Cuentos Del Cuartel Maldito

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CUENTOS DEL CUARTEL MALDITO

Relato en tres partes sobre la trgica memoria de un recinto militar trastocado en vil crcel. Fue elaborado con los cuentos que cuenta la gente, con sus verdades e imaginera, y con sus desquiciamientos.

Produccin editorial Textos JM. RODRGUEZ

Correccin de textos VALENTINA PILO

Diseo y diagramacin SAIRA ARIAS

Ilustraciones JOS MANUEL RODRGUEZ Fotografa de portada SAIRA ARIAS Depsito Legal IS25220088004787 ISBN 978-980-12-3543-9 Impresin Esfinge Grfica

Jos Manuel Rodrguez, 2010

Tiraje 1.000 ejemplares

Dedicado al muy respetable camarada Pedro Reyes Milln, que durante largos aos estuvo confinado en este cuartel. Un da, hablando sobre su historia, me dijo: la memoria nunca se pierde, a menos que se sufra de Alzhaimer.

NOTA DE AUTOR

Este libro fue originalmente editado hace dos aos. Por estar en funciones oficiales, decid no distribuirlo. Comprend que la responsabilidad de su difusin deba asumirla desde una posicin de absoluta libertad de accin, que no afectara para nada el desarrollo de esa gestin. Durante el tiempo transcurrido, a partir de entonces, decid revisarlo y ampliarlo, como si de una segunda edicin se tratara, pues, el proceso que comenz hace ya 222 aos, contina. Ahora s tengo esa libertad, he dejado de ser funcionario. Puedo, sin otra limitacin que mi conciencia, enfrentar abiertamente a los fantasmas que motivaron el libro.

INTRODUCCIN
Es para mi una verdad incontrovertible que el valor histrico de un lugar no depende de s mismo sino de lo ocurrido all. Esto suena muy bien de entrada, sin embargo, de cualquier sitio saldr un filsofo que al or semejante afirmacin me va a mandar bien largo al carajo hegeliano. La razn entonces que me lleva a expresarla, a pesar de tales riesgos, est en el deseo de hacer yo lo mismo con aquellos contadores de cuentos que les da por contar historias sobre edificios y lugares. Los arquitectos y los presos, por razones que se pudieran entender, tienen tendencia a eso. Se trata, sin duda, de gente que est convencida de que los edificios son capaces, por s mismos, de hacer historia. Tanto es as que uno puede asistir mil veces, como espectador o lector, a relatos donde los acontecimientos que se narran parecieran atados a los componentes fsicos o espaciales del lugar donde ocurren. Desde un acadmico que habla de la condicin de amplitud que se encuentra en la naturaleza de las cosas, hasta la seora que le cuenta a su vecina de peluquera cmo, determinada casa, le amarg mucho la vida. En ambas situaciones hay un verdadero estallido de formalismo autnomo. En ese camino trazado entre la peluquera y la academia no es difcil encontrarse con edificios que han sido envueltos por esotricos, farsantes y embaucadores, en halos de desgracias y estupideces hacindolos ncleo argumental de historias increbles. En ellas siempre se cuentan los dramas y vicisitudes que ocurren por causa de una voluntad superior y perversa que convierte la geomtrica e inerte estructura en una suerte de entidad plasmtica cuya vida autnoma est dedicada a desquiciar a los que en ella habitan, llevndolos a todo tipo de locuras. Lo que no deja de ser un hecho real, ms all de la charlatanera, es que la naturaleza humana, o ms propiamente, la razn, que es la que nos otorga tal naturaleza, es mucho ms frgil que el cuerpo fsico que la contiene y esa fragilidad, ante los golpes de la vida (que los hay en demasa), va produciendo grietas en el nimo por donde la razn escapa como si de un fluido se tratara. En ese estado de escape de la razn las culpas propias son trasladadas a otros y tambin a objetos inanimados. Este cuento, contado por una voluntad que imagina su atormentada perpetuidad como sacrificio que borre culpas ajenas, describe uno de esos casos donde una edificacin pareciera capaz de afectar la vida y el razonamiento de quienes, por diversas circunstancias, estuvieron cerca de ella, o en su interior. Pues bien, aunque parezcan cosas del destino, si prestan atencin vern que se trata slo de una secuencia interminable de una franca e increble irracionalidad. La intencin de este cuento es demostrar eso. Y para su mejor comprensin, quiero explicar que no se limita a una cronolgica de hechos histricos, se describen aqu encuentros que pueden haber sucedidos en las circunstancias verdicas que acompaan esos hechos, y se recrean los dilogos que actores reales de esos encuentros, deben haber tenido. La narracin sigue el camino trazado por Herrera Luque, son los hechos verdicos, fabulados y verosmiles ocurridos en un edificio donde ocurrieron terribles confrontaciones, y que se llen de interminables discusiones. Ellas parecieran perpetuarse, como el narrador de

los hechos, ms all del fin de sus das. Cuando el edificio desaparezca, porque es irremediable que as sea, siempre habr nuevos alucinados, convencidos portadores de la verdad y la razn, dispuestos a contar la historia de la prfida destruccin del laberinto msero que fue crcel. Dirn que sucumbi ante los afanes de unos restauradores decimonnicos empeados en limpiar las oscuridades que le son propias, para darle entrada a una luz no deseada. Por ltimo, debo decir que, como vern ahora, he desarrollado la narracin siguiendo las mismas consideraciones que construy Saramago, eliminando buena parte de los signos de puntuacin. l deca que al hacerlo obligaba al lector a construir el texto en vez de tener una actitud pasiva frente a l, le obligaba a saber qu est en el texto. Eso me parece totalmente necesario, ms que los signos de puntuacin. Honor al maestro.

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PARTE

La pesadumbre comienza en 1788

No habr ni ricos, ni esclavos ni dueos, ni poderosos ni desdeados, sino hermanos que sin descender la frente se tratan bis a bis, de quien a quien Ezequiel Zamora

No s cmo se produjo el fenmeno, nac solo y bastardo en octubre del ao 1770, del vientre de una criolla blanca y de buena familia, casada con un anciano comerciante peninsular establecido en la isla de las perlas. Haba un canario, fornido y lujurioso, que serva como tendero en el almacn del viejo, con l esta mujer sostena fugaces encuentros amatorios. El bochorno se desarrollaba sobre las pieles de caimn con las que negociaba el viejo. Ofuscado por la ofensa del canario y humillado por los vecinos de la isla, lo mand a matar. Previamente emborrachado se le meti dentro de un saco donde transportan las madreperlas, luego desde un peero, que se alej de la costa dormida, fue arrojado a la mar. Todo el mundo se enter. El viejo decidi entonces, venirse para la capital de la provincia con la mujer preada y la encerr en un cuarto de la ltima casa que exista, apartada de la ciudad, a los pies del imponente cerro. All me pari con desgarradores gritos de soledad. Estaba colgada por los brazos de una vigueta del techo. El peninsular desquiciado me envolvi en hojas de pltano y me amarr as, al retorcido cuj negro que haba en el patio, como si fuera un fruto prohibido. Luego le prendi fuego a la casa y antes que las llamas lo alcanzaran, se ahorc al lado de mi madre enloquecida. La gente que lleg despus del incendio contaba que slo se escuchaba el llanto de un nio cerca de un negro rbol humeante. Algunos aos ms tarde el cuj renacido y las ruinas carbonizadas fueron eliminadas sin que mi clera inexperta pudiera evitarlo. Iban a construir el Cuartel. Sobre el terreno aplanado me jur deshacedor de agravios. De esto han transcurrido doscientos veintids aos, y durante todo ese tiempo he continuado all, protegiendo vidas buenas cuando no ayudando a la muerte de malvados. Ya no sufro de clera, ahora soy experto en cumplir mi juramento, no de justicia sino de expiacin, que son propsitos diferentes.

A los que no creen en la inmortalidad les digo que ella existe, y que la gente muera no niega lo anterior. Vemos morir a otros mientras estamos vivos, luego, nuestra propia muerte acaba con la contemplacin. Los que me conocieron antes ya murieron y los que me conocen ahora me ven como un hombre que vaga solitario, y no me vern ms, sino cuando sus ojos asombrados reconozcan los mos, grises y perpetuos, mientras se alejan a la oscuridad.

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Cosas terribles han sucedido en estos aos. Cosas ms terribles que lo del cuj negro pero nunca tanto como lo ocurrido cuando el imperio de la corona catlica se estableci por estos lugares. Me lo contaron almas inmortales como la ma, pues no estoy solo en este estado de inmortalidad, hay otros que recorren estas tierras desde mucho antes que llegaran isleos como el que pre a mi madre y peninsulares como el que la mat. Esos demonios desaparecieron pueblos enteros con sus cabezas molidas a golpes de crucifijos franciscanos, cortaron sus miembros con hachas estremeas y le atravesaron los intestinos con espadas toledanas. Aquellos que se salvaron de un final tan cruel, se quedaron sin voz, que es mucho peor. Y un nuevo lenguaje, desconocido por ellos, se hizo obligatorio en estas tierras y una nueva ciudad, medida en varas castellanas, se edific. Fueron actos opresivos y, oh paradoja, se convirtieron, con el tiempo, en los dos hechos culturales ms significativos de este nuevo mundo construidos a empellones, la nueva cultura posesa se levant sobre blanqueadas montaas de huesos originarios y ennegrecidos pellejos desprendidos de la esclavitud.

Poco ha crecido la ciudad a partir de su cuadrcula fundacional, apenas se acerca al pie de la gran montaa que la protege. La lujuria originaria de ese pie de monte ya muestra lo que ser su irrefrenable entrega a los afanes constructivos. Estos afanes voluntariosos, a lo largo de muchos aos, la convertirn en embrollado tejido. Por ahora lo que se ve son los primeros empujes del urbanismo colonial, expresado por modestas casas de comercio como la pulpera de las tres puerta levantada a la vera del camino. Ms que una pulpera era una fonda donde se reunan los viajeros que transitaban la empinada ruta a travs de la arboleda nublosa que comunica con el litoral encandilado. All se detenan a comer algo y templarse el espritu antes de las seis leguas del accidentado recorrido o para reconfortarlo despus de hacerlo. No es cualquier camino este que despliega sus elevaciones y torcimientos a partir de la Puerta de la Ciudad, es el Camino Real. Fue la ruta del conquistador que se abri paso, desbrozando ramajes y cabezas sorprendidas. Por ella tambin transitaron corsarios y bucaneros, igualados en la codicia y la brutalidad, en direccin a la ciudad del apacible valle, en busca de riquezas y mujeres, y hasta la incendiaron cuando apenas era una villa bajo el intil patronato de Santiago. Eran aos en que la ambicin espaola se bata en pleitos de bandoleros con ingleses, holandeses y franceses. Con el tiempo fortificaron la ruta real desde las propias arenas impregnadas por la sal caribea. La villa es ahora capital provincial y tiene catedral, plaza mayor y ayuntamiento, tiene conventos y cuartel, y tambin casas de comercio, como la fonda que les cuento. El sopor trrido de la tarde que se inicia, en competencia lenta con el humo de los cumanesas que fumaban los parroquianos all presentes, iba llenando el recinto de un muro invisible y agrio que flotaba inmvil en el interior del local a pesar de las tres puertas abiertas sobre un fresco valle que se extenda largamente haca el este. En el noroeste se arrinconaba la ciudad (el noroeste en todo plano es arriba y a la izquierda, una localizacin que siempre ser privilegiada). Fue el sitio seleccionado por los fundadores peninsulares, a partir de all iba creciendo la ciudad con el impulso del mestizaje avasallado. No llegaba an a las ochenta manzanas, muchas con casas dispersas y de un solo piso. Entre ellas sobresalan las blancas torres de las oscuras iglesias y los techos altos de intendentes y capitanes generales. Tengo a

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Pero no voy a apresurarme en el cuento, seguir contndoles lo que pas en aquellos aos de construccin del Cuartel. Este edificio, en la inconclusa soledad que lo acompaar desde el inicio de esta desgraciada historia, ya mostraba una perspectiva de pesadumbre que contradeca el, todava, frescor de sus paredes, como si las dificultades de su construccin hubieran oscurecido su superficie an no cubierta con el revoque de barro y la pintura de cal. Era, por su tamao y abandono, motivo permanente de murmuracin, la gente no olvidaba la tragedia del cuj negro, y menos an luego de una maana en la que apareci muerta en su interior, con los signos groseros de la violacin, la mudita que venda empanadas en la sabana de La Trinidad, una india pequea de indefinida edad y seguramente ajena a los apetitos lujuriosos que tanta mujer sola genera en tanto macho incontinente. Es bueno incorporar a la narracin los comentarios que hacan, a propsito de ese hecho, los parroquianos presentes en la fonda, comentarios que yo mismo escuch en esos tiempos: Ese edificio es un peligro lleva ya varios aos construyndose y mrenlo como est, Parece abandonado, tal cosa propicia esos abusos de mujeres en solitario, no me quedan dudas que fueron esos que por ratos trabajaban all los que mataron a la infeliz, Se llevaron a tres negros en un cepo y dicen que a pesar de los latigazos no confesaron su abominable crimen, Segn el alguacil estaban borrachos la noche que sucedi, que fue viernes, La mudita debe haber ido a llevarles empanadas y se resisti a los requerimientos bochornosos de los sujetos, Seguramente pens que tres negros eran demasiado para ella, Coo, y se iban a quedar all luego de semejante vaina, Negros no piensan, No fueron ellos los que cometieron el delito, De qu habla, Digo que no fueron ellos sino dos milicianos blancos que hacan la ronda por los lados del Cuartel, Usted parece un libeltico, Pues, sean o no, van a ser ajusticiados en la horca, Miren lo que son las cosas, esa horca ha estado frente a ellos todos estos aos, como si los hubiera estado esperando, Los borrachos de este domicilio, y no me refiero a esos tres negros sino a los borrachos decentes, deberamos pedirle al gobernador que cambie de Planificador Jefe, ese seor no slo es responsable del abandono de ese edificio, es el culpable de que subiera en una moneda el impuesto al barril de aguar-

la vista, nunca me alejo mucho de all, la pequea sabana encaramada sobre el valle, separada de la ciudad por una de las quebradas que, con abundante agua fresca, bajaba de la montaa. Posado sobre ella, con ostentosa ambicin de dominio, est el Cuartel. Mucho tiempo atrs (casi cien aos), lo que all exista era el baluarte norte de unas incipientes fortificaciones extraviadas por una controversia conventual (ah comienza realmente la confrontacin constructiva que es tema de este cuento). Esas murallas de entonces, poco avanzaron obstaculizadas por la larga querella que iniciaron unos monjes mercedarios establecidos por esos lados, y mientras ellos y los militares se tiraban los trastos a la cabeza, entre los adobes desechos por el tiempo un peninsular, tan emprendedor como oportunista, levant la casa del cuj negro, en la que ya sabemos lo que ocurri. Tambin llena de obstculos fue, luego, la construccin del Cuartel, como lo fue igualmente el intento de convertirlo en casa de cultura, doscientos veintids aos despus de construido. Era un buen destino y sin embargo, qu cosas tiene la vida. Esto ltimo fue impedido por otro tipo de congregacin que, si bien no eran monjes, posean la misma intolerancia dogmtica y su iluminismo desquiciado, de ellos ya hablaremos ms tarde, y vaya que hablaremos.

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Para contextualizar esta conversacin (como lo hacen los juiciosos) tengo que decirles que el Planificador Jefe, que era el encargado de las obras de la ciudad y de su puerto, haba logrado que el Rey Borbn le asignara las doscientas mil monedas que costara terminar el Cuartel, para eso el monarca estableci el nuevo impuesto que ahora los parroquianos resentan. l mismo estaba al tanto de los imprevistos y desgracias que rodeaban la fortaleza. Antes de este homicidio de vil lujuria, ya haban ocurrido otras muertes. Sucedi mientras el Planificador Jefe estaba en la Corte pidiendo el dinero para continuar las obras, uno de los muros de tapia que se estaba levantando en el lado oriental, y que haba quedado paralizado por falta de dinero, agotada su resistencia por las lluvias que, el da de San Francisco, arrollan la ciudad, cedi en su desnudez y aplast a dos peones que trabajaban cerca rellenando el socavn que el agua abri. Todos estos antecedentes y ahora el de la mudita, convertan el Cuartel en parte obligada de las murmuraciones de los ciudadanos y no poda ser diferente con los parroquianos en cuestin, y menos cuando los tragos fuertes facilitan el conversatorio irresponsable. Recuerdo muy bien a las tres personas que lideraban la conversacin: un comentador de noticias que editaba la Gaceta de la Ciudad (que era lo que ahora llamaramos un medio realista), un funcionario de segunda del gobierno provincial y el dueo de la fonda, a ellos me un intencionalmente, yo era ese que llamaron libeltico. Mi aspecto es el que siempre tuve luego de mi corta juventud, un hombre recio entrado en aos, con ojos grises y mirada cimarrona. La gente no entenda cmo esa mirada entreverada poda estar acompaada con el suave hablar del bien enseado, pero eso es as en los inmortales, y yo lo disfrutaba: El Cuartel en ese sitio, y con dos pisos, es todo un exceso, ya ha muerto gente all y as seguir ocurriendo, les dije, Sin contar los ahorcados de enfrente, Los que han muerto son esclavos, seor, me dijo el ventero, haba considerado conveniente dejar clara la diferencia entre unos y otros. Era este individuo un blanco de orilla que haba obtenido la fonda de su casamiento con una viuda espaola mayor que l y en estado de ansiedad, estaba sentado con las piernas muy abiertas en una banqueta tejida, sin ser excesivamente obeso luca en su bajo vientre el almohadn adiposo de la holganza, Lo malo de la muerte de los esclavos es que, por estos tiempos que corren, son los nicos que saben batir el barro y hacer la argamasa para la mampostera, los peones se estn dedicando al comercio, Y a forzar in extremis a mujeres impedidas, intercal la autoridad civil, Insisto que no fueron ellos los violadores, autoridades como usted deberan ser ms rigurosas en sus juicios, Mire anciano, no se quien es usted pero le recomiendo que cuide sus palabras. El editor, aparentemente poco interesado en mi sealamiento, continu con las murmuraciones, Los constructores de este Cuartel se estn gastando toda la plata de la ciudad y van a pasar varios reyes y capitanes generales antes que lo terminen, este Borbn es el segundo Rey que da plata y el Gobernador el segundo que la recibe, por eso ya publicamos, que el primer Bor-

diente, Cuntas botellas caben en un barril, No s pero el bando que pegaron en las puertas de las bodegas dice una moneda por barril o por cuarenta botellas que ser su equivalente, Y cul es el problema del Planificador Jefe con el aguardiente, Tampoco lo s, lo que dicen las malas lenguas es que toma encapillado, l se la pasa viajando a la corte del rey Borbn, traer de esos viajes el brandy que se toma, Por eso no le importa el lavagallo que nosotros tomamos.

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La charla picaresca se expandi como parte del traer y llevar de la muy joven y aldeana ciudad. El editor no perdi la oportunidad de construir, con los cuentos de la fonda, la chismografa del Cuartel, y no desaprovech mis sealamientos, menos an cuando, luego del ahorcamiento de los tres negros infelices, aparecieron dos milicianos muertos en el fondo de la quebrada Catuche. Nunca se supo si los haban lanzados desde el puente Carlos III, o si, en el pago de algn pasivo moral, ellos mismos lo hicieron. Eran tiempos donde la prensa an no haba adquirido el monopolio oficial del infundio y los que en eso trabajaban an no eran conscientes de la impunidad de sus acciones. Esa impunidad fue la que le permiti hacer pblicos aquellos chismes privados que siempre comenzaban: Supisteis que a fulanita la vieron Con los aos la prensa aprendi el estilo y sus noticias repetan con ms rigurosidad ese traer y llevar: Alguna gente coment su sorpresa de ver a fulanita fue la frase que los liberaba de responsabilidad. Tambin con los aos, y a pesar de los augurios de los borrachos, y de mi propia voluntad, el Cuartel se termin de construir. La verdad es que luca esplendido con sus dos pisos mirando al valle, que era una mirada al sur. Se instal all el regimiento de la Reina (si ese peridico de la ciudad no hubiera sido borbnico, como lo era, el subtitulado de la noticia no dejara pasar lo apropiado del nombre tratndose de una reina conocida por sus pasiones por los jvenes granaderos). En poco tiempo concluira, para fortuna de los blancos criollos, el vasallaje a los reyes borbones. Con los pardos, mulatos, zambos y negros la cosa no cambi mucho y menos cambi para los esclavos. Y es que la oligarqua criolla ya no tena muchas ganas de continuar repartiendo con la Junta Suprema las riquezas que generaban sus esclavos. Me refiero a la Junta de Sevilla, la que sustituy al abdicado monarca, que a su vez sustituy al de los grandes cuernos. Una junta patritica declar la independencia que luego fue firmada por el congreso de las provincias unidas. Salieron los oficiales realistas, no as las milicias reales que, en su mayora, se integraron al movimiento. En poco tiempo esos milicianos, transformados en republicanos, se instalaron en el mismo edificio llamado ahora Cuartel de Veteranos. Igualmente fue desmontada la horca luego de tanto tiempo cumpliendo su terrible tarea de limpieza

bn, que en realidad era Tercero, le haba asignado al Planificador Jefe ochenta mil monedas para el Cuartel, ahora el Borbn Cuarto le dio doscientas mil ms, con razn viaja tanto y toma brandy, Qu hizo con las ochenta mil monedas, con ellas puede vivir una familia en estas regiones equinocciales por siempre, Eso no es todo, logramos descubrir en nuestras investigaciones reporteriles que se est construyendo una casa en el litoral, y que para tomar baos de mar, a quin se le ocurre tamao disparate, No fueron tus investigaciones, reclam el ventero isleo, Fui yo quien te dijo que lo vemos a cada rato pasar por aqu con un atado de mulas y varios zambos cargando materiales, No es cierto mulato, As es o, Con razn el Cuartel no se termina, Siempre resultar ms fcil hacer culpables a los de abajo, De que habla, Nada, me refiero a los negros inculpados y al Planificador disoluto, De verdad que usted parece ser un libeltico, recrimin el celoso funcionario, As hablan los que viven en tolerancia con negros y nativos, Lo que quiero decir es que si el Planificador Jefe se est cogiendo los reales, el gobernador debe estar involucrado, ni que fuera pendejo, Hay un garrote rifndose y usted parece estar comprando todos los nmeros, ya el funcionario de segunda pasaba a la amenaza, el torpe hombre no supo nunca a quin se diriga.

