El Principe
El Principe
El Principe
Esta es una copia digital de un libro que, durante generaciones, se ha conservado en las estanterías de una biblioteca, hasta que Google ha decidido
escanearlo como parte de un proyecto que pretende que sea posible descubrir en línea libros de todo el mundo.
Ha sobrevivido tantos años como para que los derechos de autor hayan expirado y el libro pase a ser de dominio público. El que un libro sea de
dominio público significa que nunca ha estado protegido por derechos de autor, o bien que el período legal de estos derechos ya ha expirado. Es
posible que una misma obra sea de dominio público en unos países y, sin embargo, no lo sea en otros. Los libros de dominio público son nuestras
puertas hacia el pasado, suponen un patrimonio histórico, cultural y de conocimientos que, a menudo, resulta difícil de descubrir.
Todas las anotaciones, marcas y otras señales en los márgenes que estén presentes en el volumen original aparecerán también en este archivo como
testimonio del largo viaje que el libro ha recorrido desde el editor hasta la biblioteca y, finalmente, hasta usted.
Normas de uso
Google se enorgullece de poder colaborar con distintas bibliotecas para digitalizar los materiales de dominio público a fin de hacerlos accesibles
a todo el mundo. Los libros de dominio público son patrimonio de todos, nosotros somos sus humildes guardianes. No obstante, se trata de un
trabajo caro. Por este motivo, y para poder ofrecer este recurso, hemos tomado medidas para evitar que se produzca un abuso por parte de terceros
con fines comerciales, y hemos incluido restricciones técnicas sobre las solicitudes automatizadas.
Asimismo, le pedimos que:
+ Haga un uso exclusivamente no comercial de estos archivos Hemos diseñado la Búsqueda de libros de Google para el uso de particulares;
como tal, le pedimos que utilice estos archivos con fines personales, y no comerciales.
+ No envíe solicitudes automatizadas Por favor, no envíe solicitudes automatizadas de ningún tipo al sistema de Google. Si está llevando a
cabo una investigación sobre traducción automática, reconocimiento óptico de caracteres u otros campos para los que resulte útil disfrutar
de acceso a una gran cantidad de texto, por favor, envíenos un mensaje. Fomentamos el uso de materiales de dominio público con estos
propósitos y seguro que podremos ayudarle.
+ Conserve la atribución La filigrana de Google que verá en todos los archivos es fundamental para informar a los usuarios sobre este proyecto
y ayudarles a encontrar materiales adicionales en la Búsqueda de libros de Google. Por favor, no la elimine.
+ Manténgase siempre dentro de la legalidad Sea cual sea el uso que haga de estos materiales, recuerde que es responsable de asegurarse de
que todo lo que hace es legal. No dé por sentado que, por el hecho de que una obra se considere de dominio público para los usuarios de
los Estados Unidos, lo será también para los usuarios de otros países. La legislación sobre derechos de autor varía de un país a otro, y no
podemos facilitar información sobre si está permitido un uso específico de algún libro. Por favor, no suponga que la aparición de un libro en
nuestro programa significa que se puede utilizar de igual manera en todo el mundo. La responsabilidad ante la infracción de los derechos de
autor puede ser muy grave.
El objetivo de Google consiste en organizar información procedente de todo el mundo y hacerla accesible y útil de forma universal. El programa de
Búsqueda de libros de Google ayuda a los lectores a descubrir los libros de todo el mundo a la vez que ayuda a autores y editores a llegar a nuevas
audiencias. Podrá realizar búsquedas en el texto completo de este libro en la web, en la página http://books.google.com
G868.808
B476
no.57 Biblioteca enciclopédica popular .
cop . 2
TEXAS
TY OF
UNIVERSI
CIVITAT
TELL
AUSTIN
THE LIBRARY
OF
THE UNIVERSITY
OF TEXAS
AT
AUSTIN
Cop . 2
LATIN AMERICAN COLLECTION
-57-
NICOLAS MAQUIAVELO
PRINC
EL IPE
45
MEXICO
Biblioteca Enciclopédica Popular
-57-
NICOLAS ` MAQUIAVELO
EL PRINCIPE
1945
EN ESTA COLECCION :
de
cusa, pero sin embargo, como hemos visto, no le justifica, porque sus
excesos y crueldades cometidos en los primeros tiempos fueron in-
necesarios, pérfidos y brutales.
