Dio Bleichmar

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Dio Bleichmar

PREFACIO

¿Está vivo el psicoanálisis? Después de un siglo desde el descubrimiento del


inconsciente, el psicoanálisis ha experimentado un profundo cambio: principios
mantenidos como dogmas durante muchos años van siendo reemplazados. Lo
central a remarcar es que la transformación no resulta de la obra de un autor,
no se trata ni de Klein ni de los neokleinianos, ni de Lacan ni del psicoanálisis
francés, ni de los relacionistas de Estados Unidos. Se trata de un cambio de pa­
radigmas, .que va generando una renovación.de la forma de pensar v de proce­
sar JgJnfoTO^cióik.elínica, y la teoría del de^irollo.-.e§.rfflip. dp lffi.piiar$g con­
movido desde los cimientos mismos.
El pensamiento que ha prevalecido en las distintas teorías sobre el desarrollo
en psicoanálisis ha sido guiado por principios patomór&CQS. Las fases de la libido
no se refieren sólo a la progresión de la pulsión, sino al origen de entidades psi-
copatológicas definidas—lo anal y la neurosis obsesiva-—; la progresión en la or­
ganización psíquica durante el primer año de vida se concibe desde una óptica
psiquiátrica; Melanie Klein sostiene la etapa esquizoparanoide y depresiva, y
Mahler la autística y simbiótica. Y este tipo de pensamiento tiene una explicación
lógica: los psicoanalistas fueron los primeros que se animaron a tratar a niños e
infantes y eran los que reconocían la depresión cuando la psiquiatría desmentía
su presencia en la infancia. Los psicoanalistas se veían acuciados por problemas
clínicos urgentes y leían el desarrollo desde la patología y la reconstrucción de re­
latos de pacientes adultos, o sea, desde una perspectiva retrospectiva. Las inves­
tigaciones en psicología del desarrollo aportaron la observación empírica y expe­
rimental del niño en contextos naturalistas de interacción social, permitiendo en
la actualidad poner en relación a un infante clínico con un infante observado,
como subraya Daniel Stem, así como sentar las bases para una teoría evolutiva
prospectiva desde la normalidad de las distintas dimensiones de la subjetividad.
Éste es uno de los principios que guían este texto, partiendo de las propues­
tas clásicas del psicoanálisis que provienen de contextos clínicos: poner a traba­
jarlos fundamentos en que descansan tales propuestas y confrontarlas con los
hallazgos de las investigaciones empíricas. .. . . '•. ; ..........
El estudio del niño en desarrollo en contextos naturalistas condujo a no po­
der dejar de tener en cuenta a los padres y adultos que hacen posible la vida
12 MANUAL DE PSICOTERAPIA DE LA RELACIÓN PADRES E HIJOS

humana, de modo que las teorías fueron incorporando una concepción relacio-
nal del desarrollo humano, poniendo de relieve 1a.lntersubie.tiyidad..com.QÍu,en-
te v trama básica de la subjetividad intrapsíquica. Por otra parte, los impresio­
nantes descubrimientos en neurociencia y la expectativa creada por el avance
en el conocimiento del genoma humano parecieron en algún momento crear un
potente contrapeso a las corrientes constructivistas del desarrollo, lo que hizo
suponer que la parentalidad apenas importaba. No obstante, las investigaciones
actuales muestran al cerebro como operando de forma plástica, y al parecer se
encuentra menos constreñido por límites predeterminados de lo que se había
pensado previamente. La información en el cerebro es representada y procesa­
da por sistemas neurobiológicos que mantienen una interconexión funcional,
basada en mayor proporción en las exigencias de la: experiencia que en estric­
tos esquemas genéticamente determinados. : : : : :: : ::: :
La comprensión de ios fenómenos del desarrollo requiere conceptos rela­
ciónales o coactivos de la causalidad, en oposición a causas únicas que operan
en un supuesto aislamiento” !! concepto clave es entender que lo que impulsa
el desarrollo es la relación entre dos componentes, y no la progresión de un
componente en sí mismo. Cuando se habla de coacción como el corazón de la
causalidad evolutiva, lo que se quiere enfatizar es que necesitamos especificar
alguna relación entre, al menos dos componentes del sistema en desarrollo (gen-
gen, persona-persona, organismo-organismo, organismo-ambiente, actividad-
conducta motriz). El concepto usado más frecuentemente para designar la co­
acción es el relativo a la experiencia.1 De modo que los modelos de desarrollo
se van haciendo más complejos, la oposición natura-nurtura estalla en el cam­
po mismo de la biología y a su vez, como ya lo planteaba Piaget, recurrir al con­
cepto de vida social parece inadmisible en psicología: ''La sociedad no es ni. una
cosa ni una causa, sino un sistema de relaciones que el psicólogo debe analizar
y distinguir separadamente en sus efectos respectivos-,- : : :. .. . ;
I Éste es otro principio que-guía nuestro trabajo, una reformulación del obje-
j to de estudio: del niño a la relación, de la búsqueda exclusiva de procesos de
| cambio en la subjetividad del niño al intento de conseguir cambios en las capa­
cidades de los padres para la tarea de parentalización, i - I i : : ^
*. A su vez, el principio de la medularidad ha dinamitado la, idea de la exis­
tencia de un centrolntegrador de la experiencia. El psiquismo humano depen­
de de varios sistemas que trabajan al.unísono a través de muchos niveles de or-12