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El hedor de la muerte, quemndose, agreda hasta los olfatos ms recios. La Municipalidad haba ordenado la incineracin en sitio de los cadveres. Una comisin de ilustres concejales evala los efectos recorriendo las calles intransitables. El acre y oscuro humo las cubre como una mortaja. El aviso de la gran mortandad en el Cuartel los lleva hasta l. Era un asunto grave quedarse sin un regimiento en circunstancias independentistas. Deban presentar un informe de lo sucedido. Les voy a traer sus comentarios que nos ilustran mejor que ninguna crnica sobre lo acontecido: Este Cuartel fue tan mal construido que no aguant la remezn, hubo ms muertos aqu que en toda la ciudad, Ciudadano Concejal todava no conocemos las cifras definitivas, se habla de doce mil fallecidos, Fue un castigo por haberle quitado al Cuartel el nombre de la Reina, Oiga, djese de seguir repitiendo las palabras del Obispo infame, respondi con aspereza el edil que pareca dirigir la ilustre comisin, Le pusieron Cuartel de Veteranos y mrenlos, todos eran muchachos, el nico que se salv fue el primer comandante que estaba en casa de las putas, que no se cay, Nos han solicitado y es nuestro deber, realizar un informe de lo aqu sucedido, les pido que nos concentremos en eso, cort el jefe con un evidente embarazo por lo de las putas del comandante, Busquemos aclarar las causas para tal desastre y establecer las responsabilidades que tengan a lugar pues, alguien estaba a cargo de esta construccin, Es

Era jueves santo y la tropa se alistaba para asistir a la procesin de la catedral. Las naves internas del cuartel estaban colmadas con la joven soldadesca que ajustaba sus correajes para salir con marcialidad a lucir sus mejores galas. Desfilaran frente a la catedral como prembulo de la ceremonia religiosa ms importante de la ciudad. Se aproximaba la media tarde y la vocinglera de los soldados comenz a ser callada por un ruido oscuro y extenso que suba de la ciudad. Las casas, torres y cpulas se estaban cayendo a pedazos, asombrosa y cruelmente, sobre la gente que gritaba sin voz. Toda la ciudad qued partida por tal sacudida, las fuerzas telricas de donde brot el barro, lo arrojaron en secos pedazos sobre el humanal que lo amas. La loma escogida para plantar el Cuartel, con sus tierras aluvionales, que son milenios de sedimentos arrastrados desde lo alto de la gran montaa, se movi con el impulso adicional que le imprima su pastosa constitucin. El segundo piso del edificio, una armazn enteramente de madera sostenida sobre la esbelta mampostera, fue lo primero que se desplom, tras l colapsan los muros sur y este, luego el oeste. Todos caen hacia adentro jalonados por las vigas de madera que sobre ellos descansaban, y las naves, los corredores y hasta el gran patio de armas, de magnficas proporciones, se cubri de escombros. Debajo de ellos el horror. El regimiento que, hace unos momentos, arreglaba sus modestas casacas, yace sepultado. El azul de sus uniformes ha desaparecido bajo la polvareda arcillosa. Son muchos centenares los muertos. Un ejrcito de veteranos que en razn de los cortos tiempos republicanos eran slo jvenes con uniformes nuevos, haba sido diezmado por fuerzas naturales incomprendidas, se revolvan los caldos an calientes de los castigos divinos por la osada cometida contra la corona. Yo, aunque sin ser responsable de lo telrico, debo confesarles que lo asum como una vindicta.

real. Sin embargo, el halo trgico que desde sus momentos iniciales envolvi ese recinto, se hizo trepidante, arrug pisos de piedra y despedaz muros de barro.

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tarde para esto ltimo. Era yo que as sentenciaba. Me haba aparecido de repente, frente a los concejales en comisin que se sorprendieron al ver salir de las ruinas a un hombre de pelo blanco y ojos de grises tormentas, Si quieren responsables habra que comenzar por aquel al que se le ocurri plantar este edificio aqu, lo cual es una absoluta inutilidad, muri ahogado hace un ao, Cmo sabe eso, quin es usted, qu hace aqu, la sorpresa se converta en preguntas, La corbeta-correo en la que embarc, que haca los viajes a la pennsula, se hundi, haba partido poco despus de la firma del acta de la independencia, por precaucin dijo, y se qued en la mar, continu con voz serena sin hacer mucho caso a los requerimientos de la comisin, el que la comandaba intent tomar de nuevo el control: Siempre hay responsables a cargo, nosotros, como miembros de la Ilustre Municipalidad, asumiremos la investigacin de esta fortaleza que fuerte no result, No es un asunto de fortaleza material, dijo el concejal de angustias religiosas, sus dedos nerviosamente recorran las cuentas de madera del rosario sin dejar de mirarme con cautela, Es un designio divino, contra la furia de Dios no hay ingenio que valga, Ciudadano Concejal, exclam el jefe de la comisin, no insista usted en traer aqu a Dios, la guerra de independencia es cosa de hombres, y de mujeres, que tambin participan, Dios no interviene para que unos mueran y otros se salven, ya est muy viejo para eso, otra vez volv a hablar, La guerra es humana, as suene como un contrasentido, S, y por qu tantsimos muertos, se estaban preparando para ir al oficio religioso, que es una actividad santa, Estos tantsimos muertos tienen un responsable en la tierra, no en el cielo y deje de hablar con desconocidos, estamos en misin oficial, el jefe de la comisin segua con su firmeza terrenal, El que gui las obras no vel para evitar debilidades ante los empujes, no cumpli las obligaciones de un buen padre de familia, pagar ante el cielo sus culpas terrenales, Hay algo ms que culpas terrenales, la Casa Amarilla, que es el poder civil, aunque con algunos daos, resisti, la Catedral, que es el poder eclesistico, resisti, y el Cuartel, que era el poder militar, se desplom, qu le dice eso, preguntaba el hombre del rosario, Tampoco se desplom el burdel, el cuarto miembro de la comisin, el concupiscente, derrumbaba con su lenguaje franco el fatalismo religioso, Lo cual pudiera ser significativo de las fortalezas del oficio, Es de anotar que de la misma manera se desplom la iglesia que tenemos al lado, Pero la Catedral, que es el buque insignia de la iglesia no, volvi a la carga el rezador de rosarios, El diablo ha estado rondando este edificio desde el principio, Djese de boberas diablicas, yo recuerdo que cuando lo estaban construyendo hubo denuncias sobre una mala gestin, el Edil Jefe, republicano y seguro masn, volva el asunto al punto sobre las responsabilidades terrenales, Se sealaba en esas denuncias que el Planificador Jefe desvi parte del dinero y de los materiales para hacerse una casa en el litoral, inclusive se coment en la prensa, se hablaba de abrirle una averiguacin como responsable de la construccin y por malversar, o peor, por desaparecer dineros del Cuartel, eso deca la gente, No fue as, otras cosas pasaron que ya no tiene sentido recordar, no tienen remedio, ni siquiera el ingeniero militar, si estuviera vivo, entendera lo que sucedi. No se quin es usted, por qu maneja tanta informacin, ni por qu est aqu, pero sepa que llegaremos hasta las ltimas consecuencias, debe haber otros responsables que van a pagar por la destruccin de este cuartel, el edil ateo hablaba con firmeza, con el pasar del tiempo su conminacin se constituira en el discurso oficial de toda autoridad que busca culpables, En esta ciudad nuestra, continu hablando mientras

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Las tropas de campesinos se armaron y la furia espaola, esa que destroz inmisericorde a los nativos de estas tierras americanas, fue soltando sus fluidos en los campos de batallas. Los soldados indios, negros y mestizos, armados con las mismas armas de los peninsulares, o as fuera slo con sus lanzas al ristre, montados, descalzos y sin estribos, en sus bestias galopantes, derrotaron a la corona, a sus smbolos y estandartes, y yo hice lo mo, tena mi propia cuenta con espaoles y canarios. Sin embargo, no fueron muchos los cambios, la codicia peninsular sobrevivi en los generales triunfantes. Aprendieron de ella ms que del pensamiento libertador que los guiaba y el proyecto republicano originario qued liquidado junto con su gua y comandante en jefe. Cada uno de esos generales busca poner en orden sus recin adquiridas haciendas y protegerse de las conspiraciones de los dems. Tambin hacen, por no dejar, algunas obras pblicas que siempre son recibidas con beneplcito. Pero no importa que ellos se disputen el gobierno, ni que el bastn de mando pase de una mano a la otra, es la oligarqua criolla la que tom firmemente el poder y todos estn, o estarn, indefectiblemente a su servicio. En ese estado de cosas vi el cambio que se produjo en el otrora jefe de las huestes llaneras, aquel que asombr al comandante de las tropas ibricas hacindole decir que con l y sus lanceros derrotaba a Napolen. Ese general llanero es el que asume el gobierno sin que su fama de irreductible le impide a la oligarqua seducirlo. La frmula que ella utiliza fue tan sencilla como histrica, se le aplica a todo aquel que ejerce el poder de las armas: si ests con los ricos, te hars rico. Y as fue. Pero la ciudad, ahora que es capital de la repblica, est creciendo y buena parte de la poblacin que all se instala viene de batallar duramente contra realistas y mantuanos y su espritu es tan indomable como ligeras sus manos armadas con machetes. El general llanero lo sabe y trata de proteger, con sus ahora dciles y fieles tropas, la estabilidad de su gobierno, necesita un cinturn de destacamentos militares cerca de l. Consigue as un crdito adicional con el Congreso Nacional para reconstruir el Cuartel que desde el terremoto providencial est

miraba la destruccin que yaca abajo, la maledicencia es como los terremotos, los que echaron a rodar ese cuento de la malversacin eran unos borrachos ociosos que siempre se reunan en la fonda de la Puerta de la Ciudad, entre ellos siempre estaba ese escribidor de gacetillas que no respeta a las personas y que se ha convertido en enemigo del proceso revolucionario, ese panfletario est ahora constituyendo, con varios realistas trasnochados, una sociedad llamada de la indemnidad palaciega, SIP son sus siglas, ya me ocupare de l, No entiendo a que se refiere, ni su amenaza, lo cierto es usted nos est distrayendo de nuestra tarea seor desconocido, Concejales, para reconstruir este edificio debemos primero sancionar a los culpables, ese debe ser el propsito de nuestro informe, sentenci el Concejal Jefe, el de las ltimas consecuencias, Mal momento para reconstrucciones, volv a hablar a pesar de la molestia evidente del jefe de la comisin, la ciudad no tiene dinero para nada y el Generalsimo tiene suficientes problemas para armar las tropas, no va a destinarle ni una moneda a recomponer lo arruinado, dudo que este edificio le sirva algn da a la milicia. Y esas palabras fueron premonitorias, pues, aunque soy inmortal no adivino el futuro. Pasara mucho tiempo antes que la situacin interna de la joven repblica permita mirar para el Cuartel, y las ltimas consecuencias del afanado edil jefe, quedaron para otra oportunidad, pues lo esencial era armar a las tropas.

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en ruinas. Uno de sus asesores extranjeros, de los que gusta rodearse, busca convencerlo para que lo restaure: Restaurar es diferente a reconstruir, le dice, eso es lo elegante, Europa est llena de viejos edificios restaurados y dan un carcter noble a la ciudad. Esas palabras cautivan al otrora fiero guerrero. Pero supe que otra cosa pensaba el nuevo responsable de ese edificio, el Restaurador Jefe del Cuartel, a l yo mismo le o decir: Con las diez mil monedas que nos dieron no hay manera de recuperarlo, es muy minucioso el trabajo que hay que hacer para tan menguados fondos, y peor an bajo la mirada del mariquita restaurador que trajeron de Venecia para guiarnos, este general llanero tiene unas vainas incomprensibles, tan rudo y curtido y con estas expresiones de extranjas, como si aqu no supiramos de estas cosas, siempre no las pasamos pensando en expertos extranjeros. El Restaurador Jefe se quejaba ante sus subalternos sobre la orden dada desde la casa de gobierno de devolver el carcter prstino que tena el Cuartel: En Venezuela todo el mundo opina sobre lo que no sabe, segua hablando como si estuviera solo, hablan del barroco colonial sin saber que esta es una edificacin del ms original neoclasicismo militar, lo hacen, adems, con una imprecisin espantosa, no entienden que restaurar no es lo mismo que reconstruir y menos entienden que no se puede restaurar lo que no existe. Pero, como siempre sucede con la cultura, tales angustias relativas al oficio son minucias ante la contundencia de la realidad poltica. Las continuas alteraciones al orden institucional se llevan en los cachos al llanero generalsimo con su corte de funcionarios y aduladores (que es otro tipo de funcionario, pero mucho mejor remunerado), y se paralizan de nuevo las obras. El restaurador maricn llegado de Venecia ya se haba ido ofendido y acalorado en el primer buque que parti para Europa, estaba frustrado por lo que l llama con visionario acierto, el ya veremos nacional: Ustedes, mi querido Restaurador, no tienen mucho apego por el compromiso, cualquier cosa los hace devolver el camino andado, lo cual es un sntoma de desapego por el tiempo y el espacio, coment desde el muelle antes del embarque, No suees ms con ese edificio, l, cuando no es remordimiento, ser ilusin pero puede transformarse en pesadilla. Y como ser tradicin republicana, al nuevo gobierno le sobrarn razones para intentar diferenciarse del anterior y as comisiona al recin nombrado Fiscal Jefe para que inicie una averiguacin sobre el uso que se le dio a las diez mil monedas destinadas a la restauracin del Cuartel que no muestra signo de haberlas recibido. La frase hasta las ltimas consecuencias vuelve a aparecer. Se ordena un destacamento de tropas especiales para que lo custodien pues hay denuncias sobre la desaparicin de puertas y ventanas como si la ciudad en ruinas no lo explicara, es obvio que vecinas necesidades se vieron all abastecidas, hasta las nuevas tejas tradas de los hornos artesanales del Alemn, se esfumaron. Se cita al Restaurador Jefe y a sus subalternos para interrogarlos sobre el paradero de reales y materiales. Se inspeccionan los sucios espacios del Cuartel invadidos por menesterosos que lo han convertido en precario hogar y, ya sea por el desagradable estado en que se encuentra ese edificio o por la oscura historia que pesa sobre l, o tal vez por la presin que estn ejerciendo desde los llanos centrales partidas de hombres feroces, la comisin no vuelve. La investigacin queda perdida en el tiempo, los espacios siguen vaciados de futuro, vienen aos de duros enfrentamientos sociales y de clase en el pas que dejaran olvidados el remordimiento y la ilusin, y tambin las pesadillas que all ocurrieron.

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Esas partidas de hombres feroces a los que ya me refer van constituyendo progresivamente el ejrcito del pueblo, enfrentan a godos y oligarcas, que, tiemblan como lo hicieron antes, cuando un brbaro asturiano, resentido y desalmado andaba, con negros e indios, degollando blancos criollos por el territorio nacional. Los cuentos que ahora se cuentan de esos hombres son tan horribles como los que se contaron del asturiano, es que son contados por quienes imaginan que lo humano y lo justo les es tan propio como las riquezas que poseen, piensan, con la misma conviccin, que al pueblo le es afn la miseria y la ignorancia, y claro, la ferocidad. Ese ejrcito popular y sanguinario para los guardadores de la paz santurrona ataca y golpea a los grandes propietarios en su esfuerzo de derribar el yugo que los ata y mientras hacen eso, tratan de defenderse de los liberales embaucadores. En ese estado de cosas, oligarcas o liberales, o los dos en contubernio, matan al jefe de ese ejrcito popular, el General del Pueblo Soberano. Es el que haba logrado, cuarenta aos despus de la batalla final de independencia, unir al pueblo contra los oligarcas usurpadores de esa independencia. Era el que amenazaba ya con avanzar sobre la ciudad capital para hacer definitivo su grito de tierras y hombres libres. Muri el lder de la insurreccin popular pero, la terrible disposicin de ese pueblo no desaparece con su muerte, disminuyen las batallas pero aumentan las guerrillas que a falta del gran estratega es lo ms conveniente. Mientras tanto el llanero generalsimo, con el apoyo de la potencia del norte, que ya es potencia, toma de nuevo el poder con un golpe cuartelario que aprovecha el vaco dejado por el hroe revolucionario. En lo que a nuestro cuento concierne el ahora ya senil llanero, degenerado en General de los godos de ua en el rabo, activa su vieja aspiracin de reconstruir el arisco Cuartel, y le asigna a los responsables de su recuperacin, ochocientos pesos mensuales para estos menesteres, pero ahora con una clara instruccin que deja de lado las anteriores veleidades restaurativas: Les estoy dando lo que ganan ocho senadores mensualmente, as que termnenlo como sea, lo necesito para acantonar all tropas, se acabaron las mariconadas con ese Cuartel. Ya no se habl ms de restauracin, slo de adaptar las necesidades a las posibilidades que ofrece el dinero disponible. Era parte de las cuatrocientas mil libras que llegaron como emprstito conseguido con la corona de Albin, previo la hipoteca de las aduanas de los dos grandes puertos del pas, que no es ninguna bagatela. Para el Cuartel era una nueva oportunidad, si me aceptan este debilidad en mi lenguaje, la larga y sangrienta guerra de independencia primero y la guerra popular que incendi despus a todas las instalaciones militares del pas, no lo haba tocado, su mal estado y su aura malfica lo mantuvo apartado, para decirlo de alguna manera, de los circuitos blicos. La nueva inyeccin de dinero lograra por fin que el Cuartel quedara en condiciones de utilizarse y entrar en guerra como es propio de todo cuartel. Tendra varias oportunidades para hacerlo porque durante lo que resta del siglo diecinueve seguirn producindose, como las convulsiones de un epilptico, los revolcones finales de la Guerra Federal. Y as, entre presidente tumbado y nuevo presidente, llegamos, haciendo el cuento ms corto, al siglo veinte que comenz con muy mal augurio. La ciudad an aldeana pero con pinceladas afrancesadas que distraen la vista de sus miserias, sufre en una madrugada de octubre, un mes aciago en esta historia, otro tipo de convulsin. Se trata de un nuevo terremoto, ochenta y ocho aos despus del anterior. Como si hubieran conocido el terrible suceso que en aquel momento aqu ocurri, los soldados salieron al patio de armas a

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La comisin tiene su primera sesin, no muy formal que se diga, en un botiqun situado frente a la iglesia transformada en panten de Estado, la que haba sustituido el antiguo templo que, en la sabana de La Trinidad, se desplom con el terremoto de 1812. La casa donde ahora funcionaba el bar de la reunin, era aquella casa de esquina, la nmero 93, donde se aloj el barn alemn autor de ese libro que describe su viaje por las regiones equinocciales del nuevo continente: Esta casa logr con dificultad resistir el terremoto anterior y el nuevo le produjo otras grietas, pero sigue siendo un lugar habitable, es la excusa que se dan as mismos los miembros de la comisin: Para refrescarse de esta agotadora tarea, en estos trridos climas, la cerveza es inigualable. Quien dirige la comisin es un capitn de baja estatura, macizo y decidido, lo acompaan dos ingenieros de mediana edad, altos y colorados, si se pusieran pantalones cortos pareceran exploradores de esos que buscan fsiles y tiestos. Tambin est con ellos un sargento mayor del batalln de zapadores con experiencia similar a su voluminosa barriga. Es lo que llaman una comisin de expertos: Bien ciudadanos, slo falta por incorporarse a esta reunin un profesor de historia que nos mandaron de la Academia, les pido que comencemos, ya vimos lo sucedido en el Cuartel, no parece muy grave su situacin, que por cierto no es nada nueva, los soldados de esta plaza de armas mueren aplastados por sus paredes, no en batallas, No es tan as Capitn, les digo desde la puerta del bar por donde estoy entrando, soy ahora, gracias a la omnipotencia divina, el profesor de historia que esperan. Mantengo los rasgos que tena aquel individuo misterioso que estaba en la fonda del Camino Real hace ya ciento doce aos y que luego reapareci rondando las ruinas del cuartel en el terremoto de 1812. Cmo explicar la continuidad de la vida luego que ella concluye si no entendemos la omnipotencia de Dios. La sorpresa para los miembros de la comisin no fue por esto que digo pues ellos, como es natural, no conocen sobre lo sucedido por aquella poca, slo ustedes, los que ahora

toda carrera, visten slo sus calzoncillos, algunos imprudentes no entienden que el gran patio los libera de amenazas y desoyendo mis alertas para que se pararan, intentan llegar hasta la calle, una de las paredes del retn se abre a todo lo largo de su esbeltez cayendo en grandes trozos sobre los soldados que huyen despavoridos, tres quedan muertos a pocos pasos de la prevencin. En la ciudad del Cuartel se caen algunas casas y aunque los fallecidos no pasan de veinticinco, es grande la movilizacin de personas que an horas despus, vagan por las calles tratando de alejarse de toda construccin. El Comandante de Armas de la Ciudad ordena que una comisin de ingenieros y militares prepare un informe detallado de los daos que sufri el Cuartel. El general andino que ahora gobierna el pas, el que enfrentar en poco tiempo los poderes imperiales, visita la instalacin militar para conocer los daos que el temblor ocasion: Quiero que la comisin de militares e ingenieros nombrada acte inmediatamente, Quiero que se repare este recinto lo antes posible, Quiero que se haga sin sacar a las tropas, sin esta guarnicin le facilitar la tarea al Kiser y sus cmplices europeos. Las potencias de Europa y el oportunismo norteamericano que est preparando su ascenso al poder mundial, tratan de asestar un golpe mortal a un gobernante criollo que, ellos juzgan, adems de atrasado, altanero y respondn, han pasado cuarenta aos de la muerte del General del Pueblo Soberano, se repite de nuevo el ciclo de los acontecimientos antiimperialistas.