Maquiavelo no abomina del bien en su libro, antes al contra-
rio, dice que sería de desear que un Príncipe estuviese adornado de
todas las buenas cualidades, pero viene a enseñar que tal Príncipe
sólo podría mantenerse en un pueblo de hombres igua'mente buenos
y virtuosos, pueblo que no existe y que Maquiavelo no podía supo-
ner que existiese, dado su concepto estático y no progresivo de la
historia. Lo cierto, es que ese pueblo no ha existido nunca ni existe
todavía y que siendo el hombre gobernado un conjunto de bien y
de mal, el gobernante no puede ser de materia y constitución dis-
tinta.
Empero, el bien y el mal hay que distribuirlos ordenadamente,
para lograr de tal distribución de factores el mayor resultado de
bien objetivo posible, dadas las circunstancias.
A esa distribución inteligente y en verdad indispensable para
establecer y mantener el Estado , llama Maquiavelo la "virtus" y
a las ocasiones propicias para hacerla fructificar, "fortuna". For-
tuna y "Virtus", eje de toda la política maquiavélica, que vulgar-
mente se interpreta como sinónima de mal, cuando rectamente en-
tendida debiera considerarse como sinónima de bien, de un bien
relativo, como relativo es todo en la vida de la humanidad.
Claro, que quien busque en “El Príncipe" un tratado de moral
en el que campeen las ideas neo - aristotélicas o el evangelismo eras-
miano, sufrirá una decepción . No es la mera intención, sino el hecho
fructífero el objeto de “El Príncipe" y no debe considerársele amo-
ral porque reconozca que antes de sentar estrictos principios morales,
es preciso practicar una política netamente humana y por tanto no
teológica, que permita el asentar y difundir preceptos éticos y hasta
jurídicos, que de otro modo carecerían de asiento sobre que fun-
darse. Maquiavelo no rechaza esos dictados éticos, ni siquiera los
religiosos; no los combate en su esencia aunque los considere formal-
mente un estorbo en los momentos en que escribe y para los que
PROLOGO -XIX
escribe. Ve las cosas como un general a quien para ganar una ba-
talla estorba un hermoso edificio . El general que lo destruye porque
le estorba, no es un enemigo del edificio y acaso desee reconstruirle
y a'zarle más suntuoso, después de la victoria.
“El Príncipe", no me cansaré de decirlo, es un instrumento para
un período anormal, como lo son el arma o la medicina, pero no
por eso puede negarse su utilidad ni el valor íntimo y perdurable de
su contenido.
Por razón de ese carácter excepcional, dedica muchas páginas
y atención a los asuntos militares y en él se encuentra el primer ger-
men de formación de los ejércitos regulares que constituyó preocu-
pación vital de Maquiavelo como estadista.
Sus aceradas y justas críticas contra las llamadas tropas auxi-
liares У contra los soldados mercenarios, que entonces eran la mayor
parte de los elementos combatientes de Italia, sus acertadas reflexio-
nes sobre los funestos resultados de permitir la entrada en territorio
propio a poderosas ropas extranjeras, que casi nunca lo abandonan
o hacen a costa de grandes sacrificios de los ocupados y con gran-
des ventajas para los ocupantes, sus anhelos por la constitución de
ejércitos propios y nacionales y aun sus disertaciones sobre el estudio
que un Soberano debe haber del territorio de su Estado y de sus
accidentes y de las condiciones de los Estados vecinos o más pró-
ximos, son enseñanzas preciosas, no sólo de un valor histórico admi-
rable, por su ulterior confirmación, sino de un valor actual, y en re-
ducidos límites, acomodados a los tiempos , de un valor de futuro ,
en el que pueden vislumbrarse los principios de ciencias hoy todavía
en gestación, como la geografía interpretada en función política y
estratégica del porvenir, que recibe el nombre de “geopolítica”.
Sobre todo ese conjunto de pensamientos profundos y certeros,
no desvirtuados en más de cuatrocientos años de desarrollo de la his-
toria mundial, campea en "El Príncipe" el espíritu humano . No
la ilusión ni la perfección, sino la realidad, muchas veces dolorosa y
triste, pero que es indispensable conocer, porque la política no se
XX- LUIS FERNANDEZ CLERIGO
NICOLAS MAQUIAVELO
Al magnífico Lorenzo,
hijo de Pedro de Médicis
CAPITULO I
CAPITULO II
CAPITULO III
cluir que estas colonias que no cuestan nada o casi nada, son más
fieles y perjudican menos ; y que ha lándose pobres y dispersos los
ofendidos, no pueden perjudicar, como ya he dicho.