1. Gottlieb, G. y Tucker Halpern, C., «A relational view of causalíty in normal and abnor­
mal development*, Development a n d Psichopatbology, n° 14, 2000, págs. 421-435. Para mayor
información véase Dio Bleichmar (2004), «Modelos interactivos en la genética de la conducta
y la parentalización*. AperturasPsicoanalíticas, n° 1 ? (<wwtv.apérturás.org>). :: ■ :v :
2. Piaget, J. , La form ación del símbolo en él niño, México, Fondo de Cultura Económica,
1961, pág. 93. : : ■ ■
PREFACIO 13

ganización y no de un único sistema, y a partir de este conocimiento se ha. im­


puesto la necesidad en el psicoanálisis de concebir sistemas dinámicos comple­
jos, no lineales, sino paralelos en su desarrollo y operatividad. De modo que
modelos que se centran en la libido, la agresividad, el falo, el complejo de Edi-
po o la separación/individuación, o sea, en una sola línea de desarrollo, quedan
superados por sistemas más complejos y abarcativos de motivaciones y estruc­
turas múltiples que funcionan en forma simultánea, aunque con períodos de do­
minancias y otros de desactivación. ::
El tercer principio que. guia nuestra concepción del desarrollo es una am ­
pliación del punto de vista económico en psicoanálisis, es decir, del campo di­
námico de fuerzas o motivos que organizan el psiquismo. Dar cabida a diversos
centros motivacionales —autoconservación, apego, sensual-sexual, narcisista, re­
gulación emocional-— que pueden entrar en conflicto y oposición entre ellos o
con los sistemas motivacionales del adulto, dando lugar a estructuras psíquicas
diversas y sufriendo una evolución y una transformación durante el ciclo vital.
La propuesta de que el psicoanálisis es la disciplina que estudia las motivacio­
nes estructuradas34ha sido un impulsor de nuestro trabajo en el diseño del en­
foque modídar-transforntacionetl como cuerpo teórico-ciínico. '
Ante tal cambio de paradigmas no podía ser que la técnica y la acción tera­
péutica no se vieran profundamente conmovidas y transformadas. Técnica acti­
va, participativa, que hunde sus raíces en la escucha pero que propone formas
múltiples dé intervención que no se reducen a la comprensión de un sentido
oculto. Los cuadros psicopatológicos agrupados en base a diagnósticos catego-
riales pasan a ser deconstruidos para indagar en cada uno de ellos el estado del
vínculo de apego, el balance de la representación del sí mismo, los mecanis­
mos de regulación emocional, las formas de placer sensual/sexual, cuáles tienen
preeminencia y cuáles y por qué han quedado desactivados. La acción transfor­
madora tiene que incorporar a los adultos, pieza clave en una concepción mo­
derna del desarrollo, en el punto específico de sus capacidades para tal función
vital: la parentalización. De modo que tendríamos que intentar abarcar, en al­
gún grado, el lugar que ocupa la maternidad y la paternidad en sus vidas y di­
señar propuestas de trabajo para optimizar sus capacidades.
Nos guía un profundo respeto por la tradición, por el conocimiento aquila­
tado, por lo que el psicoanálisis ha permitido conocer de la mente humana, jun­
to a la voluntad de no ceder ni dejar de problematizarnos por las zonas oscuras,
por propuestas que se repiten sin demasiada reflexión ni interés en el diálogo y
la convergencia con disciplinas afines. Pensamos que esta dirección de la acción
teórico-clínica, lejos de entrañar un peligro para el psicoanálisis, es una forma

3. lichtenberg,P s y c b o a n a ly s is andM otivation, Hillsdale, NJ., The Analytic Press, 1989­


4. Bleichmar, H., Avances en psicoterapia psicoanaiítica, Barcelona, Paidós, 1967.
14 MANUAL DE PSICOTERAPIA DE LA RELACIÓN PADRES E HIJOS

de mantenerlo Vivo y al frente de la profundización del conocimiento. Y por úl­


timo y no menos importante, una vía de superación del eterno obstáculo que ha
regado de tinta la literatura psicoanalítica y ha dado:argumentos para todo tipo
de cuestionamientos y críticas por parte de antagonistas o desconocedores de la
bondad de nuestro instrumento; me refiero a la disociación entre teoría y prác­
tica. Disociación que conozco no sólo por hacerme eco de las críticas, sino por
haberla vivido en mi experiencia como psicoanalista. Una situación que siem­
pre viene a mi mente y que repito en mi enseñanza es que ya no tengo ún do­
ble discurso, uno entre colegas y otro con los padres de los niños, que subje­
tivamente ya me siento distinta cuando ejerzo mi labor e interpretando de
cuando hablo con los padres sobre lo que sienten con sus hijos, que ahora pue­
do compartir con los colegas o con los padres lo que pienso y digo en el con­
texto de una sesión, siempre que ello no lesione la confidencialidad del víncu­
lo con el niño. •••'• ■:
Creo que la escritura de este texto es un vivido ejemplo de un intentó de
pensar, trabajar y enseñar con menor grado de disociación.
INTRODUCCIÓN

La com pleja unidad de la experiencia tem prana

E l ENCUENTRO CREADOR :