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oyen este cuento. Lo que s los sorprendi fue que yo entrara respondindoles como si desde afuera hubiera podido or lo que hablaban, Permtanme presentarme, les dije, soy el profesor de historia que estn esperando, he recopilado desde hace mucho tiempo, ms del que ustedes imaginan, los hechos ocurridos en ese recinto militar, los he limpiado de mitos y rumores porque si bien los muertos por derrumbes y otras circunstancias le llevan una morena a los ocurridos por acciones blicas, estas tambin ocurrieron, slo en estos ltimos cuarenta aos hubo enfrentamientos feroces consecuencia de las sucesivas alternancias en el poder que se han dado luego del asesinato del General del Pueblo Soberano, diferentes revoluciones, adjetivadas segn fueran los protagonistas, se han abatido sobre el Cuartel, ustedes deben recordar, seguro que el sargento s, que en 1868 el hermano del general libertador de los esclavos, con su Revolucin Azul, entr a la ciudad y tom el Cuartel, y como encuentra una gran resistencia, lo bombardea con artillera hasta que lo somete, no sin antes regar el patio central con la sangre de muchsimos infelices, ese patio era an el original patio de armas pavimentado durante el coloniaje con piedras redondeadas, como huevillos, no como ahora que le sacaron las piedras y lo pavimentaron con cemento por rdenes de algn comandante ignorante. Interrumpo mi disertacin para apurar un buen trago de la cerveza que me haban servido en una jarra de loza, Volviendo al Cuartel, que para entonces estaba ocupado por los azules, ellos logran que durante el siguiente ao no suceda nada, lo cual es ya bastante pues, poco despus una compaa de la divisin all acantonada se amotina, mata al segundo comandante y a su asistente y escapa de ese edificio para sumarse a las tropas sediciosas, y cosa curiosa, algo similar se repite en 1871, ahora eran las tropas comandadas por dos generales tuyeros que, procedentes del centro del pas, se haban acantonado en el Cuartel, pues bien mis respetados compaeros de comisin, no se si saben que esas tropas se sublevaron contra sus jefes dando muerte a uno de los coroneles que las comandaba y se marcharon al centro del pas para ponerse al servicio del circunstancial caudillo que por all seoreaba, y podemos seguir con la historia, porque apenas hace veintin aos, en 1879, a tambor batiente y con las banderas desplegadas el ejrcito de un nuevo general entra triunfante a la ciudad como lder de la Revolucin Reivindicadora y se aloja en el Cuartel (le doy un golpecito al voluminoso sargento como recordndole algo que el conoca), Hay gente que dice que ese general ya padeca de trastornos mentales, otros, los que gustan de los cuentos de terror, dicen que perdi la razn una noche en el Cuartel, que compelido por el llanto de un nio, sali al patio de armas totalmente desnudo, con un sable en la mano y gritando como un demonio, durante las horas de la madrugada sigui su combate con enemigos invisibles, el llanto desgarrador continuaba, no volvi a recuperarse, ni la revolucin Reivindicadora tampoco. Luego, hace pocos aos, al hroe del deber cumplido le toc tomar el Cuartel por la fuerza con su revolucin Legalista. Quien lo sac de ah, tambin por la fuerza, fue nuestro general antiimperialista con su revolucin Restauradora, que esperamos dure por siempre por el bien de nuestro pueblo y a pesar de sus enemigos que pretenden disminuirlo llamndolo el Cabito, y de los numerosos editoriales de la Sociedad Internacional de Prensa que prepara su derrocamiento caricaturizndolo como un mono libidinoso.

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Tengo que decir, ha pesar que pueda sonar arrogante, que todos los dems integrantes de la comisin evaluadora del Cuartel permanecieron callados reconociendo mis conocimientos. El capitn rpidamente interviene para asegurarse el control de la comisin y de la historia: Lo del general del pueblo y su hipottico asesinato no pasa de ser una leyenda, profesor, y por lo dems, algunos de esos hechos que usted narra no fueron exactamente acciones militares, la muerte del coronel, que era segundo comandante del Cuartel, y de su asistente, no puede atribuirse a un acto insurreccional, nunca se logr determinar con exactitud que llev a esa unidad militar a esta accin, se coment, no hace mucho, que estaban borrachos y el coronel los quiso arrestar, se dijo que estaban posedos de un extrao mal, el capelln ya haba intervenido al lder de ellos, un indio nacido ms abajo del Sinaruco que alguien nombr capitn, el tratamiento que tiene la iglesia para enfrentar la malignidad tampoco tuvo xito, el indio era ateo, que no un demonio, porque estos tambin creen en Dios, le aplicaron entonces los mtodos disciplinarios, reclusin en una de las celdas de castigo que hay en el ala occidental, las investigaciones no han aclarado cmo se escap de all y degoll a los que ordenaron su reclusin, En este Cuartel siempre han sucedido cosas inexplicables, les dije con una cierta indiferencia, Inexplicables, malficas dira yo, coment uno de los ingenieros, No es un asunto de maleficios o espanta nublados, ataj rpidamente el otro como para acallar esos comentarios poco cientficos de su colega, Este Cuartel, con daos severos provocados por la naturaleza, envejeci de manera muy rpida y su rehabilitacin se hizo en forma indebida, Y qu tiene que ver la rehabilitacin, indebida o no, con la locura del general o el desquiciamiento del indio degollador, Yo me estoy refiriendo a las debilidades del edificio, no a las de los que viven en l, Cules son esas debilidades, Las intervenciones que aqu se realizaron hace ya sesenta aos, estaban dirigidas a devolver el recinto a su situacin original, la de antes del terremoto de 1812, eso fue un grave error, Explquese ingeniero, parece que entramos en materia, Este edificio fue construido antes de finalizar el siglo dieciocho y sus tcnicas eran muy elementales, si vas a intervenir un edificio as para ponerlo en uso, tienen que dotarlo de los avances de la ingeniera, claro si es que quieres usarlo y no congelarlo para que nadie lo toque, pues bien, posteriormente empeor la situacin con los nuevos agregados que no lograron cohesionarse con la estructura envejecida y deteriorada, igame usted ingeniero, intervena de nuevo con voz marcial el capitn, las instrucciones del General-Presidente son muy precisas y as lo debemos tener presente, hay que poner en funcionamiento el Cuartel lo ms rpido posible, l nos alert sobre la tendencia que aparece cada vez que se toca este Cuartel, de enredar la cosa con disquisiciones tcnicas o de renovacin de heridas, As es Capitn, aqu lo que debe privar es la utilidad pblica, seal el otro ingeniero tratando de desaparecer cualquier duda creada por su comentario anterior, yo planteara una intervencin ms a fondo, de modernizacin estructural, Eso cmo se hace sin retardar su puesta en uso, volvi a preguntar el capitn, Sustituyendo progresivamente los viejos muros de carga por una estructura aporticada, Dganme ustedes ingenieros, que para eso lo son, no es acaso ms costoso y enredado eso que construir un nuevo cuartel en otro lado, Efectivamente capitn, usted es acertado en sus observaciones, no parece prctica esa idea de ir sustituyendo una estructura por otra, todo est en estado ruinoso, pienso que debemos demolerlo. La destruccin del Cuartel, les digo a ustedes que me escuchan,

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El Cuartel fue habilitado sin muchos miramientos tcnicos y con poca preocupacin por su historia, se instalaron, como se quera, los nuevos contingentes de tropas, yo por mi parte me asegur que el empecinado capitn fuera asignado a una compaa fronteriza, no era un mal hombre. Unos aos despus esas tropas a cuyo frente va el general que se dispone a apacentar en sus testculos la traicin (despus lo llamarn el Benemrito), salen del Cuartel para combatir la revolucin Libertadora que comandaba un banquero. Pero no slo combati y derrot a empresarios aspirantes a caudillos, de regreso a la ciudad, luego de despedir al General-Presidente que viaj enfermo a Europa, se traslada al Cuartel, rene a la tropa en perfecta formacin en el gran patio que an conserva sus proporciones magnficas. Es una tropa que lo conoce de cerca y lo venera. Les anuncia que a partir de ese momento, y por los prximos veintisiete aos, gobernar el pas. El grito en coro a la orden mi General, seguir oyndose en el pas durante todo ese tiempo. Ahora s es verdad que se asienta en el Cuartel la soldadesca y con ella las intervenciones de todo tipo: vanos de ventanas que se alargan para ganar verticalidad, que cierra con rejas de hierro la libertad de su altura, se violenta por primera vez el patio de las proporciones magnficas con un edificio para el arsenal (llamado oblicuamente la capilla), se construyen garitas para vigilar sorpresas. A medida que pasan los aos y el Benemrito se consolida en el poder, comienzan las distensiones de nimo y las construcciones se improvisan, los diversos jefes de la guarnicin que por all pasarn van haciendo lo suyo, pas el tiempo donde las decisiones del Cuartel las tomaba el General en Jefe, ahora se hace cualquier estropicio, se tapian, con rejas y todo, algunas de las ventanas rediseadas, se construyen cuartos para las actividades de servicios en el patio norte, y que como siempre sucede con los servicios, se techan con endebles lminas. Pero

si no se han dado cuenta ya, es la razn por la que he permanecido aqu durante tantos aos, lo he intentado de todas las maneras posibles, pero, la verdad sea dicha, el ser inmortal no nos da fuerzas sobrenaturales, lo ms que puedo hacer es crear las condiciones para que suceda lo que, en medio de nuestra desdichas, es nuestra tarea, por eso, cuando o a uno de los ingenieros plantearlo pens que, tal vez, estaba concluyendo la tarea que me ha mantenido tanto tiempo atado a este edificio y, entusiasmado por eso, ataqu: Estoy seguro de lo acertado de esa postura, dije a la Comisin que haba permanecido en atenta escucha, Este Cuartel ha sido un fracaso militar, en sus ciento doce aos de vida, ms de la mitad ha estado abandonado o, para verlo de otra manera, ocupado por las alimaas e indigentes, y de cuando en cuando por parejas en fugaces e ilcitos encuentros amorosos, que son los mejores encuentros amorosos, aunque les cuento que ms de una jovencita fue forzada aqu por hombres poco apegados al respeto que se le debe a las damas, Concrete profesor, y no asegure lo que no vio, no estamos aqu para divagaciones morales, interrumpi con aspereza el capitn, Disclpeme capitn por traer aqu cuentos malditos, que en realidad s vi, A qu se refiere, No importa, lo que quiero decir es que este edificio ya cumpli con su destino histrico y su permanencia se asegura en los libros, la fragilidad de su emplazamiento hace deseable la liberacin de este suelo, A pesar de su fragilidad tiene un estratgico emplazamiento, no ponerlo rpidamente en servicio, en condiciones de cercos imperialistas, es imprudente. Al parecer lo que logr fue que el capitn recuperara el concepto del pragmatismo militar.

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hacia fuera el frreo control militar impuesto se mantiene inalterable por dcadas, como nunca antes. El Cuartel es al fin, y a pesar de m, una aburrida y abigarrada plaza llena del caqui militar, hasta que en abril de 1928, el pas amordazado empieza a cambiar, un flaco y ronco general que est al frente del Ministerio de Guerra y Marina, se hace cargo personalmente de las tropas acantonadas en el Cuartel para enfrentar la insurreccin promovida por la Federacin de Estudiantes y por jvenes militares alzados. Los estudiantes insurrectos, concentrados en el Panten conjuntamente con la guarnicin que vena del centro del pas, comandada por un teniente, tratan de tomar el Cuartel un jueves en la maana y son sorprendidos por las tropas del Ronco que avisado desde la noche anterior, aguardan emboscadas. Son varios los muertos, muchos los detenidos y el resto de los jvenes estudiantes y militares en desbandada. Las habilidades militares y polticas de ese nuevo General le permiten, concluidos por muerte los veintisiete aos del dictador, convertirse en presidente provisional sin mayores sobresaltos. Y despus, otro general tambin ministro de Guerra y Marina, lo sustituye como presidente, pero ahora con la legitimidad que le da haber sido electo por los diputados y senadores. Cuando toma posesin de su cargo asiste, como es costumbre y protocolo, al Panten Nacional. Luego de la consabida ofrenda floral al Libertador, camina con sus invitados y edecanes hasta el Cuartel, que est a pocos metros, y les dice convencido de la inalterabilidad de su gobierno: Este Cuartel no ser ya ms un lugar de enfrentamientos sino de progreso. Quiero que sepan que lo vamos a modernizar para adaptarlo a las nuevas necesidades tecnolgicas del ejrcito. Yo estaba entre el pblico, luca como un viejo con blanco pelo y ojos grises que, estoy seguro, me brillaban de ansiedad, por eso me acerqu y habl en voz alta, con la esperanza de que el General me oyera: No debera empearse en hacer nada en este recinto, han sido muchos los que se han lamentado por tocarlo, construir dos pisos es retar el pasado. No me oy, sus ofrecimientos de ese da comenzaron rpidamente a materializarse, se construy en el Cuartel un nuevo edificio, efectivamente de dos pisos, con su racional diseo, atravesndose altanero en el otrora patio de armas, ya con una fractura que, ahora se hace total. Este smbolo de la modernidad golpea con pretensin triunfante las arqueras y muros del siglo dieciocho que an resisten, acta como si fuera un ariete que quiere escapar de lo que frena su tendencia oscilante. Tiene dbiles apoyos, como el gobierno del General Progresista, no tendr la larga vida del recinto que lo contiene, sus propsitos de tecnologa y civilidad no lo salvarn, y mis palabras de viejo espectral sern profecas.

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PARTE

La modernidad entra de mala manera

Si alguien quiere descubrir los grmenes del futuro tendr que buscar las bacterias que estn a mil metros por debajo de la tierra. Despus de todo, las gotas de agua que estn en la cumbre de la ola, no son las que estaban en la cumbre de la ola precedente, sino en el seno que las separaba Alfredo Maneiro

Han transcurridos ciento setenta y cinco aos del estallido demonaco de este lugar y en pocos ms el edificio de mis tormentos se convertir en crcel, y vern que pasarn cosas peores a las que ya pasaron. Si lo vemos framente, algo que no es fcil pues an arden las brasas, haber consentido, si no fue su propio designio, la construccin de un Cuartel insano, para luego transformarlo en crcel de vidas negadas y aplastadas, es el escarmiento de un dios con una extraa visin de la justicia, pues, qu culpa tienen los dems seres de las violaciones sacramentales de mi madre y de la represalia asesina de su marido. Por otra parte, colocarme a m, que fui slo una inocente excrecencia de la lascivia, como cobrador eterno de las violaciones a las leyes humanas y divinas, hace ms perverso el escarmiento decidido por el seor. He llegado inclusive a sospechar que mi presencia aqu no ocurre por su mandato, que los inmortales, tal vez, no somos sus soldados, ni nuestras misiones son benditas, que es lo nico que a uno lo reconfortaba. Pudiera ser, como ocurre con los ngeles negros, que nosotros seamos enviados de satn. Dios no se debe sentir molesto de estas sospechas mas pues, si piensa bien, es el mayor acto de fe que se puede tener en l y en su bondad, lo estoy liberando de mis propias culpas, y no culpndolo a l que es lo que hacen comnmente los mortales. Sin embargo, los que, aun creyendo en el seor, son firmes en el juicio de su papel en el devenir de la humanidad, dicen que l es dueo de todo lo bueno y tambin de lo malo, que es como ser dios y diablo al mismo tiempo, y que en eso radica su poder, un poder que no slo es infinito sino iniqusimo. Slo as se pudiera explicar el empeo de convertir este sitio en lugar de castigo eterno, como el infierno, no de escarmiento como el purgatorio. En fin, no es mi intencin hacerlos partcipe de mi impiedad, ustedes slo son escuchas de este cuento y como tales les digo que lo que he contado lo he hecho tal como mi memoria lo recuerda pues, miren que pasaron cosas en estos aos, que son muchos. Pudiera habrseme quedado algo entre los pliegues del recuerdo, pero voy a continuar con la historia pues, como ya vern, an faltan tragedias por ocurrir, y a falta de ellas, muchas necedades que, afectarn a los dbiles de espritu, habitantes de esta ciudad que observamos aqu abajo.

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Debera pedir disculpas por este interregno ideolgico pero, luego de tantos aos viendo como suceden las cosas, uno se vuelve diestro en detectar granujadas, por eso es necesario, en esta segunda parte del cuento, entender el papel jugado por ese partido que marcar el destino de este pas durante el siguiente medio siglo, apaciguando cimarroneras y promoviendo gremialidades. Y en este desarrollo de acontecimientos polticos y sociales, el Cuartel ser lugar de protagonismos. Este partido del que hablamos lanza un movimiento insurreccional que bautizan, siguiendo la tradicin, con el nombre de Revolucin de Octubre. Enfrentan al gobierno de un general callado y civilista, el primero que tiene el pas. De todas estas cosas no saban mucho los jefes militares complotados, lo que s entendan era que ellos jugaban un papel central en el quiebre poltico que el partido blanco aventuraba, y lo entendan tanto que adivinaron las posibilidades que por all se les abran, por eso se metieron en el verguero. Saban que el partido blanco los necesitaba y apostaron a su propio

La ciudad ya no es la pequea y apacible villa que estaba localizada al noroeste del amplio valle, ha crecido en abanico desde su emplazamiento inicial. Hace rato que cruz el ro que la limitaba al sur y ahora avanza decidida a ocupar los caaverales del este, transformando a los conservadores hacendados que los posean, en flamantes urbanistas y constructores de la modernidad. Estamos en 1945 y es octubre, otra vez octubre. Dos meses antes haba concluido la ltima guerra, las de las cinco potencias que luchaban por el control del mercado internacional y que, adems, queran liquidar a los bolcheviques para repartirse la roja Rusia. Terminaron por entregar la Europa, y su mercado, a los gringos. Esto ocurra lejos de nosotros. En estas regiones antes llamadas equinocciales del nuevo continente y luego tercerizadas, sucedan otros pleitos, sin duda menores pero influidos por las apetencias imperiales a las que no cesbamos de ponerles el trasero. Uno de esos pleitos era por lograr que el pueblo fuera protagonista poltico, sea para ganar elecciones o cambiar de gobierno. Hasta ahora los militares y los polticos de alto vuelo estaban demasiado acostumbrados a resolver los asuntos del poder a pistoletazos por lo que intentar meter a la muchedumbre en asuntos de participacin poltica no era tarea familiar ni serena. Estos nuevos aires de ciudadana facilit que las unidades acantonadas en el Cuartel se involucraran en un movimiento insurreccional dirigido por civiles. Eran los dirigentes de un fresco partido de blancas banderas que hablaba de democracia popular disfrazando su anticomunismo fisiolgico. Puede parecerles cuento que el papel de la socialdemocracia, tambin en el subdesarrollo, haya sido fortalecer la ideologa burguesa en el seno de los trabajadores, pero as fue. De eso se trat la democracia popular, y constituy para los gringos un magnfico dique de contrainsurgencia, esa era su razn de ser y por eso buscan el centro cuando hay fuerzas que halan a la izquierda. Esta bsqueda del centro, como no es una posicin geomtrica, pues nada tiene que ver con la mitad, no est asociada al equilibrio, slo al esfuerzo de constituir el primer anillo de defensa del capitalismo. Cuando la cosa se complica apelan por el fascismo. Esa socialdemocracia se expresa tambin culturalmente: por los tiempos que ahora estoy narrando los gringos inventaron, para el arte, su equivalente que llamaron expresionismo abstracto, un ablandador del radicalismo de las vanguardias de principio de siglo, haba que acabar con esa tendencia del arte a decir inconveniencias, y vaya que les sirvi.

