Lombroso El Alma De-La Mujer

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COLECClON H0MBRES e IDEAS

FILOSOFÍA - POLÍTICA - BIOGRAFÍAS

GINA LOMBROSO

EL ALMA DE LA MUJER

EDITORIAL CULTURA
SANTIAGO DE CHILE
COLECCION “HOMBRES E IDEAS"

La. Rebelién de las Masas. por J. Ortega y Gasset. . . . . .


Tres Ensayos sobre la. Vida Sexual, por Dr. G. Maraén
La Mujer Nueva y la. Moral Sexual, por A. Kolontay. . .
Fouché. por Stefan Zweig.. . .
Gog, por G1ovanni Papini.. .. .. .. .. .. .. .. .. ..
Tres Maestros, por Stefan Zweig.. .. .. .. . . .. .. ..
Socialismo, Inteligencia, Civilidad, por Dr. G. Maraén
10 La Sociologia. y las Reglas del Método Sociolégico, por
Emile Durkheim...
11 El Hombre Mediocre, por José Ingenieros. ., . . .. . .
12 Armor, Conveniencia, Eugenesia, por Dr. G. Maraén
14 E1 Tema. de nuestro tiempo, por José Ortega y Gasset
16 Nietzsche, por Stefan ZWeig.._ .. .. .. .. . . .. .. ..
17 Amie1,por Dr. G. Maraén .. .. .. .. .. .. .. .. ..
18 Disra.e1i,por'André Maurois. . . . . , . . . . . . . . . . . . . .
19 La Evoducién de la Sexualidad y los Estados Interse-
xuales, por el Dr. G. Maraén... . . .
21 Ensayo Biologico sobre Enrique IV
Tiempo, por Dr. G. Maraén...
22 Gordos y 1"la.cos, por Dr. .G. Maraén. . . . . . . . . . . .
23 La. Agonia del Cristianismo, por M, de Unamuno .. ..
24 La. Supersticién del Divorcio, por G. K. Chesterton. . . .
25 Cinco E_nsayos sobre Don Juan, por Maraén, Maeztu,
Ingenieros, Pérez de Ayala, Azorin. . . . . . . . . . . . . .
26 El Poder Social. Gosas de Europa y otros Ensayos, por
José OrtegayGasset... .. .. .. ..
27 Meditaniones, por Dr. G. Maraén. . . . . .
28 Beethoven, por Emil Ludwig... ..
31 El Alma de la Mujer, por Gina Lombroso. . . . . . .. . .
32 Talleres Americanos, por André Maurois. . .. . . .. ..
33 La. Tragedia Sexua-1 de Leonardo de Vinci, por el Prof.
S. Freud .. .. .. .. .. .. .. .. ,, ,, .. .. .. __.
Eduardo V11 Y su Tiempo, por A. Maurois* . . . . . . . .
35 Oscar Wilde, por André Gide.. .. .. .. .. .. .. .. ..
36 La Ed-ucacién y el Orden Social, por Bertrand Russell.
38 La Pslcologia de las Multitudes, por Gustavo le Bon. . .
:3 gas Cuatro Mujere-s,c.le_ Felipe II, por M. Dhanys.. _ .
41 Aileseyos de Pslcoanahsxs Aphcado, por S, Freud _ _ _ _
-Jaudra Feodorowna, por Maunce Paléologue. . -. . . .
42 Romam Rolland, por Stefan Zweig. . .. .. .

CDICZOILF-CJDL\')l—|

£1é° daLs.'w'1;' {Sn

34

(Pasa a. la. tapa siguiente)

(.1:

E1 Hombre 5' la Técnica, por Oswald Spengler. . . . . . $

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0‘ 'o'obx':;'o'c2: 'o'o'o2.-.»'o':'o'o«
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EL ALMA DE LA MUJER
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Santiago de Chile

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Huérfanos 1165 - Casilla. 4130.


COLECCION “HOMBRES E IDEAS”
FILOSOFIA — POLITICA — BIOGRAFIAS

Gina Lombroso

EL ALMA DE LA MUJER

REFLEXIONES

EDITORIAL CULTURA"
Casilla 4130
Santiago de Chile
1937

Lea Fletcher
Feminaria
Consorcio de Bibliotecas
Printed in
Santiago of Chili
PROLOGO

De Madame Lagerwald cle Gadolfn, a


la versién sueca de la obra.

Después de baber asistido a una de.sus recepcionesde


los domingos por la tarcle, que conuierten su casa en una
Meta del talento (los Ferrero viven en modesta villa de un
parqae maravilloso), comprende el uisitante que la seora
Lombroso de Ferrero y su esposo el [lustre historiador Gui-
llermo Ferrero, son dos seres que seacompletan, dos persona-
lidades eminentes. Un rato de coloquio basta para dejarnos
una honda irnpresién del talento ale la sefiora de Ferrero, ta-
lento flexible, ra'pido y sutil al mismo tiempo; pero aun de-
jan mas fuerte impresién en el a’nimo de quien la trata su
bondad, el interés que por Ids demds se toma. Y cuando ya
la conoce uno nids a fomio, pregcintase maravillado cémo es
posible que le quede tiempo para escribir. ‘

Madre de dos hijos, de los que ha sido y sigue siendo


mentora y maestra, habiendo escrito para ello3T~1'nfinz'dacl de
cuentos, comedias y novelas, acttia de mujer de su casa, y

excelente por cierto, en ése sa tan hospitalario hogar, y desé

pués de atender a muchedumbre de memzdos quebaceres, y al


cuidado de sus bijos, aan balla modo ale atender a su pals,
a sus amistades, a las amistades de sus amigos, a los intelec-
tuales y a los desualidos de toda indole.

A fin de poder ofrecer a las majeres inteligentes el pa-


pel social que cree corresponderles. ha ideado una Asociacién,
and suerre de salén li.rerarz'o de antes de la revolnzcién, qae
funciona en forma epistOlaz'——Associazione Divulgatrice delle
donne ita1iane——. En esta Asociacién, la mujer, que coma‘-
rage su foco central, tendria por m1'sz'o’n la de buscar y dis~
GINA LOMBBOS0

cutir por carras aquellas obras poco conocidas, que juzgara


dignas de set-Io, procurando a'a’rselas a conocer y que (as dis-
cwtieran a personas competentes. La seora Lombroso de
Ferrero, por su cuenta, ha realizado ya este plan en un modo
magnifico, divulgando y promoviendo Ia publicacién de mu-
cbedumbre a'e obras de biologia, filosofia, agricultura, psico-
logia y politica, asz’ en su pais como en los dema's paises, don-
de ha Iogrado fundar bibliotecas italianas, de igual suerte
que ha conseguido introducir en su pais may interesantes
obras extranjeras.

Pero todo'esto solo se Ie lleva una parte mfnima de su


actividaa'; pues al_ mismo tiempo se ocupa y se preocupa enor-
memente de esas .clases medias que en estos momentos atra-r
viesan en todas partes una dolorosisima crisis moral y eco-
némica, habiendo ideado-y llevado a la prdctica un gran mi-
mero de instituciones para ayudarles, y hasta discurrido y di-
vuigado inuentos de todo punto geniales en el dominio de
la economia doméstica. Entre otras cosas, ha ideado el modo
de utilizar el sol para la cocina y el arreglo de la casa, e idea-
do la forma de ‘hacer an traje en cinco minutos.

gCudndo escribe esta mujer?——No sé 'co’mo me las arre-


glo para encontrar an rato libre que dedicar a las Letras—-
deciame cierto dia que yo Ia interrogaba sobre el particuIar—,
mi obra forma parte de mi vida; andando, ddndole la leccion
a la nena, cosiendo o charlando, ocdrrenseme ideas reIacio-
nadas siempre con la realidad en que viuo, y Iuego, en wan-
to tengo un momento disponible, las pongo por escrito-—
escribo a mdquina desde que era Chiquita, primero para mi
padre, Iuego para mi hermana y para mi marido—y cuando
lo hago bajo el dictado de mis pensamientos, ‘es exactamen-
te lo mismo que si me dictara otra persona, pues voy igual

'd€_ prisa, con la misma velocidad que una mecanégrafa de


primer orden.

*>I<>3<

d La seora L_ombroso de Ferrero tiene el doble honor‘


":9 59' “P080 f‘ /7110 de an grande hombre. Su padre era nada
"03 GU? Cesar Lombroso, el autor de El hombre criminal.
BL ALMA DE LA MUJEE 7

César Lombroso era, sin duda, uno de esos seres que


la naturaleza alumbra de cuando en cuando, en una de sus
horas felices, para bien de la humanidad. Sabio y poeta, po-
seia an cerebro inagotable en punto a ideas nuevas. amén de
viva fantasia, amor a la bumanidad y una intuicién prodi-
giosa. De cardcter jovial, animado y amable, may dado al
trato social, y may amante de los jo'venes, a despecho de Ias
ma's amargas experiencias, cifraba su mayor alegria en atrae'r-
selos y bacerlos sus discipulos. '

Guillermo Ferrero mismo empezo' su carrera como dis-


cipulo de César Lombroso. Tenia el gr”an bistoriador por
aquel tiempo diez y ocho aos y babia. {do a Turin para
visitar, en union de otros estudiantes, el laboratorio ale Lom-
broso. En el banqueteque en aquella ocasion dieron los es-
tudiantes a su maestro, hubo de pronunciar Ferrero an dis-
curso. Maravillado Lombroso del talento del joven orador,
mostré deseos de conocerlo personalmente, y al instante, aun-
que el joven no habia escrito todavia m’ una linea, invitéle
a colaborar con él en La mujer criminal, que tenia en el telar
a la sazo'n—. ' ’

Asz’ fué co’mo Ferrero conocio’ a César Lombroso, y a‘


poco de eso, a su bija, concibiendo por ella un gran afecto.
Ferrero sintié el influjo intenso, no 3610 de la personalidad
de Lombroso, sino también de su hija, que criada en an medio
donde bullian las ideas vivas, alejé a Ferrero de esas dridas in-
vestigaciones de detalle; de qae los estadiantes de universi-
dad se atiborran.

Gina Lombroso no se casé de tan buenas a prirneras


con el joven discipulo de su padre. Haciasele a e’ste may du-
ro desprenderse de ella, y a ella también tener qae separarse
de su padre. ’ '

El carino de Gina Lombroso a su- padre es como an hilo


rojo tendido a través de su vida, desde su ma's-_tierna infan-
cia. La gran biografia que de su padre trazo’ a poco de sot
muerte, es quizd una de las mejores que yo recuerdo baber
Ieldo. Nada de esos pormenores fatigosos yesas innumera-
bles cartas que no tienen interés mas qae para la familia o
los amigos intimos. Y sin embargo, la personalidad de Lom-
broso resalta allz’ viva como en ningana otra; asz’ la perso-
GIN'A_L_0MBB.0S0

v_' _ VVV vwv


’v\ \A%\fVVVVV

naggdad de L_ombroso_ sabio, como,, la de Lombroso pgdre.


fie! hombre idealista tan sz'n.t7“l"”"°'?Te al99"9_!l ?”t”3‘a§ta'

o obstante las persecuciones que hubo de sufrtr en su tilda.


n ’—Desa'e mi mds tierna infancia—decz’arné,e en Clem!
occzsién que la interrogaba acerca de su vida—, hasta donde
alcanzan mis recuerdos, no hubo para mi’ otra cosa ‘GU? '77‘
padre. Siendo todauia una nifia, le acompafiaba a la zmpren-

ta, al laboratorio, al hospital, le ayudaba en sus experz'men--

ms, 19 servia de secretario y 'de ayudante, le copiaba y resu—


mfa ios libros, sacaba los tantos pot ciento y trazaba esta-
disticas. « =r _ ,

A fin de poderle entender y ayudarle mejor, estudté en


ias escuelas de chicos con intencién de seguir luego la ca.rrera
de Medicina. S610 que at terminaz: esos esetudios preparatortos,
me encontré con que no babia matriculada ninguna estadz'an~
ta er: Ia Facaltad de Medicina y no atreviéndome a ser Ia pri~
meta me matriculé en laeFacultad de Letras. Pero aquellos
estudios eran may distintos. de los que hasta alli hiciera con
mi padre y no me interesaban lo ma’s mfnimo. Pot aquella
época andaba yo may ocupada con Ias historias de santos.
pues mi padre se proponia escribir an libro sobre este tema
en -colaboracién conmigo. Mi tesis del doctorado de Letras
uersé con efecto sobre la diferencia entre Ios santos de Orien-
te y los de Occidente.

Terminados mis estadios de Letras, dediquéme a la


Ecpnomiq poIz'tica, que estudiaba con Guillermo Ferrero. Al
mzsmo tzempo ayrzddbale también a‘ mi padre a terrnimzr el
terce_r tqmo de El ho1_nbre criminal. Hice mi debut en [as im
vesttgaczones econémtcas con una estadistica, fruto de una
enquzsa personal sobre. [as condiciones sociales y econo’m~z'cas
o@servadas en am barrt_o, de Turin. Habia tenido aquel estu-
dto una gran repercuston; seguz’ por ese camino escribiendo

at -' - .
nas cuantas Memoztas sobz_’e el analfabetzsmo en Italza, [as
/2ueI_g,as, la ‘cuesttgn de Ias _vzvien‘das obreras, las [eyes are pro-
tecczon de la mujer y el mno, etc.
Durante esle tiem

po babfanse matriculado dos ser'2'ori-


ms en la Facultad de Medz'cz'na,

. y animada o '
marrzculeme yo también. p F W ejempto
EL ALMA DE LA. MUJER 9

Los cursos de Medicina me interesaban con pasién; yo


gozaba enormemente los primeros aos con Ias lecciones de
Historic Natural; ma's tarde, consagreme particularmente a
la Psiquiatria y la Homeopatfa, porque mi padre era home6-
pata. Inspirabanme aversién las exageraciones de los higz'e-
nistas, que eran los dioses del momento, con sa eterno espan-
tajo de la muerte y la degeneracién. Ast’ que emprendz’ an es-
tudio sobre Las ventajas de la degeneracién, que fué luego
mi tesis para el doctorado de Me~.a'icz'na, publicdndolo en 1902,
en Iomo. En aquel libro demostraba yo que todas esas deli-
m‘itaciones que se estabfecen entre. degeneracién y evolucién
son ficticias, y que ngzicbos de los signos que se aducen como
dc degeneracz'o’n. no lo son sino de_adaptacz'o’n, en apoyo de
lo cual exponia gran mimero de. experiencias clz’nicas,. fisz'o-
Ic'»gicas,. estadisticas, etc., y que es preciso andar con pies de
plomo cuando se pretende enmendarle la plana a la Nata-
raleza.

Después de casarme en 1901 con Guillermao Ferrero-,


volvf bajo su influjo a ocuparme en economfa polftica e his-
toria, acometiendo un gran estudio sobre el_ maquinismo, o
mejor‘ dicho, sobre Los inconvenientes del maquinismo, ‘que
habia de hacer juego con Las ventajas\de la degeneracién.
Este libro, que acaso no terminaré nunca, paes he tenido qaé
remontarnae para ‘resolverlo, a‘ la bistoria econémica de In-
glaterra y Nort‘eame’rica——las dos naciones que primero adop-
taron el maquim'smo——y a la historia de la China—rinico
pais que ha sabido resistirse a su em_bate, y arm a la histo-
ria de Ias ma'q_uinas, las matemdticas y los estudios de cien-
cias ffsicas, con lo que mi trabajo ha adquirido proportio-
nes gz'gantescas——, ese libro, repito, que me ha obligado a it
ran lejos. . tuvo su origen en mi odio al maquinismo, que
a su vez lo tuvo en una grave crisis econémica por que arravesé
Italiaélurante Ios aos 1889. a 1895, y que me movié a con-
siderar absurda and civz'lizacio'n que contintia desbaciéndose
dc sas hombres (emigracién), para importar, a duras pends,
méqu'z'nas y carbo'n que los substituyan. . .

Pero mientras la joven escritora estudiaba el maquz'nz's~


mo, su esposo, Guillermo Ferrero, fué z'nvz'taa'o a a'ar and se-
rie’ de conferencias en Buenos Aires y Rio de Janeiro, prime-
£p
to, y Iuego en Norteamérica, y ella suspendié sus estudios
personales para acompaarle en su excursion. De regreso a
Italia, en 1909, perdio seis meses después a su padre. Gina
Lombroso era a la sazon madre de dos nios, y al cuidado
ale éstos, y a reunir y terminar las obras de su padre, dedir
cose. Recopilé sobre el esquema de El hombre criminal los»
escritos todos de su padre en materia psiquicitrica e hizo an
libro El hombre alienado, que, segdn el plan de Lombroso,
habia de preceder a El hombre criminal; preparé una segun-—
da edz'cz'c3n' de La mujer criminal, enriqueciéndolos con nae-
vas investigaciones sobre el tema, especialmente de las por el
mismo Lombroso realizadas; cooperé mediante conferencias
a la nueva Escuela de Antropologia criminal que se inauga—
rd en la U niversidad de Turin; puso en orden los papeles ale»
su padre y acometié la Historia de la Vida y obras de César
Lombroso contada por su Thija, en la que analizé la historia,
no solo de su padre, sino también de las diferentes escuelas
por él fundadas en los dominios de la Psiquiatr1'a,. la Antro-
pologia criminal y la Psicologia experimental.

As; las cosas, sobreuino la guerra._ La sefiora de Ferrero~-


sigaici Ia corriente general, ded'ica'ndole toda su atencién, y sus
pendié sus tareas literarias. Pero he aqui ,que durante la ‘gue-
rra hubo a'e-operarse una gran revolucién en el mando feme-
nino italiano que hasta allz’ se mantuviera harto apartado def‘
feminismo de los paises del norte. Hacia ya muchos afios que
la mujer estudiaba en Italia, pero sin alejarse demasiado para
ejercer, de la fam’z'lia, y (as costumbres hogareas resistian‘ a
la invasion. La guerra lanzo' a la mujer a todas las técnicas‘
masculinas y la organizacién antigua no pudo hacerles fren-
te a (as nuevas costumbres. Ya se cornprenderé con cuanta
pena babria an espiritu tan sensible como el de la seora a'e»
Ferrero, de presenciar ese derrumbe de la vida de familia, pa-
ra no buscar u_n remedio capaz ‘de combatir esa situacién Ile-
na de contradzcrzones y pelzgros en que, sin pensarlo, .59 co.
locaron Ias mujeres. Pero qmero dejarle a ella misma Ia pa-»

I I ' ' -» - .
0_Jra, para que nos dzga c_omo se Ie ocurrxo la idea de escrz-
bzr este lrbro sobre la mujer:
EL ALMA DE LA MUJER. 11

F x.’ .n'x~\\A.a\/V

"Antes de la giuerz-a, a causa de mi edacacién, mis es-


tudios y el medio‘ en que habia viuido, apenas si tuve yo tra-
to alguno con el mando de la mujer.

_ “Pero despaés de 1914, cuando, por efecto de {as institu-


ezor_7es de la gaerra, hube de encontrarme en un trato mds
tatzmo con mujeres, y sobre todo con mujeres de carrera, que
91911‘ 1'00 U710 PF0f98l'C5n y se crefan superiores a las dema's, que-
deme asombrada a! vet cua'Ies eran sus ideas acerca de los
hombres _y las mujeres mismas, y sobre todo maravillada de
ege eaftrano deseo _que mostraban de imitar al hombre, con?
ezderandolo superzor, con todoyy exacerbarse ante la so_la
zdea de_ que e'l las creyese inferiores, y spbresaltada a vista del
descarrtanazento que esa polarz'zacio'n de las mujeres hacia el
hombre, zntroducida en sus ma’s naturales aspiraciones.

"Asustada de los efectos sociales que esa confusién de


ideas bubiera podido tenet en este mundo, ya tan desqaicz'a-
do por la guerra, pensé que ana mujer que, como yo, habia
gozado de -la misma educacién e instruccicin que un hombre,

y sin embargo, comprendia claramente toda la diferencia que

existe entre ellos y nosotras, estaba en el deber de Iuchar con-


tra todos los falsos conceptos femznzstas. Creia que una ma-
jer que, como yo, se hallaba impuesta en las ctencias pszco~

Io'gt'cas, venia obligada a analizarse y a analizar a las demds

mujeres, a fin de ponet de resafto el alma de la mujer, con


miras a la resolucién del problema; Y ese fué el origen de mi
libro sobre la mujer.” '

He ofdo decir que este libro era el primer estadio den-


tifico escrito por una mujer sobte Ia psicologia femenina; no
sé si seré verdad; pero st’ es lo cierto que ninguno tuvo ma-
yor resonancia en nuestra época.

gPero trdtase aqui del alma de la majeryo del alma de


la mujer italiana? Esta dltima es segutamente la que ha ser~
vido de modelo para el Iibro; pero, ges tan distinta esta-mu-
jer de todas las dema's mujeres? Con la naturaleza espiritual
de este pais ocurre lo que con su paisaje, donde el sol es mas
intenso y caliente y proyecta sobre Ias cosas sombras mas
enérgicas. Todo asume alli proporciones mds vigorosas que
en los paises del norte, ya que todo resalta mas recalcado; y
la naturaleza de la mujer resalta cual observada a! través de
1.2

GINA LOMBROS0

una Iupa. Lo que sélo constituzria una contrariedad para una


mujer de.’ norte, resulta una tragedia para la italiana; so'lo
que en 21 fondo los sentimientos son los mismos.

La sefiora Lombroso de Ferrero es enemiga def fe-


minismo, creyendo que la misién de la mujer, boy como ayer
y maana Como boy, habra’ de cifrarse en amar y sacrificar-
59 an bien def préjimo para granjearse su afecto.

Estima que la mujer no tiené interés alguno en recla-


mar nada de lo que los hombres poseen, por el simple hecho
([2 poseerlo los hombres, ya que muchas de las prerrogativas
de que éstosgozan resultarianle 'a la mujer otras tantas car-
gas, pot (o que aquélla ha de pedir mds bien lo que responda
a sus interesés y aspiraciones, sin meterse a averiguar lo que
los hombres posean. _

La sefiora de Lembroso de Ferrero opma que una mu-


jer del monrdn es mas feliz y hace mds felices a_los'dem(_is,
sometz'éndose;'a (as tradiciones, que son Ias experzenczas cris-
talizadas de machos siglos, que no pretendiendo proceder por
su cuenta y riesgo.

Mas no se opone a que esas tradiciones vayan evolucio-

nancio; es mas, quisiera que asi fuese; so’lo que piensa que

tinicamente la mujer superior, que ha pasado por la escuela


del sufrimiento-—-porque es en esta escuela donde las mujeres

superiores se forman———tiene derécho a poner la mano en esas

tradiciones. So’lo las mujeres que sufrieron y tuvieron Ia


energia suficientrz para remontarse de sus propios dolores a
las causas generales de que se deriuan, hdllanse capacitadas pa-
ra modzficar las tradiciones.
_ Demaestra, de esta sucrte, que la inteligencia de la mu-
Jer es distinta de la del hombre, que ambos han sido bechos
para com_z_)letarse_. y que el niuea‘ intelectual de mujeres y horn‘-
bres desczende cuando unos y otros viven independientes y
azsla_a’os, aplicdndose a los mismos fines. Este libro habrcf de
3”5C’”’’ [1 ha Suscitada lmuchas discasiones en todos [0 par’-
-€é"s:_ fer? !‘m’I.Cho.s pt‘e]LlICiOS habra’ de tener quien no sienta
€"7l7(!l’;7[:fC;_:’::On7’£::)Su‘l;J’l?l(J)(: arlasieer estasl observaciones, que .p_onen de
conmovedoras Palalbras 901159 Ow $08 (gel glma fememr?a'.’ Lag
Ia muier de [as barren: emp 9a a hablar de la rmszon de
- I que a esta Ia separan del hombre,
EL ALMA DE LA MUJER _ 18

de Ios puentes que a entrambbs wnen y de los que todavia


convendrfa leuantar, son de lo mds hermoso qge se be es.~
-crito.

Es este an Iibro modesto y profundamente sincere, ase-


quible a todos, y, sin embargo, may profundo. Y cuando
se ballan reunidas en un escritor estas dos condiciones, no
hay que paratse a pensar si se trata d__e an adversario 0 un
amigo. ‘

Una majer como la seriora de Lombroso de Ferraro,


serd siempre, por razo'n de su personalidad y sus altas dates,
an explorador avanzado en el problema de la mujer.

MADAME LAGERWALD~ DE GADOLIN


DEDICATORIA

A ti, Nina mfa, dedico estas pdginas. En ti pensaba al


escribirlas, y en tus afniguitas que, cua! bandada de pajari¥
(Ios, rfen y juegan en estos instantes _contigo. Aim no se os
despertaron, ni a ti ni a ellas, Ios obscaros instintos; cuando
ties o Iloras, sabes siempre el porqué. Mas, dentro de unos
acn, ya no seré asi.

Segdn va pasando la vida nos vamos volviendo cada


vez mcis extraos para nosotros mismos, y entendiéndonos
cada vez menos. Y es que, segdn oa pasando la vida, Ios "ob-
jetos exteriores, fcfciles de avaluar, van perdiendo todo valor,
y cobrdndolo en alto grado Ios ‘impulsos internos, ma’s diff-
ciles de descubrir y apreciar. Los intereses légicos que rigen
uuestro mundo infantil, Ios goces de la vista y el paladar,
que ahora bastan a harrar vuestros _sentidos, Ios pesares de
vuestras almitas por el castigo sufrido 0' el juguete roto, que
compendian vuestras angastias, vendra'n dentro de nada a
substituirlos, goces y.pesares~ vagos y destructores; cuya razo'n,
’ma's de una vez, no llegaréis a alcanzar.. Ni a mt’, siquiera, te
arreveréé ya, entonces, a confiarme tus secretos, hijita mz'a';
no te atreverés a hacerlo, porque ni a ti misma te sabrés decir
st" ties o Horas. ‘

Lee entonces este libro, Nina mia; que para ti lo he


escrito, y pensando en esos tiempos futwros. En sus pdginas
recogf cuanto la experiencia me enseé, cuanto me parecia
pudiera ser provechoso para dirigir una vida que se inicia‘
y aun no acierta a discernir Ias obscuras voces del alma, que
cada cual cree exclusivas de la suya, siendo asi que son de
todos.

Ojala' estas pa'gz'nas, hija mia, paedan ahorrarte al-


guna de esas tribulaciones que a toda tierna vida aguardan.
Tal es el anbelo bumilde, grande, y a veces, ,'ay!, uano, de
toda madre . *
PREFACIO DE LA AUTORA

Aunque eecrito por un modesto cultiuador de la ciencia,


no quiere éste set an Iibro cient1'fico, que no es frztto de in-
uestigaciones psico.’c'>gicas o filoséficas especiales, sino de ob-
sewaciones espontcineas acerca de la mujer y de largas. te-
flexiones sobre los dolores que trabajan su vida y que po-
drian ahorrcfrselo.

El corazén, el alma, la inteiigencia de la mujer, Ios pro-


blemas del amor, de la justicia, de la cultura, no se exami-
nan aquz’ desde el p_uv’n-to de vista ateo'rico, con el fin de apor’~
tar una nueva piedra‘ al edz'fic’io de la psicologfa, sino desde
an punto de vista pra'ct'ico, con la intencién de ayudar al-
hornbre a- conocera la mujer y ayudar a ésra a resolver alga-
nos de Ios problemas que mas Ia asedian y acosan; con el
prop;o'sz'~to de definir sus verdaderas aptitudes, sus aspz'rac1'o'-
nes poshiuas, sus buenas cualidades, sus caracterfsticas y las
consecuencias’ sociales que de todo ello se pueden derivar.

Nacido de observaciones y meditaciones sinceras sobre


el al‘m’a de la mujer, desearfa esfe libro sascirar reflexiones y
meditaciones igaalmente sinceras. V

Hijo de la persuasion de qae no son la education ni la


fuerza_,' sino la pasz'o'n y la m':'sio'n qlze Ie estd encomendada,
Ias< que determinan en la mujer impulsos y caalidades parti-
culares. que constituyen dna especial figura femenina, distin-
ta de la masculina, de. igual modo que difiere en Io fisico la
mujer del hombre, quisiera este Iibro persuadir también de
eso a hombres y mujeres, y combatir la tendencia del mundo
moderno a masculinizar a Ia‘mujer, tendencia que priuard
a la sociedad de una ayuda preciosa sin proporcionar tam=~
poco a la mujer esa felz'c‘1'daa' que se hace la ilusién de poder

procurarle.
s

13 GINA LOMBROS0

No se me oculta que el propésfto estd bastante por en-.


cima de las fuerzas de un solo escrtfor y del_ alca_nce de ‘an’.
Iibro; que no se persuade a los demas con afzrnfmczones, smo
discutiendo con ellos, y haciéndoles recorrez: el’ cammo que
uno recorrié. Por lo qae estas reflexiones aspzran a ‘set, como
dije, no el punto -de llegada, sino el punto de salzda de re-
flexiones y obseruaciones mds generates, que otros deberfan
seguir en la vida real, al margen y pot‘ encima de todo pre-
juicio de escuela, partido o interés acerca de esta cuestidn.
Esra; reflexiones pasaron ya, en parte, pot una destilacién
analoga; fueron previa y pdblicamente discutidas entre hom-
bres y mujeres de las mas diversas culturas y profesiones,
resnzmiéndose lozego parte de sas resultados en los oportunos
Debates sobre el alma de la mujer, que el aator serfa may
ufano a'e proseguir con el lectoz‘.

En la expresién sincera de un juicio, hay siempre una


parte de Uerdad; y esta parte de verdad es la que la awtora
ofrece, y quisiera destilar de los lectores.

Y especialmente, es a vosotros, timidas madres perdidas,


cohibidas en uuestra Litil misién, a quienes me dirijo, y a 0080-
rras, jouencitas, cuyo corazén palpita con la nostalgia de estra-
char an hijo entre los brazos. Sofocadas, deslumbradas por
las qrandes misiones polz'tz'cas y sociales, boy de moda, os
babéis quea'ado calladas y escondidas, como avergonzadicas
de sentiros ajenas a tan altas cuestiones; y el mundo ha to—
maa'o Uuestra timidez por indiferenct'a, y por coaccién la pa-
siérz que en ua:2.srras an-‘mas arde, negdndoos la exzstencia, y
a'eclarana’oos uz’ctz'mas ilusas. Para defenderos, escribo yo este
libro; para demostrar que segufs viviendo, y que el yugo de
que os qaieren libertar, es vuestra misién, la aspiracién uni-
versal y comrin a todas las mujeres que saben amar.

Florencia, marzo 1921,


LIBRO PRIMERO

EL ALMA DE LA MUJER

La Vida mas fcil truéoase an


trgica. para aquella. que no tieno
por coraza el egoismo.
LAS DIFICULTADES DEL PROBLEMA
DE LA MUJER

Suele ocurrir cuando se contempla largo rato un pa-


norama alpino, que los contornos que al principio nos pa-
recia se destacaban sobte el cielo con toda claridad, se com-
plican luego bajo nuestros ojos, neveléndosenos entonces al-
tas montafias y profundos valles que hasta alli nos impedia
ver el sol, amén de inwfinitos torrentes y ngveras, de suerte
que aquel paso que a lo primero sue nos antojé tan sencillo.
tan fécil de atravesar o modificar, va énmaraéndose 3- nues-
tra vista en sus linea ogenerales hasta resultar de una comple-

ojidad terrible, Pues esto mismo sucéde con la Vida. Al enca-

rarla por primera vez, cuando aun no se habituaron nuestras


luces .a la viva flama diurna, sélo percibimos el conjunto,

antojéndosenos aquélla llana )7 fécil y cual juego de nios

las dificultades que habremos de vencer; pero luego que nues-


tros ojos vanse haciendo a la luz y’ a m_e.dida que la experien-
cia nos va aguzando la mirada, empieza a complicarse tam-
bién el semblante del mundo, siendo entonces cuando caemos
en la cuenta de que llanos y montes héllanse indisoluble-
mente Iigados entre si, de suerte que no es posible introducir
el més leve camvbio en ningn sitio, sin que repercuta en los
demés. Comprendemos, a~l fin, que aquellas modificaciones

que _a1 principio pareciannos tan féciles de conse'guir,' son,

en realidad, terriblemente dificiles, surnamente com'plejas y


pehgrosas, y después dve darles vueltas y més vueltas em to-

dos sentidos, concluimos Vpor retroceder desalentados, hasta

que “al_péIido reflejo del pensamiento todo nuestro disefio


se decolora y nubla".

gQué hay. y sobre.todo. qué habia antes _de la guerra


de més injusto en la sociedad modema que la condition de
-22 G-INA Lomnnosoj

A V vv

la mujer? gPor qué la mujer, la madre de todos los vivientes.


el ser mas necesario de la humanidad, ha de obedecer al hom-
brejmam un individuo inferior a ella desde el punto de vista
de la naturaleza y acaso, también. desdeel punto de vista
moral e intelectuali’ gPor qué ha de disufrutar en la sociedad
de un prestirgio menor que el suyo? {Pot qué ha de verse ex-
cluida de esos goces que se reputan los més grandes: de la
gloria, los honores, el poder, los puestos mas tentadores y
mejor remunerados de la vida publica y privada? gPor qué-
no ha de hallarse asistida de los mismos derechos que el hom-
bre? gPor qué han de imputérsele como otros tantos delitos
actos que en el hombre constituyen motivo de vanagloria?
gPor que’ ha de venir obligada, poco menos que por ministe-
rio de la ley, a guardar una moral superior a la del hom-
bre y realizar sacrificios infinitamente mayores?

Durante mucho tiempo, esta cuestién no me ofrecié a


mi Ia menor duda. Todo eso derivébase de una injusticia de
los hombres, que se habian adjudicado a si mismos la mejor
parte de la Vida; dependia de injusticias sociales, cuya elimi-
nacién no podia ser dificil. Pero poco a poco, a medi-da que
el tiempo me hacia it encontrando el fondo de mi alma, ese
fondo comn a todas las mujeres que con harta facilidad
encubren los pocos aos; segn la experiencia me iba dejan-
do ver todas las repercusiones que el problema de la mujer
determina en la mujer misma y en la sociedad, fui perca-
téndome de que esas supuestas injusticias dependian de algo
mucho mas alto y fatal que una preponderancia o una in-
justicia social, acabando por convencerme de que eran con-
secuencia de la misién de la mujer, de las tendencias espe-
ciales que esa misién d-espierta en todas nosotras indistinta-
mente——asi en aquellas que la pueden lle_var a cabo como en
aquellas otras que no pueden, lo mismo en las que humil-
demente la aceptan que en las que orgullosamente la recha-
zan, adquiriendo, en suma, la persuasion de que tales pre-
suntas injusticias dependian de la armonia social, que necesi-
ta de varones y’ hembras dotados de diferentes cbualidades y
encargados de cometidos diversos——, de igual modo que para

la musical armonia del érgano requiérense tubos de longitud


distmta.
EL ALMA DE 'LA’MUJER 23

LA CLAVE DEL ALMA FEMENINA: SU-


ALTER-OCENTRISMO

Es intil negarlo. La mujer no es igual al hombre. Co-


jamos cualquier novela, un poema antiguo 0 moderno, y
veamos de traducir a lo hombruno las més notables heroi-
nas que en él figuren. Figurémonos por un instante;troca—
das en Varones a las mujeres del Antiguo y del Nuevo Tes-
tamento, Rebeca, Noemi, Ruth, Magdalena, Maria; imagi-
nemos como homlbres Va Elena, Hecuba, 0 sin ir mas lejos.
a la Eugenia de Balzac, la Rebeca de Walter Scott o la Do-
rrit de Dickens, y decidme en conciencia si Ias figuras que
salieron de ese trueque no habrian de resultar ridiculas y
monstruosas. ,

’Pres_cindiendo de esas diferencias fisicas e intelectuales


que hay entre ambos sexos y que a nadie se le ocultan, existe
una que sobre to-das Ias demés descuella, siendo la base de
que se derivan, y es esta: Que la mujer es altruista, o mejor
dicho, alterocentrista, en el sentido de que no concentra sus
placeres y ambiciones en st’ misma, sino en una tercera per-
sona, a .70. que am‘-a y de la cual desea set‘ amada: el marido,
el padre, los hijos, el amante, etc.

Siendo como es la mujer, sensible a los goces y dolores


de los demés seres con quienes convive, no es capaz de go-
zar, crear o destruir lo mas mlinimo, con independencia de
aquéllos, sin contar con su aprobacién o censura V haciendo
caso omiso de su afecto. Siendo como es la hembra, insen-
sible a los placeres egoistas del gusto, la vista, el oido y el
intelecto, no puede gozar, crear ni hacer cosa alguna, como
no tenga altguien en quien pensar y que en ella piense, alguien
c_on quien y por -quien poner en juego sus facultades. La mu-
_]€1‘, évi-da de vivir para los demas., pronta a sacrificarse por
ellos, rebosando gratitud por los favores que le dispensan,
padece lo indecible cuando los demas no le muestran grati-
tud a ella, c1_1ando no hay quien la atienda y mime, cuando
no hay algnien que por ella viva y esté dispuesto a sacrifi-
carse, y se mdigna y encoleriza y angustia alternativamente
2.‘; GINA L033/IBROSO‘

.r\./\/\/~/\r\/ ’\"V\-

cuando es asi, cuando no lo es y cuando teme que lo sea; en


una paiabra, que esa antorcha que la mujer recibe con 13 vi-
da, apégase muy luego como no tenga alg-uien a quien alum.-
bfar, alguien que la despabile y atice.

No pasa otr-o tanto con el hombre. A semejanza de los


.demés organismos de la naturaleza, no desviados de su fin
por la maternidad, es el hombre egoista, o mejor dicho, ego-
ce-ntrista, en el sentido de que propende a hacer de six’ mismo,
-de's.us propios intereses, placeres y actiuidades el centro del
mundo en que vive.

Siendo como es capaz de vivir y gozar él solo, resulta


indiferente el hombre a la existencia de los demés sexes con
quiencs convive, a sus goces y sus dolores; no siente la ne-
ci-esidad de fijar la vista en eilos, ni a proporcionarles placeres
o disgustos, pero en cambio, no se aflige en demasia porque
los demés no se fijen en él ni le guarden gratitud. Ganoso
de satisfacerse a si propio, hace pot evitar toda e_mocién Y
con tal de lograrlo, es capaz de ‘vivir_ sin amores ni odios,
singoces ni sufzimientos; de dirigirse, d-e orientarse en la vi-
a ‘sin contar con ei aplauso o la censura ajenos. Siendo sen-
sible, como lo es‘, a todos los placeres egoistas del gusto, la
vista y el oido, asi como a los goces que proporcionan la ri-
queza, :21 poder y las abstracciones intelectuales, puede el
hombre cifrar en si mismo sus alegrias, vivir y gozar en este
mundo con absoluta independencia de los dernés, fomentan-
do pot si solo la antorcha de la Vida que, al nacer, recibié.

Fijaos en los nios cuando viven todavia juntos bajo ‘cl


comn techo familiar, a la edad en que podian tenet los mis-
m-“os -cuidavdos y -preocupaciones, cuando la educacién no fué
parte :1 torcer o encubrir los instintos. La nena se entretiene
ihaciéndole vestiditos a la mufieca o meciendo o lavoteando
-a ‘la hermanita més pequea, es decir, consagréndose a los
demés. E1 chico. en cambio, cifr-a sus glorias en la~escopeta,
el Igalén o 21 aro,_ que le permiten poner dc manifiesto su
rflana 0's-u fuerza. La nena gusta. de hacer papeles de madne-
€_{C3. medlco. maestra y niera; de jugar con los més peque-
"~"ilt_0S. de besatlos, acariciarlos, imponerles su dominio y sa-
borear sus caricieis y sus besos; trabaja, estudia por darles
gusto a la mama o la maestra y granjearse sus elogios. E1
BL ALMA DE LA MUJER 25

chico busca amiguitos mayores que él, con los cuales medir
sus fuerzas, gusta de hacer papeles de cochero 0 general, as—
pita a mandar y que lo sirvan; si ha de ayudar a su mama.
si ha de estudiar——como no sea que“ eso le distraiga——es me-
nester darle alguna golosina, u_na perrita, un juguete. .. a
no S61‘ que ande Iisto por miedo a una paliza. I

Puss lo mismo que de nios son toda la Vida; el varén,


atento nicamente a sus propios intereses, placeres y fines;
la mujer, eternamentc ocupada y preocupada con los demas.
-drzsviviéndose por merecer su' aplauso, darles gusto, atender-
los y obligarles a Efijarse en ella.

Fijaos en los viejos, cuyo temple moral se acusa mas


claramente fuera de los miramientos sociales. No bien las
circunstancias externas se lo permiten, él hombre, cargado
de aos, sevretira de la lucha, aspirando ya, sobre todo, 3- no
sufrir molestias y disgustos, a suprimir, aunque sea con gra-
ve dao de quienesle rodean, hasta los mas ligeros contra-
Iiernpos que pudieran desazonarle. Ese es el instante de su
Vida en que saborea mas a satisfaction los goces de la fami-
Iia, en que mas echa a ésta de menos si no supo formarsela;
su mayor placer entonces cifrase en ser objeto de atenciones
y mimos de parte de los demés, sin tener que pensar en pa-
.‘.gar1es con la misma moneda.

Cuando la mujer entrada en aos héllase en condicio-


nes anélogas, lejos de retirarse de la lucha, de querer suprimir
toda clase de sinsabores y concentrar en si misma toda s-u
atencion, delegando en los demés las funciones que hasta
alli le est-uvieron encomendadas, lo que hace es oponerse con
todas sus fuerzas a todo intento de aligerarla -de sus tareas
‘y duplicar, -si no su actividad. si su emotividad, su afén de
actividad y de emociones. Y si ya no puede seguir sacrificin-
'--dosepoz‘ los dem-‘as, -hace todocuanto esté en su mano a fin
de que éstos se sacriifiquen por ias causas que cree justas.

Los hijos y nietos que la rodean, vienen a ser _sus ido-


‘los, sayones V victimas, todo en una pieza. Desvéla-se y se
-desvive por ellos, no solam-ente mas de lo que permiten sus
fuerzas, sino ba-stante amés también de lo que se desvelé 7
-desvivié por-los hijos. ‘Nadie los quiere, cui-da y educa como
aella desea se les quiera, cuide, instruya y eduque; ni n-adie
tampoco la quiere y cuida a ella, como desearia. Anda siem—
pre buscando Ia viejuca, como con un candil, nueyas razo-
nes para nuevos trabajos y desvelos. Olvidase de los pasados
goces, ya que los goces del altruismo y de la pasién son ina-
ferrables, para acordarse nicamente de los sufrimientos que
la mernoria encona y agiganta; caen sobre ella a enjambres,
laceréndole ei aima, pesares y rencores, y a esa edad, en que
mejor podria entregarse al descanso y disfrutar, es precisa-
rnente’ cuando sufre mas que nunca sufrié.

E1 periodo mas fcliz de su Vida es para la mujer. aquel


en que las atenciones familiares y sociales absorben por ente-
ro su fuerza fisica y moral; cuando su espiritu hallase en un
continuo estado de ernocion real y natural; cuando su nece-
sidad dc ocuparse y preocuparse de los otros, encuentra un
natural desfogue y aquéllos siéntense llevados sin esfuerzo,
por virtud natural, a atenderla a ella; en esa edad de su vida
en que es nodriza de sus hijos y su educadora, y su maestro,
y su amante, y su arnada.

La mujer que no tiene en este mundo a nadie por quien


afanarse y trabajar, alguien a quien consagrarse y que a ella
se consagre también, la solterona que no tiene hermanos, so-
brinos, nios con quienes encariarse y que se encarien de

ella; desdichados cuyos dolores aliviar, erigiéndose en su p_a~'

o de légrimas, que no halla modo de ejercitar sus instintos


altruistas, su intuicién, su actividad y su amor; que no es
maestra, ni hermana de la Caridad, que no tiene una finali-
dad viva y real en esta Vida, que no tiene nadie que la Sos-
ten-ga ni a quien sostener. . . agriase y deforma fisica y mo--
ralmente.

Nada se le hace a la mujer tan insufrible como el ocio,


la indiferencia, la pasividad; nada tan angustioso para ella
como la vida sin emociones naturales, como la irnposibilidad
dc atender, amar, odiar, influir en alguién y por alguien,
como el que no la quieran y no poder querer ella.

Fijaos en Las ruedas de la Fortuna en que estan reco-


gidos los pronésticos que ban demostrado los siglos ser los
mas codiciados de los mortales. Invariablemente encontraréis
"que la mujer es muy sensible, que tiene un amor, que este
amor es la causa de todos sus disgustos, pero que pronto ob-
tendra e1 pago y recompensa que, merece y se casara con su
adorado y tendré muchos chxcos. I

En cambio, al hombre le dicen “que ha probado 11111


modos de coger a la Fortuna por los pelos. que no tardara.
en conseguirlo, que todo el mundo reconocera su talento y
seré rico y poderoso."

VRAZONES DEL ALTRUISMO

Este altruismo no implica ninguna superioridad moral‘


del uno 0 el otro sexo, pues tanto e1 Egoismo como el Al-a
truismo, asi entendidos, pueden inspirar generosidad, per-
versidad, espiritu de sacrificio, virtudes y defectos. Tratase
aqui de un Instinto que tiene sus profundas raices en las di-
ferentes funciones de ambos sexos.

No solarnente en la especie humana, sino también entre


los animales, observamos este fenémeno: e1 altruismo de’ la
hembra, su abnegacion en aras de la especie.

Vemos a las flores hembras sacrificar sus pétalos que


son sus ojos, y también como la boca que abren para sorbet
al mundo, a fin de que crezc_a mejor su simiente. Vemos a-

Ia mariposa reconcentrar su inteligencia para el mejor 1ogro-

de los hijuelos que no ha de conocer y morir en la tierra


hflmeda, junto a las raices de las plantas, alli donde no hay
alimento para ella, pero donde puede depositar sus hueve-
cillos en condiciones propicias para la Vida de sus futuros
véstagos.

Este altruismo femenino es una necesidad de la especie.

Si no estuviera dotada de él la hembra. no tardaria la especier

en desaparecer, ya que el log-ro y crianza de los hijos presu-


ponen un genitor,. resuelto a sacrificar toda 0 parte de su
existencia en beneficio de los nuevos seres y este genitor no»
puede ser otro sino e1 genitor que crea: la hembra.

Pero este instinto de la hembra héllase relncionado a


su vez con otro instinto mas alto y general, por cuanto es
mas inconsciente todavia y del que todos, sin distincién, par-
ticipan: machos 3.7 hernbras, jévenes y viejos, el de lograr Iar
lfinalidad de la propia existencia.
2-8 GINA LOMBROSO

gCual es la finalidad de nuestra Vida? 3A qué «fin pro-


pend-emos inconscientemente todos nosotros, hombres Y mu-
jeres, con todas nuestras fuerzas, luchando por él con a-hinco,
a vueltas de dolores y angustias, desde el nacer hasta el mo-
rir? Pues a dejar una huella de nosotros, perecederos, en el
mundo imperecedero, a fijar alguna mofécula de nosotros
mismos en el z'nfz'm'to que nos rodea-.

Dos estimulos ha puesto a nuestra disposicién la natu-


raleza para que logremos esa finalidad. "El amor que nos im-
pele inconscientemente a crear con nuestras propias carnes el
retoo que ha de prolongarnos en el tiempo. La ambicién que
nos impulsa a crear a expensas de nuestro cerebro algo mate-
rial, moral o ideal, que pueda a-gigantar nuestra persona, di-
latarla en el espacio y el tiempo, y dejar estampada en el in-
finite nuestra huella.

g-Qué significan la muerte, el dolor 0 el sacrificio mas

oneroso, cuando nos permiten conseguir el uno o el otro de


esos objetivos?

-Jamés negése madre alguna a dar Vida a la especie por


miedo a los riesgos que entraa tal funcién, asi como tampo-
co hay hombre que se niegue a los mvés graves sacrificios, s1em-
pre que a costa de ellos quede asegurado eel logro de la em-
presa que concibié.

El dolor, ese centinela avanzado, encargado por la na-


turaleza de advertirnos de los peli-gros que nos amagan—el
dolor mas acerbo “cruécase en deleite, cuando representa el me-
dio de conseguir el objeto de nuestro amor 0 de nuestra ambi-
cién—el prolongarse del yo perecedero en el espacio y en el
tiempo. Y asi como en los naufragios ha habido madres que
han arrojado .a las lanchas de salvamento muy ufanas y ale-
gres, a sus hijos, antes que lanzars-e ellas mismas, asi también
ha habido escultores, pintores, escritores insensibles al frio, a
la enfermedad y al hambre, que han sucumbido de inanicién
0 de frio, con tal de dar remate o poner a salvo su obra.

Estos dos estimulos no son patrimonio categérico del uno


0 el otro sexo. Pero si la ambliciéh puede en apariencia aco-
modarse indistintamente al hombre o a la mujer. imposible
EL ALMA DE LA MUJER 29
‘\AI€€\/€

es duda-r ni por un momento de que el amor allana a la mujer


mucho més que a1 hombre, el logro de la finalidad de su
vida.

Al nacer el hijo, solo la madre experimenta la sensa-


cién de haber creado algo, de poseer la garantia de que algo.
vivo y vital habré de prolongarla en el tiempo; déndole una
ilusion de eternidad. De aqui la continua aspiracién de la.
mujer a am-ar, su completa entrega al amado, por el cual es--
té pronta a sacrificar todos los goces de la vida, e incluso la
Vida misma. De aqui el alto grado de z'ntuz'cz'o'n, de pasién, de
actividad, que posee la mujer, puesto que no es posible ci-
frar e1 centro de los propios actos en otros, sin intuirlb, sin
amarlo, sin obrar, pensando en él.

De aqui la tendencia altruista de la mujer; porque si


quiere crear la Vida, ha de pone: el centro de su propia exis-
tencia en otro; ya que es otro ese hijo que ha de prolongat-
la en el espacio y en el tiempo.

‘No 1e ocurre asi al hombre. Para prolongarse a si mis-


mo no- puede el hombre contar con (E1 amor. No puede crear
materialmente. El hombre ha de crear Ion su cerebro-, con su
corazén, con su mano, lo que haya de sobrevivirle. De aqui
su egoismo; es d-ecir. su propensién a hacer de si misrno, de-
sus goces y actos, e1 centre de su existencia; de aqui la indi-
ferencia, la pasiuidad, la sensatez de que se halla dotado para
obrar con arreglo a sus intereses. De aqui su aspiracién con-
tinua a las satisfacciones de la ambicién, de la gloria, el po-
der y la riqueza, més fuertes a veces en él que laimisma ansia
de Vida; lo que es tan cierto que mientras en todas partes
los gobiernos han podido obtener de sus sbditos e1 sacrifi-
cio de la Vida, ninguno ha logrado imponer silencio a sus
ambiciones personales. _

No quiero decir con esto que el altruismo, con sus co-


rrespondientes intufcion, pasién )7 actividad, sean exclusivos
de la mujer, ni que el egofsmo, con sus consiguientes z'ndife-
rencia, pasiuidad y reflexién, sean exclusivos del hombre:
asi comofampoco pretendo afirmar que sean exclusivos del”
uno 0 del otro sexo Ias virtudes o defectos que del egoismo:
0 el altruismo se derivan.
Las difcrencias a que aludi, como todas las diferencias
substanciales y generales, estan muy lejos de ser_ absolutas. Ad-
miten, mejor dicho presuponen infinitos rnatrces y excepc1o-
nes. Muchos hombres poseen virtudes y defectos peculiares a
la mujer, y rnuchas muj-eres virtudes y defectos peculrares al
hombre. Muchos hombres son curiosos, piadosos, actzvos e
intuitivos; muchos son capaces de concebir‘la1 amor y la jus-
ticia en modo analogo a la mujer y de adoptar actitudes in-
telectuales semejantes a las de la mujer y viceversa, pues todo
hombre atesora un cierto caudal de ‘altruismo y toda mujer
un fondo de egoismo, que sera mas o menos acentuado, mas
o menos difuso, segn la variedad de los individuos, determi-
nando todos esos matices que se observan en la humanidad.

Lo que entiendo decir es que las .virtudes, los_.defectos y


los modos de sentir y comprender que generalmente pasan
por viriles, que preponderan en la mayoria de los hombres,
Eienen su base en su egofsmo; mientras que las virtudes, los
rdefectos y las concepciones. morales e intelectuales que es cos-
turnbre considerar como femeninas, 0 sea que predominan -'en-
tre las mujeres, reconocen por base su fundamental altrufsmo.
De suerte que las virtudes y los defectos peculiares a cada
sexo varrarén en profundidad e intensidad, segn Varie en pro-
fundidad V extension el altruismo, que las sirve de base.

LA TRAGICA SITUACION QUE DE ELLO s1-:


DERIVA l

Pero si esta pasion por los seres vivientes que tiene a su


1-ado es una necesidad inherente a la misién de la mujer, cons-
trtuye taimbién al mismo tiempo su mas terrible tragedia. el
més‘enh1esto escollo contra el que se estrella el problema fe-
menrno. la dificultad que hace que resulte tan ardua ‘la cues-
tron de ofrecer a la mujer la felicidad a que tiene derecho.

' La vxda mas fécrl truécase e.n trégica para aquella que no
trene por coraza el egoismo.

El egoismo es la columna vertebral de la Vida. Lo: se-


res afortunados que lo poseen, tienen en su interior un pun-

to fijo con el que enlazar y coordinar sus actos en provecho


propro.
EL ALMA DE LA. MUJER It

El egoismo es un luminar que despeja luminosamente


el camino. E1 egoista que lo posee no necesita de ajena ayuda
para alcanzar los fines que mas o menos inconscientemente Se
propone, no ha menestcr que nadie le apoye o secunde; sabe
a donde va y puede encaminarse allé él solo. Pero e1 altruis-
ta, no; el altruista necesita de los demés, no solo para amat-
les y que ellos 1e amen, sino también para que Ie sostengan y
orienten. Es el altruista cual plantita trepadora que aspira a
poner Verde y florido e1 tronco seco y el frio muro que Se
yergue vecino, pero que perece como no halle ese tronco seco
en que apoyarse, ese paredon inerte que preste sostén a sus
vastagos.

La mujer catece cie esa columna vertebral que el egois-


mo concede al hombre, por lo cual necesita de este ltimo, ha
menester de este punto :fijo, que no ha de tambalearse y con—-
moverse continuament-e, como a ella Ie sucederia, que no ha
de dejarla expuesta al embate de todos los vientos que des—
perdigatian sus fuerzas, como a.e11a le ocurriria sola; nece-
sita, en suma, de una fuerza que reconcentre sus ardores y 109
encauce en una direccién determinada.

Hay quien dice que esta necesidad Ade apoyo es debida a


una menor inteligencia, a una mala educacién. Mas no hay
tal cosa, -porque esta necesidad de apoyo no disminuye con una
rnejor educacién y va creciendo a medida que crece su inte1i-
gencia y con el multiplicarse de las ideas que la envuelven en
un vértice de sensaciones, y observaciones cuya razén no se
explica, cuya eficacia no a1canza'y de las que no acierta a
aprovecharse. Es que la intelilgencia de la mujer cifrase, no
en el _razonamiento, sino en la intuicién, y que llegando en
alas de ésta, dé un salto a la conclusion sin subir los peIda-
os que a esta conclusion conducen, permanece perpleja ante
estas conclusiones y mas perpleja todavia respecto a los re-
sultados tiles que de ellas ‘pueden derivarse. De suerte que
cuanto mas inteligente es la mujer, tanto mas necesitada se
halla de apoyarse en una inteligencia diferente de la suya que
la complete e ilumine, ayudéndola a sacar provecho de sus in-
tuiciones, falta de lo cual, a semejanza de esas vistosas flores
de invernadero, desprovistas de estambres y pistilos—conde—

nadas a perecer con el deshojarse de -sus péta1os—-surte su 1nte-


30 ‘ GINA LOMBROSO

ligencia unos frutos destinados -a morir en la cuna. sin pro-

ducir siquiera esa utilidad que aciertan a rendir las plantas.

silvestres. _ , _
La nica que no s1ente esa necesldad es la mujer hom-

bruna, aquella a la cual, bien las circunstancias sociales, bien


las costumbres Mo especiales aptitudes, dotaron de ese lumi-
nar viril risi =1-goismo, que en las mujeres que se conservan fe-
rneninas, apenas si arroja alguna luz.

Pero hay tarnbién otra razén para que la mujer sienta


por fuerza esa necesidad de apoyo.

Para formarse -un criterio general de la Vida, para tra-


zarse un plan y seguirlo, para atinar con la senda que a su
logro conduce, es menesierwque el fin que nos ponen d-elante

los ojos sea real, palpable, rnedible; es decir, que caiga bajo

el dominio de la razén; que sea un interés.

Los goces egoistas que constituyen la pasién del horn-


bre, scan buenos o malos, morales o inmorales, responden a.
estas concliciones: son reales, palpables, razonables, son, en
una palabra, jntereses. Si deseo regalarme con una buena co-
mida, oir una buena msica o resolver un problema, lo que
deseo son cosas reales que caen bajo el dominio de la razén;
de suerte que ésta puede intervenir en el asunto, brindando
un criterio de seleccién; decidrne qué es lo _mejor y lo peor,
declaradme si conviene o no que haga tal sacrificio para con-

seguir mi objeto, y en ltimo término, indicarme el camino~

que debo seguir para lograrlo.

Pero si, por el contrario, lo que deseo es ser arnada o


amar a aquellos que me rodean y colmarles la Vida de satis-
facciones, si deseo tener un hijo y satisfacer pasiones altruis-
tas, el blanco de mis anhelos son goces de una calidad impal-
pable. No hay brjula alguna que pueda guiarrne en el empe-L
o de conciliar estas pasiones con mis intereses. No sirve al
caso la brjula de la razén, porque esos bienes eestan fuera de
su alcance; ni tampoco la de la pasién, porque no es "una pa—
Sién S013. sino varies, la}: que deseo satisfacer.