El avance del conocimiento científico en tomo al genoma humano nos deja


maravillados ante la magnitud de la información allí acumulada, contenida y lis­
ta para el despliegue descomunal que comprende la formación del embrión y
del feto. Del mismo modo, los investigadores del desarrollo y los clínicos tam­
bién nos hallamos fascinados ante la potencialidad que encierra la relación de
la madre con su bebé, verdadera matriz extrauterina creadora del universo psí­
quico del futuro ser humano. El bebé nace dotado por la biología para el de­
sarrollo, pero necesita encontrar un adulto mejor dotado para la adaptación que
se haga cargo de la conservación de su cuerpo. La madre lo ha dado a luz, aho­
ra tiene que mantenerlo con vida y permitir su desarrollo. Cada vez tenemos
mayor conocimiento sobre la complejidad, la interrelactón y la importancia del
universo interpersonai que se pone en marcha durante la crianza y sabemos que
la mente emerge a partir de esta relación. ; : -
La madre aporta los cuidados, y a través de la interacción inherente a los
mismos se activarán diversos centros funcionales innatos en el bebé que irán
configurando los distintos sistemas motivacionales, es decir, las estructuras que
gobernarán la afectividad, ia cognición v la acción. A su vez, tamóién en ia ma­
dre, los cuidados serán portadores de estímulos, señales y mensajes de sus pro­
pios sistemas motivacionales que irán imprimiendo modalidades de desarrollo
en el bebé. De modo que para comprender la vida subjetiva de los bebés o ni­
ños pequeños no podemos sino describir las condiciones de partida de los mis­
mos, y estas condiciones se asientan en la subjetividad del adulto.
Todo emerge y todo ocurre a través de la experiencia de los cuidados víta­
les, se trata de una única y sola experiencia —tanto para el bebé como para la
madre—, pero sabemos que esta unidad de experiencia, aparentemente senci­
lla, constituyey^fuentec^^
bebé. Freud concibió el deseo como motoFde^E“suB]eHvídaS y encontró su
16 MANUAL DE PSICOTERAPIA DE LA RELACIÓN PADRES E HIJOS

fuente en la experiencia de satisfacción1 a partir del amamantamiento; las in­


vestigaciones en neurobiologia y los estudios sobre el desarrollo han aportado
suficiente base empírica que muestran la existencia de múltiples sistemas de or­
ganización con los que el bebé viene dotado y que encuentran en el conjunto
de las experiencias de la relación temprana, no sólo en el erotismo, las condi­
ciones para su activación.

U nidad , modularidad y procesamiento en paralelo

Si nos sumergimos en la subjetividad de la madre que amamanta podemos


describir el siguiente escenario de corrientes simultáneas y paralelas. En primer
lugar, se halla ante el reto de comprobar si su organismo es capaz de responder
a su ser deseante y si es realmente capaz de hacer realidad el proyecto larga­
mente acariciado de dar vida a su bebé con su propia leche. De modo que si se
ha sosegado suficientemente de la experiencia del parto y ya sabe que ha con­
seguido —como hembra de la especie— generar vida, ahora quiere comprobar
que puede mantenerla. O sea, que se halla, prioritariamente, ante preocupacio­
nes vitales, heteroconservativas, la vida del bebé está en juego, A esta motiva­
ción heteroconservaíiva de la madre, Stern (1995) la denomina «la madre en tan­
to hembra», para recalcar que, efectivamente, por más alejada que ¡se halle una
mujer del siglo xxi de vivir la maternidad exclusivamente como un hecho fisio­
lógico, no debemos olvidarnos de que la mayor parte de las parturientas quie­
ren sentirse capaces de garantizar la vida de su bebé después de dar a luz.
Un recién nacido llorando es la imagen de la indefensión, no obstante, una
madre que se siente insegura de poder responder a las demandas de cuidados
vitales puede albergar hondos sentimientos de indefensión inconscientes que la
hagan sentirse tan indefensa como su bebé ante la aventura de la maternidad, y
esta ansiedad puede llegar a malograrle la capacidad de darle el pecho (la de­
presión posparto puede tener este subtexto). Sin embargo, si todo va bien, el
llanto del bebé es el gatillo que activará la receptividad y disponibilidad mater­
na, respuesta impulsada por su propio sistema motivacional de apego/cuidados.
Mantendrá el máximo de proximidad física con su bebé y su capacidad de aten­
ción estará dirigida, privilegiadamente, hacia el recién nacido. :
En el primer periodo, aproximadamente hasta los dos meses, el desafío se
centrará en su capacidad para atender y regular el cuerpo del bebé y las fun­
ciones básicas deí mismo: hambre, sed, excreción, excitabilidad, ritmo de vigi-

1. La evocación de la experiencia de satisfacción deí amamantamiento es el modelo y ta


expresión que usó Freud para concebir el deseo humano, o sea, el movimiento psíquico que
anticipa la cualidad sensorial del próximo encuentro con el pecho. . :
INTRODUCCIÓN 17

lia y sueño. Será la incesante tarea de aprovisionamiento y regulación de las


funciones vitales la que contribuirá a establecer modalidades de contacto aten-
cional, tono vital e intensidad emocional que se inscribirán en la memoria del
bebé como representaciones interactivas de estar-con (Stern, 1999), o represen­
taciones relaciónales actuadas (Lyons-Ruth, 2000), que crearán expectativas de
repetición más y más específicas y diferenciales, organizando de esta forma el
sistema de apego del bebé. : r : :
A su vez, el funcionamiento vital de la madre— el organismo recibiendo
las órdenes del hipotálamo para que las glándulas mamarias produzcan le­
che— tendrá que hallarse en armonía con un sentimiento de seguridad afecti­
va que le permita la hiperconcentración en la tarea de la crianza. De modo que
sus propias necesidades de apego se van a ver activadas y reforzadas en esos
momentos, necesitando ella a su vez «alguna madre», algún otro ser que le brin­
de unos mínimos de presencia afectiva y protección que ie permitan alejar
otras preocupaciones, ai menos durante el tiempo que pasa con su bebé. Si el
padre posee suficientes motivaciones de apego que lo lleven a asumir la pa­
ternidad compartida puede participar precozmente en las tareas de cuidado,
tradícionalmente tan ajenas y rechazadas por la masculinidad, y no limitarse a
ser «un continente para la madre». ...........
Si todo marcha bien, el encuentro con el cuerpo del niño puede activar el
placer sensorial materno; sensaciones de ternura ante la fragilidad y el tamaño,
la dulzura del contacto táctil, hasta llegar al punto en que la madre supere la re­
presión conseguida durante su propio desarrollo y vuelva a tener una extrema
tolerancia con las sensaciones olfatorias provenientes de la caca y el pis de su
cría. Es decir, la madre activa sus circuitos sensoriales y transmite un placer en
el contacto físico que el bebé recibirá y percibirá a través de las cualidades ge­
nerales de la experiencia sensorial: intensidad, ritmo, pausa temporal (Stern,
1985), y comenzará a erogenizar no sólo la boca, el ano y los genitales—zonas
erógenas predeterminadas—, sino a dotar a su cuerpo con experiencias sensoria­
les de tal intensidad placentera que buscará activamente reproducirlas,, activan­
do el sistema motivacional sensual/sexual y desplegando conductas autoeróticas.
A sujtfiZiJ3-££üSualidad de la diada jugará un papel central en la constitución
del vínculo..x¡e_apego, ya que sumará ai cuidado de las necesidades vitales el
placer erógeno temprano, lo que constituye un componente del apego humano
no descrito en el animal. . . . :.
En la medida en que la crianza se despliega en un creciente intercambio en
que los llantos, la irritación, los gestos de rechazo, el malestar o las sonrisas y el
bienestar corporal se constituyen en señales que la madre logra codificar ade­
cuadamente, la ansiedad disminuirá en ambos miembros de la diada y se irán
La secuencia de hue­
llas de memoria de experiencias de displacer rápidamente seguidas de una dis-
18 MANUAL DE PSICOTERAPIA DE LA RELACIÓN PADRES E HIJOS

