La Comunidad Monádica y El Fenómeno Erótico: Dos Propuestas de Intersubjetividad
La Comunidad Monádica y El Fenómeno Erótico: Dos Propuestas de Intersubjetividad
La Comunidad Monádica y El Fenómeno Erótico: Dos Propuestas de Intersubjetividad
La comunidad monádica y el
fenómeno erótico: dos propuestas de Do
intersubjetividad 12-28
*
Jonatan Gabriel Rossodivito
Resumen Abstract
*
Universidad Nacional de Mar del Plata. Correo electrónico: jonatanrossodivito@gmail.
com.
Fecha de recepción
24 de agosto de 2021
Introducción
La propuesta de este trabajo es, en primer lugar, explicitar los análisis de la alte-
ridad e intersubjetividad que Husserl realiza en la quinta meditación cartesiana.
Una vez cumplida dicha tarea, se introducirán las interpretaciones de algunos
de los comentaristas dedicados al estudio de los manuscritos, que resultan en
consonancia con la obra publicada de Husserl. Luego, se abordará el análisis
que Jean-Luc Marion realiza del fenómeno erótico. Marion encuentra en el tra-
tamiento fenomenológico del amor, de manera tangencial, una perspectiva de la
intersubjetividad con aspiraciones de radicalidad. Como ya se adelantó, su lectura
lo ha llevado a apartarse de los postulados husserlianos propuestos en la quinta
Uno de los tópicos más criticados a Husserl es, sin lugar a dudas, el tratamiento
que hace de la intersubjetividad. Y la obra que trabaja en profundidad este con-
trovertido tema es Meditaciones cartesianas, más específicamente, la quinta medi-
tación. Allí Husserl piensa la subjetividad en su originalidad como ego, como
la estructura esencial de la constitución universal que emerge de la actitud tras-
cendental y la abstracción constitutiva. Este ego está dado apodícticamente a sí
mismo y es el constituidor del mundo objetivo. La actitud trascendental que le
es propia consiste en delimitar dentro de su horizonte la experiencia suya y de
liberar abstractivamente el horizonte de experiencia de todo lo ajeno, del mundo
externo y del sentido natural del yo.
El alter ego no es accesible de modo directo por parte del ego trascendental, ya sea
en sus vivencias como en su cuerpo vivo. Lo esencial del otro no se le presenta al
ego, sino que es apresentado, hay una especie de co-presente del alter ego. Lo que
aparece del otro es su cuerpo físico, el cual se constituye en las experiencias del
ego, que son producto de su sensibilidad, y pertenecen a su esfera primordial. Pero
como el cuerpo físico del ego está constituido originariamente como cuerpo vivo,
por una semejanza que lo vincula con el cuerpo físico del otro, este es aprehendido
también como cuerpo vivo por una transferencia aperceptiva. A partir del cuerpo
vivo del ego se da una aprehensión analogizante del otro como cuerpo vivo.
Husserl dirá que el ego y el alter ego están dados siempre y necesariamente
en parificación originaria. La parificación es “una forma originaria de la síntesis
pasiva que, frente a la síntesis pasiva de la ‘identificación’, designamos como
‘asociación’” (Husserl, 1996: 176). Esta paridad ego-alter ego es un fenómeno
universal de la esfera trascendental. En la asociación parificadora están dados dos
datos. Sobre la base de su aparición como distintos, estos datos fundan fenome-
nológicamente una unidad de semejanza, siempre constituidos como par. Si hay
más de dos datos, se constituye un grupo fenomenológicamente unitario fundado
en parificaciones singulares: varios. Si bien Husserl no lo afirma, puede notarse
una asimetría en la parificación. El ego prima respecto del alter ego, pues este
deviene del primero, que lo constituye:
Junto con la constitución del cuerpo vivo ajeno y el yo psicofísico ajeno, en parifi-
cación con el yo psicofísico propio, se constituye el carácter común de la natura-
leza, que es lo primero constituido en la forma de la comunidad y el fundamento
de todas las cosas intersubjetivas en común. Dicho de otro modo, es la comunidad
de yoes o mónadas la que constituye el mundo único, idéntico y objetivo, en el
cual dichas mónadas se presentan luego nuevamente, pero como objetos del
mundo, en apercepción objetivadora. Husserl hace un análisis pormenorizado
de esta base intersubjetiva del mundo objetivo. Para el fenomenólogo, este funda-
mento se explica en que toda percepción externa de un objeto total, trascendente,
implica una copercepción. Esta copercepción es la fundición de una presentación,
una percepción auténtica, con la apresentación o re-presentación que le está aso-
ciada; la presentación y la apercepción se hallan en la comunidad funcional de la
percepción, la cual presenta y apresenta a la vez y produce la conciencia de que
el objeto total está ahí mismo. Mediante la apresentación misma y su unidad con
la presentación que coactúa con y para ella, está ya necesariamente producido el
sentido de identidad de la naturaleza primordial del yo y del otro re-presentado.
