Tema 28

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TEMA 28. Al-Ándalus.

Política, sociedad y cultura

Introducción
Los casi 800 años de evolución de Al-Ándalus, parte fundamental de la historia
de España, se caracterizaron por los enfrentamientos internos y por la
disminución progresiva del territorio conquistado por los musulmanes en favor
de los reinos cristianos, pasado del país que hoy en día habitamos. Sin embargo,
como apunta Eduard Said, la esplendor cultural, social y económica musulmana
se contraponía a la oscuridad del feudalismo europeo. La herencia del mundo
islámico fue tanta que todavía perdura en la actualidad, sobre todo, entre
nosotros, los valencianos, con la toponimia, los regadíos y cultivos, entre otros.

El esquema para desarrollar el tema es el siguiente:


1. Los orígenes de Al-Ándalus
2. Evolución política
3. Economía y sociedad
4. Cultura

A nivel curricular, los contenidos de este tema pueden ser trabajados en los
cursos de 2º de ESO (Ciencias Sociales, Geografía e Historia) y 2º de
Bachillerato (Historia de España). Por lo tanto, el marco legislativo que tenemos
que tener como referencia para aplicar el tema en el aula es el siguiente:

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1. LOS ORÍGENES DE AL-ÁNDALUS.
Antes de la llegada de los musulmanes, en la Península, reinaban los visigodos.
Para el tiempo en que estos llegaron, dicho reino ya estaba en decadencia.
Según historiadores como Fernando Cortázar, la conquista islámica de la
Península ibérica se produjo en un periodo tan breve de tiempo por la debilidad
interna visigoda y los múltiples conflictos entre las facciones que la habitaban.
El año clave fue 711. Tras la muerte de Witiza se produjo una división entre los
partidarios del principio hereditario y los defensores del carácter electivo de la
monarquía. Así, se formaron dos bandos: uno que apoyaba a Akhila, hijo de
Witiza, y otro formado por los defensores del principio electivo, que eligieron a
Rodrigo como sucesor de Witiza. En este contexto de división, los descendientes
de Witiza, solicitaron ayuda a los musulmanes instalados en el norte de África,
lo que les abrió el camino para la invasión de la Península Ibérica. El paso les
fue facilitado además por el conde don Julián, gobernador de Ceuta y seguidor
del bando witiziano. Rayando la leyenda, las fuentes árabes sostienen que el
conde don Julián entabló negociaciones con los musulmanes para vengar su
honor mancillado por el abuso que sufrió su hija a manos de Rodrigo.
En todo caso, con un ejército de bereberes, Muza vio satisfechas sus
perspectivas de botín que ofrecía la Península, y el lugarteniente de este, Tarik,
cruzó el estrecho y emprendió el avance hacia el interior. La primera gran batalla,
la Batalla de Guadalete, acabó con derrota cristiana. Y en tan solo 7 años, los
musulmanes se hicieron con todo el territorio, excepto las zonas de resistencia.
En este sentido, debemos diferenciar entre la zona de refugio para los visigodos
huidos, Cantabria – por la barrera natural de los Picos de Europa –; y los
territorios de resistencia, en la zona vasca.
En este contexto, en el 713, visigodos y musulmanes firmaron el Pacto de
Teodomiro. Historiadores como Segura han entendido que, a partir de este, la
conquista musulmana no se hizo con afrentas militares, sino por tratados de
capitulación. Los visigodos no ofrecieron resistencia, pues gracias a esos pactos,
podían mantener sus bienes y religión a cambio de un tributo, lo cual, a su vez,
sirve como justificación de la rápida conquista musulmana.
Así pues, pasados esos 7 años, la práctica totalidad de la Península estaba bajo
control musulmán. Ahora bien, en 718 o 722 – la historiografía no coincide –
surgió el primer núcleo de resistencia. Con Don Pelayo al frente, tuvo lugar la
Batalla de Covadonga, con victoria cristiana. En este caso, sí existe consenso
en calificar tal triunfo como el origen de la reconquista. Ahora bien, las crónicas
de la batalla están a caballo entre el mito y la realidad.
Tampoco debemos olvidar que Hispania, en 711, permitió la entrada de los
musulmanes en Europa. Y, probablemente, más lejos hubiesen llegado si no
hubiera sido por su derrota en la Batalla de Poitiers en 732; derrota que frenó su
avance europeo y significó su vuelta a la Península ibérica.

