Orden Juridico Dentro Del Estado, Teoria Del Proceso
Orden Juridico Dentro Del Estado, Teoria Del Proceso
Orden Juridico Dentro Del Estado, Teoria Del Proceso
INDICE
INTRODUCCION..............................................................................................................................1
OBJETIVOS.................................................................................................................................iii
EL ORDEN JURIDICO DENTRO DEL ESTADO....................................................................1
EL ESTADO EN LA CONSTITUCIÓN..................................................................................1
I. Personalidad del Estado..........................................................................................................1
1. El Estado como persona jurídica y el concepto político de poder................................1
La personalidad jurídica del Estado:.....................................................................................3
II. El ordenamiento jurídico constitucional................................................................................4
2. La supremacía de la constitución......................................................................................4
3. La imperatividad de la constitución.......................................................................................5
4. El carácter de norma jurídica de las disposiciones constitucionales................................6
III. El Estado bajo el ordenamiento jurídico constitucional y supraconstitucional...............7
5. La reforma constitucional se impone al Estado...............................................................7
IV. Los derechos subjetivos de los habitantes frente al Estado............................................8
6. Los derechos individuales previstos en la constitución no requieren ni dependen de
la regulación legislativa...........................................................................................................8
7. Un tema pendiente............................................................................................................11
8. Noción general de “ordenamiento jurídico”....................................................................13
9. Características metafísicas del ordenamiento jurídico.................................................15
10. La unidad del ordenamiento jurídico.............................................................................16
10.1. La causa material.....................................................................................................17
10.2. La causa formal........................................................................................................19
10.3. La causa eficiente....................................................................................................21
10.4. La causa final............................................................................................................26
11. El orden del ordenamiento jurídico...............................................................................31
12. Normas constitucionales................................................................................................34
13. Normas ordinarias...........................................................................................................35
14. Normas reglamentarias..................................................................................................35
15. Normas individualizadas.................................................................................................35
16. Lagunas jurídicas............................................................................................................35
ii
INTRODUCCIÓN
Sus normas son todas estatales, o sea, se dictan desde las instituciones a las
que la Constitución Nacional otorga potestades normativas o
sancionatorias. Poseen una unidad formal, o sea, que su producción obedece a
patrones semejantes de razonamiento.
iii
OBJETIVOS
EL ESTADO EN LA CONSTITUCIÓN
El Estado tiene aquí una personalidad política, la cual como se percibe excluye
la idea de organización, y tiene un carácter genérico, mientras se identifica
totalmente con el pueblo amorfo (imperfecto) e indiferenciado. El Estado es, en
este caso, todos los habitantes.
En la vida moderna los pueblos hacen uso de esa soberanía para establecer un
orden jurídico coactivo, en el cual regulan sus actividades como individuos
aislados o como pueblo en conjunto. Surge así de este ordenamiento jurídico
creado por el Estado con su personalidad política, dos tipos de personas
jurídicas:
Esos son los únicos casos en los cuales el pueblo actúa como tal, con fuerza
soberana y sin estar sometido a ningún régimen jurídico, en lo concerniente a la
oportunidad o acierto de sus actos. El Estado creado en la Constitución no es ya
el “Estado” de la personalidad política; aquí aparece la organización y la figura
jurídica que centraliza esta organización:
2. La supremacía de la constitución
Cuando una ley viola alguno de esos principios, deja de ser aplicada ante el
reclamo del interesado frente a la justicia. Si la Constitución tiene la
particularidad de transformar en antijurídico todo lo que la viole, y si lo que la
viola es por ello mismo no susceptible de aplicación por la interposición del
reclamo jurisdiccional, es evidente que eso se debe a que la Constitución aún en
relación con las leyes a fines, es suprema.
