Apariencia y Realidad

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APARIENCIA Y REALIDAD

Realidad y apariencia son dos términos que recorren toda la historia del


pensamiento occidental. Se trata de una dualidad de carácter ontológico y
gnoseológico, es decir, de algo que afecta tanto a las cosas como al conocimiento.
Así pues, hablamos de cosas aparentes y de cosas reales, refiriéndonos en el
primer caso a las cosas que se nos muestran sin tener que hacer un esfuerzo
especial; y en el segundo, a aquellas que solo con cierto esfuerzo podemos
acceder a ellas. Lo mismo nos sucede con el conocimiento: hablamos de
conocimiento aparente y de conocimiento verdadero.

Apariencia y realidad en Platón

Si nos fijamos en la Antigüedad clásica, el filósofo que mejor planteó la diferencia


entre apariencia y realidad fue sin duda Platón. Platón (428 - 347 a.C.) fue un
filósofo griego, uno de los pensadores más originales e influyentes en la historia
de la filosofía occidental. Lo eterno y absoluto. Este es el tema en que Platón
fundamenta su teoría de las ideas, que pretende encontrar la naturaleza de la
realidad.

Lo real es lo que no vemos, y lo que vemos es solo la apariencia, una falsa


realidad, según Platón. Sin embargo, lo que no vemos proviene de un más allá
que nuestros sentidos no perciben, y solo llegamos ahí a partir de las ideas. Por
tanto, son las ideas aquello que constituye la naturaleza de las cosas, lo
permanente e invariable de ellas, es decir, la esencia. A este punto, lo real queda
separado de lo aparente. Y lo aparente es lo inmediato, lo sensible; y lo real es
algo abstracto, una idea.

Así pues, para Platón hay dos mundos: el mundo sensible y el mundo inteligible.
El primero es un mundo aparente, por oposición al segundo, que es el real; pero el
mundo sensible no es un mundo irreal. Platón no dice que no sea, sino que
todavía no es (me on), que no tiene entidad suficiente, frente al mundo inteligible,
que es el mundo de las cosas que son (ta onta).
realidad inteligible, a la que denomina "Idea", tiene las características de ser
inmaterial, eterna, (ingenerada e indestructible, pues), siendo, por lo tanto,ajena al
cambio, y constituye el modelo o arquetipo de la otra realidad, la sensible,
constituida por lo que ordinariamente llamamos "cosas", y que tiene las
características de ser material, corruptible, (sometida al cambio, esto es, a la
generación y a la destrucción), y que resulta no ser más que una copia de la
realidad inteligible.

La primera forma de realidad, constituida por las Ideas, representaría el verdadero


ser, mientras que de la segunda forma de realidad, las realidades materiales o
"cosas", hallándose en un constante devenir, nunca podrá decirse de ellas que
verdaderamente son. Además, sólo la Idea es susceptible de un verdadero
conocimiento o "episteme", mientras que la realidad sensible, las cosas, sólo son
susceptibles de opinión o "doxa".

Según Platón, la idea de bien es la idea suprema de su Teoría de las Formas.


Platón nos presenta la idea de bien como el objeto más adecuado para el alma y
causa de la realidad, perfección y verdad de las cosas. La importancia y funciones
que Platón concede en su filosofía a la idea de bien es tal que muchos autores (los
neoplatónicos y los primeros filósofos cristianos) la han identificado con Dios.

La Idea del Bien es el principio mismo de todas las demás Ideas, no puede estar
sometido a ningún otro principio posterior, pues la idea de la que todas las demás
participan no puede ella participar de nada por encima (está más allá de la
esencia).

Así pues, la idea del bien, de la justicia, de la virtud, son ideas definidas, sin
cambio alguno. La moral pues, no será relativa en Platón, sino algo estático que
no puede cambiar. Esa idea del Bien, será el motor para el poder ser de todas las
cosas.