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2. EVOLUCIÓN POLÍTICA
La evolución política de Al-Ándalus durante esos casi 800 siglos puede
estructurarse de la siguiente manera.
Emirato dependiente (718-756). Después de una rápida conquista, el mundo
musulmán empezó la administración del territorio conquistado bajo las
indicaciones religiosas, políticas y militares como un valiato del califato Omeya
de Damasco.
Como apuntamos, gran parte de la población visigoda decidió permanecer en el
territorio hasta ahora habitado por ellos mismos. Las razones fueron un reparto
equitativo de las tierras, un sistema fiscal menos gravoso y las capitulaciones
firmadas entre ambos.
En este sentido, Ignacio Olagüe, historiador del siglo XX, en su obra La
revolución islámica en Occidente, expresó una teoría que rigió el mundo
académico durante la dictadura franquista, según la cual, la Península ibérica
nunca fue islamizada. De forma casi inmediata, Pierre Guichard rebatió toda esta
teoría, argumentando que en nuestro territorio hubo una fuertísima islamización,
incluso llegando a asimilar a los visigodos.
Emirato independiente (756-912). El asesinato de la familia de los omeya por
sus rivales abasíes hizo que el último de ellos, Adb al-Rahman I, huyera hasta
llegar a Al-Ándalus. A su llegada, articuló la independencia política – no la
religiosa – y la gestión del emirato. Cabe resaltar que los emires eran líderes
políticamente independientes, pero no religiosos, puestos al frente de una
provincia para la dirección y administración de esta. Para fundar ese nuevo
Estado, Abderramán I se valió de la fuerza de su linaje, su clientela de yemeníes
y de un ejército de mercenarios adeptos a su persona.
Este y sus sucesores (en especial Al-Hakam I) tuvieron que enfrentarse no solo
a los ataques de los cristianos del norte, sino también a:
o Disputas y levantamientos de musulmanes hispanos, especialmente
intensos en las fronteras, como el encabezado por Ibn Marwan hasta 930.
o Ataques francos, los cuales, en tiempos de Luis el Piadoso, tomaron
Barcelona en 801.
o Revueltas de la población mozárabe, por las tensiones surgidas en el seno
de esta sociedad debido al empeoramiento del cristianismo en favor de la religión
islámica.
Con su sucesor, Adb al-Rahman II, se vivió cierto periodo de tranquilidad:
continuó la prosperidad, mantuvo a raya de los núcleos cristianos y desarrolló
una brillante vida cultural. Le siguieron Mohamed I, Almondhir y Abd Allah.
Califato de Córdoba (912-1031). Con su llegada al poder, Adb al-Rahman III
asumió el título de califa. Para evitar interferencias con el califato Abasí, declaró
la independencia total del califato de Córdoba, asumiendo también la
independencia religiosa, alejándose así de la doctrina de Bagdad.