Asi que por el mero hecho de que nuestra pasién choque


con nuestros intereses no contamos con un criterio para lograr
estos ltirnos. Siendo adernés variable la intensidad de la pa-
sio’n y vivos y diversos sus objetivos, carecemos de crite/rio pa-
~ E3,
ra alcanzar el fin de la pasién, ya que no sabemos cuél seré
la meta que, una vez alcanzada, nos proporcionaré gone ma-
yor, ni qué goce podremos gustar, no en el presentg, sxno en
el futuro. De suerte que la mujer no cuenta con nmgn cm-
terio para distinguir conscientemente lo que le conviene de
lo que la perjudica, y come no haya quien elija por -ellra, ha-
bré de and-at perpleja y desorientada, de acé para alla, siguien-
do, ya a sus intuiciones, ya a su pasién predominante, varian-
do idea a cada momento.

Reconcentrando como lo hace su pasion, esto es, su goce


en el amor de los demés vivientes que fuera de ella radican,
hdllase la mujer en la imposibilidad absoluta de conseguir
por sz’ sola, a'z'rectamente, con sus p&'opias fuerzas, con su ta-
lento y sus medios exclusives, el ob jeto de su; pasién. Pot su
fatal amor a los demés, depende la mujer fatalmente de ellos.

Con constancia y trabajo puede lograr el hombre rique-


zas. estimacién, comodidades, honores, cons-eguir la satisfac-
cién de los sentidos que perseguia, ver realizados los idea-
les de arte 0 de politica que se forjo alla en su mente. El hom-
bre puedé alcanzar directamente todas las finalidades de su
pasién. Pero la mujer no cuenta con medio alguno fijo, pal-
pable, para llegar a ellas. E1 afecto de los demas, de aquellos
que la rodrean, héllase ligado a un capricho de la suerte: na-
cer la primgera o la ltima, en esta o aquella circunstzmcia, ser
mas o menos expansiva o mas o menos guapa, atesorar con-
diciones que llamen mas o menos la atencién, encontrar mas
tarde o mas ternprano el hombre capaz de comprenderla; Su
Vida radica en manos de la casualidad. La mujer no puede
con su voluntad, con actividad, con sus méritos, con su? tra-
bajo. conquistar directamente e1 afecto de quienes la rodean,
como éstos_de por si no se lo profesen. El amor no se com-
pra, el amor es; desinteresado; pero, gqué tragedia representa
este capricho del amor para la mujer, que hace del amor la fe-
licidad de su vida?. . . ‘

Mas no se limitan a eso sélo las fatales tragedias que


sobre ella se ciernen. Cirfrando el centre de su Vida. en otros
seres vivos—que radican fuera de ella y cuyas pasiones e in—
tereses han de ser por fuerza distintos de los suyos—encuén-

trase la mujer en la trégica situacién de no poder conciliar ja-


mas sus pasiones con sus intereses.
gMWmWW

gQué es lo que se llama el interés de una persona? To-


do aquello que puede acrecer su potencialxdad material o mo-
ral: ‘la salud, la vida, riquezas, fama, honores." Tales son en
el fondo los bienes que el hombre persigue con mayor tesén
y en cuyo logro suele hallar los mas vivos goces. Los place-
res del gusto, a que es ~tan sensible, concuerdan con los 1nte—
reses de su propia salud; los de los honores. las riquezas y
la fama corren paralelos al incremento de su poderio. Pcro
la fama y los honores no bastan a hacer feliz a una mu~
jer. Esta necesita amar y ser amada, crear la Vida, velar por
la existencia de todos los seres vivos que la rodean: he aqui
sus pasiones, he aqui los fund-amentos de todos sus goces y
de sus dolores todos. Solo que estas pasiones suelen estar casi
siempre en pugna con sus intereses.

No tiene la mujer interés -alguno en tener hijos cuyo sue-


o velar en la noche y por los_cuales atormentarse moral v
materialmente en el transcurso de la Vida entera, puesto que
esos hijos no implican para ella incremento alguno de salud:
ni de riqueza, ifama u honores. La mujer no tiene interés al-
guno en dejar la familia paterna, donde suele ser reina e ido-
lo y renunciar comodidades, riquezas, libertad y a yeces has-
ta honores, fama y posicién social elevada, por seguir a un
hombre que en ocasiones no puede ofrecerle cosa alguna -en
compensacién de los bienes positivos que por él abandona.
No hay interés alguno que mueva a la mujer a buscar do-
lencias que curar, males que‘ mitigar. Ni tampoco a llenar la
casa de flores, péjaros y perros, de seres vivos que la tengan
ocupada y preocupada todo el dia, ya que por ese medic no
ha de ver acrecidos ninguno de esos bienes que se consideran
Como tales. No tiene interés alguno la mujer en casar a sus
hijos y qu-edarse ella sola cuando mas necesitada estaria de
su afecto. Si partimos del punto de vista de su interés per-
sonal, resulta absurdo que, al nacer Cain, se eche Eva a los
p125 oel Seor diciendo: Dios me ha perdonado, me ha dado
U"? 5110 01 GU? COHWQFGFSE, ya que, en realidad, este hijo cons-
tituye para Eva una serie de sacrificios, de afanes matcriales
)7 morales, no una serie de goces. Y, sin embargo. este grito
d_e Eva es el grito de agradecimiento de la mujer que, por
fin, encontré una satisfaccién a su instinto. una finalidad a
todas aquellas tendencias que confusamente sentia rebullirse
EL ALMA DE LA MUJER .35

en su interior y que si se prescinde de la maternidad ant6jan-


se absurdas, pero en cuya satisfaccién nicamente encuentra
deleite la mujer. _

Pero nada hay mas dificil que distinguir nuestros pla-


ceres de nuestros intereses y valorar lo que unos pesan en la
balanza. Esta dificultad es precisamente la razén de casi to-
das las tragedias que acibaran la Vida de la mujer. Atraida por
la fuerza de la ilusién de encontrar mayores goces rsiguiendo
sus intereses, en la vida y en la historia. abandona muchas
veces la mujer, por un trecho de algunos aos 0 de a1-gunas
generaciones. su figura instintiva, lo que hay en ella de ma-
dre, de Vestal del hogar doméstico, de victima voluntaria del
amor V del sacrificio, su parte de mujer atenta exc1usivamer.r-
tee a dar y recibir afecto, para lanzarse a la liza politica, li-
teraria, social 0 cientifica, acrecer su poderio material 0 mo-
ral y asurnir una personalidad mas conforme con sus intere-
ses.

Eso es lo que esté sucediendo en los‘momentos actua-


les. La nueva generacién nos .rnira con ojos compasivos a las
que pertenecemos a la antigua. Si; antao era la mujer vic-
tima del amor, y cifraba sus fuerzas en el vivir de los de-
rnés; aun queda alguna que querria que asi fuese siempre.
Necio atavismo, fuerza de la costumbre, efecto de educacién,
estribillos de los padres, que nosotras, las de la nueva gene-
racién, hemos de hacer en breve plazo que pasen a la histo-
1'13.

jAy de mi! No es la primera"vez que tal sucede. No sois


vosotras la primera generacién que intenté triunfar del pa-
sado; pero siempre, a1 cabo de un lapso mas, 0 me-
nos largo, durante el cual persiguié la mujer sus intereses per—
sonales, alcanzando independencia, riquezas, honores, fama
yr salud, concluyé por retraerse disgustada, cayendo en la cuen—
ta de haber confundido la dicha con su sombra. En pleno
triunfo de sus mas altas ambiciones, hubo de comprender
siempre la mujer que no encontraba esa positiva alegria que
experimenta en medio de los més duros sacrificios,' aquéllos
que reclaman la materriidad, el afecto de los que la rodean.

De suerte, pues, que la mujer esté continuamente osci-


iando como la péndola de un reloj, entre sus interesesr repre-
36
sentados generalmente por el feminismo y sus pasiones, re—
presentadas por el altruista instinto maternal: el_amor.

Después de haberse abandonado pot algn tiempo a sus


instintos-——amargada por la ingratitud de los hombres y por
los desencantos——, busca refugio la mujer en el dominio de
la razén y del interés; mas no tarda en volver a la esfera de
la pasién, asustada del vacio en que la deja la satisfaccién de
sus intereses_

Y he aqui otra tragedia de la que también esta libre el


hombre. Estc no solo puede lograr e1 objetivo de sus pasio-
nes con sus propios medios, que dependen de su voluntad, si-
no que puede también conseguirlos sin chocar con sus inte-
reses, que muchas veces casi coinciden con sus pasiones.

Y por si fuera poco, la pasionalidad de la mujer no se-


limita a poner en pugna sus intereses con sus pasiones, sinov
que llega hasta a hacer més complicada y dificil su situacién
en la vida, -extendiendo esa pugna a sus mismas pasiones en-
contradas y antagénicas.

Los hijos, e1 padre, el marido, que tienen sus amotes,


poseen cada cual personalidad propia y deseos diferentes y
hasta encontrados, siendo distinto asi el grado de pasién que
a ellos la atrae como el criterio con que aquéllos siéntense por_
ella atraidos. _

Resulta harto dificil para la madre conciliar las pas'io-


‘nes, muchas veces diferentes, que siente por sus distintos hi-
jos y poner en armonia los actos que el amor al marido le
srugiere con los que le aconseja el carifio a la ~madre, al pa-
drre y a los hermanos; hacer que marchen parejos los afectos
antiguos del hogar paterno que abandona con los nuevos de
la familia en que al casarse entra; no siendo cosa fortuita el
que la tradicion haya rcsuelto p-erentoriamente por ella to-
da una serie de cuestiones, imponiéndole el deber de romper
con todo lazo antiguo en el momento de contraer otros nuc-
vos, y trazéndole en cierto modo una jerarquia alfectiva.

' Nada semejante reza con el hombre, Los objetos de sus


pasiones, cuando _no son él mismo, sitanse en la Iejania del
tieinpo y cl espacio y no chocan entre si. Ninguna‘ pugna in-
terior acosa a1 hombre que gusta a1 mismo tiempo de la mi‘:-
sica y de la politica, las antigiiedades y el buen vino. Nada
le impide marcarse una linea de conducta y seguirla hasta el
EL ALMA DE LA MUJER 87

fin, sin ponerse nunca en desacuerdo ni consigo mismo ni con


los demés.

Pero -hay mas todavia. Las personas vivas que constitu-


yen el objeto de la pasién femenil, estan cambiando sin cesar
de deseos, y exigen de la mujer las cualidades y funciones
mas diversas. Pidele e1 joven a la novia poesia, gracia, inge-
nuidad, inexperiencia. Pero ese mismo galan, convertido en
marido, reclama ahora de la misma mujer de antes, senci11a-
mente, que le cuide la casa, que lo aligere del paso de las ma-
terialidades de la Vida, qu-2 sea lista, casta e ingeniosa. No
puede negarsele que esta en 1-o firme; ya que el amor no cons-
tituye la finalidad de la Vida para el hombre, por lo cual no
puede adoptarlo como actitud definitiva; pero, gcomo no ha
de sufrir la mujer con este cambio de exigencias?

Lucgo habra que contar con el hijo, el cual pidele a la


madre que no se aparte de él ni una pulgada, que lo mime
y siga sus inseguros pasos y mi una hora ni un minuto le de-
je de la mano. Unos aos después, ese mismo nio, hecho ya
un mozo reclamaré de esa misma madre que no se entrome-
ta mas en sus cosas; no qu-erré oir sus consejos, ni recordar
sus desvelos pasados, ni hacer caso de su experiencia; aspiraré
a vivir su pobre vida. Y tiene razén el chico, pues, la expe—
riencia ha de adquirirla cada cual de por si; pero, gcémo po-
dra esa madre, acostumbrada a considerar como el mas alto
de sus deberes velar continuamente por su hijo, dejarlo abo-
ta, asi de pronto. abandonado a su propia suerte?

He aqui, pues, otros tantos contrastes, otras tantas fa-


tal-es tragedias en que su pasion altruista coloca a la mujer y
que el hombre no tiene que arrostrar, ya que los objetos de
sus pasiones no cambian de exigencias al través del tiempo
ni son antagénicos entre si. E1 hombre no necesita andar cam--
biando de orientacién a cada paso para lograr Ia fama, la glo-
ria y la ciencia que constituyen sus ideales. Estos objetivos
reclaman siempre de él la misma tension y orientation iden-
ti-za, recompenséndolo con bastante equidad, segn los e-sfuer-
zos que en esta o Ia otra direccién realiza. Puede isatisfacer
todas sus facciones 0 solamente algunas, seguir o dejar el ca-
mino que se trazé, -segn 1e plazca; todo eso esta en su ma-
no, depende de él nicamente, no tiene que contar para el 10-
gro de sus pasiones, es decir, de su d_icha, con los demas; y,
33 GINA L0'MBROS0

por aadidura, con seres que a veces se hallan en P‘-EEII13 en‘


tie si y reclaman alternativamente las cosas mas contradicto-

rias.

*>!<*

No son, pues, las circunstancias adversas, las leyes hu-


rnanas, ni Ia malevolencia de los hombres las que determinan
las mayores tragedias de que la mujer resulta la victima, si-
no su misma misién en esta Vida que la hace dep-ender de se-
res que Ie son necesarios, para amarlos o ser de ellos amada.

De suerte que no sera mejorando sus condiciones lega-


les como la mujer podré aurnentar su felicidad, sino mejo-
rando la educacién general, sobre todo la masculina, a fin
de que el hombre se halle en estado de apreciarla mejor y ayu—
darla mas eficazmente.

Cuando e1 padre que ama a su hija y conoce hasta el


ltimo pensamiento, se echa a temblar por ella ante la idea
del porvenir, no es que tema las leyes que merrnaran sus de-
rechos politicos y no la defenderén lo bastante de la auto—
ridad del macho, ni que le asuste Ia trégica posicién generi-
ca en que aquélla habrzi de encontrarse; tiembla lleno de in-
quietud porque,- conociendo como conoce a los hombres, sabe
cuan engaada estzi su hija respecto a sus verdaderas cua1i-
dades y cuan fécilrnente van a desgarrarle el alma; porque
sabe con cuénta facilidad han de tomar aquéllos por presun-
czo'n su ingenua confianza en si misrna; por egofsmo su so-
licitlld €XC€SiVa: por necedad su falta de légica; por sensible-
ria su idealismo. Si su hija conociese a los hombres como él
los conoce 0 21103 conociesen a su hija como la conoce él. wan-
to més tranquilo no estaria ante el porvenir.

Idéntica en el fondo a la posicién del padre es la de


la sociedad. Solo siguiendo la corriente de sus deseos es co-
mo pued_e mejorarse Ia situacion de la mujer, del hombre y
de la sociedad, esto es, iluminando, de una parte, a la mujer,
y de otra, al hombre, a -"fin de evitarles a ambos los. intiles
desacuerdos qu_e'con tanta facilidad vienen a agravar, mas to-
davia, la condrcion, trégica ya de por si, de la mujer.
LIBRO SEGUNDO

VLRTUDES, DEFECTOS, VENTAJAS Y DESVENTAJAS

_El proyectar en los otros


su propia alma, es la raiz de
todas las ilusiones, de todos
los desacuerdos de que la
mujer es victima. El exce-
sivismo es la base de to-
dos sus defectos.
PRIMERA PARTE
I

(‘AR-A(‘TERISTICAS DEP\]*}NDIEN'1‘1<‘.S DE LA
PASTONALIDAD E INTUICION

Dije ya antes que el alma de la mujer se diferencia esca-


cialmente de Ia del hombre en razén del alterocentrismo que
Ie sirve de eje, porcontraste con el egocen‘trismo que le sir-
ve de base al énimo viril.

Si penséis en las virtudes y defectos esencialmente mas-


culinos: la sensatez, el sentitdo prcictico, el valor, la sangre frfa.
la ambicio'n, el orgullo, la tolerancia, la indolencia, la mag-
nam'midad.- si paréis mientes en el concepto que el hombre
se forma de la justz'cz'a y del amor; si recapacitéis en las apti-
tudes intelectuales del hombre, hallaréis siempre en su raiz cl
egocentrismo, segn lo hemos definido més arriba, y la re-
flexién, la pasz'uz'dad,. la indolencia, la indiferencia, la légica,
que vienen a set 105 corifeos del egocentrismo. '

Pero si os paréis a pensar en las virtudes y defectos pe-


culiares a la mujer: Ia sentimentalidad, la compasién, el espi-
ritu de sacrific-z'o, la tendencia al litigio, la generosidad, el ca-
rdcter emprendedor, la z'ngem'osia'ad, el afdn absorbente y la
parcialidad; si reflexionéis en el concepto que la mujer se for-
ma de la justicia y del amor, si recapacitéis en sus especiales
aptitudes intelectuales, encontraréis siempre en su base el al-
terooentrismo y la actividad, la pasién y la intuicién que vie-
nen 3 set sus. corife-os.

Pero la intu{‘cién, la pasién y la actividad no obran por


rnodo uniforme; la actividad tiene aqui mucha parte; pero
cl verdadero elemento constitutivo del alma femenina, aquel
42 GINA Lomsnosg

-xv\

que ocasiona Ias principales diferencias entre el hor_nbre y la


mujer, determinando su altruismo y s1endo deterrmnado pot
él, y preside a todas las virtudes y defectos de la mujer, 3 sn
manera de concebir el amor y la justicia y a su modo de obrar
en la Vida y de suvfrir, es la pqsionaIz'a'ad, la cual Va si-empre
acompaada de la z'ntuicio'n.

gQué cosa es la pasionalidad? Pues, la atraccién o repul-


sion instintiva, irracional, que nos atrae o aleja de una‘ per-
sona o cosa determinada; la emocién de arnot o de odio que
con ella nos una: e1 impulso que suele lanzarnos, queramos
o no, inevitablementc, a obrar en determinado sentido, pot
més que la razén nos aconseje todo lo contrario; ese ardor
que nos hace experimenter placer, deleite, alegria en medio
de los més duros sacrificios, con tal que se realicen en direc-
cién determinada, haciéndonos indiferentes a los bienes V
glorias que por otro camino pudiérarnos lograr; esa fuer-za
que esté més allé de todo razonamientoy quita a éste. toda
energia; estc sentimiento que se encuentra en la base de toda
alegria y todo dolor, porque no existe mayor altagria que la
pasién satisfecha, ni mayor dolor que la pasion ma!o_qrada.

Ahora bien; e1 objrato de la pasién femenina—y esto es


precisamente lo que la distingue de la varoni1——es siempre un
set v1vo y concreto que radica fuera de ella, pero a ella veci-
no: un ser capaz, o que ella lo cree asi, de alegria 0 de do-
lor, pot c'ont1-aposicion a los objetos de las pasiones varoni-
Ies que v1enen a ser, en la mayoria de los casos puramente
sgnsubles, abstraidos‘ o cifrados en individuos remotos en el
t_1em_po y en 2] espacio, con absoluta independencia, por con-
sxgtuente, del h-echo de que gocen o sufran.

Pero la mujer no podria reconrentrar sus pasiones an


otros seres vivos sin tener Ia posibilidad de conocer su esta-
do de énimo, sus necesidades y sus deseos, hasta cuando no se
declaran y manifiestan.

N-o podria la mujer cifrar sus placeres en actos aue caen


fuefa del dominio de la razén, si no se hallase dotada de
?1$.%'11n’of_ro medxo qug ocupase el puesto de la razén y sea-
ase l1m1tes, aunque mconscientes, a sus ambiciones y actos.
Pu“ 3 930 PT'9C1S3m9nte provee por modo maravilloso la in-

tu1c1on. mconsaentc xqual que la pasién, pero en més direc-


to contacto con la realidad.
EL ALMA DE LA MUJER. 43

gQué es la intuicién? Es la posibilidad de prever el


efecto que una accién determinada puede surtir en otra per-
sona. antes de llevarse a cabo; la posibilidad de sentir el es-
rado emotivo de otra persona, sin que ésta lo declare; una
suerte de tercer ojo, capaz de penetrar al través de las aimas
y los cuerpos aparentemente mas impenetrables.

Es la intuicicn una de las bases del alterocentrismo 7


de la pasién: pues no es posiblercifrar el centro de la propia
persona en otro, serle til, y cons-agrarse a él, sin intuirlo, es-
to es, sin adivinar lo que desea antes que lo declare. Pero’ si
no puede. haber pasién sin intuicién, puede darse muy bien
intuicién sin pasién, cual sucede en. el hombre. No carece el
hombre de intuicién; solo que su intuicién es intelectual y
volunraria, hallandose circunscrita al restringido carnpo de
sus estudios, de su arte, de sus negocios. de su int-eligencia.
Toda una serie de pérpados y antojeras impidenle ejercitarla
sobre el mundo vivo, exterior, que lo circuncida, y también.
sobre el interno, en otra direccién que no sea la que él con-
sidere provechosa. La intuicién es en el hombre un canal ce-
rrado, cuyas esclusas tienen en su poder el interés y la ra-
zén. E1 hombre no fija la vista sino en lo que le int-eresa ver;
la intuicién es en‘ él independiente de la pasién.

Pero «el tercer ojo de la mujer,» su érgano intuitivo, es-


ta sin Cesar despiaciadarnente abierto y atento a los mltiples
objetos de su pasién, a todo el mundo vivo que la rodea: es
un rio que corre continuo, veloz, sin dique alguno )7 sin re-
parar en si se sale de madre o sobrepasa sus limites.

Del conscrcio casi indisoluble en la mujer de la pasién


y la intuicion, ‘naceri Ias caracteristicas del alma femenina y
también aoucllos desacuerdos suyos con el hombre que mas
la hace sufrir.

De su intuicién de los aienos deseos derivanse su ducti-


lidad. Ia facilidad con que sabe acomodarse a las circunstan—
cias mas adversas y cambiar a tiempo de rumbo, y ser gene-
rosa o econémica, intelectual o casera, segn Io desee el ma-
rido V Ias circunstancias lo exijan.

De sn pa:-:i<')n y su intuicién de los ajenos deseos deri-


vanse la devocirn inteliqente con que sabe atender a las per»-
sonas que Ie estén encomendadas, hasta cuando por tratarse
de enfermos o nifios no hay que esperar puedan declarar sus-
gWWWWWm
necesidades y antoJ'°5; 13 Pf°nt1t“‘_i Y Segundad C0“ que 53‘
be precaver sus males, y la generostdad con que satfe obrar en
su exclusivo interés, aun sacrifican(_io el suyo prop1p. ’

De su pasién y de su intuiclén de las emouones den-


vanse la delicadeza, e1 tacto de que diariamente da .pruebas al
tratar con sus semejantes sin herirlos, porque puedg intuit lo
que los demés desean, sienten 1} pdian y en la med1da en que
desean algo, antes que lo man1f1esten. _

De su intuicién répida de las ideas y emocioncs ajenas


Tnace Ia adivinacidn de la mujer, la intuicién de cosas y be-
chos que no parece estuviera en condiciones de saber, y tam-
bién esa susceptibilidad, merced_ 3 la que resulta capacitada
para barruntar en los demés, aunque no los expresen, senti-
mientos para con ella, may distintos de _los que cree deberian
experimentar.

Del deseo de intuir nace la curiosidad de la mujer, en-


caminada sobre todo a penetrar en el secreto de los goces, do-
lores y sensaciones de los seres que la rodean. De la intuicién
nace la chismorreria de la mujer, complemento necesario de
la curiosidad, que consiste en entrometerse en los asuntos aje-
nos y contérselos a los demés con el juicio consiguiente.

De la intuicién y la pasién juntas derivanse caracteris—

ticas generales de mayor im.portancia.{sobre las cuales me Ele-


tendré més largamente.

CONFIANZA EN SI MISMA

Una de las consecuencias rnés importantes del consor-


cio indisoluble de la pasién y la intuicién en la mujer es su
confianza en 31' misma, su espontaneidad. su rapidez en adop-
tar una resolucién que suele ir acompaada—contradiccic'>n
extraa y aparente—de la mayor indecisién y perplejidad.

La rn"ujer tiene confianza en si rnisma, en sus aspiracio~


nes y en sus modos do: pensar—que gusta en demasia de im-
poner a los demés morta1es—; rnuéstrase muy ufana de sus
buenas cualid-ades y dc sus defectos que cree otras tantas vir-
tudezf: abriga la conviccién dc que todo cuanto ella hace es-
té bran hecho, de que cuantos consejos da son atinados, io
que, en 1? rngyoria de Ias ocasiones es cierto, ya que su al-
t=ru1smo 11ég1co y su aguda intuicién 1e permiten lograr una
EL ALMA DE LA MUJER. 45

P rv

percepcion clara de las pasiones y los intereses ajenos y por


ende de la oportunidad del acto que se proyecta realizar.

La mujer es de una espontaneidad y resolucion que ra-


ya entre lo maravilloso y lo terrible. Sin transicion alguna
pasa de la idea al acto, aun en aquellas cosas que entraan
para ella lamayor gravedad.

Cuando el siervo de Abraham trasladose a la tierra na-


tiva de suamo a fin de buscar esposa al hijo, fija la vista en
Rebeca que Ie ha dado de beber y abrevado sus camellos, V
pide para Isaac su rnano. Los padres y el hermano de la
joven vacilan, quieren tomarse tiempo para pensarlo; propo-
nen que se persone alli el novio mismo, y concluyen pidien-
do por lo In-enos un plazo de diez dias para resolver. Porfia
e1 siervo. . . y con la sorpresa de todos, al consultar a Rebe-
ca. respondc ésta que no solo esta dispuesta, sino que cl tiem-
po se le hace corto para acornpaar a1 siervo que ha de 31-2-
varla a donde la espera su desconocido esposo.

Asi es la mujer.

La espontaneidad forrna partc de su alma hasta tal pun-


to, que solo gusta de hacer aquellas cosas que puedc hacer es-
ponténearnente. ’ .

Esta dispuesta ademés a perdonar Ios defectos ajenos.


como los crea espontaneos, no pudiendo, en cambio, sufrir
los defectos e.inc1uso las buenas cualidades que tienen su ra-
zon de ser en el calculo 0 el razonamiento. U'n obsequio o
cualquiera otra atencion que se tenga con ella, pierden todo-
valor a sus ojos, como pueda pensar que son efecto del razo-
namiento 0' el calculo.

E1 hombre—y esto es causa de graves desacucrdos suc-


Ie confundir esta confianza en si misma, innata en la mu-
jer, con otros sentimientos artificiosos que no’ son sino su
parodia; con el engreimiento, la arrogancia y esa ostentacion
de que por igual adolecen hombres y mujeres, que consisten
en procurar a sabiendas hacer creer a los demas, por interés,
v-anidad 0 vanagloria, en una superioridad de la que no es-
tarnos rnuy seguros, en una certeza que encubre muchas veces
la mayor perplejidad.

_ La confianza en si mrismo es harto diversa de estas


falsificaciones suyas. No solo es incolnsciente, sino que no de-
pende en absoluto del juicio ajeno, ni del amor propio, Ia
vanidad o la ambicién que son el fundarnento esencial de la
vanagloria y la arrogancia. El arrogante finge el mayor aplo-
mo en pblico; en lo privado trata de obtener consejos gue
rechaza en alta voz y‘ obedece en secreto; el vanidoso déjase
dorninar facilmente del astuto y el adulador que fingen creer
en su°autoridad; el arrogante, =finalment-2, es escéptico, poco
idealista.

La verdadera confianza en si mismo no necesita de os-


tentaciones pblicas, no disminuye por el hecho de que los
demas no le presten fe o de conviccién redunde en dao del
individuo, antes que en su provecho; pasa de largo pof don-
de se detienen el elogio, el interés, la atencion ajena y la vul-
gar presuncién. Sola, sin espectadores, ante los resultados con-
trarios de la experiencia, esta confianza en si mismo no se
aminora ni se encoge como la presuncién que nace de la va-
nidad, porque no es un sentimiento artificial relativo al aje-
no juicio, sino un sentirniento intrinseco que tiene echadas
sus raices dentro del sujeto, y sobre el cual s-e apoya el alrna
de la mujer y su Vida.

Esta confianza en si misrna,_esta rapidez en adoptar re-


soluciones, no le impiden, sin embargo, segn mas arriba di-
je, a la mujer, ca-er con frecuencia en borrascosas indecisiones,
aun en cosas de poquisimo bulto. Preguntadles a los hom-
bres casados y veréis como os dicen que le tiemblan a tener
que acompaar a sus mujeres a las. tiend-as, pues no acaban
jamés de decidirse sobre lo que desean. Interrogad a los co-
rnerciantes, a las modistas, a cuantos tienen que habérselas
-cl1ar.1am'ente con seoras y les oiréis encarecer de consuno la
p3C1€1‘iC13. que es preciso tener para sufrir las continuas contra-
érdenes, las inacabables perplejidades con que lucha la mu-
jer cuando tiene que cornprar algo o dar alguna orden o ele-
gir alguna cosa. _

Notemos de pasada que los dueos de los granzles al-


macenes han hecho capitales fabulosos siguiendo la tactica
de prestarse a las devoluciones de los articulosi vendidos. es-
to es, ayudando a la mujer a decidirse. con la letra de de-
J31'1€ hacetse la ilusién de que su compra no es definitiva;
y estos migmos almacenes en grande continan haciendo un
gran negocio con el capitulo de los retales que ahorra a la
BL ALMA DE LA MUJER 47

u\,—\.-' .-\.»v

nmujer la molestia de tener que pensar los metros que de~


sea.

Dicen que la mujer es indecisa por efecto de la educa-


cién, pot haber estado siempre sujeta a la obediencia. Per_o
lo cierto es precisamente todo lo contrario, puesto que la
educacion r-eferida no le impide mostrarse en otras ocasio-
nes esponténeamente autoritaria y hasta despética. La mu~
jet set somete y concluye por delegar en otros la resolucién
de los asuntos que mas de cerca la conciernen, porque aban-
adonada a si rnisma no acierta a decidirse.

-t<=:<>z='

Estas cualidades, al parecer contradictorias, héllanse


justificadas por una razén para todas ellas valederaz la de
que la mujer se ajusta en su condutta a la intuicién y no a
los dictados racionales.

La intuicién es cosa que se tiene o no se tiene; y cuan-


do no se la posee es intil afanarse llaméndola. como se
hace con el razonarniento. Quien atesora intuicion héllase
en el estado de la plena confianza en si mismo, de la espou-
taneidad y la resolucién. Quien no la posee, en cambio, es
victima de la més absoluta incertidumbre. El hombre que
carece de intuicién pertréchase de armas que la suplan, y
se acostumbra a obrar segn Ios dictados del razonamiento.
E1 cual requiere tiempo para pesar el pro y el contra del
asunto y también para elegir el mejor carnino conducente
a} fin propuesto, e implica asimismo la duda. El‘ hombre
acostumbrado a decidirse segn los dictados del razona-
miento, anda siempre dudoso, reflexiona larga y madura-
mente antes de decidirse a obrar y no esta nunca plenarnente
seguro; pero no conoce Ias torrnentosas crisis de indecision
por que pasa la mujer.

Todo Io contrario le sucede a aquélla, acosturnbrada a


regular su Vida con arreglo a las inspiraciones de la intui-
cién. Cabe dudar de un razonamiento. pero Ia intuicién no
admite dudas. Por lo cu_a1, cuando la mujer se halla suges-
tionada por la intuicién, no titubea en obrar, no necesita
tiempo para decidirse. gDe qué 1e serviria vacilar y tornarse
tiempo para pensarlo? La intuicién es como es, y el tiempo
43 GINA LOMBROS
rvvv
no puede perfeccionarla, sino todo lo contrario, quitarle
Opommidad Y razén, pero en cuanto la intuicion viene :1
faltarle, ya tenéis a la mujer desposelcla de todo apoyo pa,
ra resolver sus dudas, no sxendo extrano entonces verla caer
en el desaliento mas profundo y en la .més penosa indeci-
sién.

OBSTI N ACION , PARCIALIDAD

Con ser natural, general, providencial casi, la confian-


za en si mismo tiene también sus inconvenientes; y esa es
principalmente la razén de esa obstinacién femenina, igual-
mente terca en lo bueno que en lo malo, que no se arredra
ante las demostraciones de ninguna légica y ni ante los re-
sultados negativos de la propia experiencia.‘

Suele ocurrir con frecuencia que la misma mujer que

nos esté dando consejos y tratando de hacernos adoptar Ia


regla de conducta que ella ha seguido y sigue, acaba de cg-
ciros minutos antes que si se viviese dos veces no volveria
a hater nada de lo que hizo, con lo que viene a demosfrarse
en otra forma que las tales reglas de conducta, por ella se-
guidas, son e1 colmo del desacierto y la han conducid-0 a 10s
atrancos en que se encuentra. No es raro que la mujer _os
recomiende, y si puedc os imponga su sistema de education.
a ren-glon seguido dre confesaros que sus hijos han salido to-
do lo contrario de lo que ella deseaba: o que os‘pondere co-
mo 21 nico posible su sistema de higiene alirnenticia en el
mlsmo momento en que se conduele con vosotros del des-
caccimiento o muerte de algn hijo.
_ Esta excesiva confianza en si misma es causa. a mi
guicio, de la poca estimacion que se tienen reciprocamente
nas mujeres, ‘,7 la causa de que no gusten de deliberar entre
ellas, y aconsejarse, como también de la parcialidad con que
generalmente se juzgan.

_5_P0T qué la mujer lucha con tantas dificultades para


fjon‘;-j‘113T_59 alguna ayuda? gPor qué'se esté siempre q_uejan-

0 e cuan_tos llrama para que colaboren con ella. aunque sea


en el reduc1do c1rcu1o doméstico? gPor qué le parece que na-

me hate las cosas tan bien como ella y por qué‘ llevaria a
ma} (1119 algulen Con hechos le demostrase Io contrario?
EL ALMA DE LA MUJER 49

‘ax/V\.*_

»-\.

V-.. »~.. \J ~

“Pues, porque la excesiva conlfianza en si mismo nos impi-


de apreciar en su justo valor las buenas cualidades que no
poseemos, haciendo que nos parezcan otros tantos defectos,
y las opiniones que no compartimos induciéndonos a pensar
que son descabelladas".

Haciéndose un ‘gran esfuerzo llega la mujer a consi-


derar iguales o superiores a las mujeres que se le asemejan;
pero desprecia inexorablemente a todas las demzis. La mu-
jer que entiende de cocina mira por encima del hombro a
la que ignora el ‘arte culinario, la ahorgativa desdea a la
‘rumbosa, la mujer de su casa desprecia la intelectual. y vol-
viendo la oracién por pasiva, la mujer ahorrativa, de su
casa o intelectu-al, desprecia de buena fe a todas las demas
mujeres que no se le parecen y que estima inferiores. La ma-
dre que ama a su hija con locura, creyéndola [superior a1 res-
to de los mortaies, no la cree superior a ella, ni admite que
su hija pueda gobernar tan bien como ella una casa, ni im-
ponerse los sacrificios que ella se impuso; es decir, que no
pasa a creer que las ten-dencias de la hija——sobre todo si son
diferentes——s-ean del mismo grado o superiores a las suyas.

Pero mas parciales resultan todavia las mujeres cuan-


do se ponen a juzgar los artificios y sistemas que adoptan
las demés mujeres para agradar a, los hombres, para domi-_
nar y educar, es decir, para ejercer sus femeninas funciones.

La mujer no admite mas medios, recutsos ni sistemas


que los suyos; la modosidad antojasele sinceramente ridicu-
la a la jovencita frivola, el sacrificarse in1'1ti1ment_e parécele
locura a la mujer ladina; el artificio es un delito a los ojos
de la mujer sincera y apasionada. La madre severa conside-
raré necia a la que mima a sus hijos; ésta tendra pot cruel
a la severa. . . y asi sucesivamente. _

Esta falta de estimacién, reciproca y altanera, complica


terriblemente las relaciones entre mujer y mujer, incluso
cuando debieran ser mas cariosas, como en el caso de la
madre con la hija y la suegra con la nuera; hace dificil y
dolorosa esa union patriarcal de varias familias juntas, que
por mas de un concepto resultaria tan grata y econémica;
y es causa de esa cordial enemistad que separa a las mujeres
entre si y de ese descrédito que la mujer en particular arro-
ja sobre la mujer en general. '
59 GENA LOMBROSO

No hay mujer que no haya tenido que habé'r.5elas en


su Vida con mujeres terriblemente perversas. Pero s1 buscars
en el fondo de esta maldad, no hallaréis otra cosa las mas
de las veces que una diferenvcia _de criterio, que la mujer, no
queriendo o no pudiendo admrtlrla, carga en la cuenta de
la perversidad.

INTOLERANCIA

La obstinacién y la parcialidad unidas enygendran la


z'nz‘olez.*ancz’a, que no se aviene a soportar en los demas ten«
tencias y gustos diferentes de los propios.

E1 concepto de la libertad, la idea de que las otras mu-


jeres q_ue Ia rodean puedan sentir deseos y profesar ideas
distintas de las suyas, concebir e1 bien de otro modo que.
como ella, encontrar inteligente lo que a ella se le antoja
estpido o tenet confianza en el médico o el maestro que
a ella no se la merece, son cosas que no puede admitir la mu-
jet. .
Si la mujer tuviere a su cargo un obrador, una escue-
la, una casa, no se contentara con dirigir y ensear, sino
-que querrzi tarqbién que las operarias, las alumnas que a su
mando tiene, tengan buen alojamiento, buena comida y
quien moral e intelectualmente dirija sus conciencias de un
modo acertado, es decir, segn las reglas de higiene. de edu-
cacién, dc ins’truccién y de cocina adoptadas por ella; pre-
tend-eré que sus subordinadas crien a sus -hijos como ella
erjuco a los suyos y administren sus casas como ella admi-
mstra la suya; que sean Va. activas, ya pasivas. ora ber1éfi—
cas y gcnerosas, ora avarientas, segn sea ella misma; les exi—
grré severidad o manga ancha en las costumbres, segn la
cond_ucta que ella observe; que traten al marido, al superior,
al hrjo, al padre y al maestro como ella los traté y sigue
U'3§3_I1do; en una palabra, que gocen con lo que hace sus
dehclas Y S1J_fran con lo {que a ella enoja.

L3 m“J€r desea que todas Ias demés mujeres que tiene


;’aS3“m:713,:i: 130 tgngan por modelo. Con frecuencia oiréis a
d h bJ I3 :1 _erar como un gran'tr1un=fo suyo"el hecho

,9, ? er Consegulfio que Otfas 138 lmlten; V tambren las o1-


TC‘-9 J3Ct3f9€ SUC-€S1Vam€nte de haber logrado volver parlan-
EL ALMA DE LA I-IIUJER 51

chinas a las taciturnas, taciturnas a las parlanchinas, ;1::tivas a


las indolentes, y viceversa, s-egn y como sea la que babla; es
decir, vanagloriarse de haber logrado imponer a las demés
sus modos de' ver las cosas, sus vicios y sus virtudes. En el
fondo, hay en toda mujer una maestra latente.

No es raro ver a una madre que se arrojaria al fuego


por su hija, ocasionarle los mas crueles dolores y a veces
malograr su evolucién moral, material e intelectual, por im-
ponerle sus gustos y tendencias.

La madre de Santa Catalina de Sena afanébase fervo-


rosarncnte por despertar en su hija el sentido de las vanida-
des mundanas y se desesperaba con la rebeldia de la joven,
oponiéndose a sus intenciones de meterse de monja, con el
mismo tcson con que otras madres procuran apartar del mun-
do a sus hijas y aficionarlas a la Vida del claustro.

Doa Praxedes di Manzoni—-la digna esposa de don


Ferrante—, tipo perfecto de la mujer del montén, de una
moral corriente, era inclinada al bien; pero solia ocurrirlc
que confundia con el bien las fantasticas ideas de su magin,
poniendo todo empeo en hacerlas triunfar. Tenia la tal
seora cinco hijas, tres monjas y l_as otr-as dos casadas, y
ella era el coco de los tres conventos y las dos familias, no
déndose jamés por vencida en la tarea de vigilar. criticar y
conducir al him a todos sus deudos y allegados;

DESPOTISMO

Esta -intolerancia conduce por rgrados insensibles al des-


potismo, que se halla tanto mas arraigado en la mujer cuan-
to que en parte resulta necesario a sus pnncipales funcionesz

"la maternid-ad y la rfamilia.

Para criar a un _nio que ignora sus necresidades, no bas-


ta suplantar su voluntad con la nuestra y pensar por él lo
ue mas le conviene, sino ue es menester 1m onerle nuestras
‘1 Cl
resoiuciones. No se le va a consultar al mo s1 quiere o no
darsc el bao, si quiere o no esta papilla que a nosotros nos
arece indicadisima; es menester darse traza de convencerlo
P
hacérsela tragar.
Otto tanto sucede con la fam1l1a'. Para gobernar a una
farnilia no se puede irle consultando para cada cosa a cada
uno de sus miembros, sino que es menester que una anteri-
dad superior se haga cargo de las necesidades, deseos y cage»
cidades de cada uno, y exija de ellos lo que crea necesano.

Estas cualidades de dominio, que se derivan directamente


de la confianza en si mismo, son de las mas difundidas y
arraigadas entre Ias mujeres. Nadia aventaja a la mujer en
punto a adivinar los deseos y necesidades de los demés y dar-
les los mejores consejos; nadie rnejor que ella sabe satisfager
aquellos e irnponer su voluntad; ni nadie, tampoco, goza lo
que elia, encargéndose de satisfacer las ajenas necesidades e
imponiéndole su voluntad al préjimo.

Dirigir una familia es para el hombre una carga que echa


sobre sus hombros, porque la religion, las leyes del Estado
y las consideracionessociales se lo imponen; para la mujer.
en cambio, eso d-2 criar a los hijos, gobernar una casa, cuidar
de las criadas, proveer a las necesidades de la familia y tra-
bajar y afanarse y hasta desesperarse por los suyos, lo que
equivale a tener’ ocasién de ejercitar ése su intento altruista
-de devocién )7 de dominio, es la meta de la felicidad a que as-
p1ra. _ _

Este mstinto de dorninio no se limita, por desgracia.


a sus confines naturaies. No se le puede despertar como la-
glandula Iastifera cuando el nio nace y atrofiarlo luego,
cuando se le desteta. Sino que existe en todas las mujeres
cuando es necesario 3:‘ cuando no lo es. Late ya cohibido en
la mocita que arde en la impaciencia por ejecutarlo y perdu-
ra en la mujer de edad, a la que los aos, bodas y muertes
han privado de su natural dominio.

La mujer sigue queri-endo imponerles su voluntad a las


pergonas que la rodean, hasta cuando no caen bajo de su
_]ur1s'dicci6n, o no la necesitan, we incluso cuando corre cl ties-
go de bacer desgraciados para toda la vida ‘a aquella 0 aque}
c1_1ya fglicidad anhela, y esto con tanta mayor terquedaa y
v1oIe_nc1a cuanto menos ocasién encuentre su espiritu de do-
mlmo de lograr satisfaccién por las vias naturaies; cuando
no tlene a su cargo hijos pequeos, o una casa grande. 0 al-
gufla Otra 0cupac1én positiva o ideal que POI‘ entero la ab-
sorba.

Suele atribuirse este espiritu de autoridad o ‘egoismo,

Pe ’ ' - - - .
‘O "-1 980181110 no tlene aqu1 arte 111 parte. Qunen desea 1m-
EL ALMA DE LA 1v1UJ_nr. 53_

poner aqui su voluntad y velar por sus semejantes, sin duda


ha de ser altruista, en el sentido que yo doy a esa palabra. Y,
en efecto, al imponer su voluntad, no aspira la mujer a gran-
jearse ningn bien para si misma ni satisfacer ninguna pa-
sién suya. sino obligar a los demés a hacer lo que ‘a ella se
le antoja bueno y, a su juicio, no aciertan a ver. A1 empe-
arse la mujer en que su hijo siga una carrera determinada o
imite sus buenas cualidades y sus defectos, al tratar de impe-
dir que su hija cometa una determinada accién, no lo hace
con la mira de procurarse ningn bien, sino porque cree ser-
les til de este modo a sus hijos. Trétase, pues, de un altruis-
mo mal entendido, pero altruismo al Vfin: del mismo modo
que es un egoismo, aunque bien entendido, la tolerancia de
que el hombre da pruebas cada dia.

Porque, efectivamente, el hombre que en razon a la


dosis de egoismo que posee consideraria un fastidio tremen-
do ten-er que cuidar de un nio y que suplir con su voluntad
la inexistente del recién nacido; el hombre que se juzgaria
muy feliz si pudiese encontrar, ya hecho y dispuesto, lo que
dcsca, sin saber cémo, ni cuéndo, ni quién lo hizo. es de una
magnifica tolerancia con todos.

E1 hombre propende al propio interés, al propio bien-


estar; para él solo existen sus ambiciones, estudios, queha-
ceres y ocupaciones. Poco 1e importa lo que a los demés les
suceda de bueno 0 de malo, con tal que no redunde en per-
juici-o de sus intereses; déjales a._ los demés plena y completa
lib-ertad de accién y de pensamiento. Y por esto precisamente
de no querer el hombre ocuparse en los demzis, es por lo que
133 organizaciones masculinas degeneran tan fécilmente en bu-
rocréticas, sobre la base de reglamentos fijos, ya que ningu-
no quiere tomarse el trabajo de intervenir, de imponer su vo-
luntad, ni echar sobre sus hombros la responsabilidad consi-
guiente; de igual modo que por no querer tomarse el trabajo
de mandar es por lo que el hombre se deja t-an fécilmente
<1‘-ominar’ de la mujer, incluso en cosas en que no es ésta com-
petente. Ya puede creer el hombre que los demzis est2’.n equi-
vocados, pensar que seria preferible que obrasen de rncdo dis-
tinto, Earnentarse de que los demés no saben conducir cogno es
-debido sus asuntos: en el fondo, cuando la conductra o la
opinion ajena no chocan con sus pasiones, o ambiciones, el
54 ,G-INA LOMBROSO

hombre tiende a no calentars-e la cabeza pensando en ello. a


Vivi; la vida birlonga. No es altruista por mstmto, pero por
eso mismo es tmerante. ‘
La tolerancia del hombre nace de su indiferencia y‘ su_e1e
resultar p-eligrosa; pero ya provenga de un defecto a_ de una
virtud, es la base de la libertad, la ba§e_de la Vida so:1_al, y en
parte también, del progreso y la felrcxdad humanos, porque
solemos incurrir en error al cre_er que yerran los dgnrés _y por-
que no hay cosa que haga sufrir tanto como la hmrtacrénwde
la propia libertad, sea de juicio, de experienaa 0 de accxon.

>k**

La confianza en si mismo——y sobre todo la confianza


exccsiva con los defectos que de ella dimanan—entraan, pues.
graves inconvenicntes. S610 que, gson esos inconveniéntcs tan
graves, que autoricen a aconsejarle a la mujer que se cohiba
en este punto? A mi juicio, no.

La confianza en nosotras, que es confianza en nuestro


instinto, constituye la base de nuestra vida. Si llamadas co-
mo estamos por la naturaleza a desempear un cometido tan
delicado e ilégico, dudésemos de nosotras mismas, de nues-
tro instinto, incurririamos en la mania de la duda, V. por lo
tanto, en la Iocura.

Criar hijos pequeos que no saben expresarse e ignoran


sus necesidades e intereses, sélo es posible suplicndo con la
nuestra su voluntad ausente y con las nuestras sus ideas que
faltan; y esto nicamente puede llevarlo a cabo quien tiene
plena confianza en si mismo. '

Si la madre dudase ‘de si misma, si admitiese por un mo-


mento que las necesidades y antojos del nene pudieran ser
otros que los que ella imagina, no podria ya hacer nada, no
podria seguir cuidando de él.

_ La duda seria para el pequeo mas fatal que cualquier


s1stema descabellado. porque e1 cuerpo del nio puede adap-
tarse a un método extrafio, pero no a un cambio continuo
de costumlgres. Para cumplir su funcién maternal, ha de te-
n€_1' 13 mlljer confianza en si misma, en sus instintos, Y 10
mlsmo P313 cumplir bien su misio'n de esposa.
EL ALMA DE‘LA,MUJI'.B. 55

gComo una muchachita ignorante podria desear una vi-


da tan distinta de la que hasta alli llevo, como podria afron-
tar con tanta alegria y entusiasmo la incégnita de la nueva
Vida que la aguaroa, si no tuviese confianza en si misma y en
sus propias fuerzas?

La confianza en nosotras mismas, en nuestros instintos,


es la base de la autoridad de que gozamos y de que es til
que gocemos; es una fuerza que centuplica nuestras fuerzas.
La confianza en nosotras mismas nos infunde la fuerza de
vivir, nos comunica ese aplomo absoluto, esa energia de ac-
cion que rara vez hallan los hombres en la conviccion nacida
de sus célculos.

Y también por _t-ener esa Qonfianza en si misma es tan


audaz‘1a mujer y tan poco inclinada al escepticismo de que
suele adolecer el hombre; pues la confianza en si misma teem-
plaza en la mujer a la duda de que se origina la ciencia, me-
dian-te el amor, venero de la fe. '

Por creer en si misma, por creer en su inspiracion, tie-


ne la mujer fe en el amor, y en los hombres, y en las ideas,
y en la justicia, y en el triun-fo de los ideales por que se apa-
siona, cual-esquiera que sean las causas que-debieran conven-
cerla o disuadirla. Rara vez bésase su conviccion en el razo-
namiento; no es conviccién la suya, sino fe.

Esa_su fe. unida a la pasion por lo vivo, hace que en


vez de la curiosidad cientifica, con su arida explicacion de
las cosas, sienta en si misma la mujer la seguridad de un ori-
gen vital del mundo. La mujer que rehusa abstraer de la rea-
lidad lo que ésta tiene de general, de comun, necesita extraer-
le lo que tienc de vivo y creer en ello.

'Cualesquiera que sean las formulas religiosas a que se


doblegue 0 de las cuales huya, cualesquiera que sean su cul-
tura o su incultura, la mujer resistese a encerrar la Vida en
formulas abstractas.‘ La mujer que posee tanto ardor ’inte-
rior, que vivifica hasta la mesa y la silla de su cuarto, no po-
dria no vivificar csaafuerza misteriosa que la circunda. Ya se
llame esa fuerza Zeus, Héctor o Corambo, la mujer Tiene fe
en un infinito vivo que por doquiera la rodea y del cual de-
pende; tiene la conciencia de formar parte de un todo Vivien-
te, de ser el eslabén de _una cadena, de ser la esclava de algo
vivo superior a ella y a cuantos seres ama. Cree en algo vivo
56 GINA. LOMBROSO
‘-

que recogneré, su alma, que no ciejaré que nvente el viento sus


doiores y angustias y la acogera a ella en el clelvo, en la tierra,
en el present-2 o en el porvemr, en sus metos lejanos, o en los
ffutosi V flores que a su alrededors viven. Quizé no sea este
dios elldios codificado de los hombres; pero tal as 21 senti~
miento al través del cual V2 la mujer a Dios.

No puede extinguirse, pues, nuestra soberbia confianza


an nosotras mismas, sin apagar dc rechazo la luz de nuestra
Vida moral e int-electual, sin quebrantar nuestra capacidad de
realizar las funciones que la Vida nos tiene encomendadas.

Cabe tratar de compensar la intolerancia, el despotismo


que Ya excesiva confianza en si mismo engendra, tildéndolos
con -el nombre de defectos y excitando a la mujer a desechar-
103. La mujer que ha visto Y observado mucho mundo es
menos intoierante que aquella otra que siempre vivié en el
mismo ambiente y, sobre todo, que aquella que siempre se
Iimité a criticarlo todo, sin obsetvar nada. Inmejorable es
en este respecto el influjo de Ios hombres. Con el ejemplo Y
con la resistencia tempera y lima el hombre, sin esfu-ezzo, ese
espiritu dcspético.

La muier es mucho més intolerante en aquellos paises


donde vive con entera independencia y aislada del hombre.
que en aauellos otros donde alterna mis intimamente con éi,
en la Vida familiar y social. La casada es més toleranfe que la
soltera. Menos decnéticas, menos intolerantes que las viejas
me parecen Ias m11i2°es de las nuevas generaciones, precisa-
mente por haber ido a Ia escuela con los chicos y estado en
contacro cotidiano con ellos.

Siendo nor In tanto esta intolerancia bastante menor


c112,11£io la muier ha1‘a modo de emplear dignamente su ultra-
devocién, Como en el caso de los nios pequeos, creo que se-
fia Drovechoso encauzarla hacia una finalidad que absorbic-
*3 5“ 3-lmlismo iW3£’.o que dié remate la funcién maternal,

amen fie acostumbtarla desde nifia a analizar y dominar sus


S€1'1t11T11€1‘1tOS.

>!<**

Om? t3—“T0 D11-'/‘dc decirse de su perplejidad. Esa perple-

Jldad en que 13 m“jer 311919 in-Cllrrir, no se le ha de imputar


E33 ALMA DE LA." MUJER 57

~I‘\z\.

enteramente a su demérito. Cierto que tal indecision In con—


cluido por dar lugar a que sean los hombres los que manden
contra lo que creen algunos de que sea fruto de ese mando
varonil; pero no es menos cierto que esta sumisién casi es-
ponténea de la mujer es la que ha permitido construir sobre
bases de granito la institucién a que la mujer debe estar més
agradecida: Ia del matrimonio.

Jamés el hombre se hubiera avenido a una union per~


manente si no hubiera conquistado con ella una suprema-
cia, Nunca tampoco se hubiera la mujer sometido al hombre,
si la dependencia Ie hubiera resultado tan dolorosa como a él.
La mujer acepté fécilmente la sumisién, porque presentia que
en ella iban ganando sus intereses, més que si. se gobernase
de pot si; porque el obedecer ahérrale una infinidad de inde-
cisiones, de remordimientos y pesares, que sin falta 1.2 acome-
ten 37 atormentan siempre que se ve obligada a tomar de pc-is
si una detcrminacién. .

De suerte que la indecision femenina no sélo cimenta


poderosarnente la union del hombre con la mujer, sino que
también hace que esa fusion resulte més amable y prove-
chosa.

La incertidumbre, el susto que la mujer experimenta an-


te 12. idea de encontrarse sola, su necesidad de un-- hombre que
la dirija y apoye, es la razén de la humildad, de la ilimita~
da admiracién que la mujer propende a profesar al hombre,
al cual considera instintivamente como su protector; humil-
dad y admiracién que ejercen atraccién grande en el hombre.
Pues éste, que posee la suficiente dosis de egoismo para di-
rigirse a si mismo ytdirigir a la mujer, siéntese muy hala-
gado con esa prueba de superioridad que la mujer le pide——
y que tan poco trabajo le cuesta——y sabe sacar de ella buen
partido.

Los hombres prefieren a las mujeres timidas, cortas de


-genio, a las cuales pueden cornplacer a poca costa, antes que
a las mujeres decididas, debrouillardes, a los marimachos que
no los necesitan.

De otra parte, la incertidumbre, la falta de un criterics

_a que atenerse, la indecision puedenser causa de,-felicidad pa~

9:3 la mujer cuando da con un hombre viril que se impone


53 GINA LOMBROSO
A&"

wv\V¢

e1 deber de prestarle su egoismo Y energia, y la defi-2nde,-di-


rige y protege, encauzando su actxyrdad )7 sus arelores.

Por eso creo yo nocivo a los 1ntereses_fe_men1les esa cam-


paa que diariamente se rre hoy por’ex1m1r al hombre de
ésa su misién. imputandole a gran mer1to el que d€_]€ a la
mujer en la mayor libertad. '

Asi como por todas las razones apuntadas, es la mujer


indecisa por naturaleza, esa tan decantada libertad se reduce
a ser un desahogo para el hombre—que en el fondo cifra su
felicidad en no tener que atender para nada a la familia-—y
en un recargo de dudas, indecisiones y pesadumbres para la
mujer.

Mas que para emancipar a la mujer, insistiria yo para


hacer mas caballeresco a1 hombre, lo que implicaria la doble
ventaja de afinarle y pulirle a él, y satisfacer al mismo tiem-
po las necesidades femeninas.

Con efecto; esé apoyo que la mujer pide al hombre,


quiza sea e1 medio mas pod-eroso que haya imaginado la na-
turaleza para refrenar el egoismo del hombre. El artruismo
nace en la mujer de la sencilla circunstancia de que los seres
a erla encomendados sucumbirian si ella no los atendiese—y
por modo analogo nace también en el hombre en casos se-
mejantes, como se ha visto en la guerra, entre ozficiales y sol-
dados. _

Del mismo modo y a la inversa crece el egoisrno en el


hombre a meciida que se le deja de pedir ayuda, conc1uyen—
do por creerse dispcnsado de preétarsela a nadie.

De suerte que la armonia social no tiene nada que ga-


na_r, y si mucho que perder con la emancipacién femenina,
mrentras que ranto la sociedad como las mujeres tendrian de-
recho a esp-erarlo todo, si se‘ le obligase al hombre a ser mas
caballeresco, a pr-zstarle mas ayuda a la mujer, lo que redun-

dana en mejoramiento del mismo hombre y en alivio del


mundo femenil,

AMOR PROPIO

L3 n€C€-Sidad instintiva
se en los domés para acertar ac
la enorme 1mportancia que 1

que siente la mujer de apoyar-


on su propio camino. determina
a mujer concede al juicio ajeno,
EL ALMA DE LA MUJI-JR 59

»v

importancia a la que no sé por qué se la ha bautizado can


el nombre de amor propio. ’

Precisamente, por no tenet un criterio fijo de sus inte-


reses, es capaz la mujer de cometer las mayores necedades,
de hacer los mas desastrosos casamientos, dc exponerse a los
dolores rnés atroces e incurrir hasta en verdaderos delitos, por
puro amor propib. es decir, para que el reducido nmero de
personas que la conoc-en, puedan 0 no puedan decir de ella
esto o lo otro; para granjearse su aplauso, evitar sus censu-
ras, y dar lugar a admiraciones y envidias. 1Cuéntos matri-
monios, que se dicen nacidos del amor 0 del capricho, no tu~
vieron otro origen que el amor propio! 1Cuéntas rnuchachas
se casaron nicamente por no quedarse muy a la zaga de sus
amigas que se habian casado, por no romper un noviazgo
que a otras Ies parecia muy ventajoso, aunque no lo fuera,
o simpl-ernente trastornadas por el orgullo de haber logrado
que se Ies declarase un caballerito que gozaba fama de impa-
siblel

Légico es que asi sea, una vez adrnitida su pasién al-


truista que la coloca en continua dependencia respecto a los
demés. Mas importancia que a la realidad concede la mujer
al juicio ajeno, porque este ltimo tiene a sus oiios mayor
importancia que baquélla. Como los demés consideren muy
ventajoso yi adecuado un casamiento,'1a imujer lo aceptaré.
aunque en su fuero interno no lo juzgue asi; y en cambio,
aunque fuere realm-ente ventajoso, pensaré ella que 14-0 10 es,
como ta! sea la opinion de las personas que-la rodean. La
rnuj-2: se desvive siempre por ponderar los méritos de su ma-
rido, con la-mira de que los demés formen buena opinién del
matrimonio que hizo.