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Tal vez por esas intervenciones mas se logra, cuando el Cuartel alza sus armas, a mediados de ese mes de octubre, contra el General Civilista, que l no dude en recurrir a su mejor batalln para someterlo, y lo logra a media tarde. Una veintena de soldados muertos son colocados en el patio central que ahora est conformado por tres pasillos sombreados y el nuevo edificio de la modernidad que se atraves en l. Separados de la formacin de muertos, unos metros ms adelante, estn los cuerpos de dos oficiales superiores, es una ltima y macabra parada. Todos estn envueltos, en un decoro que deja a un lado la pugnacidad del momento, en telas que se manchan de rojo en la tarde oscurecida. El Cuartel va a permanecer toda esa noche en vigilia espantable. El amanecer del siguiente da no es promisor, como deben ser los amaneceres, con las primeras luces del da junto con la pestilencia se levanta la aviacin, est del lado de las fuerzas insurgentes y bombardea el Cuartel, ahora ocupado por las fuerzas leales. Caen ms soldados y tambin ocupantes de las casas vecinas donde fueron a parar algunas de las bombas arrojadas por la escuadra area. La jabonera que estaba frente a la esquina noroeste del Cuartel se incendia por las explosiones. En esos tiempos no se usaba el trmino colaterales para referirse a las vctimas inocentes de una accin militar, pero esas vctimas nada tienen que ver con mis tareas, slo lo fueron por su cercana al Cuartel maldito, esa cercana, ms temprano que tarde, trae consecuencias, sobre todo para aquellas almas ingenuas que

proyecto que, realmente, era de poco aliento y mucho metal. Exista otro partido, el rojo, el que hablaba de revolucin y llamaba a los obreros a tomar el destino en sus propias manos, aunque con un tono tan evangelizador que termina haciendo creer en la involuntariedad de tal esfuerzo. Ellos saben de la ojeriza de los blancos y de sus afanes de llevrselos por delante pero dudan en dar apoyo al jefe militar, les da asco meterse a cuartelarios. Curiosa conducta la de ese partido, que olvida a los bolcheviques dando mtines en los cuarteles y luego armando el poderoso ejrcito rojo. Del otro lado de los muros, el General Civilista tambin tiene sus convicciones e imagina que puede defenderse sin pueblo pues le era suficiente con el pequeo grupo de intelectuales y tcnicos que su gobierno haba logrado colocar al frente de la burocracia oficial, ellos, se ven como los verdaderos dirigentes de ese pueblo todava muy atrasado, y si de asuntos militares se trata, suponen, en su conservadurismo castrense, que es tarea de los militares resolverlos. No tienen ni idea de la fortaleza de esa aventura cvico-militar ni por donde reventar, yo s. Ya ustedes lo saben, me muevo en el Cuartel como una sombra, nada de lo que all sucede me es ajeno, oigo conversaciones y veo encuentros de conjurados. Con toda la informacin que recojo trato de intervenir, no para cambiar el rumbo de los acontecimientos, que no es un poder que me est dado, sino para que otros actores, con diferentes intenciones, entren en el asunto abriendo nuevas vertientes a los acontecimientos. Ms all de las antipatas personales que el grupo conspirador me produce, cosa indebida pues tengo trazado un designio, para eso soy inmortal, estoy obligado a facilitar, cuando no provocar, la confrontacin y esa tarea, que me es muy pesada, slo concluir cuando el designio se cumpla. Ya el asunto de los espaoles y canarios lo resolvi el Libertador con su decreto, lo concerniente a la desaparicin definitiva del Cuartel y la restitucin del cuj negro me corresponde a m, que no tengo la capacidad de aquel pero si el tiempo que a l le falt. A eso dedico mis esfuerzos.

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no desconfan de los signos premonitores, y al Cuartel le sobran para los que sepan ver. Y ms por el efecto de esas explosiones que por el dao realmente sufrido, las tropas leales abandonan el recinto dejando sus aperos. El gobierno se desploma. Los que siguen al partido blanco entran y saquean el edificio, salen armados, vestidos y comidos en una accin que ms que blica pareci festiva aunque los muertos seguan en formacin en el patio ensangrentado de moscas. El otro sector del pueblo, el que sigue al partido rojo evangelista, disciplinado, se queda esperando la orden de sus lderes para salir a la calle a enfrentar el golpe. Los rojos, solos, observan el jolgorio con las caras amarradas, y as la llevaron durante muchos aos. Luego de estas escaramuzas los lderes del golpe blanco llaman al pueblo a votar por ellos y un nuevo gobierno, ahora electo, se establece. El presidente, ms escritor que poltico, se instala en palacio, y un nuevo batalln en el Cuartel. El escritor no puede imprimirle a su gestin el aliento de sus novelas, le aburre la poltica y le sorprende el encono de los gringos, en menos de un ao, a pesar del organizado partido blanco, el gobierno se desmorona ante la conspiracin, aupada desde el norte, de los mismos militares que ayudaron a llevarlo al poder. En el palacio se sienta ahora un triunvirato de coroneles, rpidamente ascendidos a generales, hasta que uno de ellos, no se si el ms capaz, pero s el ms ambicioso, toma el control. Gobierna con un despotismo frvolo (una frivolidad que no le impide aplicar represin y tortura a sus enemigos). Al Cuartel entra un grupo de artillera antiarea, lleva el nombre del valiente general patriota que enfrent a las tropas del rey con un puado de juventud y se queda all durante casi una dcada en la cual los nicos sobresaltos que sufre este recinto son los producidos en la tropa por algn comandante que llega alumbrado luego de uno de los frecuentes bailes en el Crculo Militar. Durante ese tiempo, debo confesarlo, trat de alejarme de mis tormentos, el vagar intilmente sin que el suicidio fuera una posibilidad de acabar con una vida de continuas tragedias, me llev a buscar un oficio, y me hice artesano, viv absorto tallando imgenes y trabajando el cuero. Tal cosa no poda continuar, pues esos son oficios bondadosos, una cualidad que no existe entre los inmortales, que no somos ni indulgentes, ni desalmados. La inmortalidad no es una condicin humana en la que se pueda encontrar las anteriores caractersticas, la inmortalidad slo existe para cumplir determinadas encomiendas que son superiores a las tareas de los mortales y que requieren estar despojado de las emociones que hacen temblar las carnes. Un buen da (es inicio del ao), la agrupacin de artillera instalada en el Cuartel, se ve obligada a usar sus caones. Llega una nueva incursin de la aviacin conducida ahora por intereses libertarios, las oscuras bombas arrojadas por las naves plateadas caen de nuevo no muy acertadamente, y aunque el dictador resiste, ya el dao est hecho, el accionar de blancos y rojos que, separadamente, y desde la clandestinidad, presionan a fondo al rgimen, llevan a los jefes militares a acabar de una vez con la dictadura de las danzas nacionalistas y el tafetn. Algunos de ellos tratan con esa accin de exculpar complicidades anteriores. El pueblo celebra en la calle, los inmigrantes espaoles, italianos y portugueses, llegados como parte de los planes de la dictadura, sienten que se desmorona su futuro, pronto se darn cuenta que el pas seguir siendo una mina a cielo abierto. Escucho de nuevo las trompetas vengadoras, y el artesano es sustituido por el cobrador de deudas.

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Durante ese primer ao de gobierno provisional, mientras se preparan las elecciones, se viven los mejores momentos que haba tenido la participacin popular, recuerdo que esos das no estn marcados por el pesar de mi misin maldita. Por primera vez en su historia, el Cuartel vibra con el accionar libertario de sus ocupantes, las tropas all acantonadas, pasan, por decisin propia y no llevados por rdenes de palacio, o por las perversidades divinas, a involucrarse en los acontecimientos. Ahora mismo los oficiales que estn al mando manifiestan su rechazo a la expulsin del pas del jefe que haba comandado el alzamiento de los aviones el primero de enero. En fogosas reuniones realizadas en los dormitorios del Cuartel, proponen al partido rojo tomar el palacio de gobierno, de nuevo se quedan esperndolo, el partido rojo se congela en estado eclesistico y los militares abandonados en su aventura radical pagan por su rebelda, hay purga en los mandos del Cuartel. Pero, es tan tenso el clima poltico que cualquier movimiento hace sonar las notas de himnos libertarios, en pocos meses ocurre otro alzamiento, lo dirige el comandante de la polica militar que ve con premonitorio temor los posibles resultados electorales. Ahora son los jvenes rojos, que escarmentados de cabeza ajena, acuden al Cuartel sin esperar la lnea del partido y toman las armas que los propios oficiales entregan para apoyar la insurreccin. Es la llamada brigada estudiantil roja que comienza a operar en la ciudad del Cuartel. Entre el congelamiento y la fogosidad se descubre que las movilizaciones populares que estn en marcha no son para apoyar esta insurreccin militar sino para enfrentarla. Con gran valenta enardecidos ciudadanos que apoyan al gobierno provisional toman el palacio que est en manos de los insurrectos, los rojos quedan neutralizados por un pueblo que, cansado de golpes militares, busca salidas democrticas, quiere ese pueblo votar libremente, est convencido de su nivel de conciencia y asume ingenuamente que eso est generalizado en las campos y sierras del pas. No es as, lo rural se comporta diferente a la centralidad y gana el jefe del partido blanco, un anticomunista provocador. Hay satisfaccin en las casas de la sociedad civil, creyentes de la desigualdad sustantiva, y en la capital del imperio, la de la arquitectura del pastillaje. Las masas urbanas defraudadas y radicalizadas, imaginando trampa, salen a la calle pero el partido rojo, descolocado como siempre, se apresura en reconocer pblicamente el triunfo blanco, la cosa, piensan, no est madura para aupar insurrecciones populares, no entiende que el anticomunista los va a encallejonar, o tal vez midieron su propia debilidad, aunque, como ya veremos, no era para confiarse mucho de su visin estratgica. Con el empeoso anlisis de la realidad al que se obligan, suponen que los blancos iban a gobernar con amplitud democrtica. Y como a la gente comn la paciencia le es extraa, no as los radicalismos, van al Cuartel, con la sencillez de la franqueza, a pedirle a los militares que los apoyen. La rebelda ha echado a andar, reciben saludos fraternos desde las garitas. Adentro hay enfrentamientos verbales y rupturas disciplinarias, son arrestados varios oficiales jvenes que ondeaban la bandera tricolor frente a la multitud. Hasta que el comandante, un teniente coronel que sustituy al ltimo de los alzados, liquida la incipiente rebelin, arresta a los que simpatizan con el movimiento popular y disuelve con fuego a discrecin a los que gritan consignas en las afueras de sus muros, algunos de esos que gritaban buscan ahora ayuda ante el desangramiento. Con el pasar de los meses la situacin poltica en la ciudad del Cuartel se agudiza, ya esos primeros presos militares no van a salir de all. Las celdas de castigos, que

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eran para la indisciplina, son ahora para encerrar la subversin. Los enfrentamientos con las fuerzas policiales y con la guardia nacional aumentan, se divide la ciudad en ocho zonas militares para reprimir el alzamiento popular, la llamaron operacin Macuare, una palabra indgena que, entre sus acepciones est la de desaparecer cosas. Una de esas zonas es donde est el Cuartel, su nuevo comandante, que es tambin, el jefe militar de la zona, est clandestinamente con la insurreccin, y con l tres jefes de zona ms. Llaman al partido rojo a que se una a la marcha contra el palacio presidencial para acabar de una vez con un gobierno que asume el despotismo y la agresin como poltica. Hablan tambin con la fraccin de izquierda que desde la lejana ciudad del lago decidi romper con el partido blanco y que empieza a usar los colores rojo y negro que pint el anarquismo. En la esquina donde antiguamente estaba la fbrica de jabones, se agrupan varios centenares de jvenes armados rudimentariamente, esperan la seal para unirse a las tropas. La seal no llega, lo que lleg fueron los ecos deformados de una discusin sobre la oportunidad del asalto al poder. No son los muros de fortalezas en guerra sitio propicio para discusiones, el Cuartel es intervenido, se destituye y se encarcela all mismo a sus comandantes. El aumento de los presos militares, y para evitar solidaridades peligrosas, produce la decisin de sacar al grupo de artillera que lleva el nombre del general de la juventud e instalar all a un destacamento que llaman Mixto de Polica Militar. Lo de mixto se debe a que son fuerzas de los diversos componentes del ejrcito, buscan involucrarlos a todos en la represin, aprendiendo de los asesores gringos y cubanos batisteros que all llegaron. Pocos aos de luchas libertarias van convirtiendo el Cuartel en lugar para confinar esperanzas. Se va llenando progresivamente de combatientes que son reducidos por la fuerza de las torturas y el aislamiento. La democracia formal se transforma en la dictadura del partido que asume el mismo papel hipcrita y mentiroso de los liberales en la guerra federal. Pero ahora, a diferencia de lo sucedido haca cien aos, se pacta una alianza para mantener el poder en manos de la nueva clase poltica que ha asumido la defensa del capital. Y esa alianza se mantiene a trompicones y sangras durante cuarenta aos.

Del viejo Cuartel sobresalen numerosas garitas elevadas, todo es vigilado, adentro y afuera. En los pasillos, a cada diez metros, se siembra un centinela armado y en el exterior las calles estn cerradas con obstculos y vehculos blindados. Los peridicos dicen que esta es una democracia fuerte, que resistir a la subversin, que la gente de bien, que es la mayora, la respalda. Se dice tambin que slo los desadaptados son perseguidos por la polica, que slo ellos sufrirn los rigores de la crcel. En las viviendas de alrededor se hacen registros frecuentes y minuciosos, los residentes de la cuadra de la desaparecida fbrica de jabn deben obtener permisos especiales para entrar y salir de sus casas. Son casas donde los amigos no pueden reunirse, slo las visitan soldados muy jvenes a los que les quitaron las sonrisas, los oficiales evitan que cordialicen, la gente que vive en esas casas son gente del pueblo, de ese pueblo urbano que ya no sigue el populismo del partido blanco. El populismo es la conciliacin de clases, mejor sera decir la conciliacin de los trabajadores con los explotadores, eso lo oyen todos los das los que viven en estos barrios, se los dice el partido rojo, y la verdad es, que ms que orlo lo sienten, la resistencia se construye en los barrios. El Cuartel est rodeado de barrios, por eso hay trescientos

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soldados acantonados all, tres por cada preso, una proporcin inaudita establecida para impedir fugas o para prevenir asaltos: Intenso tiroteo a una cuadra del Cuartel, dicen los titulares de prensa, Detenido un grupo de cinco personas que asalt la casilla policial de la quebrada de Caraballo. No hay inteligencia, slo fuerza bruta que siempre camina al revs. La inteligencia es liberacin y la liberacin es esencialmente un hecho social, es la lucha de un colectivo contra algn poder apabullante en su fuerza pero paradgicamante pequeo. A los primeros les va en juego la vida mientras a los otros pocos, su poder. Los que les va en juego la vida lo nico que tienen para perder, es la vida, los que pierden el poder perdieron slo eso, les queda todo lo dems. Esta lucha por la vida no es de simple sobrevivencia animal: es un acto de humanidad, de inteligencia y de comunidad. La lucha para defender el poder sobre la vida de los dems es por el contrario, una lucha irracional llevada a cabo para que los dems no disfruten de lo que algunos, con su poder, no han logrado tener y para eso utilizan la fuerza, el arrebato brutal, el zarpazo bpedo. Todos ellos actos individuales. Cuando el individualismo y la brutalidad se conjugan: dividen, fragmentan, separan, aslan lo que es colectivo, frenan la creacin, interrumpen el intercambio, impiden los aprendizajes. Por eso el otrora gran patio de armas, el de las proporciones magnficas, que ya haba sido seccionado parcialmente por el oscilante edificio de la modernidad, es ahora fraccionado por paredes infranqueables a las que se le adosan diversas construcciones disparatadas, el propsito es ejercer un control total con la fragmentacin total. Los gruesos muros de carga de la antigedad son rotos para abrir vanos para las nuevas puertas, cada nave se divide con tabiques, y son enrejados, aparecen nuevos espacios, unos al lado de otros y dentro de otros y encima de otros. Se tapian las arcadas que dan al patio, y se le da una fraccin de l a cada sector, las naves se van hermetizando, la ventilacin fluye con mucha dificultad entre los bloques de arcilla o cemento, en algunos sitios son rejas las divisiones. Es una maraa perversa concebida por un constructor de desalientos para vulnerar, violentar y quebrar voluntades revolucionarias. Quien lo ordena sabe que es necesario para proteger su mundo de privilegios no compartidos. Intuye en su perversidad que no hay peor dao que se le pueda infringir a una persona que violentar su capacidad social e impedir que su cerebro funcione. Eso se lo ensean a todo jefe de crceles polticas, mantener en silencio total a los presos. Por eso mismo comprende en su maldad que no existe destino peor para un edificio que cercenarle su razn original de albergar andaduras convirtindolo en reclusin de futuros bajo la torva mirada de la muerte que da a da seala con su dedo descarnado a su nueva vctima. Yo no he tenido que participar en esta conversin penitenciaria, me convert en veedor atento de una situacin donde las perversidades de los mortales haban tomado el control sin ayuda divina o demonaca, que ya vimos que es lo mismo. No pretendo con esto liberarme de culpas pues yo soy culpable de muchos de los horrores pasados, y an reconociendo que esos horrores pasados son parte inevitable de la razn de mi existencia, en lo que de perdurable ella tiene, lo cierto es que en este caso, frente a una maldad humana que me resulta incomprensible, acte como un zurcidor de voluntades, que es una forma benigna de llamar a la alcahuetera. Sin embargo en mi descargo tengo que decir, aunque no me crean, que en algunas cosas intervine para ayudar a los confinados en sus intentos de fuga, o al menos, a morir con la esperanza de que mejores momentos habrn de venir.

