusia y
Ucrania/OTAN es la lucha de los proletarios de la región rusa contra la propia burguesía
rusa y la lucha de los proletarios de la región ucraniana contra la propia burguesía
ucraniana. Como dice un compañero de la región mexicana, “proletarios marchando
contra Kiev y Moscú por igual”.
Lo cual incluye en primera línea a los proletarios con uniforme o soldados de ambos
países en guerra: que dejen de disparar y matar a sus hermanos de clase "del otro lado"
de la frontera nacional impuesta por la clase capitalista, que desobedezcan las órdenes
de sus oficiales y generales burgueses, y que más bien apunten sus armas contra éstos
últimos para defender sus vidas. Si lo decimos, es porque ya ha acontecido
anteriormente en este tipo de coyunturas históricas (guerras mundiales y guerras
civiles).
Yendo más allá todavía, significa que los proletarios con uniforme de ambos países
fraternicen y se unan entre sí, deserten de las filas militares, entreguen armas a los
proletarios sin uniforme en las calles, y participen juntos en una oleada de protestas y
huelgas generales autoorganizadas mediante asambleas y consejos de trabajadores que
ataquen, paralicen y subviertan las relaciones sociales capitalistas en todos los frentes
(desde el frente de la producción hasta el frente militar); o sea, que hagan una
insurrección que, autoempoderada de esa manera, tienda a la comunización de la vida
en esos territorios.
Considerando las últimas revueltas, huelgas y protestas en dicha región del planeta (p.
ej. Kazajstán en este año, Donbass en el 2021, Bielorrusia en el 2020, la misma Ucrania
en el 2014, etc.), eso es lo que en el fondo temen los gobernantes burgueses tanto de
Rusia como de Ucrania, y por eso hacen la guerra.
O, en su defecto, significa manifestaciones masivas contra la guerra y el reclutamiento
para la misma, como las que de hecho ya están teniendo lugar y siendo reprimidas en
ambos países. Así como también, las muestras de solidaridad internacionalista de clase
que también han ido apareciendo contra esta guerra.
Sea como fuere, todo esto es, en la práctica, lo que se conoce como derrotismo
revolucionario, que es la posición histórica e invariante de los comunistas y anarquistas
internacionalistas frente a la guerra imperialista, como producto de la dura experiencia
de millones de proletarios en las dos Guerras Mundiales.