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El califato se afianzó gracias a su sistema fiscal – limosna de los creyentes e
impuestos territoriales o personales de los no creyentes – y a la existencia de un
ejército constituido por mercenarios. Además, administrativamente, se dotó de
una serie de funcionarios que configuraban la organización califal: el hachib o
primer ministro; el visir, ayudante del hachib; el kátib o notario; el mexuar,
consejo asesor; el cadí, quien impartía justicia. Esta administración se
estructuraba en diwanes, una especie de ministerios.
Fue en esta época donde surgieron los primeros conflictos internos por la
irrupción y el avance de los reinos cristianos: León, Castilla y Navarra.
Dentro de estos primeros conflictos, cabe destacar la figura del primer ministro
del califa Hisham II Al-Mansur, con quien se inició en el Califato la etapa de los
amiríes. Este alejó al califa de las tareas de gobierno, impuso el rigorismo
religioso y aprovechó sus victorias para engrosar las arcas del Estado. Saqueó
Barcelona, Coimbra, Santiago de Compostela... En 1002 destruyó el monasterio
de San Millán de la Cogolla, y al regresar de esta campaña murió en Medinaceli.
Su hijo Abd-al-Malik heredó todos sus títulos y jefaturas, y logró mantenerlas
hasta su muerte en 1008. Sin embargo, su hermano Abd-al-Rahman, apodado
Sanchuelo por haber nacido del matrimonio de Almanzor con una hija de Sancho
II de Pamplona, cometió la imprudencia de exigir al Califa, que carecía de
descendencia, su nombramiento como sucesor. Esto desencadenó una
sublevación en Córdoba en 1009 y el inicio de la Fitna o guerra civil. Finalmente,
el califato de Córdoba terminó por desaparecer en el año 1031.
Reinos taifas (1031-1238). De las ruinas del califato de Córdoba surgieron 25
reinos independientes, las taifas, llegados a esta situación debido a los conflictos
internos asociados a la reconquista cristiana, puesto que, a medida que se iba
produciendo el avance cristiano, empezaron a surgir los primeros problemas
entre musulmanes.
La prosperidad económica y el esplendor cultural no decayeron, si bien los
musulmanes debieron hacer frente a las dificultades surgidas en su ejército –
ante los militares cristianos – por estar formado por mercenarios. Para conservar
su independencia y hacer frente a los cristianos, los reinos de taifas llegaron a
utilizar sus recursos económicos para comprar la paz, es decir, a entrar de lleno
en el régimen de parias.
Las taifas tampoco escaparon a los conflictos internos. La conquista del reino de
Toledo por los castellanos hizo que el rey taifa de Sevilla solicitara ayuda a los
almorávides para hacerles frente.
Una vez llegados, se impusieron a los taifas y dominaron parte de la Península,
al atacar los puntos clave de Coria, Toledo, Valencia y Aledo. Sin embargo, la
falta de población para ocuparlos hacía muy problemática su presencia en ellos.
Ello estimuló la presión cristiana y la recuperación de zonas importantes, como
la frontera superior, con su capital Zaragoza. Además, se sumó el peligro
doctrinal del movimiento almohade en el norte de África.

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La oposición y descontento popular culminaron en una ola de sublevaciones que
reinstauraron las segundas taifas. Sin embargo, el interés de algunos reinos en
mantener su independencia frente a sus vecinos animó a sus gobernantes a
solicitar ayuda extrapeninsular, en este caso, los almohades. Del mismo modo,
este pueblo africano carecía de recursos humanos para asegurar los territorios
cobrados, por lo que se limitaba a defenderlos.
Al respecto, debemos decir que alrededor de 1099, el Cid – cuya historia forma
también parte de un mito – murió a manos de los almohades. Antes de su muerte,
constituyó un señorío independiente en Valencia, que volvió a perderse en 1102.
El siglo XIII fue clave para la reconquista cristiana, no solo por la zona de Aragón
y Murcia, arrebatada a los musulmanes por Jaime I, sino también por la fácil
caída musulmana ante el empuje cristiano, organizado por temor a los
almohades, en el paso de Castilla con Andalucía: así se vio en la victoria cristiana
en la batalla de Navas de Tolosa (1212).
Reino nazarí (1238-1492). A pesar de ello, como todos los reinos en decadencia,
los musulmanes intentaron sobreponerse y fundaron el reino nazarí.
Nuevamente, la decadencia musulmana coincidió con su época de mayor
esplendor cultural, como establece Segura.
La prudente diplomacia del reino, junto con las características montañosas del
territorio y su interés económico como fuente de ingresos para los cristianos por
el pago de parias son factores que ayudan a comprender su pervivencia, hasta
el 2 de enero de 1492. Boabdil fue el último líder de la saga nazarí. Los reyes
católicos, después de asediar Granada, decidieron concederle unos días para
que abandonase la ciudad. Y así lo acabó haciendo por mar, poniendo fin a la
estancia musulmana en la Península tal y como la conocían hasta ahora.