Esta importancia enorme que la mujer concede a la


opinion ajena suele serle provechosa alguna vez, en calidad
de freno moral de la conducta. Muchas son las mujeres que
se imponen los mas graves sacrificios, pot no incurrir en la
censura pbiica, o por granjearse. el pblico aplauso. La so-
ciedad deberia hacer cuenta de este sentimiento, sobre todo Ia
educacién masculina, porque las h-eridas de amor propio que
el hombre le in=fiere a la mujer, por pura insipiencia, son de
las mas dolorosas para ella, y las que mas fécilmentei puede
evitar aquél. El novio que pone fin con gracia a sus re1acio-
50 GINA LOMBBOSO

,J\.r\.f-.

-mes, causa muchisima menos pena a ‘la novia que aqucl otro
que lo hace brutalmente, declarando s1n rebozo que ya no 13
qraiere, que quiere 2. otra, o cosas por el estilo.

AFAN DE PRIMACIA

Hija primogénita del amor propio es la pasién por des-


coliaz y sobresalir en todo que si-ante la mujer. Poned oido
atento en Ios saloncs a1 chismorreo de las seoras, escuchad
an 103 colegios e1 cuchicheo d-e las alumnas, y veréis como la
pr»2ocupa.cic'>n de cada una se cifra en convencer a las demés
de que es una criatura superior, la primera. La primera. en
la ingenuidad 0 el talento, en la riqueza o la belleza, en el
vestir 0 en el corazén, en el bien 0 en el mal, en la virtud
0 en el vi«:io——qur2 considera un adorno ; la primera en
cuaiquierl a’sp-ecto de la x1/1idac,1er_1 que se t.iene por. superior y
que es e umco a que 2 a a 1m.portanc1a.

Set tenida por la primera es el deseo més general 7


constante de todas las mujeres. Con efecto, gcémo se le re~

«compensa en la Biblia a la mujer fuerte por todas sus vir-


tudes? Pues, reconociendo que es la mejor de las mujeres——
Aiébanla los hijos. y la dicen feliz; ensélzala el rnarido y
iilct “Muc}1as rnujeres dan prueba de valer, pero t a todas
as superas' .

Esta pasién por la primacia existe también en el hombre;


5610 que en la mujer resulta muy distinta. E1 hombre quiere
gzgraz piimfzgzelijzi para sacar prouecho dc ella, como dice Abra-

am en a 1 ia, para dejar huella de su aso or el mundo,


para que todos le conozcan y disponer dil pfderio y de Ia
Uqllela. _De suerte que es una pasién que se basa en el in-
teres. Mlentras que en la mujer no es asi. La fama, Ios ho-
norcs, el poder, la idea de dejar una huella de su paso por
glomltjndo, todo_esto que cox}sti_tuye la ambicion egoista del
tanmmtr: gs; net}:r1a211ng hese sent1m1ento de la mujer, que .pareee
la mujer con la neira oérnbre y.no 10 eg. _11\To' anhelauprlmacla
mo 108 hombres sino ’ e.granJearsr_2“pr1v1eg1os efecuvos, co-
Pn por la primvem en ligaca y §enc11amente para que ‘.21 ten.
estimcn més. Efectivamense-qullenes '3 rode?” Y 1a quleran V
aobresalir entre las otras mu.’ 3 mujer “pita, am? ‘undo,’ 3
Jeres que conoce y envzdxa, y no
BL ALMA DE LA MUJER 1&1

\/

-v'\.- - xmx \. ..

entre todas y en este mu_ndo y en el porvenir como el hom-


bre.

En el apogeo de su fama confesaba con toda sinceridad


1-a Yxovalewsky que ae buena gana numera carnbxado su Vida
con todos 10s honores muncnales ae que habia sxdo objeto
por la Vida sencma ae una II111_]€I.‘ cuzuquxeza, rodeacla de un
reducido nilmero de amlgos a cuyos OJOS hubiera siao la pd-
meta.

Otto tanto declara madame de Staci.

Esta asp'1rac1c'>n' vaga, irracional, imposible de saciar.


porque no es posxble a todos gozar la pnmacia. tan arrai-
gada en la 1Tll1_]€t, es causa de algunas de sus buenas cua1i~
dades, de La suma enorme ae sacrmclos que es capaz de 2112-
var a cabo con tal de merecer los agenos elogios; pero es tam-
bién ia tucnte de muchos defectos suyos, graves, como de su-
jactancia desmedida, su tendencia a denigrar a los demés, su
propens1o'n a la mentira y la envxdia, que la hacen tan anti-
pética.

gQué son efectivamente esas mentiras que sueie echar is


mujer, esas murmuracxones de los demés y esas autoa1aban-
zas?' Nientiras acerca de la ed2Lc'i que tiene, jactancias de la
propia riqueza y Vpoderio y de La buena opinién de que dis-
fruta, rebajando -de pasada los méritos de los dernés, jac-
tancias y mentiras dnicamente encamtnadas a aumentar su
prestigio en la 0p_inién ajena, haciendo creer a ciuien la es:u—
cha que es supenor y més perfecta que todas las demés
jeres y que éstas no valen" para descalzarla. ’

Ya dije que por su intolerancia, por su confianza en si


misma, il-ega la mujer a creerse sinceramente superior a to»
das ias demés mujczres; pues bien: el afén de primacia in-
tensifica terriblemente esta ilusién, suméndole el interés. No
puede la mujer oir hacer el elogio de otra mujer-——aunq'ue
diste .de ella mucho en jerarquia o posicién e incluso en cf
espacio——sin encontrarle algn defecto que restablezca ei
equilibrio, sin insinuar algo molesto para ella. Toda mujer
dispone de ax-tes refinadas para poner de resalte su superio-
ridad y desposeer a las otras mujeres de la confianza. la ad-
miracién o la piedad de que gozan en el énimo de quien Ia
escucha.—a'3i, Fuxana es muy lista; léstima que ante Siem-
pre tan malucha.—Zutana, es desgraciada, si, pero es ticag.
‘; GINA LOMBROSO

I>'.I ‘

y ademés se lo merece.——Perengana, viste con mucha elegan-

cia, es cierto, pero t1ene una doncella ideal, pero derrocha una
fortuna, etc. _

Esta reciproca rnurmuracién con que se Qbsequlan las


mujeres por lograr la palma en todo, h-asta cuando se qu1e-
xen. y se estiman y estan dispuestas a hacerse mutuos favores,
no «:5 egoistarnente irracional. Los hombres, que son pOC0 in-
tzzitivos, no ponen mucha dificultad a dejarse convencer de
la superioridad de la mujer que se -alaba a si misma y rebaja
a 323 demés. Las murmuraciones, jactancias y mentiras de las
mujeres suben de punto en presencia de los hombres: pero
no cesan ni aun en el palique femenino, hasta cuando se tra-
ta de personas desconocidas. En los procesos donde resultan
complicadas mujeres, son ellas Ias mas implacables y feroces.
Lag mujeres son las que mas recelo muestran para adrnitir a
$53 mujer a las profesiones varoniles de médico y abogzado.

Individualmente, esta mania de sobresalir impide que


se eaablezcan verdaderas amistades entre mujeres y estorba
Ea zealizacién’ de esa corriente de expansion y confianza que
tanto bien nos haria en esta Vida. La mujer desconfia de la
mujer porque todas aspiran a sobresalir, y saben que su me-
jor amiga. no tcndra reparo en aplastarla con tal de alzarse
con la primacia. La mujer que se adapte con toda cachaza
.2. no contradecir Ia primacia de la amiga, tendré cuantas
amigas quiera, dispuestas a hacer por ella verdaderos sacri-
fxcios, a darle inmejorables consejos y prestarle la ayuda ma-
terial V moral mas valiosa. \

_ Socialmente, esta pasién de sobresalir en todo, con la


_5actanc1a, lea mentira _v la murmuracién que la acompaan,
neutraliza Ia general gratitud a la mujer por los bienes posi-
txvos que a sus semejantes brinda, echando una sombra de
desconfianza y de sospecha sobre el sexo femenino en gene-
T31 Y en particular sobre las mujeres que cada cual conoce
lyytrata. ‘Esta pasion complica desinedidamente la cuestién
giia m‘JJ~°-1‘: 1mp1d1e'ndo una adecuada educacién de los hom-
que solo podna resultar de una amp11a solidaridad fe-
me:-una, que de las madres se extendiese a las nueras, de las

hermanas a las cuadas, etc;


_defectSO9F1f1» P1195.’ de la mujer importancia desarraigar este
: a13‘31'0- Comp? La condesa Baccxochx aconseja la auto-
EL ALMA D3,};-A MUJER 63

education que justamente considera como la educacién me-


jor. Quizé sea ese el nico medio; mas no dejo dc reconocer
que resulta de aplicacién difici}.

Cierto que la mayor instruccién y la coeducacién ayu—


dan poco, porque las nuevas generaciones no se muestran en
cste punto mejores que Ias antiguas, sino que, por el contra-
rio, a causa de la facilidad dc la Vida, los estudios y la inde-
pendencia resultan todavia més petulantes Y rnenos solidatias
entre si.

ENVIDIA, CELOS, SED DE VENGANZA I

A1 lado del amor propio y el afén de sobresalir. pode—


mos poner entre los defectos femeninos que del altruismo
pasional so derivan, la enuidia, que hace que suframos con el
bien ajeno, que no nos es dado compartir, y nos irritemos
con el préjimo que no sufre nuestros males; los celos que
nos impelen :4 odiar al ser que ama aquel que nosotras ama-
mos; la sed de uenganza que nos mueve a hacerle mal -a quien
consciente o inconscientemente nos hizo sufrir, y muchos de-
fectos semejantes.

Envidia, celos, sed de venganza y defectos anélogos


suelen confundirse muchas veces con el sentimiento de la jus-
ticia. Tienen con ésta de comn; en e=fecto, el sentimiento
aitruista de que se engendran )7 que nos hace sufrir y gozar,
respcctivamentve, con el bien 0 e1 mal que a1 préjimo, no a
nosotraso, afecta.

Pero mientras que en el caso de la justicia sufrimos con


cl mal ajeno 0 con la pérdida del bien, por la conciencia que
tenemos del dao en general que a la sociedad pueden infe~
rir esos males, por el desaliento y confusion que la injusticia.
engendra; y procuramos el bien de los demés, de la mayor
partc, aunqu,-2 sea a costa de algn sufrimiento nuestro 0 de
los seres que arnamos, a fin de que triunfe en el mundo un
e-o_uitat‘i'vo reparto de bienes; en el caso de la envidia, los
celos o la sed de V-enganza, sufrimos porque hay quien goza
més Cgue nosotros de bienes que apetecemos o quien no sufre
de .105 males que nos afligen, sin pararnos a pensar por un
memento que tales daos y bienes puedan set merecidos. En
ese -caso nos a-fanamos por lograr que el préjimo sufre al
54 GINA LOMBROSO

par nuestro o no goce mas que nosotros hasta cuando eI


triunfo de nuestras aspiraciones pudiera acarrear un dano ge-
neral, pues queremos ‘que impere en el mundo un reparto
equitativos de dolores.

E1 sentido de la justicia presupone una altisima inteli-


gencia que nos permita distinguir con toda claridad l_o ver-
dadero de lo falso, e1 bien del mal, el interés general del pri-
vado y un arnplio, generoso altruisrno que nos induzca a
hacer abstraccion de nuestro bien con miras al bier: gene—
ral.

Envidia, celos, sed de venganza y demés cosas por ei


estilo, presuponen una escasa comprensién mental que impi-
da V/EX‘ ia realidad que bajo la apariencia se oculta y un tor-
cido recelo que nos haga fijar la vista en el plato ajeno an~
tea que en el propio; pero, sobre todo, un feroz y mal en-
tendido altruismo que nos mueva a perseguir con teson no
tanto nuestro personal interés como el evit-at que el préjimo
iogre e1 suyo, sacrificando incluso a la alegria ajena nuestra
ptopia alegria y al bien ajeno nuestro propio bien,

Celos, envidia, sed de venganza, etc., se dan asi en la


mujer como en <21 hombre, solo que en éste resultan limita-
dos pox cl dozninio de su egoismo. E1 hombre envidia al
amigo que ocupa el puesto 0 logra los honores que él ambi-
ciona. siente celos de qilien quiere arrebatarle lo que es 111!-
yo, y se venga ferozmente cuando ha sufrido un dao po-
sitivo. Pero la mujer es celosa y envidiosa no solo pot ella
misma, sino tarnbién por el rnarido, el hijo, el padre, el ami-
go. y toma feroz vengganza, no-solo por su cuenta. sino tam-
bién por la de ellos. Madame Caillaux da muerte al enemigo
de su. marido, con el cual no tenia personalmente ningn
resentirniento. Todos los dias vemos madres de familia que.
mQ_Vi_das cie pura envidia, hacen todo lo posible por infernar
rnatrimonios amigos de sus hijas. La mujer es celosa y envi-
diosa de todos y por todo, de los bienes de fortuna que pg,-
seen sus am'1ga.s, aunque no aspire a ellos: siente celos de
cuantas muyeres conoce y hasta de aquellas que no conoce,
‘,7 T10 93 IMO Ver madres que ponen en guardia a sus hijos
C0I1tI'm la futura_ nuera q_ue aun estén por elegir.
hacenCs€‘11tf3:i.r€nV1dC;a, sed de venganza, son sentimientos que

. gran emente a la mujer y resultan IIOCIVOS para


EL ALMA DE LA MUJER B5

~/\/W/xew

la sociedad; sentimientos que seria provechoso tratar de re-


prirnir, sea como fuere. Solo que gcomo? Acostumbrando a
lgis nias a reflexionar acerca del origen de sus sentimientos,
a considerar afortunaida su suerte y a ver siempre el lado
bueno de la propia condicién, podré lograrse algo; pero quizé
se consiguiese rnés con el ejemplo.

MODA

La enorme importancia que la mujer concede a la op'i~


nién ajena llévalai con impulso irresistible a la pasién de se-
ggiir la mo.-da, que no es sino el juicio ajeno autorizado eri el
momento actual.

Estando dotada de men-or sentido critico que el horn‘-


bre, cuando se trata de objetos que caen fuera de su compe-
tencia, inclinase la mujcr a encontrar hermoso o feo, intere-
santc o aburrido lo que juzgan hermoso o feo, interesan~
te 0 aburrido los demds, y, sobrc todo, aquellos que com-
ponen el Cir/culo de su alterocentrismo.

Cuando una cosa estzi de moda en usos y costumbres,


en moral 0 en literatura y luego que las personas que ella
estima adoptaron aquella rnoda, ya no razona la mujer. Ex-
tremad-a como es en todo, dispénese a seguir la mod: ciega-
mente, con el mfés grave prejuicio propio y ajeno, aunque
creyendo siernpre——ni que decir tien-e—-que no lo hace por
seguir la moda, sino por propio e irresistible impulso. La mu-
jer que, digase lo que quiera, es fundamentalmente casta. mo-
nogémica, madre y sentimental, térnase cinica, corrompida
y antimaternal, en cuanto asi lo quiere la moda, segn ocu-
rrié en el /lncien regimen, pom antes de estallar la revolu-
cién, y que se trataba de un ciirlismo. de una corrupcion oca~
sionada nicamente por la moda; demuéstralo el hecho de
que aquellas mismas mujercitas frivolas y fatuas que en la
corte de Luis XV pasaban el tiempo robéndose mutuamenti-2
los, amzmtes o despotricando de temas politicos, luego que se
vi-eron pobres y en el destierro dieron de mano al vicio que
hizbieran podido proporcion'arlP.s un fécil desahogo y brin-
déronse como ejemplo de las fnés altas Virtudes de sacrificio
y de pureza.
A su vez, la mania de seguir la moda, de creer bello o
|f€O lo que de tal califican los otros, 'engendra un curicso de-
fecto propio de la mujer; el» de decir y creer que se aburre
cuando esté haciendo cosas que la entretienen, y declarar y
creer que se diviertc cuando hace cosas que la aburren, se-
gn que las tales cosas estén de Inoda 0 sean ten1d_as en con-
cepto de anticuadas. Ahora que esté de moda la literatura )7
el feminismo, no hay mujer que no crea divertirse la mar
leyendo o discutiendo de arte, ciencia, etcétera. . . siendo asi
que, en realidad, la mayor parte de ellas abrrense con eso
lo indecible. Por modo anélogo, las seoras de la alta so-
ciedad creen generalmente aburrirse o hacer, por lo menos.
un gran sacrificio cuando trabajan o realizan alguna taréa
material, como cuidar de sus hijos, gobernar la casa, socc-
rrer a los pobres o asistir a los‘ enfermos cuando en reali-
dad, lo que hacen con ello es satisfacer su instinto dc activi-
dad, de altruisrno y, por loitanto, estén gozando.

En casi todas las Memorias que se conservan de damas


de la aristocracia francesa, emigradas a raiz de la revolucion,
hécese resaltar el hecho de que esas seoras, que hasta alli
vivieran en el ocio, sintiéronse muy sorprendidas al encon-
trarse que hallaban mas satisfacciones en las humildes faenas
a que en el destierro sc veian obligadas que en todas sus mun-
danas ocupaciones antiguas.

Mas de una seorita francesa ‘os diré que lc resultaba


mas grato asistir a los enfermos en un hospital o cuidar dc
los nios en un asilo, como hacian durante la guerra, que no
sostencr esas conversaciones frivolas y hacer esas visitas obli-
‘gadas a que voluntariamente se condenan, porq'ue es moda.

La mundanidad de hoy dia——in1'1til vestigio de una


gran rfuncién social antigua——-es una costumbre que no dis-
trae gran cosa ‘a la mujer, la cual “la cultiva nicamente por
-pura moda o por amor propio. La -guerra, que la eximié de-
esa reata, fué en el fondo para ella un gran respiro.

_ MU-We por lo general a risa esa premura que pone la


mule? €_n, sfeguir la moda. Pero en realidad, haciendo cuenta
de lo dificil que le es formarse un criterio de sus propios in-
l?’~’f'359-S _Y 3t€ndi<i_C{ el aprecio que hace de la opinion ajena—,
<31, S9811” 13 tt‘3d1C}6_n y la moda son otros tan-tos medios muy
comodos de conciliar sus deseos con sus intereses—. La mo-
EL ALMA DE LA MUJER 67:

da es un criterio que en si y de por si no tiene ningn valor


moral, pero por el mero hecho de que se le acepta y se le
sigue, cuenta ya por lo menos con el sufragio general, sobre
cuya base se puede siempre formar un juicio; de otra parte,
si la mujer no siguiese la moda y habida cuenta del ansia
tan poderosa que siente de sobresalir en todo, de hacerse no-
tar, vendria a caer fécilmente en la excentricidad, que es to-
davia peor que la moda. De suerte que, en ltimo término.
conviénele a la mujer seguir la moda; solo que conviene tam-
bién que la sociedad y las mujeres superiores no pierdan de
vista a esta moda y no consientan que arrastre al sexo fame-
nino por vias peligrosas, para las mujeres mismas y también
para la sociedad.

SENTIMENTALIDAD

Dije antes que la mujer déjase llevar por compieto de


pasiones e intuiciones, que son algo al margen del razona—
miento y que despojan a éste de toda energia. El razona-
miento es la accién, el padre de la duda, un grillete que le
impide a la ‘action correr con ligereza; pero es al rnismo tiem-
po un paso que mantiene el equilibrio. No teniendo ese con-
trapeso la mujer, fécilmente se escurre hasta dar en los exce-
sos de toda indole.

De este excesivismo nace buena parte de la sentimenta-


Iidad de la mujer, la angustia excesiva, el excesivo entusias-
mo, Ia excesiva compasién, los sacrificios excesivos que tri-
buta a personas o a causas que no valen la pena o no rinden
los resultados que se esperaban.

Esta sentimentalidad que forma parte tan intima del


alma Ifemenil, no tiene nada que ver con ese falso sentimen-
talismo, hijo de la vanidad, de la hipocresia y del oporru-
nismo que, con justicia, ha desacreditado tanto la palabra.
Nace ese falso sentimentalismo de un supuesto sentimiento.
de ley mas o menos dudosa, unido a una pretensién inte-
Alectual de cultura y de ciencia que no pos'een. Prevalece en
esas personas desprovistas de verdadero sentimiento, a las
que una mediana cultura ha permitido penetrar a medias los
3,,’ GINA LOMBBOSO

rahdes rdblefnas so §ia1es,_ Po-1.itv.i_cos'., econémicos. hig'iénico_s


y_ mprales; una medxana mtelxgencla Qara cqmprender 12_\s
venajas que pueden obtenerse de la s1mulac1on del sent1-
miento. Este es precisaniente el sentimentalismo que llena las
arcnds de los diarios populages, de las causas equi-vocadas y de
los. intereses turbios, lo_s cuales estén seguro_s_de granjearse el
ap1.au'so de» un gran pblico, cuando se__enternecen y apiadan a
propésito de cosas triyjales, de higiene, de; justicia, de igu_3l-
dad, etc._, o cuando hacen qu e 5e reconcentre la fuerza toda
de un sentimier_1to en up objeto nimio e inmediatp, que ca-
rece de irnportancia, .dist_rayéndo1o asi de un objeto de ver-
dadera monta, que sé quiere combatir.

Depende este falso sentimentalismo del hecho de que——


gozando como goza actualmente el sentimiento de cierto pres-
tlgio; el individuo astuto que de él carece, procura simularlo.
Es ésta una forma que desaparece en épocas crueles, en las que
el sentimiento no goza ya de ningn prestigio; es una buena
cualidad 0 un defecto——-vaya usted a saber——artificial, cuya
amoralidad resulta tan evidente que no vale la pena de de-
tenerse a demostrarlo.

**>!<

Pero aparte esta falsificacién, existe un sentimen-talismo


verdaidero, cuya victima casi necesaria'es la mujer, y que
podemos dividir ._enA tres formas.

Hay un sentimen‘t'_alism.o sencillo, e1 més ingenuo y di-


fupdido, por el cual Lsuponemos a todos los seres animados
2 _1nanimados, pasibleg en el mismo grado, de alegria 0 dc
dglof, nos emocionamos y sufrimos,excesivamen_te por su-
fr1m1entos que algunas veces no existen 0 son ljgerisimos—
como por el pebrro y el gato,_¢1 pa.jarillo enjaulado, el salvaje
que anda §1esca’1zo, e1 lugareno qug no se lgva .0 el crio que
berrea. atnbuyfzndole nuestra propla angusna, etc.

Este sent_1men}ta1ism0, que es inofensivo, depende de un


;):cC:<}:so ((119 pas1onal1da_d, de una faltg de 16gjca_; deiri-vase deg

0 9 que la l'1'l11_]€_r_ rebosa €XC€S1VO sentxrmento y lo va

Sembmndo P0’ ‘doquiefa. a diestro y siniestro, dode hace


falta y donde no. '
De esta forma de sentimentaslidad, pot gra-dos insensi-
bles, se pasa a una segunda, perfectaimente femenina también
y semejante a la primera, pero cuyais consecuencias indivi-
duales y sociales son rnayores, y que consisten en creer a 133
personas que nos rodean diferentes de como son en realidad,
suponiendo que conceden més importancia, de la que efec-
tivamente le conceden a las cosas del sentimiento; que poseen
una conciencia mucho més deiicada de lo que es en reaiidad,
y dando por de contado que obran a impulsos de imotivos
ideales. a los que suelen ser insensibles y son insensibles a los
inteteses prosaicos, que son los que en verdad les interesan.
T31 es el sentim-entalismo de la mujer que se casa ‘con n
borracho, confiando en que con la dulzura podré lograr su
enmienda, y Vcreyendo firmemente. que con las palabras po-
dré cambiar el alma de sus hijos, y curarle a él de su vicio,
a costa de abnegacién, etcétera. , ' ‘

Depends este sentim-entalismo del hecho de que, no


siendo_la mujer capaz de comprender sino al través del "sen-
timiento", no se aviene a aceptar la idea de que haya quien
10 posea en menof grado 0 se halle absolutamente falto de
él; de que, estando deteriminados sus actos "mils por la fuerza
del sentimiento que por la de los intereses, no puede expli-
carse que haya quien no sea asi; de que, no teniendo un cri-
terio seguro para juzgar de la importancia de los objetos a
que dedica su actividad, propende fécilmente a concedérselo

eexcesiva 3 algunos de poquisimo bulto.

Existe todavia una tercer forma de sentimentalidad, la


més elevada aunque rnenos corriente, que asi se da ‘la mano
con el sentimiento verdadero y que nb entrafia inconvenien-
te alguno para la sociedad, aunque si slos implique, y graves,
para el individuo. Caracterizase esta forma por un excesivo
espiritu de sacrificiofel cual irnpulsa a nealizar sacrificios que
cuestan terribles «dolores y no_ dan el resiultado apetecido, por
ima 'conc‘ien'cia_hai:to delicada, que nos remuerde endemasia
por ac_tos' no culpables y nos impele a sacrificios excesivos-e

."in1’1tiIesi.i Bajo e1 infliijo de este sentimentalismo, propendez la


smujer a treer que" sus deberes son todavia imés gtandes _de-_1o
que lo son en realidad, Y a imponerse sacrificios mucho més

dolorosos de lo necesario.
70 GINA. LOMBROSO
~vvv%AA&

Bajo el impulso de este sentimentalismo tiende la mu-


jer a creer que el atribulado, el pobre,’ e1 enfermo que desea
socorrer, lo son en mayor grado todav1a de lo que es la _rea-
lidad; que el hijo, e1 marido, e1 hermano, a cuyo culdado
vive consagrada, necesitan de ella, de su ayuda, de sus est1-_
mulos ry dc sus esfuerzos, mucho mas de lo que realmente
necesitan.

Bajo el influjo de este sentimentalismo, tiende la mu-


jer a sacrificarse, a inmolarse hasta cuan-do no es necesario,
a engaars-e creyendo que sacrificio y virtud son la misma
cosa, lo que no es asi, y que el sacrificio propio y‘ el bien aje-
no, son idénticos, lo que tampoco es verdad.

Todos los dias vemos mujeres casadase y solteras renun-


ciar voluntariamente a sus mas legitimos y sanos deseos: cor-
tarse el pelo, prohibirse toda palabra con extraos, abstenerse
de toda diversion. enajenar sus bienes, su talento, su posicién
y su porvenir. con la ilusién de que tal renunciamiento ha de
redundar en bien del ser amado y en el aumento de su cario.
Todos los dias vemos, mujer-es casadas aperrearse desde pol’ la
maana hasta por la noche, a fin de acrecer el peculio fami-
liar.

Diariamente vemos cémo hay mujeres que se enamoran


de hombres y ,de instituciones por la sola razén de que exi-
gen dc ellas sacrificios excesivos.

Este sentimentalismo tiene su raiz en el hecho de que


las ideas penetran en nosotras, las mujeres, por el corazén.
no por _la cabeza, y el corazén no tiene como la cabeza me-
didas métricas, comunes denominadores, con arreglo a los cua-T
les determinate exactamente la magnitud e importancia de las
impresiones que recibe.

_Este sentimentalismo ‘tiene sus mas hondas raices en el


sennmiento materno, para el cual el sacrificio propio y el bien
a_]eno.s.on realmente una misma cosa, confundiéndose amor
y’sacr1f1cio. E1 recién nacido necesita de la madre toda parasi,
§11'a’y noche: el nio requiere que la madre, para criarlo, sa-
C“f,1fl‘4e t0d3 S11 vida externa. Esta necesidad dura tan solo
unos cuantos meses: pero ‘la mujer, cuya alma esté toda ella-

pr2_etracIa e infiuida del amor maternal, propende a trasla-=


dar este concepto a la Vida cotidiana. ’
EL ALMA DE LA IVIUJER 71

gEs e1 sentimentalismo un bien a un mal para la mujer?


gEs una virtud que se debe cultivar -0 un vicio que se debe ex—
tirpar? E1 sentimentalismo, aparte aquella forma apécrifa
en que se confunde con la mentira, més que una virtud o un
defecto, es un instinto que tiene sus raices en el sentimiento
verdadero y que, por lo tanto, puesto que sea daoso para el
individuo, resulta til para la socidad..Pues si e1 sentimenta-
lismo induce a engao alguna vez a la mujer, ella es la ni-
ca que sufre las consecuencias.

Es ademés e1 sentimentalismo una cualidad que atrae al


hombre a la mujer. E1 hombre, que es tan parco en sentimien—
to, propende a amar a quien lo embellece e1 espiritu, prestén~
dole una suma de sentirnientos que no posee, y cuya hambre
sentimental puede satisfacerse con pébulos tan ilusorios. E1
sentimentalismo forma hasta tal punto parte de la psiquis fe—
menina, que la mujcr que de. él carece nos resulta desnatura~
lizada. Por todo esto, el sentimentalismo constituye una vir-
tud en la mujer.

Es una virtud, pero que le cuesta horribl-emente cara,


que la hace sufrir en Ademasia mucho mais de cuantos bencfi~
cios generales pueda valerle, la expone a desilusiones y amat-
-guras inevitables, puesto que el favorecido mide el sacrifi-
cio si es que lo mide—por la necesidad que -de él tenia, no
por el sacrificio mismo, y~ éste, en el caso del sentimentealismo,
suele ser, con harta frecuencia, mayor que el beneficio produf
cido, de donde resulta que el sentimentalismo es una buena
cualidad en la mujer, que debe apreciarse pero no cuItivérse-
le con exceso, sino todo lo contrario, tratar de moderarlo en
la mujer antes que fomentarlo en .12 educacién, tanto més

Icuanto que la amargura provocada por el desequilibrio entre

los sacrificios hechos y el bien obtenido entre los do1ores‘su-T


fridos y la gratitudé que granjean, suelen agriar el cara'cter de
la mujer tornzindolar excitable; quisquillosa, desabrida y des.—
confiada, lo que no le sucederia si habiéndose dado en me"-
nor rnedida a1 mundo, no t1'1vieseAcont.ra él tantos créditos.
Esa adustez que a veces muestran_ las mujeres prudentes y ar-
chihonradas, es debido al despecho de su sentimentalismo ofen—
dido.

Dije que la educacién deberia ver de refrenar las, tenden-


cias excesivistas de la mujer, asi Como-1as’sentimen'tales, Pero
para moderar estos instintos, no puede hacer_ gran C053 !3.m3~
dre; pues, corno mujer, inclinase a substitu1r un exces1V'I1s,_mo
con otro mas bien que a sofrenarlos todos. En camb1o, es
mucho lo que en este terreno puede lograr el hombre con su
ejemplo y con su logica. De aqui la importante funcién que en
la educacién de la mujer deseimpea e1 influjo de un hombre.
padre o hermano primero, marido o hijo después. que mo-
riere sus instintos excesivos y sus se,nti_mentalismos y encauce
su espiritu de sacrificio y de devocrién hacia fines 1'1_til_es que
puedan proporcionarle a la mujer la satisfaccién de no con-
surnir su Vida en vano ~La coeducacién de varones y hembras.
hase acreditado de optima en este __t.e_rreno, y las jrjvenes que
de ella gozaron, r-esultan generalrnente menos sentimentales
que las otras.

EXPANSIVTDADSOCIABILIDAD

Otra consecuencia general de .13 pasién e intuicién de 1_a


mujer es su expansividad.

Es .la mujer mucho mas expansiva que el hombre, es de-


cir. que siente en grado infinitamente _mayor que el hombre
la necesidad de exteriorizar sus sentimientos y sus afectos, de
confiarle a al.g=.'1n otro ser sus emociones e ideas. La nia su,é1-
tase primero a hablar, no por mas inteligente o precoz. sino
porque el estimulo Va expansionarse es en ella mayor que en
el.,nio, En los asilos in'fantiles, cuando todavia la educacién
no ha impreso su huella, son las ni~as»1_as que acarician a los
nenes y las .qu_e»l_es.hac.e.n-las mésriernas _dec1_araciones _de _afec—
t.0. -Los rnios suelen quedarse entre aténitos y mustios, ante
.€sa__s expansiones c..uy_o sentido nose Ies alcanza. En casa. en
Alaescuela, con las maestras, los padres, amigas. hemanos _v
hermanas. son las ~hem,bras més expansivas que los varones
n 5.11-'€d3d inf'“ant,il;a1as nias gustan de escribirse con sus pa—
dres‘y_ sus amrgas ausentes, mientras que para los chicos es un
“P1100 81 escribir, no ocurriéndoseles nada que llevar 31 pa-

P°1'*l_° f1‘1-“"193 “Cede porque _no sienten necesidad alguna de


.€J(t21'l9rl_Zal‘ ‘sus emaoiciones,
EL ALMA DE ‘LA MUJER 73

.z\.

‘En l_os campos y talleres, cuando las opetfarias no pue-


den ha_blar. cantan, se expansionan con el air_e, con el sol, con
las heniamientas de su oficio. % .

La mujer es sociable y expansiva porque nsiente pasién


por los seres vivos, sed de _am'ar y set arnada y no disfruta
como no tenga alguien con q_uie_n y por quien gozar. Pero
es sociable y expansiva, tiene sed de comu_nic_ars«e con otros se-
res vivos, p_orq_ue la z'ntaz'cz'on de lo vivo, nesa facultad esen-
cial de su Val_ma, no puede ejercitarse en la soledad. La mu-jer
muere en ’l_a soledad cual flor falta de agua. A la mujer 1e
-parece como que no vive ya, cuanto no tiene a su.1_ado al-
guien que pueda escuchar sous confidencias, porque las intui-
ciones y emociones no se puedekn reconcentrar en si mismas,
como los razonamientos, sino que necesitan verterse en otros
seres. que.1as comprendan y apla_1u~dan, porque las intuicio-
nes son sensaciones vagas que han de comunicarse con una
tercera persona, si han de consolidarse y obtener ese apoyo
que brinda el razonamiento.

Y no _sél_o necesita la mujer expansionarse con personas


vivas, sino conpersonas que le sean simpéticas y a las cuaies
también Se lo sea ella. E1 a-islamiento resulta peor para la mu-
jer que la soledad, pues en e_sta ltima le queda cl recurso de
revestir c_on sus sentimientos _a las plantas y animales que la
nrode;an, .:_1_rnar1os y cr_eerse amada _de ellos, mientras que en el
aislamiento. _no 'tiene ni ese paliativo.

*Ik*

Sintiendo como siente tanintensa ‘necgsidad dc otros se-


res vivos, con quien comunicarse para gozar. para I‘-‘1f.!1.1,r Y

-cornpletarse, and: buscéndolos siernpre ‘la mujer. La e_ic'p_aI1~

~sividei_d 13 ha conducido a" la sociabilidad. La" _mujer‘ e_,s‘oe'1 al-


rna de las amistadés. 'cultiva1as_y dilata su nV_rn¢ro,__gAoza_con
e11as__y hacé gozat a los demés. Fijaosen la callé, genel tran-
via, "en Id oc‘a's_a; lei m;u_jer7habl_a con todo e2_l mundo. _t;_aba
amistadton quien primeron topa fa mano; se _xnteresa‘_p_Vor‘dAe_s-

tconoéidos. c_on ’t"a1 ode tei1_er_a%1g‘1_11Len con oquien d3f,9XP3._“51°.n

.3 su glma dgsbord-ante Y; tecibif, encarnbio, s_u§ co__nfide’ncia__s.


Fijaos'en l_a_s escuélas. .'I‘ernnnad'as las l_ecc1ones. p0n;en$:e
74 GINA LOMBROSO

los chicos a jugar, mientras las nias se enredan de palique;


el juego que mas divierte a las chicas es el hacer de oenoras or
de maestras; esto es, referirse mutuamente lo que piensan, y
expresar el juicio que les merecen los que las rodean. Los chi-
cos no juegan jarnés a los seores ni a los maestros; la com-
petencia, la emulacién es el placer mas grande que la sociedad
de sus compaeros de su misrna edad les proporciona; los ni-
os tienen compaeros de juegos y estudios. confidentes de
con juras y enredos, en tanto las nias tienen amiguitas de co-=
razon, confidentes de sus intuiciones.

gCuéndo salen los hombres de su aislarniento? gCuén~


do se renen? gCuéndo traban amistades? Cuando les es pro-
vechoso. Renense para hablar de sus asuntos, de sus estu-
dios y concentrar nuevos negocios o nuevos estudios, pero
no para interesarse por lo que piensen los demés o hacer que.
los otros se interesen por ellos.

No busca el hombre la compaia porque sea sociable,


expansivo o necesite de los otros para reflexionar. sino que
la busca para sacar de ella algn provecho. Abandonado a si
mismo, nunca la buscaria, ac_ab-ando poco a poco por ais1ar-
se, segn les sucede a los solterones.

En cambio, la mujer no busca la compafiia por sacar de


ella provecho, sino porque necesita de otros seres vivos con
los cuales comunicar sus intuiciones, porque su espiritu re-
sulta completamente inerte en la soledad.

VENT AJAS Y DESVENTAJAS

‘_ Esta intensa necesidad de expansion que siente la mu-


jer es causa de continuos desacuerdos entre ella )7 el hombre.
S1€1'1dO éste reflexivo, metédico, deductivo; pudiendo en la.
3019d.ad aprender, estuc_li~ar y meditar consigo mismo sobre las
observa_c1ones ajenas y las propias; pudiendo razonar——lo que
no es s1no_hab1ar consigo mismo——. ama la soledad, la bus-
Cfi. y no piensa en confiarle a la mujer sus emociones e ideas:
§1endo,,como es, poco emotivo, no comprende el hombre.1a
mtensa necesldad de expansion que siente la mujer, no la ani-
ma Para Clue 39 d99h30gI1e con él ni cambia confidencias con
."“3- Y C0m0 no §iente la mas minim-a curiosidad por saber
_ que pasa en el interior del préjimo, moléstale la intrusion
EL ALMA DE LA MUJER 75.-

de 1:1 mujer en su énimo, tratando de eliminarla con moda-


les bruscos que 3 veces afligen en demasia a la mujer.

La 'mujer, esté siempre ansios-a por indagar lo que pasa


en el énimo ajeno, siente dolorosa sorpresa al ver cuzin poco
se interesa por lo que pasa en el suyo el hombre que tiene a
su lado; la mujer que se siente morir si la persona con quien
vive se niega a recibir sus expansiones, no puede imaginar que
el hombre la condene a eso por pura incomprensién; de mer-
tve que busca e1 motivo, atribuyendo esa conducta a aversion
o indiferencia, en lo que suele equivocarse, aunque no por
ello deja de sufrir en demasia. Y por si todavia fuera poco,

la mujer que huye del razonarniento, de la légica, que no.

habla nunca consigo misma, no comprende esa reserva de1'


hombre, que no siente necesidad de comurficarse con ella y no
acierta a encontrarle otra explicacién como no sea la presen-
cia de una tercera persona que la ha suplantado en su afecto,
protestando muchas veces fuera de lugar.

‘***

Pero aunque conduzca a algunas desavenencias, la ex-


pansion femenina produce ventajas incalculables para la mu~
jer y para la sociedad, y no podria pensar en sofocarla, sin so-
focar con ella toda union, todo progreso. Si no fuese ex-
pans-iva la mujer, si no sintiese ese vivo anhelo de comuni-
carse con otros seres vivos, y cultivar su trato, si' no lograse
con su expansion, como quien no quiere la cosa, atraer 31’
hombre, imponerlesus confidencias y arrancarle las suyas,
concluirian los hombres por vivir aislados, como viven Ia-
mayor parte de los animales en eleestado de natura1eza——ex-
ceptuando un momento no més de su vida—, viniendo‘ a per-
derse toda la experiencia de los individuos, y con ellai el mu-
tuo provecho que los hombres puedan aportarse. Obsérvese
que Ias nicas sociedades animales que se han desarroado-——
ias ab-ejas, Ias hormigas—son sociedades femeninas: y que
hasta en los criaderos artificiales, ya se trate de gallinas, Va"-

cas de Ieche u ovejas, son Ias' hembras Ias que mejor se llevan»

11113.8 C011 Ot1'3S.


73 GINA LOMBROSO

La expansion femenina resulta, por lo tanto, snmamen—


te pgovechosa para la sociedad, siéndoles tambien util a la
mujer y al hombre por separado, por ser uno de los elemen-
tos que atrae con mas fuerza un sexo al otro, cimentando
mas segura y firmemente su vfusién.

Por mas que los miramientos sociales hayan obligado


al hombre a pedir la mano de la novia, suele ser ella la que
con su genio expansivo conquista al hombre y transforma=los
mas vulgares matrimonios de conveniencia en matrimon-ios de
fervoroso amor. . .

Esta necesidad de expansion de la mujer, es el mas fir-


m-2 vinculo que une al hombre y -a la mujer, haciendo que se
incline mutuamente eluno hacia el otro. Pues "la muier, por
efecto de ésa su necesidad de expansion con el ser que vive a
su lado, aviénese a aceptar condiciones bien humildes, con tal
de lograr Ia satisfaccién de ese su innato anhelo, resignéndo-
se a moderar su exagerado sentido de dominio, que seria un
estorbo harto serio para la conyugal unién. De otra parte, al
hombre halagale no poco esa necesidad de expansion que im-
pulse. a la mu_ier a buscarlo y mostrarse tan complacida en
su conversacion, siendo quiza éste uno de los sentimientos que
mas poderosamcnte contribuyen a aficionarlo al sexo feme-
nmo.

Esa expansividad es asimismo til al progreso intelec-


tual y moral de la mujer, porque, atraido el hombre, aunque
a regaadientes, a su circulo de influencia, dilata. sinaperca-
tarse de ello, el horizonte intelectual y moral de la mujer V
10 compl~2ta.. Es iintil negarlo; el horizonte vintlelectual de
la mujer es muchomas restringido que el del hombre, y esto
por la sencilla razc'>n"de que la mujer concentra toda su pa-
sién en el campo moral.‘La mujer siente e intuye en vez de
reflexionar. y asi la emocién como la intuicién tienen una
esfera de acc_i6n mas restrin-gida que el razonamiento.

_L_a mujer que‘ visita una’ exposicién. asiste a una confe-


r_enc1a 0.-lee un libro, podré encontrar el libro. la conferen-
C13, sublime o excecrable. sentirse arrebatada por la fuerza de
13 931000“ 31 Séptimo cielo o precipitada en los infiernos de
puro descontenta; podré pensaren tal idea. alli desarrollada.
-muestra semejanza con ésta o estotra; que el libro denofa en

.el autor delicadeza. picardia o vulgaridad; que debe de ha-


BL ALMA DI‘. LA. MUJER 77

ber sido desgraciado o feliz y estado en relaciones con Francia


o Alemania; cosas que a veces resultan ciertas, pero que son
hipotesis y no tienen nada que ver con el libro o la conferen-
cia, con el espectéculo en si y por si y comunicadas con otro,
no dan la sensacion objetiva de esos objetos, de ese espectéculo,
de ese libro. Este intuir y emocionarse continuo de la mujer,
dilata poco su campo de ideas, y_a limitado por el hecho de
orientarse siempre su pasién con preferencia del lado de las
personas y cosas que le son vecinas en el espacio y en .9] tiem-
po. Cuando sé que una cosa es hermosa o fea, dolorosa o-
agradable, no conozco la cosa, y cuando me sé a1 dedillo 21
rinconcito de Vida que. tengo a mi alcance, no conozco e1 mun-
do.

Sin esfuerzo, con su solo razonar, hace el hombre que


la mujcr pare rnientes en todo un lado de la Vida que gene-
ralmente descuida, con lo que dilata, pues, y consolida su
campo intelectual. Razonando, obliga a la mujer a compro-
bar la existencia de una concepcion moral diferente a la su-
ya, enseandole por lo tanto tolerancia.

La vexpansividad -resulta, pues, provechosa a la mujer,


al hombre y a la socied-ad en todos sentidos, y aunque a cau-
sa de dolores, desilusiones y desavenencias, seria sacrilégio so-
focaria en la mujer; lo que hay que hacer en vez de eso, es
encauzarla. Y eso es lo que ha hecho el catolicismo en la con-
fesién. E1 sacerdote es‘ no solo e1" depositario de los pecados,
sino también de los pensamientos de la mujer, su consejero.
Ahora que del antiguo tronco han brota.do tantas religiones

nuevas que lo rechazan, hécese n-ecesario isubstituirlo. A esta.

laguna se debe la gran boga de las pitonisas.


VI\'IFICAC‘T(}f‘-T D1’. LAS (‘OSAS IN.-ENIEVIADAS

Esta necesidad de expansion de la mujer ha concluido


por conducirla a un extrao i1uSioniSmo—provechcsisimo
también para" la giociiedad-——, "a la posibilidad de vivificar las
cosas inanimadas, posibi1id'ad_ inapreciable para el cumpli-
miento de su cometido" maternal,

Al nacer el nio, no es un ser pasiblé de afectos, come


10 seré unos meses drespnés. 35 una cosa que no siente, ve, ni
sufre, que no goza, ama, ni odia. Para cifrar en él pasion 3-’
§wWmMWWWw
quererlo hasta el delirio, come 10 pace la madre, y creerse
que él la quiere y estar pronta a sacrificarse por esa cosa mer-
te, es prreciso ser capaz de atribuirlo ya 3 ese ser todo el alma
que lucgo tendra, es decir, de vivificarlo.

Pero esta posibilidad de vivificar al recién nacido, no


puede Iimitarse en la mujer 31 nio, sino que aquélla eXtién~
delo natural e instintivamente a cuantas cosas time a su al-
rededor, atribuyéndoles a todas sus sentimientos, queriéndo-
las a todas y creyéndose pagada por ellas en la misma mone-
da.

Cuand-o la mujer, hablando de la mesa a la que acos-


tumbra a sentarse, del bafcén "a que se suele asomar, del dedal,
de las zijeras que usa en su labor, dice que son sus amigos,
que no puede uiuir sin ellos, no profiere una frase, sino que
expresa una realidad.

Luego que la mujer lleva algn tiernpo en una casa, fre-


cuenta un parque o usa un instrumento, tranforma realmente
la casa, los érboles, los muebles y los utensilios que la rodean
en otros tantos seres vivos, con los cuales se comunica, amin-
dolos como a personas de carne y hueso. La poetisa inglesa
Isabel Browning habia hecho un Héctor de flores en una
alarneda de su jardin y sentia apasionado cario por aquella
tosca imagen, echébase a temblar cuando e1 viento o la lluvia
“la zarandeaban y creia firm-emente que el dia menos pensado
iria a visitarla rel alma_de su héroe. Isabel Browning, Jorge
Sand, Julieta Lambert, Lauth Thomson, hablan con los ar-
boles de sus ~f1orestas y en" sus cartas y memorias expresan su
incredulidad respccto a q_ue esos érboles sean insensibles a in-
difverentes a su cario.

Durante cl terremoto de Messina viéronse nias vagan—


do por entre las ruinas y desafiando e1 frio y la muerte por
el ansia de buscar su mueca, ni mas ni menos que rnadres
que iauscasen a sus hijos. Lucia Félix Faure Guyau. de edad
C_1€ dlez aos, pi-dele a Dios que le infunda un alma a su mu-
nec_a para que siquiera por un instante pueda saber cuénto la
'-quiere. Para la nia no es la mueca un juguete. sino una
'C“3t“r3 de Cam’? Y hueso: la hija. La nia comunicase en voz
alta con su m.u_eca y cree firrnemente que ésta se interesa
got 81121. 37 se enfristece cuando la ve enferrna y se aflige cuan-

o Ve que la rmen y la consuela cuando la ve apenada.


EL ALMA DE 'LA MUJER 79

Mas adelante, cuando la nia, convertida en mujer, de-


jé ya la mueca, cuando no se atreve a confiarles en alta voz
sus sentimientos a los seres inanimados, comunicase con ellos
mediante el pensamiento. Los animales, las plantas. los mue-
bles que “la ro-dean, vienen a ser para ella otros tantos seres
vivos y humanos.

Toda mujer recordara la pena absurda‘que sintié el dia


que tuvo que abandonar, no digo ya la casa, sino un anima-
lito, una planta, en que habia puesto su cario. Toda mujer
puebla su casa de recuerdos—deiobjetos nimios, descaba1a-
dos—-—que ella tiene en gran estima por haberles vivificado.

Sealan los médicos como causa harto frecuente de lo-


cura femenil, el dolor de haber tenido que desprenderse de los
muebles y de la casa, tanto, que Lombroso proponia que en
el Cédigo le correspondiesen 1-os muebles de derecho a la mu-
jet.

Este fanatismo atribyese unas veces a sensibleria _v


otlras a un especial sentido de la propiedad. Lo que no es der-
to, ya que la mujer témales igualmente apego a cosas que no
‘son suyas: a los bancos del colegio, al cuartito de la pension.
incluso a los muebles de sus amos.

La mujer tiéneles cario a los muebles de su cuarto, a


las flores y plantas de su jardin, no porque sean de su pro-
piedad ni con la mira de poblar su fantasia, sino porque ella
los ha animado, y ‘son seres vivos, depositarios de sus pensa—
mientos, confidentes de sus alegrias y de su pesares, lo mis-
mo que su mufieca, cuando era una nia.

Este idealismo es causa de -graves desacuerdos entre ella


‘y el hombre. Este, que no lo siente—antes al contrario, suele
hacer befa y mofa de él—, destrézalo brutalmente muchas. ve-
ces, sin percatarse del dolor que con ello causa. Pero, ges esa
una razén para eliminar ese idea-lismo del corazén de la mu-
jer? .
gHa de darse por perdido para la sociedad este inge-
nuo arnor? No; esta absurda vivificacion sostiene a la. mu-
jer to-da su vida, infundiéndole hasta cuando esté sola. la
ilusién de hallarse rodeada de confidentes seguros y devotes.
por lo que eonstituye una gran ventaja social, ya que es la

‘base de ese cuidado con que la mujer mira indistintamente


j‘p01‘ cuantos objetos time a su alrededor.
80 GINA LOMBROS0

'

Cuando se le toma carifio a una cosa, aunque sea u_n


pingo, una silla, una maquina de cos._er. se hace todo lo pos1-
ble pot conservarlo, por Iucirlo, utlllzaflo y no dejar que se
estropee, La habilidad, la paciencia, la constancra con que la
mujer conserva y hate valer cuanto la rodea, habilidad tan
preciosa para la sociedad, tiene precisamente su raiz en este
ingenuc en csta maternal vivificacién que _le permite
prestar sus 5-gntirnientos y transformar en seres v1vos cuan-
tas cosas inaarimadas viven gen torno a ella.

Asi como el rayo del sol se condensa en 21 carbon que


ternpla los frios invernales, asi también este ingenuo amor
que parece desperdigado al viento, transformase en todas esas
artes, przicticas y economicas, en que_ es maestra la mujer.

GRATITUD—REGrALOS

Otro sentimiento relacionado con esta vivificacion de-

ias cosas inanimadas es la vivacidad de la gratitud fcmen‘i-


113, la profundidad delplacer que siente ante la ajena gratitud.

Cuando una mujer necesita alguna cosa, un objeto, un


consejo, ayuda material 0 moral, no titubea en pedir1o——co-
mo un favor , de igual modo que no vacila en con'ceder1o—-
como un {favor también—, no bien se entera de que alguien
1o necesita. La gratitud eterna es la generosa retribucién con
que se cree obligada a pagar hasta ‘los mas pequeos benefi-
cios recibidos, y gratitud, aunque minima, es el premio que
espera ella también por sus sacrificios realizados.

_ También este sentimiento es necesario a su'__principa1 fun-


crénz la maternidad. El nio sélo puede dar‘ gratitud, y ni-
camente por favor puede pedir las cosas. Si la mujer no tu‘-
vrese ese instinto, no podria ser madre. Lo que no le sucede
al hombre.

A-1 hombre le resulta t-an desagradable hacer un favor


com_o hnmillante el pedirlo. No gusta de hacer sacrilficios por
nadxe n1 mostrar gratitud por_'que otros lo hayan hecho por
el. Cua‘nd_o a ello se ve obligado, no gusta d-e cristalizar su
agfadeclmlento en un objeto que se lo esté continuamenté re?
<°_r<!and0: T10 gusta de hac-er ni de récibir régalos. Para Sim’-
p]1’f1car este cambio de favores, que a pésar dé todo a él tam~
bren 1e es necesario, ha in‘ve‘ntado él hombre, a" més de 1;; re;
EL ALMA DE LA MUJEB. -81

tribucion fija, sociedades, compaias en las que cualquicr fa-


vor que hace 12 vale otro equivalente y de otro la propina; es
decir, un dinero con que se pagan los favores que no se quie-
ren o no se pueden pagar en otra forma. La propina, este mo-
do técito de retribucion, por el cual se mide en liras o cc'-mi-
mos e1 valor del beneficio re-cibido o que se quicre dispensar,
es una groscra parodia de la gratitud femenina, que sc difc-
rencia tanto d-2 ella en Ia forma 3: la inotencién cuanto Ia amis-
tad afectuosa de las paras relaciones de compaerismo. Quien
toma la propina, saberen liras y céntirnos en cuanto calculan
Ia} servicio que ha prestado y puede -guiarse por ese dato para
sabicr hasta qué punto le.-conviene o no prestar otro sernejan-
te. de igual modo que en las sociedades o reiaciones dc com-
paerismo——-no hablo aqucllas que se concier‘-;an sobrc la
base dc Ia pualada limpia, sino dc raquellas otras cmras fi-

nas .r-edes envuelven ho‘; todas las clases y profesiones-—,quicn

recibe un favor, sa*-3 Casi siernpre con qné otro favor esté
obligado a volver las tornas.

VT-anto dar como recibir, estas dos formas de qratitud


re;ougnan por modo igual a la mujer.

Para la mujer es no solo un motivo de alegria el hacer


un favor, sino tarnbién el recibirlo. La gratitud no es para
ella una httmillacién, sino una vanagloria, y por ello insiste
tanto en sus expresiones de reconocirniento, porque Ie resul-
ta gratisimo; y como la -gratitud es para ella un placer, pro-
cura objetivarla en alguna cosa que perdure y que a un tie.m-
po mismo pueda expresar su sentirniento. en un objeto, esto.
es, en un regalo.

Un regalo no es para la mujer run simple objeto que


no ha tenido que comprar, sino 'un objeto que contiene en sf
cierta suma de sentirnientos, C_‘.1~2 expresa y simboliza cierta
suma de emociones, o que ella se hace Ia ilusion de que per-

peta todo eso. Y por el hecho de que un objeto puéda cris-

talizar para el.1a tantos sentirnientos diversos, espor lo que el


regalo lc resulta tan grato. La mujer no puedc amar al indi-
viduo incapaz de hacer un regalo, porque a su juicio, ral in-
dividuo es‘ incapaz db agradecer o no qpiere reconocer los
sacrificios que por él se hacen.

Por esta misrna razén no -quiere tampoco la mujer re-


_.galos‘ en metélico, sino en: objetos, porque no quiere que la
5., GINA LOMBROSO

paguen.materialmente, sino_que_s6lo desea algo que repreg


sente un pensamiento, que sintetice el amor, la g.ratitud del
individuo que la rcgala. En todos los paises, los usos Io-
cales. las tradiciones han ratificado en cierto modo este senti-
miento, y en todos los paises del mundo se la conquisfa a la
mujer por medio de prcsentes. Los regalos son de ritual en-
tre los novios, El collar, el traje, la joya que el novio le re-
gala tienen a sus ojo_s tanto valor, porque son las pruebas,
aunque ilusorias, del interés que le inspiran lsu belleza, su fi-
gura. y porque ella puede vivifi-:ar, amar _v ensear esos obje-
tos, concentrar en ellos todo el cario que por el donante sien-
te y ver en ellos mil misteriosas pruebas de atencién y de
amor, aunque ilusorias, lo que no puede hacer con el dinero.

Esta aficién a los regalos que siente la mujer es de-otra


parte, de interés general, pu.es'-es un medio inocente de obligar
al hombre a pensar en la mujer de modo menos grosero: un
medio -de extirpar en cierta forma el egoisrno masculino. obli-
géndole a pensar en las necesidades y deseos de la mujer ama-
da, a fin cle cristalizarlos en un objeto: una manera de dar-
l-e_ a entender que hay algo mas en el mundo que el vulgar
interés.

IND U ME NTAR-IA

I Relacionada con esta posibilidad "que tiene la mujer de


cristalizar en un objeto inanimado una surna de senrirnien-
tos, esta la enornie importancia» que la mujer concede al ves-
tir.

Es opinion general que la mujer considera el traje co-


mo_ un mero truco para embellecerse. Mas no es asi. que el
traje representa para ella algo mucho mas grave y complejo.
La rnii_ier considera la ropa como parte integrante de su cuer-
po, de su personalidad, sentimiento que la tradicién ha rati-
f}C1f~d0 Y Consagrado la religion. Toda funcién religiosa o
crvil cada dia de‘su existencia distinguese en el mundo fema-
filgg i1_§’u"r:Ci‘1C;‘T:l F3119 especial. La‘ tentacién del vestido es la 1'11»
contada entre 31389229353 (13191 F; fomete ‘la virgen -que Cle§ea set
tarnbién ella hubiefa asodfil enor. El rectlerdo del U312’ mic
fuem ue t P 1 0 ponerse, _fue la tentacion mas

‘I “V0 que Vencer Santa Catalina en su celda, antes


"EL ALMA DE LA MUJER 83

de -formular los solemnes votos, aquel traje bordado en oro


y con ‘estrellicas q-ue sus hermanas lucian Y que sobrinillos,
deslumbrados, miraban con ojos de vasombro y fmaravilla.

El traje, los adornos, las alhajas, son para la mujer el


blasén con que da 21 entender a la gente que no la conoce su
clase social, su rique-za, o la c-lase social en que quiere que se
]_a incluya; la prueba con que demuestra el vgrado de cario
que le tienen e-1 marido, sus padres, etc.; 13 bandera con que
significa la clase de mujeres a que entiende pertenecer, si a_ la
de aquellas que anhelan ll-amar la atencién o a aquellas otras
que aspiran a quese Ias ame y considere, si a las antiguas o
a las modernas, etc.

Los trajes son la creaciéh que le ha perrnitido exphner al


pblico, para moverlo a admiracién, sus faculades de int.e1i-
gencia, gusto, estética y maa.

