Rossi G Historia Del AT y Desarrollos. 2006 Revisión
Rossi G Historia Del AT y Desarrollos. 2006 Revisión
Rossi G Historia Del AT y Desarrollos. 2006 Revisión
Introducción
En este texto iremos pensando las condiciones en las cuales se establece la práctica del
acompañamiento terapéutico en sus comienzos, y las variables que marcaron su
desarrollo, para debatir algunas preguntas que aún hoy sigue generando la clínica en que
se inserta el AT 2: un espacio abierto a la investigación, interrogado tanto desde la
singularidad de sus fundamentos subjetivos como desde el marco social en el cual
transcurre.
Más que un ejercicio de clase ilustrada de historia, como si fuera un saber congelado en
el pasado al que nos referimos por puro gusto, o sobre el que intentaríamos responder a
preguntas infantiles sobre los orígenes, trataremos de pensar cómo desde esta historia
del Acompañamiento Terapéutico nos acercamos a las implicancias que tuvieron sus
comienzos, su desarrollo y su incidencia en el presente. Al hacer esta revisión estaremos
tomando partido además respecto de sus posibilidades de consolidación y sus
perspectivas futuras en la articulación con los diversos proyectos terapéuticos y las
políticas en el campo de Salud Mental.
Examinar su historia entonces, es considerarla a partir de determinadas coordenadas, en
el marco de un Sistema de Salud, de una concepción de la “patología” o la “salud”
mental, de las teorías científicas e ideas populares sobre la locura y su tratamiento en
un lugar y momento determinado.
Un espacio de intersecciones
Existe una coincidencia entre las distintas versiones que se realizan sobre los comienzos
en Argentina del acompañamiento terapéutico: aparece ligado a la clínica psiquiátrica,
del ámbito privado, aunque de una manera muy poco rígida, es decir, dentro de una
apertura de la misma, incluso digamos que se empieza a utilizar -junto a otros recursos
clínicos y comunitarios- frente a sus puntos de quiebre, de carencias en su saber y en su
práctica. Después de una tarea introductoria de investigación en los aspectos históricos
de esta práctica, ahondar en este punto nos lleva a afirmar que el acompañamiento se
inscribe en un panorama que era sumamente innovador, ubicándose ante una situación
de crisis en la clínica más tradicional tanto en el ámbito psiquiátrico como psicoanalítico.
3
1
Ficha de la Materia “Práctica Profesional: Fundamentos clínicos del AT”, Cátedra I (Cod. 687, Prof. a
cargo Lic. Gustavo Rossi), de la Facultad de Psicología UBA, que se dicta en forma ininterrumpida desde
2002. Este texto, elaborado en los inicios de esta materia, considera los desarrollos hasta
aproximadamente el año 2006.
2
La abreviatura “AT” será utilizada en adelante para referirnos al acompañamiento terapéutico, y “at”
(con minúsculas) para decir acompañante terapéutico.
3
Rossi, G.; Historia, desarrollo y perspectivas de institucionalización del Acompañamiento Terapéutico.
Inédito, presentado en el 1er. Congreso Iberoamericano de AT, F. de Medicina, UBA, 11/2003.
1
Cabe destacar la escasez de publicaciones teórico-clínicas que existe en sus comienzos. 4
Llama la atención la disparidad que se observa entre el desarrollo que fue teniendo la
práctica, y la escritura ligada a ello, como sostén de un marco doctrinario que oriente y
dé cuenta de las experiencias que se irían realizando. Se caracterizó por tener un amplio
crecimiento desde lo empírico, y porque la sistematización de estas experiencias fue
produciéndose de una forma sumamente variable, en lo que hace a su rigurosidad. Para
aquellos que fueron protagonistas de esa época (como veremos de inmediato), existen
diversas formas de pensar esta herramienta terapéutica, su marco teórico, la modalidad
y los motivos de su implementación, y hasta su misma denominación por aquellos años.
En el intercambio que estos años fui teniendo con quienes trabajan con acompañantes
terapéuticos, también coincidíamos en que esas cuestiones han tenido consecuencias
para su desarrollo posterior, que se ponen en juego en las dificultades que aparecen
posteriormente al tratar de definir y darle una articulación teórico-clínica precisa a esta
función. Por mucho tiempo nos lamentamos que no tuviera una consecuente inscripción
académica, pese a que esto ha ido cambiando considerablemente en la última década.
En estos años en que el tema fue teniendo un lugar de mayor relevancia en mi tarea
clínica y docente, encontré diversos materiales bibliográficos al indagar en temáticas que
inicialmente me parecían otras, o -en cierto sentido- inconexas respecto de la
especificidad de este recurso terapéutico, pero que contribuyeron a una reflexión sobre la
práctica del AT. 5 Actualmente aprecio en especial que al ir revisando desde el contexto
institucional, cultural y político aquellos comienzos de esta práctica que se conocerá
como acompañamiento terapéutico, esas lecturas me fueron aportando una significación
diferente a sus posibilidades de desarrollo, y a la inscripción actual que hacemos de esta
herramienta para nuestra tarea como terapeutas6.
Para avanzar, repasemos en pocas líneas lo fundamental de su historia: se sabe que el
AT empezó con esta denominación en Argentina hacia principios de los 70, aunque
existen experiencias similares que no llevarían ese nombre, en lo que ahora podemos
pensar como un lugar de entrecruzamiento entre distintas disciplinas, en un borde de la
clínica donde resulta sumamente problemático el trabajo terapéutico sin considerar el
ambiente social y familiar del paciente, o pretendiendo sostener estrategias de
tratamiento con el esfuerzo solitario desde el consultorio del psiquiatra, psicólogo y/o
psicoanalista que dirige una cura.
4
La primera búsqueda bibliográfica en Bibliotecas públicas y especializadas fue la que realizara para los
seminarios y la publicación de la 1ª. edición del libro Acompañamiento Terapéutico (en 1994, por Ed.
Xavier Boveda), apareciendo un panorama casi desierto...