minudón de la tensión y el restabledmiento del bienestar corporal y psíquico


le permitirá al bebé esperar más pacientemente y aliviarse más rápido, es decir,
desarrollar su sistema dejtutoapaciguamiento, La Madona y el Niño, la imagen
de la virgen con un pecho total o parcialmente descubierto y con Jesús en sus
brazos, es el icono paradigmáti£9,,,quej;gn^
ntyo duela mayorfa de las.mujeres hanconstrul<to^<fes<te
como una parte central cíe la identidad femenina más valorada. La mujer narci-
sísticamente satisfecha en su nueva identidad de madre mirará a su bebé con
ojos de arrobamiento, dialogará dulcemente mientras realiza las tareas de cui­
dado y transmitirá por todos los sentidos cualidades de placer de contacto, que
se registrarán en el bebé en forma de representaciones interactivas que antici­
parán la emergencia en el infante de un self dotado de la alegría d e ser.
Si bien toda madre que cría funciona como un todo y la experiencia del in­
fante es global y relativamente indiferenciada, los hallazgos en neurobiología y
los estudios empíricos sobre la relación temprana han permitido ^establecer ja
modularidad del psiqtúsmo, la existencia de múltiples sistemas moáTOcróÉfes
con orígenes diferenciales, líneas de erokicÍiSnsépara3as m forma opn
múltiples articulaciones y relaciones entre ellas que dan como resultado, tÉMas-
formaciones en cada uno de los sistemas. En la descripción impresionista hemos
tratado de mostrar la muitipíicidad de funciones cpe cumple la madreen la día-
,da. Cada.nna de efias..d^etá..pasa;c,a si la madre se
ha hecho cargo a través de los cuidados. de la heteroconservacióri, paso ai paso
devendrá la capacidad en el niño para el autocuidado y la autoconservación; la
especularización narcisizante del adulto que vive orgulloso a su hijo/a dará paso
a la autoestima del infante; el contacto erogeneizante con el cuerpo materno ge­
nerará el deseo de recrearlo a solas en el autoerotismo; la capacidad del adulto
de contener y regular los estados fisiológicos y emocionales creará condiciones
de equilibrio psicobiológico en el bebé y la progresiva autorregulación del pro­
pio cuerpo y el autoconsuelo de las ansiedades. -
De modo que el todo de la relación es un compuesto de la, articulación de
distintos módulos psíquicos que organizan la experiencia de los cuidados. Cui­
dados que los teóricos del apego engloban en el sistema del apego equiparan­
do apego con relación y que sería de suma importancia diferenciar teóricamen­
te, ya que en la clínica vemos a diario que madres con profundas motivaciones
de apego —o sea, de vinculación afectiva con su bebé—, pero con grandes li­
mitaciones en la regulación emocional, con incapacidad instrumental o muy
exigentes en sus demandas, ven sus expectativas frustradas por los conflictos
que se generan en la relación. En la actualidad, contamos con datos sobre cómo
y de qué manera la relación parentofilial establece tanto la emergencia y el de­
sarrollo como la inhibición y el déficit de funciones psíquicas del niño. Conoci­
mientos que en la clínica nos permitirán, a su vez, intentar establecer cuál o cuá-
INTRODUCCIÓN 19

les de las múltiples dimensiones del psiquismo se hallan comprometidas en el


niño, y cuál o cuáles pueden haber sido las condiciones, tanto de génesis como
de mantenimiento del trastorno, por parte del adulto.