Una alhaja. un bello traje, representan para la mujer


lo que para el hombre la Cruz de Caballero, la Academia 0
el Senado; es el diploma de reconocimiento de su valer y del.
de su farnilia ‘y de la estima en que sus deudos la tienen. -Efec—
tivamente, la. mujer no luce sus trajes con el marido, sus deu-
dos y las personas -que conoce, porque con -ellos deja de ser
ya el vestido una bandera, un blasén, una medalla. Hate ‘os-
tentacién de elegancia »1’1nica-mente cuando sal.e a la calle, ‘cuan-
do ha de exponerse a -las miradas de la_ gente que no -la co-
noce y, sobre todo, cuando ha 'de exhibirse entre un 'pI'1'b‘1ico

cuya atencién desea llamar, como en una fiesta 0 un baii-‘le. . .

Obsérvase, adem-as, que la mujer burguesa hace ostenta-


cién de todo lujo en la calle o en el teatro, dond-e precisa-
mente se congrega e1 pblico que la mira y la juzga y cuyo
fallo tiene a sus ojos gran importancia: m-ientras que ‘la se-
orona que desprecia a ese pblico, sale a la calle muy ‘inb-
destamente vestida y reserva s.us trajes elegantes para los sa-
alones, para las cenas y los tes, -donde se rene ese otro p1'1b_Ii—

«co :1 cuyo juicio favorable aspira.

Nétese -también que la mujer prefiere ponerse un traje.


por feo que sea y por mal que le esté, siempre que correspon-
da a su categoria social, antes que otro mas lucido, pero que
sea propio de una jerarquia :infer.io-r. La induinentaria se con-
vierte en estable, con la’ ‘estlabi-lidad dela jerarquia; se detie-

:.ne. queda consagrada para siempre en las érdenes religiosas.


84 G-INA LOMBROSO

caritativas, cientificas y hasta lqicas, cuando 13 P°31C1°"_ fl“ 13


mujer es estable, cuando .ésta t1ene otro modo de exh1b1r su
bandera, su blasén, su medalla, otros modos de provocar a
admiracién y amor. _

Por el contrario, cambia vertigmosamente la moda, _a


despccho de los mayores trastornos exteriores—cual sucedlov
durante la revolucion francesa—, a pesar de los obstéculos
que opongan la pobrezsa o los gobiernos, cuando la mujer
se cncuentra en una posicién insegura y puede asp1rar 3 cam-
biar fécilmente de blasén o bandera.

Obsérvase, finalmente, que varia la edad en qu_e la mu-


jer cambia dc traje, con el variar de los mismos tlempos y
lugares, es decir, con la posibilidad que se le ofrece de cam-
biar de bandera.

En la generacion que nos ha precedido, e1 lujo V Ia mo-


da estaban reservados para las casacdas jévenes; en cambio,
en Suramérica son patrimonio ahora de las solteras y en
Norteamérica extiéndense 2; todas las edades y jerarquias so-
ciales. También se han prolongado y difundido en Europa,
por efecto de haber aumentado la importancia social de la
mujer y verse ésta, por lo tanto, en la necesidad de estar cam-
biando continuamente de bandera, de blasén, -de distintivo.

Que Ia preocupacion del vestir representa todas estas co-


3:15 ran complejas, Io declara e1 hecho de que en la mayor
parte de los casos deja la mujer de cuidarse del traje y 21
adorno, en cuanto no se lo exigen las personas que la rodein.
1Cuéntas chicas, coquetonas y elegantes, que no parecians
p_ensar en otra cosa‘que en sus trajes, danles de lado inme-
dxatamente que tienen un marido, una casa, unos hijos, que
!es ofrecen otro medio de granjearse su cario, sin concedgr
1mportancia al alio en el vestir!

Y, en cambio. jcuéntas mujeres, que jamés se habizin


Dreocupado de trajes ni alhajas, empiezan a preocuparse de-
ilsris cuando aman a alguno que les da importancia a esas co-
_ Ahora bien: gesuna ventaja o una desventaja en la mu--
Jet €15“-1d31'S€_tanto de su indumentaria? gEs justo que ex-
P?€§€ ptcfr m§d1o de es? simbolo su clase social, sus facultades,
lelsllttae-lfélencla? Y0 Plenso que si. Ninguna otra expresién 1'2

-3“ Slfata Como esa y pocas ademés le son tan posin


EL ALMA DE LA -MUJER 85

tivamente tiles. En las oficinas, en las escue1as,.en los pa—


Iacios o en los tugurios, tratan mejor a la mujer cuanto me~
jor vestida se presente, siendo ese el medio mas eficaz para
que pueda inspirar confianza, benevolencia y admiracién a
los extraos. Para un ser sociable, como la mujer, que tie-
ne en tanto ei juicio ajeno, la cuestién no puede ser indife-
rente. Ademés, el hombre tiene a gala el que las mujeres de
su familia vayan bien vestidas y gusta mucho de que en sus
trajes den a entender que pertenecen a una clase social, supe-
rior a la verdadera, porque en mu_chos casos, sus trajes vie-
nen a ser su blasén y su medalla.

De suerte, pues, que el instinto a cuidar de su persona


e indumentaria redunda en provecho de la mujer y no veo
la razén por que" se le haya de combatir con tanto encono;
tanto mas cuanto que los despil‘-farros sociales que parece de-
terminar no se derivan de ese instinto, sino de la vanidad, el
amor propio 3: el afén por llevarse en todo 1a palma. De
suerte que aquéllos se produciran igualmente por otros cami-
nos, si la mujer no hallase modo de desfogarlos con el ves-

tir, asi como después de todo, hacen los hombres. capaces de'

dilapidar en pocos aos enormes capitales, sin dar en la lor


-dc vestir bien.

PERSONALIDAD.—HECHIZO

Otra consecuen-cia de la especial intuicién y einotividad


-de la mujer es su personalidad, el modo particular que ca-
da mujer tiene de considerar las cosas y de gozar o sufrir por
su culpa. Aun cuando se crea lo contrario, por el hecho de
ser poco varias las ocupaciones de la mujer, las diferencias in~
dividuales de gus-tos, tendencias, sensibilidad y temperamen-
to. resaltan mucho més entre las mujeres que entre los ho-m-
bres. Y es que no son los actos los que determinan lacs di-
ferencias entre los mortales, sino las razones que irnpulsan a
realizar esos actos, las emociones que los acompaan y siguep;
y estas emociones y razones son menos varias en el hombre

-que en la mujer. J
Con efecto, los hombres muévense al acto a impuisos
del razonamiento y el interés, que son como lineas_ rectas que
unen dos puntos fijos e iguales casi para todos, rnrentras (1111-2-
las mujeres obran impelidas de la intuicién que varia de in-
dividuo a individuo: de la pasién, de las emociones placeme-
ras o desagradables que difieren también segn los indivi-
duos y vienen a ser. por lo tanto, cual lineas curvasque unen
dos puntos.

Esa diversidad de emociones e intuiciones aumenta to-


davia por el hecho de-que, para lograr la finalidad de su vi-
da—el afecto de los demés—, tiende delfinitivamente la mu-
jer desde la cuna a perfeccionar su personalidad fisica y. mo-
ral, haciendo p‘or apropiarse esas dotes que son un idea! a
sus ojos. Y cuando los ideales que se quiere alcanzar son di-
ferentes, la perfeecion significa diferenciacién. De suerte que
buscando cada mujer e1 acercarse a un ideal propio, y siendo
diferente este ideal. forzosamente han de resultar las mujeres
diferentes entre si.

Todo el mundo ve y repite con ironia los casos de sa-


crificios materiales y morales a que voluntariamente se so-
mete la mujer para conservarse hermosa o embellecerse, para-
vestir con arreglo al ideal por ella adoptado. Pero no ve los"
sacrificios analogos, todavia mas terribles, que la mujer se
impone para acercarse al ideal de caridad, de economia, acti-
vidad, generosidad, dignidad, altivez y bondad que se pro-
puso. .

Poseyendo esta personalidad tan caracteristica 3.7 que


tantos sacrificios le costé, siente la mujer con mucha mas in-
tensrdad que el hombre, el anhelo de que esa su personalidad
sea comprendida y apreciada por los que forman el reducido
circulo de alterocentrismo; anhelo tanto mas intenso cuanto
mas superior es la mujer, es decir, cuanto mas compleja y di-
yersa es su figura moral y mayores los sacrificios que su
ideal le costé. El hecho de que los demas no comprendian lo-s
frlotlvos que determinaron su conducta ni se percaten del
Ideal de nobleza, generosidad V lealtad a que logré acercar-
‘3"-’~ Ci9J3I1 de aprcciar sus cualidades caracteristicas. constituye
gl3u':'T1:)11J€;unbn.1otivo de verda_der_o y sincero dolor. Mien-
U-f‘aPO.. ac e11O0fII11aC1l‘: :: muestra mdrferente Y a veces l‘)E1Sl'.£1

A - - pugna tanto a la mujer como eso dz


EL ALMA DE LA MUJER 87
pensar que hayan _podido casarse con ella por su riqueza o
posicién social, o -de que la aprecien porque se dé maa para
la costura y es econémica, o porque sabe de modista o tiene
dotes literarias; en una palabra. porque sabe ganar dinero.
Quiere la mujer ser amada, no por las ventajas que pueda
ofrecer, ni por aquello que cualquiera otra mujer podria ha-
cer como ella, sino por lo que ella tiene de peculiar y pro-
pio, por sus cualidades y defectos personales, por su modo de
ver, pensar y obrar, por su modo de arnar, por su rnanera
de ser, por su personalidad y el hechizo que de ella se des-
prende.

Late en este sentimiento algo d-2 esa aspiracién comn


:1 todos los seres humanos, a dejar de suyo perecedero algu-
na huella en el mundo inmortal. Obligadas las mujeres, ‘to-
das ellas, a ejercer las mismas ocupaciones, no pueden traba—
jar otro campo que ellas misrnas. ni dejar de si otra huella
visible que sus hijos y ellas mismas, de suerte que su Vida
entera la emplean en laborar por su perfeccion; su indivi-
dualidad es su obra y no hay que extraar que la tengan en’
tanta estima.

A la mujer no la arredran la muerte, e1 dolor ni e1 sa-


crificio; lo que si la aterra es morir sin ser comprendida de
aquellos a quienes ama y por los cuales sacrificé su Vida.
Berta in the fame, de Isabel Browning, la huérfana. que des-
pués dc haber criado a su hermanita, le cede lo que de mas
preciado ti-en-e en'este mundo—su novio ; solo desea una
cosa antes de morir, que su ex novio sepa que ella le arna
todavia, con toda la pasion de que es capaz y que cl amor
fué quien 1e inspiré e1 sacrificio supremo.

Una sola cosa pidele la Kovalewski a la Loeffler, con-


fidente de sus pensamientos; que después que haya rnuerto,
escriba v2Ila_su historia, pero su historia veridica. a fin de
que todos puedan compren-derla.

Y es que para una mujer morir sin habez sido compren-


dida, equivale a no recibir compensacién alguna por los in-
finitos sufrimientos que la Vida costole: es. tanto como no
haber vivido.
as G 1 N A _

Jvx/\/vvvx/vvxrux/~/vvvvvx
\/\r\/\/\/\.\/\¢‘\/\I\/‘

VENTAJAS Y DESVENTAJAS

También esta descollantre personalidad de la rnnjer, es-


ta su, ansia de ser comprendida, suelen ser causa de graves.
desacuerdos entre 2113 y el hombre. Lia mujer que se pasa :'a
vida trabajando por ei penfeccionamlento rle esa persona11—
dad suya ‘y por acercarse al ideal que se forjo, no puede per-
donarle 3.1 hombre el que no aprecie este esfuerzo n_: cstxme
sus sacrificios, midiendo por el mismo rasero a la {ea} 37 :1
la hipocrita, a la su1rida'y a la quisquillosa, a la contmente
y :1 la depravada. A ‘

El hombre que se pasa la Vida absorto en sns prop1a_s


obras, y no piensa en perfeccionarse a si mismo, n1 en teak-
zar més sacrificios que Ios que le imponen la Ley okla Na,-
cién, no es capaz de comprender esta compleja personalidad
de la. mujer, como ella misma no se la explique con toda evi-
dencia. gPor qué-——dice -21 hornbre'——si las mujeres tienen
tanto empefio en que las comprendarnos, no se explican con to-
da claridad? Y tiene razon el hombre; sélo que la cuestién
no es tan sencilla como él cree; porque explicarse con clari-
rlad, resitale a una mujer delicada y sensible tan dificil co~
mo a un hombre hablar una lengua extranjera; porque la
mujer delicada, hecha a intuicion por medio de emoriones,
siente, pero sin saber lo que siente; porqu.e_cuando logra pe-
netr.-ar en su. interior y comprender lo que siente, se ve tan
distinta de cuantos la rodean, que se avergiienza de "Si mis-
ma, de sus sentimientos y sentirnentalismos; porque el ins-
tinto ferrienil que la impele 3, recatarse, a esconderse, es més
poderoso todavia que la expansividad que la, induce 3 ha-
blar y d€C12I1‘atSL‘: porque sacar a plaza sus sentimientos por
lnterés personal, parécele innoble, algo asi como una viola-
crén. up pecado contra natura: porque, siendo capaz de ver
en el mterior de los demés, sin palabras, no cornprende la
mujer la escasa intuicion del hombre que necesita de encerrar
en palabras. sus sentimientos; porque, sintiendo emnacho
cuando hablan claro Ios dem‘és———de igual modo que 1os‘hom-
bres cuando se les grita 0 se Ies repite a cada paso la misma
matraca.—, hace punto de honor el abstenerse de ello; por-
que qunen mucbo smnte, es parco en expresiones; y porque.
EL A.LI=/EA 3113 LA. MUJEF 89

U.

finalmente, 91 hablar de nuestros sentimientos y dolores.


equivale a resucitarlos.

De otra suerte, esta repugnancia a explicarse con clari-


dad, hallase harto relacionada también con la personalidad
femenina, con la delicadeza y el pudor y con cuanto forma
Ia més hermosa urdimbre de la Ifeminidad para que parezca
licito aconsejarle a la mujer que haga pot triunfar de ella.

Porque si esa personalidad de la mujer, su imposibi1i-


dad de explicarse, el modo especial que tiene de considerar
ia Vida, con.stit11;Je Ema continua ocasién de desarmonias en-
tre ella y el hombre, forman al mismo tiempo, juntamente
con la be}1eza, V quizé. en mayor grado que esta ltima, la
principal 'atraccio’r=. que la mujer ejerce sobre el hombre, su
~‘hecI:=z'zo. '

El hombre no cornprende los motivos que induccn a la


mujer a obrar y tilda de caprichosa su reserva; p-ero siéntese
vivamente atraido hacia esa naturaleza misteriosa, precisamen-
te por no comprenderla.

No siendo el hombre intuitivo ni emotivo, viendo a los


objetos y personas segn son, cual una méquina fotogréfica.
“sin emociones ni interpret-aciones, esté fécilmente condenado
3 sufrir las emociones e interpretaciones d-e la mujer, que son
tan vivas, rapidas 1/ rotundas. Cuando me tropiezo con un
hombre antipético o simpético, me resulta tanto mzis facil
convencer a los demas de que es asi, cuanto menos emocién
hhayan sentido, a1 verlo. Si digo que ese hombre esta triste o
enamorado o enfermo, me es tanto més fécil hacérselo creer
a los dernés, cuanto menos se hayan fijado en el color de sus
ojos y cabellos, en su estatura, etc.

Esta, es la razén pot qué en el matrimonio, aunque la


mujer abandone oficialmente su apellido )7 su '-familia, con-
cluye por atraer a su érbita al marido, comunicéndoles sus
afectos y sus ambiciones, su modo de vivir y de pensar, en
mucho mayor grado que él a ella. Esta es la razén por que
la mujer, no obstante Ia inferioridad aparente de su situa-

—ci6n, logré siempre ha-cer prevalecer en el mundo civilizado


rsus simpatias y sus juicios.
90

#3111

Pero toda cosa buena encierra en si’ 81 ~g_eII1}€_n (19 13 H13’


la que de ella se deriva. Y esta atraccion, Justif1ca_da por el
reciproco interés que hombre y I'l'll1_]€I'- tienen porintegrarse,
es germen de varios de los‘ mas graves defec_tos de la muger.
y 1-o que es peor todavia, de la prepqnderancla en ¢St€ m1JI1d0
de la mujer inferior sobre la super1or_y por ende del poco
prestigio de que la mujer en general rlisfruta. _ _

Dije mas arriba que la personalidad de_ la muger atrae


al hombre, precisamente por ser tal personalidad drstinta de
la suya.

Pero los hombres son poco intuitivos y vgustan, sobre


todo, asi en lo moral como en lo material, de las personali-
dades descollantes, de contrastes y colores varios. violentos,
que no existen en la realidad. Y de éste, su ‘gusto, aprové-
chanse en amplia medida las hembras peores, exagerando ar-
tificiosamente sus singularidades delante de los hombres.

Cuanto mas vulgar y poco emotiva es la mujer, tant-o


mas se esfuerza por fingirse muy singular y sensible delante
de los hombres y tanto mas recalca sus sentimientos, tenden-
cias y movimientos, con la mira de hacer creer que es enor-
memente original.

Estas exageraciones, que son afectaciones y desagradan


en general a las mujeres y a las personas més delicadas, ca-
paces de distinguir el artisficio de 10 natural, son, por el con-
trario, rnuy del gusto de la mayoria -de los hombres, c;_u.e
siendo poco intuitivos, han menester de singularidades drz
mucho bulto para verlas claro y de manifestaciones exagera-
das cie sentimiento, para convencerse de que éste existc, pre-
fieren diferencias de juicio superficiales antes que profun-
das y'rehuyen el esfuerzo de comprender a las personas
complicadas, es decir, diferentes de las otras, en realid-ad y no
en apariencia. Asi que con harta habilidad ceden al hechizo
de las peores mujeres, de las mas vul-gares, que se aprovechan‘
de su encanto para hacerles cometer a los hombres las mayo-

tes necedadcs. al solo fin de satisfacer sus artificiosos capri-


chos.

GINA L'0M‘BROS0~j
EIJ ALMA DE LA MUJER 91

*!II*

Esta es una de las razones por las cuales el influjo de la


mujer inteligente déjase sentir en este mundo harto menos
que el de la mujer vulgar y ordinaria. y una de las razones
porqué la mujer delicada, sensible, abn-egada y modesta que
sab-e dénde tiene la cabeza, la mujer fuerte del Etlesiastés, la
perla preciosa que Dios promete en recompensa a los ‘hombres
virtuosos, resulte tan dificil de hallar, mientras el hombre
encuentra a 'cada paso hembras malas. Las mujeres Lfuertes del
Ec-lesiastés resultan tan dificiles de hallar porque los ho:;'n~
bres no las ven, o mejor dicho, porque para ellos no tienen
hechizo alguno, teniéndolo, en cambio, y muy grande, esa
hembra que hace alarde de su singularidad y sus emociones y
sabe recargar asi sus tonos moral-es como los materiales, a pe-
sar de tener los defectos antipéticos y burdos que los hom-
bres ethan en cara a las mujeres, es decir, que son exigentes,
despéticas, enredadoras vanidosas, cascarrabias, puntillo-sas,
embust-eras, etc..

Grave Dual es éste. Las mujeres son mejores y menos


afectadas y mas serviciales y mas sinceras y menos punti1lo-
sas, cuando estén entre si que cuando se hallan en presencia
de hombres. Lo que prueba que el mal gusto de los hom-
bres es causa directa de un ernpeoramiento artificial de la mu—v
jer.

Pero otra razén que depende de su personalidad estorba


también ‘a1 influjo de las mujeres mejores y es precisamenre
else: éstas mejores; es decir, tener una moral méselevada,
mas refinada que la vulgar y exigir por lo tanto del hombre
un esfuerzo mayor para elevarse a su nivel, inspirando tam-
bién, aun sin exigirlo, una cierta reserva, un dominio de si
mismo de que no gusta el hombre, y que las hembras infe-
riores, las que no saben rvecargar sus tonos materiales 37 mo-
rales, no le exigen. No inspiréndole horror con sus vicios, si-
no llamando a éstos virtudes, es como la mujer que se siema
a la ‘puerra seduce al hombre en la Biblia.

-De aqui resulta que por esta razén también prefieren.


no a las. mujeres mejores—que pued-en serles realrnenre tifgza
y completar su figura moral e intelectual, pero que les obli-
-.92 GINA L~.f)1‘:IBB.0S0

gan a esfuerzos y penfeccionamrentos que rep}1_gn'an——, sino


a las hembras peores, de personahdad mas artxficiosa, que reu-
nen menos pcrfecciones, pero que también las exigen en
nor nflmero. I _

Esto es muy humano, responde a la ley del mrmmo es-


fuerzo que rige todo el mundo animado y también e1 mani-
mado. Los péjaros y las flores han adoptado ellos también
los deslumbrantes colores y los cantos lisonjeros para atraer
Ia atencién de los insectos y de sus companeras. echando ma-
no de ese recurso y no de la perfeccrén de formas; Io que st.
cabe hacer es inducirlo a dudar de sus preferencias, educarlo
para que no confunda las mujeres que prefiere y parece que
son las peores, a las mujeres mejores que no ve, pero que exis-
ten y son moralmente superiores al promedio de los hom-

ibres.

Muchas vveces en la vida no es el desprecio sino una reac-


cion contra la fascinacién que no se quisiera padecer y se pa-
dece, o contra el ideal que se deberia y no se quiere seguir.

Pero si el hombre tiene ese mal instinto que lo impul-


sa hacia las mujeres peores, esto no quiere decir ‘que no se
pueda ni deba reaccionar contra él. E1 hombre no es intuiti-
vo; si no se les ensean las cosas, no aciertan de por si a
comprender nada, pero tienen bastante desarrollada la facul-
tad de aprender y son muy suigestiona‘bles—-sobre todo me-
diando la mujer——. Sornos, pues, nosotras las que debemos
ensearle a conocer las mujeres mejores, por medio-directo,
explicandoles‘ nuestro mecanismo interno e indirectarnente por
medio de nuestros escritos. y de aquellos otros que inspiren'_1os
y aprobemos. ’

Nosotras no podemos explicarnos claramente cuéndo "Ia


emotion nos sofoca, cuando sufrimos——no podemos. expre-
sarnos claramente con aquel que amamos——, pero si podemos
exp_11carnos luego que el suefrimiento pasé, con indivi-duos ex-
tranos a nuestros dolores.

_ Podem_os influir muy bien en la opinion todavia inde-


C159-_ fie 105 rlévenes que se hallen a nuestro alcance con la apro-
bacion o la censura, con los comentos que hagamos de la»:

_1T111.i€r€S que nos rodean y de las heroinas de las nov-alas en

boga: y podemos provocar y sostener una literatura sana que

’P1‘°S<’-Me 3 13 mujer normal en sus varios aspectos.


EL ALMA DE LA. MUJER 93

E1 jovencito que aun no conoce la Vida directamente,


empieza a conocerla por los libros que lee y las palabras que
oye. Si halla delante de si buenos modelos, los buscaré y en-
contraré toda su Vida; a él es a quien principalmentc hemos
de iluminar si queremos que ias generaciones que nos siguen
se ahorren sufrimientos y penas.

Pero para hacerse entender hay que empezar por enten~


derse una, y es algo asi como salirse del buen camino y echar
de él también a1 hombre eso de proclamarse sus iguales. Este
error tiene la culpa de nuestros sufrimientos y no debemos.
contribuir a agravarlo.

***

No es ademas la causa de nuestros sufrimientos ei ser-


distintas del hombre, sino el que éste no comprenda esa di-
ferencia. Por lo que debemos procurar no -suprimir a esta
ltima, sino ilustrar al hombre acerca de ella. Cicrto que esa
diferencia nos hace sufrir y torna mas dolorosa nuestra union.
Pero precisamente porque somos diferentes, es por lo que
nuestra union resulta mas preciada. Porque limiténdonos y
Completandonos, reciprocamente, podemos llegar a una ar-
monia necesaria para nuestra perfeccion y para el progreso
de la sociedad toda.

Esta armonia es la que debemos tener siernpre a la vis-


ta, que en ella, sin buscarla, encontraremos nuestra felicidad,
quizé mas fécilmente que no en las reivindicaciones, perjudi-=
ciales para los demés y acaso para nosotras, intiles.
SEGUNDA PARTE
ACTIVIDAD Y SUS CONSECUENCIAS

He hablado ya de la enorme importancia que para el


alma femenina tiene la pasionalidad y la intuicién. Pero no
hemos de desatender el tercer puntal de su altruismoz la acti-
vidad.

gQué es la actividad? Pues el impulso que nos mueve a


obrar, a traducir en realidades materiales nuestro pensamie-n-
to, concreténdoio en algo visible. Es la necesidad de hacer,
de crear. de obrar, con indeperidencia del estimulo del lucro.
del interés, de Ias necesi-dades positivas, que pueden inducir a
obrar an “a aquellos que no tienen ninguna actividad la-

-tente.

Créese que la actividad es una cualidad del género neu-


‘tro. que pertenece en igual grado, por lo menos, a hombres-

‘y mujercs} Trétase de una ii-usién. debida a que los frutos del

trabajo masculino suelen ser de mayor apariencia que los de


la labor femenina, y a tener el hombre Iina facultad de pro~
duccién superior a la de la mujer, a lo que hay que aadir
que se confunde fécilmente esta que yo llamo actividad, pee-
ro que acaso seria més pro-pio denominar factividad, con‘ el
eespiritu de iniciativa y con’ el ardor intelectual, en que, sin
duda alguna, aventaja el hombre a la mujer.

Tiene el "hombre una potencialidad de trabajo enorme.


siendo capaz, sin estimulqs especiaeles, de hacer en un mo-
mento lo que la mujer en unaisernana, posee mayor espiritu
de iniciativa e imagina més =fécilmen‘t‘e objetos dignos de as
'tividad. Piensa m_és que la mujer y dirigiehdo mejor su tra-
ibajo. puede con el mismo esfruerzo producir més que 1aemu-
jer, siendo, adem-is, muy interesado y pudié_nd_osele, pot in-
terés, inducirlo mejor que a la mujer a trabajar. T
96 G-INA LOMBEOSGA

Pero en el fondo, la actividad, o mejor_<_iicho, la 21<_:i‘l-


vidad genérica hacia eE trabajo es una cuahdad esenc1a1-~

mente femrenina. Compréndese esto cuando se piensa que'

asi ef alrruismo -somo la :'nruz'cz'c3-n y la pasién convergen


en la actividad; cl altruismo, multiplicando los estimulos pa-
ra la accién; Ia intuicién, porque siendo por su naturaleza
confusa e '7t-consci-ente‘no tiene otro medio de explicatse que
la acci:';n. ; fa pasién, porque elimina la duda, ptinrnal es-
totbo de la accién. Basta para cornprender esto, pensar en la
funcion maternal de la mujer, la cual, en el fondo. puede re-
ducirse a. una actividad incesante en provecho dc criaturillas
inertes, incapaces de proveer en modo alguno a su subsisten-
cia.

[No seria, con cfecto, posible criar un nio, que no tiene


nada que ofrecer a cambio de toda la actividad que requiere,
ni gobernar bien y con prudente economia una casa, sino po-
seyese la mujer ese voraz instinto de obrar, -de trabajar,‘ que
hace que encuentre placer, no tanto en la consecucién del fin,
notanto en la escasa recompensa que habré de obtener, como
en‘ el_ poder dar pébulo a su instinto.

Reparad, ademés, en toda esa serie de bebidas 37 drogas


excitantes y narcéticas: tabaco, opio, haschich, morfina, étér;
aguardiente, que rel hombre ha inventado para amenizaf sir
o-cio y pasar el tiempo, haciéndose la ilusién de ese otium in-
telectual, al que solo pueden aspirar sin excitantes los ver-
daderos pencadores, y que es el suefio dorado e inconsti-ente
dc tantos pobres diablos.

_ Fijaos en toda esa serie de juegos, juegos de azar y de


-c1encia, juegos de pensamiento, o purarnente maquinalcs, nai-
pes, dados, ajedrez, ruleta, que ha inventado el hombre pa-
ra rnatar el tiempo, noya en ‘la infancia, sino en la edad
adulta.

Observad qué ansia muestra el hombre p01‘ asisfir a 123


carr.eras,_a las luchas, a los bailes y los teatros, que 199 entre-
t1-enen sm obligarlo a trabajar. Ved cémo se disputan los
hombres. esos empleos pblicos y esas carreras y profesiones
en que no hay nada que hacer. _o

La mujer, normalmente, no fuma, ni bebe, ni ee intoxi-


ca_. Dtzsde hace unos siglos nada mas, asiste a los juegos..y-
dwersxones pblicas y en n1'J.rnero bastante memo: que 102:
1. ALMA DE LA MUJER 97

\/\.I\/\

hombres; no llena los cafés ni los cines, no mostrandose tam-


poco codiciosa de empleos y oficios en que no haya nada que
hacer. ~

Estudiad a los nios y observad cuéntas dificultades.


cuéntos premios, cuantas excitaciones se necesitan para dies«
pertar su actividad, mientras que bastan una palabra, -un e1o~
gio, un beso, la sola persuasion de que podra ser 1'1til 0 gram
a alguien, para que una nia haga al punto lo que se le pide.

Mirad a los chicos cuando estan de vacaciones: no ha~


cen mas que leer, jugar 0 dormir; en cambio, las nias, si
no estén ayudando ‘a la mamé en las faenas cfomésticas 0 en
cl aseo de los hermanos,-alasveréis muy atareadas con sus mu-
ecas, cosiqueando y arreglando sus trapitos, trabajando en
broma para su hija adoptiva, mientras llega el momento de
trabajar en serio; la aguja, el ganchillo, la rueca, el telar,
son al mismo tiempo las herramientas de su oficio y sus jue-
gos predilectos.

Observad en la escuela cuénto £210, cuénta continua ac-


tividad despliega la nifia, mientras que los chicos se limitan
.a dejarlo todo para el ltimo mes y el ltimo dia de clase.

Mirad cémo las feministas de todos los paises. incluso


de aquellos en que parecian mas locamente empeadas en
conquistar e1 voto, aquietéronse sin dar seales dc vida du-
ran-te la guerra. Dejaron de agitarse porque habian hallado
modo de utilizar su actividad altruistica. Siempre que la rim-
jer puede hacerlo asi, no pide nada mas. Con frecuencia oi-
réis a las mujeres quejarse de lo mucho que tienen que hacer,

pero nunca las veréis delegar con gusto en otra persona sus_

tareas; y es que el -tener mucho que hacer es para ella uh


placer que le proporciona intima satisifaccién, la persuade de
su benemerencia social, y la cngaa haciéndole creer que el
mundo necesita de ella; porque para la mujer la artividad
no es un deber sino un deleite, porque se siente vivir cuando

'esta haciendo algo con la ilusién -de serle 1'1ti1 al prc'>jimo‘.

porque e1 obrar es una necesidad para ella, lo mismo que e1


saciar e1 hambre o la sed.” ,

En cambio. el hombre que es deductivo y reflexivo, no


tiene conciencia de si mismo ni puede sacar provecho de sus
virtudes deductivas y razonadoras, mas que cuando ref1exio~
na, medita o huelga.
93 GINA LOMBROSO

DEFECTOS Y “VIRTUDES

Esta exuberante actividad de la mujer, es, quizé, una


de sus virtudes mas beneficiosas para la humanidad.

La Biblia no se cansa dc insistir—quizé con la mira


de ilustrar a los hombres que propenden a desdear esa vir-
tud—sobre los innumerables. beneficios que dispensa una mu—
jet industriosa, econémica, activa, poniendo en guardia a1
hombre contra la mujer holgazana, qure suele ser viciosa. La
mujer sabia edifica la casa; la mujer necia Ia derriba. El nr'r'§o
abandonado es vergiienza de la madre.

Pero no hay bien alguno que no vaya acompaiiado de


su poquito de mal. Y la actividad, lo mismo que la pasién
y la intuicién, engendra en la mujer varios defectos V mu-
chos desacu-erdos que suelen amargares la Vida a ella y a
quienes la rodrean. ,

El primer defecto que la excesiva actividad de la mujer


engendra, es la precipitacién en’ el hacer, de que se deriva la
confusion que con frecucncia seobserva en su conducta, asi
como la complicacion.

Dadles algo que hacer a nios de ambos sexos y veréis


como los chicos, antes de poner manos a la obra, se estan
pensando :,.n rato si es 0 no necesario que ellos se molesten.
hasta que, convencidos ya .de que si 10 res, aindagan y e11cuen-
tran fzicilmente e1 medio mas breve de dar cima a su tarea.
A las chicas, en carnbio, ni siquiera se les ocurre que podrian
dispensarse 1‘; molestia, como tampoco se paran a pensar si
habré 'a1gL’1n atajo para Ilegar mas pronto a1 mismo fin, si-
no qua en seguida ponen manos 'a la labor, emprendiendo e‘.
camino primero cjue se les presenta, aunque sea e1 mas largo
e incémodo, el que requiere mayores sacri-ficios. Cuaalquiera
podrj ver Ias ventajas y desventajas de uno y otro sistema.
Precisarnente por resolverse a obrar con tanto esfuerzo V ma-
la gana, y buscar en todos sus actos el propio interés. procu-
rando cansarse y molestarse lo menos posible, acost1'1mbrase~
el hombre a pesar bien sus actos antes de realizarlos. escogien-
do siempre e1 camino rnés 11-ano. Es decir, que su misma in-
dolencia llévale al hombre a atinar con el mejor camino, con
3" U155 ‘-’XP‘3ditO V eficaz y que menos sacrificios cuesta, Ile-
EL ALMA DE LA MUJEB 99

gando casi siempre a obtener diez trabajando como ginco y


a alcanzar la meta con el minimo dispendio de energias.

En cambio,’ la mujer que procede impulsivamente sin


pensar mucho el pro y el contra, adquiere e1 hébito contra-
rio, el de elegir con frecuencia el carnino mas largo y tortuo-
so, que la obliga a trabajar como veinte para obtener como
diez.

***

Otro defecto que la excesiva actividad engendra en la


mujer, es el de hacerles perder tiempo a los demas. La cir-
cunstancia de hallar placer en‘ la actividad comunica a la mu-
jer e1 habito de pedirle con inmensa facilidad al préjimo
que le sacrifique su tiempo, haciendo algo pot ella; exigién—
doles a los demas una actividad, innecesaria a veces V a veces
también—y esto es lo mas frecuente——importuna; imientras
que la gran aversion que el hombre siente a cederle a nadie
su. tiempo, hace que sea muy reacio a atentar contra el dei
préjimo, no recurriendo a él sino en un caso de absoluta
necesidad. con lo que resulta menos importuno que la mu-
jer. \

Otro defecto que la actividad excesiva suele engendrar


en la mujer es su celo excesivo———quien mucho abarca poco
aprieta——. dice e1 proverbio y es mucha verdad, hasta cuando
se trata de celo, de actividad dirigida con arreglo a las me-
jores intenciones. Nos sucede muchas Veces en la Vida acari-
ciar un deseo, reclamar una ayuda, y encontrarnos perplejos
Iuego que conseguimos lo que anhelabamos, pensando que
acaso nos habré de producir mas dao que beneficio.

La princesa Dashkoff, que sin duda alguna fué una. de


las mujeres mas inteligent-es de Rusia y a la cual se debe en
gran parte la subida a1 trono de la gran Catalina, confesé~
bale a Diderot que temia haberles perjudicado no poco a sus.
amigos por el excesivo celo con que defendiera sus intereses.
y haber hecho aborrar p-royectos espléndidos, por el dema-
siado entusiasrno con que los tradujera en actos. Con fre-

.cuencia en la Vida resulta mas til el no hacer que el hacer:

'las madres suelen ser inferiores como educadoras a los padres

precisamente pot su excesivo celo, que hace que, en vez de 1i—-


mitarse a vigilar a sus hijos, dejéndolos adqfuirir por si so-
los la experiencia, pretendan infundrrles la suya. En mas-
de una ocasién resulta la mujer peligrosa a la cabecera de un
enfermo por el celo excesivo con.que se presta a satrsfacer
todos sus antojos.

Es la mujer, en el fondo, semejante a un timbre eléc--


trico, al que le falta el aislador, por lo que no solo suena a
conciencia cuando se le toca, sino que sigue sonando mucho
después de haber dejado de oprimirio, cuando ya se desea que
calle.

Otro inconveniente que nace de la excesiva actividad de—


la mujer es su litigiosidad. No cabe duda que las mujeres es-
tén siempre riendo: ora con el marido; ora con sus iguales
o sus inferiores; continuamente, con todo el mundo, y cuan-
do no rien} rebosan de rabia en su interior. Mira-dos bajo
este aspecto, son los hombres mucho mas pacificos que las
mujeres; las familias en que predomina el elemento mascu-
lino se llevan mas bien que aquellas otras en que el elemento.
femenino es el que prepondera.

Pero, gpor qué los hombres no rien ni porfian tan-


to? Porque, como ninguno de ellos tiene ganas de hacer na-
da, todos estan siempre dispuestos a hacer la vista gorda so-
bre lo que va mal hecho, con tal de no turbar su tranquili-
dad y tener que substituir a1 que no sabe hacer bien las co-
sas. En cambio, a la mujer le su_cede todo lo contrario. Co-
mo gusta de la accién )7 siemp_re esté dispuesta a obrar, no
puede sufrir lo que juzga mal hecho y no vacila en declarat-
lo y sostenerlo, encolerizéndose con aquel o aquellos que no
lo hicieron como ella queria, y ya la tenéis rifiendo.

_ _Pero quiza e1 mal mas grande de cuantos engendra la‘


act1v1dad excesiva sea la prodigalidad, el espiritu de enredo.
13 _rnorbosidad a que induce a las mujeres de las clases su-
perrores. Una persona activa no puede volverse holgazana,
1'11_u‘-‘gar como los indolentes a saborear esos goces que e1"
ocro concede a los meditativos; cuando no tiene ocupacion-es
}m_l‘3§ Y necesriasque absorban su atencién, invéntase otras
rnutrles Y perjudrcrales o enferma. La mujer que no ctea, des-
‘WY93 Slendo. Como es, apasionada, cuando no puede dis-
P€1_'1S3f19S 3“ I3f0t9CC1c'>n activa al marido y los hijos, Ia con-
5911113 en 108 Otros; como no tenga que hacerse los ttajes, se~
LEL ALMA DE_ LA MUJER 101

‘rm

los mandara hacer; si no tiene que andar‘ cori economias, se


dedicara a derrochar, y sera tanto mas celosa en el déstruir.
derrochar y enredar, cuanto mayor sea sum potencialidad de
obrat y hacer. Tal sucede en las clases si1p’e‘rio‘res, dondé la
mujer, que no sabe crearse ocupaciones intelectuales y gozar
de ellas, vese inducida por insanos convenios sociales a entre-
garse a la holganza.

A Dadle a la mujer que os parezca mas enredosa y mun-


dana una ocupacion seria y la veréis a1 punto, con el consi-
guiente asombro, tornarse filantrépica, econémica. abnega—
da y gencrosa. En todas las épocas hanse vis‘to madres. hijas
y hermanas que parecian atentas nigzamente a derroghar y
enredar, sacrificar de repente sus diversiones, para pot com—
pleto dedicarse a1 padre, a1 hijo o" al marido, que, aquejados
de alguna dolencia, necesitaban de su ayuda y -de su activi-
dad. .

Las mujeres mas mundanas que acaso hayan existido, las


darnas de la aristocracia francesa en visperas de la Revolucién,
trans-formaronse de pronto en industriosas granjeras, en ope~
rariasde primer orden cuando la Revolucién las expulsé cie
Francia y las despojé de sus riquezas; y eso con una confor~
midad y una alegria que les conciliaron la admiracion de sus
mari-dos y de los pueblos que Ias acogieron.

Ikllllk

Este hecho de que la actividad sea un goce para la mu-


jet explica mil enigmas del proceder femenino. Expliga el
hecho de que la mujer, que representa aquel de los sexos que
.a1 parecer _dis'fruta més_ con _la riqueza, més fécilmente la de-
rrocha, sea la que a ella renuncia ‘con rnenos pesadumbre y
la que mas févcilmente soporta los sbitos desastres que a
trabajar la ob1igan;.expIic;an» e1 hecho aparentemente tan ex-
‘trao -de qué. en Norteamérica las herederas de los grandes
caudales suelan huir_ de los salones y casas mejor provistas
para actuar' de maestras o empleadas de oficinas lejos de la
casa pat-erna, costumbre que se va generalizando también en

Europa. donde alas sefioritas de alta. burguesia empiezan ‘a con—-

-currir ya a cétedras y empleos dc tercer. orden.; a“ despecho


muchas veces de sus padfes, y no movidas del afén de lucro
102 GINA LOMBROS0
'

ni del ansia de independencia, sino por el Pnufito de o§upar-


se en algo. El an_he1o de actividad b1en d1r1g1do expllea el*
que las seoritas de la aristocracia ingresen con cntus1asmo
en las érdenes religiosas mas humildes y activas; que a la
mujer se le =agrie el carécter en la edad madura, cuando, dea-
perdigandose la familia, viene a -disminu1r su trabajo h_ab1;
tual o su energia para el trabajo, y asimismo esa tenac1dad
con que las suegras se resisten a delegat en las nueras los que-
haceres domésticos. E1 afan de actividad explica esa -ilusoria
pasién por el piano -de que parecen atacadas muchas seori-
tas que tienen mal oido y que no es en el fondo sino pasién
por la agradable actividad que aquél requiere y no tarda en
desaparecer sin dejar huella, no bien la seorita filarmonica
halla otras tareas en que ocuparse.

Esto explica la direccién que las mujeres imprimen en


general a sus estudios. Suelen gustar mas de estudiar para
preparar sus cursos, lecciones y examenes, e instruirse alli don-T
de son llamadas a obrar, que no de hacerlo por su propia.

cuenta, aun cuando puedan, lo que, sin duda, se debe a que‘


estudiar para ensear y swfru: examenes es cosa que cae en

la esfera de la actividad general.

Esta pasién por el trabajo explica el que la mujer se


enamore con tanta frecuencia del hombre emprendedor, -dota-
do del espiritu de iniciativa, que sabe utilizar su actividad y,
en su defecto, del hombre enérgico, egoista, despotico, que
por lo menos trazale un ‘fin a su actividad y, aunque no sea
otra cosa, 1e deja saborear‘ la ilusién de que su actividad es
necesana.

A El afan de trabajar explica asimismo por que la mujer


se siente tan sola cuando le cae en suerte un rnarido sin ener-
gia, e indiferente. que la deja en completa Iibertad. no la
ex1ge nada ni en nada se mete, no muestra agradecer en mo-
do a1-guno las manifestaciones de su actividad ni trata de en-
cauzarlas. Por esa razén propende la mujer a poblar la casa
de_p1ant.as, pajaros y bichos, de seres vivos que exigen un
Clllddo Inf-esante. porque absorben gran parte de su acfividad,
recompensandola de sus atenciones con su belleza yomuestras
51'? Elf-‘itltlfcix Por esta razén también emprende la mujer con
tanta facxhdad Iabores int-erominables de aguja, ya que ow.
pad; en e11'as ahérrase el tedio de tener que pensar lo one In
EL ALMA DE LA MUJER 103
v%A~

Se hacer. No hay mayor suplicio para la mujer que el no


aeer nada, _que el abstenerse de obrar en provecho de ale
gpxen: las drversxones mas raras y costosas no logran infun-
drrle la satxsfacclén intlma y plena que recibe de su actividad
normal b1en empleada a1 serv1c1o de su familia y d’; 13 bu-
mamdad.

Esta actividad natural de la mujer explica muchos cho-


ques y desavenencias que acibaran su Vida. La mujer, que cual
todos los seres humanos cree que los demés estén hechos y
deben estarlo a. su imagen y semejanza, no logra compren-
der e1 gusto contemplativo del hombre, su complacencia en.
la inaccién, reputando su indolencja y despreocupacfén, _d'e~
fectos mucho mas graves de lo que son en realidad. Resu1~_
tan relativamente frecuentes los casos de conyugi,cidio\~\d}2
parte de la mujer, por verdadero odivo engendrado dc la in-
dolencia del marido.

Por el contrario, el hombre que estima e1 ocio como he!


mayor de los bienes, no comprende que la compensacién ma—
yor a que la mujer aspira sea la de cooperar al trabajo de
su compaero, creyendo pagarla de sobra concediéndole en
premio ese ocio que tan poco ambiciona.

He dicho que para la mujer el obrar no es deber, sino


un goce, pero esto no quita que, consciente de los beneficios
generales que éste su instinto rinde, desea se lo reconozcan
como un mérit-o sus deudos y allegados que de él disfrutan.
Mas sucede que el hombre, en su calidad de padre, hijo, o
herman-o, de patrono o jefe de una industria, ‘aprecia en su
justo valor Ia actividad de la mujer, y la remunera con di-
nero y testimonios de admiracién: y no estima esa actividad
gran cosa, sobre todo en las clases superiores, cuando la mues-
tra la mujer que él ama.

Por mas que diga la Biblia que la mujer activa ediffca


la casa y que quien encuentra mujer activa encuentra an te~
soro, piensa el hombre que la casa ya se la edificaré é! con su
tesoro, y reclama un tesoro diferente del que le promete Ia

Biblia.
104 mWmWWMW&

Una mujer descuidada, cinica, que se preocupe poco de


la -casa y menos todavia dc Ios hijos, pero que sea procaz.
sensual, adulona y ladina, lograré siempre obtener del hom-
bze una suma d-2 carios y admiraciones mucho mayor que
la mujer‘ activa. Diré més todavia y es que, siendo rel ocio
privilegio de 1213 clases superiores, suele llevar 21 mal e1-ho1n-
bre rico, y casi como una humillacién, el que su compaera
no sepa 0 no quiera aprovecharse de él, lo que irritia sobrc-
manera a la mujer activa y laboriosa.

No creo sea posible hallar u_n radical remedio a. estos


-contrastes; pero estimo, sin embargo, que la educacién debe
insisti-r .en hacerle ver al hombre la benemerencia de la acti-
vid-ad !femJenin*a., ya la mujer los orivgenves, nobles ai veces,
del ocio masculino, a fin dc‘ que ambos traten de suavizar
ms tespectivos ijuicios sobre este punto; asi como juzgo de
absoluta urgenciainver de encauzar la actividad de la mujer
de. las clases su-pe-riores en ocupaciones provechosas para 13
socieda'd', sin 10 cual, en vez de ser un elemento de progreso,
la’--actividad femenina acabaré por convertirse en elemento de
regresién. tanto individual como social.
LIBRO TERCERO \

LA INTELIG‘rENCIA

La verdadera pasiéx-_ de _la


mujer es la Vida que pal-
pita y tiembla, que goza _v
padece. El arte a que con
mayor interés so dedica,
es el de aumentar el mi-
mero de alegrfas y amino-
rar el de pesares.
PRIMERA PARTE

DIRECCION CONCRETA DE LA INTELIGENCIA


FEMENINA

Son muchos los que afirman que la inteligencia de lav


mujer es semejante a la del hombre, salvo ligeras diferencias
cuantitativas debidas sobre todo al habito de no estudiar, 7’

que estas diferencias van desapareciendo con la difusién dev

Iainstruccién, por la que, de otra parte. muestran las hem-V


bras un apasionamiento que, al menos en las escueias securi-
darias, parece bastante superior al de los varones.

A mi, en cambio, el trato con las mujeres que estndian,


las observaciones recogidas en Norte y Suramérica, y una sin-
cera introspeccién, me han persuadido de que entre la inte-
ligencia de la mujer y la del hombre existen diferencias, no
de cantidad, sino de cualidad y de direccién, las cualcs se fun-
dan, no en costumbres o tradiciones, sino en la funcion maxi-
ma a que esté predestinada la mujer, y que ninguna sociedad
podré cambiar nunca: Ia matemidad.

La maternidad determina en la mujer un altruismo fun-


damental, que irnpregna por entero su Vida, e imprime asi
a su mente Como a su corazén, diiferencias radicales. tmro en
las_ mujeres que tienen como en las que no tienen hijos, y
lo mismo en los paises donde la mujer hace siglos que estu-
dia, que en aquellos otros donde nunca estudié.

De dichas diferencias podemos trazar dos grandes gru-


pos: diferencias d-2 direccién, engendradas de la peculiar pa-
sionalidad; diferencias decualidad, nacidas de la peculiar in-
tuicién.

Dije antes que la pasionalidad era la atraccién o repul-


sfén x'nsn'n'n'ua, irracional, que nos acerca o aieja de una per-
103 GINA LOMBROSO

sona o cosa determinada; -el amor 0 el odio que con ellq nos
une; el impulso que nos mueue, voluntaria o z'n’voluntarz'a-
mente a obrar en determinada direccion, por mds que la ra-
zon nos aconseje otra; el intimo fervor que nos hace sentir
placer, goce y alegria en medio de 1103 ma's duros sacrificz'os
realizados en determinada direccion y con miras a finalidad
determinada y mostrarnos indiferentes -a los bienes que po-
demos Iograr renunciando a esos fines; una fuerza que se ha-
lla ai margen del razonamiento y priva a éste de toda ener-
gia; ese senrz'm‘z'ento que se encuentra en la raiz de todo do-
lor, porque no existe mayor alegjria que la pasion satisfecha.
ni mayor dolor que la pasion defraudada.

Ahora bien: e1 objeto de la pasion femenina es siempre


un ser sensible a la alegria y el dolor, o looque supone tal;
es siempre un ser vivo, al-go semejante al nio, o por lo cual
puede interesarse en modosanélogo; pot contraste con‘ los ob-
jetos de pasion masculina‘, que pueden ser sum'amente'v‘arios
y diversos, ya puramente sensib1es——paladar, vista, oido—.
ya abs‘tractos—filosofia, estudios, negocioso, politica+, ora
cifrados en individuos remotos en el tiempo y el espac-io——
lectores, posteridad, electores, clientes——, déndose ade‘h1é’s en
absoluta independencia del hecho de "que aquéllos sufran o
gocen. ' ' (

Esta su pasién especial limita ‘nece‘sa'ri'a’n’1en’ce el ca‘1'n"po


intelectual, natural cie= Ian mujer, aquel’ en que p1‘1eede'enco‘ntrar

satisfaccion, circunscribiéndolo a1 mundo concreto que vive

y bulle en torno a ella.

La mujer, que tanta curiosidad sien‘te”’pot cuan‘-tos se-


res la rodean, y por cuanto puede ver y pa1'par,' no siente cu-
riosidad alguna p01‘ oconocer las leyes que’ rigen '1os‘ movi-
mientos, ni pot conocer y‘ fijar las transforrnacionés de las
cosas-qué 1a‘cifcundan;"-Siente avidez poi’ -'j_pe'net‘rar‘, "no-_1a fria
razon -de las 'cosas', sino las cosas mis1'-nas;'de averig-uar. no

el nmero de las p”u}saciones d'e1‘corazon que s’u~f’re. 's'Lno pot‘

qué sufre la criaturao duea dc‘ ese'-corazon‘. Siente ansfas pot


conocer. no las leyes que rigen e1'mundo animado, sino 12$
emoctones que experifnentan los demeis sexes y las derés co-
sas que la rodean. Desvivese por conocer, no los males que

existen en este mundo. sino e1 modo dc curarlos.

5.

- .‘l£._'2 :
...n.._.-o .
EL ALMA DE LA MUJER 109

La mujer contempla el universo con ojos y corazon dc


madre. '

Plantas, animales y hombres no le interesan en si 0 de


por si, por razén de su »forma, su voz o su belleza, cual ob-
jetos de estudio, por el afén de saber como son, sino como
seres posibles de dolor y alegria, por el amor que pueden dar~
le a ella y por el amor y los desvelos que ella puede brin-
darles_ gPor qué choca tanto una mujer que deje ir a sus deu-
dos con los codos rotos y tenga revuelta la casa? Pues, por-
que la mujer verdaderamente femenina tiene e1 instinto de
cuidar de cuanto le rodea y no dejar que nada se estropee.
No puede la mujer ver cojear un perrillo, deteriorarse un mue-
ble 0 amustiarse una planta sin concentrar involuntariamen-
te cl pensamiento en el modo de restituir a la vida normal
esos objetos de cuya existencia siéntese inconscientemente
guardiana y custodia. De aqui que la inteligencia de la mu-
jer sea Ian aguda para cuanto se refiere a1 mundo vivo. real’
y concreto, y tan desmayada y voltaria para todo lo teérico.
y general; porque el mundo real es el objeto de su pasion,
mientras que el mundo teérico le es indiferente.

Hase afirmado que esta diferente direccién intelectual


depende del habito y de la educacién, cuando no del hecho

d-e hacer esiglos que la mujer no estudia. Pero la pasién no.

tiene nada que ver con la cultura ni con las costumbres 0 las
aptitudes. Vemos orientarse hacia las distracciones abstractas
a los nios que prefieren jugar a las cartas, a,las damas, al
ajedrez. o a Cara y cruz—juegos de puro azar y mateméti—
cos—antes que a las visitas, a ‘la cocina o a la escuela, como
las chicas de su edad. Vemosa los varones en la edad de la
adolescencia forjarse un ideal abstracto de gloriaw de eterni-
dad, de ambicion, mientras los sueos de la doncellica con-
crétanse en el prz’ncz'pe, en el hidalgo, rnaltratado por la for-
tuna y en la corona de hijos.

Esta pasién por lo vivo y concreto, esta indiferencia


por lo abstracto, considerado como intil, las hallamos en
mujeres que se sealaron en los estudios y en las letras: po-
seian aptitud para esos estudios y Vivian en un ambiente ade-
cuado, como madame de Stael. como madame Rernusat, So~
=fia Kovalewski, Jorge Sand. Juliette Anam y la princesa

Dashkoff, lo mismo que en cualquier pobre muchacha reciénr


'11o GINA LOMBROSO

salida del més anticuado convento de provincia. Estas dife-


rencias Ias encontramos también asi en la América del Norte,
donde la mujer vuelve concretas Ias ciencias més abstractas.
cuando emprende su estudio, como en la China y el Japén.
donde la mujer se halla excluida del estudio de las ciencias
abstractas.

La pasion por la ciencia, por el arte, por las teorias abs-


tractas, se da, por el contrario, hasta en los hombres incul-
tos, en muchos obreros y en los aldeanos, los que,-al igual
de los hombres cultos, sienten la necesidad de esos esrtudios.
aunque no tengan e1 hébito de pr-acticarlos. _

Cuando no absorbia el trabajo ocho horas de jornada,


los obreros y labriegos de_ la Edad Media entretenianse discu-
tiendo de arte y de religion, y aun hoy dia hay por esas al-
deas, a centenares, lugareos que prefieren ganar menos y te-
ner tiempo de sobra para tocar algn instrumento, salir de
caza y observar teoric-amente el mundo que los rodea.

1Y cuéntos astrologos y meteorélogos no hay entre la


-gente del camp-0 y cuéntos no son los lugareos que os sa-
ben nornbrar una por una las estrellas y describiros sus pa-
rébolas! ;En cuéntas aldeas no os tropezéis con 'a1g1'1n hu-
milde relojero que a fuerza de infinitos sacrificios logro agen-
ciarse un anteojo de larga vista, que constituye la gloria del
pueblo, y en el que los mozos se -disputan la satisfaccién de
contemplar por turno e1 firmamento!

Cierto que no todos los obreros ni todos los lugare-


os filosofan; pero asi y todo no nos choca que alguno lo
haga, mientras que si juzgarian muchos extrao el que se pu-
siera a filosofar una lugarea.

Y es que para el hombre, tanto menos inclinado que


la mujer a Ias emociones del afecto, la investigacion de Ias
leyes abstractas, Ia ciencia, e1 arte, la politica, son emociones
de que siente necesidad; pasiones tan impulsivas como las del
amor y la mantenencia, tanto que a menudo se Ias sobreexci-
ta con alcohol, lo que a la mujer no le sucede.

_En América, en Ias Pampas remotas, encontraréis es-


tanc1eros que llevan diez aos lejos de Europa y suscritos a
las revrstarsrrentificas més serias: siguen con pasién Ia lucha
entre posrtrvxstas e idealistas, entre futuristas y pasadistas. Y
en las lejanas fazendas encontraréis no pocas veces alguna» ma-
ravilla de arte que el fazendero compré en Europa y os la
muestra con orgullo, diciéndoos que es su pao de légrimas.

La mujer no se lleva cuadros de Europa, ni procura ani-


mar su soledad con debates intelectuales; si es sola en el mun-
do. ni siquiera se interesa por la moda. La mujer reconcen-
tra su inteligencia entera al fin de crear vida a su alrededor,
a conservar la que existe y acrecentar su utilidad, prolongar
su duracién y realzar su belleza. La verdadera pasién de la
mujer es la Vida que palpita y tiembla, que goza ‘y padece.

“La belleza con que disfruta es la hermosura de los seres -vi-

vos que la rodean; el arte a que con pasién se consagra es


el de embellecer cuanto la circunda, de vestirse bien ella y
tener bien y como es debido a sus hijos y la casa, El hom-
bre gusta de decorar las paredes de su habitacién con. cuadros
histéricos y paisajes célebres. . ., la mujer prefiere su retrato,
el de su esposo y los de sus hijos.

Experimenta la mujer un goce intirno, una satisfaccién


mucho mas grande, cuando contribuye a salvar a una tria-
tura de la rnuerte que cuando logra resolver un problema del
mas alto valor cientilfico.

Ante la preocupacién por cuanto vive, resultan éridos


V estériles para ella los fines abstractos de la ciencia, la po-
litica y el arte. Las mujeres que han dado a la historia tan-
‘tos rnértires de la fe, el amor, la abnegacién y la piedad,
no ‘nan dado de si ni un solo mértir del arte o -de la clen-
cia. La mujer que tiene e1 escrpulo-“dc la sinceridad, cuando
se trata de sentimientos intimos y que se dejaria encarcelar V
hasta torturar antes que renegar de su amor, no comprvende
la tenacidad de Galileo que pone en peligro su vida por sos-

often-er que la tierra se mueve.

Entre todas las familias que durante la Edad Media tra-


bajaron de padres a hijos en la delimitacién de los meridia-

'nos no se encuentra ni una sola mujer.