5
A propósito de trabajos y comunicaciones científicas realizados como miembro del Capítulo de Historia
y Epistemología de APSA, fui pensando otras vertientes de su marco histórico, a veces en temas que
aparecían lateralmente en el estudio de otras temáticas (como ser la Entrada y expansión del
psicoanálisis en Argentina y en Latinoamérica, las Experiencias comunitarias de `70, o la historia de la
conformación de una práctica clínica específica con niños con perturbaciones psíquicas severas).
6
Utilizo en este texto el término “terapeuta”, para referirme tanto al psicólogo clínico, como al
psicoanalista o el psiquiatra de diferentes escuelas teóricas, en situaciones donde no nos interesa
especialmente esa diferencia, sino el lugar que ocupa (en tanto profesional “psi” a cargo del
tratamiento) como función en el marco de una estrategia que incluye AT. Salvo en las ocasiones donde
sea más precisa la denominación “psicoanalista”, “psiquiatra”, o psicoterapeuta de corrientes no
psicoanalíticas.
2
Argentina. Es de destacar que en Brasil la temática del AT -apoyándose por lo general en
los desarrollos pioneros de Argentina- tiene un fuerte impulso en la actualidad, con
numerosos grupos que trabajan con esta herramienta, así como un importante número
de publicaciones, con libros de gran calidad que abordan el tema desde perspectivas
teóricas diversas.
Por otra parte, como ejemplo de herramientas con características similares al AT que se
han ido implementando en otros países, podemos mencionar la función que en Francia se
denominó “animateur”, que podemos ubicar como un tipo de acompañamiento grupal,
ligado específicamente a actividades de recreación/socialización y lúdicas, aunque con
muchas cuestiones en común con el AT tal como lo planteamos en determinados
contextos institucionales en Argentina. También puede verse otro ejemplo en Canadá, en
Centro 388 de Québec, en el rol que definen como “interviniente clínico”7, función que se
incluye como parte del dispositivo institucional utilizado para el tratamiento de pacientes
psicóticos, desde una lectura psicoanalítica de escuela francesa.
Como bien lo destacó Carlos Garcia Bo, cabe recordar la praxis de Maud Mannoni con su
concepto de “Institución estallada”, que implicó un “intramuros” diferente. “Integrantes
esenciales del equipo y del quehacer institucional fueron los acompañantes
(soigneants)...curantes, curadores; alguien que cura por su misma intervención...como si
dijéramos: una presencia hablante. Desarrollaban función de registro respecto de la
cotidianeidad de un paciente y sin que fuesen intervenciones regladas, cumplían una
funcionalidad en lo habitual, con el sentido común”8.
También puede traerse a manera de otro antecedente de interés, la experiencia de la
psicoanalista suiza Marguerite Sechehaye, reconocida por su enfoque analítico de la
esquizofrenia, cuyo texto de 19509 preanunció algunos debates e interrogantes de la
antipsiquiatría sobre el estatuto de la locura, el saber psiquiátrico y sus esquemas
nosográficos. El tratamiento de la paciente Renee, quien fuera atendida hacia 1947 por la
Dra. M. A. Sechehaye, es reseñado por algunos autores que hablan sobre AT. Es
rescatado por Beatriz Dorfman Lerner10 como un primer caso donde se da algo del
abordaje del AT, sin llevar ese nombre. En el texto “Diario de una Esquizofrénica”,
Sechehaye describió un novedoso tratamiento aplicado a su paciente Renée mediante un
método que llama de “realización simbólica”, partiendo de la base de diagnóstico de
esquizofrenia, y un pronóstico en el que se había dado por perdido el caso. Desde lo que
se reseña, el logro de este enfoque fue reinsertar a Renée a la sociedad, gracias al
interés de la médica y una “profunda empatía” desde una comprensión psicoanalítica. Si
bien su dedicación y disponibilidad de tiempo hacia esta paciente fue casi total, resultaba
insuficiente por los requerimientos de Renee, con una necesidad de atención
permanente. Para evitar el quiebre de un tratamiento que se mostraba exitoso, la
terapeuta instruyó a una enfermera para que actuara como auxiliar, permaneciendo con
la paciente en los momentos en que ella no podía hacerse cargo, para su contención,
siguiendo las instrucciones de la Dra. Sechehaye. Esta experiencia en términos amplios
fue nombrada como un “primer Acompañamiento Terapéutico” por Dorfman Lerner,
aunque estrictamente no lo fuera ni tuviera ese nombre. Comienza entonces como
producto de una “doble necesidad”, según esta autora: la de una paciente con
requerimientos extremos, y la necesidad del terapeuta de ampliar su intervención ante
esa mujer “profundamente necesitada de atención”.
7
Traducido atinadamente como Acompañamiento Terapéutico -para una de sus modalidades posibles de
intervención-en la versión de la Edit. Polemos: Apollón, W., Bergeron, D., Cantin, L.; Tratar la psicosis,
Buenos Aires, 1997.
8
García Bo, C.; “Acompañamiento (terapéutico) y psicosis”, leído en las 1eras. Jornadas de la Práctica
Profesional “Fundamentos del Acompañamiento Terapéutico”, F. de Psicología UBA, 2004. Ficha de la
Cátedra, inédita.
9
Sechehaye, M.; La Realización Simbólica - Diario de una Esquizofrénica, Mexico, Edit. Fondo de
Cultura Económica, 1973 (ed. en castellano).
10
Dorfman Lerner, B.; 1984.
3
Para una historia del acompañamiento terapéutico en Argentina: clima socio-
político y Salud Mental llegando a los años ´70.
Desde la segunda mitad del siglo XX, se acentúa en distintos países un movimiento de
apertura y transformación en el tratamiento de pacientes que llegaban a la clínica
psiquiátrica, que tiene como influencias fundamentales al psicoanálisis, la psiquiatría
comunitaria y la antipsiquiatría, y los efectos en las modalidades asistenciales que traen
los progresos de la psicofarmacología. Este panorama de cambios ofrece otras
posibilidades para la implementación de dispositivos de atención ambulatorios, y -no sin
contradicciones y tensiones- para abordajes inter/transdisciplinarios o multidisciplinarios.