Debe notarse que los hombres quieren ser acariciados o re-
primidos, y que se vengan de las ofensas cuando son ligeras . No
pueden hacerlo cuando ellas son graves ; así, pues, la ofensa que
se hace a un hombre debe ser tal, que le inhabilite para hacerlos
temer su venganza .
Si, en vez de colonias, se tienen tropas en estos nuevos Es-
tados, se expende mucho, porque es menester consumir, para man-
tenerlas, cuantas rentas se sacan de semejantes Estados. La ad-
quisición suya que se ha hecho, se convierte entonces en pérdida,
y ofende mucho más, porque ella perjudica a todo el país con
los ejércitos que es menester alojar allí en las casas particulares.
Cada habitante experimenta la incomodidad suya ; y son unos
enemigos que pueden perjudicarle, aun permaneciendo sojuzga-
dos dentro de su casa . Este medio para guardar un Estado es,
pues, bajo todos los aspectos, tan inútil, como el de las colonias
es útil.
El Príncipe que adquiere una provincia cuyas costumbres y
lenguaje no son los mismos que los de su Estado principal, debe
hacerse también allí el jefe y protector de los príncipes vecinos que
son menos poderosos que él , e ingeniarse para debilitar a los más
poderosos de ellos . Debe, además . hacer de modo que un ex-
tranjero tan poderoso como él no entre en su nueva provincia ;
porque acaecerá entonces que llamarán allí a este extranjero los
que se hallen descontentos con motivo de su mucha ambición o
de sus temores. Así fué como los etolios introdujeron a los roma-
nos en la Grecia y demás provincias en que éstos entraron ; los
llamaban allí siempre los habitantes.
El orden común de las causas es que luego que un poderoso
extranjero entre en un país, todos los demás príncipes que son allí
menos poderosos, se le unan por un efecto de la envidia que habían
concebido contra el que los sobrepujaba en poder , y a los que él
EL PRINCIPE- -31
Libro.-3
34- -NICO MAQU
LAS IAVE
LO
los otros, ya porque os venecianos no hubieran consentido en ello
sin ser ellos mismos los dueños, ya porque los otros no hubieran
querido quitarla a la Francia para dársela a ellos , o no tenido
la audacia de ir a atacar a estas dos potencias.
Si alguno dijera que el Rey Luis no cedió la Romaña a Ale-
jandro, y el reino de Nápoles a la España , más que para evitar
una guerra , respondería con las razones ya expuestas, que no de-
bemos dejar nacer un desorden para evitar una guerra , porque
acabamos no evitándo'a ; la diferimos únicamente ; y no es nunca
más que con sumo perjuicio nuestro.
Y si algunos otros alegaran la promesa que el Rey había
hecho al Papa, de ejecutar en favor suyo esta empresa para ob-
tener la disclución de su matrimonio con Juana de Francia, y el
capelo de Cardenal para el arzobispo de Ruán , responderé a esta
objeción con las exp icaciones que daré ahora mismo sobre la fe
de los príncipes y modo con que deben guardarla .
El Rey Luis perdió, pues, la Lombardía por no haber hecho
nada de lo que hicieron cuantos tomaron provincias y quisieron
conservarlas. No hay en ello milagro, sino una cosa razonable y
ordinaria . Hablé en Nantes de esto con el Cardenal de Ruán,
cuando el Duque de Valentinois, al que llamaban vulgarmente
César Borgia, hijo de Alejandro, ocupaba la Romaña ; y habién-
dome dicho el Cardenal que los italianos no entendían nada de
la guerra, le respondí que los franceses no entendían nada de las
cosas de Estado, porque si ellos hubieran tenido inteligencia en
el as, no hubieran dejado tomar al Papa un tan grande incre-
mento de dominación temporal. Se vió por experiencia que la que
el Papa y la España adquirieron en Italia, les había venido de la
Francia, y que la ruina de esta última en Italia dimanó del Papa
y de la España . De lo cual podemos deducir una regla general
que no engaña nunca , o que a lo menos no extravía más que raras
veces : es que el que se acusa de que otro se vuelva poderoso ,
obra su propia ruina .