El PARADIGMA RELACIONA! Y LA MODULARIDAD

Uno de los mayores cambios teóricos que se han operado en la segunda mi­
tad del siglo pasado en la concepción del psiquismo humano es el giro de la
concepción intrapsíquica hacia la intersubjetiva. El desarrollo deja de compren-
derse en términos de libido o de fgp|agígrjy..se centra en el estudio de la relación.
El paradigma relacional se fue construyendo a partir delaporte de muchos auto­
res que fueron planteando propuestas en las que el papel crucial del otro en ,la
constitución del psiquismo cobraba toda su relevancia (Lacan'~Í9?S; Kóhut,
1971; Beebe, 1982; Emde, 1983; Stem, 1985; Láplanche, 1989; Stolorow, 1991;
Mitchell, 1995). ■ . : .. ;, ......
El otro cambio fundamental es la concepción modular del cerebro y de la
mgg^e. El texto de Fodor (1983) La modulariaad de la mente produjo un enor­
me impacto en la concepción de la arquitectura,^la-jmente :al mostrar que el
psiquismo funciona por módukjs.gené'ticamente indepfqdjent.qs, con propieda­
des y procesamientos diferentes. Cada módulo es concebido como una base de
datos éstm im ». eis decir, que procesa cierto tipo de, estímulos y deja autom áti-
■<Mirmdeottts,, de lado. A estos planteamientos se sumaron luego las invesBgaí
ciónes en neurociencia que muestran claramente la localización específica y
altamente íragmentada en cpmponentes diferenciales dé estímulos que se pen­
saban unitarios, como puede ser la percepción de un movimiento. Si el de­
sarrollo humano se concebía de forma lineal a partir de un dominio general,
como puede sepia libido.para. Ereud o la sensomotricidad.para Piaget, el prin-
^^p.dulaád?á.C ^b^.«dige pensar en-ia multiplicidad de núcleps de
desarrollo que funcionan y^ evolucionan en parajejq;;
No es de extrañar entonces que en el escenario psicoanalítico aparecieran
propuestas de renovación de las teorías de las pulsiones de vida y muerte como
únicos motores del psiquismo. Stem (1985), Pine (1990), Lichtenberg (1989),
Westen (1997) y Bleichmar (1997) presentan modelos múltiples y complejos
que incorporan, entre otros, el apego como sistema motívacional específico e
independiente del hambre y la sexualidad. La idea de Fairbain (1952) de la libi­
do buscadora de objeto es asociada a la teoría del apego.
Una primera consideración que hay que tener en cuenta es que si bien
la teoría de la dualidad pulsional queda superada en tanto motivación úni­
ca, esto no quiere decir que las pulsiones queden reemplazadas por la relación,
sino más bien, que el rol crucial que la relación tiene en el desarrollo ha recon-
20 MANUAL DE PSICOTERAPIA DE LA RELACIÓN PADRES E HIJOS

figurado laforma en la cual en la teoría psicoanalítica se ha entendido el víncu­


lo entre ¡pulsiones y relaciones de objeto. Las relaciones tempranas acÜvan_y_o.fe.
qanizan las distintas mptiv&CiQjxes,, y una vez que.las motivaciones se-.hallan
estructuradas organizan las relaciones. El apego deí bebé es una motivación,
pero la reíación se haíia configurada popel conjunto de todas las motivaciones.
Esta puntualización nos parece especialmente relevante en torno a una tenden­
cia que observamos en la actualidad, que es la equiparación de la relación tem­
prana al sistema del apego (Dio Bleichmar, 2003). Que la figura de apego acti­
ve diferentes sistemas en el bebé no necesariamente explica que dos mismos
sean derivaciones del apego, Que la ansiedad de separación sea una de las
primeras ansiedades claramente observables ante las amenazas de ruptura de la
proximidad no implica necesariamente queda regulación emocional sea:un de­
rivado del apego. .... - ; ■■■■■L-h Vi ■■■■
Lo mismo podríamos decir sobre el sistema explorajorio, la afirmación del
sí mismo o el estímulo para la actividad cognitiva. ¿Son todos sistemas deriva­
dos del apego o ganaríamos en instrumentos y guía para la clínica si viéramos
los distintos componentes como formando parte de otros sistemas, como son el
asertivo o narcisista, que pueden entrar en relaciones de sinergia o de oposi­
ción con el sistema de apego? Para que tal oposición no conduzca a que todos
¡os problemas tempranos sean entendidos como fracasos en el proceso de
constitución del apego, la figura de apego tiene que ser concebida como un su­
jeto con otras motivaciones que no sean exclusivamente las del apego. Nos pre­
guntamos si no existe un sesgo al utilizar una categoría tan válida como la del
apego para subsumir dentro de ella sistemas que responden a otras organiza­
ciones tanto cerebrales como subjetivas. La historia del psicoanálisis nos mues­
tra la tendencia a convertir un paradigma en el único motor del desarrollo.psí­
quico, como sucedió con las vicisitudes de la pulsión sexual, ya sea en términos
freudianos, como progresión lineal de la libido y la omnipresencia del Edipo o
en fórmulas más modernas, como los mensajes enigmáticos sexuales de la ma­
dre de Laplanche o la centralidad del falo en Lacan. Se corre el riesgo de., so­
brecargar conceptualmente una categoría v hacerle perder utilidad para el tra­
bajo clínico. : : : • :.

Modularidad y modularizacion ,

Volviendo al punto de la modularidad psíquica, para Fodor la característica


esencial que define un módulo es el encapsulamiento informacional, lo que
quiere decir queTeTcogS^ Un ejemplo ilustrativo de este
concepto es el delaHusíSn 'óptica que tenemos ante dos líneas que se diferem
cían sólo por cómo están dibujados, sus extremos, en una hacia dentro y en otra
INTRODUCCIÓN 21

hacia afuera. Aunque sepamos, midiendo su longitud, que son iguales, esto no
impide que veamos una línea más larga que la otra. Fodor sostiene que la in­
formación explícita —diríamos que se ha constituido por el conocimiento cons­
ciente en la corteza cerebral— no está disponible para el procesamiento per­
ceptivo. En sus palabras, el módulo de la percepción visual de longitudes es
cerrado a la información de otras partes de la mente, cada módulo procesa in­
dependientemente la información y se necesita un trabajo de integración central
para concluir que son iguales.