Estas alternativas de atención expresan en la heterogeneidad de sus propuestas lo
complejo del campo clínico que nos ocupa, y de la imposibilidad de dar respuestas
completas, que pretendan cerrar esta problemática.
Como referencias internacionales, subrayemos que existía un clima socio-cultural que se
traduce en nuestro ámbito en el despliegue de interesantes experiencias de ruptura con
la institucionalización psiquiátrica tradicional, mediante la implementación de sistemas
abiertos, con la premisa de resguardar la inserción social y productiva del paciente. La
experiencia de Trieste (Italia) con Basaglia, la Psiquiatría de Sector en Francia, y la
Psiquiatría Social y Comunitaria en los Estados Unidos, se inscriben en esta perspectiva.
Otra experiencia institucional alternativa, que se desarrolla desde esa misma época, es la
Escuela Experimental de Bonneuil, fundada en 1969 por Robert Lefort y Maud Mannoni
en Francia. En este terreno, donde se generan las condiciones necesarias para el
surgimiento del AT, vemos que aparece un cuestionamiento sobre el recurso de la
internación total (el aislamiento asilar, tal como se produce en los comienzos de la
disciplina psiquiátrica), desde distintas perspectivas, resultando cada vez más fuertes las
críticas en tanto que resulta inconducente, e incluso evitable en una importante cantidad
de casos. 11
El Hospital de Día, por otra parte, es uno de los dispositivos que facilitarán este
surgimiento y su implementación, y tiene un lugar cada vez más importante justamente
desde finales de los ’50 en Argentina, junto a los otros sistemas alternativos que dan
cuenta de una nueva significación de la locura, y de su tratamiento. 12
Se trata de bosquejar entonces algo del clima social-cultural, el contexto histórico, y de
los entrecruzamientos que tienen las disciplinas en el tiempo y el espacio en que se
producen las primeras experiencias con acompañamiento terapéutico, en Argentina, en el
marco de coordenadas socio-económicas y políticas que exceden los límites de este
trabajo, pero que aparecen aludidas de manera recurrente.
Una investigación sumamente relevante sobre el período que va entre finales de los ’50 y
la década del 70, es la que realizan E. Carpintero y A. Vainner, para entender en un
marco más amplio este panorama.13 Trabajos como estos nos permiten ubicar el
denominado campo de la salud mental que se iba estableciendo. Una característica
relevante del mismo era que “la psiquiatría dejó de ser la profesión exclusiva que curaba
las enfermedades mentales y debió convivir con otras disciplinas como la psicología, la
psicopedagogía, la antropología, la sociología, etc. Entre ellas, el psicoanálisis adquirió un
prestigio inusitado que influyó en todas las áreas del saber.”14 Encontramos allí “las
contradicciones y tensiones, entre los diferentes grupos de psiquiatras, para constituir
11
La problemática del lugar que ocupa la institución aparece en el centro del abordaje clásico de la
locura, desde Pinel, como forma paradigmática de acceder a su conocimiento y a su tratamiento. Aún
hoy retorna la polémica acerca de la significación que adquiere la contención institucional para las
posibilidades de abordaje de las psicosis.
12
Según Rodolfo Iuorno, ha sido determinante lo realizado en Moscú por M. A. Zahagarov en 1935,
donde aparece su “fundamento de inicio” en el quite de camas del Hospital Psiquiátrico, bajo el nombre
de Hospital sin Camas. Even Cameron, en Canadá (1947), le dará la denominación de Hospital de Día,
teniendo este dispositivo un fuerte desarrollo en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial.
13
Carpintero, E.; Vainer, A.; Las huellas de la Memoria; Psicoanálisis y Salud Mental en la Argentina de
los años `60 y `70. Tomos I y II. Buenos Aires, Ed. Topía, 2004.
14
Los cambios sociales y culturales en la década del sesenta y el auge del psicoanálisis en la Argentina;
Enrique Carpintero y Alejandro Vainer, en Revista Topía. : www.topia.com.ar.
4
una organización gremial, profesional y científica que lleve adelante un proyecto” acorde
a los cambios que se venían produciendo.
El concepto de “campo de la Salud Mental” apareció entonces como “aglutinador de esta
nueva corriente que pretendía superar el manicomio como forma de asistencia.
Recordemos que, en esos momentos, la mitad de las camas de internación en el mundo
eran psiquiátricas.” 15
Se multiplicaban los actores y los esquemas institucionales para abordar el padecimiento
mental, con propuestas que abarcarán no solo la asistencia sino la prevención y el
trabajo barrial, en sectores populares.16 Surge en 1959 la Federación Argentina de
Psiquiatras (FAP). En el mencionado trabajo de investigación existe una precisa
descripción. “El monopolio psiquiátrico de los tratamientos estaba siendo cuestionado por
la influencia que comenzaba a tener el psicoanálisis y por las nacientes Carreras de
Psicología del país.” Esa Federación (FAP) “surgió para insertar a los psiquiatras dentro
del nuevo campo de la Salud Mental. (...) A los psiquiatras de esa época los podemos
dividir en dos grupos”, dicen los autores. Un grupo al que llaman manicomial, integrado
por los defensores del sistema de hospicios, y directivos de los manicomios del país. El
otro grupo es el de los reformistas que se oponían a la situación de los manicomios y
querían modificar sus estructuras. 17
“En lo teórico, el psicoanálisis era un punto de discusión insoslayable. El grupo de
Psiquiatras Reflexólogos -Thenon, Bermann, Paz, etc.-, aliados con los psiquiatras
manicomiales atacaban a los psicoanalistas. En ese punto es paradigmática la polémica
de los psiquiatras del Partido Comunista con Bleger. Por otro lado, en cuanto a la
ideología iban desde la izquierda (en ese momento mayoritariamente del PC), como los
reflexólogos, a socialistas independientes, como Goldenberg, a radicales como
Etchegoyen. Es de destacar que, en esta época, los acuerdos y diferencias políticas
estaban absolutamente relacionados con las perspectivas ideológicas y científicas.” 18
Y es el Dr. Mauricio Goldenberg quien encabeza la creación de un «Servicio Abierto de
Psiquiatría en un Hospital General», (Hospital Evita, ex Araoz Alfaro de Lanús, Provincia
de Buenos Aires, en 1957). Lo subrayamos por haber sido pionero a nivel internacional
en tanto representa otro intento de superar la concepción asilar, para restituir el lugar de
estas patologías graves entre las otras, atendiendo no obstante su especificidad. Aunque
existieron otros servicios hospitalarios que fueron contemporáneos, “el Lanús” inauguró
una apertura del Servicio a la comunidad, la integración de un trabajo interdisciplinario, y
la implementación de esquemas alternativos de tratamiento (Comunidad Terapéutica,
Hospital de Día, ETC.) con una mística y un empuje particular, dejando una “marca de
época”.