La filosofía de Nietzsche- La nueva filosofía


Esta dualidad entre apariencia y realidad también ha sido negada. A este respecto
cabe destacar una de las negaciones más interesantes, que es la postura
de Nietzsche. Éste da un vuelco al planteamiento platónico. El mundo
considerado hasta ahora como el más importante carece de realidad: los
conceptos son momias, están faltos de vida. Asimismo, están vacíos: al suprimir
en ellos el devenir, el cambio, han perdido su contenido, están solo rellenos de
paja. Y los más vacíos de todos son los conceptos supremos, los conceptos más
generales, como lo bueno, lo verdadero, lo perfecto, etc. Estos “son el último humo
de la realidad que se evapora”. Y muy especialmente ese concepto que se ha
tenido por el más real de todos, el de ens realissimun (ente realísimo), que es el
más vacío, el más tenue. Por contra, el mundo considerado como inferior, el
mundo de la apariencia, es el verdadero. Es el mundo del devenir, del cambio, de
la multiplicidad y de la corporeidad. Los sentidos no nos engañan. Quien nos
engaña es ese mundo considerado hasta ahora como verdadero, que no es sino
un “añadido mentiroso”.
Pero Nietzsche no se limita a invertir el planteamiento platónico, sino que suprime
uno de ellos, el mundo de las Ideas, al quitarle todo tipo de realidad. Los únicos
rasgos de  la realidad son el cambio, la pluralidad y la materialidad. Los otros
rasgos, los del mundo inteligible, son los propios del no-ser, de la nada, productos
de “una ilusión óptico-moral”, es decir, de una fantasmagoría causada por el
resentimiento contra la vida. Solo los que no aprecian la vida, solo los que no son
capaces de estimarla en lo que vale, porque están empequeñecidos y carecen de
sanos “instintos”, se toman la venganza contra ella inventándolo.
No hay dos mundos: un mundo aparente y un mundo real. No hay un mundo
sensible y otro suprasensible. Esa división no es más que un síntoma de
decadencia. El único mundo real es el mundo sensible, el de la apariencia. Otra
especie de realidad distinta de ella “es absolutamente indemostrable”. 

Para Nietzsche la voluntad es la verdadera "esencia" de la realidad. La realidad no


es más que la expresión de la voluntad: ser es querer (...ser). La realidad no es
algo estático, permanente, inmutable; ni la consecuencia de algo estático,
permanente, inmutable. Siendo el fruto de la voluntad ha de ser multiforme y
cambiante, como aquella. La realidad es devenir, cambio, y no está sometida a
otra determinación que a la de su propio querer. Y el querer de la voluntad, al igual
que el de todo lo real, es un querer libre, que rechaza toda determinación ajena a
su propio devenir. La voluntad, el querer, no se somete a lo querido, sino que se
sobrepone a todos sus posibles objetos. No quiere "esto" o "lo otro", sino sólo su
propio querer. Se trata de una voluntad libre y absoluta a la que Nietzsche
denomina "voluntad de poder": es una voluntad vital, expansiva, dominante... una
voluntad que se engendra a sí misma y que quiere su propio querer.

A la nueva concepción de la realidad corresponde una nueva concepción de la


verdad. La verdad no reside en el juicio, ni en la adecuación del intelecto con el
objeto. Todos los juicios son falsos, en la medida que consisten en una
"congelación" de un determinado aspecto de la realidad mediante el uso de
conceptos. Siendo la realidad cambiante no podría dejarse encerrar por
conceptos, que son estáticos, inmutables. Y siendo los conceptos la base de todos
los juicios estos no pueden expresar ni captar la realidad, el devenir de lo real. Los
conceptos no nos sirven para captar lo real, ni los juicios para expresar la verdad
de lo real.

La verdad ha de ser un resultado de la intuición de lo real, de la captación directa


de la realidad. Por ello, no podrá ser una verdad inmutable, y ni siquiera única,
pues el mismo cambio de lo real no está exento de contradicciones.

En la medida en que la expresión de la verdad se realiza mediante el lenguaje


éste se convierte en algo fundamental a la hora de hablar de la verdad. Nietzsche
verá en el lenguaje una supeditación a los conceptos que hacen de él un
instrumento poco útil para reflejar la verdad de los real, por lo que la construcción
de un nuevo lenguaje será una de sus tareas prioritarias, buscando en la metáfora,
en la alusión, en la ironía, elementos útiles para forzar el nuevo sentido de las
palabras.