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Desde el cuartel se dispara con alevosa y repeticin a quienes descuidadamente pasan por all. Una madrugada cualquiera, un carro no detuvo su marcha ante la armada mano que ordena parar, en su interior muere ametrallada una joven pareja, seguramente vena an agitada de un furtivo sexo a orillas de la quebrada que baja de la arboleda nublosa. Y la muerte le llega tambin a la resignacin que espera visitar a un hijo detenido. Recuerdo a la madre que, cargada con sus angustias est sentada en una torcida silla de metal gris que hay en el Retn de la entrada, observ al infante de marina frente a ella comunicar por radio la novedad, y vi el faln balancendose en las manos del soldado. Como si fuera la respuesta a su llamada un estampido sale del arma y le parte la frente a la seora que cae de la torcida silla con las manos aferradas a algo que lleva en su regazo. Albertina se llamaba la seora que, ahora, inmvil sobre su sangre, suelta la bolsa de comida que traa. Para ella, sin enterarse siquiera, termin el castigo de su pobreza y por el hijo subversivo, l lo sufrir doblemente. Yo oculto mi rostro entre las manos, si la justicia es, como alguna vez le respondi Polemarco a Scrates: dar a cada uno lo que se le debe, aqu lo que ha ocurrido, una vez ms, es la demostracin de la sinrazn del seor, pues volviendo a los griegos, el justo no puede producir injusticia, ni siquiera consentirla. Es demasiado terrible lo que ocurre aqu, inclusive para mi, al que se supone que, inmortal al fin, no le tiemblan las carnes. Ningn tormento anterior comparable a los que ahora sufren los all recluidos, impedidos de entender las fragmentaciones sucesivas, con prdida de toda capacidad de orientacin, no hay manera sin el auxilio de brjulas saber donde est el norte o el sur, de que lado est la calle de atrs, no es fcil saber cul es el atrs. Los diversos sectores van recibiendo la nomenclatura que le asignan las sucesivas reestructuraciones; los A-1, A-3, y A-4 en el piso alto del edificio central, son amplios y con varias celdas, all se recluyen los jefes o la gente importante que se puso necia, tambin los militares enjuiciados, y en un extremo de l, algunas mujeres. Los presos que estn del otro lado les hablan por tuberas, y las suean. Luego el A-2 en la nave norte, un espacio grande dividido en pequeos cubculos para un buen nmero de presos que all estn confinados. El corredor de esa nave se utiliza como sitio de encuentro de todos los presos. De ese corredor se sale al patio de sol, un fragmento del gran patio central convertido ahora solo en nombre anhelante. Luego al norte est, en lo que era el patio de caballerizas del antiguo Cuartel, el sector B, con varios locales de reclusin que van del 1 al 7. Son espacios en muy mal estado, con poca o ninguna iluminacin y ventilacin natural, reciben nombres que los caracteriza bien: la Cueva del Humo, que era un lugar de castigo cuando el Cuartel era fortaleza, ahora es un conjunto de celdas estrechas, de paredes grisceas y grasosas, donde no llegan ni las miradas. La Pajarera, cerca de la Cueva del Humo pero elevada sobre los sanitarios de tropa, es una jaula area con tres celdas impregnada de la hediondez que de esos sanitarios emana. La Nevera, es una galera oscura y fra al lado de una de las naves antiguas. Los Tigritos, una batera de celdas de castigo colocadas en el corredor de la nave oeste, complementadas con otra que se levant en un patio lateral, en el mismo sitio donde estuvo el cuj negro que una inhumanidad quem para que otra construyera este encerradero. En esas celdas no se puede estar parado, pero tampoco acostado, sus dimensiones fueron pensadas por gemetras de la barbarie. Por eso sus paredes estn rayadas de gritos y reclamos: cincuenta y nueve das de gratis, deca una de esas rayaduras. Yo me sonrea al leerla, no era de burla,

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Son de diversas agrupaciones guerrilleras los presos que estn aqu detenidos, muchas veces son colocados en las celdas segn su afiliacin, pero tal cosa no es fcil de determinar porque ellos se niegan a revelarla. Ya las FALN se constituy como nica organizacin, ahora es el brazo armado del partido rojo, que por fin se dej de eclesiastizar y decidi tomar las armas, hay tambin otras organizaciones radicales que forman parte de esas fuerzas. Tal cosa ocurri el primero de enero del 63. Se agruparon en ella el Frente Jos Leonardo Chirinos con el Curraco, el Movimiento 2 de Junio con sus dos capitanes, ambos llegados de la terrible insurreccin militar del Puerto, la Unin Cvico-Militar con el Teniente Coronel que fue de la polica militar, el Comandante del Movimiento 4 de Mayo con otro Capitn y el Comando Nacional de la Guerrilla. Y en octubre de ese ao (octubre siempre ser rojo), son detenidos y encerrados en el Cuartel, los parlamentarios del partido rojo, hacen lo mismo con los del partido rojoynegro. Los jefes de la revolucin armada estn todos bajo confinamiento y en pocos das se ponen en huelga de hambre. Tambin, en pocos das, habr elecciones para presidente del pas del Cuartel, se va el jefe del partido blanco, el anticomunista feroz, ser sustituido por un jefe provinciano y sin escrpulos que estar a sus rdenes. Y cosa curiosa, en la mesa electoral que se instala en el Cuartel, este jefe provinciano qued igualado con el viejo intelectual que es candidato de la godarra. Parece evidente que tal cosa slo puede ocurrir en medio de un gran desconcierto, el mismo que les produjo la ausencia de apoyo masivo en las masas populares a su decisin de hacer la guerra. El nuevo presidente, para los que en el Cuartel dudaban, es fiel ejecutor de las instrucciones, lo mandan a disear un plan de conmutacin de penas por destierro, castigo propio de los reyes feudales europeos, pero, por si acaso, comienza a desaparecer detenidos que estn en los teatros de operaciones,

me hubiera gustado decirle a este preso impaciente: Y que puedo yo decirte sobre mis ciento setenta y cinco aos. Esas celdas de castigo permanecan siempre ocupadas, con razn o no para merecerlas, es as en todo el Cuartel, todos los espacios estn llenos, tanto, que a veces se hace necesario habilitar nuevas celdas en la enfermera y en cuartos desvencijados al lado de la Pajarera. Tambin hay, que es un blsamo para las heridas, un saln de visitas al cual van los presos con mucho afn, no todos, slo aquellos que ya estn purgando condena, los que an estn pendientes de decir cosas o recibir castigos por no decirlas, no van porque nadie los puede visitar. Alguna comisin que investiga denuncias llega de vez en cuando, cuando hay mucho ruido en la prensa. Los que llegan tienen que hacer un largo y tortuoso recorrido, es parte del protocolo de seguridad, vuelvo a recordarles lo de la prdida de orientacin, la desorientacin buscada es una creacin depravada. Es una de las armas a la que apela el que defiende, en maligna soledad, su poder sobre los dems, la utiliza para este edificio, y vean qu casualidad, es aplicada tambin en los edificios que tiene como razn el consumo, concepto que no slo est referido al gasto, sus otras acepciones lo relaciona con el desasosiego y la afliccin. Para entrar, o ms bien, para la salida, hay cuatro puntos de control: el control de la puerta del saln de visitas, la Censura, la Prevencin y el Retn de Entrada. Se montaron despus de la fuga de cuatro oficiales del batalln de infantera de marina alzados en el Carupanaz, ya no ser posible superar esos controles, a menos que tenga colaboracin de los propios oficiales, y ellos estn, por los momentos, del otro lado, los entrenaron para eso.

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prctica en la que este pas fue pionero en el continente. Los que se acogen al destierro son muy pocos, los revolucionarios prefieren jugrsela en el pas. En el edificio de la polica poltica, ese que llevaba un nombre tan fresco como Las Brisas, hay ciento cuarenta y siete nuevos detenidos que estn siendo torturados antes de enviarlos a su confinamiento definitivo en el Cuartel, los que llegan son los que aguantaron en silencio los golpes, los que se rajaron de miedo y dolor salen ya vestidos de polica y vacos de alma. Esta fue una de las peores situaciones a las que se someti a los militantes revolucionarios, la falta de disciplina y rigurosidad con la clandestinidad llev a muchas delaciones, y los que caan tenan que aguantar sin remedio una golpiza fsica y mental atroz, pues siempre manejaban informacin vital para los represores. Esas mismas causas facilitaron las infiltraciones, tanto que algunas organizaciones nuevas nacieron infiltradas. Las acciones de las unidades tcticas de combate en las ciudades y de los frentes guerrilleros en el campo, aumentaban, y tambin los detenidos. En prisin mantenan su espritu de rebelda, de crtica, y tambin de nostalgia: Vieron las fotos del secuestro del futbolista, de dnde sacaron a esos que aparecen all, parecen oficiales norteamericanos saliendo de sus casas en la maana, todos planchaditos y oliendo a yardley, Tienes que entender de lo que se trata, es una operacin de opinin pblica, se hizo a travs de la oficina de prensa de las FALN, que es nuevecita e inexperta, Pero la operacin la tiraron los miembros del partido rojo, no la brigada del partido rojoynegro que apareci en las fotos, Le hicimos el favor al patiqun que aparece comandando la operacin, se trataba de publicitarlo antes de hacerlo subir a las guerrillas para vender la imagen del guerrillero heroico y buen mozo. Tienen razn los presos, en verdad la foto parece tomada en los Universal Studios, el joven guerrillero aparece frente al aturdido jugador de ftbol luciendo un uniforme caqui impecablemente planchado, con filos y todo, con una inslita corbata negra enfundada dentro de la afilada camisa, en la elegante cartuchera de cuero negro que lleva colgada de la cadera, porta una pistola de utilera. De verdad que parece la representacin de un teniente de la marina norteamericana impecablemente peinado para la publicidad de Glostora, la que le har que su pelo permanezca inalterable an en circunstancias blicas. En el Cuartel la situacin est bien lejos de estas fantasas hollywodenses, los presos estn confinados, aislados, con sus cuerpos llenos de cicatrices, mal aseados y sin salir al sol. En algunas celdas de ventanas altas se las ingenian para sacar las manos y recibir algo de sus clidos rayos. Enfermarse es verdaderamente un suplicio, no hay atencin mdica, ni an murindose. Es julio de 1964, en una de las celdas del sector A, el comandante supremo de las FALN, Capitn de Navo Manuel Ponte Rodrguez (que ese era su nombre y as hay que nombrarlo), sufre con un intenso dolor que vena ya repitindose desde haca tres das, es un ataque al corazn, sus compaeros de celda llevan horas gritndole a la indiferencia, solicitan la presencia de un mdico que nunca lleg, a las tres y media de la tarde muere, sus manos estn tomadas por las manos del capitn Molina Villegas y del teniente coronel Moncada Vidal (que as tambin se llamaban). Hay muertos que no desaparecen, siguen entre nosotros, como dndonos consejos, hay otros que sin morir han desaparecido, y se colocan, oportunistamente, dentro de la aureola de aquellos inmortales muertos para que su resplandor los ilumine. Me estoy refiriendo, para que ustedes no se confundan, a otro tipo de inmortalidad, no la

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En febrero del 67 el tnel estuvo listo y se escaparon los tres jefes, los comandantes Quinto, Quintn y Santos. Sin pretender apropiarme de los mritos, en algo contribu para que este esfuerzo no fuera frustrado. Definitivamente estos hombres que ah estaban recluidos lograron, a pesar de mi helado espritu, ganarme para su causa. Se escaparon para asistir al octavo pleno del partido rojo, all se decidi la suspensin de la lucha armada, por lo menos en lo que al partido rojo tocaba, haba sido derrotado y su retorno a los mtodos democrticos lo llevaba directamente a la nica expresin que de ellos quedaba: las elecciones. Era lo nico con rasgos democrticos que haca la derecha porque era una democracia confiscada. El revuelo que produjo el escape fue tremendo, similar al que se origin en la izquierda con ese abandono de la lucha armada, llovieron los golpes y las maldiciones y las mentadas de

El abasto San Simn abre sus puertas en agosto (cuando se est preso contar los das y saber en qu mes se est es fundamental para no perderse en la oscuridad). Es un local situado en el edificio que se construy al lado de la antigua jabonera, la que fue volada por las bombas del octubre blanco. Los ordenanzas van all con frecuencia a cumplir los mandados de los oficiales. El sentimiento de los que, en este lado, saben quin es Simn, se une a los que del otro lado, trabajan con ahnco. Pasarn casi cuatro aos para que ese sentimiento pueda deslizarse por el tnel que en silencio sudoroso se est construyendo. Los que escaparn son jefes del partido rojo, y ser un gran triunfo ante los golpes que estn recibiendo los combatientes afuera y adentro, sobre todo adentro, que son muy duros. Muchos de los confinados estn decepcionados de las noticias que le llegan: T sabas que de los ochenta y un miembros del comit central slo siete estn en la guerrilla, Y qu quieres que yo haga, Coo, no sean tan crticos camaradas, aqu estn presos los que no estn en la guerrilla, Leyeron la carta de octubre, el comandante Andrs la mand al bur poltico del partido, habla de nacionalizar el marxismo leninismo, la escribi en la montaa, los jefes que estn en el A-1 comentaron que va a ser expulsado del partido por fraccionalista, Ya lo hicieron, Pancho y Caraquita fueron comisionados para presentar la propuesta, No fue por eso, lo que sucede es que los comandantes que estn en el A-1 elaboraron unos documentos que eran para el bur poltico y el Curraco sin haberlos discutidos, los difundi, para l era la demostracin de que se estaba entregando la guerra, T vas a ver que al bur poltico le va a resultar dolorosa esa expulsin, la brigada nmero dos de las FALN y el comit regional no los va a apoyar, se van a ir con el comandante Andrs, Yo s creo en eso del ejrcito emancipador que es como si continuara el del Libertador, Ni la insurreccin clsica de las ciudades ni la guerra prolongada, el camino es la insurreccin combinada, En qu consiste eso, Es la conjuncin de los factores polticos con los militares, una alianza que siempre fue considerada imposible por el partido rojo.

vengadora ciega sino la de la iluminada enseanza, a esa pertenecen los muertos inmortales, yo, por el contrario, soy un inmortal que vivo para una desgraciada tarea. Lo cierto es que en el Cuartel la muerte siempre est presta, luego de la antes referida, muere el General que siendo Ministro de la Defensa se le alz a los blancos, nunca estuvo con los rojos pero era otro de los confinados all.

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Los dos ltimos aos de la dcada del sesenta y el primero del setenta son definitivos para la liquidacin de las organizaciones de izquierda participantes en la terrible lucha que haba despertado mis dolorosas simpatas. Era previsible, luego del viraje tctico del Curraco (y cuarenta aos despus vi como virar para la derecha, que ms que viraje es una defeccin). Los frentes guerrilleros del partido rojoynegro se fragmentan y anarquizan, no hay una comandancia nacional que acte como jefatura militar, cada partido tiene su FALN, el rojo, el nuevo de la ruptura, y tambin el rojoynegro que se abre en tres grupos: el pacificado, el que ahora pasa a usar la bandera roja, y el marxista leninista que anuncia su oposicin a los dos primeros por re-

madre, (no en la izquierda sino en los mandos del Cuartel), se cambi a todos, se registr todo, se revolvi todo y cuando an no se haba calmado el ajetreo, el nuevo terremoto sacude la ciudad del Cuartel, con un saldo superior a los doscientos muertos. En el Cuartel se rajan los muros del lado sur y tambin del norte, cerca de donde estaba el pabelln A-2, ese mismo pabelln donde aos ms adelante se producir una nueva fuga mucho ms espectacular. All estaban recluidos un buen nmero de presos, con una organizacin envidiable, preparaban sus alimentos con lo que mandaban sus familiares y utilizando slo una parte de la comida que les daba el enemigo, tal cosa era fundamental para mantener la moral revolucionaria en alto. Aceptar pocas cosas del enemigo, nada de sonrisas, mucho menos que los tocaran en una requisa, de esas que con regularidad se efectuaban, lo acordado por los presos era golpear al custodia que hiciera tal cosa. Fueron muchos e implacables los castigos recibidos a cambio, pero termin funcionando el sacrificio, la guardia evitaba el contacto, No era para estar recibiendo coazos inesperados, se justificaban. La disciplinada organizacin interna la diriga Natalio, un comandante guerrillero de gran voluntad, frreo carcter y reconocido arrojo. Me haba fijado en l pues con sus ojos de grises tormentas y su hablar pausado, que era otra caracterstica de este personaje, era mi viva imagen. Pueden ser simples coincidencias, pero, les digo que este personaje era como un espritu que flotaba inclume a los tormentos, pero a diferencia de m, cumpliendo siempre una tarea liberadora: enfrentando a los patibularios carceleros y tratando de dar un vuelco al corazn de los encarcelados desahuciados que vagan intentando derribar con sus desdichas las ilusiones de los dems. La organizacin estricta de la que hablbamos inclua ejercicios fsicos permanentes en el pequeo patio que haba anexo al pabelln, y como si fuera poco, lecturas y discusiones polticas e ideolgicas en las noches. El propsito de fuga era permanentemente evaluado y se preparaban para ello, pequeos instrumentos para excavar, para percutir, para cortar, iban escondindose en lugares inverosmiles. Y esa estricta y disciplinada organizacin funcion en el terremoto y durante el caos posterior que se gener. Los presos no corrieron para salvar sus vidas, corrieron por la pasarela hasta llegar a las paredes externas que estn sobre los pabellones B-2 y B-3 buscado en ellas las fracturas ms profundas, arremetieron entonces con furia demoledora. Fue vano el esfuerzo. Las tropas de la custodia haban salido en orden y rodeaban el Cuartel con un cinturn de acero, nadie escapa. Los daos sufridos y el gesto irreductible de los presos, llevan a las autoridades militares a solicitar el traslado de todo ese grupo al campo de concentracin de la Isla del Burro, esa que flota en el lago de los tacariguas, se llevan a Natalio.

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formista uno y foquista el otro, que naci infiltrado, pudiera ser que, por nacer infiltrado, se hizo foquista. En todo caso, como lo torcido de nacimiento no se endereza, esa bandera roja foquista, pas con el tiempo a ser izada por bandoleros y finalmente por mercenarios, hoy, los que, como yo, les hemos seguido la pista, podrn verlos como guardia de corps empresarial. Los que quedan varados de movimiento alguno y se pacifican consiguen una muy buena excusa: el rgano oficial de la cultura les paga su incorporacin a la vida ciudadana, la gestin cultural oficial de la llamada cuarta repblica, fue el mejor borrador de memorias, tanto que a esas alturas muchos ya no reconocan la diferencia entre izquierdas y derechas. Por el lado del partido rojo la crisis no es menor, se va desarrollando a lo largo de ms de seis plenos nacionales, hasta que se divide. De esa divisin surge lo que algunos ilusionistas llamaron la esperanza socialista, representada por un nuevo partido que opta por llevar la izquierda a posiciones ms liberales, la ambigedad es su divisa y la izquierda italiana su referencia (el color naranja es un eufemismo del rojo), La historia de este nuevo partido estar signada por los saltos laterales, hasta que irremediablemente salt la barrera que separa una va de la contraria, la esperanza socialista concluy en como vaya viniendo, vamos viendo. De la divisin qued un residuo con la lucidez necesaria para mantener los pies en la tierra y el corazn en la revolucin. Ellos, muy pocos, tratan de alumbrar con tenue luz el camino que est por delante, esa actitud franca y sencilla los diferencia de toda la constelacin de planetas sin luz o estrellas apagadas que copan el escenario de la izquierda, portan una R rebatida. Su jefe, con lcida claridad comenta a los pocos que quieren orlo: No hay que soplar las brasas que quedaron del incendio, sino reunir la lea para el incendio que viene. Ya haba ocurrido, en la universidad, la renovacin estudiantil. All estn los nuevos radicales no militantes, indisciplinados y creadores, la crisis ocurrida en las organizaciones polticas de izquierda en Pars, ocurre igual aqu, en el pas del Cuartel y facilita el accionar espontneo y el cuestionamiento a todo, los partidos de izquierda son llevados en los cachos del movimiento. Dentro del Cuartel comienzan las reagrupaciones, y las discusiones: Reconstruir el partido ha resultado ser un proceso dialctico de destruccin y construccin, y no poda ser de otra manera, Yo creo ms bien que esa reconstruccin es parte de una desviacin de derecha, Lo que pasa es que t sigues siendo foquista, Y t eres un reformista, El muchacho de Reventn no es ni lo uno ni lo otro, es renovador, Por lo menos para algo sirvi que lo metieran en el mismo calabozo de los perrevistas, su hermano est en la aviacin y est conformando all una clula militar del partido, Eso si llega a funcionar ser para los prximos veinte aos, es la lea que menciona Toms, ahora estamos jodidos, Qu es eso del animus injuriandi u ofendendi que le estn aplicando al muchacho, Fue algo de mentarle la madre al Ministro de la Defensa, Si estuviera afuera en vez de hacer la revolucin hara el amor, Sigues en eso pendejo, aqu encerrado lo nico que puedes hacerte es la paja, Cunto dara por estar libre, no solo para hacer el amor, ira a ver Profundo, me dijeron que no huele pero se siente, Yo preferira ver Tu pas est feliz aunque me de arrechera ese nombre, Yo no creo que esa poltica frentista de los comits de unidad popular vaya a tener el apoyo de los naranjas, ya lanzaron su propio candidato, Ustedes siguen soando pendejadas y aqu nos estamos pudriendo, con el indulto de diciembre slo salieron cinco y hay cincuenta y dos presos, Y eso porque hicimos tres huelgas de hambre en menos de un ao, de no ser as no hubiera salido nadie, Tengo

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Los aos siguen pasando sin misericordia para los que estamos en esta situacin de vida suspendida. An el Cuartel mantiene numerosos presos. Comienzan obras importantes en los alrededores de l. Se lleva adelante la renovacin urbana del norte de la ciudad, siempre deteriorado y jams desarrollado, se construyen grandes edificios pblicos y se ampla la calle del lado norte, por donde cruz el tnel de la primera fuga. Un gran estacionamiento hace desaparecer las calles del lado oriental, por donde sali la segunda fuga. Se transforma, suponen los arquitectos, los oscuros y peligrosos barrios para darle al sector la imagen unitaria de ciudad que nunca tuvo, y que se sigue resistiendo a tener. Sin embargo, los arquitectos no se acercan al Cuartel, no es objeto de sus cuidados poticos, all se cuenta otra vida que los arquitectos no conocen ni les interesa conocer. Sus carceleros, alejados igualmente de la poesa, se aprovechan de estas obras, y de sus excavaciones, para vaciar un grueso muro de contencin de presos en el subsuelo. Se acabarn los jodidos tneles, igual se haba vaciado una gran losa de concreto armado en el patio norte que ningn empecinamiento de presidiarios irreductibles podra perforar. Pasado el tiempo de la guerrilla aparece otro tipo de presos y otra manera de fugarse que antes resultaba imposible, por la mismsima puerta. Son aquellos que volaron el avin cubano que iba lleno de la juventud de patria o muerte, sus asesinos son agentes de la CIA que trabajan en el gobierno, y por eso logran, en septiembre de 1982, salir uniforma-

el estmago perforado de tanto vaco, Ya denunciamos eso, Y lo de la requisa que nos hicieron con la gente del SIFA, Eso fue una provocacin, no lo aceptaremos ms, Habr una coaza general si intentan volver a entrar, Oigan supieron lo del segundo comandante del Cuartel, No, qu hizo ahora, Se suicid, se peg un tiro en la cabeza, Natalio lo conoci en la escuela militar, cuando fue cadete, no era un mal hombre me dijo, una vez l mismo le coment que no aguantaba las cosas que aqu pasaban, debe haberse suicidado por remordimiento, Creo que es de Benedeti un haiku que dice el suicidio no exculpa al torturador pero ayuda, No estoy de acuerdo con la manera como se piensa perforar esa pared para bajar por dentro de ella, eso es una locura, y adems, por qu la pared de este lado y no la de afuera que est ms cerca de la calle, Benedeti es tupamaro, Que se yo, camaradas, esa es la pared, Natalio la estudi bien y as se decidi, ya est trazada la ruta, esa es la pared que no van a revisar, as disminuiremos las posibilidades de que puedan conseguir el tnel, ni ven su entrada ni escuchan su oquedad en el suelo, Al bajar dentro de la pared, te vas a encontrar con las fundaciones y eso si va hacer difcil ahuecarlas, Las fundaciones de estas paredes son de piedras colocadas unas al lado de otra y encima de otras, este es un edificio colonial, las podemos ir desplazando a nichos que haremos en el interior del tnel. Y el tnel inslito se hizo y ningn reguero de tierra qued visible. Se requiere de ciertos atributos lograr esto. Veintitrs escaparon deslizndose por l hasta llegar a la casa de un msico que tocaba saxofn, los ltimos en salir lo hicieron bajo fuego pues en ese momento se detect el escape, cinco fusileros, camaradas de los fugados, cubrieron su exitosa retirada, un hombre que parece de hielo, de blancos cabellos y mirada tormentosa dirige desde afuera la fuga, va montando a los evadidos en los diferente vehculos que esperan y es el ltimo en subirse a ellos en medio de un cerrado tiroteo, su rostro curtido no muestra ansiedad alguna, slo una apacible sonrisa.