Marca que no será sin consecuencias para nuestro tema. ¿Por qué? Estas experiencias,
que incluían otros protagonistas como actores del cambio (el barrio, las organizaciones
intermedias, los grupos de base ligados a la militancia política, etc), producen en toda
esta etapa una fuerte apertura a las demandas comunitarias, y una disputa tendiente a
incluir las psicoterapias en el proceso de transformación social que se vivía, lo cual
resulta paralelo de la creación de estrategias y medios terapéuticos innovadores. La
salida del consultorio hacia lo social, la posibilidad de tener en cuenta de otra manera el
15
La historia de la desaparecida Federación Argentina de Psiquiatras (FAP), por Enrique Carpintero y
Alejandro Vainer, en Topía: www.topia.com.ar.
16
Argentina se caracterizó por las crisis persistentes en todos los órdenes: político, económico, social y
cultural. El conjunto de la sociedad vivió con mayor o menor intensidad, y con posiciones
contradictorias, huelgas, golpes de estado, corridas económicas, alzamientos civiles, secuestros,
asesinatos políticos, etc.. Esto tendrá su punto más feroz en la dictadura militar que llega a imponer un
proyecto económico-político con el golpe de 1976.
17
“Estaba heterogéneamente compuesto: convivían psicoanalistas como Enrique Pichón Rivière, Raúl
Usandivaras, Horacio Etchegoyen, Jorge García Badaracco; psiquiatras dinámicos como Mauricio
Goldenberg y Guillermo Vidal; y reflexólogos como Gregorio Bermann y Gervasio Paz. Las
contradicciones, entre ellos, no les permitían encontrar el camino más adecuado para salir de la vieja
psiquiatría. Las diferencias eran teóricas, en cuanto al abordaje de la Salud Mental, pero sobre todo
ideológicas y políticas”.
18
Idem nota 4.
5
contexto cotidiano de los pacientes, van abriendo un camino, que deja antecedentes para
el surgimiento del AT, el cual no aparecerá por casualidad…
En este punto, me pareció interesante para acercarnos a ese terreno, traer brevemente
una revisión de los temas que se trataban en la Revista Acta Psiquiátrica y Psicológica de
América Latina, de larga trayectoria, representativa de la época. Aún se edita, y si leen
sus índices actuales verán también el tono de estos tiempos…. Explorando las revistas,
entre 1966 y 1979, verán que se escribía sobre: Grupos operativos, Investigación socio-
cultural y Salud Mental, Asambleas terapéuticas, Convivencia y Salud Mental (por
Guillermo Vidal), La transformación del hospital psiquiátrico (W. Grimson), Psiquiatría
comunitaria, Alineación social y enfermedad mental, Técnicas psicodramáticas -en
reiteradas oportunidades-, Antipsiquiatría y colonización cultural (A. y N. Caparrós),
Salud Mental comunitaria, o Psicodinamia de la democracia ideológica.
Se lee a simple vista que eran tiempos del auge del término Salud mental. También
reiteradamente aparece el concepto de asamblea. El ámbito de la Salud misma y sus
trabajadores se encontraba, pueden imaginarlo, en estado de Asamblea. ¿Qué dice el
diccionario sobre “Asamblea”? Nos remite a una reunión numerosa de personas
convocadas para algún fin, o de tropas para entrar en campaña o para su instrucción. Y
en otra acepción: Toque para que se una y forme la tropa en sus cuerpos y lugares
determinados. Connotaciones tendrán, si quieren encontrarlas.
Por su parte, también entre las instituciones y grupos del ámbito psicoanalítico la
movilización política de la época tenía consecuencias. Desde los años ’50 la lucha por la
inclusión del psicoanálisis en el hospital había tenido entre unos de sus exponentes más
reconocidos a Enrique Pichon Riviere, con el empuje que traería desde su lugar de
maestro de psicoanalistas, para llegar a crear y promover sus Grupos Operativos en los
años 60, y su escuela de Psicología Social.
Y el clima de reivindicaciones sociales, los cuestionamientos frente a la estratificación y
rigidez de las estructuras de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), y al aislamiento
de la Asociación respecto del movimiento social, se manifestaron esos años en los
analistas que formaron los grupos Plataforma (1969) y Documento (1971), los cuales
protagonizaron las primeras rupturas en la organización formal de APA. Existe una
continua toma de posición en lo gremial y en los conflictos sociales: como ejemplo de
esto, la misma APA, en un hecho sin precedentes, publicará una solicitada en ocasión del
“Cordobazo” (el levantamiento popular de 1969), en lo que fue un llamado al “paro” por
parte de los psicoanalistas, una huelga (inédita en nuestro trabajo…) con motivo de la
represión que se produjo en aquel momento en Córdoba.
Esa situación de movilización social, con el debate político que se multiplicaba por
aquellos años, y la tensión intra e inter-escuelas, lleva además a muchos analistas a una
militancia activa en la FAP. Siendo Marie Langer presidente de esa Federación, formará
junto a la Asociación de Psicólogos de Bs. As., y la de Psicopedagogos, la Coordinadora
de Trabajadores de la Salud Mental, en 1972. Se daba entonces un intento de agrupación
de profesionales de todas las disciplinas que trabajaban principalmente en hospitales y
centros de salud.