3. ECONOMÍA Y SOCIEDAD
Uno de los elementos básicos de la economía musulmana eran las ciudades.
Estaban estructuradas en un barrio central o medina, cerca de la Gran Mezquita
y de la madraza (equivalente de la actual universidad); una línea de murallas y
una serie de barrios residenciales secundarios. Cada profesión tenía una
ubicación determinada y se organizaban en gremios, para no hacer la
competencia e igualar los precios
Por su parte, las opiniones sobre el campesinado andalusí han derivado desde
una concepción que lo consideraba libre pero sometido a la dominación
económica de los grandes terratenientes y al sistema fiscal estatal, a otra en la
que existían comunidades campesinas propietarias de tierras, pero sometidas
igualmente a dominación. Tal y como muestran sus tratados de agronomía, los
árabes desarrollaron una fuerte agricultura de regadío, cuyas tierras se
dedicaban al cultivo de cereales, trigo, cebada, leguminosas, así como de arroz
o naranjo, de los cuales somos directamente herederos los valencianos.

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La ganadería también fue importante para Al-Ándalus. Mulas y asnos eran los
animales de tiro por excelencia, mientras que los bueyes se utilizaban en las
grandes explotaciones. Abundaba el ganado ovino y, sorpresivamente, el cerdo
no faltó durante el califato.
También hubo un gran auge de la artesanía – lana, lino y seda; tapices, cuero,
papel; tintes y perfumes – que permitieron no solo el abastecimiento interior, sino
también la exportación – al norte de África, al Mediterráneo y a Europa –.
El sistema monetario andalusí estaba formado por el dinar, de oro, y el dirham,
de plata. Fue una de las claves que facilitó su extensión comercial por Europa.
A nivel social, Al-Ándalus se caracterizó por la tolerancia respecto a la población
que no profesaba su misma religión, aunque ello no significó que dentro de la
sociedad no existieran categorías, como apunta Cortázar. La élite era árabe, y
ocupó los cargos más relevantes en la Administración. Sin embargo, existieron
otras categorías:
• bereberes, islamizados solo desde el punto de vista religioso;
• muladíes, cristianos convertidos al islam en territorio musulmán, que
recibían la categoría de mawali – extranjeros, ciudadanos de segunda -;
• mozárabes, cristianos no convertida al islam en territorio musulmán que,
a cambio de un impuesto, recibían la categoría de dimmies – gentes de libro–;
• y judíos, también gentes de libro, dedicados a profesiones liberales, al
comercio y a las finanzas.
• A estos debemos añadir negros sudaneses, traídos como esclavos; y
eslavos, importados para el ejército y el servicio de palacio.
En cuanto a la organización social, en la cúspide se situó la aristocracia –jassa,
familias de origen árabe, aunque también linajes de ascendencia visigoda. Este
grupo social poseía grandes dominios territoriales y ocupaba los altos puestos
en la administración. En el otro extremo de la sociedad se hallaban las clases
populares –amma-, formadas por artesanos modestos y labriegos.
Resta por indicar que los frecuentes enfrentamientos y tensiones entre
musulmanes (o tribus musulmanas) constituyen una de las características de
esta sociedad, origen de muchos de sus problemas en la Península.

4. CULTURA
Mientras Europa estaba sumida en la oscuridad del feudalismo, el Islam vivió su
máximo esplendor cultural. Sin embargo, como apunta Eduard Said, tendemos
a ver solo la perspectiva eurocentrista del fenómeno, olvidando que, mientras
Europa empezaba a desarrollar su estructura feudal, otros territorios originaban
una gran riqueza, económica y cultural.
Como hemos apuntado, el núcleo urbano se convirtió no solo el centro cultural,
sino también en el elemento cohesionador desde un punto de vista comercial,