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dos de oficiales y tomar el vehculo del teniente que supuestamente los acompaaba como rehn. Aos antes, uno de los comandantes del partido rojoynegro intento salir por ese portn vestido de sacerdote, no lo logr como si lo hicieron estos de la voladura del avin. La derecha cuando est presa de ella misma ni siquiera simula el esfuerzo para fugarse, ni para ocultarse de la inspeccin pblica. El infame terrorista que dirigi estas acciones est an protegido en su guarida de Miami, realmente esto ltimo es redundante, todo Miami es una guarida. Debera reconocer, y as lo hago, que por esos tiempos, por mi aburrimiento de lo que parece ser una misin imposible, y por la frustracin de mis novatas inclinaciones izquierdistas, me haba desentendido de nuevo, de lo que en el Cuartel pasaba, de no ser por esta falta de cumplimiento a mis responsabilidades la saga de estos terroristas deba haber concluido. Vendr luego el ao 89 con su levantamiento popular, inesperado y sin direccin, como es propio de toda obstinacin, es el hambre lo que lo impulsa, asalta los automercados y carga con todo lo que puede, comible o no. Algunos camaradas de los presos que an yacen en el Cuartel, cuando perciben la magnitud del levantamiento, aprovechan la situacin para intentar tomarlo desde afuera, son dispersados a tiros por los guardias. En el pretensioso boulevard que ahora pasa por su frente quedan dos hombres tendidos, el camin que horas despus recoge los cuerpos va directo a un lugar cuyo nombre evoca el horror, es La Peste, donde son enterrados con slo un nmero como lpida. Son centenares los abaleados, algunos dicen que miles, en todo caso fueron tantos que al recio poltico que acta como jefe de la polica blanca, se desvanece frente a las cmaras de televisin. Ese desvanecimiento hizo reaccionar a toda la sociedad civil que sali angustiada a apoyar al partido blanco. La burguesa grande y pequea con todos sus medios de comunicacin encadenados y los soldados disparando a mansalva, liquidaron de nuevo la insurreccin. Pero su espritu sigui vivo, como los hombres de cabellos y ojos grises, que ahora somos dos, cada uno en su propio mundo. En poco tiempo, nuevos enfrentamientos sacuden el pas del petrleo, son jvenes militares que han hecho un juramento, son los de la insurreccin combinada (esa teora fue el nico acierto del Curraco). Los ahora insurrectos, como son soldados actan con la firmeza que se ensea en los cuarteles, y logran sus objetivos inmediatos pero se quedan esperando a los civiles que no llegaron, hasta la R al revs, la de Alonso, se haba ablandado. Es una verdad incontrovertible que sin apoyo popular no hay insurreccin victoriosa y como no se trataba de un enfrentamiento entre facciones militares con ambiciones de poder, el tenientecoronel que comanda la accin pone fin a los combates y se entrega asumiendo pblicamente su responsabilidad, pero apostando al futuro. El Cuartel que ya no daba para ms, se llena con los nuevos presos, los del por ahora, que es una premonicin inmortal. El tenientecoronel es encerrado en el segundo piso, pero eso no lo parar, con la firmeza que parece faltarme a m, lanza, aos despus, la propuesta de convocar a una constituyente, que es convocar los poderes del pueblo, triunfar electoralmente y para sorpresa de los ms prevenidos contra desencantos, y tambin de aquellos guardianes de los modos y costumbres de la burguesa, no slo liquid el poder constituido desde los tiempos del general ua en el rabo, sino que enarbol, primero las banderas antiimperialistas, luego las socialistas y finalmente las marxistas. Junto con estos tiempos de revolucin, parece llegar el fin del Cuartel. Estaba demasiado deteriorado. Derrotada la lucha armada las obras all dejaron de

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tener prioridad, como ocurri tantas veces en el pasado. Los presos van siendo trasladados a otros recintos carcelarios, poco a poco se va vaciando y hasta un incendio desat obligando a agilizar el desalojo. Los ltimos presos salen en el 94 y con ellos los militares que los custodian, el Cuartel dej de ser crcel pero no para ser olvido: se anuncia su toma por la cultura. No me fue fcil pero ms tarde comprend que ese destino era como si la infame edificacin de oscuras historias desapareciera. El nombre de San Carlos Libre sera un desmanchador de horrores. Ms que el nombre, que es un buen nombre, la tarea que ahora se le asigna es tan hermosa que acabar con un lugar que ha sido espanto. Ser tambin la mejor manera de concluir con mis obligaciones, claro, diferente a lo previsto por el dios de los ejrcitos, que en estas cosas no cree en cuentos. Aunque, como los caminos de dios son insondables, tal vez pudiera suceder, a pesar de mi falta de fe, que l ya est pensando en liberarme de las obligaciones impuestas. Debo explicar, concluyendo con esta segunda parte del cuento, que mi falta de fe se debe a que ella es una creencia de los mortales pues se sustenta en testimonios ajenos, y a los inmortales nada nos es ajeno, eso lo debe entender el seor. Lo que s nos est negado a los inmortales es el conocimiento del futuro, de ah que tengamos derecho a la ilusin. Ese sentimiento, que nos igualaba con la gente comn, fue despedazado por la nueva realidad que se avecina que no mantiene los rasgos terribles del pasado, pero s una profunda estupidez.

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PARTE

La cultura tambin sufre la desventura

Transmutar en refugio del esplendor lo que haba sido durante dos siglos penumbra y opacidad (y tambin orfandad y desventura y anatema y resistencia) pareca en s mismo un acto de naturaleza onrica en un mundo que no privilegia precisamente los dones de la razn Gustavo Pereira

Ya les he dicho que por estos tiempos que discurren he vivido con la ilusin de que, tal vez, dios estaba pensando liberarme de las obligaciones impuestas, si es que, en definitiva, fue l el que me las impuso. En estos pocos aos que faltan para concluir este cuento pasaron cosas que, sin ser trascendentes, y ni siquiera expectantes, casi lograron cambiar la razn de mi vida inmortal. Sin abandonar el Cuartel, pues en l estoy acogido, me haba comprometido en otros esfuerzos, ms apasionantes que las aflicciones que aqu han tenido cobijo. Estas nuevas pasiones, que son bienintencionadas pasiones, nacen de los mpetus de la revolucin. Por ellos fue que, ilusamente, pens olvidar mi tarea inmortal. Para ese entonces dios me tena sin cuidado, eran demasiado los aos cumpliendo su horrible mandato, ahora se me presentaban mejores razones para permanecer aqu. Y voy a dedicar este ltimo espacio del cuento a una etapa tan corta y aparentemente insustancial de la historia de este edificio, porque en este corto tiempo, los domsticos y muchas veces necios sucesos que ocurrieron, son una muestra de los factores que hacen que esa revolucin de la que hablo, con su pasin y vehemencia, corra el riego de quedarse en el camino hecha jirones por rencillas fatuas, incapacidades festejadas y afanes protagnicos por los quince segundos de televisin que otorga los reconocimientos de aquel tenientecoronel del por ahora, convertido, por el fervor popular, en Comandante-Presidente. La teatralidad poltica oculta oportunismos y deslealtades tras las boinas rojas, y tambin la actuacin de facciosos embozados.

Comencemos entonces esta tercera parte del cuento. Ahora la ciudad es una locura, ocup todo el valle, subi las colinas que la limitaban por el sur, desbordndolas sin control en todas direcciones, como un alud de hierro y cemento, y de pobreza desmedida. Los problemas de los ciudadanos para vivir en esta ciudad eran de pesadumbre. Los grandes propietarios que siempre la poseyeron o los pequeos propietarios que, ilusionados, lograron asentarse dentro de los lmites de su urbanismo formal, estaban atribulados por el avance de la oscura gente pobre que, luego de haberse mantenido silenciosa en los cerros, ahora bajaban al valle a reclamar su derecho de ocupacin. La complejidad poltica de los ltimos aos haba agravado la

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administracin, ya poco cohesionada, de la ciudad, dividindola en retazos. Siete gobiernitos municipales intentan ahora, cada uno por su lado, administrar su parte del caos, avivado por los fuertes vientos de cambio. Y a pesar de tareas tan colosales, podamos ver como, aquellos con coincidencias revolucionarias, se sacaban las sillas o perdan su tiempo en majaderas peleas en cualquier sitio donde la revolucin se expresaba. Como yo no abandono el Cuartel puedo ver ahora a uno de estos jefes municipales, molesto porque alguien, que no est bajo su control, estuviera trabajando con la pretensin de poner en valor cultural el Cuartel maldito sin considerar otras opciones que l juzgaba ms importantes. Estoy hablando de ese que una vez fue Alcalde Mayor. Est dando un discurso a un grupo de ciudadanos al lado del protagnico edificio. Era un personaje de cara simptica y cuerpo voluminoso, aunque no por esto le daban ese ttulo. Se estaba dirigiendo a una concentracin de ciudadanos que compensaba con intensidad su escasez en nmero. La reunin ocurra en el exterior de los muros del viejo recinto, que ahora es sitio despejado, no hay guardias armados ni vehculos blindados que lo cerquen. Se celebra el aniversario de algunas de las muchas luchas all ocurridas. Los longevos muros frente a ellos lucan otra vez abandonados, como la de aquella imagen que les cont en 1788, cuando lo veamos desde la Puerta de la Ciudad: desnudados de frisos, mostrando su interior de ladrillos cuya textura estratificada otorga dignidad al olvido y vanos vaciados de sus cerramientos originales que no disimulan la desidia y el saqueo. Haca ya tiempo que dej de ser crcel poltica, salieron de all los ltimos presos, los del por ahora, y con ellos tambin se fueron sus carceleros, que eran como presos pero con llaves herrumbrosas y almas oscuras. Luego, el vaciamiento del abandono, el del ya veremos, mientras los funcionarios de la cultura se afanaban por tomar su control. Y como en un pas en emergencia la cultura puede esperar, el vaco fue llenado provisionalmente con los damnificados dejados por las lluvias que, a pesar de su recurrencia, siempre deja vctimas. Si hay edificios con vocacin para albergar tragedias y miserias, este es uno de ellos. Ser la peor de las razones para llenar sus espacios. Los histricos escenarios no lograron dignificar las penurias de los sin techos, ni an con los brochazos de pintura blanca ordenados por este Alcalde del que hablo, con la ingenua pretensin de dar lozana. Tal ingenuidad no pudo distinguir entre superficies impregnadas con humedad y mugre, de aquellas otras donde el grafito paciente de los recluidos dibuj puertas de libertad. Luego, tambin se fueron los damnificados, nunca supe si a un hogar o a algo que lo pareciera. La palabra del Alcalde era spera e hiriente, contrastaba con su imagen bonachona. Si hubiera comprendido alguna vez estos contrastes no le hubiera ido tan mal. Porque la verdad sea dicha, le fue mal en ese oficio. Ms bien le fue mal a la ciudad que es la que necesita de buenos alcaldes, ms an cuando se vivan tiempos de revolucin. Su discurso agreda con la gratuidad de resentimientos no fundamentados. Son los resentimientos que buscan culpabilidad en los dems. Hay gente que siempre supone que son los otros los responsables de todo lo malo que le ocurra, sin entender aquello de las grietas producidas por las fragilidades propias. Aqu el regidor voluminoso, en su molestia porque no pudo realizar el evento dentro del maltrecho recinto, como se corresponda con la dignidad de toda conmemoracin, obligndolo a realizarlo en el desabrigo del descampado, consigui un culpable, pu-

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diera haber sido cualquier otro ya que sus grietas son amplias, as como las de sus camorreros seguidores. No tuvo que esforzarse mucho, el culpable de la contrariedad no era otro que el Restaurador Jefe del Cuartel, oficio que, sin ningn nexo de dependencia con el Jefe Municipal, lo converta en su responsable, protector de sus bienes, reparador de mala vida y narrador de su historia oficial (que es diferente a la ma), y que, para mayor contratiempo, tena fama de obstinado. Sin esperar mucho por razones y discreciones, convertido l en cobrador de antiguos desatinos (los comentados en aquella fonda del camino que va al litoral, repetidos luego por la comisin de expertos, designada por el General Antiimperialista, y los de ahora levantados por los agavillados), lo declar persona no grata. Curiosa condena si tomamos en cuenta las escasas amabilidades de quien la hace. Y ms curiosa an cuando se constata que tal declaracin no obedece al abandono en que se encuentra el edificio, como bien pudiera inferirse. Se trataba, por el contrario, de cobrarle a ese funcionario de la restauracin, el que estuviera restaurndolo. Los agavillados eran aquellos primeros ocupantes a juro del Cuartel convertido en crcel, que pasaron de la ilusin de la insurreccin popular al desconcierto de su lucha solitaria. La cosa comenz cuando este funcionario restaurador les dijo, a quienes acudieron a anunciarle su propsito de hacer un acto en ese recinto: Miren camaradas, este edificio ha tenido una historia trgica, esa lamentable historia concluy con los damnificados de las lluvias, ahora, por fin el Cuartel ser un espacio para la alegra y la creacin, ha pasado a manos de la cultura, su mejor destino, y ya hemos iniciado las obras para lograrlo, no nos pidan que las detengamos para conmemorar adversidades, las ha habido en demasa, no sigamos retrasando la entrada de la luz a estos espacios que como exorcismo lo requiere, las obras tienen que continuar, hagan el evento afuera. Cmo me gust ese sermn del severo Restaurador Jefe frente a los inoportunos visitantes, Usted no entiende, no vinimos aqu a pedirle permiso para hacer un acto poltico sino a notificarle que lo vamos a hacer, dijeron altaneros los solicitantes trastocados de repente en amenazantes. Innecesario el gesto a menos que se tratara de una provocacin, y el Restaurador Jefe, que parece no aguantar mucho las pulgas, cay en ella, Siendo as las cosas hagan lo que amenazan pero vayan saliendo de mi despacho, no son ustedes portadores de un mandato popular, nunca lo han sido, ni estn ungidos de alguna divinidad, les dijo sealndoles la puerta, Ya ver las consecuencias de esto, no vamos a permitir que contine haciendo lo que est haciendo, usted destruye la memoria de la crcel, y lo vamos a detener, La memoria de ustedes es como la mentira, tiene patas cortas, la historia del Cuartel es ms larga y desgraciada que sus penalidades carcelarias, Esas penalidades de la que usted habla fueron trascendentales en la historia poltica de la Repblica, La trascendencia de los hechos histricos no la establecen sus actores, ni la valoracin que hagan de esos hechos puede aminorar el peso de los dems, el Cuartel tiene ms de doscientos aos y cosas han pasado en l. Argumento sensato si se le presta odos, pero ese no era el caso. No midi el funcionario que los que discutan con l eran parte de aquel cuerpo herido que yaci en este Cuartel cuando fue convertido en solitaria prisin poltica y que, afectados por un sndrome de apego a lo doloroso (de Estocolmo, es que lo llaman), haban quedado irremediablemente prendados del lacerado pasado y por lo mismo, ausentes de un presente que, sin duda, traz nuevos caminos de revolucin, ahora s exitosos, que enamor inclusive a espritus como el mo, curtido por dramas bicentenarios. Conse-

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guan, eso s, como sucede con todo combatiente herido, solidaridades automticas entre los de su misma causa, y vaya que las conseguan, entre ellos la del Alcalde Mayor, quien tena como jefe de seguridad a uno de esos antiguos presos. Los lacerados venan construyendo con la paciencia que se le desarrolla a los confinados y con el patolgico deseo de no olvidar ms nunca su triste historia de fracasos, una asociacin llamada Del Navo Anclado en el Pasado, que lejos de ser un nombre de combate es una palmada de recuerdo en la frente. Esa asociacin de la nostalgia patolgica se propona, segn le en sus documentos, tomar el edificio para proteger la memoria de la crcel como hito fundamental de la revolucin. Como si la revolucin ahora triunfante hubiera nacido all. Les cuento que me provocaba meterme en el asunto, como tantas veces lo he hecho con los sucesos del Cuartel. Lo segua considerando bajo mi proteccin a pesar de que haba abandonado las perversas tareas que me encomendara el seor. Me molestaba sobremanera ese deseo de mantener vivo el pasado carcelario as como continuar la actitud de irreductibles, que en la crcel era vital, y que ahora pareciera un desatino, a menos que lo que estaba en el tapete de esa asociacin fuera cobrarse, con la apropiacin forzada, las penas inflingidas convirtiendo el edificio en escenario para la puesta en escena de su propia teatralidad, y tambin, gracias al control de la taquilla, en un efectivo medio de vida, propsito que, como vern ms adelante, no result del todo desacertado. Hay pases donde los museos de terror son muy rentables, el contar historias es un negocio y en razn de eso ella es construida, lo que pretenden no es mantener el registro del pasado sino presentar, por unas monedas, las peripecias de personajes marchitos en una escenografa de cartn. Aunque este no es exactamente ese caso, se trata ms bien de una patologa que no les permite ver, a los que la sufren, que el pasado es ms amplio que sus propias vivencias, no pueden entender, amargados por esos recuerdos, que lo visceral nubla la observacin y desdibuja la realidad, todo ello inconveniente para hacer poltica, igualmente para hacer restauracin a pesar de ser cosa ms sencilla. Ambas cosas, la poltica y la restauracin, tienen en comn el tomar mediciones y utilizar el nivel para corregir torcimientos lo cual no siempre es fcil de lograr y menos cuando ni siquiera se logra entender que el torcido puede ser uno.