Frente al lenguaje de la razón, del concepto, propondrá el lenguaje de la


imaginación, basado en la metáfora. Mientras que el lenguaje conceptual pretende
ser un fiel reflejo de la realidad (quedando petrificada en él) el lenguaje metafórico
respeta la pluriformidad y el movimiento de la realidad. El lenguaje conceptual es
el de la lógica dogmática. El metafórico es el lenguaje del arte, de la vida, de la
equivocidad, de la ambivalencia, de la belleza y, en definitiva, expresión de la
libertad de la voluntad.

Todo ello conlleva un nuevo modo de entender el hombre, una nueva


antropología. El hombre actual debe ser sustituido por el "superhombre", un
hombre que haga de la afirmación de nuevos valores el eje de su vida. Lo único
valioso que hay en el hombre actual es su carácter de "puente" hacia el
superhombre. El tema del superhombre guarda una relación estricta con el de la
muerte de Dios: el superhombre aparece cuando Dios es definitivamente
expulsado del espacio que hasta entonces había usurpado, cubriendo el
superhombre el vacío dejado por Dios. El hombre crea al superhombre al matar a
Dios.

Mientras que el hombre actual es un ser domesticado, el superhombre es un ser


libre, superior, autónomo; un animal que posee sus propios instintos, los
comprende y los desarrolla en la voluntad de poder. Para alcanzar este estadio el
hombre actual ha de recorrer un camino largo y no exento de dificultades: ha de
experimentar un triple metamorfosis de su espíritu: de camello (animal sumiso) ha
de convertirse en león (símbolo de la negación de todos los valores) y de león en
niño (símbolo del superhombre que, superando la sumisión del camello y la
autosuficiencia del león conquista la auténtica libertad.)

Este hombre nuevo sólo será posible con una nueva moral que surgirá de la
transmutación generalizada de todos los valores vigentes. Las nociones morales
de "Bien" y "Mal" como puntos de referencia objetivos y opuestos quedan
desbordados por la nueva realidad. Los viejos valores racionales y suprasensibles
son sustituidos por valores vitales y sensibles. El superhombre defiende la
desigualdad, la jerarquía, el cambio, el experimento y el riesgo frente a la igualdad,
la seguridad, que serían valores propios de la moral del "rebaño", una moral de
esclavos, representada fundamentalmente por el cristianismo.
La moral tradicional, judeo-cristiana, es una moral de la "renuncia" y cuyos valores
no se encuentran en esta vida, sino en otro mundo, en el verdadero, en el más
allá. Esta moral se dirije contra los instintos vitales, ya que propone una evasión
con respecto al hombre concreto y respecto al mundo real. En sus obras
Nietzsche pretende analizar las raíces de las que brotan estos conceptos morales
negativos. Realiza el análisis de lo moral entre los griegos y del giro que van
sufriendo los conceptos morales en la dirección de alejarse de lo vital de lo que
surgen, a partir de Sócratres y Platón. Si entre los primeros griegos la virtud era
equivalente a la fuerza y "bueno" era el noble, el que despreciaba la debilidad y el
miedo, a partir de Sócrates la virtud se convierte en renuncia a los placeres,
pasiones, ambiciones, y el único bien que se admite es el de la "sabiduría". Con
ello se inicia en Grecia la moral de "esclavos", gregaria y antivital.

Esta nueva moral se basa fundamentalmente en valores estéticos y sensibles,


dejando de lado todas las preocupaciones metafísicas propias de la moral
cristiana tradicional. Así mismo defiende una posición extremadamente
individualista, frente al gregarismo de las morales tradicionales.

Actividad

1. ¿Cómo concibe la realidad Platón?


2. ¿Cómo concibe la realidad Nietzsche?
3. ¿Cómo afecta el comportamiento moral las concepciones de la realidad en Nietzsche y en
Platón?

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