3. La imperatividad de la constitución
Algunos filósofos del derecho, sin embargo, sostienen que las disposiciones
constitucionales no son normas jurídicas porque carecen de sanción. Eso es
inexacto: Las sanciones no son siempre penas (privación de la libertad, de la
vida o de la propiedad, a título no de reparación sino de castigo), dado que
pueden consistir en el establecimiento de una relación jurídica nueva, la
extinción de una relación jurídica preexistente, o la ejecución coactiva del deber
jurídico violado. Si se quiere, en todos esos casos existe un aliquid (algo) de
castigo, sin embargo, debe apreciarse que salvo en el caso del derecho penal, lo
más importante en la sanción o “específica reacción del derecho ante la
violación de un deber jurídico,” no es el castigo, sino la aplicación forzada del
objeto del derecho, es decir, el cumplimiento o ejecución coactiva del deber no
cumplido.
declarados especialmente por otro artículo, dado que dicha existencia y tal
medida están comprendidas en la existencia y medida del mismo deber. Al
aplicar como sanción la ejecución forzada del objeto del derecho (el deber
jurídico violado), nada se está realizando que la primera norma no haya previsto:
Que existía el deber jurídico de realizar tal o cual acción u omisión. Como ya la
norma jurídica que establece el primer deber jurídico tiene por contenido
imperativo la característica de latente coactividad, no es extraño a ella que ese
deber jurídico se realice por la fuerza: Esa es un sanción de la norma jurídica, y
todas las normas jurídicas constitucionales la han dicho de otra manera, “en
nombre del principio de la validez de la norma en función de su adecuación a la
norma jerárquica superior, es conclusión que toda norma que infringe de la
Constitución es nula...”
En países como Guatemala, en que los órganos del estado no pueden reformar
la Constitución, que es necesario hacer una convocatoria especial al pueblo,
para proceder a la reforma, es obvio que es una entidad distinta y superior al
Estado la que dicta este principio: El pueblo soberano, a través de
representantes especiales, nombrados para ese fin. Aquí el Estado no tiene una
Constitución, sino la Constitución es quien tiene, o admite, el estado.
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Por otro lado, cuando la norma constitucional se refiere a las relaciones de los
individuos con el Estado y no cabe duda de que éste es el primer propósito de la
Constitución, determina los derechos individuales y se preocupa en aclarar que
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Ninguna diferencia existe entre los tres casos, en lo que respecta a la norma
constitucional. La norma constitucional es condición negativa de validez de las
leyes, sin embargo no es esa su única característica, ni la priva de su carácter
normativo; pues también la ley, por ejemplo, es condición negativa de validez de
las órdenes que el padre da al hijo, o el tutor a su pupilo, o el patrón al operario;
aunque, ello no elimina que tanto en un caso como en el otro, norma
constitucional y norma legal sean auténticas normas jurídicas, imperativas y
aplicables por los órganos jurisdiccionales con el respaldo del poder público en
el segundo caso, y del poder soberano en el primero.
7. Un tema pendiente
Esta queja, repetida por la doctrina posterior de manera más enfática que real,
demuestra la escasa atención otorgada al tema. Varias pueden ser las causas
de esta falta de atención: una supuesta evidencia, una concepción asistemática
del ordenamiento jurídico, o una elevada abstracción del planteamiento que lo
hace difícil de abordar.
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Este irreflexivo salto quizá pueda perdonársele al operador del derecho, a quien
corresponde hacer un estudio más casuístico y fenomenológico de la disciplina,
pero es menos justificable en quienes se dedican a la filosofía del derecho. En
realidad, ocurre que estas cosas no son tan evidentes, ni siempre han sido
aceptadas.
Por otro lado, la falta de una concepción sistemática del ordenamiento jurídico
causa, de manera inmediata, una despreocupación por el tema de la unidad y
orden. Si se ve al ordenamiento jurídico como un conglomerado inarmónico de
fallos jurisprudenciales, o como un hacinamiento de conductas sociales, o como
un producto de diversísimas fuentes de derecho absolutamente heterogéneas,
entonces será difícil cuando no imposible descubrir que en tal ordenamiento
jurídico existe alguna suerte de orden y unidad.
Nos parece que la razón principal por la que los filósofos suelen descuidar este
estudio es porque el tratamiento del “orden” y la “unidad” requieren de un
elevado grado de abstracción, tan alto como el metafísico. Otras filosofías que
atienden a las causas más inmediatas, como las que hoy están en boga (v. gr. la
filosofía analítica, fenomenológica, empirista, etc.), a lo sumo llegan a descubrir
una unidad formal o eficiente en el mundo jurídico, que no siempre se da en la
realidad.
