Teoría de La Argumentación de Aristóteles A Toulmin

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Teoría de la argumentación

La teoría de la argumentación concibe la naturaleza del lenguaje como esencialmente


persuasiva, esto es, orientada a conducir al receptor hacia el punto de vista desde el
que el emisor presenta la información en su discurso.

Esta concepción argumentativa del lenguaje está en el centro de la concepción clásica


de la retórica. Aristóteles distinguía los textos argumentativos (científicos, dialécticos y
retóricos) de los poéticos y de los históricos. Después de conocer un cierto descrédito,
relacionado con el declinar de la retórica y con la influencia de determinadas formas de
cientificismo, los estudios de la argumentación han sido refundados en la segunda
mitad del siglo XX en la llamada nueva retórica, a partir de los trabajos de Ch.
Perelman y L. Olbrechts-Tyteca (1958), S. Toulmin (1958), y J. C. Anscombre y O.
Ducrot (1983), fundamentalmente. En la nueva retórica se considera que el lenguaje
sirve sobre todo para convencer, para incidir en el interlocutor. Así pues, lo que define
la naturaleza del lenguaje es su carácter persuasivo. Esta dimensión argumentativa del
lenguaje constituye un vehículo privilegiado para acceder al significado discursivo.

En la teoría de la argumentación, todo enunciado tiene una capacidad argumentativa,


es decir, por su significado favorece una serie de conclusiones y dificulta otras. Por
ello, los enunciados son analizados como argumentos que apoyan una determinada
conclusión. Por ejemplo, el enunciado (1) [Es abogada] implica pragmáticamente una
conclusión del tipo (2) [Se pasa el día en los juzgados], y no, en cambio, la conclusión
(3) [No se pasa el día en los juzgados], que resulta extraña. Por lo tanto, el enunciado
(2) [Se pasa el día en los juzgados] mantiene la orientaciónargumentativa del primero,
pues es una conclusión inferible del argumento que constituye el primer enunciado; en
este sentido, los enunciados (1) y (2) están coorientados argumentativamente. En
cambio, (3) [No se pasa el día en los juzgados] es un
enunciado antiorientado argumentativamente en relación a (1) [Es abogada], pues no
es una conclusión que se infiera de él. La relación argumento-conclusión está
asegurada por un tópico, a menudo implícito: la coherencia de los anteriores
enunciados (1) y (2) se apoya en el tópico siguiente: [En general, los abogados
trabajan en contacto con los tribunales]. Según Aristóteles, el razonamiento
argumentativo utiliza tópicos («topos»), lugares comunes que se suponen admitidos
por una sociedad y que establecen ciertos vínculos pragmáticos entre enunciados.
Un tópico es, pues, un instrumento lingüístico que define la adecuación de los
enunciados con respecto al contexto lingüístico en que aparecen, es decir, lo que es
adecuado como continuación a una determinada frase.

La teoría de la argumentación ha proporcionado un potente marco de análisis para el


estudio del tipo de significado que aportan los marcadores del discurso en los textos.
Los estudiosos de estas unidades (M.ª A. Martín Zorraquino y J. Portolés, 1999, por
ejemplo) destacan que un tipo de instrucción semántica que forma el significado de los
marcadores son las instrucciones argumentativas.Por ello, para vincular dos
argumentos antiorientados es preciso utilizar marcadores que indican contradicción u
oposición (los llamados conectores contraargumentativos: «en cambio», «sin
embargo»); por su parte, para vincular dos argumentos coorientados, se pueden
emplear por ejemplo marcadores de refuerzo argumentativo (como «de hecho», «en
realidad», etc.). Además de una orientación determinada, los argumentos poseen
también mayor o menor fuerza argumentativa; así, si varios argumentos
son coorientados, algunos marcadores del discurso indican cuál de ellos tiene más
fuerza: [María es muy lista: habla inglés, francés e incluso chino]. La función
argumentativa del marcador [incluso] es la de introducir el más fuerte de los
argumentos empleados: puesto que entre los españoles existe el tópico de que el chino
es el prototipo de lengua difícil, saber chino es un argumento de más fuerza en
la escala argumentativa que saber francés, de modo que le corresponde el lugar que
viene introducido por [incluso].

Aparte de los marcadores discursivos, podemos observar la orientación argumentativa


de los enunciados tanto en las formas sintácticas escogidas para su estructuración
como en la selección del léxico. Por ejemplo, puede interesar argumentativamente
ocultar el agente de la acción en un discurso, lo cual puede realizarse sintácticamente
con formas pasivas o impersonales; también las estructuras que destacan
determinados argumentos frente a otros contribuyen a que el destinatario construya
una determinada interpretación de los enunciados. En cuanto al léxico, las metáforas,
por ejemplo, presentan los fenómenos desde un punto de vista particular. Una línea de
investigación que tiene en cuenta estos mecanismos argumentativos es el
llamado Análisis crítico del discurso,que parte de la premisa de que los discursos
construyen y organizan ideologías y formas de acceder a la realidad.

En la didáctica de lenguas, la perspectiva argumentativa permite poner de relieve los


mecanismos inferenciales que se activan para construir el sentido de los textos. Por
otra parte, en la enseñanza-aprendizaje de los marcadores del
discurso y conectores ha ofrecido explicaciones rentables en el campo del español
como lengua extranjera. Además, desarrolla contrastes interesantes entre estas piezas
gramaticales y pragmáticas, al evidenciar orientaciones argumentativas distintas entre
unidades formalmente cercanas en lenguas diferentes.

Otros términos relacionados

Acto de habla; Competencia comunicativa; Conocimiento


lingüístico; Enunciación; Marcos de
conocimiento, Modalidad; Modalización; Pragmática.

Bibliografía básica

1. Escandell Vidal, M.ª V. (1993). «Anscombre y Ducrot y la teoría de la


argumentación». En Escandell, M.ª V. Introducción a la pragmática. Barcelona:
Anthropos, pp. 108-128.
2. Plantin, Ch. (1996). La argumentacíón, Barcelona: Ariel Practicum, 1998.

Bibliografía especializada

1. Anscombre, J. C. y Ducrot, O. (1983). La argumentación en la lengua. Madrid:


Gredos, 1994.
2. Martín  Zorraquino, M.ª A. y Portolés, J. (1999). «Los marcadores del discurso».
En Bosque, I. y Demonte, V. (dirs.). Gramática descriptiva de la lengua
española, Madrid: Espasa-Calpe, pp. 4051-4213.
3. Perelman, Ch. y Olbrechts-Tyteca, L. (1958). Tratado de la argumentación. La
nueva retórica. Madrid: Gredos, 5.ª ed., 1989.
4. Textos. Monográfico Explicar y argumentar (2002), núm. 29.
5. Toulmin, S. E. (1958). The uses of Argument. Cambridge: C.U.P.
 
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