Pero volvamos al acto del descampado estacionamiento: El Restaurador Jefe es un burcrata mezquino, acus el Alcalde al ausente funcionario, y todos hicieron coro, Abajo el burcrata. Lo imaginan complacido por obligarlos a realizar su conmemoracin en ese annimo lugar y no en el patio del Cuartel (aunque por sus aspiraciones, podan haberla hecho muy bien en una de aquellas celdas de las que ya les habl). Suponen en sus desvaros que el funcionario llen el recinto de escombros para impedirles la reunin: Restaurador pequeo burgus, ests demoliendo las huellas del horror que sufrimos, Si no eres agente de la CIA seguro que s de la ilustracin francesa. Difcil imaginar, inclusive para m, que con esos gritos, los antiguos y fracasados combatientes se estaban jurando para una nueva y larga batalla, ahora s exitosa. Cmo suponer que se configuraba una nueva lucha, irregular para seguir la tradicin, pero ahora contra la administracin patrimonialista. Y por ms que fuera cierto que estaban bien dotados para el combate militar (por lo menos de eso se jactan, y tambin de la aureola de irreductibles que se le reconoce en los espacios ofi-

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Con el transcurso del tiempo, luego de estos escarceos iniciales, los ataques recrudeceran precipitando los acontecimientos, los ex-presos pasan a la accin y realizan una toma armada del Cuartel con la intencin de parar las obras, o asumirlas directamente, no se sabe de sus designios, ni siquiera yo que, como ya les dije, no puedo adivinar el futuro. Lo hacen el da que se celebra en Cuba la toma del Cuartel Moncada tratando de hacer suya la fecha de aquella valiente y cruenta batalla. El apoyo armado lo puso el cuerpo de seguridad del Alcalde Mayor, su caballera motorizada logr reducir a los cooperativistas de Vuelvan Caras que estaban armados con palustres y cucharas. Al final de la singular batalla, se iz, en un curioso revival, el es-

ciales) este nuevo combate era en un terreno diferente y difuso pues entraban en el respingado e italiano oficio dil ristauro, donde las habilidades de ellos, es justo decirlo, no son muy tiles, ni sus conocimientos histricos muy profundos. Para luchar en estos escenarios, se requiere algo ms que suponer que slo los vieneses saben de patrimonio, como declar por esos das el jefe de tan curiosa asociacin paramilitar, yo mismo lo o, lanzando denuestos contra los tcnicos nativos pero hacindole reverencias al guila imperial europea. Trataron, por eso, de buscar apoyo entre los que tienen experiencias en estos menesteres, inclusive fuera del pas, y aparecieron algunas arquitectas al servicio del Alcalde bonachn que con el oportunismo sobrepuesto a la timidez, ofrecieron sus servicios. Consiguieron adems a una gringa, ocupante de un puesto estelar entre los amigos de la revolucin, que ms que experta en restauracin lo era en lograr amplio acceso a los medios de comunicacin oficiales, y le pidieron a la gringa dar la clarinada: En el Cuartel no se est restaurando, dijo entonces con aire de mucha propiedad, se est destruyendo la memoria. Ella slo haba odo el cuento que le contaron y escribi lo que se le pidi que contara (tal como lo hacen los periodistas por estos tiempos, con ms profundidad de bolsillo que rigor), denunciando como una especie de Alzahimer constructivo, auspiciado por una agencia gubernamental, haba convertido el Cuartel en su presa. Y para darle contundencia a tan temeraria afirmacin elabor una larga lista de estropicios cometidos all. Es necesario que les diga, porque conozco el cuento, y s lo que hace la gente cuando supone que no la estn viendo, que lo que dijo lo hizo sin saber lo que en el Cuartel suceda, pues eso no le era importante, s ser la portadora de preocupaciones y angustias en la revolucin, que era una tarea que le daba protagonismo y algo ms. Y surti efecto. Las solidaridades hacia los camaradas con pasado guerrillero son instantneas y sin precauciones. Se otorgan con exceso en tiempos de revolucin, como si fueran un salvoconducto para cualquiera que tom un arma en los aos subversivos, como si el circunstancial accionar revolucionario de algn momento vacunara para oportunidades futuras inmunizando contra desviaciones de nuevo tipo. Y al contar cosas como estas me acuerdo de un brillante camarada, que aqu estuvo preso luego de comandar un destacamento guerrillero que oper en Oriente con el nombre de Manuel Ponte Rodrguez (y este si era un nombre de combate). Siempre alert este camarada sobre la habladera de pendejadas, lo recuerdo perfectamente: Dejen que lo que somos y proponemos se deduzca de nuestros actos diarios, deca Toms ante la tendencia a las declaraciones principistas y a los mritos vitalicios. Pero eran otros tiempos y no hay nada en comn entre aquel frente guerrillero y la asociacin Del Navo Anclado en el Pasado, que es de quien estoy hablando.

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tandarte de las FALN. La bandera de una organizacin alzada en armas en la dcada del 60 contra la dictadura de los partidos es izada ahora por agentes de seguridad al servicio de un jefe municipal de la revolucin (vayan ustedes a saber las vueltas que da la vida), y lo hicieron como si se tratara de la conquista de una cabeza de playa en territorio enemigo: Eso de tomar territorios que estn dentro de la revolucin, con el argumento de liberarlos de supuestos burcratas, siempre huele mal, coment uno de los curiosos que, ante el alboroto, se acerc al portn del Cuartel, cumpla labores de vigilancia en el estacionamiento del Panten, Y hacerlo con agentes de seguridad es mucho peor, dijo. Era un viejo de pelo blanco y ojos claritos como aquel Natalio que estuvo preso en el Cuartel, como yo mismo, y sigui hablando con suave voz, como si en vez de portero de estacionamiento fuera observador de animales en la costa patagnica, haba una lgica natural en su discurso: No hay playa que huela peor que la de las morsas, es tan difcil de soportar como lo es su comportamiento, esos animales, aunque ferozmente armados, se someten, luego de cortos escarceos, a la voluntad del macho ms grande, hasta que aparece otro ms fuerte. Los cuerpos de seguridad de la tradicin represiva se parecen mucho a las morsas, en ellos se impone la fuerza del macho de turno, para ello estn condicionados, por eso hay que tenerles cuidado, ms an en tiempos de revolucin, si lo sabr yo. No dijo el viejito naturalista por qu saba l de esas cosas, y continu: S que entre los hombres de seguridad del Alcalde hay uno, el Keco lo llaman, que vive dentro de la violencia, pasa de la represin a la delincuencia con la mayor facilidad, en su barrio saben de sus andanzas como inspector policial y con el narcotrfico y el sicariato. Lo cierto es que este evento de morsas, como lo llam el viejito naturalista de pelo blanco, pas como pasan las historias domsticas, nadie se enter, a nadie le produjo conmocin. Ningn parecido con aquel espectacular asalto al buque Anzotegui o el secuestro de la saeta rubia, cuya produccin, con intenciones de espectculos, fue concebida, en esos lejanos aos, por la audacia de algn joaqun riviera del izquierdismo y ejecutada por algunos de estos que ahora montan este sainete. Aquello caus, en su momento, el efecto buscado, el nostlgico flamear de esa bandera, ahora, en la torreta sureste del cuartel, slo produjo interrogaciones. Los cooperativistas que trabajaban en las obras de restauracin que all se realizaban se preguntaban unos a otros quin era esa gente y qu significaba su bandera: Son restauradores italianos, creo que del Vaticano, Cmo lo sabes, Esa no es la bandera del Vaticano, No s, por el amarillo y el blanco tal vez, tampoco s lo qu significan esas letras, Cmo sabes que son restauradores, Dicen que vienen a evitar que se sigua destruyendo la crcel, Esas letras deben ser el nombre de su cooperativa, debe ser una cooperativa de segundo grado pues tienen hasta vigilantes armados, No son italianos, por ms que el jefe de ellos se vista de negro, Tampoco parecen ser de Vuelvan Caras, yo no los he visto nunca en el cuartel de la reserva, Pregntales de donde vienen. Pero no hubo explicaciones, a todos esos obreros se les oblig a desalojar los espacios del Cuartel. Unos nuevos restauradores se encargaran de l por la va de la toma violenta. A partir de ese momento el edificio, segn rezaba una pancarta de tela, que colocaron en sus muros, quedaba liberado y pasaba a manos del poder popular que era como otra revolucin, una de las tantas que, en doscientos aos, tomaron el Cuartel. Aunque en verdad tendra que decir, siendo un buen contador de cuentos, que ninguna de las anteriores tuvo la originalidad de plantear en sus objetivos de toma asuntos vinculados con

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La perplejidad fue la del Restaurador Jefe, a quien declararon persona no grata, recibi una citacin de la oficina del Contralor Jefe, que es quien controla a los funcionarios de todo rango. Estaba investigando, segn se deca en un papel oficial lleno de sellos, el manejo de los fondos invertidos en las obras de restauracin del Cuartel, y en esos menesteres se haban encontrado con un expediente abierto en tiempos de la guerra federal. Haba llegado el momento, deca el documento de los sellos, de poner coto a las trapaceras de los restauradores jefes que, en diversas gestiones administrativas, han pasado por ese Cuartel. Eso deca, aunque en realidad resultaba evidente que comenzaban a encadenarse las solidaridades que unen a los que sufrieron castigos en ese edificio. Ese Contralor Jefe que firmaba el oficio no requera de muchos esfuerzo para plegarse a ellas, lo recuerdo claramente por su gangosa voz, l haba sido uno de los que aqu estuvo prisionero, y cierto que ahora era suya la tarea de investigar acerca del manejo de los bienes pblicos. Claro est que en esas cosas hay que actuar con equilibrio, para no extralimitarse en las actuaciones, ya que investigar si los que deben restaurar lo hicieron adecuadamente, es, para decir lo menos, algo ms delicado que solicitarles a los que ocuparon de manera ilegal un edificio pblico, que se retiren de l. Y digo esto pues ocurri que ms all de unos sealamientos a la no observancia de no s que norma burocrtica, la investigacin se meti por los caminos embrollados de la restauracin y en esos caminos la luz con la que el Contralor Jefe ilumina sus tareas de control fiscal no es, ni mucho menos, ms difana que la que utiliz el Restaurador Jefe para iluminar sus afanes. En todo caso, y ms all de las especulaciones sobre la intencionalidad de ese funcionario Contralor, lo real fue que empeado en determinar, sin provisiones de oficio o ley, hasta qu punto se cumplieron los preceptos restaurativos contenidos en los clsicos italianos o en el restauro crtico, lleg a la conclusin (no poda ser de otra manera cuando la intencin es antojo) que no hubo tal restauracin sino, por el contrario, destruccin del carcter histrico y originario que tena el edificio: El Restaurador Jefe no restaur lo importante del Cuartel, que era la crcel, se hundi en disquisiciones arqueolgicas, se distrajo en descubrir pavimentos del siglo dieciocho y en reponer frisos de cal y arena en unos muros coloniales sin ninguna importancia, as lo dijo el ex-preso ahora Contralor Jefe y continu: Todo esto demuestra que el Restaurador Jefe est al servicio de los intereses pequeo burgueses orientado por un pensamiento europeizante, pero, la verdad sea dicha, ni siquiera esta labor la realiz con rigurosidad, fjense en esto, y seal con su vara de lictor con empuadura dorada, las lmparas de luz fluorescente que iluminaban las naves del recinto colonial, Ni siquiera logr, dentro de sus desviaciones renacentistas, volver la edificacin a su pasado, a quin se le puede ocurrir colocar lmparas modernas en una antigua edificacin que debe mantener su carcter prstino, Que nada, este ciudadano debe ser sancionado con todo el peso de la Ley. Y todo esto lo deca sin traslucir la menor vergenza. Afortunadamente, para cualquiera que se sienta inocente, la Ley en este pas del Cuartel no es implacable como los terribles y perdurables tormentos que el seor

las rigurosidades restaurativas. Y si esto no caus perplejidad en el pas fue porque todo el mundo estaba demasiado ocupado en la verdadera revolucin para percatarse del desatino.

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Amanece un da con el patio del Cuartel engalanado. Es un buen da para las declaraciones, se celebra, como se ha hecho en los ltimos cincuenta aos, el fin de la dictadura (cosa que indefectiblemente se entendera tambin como el inicio de la democracia). Es curioso que la revolucin siga celebrando tal cosa cuando es claro que slo fue una transicin de una dictadura militar a una de partidos. Como ya se los coment en la segunda parte, lo nico que habra que celebrar es el recuerdo de un ao en el que el pueblo se insurreccion, que no es lo mismo que celebrar el da que lleg la democracia, pero, qu le vamos a hacer, as se ha venido celebrando y la fuerza de la costumbre es mayor que la lgica revolucionaria que, hay que decirlo, es an muy inexperta. Ahora en ese patio estn sentados en perfecto orden los ciudadanos diputados de la Asamblea Nacional y los representantes de los otros poderes nacionales. Que este acto oficial se est realizando en un edificio tomado irregularmente por un grupo armado, pertenece a la lgica del qu importa, muy popular en el pas del Cuartel, basta con acordarse de que en un acto anterior, al que acudi el propio Comandante-Presidente, los asociados Del Navo Anclado en el Pasado, pusieron condiciones para permitir ese acto, y, locura de todas las locuras, fueron aceptadas. Seran ellos los que recibiran al Presidente a las puertas del Cuartel, como hace todo dueo de casa y adems se les permitira el uso de la palabra en primer

lanz como represalia para expiar las ofensas a los sacramentos. La Ley aqu tiene un peso tan ligero que en vez de caer aplastando toda ilegalidad, qued flotando, como la nube de una pequea tormenta que no termina de desencadenar su furia sobre las humanidades de los infractores. Y en este caso bien es reconocer que tal levedad resulta salvadora para aquellos que, como el Restaurador Jefe, dice no haber cometieron delito ms grave que no entender las consecuencias que le traera no dejarse intimidar por gente que no sabe sino de fuerza y de agresin cuando de confrontar ideas se trata. Sin embargo, no se iba a salir con facilidad del cerco acusador: Qu cuento es ese del debido proceso, dijo el Contralor Jefe cuando le comentaron que el Restaurador Jefe le haba salido respondn, Qu todo el proceso es nulo, de nulidad absoluta, habrs visto mayor intemperancia, esto es una rebelin contra el poder del Contralor Jefe, que ese soy yo, y no voy a permitir que se ponga en dudas la majestad del cargo, nosotros representamos el poder moral, la ciudadana entera confa en nuestra sabidura y equilibrio, as como somos benevolentes con los que reconocen su error, actuamos implacablemente con los que son arrogantes en su accionar y no se corrigen, como los inhabilitados que me atacan sin explicar las razones de su inhabilitacin, maana dar unas declaraciones desde el Cuartel para dejar claro, de manera pblica, lo que les pasa a los arrogantes en el delito, se va a arrepentir ese supuesto restaurador que no restaura como se espera de un jefe restaurador, Permtame decirle Contralor Jefe, que no es bueno dar tales declaraciones mientras el caso est abierto, el consejo parta de uno de sus asesores, Recuerde que en una accin contra sus actuaciones tal declaracin le hara perder la capacidad subjetiva para decidir sobre ese asunto, anticipar una opinin antes de dar respuesta oportuna puede viciar todo el procedimiento hacindolo rrito, Djate de buscar impedimentos procedimentales. El Contralor Jefe no cede, es empecinado en sus decisiones y celoso en la observancia de la autoridad palaciega, no admite cuestionamientos que las ponga en duda.

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lugar, y as fue, todo para decirle al Presidente que no es verdad que el Cuartel est bonito como lo afirm a su entrada, no puede ser bonito lo que est obligado a mostrar su historia terrorfica, dijeron. Y estas confraternidades con quienes se asumen como administradores de facto de esa edificacin, no se quedan ah, en poco tiempo el partido socialista unido del pas del Cuartel obtiene la autorizacin de los irreductibles para operar desde all. Con el tiempo, la presencia en ese recinto del partido de la revolucin, consigue transformar a los ilcitos invasores en singulares administradores. El pas del Cuartel, an en revolucin, sigue siendo disparatado y tengo que hacer grandes esfuerzos por no volver a mi saga vengadora, ms de una vez me ha provocado hacer caer una cornisa, no muy bien estabilizada, sobre las cabezas de estos nuevos patibularios, pero mi nueva condicin de acompaador de polvaredas, me frenaron. Pues bien, volvamos al acto de los diputados para comentarles cmo, alrededor de ellos, se movan provocadores, tal cual prostitutas de zona rosa, lo que llaman eufemsticamente los medios de comunicacin, sus micrfonos y cmaras son como artefactos erticos, con slo observar a los legisladores, que miran con poco disimulado inters el barrido de esas cmaras, se puede constatar el poder de atraccin que ejercen esos artefactos. El Contralor Jefe es ahora, como lo fue el Alcalde hace un tiempo, el orador de orden y est rodeado de estos aparatos. Claro que no tiene la agresividad de aquel, aunque su voz es spera, parece arrastrarse por la garganta, dndole severidad al poder moral de la Repblica. Cada una de las oraciones que construye son sentencias condenatorias: Y ahora este Cuartel, que resisti tantas desventuras, fue de nuevo destruido, pero no por un terremoto como en 1812, lo destruy la accin consciente y premeditada de un restaurador, Lo que ustedes ven, este adefesio neoliberal con aditamentos que recuerdan un proscenio fascista, es producto de la destruccin de la crcel de la modernidad que aqu exista, ella, donde convivimos tantos patriotas, era sucia, insalubre, hermtica, deprimente, srdida, infectada de alimaas, como es propio de una crcel (as est dicho en el libro de Guillermo), sus celdas de castigo, construidas de cualquier manera y por cualquier sitio, iban llevando el ritmo de la represin puntofijista, y estaban pintadas con las penurias de sus ocupantes, nada que ver con esto que ahora vemos, que parece un colegio de monjas, abierto, despejado y colonial, por eso, determinados a poner fin a tal crimen restaurativo, el da veintisis de julio, que es un da glorioso, un grupo de patriotas entre los cuales se encontraban sobrevivientes de aquellas mazmorras, inspirados por los mismos irrenunciables ideales de antao, llev a cabo la ocupacin armada del Cuartel, esos compatriotas revolucionarios lo tomaron para liberarlo de la ignominia restauradora que estaba acabando con todo vestigio de la represin llevada adelante por aquella democracia pequeo burguesa, el responsable del crimen, seguramente un infiltrado que recibe instrucciones desde el norte, va a pagar por su accin zapadora, lo vamos a perseguir hasta debajo de las piedras, no va a huir como lo hizo aquel restaurador que, en tiempos del general llanero, inici la saga de los restauradores que no restauran y que se fue para La Habana, no vamos a dejar que quede impune el patrimonicidio que se cometi contra la memoria revolucionaria, va a sentir como nadie la fuerza contralora, que lo dejar inhabilitado. La verdad es que ms all del crdito que habra que darle a la palabra del Contralor Jefe sobre la penalizacin de un supuesto delito restaurativo, ellas sorprendan pues, nunca antes el tema de la restauracin de monumentos histricos haba ocupado tanto inters en

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Inmediatamente despus de estas declaraciones del Jefe Contralor se produce la contestacin del Restaurador Jefe. l, como ya hemos visto, es de corta paciencia y duras respuestas. Escribe una carta pblica que crispa al Ministro Jefe de la Cultura de entonces y enerva a los que all son aludidos: Contralor Palaciego, llama al Contralor, sealando que utiliza su alto cargo para aparecer en cuanto festejo oficial se organice y dar declaraciones a los medios de comunicacin pero que evidencia poca rigurosidad en el cumplimiento estricto de sus obligaciones. Bacterias de la descomposicin, llama a los periodistas que se mueven felices en el basural que dejan las querellas. Desquiciados del Cuartel, a los ex-presos que ahora reclaman que la crcel dej de serlo y el sol ilumina de nuevo los corredores del recinto. Pero no slo su verbo hiere, tambin sus acciones, le solicita al ministro en cuestin, en un gesto de responsabilidad no muy cotidiano para los que se encuentran en esta situacin, que le suspenda del cargo y ordene una investigacin (exhaustiva se dice en estos casos) de lo realizado por l en ese edificio, pide adems que sus resultados sean entregados al Comandante-Presidente, considera l que es el nico que puede poner punto final a la inslita polmica restaurativa. Qued suspendido y sin goce de sueldo, durante cuarenta y cinco das, que fue lo que tard en completarse el informe encargado por el Ministro. Luego de este tiempo se le ordena incorporarse de nuevo al cargo de Restaurador Jefe pues, quienes lo investigaron, no encontraron mcula alguna en la gestin realizada. El propio Ministro expres pblicamente su respaldo a la gestin del Restaurador Jefe: Lo hecho por l era conocido y aprobado por m, como corresponde con un Ministro que se mete en la candela, acusarlo a l es acusarme a m, dijo. Tal advertencia era una clara alusin a quienes desde adentro del proceso revolucionario atacan por mampuesto (tctica muy difundida entre los nuevos revolucionarios). El caso pareca cerrado, ms an cuando producto de esa investigacin se descubri que el Contralor Jefe, en realidad, nunca abri un proceso administrativo al Restaurador Jefe, se trat slo de un informe interno adelantado por una subalterna interesada pero poco conocedora de apercibimientos y substanciaciones. Es que corran tiempos en los que las relaciones internas del gobierno de la revolucin estaban mediadas por las exaltaciones biliosas de correligionarios embro-

las instituciones pblicas, los funcionarios de la UNESCO hubieran quedado estupefactos ante tanta preocupacin patrimonialista y tanta referencia a la carta de Venecia. Supe que en la oficina contralora a toda la seccin de control fiscal se le encomend la lectura de los textos del restaurador Cesari Brandi, incluso los de Violet le Duc (que no es cualquier cosa) que hablan con mucha propiedad sobre la restauracin estilstica. Y los medios de comunicacin, con sus olfatos tan acostumbrados al escndalo como las hienas al olor de la sangre, tenindoles sin cuidado que al respetarse la valoracin histrica, se trasgreda la valoracin esttica, o al contrario, encuentran en el asunto una nueva oportunidad de arremeter contra el gobierno del pas del Cuartel. Porque hay que decir que en ese pas los medios de comunicacin privados existan slo para resear cmo la revolucin era el camino del anticristo, la destruccin de las buenas familias y de la sagrada propiedad. Sus reporteros ms que formados en el periodismo parecieran misioneros, que a diferencia de m, tenan la tarea voluntaria de derrotar a un diablo de piel oscura y sangre impura que un da malhadado se haba apoderado del pas del Cuartel.