Desde tales puntos de partida, resulta imposible dar una justificación última y
completa de una unidad real y de un orden real del sistema jurídico. Siendo la
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unidad un trascendental del ser que, por tanto, solo se explica bien desde la
perspectiva de las causas últimas, y siendo el orden una consecuencia suya, el
estudio de la unidad y del orden del ordenamiento jurídico necesariamente debe
enfocarse desde la óptica metafísica. Para adentrarnos en el análisis
delinearemos primero la noción de ordenamiento jurídico. Posteriormente
abordaremos los conceptos de unidad y orden.
Para Kelsen las normas no existen de forma aislada, sino que forman parte de
un sistema u “orden normativo”. La moral también es, para el autor, un “orden
normativo”, pero se diferencia del derecho en que este último es coactivo y la
moral no lo es.
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Más completa parece la visión del orden jurídico que parte de la relación
jurídica y se remonta hasta sus causas: ahí se encuentra el conjunto de leyes,
costumbres, negocios, etc., que causan la relación jurídica, así como los
derechos subjetivos, la medida de lo justo, las cosas jurídicas y los sujetos del
derecho. Sin duda, el ordenamiento jurídico ordena todas estas realidades.
Desde esta perspectiva holística, el ordenamiento jurídico viene a ser el
conjunto ordenado de relaciones jurídicas de una sociedad, causadas por
unas fuentes comunes de derecho.
No son muchas las clasificaciones hechas sobre las características que todo
ordenamiento jurídico debe tener para serlo. Las pocas que existen suelen
mencionar las siguientes notas: la autonomía o soberanía, la exclusividad (por
la que en un lugar solo hay un ordenamiento jurídico), la primacía por sobre
otras reglas sociales de convivencia, la generalidad de sus normas, la
plenitud, la coherencia formal de sus disposiciones, quizá más deseable que
real, la identidad, la organicidad (que determina que las nuevas normas se
produzcan bajo los procesos previstos por las antiguas normas), la
armonización de varios órdenes (v. gr. nacional, comunitario, internacional) y
la “unidad formal”.
Tomás de Aquino escribió que “una cosa existe en tanto y cuanto es una”. La
unidad es un trascendental (una propiedad común) de toda cosa real, y también
del ordenamiento jurídico, cuya existencia aquí no cuestionamos. Justamente
porque existe esta unidad es posible hablar de un orden jurídico cualquiera; sin
unidad, no existiría un ordenamiento jurídico, sino muchos.
Hay cosas más unidas que otras: dividir en dos una montaña de arena, no es lo
mismo que dividir en dos un perro, una planta o un hombre. En el derecho se
discute si el orden jurídico internacional es uno solo, como pretendía Kelsen, o si
más bien es un acervo de ordenamientos disímiles.
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Bajo la metafísica del ser se puede superar esta visión dicotómica, y comprender
que tanto el orden jurídico internacional como el nacional pueden tener un cierto
grado de unidad. Según la metafísica tomista, la unidad solo es posible si en
algún extremo del conjunto aparece un principio de conversio ad unum que
unifique los demás extremos. No hay unidad, ni orden, sin principio unificador.
Corresponde entonces averiguar qué tipo de principio dota de unidad al
ordenamiento jurídico.
Por principio se entiende “aquello de lo que algo procede de cualquier modo que
sea”. Con lo cual, todo principio supone una consecuencia o efecto. Los
principios pueden ser reales o lógicos: principio real es aquel “ser” del que
procede otro “ser”, como la fuente es principio del río, mientras que principio
lógico es aquel conocimiento del que procede otro conocimiento, como saber
sumar es un conocimiento necesario para luego saber multiplicar.
Todo lo que sea ley conforma el conjunto de “las leyes”, todo lo que sea
justo forma el conjunto de las cosas justas, etc. Como se ve, la mera
suma de la materia de las relaciones jurídicas, de las leyes, de las cosas
justas o de los derechos subjetivos no nos proporciona más que un orden
de agregación.