También es ilustrativo traer un libro conocido de la época, cuyo título es Cuestionamos, I
(de 1971) y II (editado en 1973), de editorial Granica de Bs. As., en una colección
denominada Izquierda freudiana, lo cual claramente nos indica no solo su filiación
ideológica, sino también su ubicación respecto de la revista Acta, y del campo del
Psicoanálisis. El subtítulo es “Documentos de crítica a la ubicación actual del
psicoanálisis”, y el prólogo está escrito por Marie Langer y Armando Bauleo. Y hacen un
homenaje a dos médicos, que aparecen allí claramente unidos. Nada más y nada menos
que Salvador Allende y Ernesto Che Guevara.
Y esto, que suena hasta raro dicho hoy por la fuerte presencia de la ideología política, es
destacable en tanto además está escrito por reconocidos profesionales de ese tiempo,
cuya vigencia en muchos aspectos se extiende hasta la actualidad. 19
19
Es importante valorar el esfuerzo de quienes buscan acceder a lo que podemos ir rescatando del
olvido, aquellos hechos y experiencias que por momentos nos resultan sorprendentes, que parecieran
6
Habría muchas otras experiencias en Argentina que ayudarían en esta referencia
histórica para el tema de este escrito, como ser la protagonizada por la Comunidad
Terapéutica dirigida por el Dr. Raúl Caminos en Federal (Entre Ríos, Argentina). Y
aunque fueron bastante posteriores, a partir del retorno de la democracia, no quiero
dejar de mencionar las reformas que se dieron en las Provincias de Chubut, en Río Negro
(con el movimiento de desmanicomialización que encabezó Hugo Cohen), y en San Luis
(en los ‘90, con Jorge Pellegrini, donde se incluyó lo que denominaron “Hospital en la
calle”), que siguen siendo una referencia, aún con sus diferencias. Y esto ya no en cuanto
a su incidencia en los comienzos de esta práctica, sino para ir ubicando la amplitud en el
crecimiento del AT en las últimas décadas, que no puede dejar de pensarse en
conjunción con los cambios en las políticas en Salud Mental que se plasman con una
apertura en los tratamientos, lo cual a su vez da lugar a reubicar en ese contexto la
significación del rol.
haber desaparecido como producto de la Dictadura militar que tomó el poder en 1976... -de ahí la
trascendencia del trabajo presentado en Topía-.
20
Kuras de Mauer, S., y Resnizky, S.; Acompañantes terapéuticos y pacientes psicóticos. Bs. As., Ed.
Trieb, 1985.
21
Kuras de Mauer, S., y Resnizky, S., Acompañantes terapéuticos, actualización teórico-clínica, Bs. As,
Ed. Letra Viva, 2004. P. 47.
7
que presentan interrupciones en los tratamientos, y su fracaso, de manera recurrente.
Será pensado como múltiple tanto el “sujeto de la enfermedad” (así lo denominan): no
se trata de un paciente sino también de una familia; como el dispositivo de abordaje,
siendo sostenido por varios profesionales de diferentes disciplinas. Aunque en lo
descriptivo resulta interesante, como ya fuera expresado en anteriores ocasiones,
aparece este recurso en una línea de pensamiento con la cual venimos sosteniendo
marcadas diferencias. Según refiere luego de treinta años el Dr. Kalina22, el modelo de
trabajo surgía “de la práctica hacia la teoría”. Este autor (que actualmente ha desplazado
su trabajo hacia la “neuropsicofarmacología”) manifiesta haberse asentado en su
momento en ideas de José Bleger, el psicoanalista Mauricio Knobel, y aportes que iban
desde la Teoría de la Comunicación humana hasta la Psiquiatría comunitaria y las
Técnicas psicodramáticas. Destaquemos que está a tono con su época, de acuerdo a lo
que reseñamos precedentemente.
Ahora bien, subrayaremos lo siguiente: lo fundamental es cómo ha seguido pensándose
esta práctica, recreándose el concepto de Acompañante Terapéutico23 a partir de sus
desarrollos -que excederá ampliamente al mencionado autor-24, a partir de sus
articulaciones teórico-clínicas específicas y su inscripción académica, apoyándose en la
eficacia que ha tenido su tarea en estas décadas.
Se fue dejando de lado, podemos decir, un lugar para el at que se planteaba desde cierta
estandarización del concepto de Salud, y de normalidad, quedando apegado a la figura
del “modelo” de salud mental, de aquel que desde su fortaleza podía “brindar” ciertas
cuestiones en falta en los pacientes adictos, esquizofrénicos, etc. Vimos en otros
artículos esta manera en que ha sido planteada la función del at, y las diferencias que
puntualizamos al respecto.
Por su parte, de acuerdo a lo que se pudo ir estableciendo, otra de las versiones que
puede ser considerada sobre los comienzos del acompañamiento terapéutico lo ubica
igualmente dentro de la clínica psiquiátrica, y de aquella apertura en el interior de ésta.
Según el Dr. Jorge García Badaracco, desde los años ‘60 trabaja con acompañantes
terapéuticos, siendo Jefe de Servicio del Hospital “J. T. Borda”. Este autor, creador en
1967 de un Hospital de Día que algunos reconocen como pionero en Argentina, dice que
“es una técnica usada desde hace muchos años en países como los EE.UU.”, porque no
es intrusiva ni invasiva, y resulta altamente continente.