Isabel Browning, en un curioso paso sobre la ciencia.


escribe que la‘ ciencia es utilidad. La ciencia, no obstante, es,
en el fondo. lo contrario de la utilidad; es una abstracciién
nacida del afén de abstraccién, que ha inducido a los hom-
bres mas inteligentes a fijar Ia escrutadora mirada en todos
los fenémenos, a fin de descubrir sus 1-eglas generales. S610
-que siendo los seres vivos y concretos la nica pasién de la
mujer, no acierta ésta a explicarse el que se estudien las abs-
tracciones, .sino con esta finalidad secundaria de sacar de ello
provecho para el mejoramiento de las condiciones en que log.
seres concretos viven.

Idéntico concepto tenia de la ciencia la Kovalewski, con-


todo y haberle granjeado la ciencia, celebridad yhonores.

trabajo—escribe en su Souvenirs—, la creacion cien-


tifica no tiene valor alguno, puzesto que ni dan la dicha ni
haccn adelantar a la humanidad un paso. Es Iocura pasarse
los aos de la juventud estudiando, y una desgracia, so-
bre todo para una mujer, poseer capacidades que la impulsan
a una esfera de accién en la que nunca habré de hallar ver-
dadero goce".

Notese que al hablar yo de seres vivos, entiendo refe-


rirme incluso a las cosas inanimadas o muertas a que la mu-
jer ha infundido un alma, imaginandolas capaces dc goce y
sufrimiento, en tan«to que comprendo en el n1'1mero.de las
cosas muertas, que no logran interesarla, incluso -a los seres.
vivos que ella no vivificé y a los cuales no les atribuye deste~
-llos de Vida. Hay muchas cosas que no le repugnan en a1gu-
nos estudios y que légicamente deberian repugnarle lo inde-
cible, porque no atiende a lo que hay de vivo y concreto en
lo que estudia, porque lo vivo que ella no animo c-on la idea
del dolor o la alegria, no existe para ella. Me explicaré adu-
ciendo un ejemplo personal.

Yo he estudiado medicina y he tenido, por lo tanto,


que seguir los cursos de anatomia. Acostumbrada desde ni-
a a oir hablar de esas ma~terias, no hacian ya en mi la me-
nor impresién. No se me habia ocurrido la idea de identifi-
car algunos cadéveres con seres vivos;. eran objetos de estu-
dio, msculos, nervios y nada mas; de suerte, que las 1eccio-
nes de anatomia no me daban tfrio ni calor, me eran de todo
punto indiferentes. Ahora bien: sucedié un dia que un or-
denanza, al prepararlo para la leccién, hubo de abrir, en mi‘
presencia, la mano rigida de uno de aquellos cadaveres, la
51131 d€.]6 escapar un retratito de mujer, que sin -duda estre-
Ch3_f3 €r1.1aS Supremas convu1siones_ Y entonces yo, tan im-
Dasible de ordinario, fui presa de tremenda oemocién y no
pude asistir ya a la conferencia. Merced a aquel sencillo acto
de amor, aquel cadaver habiase vuelto vivo, habia cobrado
EL AL_MA DE LA MUJER. 113

\/\.'\,r

un alma capaz de gozar y sufrir; era diferente de cuantos


hasta alli viera. Y entonces fué cuando el estudio de la ana-
tomia me inspiré esa repugnancia que generalmente se cree
debe inspirar.

Lo mismo me ocurrio cuando ‘tuve que it al hospital.


Aquellos enfermos puestos en hilera, silenciosos, en los que
yo habia de observar nicamente los sintomas de una enfer-
medad, no me parecian seres vivos ni los vivificaba tampo-
co la leccién del profesor, el cual los trataba como casos cli-
nicos, ni menos todavia el historial clinico colgado de la ca-
becera del Iecho y que hablaba de enfermedades adquiridas
0 hereditarias. Eran pacientes, y no empezaban a convertirse
para mi en seres vivos, es decir, a interesarme, hasta que no
se ponian a contarme su vida, sus lacerias, dolores y ale-
grias.

Lo que a mi me sucedio con la anatomia y el hospi-


tal; surédeles a muchas mujeres, en igualdad de condiciones.
Para Ia en=fermera, los pacientes de su turno son rnuy dife-
rentes de los enfermos -de los demas turnos, a los que perso-
nalmente no conoce. ‘

INFLUENCIA DEL AMOR

E1 que la mujer no posea, como innata, la paslén pot‘


las ciencias abstractas 0 por el arte, no quxere dear que no
rena con frecuencia especiales aptitudes y no p_ueda ded}-
carse con fru-to-a esos trabajos. Aparte la nec’es1d_ad——est1-
mulo general para cualquier ocupaci6n—-, podran 1mpulsar-
la a esos estudios otras varias razones, despertanido a veces en
ella una verdadera pasién con todas las caractensncas de una
pasién congénita, anterior a todo: el_placer dfa dar gusc_to a
los seres queridos que con ella conv1ven y snentcn pos1t1Vo
amor a esos estudios; la ambicién de poderles ayudar, el an-
helo de participar en sus preocupaciones morales. 1n‘te1ectua-
les y materiales. _ '

Si me permitis que aduzca otro e3emp1o_de 1ntrospec-


cién personal que, a falta de otro, tiene e1 mér1to de star ab-
solutamente sincero, diré que yo he sentido harto b1en cl
efecto de ese estimulo.
Habiéndome criado en un medio de médicos y natu-
ralistas, que por lo general no hablaban de otra cosa sino dc
medicina, y queriendo a mi padre con todas mis fuerzas rno—
rales e intelcctuales, de suerte que vdesde nia le ayudé en sus
trabajos, arraigé en mi verdaderamente la pasién de la me-
dicina y la antropologia criminal. Estudié medicina con en-
tusiasmo. Cada conferencia del cantedratico era para mi una
revelacién, los enfermos un acicate continuo para pensar,
enlazar ideas y discurrir; la psiquiatria, la antropologia cri—
minal, la homeopatia, que apasionaban particularmente a mi
padre, parecianme las ciencias mas interesantes de todas, las
nicas dignas de interés. Pero al faltarme mi padre, con el
cual explayaba yo las ideas que aque_11os estudios sugerianme,
vino a perder la medicina para mi todo interés; la nica por
la cual he seguido todavia invteresandome, ha sido la antro-
pologia criminal; pero de sobra se me alcanza que es asi por
rcflejo del interés que a mi padre inspiraba y porque repre-
senta un modo indirecto de continuar manteniéndome en co-
municacién con él.

Pucs, dc este mismo modo se apasionan por la politica


las mujercs e hiias de los reyes, ministros y diputados, que
viven en un medio en el -que se esté siempre hablando y discu-
tiendo dc politica, y se apasionan por la medicinalas seiiori-
tas que cntran como enfermeras en la Cruz Roja.

_ Si csas mujeres que sienten pasién por la medicina, la


politica 0 los estudios abstractos, analizasen bien sus senti-
mientos, cacrian muchas de ellas, como yo, en la cuenta de
q11e ésa su pasion es no pocas V-eces inducida.

Ese placer que siente la mujer participando en la vida


intciectual de quicncs Ia rodean, -de ayudarles y afomentar sus
obra, cxplica el hecho tan chocante para los hombres, de
que muchas mujeres, dotadas de gran inteligencia, ambicio—
nen mucho més ser inspiradas, reveladoras del mérito de un
hombre de ciencia, un politico 0 un artista, que no ser ellas
mismas vtodo eso' y darse a conocer en su verdadero valor:
-tendencia, como puede notarse, de gran interés general y a
la que la Ciencia y el Arte debcn mas progresos que no si la
mujer, dotada de la opuesta tendencia hoy en boga, se hu-
bicsc ocupad-0 exclusivamente, como el hombre, en producir;
" 115
"""""""""""""‘-"-"-"-"V/v'v'\.r\a
porqu-e, gde qué sirve, con efecto, producir, si no hay alguien
que sostenga, difunda y haga valer lo producido?

Muchas r'evolu.ciones politicas‘, cientfficas o literarias,


han salido de los salones de las sefioras, mas bien que de los
parlarnentos. la plaza pblica o la universidad maculinos.
-donde la fusion de generaciones de clases sociales, de inteli-
gencias, ha constituido siempre un problema insoluble.

***

Este instinto que la mujer posee de enlazar sus estudios


con los estimulos de un ser vivo. infundiéndole fuerzas pa-.
ra continuar un trabajo que en el fondo de su corazén juz-
ga intil, con respecto a las personas vivas y concretas que
ella ama, ha dado pie a la leyenda 'de que todo trabajo in-
telectual realizado por una mujer es la obra de un hombre,
y de que la mujer busca al hombre, no para que mantenga
viva en ella la pasién por el esltudio emprendido, sino para
que se lohaga.

La importancia que da el hombre al trabajo intelec—


tual, que para él constituye el. objeto principal de la vida,
‘y la poca irnportancia que la mujer le atribuye, consideran~
dolo tan sélo como un fin secundario, asi como la atavica
acostumbre de la mujer de ayudar al hombre antes que ser

ayudada por él, bastarian sin mas argumentacién para con-

vencer de inverosimil tal leyenda; mas todavia: puede agre-


garse -21 poco atractivo que ejercen sobre el hombre las ten-
-dencias intclectuales dc la mujer, atractivo que seria lo ni-
co que podria explicar el sacrificio, para él enorme, de re-
nunciar una particula de esa gloria, y ese mérito que tanto
ambiciona, en favor de una mujer. A lo que todavia puede
aadirse que la escrupulosidad de la mujer, y el alto sentido
del agradecimiento no le permitirian recibir ayuda seme-
jante sin pregonarlo a los cuatro vientos, de igpal modo
que por ésc su ‘especial orgullo femenino que la induce a va-
nagloriarse de que la amen, si recibiese el -tal apoyo resulta—
ria mas orgullosa que humillada, al publicarlo.

E1 que la pasiéryde la mujer por la ciencia sea, en la


ma‘/oria de los casos, inducida, no quiere dec1r' que no pue-

da tenet también ideas individuales propias. no inducidas.


116 GINA LOMBROSO

K s/ya/\./sax»

ya que por el hecho mismo de ser intuitiva y apasionada 1e eesv


mucho mas ~f;ici1 a la mujer sugestionar al hombre que no
lo contrario. No es raro que las mujeres, madres, hijas, es-
posas, de ministros, diputados o reyes, inducidas a'apasio-
narse por la politica a causa de la pasién de su respectivo
padre, marido o hijo, se formen luego ideas independientes.
y las tomen con tanto calor, que concluyan por dominar a
los hombres en vez de ser dominadas por ellos, 0 de man-
tener en ellos viva la pasién abstracta hasta cuando ya em-
pezaban a entibiarse.

La Kovalewski, que sobresalio con tanta brillantez en


los estudios matematicos, dejénos en su vida la prueba de
esa pasién inducida, de la que puede la mujer ser heroina V
victima, y de como esa pasion inducida puede dar lugar 3. las
mas originales creaciones, En diferentes pasos de sus cartas,
esa mujer, que fué la mas grande matemética del pasado si-
glo, declara que las mateméticas en si y de por si no le pro-
porcionaban e1 menor placer, no pudiendo dedicarse a ellas
como la rodeasen personas que no se interesasen por ellas. Sus
admirables proposiciones resolviolas en Paris, Berlin y Cris-
tiania, donde tenia a su alrededor personas que estudiaban
rnatemziticas y se interesaban por ellas, no pudiendo resol-
verlas en Rusia, donde estaba rodeada de profanos e indi-
ferentes.

—En Estocolmo——escribiale a la Loe-fifler, que porfiaba


con ella para que diese remate a aquellos estudios que habian
de darle la celebridad ; en Estocolmo, donde paso por pa-
ladin de la emancipacién de la mujer, acabo por creer que
mi deber estricto se cifra en las mateméticas, y pfocedo en
consecuencia, mientras que aqui me presentan a todo el mun-
do como la mama de Foufi, lo cual ejerce deletéreo influjo
sobre mi inteligencia matemética.

—El trabajo. de por si——dice la Loeffler, que fué la


depositaria de los pensamientos de Sofia Kovalewski——, la
bfxsqueda abstracta de una verdad cientifica no la intez-esaba
m la satisfacia. Necesitaba que la comprendieran y_ animaran,
a cada nueva idea que en su cerebro nacia. Ese fruto de su
c_erebro no habia de pertenecer a una humranidad abstracta,
smo que ella queria dérselo a alguien del cual pudiera recibir
algo anélogo. Por mas que fuera matemética, no existia pa-
IEL ALMA DE LA MUJER 117
ta ella el fin abstracto; que eran‘ harto apasionados. para eso
sus sueos, sus pensamientos, y su personalidad.

Su ideal de trabajo——contin1'1a la Loeff1er—fué el traba-


jo en comn de dos seres enamorados el uno del otro; y su
suco, cncontrar este alrterrego. Esta idea del trabajo en co-
mini nacia de su ardiente deseo de intimidad intelectual y
del intenso sufrir que le causaba el sentirniento de la sole-
dad.

Eli ideal tie madame Kovalewski es el ideal de toda mu-


jer inteligente. Y madame Stael, Jorge Sand e Isabel Brown-
ing, exprésanlo también en varias ocasiones.

TNFLU._T() DE LA ACTIVIDAD Y EIA. AMOR PROPIO

Es dificil que los contornos de la inteligencia rfemenina


-resalten claros y precisos cual aqui los disefia. E1 estudio, la
moda Y, sobre todo otros instintos, alteran fécilmente la ro-
tundidad de estos contornos.

_ Tres cuartas partes de las chicas que estudian —- Y


que ahora se cuentan por millares y mi11ares—abrigan la sin-
cera ilusién de estar apasionadas de la medicina, el arte. la
filosofia o la msica que cultivan. I

Otras dos razones, ademés .de la ya expuesta, pueden


inducir 2. esas ilusionest ia mayor actiuz'dac! de la mujer que
su-ale confundirse con la pasién, y el amor propio, capaz dc
disimuiar cualquier resentimiento.

La actiuidad no es para la mujer virtud, sino una ne-


cesidad, una pasién semejante a la que el hombre siente por
el ocio; pues solo en la accion la mujer y en la ociosid,ad el
hombre, pueden hacer valer sus facult-ades respectivas, de in-
ttuir la una y de reflexionar el otro. Pero a su vez, la activi-
-dad fem-enina y la indolencia del hombre son causa de ilu-
-siones especiales.

Suele tomarse por pasién la diligencia, la constancia, la


apIica'cic’>n que la mujer pone en el estudio; y que, por rel con-
trario, s-e derivan de su exuberante actividad; mientras que
la supuesta repugnancia del chico a aprender suele ser indo-
lencia, y ":1 veces también verdadera pasién por el estudio,
por Ias abstracciones y la reflexiénfun anhelo estorbado en
su satisfaccién por el trabajo mecénico que se exige en la es-
113 GINA LOMBROS0

cuela. A1 revés que el hombre, la mujer que resulta una cole-


giala tan estudiosa, una maestra tan celosa y concienzuda
en lo de preparar las lecciones-. estudia luego poquisimo
por cuenta propia, y eso precisamente porque cuando se tra-
ta de ensear y aprender viene a caer el estudio en la cate-
goria de la actividad genérica, de la accién necesaria para rea-
lizar un fin deliberado, mientras que el estudiar por cuenta
propia es cosa que hace r-elacién a la pasién abstracta por el
estudio.

Obsérvese que la mujer prefiere los estudios que requie-


ren mucha actividad, que se han de aprender mec2'1nicamen-
te. repitiendo unos mismos actos hasta lo infinito, hasta que
se convierten en autométicos, antes que aquellos otros que
demandan una gimnastica intelectual, reflexién; y que las
mujeres que se dedican a estudios rteéricos, consagranse, casi
todas, salvo alguna que otra excepcién, a trabajos eruditos,
lo que confirma al pblico en su ilusién de que la mujer
sien-te pasién por el estudio. Pero si existe algo contrario a
la pasién por el estudio, son los trabajos de erudicién. se-
gn se llevan a cabo en la mayoria de nuestras uni‘versida-
des, verdaderos catalogos minuciosos, en.1os cuales puede
extinguirse toda una Vida ‘sin consumir dos adarmes de ce-
rebro y de reflexién o intuicién. y la actividad en punto de
copiar citas y texros, suplanta al tesén que se requiere para
sraguir con insistenciaun estudio devterminado y llevarlo a
la perfeccién.

La mujer que tiene cerrados tantos campos de activi-


dad. -havcve msica, pinta, escribe y a veces investiga, como
antes dije, sencillamente por ocuparse en'algo. Tres cuartas
partes dc esas seoritas que tocaban con supuesta pasién el
p}ar_1o, solo si-enten pasién por la actividad agradable y me-
canlca que ese -estudio requiere. Efectivamente, la muier.del
pueblo, que tiene otros rnuchos modos dc matar el tiempo,
no se dedica nunca a la msica; la sefiorita, luego que se casa
V _encuentr-a _va otras ocupaciones, da de 13:10 a la msica.
mletfas que el obrero se consagra a ella aunque tenga que
trabajar diez horas al dia_

MuCh0S _i<5V€nes que sienten pasién por la msica, no


se dedxcan a ella por no tomarse el trabajo de estudiar; pero
EL ALMA DE LA MUJER 119

no hay ninguno que se deje persuadir como las muchachas


a estudiar un arte que no les inspira ninguna pasién. Y ob-
sérvese que el hervor de la actividad influye sobre el trabajo
incluso de aquellas mujeres que poseen una gran inte1igen-
cia. Trabajo —- escribiale madame Kovalewski a madame
Loeffler——porque me consume e1 ansia de hacer algo; pero
el trabajo no me procura satisfaccion alguna.

gPara qué pensar—dice madame Félix Faure Guyau—-


si e1 pensamiento no puede traducir§e en acto? Necesito tra-
bajar todos los dias y todas las horas, y quiza de esa suerte
se haga el orden en mi espiritu.

***

Otto sentimiento que puede inducir a Ia rnujer a en-


gaarse y, sobre todo, a engaar a los demas respecto a su
pasién por la ciencia, es el amor propio.

Tiene el amor propio para la mujer una importancia


enorme; muy natural si se piensa que la mujer concentra en
los demas sus pensamientos y sus actos, teniendo, por consi-
guiente, el juicio ajeno, una importancia mayor que el pro-
pio, mayor a veces de la que tiene en realidad. Ya dije cémo
un casamiento pésimo puede paracerle a la mujer muy singular,
cuando los dernas lo estimen inmejorable, v pésimo, por el
contrario, aunque sea regularcito, cuando tal lo considera Ia
opinion. Un sentimiento que influva sobre una aspiracién
tan real y de tanto bu1t'o como la Ifelicidad, pueden, natural-
mente, infundirle a la mujer la ilusién d-2 otro sentimiento
cualquiera y determinarla a realizar cualquicr sacrificio.

Madame K-ova‘lew.ski, que se habia dedicado ya a Ta


literatura, confiesa que en los ltimos aos resolvié aspirar
al premio Bourdin, que habia de hacerla célebre, por puro
amor propio. Tres cuartas partes de las mujeres que no lo
necesitan, estudi-an para adquirir un titulo universitario, so-
metiéndose por espacio de aos a cargar con una ciencia abs-
trusa que no les intveresa lo mas minimo, sélo por puro amor
propio. Y por puro amor propio también es por lo que mu-
chas mujeres lecn y estudian; por bacerse notar por su cig:n-
cia y sapiencia, por poder citar nombres _v senfenrias a tiem-

po y a destiempo, por sobresalir entre las demas mujeres.


120 GIVNA LOMBROSO

CUALIDADES ESPECIALES DE LA INTELIGENCIA


FEMENINA.-—INTUICION

Pero si la pasion marca una primera diferencia radical


entre la inteligencia del hombre y la de la mujer, orientin-
dolas hacia dos polos distintos, determina» también cua1ida-
des diversas, que respongen necesariamente a esas dos orien-
taciones distinta_s.

La vida viva, que palpita y tiembla, que goza y padece,


objeto de la pasién intelectual femenina, es bien distinta de
la ciencia metédica, de las abstracciones artisticas y los codi-
ciosos intereses persona1es'objeto de la inteligencia masculi-
na, 21 la que se puede llegar con método, flema y tranquili-
dad.

La Vida viva cambia répidamente, los términos estén


cambiando de posicién a cada paso, y lo que hoy puede
granjearnos una gran satisfaccién, puede antojérsenos intil
mafiana. El enfermo puede venir a morirse mientras se dis-
cute e1 modo de curarlo, el ni-o depaupérase si no se adivi-
na lo que n-ecesita y se le da en el momento oportuno. Para
secundar a la Vida -viva, es menester mas que indagar madn-
ramente, adivinar con rapidez, para ser capaz de resolver los
problernas que le plantea su pasién, debe atesorar la mujer
una cantidad y una cuafidad de induccién mucho mayor y
mds multzforme y diversa que la del hombre. He aqui, pues.
una primera diferencia cualitativa entre la inteligencia del
hombre y la de la mujer.

Dije mas arriba que la intuicién “es algo semejante al


oido musical que inconscientemente distingu-e y clasifica‘ Ios
sonidos; a la vista, que mide la distancia; al tacto, que dis-
tmgue los pasos o la di-ferencia. de los diversos gransos; al
husmo, que encuentra Ia fuente en los aridos Campos del Ila-
“0; Y 3’ -toda esa parte de la int-eliqencia que se encuentra
mas aiia del razonamiento y también de la conciencia; es
933 b’“J_“-1-'=} que nos guia por los senderos de lo desizonocido,
953 381113 Imanada que nos orienta a este lado y al otro sin
BL ALMA DE ‘LA MUJ]-"JR 121
»

que sepamos e1 por qué; la facultad que nos permite adivi-


nar sin conocer los datos de hecho que nos llevan a esa con-
clusién".

La intuicién existe también en el hombre. De ella se


sirven el hombre de ciencias para sus experimentos; el lite-
rato, e1 historiador, para enlazar los hechos y los aconteci-
mientos que se propone describir. Pero e1 érgano especifico
de la inteligencia masculina no es la intuicién, sino la de-
duccion. Hasta cuando se sirve de la intuicién, limitala el
hombre con ~21 razonamiento, a1 que en todo caso la somete.
No se fia de -sus intuiciones, hasta que no se las ratifica la
Iégica. La intuicién es en -el hombre un canal cerrado, cuyas
llaves rtiénenlas la razén y el interés; una guia que consulta,
pero de la que puede prescindir. Para la mujer, en cambio.
es la intuicién verdaderamente e1 érgano especifico de su in-
teligencia, y no solo en el campo préctico a que de prefe-

rencia se dedica, sino también en la esfera teérica. Lo que no’

comprenda por intuicién, no lo coznprendera nunca la mu-


ijer.

Si os toméis e1 trabajo de estudiar las autobiografias de


las mujeres que sobresalieron en su época, veréis que las gran-
des obras a que d-eben la celebridad, fueron esponténeas y
las realizaron sin mas ayud-a que la simple guia del instinto.
Je ne peux puisur ma morale que dans mon coeur et l’ed-'iFier
que dans nges sentiments——dice Clotilde di Vaux—. Por mo~
do anélogo es de su corazén de donde las poetisas sacan su
métrica y las artistas su arte. La intuicién es la retina de la
rnente »femenil. De este érgano, a1 qe da el nombre de cora-
zién, logra sacar la mujer la solucién a los mas abstractos
problemas, aun de aquellos que no parecen tener con el cora-
zon relacién alguna.

He visto casas de una arquitectura maravillosa, jardi—


nes prodigioso's, poesias espléndidam-enite escritas, segn las
iba dictando la intuicién, y sin que la autora supiese qué es-
tilo,_qué arquirectura o que’ métrica habia seguido en sus
creaciones. _

Muchas veces resuelve asi la mujer, con la pura ayuda


de la intuicién inconsciente, lo que para el hombre seré sienn-
pre un misterio, verdaderos problemas filoséficos. mateméti~
cos, de Fisica y de Psicologia, cuya resolucién pareceria im-
122 GINA LOMBROS0
A/V‘

posible sin la ayuda de una técnica especial, sin e1 conoci-


miento de teorias especiales. Esta e5p0I1t3n€1‘_13d 95 Pte tan
esencial de la inteligencia fem-enil que la mujer averguenzase.
o poco menos, de cualquier obra suya, que no _sea es'ponta-
nea, y sea v-erdad o no, siempre tienen buen cu1dado de de—
clarar que aquello que hizo o dijolo, hizolo o di_]010 asl.
sin saber como, por inspiracion. La mujer tiene a cada paso
inspiraciones o corazonadas de esta indole.

ESPIRITU DE OBSERVACION

La intuicién es una facultad natural que se adquiere


en la cuna, un don de Dios como la reflexién y la razén;
solo que, como Ias demas facultades intelectuales. tiene -tam-
bién érganos que la ayudan y acrecen su_ alcancez la obser-
vacién y la introspeccién. Con efecto, si la intuicién a veces
fndase en una nada, por lo general se basa en hechos, lineas
o sonidos, observados en otros o en nosotros mismos y cuyo
recuerdo sirve mas o menos para comprender, o mejor dicho,
para adivinar Ias relaciones y consecuencias de otros hechos,
objetos o emociones.

Yo intuyo que tal o cual individuo‘padece de una can-


tidad de signos imperceptibles observados en mi o en otros
qu.e padecian. Adivino que en tal o cual periodo h-isrtorico de-
be de haber habido cataclismos, porque observo e1 efecto ac-
tual que los cataclismos exteriores surten sobre Ios aconte—
cimientos conternporaneos. E1 artista intuiré la arquitectura
que resultara mas a tono con determinado ambiente, recor-
dando e1 efecto de Ias lineas 0 de los monumentos vistos en
un ambiente semejante, etc.

Es decir, que la intuicion suele ser una solucién obte-


r1ida_ por irnitacién de un caso semejante. Efectivamente, la
1nt1}1cién limitase al campo en que se acumulan Ias obser-
vaciones. E1 historiador resulta intuitivo nicamvente para la.
hxstona: el aventurero, para sus particulates intereses, y el
hombre escrupuloso, para los intereses ajenos. Pero, para
1m'1tar un caso semejante, para encontrarle a cada aconteci-
mlento algrl _0tro antiguo con que relacionarlo, es memes-
ter haber archwado un gran nmero de observaciones y de
EL ALMA DE LA M_UJI-.‘.R 12

"\ \.A.-

introspecciones; es preciso poseer una Ifacultad de observa-


cién y de introspeccién superlativa.

Tal es el caso de la mujer. Tiene el hombre para ob-


servar cinco sentidos; pero la mujer posee ciento. Ve, siente
y observa por todos los poros de su piel. Béstale ver a una
persona el espacio de cinco minutos, para hacerse cargo de
todos los pormenores de su indumentaria, sin faltar uno,
asi como de su figura y calar sus mas intimos sentimientos.

El observar es para ell-a uno de los goces mas delicados


y gustosos, multiplicando las ocasiones de saborearlo; las
flores, los péjaros, los animales de que se rodea, son para
ella otros tantos filones preciosos e inagotables de observa-
ciones curiosisimas. Comprobar que el pajarillo mudé la p1u—
ma, que la flor se abrié y dénde y cémo se posé un vilano.
es para ella una alegria, un triunfo, semejante a1 que expe~
rimenta el hombre que sale vencedor en una partida de jue-
go; y puede que la pasién que muestra la mujer por rodearse
de cosas vivas y diversas, dependa del deseo inconsciente de
multiplicar ese placer.

H.aced que la mujer mas humilde os refiera las obser-


vaciones que hizo en su Vida, y descubriréis en ella un fiién
inexplorado que dificilmente hallaréis en un hombre que
haya observado una Vida mucho mas rica en episodios. Si ha
de escribir una carta, si ha de describiros cémo pasé el dia.
no sabe nunca el hombre qué deciros, no le ha sucedido ni
visto nada. Y esto, porque, en sacéndolo de su trabajo. no
observa nada el hombre. Inconscientemente de otra parte,
hombres y mujeresponen mas esmero en el vestir y en los
mod_aIes cuando tienen que ver a una seora que no cuando
han de presentarse deiante de un caballero, porque incons-
cientemente saben ambos que la seora los miraré de pies a
cabeza, mientras que el caballero apenas se fijaré en ellos La
visita de una seora infunde mas temores que la de un ins-
pector, porque toda mujer, aunque no ostente ese titulo, tie-
ne siempre algo de insnectora, mientras que muchas veces el
inspector no V-2 jota Las criadas de servir hacen mangas ye
capirotes cuando no rsté en casa la seora, porque saben que
a aquélla no se Ie escapa nada, mientras que el seor de nada
se entera.
124 GINA LOMBROSO

/\

Lo mismo puede -decirse del autoanélisis-, que es ademés


una observacién interna. E1 hombre se an-aliza algunas ve-
ces a si propio y analiza a los demés cuando hace poesia o
novela. La mujer se esté siempre analizando. El anélisis de
{es propios y los ajenos sentimientos es el objeto continuo
de sus pensamirentos, el tema Ifavorito de sus conversaciones.
Su espiritu mismo de observacién anda sumergido en la o1ea-
da de autoanzilisis que pot entero la impregna. Hasta cuando
os habla del Iibro que leyé, 0 de la comedia que fué a ver.
sin saberlo, sin quererlo y sin notarlo, la mujer no hace otra
cosa que hablaros dc si misma, 0 major dicho, de sus senti-
mic-ntos. Tiende mucho mas o describirlos la emocién, la
conmocién que en ella despertaron ’el libro o la comedia, a
expresaros su extraeza o indignacién por la emocién dis-
rinta de la suya que el suceso produjo a los demés, que no

del suceso mismo. He venido corriendo, he venido corriendo

—ch’ceIe Ia nodriza a Julieta, que aguarda ansiosa la res-


puesta de Romeo—, y solo tras una larga descripcién de sus
emociones, acaba Ia rnensajera por entregarle esa contesta-
cion. ]Cuénta.s mujeres no llevan un diario o -escriben cartas
para desahogar aI dia Ias emociones placenteras o desagrada-

lcs que durante la jornada hubieron de experimentar! Cuan—


do un hombre -ascribe un diario o una carta, no hace sino
rradactar una sencilla crénica.

AI autoanélisis y a la observacién deben afiadirse la


memoriu fenacisima de las obseruaciones y ancilisis con la
aqueza casi‘amnésica de su mernoria para los nombr-es pro-
pios. las reglas V Ias cosas abstractas; la mujer no o1vi-
da nunca las impresiones recibidas, los goces y dolores
experimcntados, sirando ésta la razén de que resulte tan agra-
decida a1 beneficio, y 'tan~inexorable para el m-a1 que la ha-
cen. es que la memoria, lo mismo que el espiritu de ob-
servacxén. ands siempre junto con -el interés. Los hombres no
recnerdan sus crnociones: olvidan facilrnente las cosas obser-
vadas. porque no sc basan para reaccionar en el fruto de sus
emocxones y observaciones personal-es, sino en la razén. Para
1? W11.}€1‘.f?n cambio, el frutob de la emocién y de la observa-
@671 98 V1131; sabe y si-ante que esas son sus guias y sus sos-
tacncs: que constituy-an todo su bagaje y se agarga desespe-
BL ALMA DE LA MUJEB. 125
o
radamente a ellas. Las emociones son los peldaos por los
cuales la mujer Va subiendo con mil apuros, y si la memo-
na no la sostuviese, se despearia sin remisién.

METODO

Estando dotada de una facultad de observacion y au-


toanélisis tan profunda y‘ aguda, y de una memoria tan fiel.
tiende la mujer a proceder en la vida intelectual de 10 con-
creto a lo abstracto, de la préctica a la teoria, siempre que
puede poner por obra sus observaciones, més bien que de lo
abstracto a lo concreto, y de la teoria a la préctica, como pot
razones opuestas hace el hombre.

La mujer que se empea en componer novelas, come~


dias o poesias, no se pasa los dias pensando lo que va :1 es-
cribir, como haria un hombre, ni estudiando las reglas ad.~3~
cuadas o consultando libros, sino que enristra la pluma 37
arremete con las cuartillas,

Hare’: la. prueba de sus aptitudes en un mode a Veces


absurdo, a la buena de Dios, siguiendo los dictados del ins—
tinto, y en ocasiones también con mucho seso, trasladando
21 nuevo palenque las experiencias y observaciones pot elia

-cosechadas deliberadamente o no en otro campo: pero de to-


das suertes, comienza por probar fortuna, ni més ni me-
nos que como la mujer que se empea en implantar un nua-
vo cultivo en su huerto o cortarse y hacerse un vestido.

Inconscientemente, sin saberlo ni quererlo. apliczr ia


mujer ‘a la materializacion del pensamiento los mismos mé—
todos que emplea para resolver los problemas de la Vida pric-
tica, de igual modo que, por- el contrario, el hombre aplica
a la vida préctica los procedimientos que suele cmplear para
los estudios abstractos. Por a1go_ el fundador del positivismo
tuvo por inspiradora a una mujer. La mujer es realistica V
positivista por excelencia.

Naturalmente, no apoyéndose en el razonamiento, man-


do se ve obligada a explicar a los demés cémo y’ por qué hizo
tal cosa en vez de tal otra, la mujer -esté expuesta a aducir ex-
plicaciones descabelladas. Los hombres, al ver ideas justas,
hechos rectamente expuestos y soluciones exactas, acompaa-
das de razonamientos muchas veces erréneos y muchas més
incomprensibles, dicen que las mujeres cuando aciertan es por
casualidad. .. Pero no; no es que las mujeres acierten por
casuaiidad, sino que siguen un método distinito al del razo-
namiento, y se guian por una voz més o menos misteriosa,
o»::.vr una vision concreta, interna e inconsciente, que les pre-
isenta de pronto a la imaginacion e1 problema ya materiali-
zado.

VENTAJAS

Este proceder con la nica guia de la observacién mas


o menos consciente, diificltale a la mujer e1 empleo de los
instrumentos materiales e eintelectuales que se apoyan en el
razonamiento, impidiéndole abarc-ar las grandes sintesis )7 -las
teorias generales, aprender sisteméticam-ente las reglas )7 for-
jarse teorias y comprenderlas; pero a1 mismo tiempo, la sal-
va de incurrir en esa abstrusa ideologia en que tan fécilmente
dz. el hombre. Suele la mujer ser exaltada en sus escritos y
discursos, pero su exaltacion misma no la aleja de la reali-
dad; puede pcrderse y se pierde en ensueos de una vida real
e imposible. . pero jamés s-2 remonta a las nubes.

Si 13 intuicién limita la perfeccion de los estudios fe-


meninos y su regularidad, concede, en cambio, a la mujer
una. ventaja inestimable: la de saber sin aprender; E1 hombre
aprende mejor que la mujer lo que le ensefian; pero como
no se lo enseen, nada sabe. .

Los hombres resultan mejores cocineros y mcjores sas-


tre que la mujer, aciertan mejor que ella a dirigir grandes
aimacenes y grandes industrias, cuando ambos hayan asis-
_tido a escuelas de cocina, corte y comercio. Pero la mujer es
capaz de cortarse ella misma sus trajes y cortérselos a sus
hijos sin haber tomado jarnés una leccién de corte, ni cono—_
cer la teoria de las proporciones, y aderezar una comida dis-
creta, ignorando las reglas todas del arte culinario, y dirigir
una pension o una tienda sin haber aprendido contabilidad.
o economia politica, cosas todas que es incapaz de hacer el
hombre.

Los chicos aciertan mejor que las muchachas a" desen-


Imar a fondo un argumento, a aprenderse con toda preci-
EL ALMA DE LA MUJER 127

sién un arte cualquiera, a expresar con sujecién a reglas de-


terminadas su pensamiento; pero cuando ni ellos ni ellas
pued-en it a una escuela ni seguir niétodo alguno, son aquellos
hombres al agua, mientras que las chicaa saben salir muy bien
del paso. Y ésta debe ser una de las razones por q-ué ha ha~
bido antes escuelas para nios que para nias, ya que aqué~
Has representaban una verdadera necesidad, mientras las otras
no eran tan precisas, ya que la mujer lograba a maravilia
aprender de oidas, por pura intuicién, cuanto 1e hacia falta
para bandeérselas en esta vida.

No habré quien no haya tenido ocasién de v'er cémo


1-a mas encopetada sefiora se transforma dentro de su propia
familia, en médico, cocinera 0 -tapicera, no bien lo requiere
la necesidad, y cémo toscas iugareas, encumbradas de pron-
to, saben adaptarse perfectamente a lo que pide su nueva
pp-osicién social. '

Las damas vd-2 la aristocracia francesa, educadas 1'1nica—


mente para el enredo y la trapisonda, en la c-orte de Luis
XVI, a1 verse expulsadas de Francia por la Revolucién, sin
un céntimo y con sus familias, hallaron en‘sus manos, que
xesultaron como por arte mégica, idiestrisimas Ade pronto en
el bordado y la cocina, la salvacién de sus esposos e hijos
que, con la mejor voluntad del mundo, no lograron, sin em~
bargo, imitarlas.

Pero sin ir tan lejos, en aqliellos instantes en que a to-


das las mujéres de los paises en guerra, se les pidié la con-
tribucién de. su actividad, tuvieron mltiples ocasiones los
hombres de observar, con asombro no rexento de envidiap.
Como sus mujeres, a las que sélo creian capaces de coquetear
o bailar el tango, se tra.ns'forrnaban répidamente en comer-
ciantes de primer ord-en, en enfermeras habilisimas, en orga-
niza.do'ras de los mas complicados y diversos géneros de artes
y oficios; y todo eso merced a la intuicién, sin haber appen-
dido nunca el artep o la industria que tan a fondo acredita~
ban saber.

La m1ijer——y la guerra, 10 ha dvemostrado—ha podido


substituir répidarnente al hombre en muchos de sus oficios,
siendo asi que a duras.penas logra aquél cuando- se queda
viudo, substituir a la mujer en esas sus, al parecer, tan modes-
tas funciones de gobernar la casa.
ma GINA LOMBROSC:

***

Orra ventaja que el proceder por intuicién tiene para


la mujer, es el de permitirle obrar rapidamente, ocuparse a
un tiempo mismo en las cosas mas heterogén-eas y cambiar dé
propésito sin demasiada molestia. El razonamiento requiere
concrentracién para discutir el pro y el -contra del acto que
se quiere realizar y tiempo ademas para llevarla a cabo. E1
hombre que es légico y razonador, tarda tiempo en deci-
dirse; no quiere que le digtraiganp mientras esté deliberando
acerca de la resolucién que ha de adoptar, y luego que ya
la adopté, resistese a cambiarla; por ltimo, cuando se ocu-

pa en una cosa, no quiere ni puede ocuparse en otra. La mu-.

jer, por'el contrario, pasa con la mayor facilidad de uno a


otro estudio, de una a otra tarea, y en cuanto una decision
se acredita d_e poco hacedera, ya esté tomando otra con la
mayor indiferencia. Obsérvese que estas posibilidades son ire.-
finitamente mas 1'1-tiles a la mujer para las acostumbradas
aplicaciones de su inteligencia de cuanto pudieran serlo la
perfeccion, la técnica. La familia viene a ser, en cierto modo,
como el agua del rio, que siempre es la misma y; sin embar-
go, cambia a cada instante. Crecen los nenes, aumenta o dis-
rninuye el caudal, Varian los tiempos y los precios de los ar-
ticulos, y cambian también los gustos de los familiares. Es
preciso resolver en un dia mil cosas diferentes, y obrar con
rapidez en mil campos diversos. Pues bien, nuestra agilidad
mental nos permite resolver problem'as siempre nuevos y
siempre cambiantcs con mucho mas acierto que un hombre.
Y efectivamente: los criados rwesultan en una casa menos tiles
y menos utilizables que las criadas, precisamente porque solo
las mujeres son bonnes a tout faire.

Por lo demés, los hombres que se encontrarian harto


desorientados si hubiesen de andar cambiando de profesién
cada dia y 2 cada hora, cual les ocurre a las mujeres, se han
especializado, por instinto. El uno hace de médico, el otro
dc abogado, y para subdividir mas todavia sus quehacer-_:s.
el uno se dedica a la boca, el. otro a los oidos, V -asi sucesi-
vamente. La mujer, en cambio, lo hace todo en la casa. y
hasta si es preciso, hace de médico y de abogado.
EL ALMA DE LA MUJBB. 129

DESVENTAJAS

Siendo la mujer de una habilidad sorprendente para


aprender las cosas de oidas, no quiere o no puede aprender—
las sino de ese modo. Dicen que las hembras son mas pre-
coces, pero que a los diez y ocho aos s~e les para la inte1i-
gencia, pues donde mas sobresalen es en las escuclas inferio-
res. Pero la razén de es-to ltimo es que en esas escu-alas son
los programas mas précticos y variados, presténdose mas a set
aprendidos por observacién directa que por método. La mu-
jer no posee aptitud alguna para trabajos complicados def
técnica dificil, 0 de amplio vuelo, que requieren un razona~
miento complicado o una técnica.

Con efecto, aunque la mujer sienta tanta pasién por


la msica y hayan sido mujeres las que nos han transmi-tido
y acaso inventado Ia mayoria de los cantos populares y en
muchos paises sean todavia las encargadas de improvisar las
msicas fnebres, son contadas las mujenes compositoras,
mucho mas raras que las escritoras y pintoras, con todo V
hallarse mas difundida entre las mujeres la pasién de la mt’:-
sica que la de la forma. Pero es que la pintura y la escultu-
ra, igual que la poesia, son de una técnicaafacil, que se puede
saber sin aprenderla, mientras que la msica es de una téc—
nica dificil y de aplicacién dificil, que ahoga la ins.piracic’>n.
Si se pudiese no-tar la msica tan rapida y facilmente como
se hace con la poesia y la pintura, serian muchas las muje-
res que se aplicasen a componer. Si las notas del canto pu-
dieranp quedar grabadas en el aire com-o las palabras en el
papal, entonces compondria msica la mujer, p-ero el com-
plicado proceso de transcripcién musical hiela su pensa—
miento.

No quiero .decir con esto que la mujer tropicce con di—


ficultadcs especiales para Cormprender Ia teoria o aprender una
té-cnica complicada. Nada de eso; que cuando ella quiere, pue-
de comprenderla y aprenderla, solo que le interesa menos
que a1'hombre y -no sabe sacarle el provecho que el hombre
,ni aplicarla, o mejor dicho, le enoja al aplicarla y no le pro-
130 GINA LOMBROSO

cura ningn placer ni siquiera cuando lo hace por modo per-


fecto.

Leed las Memorias 0 las cartas de Sofia Kovalewski.


que acredito poseer las mas brillantes aptitudes para las ma-
tematicas, pues se la considera el primer matemético del si-
glo. Pasose la vida repitiendo que no habia cosa que la abu-
rriese tanto como practicar las matematicas. El 'afio que de-
bia dedicar a prepararse para aspirar al premio Bourdin, en-
trole tal pasion por el bordado que fué necesaria toda la pa-
ciencia de los esposos Loeffler para que por fin se dejase con-
vencer de que debia aplicarse a las rnateméticas.

Asi suelen ocurrirlas también a rnuchas que llegan a


conocer a fondo las matematicas 0 el latin, lo que demues-‘
tra que poseen aptitudes para tales estudios, y sin embargo,
los dejan apenas salen del colegio, por no encontrar en ellos
e1 menor placer. Sofia Kovalewski no hubiera vuelto ‘a acor-
darse en su vida de las mateméticas de no halaerse arruinado
su marido en los negocios. Esa aversion que a la técnica !e
-tiene la mujer, lo mismo que a la teoria, héllase conifirmada
por la admiracion sin limites 0 e1 supremo desprecio que a
la una o la otra, respectivamente, muestra: pues al contrario
de lo que muchos creen, es el desprecio muchas veces una for-
ma del despecho que inspira algo que admiramos o compren-
demos que rsté. may porfencima de nuest-ras fuerzas.

***

Este proceder por inspiracion, esta repugnancia a ap1i—


car la técnica, no solo Ie limita a la mujer el acceso a esas
esferas en que la técnica es indispensable, sino que limita tam-
bién su perfeccion. Para corregirse y perfeccionarse, es me-
nester partir de un dato fijo—-la regla o perfection ideal——

.e intentar alcanzarlo con un esfuerzo logico en esa direccion

detcrminada. Este esfuerzo resltale sumamente penoso a la


1"m1Jer. Esta tiene mucha mas facilidad de inspiracion q'ue el
hombre. pero no puede hacer nada. o mejor dicho, no halla
placer en Iaacer n_ada como no sea a impulsos de "la inspira-
C10“-—“ a'Mon Dieu, mon Dieu, pourquoi est-ce que tout me
EL ALMA DEV LA MUJER p 13]:

réussit si facilementi’—dice madame Lauth Thomson en sus


Cahiers d’Yuonne—{e1a m'enivre er me lasse tout de suite".
“Obtengo e1 e~fecto que quiero, y quiero lograr sin saber
como y no sé corregirme sin destruirme. Lo que hago viene
ello solo y me llena de estupefaccién y me detengo de pron-
to; miro, y pasado aquel instante de embriaguez, ya no estoy
satisfecha, veo defectos que quisiera corregir y es un dolor.
No tengo técnica; abomino de mi ta1ento."' A I

Esta dificultad de sumar a la inspiracién la técnica que


madame Thomson tan francamente expresa, ocltanla las
demés mujeres a la sombra ode ese desprecio que muestran por
cuanto no es obra de la inspiracién o diciendo asi en globo.
que la perfeccién la aburre. Madame Cottin, que introdujo
en Francia en el siglo XVIII el género roméntico, en el pro-
logo a su primer -trabafo, Claire d'Al=be, pergeado en quince
dias, dice:—“El pblico estara en su derecho a1 hablar pestes
de mi obra si 1e aburre, pero como mas me hubiera aburrido
yo corrigiéndola, la doy tal y como me salié".

Pero, gcomo la mujer que muestra tanta paciencia en


labores menudas de aguja 0 de copiar, acreditase de tan poca
para perfeccionar sus propias obras y aplicarles la técnica? Es
que el perfeccionar es para ella un trabajo contra natura.
mientras que el obrar forma parte de su naturaleza.

Obsérvese que si el proceder por inituicién limita las po-


sibilidades de perfeccionar ail modo masculino, no limita, sin
embargo, todo perfeccionar en absoluto. E1 intuitivo suele
tenet Ia intuicién de lo que no esté bien, y cuenta con medics
empiricos, semejantes a los mnemotécnicos, que Ie permiten
saber cuando un trabajo esté bien o esta mal, éuzindo acerté
o no a aplicar una teoria; medios que surten el mismo e=fecto
que el razonamiento deductivo.. Para mi, una cosa que escri—
‘no 0 Ieo esté bien, cuando me parece brevé, es decir, cuando
puedo resumirla sintéticamente en unas cuantas frases. Cuan-

-d_o tenia que prepararme para los ex.imenes—y me he exa-

minado centenares de veces-—, estaba segura de mi asigna-


tura cuando rne parecia breve.

Mi padre. que para hombre era muy intuitive, dispo-


nia de recursos de esa indole. Encontraba bien un ‘libro cuan-
do hallaba en él todo lo que buscaba, cuando su idea gene-
1-32 GINA 1.on3B..os_o
ral resaltaba en todos los pormenores y cuando todos los por-
menores podian conducir a la idea madre.

***

Otra desventaja de la preponderancia de la intuicién:


es la incoherencia, la poca claridad que se observa en las obras
literarias femeninas, lo mismo que en los razonamientos de
la mujer.

La intuicién no e; un razonamiento en el que las ideas-


se vayan légicarnente desgranando las unas de las otras, sino
una inspiracién, un chorro intermitente, en que las ideas
brotan a saltos sucesivos sin otro lazo entre si mas que la
sucesion; por lo cual resltale a un instintivo mucho més
dificil que a un deductivo imponer leyes y coordinar a sus
ideas. La incoherencia a. su_ vez engendra confusion. Las
obras literarias de la mujer, sus discursos, sus cartas, suelen
ser confusas por la falta de hilacién; y lo son también por-
que, recibiendo todas sus ideas de la intuicién, no tienen me-
dio de distinguir su respectiva importancia, y porque para
hablar con claridad, es menester formular un razonamiento
consciente, expresar ideas intermedias y atinar con el enface
que las ha conducido a aquel punto; ideas y enlace que en
el intuitivo son inconscientes y, por lo fanto, resultan ig-
norados para la mayoria de las muj-eres. Pero nosotras resul-
tamos confusas sobre todo porque petmitiéndonos la intui-
cic'_>n comprender las cosas al vuelo y acostumbrandonos a
que al vuelo nos comprendan, no sentimos pleno estimulo
que nos rnueva a hacer 21 esfuerzo necesario para ser claras.
Explicase claro el hombre porque no comprende a los de-
rnas come no le hablen claro. Obsérvese, por el contrario,.
que la confusion suele ser clara para nosotras, mientras que
nos resulta obscura Ia expresién técnica precisa, abstracta de
los hombres. Los estatutos de una sociedad, los reglamentos
V léyes, y hasta las expl-icaciones de las cajas de juegos in-—
fahtlles que por Ifuerza han de ser claras, nos resultan a veces
a nosotras confusas, '

Para concluirz
EL ALMA DE ‘LA MUJER 133

La enorme preponderancia que en la Vida intelectual,


préctica y teérica de la mujer tiene la intuicién que es rapi-
da, variable e inconsciente, apoyéndose siempre en la reali-
dad, hace de la femenina una inteligencia sui generis que tie-
ne algo cie esponténeo, impulsi.vo, vario, saltarin, imprevisto
e imprevisible mas allé del razonamiento y ,de las reglas,
que de entrambos huye, todo lo contrario de la intel-ige-ncia
del hombre, reflexién, logica y deduccién toda ella, que se
basa en las reglas y sin ellas no da un paso.

La intuicién de lo vivo,_ de lo concreto, la superior ca-


pacidad de observacién y de anélisis, hacen que la mujer so-
ibresalga mas alli donde se trata de improvisar, de obrar rai-
‘pidamente y como a saltos, de aprender sin reglas, de oidas
y tumultuariamente, como sucede en la Vida préctica, donde.
sin duda alguna, se acredita de superior al hombre, mas no
asi cuando tiene que habérselas con los libros, las teorias y
los frios célculos de la razén.

L-a deduccion, el razonamiento, superiores en el ‘hombre.


hacen que -éste sobresalga en punto a vteorizar, desentraar a
fondo un argumento, perseverar ‘en una direccién determina-
da 0 llevar una ciencia 0 un arte a la curnbre de la perfec-
cion. Pero en cambio, su escaso espiritu de observacié-n, lo
induce con harta facilidad a incurrir en -lo abstruso, volvién-
dole ciego para Ias mas claras realidades. La necesidad que
‘tiene de tiempo y reflexién lo hace incapaz de obrar, de mo-
verse 1/ orientarse, cuando ha de improvisar y atinar rapi-
«damente con una nueva solucién, cambiar de oficio, estudio
y funci_c')n como continuamen-te 1e esté sucediendo 2; la mu-
fjer.

La pasién especial que mueve a la mujer a orientar su


inteligencia a esferas distintas de las masculinas y las cua1i-
dades especiales que le confieren superioridad en esas esfe-
ras. dan por resultado que hasta en el domi-nio intelectual
‘hombres “y rnujeres se completen, sin poder andsa,-r sueltos.
‘Huyendo de las -abstracciones, propende la mujer a neutrali-
zar los excesos teéricos del pensamiento viril. dirigiendo sus
‘fines praoticos y concretos. Aceptando con alegria los come-
‘tidos de la vida préctica, que serian .-har-to sgravosos para el
7134 GINA LOMBBOSQ

hombre permitele la mujer consagrarse mas libremente a los


estu_dios abstractos.

Ocupandose en las cosas generales y abstractas. proper1—


de el hombre a neutralizar el limitado concretrsmo fememl,

vdilatando sus horizontes. Remoniténdose a las sintesis mas

necesarias, a las reglas y las teorias, capacitase para asumir en-


la vida la parte directiva que resultaria la mas gravosa para
la mujer.

ACTIVIDADES MAS ADECUADAS A LA MUJER Y SU


INVENTIVIDAD

Las caracteristicas de la inte-ligencia femenina y sus di-


ferencias con respecto a la masculina, marcan muy distintos
cometidos al hombre y a la mujer, suministrando una base
para distinguir las artes que resultan mas propias del hom-
bre o la mujer.

Todas las artes laboriosas——que requieren actividad, in-


genio, intuicién, pasién, rapidez y variabilidad de decisiones
—acornédanse mejor a la indole de la mujer que a la del
hombre y proporcionan a aquélla mayor placer que a1 hom-
bre; mientras que las otras artes contemplativas que exigen
reflexién unilateral, energia, esmero y trabajo intenso y, so-
bre todo, aquellas que parecen especialmente alejadas de una
finalidad viva y se explayan en una esfera teérica, compa-
décense mejor con la naturaleza del homebre.

La aversién que siente la mujer por las abstracciones,


deberia apartarla en condiciones ordinarias de aquellos estu-
clios en que falta_ el contacto con la Vida préctica y emotiva
o en que es preciso abstraerse del reducido mundo que nos
crrcunda, cual sucede entre otras, en la politica. La satisfac-
crén de comp1acer—que impele naturalmente a la mujer a la
mventlvidad préctica, a la beneficencia, a la propaganda——.
deberia encauzarla hacia -esas artes o profesiones intelectuales
en que resulta til el contacto directo con el mundo viviente
q}1e la circunda y con sus emociones: la beneficencia, medi-
czna, agrzcultura, enseanza, literatura y otras anélogas. LI:
EL ALMA_DE LA MUJER. 135

medicina, porque gracias a ella puede la mujer proporcionar


alegrias, aliviar dolores y acrecentar la vida que larodea. La
agricaltura, porque requiere amoroso cuidadoy esa preocu-
pacién constante, esa intuicién, esa pasién por la actividad
que la mujer siente por instinto y, ademés, porque se aseme-
ja a la puericultura que -es su principal misién en la tierra.
La enseanza, porque no sélo puede utilizar en ella todos
sus instintos intelectuales y morales, sino también desfogar
su ansia de mando——de ser la primera—, que es en ella tan
poderosa. La Iiteratura, en fin, por ser la nica arte abstracta
que se puede transformar en concreta ya que permite hacer
autopsicologia y crear Vida y vida inmortal, con-tinuar vi-
viendo con los personajes de la fantasia como con las per-
sonas vecinas, desahogar en ellos los propios sentimientos y
revelar por su _medio la fuente de los propios goces y pesa-
res. Que la mujer, hasta cuando no escriba nov-elas, las suea
y las vive.

Pero sobre todo, el espiritu de observacién de la mu-


jer, su pasionalidad, hécenla soberana en esa esfera que boy
parece desdear mas, pero que es en realidad la suya por «ex-
celencia: la esfera de la maternidad y el gobierno de la casa.

***

La pasién que siente la mujer por los seres vivos, o por

las cosas que ella vivifica, e1 intenso placer que experimenta-

cuidandolos, multiplicandolos y mejorando sus condiciones,


unidos a su actividad, a su ya indicado espiri-tu de obser-
vacién, reciben en el carnpo intelectual la aplicacién mas cum-
plida de su inventividad, en su ingenio practico que es, sin
duda alguna muy superior al del hombre. ’
‘E1-vulgo engaase :f'aciIm1ente sobre el particular, por
ser contadisimos los nombres de mujeres que van uni-
dos a ‘inventos registrados. Pero eso no depende del menor
nmero de sus descubrimientos 0 de su menor importancia,
sino mas bien del poc'o valor que ella concede a sus inven-
tos";'de1 restringido espacio que abarca su esfera dde accién.
de {la dificultad con que tropieza una pobre mujer para re-
135 _' GINA LOMBROBO
A

VV.-u\

gistrar y dar a conoc-er algim descubrimiento suyo; y sobre


todo, de su poca ambicién, que hace que se considere mas or-
guliosa y b_ier_1 pagada con la admiracién de quienes consti-
tuyen el reducido circuio de su altruismo que con los home-
najes del mundo entero.

En los paquetes que se enviaban al frente, en los innu-


rnerables laboratories de guerra que se establecieron, os en-
contrébais con tal cantidad de innovaciones como para enri~
quecer a mas de un inven-tor norteamericano. Tratébase unas
veces dc nuevos modelos de calcetines, cuellos. guantes y ca-
misas, que rcsultaban especialmente 1'1ti1es para deterrninados
individuos en las condiciones especiales en que se encontra-
-ban 0 podian protegerle mejor esta o la otra parte del c-uer-
po; otras, de una ciase nueva de correaje que ceia més y
apretaba menos; otras, en fin, de bebidas refrigerantes y -t6-
nicas, confeccionadas con las mas diversas yerbas. Y también
acreditabase el ingenio femenino en la fabricacién de jugue—
tes hechos, con los desperdicios y sobras de toda suerte: me-
dias rotas, guantes desteidos, pémpanos, plumas dc gallina,
céscaras de huevos, a-rnén de colchas pergefiadas con papeles.
retales, paja y flores. Todas estas invenciones las veiais lo
mismo en los humildes paquetes que procedian de modestas
cabaas, -perdidas en alpestres villorrios, que en aquellos otros
salidos de los cspléndidos talleres a cuya cabeza se encontra-
ban grandes seoronas educadas en las mejores escuelas del
pais.

Pero ninguno de estos inventos habia pasado por el


negociado de patentes, ni debia su nacimiento mas que al
deseo de ayudarles a1 hijo. a1 marido, a1 padre, a la familia
0 sociedad a que se les destinaba. . . Pero aun prescindiendo
dc esto. gqué hace la mujer en su casa, sino inventar conti-
nuamente? Cualquier ligero cambio de domicilio. de tiem-
go, de estacién, de régimen alimenticio, dan rn-,otivo a la mu-
Jet hacendosa para una serie dc observaciones e inventos.

_ La economia doméstica consta de una serie de continues


mventos con ‘los cuales se trata dc alcanzar un fin determiv
nado——e1 bienestar de los deudos y allega-dos—-con elemen-
tgs qufe estzin sin cesar variando: alimentos, tie-mpo, mate-
rlas pnmas, recursos pecuniarios y hasta gustos de los fami-
EL ALMA DE LA MUJE 137'

liares. 1Cua-ntas invenciones no habré discurrido en estos me-


ses ‘la "mujer para seguir dandoles a los suyos éomidas igua1—
mente substanciosas y bien cocinadas, con la mitad del con-
dimento y la materia prima que antes de la guerra emplea-
bal 1Y cuéntos nuevos procedimientos no habra ideado para
elaborar y restaurar muebles o ropas sin tener que recurrir a
los obreros ausentes! 1Cua'.ntos panes de papel, de papel -se-
cante y de residuos de carbon no habra inventado para abo-
rrar Irea y carbon y cuantos sucedaneos no habré urdido tam-
‘bién para economizar la sosa y el jabén!