EL PRINCIPE -35
CAPITULO IV
CAPITULO V
CAPITULO VI
aler en parte de las nuevas leyes y modos que les es indispensable in-
troducir para fundar su Estado y su seguridad. Debe notarse bien
35 que no hay otra cosa más difícil de manejar, ni cuyo acierto sea
Lose más dudoso, ni se haga con más peligro, que el obrar como jefe
Dis para introducir nuevos estatutos. Tiene el introductor por ene-
20 migos activísimos a cuantos sacaron provecho de los antiguos esta-
tutos, mientras que los que pudieran sacar el suyo de los nuevos,
no los defienden más que con tibieza . Semejante tibieza proviene
en parte de que ellos temen a sus adversarios que se aprovecharon
de las antiguas leyes, y en parte de la poca confianza que los
hombres tienen en la bondad de las cosas nuevas, hasta que se
ones haya hecho una sólida experiencia de ellas.
for Cuando uno quiere discurrir adecuadamente sobre este par-
de ticular, tiene precisión de examinar si estos innovadores tienen por
sí mismos la necesaria consistencia, o si dependen de los otros ; es
EU
CAPITULO VII
ue Libro.--4
50- -NICOLAS MAQUIAVELO
CAPITULO VIII
CAPITULO IX
CAPITULO X
pección, porque los hombres miran con tibieza siempre las empre-
sas que les presentan dificultades ; y que no puede esperarse un
triunfo fácil, atacando a un Príncipe que tiene bien fortificada su
ciudad y no está aborrecido de su pueblo.
Las ciudades de Alemania son muy libres ; tienen , en sus
alrededores, poco territorio que les pertenezca ; obedecen al Em-
perador cuando lo quieren ; y no le temen a él ni a ningún otro
potentado inmediato , a causa de que están fortificadas , y cada
uno de ellos ve que le sería dificultoso y adverso el atacar'as.
Todas tienen fosos, murallas, una suficiente artillería, y conservan
en sus bodegas, cámaras y almacenes, con qué comer, beber y
hacer lumbre durante un año . Fuera de esto, a fin de tener su-
ficientemente alimentado al populacho, sin que sea gravoso al pú-
blico, tienen siempre, es común, con qué darle de trabajar por
espacio de un año en aquellas especies de obras que son el nervio
y alma de la ciudad, y con cuyo producto se sustenta este popu-
lacho. Mantienen también en una grande consideración los ejer-
cicios militares, y tienen sumo cuidado de que permanezcan ellos
en vigor. 1
Así, pues, un Príncipe que tiene una ciudad fuerte y no se
hace aborrecer en ella, no puede ser atacado ; y si lo fuera, se
volvería con oprobio el que le atacara. Son tan variables las co-
sas terrenas, que es casi imposible que el que ataca , siendo
llamado en su país por alguna visicitud inevitable de sus Estados,
permanezca rodando un año con su ejército bajo unos muros que
no le es posible atacar.
Si alguno objetara que , en el caso de que teniendo un pueblo
sus posesiones afuera, las viera quemar, perdería paciencia, y que
un dilatado sitio y su interés le hacían olvidar el de su Príncipe,
responderé que un Príncipe poderoso y valiente superará siempre
estas dificultades ; ya haciendo esperar a sus gobernados que el
mal no será largo, ya haciéndoles temer diversas crueldades por
parte del enemigo, o ya , últimamente, asegurándose con arte de
aquellos súbditos que le parezcan muy osados en sus quejas.
Fuera de esto, habiendo debido naturalmente el enemigo,
EL PRINCIPE- -61
CAPITULO XI
aun pueden hacerlo. Son, pues, estos Estados los únicos que
prosperan y están seguros.
Pero como son gobernados por causas superiores, a que la
razón humana no alcanza, los pasaré en silencio ; sería menester
ser bien presuntuoso y temerario, para discurrir sobre unas sobe-
ranías erigidas y conservadas por Dios mismo.
Alguno, sin embargo, me pregunta de qué proviene que la
Iglesia Romana se elevó a una tan superior grandeza en las cosas
temporales, de tal modo que la dominación pontificia de la que,
antes del Papa Alejandro VI, los potentados italianos, y no so-
lamente los que se llaman potentados, sino también cada barón,
cada señor, por más pequeños que fuesen, hacían corto aprecio
en las cosas temporales, hace temblar ahora a un Rey de Fran-
cia, aun pudo echarle de Italia, y arruinar a los venecianos.
Aunque estos hechos son conocidos, no tengo por cosa en balde
el representarlos en parte.