Esto es verdad, pero con ciertos matices. Sin duda, todos los
conocimientos incluido el jurídico, se emplazan en el intelecto, pero no en
un único intelecto, sino en el de varias personas, pues solo hay derecho
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donde hay alteridad. Por ello, la base intelectual del conocimiento jurídico
tampoco proporciona una gran unidad.
Para quienes identifican el Derecho con la ley, la unidad del sistema solo podrá
venir por la unidad de producción de normas. En su peculiar visión autopoiética
del orden jurídico, Luhmann tuvo el acierto de considerar que la unidad al
sistema se fundamentaba en la producción estructuralmente organizada de
normas jurídicas (en el fondo, el Estado sería el sujeto que le daría la unidad).
Sin embargo, esto no se verifica hoy en día. Más problemas para solventar la
unidad del orden jurídico tendrán quienes para el análisis jurídico parten de la
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noción de derecho subjetivo (v. gr. los precursores del individualismo o del
anarquismo). Célebres autores como Hobbes, Locke y Rousseau lo han
intentado recurriendo a imágenes como las del Leviatán o el pacto social.
Hobbes recurre al mítico monstruo del Leviatán para explicar cómo todos los
ciudadanos entregan sus derechos mediante un cierto contrato a un ser
supremo que aplasta los excesos de los individuos; la teoría contractualista de
otros autores destaca más que los derechos se transfieren, pero a la vez quedan
en los individuos. Sin embargo, ni el monstruo mitológico deja de ser una
metáfora mientras no encuentre apoyo en la realidad, ni el pacto social una
fábula hasta que se demuestre dónde se ha firmado o cómo se ha suscrito.
Por tanto, ella necesariamente debe darse en toda relación de justicia donde es
necesario descubrir la verdad de “lo justo”, para luego poder darlo. Sin la
prudencia el Derecho-relación no nace. La prudencia, además de ser causa
eficiente del Derecho, determina formalmente lo que será el Derecho-relación.
Cada uno de estos elementos da una cierta unidad al sistema jurídico. La que
menos unidad proporciona es el entorno corporal que es de naturaleza más
circunstancial y cambiante, con lo que difícilmente podrá dar por largo tiempo
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unidad al orden jurídico. Las cosas y las acciones externas varían menos, y son
capaces de unificar alguna rama del derecho (v. gr. el derecho de bienes raíces,
el derecho informático, el derecho penal, el derecho de los contratos, etc.), más
carecen de fuerza para dar unidad a todo el universo jurídico.
El único extremo con suficiente fuerza y cohesión para dar unidad a todo el
ordenamiento es la persona humana, porque es ella la que concreta y mide lo
justo; en ella comienzan y finalizan todas las relaciones jurídicas y sociales.
d) Por última causa eficaz tenemos la “actuación jurídica”, que comprende todo
el actuar volitivo humano que produce efectos jurídicos: ahí se encuentran la ley,
los actos y negocios jurídicos, la jurisprudencia, etc. Sin duda, ella también
proporciona una cierta unidad al sistema jurídico, en la medida en que es eficaz.
No son eficaces las leyes, los contratos, las sentencias, etc., que no se conocen;
por otro lado, tienen una eficacia mermada aquellas decisiones que no se
cumplen.
Son más eficaces las normas más reales, verídicas y racionales, que las más
irreales, falsas e irracionales (caben grados), porque metafísicamente bonum
difusui sui, lo más perfecto es lo más activo, lo racional fácilmente disuade,
mientras lo errado, tuerto o confuso, escaso o ningún efecto jurídico genera. En
ocasiones hay la tentación del desaliento pesimista: uno ve el panorama de su
país y todas las leyes vigentes son defectuosas. Se ha de admitir, entonces, que
toda obra humana —incluida la ley— es perfectible; pero a la vez conviene
observar que las buenas leyes, las que el pueblo entiende mejor por ser más
racionales, se cumplen mejor que las malas leyes que el pueblo instintivamente
busca evadir.
Por otro lado, observamos que están llamadas a ser más eficaces las normas
más abstractas y las normas superiores: las más abstractas porque abarcan
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Para el agente el fin se identifica con lo bueno. Hay dos clases de cosas
buenas: lo bueno en sí, que se busca por sí mismo, y lo bueno por otro (el
medio o instrumento) que se busca debido a un bien ulterior.