No obstante, Annette Karmiloff-Smith (1992) —investigadora cognitivísta en


temas de desarrollo— sostiene que en los humanos la modularidad es un resul­
tado, no un punto de partida, sino un puerto de llegada. A través de la relación
temprana se activarán las predisposiciones innatas j se desarrollará la masa ce­
rebral de forma diferenciada, dando lugar a la aiquitectnra modular. Toma dios
puntos de apoyo para su tesis de la moduiarización gradual: el conocimiento
sofSfe' la -plasticidad- cerebral Sel _neóriato y las investigaciones sobre el factor
capital para el desarrollo en que se constituye ía diada tempraiwra^fé^qüTtei^
átomos que^agregarqtie aquéíí'6'que'cafacten^ ’éxpeflencíaXumana_ es que
lí®„ex‘í,te^-cognición temprana que,no se haüe asociada i una emoción posijfva.
o negativa,..» sea, vinculada al principio del placer/displaccr.
En un trabajo anterior (Dio BÍeichmar, 2001) habíamos puntualizado las di­
versas modalidades del vínculo de apego a partir de las preferencias o transaccio­
nes de cada diada durante el desarrollo evolutivo. Se dan infinitas combinaciones
en la interregulación entre el adulto y el niño que serán las modalidades propias
de cada diada. Existen madres y padres que garantizan la presencia pero no la
transformación de los estados afectivos, que aportan un soporte para los es­
quemas de estar-con, pero no acarician y se mantienen distantes corporalmen­
te, sin calidez erógena. Otras madres y otros padres son muy inestables en su
capacidad de estar presentes; sin embargo, otorgan al contacto una cualidad in­
tersubjetiva de gran intensidad, mostrando y expresando alegría y entusiasmo,
siempre listos para compartir y haciendo de la experiencia un episodio que no
pasa desapercibido. Locjyg,suMejdenpiiüiM^..una-vitali^clón.oarae}seff Hay
madres que comienzan a conectarse con sus hijos cuando empiezan a hablar, pre­
dominando la conversación como vía de contacto; no obstante pueden no
percibir los estados emocionales adecuadamente ni las variaciones del cuerpo
22 MANUAL DE PSICOTERAPIA DE LA RELACIÓN PADRES E HIJOS

neurovegetativo, ni están permanentemente disponibles. De modo que en el in­


terior mismo del sistema de apego se opera un proceso de modularización de
sus distintos componentes, como veremos con más detalle en el capítulo sobre
el sistema motivacional del apego. : • : ■

El dram a del desencuentro

De la leyenda al hijo real

En la experiencia de ser padres podemos reconocer tres momentos en rela­


ción al futuro hijo: un imaginario, de sueños, .fantasías y expectativas, un esbo­
zo de niño real al ver las imágenes ecográhcas que anticipan un cuerpo sexü|-
■aiojT^T^ppSvaménte real'3el nacimkntq. También diferentes momentos
padres: úñ imaginario que contiene nuestras respec­
tivas posiciones ante el rol —entendiendo por rol materno o paterno el forma­
to previamente escrito y estipulado de lo que debe ser un padre y una madre
para el grupo sociocultural— y un paulatino real que se va desplegando e im­
poniendo a partir del posparto.
Tanto la maternidad como la paternidad no son sólo experiencias subjeti­
vas o roles asumidos, sino que constituyen categorías sociales cuya dimensión
simbólica se halla regida desde distintas dimensiones, como son las religiones,
las etnías y las clases sociales. A pesar de las múltiples variables culturales e
históricas, y aunque en la actualidad una mujer se siente con derecho a desear
o no desear un hijo, la maternidad para la mayoría de las mujeres sigue cons­
tituyendo un componente fundamental de su identidad femenina, y cuando se
enfrenta con las vicisitudes y los problemas obligados de la crianza se ve ame­
nazada por ansiedades y conflictos que es necesario tener en cuenta y atender.
Existen condiciones que en primera instancia garantizan la asunción plena de
la maternidad: si es compartido con la pareja el deseo del hijo, si se asume la
paternidad desde el inicio y se comparte la creación del vínculo temprano con
el niño, si cuenta con una red familiar de apoyo, si puede conciliar mediana­
mente bien la vida laboral con la maternidad. Como vemos, son muchas las
condiciones que se deben cubrir y no en vano en torno a la maternidad se
identifican cuadros psicopatoíógicos como los distintos grados de depresión
maternal: los matemtíy bines, la depresión ^posparto y la psicosis puerperal
(Dio Bleichmar, 1991a). -■ '
Nuestra labor en la clínica será intentar saber cómo la desilusión y el con­
flicto adulto han perturbado la crianza, cuáles de las funciones parentales se han
visto afectadas y cómo y cuáles de los sistemas motivacionales se han perturba­
do en el niño. Dada la naturaleza profundamente
INTRODUCCIÓN 23