Otis Mason ha demostrado que la mujer es la inven-


tora vde casi todas las artes mas preciadas de que nos servi-
mos; que en el mundo primitivo asumen las mujeres las fun-
ciones industriales, siendo carn-iceras, cocineras, cur-tidoras de
pieles, y quienes elaboran las tiendas de campaa y cortan
y cosen los trajes y el calzado. Y la mujer——dice el autor
citado——fué quien descubrié en los carnpos las yerbas comes-
tibies y las cultivo por vez primera, en sus huertos. Y quien
cuidé a las crias de los animales muertos por su esposo V
acosuimbro al perro a guardar la casa y al gato a defenderla
de los ratones. ‘Y quien descubrio que la vaca )7 la oveja po-
dian dar a sus hijos una leche tan nutritiva cual la suya. Y

quien trenzé la esterilla sobre la cual se tendian las criatu-

ras: y tejié por vez primera la fibra del lino, del caamo y
"la lana. para resguardarse del 501 y la internperie; y hallo
modo de hacer castillos de mimbres para guardar en ellos los
preciados frutos; y cocié por primera vez la tierra al sol para
hacer tejas. Y quien descubrié cuales harinas eran las mas
apropiadas para los nios de pecho y el mejor modo Ade co-
cerlas, e invento las cataplasmas y los ungiientos y engontré
las yerbas medicinales que fueron el fundamento de la medi-
ci-na. Y quien Thallé modo d'e domesticar 'al gusano de seda y
de retorcer e1 tenue hilo con que aquéllos tejian su capullo: y
quien descubrié las yerbas textiles e imaginé el hilado del al-
godén y la 1a=n.a ovejera; y encontré las plantas. los animales
y los p-rocesos de donde .se podian extraer ‘los colores pa-‘ra te-

ir. ‘Y quien, mu-y verosimilmente, inventé también todos "los

diversos modos de cocer y conservar las carnes y de curarlas


133 GINA LOMBROSO

y salarlas, y de hacer mermelada con frutas y hortalizas; y


quien inventé, finalmente, todas las artes y esas preciadas
aplicaciones caseras. que se han conservado hasta hoy.

En la esfera de los inventos no pueden los hombres, pe-


se al nmero preponderante de sus patentes, competir con
las mujeres. En las épocas y en los paises industriales y mer-
cantiles, ocupé siempre la mujer un lugar eminente, siendo
aquellas épocas y paises dichosos para ella. Y si actualmen-
te no ocupa ya la mujer el primer puesto, débese a que los
inventos han emigrado de "la humilde esfera doméstica en
que se trataba antes de elaborar la materia concreta, con el
fin directo de agradar y prolongar la vida de algn ser ama-
do, para entrar en la esfera de la teoria donde la mujer no
recibe ya los mismos estimulos que antiguamente recibia.

No quiero decir con esto que los hombres no puedan


hacer nada en la Vida practica ni las mujeres en la vida te6-
rica. Las circunstancias, la necesidad o alguna particular in-
clinacién suelen poner a-I hombre en contacto y a la grea
con la vida practica y a la mujer con la vida teérica, pu-
diendo suceder que ambos salgan muy bien del paso. Pero
de todas suertes, eso de inventar cosas practicas, de hallar
modo de mejorarles la vida a los seres pasibles de alegria y
de dolor, proporciona un placer, una intima satisfaccién mu-
cho mayores a la mujer que a1 hombre. No. halla éste mu-
cho placer que digamos en los inventos practicos que logra.
y no se aplicaria a la tarea de inventar, si no fuese con la
mira de alcanzar honra y provecho; mientras que lo encuen-
tra y muy grande en el razonar, a lo que -espontaneamente»
se entrega. Por e1 contrario, la mujer, cuando consigue rea-
hzar un invento practico, experimenta una verdadera alegria,
unahsatisfaccién que no guarda relacién con la economia ob-
temda ni con la gloria que pueda valerle, sino con el des-
fogue de una pasién,

' Todo esto es, después de todo, providencial. La mu-


J8!‘ ha nacido esencialmente madre; y la légica, las ideas
abstractas y las deducciones no podrian servirle ‘para criara
311$ h1Jf3S- L3‘ mule! aspira esencialmente a amar y ser amadai
y admxrada del reducido circulo depersonas que la rodean,
IIL ALMA DE LA MUJER 139

y no habian de servirla para esos fines la sintesis, la deduc-


cién ni -e1 espiritu critico.

E1 hombre no le pide a la mujer sino que le endulce


los sinsabores de la vida préctica, que le alegre la existencia
y sepa administrar bien su patrimonio y educar a sus hijos,
evitandoles e1 mayor nmcro de molestias posible. Y a to»
dos estos deseos provee admirablemente la inteligencia feme-
nina con la intuicién, la actividad, el espiritu de observacién
y el ingenio de que se halla dotada, rnucho mejor que las
prerrogativas del talento masculino que, fatalmente, de no
usufructuérselas, se desviarian de su fin con grave dao para
el individuo y para la sociedad.

GULTURA

Dije que la mujer es intuitiva y el hombre deductivo:


que éste para saber ha de estudiar, es decir, aprender y
reflexionar, mientras aquélla puede saber sin habcr apren~
dido. El hombre que no ha estudiado ni recibido ensefianza
de nadie, no sabe nada, o mejor dicho, sabe infinitamente
menos que un hombre que haya leido mucbos libros y fre-
cuentado con cierto éxito las aulas. Y es que el hombre,
cuando estudia, a conciencia, adquiere por este rnedio una
suma de conocimientos, un habito de reflexién y una faci-
lidad para orientarse que antes no tenia, pudiendo decirse
con toda verdad que cultiva su cerebro.

De aqui e1 prestigio de que con razén, goza entre los


hombres la cultura, que seala una diferencia positiva entre
un hombre y otro, entre una y otra clase social, entre una
y otra nacién.

No ocurre asi con la mujer. E1 agudisimo espiritu de


observacién de que se halla dotada, su pasionalidad, su in-
tuicién, hacen que sin libros ni escuelas, con sélo que en
torno suyo existan un. mundo diverso que pueda interesarla.
y cosas vivas y concretas sobre las cuales pueda ejercer in-

flujo, aguce la mujer su inteligencia, acreciente sin cesar sus-

conocimientos, dilate sus ideas, déndoles mayor profundi—


dad, y cultive, en una palabra. su cerebro. Por el contrario.

la aversion que por la reflexién siente, la dificultad con que-


140 ‘ GINA LOMIBROSOV
V““¥A~

tropieza para prestar atencion, hacen que saque poco pro-


'vecho de avprender teorica, ordenadamente, de absorber la ex-
periencia ajena condens-ada en reglas. La aversion que siente
por las cosas abstractas impidele casi por completo aprove~
charse de los ajenos estudios, y descubrimientos, para pasar
a otros, integrar las dotes de la propia inteligencia con la
ciencia ajena, segn el hombre hace, dificulténdole grande-
mente el aguzar la inteligencia y cultivarla por medios ana-
logos a los que el hombre emplea.

Para aprender Leoricamente, para tomar de los libros


principios de los que deducir consecuencias y coordinar los
varios resultados de los propios estudios, se necesita reflexién.
cualidad bastante floja en la mujer; siendo preciso, ante to-
do. esa pasién por las sintesis y teorias de que la mujer ca-
rece casi por completo, a no ser que la estimule el medio. De
donde se sigue que las mujeres dotadas de inteligencia ver-
daderamente femenina—obsérvese que hay muchas mujeres

dotadas de inteligencia varonil y viceversa——aunque hagan los ‘

mismos estudios que el hombre, alcanzan una cultura muy


~distinta.

Y no se diga que esa diferencia depende del atavismo


-——Dios sa'be cuénto se ha abusado de la palabreja——o de la di-
ferente educacion que hasta ahora recibié —la mujer. La edu-

rcacion, la instruccion tradicional son diferentes porque los

antiguos—que tenian mas sen-tido comn que nosotros y nos

aventajaban en punto a ver la realidad-—, vieron al primer

golpe de vista que la mujer era diferente del hombre y ne-


cesitaba, por lo tanto, de instruccion y educacion diferen-
tes; porque las mujeres antiguas no se avergonzaban de con—
«fesar que sentian mas aficion al bordado, la cocina, el cim-
halo o el pincel, que no a la historia, la politica, el latin 0
el griego y de reconocer que tenian en la vida una mision
-di-stinta de la del hombre, que reclamab-a, por lo tanto, un
programa distinto y de proclamar que para -pensar,‘r_1ec‘esita—
ban de Voces vivas que las entrasen por el corazén y no por

—el cerebro,
EL ALMA DE LA MUJ]-JR 141

Hoy rigen opuestas teorias, pero el alma. de la mujer


sigue inmrutable. Prescindiendo de un intil baturrillo de ci-
fras, nombres y palabras que sirve nicamente para deslurn-
brar a los necios con citas eruditas, no Va gran diferencia en
cuanto a bagaje intelectual, a comprension de los problemas
de arte, historia y li'teratura——que ya se salen del estricto
campo a que se han consagrado——de la mujer del pueblo a la
gran dama, de la timida colegiala educada en el convento
a la estudianta que frecuenté la Universidad, cuando ambas
viven en el mismo ambiente y tratan a unas mismas personas
mientras que existe una diferencia intelectual harto acusa~
da, entre las mujeres de dos medios distintos, que traten per-
sonas diferentes y tengan ocasién de hacer observaciones dis-
tintas y de recoger experiencias diversas.

La paleta que por un capricho de la suerte vese encum-


brada alguna vez a la mas alta esfera social; la cortesana, la
actriz, la cantante, que con frecuencia proceden del pueblo,
no hacen en lo intelectual m'al papel, al lado de esas o-tras
mujeres que estudiaron bajo la direccién de los mas ilustres
profesores de su tiempo, como no hace mal papel. compara-
da con Ios mas grandes politicos de su tiempo, Santa Cata-
lina, que no sabia leer ni escribir.

A los veinte aos, la muchacha del pueblo, la sastra,


la modista, que han aprendido a fondo su oficio, y tenido
que tratar con mucha gente y encontréndose en muchas oca—
siones de ver, oir y callar, poseen un mayor nmero de ideas.
experiencias y observaciones personales, de reglas generales e
intuiciones, es decir, tienen la inteligencia mucho mésc-des-
arrollada que no esas sefioritas que estudiaron a la ligera la-
tin y griego en su casita, a buen recaudo de toda emocién
e inquietud.

La madre de familia numerosa, ocupada y preocupada


con sus hijos y con la casa, por mas que no_tenga tanto
tiempo para estudiar, acredita mas listeza y amplitud de ideas
e ingenio que no la solterona de su misma edad, que no hizo
‘en toda su vida sino revolver libracos en la Universidad 0
en las Bibliotecas.
y3MmmWWwM

Y es que sabe mas quien sabe a la perfeccién alguna co-


sa, aunque sea el oficio de sastra 0 de bordadora 0 el arte de
gobernar una casa; y a la perfeccién solo puede saberse lo
que interesa y apasiona. Ahora bien; el estudio teérico no
apasiona a la mujer lo mas minimo, mientras que si la apa-
sionan Ia costura y las faenas de la casa. Coged a las borda-
doras, las modistas y las mujeres hacendosas; sacadle la con-
versacién de sus tarveas y veréis como os ponen d~e manifiesto
un gran entusiasmo por sus trabajos respectivos, una preo-
cupacién constante pot perfeccionarlos, por inventar alguna
cosa, una pasién, en suma, que no encontraréis casi nunca
en las estudiantas. La mayoria de las seoritas que obtienen
un titulo universitario, abandonan los -estudios el dia mis-
mo que abandonan las aulas, no estudiando mientras esta-n
en ellas, sino las materias del programa y limitandose cuando
se gradan de maestras a mantenerse al tanto de lo que tienen
que -ensear. * .

Todo cuanto la mujer aprende en la escuela 0 en los li-


bros es pura teoria que deja una débil huella en su cerebro.
Y es que leyendo o estudiando, no ejercita la mujer mas que
{la memoria o su cerebro neutro, no tendiendo ni por asomo las
cuerdas de su arco. Y cuando sufre, cuando se le alborota el
corazon, cuando tiene otros seres a su cargo, y ha de obrar
en la Vida y se dedica a un trabajo que la obsesiona, es cuan-
do aguza el ingenio y se afana por observar,_intuir y apren-
der y empieza a poner a contribucién las especiales cualidades
de su cerebro femenino, admirables para la misién a que la
mujer esta destinada, y para devanar la complicada madeja
de la vida préctic-a mucho mas que las cualidades masculinas.
cualidades que la educacién de la escuela no logra infundir-
1e, empaan-do 3 veces, en cambio, la luz de sus dotes natu-
tales.

Habiendo frecuen-tado por largo espacio dc tiernpo las


-escue1as_mascu1inas, he tenido muchas ocasiones de observar
91 extfaflo fenomeno de que mientras que el estudio profun-
do fig las cxencxas abstractas, 'filosofia, matematicas, econo-mia
P011t1Ca_. etc.—aguzan la inteligencia varonil, embotan por el
c°ntF3“° 13 dc 13 mujer. La muj-er que estudia estas ciencias
7 mxentras las estudia tiene la mente mas turbia y anicblada
EL. ALMA.DE LA MUJ]-JR 143

que la que no las estudia, y eso porque pierde la fe en su fa-


cultad observadora, que constituye su fuerte, y en cambio,
cifrala demasiado en la facultad deductiva, en su ciencia, que
es su flaco. Tiene la mente mas llena de brumas porque esas
ciencias abstractas Ia desvian por completo de la orientacién
préctica e intuitiva en la vi-da y no las substituye con nada.
y porque, careciendo de sentido critico, cree la mujer cual si
fuera 21 Evangelio, todo cuanto le ensearon y no pasa a ad—
mitir la existencia de cuanto no sea aquello.

La mujer que estudia empieza a ser de nuevo inte1i~gen-


te luego que olvida su ciencia y su aplicacién; cuando se con-
sagra a la préctica, es decir, cuando completa la ciencia apren-
dida con el espiritu de observacién, de ingenio y maa que
posee; cuando e1 alma fem-enina toma otra vez la delantera.
Todo lo contrario sucede con los hombres: jévenes inte1igen—
tisimos en Ias aulas, mientras solo se trata de poner en juego
las faculatdes intelectivas, pierden muchisirnos quilates de va-
ler cuando llega el caso de poner por obra las cosas aprendi-
das. Obsérvese que Ias mujeres que han dejado un nombre
en la historia: Jorge Sand, Elliot, Beecher, Stowen, Matilde
Serao, Ada Negri, fueron mujeres sin estudio, que per~gea-
ron sus novelas y sus poesias, esponténeamente, tal y—como su
fantasia las engendraba; mientras que de tantas mujeres co-
mo hace aos siguen Ios estudios masculinos, contadas son las
que se han distinguido en ellos.

Para cultivar su mente, necesita la mujer medios dife-


rentes que el hombre. Necesita hallarse colocado en condi-
cionves de observar mucho y bien, tener ocasién de conmover
V, sobre todo, ha de ejercitarse en cosas que la interesen y
apasionen y acostumbrarse a agudizar sus observaciones di-
’rectas, con las cuales puede aportar verdaderamente un pre-
«riado tributo personal a la ciencia.

It
**

No soy, a pesar de todo. opuesta a que Ias nias fre-


“cuenten las escuelas de nios, segn es moda hoy. Los pro-
gramas de las escuelas varoniles no se acomodan mucho a {a
indole f-emenina, pero tampoco los de las escuelas de nias:
adaptanse mejor, Y ademas, por el hecho de ser mixtas esas
escuelas, ya ofrecen znuchas mas ventajas practicas que no
pueden hallar fuera de alli ni la nia ni el nio. La chica.
que frecuenta las escuelas ode chicos, pierde mucho de ese sen-
timentalismo que podia resultarle nocivo en la vida, conven-
ciéndoss: iar:«:s;-zsiblemente de que no existe ese joven ideal con
que sue:-{la su hermanita, educada en las escuelas femeninas.

De otra parte, el miuchacho obligado, a reconocer la mayor‘

sensibilidad de su cor.-lpaflera, empieza por reirse de ella, aca-


bando por respetarla y exigir a los demas que la respeten,
con lo que insensiblemente vase humanizando.

Ademas de esto, la intimidad que se' establece entre los


bancos de la escuela, hace que nias y nifios se conozcan mas
a fondo. en otros aspec-tos que el del amor. Los estudios co-
munes obligan a la mujer a habituarse al érido y viril len-
guaje de la ciencia, que va diferenciandose mas cada vez del
normal, capacitandola para -ser la compaera intelectual del
hombre que el dia de maana elija.

Estos estudios tienen an otra utilidad practica nada des-


preciable, pues pueden ofrecrer a la mujer un medio de ganar-
se la Vida, induciéndola a seguir alguna carrera de su gusto:
enseanza, medicina, agricultura; y puede, ademés, realzar no»
poco su prestigio. Los hombres, que son tan légicos en el ra-
zonar, lo son poquisimos en la practica, y no estiman lo.que—
aman, lo que es para ellos cémodo y provechoso; ha-
cxendo, ‘en cambio, mucho aprecio de lo que les impo-
ne sugecrén, y a veces hasta de lo que detestan. (De aqui la
gran. importancia de la etiqureta, que han concluido por adop-
tar todas las aristocracias, y que observa rigurosamente la’
Iglesia). Por lo que revisten mayor prestigio a los ojos de~
aquéllos, esas mujeres papagayos que los miran desde lo al-
to de sus eruditas ciltas, que no esas otras mas modestas, a
las que ellos miran desde lo alto de su til ciencia, sin perta-
tarse (lo los preciados servicios que cada dia l-es prestan, con.
sus Ju1c1osas observaciones, fruto del alfecto.

_AP§ft€ d9 _€sto, si e1 estudio no aguza la inteligencia fe-


m"“l,',d‘l3t3' 5"‘ embargo, el campo de sus observaciones.
Pffmltléndole sacar mas provecho de la experiencia de la vi-«
BL ALMA DE ILA MUJEB. 145

/\ —'\ _. ,__,»V‘_,

da y expresar mejor sus ideas, viniendo a ser algo a_si como


el estudio de una lengua extraa que no aumenta los concep-
tos, pero si acrece los medios de mantener comunicacién con
el mundo externo.

Ademés, si estos estudios no aguzan su cerebro, presentan


la Ventaja de no fatigarla en demasia ni causarla excesivo te-
dio-.

La memoria y la intuicion permiten por si solas a las


mujeres seguir los mismos programas escolares que los hom-
bres y alcanzar el mismo grado de cultura exterior que el
hombre, es decir, poderse licenciar en alguna carrera y hasta
hacerlo con mayor brillantez y fijar en su mente toda la den-
cxa y la experiencia que los hombres aprenden en los libros
con el razonamiento, la deduccién, la légica, la reflexién y
la atencién.

' ' Si Ia muchacha es de mediano ingenio, esto es, -de in-


tuxcrén no més que mediana y ha de llegar a licenciarse con
ayuda de la memoria, e1 aprender 1e costaré mucho trabajo:
pero atendida su pasién por la actividad y su amor propio.
mucho mayores que en el hombre, puede resultarle agradable
incluso es-a empolfudura.

Pero el alcanzar, por'el contrario, el mismo grado de


sapiencia que el hombre por medio de la intuicién, es la cosa;
més distraida y menos fatigosa que existe. La ciencia en este
caso se adquiere por si sola, como por ensalmo. sin saber
cuéndo ni de qué rnanera. Se oyen lecciones, se hacen ejercia
cios mecénicamene, se st?-ante, se trabajea y no se entiende jot_a.
Dre pronto se tiene como una revelacién y por intuicién nos
penetra una gran marejada de nociones. Se comprende enton-
ces una suma dc hechos y de reglas que yakantes se nos ex-
plicaron o més tarde se nos explicarén. Sigue luego a este es-
tado de eruption otro de reposo; y vuelta de nuevo 2: la re-
velacion y asi ‘sucesivamente. Y suelen ser esas lecciones que"
menos Ies interesan a_ los muchachos, lecciones de ejemplos, las
que precisamente brindan a las chicas estas revelaciones. En
el fondo ese es, después de todo, el mecanismo con que de
viva voz se aprenden las lenguas exéticas. Isabel Browning,
que aprendié griego, solo de oir las lecciones que le daban a_l
346 GINA LOMBROS0

hermano. hasta 21 punto de traducir de corrido, confiesa que


no sabfa Como se [as arreglaba. Tal modo de aprender tiene
muchas ventajas incluso sobr-2 aquel otro mracénico, tanto més
cuanto que no lo excluye. y también sobre el proced1miento
masculino, ante todo la de no cansar. Solo que la ciencia
aprendida de. esta suerte no resulta estable ni comunica nun~
ca esa seguridad que 3.1 hombre 1'2 infunde e1 haber apren-
dido logicamente las cosas.

Poseyendo un fierto grado de intuicién V 11113 mernoria


normal, puede una rnuchacha seguir los estudios varoniles con
mucha menor fatiga que un chico; mas no puede obtener de
ellos los mismos resultados. La ciencia es, en cstas- condicio-
nes, una verdadera distraccién. una novela cuyo descnlace es:
tarnos a cada paso b1_1~scando y encontrando, no un medio
para elevarse més arriba.

En ninguno de esos dos casos aguza el estudio la inte-


ligencia vfemenil, ni le infundre, como algunas veces al hom-
bre, el amor al estudio: es decir, que en ninguno de arnbos
casos bate e1 estudio quegla muchalcha se acostumbre a pen-
sar, ref!exionar, deducir, abstraer, enlazar y coordinar sus
ideas. E1 esrudio no modifica la forma de su mente que se
estimulz. a1 trabaio, no mediante abstracciones, sino por la
fuerza de la cmocién.

" _Y ésta cs 13 razén de que la mujer necesite entrar en el


mundo sabstracto de la ciencia, la politica y las letras por la
puerta de lo concreto y de que en otros siglos, cuando no la
acuciaba ese extrao deseo de ser, fndase para su sexo otras
imiversidades distintas de las masculinas y cuya importancia
social no fué ciertamente rnenor, no obstante no exigirse for~
ynalidad alguna para ingresar en ellas ni expedirse tampoco
nmgn titulo a quienes cursaban sus estudios: los salones.
Alli-en su propia casa 0 en otras casas anélogas, -en el trato
g:on_ personas a las que conocia personairnente, pudiendo dis-
jtutu con ellas de historia, de filosofia y de politica, sin ci-
tar nombres ni fechas. era donde la mujer de los pasados si-
g}os aprendi-a y hasta sin advertirlo enseaba las ciencias_ asirni-
’lant_iose cuanto de conc-reto podian ofrecerle los hombres es-
t“d_1°5°5 Y Poniendo, en cambio, a su servicio su intuicién
sun] y su répida adivinadén. Los salones litetatios, dondc
todos podian conocer e interesarse personalmente pot 2'1 que
hablaba: donde 1-a mujet podia juzgar de la inteligencxa del
interlocutor sin rnés ayuda que la de su Ifino husmo, pres-
cindiendo de los consejos de la ctitica, y todos podia_n aya-
darse material y moralmente ,1os unos a los otros, sm mas
aspiracién que el placer de ayudar al préjimo y recibir en re-
torno su ayuda, yr los literatos noveles podian hallzrse en
igualdad de condiciones. en contacto con los de las genera-
ciones pasadas; esos salones donde el ingenio femenil podia
fetmentar y completar el rnasculino, y viceversa, ejercieron
er: 91 progreso de la cultura general un influjo harto mayor
que muchas academias con ese fin fundadas, porque 'a11i en-
-contraba verdaderamente el genio. en la sutil intuicién de la
mujcr, quien supiera distinguirlo antes que se manifestase cu
pblico yr en la femcnina gcnerosidad quien lo apoyase antes
que tuviese en sus manor: la gloria 0 el poder, :1 veces cuando
F03 demés lo desdeaban y ponian en entredicho, lo que es
muy rato suceda nunca en los varoniles at-eneos. Obsérvese
que en siglo alguno rayaron tan alto hombres y mujeres.
en punto a cultura, como en el 700, época que marca el apo-
geo de los salones, con todo y .no recibir entonces la mujer
sino una instruccién totalmente rudiméntaria y ser harto es-

59.335 2 inadecuadas las enseanzas pblicas ofrecidas a los va-


rones. '-
SEGUNDA PARTE

APOYOS Y FRENOS MORALES DE LA MUJER

FUNCION DE LA RAZON

Dije antes qué cualidad caracteristica, dependiente de la


pasién y la intuicién de la mujer es su falta de légica, su ten»
dencia a regular sus actos, no de acuerdo con la razén y la
reflexién, sino con el impulso, con la intuicién, en una pa-
labra, a obrar siguiendo los dictados del instinto. Nosotras,
las mujeres, tenemos todas una dificultad enorme para com-
prender que en la vida a una premisa determinada, han dc
seguir irremisiblemente determinadas consecuencias, y una re—
pugnancia in-stintiva a acomodar nues/tros actos a una teoria.
preestablecida; lo cual se nos antojaalgo artificioso, algo asi
como una falsificacién de nosotras mismas; y aun diré mas:
casi todas nosotras sentimos aversion instintiva a aceptar lo
que en nuestro propio interés nos aconseja la légica. Realizar
légicamente una accion determinada, porque pudiera sernos
provechoso abstenernos de ella, porque pudiera redundar en
nuestro dao, nos parece indigno de una mujer honrada.

Ahora bien:

Esta falta de légica, que dicho sea de pasada, no dejan


de reprocharnos los hombres, es un ~defecto mental que con-
viene combatir y atenuar o una de esas rnisteriosas deformi~
dades cuya correccién acarrearia otra deformidad aun mayor.
en sentido contrario. Teoricamente deberia ser la légica el ra-
zonamiento sano, el eje en que se apoyasen todas nuestras ac-
15o G-INA LOMBROSO

ciones, y en este caso, nuestra tescasez de légica resultaria un


defecto que importaria combatir.

La irre«f1exic'>n con que procedemos en la "Vida recalca


mucho algunos de nuestros defectos; la intolerancia, los ce-
los, la parcialidad y ese no estar nunca contentas, cosas to-
das que acaso e1 razonamiento pudiera atenuar. El habito de
no razonar nos impide, a veces, plantear el problema de la
Vida en sus verdaderos términos y aceptar nuestra situation
tal y como es, dando lugar en ocasiones a esa irritacién sor-
da e irracional que sngendra las xantipas insufribles para ellas
mismas y para los demés.

Y es que para vivir con razonable tranquilidad precisa


hacerse una idea clara de la propia situacién, darse razén de
ella, y atendidos esos datos inmutables entre los cuales se ha-
llan la familia, el ambiente, las riquezas de que disponemos
y las aspiraciones de que tenemos conciencia—tratar de re-
solver lo menos mal posible el problema de la vida. Eso es lo
que ,por regla generalhace el hombre, que es légico y razo-
nable, logrando una relativa tranquilidad de espiritu. que a
losojos de su egoisrno puede parecer la dicha misma.

En cambio, la mujer que carece de logica y de reflexién,


no distingue o no quiere distinguir lo posible de lo imposi-
ble, las condiciones variables de las inmutables de su Vida.
obstinase en estarse engaando y desengaando continu_a-
mente yr lucha con saudo ahinco asi contra las unas como
contra las otras. 10h, y qué feliz seria yo——sigue pensando—
si mi marido fuese de este modo, si viviese en ese otron me-
dio! Y se empea en querer resolver el problema de la Vida.
intentando alterar estas condiciones inmutables; y como casi
nunca lo consigue, concluye llenéndose dc bilis y sufriendo
ella y haciendo sufrir a los demas. En el fondo no hace sino
rep-etir el razonamiento de muchas cocineras durante Ios aos
de penuria, las cuales se ponen a lamentarse y echar de me-
nos los ingredientes que Ies faltan, en vez de aguzar e! inge-
nio para aderezar una buena comida con aquellos de que dis-
P0€fl- 3610 que no siempre resulta descabellado en la Vida
el razonamiento de la cocinera.

JC11é_ntas veces con su desespera-da falta de légica no lo-


gra la mujer el triun-fo en empresas que la légica de loe hom-
I'.L ALMA DE LA MUJER 151

bres declaraba imposiblei’ Y es que la pasién subvierte con


frecuencia y fécilmente los limites de lo posible, cambiando
por modo increible los valores"de las fu-erzas.

‘ Practicamente, pues, varia la importancia del razona-


miento, segn los objetos a que se aplica y los fines que se
aspira a conseguir. Para hacer progresar las ciencias, en las
que hay que seguir teorias y se puede y se debe deducir de
las premisas, consecuencias fijas e inmutables, resulta indis-
pensable la Iégica. Quien no sabe valerse de la légica en sus
-estudios 0 en su arte, no es apto para los unos ni para el
otro, ni obtendra nunca en -ellos nada sobresaliente. Para ven-
cler rnercancias, organizar una industria, una sociedad o un'
stado y sostener un determinado orden politico-social, es la
égica la nica rguia segura. Y lo es también para alcanzar un
puesto, obtener una distincion, conquistar un grado acade-
mico 0 un premio ambicionado. Pero, gde qué pueden servit-
me a mi la légica y el razonamiento, si lo que quiero es amar

L
l

y ser amada. mirar por los demés y que los demés miren por:

mi? gDe qué me puede servir la légica si solo aspiro a cum-'


plir mi rnision de mujer, es decir, alcanzar un fin cuyo pla-
cer cifrase -por entero en creerlo esponténeo? Para desear ar-
dientemente hijos que criar, niitos pequeos por los que ve-

lar noche dia, 10 ue es el sueo de toda mu'er. suco en’


Y

verdad fltil y conveniente para todos, es menester que la pa-

sién altruistica raye en ella a mayor altura que los propios‘

intereses, que su pasionalidad predomine sobre su légica. Pa-


ra criar hijos que no saben expresarse y velar por la salud y

por el bienestar material y moral de quienes nos rodean. de'

bien poco en verdad sirve la légica. _

Las personas vivas no se acomodan a los marcos de la


logica con tanta facili-dad como los teoremas matemziticos:
en los seres vivos, las necesidades, los deseos, las capacidades
fisicas y mentales cambian a cada instante, y estos cambios
son dificiles de ver y de determinar, traténdose a,veces de
simples matices, que solo la intuicion puede coger al vuelo,
sin siquiera darles estado de conciencia. Este nio que boy
me resuelve a maravilla un problema matematico, no sabre’:
hacer maana una simple division, y este otro que boy di-
giere cualquier alimento, es muy posiblr-3 que no pus-:i.2 ma-
O M 3 Ba 0 S 0
ana digerir la leche ni los hauevos. Este chico, que hoy re-
corre sin cansarse 40 kilémetros, quizés no pueda maana
llegar a los 20. A este nio hay que tratarlo con el latigo:
a este otro, se consigue todo a fuerza dc mimo. Este mu-
chachito de doce aos es ya todo un hornbrecito; aquel otro
de veinte, es todavia un rapa-z. Este juguete, que hoy tiene
un valor estimulante corno veinte, quizas maana ya no ten-
ga ninguno.

El hombre y la mujer que ejercitan una profesion, que


se dedican a la ciencia, han de servirse de la légica si desean
triunfar; pero quienes se dedican a la Vida viva, sea cua1quie—
ra su sexo, pueden prescindir por entero de la légica.

De otra parte, con un mediano ingenio, hombres y mu-


jcres sin distincién, pueden aplicar la légica a los negocios, a
los estudios, a1 arte o a la ciencia, porque asi en los unos
como en los otros. es fécil advertir cuéndo cambian los tér—
minos, y cuéndo, por lo tanto, han de cambiar Ias conse-
cuencias; pero usar la légica en la esfera en que ha de actuar
la mujer, es empresa harto mas dificil. Para criar y educar a
los hijos, para -gobernar una familia, y darle a cada cual el
apoyo material y moral que necesita; para amar y hacerse amar
a fuerza de légica, y para calcular con exactitud, minuto por
minuto, los cambios de conducta que los répidos y continuos
cambios de las circunstancias hacen inevitables, segn sucede
en la realidad viva, seria menester -realizar célculos gigantes--
cos, a lo Pearson, de que solo son capaces las inteligencias
superiores, tanto femreninas como varoniles, mientr-as que, por
el contrario, a todo eso se llega con facilidad maravillosa.
merced ‘a la pasién y la intuicién, que nos permite adivinar
al minuto, sin el menor esfuerzo, los placeres y dolores de
nuestros semejantes.

_ La pasién, la intuicién, son instrumentos mas burdos,


S1 89 quierc, o menos exactos, -que la razén y la Iégica, pero
en la Vida préctica nos resultan tan tiles, o quizés rn-as
quevestas ltimas, -pues poseen la gran ventaja de ser rzipidos.
de impulsarnos a1 acto, wen vez de retardarlo, de responder
por modo perfecto a las necesidades cotidianas y ser de ap1i-
cacién fécil, lo que no puede decirse de la légica. De donde
resulta, que muchas veces una mujer, de mediano talento, sin
L ALM‘A DE [LA MUJBR 153

u~—...—

instruccion, ni pretensiones de_ razonadora, -que se deja guiar


del instinto y la pasion, y no de teorias generales o razona-
mientos, condlicese 3; Conduct: a los suyos mejor que esas otras
mujeres que se dicen instruidas, y tienen la cabeza atiborra-
da de teorias, que se empean en llevar a la préctica, a todo
trance, a1 modo de los hombres.'No hay cosa peor en esta
vida que Ias mujeres teorizantes. gCuéntas veces no hemos
visto amustiarse, ya de hambre. ya de indigestion, a pobres
nenes, victimas de la lactancia tasada, que resulta escasa pa-
ra unos. y para otros excesiva?

En el fondo, si me fuera licito expresarme con una pa-


radoja, diria que la mujer es de una logica perfecta, cuando
obra inconscientemente, a impulsos del amor, mientras que
pierde todo hilo conductor, en cuanto se pone a razonar 0 teo-
rizar.

Y es que la mujer del promedio, cuando ajusta sus ac-


tos al amor y a la intuicjon, labora con datos que todavia
no alcanzaron en ella e1 estado de conciencia, apenas percep-
tibles, pero que son verdaderos, reales y contemporéneos, pu-
diendo sacar de ellos consecuencias adecuadas; mientras que
la mujer que se obstina en teorizar y no hacer cuenta, sino
de aquellos datos de q_ue tiene conciencia ‘plena, apoyase en
hechos que a veces no son ya verdaderos en el momento en
que los examina. conduciéndola fécilmente a conclusiones des-
cabelladas.

Y aparte esto, cuéntas ventajas no tiene para la mujer


su falta de logica. Precisamente por dejarse guiar del instin-
to y no de la razon es por lo que, en general, se muestra tan
alegre, tranquila y llena de ilusiones, mucho més que el hom-
bre. Pues mientras que el razonamiento requiere una tension
cerebral, una preocupacion constante que quita fuerza a la
action V brios :1 Ia alegria; la pasion y la intuition no exi-
gen tension ni esfuerzo alguno. El teorizar con harta suti1e-
za en vcz de obrar sbitamente, el haber de afrontar 1213 con-
tinuas dudas que delante le pone la logica, seria por lo tan-
to para una mujer évi-dea d-e actuat en la vida e impaciente por
conocer los resultados de sus actos, més doloroso que cuar'1-
tos ycrros pudiera acarrearle su improvisacion, su falta de
logica. Esta, ademés, ocltale a la mujer lo trégico de su
154., GINA LOMBROSO

posicién; permitiéndole vivir al 'dia, sin pensar y disfrutar


de Ias humildes aiegrias con que debe darse ponsatisfecha.
aunque sean pasajeras e ilogicas. La falta de_lc'>g1ca libra a
la mujer de esa desconfianza que para una criatura activa as
mas dolorosa Lodavia que una desilusién, porque esta 1'1lt1—
ma siquiera tiene la limitacién del hechoconsumado, en tan-
to que la otra no tiene ninguna. La falta de log-ica que im-
pulsa a la mujer a satisfacer sus instintos antes que sus inte-
reses, la permite también cumplir su cometido rnucho mejor

que un gran desarrollo del razonamiento, que fatalmente la‘

conduciria a perseguir sus intereses a expensas de sus pasio—


nes.

La ilogidad es, finalmente, e1 fundam-ento de la p1as~


mabilidad dc la mujer. Cierto que algunas veces obstinase la
mujer con ilogidad desesperada en querer cambiar los limi-tes
de .10 imposible; pero en muchos otros casos aplica la misma
ilogidad desesperada a encontrar magnificas y gratas las mas
ingratas condiciones, a que haya de someterse por dar gusto
al ihijo, al padre 0 a1 marido, que exigen ya compaia, ya so-
ledad, ora lujo, ora modestia, y le imponen tan pronto Ia‘
plécida vida provinciana como la vertiginosa de una gran

metrépoli. Este continuo cambio, este continuo doblegarse

al ajeno deseo, es doloroso y dificil para quien razona y mas


doloroso y dificil todavia para quien se empefia en ajustar su
Vida a teorias generales; mas resulta tarea llana y suave, que
no implica sacrificio alguno y se realiza como sin sentir, para
-q_uien no razona y se deja arrastrar al rninutogde la intui-
cién y del amor. Que amor y légica andan casi siempre a la
grena.

Y para un ser que fatalmente depende de ios otros en

razén del amor que les tiene, e‘sa plasmabilidad no es poca


cosa.

PELIGROS

t Pciro si la légica, cl razonamiento, no nos son 3' nos.


9 '33» 33 mures. tan necesarios como a los hombres. para.
EL ALMA DE. LA MUJER 155

lograr los fines diversos de nuestra. actividad. gno nos serén


tampoco igualmente necesarios que a ellos cuando se trate de
emplearlos como guia y Afreno moral para la direccién de
nuestra -Vida interna?

Creo que no.

Cuando el individuo no es intuitivo ni apasionado,‘


Cuando no tiene impulsos esponténeos que le muevan a obrar,

como por 10 general acontécele al hombre, cuando e1 indivi-‘

duo persigue nicamente sus propios intereses y nicamente


goza en perseguirlos, cual al hombre le ocurre, e1 razonam.ien-
to que le mu-estra cual es su deber y la logica que lo impelc
a un acto antes que a otro, son la guia y el freno mejor, qui-
za el nico que pueda haber a mano. Cuando no es uno al-

truista y no siente dentro de si ese terrible acicate que lo im—-

pulsa, quieras que no, a ocuparse en el bien 0 el mal ajenos;


resletale no solo til, sino hasta indispensable e1 razonamien—
to que le da a conocer dénde pueden sus actos ser provecho-
sos o nocivos .al préjimo. De otra parte, e1 razonamiento que
debe indicarle a1 hombre cuéles son sus defectos y cémo es
menester que ponga un freno a su egoismo, es un razona-
miento sencillisimo que cualquier hombre puede hacerse. Los
defectos mzis corrientes del hombre: su groseria, su falta de
generosidad, su vcaracter feroz, suindiferencia para el mal ajae-
no, su indolencia, su volubilidad en el amor, su sensualidad,
su pasién inmoderada por el alcohol y cl tabaco, no se.pue-
den confundir con virtudes, pues saltan a los ojos de todos,
incluso a los suyos. No es raro el que verdaderos delincuen—
res reconozcan que sus actos son reprobables, y que asi Io
confiesen también incluso hombres sencillamente malos, que
no han caido en las redes del Cédigo penal. Hasta da pie «as»
to para que_muchos malvados no titubeen en reconocer sus
defectos, y que haya mujeres sentimentales que se enamoren
de ellos,‘ entusiasméndose ante la idea de convertirlos al bien,
cual se convertirian ellas si se hallasen en el mismo caso. Pe-
ro de~ otra parte. precisamente por ser defectos de todos co-
nocidos y que el razonamiento le descubre al mismo que es
su victima, es muy diaficil que este ltimo pueda servir para
aumentar su alcance. No es el razonarniento el que acrecien-
ta Ia falta de generosidad o la sensualidad del hombre; si et
156 GINA I..0MB.B.'0s.O

gazonamiento no es nunca un freno suficiente, tariipoco es


nunca un excitante; y con efecto, un gran promedro fie Ade-
lincuentes sale de los individuos deficientes, que delmquen
porque no saben medir el alcance de sus_ actos. _

Mas la mujer encuéntrase en condxcrones muy diversas.


Sus defectos, como sus buenas cualidades, proceden casi siem-
pre del altruismo, o mejor dicho, del alterocentrismo que in-
forma casi toda su vida moral e intelectual y que con facili-
dad resulta invertido, desviado o excesivo. La intolerancia.
el chismorreo, el feroz rigorismo de la mujer, su vehemencia
en la venganza, su irritabilidad, su sentimentalidad y su to-
zudez, su excesivo amor propio, su litigiosidad y otros de-
fectos propios de la mujer, no proceden de un egoismo exce-
sivo, sino de un alterocentrismo excesivo o desviado de su
verdadero cauce, de una pasionalidad excesiva.

De suerte que el razonamiento que hubiera de hacerle


comprender a_ la mujer que estos son verdaderos defectos, re-
sulta tan complicado que casi sobrepasa los alcances de una
inteligencia corriente. Con la légica ordinaria, toda mujer
podria demostrarse a si misma que la sed de venganza es sed
de justicia; Ia intolerancia, legitimo celo por el bien ajeno;
la curiosidad, el chismorreo, indicio de interés por el pr6ji-
mo, y los celos, amor; es decir, que podria demostrarse a si
misma, merced al razonamiento, que sus devfectos son otras

‘ tantas virtudes.

No 12 he oido jamés a ninguna mujer, ni a la mas con-


sumada delincuente, confesar, como tantas veces se le oye al
hombre, que fuera mala. Ninguna mujer acaba nunca de con-
vencerse de que sus defectos lo son. Y no_sélo no le sirve a
la mujer. el razonamiento para reconocer sus propios“ defectos
y corregirlos, sino que a veces incluso la impulsa a servirse
de ellos en el modo mas cruel. Nada mas sencillo que ernplear
el razonamiento para agravar la venganza o las coacciones
xnspiradas en la tolerancia o la en_vidia, y la facilidad con
que, apelando a la razén podria la‘ mujer satisfacer sus peores
pasiones, debe ser la causa principal que nos hace sentir algo
agz como espanto ante la idea de emplear la razén en la prac-
tzca de la Vida, y al hombre le inspira tanta instintiva des-
confianza hacia las mujeres que razonan. Desparramad a
vuestro alrededor la mirada y decidme si no os han hecho
mas dano esas'mu_1eres frias y calculadoras que razonan, que
no esas otras 1mpu1sxvas, xrreflexxvas y apaslonadas. que. a!
parecer, son las peores.

MEDIOS QUE PITEDEN SUBSTITUIR A LA RAZON

Pero si c-el razonamiento no le sirve de estimulo y de


f_reno a la mujer, gno existirén otros medios que puedan subs-
txtuitlo? Yo opino que si y creo que son los mismos a que
hombres y mujeres han recurrido siempre pot instinto: los
ejemolos, las tradiciones, los ideales. Las mujeres, y quizé,
fam_b1én los hombres, cuando se disponen a la accién, si el
mstmto no los guia por modo seguro, antes que teorizar lo
que hacen es agarrarse a los ejemplos de casos semejantes que
vleron, leyeron u oyeron referir, y con eldpensamiento se ima~

ginan lo que habrian de decir, en caso semejante, la decision


que habrian drz adoptar las personas de su estimation y cuyo
aprecio ambicionan.

Por la pasién que la mujer xiene de amar y ser amada.


por la avidez con que desde los més tiernos aos. propendé a
granjearse e1 a=fecto de quienes la rodean, gsa tendencia es en
ella més fécil y esponténea que en el hombre. Sin hacerse
fuerza alguna, sin ningn razonamiento, por el solo deseo
de que la amen 10 mils posible, trata la mujet de corregir, de
celar, de reprimir todos esos instintos que las personas con
quienes convive llaman vicios, y los desprecian. propendiem
do. cualquiera que sea el sacrificio que le cueste, a fomentar
todas esas otras tendencias que las referidas personas ensalzart
jv llaman virtudes, aunque no lo Ream.

Sea cualquiera. el ambientrz en que la nia viva, y el gra-


do de razén que posea, concluye por encarnar el ideal que"
de la mujer se forjé su ambiente 0 el ambiente en que aspi-
ra a vivir y por el que siente admiracién, propendiendo 2
oriemar inconsciéntemente sus actos. hacia ese ideal, mucho
més que hacia el razonam-iento.
153 GINA LOMBROSO

De suerte que los ejemplos, los desenlaces que ha pre-

isenciado, asi como también los juicios que en las diversas

contingencias de la Vida oyéles 'formular a las personas que


la rodean, son sus naturales hilos conductores. La mujer pro-
pende a modificar sus instintos en la direccién que Ve mas
esqimada, a fraguarse un modelo ideal de la mujer, que res-
ponda al aplauso de quienes la rodean y a encarnarlo en su
persona. _

De aqui Ia enorme importancia que para la moral de la


mujer tiene el medio en que vive, los libros que lee, las co-
medias que ve representar y los actos de- que es testigo: y, 50-
bre todo, el juicio de aquellas personas que componen 3:: me-
dia sobre [as profagonistas de esos Iibros, esas comedias g esos
acios; porque con arreglo a esos juicios, gobernara su Vida; Y
yo creo ciertamente que la gran boga de la literatura ibser1ia-
zna. con su relativo poner por las nubes a la mujer que-busca
a todo trance ser feliz, hacontribuido no poco a la desor-
ganizacién familiar de que »somos observadores impotentes‘.
Verdad que 'las' tradiciones, los ejemplos y juicios son un me-
dio de accién indirecto y por lo tanto harto mas complicado
}r dificil de aplicar que oportunamente que la razén. Pero
merced a ese equilibrio que espontaneamente férmase’ en to-
das las cosas, la mujer que ha de aprovecharse de ellos, ha-
llase en posicién privilegiada por lo que a este respecto atae.
Quiza sea dificil establecer ejemplos y tradiciones a las que
haya el hombre de ajustar su conducta, sobre todo en los
tiempos modernos, porque su profesién Ie coloca en condi-
ciones que pueden variar hasta lo infinito, ya que los cam-
bios cle lugar que emprende con miras al lucro y “al fomento
de sus intereses, suelen imponerle diversas condiciones de vi-
da;_p-ero nacla es, por el contratio, que establecerlos para la
mujer, en quien, profesién y misién se confunden, siendo
cosas fijas ‘e inmutables_ _

Los casos en que la mujer puede encontrarse, los proble-


mas y contrastes con que haya de tropezar su inteligencia y
su corazon, son fijos .y fatales; limitado es el campo en que
habré -de emplear sus talentos y dirigir su Vida, como limi-
tad-?S Y fijas 138 tareas a que ha de consagrar sus horas e in-
variables sus pesadumbres y sinsabores. Redcense éstos, ex
EL ALMA DE LA MUJER 159

suma, a sus choques con el hombre al que ama, sin recipro-


cidad O que la ama sin amarle ella o no ama, pagéndole él
en la misma moneda; la aspiracién a un amor ideal que no
llegaré nunca a encontrar un compafiero con el cual atreglar
su Vida lo menos mal posible, organizar la nueva familia y
mantenerla en equilibrio con los recursos y el medio.

La represién de un amor que no puede satisfacer los


desvelos materiales y morales de la crianza y educacién de
-los hijos, sus desencantos y vicisitudes, resumen las tribula-
ciones y las tragedias de su Vida.

La Vida de la mujer, limitada por todo lados en accién


e ideacién, por los limites mismos de su misién uniforme, es
una funcién sui generis que solo remotamente puede aseme—
jarse a la del agricultor, dedicado también todas las horas del
dia 21 velar pol: las tiernas Vidas que le estén confiadas )7 crear
otras nuevas; Vida dificil de cumplir en modo perfecto y, so-
bre todo, de innovar, pero Ifacilisima de ser medianamente
desempeada. En el fondo, una mujer que tenga, aunque sea
una inteligencia menos que mediana, come no tenga preten-
siones especiales, y esté bien impuesta en sus deberes domesti-
cos,v como no le sean demasiado desfavorables las circums-
tancias exteriores, podré desempear su,cometido de duefia de
su casa tan bien como una mujer de superior talento. En la
tradicién que con la educacién Ie transmitieron, podré ha-
Ilar la clave de todas aquellas situaciones en que le acaeceré
encontratse incluso de las que parezcan més complicadas y per-
sonales. Y quizé sea ésta la razén por que’: muchas mujeres.
que podrian vivir muy bien sin preocupaciones y hacer pa-—
sar una vida muy agradable a su familia, concluyen por aca~
rnearse a si mismas y a los suyos la desgracia, llevadas -de su

prurito dc salirse de lo vulgar,- que creen muy por debajo dc’

sus capacidades; todo por emplear su -inteligencia en intro~


-—ducir innovaciones que no saben ni pueden realizar alli don~
de lo mejor seria atenerse a1 modelo convenido; siendo ésta
la razén de ese espanto que las mujeres de talento suelen in-
"fundirles a los hombres.

Atendido, pues, que los casos en que la mujer puede


encontrarse son tan limitados, y tan- fijas las dificultaides,
resltala mucho més provechoso y cémodo imitar los ejem-
169 GINA LOMBROSO

plos legados por las mujeres modelos Y seguirlas tradiciones


sobre estos modelos calcadas y. refrendadas por lasociedad.
que no devanarse los sesos por idear novedades.

Mas que acostumbrar y obligar, pues, a la mujer a una


reflexion que le repugna, y que, si no esté dotada del nece-
sario talento, puede conducirla fatalmente pot extraviados
caminos. imporra a la sociedad no perder de vista e1 ideal
que vaya forjéndose, y los modelos que imitar se proponga.
lde-ales y modelos harén veces de guia y rfreno, mucho mejor
que no las teorias 3 la légica. Efectivamente, si el ideal gue
Ea mujer se forjé, es malo, no serviré. la légica sino de ha-
cerla hipécrita, mientras que si el ideal es bueno, aunque ca-
rczca pot completo de lcigica, ese ideal le guiaré. a través de
la Vida, por entre las mas adversas peripecias, mucho mejor
de como pudiera hacerlo la légica, despertando en ella esa
aversion invencible, aunque no razonada, al mal, que es un
freno mucho mas seguro que toda légica y todo razona-
miento.

Obsérwese que el ideal, el miedo a la opinion ajena. eI


hébito de ajustar la propia conducta a determinado rnodelo.
pueden -servirle den freno incltiso ,a quienes tienen instintos pet-
versos, mientras que en tales casos resulta pot completo im-
potente la légica.

En la practica. en la vida, resulta mucho mejor que la


mujer se abandone a su instinto, a su intuicién, a su amor
y a los ejemplos, que no se esfuerce pot adquirir una Iégica,
que come no vaya acompaada de un esfuerzo superior a sus
fuerzas, no habré de conducirla nada bien al través de la
Vida.

Pcro la tradicién, los ideales, no le bastan siempre an


is. vida a la mujer. Esta suele necesitar también de consejos.
de apoyos directos, que en ciertos casos 'puede y debe buscar
en la razén.

Ya dije que el egoismo es un guia inmejorable para con_-


ducirse en la vida, y que los infelices que no lo tienen, son
como hojas al viento, presas siempre de las citcunstancias ex-
EL ALMA DE LA MUJER 1e1a

--§
ter1ores'. Prccnsamente por esto, porque en general los instin-
tos egoistas resultan débiles en la mujer, y con mas razén
cuanto mas débiles sean,- necesita aquélla apoyarse en alguien
que la dirija y sostenga. En la infancia, en la primera juven-
tud, encuentra a su lado ese sostén en el que la nia apéyase
mas que el varén, Pero, a1 correr el tiempo, empieza a H9-
jear el apoyo de los padres, ya porque la edad los rinda,’ ya
por separarlos toda una generacién. No es fécil que los pa-
dres puedan rastrear los deseos y aspiraciones. de sus hijos, ya
adolescentes, y encauzarlos y dirigirlos con oportunidad, ‘re-
quiriénydoseta tal =fin' alguien que tenga su misma edad aproxi-
madamente. La nia fia y se confia mejor a la hermanita
que a la madre; siendo ésta la erazo'n porqué, a1 salir de Ia-
adolescencia, bscanse con tanta avidez los j‘c'>venes de am-
bos sexos. Es en esa época dc su Vida cuando la mozuela sien-
te mas agudo el deseo de un cornpaero, porque otro ser de

su mlsma edad, que tenga con ella comunidad de ambiciones,

y de intereses, resultar verdaderamente e1 mas a propésito


para apoyarla e1 resto de su Vida, por lo que el feminismo

deberé proceder con" la mayor cautela, a1 reclamar cuanto pue-A‘

da hacer dificil y raro el matrimonio-, pues fuera de éste, no


podré. encontrar nunca la mujer ese apoyo que le es tan ne-
cesario.

Cuando la mujer tiene la suerte incomparable de en-


contrar un hombre que la dirija y sostenga, que se integ-
ponga entre su excesivo altruismo y las necesidades de la v1-
da y la defienda con el propio egoismo en que la envuelve.
ya no ha rnenester nada. mas. Pero suele ocurrir que la_ per-v
sona que deberia sostenerla, no resulta capaz de cumpllr tal
misién. En este caso, cuando la mujer que tiene instintos al-
truisticos, encuéntzase sola, sin apoyo alguno y sin saber
a dénde volver los ojos; cuando se encuentra en la mas amat-
ga de las situaciones, porque todo eso que llamamos. desgra-
cia es nada comparado con el sentimiento -de estar sola )7 haj
bet de conducirse sola en la vida, entonces sélo dos caminos
se ofrecen a la eleccién de la mujer: o seguir al pie de la le-
tra los dictados de la tradicién y el ejemplo, sin metersea
discutirlos, o esforzarse por razonar. En la mayoria de 108
cases es aquél el mejor camino; pero si la que en esa situa-
132 GINA LOMBROSAO
,,...,.,.,.,.,.,.,..,..,.V...v.,-..~vvs.n.r..- - * ‘ *‘v‘ “"' ' "‘
cién se encuentra es una mujer dotada de superior talento.
que posea esa capacidad verdaderamente rara de poder discu-
rrir con el propio cerebro, y poder calcular al minuto las ra-
pidas variaciones de la realidad viva, no solo le esta permi-
tido razonar, sino que tiene rel deber .de hacerlo, pues ha de
serle provechoso. Provechoso a ella, porque tanto més difi-
cil habré dc resultarle continuar atenida a la pauta de la tra-
dicion, cuanto mas inteligente sea; y porque si no razona-
re, el instinto, cuyo rastimulo crece a proporcién de la ‘supe-
rioridad, impulsariaia con toda la fuerza de su pasién centu-
plicada a buscarse un apoyo humano fuera de la tradicién.
cosa que le vedan, no solo por su propia conciencia. que se
lo estaria recriminando toda la Vida, sino rtambién el ins-
tinto innato en toda mujer superior de circunscribir a ella
misma Ios males que padece. Y esta en el deber de razonar,
porque a csas rnujeres que podrian salir muy bien del paso

_con el ingenio y que por -falta de suerte se ven obligadas a

razonar, les esté encomendada la mision de renovar o afian-


zar las tradiciones, que solo pued-e modificar o innovar quien
sufre V sabe razonar elevéndose por encima del propio su-
frir. Y esté también en el deber de razonar, porque es in-
creible cuénto mal puede havcerse y hacerles a los demés el
altruismo, incluso bien entendido, cuando excesivo es siern-
pre en una mujer superior, no se encuentra dirigido ni refre-
nado por la propia o la ajena razén. No hay magnificencia
de vida que el aitruismo no pueda tornar trégiga, si no 10 con-
tiene la razon. No hay situacién, por sencilla que sea, que
no logr-2 complicar; porque mientras que el egoismo, que so-
Io quiere complacer a una sola persona, sigue una Iinea rec-
ta. e1 altruismo que aspira a complacer a muchas y por di-
versos modos. sigue lineas sinuosas y fécil-mente va a meterse
en laberintosde dificil salida.

As_i.‘pucs, quedc para las mujeres normales el gusto de


p0d€r_v1y1r segfxn las tradiciones, sin meterse en razonamien-
{Os ciificiles y amargos. Y quede para las mujeres dotadas de
‘tifllgencla y corazén superiores, capaces de medir las reper-
cusiones de sus_actos, las variaciones que introducen en la
v_1da. a cada minuto, las circunstancias externas, la obliga-
cxén. cuando sufren, de razonar, de forjar los modelos y las
EL ALMA DE ‘LA MUJER 163

tradiciones a que habrén de ajust-ar su conducta las demés


mujeres; deber modesto e in-grato, si los hay, porque pensar,
medir. calcular tan en lo vivo, es causa de inauditos dolores
y de angustias terribles. sobre todo a quien, como la mujer,
es sensible all ma! ajeno cuanto al propio. S610 que en estos
casos el dolor resulta aminorado por la incalculable repet-
cusién de bien que un consejq, una tradicién, un modelo.
pueden tenet en los demis. "
TERCERA PARTE

La sociedad no nos exige


a. nosotras, las mujeres,
que brillemos, sino que ha-
gamos brillar cuanto nos ro-
dea.