Para que el cuerpo físico de la esfera primordial del yo propio, que es indicio
del otro yo, pueda apresentar la existencia y el estar-también-ahí del otro yo, el
cuerpo físico primordial del otro tiene que adquirir el sentido de primordial para
el otro yo aperceptivo, como así también el sentido de cuerpo vivo ajeno. Debe
apresentar además el gobierno del otro yo en ese cuerpo físico de allí junto con
la naturaleza que le aparece perceptivamente. El cuerpo físico es el mismo, para
el yo en cuanto allí, como para el otro yo en cuanto que aquí. La naturaleza es la
misma para ambos: “El mundo de los otros, el mundo de sus sistemas fenoméni-
cos, tiene que estar experimentado como el mismo que el mundo de mis sistemas
fenoménicos” (Husserl, 1996: 191). De esta manera, para Husserl, el hombre sin-
gular lleva consigo el sentido de miembro de una comunidad. Y tanto el hombre
como el sentido de comunidad entrañan un ser-recíprocamente-los-unos-para-los-
otros que implica una equiparación objetivadora de la experiencia del yo propio
y la de los otros. Y esto a tal punto que el ego propio puede serlo solo en cuanto
tiene experiencia del mundo estando en comunidad con otros semejantes a él,
siendo miembro de una comunidad de mónadas que se da orientada a partir de
él. Solo puede haber una única comunidad de mónadas, la de todas las mónadas
coexistentes, con un único mundo objetivo, un único tiempo objetivo, un único
espacio objetivo y una sola naturaleza.
de los objetos. Husserl subsume, al igual que Descartes, el modo de ser del ego
al modo de ser de la realidad objetiva, concibiéndolo desde la subsistencia per-
manente en el presente. La prioridad epistémica del sujeto es, en realidad, una
sumisión ontológica al propio objeto de conocimiento, modo de ser objetivo
que Heidegger denomina ser-ante-las-ojos (o ser-a-la-vista), la Vorhandenheit. “La
‘Vorhandenheit’ no determina solo al ente intramundano, sino que retrocede, por
reflexión (Rückstrahlung) al ego mismo y le cierra todo acceso a su ser verdadero”
(Marion, 2011: 132).
Pero lo que sucede con el sujeto, en definitiva, es que no solo queda indeterminado
en su propio modo de ser, sino que su indeterminación se transfiere a los otros
entes ocultando así su estatuto ontológico. Este es el motivo por el que el ego se
manifiesta como factor alienante de la realidad toda, al reducirla a su propia certeza
y limitarla en su onticidad. La univocidad de la certeza y la apodicticidad del ego
trascendental se fundan en una indeterminación fundamental que tanto Descartes
como Kant, Hegel y el mismo Husserl no llegaron a comprender. Precisamente, el
reconocimiento husserliano de una región absoluta de la conciencia y otra región
relativa a las cosas del mundo, incluida la otredad y la intersubjetividad es, según
la lectura marioniana de Heidegger, un derivado de esta insuficiencia cartesiana:
Sin embargo, los estudios de los manuscritos de Husserl ofrecen, según Zahavi,
una perspectiva distinta. Para el filósofo danés hay un desplazamiento de la origi-
nariedad del ego trascendental a la intersubjetividad trascendental, poseedora de
un carácter constituyente tanto del mundo objetivo como del ego. Celia Cabrera
lo expresa en las siguientes palabras:
Esta cuestión deja al descubierto una dificultad que habilita a los intérpretes que
ven en Husserl un idealista trascendental.
Hay un impedimento para la manifestación del amor al cual Marion presta suma
importancia, pues echa raíces en la apodicticidad del sujeto: la reciprocidad.
En la actitud natural, la reciprocidad suele ser considerada como condición del
amor. Pero donde hay reciprocidad no hay amor. Lo que hay es una vuelta a la
Nuevamente nos encontramos con la significación, ahora vista como el polo tras-
cendente del fenómeno erótico. Mientras la intuición se despliega en la inma-
nencia del amante, la significación lo hace en la trascendencia del amado. La
significación es la que me fija, el “¡Aquí estoy!”, mientras que mi intuición res-
ponde al otro en esa fijación. Mi intuición debe ser ratificada por el otro como su
significación. De la misma manera se da a la inversa: la intuición de mi amante
se fija en mi “¡Aquí estoy!” como respuesta. Así se da la estructura del fenómeno
erótico, que no es un fenómeno común (del orden de la significación) ni corres-
ponde a dos fenómenos distintos (del orden de las intuiciones), sino que se trata de
un fenómeno cruzado de doble entrada, de una significación con dos intuiciones.
La significación es la prueba de la exterioridad del otro. Tal es así que el yo de la
reducción erótica, el amado, no está empíricamente dotado de propiedades que
lo definen. De hecho, la erotización se da en el mostrar su no mostrarse de la
carne del otro; la carne del otro se fenomenaliza escapando de la vista. El amado
se reduce a su significación, al “¡Aquí estoy!”.
(esto nos remite al sentido de realización heideggeriano); por otro lado, parecería
que en nuestro avance también está el germen de la llamada: en nuestra intuición
estaría de fondo el amor originario que lo posibilita (Dios, la comunidad), que
busca a ese otro que la responda. Otra posible explicación es considerar que la
llamada está representada por la intención del otro, que me es inaccesible. El otro
me impone su significación y se retira, oponiendo su distancia. Aquí, la respuesta
se manifiesta en la fijación de mi intuición en la significación del otro, lo que
habilitaría la producción hermenéutica que caracteriza a la respuesta.
Una vez más nos encontramos con el cambio de eje característico de la propuesta
marioniana. La tercera reducción nos remite al otro, un otro particular, mi amante,
que me dona, me instituye como amante. El amante que es quizás la figura más rele-
vante del adonado, la descentración del sujeto. Totalmente receptivo, se deja con-
vocar apareciendo como dativo, ya no del otro, sino del amante. De esta manera la
reducción erótica nos direcciona, ya no a una pregunta, sino una afirmación radical:
Conclusión
Bibliografía
Fuentes
Bibliografía referida