Un testimonio más para el tema lo otorga el Dr. Julio Moizeszowicz (especialista en
psicofarmacología), quien comenzó a trabajar hacia finales de la década del ’70 con este
recurso, en pacientes severamente perturbados, para “tratar de encarar su enfermedad
en el quehacer cotidiano”, mediante el trabajo interdisciplinario, en red. Afirma que “al
igual que otros colegas, inicié esta forma de tratamiento tiempo atrás, cuando no existían
las posibilidades de hoy, de realizar un abordaje múltiple desde la asistencia en la Salud
Mental pública o privada. Estos modelos comunitarios a su vez surgen en la Europa de
postguerra, en el momento del pasaje de la era manicomial a la de reinserción social de
los pacientes perturbados.” 25 Según su lectura, al contarse a partir de 1950 con
psicofármacos antipsicóticos y antidepresivos potentes, se posibilitó “que el paciente
perturbado pudiese cambiar conductas, y poder así cumplir otros roles para los que antes
estaban inhabilitados”. Reconoce entre sus precursores a los Dres. García Badaracco y
Kalina, y conceptualmente toma el modelo de comunidad terapéutica diurna.
Existen además otras explicaciones sobre esos comienzos, de profesionales que
trabajaron en acompañamientos a partir de 1970 aproximadamente: el acompañamiento
terapéutico habría comenzado como una alternativa frente a la internación psiquiátrica,
recurriendo de hecho a internaciones domiciliarias. Las mismas fueron llevadas a cabo a
veces por terapeutas que en ocasiones eran psicoanalistas jóvenes, a los que se les
22
Op. Cit.; P. 111-112.
23
Según reconocen Kuras de Mauer, S., y Resnizky, S. (2004), p. 22.
24
Luego de ese Encuentro, tenemos que ir a 1994 para ubicar otro evento nacional, cuando un conjunto
de quienes por esos años veníamos sosteniendo la práctica del acompañamiento terapéutico, con mucha
dificultad, organizamos el primer Congreso Argentino de AT, del cual quedó el testimonio en un breve
libro (Cf. Rossi y otros 1995).
25
Rossi, G. y otros (1997).
8
solicitaba desde las familias un tratamiento de emergencia, para pacientes en crisis a los
cuales no se los quería llevar a una internación psiquiátrica, por diferentes motivos.
Siendo sostenidas por familias que solían tener excelentes recursos económicos, a veces
con personas que venían de países limítrofes, se trataba la mayoría de las veces de
casos de adicción o episodios psicóticos, estando el acompañante en ese momento en
una posición bastante indiferenciada del terapeuta.
Resulta asimismo interesante lo que recuerda Alicia Donghi, en tanto también aporta a la
reconstrucción de cómo se iba constituyendo esta función en esa década: “Corría el año
1977. Recién recibida entro a trabajar en Gradita (Clínica Psiquiátrica), e integro el
equipo de acompañantes terapéuticos de la institución encargándome en algunas
oportunidades de acompañar pacientes adictos provenientes de países limítrofes, en
especial Brasil , familias pudientes que por razones de índole social preferían que sus
hijos con problemas de drogadicción se rehabilitaran en otros países, y sobretodo
alejados del ámbito a veces pequeño de comunidades oligárquicas. Yo acompañé
pacientes internados en Gradiva pero en el equipo también había acompañantes que
hacían internaciones domiciliarias con estos pacientes. Es decir, las familias les alquilaban
departamentos donde vivían con un acompañante puesto por el equipo tratante. El más
conocido de la época era el liderado por Kalina que fue pionero en este tipo de
tratamientos en el país, aunque sus primeras armas las realizó con pacientes
extranjeros, ya que en nuestro pais no había aún un despliegue de las toxicomanías
como lo había en ciertos sectores de Brasil. Tengo muchas anécdotas, no todas
gratas...ya que en una oportunidad un acompañante amigo tuvo inconvenientes con el
suicidio de un paciente en el que se vio envuelto por la locura reinvindicadora de la
familia brasileña. Esta situación provoco cierto impacto en mi y me llevo a investigar con
los rudimentos bibliográficos de la época el tema del acompañamiento terapéutico, su
función y publicar un articulo sobre el tema en una ‘Actualidad Psicológica’.” 26
En estas primeras experiencias, vemos una fuerte incidencia del aspecto económico que
se diferencia también de lo que sucede actualmente. Se trataba a personas de muy buen
nivel socio-económico por lo general, que eran atendidos en internaciones domiciliarias y
tratamientos ambulatorios. Sus familias, por cuestiones sociales o prejuicios, no querían
que se conociera la internación o la gravedad de la enfermedad de un familiar, y evitaban
además con este sistema las deficiencias que la “hotelería” de las instituciones
psiquiátricas de tiempo completo tenía por lo general en la época. Creo que lo esencial es
pensar que en esa época el hecho de internar a alguien aparecía como más
estigmatizante, segregativo, en tanto aún estaba extendida en algunos sectores sociales
una fuerte idea discriminatoria hacia los llamados “trastornos mentales”, los
padecimientos más severos27. Se trataba así de evitar la “mancha” que podía dejar una
internación psiquiátrica, para la mirada social.
Desde una perspectiva propia, el Dr. Juan Carlos Stagnaro dice -respecto de los años 60
y los inicios en la utilización de esta función- que no estaba enterado que se practicaran
internaciones domiciliarias en forma regular. “Yo hice algunas, pero no recurría para ello
a la participación de lo que hoy llamamos acompañante terapéutico, más bien trataba de
implementar los recursos de la familia o de la realidad social inmediata.”. Cuenta que en
sus primeras intervenciones hubo “mucho voluntarismo y poca conceptualización de lo
que hacía. Por el contrario, a principios de los '70, entre el '71 y el '76, en el Hospital de
Día del Hospital Infanto Juvenil ‘Tobar García’ que llegué a dirigir, se desarrolló una
técnica que se aproximaba al acompañamiento terapéutico actual. Allí trabajaban
estudiantes, luego licenciados en Psicología, que iniciaron una actividad con el nombre de
líderes de grupo. Estos profesionales pasaban gran parte del tiempo de sus actividades
con los chicos y también salían a realizar paseos y visitas domiciliarias con el grupo de
26
A. Donghi es además titular de la Práctica Profesional “Variantes en la Consulta Ambulatoria”, de la
Facultad de Psicología UBA, trabajando activamente en el ámbito del tratamiento de adicciones. En
comunicación personal (2003) sobre esta cuestión, refiere además que “ahora en el nuevo milenio
retomé el tema, cuando inauguré un Centro de Dia en patologías del consumo, donde organizo
dispositivos de internación domiciliaria para pacientes adictos ya porteños, con acompañantes
terapéuticos, con un atravesamiento distinto por estas dos decadas de avances en el tema”.