LA MUJER SUPERIOR

E1 concepto teérico que el vulgo se ~forja de un indivi-


duo superioi-—hombrc o mujer——, es el de un ser dotado de
corazén e inteligencia supetiotes a1 promedio, siendo ésta la
razén pot qué e1 concepto lombrosiano de la locura del ge-
nio ha encontrado tanta resistencia y desper-tado tamaa reat-
cién. Pero en la pr;’1cti'ca, lo que el vulgo espera de sus hom-
bres superiores—héroes, sabios, santos, innovadores o ge~
nios—por él ungidos con la celebtidad, es algo muy distin-
to. Generosidad, altruismo, delicadeza, sensibilidad, cua1ida~
des‘ morales, familiares beneficios, todo eso queda inconscien—
temente relegado a segundo término en su juicio, mientras
toda Ia atencién se aplica a calcular hiperbélicamente sus c_ua-
lidades intehactuales y el efecto préctico que surtieron en la
soc-iedad. \Va11isnieri, Spallanzani, son menos célebres que
Stephenson y Aiier,’ cuyos descubrirnientos ipresuponen una
inteligencia infinitamente menor; ila azarosa vida de Cellini

no emerma en 10 mils rninimo la admiracién que le profesa-

el vulgo. Las historias antiguas, los poemas heroicos, las fai-


bulas ‘y tradiciones no titubean en ofrecer a nuestra admira-
cién genios, héroes, hombres de ciencia, cuyo valer moral es
negativo y su valet intelectuai, fuera del reducido circulo de
su ptofesién, harto dudoso.
1ss _ GI_NA L°._M3“999.
__,_,_,_M,_,w.,.,.M,.,.~w

Si leéis los epigrafes destinados a conrnemorar a los


grand“ hombres’ Si fijéis 13. atencién en los epitafxos que de-
coran los mausoleos, ya de los antiguos columbanos roma-
nos como de los cementerios modernos, doquiera. la piedad
de los vivos quiso eternizar ante el pblico una €X1St€nC13 pa-
sada, en la forma que mas deseaba e1 difunto, veréis recordar
el talento, el ingenio y los triunfos obtenid'os por el. hombre
en su Vida profesional, mucho mas que su inteligencia en ge-
neral o las virtudes familiares que eran ornato de su corazén.
Lo que es muy natural. porque la inteligencia general del hom-
bre y sus virtudes privadas tienen para la sociedad mucha
menos importancia que el trabajo de sus manos o los descu-
brimientos que opera su cerebro; siendo fatal que asi sea,
porque la funcién que el hombre desempea como marido,
hijo y padre, desaparece en la sociedad ante la funcién que
realiza como ingeniero, artesano o inventor. Pero si asi caen
‘las pesas para el hombre, no ocurre lo mismo con la mujer.
A un hombre puede considerérsele superior, con solo que lo
sea parcialmente, en su oficio, aunque en lo demés resulte
moralmente inferior; mientras que no pue-de decirse otro tan~
to de la mujer.

Si leéis la historia antigua, si escuchais las tradiciones


populates o leéis la Biblia, y los poemas sacros y profanos.
donde se hallan descritas esas mujeres que hicieron mas me-
lla en la imaginacién del pueblo, y mas admiradas fueron de
sus contemporzineos y de la posteridad, veréis cémo se las en-
salza principalmente por las empresas que fomentaron, las
alegrias que proporcionaron a sus semejantes y las légrimas
que les evitaron, por sus cualidades estéticas y morales, por
su altruismo, por su virtud.

Y no se diga que eso depende de la circunstancia de no


haber existido nunca mujeres grandes desde el punto de vis—
ta mtelectual. La mujer que crié la primera el gusano de se-
ela o aadié levadura a1 pan, las mujeres que inventaron los
1n.11m€ros' labores de aguja, que ahora ya son tradicionales,
y las que mspiraron las determinaciones de reyes y ministros.
eran no menos grandes que los poetas y ministros que pa~
Saron a la poster:-dad nimbados de glvoria. Esta no arroja su
luz sobre los grandes talentos femeninos por la sencilla ra-
EL ALMA DE LA MUJER 167

zén de que la inteligencia femenil no es tan apreciada como


la masculina ni es la‘ inteligencia pura lo que a la mujer se le
pide.

Mucho se ha clamado contra semejante hecho, conside-


réndolo como una injusticia. Pero no se trata de ninguna
injusticia, sino de un instinto social, tan tenaz Y necesario
como el egoistico instinto individual; La sociedad paga con

ilimitada admiracién aquellas cualidades que resultan social- .

mente mas tiles. Celebra la valentia del soldado, la profun-


didad del hombre de ciencia, el ingenio del inventor, Ia fuer-
za de la légica en el fiIo’sofo, e1 sentido estético del pintor:
porque estas cualidades, aunque parciales, son provechosas al
progreso de las ciencias )1 las artes, y merced a ellas se acrece
el prestigio de la nacién. Y no se preocupa para admirarlos
o celebrarlos de averiguar primero si el soldado 0 el inventor
son generosos, sinceros, justos, amantes de su familia, si son
0 han sido buenos padres o buenos hijos, o -si son 0 no gené—
ricarnente inteligentes, porque el ingenio en general 0 las vit-
tudes particulares de los distintos ciudadanos, son, 0 a ella
le_parecen, de ninguna importancia social.

Por el contrario, antes de admirar y celebrar a la mu-


jer quiere saber la sociedad a qué empresas dié aliento, quie-
re penetrar en su Vida privada, h-acerse cargo de sus cua1ida-
des estéticas y morales, exige ante todo q'ue su heroina sea
hermosa y buena, y como no lo sea, tendré que fingirla taI
para poder ensalzarla, porque ésta. es la misién que incons-
cientemente le asigna, Si la sociedad hace mal en esto, cosa
es que no me atrevo a resolver de plano; pero lo cierto es que
-el ser hija, madre, esposa e inspiradora, no es para la mujer
una funcion privada cuya excelencia solo hayan de apreciar
sus deudos y allegados, ni una aspiracién individual, en la
que descanse sencillamente el corazon de un ser humano. si—
no una -funcién social, que reviste general importancia, ni
mas ni menos que la del médico, el maestro, cl artesano y .el
soldado. Dc _otra parte, la diferente direccién de nuestro amor
y nuestra inteligencia, nos traza una misién distinta, que el
vulgo conscienternente no ve, pero que inconsciente y practi-
camente exige. En todos los tiempos ha hecho burla el vul-
go de la muier marisabidilla, de la hembra macho, halsienz‘-.0,
153 G-INA LOMBROS0
'
admirado en cambio—y notese _que la admiraci_6n sigue siem-
pre a la satisfaccién de una necesidad—a -121 mu]?! madfey bu‘
milde y abnegada, a la inspiradora y propagadora entus1as-
ta. Y es que, habiendo sido creada la mujer para ser algo de
aiguien, mas que para pertenecerse a si propia,vpara ser hija,
madre y esposa antes que mujer, las luces y las sombras que
acierta a difundir en torno suyo, son mas importantes para
la humanidad que la lampara misma que esas luces proyecta.

No nos indignemos ni nos engaemos; la realidad es


COITIO es. Desde que ')ios nos sacé de la costilla de Adén——
a fin de sproporcionarle una ayuda conveniente, y un apo-
yo——, hemos continuado siendo, excepcién hecha de la ma-L
ternidad, un apéndice del hombre y nada mas; de igual mo-
do que en razén de la maternidad, no es el hombre otra co-
sa que un apéndice de la mujer. Y si la vida material no .po-
dria continuarse sin nosotras, las mujeres, la vida moral, 'cien—
tifica V attistica, no nos necesita para nada. Con respecto a
la-ciencia, a la cultura, no ,pasa‘mos de ser unos seres subsi-
diarios.

No es, pues, en el campo exclusivo de la cultura. el arte


y la ciencia donde se han de buscar las mujeres superiores.
No menos superiores que éstas son:

.Las mujercs sublimes e ignoradas que cr-earon con su


esfuerzo las tradiciones morales que hoy nos rigen, las mu-
jeres que con sus dolores y sus sacrificios, conquistaron el
prestigio y el respeto que boy todavia disfrutamos nosotras;
las rnujercs qu-2 llegaron a dirigir a los-hombres, inspirando-.
les acciones generosas y nobles propésitos; las mujeres que
supieron ofrecer en aras de la idealidad el propio sacrificio,
endulzando las amarguras de la Vida, sosteniendo y conso-
lando a quienes por el ideal luchaban.

Las mujcres que Iograron establecer las tradiciones ca-


ballerescas varoniles que dotaron al mundo de tanta dignidad;
las casteilanas de la Edad Media, las princesas de nuestros mi-
nsculos estados italianos que tanto protegi-eron las artes y ‘.as
131333 138 Tm1.i§r_es que a costa de sus dolores hicieron triun—
far ese romanticismo, hoy menospreciado, y que, sin embar-

go, marcé en la historia una tan grande sublimacién de la


mujer.
EL ALMA D ‘LA. MUJER 169

Las mujeres que lograron imprimir la huella de su ~


no discernimiento en el arte, la ciencia y la politica de su'
tiernpo; las discretas ninfas egarias de los filésofos y los poe~
tas. las alentadoras e inspiradoras de los genios de todas las
épocas, cuyo perfume, conservados en los versos de los poe-
ta, Sus contemporéneos, combate todavi-a tan victoriosamen—
te en las nuevas generaciones el vulgar prosaismo de nuestros
dias; las mujeres que florecieron el mundo de alegria 2 hi-
cieron por cegar las fuentes del dolor.

No; éstas mujeres no hicieron ninguna obra maestra.


pero las inspiraron y alentaron y las hicieron posibles. Aplia
caron la alteza de su genio no a describir su angustia, sino
a-penetrar la ang'ustia profunda que los ojos de los mas
no veian, a describir nuevos modos de conciliar la trégica
y dolorosa po-sicién de los mortales, y a hallar nuevos le-
nitivos a las fatales désigualdades fisicas y sociales que tanto
nos afligen. No; esas mujeres no hicieron ninguna obra maes-
tra; pero emplearon lo mejor de su genio en la labor de hacern
comprender a los incomprendidos y luch-at por el triunfo de
la realidad y la verdad, cuya supresién representa uno -de 105
males mas terribles y peligrosos que a la parte mejor de la
humanidad aquejan. No; no han dejado tras de si ninngunaa
obra maestra; pero la firmeza de su sintesis ha contribuido a
atenuar las fatales desigualdxades que somos obligadosra sufrir
yesas odiosas injusticias contra las cuales debemos rebelarnos,
a1 par que su. corazén y su talento aplicéronse a despejar la
confusion moral de su%sigIo—haciendo prevalecer el decha-do
de lo bueno y lo bello y ofrecer a la muper modelos con los
cual-es conciliar la misién, siempre la misma, de madre .con

aquella otra, eternamente mutable, de inspiratriz cducadora.

>l=>l<*

Pero, teéricamente, impulsados por la fuerza de la cos-


tvumbre ac considerar al hombrecomo la suprema perfeccién
de todo lo creado, cstritores y pueblos de los tiempos moder-
nos hanse dejado inducir a engafio, concluyendo por medir la

rvalia de la mujer con el mismo metro que la del hombre, re-

servando sus alabanzas y pblicos encomios para aquellas mu-


17o GINA ALOMBROSO
_ -..

jeres que acertaban a producir obras literarias, cientificas, ar-


tisticas o sociales, semejantes a las del hombre y que ITl€_]Ol' ha-
bian asimilado la varonil cultura; para aquellas mujeres que
vulgarmente se llaman las intelectuales, eliminando .de1 torneo
por la superioridad a aquellas otras que brillan como mujeres
y que socialmente son las mas importantes.

Escritores y pueblos modernos han dado en la flor de


considerar como superiores precisamente a esas mujeres que hart
buscado un derivativo a sus propios instintos comprimivdos_ 0
desviados en la esfzra masculina; o a aquellas otras que, no
habiendo podido florecer como mujeres, han aplicado parte de
su inteligencia y de su corazén a esas esferas exteriores profe-

sionales, peculiares al hombre. De aqui el general afanarse dc’

las mujeres modernas. sin consultar para nada sus inc1inacio—

nes. por copiar con todas sus fuerzas al hombre, que venia 2:‘

ser el modelo admirado y apreciado de ambos sexos.

Leas consecuencias de esto no han sido nada livianas,


pues el hombre. por el hecho mismo de tener una constitucién
.di=ferer_1te y haber sido creado para un cometido muy distin-

.to. ‘no puede ser un buen modelo para la mujer. que precisa—

mente por haberse aproximado :1 ese modelo imperfecto, corr


relacién a ella, ha empeorado notablemente.

En época alguna decayo tanto la mujer como desde que-


se empefié en imitar al hombre y la leyenda de la inferiori«
dad de la mujer nacié precisamente en el momento de creer-
se, _como hoy dia, superior; porque en esta época actual. las
mujeres mejores, las verdaderamente superiores, quédanse obs-
curecidas bajo el relumbrén de las medianas, en quienes pue-
de mas la ambicién que el amor, el frenesi de gloria supera
al placer de a-gradar y la“ porcién varonil .del énimo ahoga a
la femenina.

_ Este error de juicio, que ha hecho que la sociedad qui-


srera medir por el mismo rasero a hombres y mujeres, ha si-
do lo que ha dado pie a la leyenda de que son poco nume-
‘rosas las mujeres superiores y que cuando existen son astros
de segurrda magnitud, hombres frustrados. Lo cual es exac-
to,_part1endo .desde el punto de vista de la superioridademas—
culma: pues por el hecho mismo de ser nosotras mujeres. so-
EL ALMA DE LA MUJER 171

mos hombres inferiores, de igual suerte que seriamos caba-


llos inferiores si la piedra de toque fueran los caballos.

Lotmismo sucederia si tomando como nico tipo dt


perfeccién a la mujer buscésemos los grandes hombres entm
aquellos que saben cumplir mejor con los deberes femeninos,
entre los mejores padres y los hijos mejores. En tal caso, iria—
mos a parar a idéntica conclusion, a saber: que el nmero
de los hombres grandes es inferior al de las mujeres; que son
de segunda magnitud, y cuando existen hombres superiores,
presentan caracteres semejantes a los de las mujeres.

Si, cierto es que entre las mujeres no se cuenta un Dan-


te, ni un Shakespeare, ni un Newton; pero es que eso .de com-
poner poemas o descubrir las leyes del mundo, no es de nues-
tra incumbencia. Es que la mujer, ya se llame Kovalewski o-
madame Stael, no puede consagrar a la obra maestra mas que
el tiempo que le dejan libre sus tareas !femeninas y el animo
que le quede después de atender a sus preocupaciones familia-
res, pues jamés excelencia alguna la podré eximir del tum-
plimiento de sus humildes .funciones de madre a que el ins-
-tinto la impulsa y la naturaleza la destina. Es que la pa-

sionalidad impele instintivamente a la mujer a ayudar a loss

-demas antes que a mirar por si misma, y que para crear ‘Ia
obra maestra es menester tener ambiciones de hacerla y am-
bicionar Ia gloria, los honores y el poder. y en la mujer "mu-

jer" Ia ambicién de ser amada supera con mucho a la de ser

célebre o poderosa.

Leed las cartas femeninas, -las Memorias, las notas que


nos han dejado las Ramusat, las de Stael, Recamier, Belgio—
so, Jorge Sand, Julieta Lambert y la hija de Hokusai, esas
mujeres que dieron pruebas de admirables aptitudes para ias
letras 0 las artes; repasad las cartas y -las Memorias sobre ma-
dame Kovalewski y sobre Cayetana Agnesi, con -todo ha-
berse acreditado de insignes matematicas; y las de Isabei
Browning Y Clotilde de Vaux, que demostraron poseer ideas
sintéticas y poéticas filoséficas, verdaderamente grandes, y
ya veréis el poco lugar que la literatura, las mateméticas y la
poesia ocupaban en sus corazones, los cuales palpitaban con
ansia harto mayor por la vida y el afecto de quienes 1-‘as ro-
deaban que no por la gloria de las obras que escribian. Y ye-
172. ‘GINA LOMBROBO

--v “‘

réis cémo si esas mujeres cultivaron el arte, la poesia. 135


mateméticas, fué o porque a ve'11o las ob11go la necesxdad o
simplemente pot agradar a alguten.

$*='.<

Este concepto de la superioridad femenina tiene una


gran desventaja, y es que resulta harto vago e ingrato; y
esta es una de las razones que atrajo, y atrae, a tantas' mu-
jeres a la érbita varnrzil. Escribir libros, pintar cuadros, es-
culpir estatuas, son cosas perfectamente claras y definidas;
pero, gy eso de forjar tradiciones, y acrecer el prestigio aje-
no, qué es? gCémo se hace? gQué compensacién nos gran-

jea? Ninguna. Las heroinas mencionadas no tienen monu-.

mentos consagrados en las plazas pblicas, sus-nombres son


desconocidos; a diferencia de los hombres superiores, que an-
dan en lenguas y en ojos de todos, para ellas todo es anéni-
mo y confuso. Siéntense sus actos, pero no se ven ni se tocan:
viene a faltar la luz y a nac-er e1 desorden en el siglo 0 en el

pais en que su funcion cesa; pero resulta, sin embargo, harto’

dificil decir quiénes son, ni en qué consista su influjo. Rayos


de discreto calor que penetran inobservados, al través de las
paredes, y cuyo fuego central escapa a la burda mirada del
vulgo, nétase mas su presencia cuando vienen a faltar, que
mientras existen. Su virtud no da casi- nunca motivo a la
ce_1ebridad de poder comparar su alteza con los genios varo~
mlresano reside su sup-erioridad en sus obras, sino en su Vida.
Su Vxrtud, no parcial, sino total y armoniosa, suele pasar
inadvertida a los ojos de los contemporéneos, mucho mas.
propensos a encontrar grandes las desigualdades desp‘ropor~
c1onadas, que no las grandezas homogéneas. y aun algunas
veces, a los ojos de parientes )7 deudos, que no aciertan a
aprovecharse de ella. Peron discr-eta y sutil, cual un perfume
que no se sabe de donde viene, su actividad envuelve a cuan-
tos s-ares la _circundan: y sobre sus figuras -de heroinas. rever-
beran prem1os lnés que todo otro alguno ambicionados;
amor c_{c deudos y allegados, simpatia de cuantos la conocen,
‘y la v1\_ra llama de bien, la accién purificadora que en torno
511370 CJ‘~‘1’C€n- Bértanse sus nombres y no llegan a ilustrar
BL ALMA DE ‘LA MUJER 173-

las paginas de la historia del mundo; que solo perduran los


nornbres de aquellos que quieren que perduren y por ello se
afanan y por ello luchan. Revelarles la realidad a los hom-
lares, descubrirles lo que hay debajo de las 'formas que mas
irnpenetrables parecen, hacer triunfar los mejores ideales, no"
significa para ellas un modo de hacer méritos‘ para la cele-
bridad ni_un medio para pasar a la historia y tener el dia
de rnaana‘ un monumento que su memoria perpetue; sino
sencillamente el cumplimiento de su propia y natural mi-
sién; la expansion de ese instinto de bien que la abrasa, la
resolucién de un aspecto de ese problema que es el unico que
a todas las mujeres interesa: el problema de la alegria y del"
dolor.‘

Esta diferencia radical entre hombre _v mujer superio-


res, esta diversa mision presupone cualidades intelectuales V
morales diferentes. '

Las cualidades purarnente cerebrales, las particulates ‘ap-


titudcs para esta o aquella ciencia o arte, tan preciosas para
establecer la superioridad profesional masculina, representan
un valor infinitamente mas p-equeo para la mujer superior.
Es la superioridad de todas las principales dotes del corazén
y de la mente femeninos a la que esa debe aspirar; la supe-
rioridad del altruismo unido a1 razonamiento que sin cohi—
birla en sus voletios hacia el bien, le proporcionan los fre-
nos necesarios para no extralirnitarse demasiado; imagina-
cion, delicadeza, rapida percepcién del presente y clara vision
del futuro, que la capaciten para servirles a los otros de guia
firms y segura; una superioridad de intuicién, de espiritu de
observation y de introspeccién, que le permita cogcr al vuelo

y participar activamente en la solucién de los grandes pro-'

blemas de su siglo. Los dolores, las reflexiones sobre las emo-


punto a sensibilidad que le haga perceptibles los rnzls leves
sufrimientos ajenos, generales y particulares, para mitigat-
losiy -aliviarlos, y un conoeimiento profundo del alrna hu-
mana, rnerced al cual pueda distinguir la realidad que bajo
la apariencia se esconde; una superioridad, en fin, general V
arménica, de mente y corazén, que le perrnita atemperar la
moral-con la estética, la justicia con la piedad, con la reali-
dad la abstraccién y conciliar-entre si los caéticos progresos
174, G-INA__LOMBRO8O

Iogrados por los abstractos genios masculinos y ros contra-


dictorios influ_ios que en todo pais y en toda civ111zac16n se
manifiestan.

Solo que. por desgracia, no puede lograrse todo eso sino


la! precio de grandes dolores. Esa intuicién, esa sensibilidad
que sirve para mitigar los sufrimientos, esa experiencia, ese
equilibrio que conduce a la armonia, solo se alcanzan a un
precio terriblemente caro. \ ‘

El hombre se beneficia de la ciencia que le legaron ge-


nios prctéritos para V-"emontarse a nupevas teorias y engendrar
sus inventos y obras maestras. Pero la mujer superior, por
«re! contrario, ha de aprender y capacitarse para su rnisién.
precisamente a consecuencia del choque con el mundo vivo
contemporéneo que vibra y bulle en torno suyo, y por efec-
to de los dolores por ella sufridos.

;Oh! No seré consultando Ios libros en que estén con-


densadas Ias experiencias ajenas ni atiborréndose a duras pe-
nas en las celdillas cerebrales toda la ajena ciencia, como se
capacitara la m.ujer para distinguir lo verdadero de 10 false
37 la realidad de la apariencia, cobrando las fuerzas necesa-
rias para hacerlas triunfar. N-o sera en los libros donde po-
dré distinguir y hacer distinguir las injusticias contra Ias
cuaies es deber rebelarse ni Ias desigualdades fatales a que no
hay mas remedio que someterse. No seré en Ios libros donde
encucntre la palabra que consuela, el gesto que enardece, el
bélsamo que aplaca, sino pa.sando por la experiencia y por
la angustia de los desencantos; pasando por el duro y pun-
zante trémite del dolor.

Las emociones que desgarran el corazén, Ias alegrias


que embriagan. son los volmenes por entre los cuales se
eleva penosamente la mujer. los que le comunican Ias ideas
generales y Ias irnpulsan a encarar y resolver Ios «grandes pro-
blemas de su siglo. Los dolores las reflexiones sobre Ias emo-
ciones propias y ajenas son las enseanzas que de hito en
hiro la llevan a la cumbre.

E1 dolor es la escuela de la mujer. No piensa ésta ni


refiexiona sino cuando sufre 0 ve sufrir, cuando ama o quie-

re ser amada. Pero la mujer superior no» puede ver la reali-


.«dad. no puede amar sin sufrir.
‘EL ALMA DE ‘LA MUJER 175

Al decir yo que la mujer superior se refina en el dolor.


no quiero dar a entender que solo sean superiores las muje~
res infortunadas. Las mujeres que inspiraron dignamente a
guerreros, novelistas y poetas; las capaces de dirigir y soste—
ner a un filosofo 0 un politico, de fundar nuevas tradicio-
nes 0 de afianzar las antiguas, y de expresar las verdades por
ellas descubiertas——todas esas mujeres pueden ser muy afor-
Iunada en la Vida y hasta puede decirse que lo son con mu-
cha mas facilidad que las o-tras—; solo que aunque el tacto.
£1 discernimiento de que estan dotadas, suelan granjearles con
frecuencia muchas de las llamadas venturas, vienen a neu-
trallzar estas ltirnas su clarividencia, su s-ensibilidad e in~
tmcxon. en una palabra, sus buenas cualidades.

Solo quien, por desgracia, posee estas terribles dotes,


-sabe las infinitas congojas que proporcionan y el ‘gran peso
que representan para andar desembarazadamente por la Vida.
qué imposibilidad significan de ser feliz. cuando todavia se
suma a ellas la pasion necesaria para querer hacer triunfar
lo que revelan, 0 sea, lo que creemos es verdadero y justo.

Este mundo es diéfano para las mujeres superiores. "Eo-


das esas rcconditas razones que impulsan a los otros a obrar.
toda esas ocultas pasiones que un grosero barniz coela a lo
ojos de la mayoria de los seres, todas esas injusticias, mas
o menos inconscientes, quelse com-eten en provecho del po-
der 0 la mentira, r-esaltan para esas mujeres superiores con
absoluta evidencia. Ven con toda claridad cuan poco apre-
ciada es en el fondo esa virtud que tanto oye ponderar de
boquilla, y de cuénro prestigio disfrutan los vicios ajenos.
en. que cada cual busca apoyarse;‘ ve cuéntas veces pasa la
cuqueria por genio, la baieza por superioridad. y cuéntas
otras es tildada de cobardia la digna timidez de aquel a
quien la intuicion y el altruismo vedan el daar a los otros
y as-pirar a puestos importantes; ve cuéntos hombres corrom-
pidos se lanzan contra la corrupcion; siente harto bien que
aquel que alardea de despreciar el —amor y la gloria, suele re-
sultar después e1. mas vano, ambicioso y sentimental; que el
individuo que declara sentir sed de o1v'ido y de sosiego, ‘no
desea sino excitantes, trabajos y e_mociones; que el hombre
que mas altruista parece, suele resultar con frecuencia el mas

Q
egoista e indiferente para con el préjimo; que el filantropo
-es,.con harta Ifrecuencia, un vulgar vanidoso, y que el ver-
dadero valor suele morir a manos de aquellos mismos que se
las daban de sus més entusiésticos 'mantenedores. La mujer
superior ve con absoluta claridad que aquellos que blasona~'
ban de querer sacar a la luz del dia el verdadero mérito. re-
sultan luego una gentecilla envidiosa, comida de' los celos.
enemiga de todo lo bueno y hermoso, que el hombre que dice
amarla, no ama sino e1 placer que ella puede proporcionarle:
y por esto, por peretrar asi la realidad de las cosas, es por
lo que puede -distinguir, a la primer ojeada, los verdaderos
genios de los falsos, las ideas realmente" buenas, de aquellas
otras que solo tienen de tales la apariencia, y por lo que puea
de también brindar un lenitivo al que sufre y abrir nuevos
caminos a la Vida, y armonizar las cosas que mas dispares
parecen.

Pero el contraste entre lo que la mujer superior ve y lo


que no ven los demas; entre la realidad y la apariencia, el
pesar, la timidez que de este contraste se engendra, las tor-
turas con que paga las alegrias que proporciona, son verda-
deramente terribles. '
_ Si: la mujer superior ve larealidad, pero la mayoria
de los demés solo V-e la apariencia, y a ella ajustan sus actos,
y ella, no la realidad, reina como soberana en el mundo. No
son los sacrificios que hacemos, sino los que sabemos hacer
resaltar en nuestra ventaja, los que nos granjean reconoci-
miento. No son los bienes reales que proporcionamos, sino
los aparentes, los que fuerzan a la admiracién. No es -tenidcr
por benéfico y superior quien hace sacrificios rea1es,r sino
quien obliga a los demés a hacerlos, y siendo esto asi, gcémo
conducirnos en la Vida? gHabremos de hacer sélosacrificios
aparentes? gO'frecer-emos no mas que bienes de pega y re-
lumbrén? gProcederemos, no como es el mundo, sino como
los otros se lo imaginan? Si la muj-er’ superior estuviese do-
tada nicamente de intuicién y no de pasién, ecierto que muy
bren podria conducirse de esa 'suerte; muchos genios varo-
ntles, hombres y mujeres, cimentan su celebridad en su supe-
§lO1'1dad.d€ intuicién no acompaada de una correspondiente
superiondad dc pasién, empleando la in-tuicién en su propio
EL ALMA DE LA. MUJER 177

\r~.r\p\/\,

y exclusivo provecho, lo cual es mucho més cornodo y per.-


sonalmente muchisimo mas 1'1ti1. Si seguimos la apariencia,
la Vida nos resulta llana )7 fécil, con reglas fijas y seguras
de conducta; los sacrificios que hacemos hallan al punto gra-
titud, y nuestra actividrd y altruismo nos son pagados icon
usura. Pero, gcémo una mujer .dotada de algo mas que in—
tuicién, podré seguir la apariencia, cuando ve sin ningn
linaje de sornbras la verdad? gCémo podré dar consejos fa}-
sos y Iisonjeros cuando ve que los que mas hacen a1 caso
son los enérgicos y desagradables? gCémo podré darles a los
hombres lo que abiertarnente ie piden cuando sabe que lo
que se saca en realidad es todo lo contrario? ‘
E1 proceder con arreglo a la apariencia determina en
una mujer superior, apasionada e intuitiva, sufrimientos
atroces. Sublévasele la r-onciencia cual si huhiera cometid-o
un delito; de suerte que ha de verse impelida inevitab1en1r2n'-
te a conducirse segn 12. realidad, a hacer el bien verdadero,
procurarse-reglas de Vida sanas y adecuadas y dar a los de-
rn..és consejos provechosos. Péero, 1-cuénto esfuierzo, cuénta
gimnéstica mental para lograrlol 1No hay estudios semejan-
tes para desarrollar» la mente y el corazénl 1Qué dificil re‘-
sulta conducirse de acuerdo con la rea1idad!_Pues al quefer
hacérlo asi, os encontréis sin reglas fijas a qué ajustar vues-
tros actos, sin siquiera ei indicio del efecto obtenido, puesto
que aquelos mismo en cuyo favor os afanéis, déndoles opti-
mos consejos—rna1 recibidos a veces—, aquellos mismos por
los cuales sacrificéis vuestros mas vitales intereses, luego que
lo hayan logrado, os dirén quc no deseaban lo mas minimo
de lo que consiguieron. ;Mienten tan ufécilmente todos, hom-
bres y mujeres, luego que volé su palabra, cuando de sus de-
seos no hay pruebas escritasl; gcérno recordar un pensamien-
to, un deseo, qua después de satisfecho, no se quisiera haber
tenido?, gniicémo recordar un consejo, un sacrificio que os
puede menoscabar a log ojos del’ mundo? De suerte que si
queréis conduciros de acuerdo con la realidad, habéis de en-
contraros a merced nicarnente dre vuestra conciencia, de vues~
tra sensibilidad, que os indica vagamente el bien ‘y el mal
-verdaderos qu_e vuestros actos pueden engendrar, sin posibi-
lidad alguna de apoyaros en nadiee, sin mas guias qua ‘V\Ts€_S-
173 GINA LOMBROSO

_,\,_,\,V\,\,.z\/-.r\/\/-J x/x/K./J‘

sax/\.%\a

tras emociones y vuestro instinto, continuamente perplejos


entre la duda, e1 pesar y el remordimiento.

Pues, estas dudas, estos pesares, estos remordimientos.


estos dolores atroces yicontinuos, son los que la mujer su-

perior encontraré cada dia en su camino. aunque no este-

erizado de espinas; estas dudas son el medio con que se ele-


va, y las que la mueven a reflexionar. deducir.. abstraer. sin-
tetizar y sacar conclusiones; a establecer comparaciones y ge-

neraiizar; ellas son las que aguzan.su‘inteligencia original y

su espiritu -de observ man, y la inducen a combatir y a reac-


cionar, haciendo que su superioridad se_manifieste. La mu-
jer que no ha sufrido, que no conoce la emocién divina de
haber hallado e1 modo de conciliar la apariencia con la reali-
dad, que no ha pasado pot la duda atroz de la doble senda
abierta ante sus pies, que no ha sufrido con los espectéculos
de que cada dia es espectadora y actriz. ni ha visto el mal
que la rodea, y sentido su repugnancia, esa no es una mujer
intuitiva ni una mujer apasionada, no es una mujer capaz
de resolver los obsedentes problernas de la alegria y el dolor:
no es una mujer capaz de penetrar y resolver los grandes
problemas generales de su época; no es una mujer capaz de
fundar nuevas tradiciones; no es una mujer superior.
LIBRO CUARTO

EL AMOR

La palabra amor tiene un


sentido diferente para la mu-
jer y para el hombre. La.
mujer piensa en ser amada.
segn su criterio; y el' hom-
bre la ama eon arreglo 3 un
criteria totalmente opnesto.
QUE ES EL AMOR

Las diferencias que he se.alado'entre el hombre y la mu-


jer, no lirnitan su accién al campo,moral e intelectual, sino
que informan toda su Vida, y triunfan hasta en esa pasién
que més fria parece, la jasticia, y en aquella otra que més
altruista parece, el amor, diversificando los conceptos que
hombre y mujer férjanse de estas pasiones.

Aparte e1 hecho de que con la palabra amor entende-


mos igualmente la sed de amar y la de ser amados, desig-
namos también con ella varios sentirnientos bastantes dis-
tintos entre si, que pueden clasificarse de esta suerte:

La atraccién hacia un objeto que puede satisfacer and


necesidad naestra, el amor del sediento por el agua, del nio
por la madre; del inferior por el superior, y al que llamare-
‘mos amor egofstico.

La atraccién hacia un objeto al cual podemos serI‘e z.'ttz'les


o que nos Io ha sido a nosotros; sentido. mimto a su vez "He
abnegacién, proteccién, reconocimiento, con cierta dosis tam-
'bién de orgullo de la propia superioridad, de ambicién por
mostrarle al mundo aquello -de que somos capaces, de la con-
ciencia de serle necesarios 3 otros seres )7 del instintt) de su-
pervivencia—e1 amor de la madre por el.hijo. de la herrnana
de la Caridad por el enfermo, del m_aestro por el discipulo,
del artista por su obra, del hijo por la madre anciana-—, que
‘llamaremos amor altruistico.

La atraccién hacia una forma, un sonido, un perfume


que proporcionan deleite -al uno 0 al otro de nuestros sen-
tidos: la atraccién hacia todas aquellas formas y arrnonias
que nos ofrece la naturaleza animada o inanimada, y que
llamamos bellas, graciosas, at-robadoras, etc. 'Amor sensual‘.

La atraccién hacia un individuo quevatesora o creemos


..9.1NA 1-.°‘E“.‘°°°
atesora una gran inteligengia y un gran coraz6n—la atrac-
cién hacia el amigo, e1 héroe 0 el poeta—-compuesta por en-
tero de admiracién y aprecio y que a veces puede llegar hasta.
-las mas altas cimas del amor, amor espirftual. '

La atraccién brutal y ciega que nos hace desear espas-


médicamente en un momento determinado un deterrninado
objeto, sin ninguna razén especifica—-el amor del morfin6-
mano por la morfina, de la ur-raca por las cosas que relucen,
del borracho por el vino y de los seres vivos algunas veces
entre si—y al que llasnaré amor pasional.

La atraccién ardiente hacia un determinado objeto que

deseamos y del que hacemos nuestra meta, el fin de nuestros.

esfuerzos: el amor del al-pini-sta por las alt.as cumbres inac-


cesibles, por el edelweis que Iflorece en una roca peligrosa.
amor de conquista.

El amor a un objeto que poseemos, que hemos conquis-


tado, que acrece nuestro prestigio, nuestra fuerza, 0 en el que
hemos cristalizado una suma de sentimientos indistintos. E1
amor a nuestra casa, a nuestros muebles, a las cosas de nues-
tra propiedad, amor de posesién.

La -atraccién hacia un alma que vibra al unisono de


la nuestra, hacia un individuo con el cual creemos poder
compenetrarnos y completarnos y que gusta de dejarse pene-
trar y compenetrar—atracci6n hacia el alma gemela-—de los
poetas y -de los sueos.

Estos sentimientos y otros més compréndense todos en


esa atraccién que une al hombre con la mujer y a la mujer
con el hombre y que se suele design-ar con la palabra amor,
aunque éste entra en ella en proporcién harto desigual, seg1'1n-
se trate del hombre o la mujer.

***

En el amor del hombre es la atraccién sensual la que


predomma, junto con la pasional, y el amor de conquista,
de lo poseido,.amor egoistico, atracciones todas al margen
de la razon.

' Por amor entiende el hombre la atraccién hacia una.


I1'l11J€1' cuya aparxencia exterior le agrada y en la que le cau—
EL ALMA DE LA MUJER 1831

tivan las formas. la gracia, los andares, la voz y los gestos;


hacia una meta que excita todos sus esfuerzos; hacia un ob-‘
jeto cuya posesion acrece su prestigio y su poder; la atraccion
invencible, a veces, irracional, hacia un objeto que momenta’:-
neamente responde a sus deseos.

La gratitud, la estima, el razonamiento que nos impu1—.


san a amar a'la persona que nos fué til y que de tales sen~
timientos creemos digna; el altruismo que nos estimula a
pensar en Ios demés y a procurar la felicidad del ser amado,
entra en proporcién minima en ese concepto del amor. El;
hombre que en la Vida social resulta capaz de tan generosos
altruismos, es de un cgoismo feroz en el amor. Es capaz de
sacrificios inmensos por la mujer que ama; pero siempre que
se rrate de sacrificios que satisfagan su ardor de conquista,
su ambicién, que le permitan Iucirse, de prodigios que re-
dunden en su gloria y honor. Por la mujer amada, llegaré
a ser diputado, académico, hare’: un descubrimientb cientifi-
co, -conquistaré nuevas tierras y nuevas minas, iré a batirse
'de guante blanco-—como antao iba a la guerra _santa o lu~
chaba en los torneos—, porque éstas son empresas en q'ue
gustan de adquirir prestigio y que realzan su figura, a11a~
néndole la conquista de la mujer amada. Pero si ésta 1e pidie-
se, no el sacri=fici'o de la Vida, sino el més menguado de los
honores que afirma no haber conquistado sino por el1a.. .
ya seria otra cosa muy diestinta.

El hombre seré capaz de morir de amor, de matarse o


matar-—inc1us-o lo hace con més facilidad que la mujer—,
pero no para_ salvar, hacer feliz o dar realce al objeto de su
amor, sino por el dolor de no poder conquistarlo, por ven-
garse, por considerar en entredicho su honor ‘y creer que le
han quitado algo que era suyo, y no évenirse a la idea de
que otro lo disfrute.

Los heroismos, las manifestaciones de grandeza moral


o intelectual de parte de una mujer, provocan e1 sentido de
la estima, de la admiracién en el hombre, pero casi nunca 91
del amor‘.

Los hombres, como las mujeres, admirarén a la jovene


cita que se lanzé al fuego, al agua, o en medio de una ria.
por salvar a una criatura humana; alabarén a la que renun-
134 .GINA LOMBROSOA

cié a los goces de la Vida por consagrarse a ayudar al padre


infortunado, se interesarén por los grandes problemas his-
téricos, morales o mateméticos resueltos por una mujer; pe-
ro ninguno sentiré palpitar su corazén por una de estas he-
roinas, solo en concepto de tal, ni sentiré el irresistible im-
pulso -de conocerla y amarla, que sentiria el noventa por cien-
to de los hombres ante la descripciénx de un prodi-gi_o de
hermosura o por una heroina de teatro 0 de cinematégrafo.
Ningn hombre estaria_ dispuesto a arriesgar su Vida,
a aventurarse en en presas peligrosas por una Kovalewski.
una Mme. de Stael o una Jorge Sand, movido nicamente de
admiracion ante su talento, mientras que miles de ellos ten-
drian a gala hacerlo por la Princesita Soada.
_ Esta distincién que hace el hombre entre estimacién V
amor, resulta tan marcada que a veces frisa en antagonismo.
El hombre, en efecto, siéntese atraido hacia aquellas muje-
rcs que ejercen una profesion que estima en poco, mucho
més que no hacia 3-quellas otras cuya actividad resulta esti—
mable ‘a sus ojos. En el ‘fondo, encuéntrase més a gusto man-
do sue casa con una mujer de clase inferior y de inteligencia
y -rnoralidad no més que medianas. que cuando toma por
compaera una mujer de clase social superior :1 la suya 0
de una inteligencia y moralidad superiores que exigen. defe-
rencia y respeto. Este antagonismo entre amor y estimacion
es tan comun en el hombre que no solo es -muy difi-cil sc
enamote de la mujer que estima. sino que 3 veces acaba por
despneciar a la mujer que estimaba, amaba y admiraba‘, por
el. solo hecho de amarla o -por dejar de amarla, por el solo
hecho de que la estima; como si el sentimiento de placer que
el hombre une con el. del amor sufriese menoscabo. al unirse
con el de la admiracién 0 el aprecio.
. Es muy frecuente ver que el hombre que tiene una mu-
J91‘_ 3_’1a que ama, estima y admira, trate de desquitarse de la
Sllgeciéii gue la estima le impone, recurriendo al amor de
05139 mlljcrcs a las que no estima, pudiendo am-arlas por lo
tanto a sus anchas, cual con frecuencia les sucede a los mo-
narcas.
_ .En el fondo, débese a esa distincién entre amor y apre-
C10 el que el hombre establezca un'a diferencia tan rotunda
EL ALMA DE LA MUJER 185

entre el sentimiento que le inspira la hermana, la hija o la


rnadre y el que le une con la mujer en general. Y por eso de-
‘sea y exige en la hermana y la madre, condiciones. cualida-
des )7 modos diferentes de los que le seducen y atraen en la
mujer que ama.

Esta idea especial que el macho se forja del amor, este


predorninar en él de los sentimientos, placer, pasién——senti-
rnientos momentaneos, pasajcros, violentos, al margen de la
razén——, hacen de su amor un incidente de la Vida, una lla-
marada de breve duracién que alcanza el maxirno de inten-
sidad en su comienzo,-

Por esto, por hallarse al margen de la razo’n, resulta su


amor voluble y efimero, hasta cuando es sincero y violento:
y se enciende ardoroso en su pecho en la edad juvenil en que
esté, mas évido de gozar, y se entibia bastante en la edad
madura, luego que ya se le apagé esa sed de goce; y por esto
tienen tan poco valor sus juramentos, porque na’die manda

en esos sentimientos que se hallan al margen de la razon.

Por esto——por escasear en su concepto del amor el ele-


mento altruistico y predominar el elemento estético y pose-
sivo—ama el hombre con mas ardor a la mujer cu'anto- mas
hermosa, agraciada, perfumada y elegante la encuentra, cuan-

‘to mas satisface su sentido estético. cuanto mas representa una

buena presa; por esto se cansa tan facilmente de la mujer

rque ama. cuando cae enferma 0 se queda pobre o lo necesita.

en una palabra. cuando amenaza con resultarle un motivo

-ode tedio en vez -de un placer. un objeto de conmiseracién en

vez de un objeto de orgulloc y se entibia o aviva tan facil-


mente su afecto, segn cambien para mal o para bien el as-
pecto exterior, la: condiciones fisicas de la mujer amada, y
puede ademés extenderse al mismo tiempo a tantas muje—
res, porque su senti-do estético puede hallar fécilmente otras
perfecciones estéticas que le atraigan en el mismo grado.
Por predominar en el amor del hombre el placer de la
conquista, ama. -el hombre a la mujer que no posee, mas que
a la que ya posee; a la novia mas que a la esposa, y a la mu-
jer que haya de costarle riesgos y peligros. mas que a aque-
lla otra que tiene al alcance de. la mano; y por esa misma
razon, cree estar en el derecho de conquistar aisu mujer con
135 GINA LOMBROSO

el estudio, e1 heroismo y los honores. Y hasta con la fuerza.


de voluntad y con el dinero, c-omo los demés blenes egois--

ticos.

QUE ENTIENDE POR AMOR LA MUJER

Pero si el amor es una simple exaltacién esteticoegois-


tica, y por lo tanto un mero episodio de su Vida para el hom-
bre. no Ie sucede lo mismo a la mujer.

Son elementos tnalmente diversos, o, por mejor decir.


los mismos elementos, solo que combinados en proporciones
distintas, los que se dan en ella.

Son e1 elemento abnegacién y el elemento aprecio, or-


gullo, elementos basados en la razén los que predominan en
ella. pasando a muy secundario lugar los elementos estéticos.
pasionales. _

E1 hombre que se acredita .de tanto mas razonable que


la mujer en sus relaciones sociales. no concibe siquiera que
la razén pueda influir en el amor. La mujer, tan poco razo-
nablc en la Vida cotidiana, no comprende que amor y razén
puedan andar separados. La mujer fundamenta su amor en
la razén; Se empea en sostener que es posible establecer ‘en-
el amor una suerte de balanza, en la que el amor del amado
haya de crecer en proporcién de los sacrilficios que por él hace-
ella, de los b-eneficios que le dispensa; lo ocual desconciertaino
pocas veces a1 hombre que, cuando se halla en el apogeo de
la salud, la riqueza y el poder, comprende la relacién, anta-
génica entonces para él, entre amor ‘y sacrificio.

Debido a que es para ella el amor un sentimiento razo-


nable, obstinase la mujer en su pretensién de que se han de-
cumplir rigurosamente las promesas de amor, y ha de sub-

_sistir el sentimiento en el hombre, hasta cuando ya solo que~

dan de él pavesas. -
I Pot este predominio de la razén, resultan también cua-
hdafles esenciales del amor femenino, la estima y la admi-’
l'3Cl0I‘l, que tan poco representan en el amor del macho.

_ Una 1'I'H1j€1' puede’ estirnar a quien no ama, o compri-


mir al menos su pasién, que instintivamente la llevaria a

'3“3T10.» PBFO‘ no puede amar a quien no estima oadmirz.


EL ALMA DE ‘LA MUJ'r:1>. 137

Suele la mujer enamorarse de un hombre despreciable, pero


no por creerlo tali. sino por creerlo blanco de la calumnia, vic-
tima de acontecimientos que ella esté llamada a conjurar:
pues, cuando se convence de que efectivamente no es digno de
aprecio, deja al punto de amarlo.

Todo lo contrario sucede con los hombres: jcuantos de


ellos no aman, hasta el suicidio, hasta el crimen, a la mujer
que desprecian o reputan indignal

Por esa causa de ir amor y estimacién indisolublemente


unidos en la idea que la mujer se forja del amor, es por lo
que ésta se siente atraida, ‘a pesar de los graves inconvenien-
tes que le pone ante los ojos la experiencia, hacia los hombres
que descuellan celebridad y a los que ocupan una jerarquia
superior—nobles—, o que no sucede casi nunca con los hom-
bres.

Cierto que a vec-es en esta atraccién de la mujer hacia.-

el hombre célebre o encumbrado, entran por mucho la va-


nidad artificial, el deseo de s-obresalir, de ingresar en un am~
biente mas brillante, sobre todo cuando la mujer no puede
descollar con solo sus fuerzas; pero no puede negarse que
también tiene gran parte en esa atraccién el sentimiento real

y sincero, el deseo natural, ya que amor -significa para ella la‘

abnegacion de consagrarse a un ser que lo merezca. Esta attac-

cién llega, efectivamente, -a ser tanto mas irresistible cuanto-

més perseguido parece de los hombres 0 de la fortuna el ho-


nor que descuella y brilla.

A ningn grande hombre, saudamente combatido, fal-


taronle nunca la admiracién y el amor sincero y desinteresa—e
do de las mujeres que lo conocieron.

Obsérvese, no obstante, que si la mujer siéntese atraida


a cifrar su amor alli vdond-e razonablemente puede cifrar su
estimacién, sus juicios, en cambio. suelen diferir de los del
pblico, compuesto de hombres en su mayoria, '

En el fondo, todo ser humano, hombre ‘o mujer, des~


precia las dotes de intelecto y corazén que posee, cuando me-
nos en germen, y faltando las cuales resulta imposible todo
parangén. Por lo tanto, y halléndose més desarrolladas en
la mujer las cualidades rnorales que las intelectuales, atra-enla

mas en el hombre célebre las cualidades morales que las otras.__


133 GINA LOMBROSO

Estima principalmente la mujer al hombre que cree mas ele-


vado moralmente sobre los demés: a1 rdeahsta, M f1lantro-
po; y de los intelectuales, al poeta, al novelador, al artista,

que son intuitivos y observadores como ella. Y par-ecen mirar

por los demés como ella misma. _


El fisico, el quimico, e1 rncentor, el explorador, por
mas grandes que sean los descubrrmrentos que hayan hecho

en sus respectivos dominios, no la emocionan lo mas mini-

mo. La mujer no admira los actos, ni siquiera los sacrificios,


realizados con mira a fines teéricos.

El hombre que se aisla diez aos en un desierto para


estudiar los movimientos del meridiano terrestre, o que se
deja morir de hambre por resolver un problema geolégico o
ematemético, muévela antes a piedad que a admiracién.

Por esta misma razén de ir el amor en la mujer tan‘

unido a la admiracién y la estima, resulta en ella tan tenaz

‘y duradero. porque la admiracién y el aprecio son sentimien-

tos que se basan en la razén y, por lo tanto, eternos, o en


todo caso, mucho mas perdurables que la caprichosa atrac—
cion estética del hombre.

Y no nos dejemos engaar a este respecto ‘de esas co-


pletas que hablan de la ligereza e inconstancia de la mujer
La mujer es voluble, cuando es viril, cuando ama _por modo
semejante al del hombre, cuando finge amar o cree que ama,
confundi-endo el amor con el amor propio, la imitacién, el
despecho, la negra honrilla 0 el interés. 7

Es voluble por ese mero punto de honor, el amor de


Carmen; pero no es voluble el amor de Micaela, ni el de la
hija de Rigoletto, que se sacrifica por el amado. precisa-
mente mientras éste esté cantando la volubilidad de la hem-
bra.

Por ir en la mujer el amor tan ligado a la admiracién


y la estima, es por lo que la compenetracién moral e inte-
lectual, que al hombre le resulta ind-iferente, constituye la
parte mas vibrante del amor sfemenino. Son el alma, sus bue-
I13S cualidades y hasta sus defectos, los que la mujer quiere
sean el blanco del amor, porque estos son los elementos prin-
mpales de la atraccién que hacia el hombre siente, los ele-
mentos razonables del amor; porque no es un simple placer
EL ALMA DE LA MUJER 189

estético lo que ella denomina amor, sino e1 cumplimiento de


la propia personalidad, e1 logro y consecucién de un ideal’
determinado; una estimacién reciproca y la admiracién mo-
ral e intelectual.

Pero ademas del predorninio de la admiracién y el apre--


cio, hay otro elemento que distingue el amor femenino del
amor del macho, y es el elemento material que Va implicito
en la enorme z'm~portancz'a que para ella tiene Ia abnegacién.
La mujer necesita -estimar para amar; pero amar es para clla
desear que la cosa o persona determinada, objeto de su amor,
sea feliz y coseche la admiracién que le es debida; la attac-
cién hacia alguien 'a quien poder ayudar, a quien poder con-
sagrar por entero su actividad, su altruismo, igual que-
con el hijo Ie sucede a la madre.

El placer de la posesién entra también a format parte


de su afecto, lo mismo que en el hombre; solo que aqui se
trata 'de la posesién ‘dealgo que le esta encomendado a ella.
que depende de sus cuidados y desvelos, que absorbe por en-
tero su inteligencia y su alma.

Por esta razén de ser el amor para la mujer. proteccion

a otrol individuo, consagracién a él, entera y absoluta. puede

suplirsele tan fécilmente con la beneficencia 0 con el cuidado


de los propios deudos, que absorban esta necesidad de con-
sagrarse a alguien, que la mujer llama amor. Por esto, la

mujer malherida de amores métese tan facilmente de hermana:-

de la Caridad o monja, mientras que el hombre en igual ca-


so se mavta o se consuela, o se lanza locamente a probar for-
tuna; porque para la mujer e1 ansia-de amar es mas intensa
que la de ser amada; _

Por ese carécter de devocién y sacrificio del amor fem'e-


nino, ama la mujer con mas intensidad al en|fermo, a1 des-
graciado y sin ventura, que necesitande sus cuidados y afec-
to, mas que a1 afortunado que no ha menester de ella; de
igual suerte que ama al nene pequein, enfermo o desdicha-
do, que requiere un cuidado continuo e incesante, mas que
a] mozo fuerte y robusto que lisonjea todos sus senti-
.-mientos de vanidad y orgullo. Y por ser tan semejante al

maternal, puede la maternidad suplir a la mujer a todo otro


afecto. En China, la muchach-a a quien se le muere el novro
y ‘que quiere permanecerle fiel toda su vlda, rectbe como hp-
menaje de sus parientes un nio de pecho, al que podré crxar
como suyo, concentrando en él todo su amor.

Por este caracter de devocién que reviste el amor feme-


nino, nace tan precozmente, y con tanta facilidad sedifunde
por todos los objetos que a su alcance encuentra, conservan-
do Iuego toda su viva llama en la edad madura, cuando la
sed =de placeres dejé apenas rescoldo.

Por esa rnisma razén aviva y afina tanto el amor la


inteli-gencia y el sentido moral de la mujer, y reviste tanta
importancia para ella cuanto al amado se refiere. Por eso
absorbe el amor tan por completo, por modo tan incesante
y continuo, la vida toda de la mujer, ahuyentando de su co-
razén todo otro sentimiento y toda otra ambicién.

Y por -ser asi para el hombre, por buscar éste en el amor.


no» la felicidad de la amada, sino la suya propia, no le ab-
sorbe tan por entero, sino nicamente, de soslayo. algn rato
del dia, algn aito de su Vida, pudiendo afirm-arse que hasta
el hombre mas enamorado deja pasar las tres cuartas partes
del dia sin acordarse de la mujer amada.

Finalmente, por ser amor y abnegacién sinénimos para


la mujer, apégase ésta tan desesperadamente, cualquiera que
‘Ifuere el sentimiento inicial a quien——padre. marido, hijo——
consagrése, y por quien puede o pudo sacrificarse; de esta
suerte, la nodriza adhiérese a1,nir'1o -ajeno con la misma in-
tensidad de afecto que si fuera hijo suyo y le cuesta mas tra-
'bajo separarse del crio al que sélo prodigé un ao sus cui-
-dados. que el que le costara separarse de su hijo recién nacido, y
toda la vida le guardaré ya cario a ese hijo tan alejado de
ella en el espacio y en la escala social, por el solo hecho de
"haber estado consagrada a él una temporada.
EL ALMA DE LA. MUJER 191

RAZON Y CONSECUENCIAS DE ESTA DIFERENCIA

Este hecho de ser el concepto femenino del amor tan


diferente del varonil, no depende, segn con harta ligereza.
suele concluir la mujer. de la ma1'dad del hombre. Débese al
hecho de ser el hombre, intelectual y moralmente, distinto
de -la mujer y a este otro hecho de ser la misién social del
hombre diferente de la de la mujer y establecer aquél una
distincion rotunda entre las funciones de hermano, padre
y esposo que requieren amor, y su profesién o cometido so-
cial, que a1 amor son completamente extraos, mientras que
en la mujer, las funciones de madre, hermana, hija y espo-
sa, resultan compendio y cie-fra de profesién, cargo o cometi-
do social.

El amor es para el hombre un sentimiento totalmente


egoistico. Busca el hombre en el amor un placer, una ayuda.
un alivio. porque tiene que reconcentrar su escaso altruismo
en la misién externa que la naturaleza le tiene encomenda-
da, y si se dejara absorber del amor, cual 1e sucede a la mujer.
habria de resentirse la Vida externa en su raigambre inte1ec.-
tual y social. La ‘mujer. puede olvidarse del mundo entero
por el amado, y cifrar en él todas las «energias de gu inteIi—
gencia y de su corazén, porque su misién en este mundo es
amar, y el amor no la distrae. sino que, antes al contrario.
la vivifica, le allana el desempefio de sus habituales quehacc-
res, Ia nimba de resplandores.

E1 concepto femenino del amor va indisolublemente

unido a la admiracién y al aprecio. porque el amor de la mu-


jer va unido a la razén y a la inteligencia, lo que es posible

por estar formada por entero su inteligencia de pasién y— de

intuicién. El concepto del amor resulta en el macho tan di-


vorciado de la -razén. porque su inteligencia Iégica, razona-
dora, no-tiene. nada que ver con la pasién y el amor.

Pero aun viene otra razén a aumentar la discrepancia


entre el concepto femenino del amor y el rnasculino; y es que
la naturaleza ha asignado a la mujer la misién de la mater-
nidad y al hombre la de la seleccién de la especie. Y de ahi
la neoesidad de que en él predomine el elemento sensual, es-
tético, egoistico, que da lugar a tantas injusticias rnorales,
filoséficamente justificadas por la misién selectiva, y de que
en la mujer preponderen la razén y la abnegacién indispen~
sakelcs para su cometido maternal.

323.1.-zrnidad, para que ha sido hecha, impregna tan


profundamentc el espiritu femenino, que hace que en la mu-
jcr 91 amor maternal, con toda su’ secuela de sacrificios, se
c-onrfunda con todo otro amor, hasta el punto de considerar
aquélla el amor reciproco entre madre e hijo como el nico
dechado de amor. Referid a1 amor maternal el amor de la
mujer, y os explicaréis casi todas las diferencias que existen
entre Ios respectivos conceptos que del amor se forjan el'
hombre o la mujer. Pensad otra vez en cuantas exigencias
tiene e1 uio, y os explicaréis la confusion que la mujer es-
tabl-ece entre amor y abnegacién y entre amor y sacrificio,
asi como también e1 excluaivismo de la mujer, ése su empe-

arse en serlo todo para el amado. sus celos, y esa suerte de-

balanza de la‘ justicia que por su gusto reinaria en las rela-


ciones de los amanres; exigencias, pretensiones, celos que res-.
pondan 2’: concepto que del cario se hace e1 pequeo por la

madre, y al que es necesario que se forrne la madre por el"

nmo.

Estc entiende pot amor la consagracién completa de 193


otros a su cuidado; acapara por entero a la madrerpara su
exclusive servicio, y no sufre que atienda a nadie sino a él,
siente celos de todo y de todos, aspira a ser e1 nico centre
de su Vida, y durante algunos aos hace de ella el nico cen-
tro de la suya, cifrando en la madre ‘e1 carifio; la adxniracién
y la gratitud que se les puede tenet a la nodriza, la aman_te-
y el amado. Ni que decirse fiene que si el nio no contase con
la completa abnegacién de la madre’, que por entero se le con-
sagra, no podria vivir: y si para la madre no fuese la pa-
Vlabra amor sinénirno de devocién absoluta, sino se le avivase
el amor‘ 21 medida de los sacrificios que por el hijo .11eva a»-
cabo, no podria criarlo, 0 por lo menos no encontra-ria p1a~
cer alguno en 'su crianza. ' ‘

L3 mujer se engafia suponiendo que el hombre esta-


blece entre amor y sacrificio, entre amor "y exclusivismo, la-~
EL ALMA DE LA MUJER 193'

misma relacién que el infante, lo que no es asi; engéase al


creer que el hombre la exija t-oda para si_, cual hace el nio’,
y que habré de pagar sus beneficios en la misma moneda de
amor que el nine, lo que luego no ocurre.

**=I<

Estos diversos conceptos del amor tienen, no sélo oIi~


genes diversos necesarios, sino también funciones vitales di-
ferentes. _

El concepto femenino de que el amor no puede darse


sin el aditarnento de la admiracién y el aprecio, ha sido, y
es, una de las mas poderosas atracciones que la mujer ejerce
sobre el hombre.

