Los Mandamientos Dios y Yo
Los Mandamientos Dios y Yo
Los Mandamientos Dios y Yo
LOS MANDAMIENTOS:
Dios y yo
El gran mandamiento
San Lucas 10, 25 – 28
El adolescente San Pelagio murió mártir el año 925 por rechazar las
proposiciones deshonestas del Califa cordobés Abderramán III.
Antonio Molle, joven jerezano que a los veinte años fue mutilado y martirizado el 10-VIII-1936
durante la guerra civil española. Cayó prisionero de los milicianos en el frente de Peñaflor
(Sevilla), y como llevaba un escapulario quisieron hacerle blasfemar.
Hoy su cuerpo mutilado está enterrado en la Basílica de Ntra. Sra. del Carmen Coronada de
Jerez de la Frontera (Cádiz).
María Goretti, italiana, murió mártir de quince puñaladas por negarse a los deseos
deshonestos de un amigo suyo, que después se convirtió y murió fraile franciscano.
Josefina Vilaseca también murió apuñalada en Diciembre de 1952 en Artés, diócesis de Vich,
por negarse a perder su virginidad. Tenía doce años.
Dice Jesucristo: «el que guarda mis mandamientos, ése es el que me ama». Y San
Juan: «En esto consiste el amor Dios, en guardar sus mandamientos».
Este mandamiento también nos obliga a creer en todas las verdades de fe; a esperar en
Dios, confiando que nos dará las gracias necesarias para alcanzar la vida eterna; a
adorarle solamente a Él, darle el culto debido y reverenciarle con el cuerpo y con el alma.
Este mandamiento nos manda adorar sólo a Dios.
Peca contra este mandamiento quien trata indignamente o maltrata personas, lugares o
cosas consagradas a Dios: por ejemplo, una religiosa o un cáliz. Este pecado se llama
sacrilegio .
Para que el juramento sea lícito debe reunir las tres condiciones: que sea con verdad, que sea con justicia, y
que haya verdadera necesidad.
No es lícito jurar con duda. Debes estar moralmente cierto. La certeza moral excluye toda duda razonable,
pero no excluye en absoluto el temor a equivocarse.
Con todo, cuando se declara ante un tribunal se debe tener absoluta certeza de la cosa: como ocurre con lo
que se conoce por propia experiencia, o se ha oído de personas que ofrecen total garantía.
En este segundo caso hay que dejar bien claro que lo que se jura es haberlo oído a personas dignas de
crédito.
el que jura con mentira peca gravemente, si advierte que jura y sabe que miente. Poner a Dios por testigo
de una falsedad es injuriarle gravemente.
Jurar sin justicia es jurar hacer algo malo o que sea en perjuicio del prójimo. El pecado será grave o leve
según que lo que se jure sea grave o sea levemente ilícito. Si lo que se ha jurado es malo, no se puede
cumplir.
El que jura con verdad pero sin necesidad, por costumbre, sin darse cuenta, no comete pecado grave; pero
tiene que corregirse de su mala costumbre.
Para que haya verdadero juramento es necesario que haya intención de jurar y fórmula juratoria. Quien
finge jurar pronunciando la fórmula sin intención de jurar, peca porque esto es una injuria a Dios.
La verdadera fórmula juratoria debe incluir, implícita o explícitamente la invocación a Dios en testimonio de la
verdad, v.gr.: «te juro por Dios que...».
Expresiones como: «si nos verdad que me muera», «por la salud de mi madre», etc., deben considerarse
como fórmulas juratorias que suponen poner a Dios por testigo de la verdad, y que en caso contrario Él se
encargará de castigar la mentira.
Frases que a veces se usan en la conversación como «júramelo», «te lo juro», etc., no deben considerarse
siempre como verdadero juramento, pues no tienen intención de jurar. Pero es una fea costumbre que debe
corregirse.
El cultivo del espíritu, la atención a las cosas de Dios, se hace necesario, como ya dijimos, en
un mundo en el que todo pasa de prisa. Los domingos y días de fiesta debemos aprovecharlos
para conocer más a Dios y saber qué vamos a hacer para alcanzar la felicidad eterna.
Lo ideal es inventar actividades en las que se reúnan las dos prioridades, como puede ser ir al
campo para admirar la Creación, leer juntos una frase del Evangelio, visitar en familia a alguna
persona enferma o necesitada.
Pecados contra el Tercer Mandamiento