Antes que el Rey de Francia, Carlos VIII , viniera a Italia,
esta provincia estaba distribuída bajo el imperio del Papa, Vene-
cianos, Rey de Nápoles, Duque de Milán y Florentinos. Estos
potentados debían tener dos cuidados principales : el uno que
ningún extranjero trajera ejércitos a Italia, y el otro que no se
engrandeciera ninguno de ellos . Aquellos contra quienes más
le importaba tomar estas precauciones eran el Papa y los Vene-
cianos. Para contener a los Venecianos era necesario la unión
de todos los otros, como se había visto en la defensa de Ferrara;
y para contener al Papa se valían estos potentados de los barones
de Roma, que, hallándose divididos en dos facciones, las de los
Urbinos y Colonnas, tenían siempre, con motivo de sus continuas
discusiones, desenvainada la espada unos contra otros, a la vista
misma del Pontífice, al que inquietaban incesantemente. De ello
resultaba que la potestad temporal del pontificado permanecía
siempre débil y vacilante.
Aunque a veces sobrevenía un Papa de vigoroso genio como
Sixto IV, la fotrtuna o su ciencia no podían desembarazarle de
EL PRINCIPE- -63
CAPITULO XII
CAPITULO XIII
Las armas auxiliares que he contado entre las inútiles son las
que otro Príncipe os presta para socorreros y defenderos. Así, en
estos últimos tiempos, habiendo hecho el Papa Ju'io una desacer-
tada prueba de las tropas mercenarias en el ataque de Ferrara,
convino con Fernando, Rey de España , que éste iría a incorpo-
rársele con sus tropas. Estas armas pueden ser útiles y buenas en
sí mismas ; pero son infaustas siempre para el que las llama ; por-
que si pierdes la batalla , quedas derrotado, y si la ganas, te haces
prisionero suyo en algún modo.
Aunque las antiguas historias están llenas de ejemplos que
prueban esta verdad, quiero detenerme en el de Julio II , que
está todavía muy reciente. Si el partido que él abrazó de ponerse
todo entero en las manos de un extranjero, para conquistar Fe-
rrara , no le fué funesto, es que su buena fortuna engendró una
tercera causa , que le preservó contra los efectos de esta mala
determinación. Habiendo sido derrotados sus auxiliares en Ra-
vena, los suizos que sobrevivieron, contra su esperanza y la de todos
los demás, echaron a los franceses que habían ganado la victoria.
No quedó hecho prisionero de sus enemigos , por la única razón
de que ellos iban huyendo ; ni de sus auxiliares, a causa de que
él había vencido realmente, pero con armas diferentes de las de
ellos.
Hallándose los florentinos sin ejército totalmente, llamaron a
diez mil franceses para ayudarlos a apoderarse de Pisa ; y esta
disposición les hizo correr más peligros que no habían encontrado
nunca en ninguna empresa marcial.
EL PRINCIPE- -71
CAPITULO XIV
CAPITULO XV
el uno por duro, el otro por dulce y flexible ; éste por grave , aqué
por ligero; uno por religioso, otro por incrédulo ; etc.
No habría cosa más loable que un Príncipe que estuviera
dotado de cuantas buenas prendas he entremezclado con las ma-
las que le son opuestas ; cada uno convendrá en ello, lo sé. Pero
como uno no puede tenerlas todas, y ni aun ponerlas perfectamente
en práctica, porque la condición humana no lo permite, es nece-
sario que el Príncipe sea bastante prudente para evitar la infamia
de los vicios que le harían perder su principado ; y aun para pre-
servarse, si lo puede, de los que no se lo harían perder ; si, no
obstante esto, no se abstuviera de los últimos , estaría ob'igado a
menos reserva abandonándose a ellos. Pero no tema incurrir en
la infamia ajena a ciertos vicios, si no puede fácilmente sin ellos
conservar su Estado ; porque si se pesa bien todo, hay una cierta
cosa que parecerá ser una virtud, por ejemplo, la bondad. cle-
mencia, y que si la observas, formará tu ruina , mientras que otra
cierta cosa que parecerá un vicio, formará tu seguridad y bien-
estar si la practicas.
CAPITULO XVI
Libro.-6
82- -NICOLAS MAQUIAVELO
CAPITULO XVIII
ojos que por las manos ; y si pertenece a todos el ver, no está más
que a un cierto número el tocar. Cada uno ve lo que pareces ser ;
pero pocos comprenden lo que eres realmente ; y este corto número
no se atreve a contradecir la opinión del vulgo, que tiene, por apoyo
de sus ' usiones , la majestad del Estado que le protege.