Siendo como es el hombre, muy amigo de granjearse la


a-dmiracion y el aprecio ajenos, siéntese muy lisonjeado )7
agradecido ante la ilimitada admiracion que le demuestra la
mujer que ama; su corazén, exacerbado por la hostil indi-
ferencia de los hombres, halla un consuelo enorme en. esa
admiracién desinteresa-da y sincera. Y esto de fingirle admi-
racién y adularlo, constituye uno de los mas corrientes re~
cursos que emplean las coquetas cuando quieren seducir a nu
hombre, imitando, o mejor di-cho, simulando sentimientos
que son naturales e instintivos en la mujer.verdaderamente
enamorada.

E1 concepto femenino de que el amor Va unido indi~


solublemenete a la estimacién es uno de los medios mas efi-
caces para educar a la mujer. L lientras que los chicos se en'-
tregan con pasién a la lectura de los novelones policiacos "y
detectivescos que fomentan sus instintos de conquista, las ni-
a's_ se echan al coleto toda esa serie de libros edificantes de
las colecciones para seoritas, donde se describe a la Petite
Fille Modele, y se las vs afanarse por imitar a costa de duros
sacri-ficios fisicos, rnentalesy mora_les ese modelo de mujer-
cita ideal a fin de alcanzar esa perfeccién que a sus ojos re-
presenta el mejor medio de granjearse amor.

E1 concepto femenino de que la atraccién moral e inte'—


lectual predomina sobre la fisica, o cuando menus no puede
desglosarse de ella, es el mas seguro baluarte contra la co-
194 mwwwwWi
queteria que la permitiria tan féciles victorias sobre el hom-
bre. Con efecto, la eterna ilusién de que el hombre ha de
tenet una idea semejante sobre el particular, hace que la mu-
jer repugne y desdee ei empleo de las féciles e indecorosas
atmas que time a su alcance para excitar los sentidos del
hombre, en vez de impresionar su inteligencia.

Este concepto es una de las armas mas preciosas con


-que la humanidad cuenta para perfeccionar moral e intelec-
tbaimente, incluso a los hombres mismos. Pues, por el hecho
de ser una sola cosa para la mujer aprecio, adrniracién y amor,
es por lo que con trecuencia sirve aquélla de acicate para que
el hombre lleve a cabo las grandes obras morales e inte1ectua—
ies que lega a las generaciones siguientes; porque sabe que
puede conquistar a la mujer que ama, no directamente, pres-
tandole s-ervicios, sino por modo indirecto, partiendo a la
guerra, realizando grandes hazaas, escribiendo libros, escu1-
piendo o pintando; rnostréndose generoso, compasivo y buc-
no; en una palabra, dispensando beneficios a la humani-
dad.

Constituye, con efecto, un instinto en el hombre e1 an-


helo de que su amada sea espectadora de los actos mas her-
mosos y brillantes de su Vida, que sabe son aquellos mas
propios también para fomcntar su amor. Es instintivo en
el hombre poner freno a su lengua, modales y gestos, y abs-
tcners-e de z-C.-da accion mala e_n presencia de la mujer.

Merced a esto pudieron progresar Y refinarse los hom-


bres de la Edad Media, pues la importancia que la mujer da-
ba a su estimabilidad los obligaba a hacerse dignos de esti-

_macion para resultar dignos de ser amados.

E1 conc-epto ‘femenino de que el amor no puede existir


Si. no Va acompaado de aprecxo y admiracién es sumamente

ixtil para la formacién de un grupo familiar concorde. unidov

‘y duradero; puesel aprecio y la admiracién son sentimien-


tos estables que engen-dran un afecto tenaz y permanente. y
del nmero de los que estimulan la sumisién y la concordia;
por contraste con el concepto brutal y materialistico del hom-
bre,‘ qne fomenta la volubilidad, e1 capricho, la intoleran-
cua rcciproca, como ocurre con la mujer cuando adopta e1
concepto tvaronil del amor.
IIL ALMA DE LA MUJER 195

Otro tanto puededecirse del concepto que la mujer se


forja del amor como consagracién de la persona, como de-
vocién y enaltecimiento del amado; ilusién preciada para la
familia y para la humanidad, y que le hace féciles y gratos
los sacrificios que diariamente se ve obligada a realizar, re-
fforzando todavia mas su- monogamia, su moralidad. por el
hecho de avivérsele el amor en el alma, en vez de enfrirsele
con el transcurso de los aos y el mayor nmero de los sa-
crificios hechos o por hacer.

El concepto femenino del amor como devocién, admi-


racion y aprecio, es la garantia de la familia, sin la que el
mundo humano se transformaria en una orgia de pasiones
desenfrenadas e incoherentes, de amores volubles y violen-
tos, en que resultaria imposible educar a las nuevas gene-
raciones.

***

Pero con ser tan til a la sociedad el concepto altruistico


que del amor se forja la mujer, no resulta tampoco intil
el egoistico y sensual que de ese mismo sentimiento tiene el
hombre, ya que el predominio en su amor del ardor de con-
quista, del placer de la posesién, presenta la gran ventaja de
reducir a minima expresién sus celos.

Créese, por 10 general, que el hombre es ferozmente celo-


so, y feroces son en verdad los actos en que se manifiesta.
solo que no son los celos del hombre por la mujer, sino por
su propiedad, por su nombre, por su dignidad y hasta por su
jposicion social en el mundo. La mujer y la hermana son
una propiedad que la sociedad ha confiado técitamente a su
vigilancia. El deshonor de su honra recae mas sobre él
que sobre ellas. Y este mal papel que se ve obligado a hacer
en la Vida, es lo que pone ifurioso al hombre, antes que el
escozor de la edeslealtad amorosa. Esa responsabilidad, que
confusamente adivina, aunque no se le haya hecho una en-
trega oficial, hace que desea y exija de la hermana y la es-
posa modos y condiciones distintos de los que tanto 1e agra-
dan. Pero sus celos cesan en cuanto deja de estar su dignidad
-en entredicho. El que la mujer haga ostentacién de su belle-
&§3&&
za y despierte en los demés la misma atraccion que ‘en él des-
pertara, y siga granjeéndose el aprecio y la admiracion de los
demés, que .les consagre su inteligencia y su corazon a otros.
que a él y contine queriendo y estimando a sus padres y sus
hermanos, es cosa que no excita ni por asomos sus celos, al
contrario de lo que a”1a mujer le ocurre en caso semejante.
Considérase en el fondo como algo raro que el hombre 1e
exija a su mujer el que se aisle de su familia y sienta celos
del cario de los hijos, como a menudo 1e sucede a la mujer.
Seria ridiculo que el hombre sintiera celos del cario que la
mujer les guarda a sus padres, mientras que aun les choca
que la mujer esté celosa del cario que el marido 1e profesa
a su madre. ’Tan poco celoso es, por lo general, el hombre
en plinto al cario que su esposa le sigue conservando a sus
familia, que suele entenderse y llevarse mejor con ella que
con la suya propia. Ahora bien; esta casi completa ausencia
de celos en el hombre constituye no escasa ventaja ‘para la
Vida familiar, segn puede verse muy claro en aquellas fami-
lias donde no ocurre asi.

Todo lo contrario sucede con la mujer. _

E1 concepto femenino de que el amor ha de ir unido


a1 aprecio y la admiracion, es la razon primera de los terri-
bles y universales celos femeniles, los cuales se extien-den, no
solo a cuantos objetos excitan la -atraccion fisica, sino tam-
bién a cuantos excitan la admiracion y estima del amado,
constituyendo Ia pesadilla entera de su vida. Los celos del
hombre limitanse, segn dije, a cuanto se refiere a1 honor
de la mujer. Pero ésta siente celos de todos y de todo, de
cuantos objetos puedan despertar la admiracion y el aprecio
del ser amado, haciéndole sospechar que no es ella el 1’1nico
objeto de -su aprecio y admiracion; de bcualquier sentimiento
o cualquiera ocupacion que venga a interponerse entre ella y
él, entre ella y el mundo y del mundo rnismo, sufriendo ho-
rriblemente cuando ve que aquél tiene mas importancia a
los ojos del amado o que hay algo, que no es ella. que pue-
de serle provechoso_

corn-o en ella se confunden el amor conyugal y el


materno, siente celos del hijo, igual que del marido, y con-
cibe aversion por los conceptos que atraen la admiracion del
EL ALMA D»E LA MUJER 197!

hijo, lo mismo que por los que al esposo mueven a admira-


cién. Siente celos de antemano de la mujer que habra de ocu-
par su puesto en el corazén del hijo, lo mismo que de aque-
lla que -se insina en el del esposo, siendo esta universalidad
de sus celos, que se entrometen entre el hombre y le mundo,
lo que hace que ‘a veces resulte su amor mas enojoso que su
indiferencia.

No se puede desconocer, sin embargo, que presenta al-


guna ventaja esa distincion que el hombre establece entre
amor, admiracion y aprecio. No hay duda que si la estima-
cion arraigase mas en el corazén del hombre, seria la mujer
mas dichosa y mas buena. Pero no puede negarse que esa dis-
tincion que decimos ha facilitado la institucién que para la
mujer tiene mayor importancia, la del matrimonio, permi-
tiendo otorgar con él algn premio a la virtud.

No necesita el hombre profesar estimacién para amar;


pero comprende perfectamente, sin embargo, el escaso valor
que a Veces tiene la mujer que ama, y no se decide a uni: su
Vida a la mujer que ama y no aprecia, mientras que no va-
cila en hacerlo con aquella mujer que estima, sin amarla, a
lo que contribuye -de otra parte la poca importancia que con-
cede al amor.

De aqui toda la fuerza de las tradiciones que exhortan


a la mujer a hacerse digna de estimacién, ya que mas que el
amor del hombre puede su aprecio conducirla a la posibi1i—
da-d de constituir una familia y de amar, aunque no a la de
ser amada. Pero para que en las relaciones sociales admira-
cién y aprecio se fundiesen en el hombre sin inconvenientes,
seria menester que uno y otro de-pendiesen en él la razon,
por modo exclusivo, y no también, Como suele suceder, de
los sentidos, y que amase exclusivamente por la fuerza de
la estimacién, sin que fuese el amor quien alguna vez 1e con-
duce al aprecio, pues de otra suerte ocurriria con harta fre-
cuencia, lo que les ocurre "a los hombres débiles, que se dejan

-guiar moral e intelectualmente de mujeres indignas, a las que

aman solo fisicamente, pero que han logrado imponerles su


admiracién y aprecio, que graves intereses de indole general
irian a parar a manos de hombres incapaces de comprender-
los y menos todavia de resolverlos.
198 GINA LOMBR080‘

TRAGEDIAS

El que sean provechosos los respectivos conceptos que


el hombre y la mujer se forjan del amor, no quiere decir que
no tengan 2. veces consecuencias dolorosas para entrambos y
para la mujer principalmente, La palabra amor entraa un
significado diferente para la mujer y para el hombre, lo cual
es fatal, Litil y necesario. Pero con arreglo a esa eterna ley
que nos hace imaginarnos a los demas semejantes a nosotros.
la mujer no cree qu; as-i sea; halléndose persuadida de que
el hombre tiene del amor un concepto anélogo a1 suyo, que
para ella es el nico ajustado a la razén.

Piensa la mujer que han de juzgarla con un criterio y


resulta que es con otro muy distinto——que ella no conoce y
si 10 conociese, Ia rechazaria—, aquel a que se ajusta ‘e1 hom-
bre, lo cual no puede menos de provocar terribles des'acuer-
dos entre ambos, haciéndola sufrir a ella lo indecible.

Si, hay mil razones, hasta tiles, que conspiran a hacer


del amor del hombre algo ligero, voluble y caprichoso; pero
estas razones no quitan el que la mujer, que por razones
opuestas concibe el amor como estable y lduradero, suf-ra
enormemente al verse abandonada o simplemente tratada con
desvio cuando ella empieza a amar con mas fe. .

Si, hay mil razones para que en el hombre, dotado de


un desarrolladisimo sentimiento estético, se encienda, se apa-
gue y se reanime el amor, segn Ios cambios del aspecto ex-
terior de la mujer. Pero ésta, que tiene un alma y cree ser
amada toda ella en cuerpo y alma, cuando se siente amada-
no puede menos de experimentar sorpresa, indignacién y do-
lor grandes a1 advertir que todo ese fuego interior que con-
sume a1 hombre no arde por su alma, por su inteligencia, ni
por la nobleza de sus intenciones y" actos, sino por sus cabe-
1'1os, _sus cejas o sus brazos, es decir, por todas las partes
mertes de si misma, que ella no conoce, y al notar que el
amor del hombre crece, mengua y vuelve a crecer con el cam-
bro de color de sus mejillas, del tono de su pelo 0 del évalo
de su rostro, cosas todas de que ella es en absoluto inocente.
no pudiendo aducirlas como otros tantos méritos.

La 1‘l‘1l1_]€1‘ que en amor es légica y razonable, que pone-


EL.ALM_A DE {LA MUJER 199

en primer lugar por delante de todo el mérito, no puede me-


nos de ‘sufrir con esa falta de légica de que da rnuestra el
-hombre, cuyo amor aumenta a veces en razon inversa del
mérito y la reciprocidad.

La mujer que se pasa las horas pensando en lo que.


puede agradar o desagradar al amado; halléndose dispuesta
a cualquier sacrificio con tal de ayudarle, proporcionarle al-
guna satisfaccion o atenuar su enojo, tiene por fu-erza que
sufrir al ver que el amado puede, a su tiempo mismo, amarla
con Iocura y mostrarse indiferente a sus placeres y dolores y
hasta a su salud; al ver que esta devocién que deberia ser re-
ciproca, la entiende el hombre en el sentido——si es que la
entiende—de que le quieran, piensen en él y le ayuden, sin
que le exijan las tornas. La mujer cuya alma timida y deli.-
cada aspira a que la calen y adivinen, y que con el ejercicio
de la maternidadi siente mas viva todavia la necesidad de
comprender y ser comprendida, sufre gran-demente al vet que
el hombre no se toma interés alguno por su vida moral e in-
telectual, ni hace por comprenderla y hacerse comprender.

E1 poco lugar que ocupa la compenetracién moral e in~


telectual en el alma del hombre, e1 abandono moral e inte-
lectual en que deja a la mujer, es la causa mas corriente de
la desgracia de esta ltirna.

El abandono moral e intelectual en que el hombre deja


a la mujer es harto mas doloroso queel despotismo, la vie-
lencia, la brutalidad, que tan enérgicas protestas arrancan a la
opinion pblica. Pues estos son males visibles, burdos y a
veces temporales, contra los cuales sirve de ¢onsuelo la mis~
ma opinion pblica; mientras que el abandono es un mal
sutil, invisible, contra el que toda reaccién se estrella. pero
-que emponzoa Ias horas todas del dia y los aos todos de la
existencia, sin interrupcién ni tregrua, haciendo un 'va'cio mu-
cho mayor que el ‘vacio verdadero; porque es ese un \vacio
sin esperanza. sin ilusiones, y el desconsuelo ‘que engendra
se Va haciendo mas y mas pesado con el correr del tiempov,
y mas insufrilgle que otro dolor cualquiera, .activo y pasa-
jero. Es un mal que result-a tanto mas grave y enojoso cuan~
to mas delicada e inteligente es la mujer, mas nurnerosas y
complejas las ideas que la intuicién le sugiere y ma-yores los
300 GINA LOMBROSO

escr1’1pu.los y dudas que una fina conciencia le provoca; por-


que conciencia e intuicion van acornpafiadas de -un pudor
lleno de dignidad, que impone a la mujer la mayor reserva
con los hombres ajenos a su circulo familiar y una elemen-
tal prudencia dictale la mayor reserva con todas las mu-
jercs. _

El abandono moral e intelectual en que el hombre deja


a la mujer es la causa primera del feminismo, afanoso es-
fuerzo hacia el masculinismo, hacia la idea de cambiar de
alrna, adoptando los vicios y ambiciones y la vanidad mas-
culinos, los egoisrnos varoniles, con la vana ilusién de en-
contrar en cllos ese placer que hallan los hombres. Ilusién
vana digo, porque si algunas mujeres, las viriles, que por na-
turaleza estén dotadas de sentimientos y ambiciones mascu-
linos y aspiran a imponérseles a las demés como modelos
dignos de imitacién, encuentran en todo eso la satisfaccién
que iban buscando, no les sucede asi a. la inmensa mayoria
de las mujeres a quienes hizo la naturaleza di-stintas de los
hombres.

El abandono moral e intelectual en que el hombre deja


a la mujer es la principal causa de su periédico decrecer in-
t-electual. Por fuerza ha de empaarse, deslucirse y lan-
guidecer la inteligencia femenina, alli donde no puede ser-
virl-2 a la mujer para conquistarse la estima y admiracién de
las personas que en mas tiene, de aquellos que la rodean V
donde aqvuélla no puede comunicar con sus allegados los des-
tellos de su intuicién y colaborar en su obra. La inteligencia
de la mujer elévase. con efecto, a ojos vistos, con indepen-
dencia de los programas escolares y de su admisién en los
colegios masculinos, en esos paises y en esa época en que la
Vida de la mujer anda unida a la del hombre, viéndosela de-
Caaerl y obscureccrse, pese a todos los estimulos de los gobier-
nos, en esos tiempos y en esos paises en que asi no s-'ucede.

No hay duda de que la distincién que el hombre establece


entre amor y estimacién es causa de la decadencia moral de
la mujer. Pues ésta, que hace del amor el fin principal de su
Vlda, ha de hallarse dotada, 0 de un instinto moral muy po-
d€r0So, 0 de una férrea educacién que se le imponga como
“I13 Segllnda naturaleza, o de u'na amplia mirada espiritual
EL ALMA DE LA MUJER 201

que le permita abarcar las muchas desventajas que de otra


suerte se acarrearia, para conservarse honrada, sincera, altruis-
ta’ pdica y modesta, y cultivar su inteligencia y su corazén
cuanido el hombre, a cuyo amor aspira sin cesar, admira y
aprecia tan poco esas cualidades, dejéndose, en cambio, des-
lumbrar y seducir tan fécilmente por la estética, aun artifi-
tiosa, el capricho, la adulacién servil Y descarada, y la proca-

cidad que con frecuencia logran de él lo que no consigue la


virtud.

COMO CONCILIAR LOS DOS CONCEPTOS

E1 hecho de que la mujer sea amada con un criterio dis-


‘tinto del suyo—en modo diferente a como ella desea——.
-‘constituye un drama terrible en su Vida. Por lo cual, desde
que el mundo es mundo, se ha intentado atenuarlo en inte-
rés de los individuos y de la sociedad, o mejor dicho, en in-
terés de la sociedad y de la mujer, ya que ésta es la que sale
principalmente sacrificada en el amor. Si el amor del hombre
es voluble y multiforme y el de la mujer permanente y ex-
clusivo; si el amor de la mujer se lfunda en la razén y en la
pasién del hombre, ninguna ley—pensaron los antiguos—
podré reducirlos a un solo criterio; pero si seré posible "li-
mitar el alcance de las tragedias que de ese antagonismo se
derivan: V a esa tarea se aplicaron. Habida cuenta de que en
el amor de la mujer entran tres cuartas partes de devocion,
admiracién y anhelo de proteger y ser protegida, y de que

spara ella amar es todavia mas necesario que ser amada. bus-

caron los antiguos el mo-do de garantizar a cada mujer un

mfnimo de proteccién, aprecio y admiracién ‘de parte del

mundo masculino; de garantizar a cada mujer, en su familia

-0 en su comunidad. algn s"-er——hermano. hermanita, enfermo

o nio——- a cuyo cuida-do consagrarse, es decir. intentaban


prevenir el abandono moral »y material en que el hombre tren-
de a dejar a la mujer, uniéndolo a ella con el vinculo del ma-

trimonio.

A cambio de eso pi-diéronle a la mujer una moralidad


superior. Tal solucién no suprimia todos los choques. n1

pretendia ser una panacea absolu-ta para todos los males. ni

pensaba en poner en tela de juicio la existencia de los dos


2o2_, GINA LOMBROSQ;
conceptos contrarios, limiténdose a aminorar en cuanto fue-
ra posible el alcance de las tragedias que de ellos se origina-
ban y mitigar sus funestos resultados.

Pero la época moderna, que tiene la mania de cambiarlo.


todo V no se aviene a ningn sacrificio, pretendiendo alcan-
zar la‘ pcrfeccion absoluta, empieza negando la existencia de
csos dos conceptos antagénicos y negando también que la mu-
jer y el hombre sean distin-tos, después de lo cual trata de
suprimir todo choque entre ambos exhorténdolos a procla-
marse iguales y a asuinir los mismos -deberes y los mismos de-
rechos. Este movimiento ha concluido por elevar a la cate-
goria de regla, y hasta podria -decirse que de deber, ’aquel1o
que el despecho y la indignacion sugerianles a las mujeres
menos dignas——e1 principio de observar en las relaciones con
el hombre la ley del Talion, ojo por ojo y diente por diente.
gQue el hombre traiciona a la mujer? Pues, que ésta a su vez.
le traicione. gQue el hombre solo piensa en si mismo? Pues,.
que la mujer solo por si mire. gQue el hombre cifra su pla-
cer en los cargos sociales, en su perfeccién profesional y en
los honores que la granjean? Pues, que haga lo mismo la mu-
jer_ 5-Que el hombre no se compenetra con la mujer? Pues,
que ésta le pague con la misma moneda. gQue el hombre
quiere ser amado mejor que am-ar él? Pues, g por qué la mu-
jer no ha de querer lo mismo? gQue el hombre desea amor
sin matrimonio? Pues, que le haga coro la mujer. gQue el
hombre no aprecia la perfeccién moral e intelectual. sino so-
lo 13 estética? Pues, que se apee la mujer de su perfeccién mo-
ral e intelectual y concentre todos sus esfuerzos por lograr
la perfeccion estética. Asi se veré mas amada y con sacrificios
infinitarnente menores resultara més dichosa.

gPero creen de buena fe los modernistas que nivelar el


mundo es el mejor medio de eliminar los contrastes y crear
la felicidad? gPero' creen de buena fe que impregnar de clo-
roformo el alma femenina puede ser la panacea universal, ca-
paz de hacernos a todos dichosos? 1Pueri1 ilusién! No es la
felicidad un calzado que se acomode fécilmente a todos los
pies, ni tampoco algn potingue que se pueda confeccionar
con un solo ingrediente, ni una caja de ahorros que aumen-
te en razon directa de todos los bienes, considerados como
EL ALMA DE LA MUJER 203

tales, que puedan acumularse en ella, sino algo personal, in-


dependiente, caprichoso, en que a veces perjudica lo mucho,
resultando, en cambio, muy a propésito Io poco; algo cuyos
ingredientes pueden ser los mas opuestos, entrando hartas
veces por mucho, en su composicion, las penas mismas y los:
sobresaltos y dolores. E1 ser amado, aunquc resulte mate-
rialmente mas conveniente, no sacia el instinto de quien quie-
re amar, instinto que es un misterio para nosotras mismas.
Ias rnujeres, p-ero que no habré razonamiento ni interés al-
guno que sea parte ma borrarlo de nuestras almas. E1 placer
engéndrase nicamente de la satisfaccién de los instintos, y el
instinto altruistico sufre cuando se ve combatido, ni mas ni
rnenos que con el instinto egoistico sucede. Aun cuando e1
interés de la mujer quedase asegurado mediante la igualdad
en el amor, no por eso habriase acrecido su felicidad. La mu-
jer querria que el hombre fuera de otro modo, pero lo ama-
Lal cual es; Y cabe preguntar: glo amaria lo mismo si fuera
igual a ella? Lasr mujeres modernas no son todas las muje-
res. Hay otras muc-has_que aun conservan inmutables los an-
tiguosinstintos; Y los goces vitales que las otras les prome-
ten, la libertad, "Ia independencia, y la ausencia de preocupa—
ciones. no habrén de compensarlas de esa renuncia a que las
obligais. con respecto a los desvelos de la maternidad, de esa
obligacion de que las eximis, de una moral superior que les
imponga e1 deber de compartir con los demés los tesoros de
afecto y abnegacién que encierran en su alma, aunque no
alcancen reciprocidad.

—Pero nosotras no queremos sofocar esos instintos en


la que los tenga—dicen las modernistas.—— Lo que queremos
es libertad para todas; Queremos que cada cual pueda hacer
lo que desee, que la coqueta coquetee, y que la que guste dc
sacrificarse. se sacrifique-—. Solucién ideal, verdaderament-2,
que no habra quien no desee, pero que presupone un mundo
abstracto, poblado de hombres y murjeres sueltos, cuyos actos
no chocan ent.re si; un mundo poblado de hombres y muje-
res;indiferentes a }as humillaciones que puedan imponerles
los dcmés, y en el que no er-cistan ni amores ni celos; un mun-
do en que la mujer que se sacrifica no sufra lo mas mi-
nimo cuando Ia coqueta 1e quivta sufamor; en quee1a.Virtud1
-2o4 GINA LOMBROSO

no exija mayores sacrificios que el vicio, y el abstenerse re-


sulte tan llano como el saciarse. [Solo que la realidad es muy
otra. La virtud es la limitacion de un deseo o instinto, es
sacrificio y dolor, aun para el virtuoso. Este practica la vir-
tud por el bien general. Pero si su sacrificio resulta aislado.
si la virtud no se impone a la generalidad, puede darse su fin
por no logrado.

Quien renuncie a su bien en una sociedad que solo hon-


ra a1 que se divierte y goza, realiza un sacrificio loco, que re-
dunda en su dao, s’n_ representar un sacrificio para nadie.

E1 dia que hublese libertad de amor para todas las mu-


jeres, el dia que ,5-2 declarase cosa licita perseguirlo por to-
dos los medios, 37 la mujer compitiese con el hombre en eso
de correr desenfrenadamente tras el placer, la mujer virtuosa
perderia todo prestigio y con él toda compensacién a su sa-
crificio, toda posibilidad de recompensa, y acaso toda posi-
bilidad de dar expansion a su altruismo. Porque alli donde
reinase el amor libre no querria ya el hombre compartir con
nin-guna la carga de la prole, ni casarse siquiera con aquellas
mujeres que aun continuasen rindiendo culto a la materni-
tdad. Porque, gcomo podria el hombre distinguir a las mu-
jeres buenas de las hembras malas, cuando, merced a las ar-
tes de la coqueteria, serian las peores las que no le dejarian
punto de reposo, haciendo todo lo posible por seducirlo,
scomprometerlo y alejarlo de las mujercit-as timidas, ignoran-
tes de tales recursos y arrumacos?

Eso fué, en efecto, lo que sucedié en la Roma de la


decadencia, cuando el Gobierno viése precisado a recurrir a
leyes especiales para obligar a los hombres a contract ma-

trimonio, dandose el caso de suicidarse mas de uno por no"

rsoportar ni temporalmente la. union con .una de aquellas


hembras. de su tiempo. Y por cierto que no faltarian tam-
‘poco en aquella época mujeres madres que hubieran deseado
_1'1nicamente vivir para la familia y los hijos; solo que el re-
lumbrén de las otras no les dejaria ver, impidiéndoles a sus
contemporéneos creer en su existencia.

. Del mismo modo, con esa libertad de amar como y a


vquren se nos antoje. ocurriria que, a cambio de la poca ma-
‘V01’ fellcidad conseguida por unas cuantas mujeres hombru-
'-nas, resultarian sacrificadas todas las mujeres maternales, cu-
EL ALMA DE LA MUJER 205;

yas nobles aspiraciones quedarian frustradas, y con ellas la


humanidad.

Pero, ges licito sacrificar de consuno a la mayoria de


las mujeres mejores y al porvenir de la sociedad, con tal de
mejorar la sitluacién de una parte minima de mujeres que en
su virilidad misma tienen ya su escudo y defensa? Cierto que
las leyes antiguas pueden resultarles algo estrechas a esas mu-
jeres varoniles; pero siempre ha de haber alguien para quien.
las leyes e instituciones vigentes representen un sacrificio. So-
lo que las leyes buenas se distinguen de las malas en que ani-
man a cada cual a mejorarse, poniéndoles por modelo perso-
nas mas nobles y dignas, cuyo ejemplo, a1 generalizarse, re-
dunda en provecho de la sociedad, y que protegen a la socie-
dad contra el individuo, a1 débil contra el fuerte, mientras
que en el caso que estudiamos, seria la sociedad la que ren-
dria que transformarse de golpe y porrazo en una pandilla
de individuos que no pensarian mas que en su lucro y me-
dro, resultando sacrificada la flor de las mujcres, que no pue-
den transformarse en hombres por decreto, ni gozar por de-
creto tampoco de los beneficios del egoismo que les prome-
ten.

For todo lo cual no vacilo en declararme partidaria;


de la solucion tradicional del amor en el matrimonio._

Los limites que la tradicién sealaba al amor no eran


limites arbitrarios, fijados solamente para poner a prueba las
femeninas virtudes, sino los limites necesarios para mantener
a la sociedad unida e i1npedir que las tragedias individuales
recayesen sobre los demés, engendrando tragedias generales
mas graves todavia; representaban e1_ minimum de virtud que-
la sociedad femenil necesitaba para defenderse.

El abstenerse de amar a quien de buen Agrado se amaria


y no se debe amar, abstenerse de declararselo y de dejérselo
entrever, puede ciertamente det-erminar tragedias; pero esas tra-
gedias se muitiplicarian en proporcién desmesurada, sobre to-
do para la flor de las mujeres, que jamas se atreverian a sa-
crificar a los demas en aras de sus gustos, luego que se gene-
ralizase el amor 1ibre_ Quitando toda traba )7 freno a las
armas de la coqueteria, cesara toda const-ancia en el amor,,.
aunque no cese el deseo de ‘esa constancia.
ms GINA LOMBROSO

No hay que olvidar, cuando se establecen reglas en amor,


que atin dentro de la mayor libertad, puede el amor nacer y
extinguirse unilateralmente.

La superioridad moral que la sociedad exigia de la mu-


jer, las renuncias y deberes que les imponia, venian a set los
minimos necesarios para garantizarle, incluso a la buena, e1
minimum de derechos especiales a que aspiraba, soliendo re-
sultar con mucha frecuencia hasta venero de intimas satis-
facciones.

Para la mujer m'aternal—amor es sinénimo de abne-


gacién, de sacrificio-—es abnegacién y sacrificio por instinto.
y ya acepte esta idea, ya se le imponga como deber, ningn
deber le sera mas grato, sobre todo si cuenta con la prome-
sa de rico galardén, el respeto y el prestigio que corresponde
de derecho a un individuo, al cual se le reconoce y acredita
una colaboracién desinteresada al bien comn. Pero si no se
le impone el sacrificio, si se la ensea a calcar su amor sobre
el patron del hombre, a medir los sacri=ficios que esta dis-
-puesta a hacer por los que el hombre no esté dispuesto a tea-
’lizar, si se la persuade para queno dé de si sino aquello por lo
que pueda esperar compensacién adecuada, resultara que la
flor de las mujeres seguiré sacrificandose todavia por instin-
to; como sigue empollando la llueca cuando se le quitan los
huevos, pero sera objeto de befa por seguir queriendo sa-
erificarse teniendo francos ante si tantos caminos de placer.
Y si logra reprimir en el fondo de su alma ese altruismo de
que la naturaleza la ha dotado, para adoptar los vicios de los
hombres, no encontraré en ellos los -goces que el hombre
halla y encima se acarrearé la burla inmerecida, mas no por
eso menos sensible, del vulgo, que a man-dibula batiente se
reira de su incapacidad para caminar por la nueva senda.

Si; su altruismo 1e ocasionaré terribles angustias, des-


ilusiones terribles; solo que para ella resultarén menos te-
rribles y menos desastrosas en su consecuencia que la simple
apatia. La necesidad que de amar siente la mujer es el nudo
-que constitpye la tragedia de su Vida; pero es que, fuera de
esto, no ex1ste la Vida para ella. Es ingrato el hombre, serén
xngratosllos hijos, seré ingrato el mundo enter-o, por no adi-
vmar n1 comprender esta necesidad del corazén femenino.
EL ALMA DE LA MUJEB. Z07

Pero el sacrificio hecho con la ilusién del amor no resulta


doloroso, 0, en todo caso, no los es tanto como esa inaccion
que nos queremos imponer para eximirnos de amar.

gNo vemos diariamente a la llueca empearse en em-


-pollar, sacrificando su.1ibre retozar y picotear en el grano.
por estarse alli tozudamente acurrucada en su nido, con ta‘.
obstinacién que no lo deja aunque se le quiten y destripen
l_os huevos, y se la saque de su hoyo , y en mil modos se la
inquiete y hostigue? gY no quiere decir eso que el sacrificarsr:
por la rfutura pollada es para ella mas grande placer que to-
das esas otras satisfacciones egoisticas que por ese gusto sa-
crifica? Si despojamos al concepto del amor de cuanto tiene
de sagrado y doloroso para la mujer, la privamos a1 mismo
tiernpo del derechoa proclamar muy alto, cara al mundo.
-que el amor es el fin mas alto de su Vida.

Hoy dia, Ia jovencita se avergiienza de amar, no sabe,


no se atrevc a confesarse ni siquiera a si misma, que ansia
en encontrar un prnarido y fundar una familia. y que con tal
de lograrlo. esté dispuesta incluso a sacrificar los egoisticos
goces de que se halla rodeada. Y todo eso, gpor qué? Pues.
porque se le ha quitado a1 amor todo caracter -de sacrificio,
d2jéndo1o_reducido al materialistico objeto de gozar.

E1 interés de la mujer estriba en dejarle al amor hom-


bruno todos sus prepotentes egoismos con tal de poder amar.
Mientras amamos, hay algo que‘ nos hace creer que somos
tiles. Mientras somos amados, hay algo que nos une a la
Vida, dice Mazzini.

***

Pero si yo por mi dejara intactas las tradiciones de la


mujer antigua, modificaria, en cambio, las del hombre, fiel
en eso a mi principio de que solo mejorando las costumbres
hombrunas se podrén mejorar Ias condiciones de la mujer.

No puede obligarse al hombre a amar cuando ya se ex-


tinguié su amor, a dar una impo-rtancia mayor de la que le
da a este sentimiento, ya porque su carzicter es especial, ya
porque sus preocupaciones exteriores, politicas y profesiona-
les’ absorben su inteligencia, su corazén y su actividad en mu-
cho mayor grado que en el caso de la hembra. Pero si puede
gog GINA LOMBROSG-

AA

acostumbrarsele al hombre a contraer habitos que le infun--»


dan, por lo menos, a la mujer la ilusion de ser amada, aun
cuando no lo sea; puede acostumbrarsele al hombre a apre--
ciar las dotes intelectuales _V morales de la mujer y a soste-
nerla moral e intelectualmente y dirigir su vida, aunque no
la ame. lo que en el fondo desea el hombre, la mujer.
Pidcnse ahora Ieyes que limiten las exigencias y la au-
toridad de los hombres. Rios de tinta se han vertido para des-
cribir con los mas negros coiores las terribles consecuencias del
despotismo y cl esqrilmo de que.e1 hombre hace victima a.
la mujer, y a encarnecer las tradiciones que hacen a1 marido,,.
al padre y al hermano responsables y jueces, en ocasiones crue-
les, de la moralidad de sus esposas, hijas y hermanas. No hay
costumbre alguna sobre la cual no se pueda hacer llorar a una
generacion entera. Pero esto de la autoridad del hombre y
de sus exigencias morales, es precisamente una de esas practi-
cas sociales que menos nos merecen lagrimones de célera.
. La sociedad necesita que la mu.jer sea moral, que no em-
plee las artes de la coqueteria que tiene a su alcance y que
provocarian general confusion en el campo social. gEn qurén
ha dc delegar aquélla e1 velar por la satisfaccién de esa nece-
sidad suya sino en el marido, ei padre 0 el hermano? E1 es-
carnio que sobre él recae por la mala conducta de las muje-
res declara el desprecio de la sociedad por no haber sabido.
cumplir e1 cometido que se le confié. Pero si ese ludibrio puedev
redundar en algn dafio para la hez de las hembras, surte
optimos efectos para la flor de las mujeres, a quienes por ese
medio concilia la sociedad e1 aprecio del hombre. Aparte de
que esa autoridad que la ‘sociedad adjudica al hombre, man-
do éste no abusa de clla, antes que de encono y rencor re-
sulta venero de mas intimos lazos entre hombre y mujer.
La autoridad de la dependencia son 1-os sentimientos
que mas fuertemente unen a las criaturas entre si; la necesi-
dad misma en el uno de velar, esto es, de vigilar, y en el'
orro de sentirse vigilado, velado, es decir, rapoyado y defen-
d_1do, hace nacer un vinculo que se asemeja mucho al afecto
smcero’. aun entre extraos. De esta suerte nace y se afianza
automatrcamente con mas afectuosidad el lazo entre esos -her-
manos o hermanas, entre las compaeras del colegio, entre-
BL ALMA DE LA MUJER 20

a\J'\4

".r\ -\_~_~_ —_.\_,\,

los que mandan y los mandados. E1 capitén encariase con


los soldados que a su mando tiene y cuando logra acierto en
sus érdenes, resulta correspondido por sus subordinados, de
igual suerte que el maestro quiere y es querido de sus discipu-
los.

La mujer necesita velar por los demés; y siente gran sa-


tisfaccién cuando ve que los demas la atienden. E1 despotisrno,
Ia autoridad, es un modo de mirar por los subordinados V
obligar a éstos a mirar por el déspota. La mujer padece en
cierto modo con la excesiva tirania del marido; pero mucho
mas todavia sufre con esa indiferencia, que irremisiblemente
habia de ser consecuencia inmediata de su ernancipacién.

La mujer es mas feliz cuando se casa con un hombre vi-


ril, egoista, lleno de iniciativas, que exige de ella sacrificios.
pero se los exige conscientemente, y se preocupa de su perso-
na aunque solo sea para esquilmarla y beneficiarla y dirigirla.
que no cuando se casa con un hombre afeminado y débil, que /-
no quierce nada y ni se ocupa de nadie, siéndole todo indiferen-
te. . .

Nada 1e resulta tan grato a la. mujer que arna.——'p'«_--cc':sn.«


mente porque para la mujer es amor sinénimo de'sa'crificio v
abnegacién—como ver encauzados esos sus sent1m1e_nto_s,. V
bien dirigidos sus es-fuerzos, y sentir como su obed1enc1a‘ y
sus sacrificios le granjean de parte del amado esa estimacrén,
ese prestigio que tanto ambiciona. ' I _

Nada lisonjea tanto a la mujer como el sentnrse utxl.


Esas exigencias del hombre, contra las cuales tanto se clama
hov, son. uno de los mas grandes atract_iv_os que el hombre
tiene para la mujer normal; siempre les o1ré1s a las muchachas
ponderar con dejos de reproche, al par que 'de orgullo.’ las
cxigencias del novio, que son para ella mot1v»o de queja V
de placer. I

Y no es todopaltruisrno en esta atracc1én.d€ mu’


jer hacia el hombre autoritario, sino que entra tambren por
mucho en ello un inconsciente instinto de defen_sa. La muger
que es débil y timida y necesita sentirse proteg1da, hacese la
ilusién de que el hombre autoritario pondra a sus serv1c1os su
autoridad y su fuerza y la defenderé.

No es, en efecto, el despotismo o la autoridad del hom-


bre lo que hace sufrir a la mujer, sino lo de queel hombre
210 GINA LOMBROSO
mA

emplea muchas veces esa energia solo en -su provecho y no


a1 obj-eto de defenderla a ella. Con el actual sistema de erigir
en prueba de amor la independencia mutua entrelos deudos,
suele darse con harta 'frecuencia. en— el escollo del abandono.
'de la soledad, y, finalmente, en la corrupcion de la mujer que,
cansada del abandono reciproco, empieza a suspirar por quien
pueda ofrecerle al menos lailusién de que ha de aprovechar
mejor sus dotes, esto es, de que ha de saber dirigirla y man-
darlc.

Asi que, nadz de leyes que eximan a1 hombre de toda


autoridad en el seno de la familia y de todo cuidado con res-
pecto a quienes siempre habrén de depender, hasta.cuando no
dependan, de una palabra suya; sino leyes, tradicionesey cos-
tumbres que rregulen esta dependencia y esta autoridad en el
modo mas til, asi para la mujer como para la sociedad; le-
yes, tradiciones y costumbres que regulen la posib1e‘co1abora-
cién de la mujer con el hombre y exhorten a este ltimo a
.no dejar baldias las dotes intelectuales y morales de la hem-
bra e instruya a1 uno para que comprenda mejor al otro )7
a_ arhbos para que se comprendan mejor a si mismos y se per-
caten de sus diferencias reciprocas. '

Muchas asperezas de la conducta del hombre, muchas


amarguras del corazén de la mujer, débense a no conocer ni
uno ni otro a qué criterios obedecen, y menos todavia los del
compaero. E1 hombre causaré menos sinsabores a la muje;
si consciente de la distincion que establece entre amor y es-
timacién, y de la amalgama que de ambos sentimientos
hace la mujer, y consciente, por lo tanto, del dolor que dis-
tmcién semejante puede causarle a aquélla, modifica, por lo
menos, su conducta exterior, en este respecto, supliendo con
la razén lo que a su corazén 1e falta.

La educacién y la razén hacen_ profunda mella en el


hombre, mas todavia que en la mujer, y modificzindolo y me-
Joréndolo, seré como podré obtenerse un positivo mejora-
miento de la situacién de aquélla. '

Acostmbrese el hombre, el marido 0 padre, a compar-


tir su trabajo con la mujer, a interesarse por sus dolores, 1
dirigir su actividad y disipar sus perplejidades y quedaré re-
suelto en sus tres cuartas partes el femenil problema. No hay
trabajo hombruno en cuya parte moral 0 material no pueda
EL ALMA DE LA MUJER 211

colaborar la mujer; ni perpl-ejidad borrascosa que con su pa:


labra no pueda abonanzar el hombre. Cuandoéste haya aso~
vciado a su trabajo la mujer, y se ocupe en dirigir su Vida,
aquélla s-2 crceré amada y sera feliz, cualesquiera que sean los
sacrificios que se le demanden.

Esta educacién del hombre deberia estar a cargo de‘ la


mujer, y se halla a su vez relacionada y subordinada a una
educacién e instruccién moral adecuada de aquélla...

Para que el educador pueda ejercer alguna influencia


en el cducando, es menester que por todos conceptos lc aven-
taje, y que el discipulo lo reconozca asi.

Para que la mujer eduque moralmente al hombre, ha-


bré de serle superior, y habra aquél de reconocer esta superioe
ridad, lo que podra lograrse cuando Ia superioridad sea co-
lectiva.

Solo la mujer que practica la virtud y aquella que supo


refrenarlos naturales celos que la convierten en la enemiga
nata de las demas mujeres, podran educar al hombre y ha-
cer que éste reconozca Ia virtud de la mujer. Mas suele su~
ceder, por el contrario, que la mujer que deberia ser quien a1
hombre le revelase las virtudes de su sexo, resulta maestra in»

comparable en el arte de ponerle ode manifiesto sus defectos y


lacras.

**

Pero Ia educacién tiene sus limites que no es posible tras-


pasar; puede dirigir los instintos, pero no puede matarlos.
El concepto que el hombre se forja del amor, es como es. V
ha d»-2 engendrar siernpre fatalmente tragedias. S610 el per-
dén generoso y completo por parte de la mujer, podré con-
jurar estas tragedias y evitar sus consecuencias. No debe 01»
vidar la mujer que un perdén serio y total en un momento
oportuno, puede representar Ia salvacién de la familia y de
ella misma. Los dos conceptos tan diferentes del amor, tan
desfavorables en ciertosentido a la mujer, no podrén conci-
liarse nunca como no esté la mujer dispuesta a perdonar. Y
no ha de olvidar la mujer que su despecho puede recaer, en
Iiltimo térrnino, sobre sus hijos y sobre ella misma, cuya
212 GINA LOMBROS0

vida resultarzi mas vacia, triste y amarga, después de una rup-


tura irreparable.

A mas de la educacién de la mujer y el hombre, no se-


rén intiles, quizé, algunas leyes que garanticen cada vez mas
cl rcspcto de entrambos a la institucion a que mas reconoci-
da debe estar la mujer: el matrimonio.

Si el rnatrimonio no le ha garantizado "a la mujer un


amor que no habré ley alguna que pueda garantizarle nun-
ca, le ha permitido 3:‘.-ntar con el hombre que se unié a ella,
para el mantenimiento de los hijos, proveyendo a evitarque.
al abandono moral e intelectual en que con tanta facilidad
la deja el hombre, no vaya "a aunarse también el material
abandono. Cuanto puede garantizar esta ins.*itucic'>n,.resulta
favorable a la mujer, incluso esa eleccién del cényuge en-
comendada a los padres, que a nuestros contemporaneos se les
antoja una herejia horrible de pasados tiempos.

Porque en el hombre la perfeccién fisica determina una


atrascién infinitamente mayor que en la mujer.

No se puede suplir con razonamientos esta atraccién


que tiene sus fundamentos naturales en los fines a que se
halla destinado el hombre. Pero si se puede hacer que el hom-
bre adquiera conciencia de ell-a, y persuadirlo de que la socie-
dad tiene derecho, con miras a esos mismos fines. a entrome-
terse en su corazon y" no permitirle que fie su honor y el
porvenir de su estirpe a un sentimiento tan poco noble y se-
guro como ese a que llama amor y obligarlo a dejarse acon-
sejar de los otros, siquiera en la eleccién de la esposa, lo que
no excluye en rnodo alguno lo que se dice el amor. Ese im-
pulso a que hoy se da nombre de amor, hallase unido a la
edad, la situacion y estado de énimo, mucho mas que a las
cualidades especificas de los dos que se aman. ,:Ha habido
nunca amor mas tierno que el de Garibaldi a Anita? Y se
enamoré de ella a la distancia de dos kilémetros, al divisar a
11113 fl?-{Ufa de mujer que se paseaba por la playa.

Demas1ados rios de tinta se han vertido para demostrat


la fatalitla_d del amor, y glorificar la libertad de eleqirlo. Har-
To descredlto se ha arrojado en estosnltimos aos sobre la cos-
t’umbre antigua y universal de que fuese la familia el primer
organo de eleccion en el matrimonio de los hijos. Este des-
E'L ArI.l[¢A ID E L.A. lIIIJ'EII» 218

crédito que la mujer aplaudié con tanto entusiasmo, hale si-


do fatal, y sobre todo, a la flor de las mujeres; porque cuan-
do se fia la eleccién al acaso, como en el matrimonio de amor.
es la mas coqueta, la menos noble moralmente, la que con
més facilidad se alza con la palma; como que sabe provocar
mas fzicilmente la atraccién fisica del hombre con pleno me-
noscabo y detrimento de la mujer mejor que no se atreve o
sabe hacer otro tanto. Supuesta la irnportancia que a los ojos
de la mujer normal tienen la admiracién y el aprecio sobre
la atraccién fisica, resulta mas protegida cuando los padres
se encargan de averiguar por ella si el hombre que ha de amar
merece suaestimacién, que no cuando elije ella misma a cic-
gas, sin mas guia que la luz de una falaz mirada de pasién.

—-Pero eso es circunscribir a1 amor en los estrechos y an-


ticuados limites del matrimonio—-oigo decir—. gPues qué?
gQuién no encuentre en él al amor habra de renunciar a la
que parece y es la aspiracién mas sincera y poderosa del alma
femenina?

Claro que si; solo que gqueréisedecirme cuéntos son los


hombres y mujeres que llegan a s-atisfacer por completo en
este mundo alguno de sus instintos, alguna de sus esperan-
zas?

Los honores, la fam-a, esos puestos a que los hombres


aspiran con todas sus fuerzas y que a veces constituven el
nico fin de toda su existencia, no les dan derecho -a tomarlos
por la fuerza ni a quitar de en medio a quienes los ocupan.

El derecho al amor equivale exactamente al derecho a


robar; e1 derecho a prevaricar, a conquistar en cualqnier for—
ma que sea la cosa deseada, derecho que ninguna sociedad
puede admitir y que el bolchevismo ha admitido consecuen—
te con su credo, al concederlos todos. Que si parece incruen-
ta en el caso del amor la conquista, no menos complicadas V
cruentas resultan por ello l-as confusiones y angusfias genera-
les que de él se derivan. \

Los limites del matrimonio tradicional son, en el fon-


do, los mas amplios en que la mujer pueda dar expansion
a su amor, con relativa seguridad para ella y para la huma-
nidad, Los nicos que pureden infundirles a la rnayoria de los
314 GINA LOMBBOSO

hombres y de las mujeres una tranquilidad relativa y los ni-

cos que garantizan a la mujer contra la posibilidad de ho—


rribles tragedias, individuales y sociales.

La rnujer que no llega 3 encontrar en el matrimonio la


satisfaccién completa que se prometia, no seré en él dicho-
sa; pero es que con la plena libertad de amar, no lo seré nin-
guna.

Obsérvese que la fior de las mujeres, cuando no pueden


explayar por entero el alma en las instituciones tradiciona-
les, siernpre cuentan con el recurso de explayar siquiera una
pgrte. E1 arnor es un compuesto de elementos-mltiples, que
parcialmente pueden hallar satisfaccién al margen del amor
varonil, cual ocurre con el placer de serle necesaria a alguien
o la necesidad de consagrarse :3 algo. Ya. dije que en China
existe la costumbre de confiar a la joven que quiere conser-
varse fiel al novio difunto un nio de su parentela para que
lo crie como suyo y pueda cifrar en él toda la facultad afec-
tiva que en su pecho se encierra.

El Cristianismo inventé para las mujeres, cuya sed dc


amar no halla satisfaccion, toda una serie de érdenes religiol
sas, que por mil tenues resortes respondian a la mayor parte
de los elementos altruisticos del amor femenil. Los tiempos
modernos no han ideado ni procurado idear nada semejante,
y quizé sea ésta una razon de disgusto que aqueja :1 133 mu-
jeres mejores; mas no es dificil, después de la espléndida prue-
ba hecha durante la guerra. que se constituyan Ordenes lai-
cas que aprovechen y realcen estas energias.

La condicion de la mujer es trégica y el concepto tan


particular que se forja del amor es una de las causas princi-
pales de que asi sea. Pero es tan trégica precisamente por no
poderse modificar ese ‘concepto ni tampoco el del hombre. sin
1r a dar en tragedias mayores y més generales.

Por lo demés. en el Ifondo, cua'ndo hombre y rnujer se


aman lealrnente. cada cual a su modo, a lo egoista el horn—
bre. a lo altruista la mujer, .cuando ambos tienen conciencia
de los limites que deben poner a sus pretensiones. pueden en-
tenderse a maravilla, aunque sea en modo opuesto y cifrar
el mayor interés en su union. que es el fin social a que 3! amor
BL ALMA DE LA MUJER 21.6

’\

propende. La armonia duradera sélo puede engendrarse de


la leal aceptacién de la verdad.

La cdnclusién a que vengo a parar es antigua, mejor di-


cho, anticuada, pensaré alguno; pero el problema es tam-
bién antiguo y me parece ingenua petulancia la nuestra 31 em-
pearnos en resolverlo sin haber cuenta de los esfuerzos de
las infinitas genetaciones que nos han precedido y de sus ex-
periencias. ‘

FIN
INDICE

Pégs.

an. (IQ etc are any OIQ ..:' .1: can ‘one .4 Q. 5
DEDICATORIA.. .. .. ,. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. 15
PREFACIO DE LA AUTORA..; .. .. .. ».., 17

LIBRO PRIMIERO
El alma. de la. mujer

Las dificultades del problema -de la. mujer. . . . .. _ ..> . . 21


La. elave del alma femenina; su alteroeentrismo..- .. v.. 23
Razones del a.ltruismo.. .. .. .. .. .. .. .. .. ,. .. 27
La trégica situacién ‘que de ello se _de1'iva.. .. _.. .. 30

LIBRO SEGUNDO
Virtudes, defectos, ventajas y desventajas

Primera. pai'te.—Caracteristicas dependientes de la. pasiona1i-


dadeintuicri6n..;.. .. .. .. .. .. .. .. .. .. -- .. .. .. 41
Confianza en si misma... ;.. .. :..: . . .. .. 44
Obstinacién, parcia'lidad.. .. .. .. .. .. -- .. -- -- 43
Intolerancia.. .. .. .. .. .. .. -- .. .. .. .. -o. 50
Despotismo.._ .. .. .. .. .. .. .. .. .. 61
Amor propio.. .. .. .. .. .. .. -- ... .. 58
Afén de primacia.. .. .. ..
Envidia, celos, sed de venganza... .. .. .. .._ .. .. .. .. 63
Mod3,,__ ,_ __ .. .............. ..'-.. .. .. .. 65
Sentimenta1idad.. .. .. .. .. .. ..; .. .. .. .. 67

I II '-A no II no
Expansividad—Sociabilidad. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 72
Ventajas y desventajas. . . . .. .. :.--.; -..— .. 74
Vivificacién de las cosas inanimadas.. . . T. ._ . ., . . . ., 77
Gratitud.—Regalos.. .. .. .. -- .. .. .. -. .. .- 30
Indumentaria.. .. .. .. .. .. .. .. .. .. 82
Persona1idad.——Hechizo..~. 85
Ventajasydesventajas.. .. .. .§ .. .. .. .. .. 88
Segunda parte.—Actividad y sus consecuencias. . 7. . .. . . . . 95
Defectosyvirtudes.. .. .. .. .. .. .. -- .. -- 93

LIBRO TERCERO
Iia. ‘Integencia

Primera.~parte;——Direcci6n’ concreta; de la inteligencia. ‘femenina 108


Influencia de1amor.. .. ._. .. .. .. .. .. .. .. 113
Influencia de la actividad y el amor propio. . . . . . . . .. 117
Cualidades especiales de la inteligencia femenina.—Intv.i-

cién... .. ; .. .. 120
Espiritu de observaci6n.. .. .. .. .. .. .. .. .; .. 122
Métodop. ‘.‘. ;; .. .. .. .. .. -- .. .. .. .. .. .. .- -.125
Ventajasp .. .. .. .. .. .. .. .. ,. .. .. .. .. .7.‘ C9126
Desventajas..“.’.‘.-.2 . . .. . , 129
Act'rvidades'mé.s adecuadas a. la. mujer y a su inventividad 134
Cu1tura.. .. .. .. .. .. .. .. .. .. -- .. -- .. .. -- 139

segllllda I3arte.—Apoyos y frenos morales de la mujer.—Fun-


cién de1a'ra.z6n.. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. -- 150
Peligros... .‘..]54
Medios que pueden substituir a. la. raz6n. . . . . . . . .. .. 157

Tercera pa.rte.—La mujer superior.. .. .. .. .. _. .. 165

LIBRO CUARTO
7 El Amor

Q'l1é-‘es-el amor.‘. .. .. .. .. .. .. .. .. .. 181


Quéentiende-por amor la mujer.. .. .. .. .. .. .. .. 186

Razény consecuencias de esta diferencia. . . . .. . ., . . .. 191


T-ragedms-«..--.... .. .. .. .. 193

Cémo eonciliar los ‘tics.-<.:o1.1<.3e}.);:(.>s .. ;.. ;.. . 90]


Impreso en los Talleres
de la Editorial
"Cultura"
1937
COLECCION “HOMBRES E IDEAS"

( Continuacién)

C
43 Lujo y Gapitalismo, por Werner Sombart, edicién eo-

rriente, $ 4.00; Edicién fina... .. .. .. .. .. .. $ 6.00


44 La. Escandalosa. Vida do los Borgia, por G. Apollinaire 5.00
45 Julio, 1914, por Emil Ludwig.. .. .. ._ .. .. .. .. 5.00
46 E1 Saber y la Cultura, por Max Scheler .. . . . . .. . . 3.00
47 Lutero, por Funck Brentano.. .. .. .. .. .. .. .. .. 8.00
49 Cultura Femenina y Filosofia. de la. Coqueteria, por

Jorge Simmel . . . .. 3.00

50 El Problema. de la Situacién Religiosa. — La personali-


dad de Dios, por Jorge Simmel. —- Mirabeau 0 E1 Po-
litico.—Kant por J. Ortega y Gasset (un volumen)..

51 La. Orgullosa Vida de Trotsky, por Pierre Fervacque. ..

52 Cémo veo el Mundo, por Alberto Einstein. . ,, . . .. . .

53 Hindenburg, por Emil LudWig.. .. .. .. .. .. .. .. 1

54 La Psicoanélisis y la. Teoria de la. Libido, por S. Freud

55 La. Tragedia de una Vida, por Stefan Zweig . . .. . . ,,

56 Juana de Arco, por Funck Brentano. . .. . . .. .. ..

57 Introduccién a.1 Narcisismo, por el Prof. Freud__ . .

58 La vidii de Enrique IV, por Pierre De Lanux.. .. .. ..

59 La. Emperatriz Maria Luisa, por Leon Des Rivieres. ..

60 Jorge Sand y sus Amantes, por Jean Davray.. . . .. . .

61 Los Dictadorgs, por Jacques Bainville. . . . . .. . . . . . .

62 La. Sociologia. del Saber, por Max Scheler ..

€D\‘lUVOD|-P-O1.h-P-I-PC.‘Vl-P6030103
O
O

63 Pundamentos de Filosofia, por Bertrand Russell. . .. . 00


65 El Yo y lo Inconsciente, por C. G. Jung.. .. .. .. .. .. 6.00
66 Atila. El Azote de Dios, por Marcel Brion . . . . . . .. 6.00
67LouisPaste11r,porKeimyLumet... .. .. .. .. .. .. 4.00
68 El Sentido de la Vida, por el Dr. Alfred Adler. . . . . ., 7.00
69 Teoria. del Psicoanalisis, por C. G. Jung.. .. .. .. .. 6.00
70 La Vida Sexual Contemporanea, de Iwan Bloch. La

obra completa en 2 tomos.._ .. .. .. .. .. .. .. .. .. 25.00


71 Introduccién a. la Psicologia. de la. Vida. Sexual, por

Erwin Wexberg... . . . . .. .. .. .. 6.00


72 Del Sentimiento T1_'é.gico de la Vida, por M. de Unamuno 8.00
73 Oonocimiento del Hombre, por Alfred Ad1er.. .. .. .. 7 .—
74 La Vida y la Muerte de los Instintos e_n”_e1 Hombre. La.

evolucién sexual, p0r- Dr. A. Hesnard.. I 6.00

75 Los Sentimientos de Inferioridad, po§F..().live1.' raisil-

feld................... 8.00
76 Capitalismo y Socialismo en; ’a. Moderna, por

Roberto Aldunate .. . .. .. 8.00


77 Psicologia. del Gesto, por (igego araén. . .. .. . . 3.60

-..

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