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social e intelectual. Su importancia destaca, nuevamente, con la contraposición
al feudalismo europeo, cuyas ciudades no aparecieron hasta el siglo XII.
Las principales ciudades andalusíes fueron Córdoba, Granada, Sevilla y Toledo.
Es más, la primera se convirtió en el más importante centro cultural de la época.
Allí se llegó a albergar la mayor biblioteca de su tiempo, en contraste,
nuevamente, con la decadencia cultural arrastrada en el resto de Europa. Por
otra parte, la universidad islámica llegó a Al-Ándalus en el siglo XIV de la mano
de Yusuf I. Aunque las materias religiosas ocupaban un lugar preferencial, se
enseñaba también derecho, gramática y poesía. Se hablaba árabe, berberisco,
latín y romance, además del lenguaje mixto del pueblo, aljamía.
A su vez, Al-Ándalus fue un importante centro de compilación, producción y
difusión cultural. Si algo tenemos que agradecer a los musulmanes, entre otras
muchas cosas, es la gran calidad de las copias de los clásicos que nos dejaron.
Y es que, en plena Edad media, se dedicaron a transcribir del griego o del latín
las obras de la Antigüedad grecorromana, enriqueciéndolas con nuevos estudios
y difundiéndolas por toda Europa.
Por destacar, algunas de sus grandes personalidades fueron Averroes, en el
mundo de la filosofía, acogiendo las ideas aristotélicas de armonización de la
filosofía y la religión; Al-Idrisi, geógrafo y cartógrafo; y Ibn Hayyan, historiador. A
ello se sumó el extraordinario esplendor andalusí en el ámbito científico (sin ir
más lejos, mientras se utilizaba la numeración romana, Al-Ándalus difundió hacia
el resto de la cristiandad europea el sistema de numeración de origen indio).
Y, para finalizar, mencionaremos el arte andalusí. Por las prohibiciones
coránicas de las representaciones figuradas, la arquitectura fue su principal
muestra de expresión. Destacó por el uso del arco de herradura y por la
decoración geométrica y vegetal de yeso y ladrillo. Muestra de ello son la
Mezquita de Córdoba o Medina Azahara – época califal –; La Aljafería de
Zaragoza – periodo taifa –; La Giralda y la Torre del Oro – con los almorávides y
almohades – y la Alhambra de Granada – época nazarí -. Respecto de esta
última, Los cuentos de la Alhambra (1829), de Washington Irving, fueron escritos
en la propia Alhambra.

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Conclusión
Alfonso II de Aragón y Enrique IV de Castilla vestían a la usanza musulmana. La
reina Toda se curaba en Córdoba donde encontraba una de las mejores
bibliotecas del mundo. Abderramán III era rubio y tenía los ojos azules. Hay
demasiado mito a la hora de analizar la civilización árabe medieval.
Posiblemente, los españoles somos los que estemos más obligados a una
modificación del enfoque, ya que la mayor parte de la población hispano-romana-
visigoda que vivía en la Península se convirtió al Islam. A pesar de que
historiadores como Olagüe consideren que la invasión árabe no fue tal, sino que
simplemente esa conversión se produjera a raíz de una crisis política y religiosa,
parece más plausible el hecho de que sí la hubiera, como apunta Guichard: lo
islámico y lo cristiano no son dos mundos aislados cuya única relación sería la
bélica, sino ámbitos relacionados a todos los niveles.
El arte del Islam es buena muestra de ello; además, permitió el surgimiento de
una variante propia, el arte mudéjar. Y no solo eso, sino que, sin las aportaciones
andalusíes, no conoceríamos gran parte de nuestros topónimos, cultivos o
formas de conreo, y nuestra historia, como valencianos, quedaría a mitad de
camino. Negar la herencia andalusí sería negar parte de nuestra historia.

Bibliografía:
GARCÍA CORTÁZAR, J.A. Manual de Historia Medieval. Alianza. 2008.
GUICHARD, P. El Islam y Occidente. Universidad de Valladolid. 2009.
OLAGÜE, I. La revolución islámica en Occidente. Córdoba: Plurabelle. 2004.
SAID, E. Orientalismo. Pantheon Books. 1978.
SEGURA, A. Aproximación al mundo islámico desde los orígenes hasta nuestros
días. Universitat Oberta de Cataluña. 2002.

8
ANEXO
Conquista de la
Península ibérica

Emirato de Córdoba

Califato de Córdoba

9
Reinos taifas

Reino nazarí

10

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