27
Aunque está claro que todavía hay mucho por hacer al respecto.
9
pacientes a la casa de alguno de ellos rotativamente. Viajaban en la ciudad enseñándoles
a orientarse, comprar su boleto de colectivo, cuidarse en el viaje, bajar en el barrio
correspondiente, ambientarse en él, y luego trabajaban con la familia y los vecinos. Era
una actividad de convivencia y socialización con niños y adolescentes psicóticos o con
neurosis graves. No se privilegiaba la interpretación de conductas, sino que se
trabajaban más las actitudes y contraactitudes, etc.” Utilizó en ocasiones esta
intervención ante las dificultades que se le presentaban para sostener la continuidad
terapéutica entre distintas instancias de un tratamiento, o en tareas relacionadas con la
contención en momentos de crisis, y lo destaca por su actividad extra muros, en el tejido
urbano, o con la internación domiciliaria y la postcrisis inmediata.
No existía conexión entre algunas de estas experiencias en la década del 70, ni
intercambio de criterios, en la medida en que no era una práctica conocida, y mucho
menos que tuviera una divulgación como la que tiene desde finales de los años `80 y en
particular luego de los `90.
En cuanto a sus desarrollos conceptuales, se publicaron algunos artículos, en revistas
especializadas que llegaban a un restringido ámbito de profesionales. Los primeros
artículos que he podido ubicar, referidos a la especificidad de este tema, (en
publicaciones reconocidas como Actualidad psicológica y Acta Psiquiátrica y Psicológica en
América Latina) fueron: de Alicia Donghi28, en 1979, y dos contribuciones de Beatriz
Dorfman Lerner, hacia 1984 y 1986.
28
Donghi, A., «El acompañante terapéutico: una aproximación teórica», en Rev. Actualidad Psicológica,
1979.
10
la medida en que fue extendiéndose en las instituciones, o a partir de que algunos
terapeutas fueron formando sus propios equipos de acompañamiento terapéutico, por las
características de los casos con los que trabajaban.
De aquellos primeros tiempos donde la atención estaba reducida a un pequeño sector de
la población, se irá dando en estos años la llegada de este dispositivo a otros sectores
socio-económicos, y la atención en instituciones públicas.
Por otra parte, su inclusión se extendió en forma paulatina hacia espacios inicialmente
impensados.
El campo de la Educación Especial es uno de los ámbitos donde ha tenido una mayor
expansión en estos años, permitiendo modalidades de intervención que se articula al
trabajo con Escuelas, sean especiales o comunes. Es que la integración escolar con ats,
de manera complementaria al trabajo realizado por el gabinete profesional de la escuela,
resulta una experiencia que se amplia tanto en Buenos Aires como en otros lugares del
país. Niños con dificultades significativas de aprendizaje, que se asocian a problemáticas
psicopatológicas, cuentan con este apoyo: son tiempos donde resulta de suma relevancia
dar lugar a su integración escolar, al sostenimiento de vínculos con pares, que a una
perspectiva reduccionista centrada en el aprendizaje de contenidos. Esto amplía el
trabajo que se realiza desde hace muchos años con discapacidad, autismo y psicosis
infantiles, en el contexto de instituciones dedicadas a esta temática.
También se va produciendo la inserción del AT en ámbitos médicos donde por momentos
ha sido inclusive para el psicólogo complejo su lugar, como ser el tratamiento de
pacientes oncológicos, la cuestión de los cuidados paliativos, o todo lo que se está
generando en el ámbito de la psicogeriatría, también insertando la tarea en el marco de
un equipo interdisciplinario. Las experiencias que se están presentando en Jornadas y
Congresos, sobre AT en el marco de la psicología perinatal, en el trabajo con madres
embarazadas ante conflictivas particulares, también es algo de sumo interés para ir
observando.
En Argentina, destaquemos que la llegada paulatina a su cobertura en las obras sociales,
su lenta profesionalización, va marcando un cambio fundamental en estos años. Esto se
produce de la mano de un mayor conocimiento de esta temática, tanto por parte de los
profesionales como de la sociedad en general, quienes han ido pidiendo de manera más
firme la implementación del trabajo del At ante las autoridades de las distintas
instituciones asistenciales. La reiteración de demandas judiciales que lo incluyen como de
cobertura obligatoria en determinados casos, marca también un punto importante en
cuanto a pensar el reconocimiento que va teniendo en la asistencia pública y privada.
29
Estas ideas las tomo centralmente de trabajos de J.C. Stagnaro, cuando estudia la construcción de
una matriz disciplinar en la psiquiatría Argentina, en su localización como especialidad, hacia el último
cuarto del siglo XIX. H. Vezzetti, desde un aporte que puede articularse, señala para la constitución del
complejo tecnológico de abordaje de la locura, tres variables a entrecruzar: lo referido a las
instituciones específicas, al sistema teórico, y la capa profesional.
30
Esos factores van estableciéndose, con oscilaciones de acuerdo al país, provincia o región en que nos
centremos.
11
profesional” que se va consolidando a partir de su trabajo en el tema, como está
sucediendo en muchos lugares con el AT.
Esto pudo verse por ejemplo en el desarrollo de la psiquiatría en Argentina, hacia la
segunda mitad del siglo XIX.
Un segundo factor está dado por la conformación de un sistema de conceptualización de
la práctica, que en las disciplinas ligadas a la salud implican un cuerpo teórico-clínico
particular.
En tercer lugar, es necesario que se implementen sostenidamente actividades de
Docencia, de capacitación ligadas a la disciplina, su inserción en una legitimidad
académica, y la sistematización de la enseñanza -que permite la ampliación de esa capa
profesional-.