dos los trastornos tempranos pueden ser comprendidos en términos de.trastor-


nos del vinculo y/o trastornos, de la relapión.,temprana,v ;térraino
vínculo para los estadios en los que la interacción ha conseguido un grado de
^ b feü>d2ád^l 1.g^.el,in^pte. ¿Se trata entonces siempre de conflictos en tomo
al apego tal como han sido descritos los patrones de apego inseguro por los
autores de esta corriente? :.............: . :
Como hemos planteado, la interacción permanente entre el bebé y la ma­
dre genera estados de plenitud corporal, de sosiego de la ansiedad, de placer
sensual, de actividad atencional, o por el contrario, estado de malestar cor­
poral, de excitabilidad y tensión, de desconexión cognitiva, miedos, todo lo
cual genera expectativas (las expectativas son huellas mnémicas, recuerdos
de las interacciones) ante el contacto que configuran la especificidad y el
reconocimiento de la persona que ejerce los cuidados. La obra de Bowlbv
(1969, 1973 y 1980) se centró en demostrar cómo la proximidad a la madre
que busca la cría humana no se basa sólo en las necesidades autoconservati-
vas de alimento o de placer sexual como sostuvo Freud, sino que el infante
necesita su presencia y su contacto en tanto relación social, y el afecto resul­
tante es un sentimiento de seguridad. Denominó a la madre figura de apego,
pero como venimos describiendo la madre cumple muchas y varias funciones
que han recibido en la historia del psicoanálisis sucesivas denominaciones:
objeto de la libido (Freud), en la me'dida en que despierta el placer de órga-
n°; objetó continente o, función «revene», término usado por Bion (1962) para
describir la capacidad de la madre para metabolizar la ansiedad del bebé, y
más recientemente por Bollas como objeto transformacional (1991)* que corres­
pondería a la función de regulación emocional; objeto especularizante y em~
pático, conceptos de Kohut (1971) que aluden a la capacidad de la madre de
idealizar y valorar a su hijo, lo que constituye la dimensión narcisizante de la
función materna; agente de cuidados o función heteroconservativa de Bleich-
mar (1997). "
De modo que los déficit o fracasos en cualquiera de estas funciones pueden
ser la fuente de trastornos en la relación y, si bien el apego -—en tanto confian­
za en las capacidades de respuesta de la madre— se verá afectado en el niño,
el trastorno temprano puede ser identificado en tomo a una mayor especifici­
dad del área dominante del conflicto. j Q hna^ftm fam as^entanctfs;lanatura-
leza del conflicto temprano? Como un desencuentro interpersonal, como una
aesregulacipn entre las necesidades del infante y los sistemas motivacionales del
En el caso de la madre primeriza la mujer cambia radicalmente su iaen-
tidad ante la existencia de ese desconocido que entra en su vida, y aun para
la madre experimentada cada hijo la expone a una relación inédita y singular
(Stern, 1995). ......... - ■
24 MANUAL DE PSICOTERAPIA DE LA RELACIÓN PADRES E HIJOS

Inicios de la relación . La regulación de las demandas fisiológicas .


D ominancia de los temas de la vida l

Aiimentación, excreción, actividad, pasividad, llanto y bienestar, tiempo


de vigilia y sueño son los cuidados esenciales para la preseivación de la vida.
En el psicoanálisis clásico, ha prevalecido la concepción de un período inicial
en que el bebé se hallaría protegido por una barrera para los estímulos, de­
nominada metafóricamente «estado de Nirvana» (Freud), estado roto sólo por
el empuje del hambre, que desencadenaría el llanto y/o impulsos agresivos.
Se planteaba un funcionamiento básico a muy bajo nivel de atención, y el
mundo externo entraba en la esfera del bebé sólo en los momentos de; la nu­
trición a través del pecho y la boca. Mahler (1968), siguiendo esta idea, pre­
conizó una etapa de autismo normal del desarrollo entre el nacimiento y los
2 meses de edad. .... . ^ ^ v
La teoría de Melania Klein profundiza en esta concepción al considerar que
el bebé se relaciona, en principio, privilegiadamente sólo con el pecho de la
madre, y éste constituye —en función de esta reducción de la relación— un ob­
jeto parcial del niño. A su ve2 , esta autora es la que ha planteado una muy com­
pleja organización temprana del psiquismo compuesto de fantasías y de opera­
ciones defensivas ante el pecho que ha recibido serias reservas en el curso de
la historia del psicoanálisis. Pensamos, nó obstante, que es necesaria una revi­
sión de. sus propuestas a la luz de los conocimientos actuales y que su aporte
continúa siendo un valioso conocimiento del universo de ansiedades del infan­
te. Las investigaciones apoyan la idea de la complejidad experiencial que impli­
ca la regulación emocional y el papel central que desempeña en el desarrollo
del infante, pero la naturaleza de la complejidad del proceso es planteado, en
términos procedimentales, no simbólicos, y el método empleado para su estu­
dio es la observación directa del desarrollo normal en lugar de la especulación
clínica retrospectiva. Veinticuatro horas de observación ininterrumpida ofrecen
una visión que contrasta con las propuestas clásicas (Sander, 1975 y 1980).
La combinación de las funciones innatas del bebé y las respuestas organi­
zadas de la madre crean un sistema de sensibilidad mutua que no estaba pre­
viamente programado. Un recién nacido activo puede impulsar a una madre
inexperta hacia la atención adecuada, y por otro lado alteraciones extremada­
mente sutiles pueden mantenerlo demasiado despierto durante el día o durante
la noche. .Sander ha estudiado cuán fina es la adecuación y coordinación de es­
tos cuidados para distintas .cuidadoras de un mismo bebé. La escena que surge
de la permanente y sutil interacción se trata de una unidad de experiencia (Bee-
be, 1997). El bebé pasa por un abanico de reacciones: períodos de sueño pro­
fundo, adormilado, despierto pero aún pasivo, estados de alerta atencional activa,
inquietud y molestia, para terminar en llanto. La madre responde a los estados
INTRODUCCIÓN 25