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llados por diferencias ideolgicas que juzgaban insuperables, cuando, en realidad, se trataba de un asunto de apetencias y rencillas personales. Eran los tiempos en los que cualquier funcionario de poca monta utilizaba la maledicencia para sealar supuestas ausencias revolucionarias en funcionarios del alto gobierno que no gozaban de su simpata. Y como tales conductas no eran penalizadas con mucha fuerza, as como tampoco la disidencia abierta, bastaba con la persistencia, que en este caso sobr, para enjuiciar las supuestas irregularidades o, en todo caso para enlodar oportunamente. Lo cierto es que, a pesar de la solidaridad ministerial con el restaurador acusado, y las inconsistencias administrativas evidentes, ahora son tres los flancos por donde se ataca al funcionario en cuestin, que, como se habr comprendido cuenta con mis simpatas. Son tres los organismos que lanzan esos ataques, haciendo caso omiso del Ministro Jefe de la Cultura, o colocndolo a l como cmplice del desafuero. Ms all de lo ya dicho en relacin a los reconcomios de archiveros, si tratara de buscar mayor explicacin a esa falta de consideracin, ya no con el acusado, sino con el ministro que lo defiende, tendra que concluir que en este pas del Cuartel nunca el de la cultura ha sido un ministerio de peso, como lo es el de las finanzas o de la infraestructura, y no importa que se diga que la revolucin es cultural o no es revolucin. Lo cierto es que la Asamblea Nacional, y ms all de ella, algo tan multilateral como el Parlamento Latinoamericano, y tambin el Ministerio Pblico, entran en accin a instancias de los asociados Del Navo Anclado en el Pasado que, como perros rabiosos, se niegan a soltar su presa. Y como los supuestos delitos del restauro quedan un tanto enredados entre follajes y perifollos, aparece una nueva acusacin, ms tangible: desvo de fondos. Se seala que el Restaurador Jefe desapareci recursos financieros que los diputados dieron al Ministro Jefe de la Cultura para destinarlos a las obras del Cuartel: algo ms de dos millones de monedas, de las nuevas, las fuertes, es la importante cifra. Suficiente para que toda una familia de tres personas, como la del Restaurador Jefe, viva cmodamente y sin trabajar durante el prximo cuarto de siglo. Los seores diputados de la Comisin de Finanzas, seguramente en razn de que uno de ellos fue tambin preso de esa crcel, haban revisado la historia del Cuartel y de seguro anotaron lo sucedido con las doscientas mil monedas otorgadas en el pasado por el Rey Borbn y las diez mil que entreg el General Llanero, deben haber encontrado un hilo que conecta todas esas asignaciones presupuestarias con intencionalidades indecorosas. Es tarea de esa comisin de diputados vigilar las finanzas pblicas y el Restaurador Jefe es llamado a comparecer. La respuesta que dio a la pregunta sobre el destino del mencionado dinero dej a los diputados descolocados (como cuando un bateador de poder batea un flaicito detrs de primera): Yo nunca solicit ese dinero y ningn organismo me lo entreg jams, eso no tengo que probarlo, tendrn ustedes algn documento que diga lo contrario. Los seores diputados decidieron cambiar de picher, Tenemos entendido que los trabajos realizados por usted no fueron los adecuados, que en vez de restaurar destruy el patrimonio, Quin lo dice, Eso dice un informe del Contralor Jefe, Voy a comenzar por decirles que me convocaron a esta interpelacin para declarar sobre el destino de un supuesto crdito adicional que, como ya he dicho, nunca se otorg, sin embargo, voy a responder a esa pregunta que ms que pregunta es provocacin, el que hizo ese informe no tiene ninguna autoridad para juzgar nuestro trabajo, l no sabe de restauracin y tampoco sabe de lo que all ocurri, Usted dice que el Con-

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tralor Jefe no tiene autoridad para juzgarlo, En restauracin no la tiene, esa la tengo yo y l la est usurpando para satisfacer los delirios de quienes lo empujan a tal desatino, Y quines son esos, El grupo que se apoder del Cuartel, que fue Cuartel antes que crcel, Usted dijo que el Contralor Jefe no sabe lo que all ocurri, a qu se refiere, Hace trece aos, el Restaurador Jefe de entonces, en uso de su potestad y conocimientos, orden liberar el Cuartel de los agregados que, por su concepcin improvisada o por el precario estado que se encontraban, consider sin valor, no hay que perder de vista que toda restauracin conlleva decidir qu se queda y qu sale, Y cmo se establece eso, Con un proyecto de restauracin donde se determina el peso de cada poca histrica y, por otro lado, la razn de su puesta en uso para los ciudadanos, ya que en definitiva de eso se trata y no de cristalizar lo que all exista en el momento de su intervencin como si fuera un fsil que se coloca en una vitrina, ese es un edificio muy grande y estaba muy fragmentado, imposible de usar por los ciudadanos, que es, a pesar del incoherente discurso de los tomistas, precisamente lo que est ocurriendo ahora, por eso yo defiendo la intervencin que all se hizo, la hubiera hecho yo igual, pues, no slo el Cuartel es el uso original de ese edificio y fue diseado como tal, sino que la crcel irrespet, adems de a los ciudadanos all recluidos, irrespet el edificio, lo alter sin contemplaciones, lo fragment despiadadamente, all era muy poco lo que se poda salvar, fue slo una pesadilla y como tal debe ser presentada, en grficas, en imgenes, en relatos, que es como se presentan las pesadillas, no es un tnel del terror lo que queramos tener, sino un edificio abierto donde se muestre su historia, eso es lo que pretendamos, tienen alguna otra pregunta. Como pueden entender, ustedes que oyen este cuento, hay muchas razones para explicar las simpatas que desde el principio me despert este funcionario restaurador. Toda su argumentacin sobre lo que el Cuartel fue cuando se le transform en crcel, cuenta con mi aprobacin que soy, por voluntad divina, su verdadero custodio, ms bien el curador de los desagravios que aqu se cometieron y el restaurador a la situacin original del cuj negro. Pero les voy a seguir contando lo que respondieron los legisladores en esta interpelacin: S, queremos aprobar un nuevo crdito adicional para el Ministerio ya que el anterior, como usted dice, no se utiliz, la condicin es que se destine el monto necesario para que los nuevos custodios del Cuartel terminen los trabajos, estara usted dispuesto a colaborar en el sentido que esas personas reciban ese dinero para su administracin pulcra, ellos, nos han dicho que necesitan de una asignacin estimada en tres millones de monedas, as nos lo han hecho saber. El picher acababa de lanzar un cambio de velocidad al Restaurador Jefe, l, muy calmado, respondi: Slo dir tres cosas, El ciudadano Ministro Jefe de la Cultura es el que me ordena lo que debo hacer y yo obedezco, los que estn en el Cuartel tienen una ocupacin ilegal, no lo estn custodiando ni tienen ninguna autoridad para intervenirlo ni podrn de manera alguna obtener esa autoridad, por ltimo, pretender darles dinero para su administracin los unira a ustedes a la ilegalidad. Abandon el palacio legislativo seguramente con la misma conviccin que yo tengo como veedor permanente: los asuntos del Cuartel se movan entre las perversidades y desquiciamientos de unos y la poca seriedad de otros. El funcionario, al salir del palacio, estaba convencido de que ahora la cosa se complicara pues estaba dificultando la posibilidad de que los secuestradores cobraran rescate por el secuestrado, y en eso haban muchas complicidades. Y yo me sonre pues entend que l es-

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taba comenzando a darse cuenta, a pesar de su visin hegeliana de lo absoluto, que este Cuartel volva loca a la gente, no pudo evitar pensar en voz alta: Ahora voy a tener que cuidarme de verdad, el desquiciamiento es en serio. Y eso que an no saba que un diputado del Parlamento Latinoamericano estaba montando un nuevo ataque por otro flanco. No se trataba, en este caso, de otro preso afligido, era tan slo un nio en los das subversivos, pero s tena relacin con el indiciado pues haba sido su alumno en una escuela de arquitectura. Lo cierto es que, sea resentido por la lejana nota de insuficiencia que, alguna vez, este Restaurador, antes profesor, le pusiera, o afectado de veras con la transmisin de las aflicciones carcelarias, el otrora estudiante aplazado, ahora Diputado Suplente, se ali con una restauradora de la Alcalda Mayor para convocar a expertos internacionales en restauracin a examinar el caso del Cuartel, que ahora pasaba a ser un asunto internacional. Que fuera, esa restauradora, la antigua novia del Alcalde de cara simptica y cuerpo voluminoso, pareciera mera casualidad, los que conocemos lo acuciosa que puede ser la gente en acumular razones para sustituir a quienes suponen que ocupan puestos apetecibles, entendemos perfectamente su inters. El nuevo agregado a la cacera de brujas, tratando de hacer favores o saldar cuentas acadmicas pendientes, dej de lado algo que es una verdad probada, que el mundo del patrimonio cultural est dominado por la derecha y que cuando se invita a un encuentro de expertos patrimonialistas se puede estar seguro de rodearse de ella. En el jurado que proponen para el tribunal inquisitorial se incluye una larga lista de enemigos jurados de la revolucin que disfrutaran mucho destruyendo cualquiera de sus acciones, entre ellos una experta patrimonialista surea que seguramente, dejara bien escondido lo que hicieron los gobernantes de su pas con el penal de Punta Carretas, antiguo lugar de reclusin de los aguerridos tupamaros. Estoy seguro que all, por los pasillos de vidrieras y relumbrones, alguien como yo estar tratando de cobrar penas infinitas. Volviendo a nuestros asuntos, es verdad que, ms all de lo sealado para la novia del Alcalde Voluminoso, nunca entender tan empecinada accin para desgraciar al Restaurador Jefe que, al final de cuentas, es un funcionario sin mayor importancia, tal vez slo se trate de la maledicencia que carcome a la revolucin. Hay un cuento infantil en el pas del Cuartel que habla sobre el alacrn que pidindole al sapo que lo ayude a cruzar la corriente de agua, lo convence de que no lo picar en el intento pues tal cosa pondra en riesgo su propia existencia, pues bien, convencido el sapo y estando en medio de la corriente, fue picado por el alacrn que termin hundindose con l. No poda ser de otra manera, era parte de su propia naturaleza, como lo es la habladera de pendejadas de la cual el camarada Toms ya haba advertido. Pero la vida tiene sus propios caminos, para verlo y comprenderlo he tenido mucho tiempo. El tal tribunal internacional e inquisidor no super los amagos de constitucin, la candidata a Restauradora Oficial de Cuarteles posterg sus aspiraciones, el Diputado suplente guard distancias para nuevos emponzoamientos y el Alcalde Mayor, el de la cara simptica y cuerpo voluminoso, fue designado por el Comandante-Presidente como virrey del Gran Roque, un islote aislado en el mar territorial del pas del Cuartel. Pero faltaba otro flanco por donde atacar al infeliz restaurador. Se apareci una Fiscal, habilitada por alguien que mis habilidades no han podido identificar, que estaba decidida a imputarlo (y as lo hizo). Se le acus de no cumplir con las normas

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establecidas por la Ley, que equivale a decir, por violarla. La acusacin que se construye es de largo aliento: contratar directamente a cooperativas sin convocar a una licitacin nacional e internacional para escoger una nica empresa que fuera capaz y responsable para asumir toda la obra de restauracin de un edificio notable como es el Cuartel. Es una larga incriminacin, sin comas que permitan respirar, pero es sobre todo contraria al espritu que mueve la revolucin, que, para seguir con la adjetivacin, es Bolivariana. El Restaurador Jefe acude a la citacin y desmonta con sus cooperativas de Vuelvan Caras la inconsistente acusacin, pero la Fiscal no se amilana, cuando el imputado termina y luego de las preguntas de rigor, gira a lo que parece irremediable: Qu puede usted decir, como responsable de la proteccin del Cuartel, acerca de la denuncia interpuesta por un grupo de ciudadanos asociados al Navo anclado en el Pasado sobre la supuesta destruccin de la memoria histrica del Cuartel, La memoria, me deca una vez un camarada, cuyo pelo blanco y ojos grises infundan mucho respeto, no se pierde nunca mientras existan cabezas que la conserven y la transmitan, ahora bien, si usted se refiere a la destruccin material del pasado del Cuartel le puedo asegurar con la autoridad que me da el cargo que poseo, que all est, a la vista del que quiera verlo, los registros fsicos de las pocas fundamentales por las que discurri la historia de esta edificacin, si falta algn registro importante, tengo forma de probar que no fue desaparecido en mi gestin, pues esta edificacin fue intervenidas por diversas gestiones. La Fiscal ya del todo torcida, continu: Al parecer han desaparecido cosas importantes de la crcel, cosas como rejas, puertas, tejas, Sabe usted qu pas con ellas, Mire ciudadana Fiscal, seguimos en lo mismo, ustedes no tienen un caso claro y quieren imputar, esa pregunta es improcedente, pues no hay mencin de esto en el expediente, as que voy a hacerle un recuento antes de yo repreguntar: es bien sabido que no hay ningn registro de lo que hicieron los carceleros con esa edificacin durante los largos aos que permaneci bajo su responsabilidad, tambin que posteriormente, luego de su incendio y desocupacin, el Cuartel qued abandonado durante dos aos sin ninguna autoridad que lo custodiara, que luego hubo varias intervenciones restaurativas cuando yo no era ni vecino cercano del Cuartel, y que, como si fuera poca cosa, fue posteriormente ocupado durante ms de un ao, por setecientos damnificados de las lluvias del 2004, y por ltimo, es de conocimiento pblico que fue tomado a la fuerza por un grupo de agavillados, que an hoy, dos aos despus, lo mantienen bajo su control; pudiera usted, seora Fiscal, despus de todo esto, decirme cundo fue que dijo que se perdieron esas cosas. La Fiscal, carraspeando la garganta, cerr la carpeta diciendo: Bueno, es suficiente por ahora. Tal cierre de la carpeta habla de nuevas diligencias, no de conclusiones definitivas. Y as fue. Un mal da se le notifica al imputado Restaurador Jefe que la Fiscala ha decidido acusarlo ante los tribunales y con tal fin enva su expediente al Juez de Control. Asombrado el Restaurador Jefe recuerda las palabras que le dijo la Fiscal Jefa a un comandante de la revolucin que acudi ante ella para interceder por el acusado al que juzgaba vctima de una conspiracin: No se preocupe, ese caso no tiene ningn sitio a dnde llegar. Pero lleg. Tal vez porque he perdido toda conviccin sobre los justos juicios de dios, dira que as son sus caminos, lo cierto es que, a pesar de ser ya un convertido atesta, veo, ms bien, una mano cercana a la Jefa de los Fiscales ayudando a envolver el bulto de legajos que ser remitido al tribunal. En estas labores de cuenta cuentos es necesario, para man-

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Un sbado a media tarde, las discusiones que frecuentemente enfrentaban al grupo beneficiado por el uso del Cuartel, fue callada por los estremecimientos del edificio. La nueva trepidacin, no tan intensa pero s a la misma hora de aquella de 1812, sacudi la ciudad y dobl el perilln de la cpula del cercano Panten. En este recinto finas grietas trazaron diagonales en el edificio del patio, sus ocupantes no vieron o no entendieron el significado de estos trazos, peleaban por el reparto de la taquilla o por la falta de compostura en el uso de los espacios ocupados. Y estando as las cosas, en los albores de un da cualquiera de un tiempo despus, sin aviso previo, sin crujidos que alertaran o seales diferentes a las anunciadoras grietas, el edificio central, el del General Civilista, se desplom con ensordedecido ronquido. La manera como

Pero tienen que saber que en el Cuartel seguan pasando cosas. Con asombro me enter que sus custodios a la fuerza haban montado vida familiar all. Comen y duermen en el lugar que es su comando. No parecen entender que el apego es insano. Con tristeza he visto de noche a algunos de ellos caminar en penumbras y con lentitud por los solitarios pasillos, como si fueran al encuentro con los fantasmas de sus penas, esos que efectivamente vagan all en agona eterna, no se si para increparlos por sus dolores, para invitarlos al olvido o a compartir la vida con ellos en ese lugar que tanto tormento produjo. El lugar es insano. Con desagrado he observado que otros ms aviesos que esos que se arrastran nostlgicos por los corredores arcados, han logrado que se firme con ellos un convenio de trabajo. El que funge de Jefe, el mismo que fue lanzado al estrellato con su fotografa junto al famoso futbolista secuestrado, el que estuvo al frente de un comando guerrillero que nunca existi, disfruta ahora del sueldo de un Director General. Y para los otros jefes de la asociacin Del Navo Anclado en el Pasado, hay tres cargos ms de directores de manera que cada uno tenga lo suyo. El arreglo es insano. Catorce son los que ahora aparecen en nmina gubernamental, convirtiendo lo irregular en un djalo as. Y uno hasta lo entiende, tiene la intencin de tranquilizar febriles agites, es como una vacuna. En las ruralidades del campo algunas fuerzas irregulares la usan tambin con campesinos ricos para dejarlos tranquilos. La verdad es que hay muchas maneras de vivir del cuento. Esas formas de vida no tienen consideracin con aquellos terceros que no estn vinculados a la insania, y sin embargo, todos los que tienen la desdicha de vincularse en algo con el Cuartel, quedan enredados en sus pleitos. Y mis asombros, tristezas y desagrados, que son los tres sentimientos que nunca me han abandonado en la inmortalidad de mi vida, me trajo de nuevo a mis tareas de meter las cabras en el corral y dios, a pesar de mis desvaros volterianos, de nuevo me acogi.

tener la credibilidad de los escuchas, ser lo ms fiel posible a los hechos ocurridos, o por lo menos, parecerlo de veras, y en ese esfuerzo tengo que decir que as como manos enemigas del Restaurador Jefe enviaron el bulto al tribunal, otras manos amigas, ahora las del nuevo Ministro de la Cultura, lo sacaron de all y lo devolvieron a la Fiscala, con un potente reclamo. No he sabido de nuevas diligencias, desde hace tiempo el asunto no se trata en los templos de la justicia, lo cual no significa que el caso no vuelva a aparecer pues, cerrado nunca ha sido. En el pas del Cuartel, los casos de opinin pblica cuando no se quiere que continen se les echa tierrita, pero siempre alguien podr desempolvarlos.

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Y as como comenc esta narracin con Saramago, la voy a terminar con la sencilla descripcin que l hace de la complejidad de la vida: Si antes de cada accin pudisemos prever todas sus consecuencias, nos pusisemos a pensar en ellas seriamente, primero en las consecuencias inmediatas, despus las probables, ms tarde las posibles, luego las imaginables, no llegaramos siquiera a movernos de donde el primer pensamiento nos hubiera hecho detenernos. Los buenos y los malos resultados de nuestros dichos y obras se van distribuyendo, se supone que de forma bastante equilibrada y uniforme, por todos los das del futuro, incluyendo aquellos, infinitos, en los que ya no estaremos aqu para poder comprobarlo, para congratularnos o para pedir perdn, hay quien dice que eso es la inmortalidad de que tanto se habla.

Meses despus del infortunio, aquel hombre de pelo blanco y suaves modales, de penetrante mirada gris, que fue husped a juro del Cuartel cuando era crcel, interesado en reconstruir su trgica historia, se top con un documento elaborado por el ltimo de los restauradores jefes del Cuartel, ese que algunos desquiciados y otros arribistas quisieron demoler y no pudieron, all estaba como un alerta nunca ledo: En cuanto al edificio central, urge la necesidad de reforzarlo estructuralmente No vio este acucioso hombre, no estaba en su pensamiento, que en la base de unos de esos muros antiguos, del lado oeste, entre las grietas que se haban abierto, donde estuvieron las celdas de castigo, estaba creciendo una pequea planta, sus hojas todava muy incipientes revelaban que se trataba de un cuj negro. Por eso dej a un lado mis aventuras revolucionarias, por eso regres al sitio donde siempre he estado. Asum la tarea de proteger ese pequeo retoo porque se que, alimentado de las pasiones que aqu han dejado sus fluidos, y convertido en poderoso rbol retorcido, me consumir en sus races.

ocurri poda haber recordado las series norteamericanas de demoliciones: pausada y totalmente, oculta tras una ceniza nube que, lentamente, se fue expandiendo. El viejo edificio de tapia y mampostera, tantas veces lamentado y muchas maldecido no aguant el envin del derrumbe, las naves que dan al norte y al sur se partieron como un terrn de barro abriendo dos enormes desgarraduras en sus fachadas. Volvi el drama de historias desgraciadas, y qu puede ser que no haya sido, la gente que all estaba viviendo, all se qued. El edificio regres de la peor manera a la soledad de la ruina, la que tanto haba deseado.

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