En estrecha relación con estos dos últimos puntos, debe considerarse también el
desarrollo de sus Publicaciones, y de los órganos de difusión de la temática, así como las
Asociaciones profesionales que agrupan a quienes se desempeñan en la especialidad, y
que se organizan también para impulsar y defender cuestiones ligadas a la misma -
eventualmente estableciendo relaciones con otras instituciones nacionales e
internacionales-.
La presencia y desarrollo de estas cuatro dimensiones, da lugar a poder contar con un
marco legal para su ejercicio profesional, cuestión obviamente también central, en la cual
habrá que seguir trabajando mucho, aunque lleve su tiempo. Estos “factores” pueden
ser ubicados en Argentina, con matices, con mayor o menor consistencia en cada uno de
los mismos, y de acuerdo a las ciudades en las que lo estemos planteando. Queda para
cada país un relevo de cómo se observan estas variables en el crecimiento del AT, para la
conformación de una matriz que le otorgará una identidad a su tarea.
En nuestro país podemos remarcar que su inserción en las Instituciones ha sido
admirable: en clínicas, hospitales de día, institutos recreativo-terapéuticos para niñez y
adolescencia, geriátricos, especialmente desde el ámbito privado. Fue más intermitente y
dificultosa en el ámbito público, no precisamente porque les resulte innecesario a los
equipos que allí trabajan, por el contrario. Vemos aún que resulta difícil (cuando no
imposible) lograr una formalización de su inscripción en las instituciones hospitalarias, o
de asistencia pública, que tendría que traducirse en términos de nombramientos
rentados… En el marco de la Pasantía en la Facultad de Psicología UBA, se han realizado
acuerdos con estas instituciones, para la formación de at, que son solicitados por los
terapeutas, por los jefes de servicio, y -cuando se instalan los equipos- por los mismos
usuarios de esos Servicios. Increíblemente, son formados con el esfuerzo de tutores
concurrentes31 para que después sean expulsados por no contar con las condiciones
mínimas para un desempeño laboral digno. Pasó más de una vez que después de
formarse, de comenzar a posteriori a hacer su experiencia con los primeros pacientes (y
es una muestra de la irracionalidad que se observa muchas veces en el sistema de
salud), el at no tenía ninguna legalidad, ni reconocimiento, resultando hasta dificultoso a
veces conseguirlo hasta en el simple plano de la certificación, dada finalmente por los
Jefes de Servicios de los Hospitales.
Pero no todo es para pensar en términos negativos, y mucho menos para que seamos
pesimistas… Se han hecho muchas cosas, se ha avanzado en una extensión de esta
práctica de manera considerable. Para esto, y también es parte de la historia, fue
necesario un trabajo incesante como el que hemos realizado en estos años, y en el que
deben incluirse a muchos colegas que mediante Jornadas, Encuentros y Congresos32, y
con publicaciones de libros y artículos, fuimos dejando un registro, en tanto una escritura
que abre paso a una legalidad, y a una interlocución genuina con los distintos ámbitos
profesionales donde se inserta el AT. Resulta en tal sentido un aporte, cada vez más,
para la práctica de psicólogos clínicos, psiquiatras, psicoanalistas. La dificultad de
inscripción en sus comienzos, con consecuencias para ir determinando el rol en su
31
Psicólogos que a su vez en ciudades como Bs. As. generalmente trabajan ad-honorem por muchos
años, aumentando el despropósito de estas cuestiones.
32
Donde participaron colegas de numerosas provincias de Argentina, además de Brasil, México,
Uruguay, Chile, Perú y España.
12
especificidad, va siendo superada. Los seminarios, cursos, carreras ligadas al nivel
terciario, las tecnicaturas, los intentos de incluir títulos alternativos o intermedios en el
ámbito universitario, y actualmente la materia en la Facultad de Psicología -donde es
significativo en este contexto que se tratara precisamente de una Pasantía, en tanto algo
nos remite directamente al terreno empírico-, siguiendo la huella del comienzo, van
aportando una impronta fundamental.
En Argentina, en Brasil, en Perú, en los últimos años ya estamos en marcha con las
Asociaciones de AT, muchas veces con las dificultades propias de estos comienzos, en
pleno proceso de construcción para que se constituyan como instituciones con la
rigurosidad legal y la representatividad que merece el tema. También hay varios
proyectos de Ley, con distintos matices y perspectivas a seguir trabajando, que empiezan
a perfilar un marco legal.
Por último, quiero remarcar que hoy estamos en un momento donde la delimitación de
este rol, junto a su institucionalización académica, nos permitió hacer una resignificación
de su historia. Que su reconocimiento actual no hubiera podido hacerse sin todos los
aportes de acompañantes y profesionales del campo de la Salud en estos años. Y sin la
fuerza que adquirió en las dos últimas décadas, en una dirección donde tanto la
sistematización de su cuerpo teórico-práctico, su técnica, como el sostenimiento de una
ética, fue imprescindible, tanto como el convencimiento respecto a que aún debemos
continuar avanzando.
Diciembre de 2006.
grossi@sinfomed.org.ar
Bibliografía de referencia.
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13.Porto, M., Sereno, D.; “Sobre Acompanhamento Terapéutico”, en: A Rua como
Espaço Clínico; Sao Paulo, Edit. Escuda, 1991.
14.Quevedo, S. H., “Algunas consideraciones sobre la función del acompañante
terapéutico”, en: Rev. Psiche, Nro. 32, Bs. As., 10/1989.
15.Rossi, G., y otros (Compiladores); Publicación del Primer Congreso Nacional de
Acompañamiento Terapéutico, 1994. Bs. As., Ed. Las Tres Lunas, 1995.
16.Rossi, G. y otros; Acompañamiento Terapéutico; Bs. As., Edit. Polemos, 1997.
(Versión corregida y aumentada, sobre edición anterior de 1994).
17.Stagnaro, J. C. y otros; Dossier sobre Institucionalización, Desinstitucionalización,
Post-institucionalización; en Vertex, Rev. Argentina de Psiquiatría. Nro. 3, 1992.
18.Entrevistas (o comunicaciones personales) con: Alicia Donghi; Julio Moiszesowicz;
Juan Carlos Stagnaro.
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