cambiantes al notar la aparición de la inquietud del hambre, de que es hora de


cambiar el pañal, mirándolo como tratando de conseguir la aprobación del
bebé, tocándolo, hablándole, acunándolo, arrullándolo o dejándolo en la cuna.
Cuando la coordinación se consigue, los cambios en los estados y la regulación
interna y externa se producen acompañados de afectos positivos tales como
interés, alegría y placer sensorial, y algunos negativos, como rabia, llanto y an­
gustia. Una buena regulación asegura que el estado emocional varíe suavemen­
te de un día a otro sin demasiada desorganización y que aun las madres que se
hallan cansadas por la demanda de la exigencia de la crianza vivan la expe­
riencia como un feliz encuentro.
El psicoanálisis se ha esforzado por capturar la esencia de tal experiencia y
la ha centrado en torno al amamantamiento, al pecho y al placer oral del bebé.
No hay duda de que el placer de órgano, como luego veremos, también se ins­
tala en el curso de la unidad de experiencia, pero el aspecto central de la vida
del bebé, su r e ^ u k ^ n ^ o c fo n a J , no ha sido puesto de relieve en toda su di­
mensión. En un doble sentido, en tanto regulación general de todos los pará­
metros vitales esenciales a lo largo de la vida —sólo apreciamos la salud cuan­
do se pierde— y en tanto actividad de la madre que se hace cargo de la
preservación de la vida. Heterorregulación que deberá transformarse en auto­
rregulación si el proceso continúa bien. Las investigaciones también muestran
que existen momentos de autorregulación en el bebé. . . : ,
Los componentes.temperamentales son una parteJmportante de la autorre­
gulación. Bebés más alerta, que duermen menos horas, que succionan con vigor,
frente a otros que hay que despertarlos, de llanto débil, que se quedan mucho
tiempo succionando. Bebés que nacen con capacidades mayores en la regula­
ción del afecto y que facilitan la tarea de la madre, y a su vez madres con gran
capacidad de tolerar la estridencia de un bebé hipertónico facilitan el aprendiza­
je de la autorregulación. Por..temperamento v autorregulación innata del bebé los
investigadores se refieren al umbral de reactividad o respuesta, al mantenimien­
to de los estados de alerta, a la capacidad de disminuir la activación en el pico
í-A* ^ •'*I— -1" — Vr'*’ * . . . i. . .. .. . ■■ ■ T. «.v , w : " v ^ . . y j. ^ . ■V. * • .>: r:'r,. » . r , ,

de la sobrestimulación, y a la capacidad para desarrollar ciclos de vigilia, sueño


jt horarios de alimentactón..(Sander, 1977; Gíanino y Tronick, 1988); .-Á un nivel
impresionista es io que las cuidadoras íes dicen a las madres: «Esta niña nació
muy madurita, es muy buenita» o «Este bebé le va a dar mucha guerra”. ^
Los procesos de autorregulación desempeñarían un papel importante en la
vivencia de un self emergente. Stern sostiene que Tos momentos de organización
perceptivo-alectiva pueden considerarse precursores del self. Otros autores con­
sideran que la regulación interactiva coopera para ía representación tanto del
self como del otro (Demos, 1983; Sander, 1977; Beebe y Lachmann, 1994), y
Lichtenberg (1989) sostiene que el concepto de objeto del self derivaría de ex­
periencias de regulación mutua altamente coloreadas afectivamente, momentos
MANUAL DE PSICOTERAPIA DE LA RELACIÓN PADRES E HIJOS
26
de malestar que encuentran rápido alivio, el alivio activa el apego y el apego in­
tensifica el bienestar de estar-con. Como explica Lichtenberg, más que una ex­
periencia oral vinculada a fantasías del pecho se trata del conjunto de expe­
riencias de la relación, el fluir del paso de los días en armonía, recordándonos
a los adultos el estado de bienestar continuo durante unas vacaciones o en un
viaje (pág. 33), lo que fue enfatizado por los autores de las relaciones de obje­
to bajo la idea del sentimiento de seguridad (Sandler, 1960). \
l,a matriz jnteracclonal es tan amplia que cubre, las, veinticuatro horas y
abarca el funcionamiento de todos los sistemas nrotívacionales. La experiencia
¿qhíim brees privada para el bebé,Timadle confirma o no tai información in­
terna: «Tienes hambre, es hora del pecho». Si acierta con la necesidad específi­
ca y le pone nombre, esto promueve la autoorganízación del bebé, que toma
contacto con su sensación intema reconocida por alguien extemo. Esta confir­
mación contribuye a la confianza del niño en el sistema de mutua regulación y
se consolida el apego. A su vez, la confirmación contribuye a la autodiferencia-
ción a través del reconocimiento de la secuencia hambre-alimentación, piezas
clave de información para el desarrollo de un sel/ «verdadero» en términos de
Winnicott. Sobre este fondo fisiológico se va estableciendo un patrón psíquico
regulador que forma parte de ese elemento indispensable que es la reciproci­
dad Spitz (1962) ilustra la reciprocidad entre la madre y un bebé de 7 meses
que recibe la tetina del biberón entre los labios: «...Él responde recíprocamente
poniendo los dedos en la boca de la madre, ella entonces mueve sus labios so­
bre los dedos del bebé, él juega con los labios y ella se sonríe, y todo el tiem­
po el bebé mantiene la mirada fija en el rostro de la madre» (pág. 291).

Se desata la tempestad

Inevitablemente, ocurren trastornos en la regulación mutua, y el estado psi-


cofisiológico se altera. Los ritmos alimenticios no se mantienen en el mismo ho­
rario el bebé sufre una diarrea, se constipa o tiene muchos gases, no gana peso,
la sensibilidad de la piel aumenta y sufre por un eritema del pañal, duerme me­
nos durante el día, está más molesto y excitado, a veces presenta dificultades
para respirar. A su vez estas alteraciones fisiológicas lo pueden impulsar a un
chupeteo más frenético buscando sensaciones sensuales que lo apacigüen, o a
llorar más intensamente para que la madre lo cargue en brazos, lo tenga más
próximo, lo arrulle, y cuando lo consigue se muestra un tanto hostil, rechazan­
te Todos los sistemas motivacionales simultáneamente activados y desregula­
dos. Si la historia de la diada ha podido resolver estos momentos de desequili­
brio la expectativa —fundada en la memoria procedimental derivada de la
propia interacción reguladora— proveerá suficiente flexibilidad a la experiencia
INTRODUCCIÓN

como para recobrar la regulación, a lo que Tronick


SláS”iBíS5Í£ÍÍ¡S“- Pero si las .experiencias anteriores .también juergad e sorgani­
zadas el caos se instala,

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