De hecho, el bien común subjetivo (el bien común de cada sociedad, que
a nivel estatal en buena parte está definido por las leyes superiores del
país) es un importantísimo factor de unidad del sistema jurídico.
Y como el fin más alto unifica más, el fin último de la persona humana
será el que mayor grado de cohesión proporcione al ordenamiento
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Es preciso que haya un fin último humano para que pueda existir un
ordenamiento jurídico de la humanidad. Sin él, los derechos humanos
carecen de sentido: no pasan de ser postulados escritos, vociferados y
hasta aplaudidos, pero que se quedarán en meros postulados o entes de
pura razón, a los que les falta una razón última de ser.
Por cualquiera de las cuatro causas analizadas se concluye que la base más
fundamental y decisiva de la unidad del sistema jurídico es la persona humana:
ella es la base material del sistema jurídico, es quien le da forma, es el agente
del derecho y, sobre todo, es la que con su naturaleza marca los fines del
mundo jurídico.
Desde otro punto de vista, hace falta un principio de unidad fuerte para que el
ordenamiento sea compacto y coherente, y ontológicamente la unidad más
fuerte en el universo es la unidad propia del acto de ser personal: solo ella
puede dar una fuerte cohesión al ordenamiento jurídico. Existe una interesante
relación entre las causas que unifican el ordenamiento jurídico y las fuentes del
derecho. En realidad, son las mismas: los principios de unidad son las cuatro
causas metafísicas estudiadas y, a su vez, estas cuatro causas metafísicas son
también las fuentes del Derecho.
Pero aún resulta posible encontrar un apoyo más último, más fuerte y completo
de la unidad del sistema jurídico global, que rige no solo sobre las personas,
sino también sobre las cosas. Como vimos, las cosas también son “jurídicas” en
cuanto están relacionadas con el mundo del derecho. Por tanto, para encontrar
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Tomás de Aquino decía que Dios es uno por su simplicidad, por su infinita
perfección y … por la unidad del mundo. Todo lo existente está íntimamente
ordenado, ya que unas cosas sirven a las otras. Las cosas diversas no
convergerían en un orden a no ser que fueran ordenadas por uno. Pues lo
múltiple se coordina mejor dentro del orden que establece uno al que establecen
muchos ya que el uno es causa de unidad, mientras que lo múltiple lo es solo
accidentalmente, esto es, en cuanto de algún modo es uno.
Así pues, como quiera que aquello que es primero es, en cuanto tal, lo más
perfecto y no accidentalmente, es necesario que lo primero a lo que se reduce
todo en un orden sea uno solo. Y esto es Dios.
Al igual que no hay unidad sin principio unificador, tampoco hay orden sin un
principio ordenador que causa ese orden. De hecho, ambos principios están
estrechamente relacionados y coinciden en buena medida. Tomás de Aquino, al
hablar de la causalidad de este principio ordenador, observaba que “lo que es lo
primero en cada orden” es “causa de todo lo que en dicho orden viene después”.
Con lo cual, ya podemos relacionar el principio ordenador con las fuentes del
derecho (= cuatro causas metafísicas), y ellas con el principio unificador del
ordenamiento jurídico (que dijimos que eran las mismas cuatro causas clásicas).
Pero conviene ir un poco más despacio en este profundo asunto. Los principios
ordenadores pueden ser reales o lógicos (de mera razón).
A la metafísica jurídica le interesan más los principios reales que los lógicos. Ya
hemos analizado cómo las cuatro causas clásicas son capaces de unificar el
ordenamiento jurídico, cada una a su modo; sería un absurdo pretender que la
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causa material unifique con el mismo grado y fuerza el orden jurídico, que la
causa eficiente.
Hay que decir, además, que dentro de todos los principios ordenadores adquiere
especial relevancia la causa final que, como dicen los clásicos, es la causa
causarum que justifica en último término toda la causalidad. No en vano decía el
Aquinate que “la esencia del orden proviene del fin”. Todo orden tiene una causa
final. No hay orden sin fin, ni ordenamiento jurídico sin fin humano.