En las acciones de todos los hombres, pero especialmente en
las de los príncipes, contra las cuales no hay juicio que implorar,
se considera simplemente el fin que ellos llevan. Dedíquese, pues,
el Príncipe a superar siempre las dificultades, y a conservar su
Estado. Si sale con acierto, se tendrán por honrosos siempre sus
medios , a'abándoles en todas partes : el vulgo se deja siempre coger
por las exterioridades, y seducir del acierto. Ahora bien, no hay
casi más que vulgo en el mundo ; y el corto número de los espíritus
penetrantes que en él se encuentra , no dice lo que vislumbra, hasta
que el sinnúmero de los que no lo son, no sabe ya a qué atenerse .
Hay un Príncipe en nuestra era que no predica nunca más
que paz, ni habla más que de la buena fe ; y que, al observar él
una y otra , se hubiera visto quitar más de una vez sus dominios v
estimación. Pero creo que no conviene nombrarle.
CAPITULO XXI
CAPITULO XXVI
INDICE
Págs.
Nota biográfica V
Prólogo IX
El Príncipe 5
222
ESTE LIBRO, QUE CORRESPONDE AL
TOMO 570. DE LA BIBLIOTECA ENCI-
DE JUNIO DE 1945
BIBLIOTECA ENCICLOPEDICA POPULAR
Ultimos Volúmene
Volúmenes s publicados :
18. MEMORIAS DE MIS TIEMPOS. (De 1840 a 1853) . De Guillermo Prieto
Introducción, selección y notas de Yolanda Villenave.
19.-HISTORIA VULGAR. Novela corta. De Rafael Delgado. Páginas preliminares
de Raymundo Mancisidor.
80.- RUBEN DARIO. Ensayo biográfico y breve antclogía. Por Marcelo Jover.
21.-BREVE HISTORIA DE OAXACA. Por Jorge Fernando Iturribaría.
#9—8 NOVELAS CORTAS de Ignacio M. Altamirano. Páginas preliminares de
Carlos González Peña.
23. PEQUEÑA HISTORIA DEL BRASIL. Por Renato de Mendonca.
84.— POESIA HISPANOAMERICANA. Breve antología. Prólogo de Antonio Ace-
vedo Escobedo.
95.-LA VIDA DE LOS MAYAS. Por Frans Blom.
26. EL MAESTRO JUSTO SIERRA. Por Gabriel Feirer de M.
27.-VIDA DE MARTI. Por Rafael Estenger.
18.— NOCIONES DE HISTORIA DE LOS EE. UU. DE AMERICA. Por Benito
Javier Pérez Verdía.
89.— SOLILOQUIOS DE MARCO AURELIO. Introducción, selección y notas por
por Juan David García Bacca.
30.- LOS LACANDONES. Por Gertrude Duby.
31.- BREVE HISTORIA DEL PERU. Por Max H Miñano G.
38.-EL HOMBRE Y LA TIERRA. Por Guillermo Vogt.
33. CRONICA MEXICANA. De Hernando de Alvarado Tezozomor.
34. EL POPOL VUH. Advertencia y selección de Ermilo Abreu Gómez.
35.—BALTASAR GRACIAN Y MORALES. Introducción, selección y notas de
Pedro Gringoire.
36.-LEONA VICARIO. Heroína tnsurgente. Por Genaro García.
37.- BOTANICA AGRICOLA MEXICANA. Recopilación de Narciso Serradell .
38.- LA RELIGION DE LOS AZTECAS. Por Alfonso Caso.
39.- MANUEL JOSE OTHON. (Poemas y Cuentas) . Selección y prólogo de Mi
guel Bustos Cerecedo.
40.- DOS DISCURSOS DE FEIJOO SOBRE AMERICA. Introducción y notas de
Agustín Millares Carlo.
41.-JOSE ANTONIO ALZATE. Estudio biográfico y selección de Juan Her-
nández Luna.
48.— BREVE HISTORIA DE VENEZUELA. Por Juan Oropesa.
43.—VOLTAIRE. Cuentos, cartas y opiniones. Versión española, introducción y
notas por Enrique Espinosa.
44.— BOTANICA AGRICOLA MEXICANA. ( 29 cultivos) . Recopilación de Narciso
Serradell.
48.- DON RICARDO PALMA Y SUS TRADICIONES. Introducción selección y
notas de Max. H. Miñano G.
46.-CARTAS HISPANOAMERICANAS. Selección y prólogo de Rafael Heliodoro
Valle.
47. REBELIONES INDIGENAS EN LA NUEVA ESPAÑA. Selección, introducción
y notas de Vicente Casarrubias.
3024407437
0 5917 3024407437