Ante estos olvidos la metafísica recuerda que las causas están intrínsecamente
interconectadas entre sí: “el fin mueve al agente, el agente educe la forma, y la
forma organiza la materia”. Otra persona que descuidó la causa final en el
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derecho fue Luhmann, quien con gran coherencia dedujo que en el sistema
jurídico (que para él estaba unido solo por la producción normativa, no por
ningún fin) era prácticamente imposible que existiera un orden. En el fondo, su
concepción ilimitadamente abierta del orden jurídico (donde cualquier cosa
pensada puede ser Derecho) le impide apreciar que la producción de normas
tiene un sentido, un fin humano que es el que organiza todo el sistema.
Art. 175 de la CPRG. Jerarquía constitucional. Ninguna ley podrá contrariar las
disposiciones de la Constitución. Las leyes que violen o tergiversen los
mandatos constitucionales son nulas ipso jure. Las leyes calificadas como
constituciones requieren para su reforma, el voto de las dos terceras (2/3) partes
del total de diputados que integran el Congreso, previo dictamen favorable de la
Corte de Constitucionalidad.
Estas normas tienen por objeto fundamental establecer los mecanismos para la
aplicación de las leyes ordinarias. Son creadas por los tres poderes del estado:
Ejecutivo, Legislativo y Judicial.
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Se conoce como laguna jurídica, vacío legal o limbo jurídico a los asuntos
concretos que carecen de legislación en un ordenamiento jurídico determinado.
Es una situación de vacío jurídico, pues no existe una norma sancionada que
permita saber qué hacer o cómo enfrentarla. Por lo tanto, exige de los jueces y
juristas la elección de una norma sustitutiva, es decir, a elegir alguna ley que
regule un asunto semejante o que pueda de alguna forma aplicarse también.
Dicha antinomia puede ser total (cuando debe elegirse entre una de las dos
normas para aplicar) o parcial (cuando el asunto del que una norma se ocupa
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Valor es aquello que se estima como bueno, y el bien humano solo puede ser
aquel ente concreto capaz de configurarse como fin de las potencias humanas.
No es bueno para el ser humano planear como los pájaros, ni enterrarse en la
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Decreto ley, dice Ossorio es la “disposición de carácter legislativo que, sin ser
sometida al órgano adecuado, se promulga por el Poder Ejecutivo, en virtud de
alguna excepción circunstancial o permanente, previamente determinada.
Por regla general, los decretos leyes representan un medio abusivo e
inconstitucional de que se valen los gobiernos de facto para dictar normas de
que necesitan; es decir, para ejercer las facultades usurpadas al poder
legislativo, único que puede dictar leyes de acuerdo con las Constituciones de
régimen democrático. De ahí que, al restablecerse la normalidad constitucional,
una de las medidas que adopta en Congreso es determinar la validez o la
nulidad de cada uno de esos decretos leyes.
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18. Conclusiones
Por otro lado, los pocos autores que han tratado acerca de la unidad y del orden
del ordenamiento jurídico se han focalizado en una o dos causas, descuidando
las demás. En concreto, los neokantianos tienden a poner el orden jurídico en la
base material de la conciencia, intelecto, etc., donde está el “deber ser”. Kelsen,
Merkl, y el positivismo normativo en la causa formal, y algo en la causa eficiente.
Luhmann, con su teoría de la autopoiesis del ordenamiento jurídico, pone la
unidad en la producción normativa (causa eficiente), pero niega el orden del
sistema. El neoconstitucionalismo pone todos los acentos en el fin del
ordenamiento: los derechos subjetivos de las personas.
Entre tantos, las causas de unidad y orden del ordenamiento jurídico se verifican
principalmente en:
La virtud de la prudencia;
La fuerte unidad de la persona humana;
La sociabilidad propia de nuestra naturaleza que crea grupos humanos
con mayor o menor cohesión;
Las concepciones jurídicas generalizadas
La actuación jurídica más abstracta y general, como las leyes
fundamentales;
Las autoridades eficaces más altas, donde está en primer lugar la
Suprema autoridad divina.
La fórmula potencias-fines-bienes-valores-principios humanos; y,
La jerarquía de las potencias humanas, que redunda en la jerarquía de
los fines, valores y principios del derecho.
19. BIBLIOGRAFIA
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